domingo, 10 de octubre de 2010

Errores enfrentados. Por M. Martín Ferrand

Las voces que se escuchan contra Zapatero no son nuevas formulaciones ideológicas. Son mera defensa del empleo.

TARTUFO, el personaje de Molière, ha sido durante siglos el signo convencional de la hipocresía; pero, a la vista de los acontecimientos, se nos ha quedado pequeño. Los cuadros rectores del PSOE, especialmente sus barones territoriales, viéndolas venir, tartufean con la misma intensidad cuando hablan que cuando guardan silencio, y de ahí la crisis que atenaza al partido, desampara al Gobierno y tiene con las vergüenzas a la intemperie a José Luis Rodríguez Zapatero. No es que el presidente haya perdido la sinceridad, nunca la tuvo. Lo que se le ha volatilizado es la credibilidad en razón de unas mentiras que, antes, resultaban verosímiles para quienes, por militancia o contramilitancia, estaban dispuestos a creer los dichos del líder socialista o los contrarios, tampoco muchos, de los sugeridos por los canales del PP.

Las voces críticas que, con epicentro en Castilla-La Mancha, se escuchan contra Zapatero no son nuevas formulaciones ideológicas, puesta a punto del enrabietado discurso socialista que caracteriza al de León ni, siquiera, un gesto de protección de los intereses de la propia parroquia electoral. Son mera defensa del empleo. El flautista de Hamelin es incompatible con las nuevas tecnologías y el nivel de información que manejan los desinformados. De ahí que quienes no quieren perecer en el próximo tumulto electoral, aspiren a separar su imagen de la del frustrado líder planetario. Tarea imposible porque los fracasos de Zapatero, sus contradicciones y engaños, han empapado ya el emblema del puño y la rosa.

Se equivoca Mariano Rajoy si, como dicen sus próximos, pretende culminar lo que le queda a la legislatura, que es mucho, con la mera confrontación con el caducado líder socialista. Cuando los boxeadores «hacen sombra» en el gimnasio afirman el movimiento de piernas e, incluso, la flexibilidad de su cintura; pero no acreditan su contundencia que es, precisamente, lo que reclama un electorado que vive la congoja de la situación presente. En Cataluña, primera etapa de la carrera electoral hasta 2012, el PSOE saldrá trasquilado; pero el PP no pasará de ser, y sin grandes crecimientos, la tercera de las fuerzas presentes en el Parlament. Eso es muy poca cosa para cimentar los municipales y autonómicas de la próxima primavera. La negación de Zapatero, que ya le brindan hasta sus íntimos, no conlleva la afirmación de Rajoy y no se trata de que la mayoría le quiera, como pretenden sus estrategas, sino de que le prefiera. Algo menos sentimental que hay que construir con argumentos y programas. Los que el PP, si los tiene, nos esconde.


ABC - Opinión

La trampa de Barreda. Por Germán Yanke

La desafección de buena parte de los votantes a Zapatero le está convirtiendo en un lastre más que en un activo electoral.

Desde la anterior tarascada de Barreda, repetida esta semana con la advertencia de que el PSOE va hacia la catástrofe electoral, el PP encontró la constatación de lo que vienen diciendo las encuestas: la desafección de buena parte de los votantes a Zapatero le está convirtiendo en un lastre más que en un activo electoral. Separarse de él, deslizarse en el tópico (como ha dicho el presidente de Castilla La Mancha) de que se está más cerca de los socialistas de la región que de los dirigentes del partido, son recursos del desesperado ante lo que teme que se avecine. Barreda recuerda la limitación de mandatos (como si ya estuviera harto de Zapatero) y sugiere un cambio de rumbo, pero con ello convierte el pesimismo en una trampa porque nadie es capaz de ver en su trayectoria y en sus políticas (y competencias tiene) una alternativa a la política del Gobierno. Como el PSOE padece una debilidad más que preocupante, cualquier pequeñez se convierte en detonador de tormentas. Ahí está como una broma del ministro de Industria sobre lo contingente que es pertenecer al Gobierno se transforma en otro síntoma de crisis. Todo ello no quita que los arañazos de Barreda no sean más que síntomas de su propia incapacidad, general en el partido y causa de su previsible derrota. Ni tiene un programa alternativo para discutir en el partido o para ofrecer al electorado, ni es capaz de sugerir un nuevo equipo o un líder distinto para las próximas elecciones. Le van tan mal las cosas de cara a las autonómicas que su única suerte es que los militantes socialistas de la región no le digan lo mismo que él al presidente: que hace falta un cambio de rumbo y, seguramente, un nuevo líder que lo concrete y lo encabece. Se oye decir que, en estos momentos de zozobra, Zapatero debería «reinventarse» pero quizá, para que no todo dependa de él (ni lo malo), es el PSOE, que ha permitido esta deriva, el que tendría que rehacerse. ¿Alguien piensa que Barreda puede contribuir a ello?

ABC - Opinión

ZP. Negociar no importa qué. Por José T. Raga

¡Diálogo, diálogo, diálogo...! ¡Siempre diálogo! Un diálogo que nunca llega y que menos aún permite suponer que de él podría devenir algún fruto en beneficio de la sociedad española.

Es una máxima, más bien diría yo que la única máxima, que ostenta de forma ignominiosa nuestro presidente del Gobierno y que nos conduce a la ruina. Muchos, optimistas de nosotros, pensamos que el señor Rodríguez Zapatero, ya se había convertido a la realidad y había asumido que estamos en una crisis económica de la que, aunque diga que es global, él no está exento de responsabilidad por lo que hizo y por lo que sigue sin hacer.

Tres etapas, con un mismo denominador, son de destacar en este viacrucis por el que discurrimos a diario todos los españoles. La primera, que todos recordarán perfectamente, fue la del talante. Zapatero iba a ser otra cosa. Su fingida bondad pública, su apariencia amable, su sonrisa hasta en los momentos más difíciles, incluso en los episodios trágicos, hacían de aquel ZP en sus inicios la esperanza de otro modo de hacer política a lo que se recordaba del socialismo de los GAL, de Filesa, de las nacionalizaciones por vía de expropiación con subsiguiente privatización entre cercanos y amigos...

En todo aquello, que se resumía en el nuevo talante de ese leonés –que tampoco es leonés– que llegaba a la Moncloa había mucho, quizá todo, de careta, de máscara, de farsa y de falsedad. Tan así que las referencias al talante pronto se convirtieron en la chufla nacional, para sarcasmo de los que contemplan el teatro nacional.


Había pues que abandonar el talante y sustituirlo por algo que sonara bien, que se vendiera mejor, y que permitiera seguir enredando a la nación para, sin hacer, aparentar que se hace. Así, la nueva etapa se iba a caracterizar por el diálogo. La apertura al diálogo, sin saber sobre qué ni para qué, sería el nuevo estribillo con el que se adornaría el presunto estadista, hasta el punto de que se dialogaría con necios, con mentecatos y con delincuentes; a lo mejor incluso habría ocasión de dialogar con personas de honesto vivir, pero éstas nunca serían noticia. La apertura al diálogo, algo que nunca se vio de forma determinante en la acción de la realpolitik, sería un eslogan siempre presente hasta en los momentos menos aconsejables.

¡Diálogo, diálogo, diálogo...! ¡Siempre diálogo! Un diálogo que nunca llega y que menos aún permite suponer que de él podría devenir algún fruto en beneficio de la sociedad española y, si ustedes me apuran, ni siquiera para el propio Zapatero; a excepción, eso sí, de su permanencia en el poder, que quizá es lo único que trataría de pretender. Los conflictos internos no existirían si hubiera diálogo; las guerras en el exterior se solventarían con mayor eficacia a través del diálogo; hasta cuando no hay con quien dialogar, en la doctrina ZP el diálogo sigue siendo el instrumento de solución más eficaz para cualquier escenario posible.

Que Venezuela te insulta y te humilla: diálogo. Que Cuba se pitorrea de ti y de la nación española: diálogo. Que Bush, Obama, Merkel, Sarkozy, Blair, Brown, Berlusconi... te marginan como a cualquier chiquilicuatre: diálogo. Un diálogo del que se habla, pero que nunca llega a producirse, porque ni siquiera en quien lo esgrime existe voluntad de dialogar. Además, diálogo, ¿para qué? ¿A dónde se pretende llegar con el diálogo? ¿Hay ideas claras, susceptibles de aproximación entre las partes dialogantes?

Se acabó también la etapa del diálogo sin llegar a ver ningún fruto que no sea la pérdida de tiempo; miren ustedes, si no, la historia reciente del diálogo social entre Sindicatos y Empresarios, con un celestino que actúa como Cupido desde su función de gobernar.

La tercera etapa, la actual, es la que viene presidida por la negociación. Negociación de todo y de no importa cómo ni qué. Se negocia con delincuentes sanguinarios, con secuestradores piratas, se negocia con comunidades autónomas, con ayuntamientos, con partidos políticos y en todas estas negociaciones, el apóstol de la negociación, ZP siempre en condiciones de inferioridad. Parece que le gusta negociar para conseguir ser perdedor. La dignidad, la autoestima, el orgullo que confiere una rica historia no le permiten situarse en condiciones prevalentes o al menos de igualdad con los recién llegados. Quizá es que en la historia no cree y lo de la dignidad se la trae al fresco.

Las tres etapas enunciadas tienen un rasgo común: ausencia de una idea para conducir una acción de gobierno. Igual le da Juana que su hermana. Por ello, en un momento de crisis acepta capítulos de gasto que nunca estuvieron antes, porque ha perdido en la negociación: recuérdese el gasto en traducciones a las lenguas autonómicas que se va a producir en el Senado; se negocia el mayor gasto con ayuntamientos; se negocia con los malversadores de los recursos de las cajas de ahorros; se dan prebendas a los de casa sin posibilidad de saciarles.

Cuando, la única idea que debería de tener, si es que puede tener alguna, es la de reducir el déficit público y reducir también la deuda pública, y, junto a ello, minorar los impuestos y las cargas fiscales en general, para incentivar la economía basada en la iniciativa de quien sí que la puede tener: el sector privado que sabe bien lo que cuesta ganar el dinero y cómo administrarlo adecuadamente. Mientras tanto, el Fondo Monetario Internacional ha debido negociar que la banca está peor de lo que estaba, que nuestra deuda se considera menos solvente que cómo se consideraba, que no se cree los presupuestos zapateriles, y que tiene que hacer más sacrificios para salir del problema en el que se encuentra nuestra economía, quizá la más problemática de los países desarrollados.

Pues nada, señor presidente, a negociar. Y ustedes, queridos lectores y amigos, échense a temblar y no bajen la guardia por lo que pueda pasar.


Libertad Digital - Opinión

¿Con Zapatero o frente a él?. Por José María Carrascal

Los votantes socialistas, como los del PP, no bastan para ganar la batalla de Madrid, donde abundan los que van por libre.

¿SE ha levantado la veda sobre Zapatero? ¿Empieza a ser un lastre para los socialistas? Primero, hay que precisar qué socialistas. Los que han venido rentabilizando sus victorias van a defenderle con uñas y dientes, al saber que su derrota les devolverá a la nada de donde salieron. El resto, en cambio, van a poner la mayor distancia posible con él, e incluso le señalarán la puerta de salida, como ha hecho Barreda, después de haberle bailado el agua todos estos años. Pero en política la primera lealtad es con uno mismo, excepto en casos muy singulares, que más confirman que contradicen la regla. Zapatero va a enterarse ahora de cuántos amigos tiene, si alguno.

Un caso especial lo constituyen aquellos socialistas a quienes ha ninguneado u ofendido. Empezando por Tomás Gómez, a quien quiso dejar en la cuneta. ¿Debe tomarse la revancha? No parece prudente, pues va a necesitar cada voto en su batalla con la muy aguerrida dama Esperanza Aguirre. Su problema, sin embargo, es que ganó las primarias precisamente por «haber dicho no a Zapatero», como muy bien dijo Rubalcaba, equivocándose en todo lo demás. Es decir, por haber sabido mantener el tipo y la palabra. Ello le dio un aire de David —perdonen el uso de la manida metáfora, pero es la más adecuada— frente a Goliat. Pero si una vez alcanzada la victoria le vemos diciendo cosas como: «Quiero dar las gracias a José Luis Rodríguez Zapatero por su apoyo y ánimo», tal impresión se diluye, para dar paso a otra bastante diferente: «Este hombre es un cínico o un oportunista». O sea, un político como los demás.


La maniobra puede valer para los socialistas, acuciados por la necesidad de hacer piña. Pero los votantes socialistas, como los del PP, no bastan para ganar la batalla de Madrid, donde abundan los que van por libre, y no votan borreguilmente al candidato del partido, sino al que considera más adecuado al momento y las circunstancias. De ahí que en Madrid haya habido alcaldes y presidentes socialistas y populares con amplio respaldo del vecindario. Y esos madrileños con criterio propio lo que más admiran de Tomás Gómez es precisamente la libertad de que hizo gala frente a la cúpula de su partido. Pero si volviera a ser un mero funcionario, tal efecto desaparecería.

Este es el dilema en que se encuentran Tomás Gómez y todos aquellos socialistas que se han dado cuenta demasiado tarde de a quién tenían al frente, y ahora lo tienen enfrente. Sólo ellos podrán resolverlo, porque si dejan que el aparato lo resuelva, están tan perdidos como si David, en vez de cortar la cabeza a Goliat, hubiese acudido solícito a curarle la herida que le había causado con su pedrada.


ABC - Opinión

Fractura abierta. Por Pilar Ferrer

La guerra de los «barones» socialistas no ha hecho más que empezar. Tras la fuerte ofensiva de José María Barreda, se avecinan otros vendavales. El negro horizonte electoral para los todavía presidentes del PSOE dará paso a otra dura reacción de los alcaldes. Nadie duda que la herida de las primarias en Madrid y el triunfo de Tomás Gómez han dejado muy tocado al jefe del Gobierno, y en frágil situación a los dos «halcones», Blanco y Rubalcaba. Con su habitual sagacidad, Alfonso Guerra habla ya de un bando ganador y otro perdedor.

El manchego Barreda, uno de los dirigentes más coherentes y sensatos, atisba una debacle en su feudo. El extremeño Fernández Vara, con doble discurso en privado y en público, afronta una escisión en el partido con históricos nombres de la etapa de Rodríguez Ibarra. El andaluz Griñán puede perder el más poderoso y tradicional cortijo. Anteriores altos cargos critican sin tapujos al presidente. Los actuales ministros navegan en las filas de un Gobierno noqueado, al que Miguel Sebastián compara con un cumpleaños de incierta duración. Y destacadas cabezas de la «vieja guardia» se revuelven inquietas ante quien las fulminó de un plumazo. Mientras, Zapatero levita, ajeno a las críticas del FMI sobre nuestra economía, en la pertinaz incógnita de si será o no candidato. Bien lo dice el refrán, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Aunque la fractura está ahí, abierta, candente y pendiente de sutura.


La Razón - Opinión

La cuenta atrás. Por Ignacio Camacho

Sin apoyos y sin política, el desplome de Zapatero en los sondeos muestra un estado de opinión terminal.

EL gran problema actual de Zapatero no consiste tanto en que se esté quedando sin apoyos como en que se ha quedado sin política. La crisis ha desbaratado su proyecto y desnudado su falta de respuestas, dejándolo sin otro discurso coherente que el de la permanencia en el poder. Obligado por Obama y por la UE a un ajuste en el que no creía, ha perdido el respaldo de los suyos y no es capaz de sumar otros nuevos; carece de crédito para proceder a la enésima reinvención de sí mismo. Sus errores ante la recesión han destruido cualquier posibilidad de liderazgo. Primero la negó con una terquedad inverosímil y luego prometió, atado a los sindicatos, una salida socialdemócrata que ha fracasado porque la crisis es mucho más profunda de lo que jamás ha entendido. Su política consistía en aguantar, a base de gasto público, a la espera de un cambio de ciclo, pero al persistir la depresión sólo logró un aumento del déficit y la deuda que situaron al país al borde de la quiebra. En el momento —allá por mayo—en que el Directorio europeo le dobló el brazo y le impuso medidas de recorte forzoso, su autoridad quedó desarbolada ante propios y extraños. Su intento de abrazar la nueva fe liberal como un converso le ha proyectado ante la opinión pública como un dirigente aferrado a la poltrona y ha generado un patente descontento entre su electorado que ataca los nervios de la estructura dirigente del Partido Socialista; sus seguidores han dejado de creer en él y empiezan a verlo como un obstáculo para la supervivencia.

El proyecto zapaterista, líquido y débil, sólo tenía algún sentido en una etapa de prosperidad. Sin preocupaciones económicas podía centrarse en la ingeniería legislativa sobre los derechos civiles y crear marcos conceptuales de intencionalidad ideológica: las reformas estatutarias, la memoria histórica, las leyes de igualdad o el aborto libre. Pero con una catástrofe financiera, un desempleo inasumible y un colapso de productividad las prioridades de la sociedad han cambiado de forma radical y este Gobierno se muestra desbordado en sus capacidades. Para la izquierda ha traicionado sus convicciones y sus promesas; para la derecha jamás ha merecido confianza. El desplome presidencial en los sondeos muestra un estado de opinión terminal en el que la gente sólo espera que la legislatura acabe.

Zapatero carece ya de autoridad para decirles a los ciudadanos que va a levantar el país a base de rectificarse a sí mismo. Los más próximos sólo tolerarían un cambio de política con un cambio de líder, y el resto desea que llegue el momento de pasar página y emprender otro rumbo. Esta legislatura se ha convertido en una cuenta atrás en la que el presidente se ha quedado sin argumentos. La vía socialdemócrata ha fracasado y para hacer políticas de derecha neoliberal no hay nadie mejor que la derecha y los liberales.


ABC - Opinión

¡Ay, los señoritos!. Por Alfonso Ussía

Lo más parecido a Alfonso Guerra es un cernícalo. Un ave de presa que sobrevuela a sus presas y calcula el ataque. No mata, pero atonta. Domina el pelotazo al muñeco y al tentetieso. Y es buen encajador porque pasa. Cuando no lo hacía, la presa era él. Guerra es faltón e irónico, y nada malo hay en ello. Y mantiene una corriente dentro del socialismo, el «guerrismo», que nadie sabe en qué consiste aunque exista. En el PSOE, para tenerlo callado, le ofrecen escaños altos, revistas y fundaciones, pero se me olvidaba. Además de cernícalo es también un bastante alacrán, y su carácter le impide la prudencia del silencio.

Han exagerado con lo de la «señorita Trini». Los que afirman que se trata de una emisión machista, son tontos. O tontas. No entienden de qué va la cosa. Alfonso Guerra, cernícalo o alacrán, padece de un añejo resentimiento de clase, muy andaluz por cierto. Y Trini, para él, es un paisaje que anda y se mueve desde el señoritismo que aborrece. Su manera de hablar, de vestir, de comportarse no colabora con la necesidad de sosiego que Alfonso Guerra necesita, aunque sea a destiempo. Y Guerra es certero cuando analiza y describe. Razón le sobra al afirmar que en las primarias de Madrid ha habido ganadores y perdedores. Y que han perdido los de la «señorita Trini». ¡Intolerable falta de respeto! Pues no. Puede que haya aprovechado el batacazo de la ilustre enchufada para reafirmar la distancia que le separa de ella, pero no desde la prepotencia machista. El clasismo sí está presente, pero criticar a Guerra por clasista a estas alturas es como acusar a Esperanza Aguirre de liberal. Lo es. Alfonso Guerra tiene un concepto algo anticuado del socialismo, y le gustan las militantes airadas y con el sobaco sin depilar. Recela, pues, de las «señoritas» de Zapatero, una por una y todas a la vez, como lo habría hecho, de ser francés, de Segoléne Royal. Guerra es un socialista antiguo, carente ya de ambiciones, y con muy mala intención. Pero posee el don de la picadura. Ataca, pica y la herida molesta. En el fondo es un poeta epigramático. A mí, personalmente, me interesa mucho más lo que dice Guerra que lo que sueltan por su boca los pesebristas amedrentados por el porvenir. Guerra sabe cuáles son los granos que duelen. En Andalucía, lo de «señorito» y «señorita» tiene un alcance que no se produce en otras zonas de España. Es herida de clase, no de sexo. Y Guerra sufre la herida de clase desde que era niño. Los que se han sentido heridos por su último dardo lo han interpretado mal. Con poca inteligencia, que a Guerra le sobra. Además, que estas cosas le divierten. Tendrían que conocerlo mejor en su partido político. A Guerra le aburre el Parlamento, las revistas y la Fundación Pablo Iglesias. No sería él si no soltara de cuando en cuando su gancho tóxico. Y puestos en su piel, tiene motivos para motejar a Trinidad Jiménez de «señorita». En la estética, en el paisaje, es Trini lo que Guerra abominaba en su Sevilla de antaño. Guerra es Rodiezmo, no la chupa de cuero de marca, los pantalones ajustados y la primera fila de la Pasarela Cibeles.

La Razón - Oinión

Esperanza en la mina

Todos los mineros chilenos volverán a ver la luz del día si no hay problemas de última hora.

Ayer se cumplieron 65 días del enterramiento en vida que sufrieron 33 mineros chilenos a casi 700 metros de profundidad en la mina de San José. Los trabajos sin descanso para su rescate tocan a su fin. La perforadora que ha horadado un túnel vertical ha alcanzado ya, antes de lo previsto, la galería donde se encuentran los mineros. El «campamento Esperanza» está de enhorabuena y ayer, pese a la prudencia que todavía requiere la compleja operación de rescate, se respiraba euforia. En cuestión de días, todos los mineros volverán a ver la luz del día si no hay problemas de última hora. La fe en el milagro está a minutos de salvarles la vida.

ABC - Editorial

Maltratadas e indefensas

Lejos de atajar la violencia de género y reducir el número de víctimas, las estadísticas son la crónica de un fracaso: a falta de tres meses para que finalice el año, 53 mujeres han fallecido, sólo dos menos que en 2009, por lo que es más que probable que en 2010 se supere la cifra de 55 asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas. Los datos facilitados por Igualdad no invitan al optimismo: sólo 13 de las 53 víctimas habían denunciado previamente malos tratos y 11 de ellas habían solicitado protección, aunque únicamente la obtuvieron 9. Los medios para la prevención también son insuficientes. Según informó el delegado de Gobierno para la Violencia de Género, Miguel Lorente, hasta el mes de julio se registraron unas 530 mujeres en riesgo alto o extremo de ser maltratadas hasta la muerte. Sin embargo, sólo 369 tenían activos los dispositivos de control de las medidas de alejamiento, con lo que unas 161 féminas estaban en una situación de desprotección total. Con estos datos sólo cabe calificar con un suspenso la gestión del Ministerio de Bibiana Aído. Nadie ignora, y así lo transmite la propia ministra, que la razón de ser y la prioridad de su departamento es reducir esta siniestra estadística. Pero los hechos la contraciden, ya que no sólo no se reducen las cifras, sino que aumentan. Es evidente que se están haciendo muchas cosas mal en una materia que el Gobierno ha predicado como pilar básico de su política social. Aído ha dedicado más tiempo, más recursos y más propaganda en alentar e impulsar una ley tan ideológica como la Ley del Aborto –que crea una profunda división en la opinión pública– además de otras ocurrencias peregrinas como dilapidar 26.000 euros para la elaboración de un «mapa de excitación sexual del clitoris», distribuir posavasos en clubes de alterne o crear una línea telefónica para que el varón descargase su agresividad. Tan cierto es que la violencia de género es un problema muy complejo como que la ministra Aído no puede o no sabe cómo abordarlo, vistos los resultados. Igualdad no tiene toda la culpa en este fracaso, es cierto, pero sí debería haber liderado todas las iniciativas. Para empezar, su coordinación con Interior y Justicia para articular un procedimiento eficaz para que los dispositivos de control de las medidas de alejamiento lleguen a todas las afectadas es manifiestamente mejorable y, sobre todo, posible. Buena prueba de ello es cómo esta coordinación sí funcionó con precisión de relojería en el caso de la Ley del Aborto, en la que sí hubo intención, y sobre todo, perseverancia, entre Igualdad, Justicia y Sanidad, no sólo para que se aprobase la ley, sino también para que ésta se ejerciese desde el primer momento sin lagunas ni en el fondo ni en la forma. ¿Por qué no ha ocurrido igual con la violencia de género? Es evidente que se necesita la cooperación de las víctimas y de la sociedad, pero también es imprescindible que Igualdad gestione con más sensatez y eficacia sus partidas. Lo cierto es que las cifras de víctimas de violencia de género son una triste credencial que certifica que el Ministerio de Aído es un sinsentido, bastante oneroso, por cierto, que en vez de estar al servicio de los ciudadanos está al servicio de una ideología.

La Razón - Editorial

Barreda dice lo que muchos callan

Esta respuesta contundente del aparato socialista, señala que las críticas de Barreda son un exabrupto ocasional fruto de la improvisación, sino la expresión de un deseo bastante extendido en amplias capas del PSOE.

La arremetida del presidente de Castilla-La Mancha contra José Luis Rodríguez Zapatero ha provocado un terremoto dentro del PSOE, cuyos referentes nacionales se han disputado el primer puesto a la hora de refutar sus declaraciones cada cual con más vehemencia. Esta respuesta contundente del aparato socialista, señala que las críticas de Barreda y la sugerencia a Zapatero de que evite repetir como candidato nacional no es un exabrupto ocasional fruto de la improvisación, sino la expresión de un deseo bastante extendido en amplias capas del PSOE que los actuales dirigentes del partido necesitan anular de forma inmediata.

Como era previsible, el presidente castellano-manchego se ha desdicho rapidamente de sus comentarios para cubrir las apariencias, pero el objetivo de esas declaraciones ya está cumplido.


Tratándose de un político socialista, es difícil admitir que las palabras de Barreda respondan a la honda preocupación de un español responsable acerca de la suerte de su país si sigue en manos de su jefe de filas. Más cerca de la verdad estaremos si situamos esta rebelión de un presidente autonómico en el contexto de la proximidad de una cita electoral en la que tiene todas las papeletas para salir derrotado.

La cercanía al proyecto de Zapatero puede ser la tumba definitiva de las aspiraciones socialistas en feudos tradicionales de ese partido y, ante esa evidencia, Barreda no ha hecho más que lo necesario para su supervivencia al frente de Castilla-La Mancha. Sin embargo, las palabras de Barreda son, ante todo, el reconocimiento del fracaso colectivo del socialismo de Zapatero que, como todas las versiones anteriores, ha demostrado sobradamente su incapacidad para responder a las necesidades de una sociedad moderna y su potencial destructivo cuando el país atraviesa un periodo de crisis.

Esto lo sabe bien José María Barreda, presidente de una comunidad autónoma incapaz de avanzar en cualquier índice de prosperidad después de treinta años de socialismo.

Sí, Zapatero debe irse cuanto antes. Barreda y sus colegas socialistas también. En cuanto toque.


Libertad Digital - Editorial

Una democracia de valores

El descuido de los valores con los que se debe nutrir una democracia ha propiciado una anemia ética que pone a España ante un futuro plano.

LOS esfuerzos colectivos que exige la superación de la crisis económica son también una oportunidad para poner a España bajo una observación crítica que detecte las carencias del sistema social y político. Sería un grave error reducir la actual situación a un período de declive puramente económico e ignorar el empobrecimiento de otras estructuras no menos necesarias para el desarrollo de la nación que la economía. Se ha llegado a un nivel de abatimiento y resignación de tal envergadura que si en lo económico no se han ahorrado calificativos como depresión, hundimiento o colapso, en lo social y político se roza la decadencia. En efecto, la crisis ha desnudado —y en parte, pero sólo en parte, las ha agravado— las debilidades de recursos esenciales para una sociedad moderna, como la justicia, la educación, el sentimiento nacional y la ética política, sin los cuales la recuperación de la actividad económica no sólo es más lenta, sino que cuando se alcance será incompleta en esas facetas.

ABC quiere invitar a sus lectores semanalmente a una reflexión sobre los principales problemas de la sociedad española, en su deseo de promover una opinión pública interesada en el debate acerca de nuestro presente y nuestro futuro. Hoy, la propuesta se centra en la necesaria regeneración de España, sin juicios dramáticos ni alternativas demagógicas, pero sin ocultar la cabeza bajo el ala ante una realidad que se impone por sí sola. Mientras la economía era boyante, los problemas estructurales quedaron velados por la euforia del consumo y del crédito.
Y así no hubo verdadero compromiso para hacer frente a la crisis permanente de la Justicia, al declive de un sistema educativo sin excelencia, a la progresión de una acción política desnacionalizada en lo político y nihilista en lo moral, y a la extensión de una clase política mediocre, tanto en capacidades personales, como en altura de objetivos. Es innegable que la facilidad con que estos fallos sistémicos se han expandido se debe en buena medida a la falta de respuesta crítica en la sociedad y a la ausencia de minorías intelectuales activas. El descuido de los valores con los que se debe nutrir una democracia ha propiciado esta anemia ética que pone a España realmente ante un futuro plano, que podrá evitar si hay un compromiso colectivo por un modelo de sociedad más exigente consigo misma.


ABC - Editorial