miércoles, 6 de octubre de 2010

El síndrome de la zeja. Por Edurne Uriarte

Queda el líder desnudo en su mediocridad y la imposible tarea de montar otra campaña electoral con su liderazgo.

Todavía los hay que buscan claves secretas para entender las primarias suicidas provocadas por Zapatero en Madrid. Los que se resisten a aceptar que Zapatero, además de Blanco y Rubalcaba, pueda ser un político tan extremadamente inepto y torpe. Es la última rémora de un hiperliderazgo artificial construido por los socialistas y por la camarilla de Zapatero, pero también por los medios de comunicación, en torno a un político dotado de notables cualidades escénicas, pero mediocre y superficial en sus conocimientos y en sus ideas.

Las primarias suicidas son precisamente una consecuencia de ese hiperliderazgo, de los efectos del síndrome de la zeja más aún que del síndrome de la Moncloa. De la desmedida fe del propio Zapatero en la fortaleza e infalibilidad de su liderazgo más que de los estragos del poder. De su insensato convencimiento de que una palabra suya bastaría para arrastrar a los militantes en apoyo de Trinidad Jiménez. Después de seis años de poder en el que él mismo, sus publicistas y muchos analistas han llegado a creer que era la figura misma de Zapatero más que el partido o la identificación con la izquierda lo que mantenía al PSOE en La Moncloa y le daba opciones, además, de volver a vencer al PP en las próximas elecciones.

Creencia contraria a todas las evidencias de democracias parlamentarias como la nuestra sustentadas en la fuerza de los partidos mucho más, infinitamente más, que en la fuerza de los líderes. Y contraria, y esto es lo más extraordinario de todo, a los hechos del líder magnificado. Comenzando por la lamentable negociación con ETA, propia de un ignorante en terrorismo, y acabando con el desastre de gestión frente a la crisis económica. Desactivado el síndrome de la zeja, queda el líder desnudo en su mediocridad y la imposible tarea de montar otra campaña electoral con su liderazgo y con la zeja como referentes.


ABC - Opinión

Palabra de etarra, palabra de Chávez, pedrada contra ZP. Por Antonio Casado

La credibilidad que algunos conceden a este par de criminales, Xavier Aristrain ('El golfo') y Juan Carlos Besance ('El fenómeno'), crece en razón directamente proporcional a las posibilidades de convertir su deposición judicial en pedrada política contra el gobierno de España. Para perpetrar la secuencia ha hecho falta confrontar su testimonio, el de los terroristas, con el del presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Ni color. Por supuesto, vale más la palabra de Aristrain y Besance, miembros del llamado comando Imanol.

Nunca hubiera imaginado que la derecha furiosa quedaría entre Málaga y Malagón a la hora de decidir quién es más fiable. Entre un par de terroristas de ETA y el napoleoncito venezolano, la verdad está con los terroristas. Nunca mienten. Y si se trata de mortificar a Zapatero se sumarán a quienes hacen guardia para celebrarlo. Extraños compañeros de viaje unidos por las puntas. Quién nos iba a decir que estos enemigos jurados de ETA, en nombre de la dignidad nacional y el respeto a la memoria de los 800 victimas mortales de la banda terrorista, iban a convertir a estos dos etarras en acreditados pregoneros de la verdad. En eso coinciden con el embajador venezolano, Isaías Rodríguez, que ayer también asumía la insoportable, recurrente y reglamentada alusión de los etarras a la tortura policial.


«El ministro dice que es muy probable ese adiestramiento de etarras en la selva venezolana, aunque no cree en la complicidad del Gobierno venezolano».

Todo esto forma parte del culebrón político y mediático desatado al saber que los susodichos criminales informaron con todo detalle al juez Ismael Moreno de su paso por la selva venezolana en 2008 para adiestrarse en el manejo de armas y explosivos. No digo que sea mentira. Es bastante verosímil y encaja en los antecedentes, desde que el ordenador de Raúl Reyes, guerrillero colombiano muerto en marzo de 2008, nos puso en la pista de la colaboración entre las FARC colombianas y ETA, consentida, si no patrocinada, por el propio Gobierno de Chávez mediante la conexión Cubillas.

Juicios de valor

Naturalmente, debe ser máximo el nivel de exigencia al Gobierno Zapatero para impedir por todos los medios legales, diplomáticos, policiales y judiciales, que ETA encuentre en Venezuela un lugar donde los terroristas se encuentren cómodos. Pero lo que me parece intolerable es que el principal partido de la oposición y el brazo mediático de la derecha sin complejos estuvieran ayer haciendo juicios de valor, procesando las intenciones del Gobierno y pidiendo comparecencias parlamentarias sin escuchar a nadie, excepto a los etarras y a sus anfitriones venezolanos, que decían cosas contrapuestas pero igualmente útiles para arremeter contra Zapatero y Moratinos.

De eso se trata, o así me lo parece. De mantener el cerco a un presidente en tiempo añadido, según doctrina del PP, y no de mantener alta la guardia contra ETA esté donde esté, que es la tarea de política antiterrorista confirmada ayer tarde por Rubalcaba. El ministro dice que es muy probable ese adiestramiento de etarras en la selva venezolana, aunque no cree en la complicidad del Gobierno venezolano. Al contrario, afirma que Chávez está colaborando en nuestra lucha antiterrorista, al menos desde que el juez Eloy Velasco, en marzo de este año, plasmó en un auto judicial la colaboración de ETA y las FARC apadrinada por el gobierno de Caracas. Pero me temo que la palabra de Rubalcaba tampoco va a servir de nada frente al preclaro testimonio de dos criminales de ETA.


El confidencial - Opinión

La secta socialista. Por M. Martín Ferrand

El revolcón de las primarias, fruto de la torpeza de Zapatero, ha producido el efecto contrario del presumible.

LOS últimos zarandeos experimentados por la familia socialista permiten sospechar que el PSOE, franquicias incluidas, es algo más que un partido. Cualquier otro grupo, por la derecha o por la izquierda, mostraría vestigios de vergüenza ante circunstancias tan artificiales y caprichosas como, con ocasión de las primarias para la Comunidad de Madrid, han significado, de José Luis Rodríguez Zapatero hacia abajo, a toda la cúspide de poder que recala en la calle Ferraz de Madrid. No hemos asistido a una confrontación de ideas, sino a un cruce de caprichos y contradicciones que con el líder a la cabeza ha pretendido saltarse a la torera el reglamento de la formación y anteponer el dedazo al espíritu democrático. Y, además, con malos modos.

Sin embargo, todo el partido, incluso sus pretendidas víctimas, se han volcado en la protección y disculpa de Zapatero, José Blanco, Alfredo Pérez Rubalcaba y tutti quantiintegran la élite conspiradora en la que se tiende a confundir el partido con el Gobierno y, para mayor daño de nuestra ya dañada democracia, con el Estado. ¡Qué espectáculo! En abuso de la mala memoria de que solemos hacer uso en España, tal y como cantaban los del Frente de Juventudes, los socialistas marchan «prietas las filas». Sin un desmayo, sin una mala cara y, ni siquiera, un gesto de reproche al hombre que, no contento con haber generado el mayor paro conocido en España desde las migraciones del franquismo y de haber engordado la deuda y el déficit hasta dimensiones insólitas en el tiempo constitucional, le ha hecho al partido que lidera como secretario general más daño que el que conocieron en el exilio sus líderes históricos.

El revolcón de las primarias, fruto de la torpeza operativa de Zapatero, ha producido el efecto contrario del presumible. El PSOE, en formación de orden cerrado, como cuando éramos soldados no voluntarios, desfila en torno a su caudillo y le rinde pleitesía y culto. Podría ser un alarde de disciplina; pero, más bien, parece un signo propio de las sectas en las que unos miligramos de ideología y unas toneladas de intereses compartidos conforman un cuerpo único y sólido en el que se arruina la razón y se proscribe la crítica. Es la máxima expresión de la partitocracia, en la que un líder tiene poder para señalar quién encabeza la lista electoral para todos los Ayuntamientos del país, para todas las Autonomías y, en las legislativas, para cada circunscripción y, a mayor abundamiento, puede mangonear en la configuración del Consejo General del Poder Judicial, en la del Tribunal Constitucional, y en una buena parte de los medios informativos disponibles.


ABC - Opinión

Primarias. Gómez es Zapatero. Por José Antonio Martínez-Abarca

Gómez no representa a lo peor del socialismo porque le hayan apoyado los felipistas, sino porque representa sencillamente al socialismo, algo tan capaz de solucionar los desafíos del hombre contemporáneo como una peña de casino decimonónica.

Me temo que el sobrevalorado "no" de Tomás Gómez a Zapatero no es ningún advenimiento del "tomasismo" ideológico que vaya a salvar al PSOE de Zapatero y de las encuestas de voto, porque el "tomasismo" ideológico no existe ni, con el nivel intelectual y moral del personaje, puede existir, y además gómeces insignificantes hay muchos por ahí. Gómez no es sino un zapaterista de carril más que tuvo un acceso de vanidad cuando Zapatero le pidió que se quitase, no un héroe, ni un estadista, ni un reformista, ni un portador de aire fresco, ni nada salvo el acostumbrado estafermo sociata aleccionado en cuatro prejuicios y sin ninguna respuesta útil, pero es que ninguna, para los problemas de la sociedad moderna. Es el clásico bromista de izquierdas que habla de "devolver el poder" (sic) en Madrid a la "mayoría social", como si la mayoría social, salvo que haya otra escondida en zulos y cuevas, no fuera ahora mismo feroz y abrumadoramente anti-PSOE. No es el hombre que le dijo que no a Zapatero, sino el hombre que le sigue diciendo que sí a Zapatero menos cuando éste quiso poner a una amiga suya y amenazar su futuro sueldo público. Parece olvidarlo la prensa.

La prensa presenta a Gómez estos días como si fuera una nueva vía ignota al socialismo, como una nueva idea aún desconocida, prácticamente como una instantánea regeneración desde dentro frente al zapaterismo decadente. Pero no. Esta mercancía que nos están vendiendo es de una grotesquería indescriptible. No hay ninguna diferencia ni programática ni de ningún otro tipo entre Tomás Gómez y Zapatero, entre Tomás Gómez y Trinidad Jiménez, entre Tomás Gómez y la chupa de Trinidad Jiménez, entre Tomás Gómez y Rubalcaba, entre cualquier cosa que ahora mismo lleve encima el baldón de las siglas PSOE y todo lo que está siendo negativo para el país. Todo es lo mismo dentro de ese partido, a efectos de que los españoles volvamos a caer en sus zarpas en cualesquiera elecciones, internas, externas, autonómicas, generales o mediopensionistas: comparten todos en el socialismo las nuevas ideas que no tienen, su única vía novedosa hacia el progresismo es idéntico callejón sin salida y la decadencia va en el carné. Detrás de Gómez se ve a Trini como detrás de Trini se trasluce Zapatero como detrás de Zapatero se echa de ver a Bono y más allá el desastre del socialismo como cosmovisión. No hay nada que hacer. Y, esperanzadoramente, esta mercancía que viene averiada de fábrica parece que tiene ya poco que hacer ni en Madrid ni en España.

Gómez no representa a lo peor del socialismo porque le hayan apoyado los felipistas, como editorializa subrepticiamente algún periódico, sino porque representa sencillamente al socialismo, algo tan capaz de solucionar los desafíos del hombre contemporáneo como una peña de casino decimonónica. Es una candidatura prematuramente fracasada porque su partido sólo merece el desalojo urgente de cualquier tarea gubernativa, y lo es porque la idea del mundo de los abonados de este partido es impracticable.


Libertad Digital - Opinión

De Castro a Chávez. Por Gabriel Albiac

Chávez no enseña los dientes a esos tiburones yanquis y peligrosos. Asusta a algún besugo desdentado.

YO era un chaval, los tiempos eran propicios al malentendido. Es lo que tienen las dictaduras. A fuerza de odiar el franquismo, uno acababa por sentir afecto a todo lo que nos parecía su contrario; aunque tantas veces, al final, no fuese más que una variedad local de lo mismo. Son cosas que con la edad se curan, si uno no quedó tarado del todo, que también pasa. Recuerdo que debió de ser en torno al 68, pero de la fecha exacta sólo guardo el intacto recuerdo de cierto rostro a mi lado. Era la sala de un colegio mayor de entonces. Y, en su pantalla, una larga entrevista del Comandante Fidel Castro, puesta a nuestra disposición por algún amable funcionario de aquella legación diplomática habanera que no recuerdo que tuviera nunca problemas con el franquismo. Castro —aunque entonces sólo hubiéramos dicho reverencialmente «Fidel», a la manera en que los devotos del GAL aquí dirían en su día sólo «Felipe», la afición por los cálidos nombres propios cuadra bien con todas las dictaduras—, Castro, digo, hablaba sin parar: así era siempre. A mí aquel exceso de oratoria se me hacía duro. Incluso en mis años jóvenes —cuando todo en un hombre es tan dado al exceso— tenía yo ya una cierta querencia —sospechosamente elitista, sin duda— a lo del menos es más. En el caso del Comandante, más era muchísimo menos que menos y aun bastante por debajo de nada.

Hubo un momento, sin embargo, decisivo en aquel pase. Castro explicaba su teoría del imperialismo. Estaba yo buceando el otro día, largó con tono serio. Se me vino un tiburón con mala pinta. Yo me quedé mirándolo y le enseñé los dientes. El tiburón salió zumbando. La lucha contra el imperialismo es eso: ustedes les enseñan los dientes y ellos huyen… Supe que aquel tipo era un cafre. Y decidí borrarlo de mis intereses. No me había yo pasado la mitad de mi corta vida estudiando a Rosa Luxemburg, a Hilferding, Lenin, Bettelheim, Sweezy o Baran, sin hablar del majestuoso Marx, para aceptar que un chiflado con barba descapitalizase mi tiempo invertido. Si alguien estaba dispuesto a reírle tales gracias al pintoresco hombre de los rusos en el Caribe, allá ese alguien con su triste destino. Nunca pensé —yo casi siempre me equivoco— que aquella exaltación del puro irracionalismo fuera a hacer escuela. Medio siglo después llegó Hugo Chávez. Y Fidel Castro pareció —al lado de su discípulo— una versión muy comedida de Descartes.

No digo yo que me extrañe la blindada pervivencia de las extravagantes variedades de Caudillos en la zona. Antes de Fidel hubo Tirano Banderas, en la prosa relampagueante de Valle. Y cuarto y mitad de Tiranos Banderas demasiado reales y demasiado encharcados en corrupción y en sangre y en locura. El hombre de Moscú en las Antillas trasplantó a ese cultivo milenario sólo ciertas retóricas, mal traducidas del ruso soviético. El resultado era hilarante. Tanto como homicida. Pervivió, porque la guerra fría lo exigía. Pervive, porque nadie sabe qué hacer ya con semejante escombrera de desidia y ruina.

Chávez aprendió la lección del comandante. Pero él no enseña los dientes a esos tiburones yanquis y peligrosos. Asusta a algún besugo desdentado: Zapateros, Moratinos, Bonos… Hasta los dictadores degeneran.


ABC - Opinión

Vigorexia. Por Alfonso Ussía

Me figuro que la vigorexia no es otra cosa que la enfermedad obsesiva del vigor. Aznar lo ha puesto de moda. Se sopla mil abdominales al día como si fueran diez velas de cumpleaños. Los gimnasios están repletos de políticos. A un político gordo e inmoderado de carnes caídas ya no le vota nadie. Prieto y Azaña no tendrían nada que hacer en estos tiempos. Lástima que los tiempos no se adelantaran un poco. Lo malo es que tampoco Churchill, y eso hubiera significado una pérdida para la humanidad. Agustín de Foxá, el gran escritor olvidado por los concededores de bulas, se sentía cómodo en su gordura. Un colega sectario le afeó su militancia en la derecha: «Soy conde, soy diplomático y soy gordo, ¿que coños quieres que sea?». Foxá usaba de los plurales para darle más fuerza a la sentencia. Nunca jamás pisó un gimnasio, y en ese aspecto me parezco a él, lo cual me honra. El que sí lo pisa, y con ilusionado ahínco, es Gómez. Es más joven que Aznar pero se agota antes. Hace trescientos abdominales por la mañana. Está cachas y vigoroso. Mejor para él. La fuerza física concede más resistencia a los perdedores.

El caso, es que harto de mi inactividad física, me he apuntado a un gimnasio, con entrenador personal y todo. Hoy, cuando escribo, he inaugurado mis sesiones de abdominales. Y el resultado ha sido esperanzador. Cinco. He conseguido culminar cinco procesos completos de esfuerzo abdominal. El entrenador me ha preguntado si deseaba seguir, y mi respuesta ha sido contundente. «Mañana haré seis abdominales. Hoy tengo que escribir». Lo hago, y lo escribo para que mis lectores valoren mi esfuerzo, doblado de dolor. No de agujetas, sino de dolor desgarrado. El entrenador me ha obligado a mover unos músculos que tenía educadamente dormidos, y las consecuencias han sido terribles. Pienso en Aznar y alucino en colores, como decía el pijerío de entresiglos.


Mientras llevaba a cabo el desgarramiento de mi cuerpo, me he visto rodeado de toda suerte de buenas gentes que lo pasan fatal para estar un poco más fuertes que los demás. Así, una joven mujer que se ha pasado una hora a todo correr en una cinta. Correr en una cinta y no moverse del sitio es una tontería. Un atlético y fornido concejal –no le he preguntado si lo era, pero tenía todo el aspecto de serlo–, no ha dejado de subir y bajar pesas al tiempo que estiraba y encogía las piernas sin ningún tipo de fundamento social. Ha terminado peor que yo, que ya es decir. Y en el vestuario, me he topado con una nueva costumbre de la que ignoraba su arraigo. La exhibición de pitilines. Los usuarios se duchan, se saludan, hablan, ríen y quedan para tomar una copa en situación de rotundas porretas. He sido invitado a participar en un coloquio de esos, y al hacerlo con una toalla anudada a mi cintura, me han tratado como si fuera un extraño. Miradas de profundo desprecio me han acompañado cuando en un pispás, y amparado por la toalla, me he puesto los calzoncillos. –Éste no es de los nuestros–, han comentado. Cuando he abandonado el vestuario, ellos seguían con su charla, pitilín arriba, pitilín abajo, y ya en la calle he tomado la decisión de renunciar a mi belleza física en beneficio de mi dignidad.

La Razón - Opinión

Pensiones. El abismo económico y la política. Por Agapito Maestre

Cómo estará la cosa de fea que Fernández Ordóñez, por primera vez desde que fue nombrado en el cargo de gobernador, ha hecho una objeción relevante al Gobierno, a saber, la ley de Presupuestos que se prepara corre serios riesgos de resultar un fiasco.

La comparecencia del gobernador del Banco de España ante la Comisión de Presupuestos del Congreso es digna de comentarse, aunque se moviera dentro de los límites de lo políticamente correcto, es decir, de servilismo al poder omnímodo de Zapatero. Políticamente correcto es, en efecto, mantener que lastensiones financieras más fuertes que se han vivido en Europa, en general, y en nuestro país, en particular, "respondieron en buena medida a una sobrerreacción de los mercados que no supieron apreciar los puntos fuertes de nuestra economía y de nuestras finanzas públicas".

Por fortuna, Fernández Ordóñez recupera la razón al decir que, a pesar de todo, sería un error grave atribuir únicamente al comportamiento gregario (sic) de los mercados financieros los episodios de extraordinaria tensión que se han vivido en nuestro país. De hecho, reconoce el compareciente, estas terribles tensiones financieras se vieron potenciadas por las debilidades del entramado institucional europeo y por las dudas que existían acerca de la voluntad y la capacidad de los gobiernos nacionales para afrontar los problemas estructurales y de déficit público de sus economías. Dudas, dicho sea de paso, que en el caso español cada vez son más graves que en el resto de Europa, porque los dos grandes partidos son incapaces de acordar cuestiones fundamentales que ya han sido resueltas y consensuadas en el resto de Europa, por ejemplo, el futuro sistema de pensiones y la edad de jubilación.


En pocas palabras, Fernández Ordóñez, al fin, parece reconocer las responsabilidades del Gobierno de Zapatero en la crisis que sufrimos y, sobre todo, se atreve a plantear una seria observación a los presupuestos que se preparan para el 2011. Aunque sólo fuera por eso, creo que esta comparecencia tiene que ser citada y comentada. Cómo estará la cosa de fea que Fernández Ordóñez, viejo militante socialista, por primera vez desde que fue nombrado en el cargo de gobernador, ha hecho una objeción relevante al Gobierno, a saber, la ley de Presupuestos que se prepara corre serios riesgos de resultar un fiasco.

La predicción de Fernández Ordóñez esta avalada por varios argumentos, entre los que sobresalen, en primer lugar, que el crecimiento previsto por el Gobierno del 1,3% no pasará del 0,6%; y, en segundo lugar, que es necesario limitar de algún modo, bien sea por ley o por otro tipo de control gubernamental, el gasto de los ayuntamientos y las comunidades autónomas para que se cumplan los presupuestos. Según el informe del gobernador, es más que necesario tener preparado un plan B que pueda ayudar a salvarnos del fracaso absoluto. Eso es, sin embargo, lo que no quiere reconocer el Gobierno, que rechazó el sábado pasado por boca de su vicepresidenta económica cualquier posibilidad de un plan alternativo ante las previsiones de fracaso.

Así las cosas, si el Gobierno no presta atención a estas objeciones del gobernador del Banco de España por un lado, y si Rajoy persiste en una defensa numantina del actual sistema de pensiones por otro lado, podemos encontrarnos más pronto que tarde al borde del abismo económico. Y, por supuesto, político.


Libertad Digital - Opinión

Un peligro público. Por José María Carrascal

A estas alturas, Zapatero no es sólo un peligro para España. Es también un peligro para su partido.

¡PERO si se lo ha dicho «El País» en primera página! «Zapatero pierde la batalla de Madrid». Y quieren hacernos creer que Zapatero no tiene nada que ver con la derrota de Trinidad Jiménez. Cuando la pobre chica, escarmentada por el revolcón sufrido en su anterior envite madrileño, no pensaba repetirlo. ¡Con lo bien que estaba ella en el Ministerio de Sanidad, donde no tenía que luchar más que con la gripe, que incluso a veces ni se presentaba! Otro tanto ocurre con lo de Tomás Gómez «candidato del partido». ¿Pero no había dicho Rubalcaba que era «el candidato de la derecha», cuyo «triunfo dañaría al partido»? Y por si ello fuera poco, el intento de hacernos creer que las primarias fueron una idea del presidente, cuando todos sabemos que Zapatero quería que Tomás Gómez se retirase, para dejar paso a su candidata. Ahora, sólo falta que nos digan que fue una jugada estratégica para hacer famoso al desconocido Gómez. Aunque tan inteligentes no son. Sus mentiras son más burdas.

Pocas veces habrá quedado más en evidencia en qué consiste el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero: en crear problemas para intentar luego resolverlos. Problemas, además, ociosos o, por lo menos, no prioritarios. Mientras los prioritarios se dejan al lado, hasta que por su propio peso, estallan. Le ocurrió con la negociación con ETA, que nos costó unos cuantos muertos, bastantes concejales próximos a la banda en los ayuntamientos vascos y varios años perdidos en la lucha contra ella. Le ocurrió con el Estatuto catalán, prometiendo lo que no debía ni podía prometer, lo que nos costó cuatro años de forcejeos en el Tribunal Constitucional, distanciamiento entre Cataluña y España y dejar descontentos a todos. Le ocurrió con la crisis, que empezó negando, pasó luego a tomar falsas medidas contra ella y nos condujo a una de las peores posiciones europeas para afrontarla. Y ahora, el sainete de las autonómicas madrileñas, que tratan de vendernos como una muestra de democracia y unidad del partido, cuando es público que, de haberse dejado al líder máximo, hubiese sido una muestra del designio a dedo y de ignorar las bases.

A estas alturas, Zapatero no es sólo un peligro para España. Es también un peligro para su partido, una carga, un lastre cada vez más pesado. Tiene a su lado aquellos y aquellas que le deben el cargo, que saben que, desaparecido él, volverán a la nada de donde salieron. Y tiene a los nacionalistas, que esperan sacarle todavía mucho provecho. Rodeado de ellos, como el Miramamolín en las Navas de Tolosa, espera poder resistir hasta 2012. Puede que aguante. Lo que no sabemos es si aguantará España y, por lo que empieza a verse, el PSOE.


ABC - Opinión

Wilders. La dictadura de los virtuosos. Por José García Domínguez

Muerta y enterrada la dictadura del proletariado, la ha sucedido esa dictadura de los virtuosos; sin duda, la mayor amenaza contra la libertad desde la irrupción de los fascismos en la década de los veinte.

Creo que fue Andy Warhol quien auguró que muy pronto viviremos en una época en la que todo el mundo podrá decir lo que piensa porque todo el mundo pensará lo mismo. Y, al menos en Europa, ya estamos a cinco minutos de esa distopía pastueña. Repárese, si no, en la reacción de la prensa, igual la de izquierdas que sus gemelos de la derecha, ante el asunto del holandés. Un señor diputado electo, ese Wilders, que, sin duda, habría salido absuelto del tribunal de la opinión publicada si hubiese acuchillado a Theo van Gogh. Pero, ya se sabe, se comienza por un crimen y se acaba negando el brazo a las ancianitas que cruzan la calle.

Como Wilders, ahora estigmatizado por el establishment en pleno tras incurrir en el más ominoso de los delitos a ojos de los nietos de Voltaire y Rousseau: el de opinión. Y es que al pobre ingenuo, creyendo que Holanda aún tenía algo que ver con Holanda, se le ocurrió comparar el Corán con el Mein Kampf. En fin, el caso resta sub iudice. Todavía no se sabe con certeza, entonces, si habrá de penar en la cárcel su osadía, ni tampoco si lo desposeerán del escaño. Ahora, del escarnio de verse reo de la Justicia no lo ha librado nadie. Un incómodo capítulo para el que la cobardía moral de Occidente ya ha encontrado coartada. El tal Wilders –nos insisten– es de la extrema derecha. Acabáramos, el tipo era un facha. Asunto olvidado, pues.

Tal que así, vamos camino de perder otra batalla, la enésima, en la guerra contra la Razón que ha desatado el sucedáneo posmoderno del totalitarismo que responde por corrección política, la doctrina dominante en la progresía tras la bancarrota de su viejo relato ideológico. Un canon preceptivo, el de lo políticamente correcto, que clasifica a ciertos individuos (musulmanes, minorías sexuales, inmigrantes, delincuentes juveniles...) como víctimas a amparar de toda crítica, justificada o no, sin tolerarse ni la menor discrepancia. Ninguna. Muerta y enterrada la dictadura del proletariado, la ha sucedido esa dictadura de los virtuosos; sin duda, la mayor amenaza contra la libertad desde la irrupción de los fascismos en la década de los veinte. Que Alá nos proteja.


Libertad Digital - Opinión

Plan B. Por Ignacio Camacho

El gobernador del Banco de España es un optimista: solicita un plan B dando por supuesto que hay un plan A.

EL gobernador del Banco de España, al que el Gobierno que lo ha nombrado tiende a considerar un cenizo, es sin embargo un optimista impenitente. No tanto como Zapatero, pero casi: al solicitar ayer un plan B para la economía española ha dado por supuesto que existe un plan A. Es de temer que Miguel Ángel Fernández Ordóñez —conocido en el ámbito político con el acrónimo de MAFO— haya dado en considerar con benevolencia un plan al conjunto deslavazado de medidas de ajuste adoptadas por el Gobierno a raíz de las urgencias perentorias del Directorio Europeo; sin embargo eso no viene a ser más que una atropellada improvisación ejecutada de cualquier manera para salvar el riesgo inmediato de quiebra. Un plan requiere un diagnóstico intelectual, un proyecto político y un método directivo, y nada de eso hay en el precipitado bandazo con que el presidente se aplicó hace cuatro meses una brusca enmienda a la totalidad a sí mismo.

La propia necesidad de un plan B, sugerida con sensatez por MAFO ante el temor de que el ajuste no tenga los efectos deseados y desemboque en una nueva coyuntura de riesgo, revela la inexistencia del plan A más allá de la inmediata aplicación de unas cuantas reformas urgentes y forzosas. La política del zapaterismo puede ser cualquier cosa menos planificada; su esencia es la de su propio estilo, repentista y contradictorio, zigzagueante e inseguro, basado en una interpretación aventurera del principio de estímulo y respuesta. Al gobernador, que además de ser hombre metódico dispone del mejor cuadro de análisis de la economía española, debe de producirle sarpullidos semejante manera de jugar a la ruleta rusa. Su advertencia, formulada en la solemnidad de una comparecencia parlamentaria, provoca escalofríos si se medita que no obedece a pulsiones intuitivas sino a datos objetivos; simplemente, tiene razones para temer un escenario de defaultfinanciero. Tradúzcase como quiebra y/o suspensión de pagos.

No anda muy lejos Paul Krugman, ese Nobel socialdemócrata al que hacía la pelota Zapatero, cuando pronostica en un reciente libro el peligro de un corralitobancario en España. Por fortuna el sabio Krugman tiene una pronunciada tendencia a equivocarse, pero las previsiones de MAFO sobre la evolución de la crisis, sin ser todas exactas, se han cumplido con bastante más exactitud que las del Gobierno; no hace demasiado tiempo que algunos ministros lo apostrofaban por pedir… una reforma laboral. Si hubiese al frente de Economía —y no digamos del propio Gobierno— una personalidad solvente, con influencia y prestigio, las predicciones melancólicas podrían relativizarse a través de ese intangible que es la confianza política. Pero con este presidente y esta vicepresidenta entregados al autodesmentido, el globo sonda y los pronósticos voluntaristas, un pesimista parece más que nunca un optimista bien informado.


ABC - Opinión

De España y su futuro

Si hay algún dirigente político que con plena autoridad moral puede dar lecciones de cómo enfrentarse a una herencia paupérrima, de cómo transformarla en riqueza social y de cómo superar la crisis económica que atenaza a una nación, ése es José María Aznar. Desde esa cátedra que sólo se alcanza cuando se ha protagonizado con éxito una etapa histórica, el presidente de FAES impartió ayer en LA RAZÓN una lección de plena actualidad porque casi ninguno de los males que hoy aquejan a España le fueron ajenos como gobernante. De ahí que su mensaje huyera del lamento derrotista y de la resignación fatalista para afirmar la fe en la capacidad de los españoles y la confianza en que se puede salir del abismo si se recuperan los valores morales, políticos y constitucionales que nos han guiado desde la Transición hasta 2004. Fue a partir de aquel año, con la victoria del socialismo en traumáticas circunstancias, cuando se puso en marcha un proceso de ruptura y regresión con respecto a la fecunda herencia de los gobiernos del PP. Los socialistas iniciaron el desmontaje de aquel espíritu constitucional de la Transición, suscribieron pactos tan antidemocráticos como el tristemente célebre del Tinell, que dejaba fuera del juego político a la mitad de los españoles, y fabularon una Memoria Histórica como arma arrojadiza. En el plano económico rompieron el pacto de estabilidad y se embarcaron en un desmesurado gasto público. Y en la escena internacional demonizaron la relación con EE UU, renunciaron al ventajoso Tratado de Niza y giraron hacia un provincianismo barnizado con una risible Alianza de Civilizaciones. Así se explica que España haya retrocedido en estos seis años a la misma situación que en 1996: paro masivo, parálisis económica y estancamiento social. Es decir, una España sumida en el sufrimiento inútil y sin perspectivas. Si la herencia que dejó Felipe González lastró el despegue de España hasta el comienzo del milenio, la herencia que reciba el próximo Gobierno será mucho más ruinosa y enderezarla costará años de sacrificios y esfuerzos. Pero es posible superar el desafío. Son posibles otra forma de gobernar y otras políticas de progreso. La sociedad española tiene recursos, fortaleza e inteligencia suficientes para salir del marasmo en que la han sumido los gobiernos del PSOE. Ya se logró una vez, en 1996, y se puede reeditar aquella remontada si se adoptan las decisiones correctas. José María Aznar las enumeró ayer con claridad: recuperar los consensos políticos básicos y el valor normativo de la Constitución, poner fin a la centrifugación del Estado y restablecer la confianza y la plenitud de las instituciones. No son fórmulas mágicas, sino los puntos esenciales de un proyecto de regeneración destinado a fortalecer la convivencia, devolver a España su vigor perdido y sentar las bases de la recuperación económica para volver a la prosperidad. En estos momentos sólo hay una formación política en disposición de pilotar ese proyecto regenerador: el PP, que lidera Mariano Rajoy, un dirigente que «ya sabe lo que es hacerse cargo de una herencia socialista y poner de nuevo en marcha el país», como subrayó Aznar.

La Razón - Editorial

ETA en Venezuela

Chávez dice rechazar a la banda, pero no hace nada ante los indicios de tolerancia con ella.

El embajador de Venezuela en Madrid insinuó ayer, y luego matizó a medias, que las declaraciones de dos etarras detenidos la semana pasada en Guipúzcoa sobre su participación en un cursillo de adiestramiento terrorista celebrado en ese país pudieran haber sido arrancadas irregularmente. El embajador también aventuró la hipótesis de que pudiera tratarse de una estrategia defensiva de los detenidos para "aminorar la pena".

Lo primero es una grave acusación lanzada a voleo, impropia de un diplomático. Y si no se puede excluir que Xabier Atristain y Juan Carlos Besance hayan confesado con la esperanza de ganarse la benevolencia de los jueces, eso no es un argumento contra la veracidad de su testimonio. También es cierto que ni siquiera la confesión es prueba suficiente de la utilización del territorio venezolano para ese menester. Pero de esa utilización hay otros indicios potentes: el ordenador del ex jefe de las FARC Raúl Reyes, un documento incautado en mayo de 2008 al entonces jefe de ETA Thierry librando el dinero necesario para un cursillo sobre armas y explosivos en Venezuela, las declaraciones de desmovilizados de las FARC. A ello se une ahora esta declaración autoinculpatoria de dos etarras, incluida en un auto judicial.


Son indicios que requerirían una investigación por parte de las autoridades venezolanas, y no la simple y enfática negación. En el comunicado conjunto suscrito en marzo pasado por los Gobiernos de Caracas y Madrid se incluye el compromiso expreso de "colaboración judicial y policial contra ETA". El propio Hugo Chávez, tras negar credibilidad a las declaraciones de "criminales sanguinarios" reiteró ayer su "rechazo sin paliativos a ETA", lo que fue considerado por el Ministerio de Asuntos Exteriores como respuesta "contundente" y "adecuada".

Sin embargo, lo adecuado de la actitud del Gobierno venezolano no depende de la adjetivación o la prosodia empleada, sino de las actitudes. Y ni siquiera ha sido tomada en consideración la petición cursada en marzo por la Audiencia Nacional para la extradición de Arturo Cubillas, ya citado en otros procedimientos anteriores y señalado ahora por los declarantes como uno de los dos etarras que impartían el cursillo. El hecho de estar nacionalizado tras casarse con una venezolana se ha citado como argumento para no conceder esa extradición, pese a que expertos juristas consideran que sería posible; y por otra parte, Cubillas ocupa un cargo en la Administración venezolana. ¿No sería lógico abrir una investigación y separarlo entre tanto del puesto?

Es cierto que las declaraciones de los etarras se refieren a hechos anteriores al comunicado conjunto de marzo, y que lo importante es que Chávez cumpla ese compromiso. Pero no lo hará mientras la única estrategia de Moratinos sea evitar que se enfade el caudillo caribeño, olvidando que también él está interesado en una buena relación con Madrid.


El País - Editorial

Aun más ignominioso que el silencio

No es ya que Zapatero y Moratinos guarden el cobarde silencio de costumbre, es que destacados miembros de su Gobierno han salido en tromba a defender al caudillo venezolano, aun cuando su embajador ha acusado a la Guardia Civil de torturar a los etarras.

De ignominiosa cabe calificar la reacción del Gobierno de Zapatero ante las pruebas que evidencian, una vez más, la colaboración del régimen chavista con ETA y que han sido, en esta ocasión, facilitadas por la confesión de los terroristas detenidos la semana pasada. No es ya que Zapatero y Moratinos hayan guardado el cobarde silencio de costumbre, es que destacados miembros de su Gobierno han salido en tromba a defender al caudillo venezolano, aun cuando su embajador en Madrid ha acusado a la Guardia Civil de arrancar a los etarras su confesión bajo torturas.

Así, la vicepresidenta Fernández de la Vega ha destacado el "alto grado de colaboración en política antiterrorista" que, según ella, el régimen venezolano está brindando a España. El vicepresidente tercero, Manuel Chaves, en la línea del caudillo venezolano, ha restado credibilidad a la confesión de los etarras al afirmar que las declaraciones de estos deben ponerse siempre "en un congelador". Por su parte, el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, si bien ha considerado "verosímil" la confesión de los etarras de que fueron adiestrados en Venezuela, ha manifestado que "ni tan siquiera sospecha" que el Gobierno de Hugo Chávez "tuviera que ver con estos entrenamientos".


La cantidad de incoherencias y de clamorosas mentiras y ocultaciones en las que los miembros del Ejecutivo de Zapatero han tenido que incurrir para salvar la cara al mandatario venezolano no tiene límites. Para empezar, no es la confesión de los etarras sino un auto judicial a cargo del juez de la Audiencia Nacional, Eloy Velasco, el que desde el pasado mes de marzo denuncia claramente "la cooperación del Gobierno venezolano" en la alianza entre ETA y las FARC y el que revela, entre otros bochornosos capítulos, cómo militares venezolanos escoltaron en 2007 a etarras que iban a impartir "cursillos" de adiestramiento armando a los terroristas colombianos. Este auto, basado en informes policiales, tanto españoles como extranjeros, así como en documentos y material informático incautados a los terroristas, no ha recibido ahora más que una confirmación con la confesión de los etarras detenidos la semana pasada de que ellos también recibieron en 2008 ese adiestramiento en Venezuela, bajo la protección y ayuda del alto cargo del Gobierno de Chávez, el etarra Arturo Cubillas.

Al margen de las reiteradas negativas de extradición de Cubillas por parte del Gabinete de Chávez, recordemos asimismo que uno de los detenidos en Francia el pasado mes de marzo, José Lorenzo Ayestarán, alias "Fanecas", es otro etarra al que Hugo Chávez se había negado durante años a extraditar a España, el mismo al que llegó a ofrecer la nacionalidad venezolana en diciembre de 2006, el mismo al que posteriormente facilitó su vuelta a la "lucha armada" permitiéndole salir de Venezuela.

Si las declaraciones de Fernández de la Vega hablando del "alto grado de colaboración en política antiterrorista" del régimen venezolano son una afrenta para los españoles en general, y para las víctimas del terrorismo muy en particular, las manifestaciones del vicepresidente Chaves, que quitan credibilidad a lo que digan los etarras, es simplemente un insulto a nuestra inteligencia. Chaves no sólo se contradice con Rubalcaba, sino que finge ignorar que la confesión de los etarras es redundante sobre lo que la policía, la Fiscalía y la Audiencia nacional ya sabían. Por otra parte, quitar credibilidad a lo que confiese un etarra por el hecho de ser etarra es tanto como negar valor probatorio a la delación entre delincuentes en todo proceso penal. Si la "doctrina" de Chaves imperara, muchos de los etarras cuya condena ha sido facilitada por las confesiones de sus compañeros bien podrían estar ahora, en lugar de la cárcel, gozando de la protección del régimen venezolano.

Es bochornoso que a estas alturas España no haya roto sus relaciones diplomáticas con Venezuela ni haya elevado ante los organismos internacionales la más enérgica denuncia. Pero ¿qué cabe esperar de un Gobierno como el de Zapatero que por conceder honorabilidad a Hugo Chávez es capaz de quitar credibilidad a nuestra policía, a nuestra Fiscalía y a nuestros tribunales de justicia?


Libertad Digital - Editorial

Humillado ante Chávez

No hay intereses económicos en Venezuela que justifiquen esta humillación en la que se postra el Gobierno español ante Hugo Chávez.

EL Gobierno español ha perdido el norte en su respuesta a las nuevas evidencias de que el régimen de Hugo Chávez ha convertido Venezuela en campo de entrenamiento, y no en mero refugio, de terroristas de ETA. Esas evidencias se amontonan en la Audiencia Nacional y no se limitan a las recientes declaraciones de los etarras Javier Aristain y Juan Carlos Besance Zugasti. Estos han confirmado las informaciones de terroristas de las FARC «desmovilizados» recabadas en Colombia por la Policía española; de los datos precisos que estaban almacenados en los ordenadores de Raúl Reyes, dirigente de las FARC muerto en un ataque del Ejército colombiano; y de documentos obtenidos en operaciones contra ETA en Francia. No se trata de dar o negar crédito a los etarras detenidos —el Gobierno de Zapatero se lo dio a la banda terrorista durante años de negociación—, sino de aceptar la existencia de pruebas que señalan directamente al régimen chavista como encubridor de terroristas. El Gobierno manipula la realidad al dudar de los etarras que han declarado en la Audiencia Nacional y obviar el resto de antecedentes. Pero todavía es más grave que no respalde de forma inequívoca a la Justicia, la Fiscalía y la Policía, que son las instituciones que han contrastado, en el ejercicio de sus funciones, la veracidad de los datos que acreditan que ETA se ha entrenado con las FARC en Venezuela. En vez de respaldar la actuación de estas instituciones, el Gobierno ha vuelto a actuar temerosamente, llegando a compartir con Hugo Chávez la táctica de cuestionar la palabra de los etarras. Lástima que no lo hiciera cuando negociaban políticamente en la tregua de 2005-2007.

Lo que sabe es suficiente para responder con las medidas más severas que quepan en las relaciones diplomáticas. Los golpes de pecho de Chávez contra los etarras Aristain y Besance solo han convencido a la vicepresidenta De la Vega, dispuesta a elogiar la impostura del gerifalte bolivariano y a dar la espalda a los jueces, policías y fiscales que sostienen las pruebas de la colaboración de su régimen con ETA. Por si no fueran suficientes los datos que tiene la Audiencia Nacional para esperar una reacción digna del Gobierno español, el embajador venezolano en España se ha atrevido a cuestionar la legalidad de los interrogatorios a los etarras. No hay intereses económicos en Venezuela que justifiquen esta humillación en la que se postra el Gobierno español ante Hugo Chávez.


ABC - Editorial