jueves, 16 de septiembre de 2010

El peligro de agradar. Por Hermann Tertsch

«Aplacar y agradar», es el lema. Sabiéndolo, Marruecos pedirá pronto la discoteca de La Meca de Águilas.

EL primer ministro marroquí, Abbas el Fasí, se ha enfadado mucho cuando se ha enterado de que el líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, iba a visitar hoy Melilla. Tanto le han molestado los planes de don Mariano que le ha escrito una carta para decirle que no viaje. «No viajes que nos provocas», viene a decir en muy sucinto resumen. Como la carta no era íntima, El Fasí, la difundió a bombo, platillo y televisión. En ella nos amenaza con un terrible agravamiento de las relaciones en caso de que Rajoy ose pisar Melilla. Dice que sería una pena estropear nuestras idílicas relaciones. Eso sí, dejando claro que lo que creemos nuestro es suyo y que nos lo va a quitar: las dos ciudades españoles en África. No debe existir amistad más sólida que la que sobrevive a las continuas amenazas de uno de los amigos de robarle al otro. Para añadir dramatismo al viaje de Rajoy, que estuvo en junio en Melilla sin que nadie se inmutara, el régimen ha movilizado a sus huestes. Para organizar una de esas protestas espontáneas que la libérrima ley marroquí permite cuando sus ciudadanos quieren protestar, ya sea contra la visita de Rajoy, las torturas en las cárceles, los derechos saharauis o la subida del pan.

La respuesta de Rajoy ha tenido la forma campechana a la que tan acostumbrados nos tiene. Que no sólo irrita a marroquíes. Pero en el fondo no podía decir otra cosa. Él en España viaja a donde le da la gana y Marruecos puede decir misa. Hasta ahí todo bien. Si a Marruecos le molesta lo que pasa en España que le llore a Anasagasti. Nosotros no pedimos derecho a veto en las fiestas de Mohammed VI. Pero sí nos preocupa lo que pasa aquí. Porque —qué casualidad—, la airada carta del primer ministro marroquí contiene expresiones que parecen copiadas de un artículo que publicó el martes El País como su principal tribuna. Firmado por Ignacio Sotelo, un intelectual socialista español que el felipismo tuvo a bien jubilar de la política, el artículo aboga por entregarle a Marruecos cuanto antes Ceuta y Melilla. «Recomponer las relaciones con Marruecos», lo titula su autor. ¿Para qué recomponer si son impecables? Sotelo —como ya hizo el diplomático socialista Máximo Cajal— asume y acepta la posición y el chantaje marroquí. Está claro que Marruecos le ha cogido la medida a Zapatero. Sabe que el agónico personaje es, en su obsequiosidad, ideal para que Rabat cimente un derecho de veto sobre la normalidad de la vida en estas dos ciudades. Sabe que tiene aliados entre los socialistas que ven Ceuta y Melilla poco menos que como cuarteles de generales africanistas. A los que, si lo saben, importa un carajo que Melilla cumpla mañana 513 años de españolidad. «Si se irrita, denle. Aplacar y agradar», es el lema. Sabiéndolo, Marruecos pedirá pronto la discoteca de La Meca de Águilas. Así las cosas, se la tendrá que disputar a otros islamistas que lleguen antes.

ABC - Opinión

Afganistán. La guerra es tabú. Por Cristina Losada

Si Bush decía "guerra", era guerra –y una que merecía los peores adjetivos–, pero si es Obama quien emplea el término, entonces, como corresponde a un gran líder progresista hermanado con el nuestro, "guerra" significa misión de paz.

La primera ocasión que el Gobierno concedía al Congreso para debatir sobre la guerra en Afganistán se ha perdido en gansadas, como suele pasar. Entre ellas, ha brillado especialmente la imitación de Humpty Dumpty que nos obsequiaba el portavoz del partido gubernamental. Alonso, doctor en lenguas, sostuvo que cuando un anglosajón pronuncia la palabra "guerra", no debemos de pensar que habla de una guerra de verdad. Depende. Y depende, en corto y por derecho, de lo que nuestros socialistas tengan a bien interpretar. Por ejemplo, si Bush decía "guerra", era guerra –y una que merecía los peores adjetivos–, pero si es Obama quien emplea el término, entonces, como corresponde a un gran líder progresista hermanado con el nuestro, "guerra" significa misión de paz. Para saber si una guerra es una guerra basta fijarse en quiénes gobiernan y envían las tropas. Pues la cuestión no es, como pensaba la pequeña y anglosajona Alicia, "si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes". La cuestión es saber quién manda.

Aquí, mande quién mande, no se quiere reconocer de ningún modo que España participa en una guerra. Los de Ferraz recurren al eufemismo a fin de evitar que se identifique como operación bélica la que se desarrolla en Afganistán y hasta ocultan, cuanto pueden, que es la OTAN la que lleva las riendas. Pero los de Génova portan en su historial aquella "zona hortofrutícola" de Irak que describió Trillo en sus tiempos, además de la renuncia a explicar por qué nuestro país debía de apoyar la intervención contra Saddam. Ni el PP antes, ni el PSOE ahora, están dispuestos a enfrentarse a una mentalidad dominante en la sociedad. No se desea oír siquiera la palabra "guerra" y por eso los políticos no la pronuncian, salvo que puedan utilizarla en cortoplacistas juegos de oposición, como el de Zapatero contra Aznar.

Hay quien llama pacifismo a ese rechazo absoluto, suceda lo que suceda, al uso de la fuerza, pero ante todo se trata de una huida de la realidad. Las democracias no libran una guerra contra el terrorismo islámico por gusto, sino por necesidad. En lugar de formar e informar a la opinión pública para que acepte los sacrificios que entraña esa guerra, los dos grandes partidos se enzarzan en lo trivial. Ahora, Zapatero ha de protegerse, tras barreras semánticas, de los sentimientos que tanto contribuyó a sembrar.


Libertad Digital - Opinión

La defensa de Europa. Por M. Martín Ferrand

La deseable libre circulación de las personas tiene su límite en la observancia estricta de las leyes locales.

LOS diarios europeos propensos a anteponer los valores de la izquierda sobre los de la derecha, especialmente los españoles, experimentan un gozo especial, que rezuma en sus páginas, cuando tienen ocasión de zurrarle la badana a Angela Merkel y Nicolás Sarkozy. En eso, la izquierda tiende a ser más sañuda y corporativa que la derecha y, siempre en formación cerrada y excluyente, ensalza a los suyos con perjuicio para los ajenos. En estos días, el presidente francés se ha convertido en la diana preferida de quienes anteponen la justicia social a la Justicia propiamente dicha. Es cierto que Francia ha cometido un error ambidiestro, la puesta en circulación de una nota de su ministerio del Interior en la que apunta como preferente la expulsión del territorio nacional de los «gitanos rumanos» en situación ilegal. El toque xenófobo que apunta a los gitanos es impropio de la Nación que promulgó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano más de siglo y medio antes de que la ONU aprobara la de los Derechos Humanos que ahora se invoca contra Francia.

Al margen del error formal, grave si se quiere, que conlleva el señalamiento de los gitanos, Europa tiene la necesidad de defenderse. Cuando la comisaria de Justicia de la UE, Viviane Reding, manifiesta su «profunda irritación» por la conducta del Gobierno francés no añade en su crítica, en su condición de luxemburguesa, una invitación a los gitanos que Francia ha expulsado para instalarse en Luxemburgo. La deseable libre circulación de las personas, el espíritu que defiende el Acuerdo de Schengen, tiene su límite en la observancia estricta de las leyes locales por parte de todos sus beneficiarios desde el principio de mutua aceptación con quienes proceden de otros espacios, creencias y civilizaciones.

Europa tiene la necesidad, y el deber, de defender los fundamentos de su propia grandeza, su identidad cultural y sus legítimos intereses económicos. La competencia desleal que, en la industria y el comercio, viene de Oriente; la agresión de ideas y creencias contradictorias con las que fundamenta la Unión y el oportunismo delictivo de personas y grupos que, amparados por la Ley, burlan la Ley, son situaciones que Europa debe evitar. Sin atisbos de racismo o xenofobia, pero sin complejos de falso progresismo. Francia ha hecho mal, muy mal, al engañar a la Comisión Europea; pero hizo bien, muy bien, cuando puso en la frontera a quienes, sin respeto a lo establecido e independientemente de su perfil étnico o su origen nacional, actuaban como okupasy se ponían por montera el Código Penal, el Civil e, incluso, el de Circulación.


ABC - Opinión

Sucesión de ZP. Operación Rubalcaba: toda la verdad. Por José García Domínguez

Un imposible metafísico, ése de su desembarco en La Moncloa, que se apoya en tres poderosas razones de Estado, tres anatemas que a nadie versado en alta política se le escaparán. A saber, el primero es calvo, el segundo viejo y el tercero feo.

Creo recordar que era Stefan Zweig, aunque puede que fuese otro, quien recomendaba recalar en las librerías de cada nuevo país visitado si uno quería descubrir la fibra moral de sus nativos. En el caso español, sin embargo, tal propósito sólo se alcanza observando con la atención debida a los maniquís de la planta de caballeros de El Corte Inglés. Para quien sepa leerlo, el diagnóstico clínico de nuestro espíritu colectivo está escrito en esa colección de trajes vacíos, sonrisas petrificadas, decididos ademanes ficticios y eufórico dinamismo inmóvil. De ahí, por cierto, lo muy peregrino de las fantasías periodísticas que ahora quieren ver a Rubalcaba, Solana, o incluso a don José Blanco, pilotando lo que se ha dado en llamar poszapaterismo. Y es que ninguno de ellos alberga la más remota posibilidad de encabezar la sucesión.

Un imposible metafísico, ése de su desembarco en La Moncloa, que se apoya en tres poderosas razones de Estado, tres anatemas que a nadie versado en alta política se le escaparán. A saber, el primero es calvo, el segundo viejo y el tercero feo. Rubalcaba, el Judas más invocado en las fabulaciones gnósticas, adorna su intrigante personalidad con los supremos atributos civiles de la Galaxia Gutenberg, esto es, del Pleistoceno. Así, se le sabe formado, leído, inteligente, astuto, discreto, prudente y bregado en mil batallas. Mas, como ya se ha denunciado ahí atrás, sufre de alopecia galopante, un estigma inadmisible para las erráticas audiencias televisivas de hoy.

E igual cabría decir de su par Solana. El pueblo soberano bajo ningún concepto admitiría al mando de la nave a un hombre con su currículum académico, su experiencia nacional e internacional y sus... arrugas. Aquí, es sabido, Ronald Reagan jamás habría llegado a concejal de abastos en Betanzos. Para las cosas serias, la ciudadanía, como gustan decir los cretinos, prefiere a becarios que luzcan bonito en los planos cortos, llámense Adolfo Suárez, Felipe González o José Luis Rodríguez. Recuérdese al respecto a aquel jefe de la leal oposición, cierto Manuel Fraga, infinitamente más preparado que González e incapaz, no obstante, de batirlo en el terreno siempre ful de los medios audiovisuales. ¿Quién será el heredero, entonces? En el escaparate de la tienda de Serrano habita la respuesta.


Libertad Digital - Opinión

Liberales y liberados. Por Ignacio Camacho

Aguirre ha irrumpido con espontáneo ardor thatcheriano en el pleito fratricida de la izquierda.

POR los amplios márgenes de ambigüedad del discurso contemplativo de Rajoy ha irrumpido Esperanza Aguirre con el ardor thatcheriano y liberal de su propuesta contra los liberados sindicales, tan objetivamente razonable como acaso estratégicamente inoportuna. En las vísperas de la huelga general, que es un conflicto al fin y al cabo fratricida entre los sindicatos y el Gobierno —aunque más bien parece una pelea de guante blanco—, la presidenta madrileña se ha metido por medio de las trincheras abiertas en la izquierda ofreciendo a las partes en discordia un blanco perfecto para su fuego concentrado. Con las pocas ganas que tienen de discutir entre ellos, lo que les hacía falta era un pretexto para olvidarse de su pleito sociolaboral en torno a un enemigo común que Aguirre les ha proporcionado de forma espontánea. Los tímidos gritos de «Zapatero dimisión» que empezaban a brotar de las filas sindicales se han vuelto de repente contra el rival que más les gusta, una derecha a la que no sabían cómo implicar hasta que se ha enredado ella sola. Esperanza les ha tocado de verdad la fibra sensible, la de las cosas de comer, y si no fuese porque ya han convocado la huelga contra la política de ajuste gubernamental se la acabarían haciendo a su fetiche favorito. Raro será que no la saquen en el próximo vídeo del Chikilicuatre.

En términos objetivos, la iniciativa aguirrista es impecable y conecta con un clamor creciente contra el abuso de las prerrogativas sindicales, especialmente irritantes en tiempos de precariedad laboral y crisis económica. Si acaso tiene un punto débil es que ese abuso se ha producido —sobre todo en la Administración— con la anuencia de todos los partidos, incluido el PP, que han preferido ponerse a bien con los sindicatos haciendo la vista gorda ante el sobredimensionamiento evidente de la bolsa de liberados. A Aguirre le duele de forma especial porque la muy sindicalizada función pública se ha convertido en el ariete socialista contra su propia gobernanza. Su intención de poner pie en pared está cargada de razón aunque quizá ha elegido mal el momento, entregando al adversario una impagable baza de distracción de opinión pública.

El gran problema de los convocantes de la huelga es su escasa convicción, su escrúpulo ideológico y político por tenerle que organizar una «putada» al Gobierno hermano, y esta irrupción inesperada les permite olvidarse de sus diferencias para converger en el victimismo frente a la derecha. El zapaterismo suspira aliviado —literalmente liberado— ante la posibilidad de compartir el desgaste. Y Rajoy se da cabezazos contra la pared: para una vez que había en este país un jaleo del que nadie le echaba la culpa lo han metido desde sus propias filas en una batalla que pensaba ganar sin involucrarse.


ABC - Opinión

El viaje de Rajoy y las facturas pendientes de ZP con Marruecos. Por Federico Quevedo

El líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, viajó ayer por la tarde a Melilla donde hoy va a ser recibido por el presidente de esta ciudad autónoma, Juan José Imbroda. En circunstancias normales esto no tendría mayor relevancia, pero ayer el Gobierno de Marruecos montó en cólera y acusó al líder del PP de “provocación”.

Si este fuera un país normal, y cuando digo normal me refiero a una democracia consolidada en la que se respetan las reglas del juego y, sobre todo, las libertades y derechos de sus ciudadanos, incluida la libertad y el derecho para moverse por el territorio nacional, y esa libertad y ese derecho estuvieran protegidos como debieran por el Estado, lo lógico hubiese sido que, de inmediato, el Gobierno y, sobre todo, su representante en lo que a la política exterior se refiere, Miguel Ángel Moratinos, salieran en defensa de ese derecho y de esa libertad del señor Rajoy para viajar a una ciudad española cuando le venga en gana y por las razones que le parezcan oportunas. Pero no. Este es un Gobierno de cobardes, malditos cobardes, que se baja los pantalones ante todo sátrapa-caudillo-dictador que pueble la tierra, a costa de la dignidad nacional y nuestro orgullo como país.

Verán, lejos de cumplir con su obligación como titular de Exteriores y, por lo tanto, como defensor de los derechos y las libertades de nuestros ciudadanos, entre los que se encuentra nuestros dirigentes políticos, dentro y fuera de nuestras fronteras, lo que ha hecho Moratinos es aún más grave: ha amenazado al PP.


El martes por la tarde, sin ir más lejos, lo hizo en el Senado ante una interpelación del portavoz de Exteriores, Alejandro Muñoz Alonso, a quien le dijo, textualmente, que en Marruecos “toman nota” de la actitud del PP, y le reprochó que su partido critique las violaciones de los derechos humanos que se practican en aquel país. Lo dije una vez, cuando las agresiones y torturas a los activistas españoles, y lo reitero: me alegro de que de una vez por todas los progres comprueben hasta donde llega la doble moral de este Gobierno y su cobardía vergonzante cuando se trata de defender los derechos humanos en lugares como Marruecos o Cuba.

Si se tratara de Chile o Argentina en tiempos de la dictadura, otro gallo cantaría. Pues bien, según Moratinos, Marruecos toma nota… Y eso, ¿qué significa? Porque la experiencia dice que las ‘notas’ que toma Marruecos suelen tener consecuencias a veces muy dolorosas, y si fuera así cabría recordarle en el futuro a Moratinos sus palabras, cargadas de la demagogia totalitaria y sectaria a la que ya nos tiene acostumbrados.

Miren, lo que va a hacer hoy Mariano Rajoy es lo razonable: defender nuestra dignidad nacional ante lo que este verano ha sido una campaña vergonzante y vergonzosa de acoso por parte de las autoridades marroquíes a nuestras policías, a los ciudadanos de ambas plazas –Ceuta y Melilla- y a aquellos que libremente han elegido el camino de la defensa de los derechos de los saharauis. De eso de defender derechos sabía mucho, antes, un tal Rodríguez, que ahora se esconde debajo del turbante de Mohamed VI para no tener que dar explicaciones por su actitud humillante ante un dictador y un sátrapa que permite que en su país se violen constantemente los derechos humanos.

Pero, fíjense hasta donde llega la doble moral y el doble lenguaje de este Gobierno, que el mismo Moratinos que hace unos meses defendía el derecho de la ‘flotilla’ a invadir aguas territoriales israelíes para llevar, supuestamente, ayuda a los palestinos y protestar por su situación, violando la normativa y las leyes de Israel, ahora dice que los activistas españoles a los que la policía marroquí torturó este verano tenían que haber respetado esas mismas normas y leyes porque venían de Rabat. ¡Ah! Que si son de Rabat, si valen, pero si son de Tel Aviv, no. Impostura, engaño, mentira y cobardía. Pura cobardía. Humillante y vergonzante cobardía.

Ahora resulta que es Rajoy el que ha ‘provocado’ a Marruecos. No han sido ellos, claro, los que nos han estado provocando durante todo el verano, que va. Eso era lo normal. Que insultaran y vejaran a las policías españolas, eso no es denunciable porque como, además, forma parte de su cultura tratar a la mujer como si fuera un espantajo, hay que respetarlo… ¡No te j…! ¿Y nos tenemos que aguantar, y quedarnos tan tranquilos? Pues a lo mejor resulta que no nos da la gana. A lo mejor resulta que muchos nos seguimos preguntando qué precio está pagando Rodríguez a Marruecos y porqué, y si al final de todo esto va a resultar que más de seis años después todavía seguimos pagando las facturas de cuando Rodríguez llegó al Gobierno en marzo de 2004 y como lo hizo, y si todo eso tiene algo que ver con el resurgimiento de la amenaza de Al Qaeda contra España y la reavivación de las llamadas fanáticas a la ocupación de Ceuta y Melilla, como primer paso para la particular reconquista de Al Andalus.

Moratinos y Rodríguez tienen que dar muchas explicaciones, pero siguen escondiéndose tras el caftán del monarca alauita.


El Confidencial - Opinión

Suicidas contra España

El terrorismo islamista ha demostrado que su voluntad de destruir la democracia no es un medio para alcanzar un objetivo, sino que constituye un fin. La amenaza es global y obliga a los gobiernos y a las sociedades que se encuentran en el punto de mira a asumir sacrificios con la determinación de aquellos que saben que evitan daños mayores. En España conocemos el grado de dolor que la violencia indiscriminada puede causar. En la memoria, los atentados del 11 de marzo nos recuerdan hasta dónde pueden llegar estos enemigos de la libertad. Para quienes pretenden relativizar la amenaza, Al Qaida ha señalado a España como objetivo de sus ataques. Para aquellos que aún vacilan, pese a todo, o piensan que la guerra contra el terrorismo debe ser cosa de otros, LA RAZÓN publica hoy en exclusiva que la rama magrebí de Al Qaida, la misma que secuestró a tres cooperantes españoles en Mauritania, adiestra a terroristas suicidas para atentar en nuestro país. Un dato relevante es que este grupo dispone de la financiación suficiente para desarrollar sus planes criminales, lo que refuerza la convicción de que la cesión a los chantajes terroristas y el pago de rescates siempre arrastran consecuencias amargas. España dispone de unos magníficos Cuerpos y Fuerzas de Seguridad, que han demostrado su eficacia contra las redes islamistas. Debemos confiar en ellos, por lo que no se trata de provocar un alarmismo desproporcionado, pero sí de concienciar a la opinión pública sobre los esfuerzos que nos exige a todos la lucha contra ese enemigo real, el mismo que es capaz de sembrar el terror en nuestras calles y de asesinar a tres españoles en Qala i Naw. Precisamente, Afganistán ha sido una prueba de obstáculos exigente y dolorosa para verificar nuestro grado de convicción colectivo en ese combate contra el terrorismo internacional. Aquella guerra nos ha exigido enormes sacrificios en el pasado y muy probablemente lo hará en el futuro. Los dos principales partidos demostraron ayer en el debate parlamentario sobre la guerra en el país asiático que su respaldo esencial a la misión militar se mantiene y que España no saldrá de allí «mientras estén en peligro la seguridad del país y de la región, la seguridad global y la seguridad de los españoles», en palabras de Zapatero. Un gesto de responsabilidad tanto del presidente como del líder de la oposición, más allá de que la contienda se mueva en la incertidumbre o que la falta de una planificación realista del conflicto parezca conducirlo a un callejón sin salida. Pero también hubo diferencias de calado. Mariano Rajoy denunció con razón la opacidad informativa del Gobierno y la falta de un trabajo pedagógico que ha provocado un creciente rechazo popular a la presencia de las tropas españolas. En efecto, el Gobierno ha cometido errores de envergadura, como insistir contra la fuerza de los hechos de que estábamos ante una misión humanitaria u ocultar buena parte de la verdad sobre la suerte de nuestras tropas. Ahora esperamos que cumpla con los compromisos internacionales y se mantenga firme en la convicción de que la libertad de los españoles se juega también a miles de kilómetros del país.

La Razón - Editorial

Afganistán: comparecer para no informar

Lo que denunciamos es la imposibilidad de ganar esa guerra cuando no se reconoce que estamos participando en ella, y cuando lo hacemos con el discurso más propio de una ONG que el que debería animar y llevar a cabo una misión militar.

El tan esperado pleno del Congreso dedicado a Afganistán y a nuestra presencia militar en aquel país ha servido para poner de manifiesto que Zapatero no está dispuesto a informar ni cuando tardíamente comparece, se supone que para hacerlo. Ya no es sólo que el presidente del Gobierno haya dejado por enésima vez de manifiesto su tozuda renuencia a reconocer que allí nuestros soldados están participando en una guerra, es que también se ha negado a informar con claridad y detalle por qué nuestras tropas lo están haciendo, contra quién estamos combatiendo, qué valores estamos defendiendo, cuáles son los objetivos de nuestra misión, cuál es el nivel de coordinación con nuestros aliados y hasta dónde estamos dispuestos a llegar con ellos.

El presidente del Gobierno no ha respondido más que con vaguedades a estos y otros muchos decisivos interrogantes, no todos ellos planteados por el líder de la oposición. Así, asegurar que "seguiremos haciendo todo lo posible para que pronto llegue el día en que nuestras tropas puedan abandonar el territorio afgano con la plena satisfacción del deber cumplido" está bien, siempre y cuando nos diga previamente, de forma concreta y clara, cuál es ese "deber que hay que cumplir". Referirse a él con inconcretas referencias a la "seguridad" o a la "estabilización del país" en nada lo esclarece, como tampoco lo hacen las referencias al terrorismo islámico, que parecían más destinadas a reforzar la versión oficial respecto a la autoría del 11-M que a otra cosa.

A este respecto no podemos dejar de manifestar nuestra sorpresa al ver cómo quienes dan por incontestable la autoría islamista de ese atentado, y la han utilizado para justificar nuestra precipitada retirada de Irak, la saquen ahora a colación para justificar nuestra permanencia en Afganistán. ¿Es que Zapatero aspira para Afganistán algo distinto a lo que no ha contribuido a lograr para Irak?

Somos los primeros, con independencia de la desacreditada versión oficial del 11-M, en advertir que el terrorismo islámico es una amenaza para todo el mundo libre y que Afganistán es un campo en el que hay que librar esa guerra. Lo que denunciamos es la imposibilidad de ganarla cuando no se reconoce que estamos participando en ella, y cuando lo hacemos con un discurso más propio de una ONG que el que debería animar una misión militar.

También nos ha llamado la atención que Zapatero no respondiera –ni Rajoy planteara la pregunta– sobre el grado de coherencia de luchar contra el terrorismo islámico en Afganistán, cuando además de satisfacerlo en Irak, nuestro Gobierno lo está financiando con el pago de rescates en el Sahel. Como valientemente ha denunciado Rosa Díez: "Para liberar a uno de los nuestros no se puede pagar a los que asesinan a otros de los nuestros".

El caso es que, visto lo visto, es imposible hacerse una idea sobre cuáles son los planes para Afganistán de nuestro Gobierno ni a corto ni a medio plazo ni lo que va a proponer nuestro país en la próxima cumbre de la OTAN en Lisboa. Respecto los irresponsables anuncios de retirada norteamericana, posteriormente matizados por el Gobierno de Obama, Rajoy ha estado muy acertado al advertir que "o bien los objetivos se olvidan de los plazos, o los plazos obligarán a olvidar los objetivos". El problema es que el nihilista de Zapatero no tiene claro ni los plazos ni los objetivos de nuestra presencia militar en Afganistán.


Libertad Digital - Editorial

Guerra en Afganistán

Al presidente del Gobierno le viene grande la política internacional porque sigue aplicando doctrinas «buenistas» y términos grandilocuentes que nadie admite.

DESPUÉS de cinco años, con un balance de 94 bajas y casi 1.600 soldados desplegados, Rodríguez Zapatero se dignó ayer a comparecer ante el Congreso de los Diputados para explicar el punto de vista del Gobierno sobre la misión de las Fuerzas Armadas en Afganistán. El presidente mantuvo ante la Cámara una postura ambigua, apelando a una genérica lucha contra el terrorismo global y asegurando que España seguirá allí hasta que la operación de la OTAN agote sus objetivos. La opinión pública merece explicaciones rigurosas en una cuestión de Estado que Mariano Rajoy abordó una vez más con realismo y sentido de la responsabilidad. A pesar del apoyo de una oposición capaz de situarse al margen del partidismo, el jefe del Ejecutivo mostró su faceta más oportunista, cuyo único objetivo es salir del paso «como sea». Las disquisiciones lingüísticas del propio Rodríguez Zapatero y del portavoz socialista para no utilizar la palabra «guerra» son fiel reflejo de un planteamiento absurdo que supone una falta de respeto a la inteligencia de los ciudadanos. El presidente utilizó todo tipo de circunloquios, como «escenario bélico» o «escenario caracterizado por la violencia y el conflicto», y José Antonio Alonso rozó el despropósito con la imaginaria distinción entre el uso de los términos «war» en inglés y «guerra» en español. Nuestros soldados sufren agresiones continuas y corren cada día serios peligros en un territorio hostil. Merecen por ello un apoyo político al más alto nivel, sin convertir esa genuina misión de guerra —elogiada recientemente por el general Petraeus— en una supuesta acción humanitaria y solidaria, al gusto de la retórica gubernamental.

A estas alturas, la dialéctica del contraste entre Irak y Afganistán demuestra un sectarismo ideológico y una preocupante falta de madurez en materias muy delicadas. Las democracias occidentales luchan contra un desafío a gran escala, y para afrontarlo con garantías de éxito es preciso tener las ideas claras y llamar a las cosas por su nombre. Al presidente del Gobierno le viene grande la política internacional porque sigue aplicando doctrinas «buenistas» y términos grandilocuentes que nadie admite en la situación actual. España y sus aliados luchan en Afganistán a favor de la libertad y en contra del fundamentalismo que sirve de coartada ideológica al terrorismo universal. El sacrificio heroico de los soldados españoles merece que el Gobierno reconozca esa realidad, y no pretenda ocultar la evidencia a base de falacias sin sentido.

ABC - Editorial

Las vacaciones de Toxo

Hoy publica La Gaceta en portada, una foto del Secretario General de Comisiones Obreras mientras preparaba la Huelga General en un crucero de lujo por el Báltico. «Ciudadanos en la Prensa», está en condiciones de confirmar la noticia (la conocía desde el 20 de Agosto) y para ello aporta su propio documento gráfico (foto de la derecha), conseguido por uno de sus corresponsales a bordo en el citado crucero. (¡Menudo nivel que nos gastamos!).

Nuestra corresponsal escribió:
«Si, reaparece con una barbita canosa típica de intelectual, es él. Ya os digo que no era fácil confirmarlo porque se escondía detrás de las columnas en los sitios donde había más posibilidad de encontrarlo. Pues, allí estaba, y por el lugar que ocupaba en las mesas con las vistas más privilegiadas, iba en una suite fetén. Seguro que estuvo todo el tiempo pensando en los cuatro millones y medio de parados, sufriendo muchísimo y sintiéndose solidario con ellos según entraba por el puerto de San Petersburgo, aspirando los aromas revolucionarios que se pudieran esconder entre grúa y grúa y saltándosele las lágrimas al ver las letras gigantes en las que, todavía hoy, se identifica el nombre de LENINGRAD».
Nuestra corresponsal es entrevistada por «esRadio».



Portada de La Gaceta

La noticia en Libertad Digital