martes, 7 de septiembre de 2010

El equipaje de Corbacho. Por Valentí Puig

En Rodiezmo se escenificaba el epílogo de una antigualla que ha ido cambiando de manos y que ahora no es de nadie.

LA suposición de que un líder sindicalista era el mejor ministro de Trabajo fue uno de los mitos de un mundo ideológico en el que los sindicatos se creían, para bien o para mal, una fuerza transformadora. En España, el mito inició su retrogresión al chocar el PSOE con la UGT en la época felipista. Mucho antes, los pros y contras de colaborar con la dictadura de Primo de Rivera llevaron a PSOE y UGT a tensiones internas destructivas. En aquel caso, no pocos sectores de la UGT consideraron que era el precio a pagar para oponerse a la vasta implantación del anarcosindicalismo. Así llegó Largo Caballero al Consejo de Estado, por lo que Indalecio Prieto dimitió de la Ejecutiva socialista.

El anunciado regreso municipal de Celestino Corbacho a los feudos del PSC no solamente explicita las herrumbres en el engranaje del pacto del PSOE con el socialismo catalanista: también es el final de una entelequia cuya figuración, a modo de la pintura de grandes escenas de la Historia, ha consistido hasta ahora en identificar al sindicalismo con los pobres, el hambre de justicia, los descamisados y las mujeres por emancipar frente a las fuerzas de la reacción. En fin, ya nadie se cree que el socialismo represente a los más desfavorecidos ni que el sindicalismo esté compenetrado con una idea de la clase obrera que se evaporó en el mundo postindustrial, con las nuevas formas de trabajo y con un anquilosamiento agudo de la concepción sindicalista.


Ha sido fácil comprobarlo al establecerse un nexo de continuidad entre felipismo y zapaterismo. Ese nexo es el paro. El hecho de que las previsiones sobre la huelga convocada por los sindicatos sean de escasa asistencia no mengua la espectacularidad de la entrega de Zapatero y su política económica a los sindicatos precisamente para evitar una huelga, para no perder esa anacrónica identificación entre socialismo y política social justa. El trailer fue filmado en Rodiezmo, sin muchos comparsas, hasta el extremo de convertirse todo el episodio en el resumen de la larga confusión que ha representado la respuesta tardía y todavía indefinida del Gobierno a la recesión. Aquellos pañuelos rojos de Rodiezmo seguramente eran «made in China» y habían sido subvencionados por la Europa social que afortunadamente tutela el Banco Centro Europeo.

El mejor ministro de Trabajo, si debiera haberlo, no es socialista ni sindicalista, sino el que esté articulado racionalmente en un gobierno con políticas efectivas de crecimiento. En Rodiezmo tan solo se escenificaba el epílogo de una antigualla que ha ido cambiando de manos y que ahora no es de nadie. Entre otras cosas, ya no existe. La ausencia de Zapatero generó una decepción más nostálgica que operativa. Era el ausente, presente en el Japón del estancamiento paradigmático en busca de inversiones para sostener una economía en la que se trabajará hasta los 67 años. Es leve el equipaje del ministro Corbacho. Así van y vienen los ministros del PSC. Respecto a la reforma laboral, ni bien ni mal. Hasta ahora es una sombra imprecisa, con un perfil cambiante entre el vacío de Rodiezmo, la huelga fantasma y la estatua ecuestre de Zapatero.


ABC - Opinión

Tregua-trampa. La estrategia de ETA. Por Ignacio Moncada

Cada vez que creemos que la forma de acabar con el terrorismo pasa por aceptar sus ofertas envenenadas de paz, les estaremos alimentando.

La estrategia de ETA siempre es la misma. Mediante el uso de la violencia, ya sea matando, secuestrando o extorsionando, buscan generar una atmósfera de terror, un clima irrespirable que convierta la libertad en un deseo. Y, una vez ganado peso político, ellos mismos anuncian que acabar con la violencia es algo extremadamente sencillo. Que, si queremos, están dispuestos a dejar las armas. Lo único que hay que hacer es plegarse a sus exigencias. En el retorcido mecanismo del terrorismo, el fin que se persigue no es la violencia, sino la negociación. El asesinato o el secuestro no son más que el cebo político, un motivo por el que sentarse a negociar.

El domingo nos desayunamos con el enésimo alto el fuego de ETA y la mayoría de los políticos, aunque con cautela, se lanzaron a aplaudir la noticia. O, al menos, a valorarla como positiva. Es duro que después de tantos años la ceguera electoralista de nuestros representantes les impida entender la estrategia que sigue el terrorismo. La declaración de alto el fuego nunca es el principio del fin del terror, sino un paso lógico de la banda en busca de su victoria, un punto obligado en su guión. Escribió Ignacio Camacho en ABC, aunque fuera sobre Afganistán, que en los conflictos de la democracia contra la barbarie ésta tiene la ventaja de que nunca titubea. Nosotros lo hacemos constantemente, y en ello se basa la esperanza terrorista. Cada vez que creemos que la forma de acabar con el terrorismo pasa por aceptar sus ofertas envenenadas de paz, les estaremos alimentando. Cuando el terrorista percibe que algún político puede ser capaz de sentarse a negociar el final de la violencia, les estamos diciendo que el terror también puede ser una forma de alcanzar metas. Les estamos animando a matar.


Aunque parezca mentira, uno de los mayores obstáculos para acabar con el terrorismo es que los políticos tienden a buscar un final que pueda reflejarse en una foto, en una firma, en una escena con una fecha, en una portada. Cada gobernante desea que su nombre aparezca ligado al final de ETA, y a algunos eso les empuja a sentarse a negociar. O, simplemente, a insinuarlo. Los que lo hacen, en el fondo, anteponen el fin del terrorismo al hecho de apuntarse el suculento tanto. Para acabar con el terrorismo es necesario que no les merezca la pena matar. Que tarden poco tiempo en ir a la cárcel y mucho en salir. Que cada vez que caiga una cúpula, la policía haya cercado a la siguiente. Y, sobre todo, que exista el pacto inviolable entre los partidos con opciones a gobernar para que jamás, pase lo que pase, se negocie con ellos. Ni siquiera después de disolverse. ETA será historia, no cuando digan que no quieren matar más, sino cuando no puedan. Pues es acabando con su esperanza en la negociación como lograremos, ahora o en décadas, que ETA desaparezca.

Libertad Digital - Opinión

Rubalcaba, cuéntanos. Por Hermann Tertsch

Los malos, entre los observadores, los de verdad, quizás sospechen que esto es sólo el aperitivo para confundir.

PUNTUALES en el comienzo de la temporada nos vienen los tres encapuchados a dar la monserga, la misma tabarra de siempre, y todos a hablar y a escribir de ETA. Como si no hubiera en este patio de monipodio cuestiones urgentes que tratar, algunas incluso serias. Tres tipos o tipas con el burka y una boina —afortunada expresión del gran blog de Santiago González— nos vienen a perdonar la vida en vascuence para no decirnos nada que nos interese. Y todos, yo incluido, escribiendo sobre la nada. Esto sólo puede explicarse con las expectativas que algunos habían generado sobre el ansiado comunicado de ETA. Y con las sospechas de muchos de que algo habrá enredado en todo esto el Gobierno del moribundo Zapatero. Porque muchos estaban ya a la espera del regalo definitivo de ETA a los socialistas, con los que tanto han tratado en una larga singladura que desde luego no ha llegado de momento al puerto apetecido por ambos. Este último regalo sería esa solemne declaración de la disolución de ETA, el abandono de las armas más o menos cochambrosas en lugares acordados y el anuncio del irrevocable adiós a las armas en la lucha política en el País Vasco. Y —¿por qué no?— en un acto con un par de testigos españoles, quizás periodistas de probada simpatía hacia el proceso. Eso sí que sería un hito en la historia de España que nos conmovería a todos. Con las imágenes de ese acto, los socialistas podrían quizás mover a muchos españoles a olvidar o al menos perdonar hasta las próximas elecciones el balance general de las dos legislaturas. Quizás conmovieran hasta el punto de pensar que el fin de la pesadilla terrorista compensa ocho años de galopada de nuestro Atila leonés por los prados de nuestra economía, nuestra convivencia, nuestro prestigio y nuestras instituciones. No ha sido así por lo que caben especulaciones y adivinanzas diversas. Cabe la posibilidad de que Rubalcaba diga la verdad. No debe excluirse. Y que los terroristas hayan actuado realmente «motu proprio» y crean por tanto en serio que el cutrerío de vídeo de estética retro que le entregaron a la BBC pudiera tener algún efecto sobre la política antiterrorista española. Entonces es que estos etarras están en babia y sus dirigentes son unos cantamañanas. Los malos, entre los observadores, los malos de verdad, quizás sospechen que esto es sólo el aperitivo para confundir. Que el acto o comunicado importante —el regalo para Zapatero— se está gestando. Y que, si los tratos, las listas electorales y sobre todo las cuentas cuadran, llegará para que Zapatero tenga su candidatura al Nobel. Como Garzón. Pero más cerca en el tiempo de las elecciones municipales. Lo sabremos en primavera. Pero si antes Rubalcaba quiere desmentir tantas maldades no lo tiene difícil. Si trae presos a Josu Ternera y a De Juana, su fiscalía general —es suya— abre el caso Faisán y nos cuenta qué pinta él en la negociación presupuestaria con el PNV, acabará con muchas suspicacias.

ABC - Opinión

PSOE. La tregua de ETA y las trampas de sus interlocutores. Por Guillermo Dupuy

Las trampas que me preocupan son la de quienes, para "verificar" supuestas voluntades de paz que ya desmienten los propios comunicados de tregua, autorizan contactos con criminales prófugos de la justicia o dejan a sus voceros colarse en las instituciones.

Antes que nada, recomiendo a los lectores que lean la transcripción literal del video en el que los etarras nos anuncian que "ya hace algunos unos meses" tomaron la decisión de no llevar a cabo lo que denominan como "acciones armadas ofensivas".

En esa transcripción ustedes mismos podrán verificar, al igual que en todos sus comunicados de tregua anteriores, cómo los terroristas ni repudian la violencia, ni piden perdón a las víctimas, ni anuncian su acatamiento al ordenamiento jurídico, ni abjuran de sus delirios totalitarios e identitarios por los que han acabado con la vida de un millar de inocentes. Allí ustedes podrán comprobar, una vez más, cómo los terroristas, tanto cuando anuncian treguas como cuando las dan por finalizadas, se vanaglorian nuevamente de su historial criminal que ellos consideran como "la lucha, con armas en la mano, en favor de la libertad de Euskal Herria". También podrán verificar cómo los etarras, por enésima vez, pervierten el significado de la palabra democracia para calificar como "proceso democrático" lo que no es otra cosa que un antidemocrático e infame proceso de negociación entre un Estado soberano y una banda terrorista destinado todo él a la consecución de los objetivos que siempre ha perseguido la "lucha armada". Allí podrán también "verificar" cómo el cese anunciado de la actividad criminal se condiciona clara y abiertamente, y tal y como ha ocurrido en todas las ocasiones anteriores, a la consecución de los objetivos por los que los terroristas anuncian treguas o pegan tiros en la nuca. Allí verán, una vez más, cómo los etarras se reafirman en calificar como "ofensiva fascista" lo que no es otra cosa que la deseable persecución de asesinos y secuestradores o el exigible respeto a la Constitución y al imperio de la ley. Allí verán cómo los etarras enaltecen su responsabilidad criminal como una "lucha por la libertad del Pueblo vasco"; una "responsabilidad" que los etarras se comprometen abiertamente a mantener, "con humildad pero con determinación, con la ambición de ganar".


Si ETA en su comunicado hubiera pedido perdón a las victimas, anunciado una inminente e incondicional entrega de las armas o repudiado su pasado criminal, cosas que no ha hecho nunca, me plantearía la cuestión de si, en lugar de una nueva tregua, lo que nos están tendiendo los criminales es una "trampa". Pero como no es el caso, las trampas que me preocupan son, tal y como ha ocurrido en el pasado, las de los gobernantes y las de unas élites políticas y mediáticas que ven en estos comunicados apologéticos del terrorismo no sé qué oportunidades para la paz. Las trampas que me preocupan son la de quienes, para "verificar" supuestas voluntades de paz que ya desmienten los propios comunicados de tregua de los terroristas, autorizan contactos con criminales prófugos de la justicia, o ponen en tregua a los aparatos de seguridad del Estado, o dejan que se cuelen en las instituciones a quienes mantienen el mismo discurso apologético del terror. Las trampas que me preocupan son las de quienes fingen ignorar que la palabra "tregua" siempre hace referencia en castellano a un "cese temporal", nunca definitivo, de las "hostilidades". Las trampas que me preocupan –incluidas las "veniales" de Aznar– son las de quienes se las hacen así mismos, incluso las de quienes, por no dejar mal a un autoengañado presidente de Gobierno, acusan a los "miembros del MLNV" de hacer "treguas-trampa".

Naturalmente, las trampas que más me preocupan son las que en estos mismos momentos pudiera estar haciendo, o no haber dejado nunca de hacer, un Gobierno como el de Zapatero, quien, a diferencia de sus antecesores, las llevó al extremo de emprender un proceso de colaboración con ETA para dar una anestesiante cobertura de paz a sus alianzas con los separatistas.

Ahora, en el peor momento de su legislatura, y manteniendo a Rubalcaba de maestro de ceremonias, es cuando más arteras pueden ser sus trampas. Claro que también lo tienen más difícil a la hora de engañar tanto en tan poco tiempo.

En cualquier caso, tengamos todos claro que no es ETA, sino sus interlocutores los destinados a procurar la mentira cuya alianza el crimen requiere, sobre todo cuando adopta una chantajista forma de tregua.


Libertad Digital - Opinión

¡Puños fuera!. Por Tomás Cuesta

¡Quién te ha visto, Guerrita, y quién te ve; apenas la sombrilla de lo que antaño eras!

ALFONSO Guerra, que es un señor muy peripuesto, debió pensar que eso de levantar el puño en la kermese heroica de Rodiezmo hacía juego con los vaqueros desteñidos, el pañolón bermejo, la camisa impoluta y el bronceado veraniego. Que le prestaba un aire juvenil, un hervor «revolté», un halo de farruca incandescencia, en el que se hermanaban la ética y la estética. Que le quitaba años, en resumidas cuentas, que es el único robo que siempre se agradece. Pero estaba de Dios que la foto del día tuviese más aristas, calado y perendengues aunque fuese, en las formas, igual de puñetera.

Estaba de Dios, con permiso de Hawking, o tal vez del diablo, según como se entienda. Porque el uno provee mientras que el otro enreda y ya es casualidad que en el imaginario dominguero aflore de improviso el acervo gestual que liga a los matones con los tribunos de la plebe. El socialismo, lejos de ser un humanismo como decía Sartre poniéndose estupendo, es un sonambulismo (el hallazgo es de Sloterjïk) que se resiste a abandonar la noche de los tiempos. Días de Guerra y Tregua, de disparate icónico y de aciagas coincidencias. Puñadas en el tajo y puñales en la tele. Sociatas encrespados, soci(eta)s irredentos y en la tierra de nadie un fantoche totémico. Un numen tutelar que, por que no se diga que andan chapoteando en el pretérito, ya no remeda a Marx —¡menudo muermo!— sino al campeador Mazinger Z. ¿Se acuerdan? Sí, hombre, sí, seguro que se acuerdan. ¡Qué sencillo era todo! ¡Puños fuera!


No obstante, al freír será el reír, y no caerá la breva de que el rocoso ex mandamás —«Un fox-terrier de pelo duro», apostillaba su dilecto Gil de Biedma— eche al olvido el desairado trance en el que se ha visto envuelto. Porque, si es de cajón (de pino, por supuesto) que la matinée estelar del Trío Calaveras figuraba en la agenda del Gobierno, no es menos evidente que al compañero del metal, al férreo paladín dispuesto a batirse el cobre donde sea preciso y contra lo que sea, le dejaron ayuno de noticias y no llegó a catar lo que bullía en el puchero. De ahí la triste figura que titubea en los retratos que aparecieron ayer en las gacetas. ¡Quién te ha visto, Guerrita, y quién te ve; apenas la sombrilla de lo que antaño eras! Con un acre mohín anclado a flor de lengua que es casi —y sin casi— un chirlo navajero. Y con el retintín añejo de «La Internacional» cascabeleando al filo de los dientes. Y con los taliboinas capturados (es un decir, naturalmente) en una pose idéntica a la de los agitadores de opereta. Tal cual Mazinger Z, o sea. ¡Puños fuera! Sólo falta que alguien —alguien con mala baba y peor leche— avive con carbón al alto el fuego y, en aras de subrayar los parecidos, establezca siniestros compadreos.

Lo obvio, en cualquier caso, es que, junto con los etarras, hay ilustres tramposos que completan la mesa. Tipos acostumbrados a pervertir los naipes y a saltarse las reglas. Gariteros expertos en amañar los hechos y en traficar con leyes. Tahúres que blasonan de virtudes fingidas y famas de cartón piedra. Falsificadores natos, embusteros acérrimos... Qué les voy a contar que ustedes no sospechen. De arranque, o de primeras dadas afilando la jerga, ha caído un pichón llamado Alfonso Guerra. ¿No era un gavilán? Exacto. Estén al loro que el espectáculo promete.


ABC - Opinión

La ofrenda de Rajoy al Apóstol no limpia al PP de pecadillos. Por Federico Quevedo

Desconozco si en anteriores ocasiones, en otras ediciones del Xacobeo, el Partido Popular ha ido a Santiago a ofrendar al Apóstol. Lo hizo ayer el Comité Ejecutivo Nacional de este partido, con Mariano Rajoy a la cabeza, quien dedicó al patrón de esta España que se duele por los cuatros costados palabras emotivas y un compromiso de defensa de esos valores y principios por los que tanto se ha luchado en este país. Hizo bien Rajoy en huir de lo íntimamente religioso, para centrarse en esa idea de proyecto común cimentado en la cultura Xacobea, que no es otra que el humanismo cristiano, la luz que ha dado vida a la civilización occidental y que ahora desde algunas instancias políticas y sociales se pone en entredicho. Es verdad que esta España se duele, como lo es que la misma Europa cuyos caminos conducen a Santiago se encuentra sumida en una encrucijada existencial que amenaza con cuestionar todos los valores que nos han permitido sobrevivir a las peores amenazas, a las guerras más crueles, a las invasiones más sangrientas y a los más perversos dictadores. Fíjense en lo que les digo, pero dudo mucho que esta Europa de hoy, a pesar de estar unida en ese proyecto común llamado UE, tuviera la suficiente fortaleza moral como para enfrentarse de nuevo al peligro de un fundamentalismo tan peligroso como el que condujo al mundo a la Gran Guerra. Creo, por el contrario, que conducida por zapateros de turno que profesan un penoso relativismo acabaría sucumbiendo –acabará sucumbiendo si no ponemos remedio- a la tentación de la complicidad para evitar la destrucción.

Pero no era de esto, exactamente, de lo que quería hablarles, aunque tiene algo que ver. En el final de su ofrenda al Apóstol, Rajoy le pide al Santo ayuda para no desfallecer en su proyecto, en el proyecto del PP, y en el compromiso de hacer de la política una tarea noble al servicio del bien común. Yo creo, en general, que la política es una tarea noble y la mayoría de los políticos que conozco son gente honrada que está ahí por afán de servicio. De alguno de ellos les daré noticia pronto, porque merecen un artículo aparte, pero lo cierto es que en ese empeño por hacer del Partido Popular un referente de principios básicos y elementales, de valores más allá de lo moral y que tienen mucho que ver con la ética pública, no puede decirse que el partido de Rajoy sea siempre un ejemplo. Los demás lo son menos, obviamente, y en el caso del PSOE ni les cuento: son muy pocos los políticos de ese partido, y lo digo consciente de la afirmación que hago, de los que pueda hacerse gala de su honradez personal y política. Pero ya sabemos que la izquierda es así, alejada de cualquier compromiso ético que no sea el de su propio enriquecimiento político o económico. Pero no es ese el caso de la derecha liberal, cuyos valores descansan sobre la fe en el individuo y su libertad, con todo lo que eso conlleva de comportamiento ético y transparente.

Por eso sorprende que al mismo tiempo que Rajoy hace esa promesa de buscar la nobleza en el ejercicio de la política, lo cual le honra, no termine de combatir en sus propias filas algunos comportamientos que, claramente, se alejan de esa imagen de político intachable. Y es verdad que en muchos casos puede llegar a ser injusta esta apreciación, pero si hay una profesión donde se evidencia a rajatabla aquello de la honradez y la mujer del César es en la política, y por eso no puede haber la más mínima duda, la más ligera impresión, por pequeña que sea, de que un cargo público haya podido aprovecharse de su situación, aunque lo que se ponga en duda sea algo tan banal como unos trajes y la posible percepción de algo tan etéreo como un cohecho impropio. Saben ustedes que yo no tengo nada contra Camps, más bien al contrario sigo creyendo en él como un político honrado y decente, pero eso no es lo que parece a los ojos de la opinión pública y de la mayoría de los ciudadanos que solo le conocen por los medios de comunicación, y en definitiva eso es lo que importa, no lo que pensemos quienes le conocemos y sabemos de su honestidad. Por eso ayer a la ofrenda le faltaba algo para que el PP logre ese jubileo definitivo que supondría para este partido la victoria en las elecciones: el reconocimiento de los pecados, el acto de contrición y cumplir la penitencia.

Y vuelvo, si me lo permiten, al inicio de estas líneas: precisamente porque nos encontramos en el momento en el que nos encontramos, precisamente porque debido a esta pérdida de valores fundamentales referidos a la ética del comportamiento hace falta más que nunca un referente que sirva de faro-guía a la sociedad, es por lo que un partido que conserva la esencia del humanismo y del liberalismo debe dar la talla y demostrar que en la consecución del bien común no puede haber ni una sola contemplación, ni una sola derrota, por pequeña que esta sea, ante quienes anteponen el interés particular. Al contrario, lo que en este momento la sociedad le exige al Partido Popular es un comportamiento intachable, y una firme apuesta por la regeneración ética y democrática de la política, para dotarla de esa nobleza que el líder del PP reclama al Apóstol y deje de ser una profesión denostada que lejos de acercarse al ciudadano provoca en éste una profunda desafección. Los demás no lo van a hacer, y mucho menos el partido que nos gobierna. Por eso la pelota está en el tejado del PP y ha sido Mariano Rajoy, ayer, en Santiago de Compostela, el que la ha puesto ahí.


El Confidencial - Opinión

Sindicatos. Chiquilicuatre. Por José García Domínguez

Muerto Marx y prejubilado Javier Sardà, tras el efímero interinaje de Suso de Toro, ha llegado la hora de que Chiquilicuatre ocupe con todos los honores la plaza de intelectual orgánico de la izquierda patria.

Dicen que este año ha salido algo flojo el alarde de Rodiezmo, ese trasunto socialdemócrata de aquellas gallardas excursiones camperas de la OJE, prietas las filas e impasible el ademán. La tradicional performance estival del sindicalismo de carajillo de anís y pelo en pecho, con sus descamisados de atrezo y su Alfonso Guerra travestido del Lerroux de los buenos tiempos, cuando don Alejandro aún pugnaba por elevar a las novicias a la categoría de madres. Rodiezmo, remake doméstico de Noveccento pasado por Georgie Dann y Los del Río, con su apergaminada retórica de inconfundible aroma a formol, sus falsos bolcheviques de pega, y su mar de airados puños funcionariales en alto.

En fin, será que, desaparecido en combate el benefactor monclovita del proletariado, los compañeros esperaban que, al menos, compareciese Roberto Chiquilicuatre, con permiso de la calavera de Largo Caballero, el nuevo Lenin español. Pero, como siempre lamentan los periodistas deportivos tras perder el equipo de casa, no pudo ser. Y es que, muerto Marx y prejubilado Javier Sardà, tras el efímero interinaje de Suso de Toro, ha llegado la hora de que Chiquilicuatre ocupe con todos los honores la plaza de intelectual orgánico de la izquierda patria. Dispone, pues, Cándido Méndez de su propio Eisenstein, el que, a falta de otro Potemkin, acaba de rodar la segunda parte de Cateto a babor por cuenta de la UGT.

Esa versión multimedia del "vamos a contar mentiras, tralará" en la que el muñidor de la reforma laboral resulta ser nada menos que el emérito Manuel Fraga. Y por extensión, el Partido Popular en pleno, genuino responsable penal de la política económica del Gobierno como es fama. Así, tras mucho cavilar, diríase que Méndez y su nuevo pensador de cabecera han dado con una innovación ignota en la historia toda del sindicalismo mundial: la huelga general contra la oposición. Lewis Carroll se debe estar retorciendo de admiración en su tumba. ¿Cómo no se le ocurriría al Gato de Cheshire tamaña genialidad? Sosiéguense, por lo demás, los alterados. Al cabo, las falanges del tercio sindical cumplen su cometido decorativo a cambio de una muy razonable soldada. Probos cancerberos al servicio del Poder, jamás incordiarán en serio a la mano que los alimenta. Como ha de ser.


Libertad Digital - Opinión

La gran confusión. Por M. Martín Ferrand

La confusión entre jugo y salsa que exhiben los socialistas más conspicuos del momento es nueva.

DISTINGUIR el jugo de la salsa es algo tan importante en la cocina como en la política. Tomás Gómez, por ejemplo, es puro jugo y Trinidad Jiménez la salsa que se deriva del laboratorio en que José Luis Rodríguez Zapatero, al modo en que los viejos alquimistas trataban de convertir el plomo en oro, pretende transformar el poder gubernamental en votos democráticos. Gómez es el fruto aritmético de la voluntad militante socialista madrileña y Jiménez, como tantos otros errores que anidan en las cumbres partitocráticas, la consecuencia de una encuesta. El jugo es natural y la salsa, por buena que resulte, es un artificio. El problema del socialismo español, tras el espasmódico zarandeo al que le tiene sometido su máximo líder, es que se ha instalado en la confusión y son pocos, si queda alguno, los capaces de distinguir entre un vaso de zumo de naranja y una salsera repleta de mayonesa.

Desde la confusión se entiende, en lo posible, que una vieja gloria socialista, tal que Alfonso Guerra, acuda a Rodiezmo y le haga la competencia a los monologuistas sandungueros que ocupan todos los resquicios que dejan libres las televisiones. Se entiende que el presidente de la Fundación Pablo Iglesias avala con su presencia una Huelga General tan inoportuna como la que convocan los sindicatos para cuando, en pleno veranillo de San Miguel, suban los termómetros. Ya sabíamos que Zapatero tiene dificultades para distinguir entre peso y volumen; pero la confusión entre jugo y salsa que exhiben los socialistas más conspicuos del momento es nueva. Celestino Corbacho, por ejemplo, ¿es un descarte gubernamental o un envite electoral en Cataluña?

El comunicado con el que los asesinos etarras, este fin de semana, han anunciado que no harán lo que ya no hacen hay que procesarlo también desde la hipótesis de la generalizada confusión con la que el Gobierno nos confunde a golpes de propaganda, medias verdades, pases demoscópicos y silencios desconcertantes. Si se piensa en el paradero de Josu Ternera o de Iñaki de Juana Chaos, en la mudanza de Arnaldo Otegui o en la modificada situación penitenciaria de otros cuantos acreditados integrantes de la banda asesina y se conecta el caso con las próximas elecciones autonómicas y locales que no quiere perderse la izquierda abertzale vasca, el comunicado de los enmascarados con capuchas de satén pasa a tener algún sentido, especialmente para el titular de Interior. Siempre, todo, dentro de ese halo misterioso, lejano del sentido clásico de la transparencia —¡luz y taquígrafos!—, exigible en una democracia parlamentaria y representativa. Como las del extranjero.


ABC - Opinión

El portavoz. Por Alfonso Ussía

El mundo solidario se ha estremecido y alborozado simultáneamente al saber que Guillermo –perdón, «Willy», que queda más británico–, Toledo, el mariscal de la Ceja, ha decidido convertirse en portavoz de la flotilla que zarpará de Canarias e intentará alcanzar las costas saharauis en el próximo otoño. No se habla de otra cosa. El insigne cómico no ha desvelado del todo sus planes, y ello ha creado también una corriente de inquietud. Me explico. No ha aclarado si su cometido se va a limitar a la portavocía terrestre o a la embarcada. No es lo mismo ser el portavoz de una heroica flotilla solidaria a bordo, que actuar como tal desde un despacho de Las Palmas. La flotilla se fletará con la denominación de «Flotilla de la Independencia» y su naviera será la ONG –mejor, la OSG–, «Observatorio de Derechos Humanos para los Territorios Ocupados del Sahara Occidental», es decir, una ONG u OSG con una razón social muy sencilla para los ayunos de memoria. El flete no es caro, por cuanto desde Las Palmas a las costas saharianas apenas media un centenar de millas. Para sorprender a las autoridades marroquíes, la organización ha anunciado sus intenciones con algunos meses de adelanto. De esa manera, no habrá posibilidad alguna de llegar hasta el puerto de destino, que es de lo que se trata. Se trata exclusivamente de hacerse publicidad a costa de los saharauis. Una pena que el eximio farandulero haya renunciado a navegar de portavoz solidario desde Florida a Cuba.

Los figurantes –ser actor es otra cosa–, viven de interpretar farsas, no de arriesgar sus vidas en acciones reales. Esta precipitación en anunciar el propósito no tiene otra justificación que asegurar su inmunidad. Van a seguir a la flotilla más periodistas que solidarios navegantes. Y los barcos marroquíes se limitarán a impedir el paso del guateque navegado, y se acabó la historia. Porque de existir una posibilidad entre mil de que Marruecos decida abordar los barcos flotilleros ante los medios de comunicación, el de la farándula no se mueve de su hotel canario. Farsa sobre farsa, que es lo suyo. Después viene la película subvencionada, el documental para las cadenas de televisión, las entrevistas, las noticias de prensa y el aumento inmediato de las condiciones económicas para seguir interpretando. Todo muy antiguo. Pero en un barco fletado por los terroristas de Hamas y con destino Gaza, el cómico no se embarca. Porque a Israel le importa un bledo la presión de la prensa cuando se defiende de los terroristas. Marruecos, al fin y al cabo, más menos que más, forma parte del mundo árabe occidental, y a los Estados Unidos no les interesa un escándalo en el Sahara. Les tomarán unas fotos, los filmarán un poco y de vuelta a casa con el deber cumplido. Así es portavoz de una flotilla hasta el menda.

Toledo se erige en portavoz del nuevo sistema estratégico de sorprender al enemigo. Gila no lo hubiera hecho mejor. Anunciar con meses de antelación una acción de esta índole, no tiene otro objetivo, insisto, que asegurar su fracaso político y su triunfo propagandístico. Triunfo o popularidad que sólo beneficiará al portavoz, que no a los tontainas occidentales de buena voluntad reclutados al efecto. Pero vuelvo a la pregunta inicial. Ser portavoz significa hablar en nombre de otros. ¿Tiene previsto el señor portavoz embarcarse junto a los portavoceados?


La Razón - Opinión

Cláusulas para Batasuna. Por Ignacio Camacho

No tendría sentido admitir a Batasuna en las instituciones hasta comprobar el desarme efectivo de sus protectores.

PONGÁMONOS en la hipótesis más optimista. La que en el fondo de su ser alienta el Gobierno sobre el comunicado de no alto el fuego de ETA: que sea un primer paso real aunque insuficiente de un proceso más o menos pactado para un final a plazos, y al que allá por la primavera sucedería el anuncio final de una retirada verificable, justo a tiempo de que los batasunos pudiesen presentar candidaturas a las elecciones municipales. Es mucho suponer porque será difícil que los etarras, pese a su manifiesta debilidad y a su absoluta asfixia, renuncien en su delirio a la posibilidad de tutelar la andadura política de sus cómplices y a reservarse la facultad de interrumpir a tiros el proceso democrático. Pero aceptémoslo como hipótesis. Vale: ETA se disuelve o dice hacerlo. ¿Y entonces?

Pues entonces habría que plantearse un asunto para el que ya no va a haber tanto consenso como en la lucha antiterrorista, y es el de si la sola disolución de la banda o una mera condena verbal de sus actos bastan para permitir de forma automática el paso franco de su entramado político y civil a las instituciones locales y forales. Si la euforia social por el eventual fin de la violencia vasca puede dar lugar a un gesto de tan intensa generosidad democrática. O si, por el contrario, no sería menester plantear cláusulas de exigencia complementarias: la petición pública y contundente de perdón a las víctimas, el extrañamiento de la vida pública de todos los condenados por delitos de sangre y, sobre todo, un razonable período de cautela en el que la llamada izquierda abertzale demostrase su voluntad cierta y no táctica de acatamiento de las reglas del juego.


En caso de prisas manifiestas por relegalizar al conglomerado filoetarra, la sospecha de una inaceptable negociación previa con contrapartidas inmediatas se abriría paso de modo inevitable. La capitulación terrorista es una pieza política de alta cotización a la que resulta difícil que el zapaterismo vaya a renunciar en una coyuntura tan poco favorable. Y la tentación de dar carpetazo al sufrimiento con una benevolencia de borrón y cuenta nueva puede provocar un debate capaz de triturar en pedazos cualquier posición unitaria.

Para evitar esa fractura sólo hay un camino: que el Gobierno proclame desde ya su intención de someter a escrupuloso examen, sin plazos perentorios, la reinserción verificable de los batasunos en la sociedad política. Si Batasuna es ETA, y lo es según la doctrina jurídica vigente, debe someterse a similares cláusulas de revisión objetiva de conducta. Como mínimo no tendría sentido admitirla en las instituciones hasta comprobar el desarme efectivo y permanente de sus protectores criminales, lo que requeriría un tiempo prudencial de observación y espera. Cualquier ambigüedad al respecto supondría dar de alguna forma la razón a quienes insisten en la existencia de un tejemaneje en las sombras.


ABC - Opinión

ETA. Malas costumbres. Por Cristina Losada

Qué espantoso hábito el de conferir a un grupo terrorista, aun de modo tácito, el status de interlocutor. Es justo lo que pretende. Con la gravedad añadida de que ese "vuestra oferta no es suficiente" suscita la pregunta: ¿suficiente, para qué?

El trágico final de la negociación política del Gobierno con ETA se encuentra aún demasiado cerca como para que los tontos útiles de turno salgan ya en tromba a reclamar "diálogo" con una banda criminal. Sólo Gerry Adams, aquel falso hombre de paz, y otros de la cuerda, se han atrevido a entonar así, de entrada, el conocido estribillo del "proceso", tras valorar como gran avance que los delincuentes difundieran que, hace unos meses, decidieron dejar de matar por un período de ignota duración. Ni los nacionalistas, ni algún edil socialista, siempre inclinado a reconocer la fuerza dialogante de las armas, han osado emular a aquella locutora de radio que se erigió en portavoz del miedo tras el asesinato de Lluch. Aunque es de esperar que no pase mucho tiempo hasta el regreso de los sagaces descubridores de "oportunidades históricas", de ocasiones irrepetibles como la malograda en 2006, que, en efecto, era una oportunidad para los portadores de un monstruoso bagaje de crímenes.

Frente a la euforia tóxica que se desencadenó hace cuatro años, frente al optimismo que entonces embriagó a tantos hasta hacerles perder el seso y el oremus, se ha impuesto esta vez la reacción "escéptica". Hay, no obstante, quienes no pierden ciertas malas costumbres. Así, los que celebran como "buena noticia" un acto de chantaje, que no otra cosa es que los terroristas se dignen a perdonar la vida a la gente a fin de conseguir contrapartidas, bajo la amenaza de revocar la gracia concedida en cualquier instante. Así también, quienes califican de "insuficiente" el comunicado de la banda, como si se tratara de un tira y afloja entre interlocutores igualmente legítimos. Qué espantoso hábito el de conferir a un grupo terrorista, aun de modo tácito, el status de interlocutor. Es justo lo que pretende. Con la gravedad añadida de que ese "vuestra oferta no es suficiente" suscita la pregunta: ¿suficiente, para qué?

Si la maniobra de ETA persigue colocar a sus apéndices en las elecciones venideras, tampoco dejarán de aparecer los avezados exploradores de tal submundo. Esos que siempre anuncian el hallazgo de la aguja de la disidencia en el ominoso pajar del terror. Claro que si hay algún conflicto en esas cloacas es fruto, precisamente, de que las puertas de la legalidad se cerraran... hasta que Zapatero las entreabrió. Pésimas costumbres. Por de pronto, seamos escépticos.


Libertad Digital - Opinión

Terrorismo y periodismo. Por Rogelio Alonso

«El único comunicado de ETA que debería merecer una publicidad como la recibida estos días habría de ser el que de verdad anuncie, en términos absolutamente inequívocos, la definitiva e irreversible desaparición de la organización terrorista».

¿QUÉ papel juega un prestigioso medio como la BBC en la estrategia comunicativa de un grupo terrorista como ETA? Suscita este interrogante el beneficio extraído por la banda al facilitarle el ente público de la radiotelevisión británica un útil altavoz mediante la difusión de su último vídeo. La proyección internacional obtenida por los terroristas es precisamente el factor más explotado por su entorno después de las adversas reacciones que el comunicado ha recibido en España. Así lo demuestran las páginas del diario Gara en el que ayer se subrayaba cómo la BBC había colocado «en todas las pantallas del mundo» a una organización que el medio británico no define como tal, sino como un «grupo separatista vasco».

El libro de estilo de la cadena rechaza el término «terrorista» en aras de una supuesta neutralidad que, sin embargo, facilita la desinformación y la distorsión de la realidad en torno a ETA. Al contrario de lo que se deduce de la postura de la BBC y de otros medios que evitan identificar a ETA como un grupo terrorista, semejante actitud no denota imparcialidad u objetividad, sino subjetividad valorativa encubierta bajo una asimétrica neutralidad evidente también en su última cobertura. Este enfoque se complementa con la tergiversación por parte de la BBC del contenido de lo anunciado por los terroristas y de sus motivaciones, facilitando una benévola interpretación de las intenciones de los criminales. Al contrario de lo que la corporación británica señaló, ETA no anunció que «no cometerá acciones armadas» en el futuro. En ningún lugar de la declaración se afirma tal cosa, pues los terroristas se limitan a señalar que «ETA hace saber que ya hace algunos meses tomó la decisión de no realizar acciones armadas», al tiempo que reafirma su compromiso con su campaña de «confrontación».


Puede en consecuencia cuestionarse el valor noticioso de un anuncio que ignora que la existencia de una organización terrorista en un contexto democrático como el español supone una intolerable amenaza que en modo alguno puede matizarse por el hecho de que los terroristas, con fines propagandísticos, hablen de una selectiva y táctica renuncia a algunas de sus acciones. Nuestra larga experiencia antiterrorista obliga a desconfiar de las palabras de una banda que utiliza la muerte y el engaño a conveniencia. Sin embargo, la BBC ha sucumbido al encanto de sensacionalistas imágenes brindadas por los terroristas en la búsqueda de sus objetivos propagandísticos. Algo similar ocurrió cuando en 1998 otra entrevista de la BBC a miembros de ETA fue erróneamente interpretada como un histórico anuncio de la finalización de su campaña terrorista, declaraciones que tuvieron un enorme eco en los medios españoles durante la misma jornada en la que se celebraban las elecciones vascas.

La falta de rigor de la BBC en su reciente cobertura también queda en evidencia al descontextualizar una decisión que en realidad constituye un «parón técnico» decretado por ETA en marzo como consecuencia de la asfixiante presión policial a la que estaba sometida. Esa decisión a la que se vio forzada la banda no impidió que ETA asesinara al policía francés Jean Serge Nerin, o que mantuviera muchas de sus actividades terroristas, incluida la extorsión económica. A pesar de ello, ahora la BBC, al ofrecer su privilegiada y respetada plataforma a ETA, permite a una organización criminal revestir el resultado de la exitosa acción antiterrorista contra ella —signo de evidente fracaso y decadencia— casi como un magnánimo gesto de buena disposición. Semejante asociación era ineludible en una cobertura en la que se reproducía la supuesta voluntad de ETA de «poner en marcha un proceso democrático», a la vez que indicaba que el «alto el fuego alumbraba esperanzas de un nuevo proceso de paz», despertando esperanzadoras pero infundadas expectativas.

Tal y como ansía la propaganda terrorista, una organización criminal responsable del asesinato de seres humanos, volvía a ser asociada con términos absolutamente contrarios a lo que representa: paz y democracia. Son ambas palabras clave o talismán con las que, como demostró el último «proceso de paz», se persigue coaccionar emocionalmente a una sociedad amenazada. De ese modo se facilitaba al movimiento terrorista su objetivo de transferir la responsabilidad por la resolución del conflicto terrorista a otros actores, como el siguiente titular de Gara revela: «ETA informa de que hace ya varios meses decidió no realizar acciones armadas y llama a los agentes a responder a la situación». A pesar de que la declaración etarra no satisface las peticiones del brazo político de una tregua verificable por observadores internacionales, la proyección obtenida puede favorecer la implicación de figuras que vienen insistiendo en una irresponsable distribución de culpas por la continuidad del conflicto al reclamar de ETA una tregua mientras exigen al gobierno español una correspondencia. Esta es una de las bazas terroristas en momentos de debilidad como los que ETA atraviesa, con una Batasuna que busca volver a las instituciones intentando seducir a la opinión pública con su pretendida pero inexistente separación de la violencia.

EN este escenario el papel de los medios de comunicación resulta crucial, pues el discurso terrorista puede obtener una peligrosa credibilidad y legitimidad mediante una conveniente y distorsionada presentación de sus aspiraciones, como ha ocurrido con el tratamiento de la BBC. La amplificación de la propaganda terrorista ha convertido a ETA en primera página y en potencial sujeto de negociación con un gobierno democrático, alimentando en el exterior su errónea identificación como vanguardia social a pesar de la incapacidad de los terroristas para arrogarse la representatividad de una sociedad vasca que mayoritariamente rechaza sus fines y sus medios. Afortunadamente el rechazo casi unánime que la declaración ha encontrado en nuestro país neutraliza el interés terrorista por fracturar el consenso que tras el fracaso de la última negociación ha profundizado el declive etarra.

A pesar de ello, la simplificación del fenómeno terrorista en la que determinados medios incurren puede inducir a reproducir reclamaciones aparentemente equidistantes que exigen por igual a ETA y a un Estado democrático pasos hacia la «paz» y «sacrificios» para aprovechar otra «oportunidad» que los terroristas «benévolamente» ofrecen. De ese modo puede abundarse en la injusta pretensión de la propaganda terrorista que intenta eludir la necesaria distinción entre el agresor —ETA— y sus víctimas —el Estado y la sociedad española—.

Todas éstas son las variables en juego cuando un serio y respetado medio como la BBC, integrado por excelentes profesionales que se han convertido en justo referente de tantos periodistas a lo largo de su historia, acepta difundir la propaganda de un grupo terrorista. A los responsables del ente público quizás les resultara instructiva la opinión de Hannah Arendt cuando afirmaba que «describir los campos de concentración sin ira no es ser objetivo, sino indultarlos». Tratar a ETA como algo diferente a una organización terrorista, interpretando sus comunicados sin un riguroso análisis y contextualización de su naturaleza y estrategia, no equivale a informar objetiva y correctamente sobre el fenómeno de violencia política que tiene lugar en una sociedad democrática europea. Por ello, probablemente el único comunicado de ETA que debería merecer una publicidad como la recibida estos días habría de ser el que de verdad anuncie en términos absolutamente inequívocos la definitiva e irreversible desaparición de la organización terrorista.

Rogelio Alonso es Profesor titular de Ciencia Política, Universidad Rey Juan Carlos


ABC - Opinión

Reacción positiva

El único efecto positivo que cabe atribuirle al comunicado de ETA es haber suscitado un cerrado frente común de toda la sociedad, sin excepciones, contra la maniobra de la banda, sus mentiras y sus pretensiones propagandísticas. Si los pistoleros pensaron que con su añagaza se iba a reproducir la división política y social que originó el llamado «proceso de paz» de la anterior Legislatura, su frustración será grande. Por el contrario, la democracia ha salido reforzada y se ha fortalecido la unidad de los partidos ante los terroristas. Resulta muy reconfortante comprobar la similitud de los mensajes del Gobierno, la oposición, las asociaciones de víctimas y de la propia ciudadanía vasca con el lendakari López a la cabeza. Si algo está muy claro en el seno de nuestra sociedad, tras medio siglo de terrorismo etarra, es que a los pistoleros no les queda otra salida que entregarse a la Justicia y pagar por sus crímenes. Si algo se ha demostrado cierto en esta última década es que es el Estado de Derecho yerra cuando cae en la trampa de negociar con los asesinos y acierta cuando emplea todas sus armas legislativas, judiciales, policiales y de cooperación internacional para acabar con ellos. Si ETA tiende de nuevo el señuelo de la tregua es porque está acorralada, quiere ganar tiempo y busca un golpe de efecto propagandístico que le dé cierto respiro. Así lo afirmó ayer con rotundidad el ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, de ahí que haya rechazado volver a las andadas de la negociación. Su impecable argumentación revela que el «proceso de paz» de hace cuatro años fue un error del que se aprovechó la banda para extremar el control sobre su brazo político. Lo que de verdad ha sido eficaz y demoledor para ETA ha sido el Pacto Antiterrorista entre PP y PSOE, y la Ley de Partidos que ha permitido ilegalizar a Batasuna y expulsarla de casi todas las instituciones democráticas. De este modo ha quedado nítidamente claro que para combatir al terrorismo no se debe jamás contemporizar con los pistoleros ni trapichear con su brazo político, sino aplicar el Estado de Derecho con rigor, sin excepciones y sin desmayo. Todos los partidos políticos deben extraer las lecciones pertinentes del camino andado en esta década, pero son los nacionalistas los que están obligados a revisar sus discurso equidistante, siempre presto a la «comprensión» de los radicales independentistas y proclive al «diálogo» y la «negociación» permanentes. Los dirigentes del PNV harían bien en analizar si existe alguna relación entre su desalojo del Gobierno vasco y el momento más crítico de la banda ETA. O dicho de otro modo, si el haber perdido el control sobre la Ertzantza, las subvenciones públicas y los medios de comunicación ha sido un elemento decisivo para que Batasuna haya cambiado de estrategia y ETA haya dado un paso más hacia su rendición y desaparición. Por lo demás, conviene subrayar que el Gobierno de Zapatero está aplicando acertadamente la política antiterrorista, que el PP obra con acierto al secundarla y que ambos cuentan con el respaldo incondicional de la sociedad, satisfecha de que no caigan en ventajismos políticos ni oscurantismos inaceptables.

La Razón - Editorial

Payasadas sindicales

Habrá que reconocerles a los sindicatos la decencia de haber colocado las formas de este delirante mensaje a la altura de su fondo: simples payasadas, que es, en última instancia, a lo que se vienen dedicando nuestros sindicatos desde hace lustros.



Es indudable que las organizaciones sindicales podrían prestar algún tipo de servicio valioso para los trabajadores. Como asociaciones destinadas a defender a los obreros, pueden desempeñar tareas de representación, asesoramiento, orientación o incluso apoyo mutuo. Siempre y cuando las relaciones entre unos y otros revistan un carácter voluntario, siempre y cuando los sindicatos desarrollen su labor con las contribuciones de sus afiliados, nada hay que objetar.

Más allá de eso, sin embargo, entramos en un terreno pantanoso. Cuando se quiere transformar a las centrales sindicales en agentes burocráticos que ostentan la represtación de todos los trabajadores, deviene inevitable que la casta que los dirige empiece a beneficiarse de sus nuevos privilegios políticos con total indiferencia o incluso a costa de los obreros a quienes dice proteger.


A día de hoy, los sindicatos españoles son corresponsables junto con el Gobierno socialista de la dramática situación que vive nuestro mercado laboral. La gravedad de la crisis económica española no le tiene nada que envidiar a la estadounidense, a la inglesa, a la irlandesa o a la griega y, sin embargo, todos estos países presentan tasas de paro que, como mucho, son la mitad que la española.

El gran lastre del mercado laboral español no es que la economía esté atravesando una crisis, sino que está encorsetado en una legislación laboral franquista que le impide adaptarse ante la más mínima dificultad. Bien sabido es que somos el único país civilizado donde la economía necesita crecer por encima del 3% para reducir su tasa de paro; una anomalía que sólo se explica por el hecho de que debemos crear cantidades ingentes de riqueza que absorban los expansivos costes que se derivan de nuestras regulaciones laborales.

La causa principal de que permanezca esta losa sobre nuestra prosperidad es la férrea oposición de los sindicatos y de los partidos de izquierda a modificarla. Hasta hace unos meses, Zapatero seguía vanagloriándose de que la salida a la crisis sería social o no sería; a saber, que estaba dispuesto a quebrar el país antes de dar su sectario brazo a torcer. De no ser por la presión alemana, la reforma laboral todavía estaría siendo bloqueada por un estéril "diálogo social" entre sindicatos y patronal; e incluso con esas presiones, el texto finalmente aprobado no deja de ser un maquillaje que apenas ataca los principales puntos de nuestra asfixiante regulación laboral. Basta fijarse en cómo el PSOE racanea un punto y coma con tal de mantener el insostenible statu quo.

Pero pese a la extrema timidez de la reforma laboral, los reaccionarios sindicatos que padecemos han tenido que simular su enfado y montarle una mini-huelga general a Zapatero (o, al menos, eso se sostuvo en un comienzo). No es de extrañar; cualquier liberalización de las relaciones laborales supone un atentado contra su modo de vida: cuanto más descentralizadas estén las negociaciones entre trabajadores y empresarios, menor será su poder y, por tanto, menos cuantiosos los fondos que anualmente perciben para desarrollar sus empobrecedoras actividades.

Nuestra izquierda es el inmovilismo personalizado. Prefieren sentarse a ver cómo el número de parados supera los cinco o los seis millones antes que rectificar y renunciar a sus dogmas. Y, sin embargo, la preceptiva propaganda de estos grupos de presión –sufragada, claro está, con nuestros impuestos– se desgañita en acusar de la crisis y de la destrucción de empleo a los empresarios, al PP, a Esperanza Aguirre, a Aznar, a Bush y a cuantos símbolos sirvan, cuales dos minutos de odio, para incrementar la bilis de buena parte de la población. A nadie debería extrañarle: su intención es hacerles olvidar a los ciudadanos que ellos, PSOE y sindicatos, son los verdaderos culpables de esta situación.

Pero, en todo caso, habrá que reconocerles la decencia de haber colocado las formas de este delirante mensaje a la altura de su fondo: simples payasadas, que es, en última instancia, a lo que se vienen dedicando nuestros sindicatos desde hace lustros. Eso sí, unas payasadas que a los españoles nos salen carísimas en términos de bienestar, desempleo e impuestos.


Libertad Digital - Editorial

Todos contra ETA

El Gobierno sabe que la actual lucha antiterrorista es la que recibe el apoyo abrumador de la sociedad y la que cuenta con el respaldo del Partido Popular.

TRAS la reacción del Gobierno al comunicado de alto el fuego hecho por ETA, negando cualquier posibilidad de diálogo con los terroristas, la unidad democrática frente al terrorismo debe mantenerse con el propósito de derrotarlos incondicionalmente. La actuación de las Fuerzas de Seguridad del Estado y los procesos ante los tribunales de Justicia están siendo decisivos para retomar la senda que se interrumpió en 2005 y que debe llevar a la erradicación de ETA, sin negociaciones ni contrapartidas. El Gobierno sabe que la actual lucha antiterrorista es la que recibe el apoyo abrumador de la sociedad y la que cuenta con el respaldo del PP. Además, esta pauta de actuación contra ETA —detenciones de «comandos», juicios penales, deslegitimación política— es más eficaz para el fin de la violencia que todas las treguas que ETA ha decretado a su capricho, por lo que ningún alto el fuego debería provocar un cambio de estrategia, que sería, además, un error dramático. Incluso resultaría oportuna una aceleración de la lucha antiterrorista para convertirla nuevamente en verdadera política contra ETA, porque desde 2004 no se ha llevado al Parlamento una sola reforma que refuerce la estructura legal de lucha contra ETA. Y siendo evidente que ETA ha querido con su difuso comunicado echar una mano a sus deprimidas bases, reagrupadas en el polo soberanista al que se ha prestado Eusko Alkartasuna, la acción inmediata del Gobierno, en común acuerdo con el PP, habría de ser un cambio en la legislación electoral y de Partidos Políticos para sellar cualquier posible grieta por la que bien puedan colarse candidaturas contaminadas por ETA o Batasuna, bien pudieran mantenerse en sus cargos los electos de partidos o grupos «tapadera» que fueran ilegalizados con posterioridad a las elecciones locales y forales del próximo año.

El Gobierno y el Partido Popular llegaron antes del verano a un acuerdo para evitar que los concejales de un partido ilegalizado siguieran en sus puestos, como sucede actualmente con los ediles de Acción Nacionalista Vasca. Esa reforma es necesaria, sobre todo como mensaje inequívoco a ETA de que el Estado no va a quedarse a la espera de acontecimientos, ni se siente comprometido a realizar un gesto de reciprocidad con el alto el fuego. No es ETA la que debe decidir el cuándo y el cómo de su fin, sino el Estado de Derecho, que nada debe a los terroristas porque éstos cesen la violencia a su gusto. El daño que ha hecho ETA a España y a las víctimas no se repara con una simple tregua.

ABC - Editorial