sábado, 21 de agosto de 2010

Aportando soluciones. Por Arturo Pérez-Reverte

Pues vale. Pues me alegro. Se lo digo a usted, señor notario de Pamplona. Y a ti, joven lleno de fe, esperanza y caridad en tus mayores y tus menores. A quienes apuntan, con razón, que me paso los fines de semana gruñendo sobre el pluriputiferio hispánico, pero sin aportar soluciones. La verdad es que esta página no la cobro por solucionar nada –cobraría un poquito más–, sino por desparramar a mi aire. Quizá se hayan fijado en el título: Patente de corso. Pero bueno. Un día es un día.

Lo primero: Cataluña independiente de una puta vez. No pasa nada, oigan. Y me sorprende que no lo hayan hecho todavía. No hay el menor riesgo. Se reúne el honorable Parlament, se proclama la independencia por la cara, y asunto resuelto. Pasada la primera impresión –aquí todas las impresiones pasan–, quedaría hueco en la sección nacional de los periódicos para otros asuntos. Y todos contentos. Nos dejamos de pellizcos de monja, de amagar y no dar, de morritos de mercader en plan quiero y no puedo, o puedo y no quiero. Una sola lengua, una bandera estelada, una nación, un führer. Punto. Y los charnegos que no traguen, a la frontera o que se jodan. Por lo demás, ya me dirán ustedes, ante el hecho consumado, qué iban a hacer los fascistas de Madrid. ¿Se imaginan a Zapatero, o incluso a Rajoy, oponiéndose con hechos a una declaración catalana de independencia? ¿Cómo? ¿Mandando tanques a las Ramblas? Venga ya. Como mucho, iría Moratinos a negociar fotografiándose con barretina, de caganer. Mayor garantía, imposible.


Luego, ya puestos, el País Vasco. Lo mismo: independentzia por el artículo catorce. A tomar por saco. Fin de la salvaje, asesina y secular opresión española, con Peneuve y Eta matándose luego entre ellos por el poder, lo que no deja de tener su puntito. Pero lo más primoroso vendrá cuando, ya con media patria de los vascos y las vascas asegurada aquí abajo, el esfuerzo se centre en la otra media de arriba: Iparralde y tal. Muga ez. Ardo en deseos de comprobar qué pasará la primera vez que algún zángano bocazas y cantamañanas muy mal acostumbrado, como Iñaki Anasagasti cuando sale los viernes del peluquero, insulte a la República francesa o llame txakurra a un gendarme. Sí. Me pido la foto.

Luego, ya metidos en faena, Galicia. Como ahí la cosa no está clara, y hay mucho tibio y mucho gallego que no sabes si sube o baja, se les hace independientes por cojones, y un problema menos. Por real decreto. Quieran o no quieran. Con himno nacional, fuerzas armadas y toda la parafernalia. De paso y ya puestos, para aprovechar el mismo telediario, se entrega Olivenza a Portugal y se ponen Valencia y Baleares bajo la tutela del Estado catalán supervisado por Naciones Unidas, como cuando lo del referéndum del Sáhara confiado a Marruecos. Y ahí nos vemos. A quien, naturalmente, en gesto de buena vecindad y para limar asperezas en el futuro, se entregarán Ceuta, Melilla, los peñones, el islote de Perejil y la cabra de la Legión con las patas atadas para que no se revuelva y haya alguna desgracia, y la liemos a última hora. En lo que a Gibraltar se refiere, tampoco hay problema: también se encargará el ministro Moratinos de gestionar enérgicamente el asunto, sin otras concesiones que la entrega inmediata e incondicional del Peñón a sus legítimos habitantes, así como treinta millas de aguas territoriales, las playas de La Línea, Sotogrande, los puticlubs de Algeciras y el derecho a convertirse en Estado independiente, con una bandera donde, sobre la Union Jack, figure una sonora pedorreta, con el lema: Al que un tonto se la dé, San Jorge se la bendiga.

Aliviada al fin España de la herencia franquista que le impide levantar cabeza, las cosas se simplificarían un huevo, o dos. Tendríamos el ambiente político a punto de caramelo para acometer radicales reformas internas. Ahí sugiero refundir todos los ministerios en cuatro: Subvenciones y Sobornos a Sindicatos, Ladrillo y Turismo Chusma, Bares, Terrazas y Chiringuitos de Playa, y Triunfos Deportivos. Aunque este último, por darle un poquito de caché, podría llamarse ministerio de Patriotismo Intermitente Según y Cómo. Como ven, no escurro el bulto y aporto soluciones. No todo va a ser gruñir los domingos. Algún lector esquivo argumentará que no especifico de qué viviríamos los españoles, o lo que de ellos quedase para entonces, una vez desecado el fangal. Pero esta semana estoy que me salgo de la página, y hasta para eso tengo respuesta. Como aquí, producir de verdad, lo que se dice producir, no se produce una puñetera mierda, pero somos expertos en trajinar con dinero negro, sugiero hacer como Suiza: salir de la Comunidad Europea, declararnos paraíso fiscal y vivir de almacenar el dinero de otros. Catalanes, gallegos, vascos, gibraltareños y marroquíes serían los primeros clientes. Apuesten cuanto tienen a que sí.


XL Semanal - Patente de Corso

Madrid, castillo famoso. Por M. Martín Ferrand

Desde el PP, a Trinidad Jiménez, debieran ponerle alfombra roja. Aunque hablara en chino.

«Madrid, castillo famoso
que al rey moro alivia el miedo»

Como dijo Nicolás Fernández de Moratín —el padre del genial Leandro—, es una ciudad compleja en la que sus vecinos hemos adoptado la patria de nuestros hijos en lugar de tener como referencia la de nuestros padres, al estilo de la mayoría de las ciudades españolas. Por eso puede resultar especialmente irritante que quien tiene por oficio retribuido representarnos en la Asamblea de Madrid, Juan Soler, portavoz adjunto del PP, descalifique a Trinidad Jiménez como aspirante a enfrentarse a Esperanza Aguirre por el Gobierno de la Comunidad por tener acento andaluz. Ignoro el sistema disciplinario con el que nuestros partidos, auténticos conventillos, corrigen la conducta de sus militantes extraviados; pero, cuando menos, a este Soler, que lleva cuatro legislaturas calentando escaño, debieran dejarle sin postre y reducirle la paga del domingo.


Antes, cuando eran los españoles más queridos y admirados por todos los demás españoles, los bilbaínos presumían, en alarde grandón, que «los de Bilbao nacemos donde se nos antoja». Ese privilegio se ha trasladado a Madrid. Ahora somos madrileños, solo por sacar pecho a la hora de decirlo, quienes hemos nacido en La Coruña, en Cádiz, en Salamanca, en Alicante o en Rodrigatos de Obispalía. Madrid ha sabido, cuando bullen los fervores nacionalistas, regionalistas y localistas, prescindir de los catetismos vinculados al terreno y, con ejemplar señorío, convertir el casticismo en espectáculo y conformar una de las ciudades más abiertas y cosmopolitas, divertidas y animadas de todo el Viejo Continente. Más, incluso, de lo que fue Barcelona antes de que el virus convergente y sus mutaciones por la izquierda enfermaran la ciudad y la apaletaran.

En lo político, si ese Soler del PP no fuera un pardillo de cercanías, impresentable por la disposición xenófoba que acredita, estaría encantado con la candidatura de la todavía ministra de Sanidad. Tendrá que enfrentarse, en primarias, a Tomás Gómez. Si gana, pues bendita sea. El juego electoral discernirá si será ella quien se quede con la Puerta del Sol o si prorrogará mandato, de gran señora, Aguirre, la de las malas compañías. Pero si pierde frente a Gómez, después de haber sido «impuesta» por José Luis Rodríguez Zapatero, el fracaso del presidente será tan grande y estruendoso que hasta, para bien de todos, podríamos librarnos de él. Bien porque, arrepentido, se fuera al Císter o porque su partido, en legítima defensa, le diera la boleta. Desde el PP, a Jiménez, debieran ponerle alfombra roja. Aunque hablara en chino.


ABC - Opinión

Crisis. Estímulos destructivos. Por Juan Ramón Rallo

El camino es el que marca Alemania: presupuestos austeros. Ni España, ni Francia, ni EEUU ni nadie ahora y nunca han logrado nada bueno incurriendo en déficits públicos.

Los datos de crecimiento económico de Alemania hechos públicos la semana pasada sorprendieron a muchos. ¿Cómo es posible que un país de la zona del euro que apenas ha recibido "estímulos" fiscales y monetarios consiga crecer al mismo ritmo que la economía estadounidense, sometida a importantísimas dosis de gasto público e inyecciones crediticias?

La pregunta, sin embargo, oculta un claro sesgo intervencionista. Se asume de entrada que el sector público es de algún modo capaz de "salvar" e "impulsar" nuestras economías mediante un mayor gasto público o expandiendo artificialmente el crédito. Pura petición de principios derivada de una concepción mecanicista de la economía: si aumentamos la demanda agregada con más gasto público –¿da igual en qué y para qué?–, ésta tirará de la demanda de empleo y cuando los trabajadores vuelvan a estar ocupados y a gastar –de nuevo, ¿da igual en qué y cómo se haga?– los empresarios volverán a ser optimistas para invertir de nuevo con vigor –¿tampoco es relevante dónde?– lo que relanzará el crecimiento –¿es significativo en qué industrias?– en un círculo virtuoso que no conocerá fin y que incluso nos permitirá amortizar con creces el endeudamiento público inicial.


Por el contrario, algunos venimos sosteniendo desde hace tiempo que el problema presente no es la insuficiencia de gasto, sino la falta de adaptación de la economía para satisfacer todo el gasto excesivo que actualmente se produce. Es decir, se consume y se invierte demasiado a partir de unas rentas infladas derivadas de la presunta venta de una mercancía (viviendas, por ejemplo) que hoy no tiene salida. Por ello, lo primero es reconocer que no podemos gastar tanto (reduciendo nuestras rentas, como lo deberían estar haciendo los trabajadores que se van al paro o los empresarios que quiebran) y lo segundo reestructurar nuestra economía para que deje de estar adaptada para la construcción de viviendas y pase a estarlo para la producción de los bienes (de capital y de consumo) que se demandan.

Los planes de estímulo de gobiernos y bancos centrales, entre otros muchos perjuicios como el famoso crowding-out, sólo logran que nuestros ingresos sigan artificialmente inflados (gastando más de lo que podemos permitirnos para volver a crecer de manera sostenible) y que los incentivos hacia la reestructuración sean nulos; esto es, prologan y agravan la agonía.

Sentado esto, no nos costará demasiado entender que los países que más hayan "estimulado" su economía –más hayan distorsionado el ajuste espontáneo del mercado– sean los que peor están afrontando la recuperación. Basta comparar la evolución de Alemania, Estados Unidos, Francia y España en los dos últimos años. La primera ha limitado enormemente sus déficits públicos, hasta el punto de que en 2008 no incurrió en déficit y en 2009 apenas superó el 3% del PIB. Los otros tres, en cambio, han gastado a manos llenas, tanto en 2008 como sobre todo en 2009, duplicado y triplicando los déficits teutones (y en el caso de EEUU, además, con inyecciones crediticias de la Fed mucho más intensas que las del BCE en la zona del euro).

¿Resultado? Pues el que muchos nos temíamos. La tasa de paro de Alemania, tras un repunte inicial en 2009, lleva descendiendo desde entonces, hasta situarse a mediados de 2010 en el 7% de la población activa. En cambio, España, Francia y EEUU han visto cómo sus tasas de desempleo se duplicaban en unos meses, pese a los paquetes de estímulo o, más bien, a causa de los paquetes de estímulo.

Ante este desaguisado, Almunia nos pide a los españoles que "contribuyamos" con impuestos más elevados, es decir, que nos mostremos sumisos mientras Zapatero, Blanco y Salgado nos llevan al matadero. Pero la cuestión es, ¿contribuir a qué? ¿A destruir lo poco que queda en pie de nuestra economía sufragando más despilfarros distorsionadores? No, el camino es el que marca Alemania: presupuestos austeros; dejar de gastar tanto en evitar que prosperemos. Ni España, ni Francia, ni EEUU, ni nadie ahora y nunca han logrado nada bueno incurriendo en déficits públicos. No es que con la austeridad lo tengamos todo hecho –necesitamos también unos mercados mucho más flexibles de lo que disfrutamos en España–, pero al menos dejaremos de cavar nuestra propia tumba. ¿Se darán cuenta alguna vez los keynesianos?


Libertad Digital - Opinión

Paradojas iraquíes. Por Hermann Tertsch

En Irak son muchos los que temen que nos hallemos en vísperas de una intensificación del terrorismo de Al Qaida.

Ya se han ido las tropas de combate norteamericanas de Irak. Su partida genera indudable alivio en Estados Unidos donde esperan que acabe pronto el hasta ahora incesante goteo de repatriaciones de víctimas. En Irak sin embargo son muchos los que temen que nos hallemos en vísperas de una intensificación del terrorismo de Al Qaida o una escalada de la violencia sectaria que se ha mantenido en niveles «aceptables» desde el terrible periodo de enfrentamientos de 2006 y 2007. Quedan 50.000 soldados norteamericanos en Irak que prestarán apoyo y formación a las autoridades iraquíes hasta el 31 de diciembre del 2011. Esto es lo que hay. Lo que tiene gracia es que el presidente Barack Obama reciba ahora aplausos por cumplir un calendario de retirada elaborado en su día por George W. Bush.

Como lo tiene también el hecho de que gran parte de las tropas serán sustituidas por un «ejército» de civiles que dependerán del Departamento de Estado y se nutrirán —paradojas de la vida— de esas empresas privadas de seguridad tan denostadas por los adversarios de Bush como símbolos de la perversión de la administración norteamericana. Halliburton —con otro nombre— y otras muchas trabajarán ahora a sueldo de Hillary Clinton para evitar que se convierta en desastre esta retirada de tropas con la que Obama quiere ante todo mejorar las encuestas ante las elecciones parciales de noviembre.

Con un índice de popularidad bajo mínimos, las elecciones podrían convertir a Obama en un «lame duck» (pato cojo) ya en su primer mandato y hacer aun más probable que pase a la historia como «one term president» (presidente que no consigue ser reelecto para un segundo mandato). El último que consiguió tan discutible distinción fue otro demócrata tan cargado de buenas intenciones como éste.


ABC - Opinión

Mezquitas. La sociedad abierta y el caballo de Troya. Por Guillermo Dupuy

Si creyese que todos los musulmanes son iguales en ese sentido, no limitaría la critica a determinada ubicación, sino que pediría abiertamente que se prohibiera la construcción de cualquier centro islámico en cualquier punto del territorio del mundo libre.

Recuerda estos días Barak Obama que "los musulmanes, al igual que cualquier otro estadounidense, tienen todo el derecho a practicar su religión en cualquier punto del territorio de Estados Unidos". Comparto esta opinión, siempre y cuando, claro está, la práctica de esta religión –como la de cualquier otra– no suponga un peligro ni para la libertad ni para la vida de quienes abjuran de ella o de quienes profesan otras religiones o ninguna de ellas.

En el caso de la polémica desatada a propósito de la construcción de la llamada Córdoba House, considero que no se podría hacer peor homenaje a las víctimas del 11-S, a la ciudad de Nueva York y a los principios sobre los que se fundamenta los Estados Unidos de América que conculcando la libertad de culto y los derechos de propiedad privada como medio para impedir la construcción de un mezquita o un centro cultural islámico en las proximidades de la zona cero. Los fundamentalistas islámicos del 11-S no sólo pretendían derribar unas torres sino destruir esa avanzada civilización, libre, tolerante y mestiza, donde personas de diferentes razas, credos religiosos e ideas políticas cooperan y conviven en paz.


Ahora bien, no por ello dejo de considerar absolutamente criticable ni dejo de percibir como una provocación la construcción de un centro islámico en las proximidades de donde, en nombre de Alá, se asesinaron a 3000 personas. Si de verdad lo que quieren promover estos musulmanes es "la integración y la tolerancia hacia las diferencias y la cohesión de la comunidad por medio de las artes y la cultura", que renuncien al derecho que les asiste, que yo no les niego y que debe estar regulado, no por lo que opine Obama sino por lo que diga la ley, y que edifiquen ese centro en otras zonas donde, al igual que ocurre con las alrededor de cien mezquitas que hay en Nueva York, no hieran la sensibilidad de los ciudadanos. Así lo han pedido, algunos destacados miembros de la comunidad musulmana.

Algunos dirán, en cualquier caso, que los promotores de la Cordoba House no son fundamentalistas ni tienen la misma noción de Alá y del Islam que los asesinos integristas. No tengan ustedes dudas de que si yo creyese que todos los musulmanes son iguales en ese sentido, no me limitaría a criticar determinada ubicación, sino que pediría abiertamente que se prohibiera la construcción de cualquier centro islámico, no ya en las proximidades de la zona cero, sino en cualquier punto del territorio del mundo libre. La libertad religiosa, como la libertad política, no debe dar cobertura a la prédica de su destrucción; no debe ofrecer tolerancia a la intolerancia o a la justificación de la violencia contra el homosexual, contra la mujer o contra el infiel, como tampoco amparar la vulneración de los derechos humanos por razones "culturales".

Vigilemos, pues, no tanto donde se ubican esas mezquitas o centros culturales como qué es lo que se hace y se predica en ellos. El caso de la recientemente clausurada mezquita Taiba de Hamburgo, donde se reunieron los autores del 11-S, y de su también ilegalizado "centro cultural" asociado, desde donde se seguía reclutando y ayudando a los yihadistas, demuestra que el auténtico problema no es a cuantas manzanas de distancia de la zona cero se deben construir los centros islámicos.


Libertad Digital - Opinión

La lealtad de Mohamed. Por Eduardo San Martín

Casi nadie ha hablado de la lealtad de Marruecos hacia España, que es lo que realmente estaba en juego en esta crisis.

La crisis de Melilla como paradigma de la altura del debate político en España. Y el empeño de la Generalitat por ponerles puertas al mar de una lengua que se ha convertido en la segunda de uso más extendido en Internet, como ejemplo de la cercanía a las preocupaciones de los ciudadanos de algunos gobernantes, nuevos conversos a una ideología de la que siempre aborrecieron los padres de la socialdemocracia.

No parece que la inmensa mayoría de los catalanes comparta con su gobierno la ineludible necesidad de integrar a sus emigrantes sólo en catalán, ni que el recurso de la Defensora del Pueblo («al servicio del PP», según Montilla) ponga en peligro la identidad lingüística catalana. Si la subsistencia de un legado cultural depende de que se imponga por decreto, sus días estarán contando. No es ese el caso de la lengua catalana, que sobrevivirá gracias al sentido común de sus hablantes y no a las torpezas de sus representantes políticos.


En cuanto a Melilla, el debate político debería haber indagado en las razones por las que un gobierno «amigo» desata una campaña desaforada contra nuestras fuerzas de seguridad so pretexto de unos incidentes menores que, como hemos visto, han desaparecido en cuanto la gendarmería marroquí ha tocado el silbato, aleccionada por quien está detrás de todo este barullo.

En su lugar, la bronca ha producido perlas que da pudor reproducir, desde las proclamas sobre el patriotismo de Aznar hasta sus abdominales; lo que nos deja aún más expuestos a una autocracia que sabe bien como sacar partido a las peleas estériles de nuestros partidos. Se ha hablado hasta la saciedad de la lealtad de Aznar o de la de Zapatero en 2001. Casi nadie lo ha hecho de la lealtad de Marruecos hacia España, que es lo que realmente estaba en juego en esta crisis.


ABC - Opinión

Aznar y Melilla. Permiso para aterrizar. Por Maite Nolla

El tiempo y las circunstancias le han permitido a Aznar vengarse y dejarle un recordatorio. Utilicen ustedes el dicho que quieran: el de la venganza se sirve fría, el de los renglones torcidos o el de a cada marranillo.

Aznar se la tenía guardada a Zapatero y se la ha devuelto. Tenía guardada ésta y diez o doce más. Aznar pensó en su momento que Zapatero podía ser una alternativa más o menos civilizada, hasta que la realidad y el personaje le demostraron otra cosa. Con el tiempo hemos sabido que la política de Zapatero para el País Vasco no era la de Nicolás Redondo Terreros, que no creía en el Pacto por las Libertades, que mentía cuando decía que bajar impuestos era de izquierdas y que su política se basaba en enfrentar a los españoles y sacarles lo peor. Y el tiempo y las circunstancias le han permitido a Aznar vengarse y dejarle un recordatorio. Utilicen ustedes el dicho que quieran: el de la venganza se sirve fría, el de los renglones torcidos o el de a cada marranillo. Un ajuste de cuentas, en definitiva, por los dos años de Zapatero pancartero, por los seis en el Gobierno y por darle la vuelta a España como a un calcetín.

La verdad es que las visitas de Zapatero a Marruecos en su día y la de Aznar a Melilla del otro día no son comparables. No son comparables porque uno se fue a Marruecos a rendir honores al sultán y el otro visitó una ciudad española; ubicada en África, sí, pero española. Y por más que una lo intenta, les tengo que reconocer que soy incapaz de comprender por qué la visita de un político español a una ciudad de España se considera una provocación. Es más, al margen de los titulares de Cuatro o de La Sexta, del tipo "El PP y Aznar aumentan la tensión en Melilla", he repasado las declaraciones de los miembros del Gobierno y del partido socialista para intentar profundizar en el tema. He buscado en Google las obras completas de Gaspar Zarrías, a ver si había escrito algo previamente sobre la cuestión y la geoestrategia, y nada. Considerar la visita de Aznar a Melilla como una provocación es aceptar el lenguaje de la dictadura marroquí. O el de los batasunos cuando hablan de la selección española en Vitoria. Igual al señor Zarrías o a la vicepresidenta del Gobierno les ha poseído el PSC, poseído a su vez por el nacionalismo. Les digo esto porque hace un tiempo un dirigente del PSC llegó a decir que después de la sentencia del estatuto Zapatero no era bienvenido en Cataluña, que no deja de ser una versión de lo mismo.

Nadie sabe muy bien cuál ha sido el origen de la crisis, ni de qué iba esto, ni cómo se ha solucionado, pero si las relaciones diplomáticas españolas exigen que el ex presidente del Gobierno no pueda visitar Melilla y que necesite poco menos que un permiso del Gobierno para aterrizar, es que estamos incluso peor de lo que pensábamos.


Libertad Digital - Opinión

Shakira y Laura. Por Ignacio Camacho

Bañarse en las fuentes no es una costumbre cívica, pero en todo caso resulta menos ofensiva que homenajear a etarras.

EN Barcelona, como en otras muchas ciudades, la gente suele bañarse en las fuentes públicas para aliviar el calor del verano. No se trata desde luego de una costumbre cívica ni encomiable, pero en todo caso es menos ofensiva que la de rendir públicos honores a terroristas culpables de complicidad en delitos de sangre. El Ayuntamiento barcelonés, sin embargo, tiene un criterio diferente para medir el incivismo: se cruzó de brazos ante el previsto homenaje a la etarra Laura Riera —finalmente prohibido por la Audiencia Nacional—mientras pretende sancionar a la cantante Shakira por haber sumergido sus curvas en una fuente urbana durante la grabación de un vídeo. Se trata, sostiene el muy cumplido y diligente Consistorio, de un mal ejemplo para la juventud empeorado con el agravante de circular sin casco en una motocicleta. Se refiere por supuesto al baño de la sugerente estrella; sobre la convocatoria del acto filoetarra no consta ninguna opinión municipal.

La preocupación del equipo del alcalde Jordi Hereu por la observancia de una adecuada conducta en las calles de su ciudad resultaría conmovedora si no se hubiese convertido en habitual la presencia de masas de turistas desharrapados en La Rambla y sus alrededores, que ha generado todo un debate local en torno a la indumentaria mínima imprescindible para sentarse en las terrazas o entrar en los restaurantes. (Nadie reclama etiqueta sino el uso de una simple camiseta sobre el bañador). Bajo el impulso oficial, el modelo urbano de Barcelona ha evolucionado desde el rutilante y eficaz esplendor del 92 a una especie de sucursal cutre de Porto Alegre en la que toda presunta expresión alternativa goza de acogida favorable hasta el punto de haberse convertido en referencia del movimiento okupa y otros colectivos de la antiglobalización. El resultado es una frecuente y consentida ocupación desaprensiva, incluso vandálica, del espacio público y un visible deterioro del ambiente social que contrasta con la ordenada elegancia del bellísimo paisaje ciudadano. En ese contexto progresivamente degradado, Shakira y su trivial hapenning de transgresión pija vienen a ser una excepción de un glamour casi aristocrático. Y siempre merecerán mejor bienvenida y trato que la morralla antisistema capaz de incluir, ante la pasividad oficial, un acto de exaltación terrorista en el programa de unas fiestas de barrio.

Pero para que el Ayuntamiento barcelonés, tan repentinamente sensible a la urbanidad callejera, se hubiese mostrado menos permisivo con el homenaje a Laura Riera habría necesitado la constancia, o al menos el indicio razonable, de que tras la prevista exaltación de la heroína etarra el acto fuese a acabar con un baño masivo en las fuentes de Gracia. En esa hipótesis —puede que el festejo, aun sin permiso, acabe en algo peor: hay precedentes— acaso el estatuario Hereu se hubiera dignado enarcar una ceja.


ABC - Opinión

El veraneo de Moratinos

El Gobierno se jactó en los primeros días del verano de que la situación del país recomendaba un estío atípico, con pocas vacaciones y mucho trabajo. Los ministros estarían al pie del cañón y la agenda de trabajo continuaría con cierta normalidad para aprovechar unos meses clave y avanzar en los frentes que mantiene abiertos el país. Pues algo de esto no ha funcionado en el conflicto diplomático con Marruecos. Desde el comienzo, chirrió especialmente, y así nos encargamos de denunciarlo en LA RAZÓN, no sólo por el vacío diplomático existente por la ausencia del embajador en Rabat y de los cónsules en el país vecino, sino también por la extraña y sorprendente desaparición del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en toda la crisis. El mutis político fue de tal calibre que hasta fue sustituido en las labores propias de su departamento por el titular de Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. El silencio del Gobierno sobre el destino de Moratinos en los primeros días de las fricciones en la frontera de Melilla resultó sintomático en cuanto al grado de desatención en un asunto complejo.

Ayer se confirmó que el jefe de la diplomacia disfrutaba de unos días de vacaciones en el suroeste francés junto a su familia. Una entrevista en un diario galo de un Moratinos muy relajado y en pantalón corto ha certificado el nivel de inquietud del jefe de nuestra diplomacia. Mientras las provocaciones se sucedían en los pasos melillenses, se insultaba y difamaba a las mujeres policía y los activistas del reino alauita bloqueaban los suministros a la ciudad autónoma, el ministro del ramo paseaba por Francia, realizaba un crucero por el río galo Dordoña y recordaba cómo vio la final del Mundial de Suráfrica junto a un personaje tan poco recomendable como el dictador Raúl Castro.


Las circunstancias retratan la disposición de un ministro con responsabilidades tan relevantes. En cualquier democracia de nuestro entorno cuesta pensar que el jefe de la diplomacia seguiría en su puesto después de un dislate que demuestra una falta de responsabilidad y de rigor que le incapacitan. No parece que el Gobierno socialista pretenda el relevo, sino casi todo lo contrario.

Lejos de cualquier actitud de autocrítica o de al menos un cierto reconocimiento de errores, Moratinos ha regresado de Francia con un tono desafiante, prepotente y provocador. Hablar, por ejemplo, de que no existió crisis diplomática alguna, porque un verdadero conflicto es el hundimiento de un barco en Corea, es abusar de la inteligencia de la opinión pública. El ministro no desconoce las cinco notas de protesta de Rabat, las gestiones del Rey con Mohamed VI, las negociaciones directas del director de la Policía en el país vecino o el viaje de Pérez Rubalcaba. Ni tampoco el próximo encuentro entre ambos monarcas adelantado por LA RAZÓN o la entrevista con su homólogo marroquí en septiembre. Para ser sólo un incidente, la actividad parece frenética, a la altura, sin duda, del desencuentro diplomático.

Hace tiempo que Moratinos, responsable de una política exterior desprestigiada, que ha contribuido a la grave pérdida de imagen que sufre España, debía haber sido destituido. Costará demasiado tiempo y esfuerzo recuperarse de la gestión desastrosa de este ministro.


La Razón - Editorial

Mesa para dos

Israelíes y palestinos vuelven a negociar gracias a las conversaciones previas alentadas por EE UU.

La secretaria de Estado Hillary Clinton ha confirmado que el 2 de septiembre se reanudarán las negociaciones entre palestinos e israelíes suspendidas desde diciembre de 2008. El encuentro previsto es resultado de las conversaciones indirectas auspiciadas por Estados Unidos y desarrolladas a lo largo de los tres últimos meses. Pese al anuncio estadounidense, aún se perciben diferencias de aproximación entre ambas partes. Mientras que Israel habla de negociación sin condiciones previas, la Autoridad Palestina reclama un acuerdo sobre la agenda a tratar.

Son tantas las negociaciones fracasadas que la expresión "proceso de paz" se ha convertido en un eufemismo incapaz de suscitar demasiadas esperanzas. Tampoco en esta ocasión, por más que la simple expectativa de sentar a ambas partes en torno a una mesa sea siempre una buena noticia. Entre las razones que avalarían un más que tibio optimismo, habría que subrayar el renovado compromiso de Estados Unidos en el hallazgo de una solución al conflicto. La implicación directa de Washington sigue siendo la condición necesaria para alcanzar la paz en Oriente Próximo, por más que no resulte en absoluto suficiente.


Entre las razones para el pesimismo se encuentra el hecho de que el interlocutor en el lado palestino es Mahmud Abbas, obviando la dificultad de que es Hamás quien gobierna en Gaza. Es posible que los artífices de las negociaciones confíen en que la Autoridad Palestina, que solo gobierna en Cisjordania, salga reforzada si obtiene acuerdos ventajosos para todos los territorios ocupados. Pero puede producirse lo contrario: que un sentimiento de abandono por parte de la población de Gaza haga inviable cualquier avance. Sobre todo cuando las elecciones palestinas, que tenían que haberse celebrado a principios de año, siguen pospuestas.

Netanyahu, por su parte, llega a estas conversaciones en sus horas más bajas debido al ataque contra la flotilla humanitaria que trataba de romper el bloqueo israelí de Gaza y que costó la vida a nueve de sus integrantes. El Gobierno israelí no podía en estos momentos negarse a negociar con los palestinos, pero tampoco desea sentarse a la mesa obligado por los avances comprometidos en otras negociaciones. Su exigencia de que las conversaciones se inicien sin condiciones previas alude, en opinión de los palestinos, a una voluntad de partir de cero y, por tanto, de consolidar situaciones de hecho.

Una vez en la mesa para dos que ha preparado Washington, y a la que acompañarán Egipto y Jordania, israelíes y palestinos tendrán enfrente sus numerosos contenciosos, desde la delimitación de las fronteras hasta la suerte de los refugiados, pasando por el futuro de Jerusalén, los asentamientos en Cisjordania o el reparto del agua. Por descontado, la única manera de resolverlos es empezando a hacerlo. Pero siempre y cuando la voluntad de los negociadores sea alcanzar un acuerdo y no responsabilizar a la otra parte del fracaso.


El País - Editorial

Plan E rural, el enésimo derroche

El Plan E, en definitiva, ha debilitado a la economía española y al propio Estado, que ahora se las ve y se las desea, no ya para el inalcanzable objetivo de cuadrar las cuentas, sino para bajar el déficit por debajo del 10%.

Uno de los desagües por los que se ha ido el antiguo superávit fiscal del Estado ha sido el llamado Plan E. Casi 14.000 millones de euros dilapidados en proyectos municipales de poca o nula utilidad social y económica que serían ahora extremadamente útiles para no tener que pedir prestado en el extranjero, o para no tener que subir los impuestos tal y como ya ha anunciado el Gobierno.

Pues bien, no contentos con semejante derroche, al equipo de Zapatero no se le ha ocurrido mejor idea que dotar de presupuesto –millonario, naturalmente– a un nuevo programa estatal de gasto. Se trata del Programa de Desarrollo Rural Sostenible que volcará sobre el agro español 1.810 millones de euros en los próximos cuatro años. Todo este dinero irá destinado a cubrir un centenar de actuaciones repartidas entre el Gobierno central y los autonómicos. Se pretende, como en el caso del Plan E municipal, desarrollar nuevas infraestructuras y mejorar las existentes, extender nuevos subsidios a agricultores y ganaderos y fomentar el turismo ecológico.


Hasta aquí nada malo, nada que llame especialmente la atención, sino estuviésemos inmersos en una profundísima crisis de la que aún tardaremos varios años en salir. Destinar 1.800 millones a obras totalmente innecesarias cuando el Gobierno no hace más que emitir títulos de deuda en los mercados internacionales –van dos emisiones en lo que llevamos de mes– es más que arriesgado, es suicida, propio de un Gobierno sonámbulo que actúa por inercia y gasta como si el dinero manase de debajo de las piedras.

Como esto no es así, como el Gobierno no ha encontrado un Dorado del que surtirse de riqueza cuando y como crea necesario, todo lo que gasta tiene que salir previamente de algún sitio. Puede ser de los bolsillos de los contribuyentes o del endeudamiento exterior. Ambas fuentes tienen un fondo y explotarlas hasta el límite de sus posibilidades entraña serios riesgos. Si se suben demasiado los impuestos la base fiscal se contraerá de modo que, llegado un punto, se recaudará menos de lo esperado. Es una vieja ley de la economía que el equipo económico de Zapatero parece ignorar. Si se recurre continuamente al mercado de deuda los acreedores terminan por no fiarse y cierran el grifo. La deuda, además, tiene la contrapartida de que el dinero que se pide ha de devolverse con los intereses correspondientes.

Así las cosas, en una coyuntura como la actual lo peor que puede hacer el Gobierno es seguir incrementando el gasto, ya que éste actúa como una soga que, poco a poco, va estrangulando la economía hasta asfixiarla por completo. La austeridad es el único camino tal y como están poniendo de manifiesto los países que, como Irlanda o Alemania, han apostado por ella. La lección que Zapatero debería de tener ya aprendida a estas alturas es doble. Por un lado, no se puede gastar lo que no se tiene, y por otro, las políticas de estímulo no funcionan en el medio y el largo plazo. Las dos entregas multimillonarias del Plan E no han servido para relanzar la economía tal y como preveían los economistas de cabecera del Gobierno.

Lo único que se relanzó fue el déficit fiscal, la deuda soberana y el alcance de la crisis. El Plan E, en definitiva, ha debilitado a la economía española y al propio Estado, que ahora se las ve y se las desea, no ya para el inalcanzable objetivo de cuadrar las cuentas, sino para bajar el déficit por debajo del 10%. Estos son los números, el resto es pura charlatanería keynesiana, método infalible para seguir en crisis por los siglos de los siglos.


Libertad Digital - Editorial

Prohibición y sentido común

No es creíble que a Montilla no le constase el homenaje a Riera. Su conducta permisiva contrasta con la cruzada impulsada por el socialismo vasco contra todo símbolo proetarra.

CON tantos argumentos jurídicos como de sentido común, el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz prohibió ayer los actos de homenaje a la colaboradora de ETA Laura Riera, convocados para hoy por varias organizaciones de ultraizquierda en el barrio barcelonés de Gracia. Riera fue condenada en 2004 a nueve años de cárcel —no cumplidos en su integridad— por un delito de colaboración con el sanguinario «comando Barcelona» de ETA, y a su salida de prisión, que tendrá lugar hoy, iba a ser recibida con una «concentración de bienvenida» a las puertas de la cárcel de Wad-Ras y en una plaza barcelonesa, y con una marcha nocturna de antorchas para pedir la libertad de otras dos etarras, Dolores López Resina y Marina Bernadó. De acuerdo con los argumentos de Dignidad y Justicia y de la Fiscalía, el juez considera que la celebración de estos actos supondría un enaltecimiento del curriculum delictivo de la etarra, una justificación de sus actividades y una exaltación del terrorismo inadmisible en un Estado democrático. Sencillamente, la autorización del homenaje habría sido una hiriente humillación para las víctimas del terrorismo y un aval para convertir las llamadas «fiestas alternativas» del barrio de Gracia en un espacio público para el fomento de la propaganda proetarra y para la legitimación del terrorismo.

Por ello, resulta incomprensible la indolencia demostrada por las autoridades catalanas. Ni la Delegación del Gobierno en Cataluña, ni el alcalde de la ciudad, el socialista Jordi Hereu, que permanece pasivo ante la celebración de las polémicas «fiestas alternativas», ni la propia Generalitat, han instado ante la Audiencia la prohibición del homenaje. Es cierto que ninguna entidad convocante solicitó autorización oficial y que, precisamente para evitar responsabilidades penales, optaron por una organización clandestina y opaca de los actos. Pero también lo es que la aparición de carteles anunciando los homenajes, y las propias denuncias periodísticas sobre la vergonzante cita, eran argumentos más que suficientes para que José Montilla y Jordi Hereu se diesen por enterados y no mirasen hacia otro lado. No es creíble que a Montilla no le constase nada. Su conducta permisiva contrasta con la cruzada impulsada por el socialismo vasco contra todo tipo de homenajes y símbolos proetarras en las calles del País Vasco y, sin ir más lejos, con la decisión adoptada por el Ayuntamiento de Bilbao de impedir la instalación este año de dos «txoznas» (casetas) proetarras en las fiestas de la ciudad. El socialismo catalán, desnortado y sin reflejos, ha perdido una nueva ocasión para resarcirse de su interminable sucesión de errores políticos.

ABC - Editorial