sábado, 28 de agosto de 2010

Todos rehenes. Por Hermann Tertsch

Para los españoles lo evidente es que Zapatero ha logrado convertirnos en el eslabón más débil de la defensa occidental.

¡Cuántos lamentos ahora que los talibanes son ya quienes establecen la agenda en Afganistán! ¡Cuando las tropas occidentales no saben ya por qué, cómo y hasta cuándo combaten! Ya nos contará que va a pasar ahora Obama, que cambia de planes y jefes militares en Afganistán según conviene a sus asesores electorales. Llegó a la Casa Blanca diciendo que esta guerra no se podía perder. Menos de dos años después parece claro que, tal como la dirige, no se puede ganar. Resulta terrorífico pensar que quizás decía la verdad —por una vez— nuestro Zapatero cuando hablaba de sus similitudes con Obama. Queda como esperanza el probado funcionamiento del sistema norteamericano. Han tenido presidentes incapaces. Pero nunca les han dado tiempo ni margen para hacer tanto daño a su país como Zapatero ha hecho al suyo. De ahí que las elecciones en noviembre en EE.UU. puedan obrar serios cambios.

Para los españoles lo evidente es que Zapatero ha logrado convertirnos en el eslabón más débil de la defensa occidental. Y como tal, en objetivo lógico de los esfuerzos del enemigo por romper dicha defensa. Somos un enemigo ideal. Desmotivado por su dirección política, inerme por falta de tropas y medios, y confundido por falta de órdenes y objetivos. Débil, fácil de chantajear e intimidar, con una retaguardia lejana dividida y desmoralizada. Ahora pagamos el precio de tantas mentiras y tanto pensamiento débil para embotar conciencias. Zapatero ya no puede asistir a un funeral ni a Rodiezmo. Vano consuelo con tanto daño irremediable. Con nuestros guardias civiles, soldados, turistas y cooperantes, españoles en general, convertidos en los rehenes que todo terrorista aspira a tener. Ahora quisiera yo ver al anterior ministro de Defensa —o a la actual— diciéndole a las madres y mujeres de nuestros guardias aquello de que es mejor morir que matar.

ABC - Opinión

Las cuentas de interior. Por M. Martín Ferrand

De no ser porque Blanco cursa y obra con cargo al Presupuesto habría que darle la medalla de las Bellas Artes.

DE José Blanco podría decirse lo que el muy divertido Jorge Llopis afirmaba de una tal Margarita en uno de sus poemarios:

«Margarita no dice más que cosas vacías,
y al que coge por banda la mitad de los días
o le da la tabarra o le atiza un tostón».

Se advierte que el titular de Fomento hace todo cuanto está en su mano por parecer un hombre serio y cabal, consecuente con su responsabilidad; pero hay algo en su fondo que termina por romperle la apariencia y presentarle como uno de los grandes cómicos de nuestro tiempo. De no ser porque Blanco cursa y obra con cargo al Presupuesto habría que darle la medalla de las Bellas Artes. Nadie, nunca, con tan escaso guión y tan corto repertorio consiguió que sus actuaciones públicas merecieran, casi a diario, los honores de las primeras páginas de los diarios y los clarines de apertura de los noticieros audiovisuales.


«Su boquita chiquita se marchita contrita
con bostezos de torpe e infeliz boquerón».

Sale al escenario y, con gran facilidad y ante el pasmo de los españoles lo mismo recorta en 6.400 millones el Presupuesto del Ministerio de Fomento que, una vez reducido, lo engorda en 700. Maneja las cifras como Astor Piazolla o Aníbal Troilo manejaban el bandoneón: las alarga, las achica, las engrandece y reduce, las infla y las desinfla y, cuando parece que ya no da más de sí, vuelve a la andadas y, con desparpajo, lo mismo le adjudica a Miguel Ángel Revilla un AVE que llegue, despacito, hasta Reinosa que le incrementa a José Antonio Griñán su cupo de obras públicas para la presente legislatura.

Blanco ya nos tenía demostradas sus mañas polifacéticas. Su capacidad para organizar un partido centenario con la exclusión de cualquier vestigio de talento, su talento para dirigir un Ministerio necesariamente deficitario y gastador o su imaginación a la hora de lanzar improperios contra sus adversarios políticos; pero ahora, cuando la necesidad aprieta, saca fuerzas de flaqueza y convierte en elásticas las cuentas que maneja su mayor en edad, dignidad y gobierno Elena Salgado. Sería extraordinario que lo que así parece pudiera ser real y palpable, que los euros que el Gobierno nos ordeña fueran tan elásticos como para hacer más kilómetros de carreteras y ferrocarriles con menos déficit y menor deuda; pero la realidad insiste en que dos y dos son cuatro y nunca dieciséis. Por mucho que la fiebre electorera caliente el ánimo de Blanco y sus colegas de Gobierno y chapuza. Si las de Gonzalo Fernández de Córdoba fueron las «Cuentas del Gran Capitán», las de Blanco en Fomento parecen las de un pequeño educando de banda. Tararí.


ABC - Opinión

PSOE. Tomás en el Tutuky Splash. Por Maite Nolla

Gómez se subió a La Noria y sólo dos preguntas bastaron para comprobar que su pensamiento político es semejante al de Leire Pajín y que ya le podían preguntar por Zapatero, que él repetía incansable las cuatro consignas contra Esperanza Aguirre.

Hace un tiempo se supo que la consejera de Familia de la Generalitat había encargado un estudio para mejorar su imagen. Aquello trascendió porque el informe en cuestión costó unos cuantos miles de euros, en plena crisis y en un departamento que, en teoría, debe destinar su dinero a otras cosas. Y aunque la polémica vino por el gasto, lo interesante fue que el estudio concluía que la interfecta de ERC podía mejorar su imagen, sí, pero limitando al máximo sus intervenciones públicas. Es decir, los expertos asesores consideran que lo mejor de un político es que esté callado. Y es que realmente es así. Algún día se estudiará el caso de Elena Espinosa, que lleva más de seis años de ministra, mérito atribuible a que no ha abierto la boca en el tiempo que dura una legislatura y media. Dirige un ministerio sin competencias en agricultura, sin competencias en medio ambiente, ni en medio rural, ni en medio marítimo. No molesta porque no dice nada ni hace nada. El PP tiene la misma política que el PSOE o que Izquierda Unida en la materia, una especie de estatalismo megasubvencionado, y no ha incluido entre sus críticas a la señora Espinosa. Además, ni siquiera es un ministerio con el que se pueda hacer demagogia, como sucedió con el de Vivienda, en el que se colocó a la señora Chacón para hacerle la campaña de las elecciones de 2008 a costa del dinero público. Ponderando lo que se gana y lo que se pierde por dar o no dar una rueda de prensa que te puede hundir, Beatriz Corredor, la señora Garmendia, Miguel Sebastián o la misma Chacón han desaparecido de la vida pública, siguiendo el ejemplo de la señora Espinosa.

El último caso de político que ha perdido abriendo la boca el poco crédito que pudiera haber conseguido es el de Tomás Gómez. El candidato socialista había despertado simpatía por su actitud contra Zapatero. Es cierto que seguramente su rebeldía tiene que ver con algún tipo de traición zapateril o con haber tenido que dejar la alcaldía de Parla para nada, pero que le haya fastidiado a Zapatero sus planes de quitarse de en medio a Trini es de admirar. Así, Gómez se subió a La Noria y sólo dos preguntas bastaron para comprobar que el pensamiento político del candidato es semejante al de Leire Pajín y que ya le podían preguntar por Zapatero, que él repetía incansable las cuatro consignas contra Esperanza Aguirre. Que si ha enfrentado a Madrid con Cataluña y con el País Vasco, que si en Madrid hay "poca calidad democrática", que si éste es el proyecto de miles de compañeros y compañeras, y así hasta que decidieron despedirle, a la vista del espectáculo. Ni las humillaciones públicas de Lissavetzky ni de Rubalcaba ni de Zapatero, ni las supuestas encuestas: la entrevista con el candidato Gómez demostró que seguramente tienen razón en el partido y que puestos a presentar a un candidato para perder, mejor presentar a una cara conocida. Y es que si Gómez gana las primarias, lo que le espera no es La Noria, sino un bañito en el Tutuky Splash.

Libertad Digital - Editorial

FARC y ETA: otra vez

Los documentos de las FARC difundidos ayer relatan un plan para un ataque con la colaboración de «los instructores que nos envió ETA» y cuyo objetivo era el acto de toma de posesión presidencial de Juan Manuel Santos.

EN mayo de 2008 salieron del ordenador del caudillo de las FARC Raúl Reyes las pruebas incontestables de que existía una cooperación entre este grupo terrorista y sus pares españoles de ETA y que buena parte de los contactos encaminados a poner en marcha esa cooperación se habían producido en territorio venezolano. Una amplia mayoría del buenismo internacional negó la mayor. Era más fácil hacer eso que enfrentarse a hechos tan graves como los intentos en 2003 de asesinar en España al ex presidente Andrés Pastrana Arango y al entonces vicepresidente Francisco Santos Calderón.

Fue precisamente el hoy presidente Juan Manuel Santos Calderón, entonces ministro de Defensa, quien divulgó los contenidos de esos ordenadores intervenidos en una incursión en territorio ecuatoriano dirigida por él. Y fue el presidente venezolano Hugo Chávez quien negó toda actuación de las FARC en su territorio nacional, ya fuese para reunirse con ETA como para recibir cualquier apoyo logístico, venezolano o de cualquier otro origen. Los documentos de las FARC difundidos ayer relatan un plan para un ataque con la colaboración de «los instructores que nos envió ETA» y en el que «un ingeniero enviado por la República hermana» se ocuparía del acoplamiento al suelo de las bases giratorias de los cinco cañones que se emplearían para los disparos secuenciales y a control remoto. Y cuyo objetivo era el acto de toma de posesión presidencial del hombre que más duros golpes ha asestado a las FARC. Acto al que asistían, entre otros, Álvaro Uribe, el hombre que mandató a Santos en Defensa, los frustrados objetivos de ETA y las FARC, Andrés Pastrana y Francisco Santos, y el Príncipe de Asturias. Qué más podían pedir...


ABC - Editorial

No más errores con ETA

ETA tiene fijado como objetivo prioritario de su estrategia criminal más inmediata la posibilidad de que una de sus marcas blancas pueda presentarse a las elecciones municipales y forales del próximo año y asegurarse de este modo no sólo la presencia política en las instituciones, sino también las jugosas partidas presupuestarias correspondientes. La banda ha vuelto a poner en práctica la estrategia del señuelo para que algún incauto, irresponsable o desalmado la persiga. LA RAZÓN informó hace unos días de que ETA prepara otra tregua-trampa para colarse en unos comicios en los que se juega parte de su futuro. La realidad, sin embargo, demuestra que la inactividad etarra es sólo aparente y que su debilidad, aunque cierta gracias a los éxitos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, no es un estado definitivo e irreversible. A pesar de que la capacidad de regeneración de la banda ha quedado muy mermada con el transcurso de los años por los distintos golpes policiales y la creciente contestación ciudadana, sería un error caer en un exceso de confianza o bajar la guardia. Afortunadamente, la experiencia de los mandos antiterroristas suele servir como un baño de realismo para rebajar las expectativas de algunos políticos.

Que ETA no haya cometido un asesinato en meses puede también contribuir a un análisis precipitado e inexacto. Los datos de los que disponen los expertos no son precisamente los de una organización al borde del colapso o que tiene pensado abandonar la violencia, sino más bien al contrario. Lo cierto es que la banda mantiene su actividad delictiva, ya que continúa con el chantaje del «impuesto revolucionario», mediante el envío de cartas a empresarios del País Vasco y Navarra en las que se les exigen grandes cantidades de dinero, y con el robo de numerosos coches en Francia, síntomas inequívocos de un grado preocupante de operatividad.

Para despejar todas las dudas, ayer se conoció también que miembros de ETA ayudaron a los terroristas de las FARC a preparar un atentado con morteros artesanales contra el lugar donde iba a tomar posesión el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, el pasado día 7 de agosto. Los etarras participaron como instructores y suministraron el diseño de los morteros en unos preparativos que se iniciaron en abril. Afortunadamente, las Fuerzas de Seguridad colombianas descubrieron el plan tres días antes de la fecha.

Muy probablemente, ETA se reserve para las próximas semanas ese cebo de la tregua verificable, a la espera de que alguien pique y se provoque una espiral de enfrentamiento político. El objetivo sería también crear distracción y un escenario propicio para su participación en las elecciones y para una reorganización de la banda que ya está en marcha. El Gobierno, el PP y el resto de los partidos democráticos deben estar preparados para ese momento con una respuesta sin fisuras en torno a la estrategia antiterrorista que ha funcionado y alejada de tacticismos alicortos. La ETA que extorsiona, roba coches y colabora en el intento de asesinato del presidente colombiano no es una banda a punto de rendirse ni autodisolverse. Sería imperdonable que alguien se volviera a equivocar de nuevo.


La Razón - Editorial

Sota, caballo y rey

Las alternativas económicas son pocas, pero la elegida debe aplicarse sin vacilaciones

Muchos Gobiernos llevan meses buscando la combinación óptima entre las medidas de ajuste que reduzcan el déficit y las de estímulo de la demanda interna y de las exportaciones que favorezcan el crecimiento y contengan el paro. En España confluyen dos rasgos diferenciales que hacen más dramática esa opción: un desempleo que dobla la media de la UE; y un elevado endeudamiento privado con un sector bancario que sigue lejos de su normal actividad crediticia. El efecto es una recuperación más lenta (y más vulnerable) que la de nuestros principales socios.

De la comparecencia de la vicepresidenta económica tras la reunión, el jueves, del sanedrín económico del Gobierno se deduce que Zapatero ha optado por dar prioridad a lo urgente sobre lo necesario. Lo urgente: la reducción del déficit mediante una política presupuestaria muy severa. Lo necesario: impulsar el crecimiento, sin el que no se creará empleo.


La crisis de mayo, cuando los mercados (y los Gobiernos que tenían detrás) exigieron un saneamiento drástico de las finanzas españolas bajo amenaza de provocar un insoportable encarecimiento de la deuda, convenció al presidente de lo inaplazable de resolver en primer lugar y de forma rápida ese saneamiento. De forma rápida significa: tocando las principales partidas del gasto, las inversiones en infraestructuras, los salarios públicos y el gasto social. Aunque la vicepresidenta relativizó ayer el criterio adelantado por el ministro de Trabajo respecto a la reforma de las pensiones, dio seguridades de que el ajuste presupuestario se aplicará a rajatabla, con una reducción media del 15% en los Ministerios, excepto en Ciencia e Innovación. El resultado será un nivel de gasto similar al de hace cinco años, con una reducción respecto a 2009 del 7,7%.

Una solución teóricamente posible sería la de buscar la reducción del déficit no tanto mediante el recorte del gasto como del aumento de los ingresos. Es lo que varias veces ha insinuado el ministro de Fomento. Muchos economistas están de acuerdo en que será necesario subir los impuestos directos, pero no ahora: la retirada de renta disponible tendría un efecto más que proporcional en la demanda interna justo en el momento en que por primera vez en dos años se perciben síntomas de despegue: entre abril y junio, según el INE, el gasto de los hogares y las inversiones en bienes de equipo han crecido lo suficiente como para que el PIB subiera el 0,2% en el trimestre y para rebajar el retroceso previsto para el conjunto del año al -0,1%.

Puede tratarse de un dato coyuntural (motivado por ventas anticipadas ante la subida del IVA), pero unido a la reciente colocación de deuda a tipos de interés más bajos y a la mejora de la confianza en el sistema bancario español derivada de las pruebas de resistencia, no deja de ser un síntoma moderadamente esperanzador. Que lo sería más claramente si fuera acompañado de una mayor firmeza y coherencia en las apuestas esenciales del Gobierno en su política económica.


El País - Editorial

Ocultar nuestros problemas no los solucionará

Nuestro irresponsable Gobierno sólo está cerrando en falso todas aquellas medidas que en mayo prometió aprobar para que nuestros acreedores internacionales no nos cerraran por completo los flujos de crédito.

Pese a que cada vez hay más evidencias de que la moderación de la crisis económica internacional que hemos experimentado en los últimos meses ha sido el resultado artificial e insostenible de todos los planes de estímulo que vienen desplegándose desde 2009, en España parece que sólo estamos aprovechando estos meses de calma para hacer que suba el pan. Los riesgos de que se produzca una recaída, especialmente en las economías más endeudadas como la nuestra, van siendo cada vez mayores y, en este contexto, resulta urgente que terminen de aprobarse todas las reformas que los economistas califican de imprescindibles.

En cambio, nuestro irresponsable Gobierno sólo está cerrando en falso todas aquellas medidas que en mayo prometió aprobar para que nuestros acreedores internacionales no nos cerraran por completo los flujos de crédito.


La reforma laboral ha sido finalmente aprobada por el Senado sin ninguna modificación significativa que permita abaratar el coste del despido al margen del poder judicial o flexibilizar las condiciones laborales al margen del poder sindical; las anunciadas reducciones del gasto público están comenzando a descafeinarse, tal y como ilustra la revisión a la baja del recorte que supuestamente iba a experimentar Fomento; y la muy tímida reforma del sistema público de pensiones apenas permitirá prolongar su viabilidad durante unos años más.

Es decir, no se ha abordado ninguna de las tres grandes reformas económicas que la mayoría de analistas considera indispensables –mercado laboral, déficit público y sistema de pensiones. Al contrario, el Ejecutivo sigue empeñado en ese error que tan caro nos ha costado a todos los españoles: pensar que ocultando la existencia de problemas, éstos se solucionan.

Lo ha vuelto a hacer con la enmienda del Senado a la reforma laboral, donde se compele a los parados a que participen en inútiles cursos de formación simplemente para sacarlos de las estadísticas de desempleado, pudiendo así aparentar que las mojigatas medidas laboral del Gobierno están logrando los resultados esperados. Y lo vuelve a hacer, y en este caso con consecuencias mucho más inquietantes, utilizando el dinero del fondo de reserva de la Seguridad Social para seguir sufragando los derroches que Zapatero se niega a recortar.

Así, si en 2009 más del 70% de los activos de ese fondo ya estaban concentrados en la muy insegura deuda pública española, se espera que a lo largo de 2010 el 90% esté copado por la misma. En otras palabras, el Ejecutivo está quedándose con el dinero supuestamente destinado a garantizar la viabilidad de nuestras pensiones a cambio de la promesa de que en el futuro lo repondrá.

Es cierto que con esta especulativa política, Zapatero podrá colocar con un poco más de facilidad esas milmillonarias emisiones de deuda que mes a mes está realizando para cubrir nuestro agujero presupuestario. Pero ocultar durante unas semanas las dificultades reales que tenemos para colocar nuestros bonos no solucionará los problemas que tendremos en el futuro cercano para seguir lográndolo. Es más, lo único que se logra de este modo es que, por un lado, Zapatero no sienta presión alguna para reducir el déficit público y, por otro, se agrave la ya de por sí mala salud de nuestro sistema de pensiones.

Por eso la convocatoria de nuevas elecciones resulta imprescindible. De hecho, resultaba imprescindible desde el 10 de marzo de 2008, cuando se comenzó a constatar que el PSOE había edificado su victoria sobre una mentira. Otra más.


Libertad Digital - Editorial

Crisis de gobierno

Moncloa se ha abonado a la confusión como lema exclusivo de su gestión, con el riesgo añadido de que los divorcios políticos en el seno del Ejecutivo neutralicen, más si cabe, la acción de gobierno.

COMO es lógico, el presidente del Gobierno tiene la competencia exclusiva sobre su gabinete ministerial y es libre de manejar los tiempos para afrontar hipotéticos cambios en su composición. Prácticamente descartados para lo que resta la legislatura el sometimiento del jefe del Ejecutivo a una cuestión de confianza en las Cortes, una moción de censura instada desde la oposición o un adelanto electoral, la segunda legislatura de Rodríguez Zapatero está ofreciendo síntomas inequívocos de agotamiento e impotencia que aconsejan una urgente y profunda remodelación del Gobierno. El Ejecutivo está compuesto por una mayoría de ministros desaparecidos, con nula autonomía y capacidad de decisión; por ministros obligados a compaginar su labor ministerial con campañas personales de imagen para su futuro político como candidatos de las elecciones autonómicas y municipales; por ministros que ante la opinión pública asumen responsabilidades y lanzan mensajes propios de departamentos que les son ajenos, anulándose unos a otros sin rubor; o por ministros cuya labor más visible consiste en enmendar la plana a otros compañeros de gabinete. El resultado de la ecuación es el desconcierto. Las rectificaciones, las improvisaciones, los mensajes transversales y equívocos retratan a un Gobierno en descomposición.

No es creíble que, tras una reunión de más de tres horas en La Moncloa, se deba a un simple fallo de coordinación interna la nueva rectificación que la vicepresidenta económica, Elena Salgado, hizo ayer al titular de Trabajo, Celestino Corbacho, al asegurar que la idea de calcular las pensiones conforme a los últimos veinte años de vida laboral, en lugar de quince, responde sólo a una «sugerencia» y no a una «propuesta formal». Este tipo de desautorizaciones ya no son episodios aislados. No son los errores comprensibles, incluso disculpables, que en un momento determinado cometen todos los gobernantes del mundo. El Gobierno profundiza en su crisis. Transmite la sensación de estar inmerso en una batalla interna en la que la jerarquía, la autoridad, la planificación de estrategias comunes y la coordinación, más que estar en entredicho, sencillamente no existen. Moncloa se ha abonado a la confusión como lema exclusivo de su gestión, con el riesgo añadido de que los divorcios políticos en el seno del Ejecutivo, la convivencia forzada entre equipos ministeriales desautorizados constantemente y los desencuentros personales neutralicen, más si cabe, la acción de gobierno. Incapaz de transmitir a la ciudadanía mensajes coherentes y creíbles, Zapatero está manteniendo a su Ejecutivo en una prórroga inútil y alentando la certeza de que el ciclo de muchos ministros hace tiempo que llegó a su fin.

ABC - Editorial