viernes, 15 de octubre de 2010

Abucheos. Adriano y Zapatero. Por Agapito Maestre

Esa, en efecto, es la respuesta que debemos darle a los ideólogos del PSOE: "Si ustedes no están dispuestos a escuchar a los ciudadanos, entonces no gobiernen". Lárguense.

Resulta ridícula, casi patética, la pequeña discusión generada por los grititos del Gobierno contra el grito ciudadano del 12 de octubre, el día de la Fiesta Nacional. Penosos son todos los programas y columnas que discuten los "ideologemas" de Bono y la ministra del Ejército, de Zapatero o de la señora Pajín, sobre el momento más o menos oportuno y correcto para expresar una protesta contra el régimen político de Zapatero. Es tan anecdótico que el grito surgido del pueblo, de las bases de la ciudadanía, tuviera lugar en un determinado momento de la celebración del 12 de octubre como buscar "verdad" en las palabras de unos políticos que han hecho del engaño y, sobre todo, del sueldo que reciben del Estado su principal base de poder.

Lo decisivo, pues, fue la protesta surgida del pueblo. Recogida en un gran eslogan democrático que tanto me recordó la crítica de una ciudadana romana al emperador Adriano. Cuentan que el emperador Adriano paseaba un día por Roma de incógnito. Quería disfrutar del anonimato y de una mañana soleada de día de fiesta. Pretendía gozar de la calle como cualquier mortal sin poder. Pero, muy pronto, fue descubierto por una honrada ciudadana. Se trataba de una anciana que quería saber de los proyectos y soluciones de Adriano para mejorar la vida ciudadana. La buena mujer le preguntaba por todo, pero Adriano no le prestaba atención; el emperador quería ser sólo un ciudadano normalito.

Harto de las preguntas de la señora, y sin saber cómo quitársela de encima, Adriano exclamó: "¡Por favor, déjeme en paz; no tengo tiempo para usted!". A lo que contestó la vieja dama con no menos precisión: "Entonces, Adriano, no gobiernes". Pues esa, en efecto, es la respuesta que debemos darle a los ideólogos del PSOE: "Si ustedes no están dispuestos a escuchar a los ciudadanos, entonces no gobiernen". Lárguense. Eso es todo. Pero, si por el contrario, ustedes persisten en quedarse en el poder con la vieja cantinela de que son cuatro gatos los que protestan contra Zapatero, será menester que insistamos en lo sucedido el día de la Fiesta Nacional. Ese día surgió un grito de protesta de carácter democrático. No estaba organizado por ningún grupo político. Era un grito nacional, o sea, una forma de dignificar la ciudadanía.

Nadie dude de lo que quedará registrado de ese día en los anales del régimen político actual. Un historiador futuro de esta alevosa "democracia" escribirá:

El día 12 de octubre de 2010 la gente gritó: "Zapatero, dimisión". Allí por donde pasó ese día el presidente del Gobierno, ya fuera en la Plaza de Lima o por la Gran Vía de Madrid, el pueblo gritaba: "Zapatero, dimisión". Fue el eslogan de la protesta del día de la Fiesta Nacional. El resto es gana de perder el tiempo. O peor, mentir y ocultar la realidad.

Libertad Digital - Opinión

ETA-Chávez. La ofrenda de ZP a los caídos por España. Por Guillermo Dupuy

Vaya por delante que yo no abuchearía a Zapatero durante una ofrenda a los caídos por España; entre otras cosas porque tendría que recuperarme so pena de quedarme afónico y no poder seguir haciéndolo ya una vez pasado tan litúrgico trance.

Vaya por delante que yo no abuchearía a Zapatero durante una ofrenda a los caídos por España o en el momento de escuchar el himno nacional. Entre otras cosas porque tendría que recuperarme so pena de quedarme afónico y no poder seguir haciéndolo ya una vez pasados tan litúrgicos trances. Pero, sobre todo, porque considero que en esos solemnes momentos, el respeto a los españoles, tanto a los vivos como a los caídos, que quiero expresar con mis pitidos y abucheos al más incompetente y felón presidente de Gobierno de nuestra historia, debe tornarse en un profundo silencio.

Nada más lejos de mi intención, por tanto, que reprochar nada a los que no han distinguido los momentos para hacer una cosa y otra; entre otros motivos porque me consta que muchísimos de ellos desconocían lo que estaba sucediendo en el momento en el que inoportunamente pitaban. Y es que Defensa ha alejado tanto al público de la ceremonia que la ha hecho, en la práctica, invisible.


Por el contrario, lo que quiero denunciar en este artículo es la falta de respeto a los caídos por España que ha vuelto a mostrar Zapatero al pretender utilizarlos como parapeto frente a una más que merecida protesta contra él. Vamos, como si quienes silbaban a destiempo en esos momentos lo hicieran contra el himno nacional y contra quienes han dado su vida por lo que Zapatero llamó "concepto discutido y discutible". El inmenso caradura que nos gobierna los debe confundir con sus separatistas socios de Gobierno.

No es esta, sin embargo, la última muestra de desprecio a los españoles y a sus libertades que nos ha brindado quien, en su día, no tuvo empacho en prometer a ETA que "todo tendrá cabida, tenga el alcance que tenga" por "una tregua cuanto antes". Me refiero al nuevo y clamoroso abandono que Zapatero ha inflingido a nuestra administración de Justicia en sus vanos intentos de que el etarra Cubillas sea juzgado, ya sea en Venezuela, ya sea en España. Este jueves, el caudillo venezolano, en una nueva muestra de su protección a los terroristas, ha calificado este lógico y elemental requerimiento judicial como "una necedad a la que hay que hacer oídos sordos", al tiempo que la ha atribuido a una "conspiración internacional" orquestada principalmente por la "extrema derecha española". Eso, mientras su disciplinada televisión estatal calificaba a los terroristas de "refugiados vascos" y reiteraba las calumnias de su embajador en las que se acusaba a la guardia civil de practicar torturas.

¿Y cuál ha sido la reacción de nuestro presidente de Gobierno? Ninguna. El único que ha salido a la palestra ha sido el ministro de Justicia, Francisco Caamaño, pero no para defender a nuestras instituciones judiciales o a nuestra policía, sino para pedirnos "no polemizar en exceso con Venezuela".

Este es el respeto y la ofrenda a los caídos por España, especialmente a manos de la ETA, del presidente y de su Gobierno. Vamos, como para no abuchearlo.


Libertad Digital - Opinión

Al fin, una buena noticia. Por José María Carrascal

Ahora comprende uno por qué Chile lleva una ventaja considerable a las demás naciones hispanas.

¡QUÉ ganas teníamos de oír, publicar, comentar, aplaudir una buena noticia, después de tantas malas que hemos tenido últimamente! Y ninguna mejor que el rescate de los mineros chilenos, 33 hombres atrapados por la naturaleza en sus entrañas, para irlos digiriendo lentamente, como en la guarida de un monstruo. Salvados en una carrera contra el tiempo y los elementos, en la que el ingenio y la voluntad humana se aliaron, en vez de enfrentarse, como ocurre con más frecuencia de lo conveniente. Todo ello ante los ojos del mundo entero, que siguió la odisea en directo, hasta su feliz desenlace. Uno no sabe qué admirar más, la obra de ingeniería que representó la perforación de 700 metros o el temple de los mineros aguantando durante 69 días.

Aunque si tuviera que elegir, tras mucho pensarlo, eligiría la espectacular lección que Chile ha dado al mundo en general y al, hispánico en particular a lo largo de este rescate. Seguro que han contribuido muchos a la hazaña, desde la NASA a ingenieros norteamericanos, expertos en este tipo de rescates. Sin ellos, hubiese sido mucho lento y, puede, no tan feliz. Pero la actitud de los chilenos, empezando por los atrapados y sus familiares, ha sido la de un pueblo maduro, serio, responsable. Es muy posible que en el desplome de la galería hubiera habido culpas, que los directivos de la mina no hubieran tomado las debidas medidas de seguridad (ya había habido en ellas otros derrumbamientos), que los controles de la misma hubieran sido demasiado laxos. Pero en vez de ponerse a buscar culpables y a apuntarse con el dedo unos a otros —como solemos hacer en estos casos en la mayoría de nuestros países— los chilenos fijaron las prioridades desde el primer momento y se aplicaron a lo que tenían que hacer: sacar a los 33 atrapados del foso donde se encontraban, no importando las enorme dificultades que la empresa requería. Ya habría tiempo de encontrar culpables y dilucidar responsabilidades. Lo primero era lo primero.

Ahora comprende uno por qué Chile lleva una ventaja considerable a las demás naciones hispanas, pese a ser una estrecha franja de tierra montada sobre una cordillera, sin otras riquezas naturales que el cobre y los fosfatos, superexplotados: en vez de dedicarse a mirar al pasado y a echar la culpa de sus males y retrasos a gentes hace ya tiempo muertas, se han puesto a corregirlos a base de trabajo, esfuerzo y, sobre todo, unidad. Sintiéndose todos chilenos, no importan las diferencias étnicas, sociales e ideológicas que pueda haber entre ellos. Es la razón de que en la mina de San José haya habido tanta épica antigua como patriotismo moderno. Uno lo dice con un poco de envidia.


ABC - Opinión

De la Vega. El asombro del Turia. Por Emilio Campmany

Como esa inaugural y audaz amapola que nace entre el trigo a poco de ser cosechado, la primera socialista que acudió a la Cope al programa de Ignacio Villa fue doña María Teresa.

María Teresa Fernández de la Vega es un asombro por muchas razones. Lo es en el calendario porque, si para el vulgar ciudadano cada día tiene su afán, para ella cada jornada tiene su aliño indumentario único, su vestimenta concreta, su adorno preciso, su irrepetible apariencia. Su vestidor será como el sueño de una adolescente, algo así como un universo de prendas, una constelación de modelos. Aunque, bien pensado, para qué los va a guardar si no ha de repetir ninguno.

También asombra el color de su cabello, ese profundo dorado que un día lanzara al estrellato a Fanny Cottençon haciendo de sí misma en Fanny Pelopaja. No menos ocurre con su peinado, inalcanzable para los peines de un Llongueras, realizado, qué digo realizado, levantado, construido por las delicadas manos de Eduardo Manostijeras. La imagen podría dar a creer que la niña María Teresa, de retorno a su niñez y jugando a las peluquerías con las que tiene mamá en el costurero, hubiera creado del caos un armonioso conjunto de geniales trasquilones.


Con ser todo ello asombroso, no es lo único. Cuando un medio de derechas se quiere poner a bien con el PSOE, la primera evidencia que del trato asoma es De la Vega. Como esa inaugural y audaz amapola que nace entre el trigo a poco de ser cosechado, la primera socialista que acudió a la Cope al programa de Ignacio Villa fue doña María Teresa. Como esa inicial y atrevida golondrina que vuelve al nido escondido entre las tejas y el canalón, fue también ella la primera en visitar a Buruaga en la misma cadena. Y cual mariposa que revolotea de flor en flor, de conversión en conversión, acudió a visitar a los amigos de Veo7.

Tanto adorno, tanta apariencia, tanto afeite y tanto melindre para repetir en todos sitios las mismas majaderías, en la creencia de que los que escuchamos hemos de estar embobados ante su clase, distraídos e incapaces de atender a lo que dice. Yo, para poder seguir sus argumentos me tapé los ojos y con esta maña logré no distraerme con su luz y darme cuenta de que nada serio dijo. Primero amenazó con democratizarnos a protocolazos si se nos ocurría volver a abuchear a Zapatero. Otra cosa es llamar asesino a Aznar, quemar banderas nacionales y efigies del Rey y llamar a rodear las sedes del PP el día anterior a unas elecciones para hacerle responsable del mayor atentado terrorista de la historia de Europa. No, si para educación la de los socialistas. Luego, dijo que Zapatero dio el giro económico por propia convicción, porque le dio la gana, sin admitir presiones de nadie, como si todos los españoles no hubiéramos visto lo ocurrido. Y, finalmente, aclaró que lo de El Valle de los Caídos se está haciendo con total trasparencia y que no han tocado un resto humano, que el solo hecho de tener que desmentir tal necrofilia es ya un desdoro en sí mismo.

Lástima que los periodistas que la entrevistaron no pudieran, por educación, cerrar los ojos ya que, deslumbrados como quedaron por la donosura de la entrevistada, se olvidaron de repreguntar y quedaron encantados con lo que la dama les endilgó. En fin, para que la señora no diga que soy un maleducado reventador, le felicito en el día de su santo y le deseo que lo pase tan ricamente estrenando el modelo que hoy toque.


Libertad Digital - Opinión

Incapacidad para comprender. Por Fernando Fernández

El problema de este Gobierno a la hora de encarar la crisis: no les preocupa crear empleo, sino que los parados dejen de votarles.

LA economía sigue siendo la principal preocupación de los españoles. Más ahora, que cualquier atisbo de recuperación ha sido barrido por las lluvias de otoño. El Gobierno anda desconcertado y se divide entre los partidarios de un mayor ajuste que harían extensivo a las Comunidades Autónomas y los que critican la conversión capitalista de Zapatero y le reprochan haber abandonado todo discurso progresista. Entre estos últimos cunde la idea de restablecer puentes con los sindicatos, se necesitan sus votos y su cobertura ideológica, retirando el retraso en la edad de jubilación. De hacerlo coincidiendo con la colocación de bonos de la Generalitat entre particulares sería la peor campaña de relaciones públicas posible, porque recordaríamos a nuestros acreedores que tenemos un Gobierno débil y un problema fiscal sin resolver.

En estas vacilaciones, los ministros creen haber encontrado un filón en los abucheos al presidente y se lanzan como sabuesos a por una derecha para la que todo vale. Hay hasta a quien se le ha ocurrido un protocolo de fiestas que reservaría un tiempo y un espacio para los pitidos. Algo así como de 10:00 a 10:15 pitidos en el Campo del Moro, mientras las autoridades degustan un ágape. Tendría gracia, y sería digno de una película de Berlanga, si no hubiera cuatro millones y medio de parados que requieren atención.

El ministro Corbacho apura sus últimos minutos de sufrimiento y como siempre fue una buena persona a la que el cargo le vino grande, aprovecha para sincerarse. Se va orgulloso porque durante su mandato se ha alcanzado un elevadísimo nivel de cobertura del desempleo. Y con esa frase desvela, inconscientemente, el problema fundamental de este Gobierno a la hora de encarar la crisis. No les preocupa crear empleo, sino que los parados no sufran y dejen de votarles. No creen en la capacidad del tejido productivo privado para crear empleo, y como se les ha agotado el presupuesto, solo confían en que el subsidio aguante. Porque tampoco se atreven a tocar instituciones obsoletas del mercado de trabajo para no lesionar derechos adquiridos. Esta misma filosofía impregna el debate del cambio de modelo productivo. No creen en la capacidad del emprendedor español para buscarse la vida, identificar oportunidades, aprovecharlas, y al hacerlo generar empleo y riqueza. Prefieren al empresario clientelar, buscador de rentas, subsidios y desgravaciones. Al que pueden someter con una partida presupuestaria convenientemente amañada, como hacen con los partidos políticos cuando necesitan sus votos, como han hecho con el PNV, que se ha llevado siete de cada diez euros de investigación y desarrollo. Prefieren empresarios a los que puedan encerrar como a los manifestantes en un lugar secundario y permitirles que se desahoguen. Pero sin molestar a las altas instituciones del país que están pensando Han estado a punto de conseguirlo en la CEOE. Por eso no pueden entender la globalización ni la revolución tecnológica, porque sus expertos planificadores han analizado el modelo de negocio y han llegado a la conclusión de que será un fracaso. Les hace falta un gobierno mundial. Si no entendieron la mano invisible cómo van a entender el bit virtual o que la divisas puedan flotar libremente sin que alguien intervenga. Recuerden aquella frase del primer Zapatero. No puede ser que no haya
dinero, para esto hemos ganado las elecciones. Volverán a oírla muchas veces en versiones más sofisticadas ahora que se ha abierto el año electoral.


ABC - Opinión

Toque de oración. Por Alfonso Ussía

Abuchear al Presidente del Gobierno antes y después de un acto institucional es un derecho. Hacerlo durante su desarrollo y en el momento más solemne, una grosería. El toque de oración resume el homenaje a todos los soldados caídos con honor por España. Falta de educación pavorosa ante el Rey y los militares. Pero también lo es quemar banderas de España y mirar hacia otro lado.

Lo vengo diciendo desde años atrás. La Mili. El Servicio Militar formaba y educaba. Los que la hicimos sabemos muy bien lo que significa el toque de oración. En mis quince meses de servicio, allá en Camposoto, saludé emocionado al ocaso más de cuatrocientos días. Se arría la Bandera, e inmediatamente después, se oye el toque de oración. Nadie ordena ni vigila. Y cada militar, jefe, oficial, suboficial o soldado, se vuelve hacia el sol que se esconde y saluda en posición de firmes mientras dura el toque de oración, el recuerdo a nuestros muertos, el homenaje a sus sacrificios. Un minuto milagroso donde no se oye ni el viento.


Cuando el toque de oración se lleva a cabo en un acto militar que celebra la Fiesta Nacional, adquiere una solemnidad especial. Es el Rey el que deposita en el apoyo del mástil que domina la Bandera la corona de flores en recuerdo a los caídos. Lo hace junto a los familiares de los últimos héroes de España, militares y guardias civiles. Un toque de oración floreado que impone respeto, emoción y silencio. Y acompañan al Rey el Presidente del Gobierno democráticamente elegido por los españoles, nos guste o no nos guste, y los presidentes del Congreso de los Diputados y del Senado, las cámaras legislativas conformadas de acuerdo a la soberanía popular. En ese instante, no hay colores ni ideologías encontradas. Los colores son los de la Bandera de todos y el objeto de la solemnidad no es otro que recordar a nuestros muertos, de todos también. Quebrar la armonía de esta ceremonia con gritos, abucheos e insultos aprovechando el silencio imperante es una gamberrada, una clamorosa grosería. Otra cosa es abuchear al Presidente del Gobierno, en este caso con todo merecimiento, al llegar y al abandonar el lugar de la celebración. Pero enturbiar el homenaje a los caídos no tiene perdón, y mucho me extraña que los dirigentes del Partido Popular no hayan sido lo suficientemente claros y tajantes en la calificación de la irrespetuosa gansada.

Pero eso del nuevo protocolo para respetar a la Bandera y los caídos en los actos solemnes e institucionales me suena a broma, cuando llevamos décadas asistiendo con estupor a la calcinación sistemática de banderas nacionales por parte de los nacionalistas. La «puta España» de Rubianes. El «Yo soy Rubianes» pronunciado días después por Carmen Chacón, solidarizándose con el fallecido cómico. No es necesario protocolo alguno y sí una educación cívica que brilla por su ausencia, y que dejaron de recibir los jóvenes españoles cuando el Servicio Militar desapareció de entre los deberes y derechos de las nuevas generaciones.

Nadie que haya servido en un campamento, un cuartel, un regimiento o un buque de la Armada quiebra un toque de oración. Y si lo hace, es un malnacido. Consecuencias del antimilitarismo «buenista» y progre que tanto han cuidado y crecido las supuestas izquierdas durante años. Los pitos y abucheos, a su tiempo y en su sitio.


La Razón - Opinión

Abucheos. El protocolo de los sabios de Chacón. Por Cristina Losada

La ministra que defendió el derecho a ciscarse en la "puta España" casa mal con la que se horroriza de la ofensa a España perpetrada por los abucheadores.

La ministra de Defensa quiere un protocolo que impida los abucheos durante la Fiesta Nacional. Yo quiero uno que los impida todos salvo allí donde, según los entendidos, son indispensables, como en los toros, el teatro y la ópera. Pero no me harán caso y harán bien. Hay quien dice que una norma anti-abucheos es propia de una dictadura. Las dictaduras, sin embargo, no necesitan prohibir los abucheos. Va de suyo. De hecho, Franco, sin haberlos prohibido que yo sepa, no padeció ninguno. El protocolo de entonces eran las manifestaciones de adhesión. Quizá sea ése el modelo con el que sueñan nuestros socialistas, pero tampoco les ha ido tan mal con las pitadas del 12 de octubre.

Se diría, incluso, que este año se han puesto a alargar la resaca del abucheo más desafortunado. Como una no cree que se sientan heridos en sus sentimientos y menos en los patrióticos, piensa que quieren extraerle todo el jugo a la imagen fatal que replican los telediarios. Aquella en que suenan las notas tristes del homenaje a los caídos, el Rey deposita una corona, llora una mujer, familiar de un fallecido, y retumba el "Zapatero dimisión" del respetable. Uno va a abuchear al presidente con la mejor de las intenciones y se carga el instante más solemne del 12 de octubre. Es el riesgo de hacer pitadas en los actos institucionales. El riesgo de que le hagan pasar por un gamberro que no respeta ni a los militares muertos.

Ha de tener cuidado Chacón de no pasarse de la raya. Los actores pueden resultar convincentes en papeles diversos. En los políticos tanta versatilidad no funciona. La ministra que defendió el derecho a ciscarse en la "puta España" casa mal con la que se horroriza de la ofensa a España perpetrada por los abucheadores. Cierto que los escenarios eran distintos, pero si se invoca la libertad de expresión en un caso no queda otra que invocarla en todos. Ignoro qué protocolo puede impedir las pitadas. Si Chacón lo inventa, que lo aplique en esos partidos de fútbol que sus amigos nacionalistas aprovechan para armarla. Pero el único protocolo útil será el que ponga fin al encanallamiento de la vida pública propiciado por la política de confrontación del presidente.


Libertad Digita - Opinión

Un fanal para Zapatero. Por M. Martín Ferrand

La crítica no debe encubrirse con la máscara de la libertad de expresión y allanar todas las fronteras.

«EL futuro de Carme Chacón es esplendoroso», ha dicho José Montilla sin que le tiemblen las carnes ni los pulsos. Podría ser. Los griegos clásicos tardaron unos cuantos siglos en transitar del mito al logos. ¿Por qué tan notoria esplugense no puede hacer ese viaje en unas pocas semanas? Para empezar, como para demostrar su vocación titánica, la ministra de Defensa quiere articular y convertir en código el más viejo de los derechos consuetudinarios, el del pataleo. Quiere reglamentar el abucheo y corren rumores de que, en su arrebato reformista, puede llegar a meterle mano a la ley de la gravedad para que no nos perturbe la existencia más de lo debido.

No está bien, está muy mal, aprovechar un acto institucional en la celebración de la Fiesta Nacional y, en presencia del Rey de España y mientras se conmemoraba a los militares fallecidos en cumplimiento de su deber, proferir insultos y descalificaciones contra el presidente del Gobierno. La crítica no debe encubrirse con la máscara de la libertad de expresión y allanar todas las fronteras, incluso las de la buena educación; pero de ahí a un «protocolo» preventivo de la indignación popular y su expresión callejera media la distancia que separa a un Gobierno solvente y plenamente democrático del de José Luis Rodríguez Zapatero.


La autocomplacencia y el autobombo, dos licencias intolerables para un Gobierno que no es capaz de entreverar algún acierto entre sus muchos errores y disparates, está a la orden del día en el PSOE propiamente dicho y en sus franquicias autonómicas. A tal extremo hemos llegado que María Teresa Fernández de la Vega —¡tampoco el congrio es mal ave!— es capaz, también sin pestañear, de afirmar con la entereza y dignidad con la que un especialista de postín emite su diagnóstico sobre una enfermedad mostrenca: «Zapatero es el mayor activo del Gobierno y del partido». Ignoro si la vicepresidenta que riñe se expresa de ese modo en un alarde de humildad o en un arrebato de orgullo; pero sería tremendo, fatal, que tuviera razón.

Así las cosas, mientras la titular de Defensa estudia la dimensión conveniente para el fanal con el que pretende proteger a Zapatero, único «protocolo» antiabucheo equivalente al ingreso en el Cister, el Gobierno —lo que queda de él— sigue enjaretando despropósitos sin reparar en que cuando un grupo notable de personas vocifera enérgicamente, en lugar inadecuado y con evidente inoportunidad, es consecuencia de una educación deficiente en la escuela y en el hogar. Es el Ministerio de Educación el que puede erradicar los abucheos. Cuando lo hacen los guardias se suele llamar represión.


ABC - Opinión

Resignación diplomática

Si algo ha caracterizado a la diplomacia española en estos años de gobiernos socialistas ha sido la pérdida de peso en el contexto internacional, la incapacidad para marcar nuestra propia política y no ir a remolque de otros y el compadreo con regímenes muy poco recomendables hasta el punto de convertirse en auténticos abanderados de Cuba o Venezuela ante las democracias occidentales. La voz de España en los foros donde se toman las decisiones trascendentales ha sido casi inaudible. El crédito español bajo la presidencia de José María Aznar se esfumó porque el Gobierno se encargó de ello. Cuesta encontrar alguna decisión adecuada en política internacional más allá de aquéllas que fueron impuestas por el peso de los acontecimientos, como las participaciones en misiones internacionales. Que el principal legado de este Ejecutivo sea la Alianza de Civilizaciones lo dice todo. La peor noticia es, sin embargo, que esto no ha acabado y que nuestros intereses pueden verse aún más perjudicados en distintos frentes.

El contencioso por Gibraltar ha estado marcado por la resignación diplomática en la etapa de Rodríguez Zapatero. El error histórico que supuso la visita de Moratinos al Peñón en 2009, la primera de un miembro del gabinete español en tres siglos, y que de alguna manera modificó el estatus de la colonia, fue la consecuencia lógica de una política consentidora y entreguista que tuvo su episodio principal en la creación del Foro de Diálogo Tripartito con los gobiernos de España, Reino Unido y Gibraltar en 2004. Esa decisión supuso de facto reconocer el Peñón como elemento soberano.


De aquellos polvos han llegado luego los lodos de las irrupciones en nuestras aguas territoriales, los constantes rellenos en la colonia que poco a poco han ganado terreno en las playas españolas o los desplantes como el que Peter Caruana, ministro principal de Gibraltar, protagonizó ayer con la suspensión de las próximas reuniones técnicas del foro de diálogo por los incidentes entre la Policía gibraltareña y la Guardia Civil en aguas que rodean el istmo. El Gobierno marginó la reivindicación principal, la cuestión de la soberanía, hasta olvidarse de ella, y las consecuencias están a la vista.

Si Gibraltar es una nota negra en el balance diplomático de los socialistas, Venezuela representa más de lo mismo. El régimen de Chávez se ha convertido en un santuario para ETA sin que el Gobierno haya sido capaz de obtener de su «aliado» iberoamericano otra cosa que chulería y desconsideración. La protección del terrorista Cubillas y la respuesta del caudillo a las peticiones españolas –«a palabras necias, oídos sordos»–, con la negativa de la Fiscalía chavista a la extradición del pistolero incluida, debería ser más que suficiente para una contundente actuación diplomática, pero Moratinos está encantado con el trabajo «positivo» de Caracas contra la banda etarra.

Es un hecho que la política exterior española no invita a la tranquilidad ni genera confianza, porque ha prestado un flaco favor a los intereses generales de la nación. En realidad, Gibraltar y Venezuela son el paradigma del papelón diplomático diario de este Gobierno.


La Razón - Editorial

¿Quién es el que no desea la extradición de Cubillas?

Mienta Chávez, mienta Zapatero, lo que está claro es que el Ejecutivo ha subordinado, otra vez, la seguridad de los españoles a sus intereses partidistas, ideológicos y electorales.

Pese a tratarse de una consolidada autocracia y de un presunto Estado de Derecho, es difícil averiguar quién miente más, si Venezuela o España, en el caso de las estrechas relaciones que los etarras mantienen con el caudillo bolivariano. Porque aunque en una democracia sería deseable que los ciudadanos pudiéramos confiar en la honradez y en la buena voluntad de los políticos, en especial cuando de combatir al terrorismo se trata, el Ejecutivo de Zapatero ha acreditado durante estas dos legislaturas un grado tal de opacidad y complicidad con el entorno etarra que no nos queda más remedio que sospechar y temernos lo peor.

Al fin y al cabo, no se trata sólo de que alguien de tan acreditada solvencia como Jaime Mayor Oreja nos advirtiera hace meses que el Ejecutivo seguía empeñado en rendirse ante ETA o de que la propia banda declarara hace unas semanas otra tregua trampa con la que ir preparando el terreno para su regreso a las instituciones, sino de que, a día de hoy, ANV continúa aposentada en los ayuntamientos vascos y la autorización parlamentaria a negociar con los asesinos sigue sin derogarse.


Por consiguiente, cuando Moratinos guarda silencio ante las calumnias del embajador venezolano contra nuestros cuerpos de seguridad o cuando Caamaño pide no molestar a un Chávez que se mofa de todos los españoles cuando se niega a extraditar al etarra Cubillas, debemos plantearnos si el motivo de tamaña ignominia es el simple vasallaje hacia un régimen de extrema izquierda o, en realidad, una forma de evitar enturbiar el "proceso de negociación" con ETA.

La humillación ante Venezuela bien podría ser una manera de camuflar la decidida voluntad del Gobierno de no perseguir a ETA mientras ésta le lee el pliego de exigencias. Falta, pues, por averiguar si es Chávez, Zapatero o ambos, quienes no desean que Cubillas, el adiestrador de etarras en Venezuela, sea extraditado a España. Porque si algo demuestra este celo protector del déspota bolivariano hacia el etarra Cubillas es que, como sospecha el juez Eloy Velasco desde marzo y como muchos otros veníamos temiéndonos desde hace años, el país sudamericano se ha convertido en un paraíso para el terrorismo de extrema izquierda y, por tanto, en una amenaza directa a la seguridad de todos los españoles que ningún Ejecutivo debería tolerar ni un instante más.

El Gobierno socialista, sin embargo, sí parece estar dispuesto a aceptarlo, no sabemos si por pura pusilanimidad ante un régimen afín en lo ideológico o, habida cuenta del contexto de acercamiento a ETA y del historial de mentiras del que hace gala, para no enfadar a su interlocutor. Es decir, no sabemos si, como arguye Venezuela, el Gobierno español ni siquiera les ha pedido la extradición del terrorista Cubillas o si, habiéndola pedido, se contentan sumisos con la bravuconería chavista.

Sea como fuere, mienta Chávez, mienta Zapatero, lo que está claro es que el Ejecutivo ha subordinado, otra vez, la seguridad de los españoles a sus intereses partidistas, ideológicos y electorales. Otro motivo más, de los muchos que ya existen, para que sus miembros cesen de inmediato de sus cargos, pues un Estado que se niega a proteger a sus ciudadanos pierde la razón que legitima su existencia. Qué no pasará por tanto cuando un Gobierno, por acción u omisión, se dedica a no incordiar a un grupo criminal.


Libertad Digital - Editorial

Persona no grata. Por Ignacio Camacho

No tiene dónde ir que no lo reciban de mal grado porque hasta los suyos rechazan una foto comprometedora.

EL Gobierno ha decidido victimarse para tratar de rentabilizar los abucheos —incívicos, irrespetuosos, faltones— del 12 de octubre. Invoca a la extrema derecha, al creciente tea party madrileño —algo de eso hay, pero no lo explica todo— en busca de argumentos-amenaza con los que conmover a la izquierda para que vuelva en socorro del presunto campeón de las libertades, que está noqueado en un rincón del ring sin atreverse a levantarse para no recibir más castigo. Zapatero sabe que en Madrid es persona non grata, porque la mayoría de los madrileños siente sus políticas de desestructuración territorial como un ataque al concepto de nación que simboliza la capital del Estado. La derecha lo detesta desde el minuto uno, y ahora sus propios militantes de izquierda lo han abofeteado en las primarias. No tiene dónde ir que no lo reciban de mal grado porque hasta los suyos rechazan ahora una foto que les comprometa el resultado de las autonómicas y municipales.

El presidente ha mandado a Chacón para que trate de poner pie en pared a las broncas de los desfiles, y la ministra ha patinado al proponer un ordenancismo absurdo que equivale a poner puertas al campo de la libertad, que es sagrada incluso para dar muestras de mala crianza como hicieron los energúmenos que no respetaron el homenaje a los militares caídos, ahora llamados piadosamente ausentescomo si hubiesen ido a hacer un recado. La propuesta ha ido a parar en saco roto, provocando indiferencia y hasta un cierto ridículo, y sólo ha servido para acusar el castigo; si Zapatero quiere evitar los silbidos tendrá que celebrar el próximo desfile —muy probablemente el último de su doble mandato— bajo una carpa. Este año quiso llegar a cencerros tapados, por detrás y sin megafonía, y sólo logró que los exaltados irritasen al Rey con su falta de respeto. No se puede esconder y acaso le empieza a faltar bizarría para aguantar la bronca y los exabruptos porque jamás ha llevado bien el trámite de no sentirse querido.

La cuestión es que antes lo abucheaban sólo los adversarios, lo que le permitía pasar el mal trago sintiéndose paladín del progresismo, y ahora él mismo teme el rechazo de sus huestes y no se atreve a ir a Rodiezmo ni a dar la cara a campo abierto. Lo que daría por una foto con los mineros como la del chileno Piñera. A su pesar encarna para la izquierda social el rostro de un abandono, y para colmo ha tenido que soportar que la derecha le salvase la huelga general por una cuestión de principios. El malestar madrileño lo puede focalizar con retórica victimista y un par de excusas sobre la crecida del extremismo conservador, pero la realidad es mucho más dura: una impopularidad devastadora. Cuando un gobernante pierde la calle está a punto de volver a ella. Pero sin cargo.


ABC- Opinión