domingo, 29 de agosto de 2010

Recortar los recortes. Por José María Carrascal

Ante un otoño políticamente dramático, el Gobierno recorta los recortes y reaviva las dudas sobre su plan de ajuste.

LA mejor receta para superar la crisis se la he oído a Carlos Ocaña, subsecretario de Estado de Hacienda: «Vivir de acuerdo con nuestras posibilidades». Lo malo es que el gobierno del que forma parte sigue gastando en obra pública, pese a tener ya más autovías que ningún otro país de Europa tras Alemania y ser el primero en líneas de alta velocidad.

Que los españoles hemos venido viviendo por encima de nuestras posibilidades es ya un lugar común en los medios financieros. Yo lo he constatado en cada viaje a Alemania y Estados Unidos, dos países con mucho más desarrollo, tecnología y recursos que el nuestro. Sin embargo, el alemán y el norteamericano medio se permiten menos lujos que nosotros. No comen tantas veces en los restaurantes, ni pasan tantas horas en el bar, ni tienen tantos días libres, ni están tan protegidos contra el despido. Me refiero, naturalmente, a los españoles con empleo fijo. Los demás, tienen que apañarse con el subsidio, el apoyo familiar y el trabajo negro. Pero eso no incrementa la riqueza general. La disminuye.


Nada de extraño que nuestra crisis sea más difícil de atajar que la de los países de nuestro entorno. Pues lo más grave es que si los españoles venimos viviendo por encima de nuestras posibilidades, nuestras tres Administraciones, a nivel municipal, autonómico y nacional, han sobrepasado hace mucho las suyas.

Si queremos superar la crisis, esas ínfulas de nuevo rico deberán acabarse. Tanto a nivel personal como gubernamental, tendremos que empezar a vivir de acuerdo con nuestras posibilidades, y lo primero que hay que preguntarse es si un país como el nuestro puede permitirse tantos funcionarios, festejos, autovías, aeropuertos, pabellones de deportes, palacios de congresos, filarmónicas, subvenciones, premios, concursos y trenes de altísima velocidad. ¿Saben ustedes lo que cuesta no ya el tendido, que es astronómico, sino el mantenimiento de la vía del AVE? Pues 100.000 euros por kilómetro al año, que se convierten en 180.000 si es en túnel. ¿Puede España permitirse tales lujos? Yo pienso que no y sospecho que el señor Ocaña tampoco. De ahí su advertencia. Que no ha servido, al parecer, de mucho.

En la primavera, Europa obligó al Gobierno español a recortar drásticamente sus gastos, ya que estaba poniendo en peligro el propio euro. Ante un otoño que se presenta políticamente dramático, sin embargo, el Gobierno ha recortado los recortes, con lo que reaviva las dudas sobre su plan de ajuste. Pero a Zapatero sólo le importan las elecciones. El resto es «intendencia», algo que no preocupa a quienes, como él, nunca han tenido el problema de cómo llegar a fin de mes.


ABC - Opinión

Anímese, señor Rajoy. Por M. Martín Ferrand

Una alternativa sin definición y contenido, puramente platónica, no es una alternativa política solvente.

CUANTO más excluyente sea el bipartidismo en que, no necesariamente para bien, estamos inmersos, más indispensable resulta examinar, en cada caso, el anverso y el reverso de la realidad política. La cara y la cruz de la moneda con la que nos jugamos el futuro individual y colectivo. Algunos, los devotos incondicionales, quienes están dispuestos a votar al PP o al PSOE sea cual fuere su programa y aunque encabezara la lista de las legislativas por Madrid un auténtico chimpancé, no necesitan esos matices; pero los cuatro millones de españoles que «no saben, no contestan», porque queremos saber para contestar, debemos ser exigentes en la demanda y rigurosos en la observación de los matices diferenciales para no caer en el españolísimo vicio del «quítate tu que me pongo yo».

Este fin de semana, mientras en Génova se mantiene la indecisión sobre algunos candidatos indispensables y Francisco Camps, de hecho, se autoproclamaba para su propia sucesión, Mariano Rajoy apareció en Torrox, Malaga, un lugar que, alegóricamente, fue en los tiempos de la España romana la primera factoría sedera del Mediterráneo occidental. Los gusanos de seda reúnen las condiciones precisas de calma y sosiego para ser los idóneos animales de compañía del líder popular y alternativa teórica para el muy urgente y necesario relevo de José Luis Rodríguez Zapatero.

Rajoy, con buen sentido, cogió el toro por los cuernos de Afganistán y, tras pedirle al presidente del Gobierno que «dé la cara», actitud a la que Zapatero es poco proclive, reclamó el reconocimiento de que la misión de nuestras tropas allí destacadas «no es humanitaria», que se trata de una auténtico «conflicto bélico». Cualquier demócrata sensato podría hacer suyas las demandas que Rajoy le hizo a Zapatero; pero, quienes esperamos de nuestros gobernantes, presentes o futuros, un punto más de mérito y excelencia, quisiéramos saber algo más. Dado que, según la denuncia del PP, no es buena la política gubernamental en el imperio de las amapolas viciosas, ¿cuál es la alternativa que se propone? Rajoy no dijo, y debiera hacerlo para que sepamos a qué atenernos por ambos lados, si es partidario de que nuestras tropas, humanitarias o beligerantes, abandonen el escenario afgano y, por ampliación, cuál es el modelo de política exterior que nos propone. Anímese, señor Rajoy, háganos partícipes de sus proyectos. Usted, de haber sido inquilino de La Moncloa, ¿hubiera pagado rescate por los secuestrados de Al Qaeda en el Magreb Islámico? Una alternativa sin definición y contenido, puramente platónica, no es una alternativa política solvente.


ABC - Opinión

Tricornio y chapiri. Por Alfonso Ussía

En un magnífico artículo publicado en estas páginas de LA RAZÓN, Luis E. Togores nos informa de la obsesión del ministerio de Defensa por eliminar de la uniformidad legionaria el chapiri, el clásico gorrillo del Tercio. Significaría una estupidez más. La modernidad, eso tan discutible en instituciones honradas por la tradición. También quisieron fulminar los socialistas el tricornio de la Guardia Civil. Cuando se apercibieron de que la Guardia Civil era la misma con o sin tricornio, abandonaron la estúpida idea. Días atrás lo demostraron de nuevo. Dos héroes más, caídos en la lejanía, en una guerra que el Gobierno no quiere reconocer. Le llegan los cuerpos sin vida de los valientes y ellos siguen en su buenismo de ONG. Los «marines» americanos conservan el uniforme de gala desde su fundación. De ser los responsables de la Guardia Real inglesa Chacón, Méndez y compañía, ya habrían, en beneficio de la modernidad, intentado cambiar los morriones de los guardias reales por cómodas gorras modelo ciclista. Más cómodo y moderno. Y los «beefeater’s» vestirían de no se sabe qué, para pasear con más holgura y modernidad por los vericuetos de la Torre de Londres.

El chapiri es una seña de identidad de los legionarios. Lo que molesta a estos bobalicones horteras no es el chapiri, sino la Legión. Y todo lo que ayude a rebajar la histórica y heroica personalidad de los legionarios sirve para culminar sus planes. Repárese en la uniformidad de la única creación militar de Zapatero, la UME. Su uniformidad es más hortera que un Quijote de ámbar sobre base de lapislázuli. Si hay que cambiar, mejor hacerlo en la UME, que apenas cuenta con cinco años de existencia, que en la Legión, con noventa años a sus espaldas de patriotismo, sufrimiento, sacrificio, lealtad, dolor, heroicidad y muerte. Todo por España, y eso es lo malo.

Además, el chapiri es airoso, chulo y macho. Lo lleva una legionaria y también resulta macho sin que la portadora pierda un gramo de feminidad. La Real Academia Española ignora su voz. Si se mantiene sobre las cabezas de los legionarios cuando sea editada la vigésima tercera edición de su Diccionario, sería justo y conveniente que incluyeran esta palabra centenaria. No es seguro, porque moviéndose Juan Luis Cebrián por ahí, tiene más posibilidades de instalarse en el cuerpo de nuestro idioma «clítoris» que chapiri. Cosas de los sabios.

En los Ejércitos, las tradiciones se respetan con celo y orgullo. La Dirección General de Innovaciones Horteras del Ministerio de Defensa –quizá, la más activa de todas–, ignora que la modernidad en las Fuerzas Armadas se ciñe exclusivamente a la calidad del armamento y el material. No es moderno eliminar el chapiri, sino contar con carros de combate cuyo blindaje soporte una bomba terrorista y tenga capacidad de reacción inmediata y precisa. Pero la obsesión no es otra que oscurecer la personalidad del Tercio, como lo fue, hasta que fracasó, la de robarle los símbolos a la Guardia Civil.

En mi caso, van a pinchar. En 1992 tuve la honra de ser nombrado «Legionario de Honor» en Monte Jaque, en plena serranía de Ronda. Mi compadre en aquella ocasión fue el gran escritor y poeta Manuel Alcántara. Nos entregaron un diploma y un chapiri. Me sienta de dulce y lo guardo como oro en paño. Y como «legionario de honor» no hay ministra ni Constantino que se atreva a quitarme mi chapiri. Y si no se atreven conmigo, que soy tan poquita cosa, menos se atreverán en los legionarios que día tras día, sin darse importancia, demuestran estar dispuestos a morir por España y los españoles. Con su chapiri, claro.


La Razón - Opinión

Elecciones anticipadas. Por Germán Yanke

Se suelen esgrimir dos motivos en defensa de la convocatoria de elecciones anticipadas: el interés o la desesperación.

Se suelen esgrimir dos motivos en defensa de la convocatoria de elecciones anticipadas: el interés o la desesperación. En el PP, aunque no todos abiertamente, se han pedido porque, a todas luces, las circunstancias les son propicias. Si se trata de que el presidente Rodríguez Zapatero pierda, que les parece más eficaz que cualquier programa alternativo, éste es el momento. O cuanto antes. Otros las reclaman porque, a la vista de la incoherencia e improvisación gubernamentales que no presagian nada bueno, se sienten angustiados. Incluso sin entusiasmo por el relevo, piensan que más vale ir a las urnas y dar paso a un mal menor.

No son argumentos sin importancia pero palidecen ante el obstáculo de la aprobación de los Presupuestos para el próximo año y no precisamente porque el presidente y sus negociadores no puedan sacarlos adelante, lo que colocaría su supervivencia política en un grave aprieto, sino porque este objetivo, la supervivencia, se convierta, aprobándolos, en la más seria y lamentable prueba de que es preciso el adelanto electoral. En el último Debate sobre el Estado de la Nación se explicitó que el socio elegido por el presidente era el PNV y este partido es consciente de que su baza negociadora no es ya la tranquilidad parlamentaria sino, llanamente, la subsistencia de Rodríguez Zapatero. Ante la alarma de Patxi López sobre lo que los nacionalistas puedan reclamar, un dirigente del PNV le reprocha una actitud incomprensible «si quiere que el Gobierno central se mantenga».

El PNV asegura querer, incluso para que lo administren los socialistas en Vitoria, añade con indisimulado cinismo, «pleno autogobierno» entendiendo éste a su particular manera y con el añadido deseo de dar de paso una patada en el trasero de los acuerdos entre socialistas y populares que les llevaron a la oposición. Las políticas activas de empleo, por ejemplo, no están transferidas por una inquina que no existe con otras comunidades autónomas, sino porque el PNV, en el poder o no, las reclama de un modo que rompe la unidad de caja de la Seguridad Social y no puede considerarse acorde a la Constitución. Si Rodríguez Zapatero, que ya paralizó por idénticas presiones la transferencia razonable negociada por López, tiene que pasar ese fielato es mejor, sencillamente, que convoque elecciones. No por falta de apoyos, que en este mercadeo podría conseguir, sino por seriedad y solvencia. Incluso los que no las quieren hoy se lo agradecerían. Y los que las desean deberían saber qué va a hacer quien las gane con los nacionalistas.


ABC - Opinión

Seguridad Social. Inversión versus especulación. Por Juan Ramón Rallo

El auténtico objetivo de Zapatero no es revalorizar los ahorros de la Seguridad Social en beneficio de los pensionistas futuros, sino financiar sus múltiples dispendios presentes a costa de esos pensionistas futuros.

En su gran libro sobre inversión bursátil, Benjamin Graham, el maestro de Warren Buffett y de todos aquellos individuos que de manera sistemática han obtenido rentabilidades extraordinarias en el mercado de valores, sostenía que era de primera importancia diferenciar entre "inversión" y "especulación": "Una inversión es aquella operación que, tras un cuidadoso análisis de la misma, nos asegura recuperar el principal y obtener una rentabilidad adecuada. Las operaciones que no cumplan estos requisitos son especulativas".

La persona que niegue esa crucial distinción no sólo estará engañando a las demás, sino que se estará confundiendo a sí misma a la hora de tomar (horribles) decisiones financieras. No se trata de adoptar una pueril retórica izquierdista, loando la inversión y deplorando la especulación; pues ésta última cumple funciones muy importantes en un mercado. Se trata, más bien, de que no estemos especulando cuando creamos estar invirtiendo, es decir, que no nos expongamos a perder todos nuestros ahorros en operaciones que no garantizaban con una elevada probabilidad su recuperación.


En esto, sin embargo, la gente tiende a pecar de reduccionista. Ya en 1934, Graham se quejaba de que para el saber popular el término inversión resulta equivalente a colocar nuestro dinero en bonos de renta fija y el término especulación se asimilaba con adquirir acciones bursátiles. Pero esto no es más que un prejuicio muy poco científico que puede condenarnos de por vida a la pobreza.

Adquirir una acción de una empresa es una forma de convertirse en propietario de esa empresa; es decir, es una forma de comprar un derecho sobre una parte del conjunto de activos de esa compañía y sobre los beneficios futuros que generará.

Por ejemplo, imaginemos que heredamos un millón de kilos de trigo, de modo que tenemos dos opciones: o guardar ese trigo en el almacén (o venderlo y meter las resultas debajo del colchón) o comprar un campo de trigo (valorado en un millón de kg. de trigo) que cada año produce 100.000 kg., los que a su vez reinvertimos en adquirir nuevos campos de trigo. Si seguimos la primera opción, al cabo de 30 años disfrutaremos de ese millón de kilos de trigo, ni más ni menos. En cambio, si siguiéramos la segunda, al cabo de 30 años gozaríamos de alrededor de 180 campos de trigo que nos proporcionarían una renta anual de 18 millones de kg. de trigo.

Sustituyan los campos de trigo por empresas con sus bienes de capital, trabajadores, relaciones comerciales, know how... y ya podrán entender qué es invertir en bolsa: comprar una participación en una compañía que no sólo genera una renta anual incremental (en términos reales), sino que incluso crece orgánicamente a través de la reinversión de esa renta. Un proceso que además no conoce límites (pues el número y la capitalización de las empresas no están dados, sino que aumentan en función del ahorro disponible en una sociedad) y que no ha de acarrear grandes riesgos: si resultaría absurdo concluir que todas las empresas son igual de malas o que todas se ven abocadas a una quiebra muy probable, también resulta absurdo pensar que todas las acciones son igual de malas o arriesgadas.

Zapatero, con su Seguridad Social (SS), sin embargo, no sólo nos impide capitalizar en la bolsa ese tercio de nuestro salario que mes a mes nos arrebata, sino que además, ahora, destina los ahorros de la SS a adquirir una deuda pública española que proporciona un rendimiento mucho menor que la media histórica de la bolsa (4% frente a 10%) e implica un riesgo mucho mayor (pues existe un riesgo cierto de que el Estado español entre en suspensión de pagos). Una decisión totalmente absurda desde el punto de vista financiero; como decía Graham: "[Dado que el bono es una inversión con una rentabilidad limitada] nuestra principal preocupación debe ser la de evitar perder dinero: la selección de bonos es sobre todo un arte negativo. Es un proceso que consiste en excluir y rechazar más que uno de buscar y aceptar".

Graham nunca hubiese considerado la deuda pública española como una inversión, sino como una insensata forma de especulación. Zapatero, sin haber leído a Graham, probablemente también lo haga: en realidad, su auténtico objetivo no es revalorizar los ahorros de la SS en beneficio de los pensionistas futuros, sino financiar sus múltiples dispendios presentes a costa de esos pensionistas futuros.

Con esta operación, el Estado español se funde los ahorros de la SS a cambio de prometer reponerlos en el futuro (¿podemos confiar en semejante promesa de Zapatero?). Los Kirchner tuvieron que nacionalizar los fondos privados de pensiones argentinos para apropiarse de su ahorro voluntario; los Zapateros lo han tenido más fácil: para apropiarse del ahorro coactivo de los españoles sólo han tenido que alargar la mano. Al cabo, fue Franco quien se lo nacionalizó hace décadas.


Libertad Digital - Opinión

Jirones de Gobierno. Por Ignacio Camacho

El Gabinete ha dejado de existir como órgano colegiado. Está hecho jirones, sin cohesión ni iniciativa ni fiabilidad.

EL Gobierno se fue de vacaciones deshilachado y ha vuelto hecho jirones. Como equipo no funciona porque carece de cohesión y como órgano colegiado simplemente ha dejado de existir, es una mera entelequia jurídica. Las escasas decisiones las toma un núcleo pretoriano cada vez más reducido —apenas Blanco y Rubalcaba— en torno al núcleo duro de Moncloa. Los ministros se contradicen unos a otros y más que falta de coordinación dejan ya traslucir la sensación de que están empezando a pasarse facturas y a darse puñaladitas de pícaro. Fernández De la Vega se ha esfumado, volatilizada a la espera de que Zapatero la envíe a sentarse en el Consejo de Estado. Moratinos ha desaparecido —su ausencia en la crisis de Melilla ha sido clamorosa— y ya es el candidato virtual a la Alcaldía de Córdoba. Chacón y Corbacho tienen un pie en la política catalana; la primera no ha dado la cara ante los asesinatos de Afganistán y el segundo anda en un pulso sordo con Elena Salgado por la reforma laboral y la de las pensiones. Trinidad Jiménez se ha enfrascado en las primarias de Madrid. Chaves está en la pendiente de la jubilación y carece de competencia(s). El resto ha desaparecido: ni están ni se les espera. El Gabinete ha perdido toda fiabilidad porque no sólo no decide sino que lo que dicen sus miembros no dura o sufre continuas rectificaciones. La falta de fortaleza que ha denunciado Patxi López, expresando tal vez un malestar del partido, constituye una evidencia clamorosa.

Si Zapatero pretende agotar la legislatura necesita una remodelación urgente de este equipo abrasado, y si piensa adelantar las elecciones también precisa de un Gobierno fuerte que adopte las medidas más urgentes sin armar un descalzaperros en la frágil economía nacional. Con lo que tiene no tira de ninguna forma. El problema es que su forma de gobernar (?) es tan personalista y está tan desgastado que le va a costar un mundo incorporar a gente con peso específico propio; se ha acostumbrado a manejarse con ministros livianos conformes con hacer de secretarios y chiquichancas. A estas alturas ya sólo se entiende con Blanco, que actúa de vicepresidente sin nombramiento; también respeta el criterio de Rubalcaba, eslabón perdido de conexión con el tardofelipismo, pero lo tiene centrado en el encargo con que confía salvar el mandato: el final de ETA. Y más vale que siga ahí porque es el único que puede ponerle cierta cordura a un empeño tan resbaladizo e inquietante.

Así las cosas, el curso va a empezar sin ninguna pujanza en la dirección política del Estado, cuyos responsables han perdido la capacidad de iniciativa y ya sólo pueden componer chapuzas. Los propios socialistas están desconcertados porque el presidente no mueve pieza. La precampaña autonómica y municipal acabará forzando la crisis, pero hasta que eso ocurra el país va a seguir en manos de un Gobierno exánime. Un guiñapo político.


ABC - Opinión

¿Qué vale La Moncloa?

Si Zapatero aspira a llegar a enero en La Moncloa debe cambiar el vigente equilibrio del poder en el País Vasco.

CON las declaraciones del portavoz del PNV en el Congreso a la agencia Europa Press se dio un paso más en la estrategia nacionalista de asfixiar al Ejecutivo de Patxi López. En ellas Josu Erkoreka sostiene que sin los apoyos necesarios para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado para 2011 «sería inconcebible y una irresponsabilidad que el Gobierno pretendiera agotar la legislatura». Lo que sólo puede ser calificado como una obviedad. Pero a ello añadió Erkoreka que se está «poniendo de manifiesto la interferencia» de Patxi López en la transferencia de las políticas de empleo y le describió como «muy condicionado por el control que sobre él ejerce el PP». Aquí tenemos las dos claves del nuevo curso político a día de hoy: el PNV está dispuesto a vender caro su apoyo a los Presupuestos Generales de 2011 y a la supervivencia de José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno. Y no tiene inconveniente en señalar al Partido Popular como un obstáculo para ese apoyo.

Afortunadamente, el PNV es cada vez menos sutil en sus planteamientos. Y de las declaraciones de ayer de Erkoreka queda claro que los nacionalistas no reconocen al lendakari del Gobierno vasco poder de decisión para promover las políticas de empleo que estime oportunas —no porque no les gusten éstas, sino porque siguen sin reconocer su legitimidad como lendakari— y continúan rechazando el ejercicio democrático que representa la mayoría que respalda al actual Gobierno vasco. Todo ello sumado, el resultado es cada vez más evidente: si Zapatero aspira a llegar a enero en La Moncloa debe cambiar el vigente equilibrio del poder en el País Vasco, de mayoría constitucionalista. ¿Cuánto vale la continuidad de Zapatero en Moncloa?


ABC - Editorial

El fantasma de la recesión

El último dato de crecimiento de la economía de Estados Unidos en el segundo trimestre ha enfriado los ánimos más esperanzadores y ha agitado fantasmas que parecían superados. La que aún es la mayor locomotora mundial se quedó ocho décimas por debajo de las previsiones, hasta el 1,6% del PIB de subida. La cifra es tres veces menor de la registrada a finales de 2009, lo que revela un preocupante estado de ralentización. Pero además la fragilidad del crecimiento ha estado flanqueada por comportamientos muy decepcionantes del empleo, el mercado inmobiliario y la industria. Hay abierto un periodo de incertidumbre y vacilaciones que arroja nuevas dudas sobre una economía imprescindible para consolidar la recuperación global. Esa corriente de recelos se ha plasmado en una encuesta de Reuters, en la que uno de cada cuatro economistas (25%) cree posible que la economía de Estados Unidos regrese a valores negativos en el tercer trimestre del año frente al 15% que lo hacía en julio. Entre un número creciente de expertos, como el Nobel Krugman, se extiende la teoría de que la principal potencia del planeta no ha entrado todavía en una fase de recuperación.

Cada vez son más los empresarios y sectores profesionales que cuestionan la política económica de Barack Obama, demasiado intervencionista y con un exceso de ataduras normativas que están encorsetando el tradicional dinamismo norteamericano. El importante déficit público de sus propuestas está generando escepticismo y preocupación entre las empresas, que no sintonizan con la agenda económica del presidente, lo que redunda en la no recuperación del empleo. Se quiera o no reconocer, la realidad es que las recetas del inquilino de la Casa Blanca no han generado la confianza necesaria para fortalecer una reactivación titubeante, sino más bien todo lo contrario.

El papel de las economías emergentes no es ajeno tampoco a esos nubarrones sobre la recuperación de la economía global. Los voluminosos crecimientos de China –segunda economía del mundo– Brasil o India están configurando un orden mundial que acapara recursos, comercio y capitales mientras las potencias occidentales se quedan descolgadas en el reparto. Esa reorganización ha multiplicado las dificultades para Estados Unidos y Europa, que se intenta aferrar en lo posible a esos mercados potentes. Ya lo hizo Angela Merkel con bastante éxito y ahora lo intenta José Luis Rodríguez Zapatero, que viajó ayer a China y Japón, acompañado de empresarios, para vender la marca España.

En ese contexto de inquietud, el comportamiento de las principales economías europeas, con cifras de actividad por encima de lo previsto en Alemania, Reino Unido o Francia, supone un respiro con matices. Porque no se puede ignorar el efecto contagio de EEUU sobre Europa ni que si Wall Street estornuda en el viejo continente nos acosa la neumonía. Si se confirman los presagios para Estados Unidos, España será una gran perjudicada por su fragilidad estructural. Nuestro país cerrará el año en tasas negativas de PIB, y un estado de parálisis mundial nos llegaría de nuevo con los deberes por hacer, con tibias y desacertadas reformas, y sin la catarsis que el país necesita desde hace años.


La Razón - Editorial

Comienzo sin Rodiezmo

Zapatero debe enfrentarse a graves problemas que no debería sortear con políticas de imagen.

El curso político que se inicia no será fácil para el presidente del Gobierno. Con el trasfondo de una situación económica que no da signos concluyentes de remontar, Zapatero se enfrenta al resultado de una forma de hacer política para la que no ha contado tanto la visión de conjunto, ni la anticipación de los problemas, como la búsqueda de respuestas caso por caso y su inmediata explotación en términos de imagen. La ausencia de Zapatero en los actos sindicales de Rodiezmo, que intentó convertir en tradición lo mismo que Aznar las comidas en silencio en Santo Domingo de Silos y las partidas de dominó en Quintanilla de Onésimo, es una significativa ilustración de los riesgos que esta estrategia generaba y que la crisis ha materializado: cunde la sensación de que ha defraudado a todos. Tal vez el aspecto positivo de la cancelación de la visita a Rodiezmo sea la posibilidad de que acaben estos inanes espectáculos presidencialistas para marcar el comienzo del curso, gobierne quien gobierne.

Las dificultades a las que se enfrenta Zapatero no derivan solo de la gravedad de los asuntos que le aguardan, por lo demás de tanta trascendencia como una huelga general, unas decisivas elecciones catalanas, la negociación de los Presupuestos en minoría y las primarias de Madrid, en las que está en juego su liderazgo. Como resultado de su forma de hacer política, las respuestas a unos asuntos se solapan o entran en colisión con las de otros, de tal manera que el presidente parece preso de un laberinto que él mismo ha creado. Para salvar las cuentas del Estado, Zapatero necesita el apoyo de los nacionalistas catalanes o de los vascos. Pero esta salida parte de la derrota electoral de los socialistas en el caso del Cataluña y, en el del País Vasco, exige un eventual debilitamiento del Gobierno de Patxi López. Con el agravante de que la gestión de López, con el apoyo del PP vasco, se trata de una de las pocas experiencias esperanzadoras de los últimos años.

La pugna entre Tomás Gómez y la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, para encabezar el cartel de las elecciones autonómicas en Madrid no es un episodio aislado; es un síntoma. Lejos de reprochar a Gómez el haber dicho no a Zapatero, no pocos militantes, y muchos más ciudadanos, estiman que es lo que los dirigentes socialistas tendrían que haber hecho al menos desde que comenzó la crisis y el Gobierno dio signos de afrontarla con frivolidad. Si hoy se enfrenta a una huelga general es, en buena medida, porque ninguno lo hizo, conformándose con secundar una retórica más destinada a contentar emocionalmente a los sindicatos que a promover las reformas económicas que hubieran podido sostener las promesas. La gran baza de Zapatero desde que llegó a La Moncloa ha sido Rajoy. Sigue siéndolo, y quizá de manera acrecentada. Solo que el principio de realidad impuesto por la crisis económica ha mostrado con insólita crudeza los problemas que atraviesa el país, y todavía corresponde a Zapatero darles respuesta.


El País - Editorial

De la crisis económica al chantaje político

Las elecciones anticipadas no sólo son urgentes para salvaguardar lo poco que queda de nuestra economía, sino que, a la luz de la servil actitud del PSOE, resulta cada vez más apremiante para conservar lo todavía más escaso de nuestro sistema político.

No cabe duda de que la economía española padece problemas gravísimos que tardaremos años (o incluso décadas) en resolver plenamente. Gran parte de esos problemas han sido causados por la irresponsable política económica del Gobierno de Zapatero y constituyen una enorme hipoteca que se trasladará a los Ejecutivos futuros. Sin embargo, precisamente por esa innata tendencia del PSOE a agravar los problemas, hay una cosa que en principio podríamos solucionar rápidamente y que reforzaría nuestra credibilidad frente al exterior: cambiar al Gobierno que ha causado buena parte del desaguisado actual al negarse a adoptar las reformas presupuestarias y estructurales que requiere nuestro aparato productivo.

Los prejuicios ideológicos y el sectarismo del PSOE han terminado por deslegitimarlo por completo ante sus tradicionales socios parlamentarios, más izquierdistas y sectarios que él mismo si cabe. El país sobrevive en un impasse porque el Gobierno ni quiere ni puede hacer lo correcto. Su soledad en el Congreso apenas le permite sacar adelante las tímidas reformas que le imponen desde Bruselas y, lo que puede resultarles más vergonzoso, los presupuestos de 2011.


Así las cosas, este es un contexto propicio para el mercadeo político. El Gobierno no quiere renunciar al poder, de modo que se muestra favorable a entregarlo casi todo a aquel partido que le dé la llave para tan decisiva votación. Parece que en esta ocasión el apoyo deseado es el del PNV, quien no ha tardado un instante en exigirle todo lo confensable e inconfensable al Ejecutivo: desde reivindicaciones territoriales como el enclave cántabro del Valle de Villaverde a exigencias políticas como el gobierno vasco, pasando a buen seguro por condicionar los términos de la "negociación" con ETA.

La crisis económica ha sembrado el terreno para el chantaje político al Gobierno. Un chantaje que de manera previsible puede terminar en cesión claramente perjudicial para todos los españoles. Pues no se trata sólo de que los presupuestos para el año próximo a buen seguro consolidarán un volumen de gasto muy superior al que cabalmente nos podemos permitir, sino que, además, la moneda de cambio para sacar adelante este expolio será la enésima claudicación política, institucional y moral de nuestra nación. Si ya es grave que nuestros políticos trafiquen con nuestra prosperidad y la de nuestros hijos, más aún lo es que para poder hacerlo estén dispuestos a añadir un clavo más en el ataúd de nuestra democracia.

La celebración inmediata de elecciones anticipadas no sólo es urgente para salvaguardar lo poco que queda de nuestra economía, sino que, a la luz de la servil actitud del socialismo patrio, resulta cada vez más apremiante para conservar lo todavía más escaso de nuestro sistema político.

Un precio que sería demasiado alto para aprobar cualesquiera presupuestos, pero que, desde luego, será insoportablemente oneroso para sancionar unas cuentas públicas que, si nos atenemos a la experiencia, sólo servirán para terminar de sesgar los pocos brotes verdes que puedan haber surgido a la sombra de Zapatero.


Libertad Digital - Editorial

El Estado fantasma de Al Qaida

La guerra de Afganistán se está perdiendo, Pakistán es un aliado cada día más equívoco y Al Qaida se expande por un territorio abonado para su ideario integrista.

LA liberación de los cooperantes españoles secuestrados por Al Qaida en el Magreb Islámico es un punto y seguido en el proceso de implantación de esta red terrorista en el desierto del Sahel, a las espaldas del norte de África y con la mirada puesta en Europa. Lamentablemente, Al Qaida está ganando territorio y fuerza tras la fusión de grupos locales, principalmente salafistas argelinos, que actuaban autónomamente contra los gobiernos nativos. Ahora, esta red, que opera a sus anchas en el Sahel, ha incorporado su violencia terrorista a la estrategia general de Al Qaida, cuyos objetivos siguen siendo la restauración del califato en todo el territorio que los integristas reclaman para el islam. La preocupación de los países occidentales frente a Al Qaida ha sido durante años, especialmente desde el 11-S, que pudiera hacerse con el control de más estados fallidos, como Afganistán. Sin embargo, Al Qaida ha conseguido crear algo parecido en el inhóspito Sahel, donde el poder de los Estados de la región es escaso o nulo, y se debilita aún más cuando se convierten en intermediarios para el pago de lucrativos secuestros. No tiene mucho sentido exigir a estos gobiernos de la zona que actúen contra los terroristas si, cuando lo hacen, se les pide que cedan al chantaje y liberen a uno de ellos, como sucedió con el organizador de los secuestros de los cooperantes españoles.

La situación al sur del Magreb es crítica y Al Qaida tiene todas la de ganar porque sigue reclutando adeptos, aumentando el territorio bajo su control, debilitando a los gobiernos locales e intimidando a los países europeos, dispuestos a desarmar ante un secuestro todo su aparatoso y aparente discurso de firmeza y cooperación. La guerra de Afganistán se está perdiendo, Pakistán es un aliado cada día más equívoco y Al Qaida se expande ante la impotencia occidental por un territorio abonado para su ideario integrista (gobiernos corruptos, pobreza generalizada, falta de autoridad). En medio de este panorama, la lucha sin cuartel del Gobierno iraquí contra Al Qaida es una referencia sobre las posibilidades de que un país musulmán pueda combatir a los sicarios de Bin Laden.

La ofensiva del terrorismo islamista juega sus bazas según sus prioridades. Por eso sería un error pensar que el Sahel queda muy lejos de España. Más lo estaba Afganistán de Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Los escenarios del conflicto contra el integrismo islamistas son más amplios que Afganistán e Irak y están acercándose a una Europa que sigue con la cabeza debajo del ala.


ABC - Editorial