miércoles, 20 de octubre de 2010

La ministra invisible. Por Edurne Uriarte

Cuando Elena Salgado se expone públicamente, es inevitable acordarse de aquella vieja maldad atribuida a Winston Churchill, «llegó a la puerta de Downing Street un taxi vacío y de él salió Clement Attlee». Una atinada imagen de la comparecencia ayer de una ministra llamativamente poco dotada para la labor política, nula en su oratoria, insegura en sus conocimientos, vacilante en sus gestos. De una torpeza tan acusada en su desempeño que es fácil imaginar la confianza que una comparecencia suya pueda generar en los agentes económicos.

Si es que queda a estas alturas agente económico alguno pendiente de las capacidades y de las decisiones de Elena Salgado. Ahora, tras unos presupuestos en los que, como le señaló Rajoy, lo que ayer se presentaba en el Congreso no era un debate de presupuestos. Era más bien el resultado de un cambalache con el PNV y CC en el que la ministra de Economía ni siquiera ha tomado parte. Más o menos como le ocurrió a Patxi López.

Ella fue la ministra obediente que Zapatero quería para gestionar la política económica a su manera y ahora es la ministra complaciente para cubrir el expediente económico de lo que no es sino un trámite para la prolongación de la estancia de Zapatero en La Moncloa. Con unos presupuestos que ahondan la desconfianza social, económica y política en el Gobierno, y no sólo por su contenido, sino por la naturaleza del pacto que los sostiene. Basado en el apoyo de dos partidos, el PNV y CC, que no creen en dichos presupuestos. Y que ponen de relieve, más que nunca en estos años de democracia, la brutal contradicción entre los intereses nacionalistas y los intereses generales.

Patético fue el intento de la ministra de justificación del acuerdo con el PNV. Volvió al 96 y exhibió un libro de Iñaki Anasagasti como cita de autoridad. Nosotros nos hemos vendido, pero ustedes, también, certifica Anasagasti.


ABC - Opinión

Gulliver en Liliput. Por José María Carrascal

Hemos pagado a precio de oro los votos de los nacionalistas vascos y canarios en apoyo del presupuesto.

DE cuantas bizarras frases se han oído últimamente, la que más me ha impresionado es la del presidente canario, Paulino Rivera, tras sellar su pacto con Zapatero: «Mi primera responsabilidad es defender los intereses de Canarias». Como si estuviera hablando de otro país. Como si los intereses de Canarias no tuvieran nada que ver con los de España. Casi, casi, como si Canarias gana lo que pierda España, por lo que el primer deber del presidente canario es sacarla lo más posible. Es la filosofía que se ha impuesto entre esa panda de reyezuelos que, aprovechando la rivalidad de los dos grandes partidos, gobiernan sus taifas con un único lema: sacar a España cuanto puedan para sus comunidades y, a veces, para sí mismos, como ha ocurrido en Baleares.

Cuando establecimos el Estado de las Autonomías se nos dijo que significaría un avance sobre el Estado centralista, al romper su rigidez, agilizar los trámites y poner más en contacto el ciudadano con la administración. Lo que hemos tenido los españoles es justo lo contrario: en vez de un Estado, diecisiete reinos de Taifas, igual de centralizados, con más burocracia y más trámites que nunca. Gulliver en el país de Liliput, bien amarrado por los enanitos. Ahí tienen a los canarios reclamando «sus aguas». Y Zapatero, dándoselas. ¿Significa que en caso de una eventual invasión marroquí —no olvidemos que figuran entre la reivindicaciones de Rabat— se encargarán de defenderlas? O sin ir tan lejos: ¿afrontarán en adelante por su cuenta la invasión pacífica de africanos? ¡Quite para allá! Significa sólo que el señor Rivero podrá ir de Tenerife a Las Palmas cantando: «Estas son nuestras aguas. Se las he quitado a España». Veremos lo que tarda el señor Revilla en hacer lo mismo con las santanderinas.

Todo esto es un chiste. Lo que ya no es un chiste es la transferencia de la gestión económica de la Seguridad Social en el País Vasco. Nos dicen que no rompe la caja única, que sólo afecta a la gestión. Pero ¿cómo podrá gestionarse una Seguridad Social sin haber transferido su caja? Nadie lo sabe, y si lo sabe, no lo dice. Para eso hemos pagado a precio de oro los votos de los nacionalistas vascos y canarios en apoyo del presupuesto. Un presupuesto que, como advirtió la vicepresidenta segunda, poniéndose la venda antes de recibir la pedrada, pueden necesitar «medidas adicionales, que no vacilaremos en tomar». Claro que el principal objetivo de ese presupuesto no es económico, sino político. De momento, han conseguido mantener a Zapatero en el poder unos cuantos meses más, y están dispuestos a seguir pagando. Mientras haya dinero en la caja, claro.


ABC - Opinión

Zapatero. Presupuestos y "cultura" del odio. Por Agapito Maestre

Se rompe los pactos de Gobierno con el PP, primero, en Canarias y, seguramente, también en el País Vasco. Zapatero sabe lo que es romper y fracturar, utilizar el odio y la ira para obtener altos réditos políticos.

Los nuevos Presupuesto Generales del Estado puede que sean un desastre desde el punto de vista de la economía nacional, según destacan reputados economistas, pero son, sin duda alguna, un excelente negocio político para el PSOE y los separatistas del País Vasco y Canarias. La inversión de Zapatero es mínima, pero bien utilizada pudiera obtener unas ganancias relevantes en lo que a poder y política se refiere. ¿Qué invierte Zapatero en el negocio con los separatistas? Arriesga sólo una pequeña parte de su gran capital acumulado, durante estos últimos siete años, en el banco del PSOE, pero obtendrá beneficios a corto y largo plazo: no sólo se asegura unos meses más en el poder sino que también acrecentará su gran capital político.

¿Cuál es el preciado capital del PSOE de Zapatero? A la altura de esta legislatura, y a tenor de todas las leyes de carácter ideológico aprobadas en los mandatos de Zapatero, nadie puede dejar de reconocer que el odio, la ira y la venganza son, en efecto, los componentes principales del preciado tesoro que se guarda celosamente en el banco del PSOE. Desde que Zapatero llegó al poder, sólo tuvo un objetivo romper todos los grandes consensos políticos de la Transición y, de paso, dividir y fragmentar la viabilidad de un Estado de Derecho basado en el Estado-nación. España, la nación española, ha pasado ya a un segundo plano, o peor, ha sido totalmente sustituida por un extraño Estado-partido cuyo principal capital es el odio al discrepante. La política, el negocio político, sólo se puede hacer con el afín o seguidor.


Empieza a ser una obviedad para cualquier analista político serio reconocer que, una vez más en nuestra historia, se ha instalado el odio entre españoles. La ley de Memoria Histórica es sólo un ejemplo de ese canto al odio y la ira entre españoles. Zapatero está triunfando. Ahora empieza a recoger los frutos de lo sembrado en estos años pasados. Resulta, sí, una obviedad reconocer que este odio entre españoles empieza a ser el denominador común de la actual vida política y social de España. Naturalmente, todos los agentes políticos tienen contraídas graves responsabilidades con esta "cultura del odio": en primer lugar, el PSOE y los separatistas serán mirados con rigor por los futuros historiadores de la democracia por atizarla sin ningún tipo de límite y, en segundo lugar, los de la derecha, especialmente el PP, serán juzgados por no querer, o peor, no saber detenerla.

Lo cierto es que este asentamiento de la cultura del odio en España, consolidada por Zapatero merced a la ruptura de los grandes consensos políticos de la Transición, le permite aprobar unos nuevos Presupuestos Generales del Estado con la ayuda de unos actores políticos que, lejos de importarle la nación, sólo quieren la creación de odio para su destrucción. Todos salen, pues, ganando. El odio trae más odio. Se rompe los pactos de Gobierno con el PP, primero, en Canarias y, seguramente, también en el País Vasco. Zapatero sabe lo que es romper y fracturar, utilizar el odio y la ira para obtener altos réditos políticos; por ejemplo, fractura a su propio partido en el País Vasco, además de eliminar a Patxi López como un posible competidor para liderar el PSOE, pero eso no significa que disminuya su capital político; por el contrario, parece que el odio crece sin que nadie lo pueda detener.

La acumulación de rabia y cólera, guardada colectivamente, adquiere una forma de reserva, tesoro o crédito del que podrían vivir durante mucho tiempo los partidos de la izquierda. De hecho, como ha dicho recientemente Sloterdijk, desde las revoluciones francesa y, sobre todo, soviética los partidos de izquierda se han convertido en los grandes bancos de la ira que, cuando saben hacer su negocio, obtienen con las aportaciones de sus clientes ganancias relevantes en lo que a poder, política y "thimótica" se refiere. La cuestión para la España de aquí y ahora es la siguiente: ¿Podrán sobrevivir el PSOE con esa acumulación de ira y, sobre todo, habrá algún partido político decente capaz de demostrar que eso no es un capital apto para la inversión democrática?

No sabría responder la pregunta. Pero, por desgracia, me temo lo peor. Zapatero podría con esta maniobra de los Presupuestos no sólo ganar tiempo, cosa decisiva en política, sino quizá consiga también un cúmulo de ira imposible de derrotar en futuras competencias electorales o de gobernabilidad.


Libertad Digital - Opinión

Pelar a la pava. Por M. Martín Ferrand

El único tema en la cabeza del líder planetario es un Presupuesto y una fotografía. Así vamos tirando.

ANTES, para pelar la pava como Dios manda, se requería un balcón o, al menos, una reja que marcara las distancias entre el pretendiente y la pretendida. No hay asedio glorioso sin unas murallas que puedan derrumbarse. De ahí, imagino, las muchas tribulaciones que, sobre otras de mayor rango y trascendencia, tiene que estar padeciendo José Luis Rodríguez Zapatero en sus intentos de llevarse al huerto —previo pago de su importe, claro está— a Íñigo Urkullu y Paulino Rivero. Algo tiene el Palacio de la Moncloa como de patio escénico para representar comedias de los Álvarez Quintero y, siendo los pactos presupuestarios que se trajina el de León algo más cercano al vodevil que a las costumbres políticas de la negociación, no podría recurrir al empedrado como pretexto de un fracaso que no puede serlo porque se trata de un ejercicio de compra-venta en el que los tratantes se dan la mano antes de fijar el precio de la adhesión adquirida y las condiciones de su entrega.

Como en la copla de Rafael de León —ya quisiera Zapatero acercársele en talento y grandeza— el presidente le dice al del PNV: «¿Que quieres un reloj?, de brillantes». Y le añade al requiebro dirigido al inconsistente Rivero: «¿Que quieres un vestido?, catorce». Toíto os lo consiento menos faltarme al voto y el apoyo que, en una revolera de superchería política me mantendrá en el machito antes y después del Presupuesto para el 2011. Así, chapuceando cual corresponde a su estilo político y al frágil entendimiento que le asiste sobre los supuestos de la dignidad democrática, Zapatero sacará adelante el ansiado Presupuesto. ¿Que ello perjudica la situación, brillante y esperanzadora, que Patxi López, con la asistencia de Antonio Basagoiti, ha conseguido instalar en el País Vasco? Tampoco es cosa de entrar en detalles. ¿Que Urkullu, gran depredador, reclama también la denominación del chacolí como exclusiva de las provincias vascongadas? Pues adelante. Chacolí se fabrica en Cantabria y en Burgos, desde hace más de dos siglos y, aun concediéndole su capitalidad al de Guetaria, la denominación sería viciosa, mentirosa. Y, ¿qué? ¿Es la verdad o el poder socialista lo que está en juego? Posiblemente, entre los dobleces del mantón con el que Urkullu asiste a las sesiones de engatusamiento en las que uno aparenta convencer al otro y el otro acepta el convencimiento, como si el precio no estuviera ya tasado y pagado, Urkullu se lleva escondida la promesa de una transferencia de la Seguridad Social al País Vasco. Ya hablaremos. Ahora el único tema en la cabeza del líder planetario es un Presupuesto y una fotografía. Así vamos tirando.

ABC - Opinión

San Borondón. Por Alfonso Ussía

No hay canario que no ame apasionadamente a la isla de San Borondón, ese espejismo que se crea en la mirada con los contraluces del horizonte. Es una isla que navega y desaparece, que surge y se clava en los ojos de los que, con todo el derecho que otorga la tradición, la sueñan. A quienes no creen en su existencia, San Borondón les niega la visión de su silueta, más de galeón que de falúa. Isla canaria habitada por el vacío. Efecto óptico de la mar, creado, es un decir, por las sombras en los atardecielos del Nublo y el Teide, canarión y chicharrero respectivamente, y el segundo, la cumbre de España, formidable cono de roca y lava que dibuja el perfil prodigioso de la isla de Tenerife.

San Borondón nos pertenece, por lo tanto, a todos los españoles, insulares y peninsulares. Y hoy me sorprendo leyendo que entre Zapatero y Paulino Rivero nos la quieren arrebatar a los que no somos nativos de las islas. Las aguas españolas interinsulares han pasado a llamarse «aguas canarias» a cambio del apoyo a los presupuestos. No entiendo el alcance del acuerdo. Siempre han sido aguas canarias. Y siempre aguas españolas. ¿Cómo pueden llamarse o ser de otra manera? Tengo para mí que algunos gobernantes son capaces de culminar cualquier estupidez para mantenerse en la cima de sus gobiernos. ¿Qué ganan los canarios con la nueva denominación? Nada. ¿Qué perdemos todos los españoles, canarios incluidos? Nada. ¿Qué ganamos? Nada. Con todos los respetos que me merece el señor Rivero, su obsesión se me antoja una tontería.


Si se trata de una simple concesión administrativa, o de una transferencia inesperada, pueden existir problemas de soberanía. Se cede la responsabilidad y custodia de las aguas interiores a cambio del sostén presupuestario. Dejan de ser españolas para reducir su propiedad al ámbito canario. Por ello, el control y vigilancia de las «aguas canarias» se traspasa de la Armada Española y la Guardia Civil a la presumible Marina de Guerra canaria y a las fuerzas de seguridad autonómicas. Para ello, don Paulino Rivero tiene que proponer a los diferentes cabildos insulares la inmediata construcción de los buques que habrán de conformar la futura Armada Canaria. Porque si dejan de ser aguas españolas, ¿qué pinta ahí la Marina? Y si dejan de ser aguas españolas ¿qué hace la Guardia Civil impidiendo la llegada de las pateras que provienen de Mauritania, el Sáhara o Marruecos?

El apoyo a los presupuestos para que Zapatero se mantenga en el desgobierno de España deja secuelas de incultura y majadería nominativas. Se obliga a dar una patada a un idioma que hablan y escriben cuatrocientos millones de personas con la nueva denominación de Gipuzkoa (Guipúzcoa) y Bizkaia (Vizcaya), como si ello fuera posible. Y se desespañoliza la mar canaria por un mero capricho aldeano de guanche iluminado. Menos mal que el presidente de Murcia es del Partido Popular. De ser nacionalista murciano nos obligaría Zapatero a hablar en panocho, y las aguas de Cartagena, con la base incluida, pasarían a ser propiedad soberana de los naturales de Murcia. Menudo lío de aguas territoriales. En fin, que nos han quitado a los españoles peninsulares las aguas de Canarias y el espejismo mágico de la isla de San Borondón. Y lo último, no lo tolero. También es mía.


La Razón - Editorial

PP y CC. ¿Hay que engañar al pueblo?. Por José García Domínguez

Los ventajistas de cosa canaria acaban de atrancar unos Presupuestos que hubiese firmado Rajoy con los ojos cerrados, como sabe en su fuero interno hasta el gato de Cheshire. ¿A santo de qué, pues, ese numerito, el del divorcio exprés ful de Soria?

Decía Charles Péguy –y decía bien– que nada hay más antiguo que un periódico de ayer ni nada más actual que un poema de Homero. De ahí, por cierto, que la lectura serena de los antiguos ofrezca siempre la mejor información confidencial para lidiar con los zetapés, los riveros, los sorias o los don marianos de turno. Sin ir más lejos, la procedencia de engañar al pueblo, empeño que ahora mismo ocupa por igual a socialistas, conservadores y trapisondistas canarios, es moneda de cambio que ya fue puesta en circulación por Federico II de Prusia.

Así, a la pregunta del soberano sobre si correspondía mantenerlo en su ignorancia acerca de la res publica, Goethe, el gran maestro de humanistas, respondería en forma de epigrama:



"¿Debe engañarse al pueblo?
Desde luego que no
Mas si le echas mentiras
mientras más grandes fueren
resultarán mejor".

Nadie podrá negar que Goebbels dispuso de buenos maestros, los mejores. Por lo demás, ocurre con frecuencia que un príncipe resulte popular mientras, por bisoñez o simple necedad, lastima a los suyos. Repárese en aquel altivo Rodríguez, el que dio en cometer el Estatut al tiempo que se tuteaba con Otegi y Ternera. Por el contrario, pasar a conducirse con alguna sensatez –de grado o a la fuerza, es lo de menos– pudiera condenarlo a ojos de la muchedumbre. No otro es el caso del mismo indigente que hoy empeña mares y océanos a cambio de una mísera prórroga en el purgatorio.

¿Habría, entonces, que mentir al pueblo por norma? Condorcet, persona decente pese a tratarse de un intelectual célebre, siempre se opuso. Suyo es el opúsculo que lleva por título ¿Es conveniente engañar al pueblo?, ilustrada réplica al rey de Prusia que debieran procurarse con urgencia ciertos aprendices de brujo que pululan por la planta noble de Génova. A fin de cuentas, los ventajistas de cosa canaria acaban de atrancar unos Presupuestos del Estado que hubiese firmado Rajoy con los ojos cerrados, como sabe en su fuero interno hasta el gato de Cheshire. ¿A santo de qué, pues, ese numerito, el del divorcio exprés ful de Soria? ¿A qué burlarse de los votantes simulando una ruptura que ni es ni fue ni será? ¿A qué tanto Goethe de medio pelo?


Libertad Digital - Opinión

El primer presupuesto de Rajoy. Por Ignacio Camacho

Con la más que probable prórroga del año que viene, estos Presupuestos serán los que encuentre el PP en 2012.

LOS Presupuestos que ayer vapuleó Rajoy en el Congreso tienen toda la traza de ser también con toda probabilidad los de sus primeros meses, quizá los de su primer año, de gobierno. El próximo otoño, a seis meses de las generales, el zapaterismo no encontrará socios para pactar las cuentas de 2012, ni acaso se molestará demasiado en buscarlos; prorrogará los de 2011 y allá se las componga el turno de relevo. Dentro de un año el presidente será un líder en estado terminal que a esas alturas incluso puede haber renunciado ya a presentarse de nuevo; ante la perspectiva de un vuelco electoral, los nacionalistas huirán de él como de perro con pulgas, y tras su previsible victoria en marzo de 2012 el PP tendría que arrancar con el programa presupuestario que ayer rechazó en medio de grandes truenos dialécticos. Rajoy intuye que ésa va a ser su primera herencia y que, por mucho que corriese, las primeras modificaciones o incluso una nueva ley urgente apenas le alcanzarían para el segundo semestre de ese año.

Algo parecido les ocurrió a Aznar y Rato en 1996. Al llegar al poder se encontraron con un Presupuesto en ejecución que habían cuestionado con dureza por entender que comprometía la austeridad necesaria para la convergencia europea. Una de sus primeras decisiones de gobierno fue un acuerdo de no disposición de 250.000 millones de las pesetas de entonces, bloqueados con áspera sequedad para efectuar en caliente un primer ajuste. Aquel célebre Barea, el de la Oficina Presupuestaria, se pasó meses con su libreta recortando gastos ministeriales por aquí y por allá, para pelarun marco contable que luego habría de sufrir otro apretón en el año siguiente. Ése será, más o menos, el camino que Rajoy deberá seguir si gana, aunque es probable que para entonces ya no tenga que preocuparse de la congelación de las pensiones; a ver qué Gobierno, por quemado que esté, se atreve a dejarlas sin subir en vísperas de año electoral.

El debate de ayer tenía un clima de fin de legislatura; incluso los socialistas saben que se trata de su último ejercicio de potestad presupuestaria. También lo saben los dirigentes de Coalición Canaria y el PNV, costaleros mercenarios de un Gobierno dispuesto a cualquier cosa con tal de que le paguen el plazo final de la hipoteca del mandato; por eso exprimieron a fondo las peticiones, incluso con el pintoresco estrambote del txacolí vasco. Ahora meterán prisa para que se ejecuten pronto las deudas contraídas antes de que pasen al limbo de un nuevo mandato. Esa atmósfera de agonía asistida, de prórroga forzosa, domina la escena política como una siniestra cuenta atrás. Porque el Gobierno estará bajo respiración artificial pero el país, colapsado por el paro, el estancamiento y la deuda, se halla a punto de entrar en coma.


ABC - Opinión

Cuentas provisionales

De poco sirve el debate de los Presupuestos, que se tiene por el más importante del año, si ya todo está decidido y atado de antemano. Una vez que el presidente del Gobierno se garantizó la mayoría suficiente para aprobar las cuentas de 2011 a cambio de concederles a los nacionalistas vascos nada menos que una veintena de competencias, el pleno del Congreso de ayer discurrió por el carril del trámite obligado, sin posibilidad de mejorar la propuesta. No obstante, siempre hay algún resquicio por el que se cuela la sorpresa. Y la de ayer fue que la ministra de Economía ya está pensando en un «Plan B» por si sus previsiones no se ajustan a la realidad, que es lo que se temen casi todos los organismos supervisores, desde el Banco de España hasta el FMI, pasando por la OCDE. Que la vicepresidenta Salgado ponga todo el énfasis en cumplir el objetivo del déficit es loable y demuestra que sigue al pie de la letra las recomendaciones de Alemania, Francia y Estados Unidos. No está de más, por tanto, que el Gobierno se muestre flexible ante la evolución de los acontecimientos. La principal carencia de estos Presupuestos es otra. Al fiar el cuadrante a un crecimiento del PIB del 1,3%, la más leve revisión a la baja hará saltar el resto de las previsiones. A la vista está que son unas cuentas forzadas por la presión internacional, resignadas, elaboradas sin convicción y orientadas únicamente a prolongar un año más la vida política del Gobierno. En suma, son unos Presupuestos de pura supervivencia, de ahí que para su aprobación los socialistas hayan vaciado la caja común en beneficio de nacionalistas y regionalistas. Lo censurable no es que el PSOE haya pactado con el PNV y Coalición Canaria, pues forma parte de la lógica parlamentaria y de la acción de gobernar. Pero sí es irresponsable que se haya hecho sin mejorar en una sola coma el proyecto de Presupuestos. El objeto de la negociación no fue perfeccionar unas cuentas públicas que son manifiestamente mejorables, sino definir y cuantificar la rebatiña de PNV y CC. Con este planteamiento tan burdo e irrespetuoso, el Gobierno ha sacrificado el interés general al suyo particular de seguir un ejercicio más en el poder. Los efectos colaterales están a la vista de todos: ruptura de la coalición gobernante en Canarias y humillación del lendakari socialista, Patxi López. De los dos episodios, el más relevante políticamente es el maltrato que ha sufrido el Ejecutivo de Vitoria, que ha quedado reducido a mera comparsa de Madrid. El daño causado a la imagen, al prestigio y a la moral de los socialistas vascos, que durante 30 años han penado en la oposición y el estigma, es de proporciones pavorosas. El mensaje que ha llegado a los electores vascos, que en mayo próximo deben renovar los ayuntamientos, es que el PNV es el verdadero interlocutor fuerte ante Madrid y el único capaz de sacar mejoras, mientras que el Partido Socialista de Euskadi no es más que una sumisa sucursal que está a lo que ordenen Ferraz y La Moncloa. No se merece tal humillación un lendakari que ha demostrado que el País Vasco puede progresar y ser más libre con el PNV en la oposición.

La Razón - Editorial

El debate que no fue

Salgado argumenta que la estabilidad traerá la recuperación; Rajoy sigue sin política económica.

Los ciudadanos que siguieron ayer el debate sobre las enmiendas a la totalidad de los Presupuestos para 2011 no han tenido la oportunidad de mejorar su conocimiento ni podrán formarse una opinión más informada sobre los mismos. El Gobierno, a través de la vicepresidenta económica, Elena Salgado, defendió las virtudes sociales del Presupuesto y la austeridad evidente que se manifiesta en un recorte del gasto próximo al 8%. Su discurso, más suelto y ágil que otras veces, merecía un análisis que no se produjo y un debate de altura que no se dio, ante la incapacidad del primer partido de la oposición, el PP, para proponer alguna opción económica alternativa con sentido.

El PP se ha encerrado en el círculo vicioso de las descalificaciones. Mariano Rajoy, aparte de la diatriba contra el PNV y CC, acusados de prolongar "el otoño de la decadencia de Zapatero", se limitó a repetir el estribillo de que los Presupuestos traerán "más paro, más deuda, más impuestos, más recortes sociales y menos inversiones". Así no se defiende una enmienda a la totalidad del Presupuesto.


La idea del Gobierno responde, al menos, a una línea sensata de argumentación. Sostiene Salgado que los Presupuestos de 2011 buscan la estabilidad financiera del Estado y que esa estabilidad coadyuvará a la recuperación económica. Afirma la vicepresidenta que dicha estabilidad (es decir, la reducción del déficit hasta el 6% en 2011) aumentará la confianza de los ciudadanos y apuntalará entre los inversores internacionales la idea de que España cumple sus compromisos económicos. El razonamiento es defendible siempre y cuando se precise que la estabilidad, por sí misma, no favorecerá la tasa de crecimiento que prevé el Gobierno para el año próximo (1,3%), más bien lo contrario. En creación de empleo es poco probable que los buenos deseos del Gobierno se conviertan en realidad el año próximo. Si la previsión de crecimiento no se cumple, como es muy probable, no habrá más puestos de trabajo y se pondrá en riesgo el objetivo de corrección del déficit. Por eso tiene pleno sentido que Salgado se muestre dispuesta a realizar más recortes si fuera necesario.

Debate tras debate, la figura de Rajoy se dibuja cada vez más como la de un candidato a presidente sin ideas económicas. El utilitarismo del PNV y de Coalición Canaria fue usado por el PP, que probablemente volverá a usarlo cuando le convenga. Pero las broncas de campanario de Rajoy ni modifican la realidad ni explican por qué un socio del PP en Canarias se alía con el Gobierno en Madrid. En cuanto a la política económica, o el candidato carece de una idea mínima de finanzas públicas o representa en el Congreso una mascarada continua. Sabe bien Rajoy que un Gobierno de su partido habría tomado decisiones parecidas (plan de austeridad, congelación de las pensiones) a las del Gobierno de Zapatero. Y que de no hacerlo, la economía española se situaría al borde del abismo, como Grecia.


El País - Editorial

Un simulacro de ruptura

Lo paradójico es que Rajoy, más que el presidente del PP canario, parece haber sido el principal interesado en que la supuesta ruptura con CC no sea "traumática", expresión que nos tememos encubre la voluntad de que no sea real ni firme en el tiempo.

Tras el bochornoso respaldo de Coalición Canarias a los nefastos Presupuestos Generales del Estado presentados por Zapatero, el Partido Popular ha anunciado una supuesta ruptura con sus socios de gobierno en las Islas Canarias que todavía no sabemos muy bien si merece tal nombre.

Naturalmente, no vamos a pedir al consejero de Economía y Hacienda canario, presidente del PP en aquella comunidad, José Manuel Soria, que vote ahora en contra del proyecto autonómico de Ley de Presupuestos para 2011 que él mismo presentará para su aprobación el próximo viernes ante el Consejo de Gobierno autonómico. Tampoco vamos a pedir que, a partir de ahora, el PP canario vote de manera sistemática en contra de todo lo que presente Coalición Canaria, como reprimenda al apoyo que permitirá a Zapatero seguir arruinando a los españoles, incluyendo, que nadie se llame a engaño, a los propios canarios. Pero una cosa es esto, y otra muy distinta, garantizar sin más a los nacionalistas la estabilidad de su gobierno, tal y como ha hecho el PP al mismo tiempo que anunciaba su supuesta ruptura con ellos.


Si el anuncio de ruptura no pretende ser más que un mero gesto a la galería –algo probable si tenemos en cuenta que se produce a escasos siete meses de las próximas elecciones autonómicas–, los consejeros del PP no sólo tienen que hacer efectiva su salida del gobierno canario la próxima semana, tal y como se han comprometido supuestamente a hacer, sino garantizar a los nacionalistas canarios que a partir de ahora ya no apoyarán nada que no corresponda al cien por cien con su ideario y con lo que se comprometieron con sus electores. Pero, sobre todo, el PP tiene que romper real y definitivamente, tanto en Canarias como a nivel nacional, con los nacionalistas que, a la vista está, sólo persiguen objetivos espurios a costa de la desvertebración y empobrecimiento general de España.

Lo paradójico es que parece haber sido más Rajoy que el propio presidente del PP canario el principal interesado en que la supuesta ruptura con CC no sea "traumática", expresión que nos tememos puede encubrir la voluntad de que no sea real ni, menos aun, firme en el tiempo. Especialmente si tenemos en cuenta que no sería la primera vez que PP y los nacionalistas canarios rompen para poco después, ya pasadas las elecciones, recomponer sus alianzas del gobierno.

Si Rajoy, de verdad, quiere revertir el proceso de disolución y empobrecimiento nacional que está padeciendo España, no puede limitarse a sustituir a Zapatero en sus alianzas con los nacionalistas. Por el contrario, y tal y como ya hemos apuntado en innumerables ocasiones, debe impulsar una reforma en el sistema electoral que imposibilite que pequeñas minorías regionales se conviertan en árbitros para la gobernabilidad de toda la nación. Quizá, una vez conseguido que Zapatero ya no esté al frente del PSOE, resulte posible un acuerdo de Estado entre los dos grandes partidos para frenar esta suicida sangría de legitimidad y competencias que está acabando con la administración central, la única en la que todos los españoles podemos mirarnos de igual a igual. Pero de no ser esto posible, Rajoy debe regresar a los principios que tradicionalmente ha venido defendiendo su partido, aquellos a los que apelaba María San Gil en su famosa ponencia donde se pronunciaba en contra de los pactos con los nacionalistas. Entonces fue el presidente del PP canario quien los ridiculizó con un SMS que decía: "María, he recibido tu ponencia. ¡Arriba España!". Aunque siendo el principal responsable del errático giro emprendido por su partido desde el Congreso de Valencia, no tenemos demasiadas esperanzas.


Libertad Digital - Editorial

En el poder, como sea

El problema se agrava para España en la medida en que la crisis política no va a encontrar su salida natural en unas elecciones generales anticipadas.

LOS pactos del Gobierno con los nacionalistas vascos y canarios no van a dar más estabilidad que la que precisa Zapatero para prolongar la agonía de su mandato. La inestabilidad que aqueja a España no se resuelve con pactos de legislatura de última hora, como si el problema nacional fuera la inquietud por la falta de apoyos de Zapatero. El problema sigue siendo el mismo que antes de los acuerdos con PNV y Coalición Canaria, la existencia de un Gobierno agotado y aferrado al poder, solo que con una expectativa ampliada en el tiempo. Por tanto, el problema se agrava para España en la medida en que la crisis política no va a encontrar su salida natural en unas elecciones generales anticipadas. La colaboración nacionalista tampoco va a ser gratis, más allá del precio pagado por el Gobierno con forma de transferencias, dinero y otros pactos que, en el caso del PNV, se adivinan en el terreno de la lucha antiterrorista; o más bien habría que decir en el terreno del cese de la violencia. Es una auténtica burla que el remate al acuerdo con el PNV haya ido acompañado de elogios del Gobierno al «sentido de Estado» de los nacionalistas vascos, pese al historial que estos presentan de deslealtad a la Constitución, a los intereses nacionales y a la lucha contra ETA. Por lo pronto, el Gobierno canario va a entrar en crisis tras el anuncio del líder del PP y vicepresidente del Ejecutivo autonómico, José Manuel Soria, de no mantener el acuerdo con Coalición Canaria. La respuesta del PP es coherente con la responsabilidad que asumen sus hasta ahora socios de gobierno en prolongar la crisis política y económica de España con su apoyo a Rodríguez Zapatero. No se puede jugar a dos barajas en un momento histórico que reclama, más que nunca, cambiar de rumbo político.

Pero las turbulencias han llegado también al Partido Socialista de Euskadi, cuyos dirigentes no pueden ocultar su malestar por el acuerdo con el PNV, que pone punto final al cambio político que pudo haberse iniciado hace dos años, con el consenso entre populares y socialistas para acabar con la hegemonía nacionalista. Alguno de los dirigentes del PSE ha reconocido que el pacto de Zapatero con Urkullu ha traspasado «alguna línea roja». Pero no basta con lanzar estos mensajes de medias palabras si no vana acompañados de hechos. Mientras no se demuestre lo contrario, el PSOE es tan responsable como Zapatero de haber acabado con la esperanza de cambio en el País Vasco.


ABC - Editorial