jueves, 21 de octubre de 2010

Crisis de Gobierno. Un cambio para que todo siga igual. Por Emilio J. González

Esto no es más que un cambio de Gobierno para que todo siga igual. Con él, lo único que pretende Zapatero es, sobre todo, acallar las críticas internas y congraciarse con unos y otros para seguir en el poder a cualquier precio.

José Luis Rodríguez Zapatero ha sorprendido a todos con un cambio de Gobierno que nadie se esperaba. Todo el mundo daba por descontado que el inquilino de La Moncloa se iba a limitar este miércoles a anunciar el nombre del sustituto de Celestino Corbacho como ministro de Trabajo; sin embargo ZP ha ido mucho más lejos con una remodelación amplia... para que todo siga igual.

Desde el punto de vista económico, los cambios efectuados por Zapatero no van a modificar su política frente a la crisis económica, si no es para peor, porque lo que ha hecho no es el cambio que cabría esperar dadas las actuales circunstancias, sino todo lo contrario. Su marioneta, Elena Salgado, sigue en su puesto, que para eso cumple fielmente las órdenes del jefe, al igual que el titular de Industria, Miguel Sebastián, que de un tiempo a esta parte ha perdido su ascendencia sobre ZP debido a su enfrentamiento con el presidente a cuenta de la política energética. Sebastián tiene una visión muy distinta a la del actual inquilino de La Moncloa respecto a las renovables y a la energía nuclear y, además, quiere cerrar un nuevo marco estable para el sector, según unos planteamientos más próximos a los de las empresas que los del presidente. Pero estas discrepancias de criterio están provocando que, entre unos y otros, la casa siga sin barrer. Y en cuanto al cambio producido, con Valeriano Gómez como sustituto de Corbacho, éste no es más que la entrega del Ministerio de Trabajo a los sindicatos, en concreto a esa UGT de la que proviene Valeriano Gómez, con lo cual no cabe esperar que lo que se haga a partir de ahora en materia laboral, incluida la tan necesaria reforma del mercado de trabajo para combatir el paro y la crisis, vayan a ir en la dirección correcta, sino todo lo contrario.


¿Por qué, entonces, este último nombramiento? Porque una de las claves de esta remodelación es el deseo de Zapatero de congraciarse con todas las familias socialistas mediante el reparto de cargos para que no sigan discutiendo su liderazgo y, de esta forma, y una vez alcanzado el pacto presupuestario con el PNV y Coalición Canaria, cerrar el otro frente político que tenía abierto. La remodelación, por tanto, no es para atacar la crisis, sino para tratar de poner fin a las presiones, movimientos y comentarios dentro del socialismo español que cuestionaban su liderazgo y, por tanto, su continuidad en la presidencia del Gobierno hasta agotar esta legislatura en 2012. Pero volvamos nuevamente al terreno puramente económico.

La desaparición de los ministerios de Vivienda e Igualdad, tan ampliamente demandada por su inutilidad y por ser fuente de despilfarro de recursos públicos en unos tiempos en los que, a causa de la crisis fiscal española, este país no se lo puede permitir, es un gesto de cara a la Unión Europea, a los mercados y, en general, a todos los críticos con su política económica para darles a entender que, con la supresión de dos Departamentos cuya creación fue una apuesta política personal suya, Zapatero está dispuesto a todo con tal de reducir el déficit. Ahora bien, tampoco hay que dejarse engañar por falsos espejismos, porque la desaparición de ambos ministerios no implica, per se, una reducción del gasto. Los funcionarios seguirán siendo los mismos, sólo que en un caso –Igualdad– se incorporarán al Ministerio de Sanidad y en el otro –Vivienda–, al de Fomento, pero no hay una reducción en su número. Que de esta parte de la remodelación se desprenda un recorte del gasto público dependerá de si el cambio va a suponer también el punto final a las disparatadas políticas que estaban llevando a cabo o no, porque si dichas políticas siguen, entonces ni habrá ahorro, ni la remodelación habrá sido más que una nueva operación cosmética, lo que es de temer sobre todo en lo referente a ese Ministerio de Igualdad de la polémica Bibiana Aído cuyas competencias ahora pasan a manos de la también controvertida Leire Pajín.

En cuanto al relevo de Miguel Ángel Moratinos en Exteriores por Trinidad Jiménez, dudo mucho de que vaya a implicar un mayor compromiso, si es que existe alguno, con los intereses económicos y empresariales españoles en el Exterior, porque Moratinos, en el fondo, no ha hecho más que encarnar las ideas de Zapatero en materia de política exterior. Y éstas, por lo que sabemos hasta ahora, no han cambiado un ápice, ni en lo que a la economía se refiere, ni en su conjunto.

En resumen, esto no es más que un cambio de Gobierno para que todo siga igual. Con él, lo único que pretende Zapatero es, sobre todo, acallar las críticas internas y congraciarse con unos y otros para seguir en el poder a cualquier precio, como ya dejó claro con sus acuerdos con el PNV y Coalición Canaria.


Libertad Digital - Opinión

Crisis de Gobierno. Freddy el socorrista. Por Emilio Campmany

Yo, si estuviera ahogándome y viera a Rubalcaba correr hacia mí con un salvavidas, nadaría con todas mis fuerzas en dirección opuesta. Y supongo que Zapatero haría lo mismo.

La milonga que nos quiere vender El País se resume contando que Zapatero ha pedido ayuda al "único" que puede sacar al PSOE del hoyo en el que está y "su amigo" Rubalcaba ha dicho que sí, siempre que tuviera todo el poder y pudiera colocar en Presidencia alguien de su confianza, como es Ramón Jáuregui. A otro perro con ese hueso.

No veo a Rubalcaba acudiendo en auxilio de nadie que no sea el propio Rubalcaba. Ni me creo que se haya dejado poner ahí para ser el sucesor de Zapatero cuando éste se dé el batacazo en 2012 y ser presidente de Gobierno en 2016 o 2020, año en el que don Alfredo cumplirá 69. Ni me parece creíble que Ramón Jáuregui acceda a subirse a última hora a un barco que se está yendo a pique.

Y tampoco me creo que Zapatero se haya entregado a la vieja guardia felipista para que lo salven, porque es lo último que harían, y él lo sabe, ni que haya consentido que Rubalcaba y Jáuregui tomen las riendas con el fin de hacer una transición ordenada cuando Zapatero se vea obligado a dimitir tras las catalanas o después de las municipales y autonómicas. El de las cejas nunca se dejaría manipular, al menos conscientemente.


Si es imposible que Rubalcaba auxilie de forma altruista a Zapatero y no lo es menos que Zapatero se deje manipular por el químico, es que alguno ha engañado al otro. No creo que Zapatero pueda creer en la sinceridad de Rubalcaba si éste le dice que acude raudo a su rescate. Yo, si estuviera ahogándome y viera a Rubalcaba correr hacia mí con un salvavidas, nadaría con todas mis fuerzas en dirección opuesta. Y supongo que Zapatero haría lo mismo.

En cambio, me parece posible que el Maquiavelo de León haya engañado a Rubalcaba y a toda la guardia felipista fingiéndose derrotado, dispuesto a ceder tras alguna de las dos debacles electorales que se avecinan. A cambio habría pedido que se le concediera un tiempo a ver si se firma la paz con ETA para poder despedirse con este éxito en el morral. Los otros habrían dicho que sí a cambio de colocar a gente suya (Rubalcaba, Jáuregui y Jiménez) en los puestos clave durante estos meses de transición. Naturalmente, de ser así, la intención de Zapatero sería la de tratar de resucitar a partir del momento en que las encuestas mostraran algún repunte y negarse a dimitir por no ser ya necesario para la salvación del partido.

En conclusión, parece que Zapatero ha dicho que se va, aunque lo más probable es que esté fingiendo y se proponga aguantar cuanto pueda. Si fuera así, surgen dos cuestiones. La primera es saber si, cuando llegue el momento en que Rubalcaba, Prisa y la vieja guardia felipista consideren que Zapatero debe definitivamente irse, estarán en condiciones de obligarle a hacerlo como hicieron en su día con Borrell. Y la segunda es determinar quién será el sucesor. El martes por la noche Iñaki Gabilondo, tras un publirreportaje, le hizo una entrevista a Javier Solana en la que éste habló de retornar a la vida nacional, de devolverle a España algo de lo mucho que había recibido de ella, de que el país necesitaba unidad para hacer frente a los problemas y evitar convertirse en un país de segunda o tercera y qué sé yo cuántas más cosas propias de un presidenciable. Quien quiera entender, que entienda.


Libertad Digital - Opinión

Todo el poder a los soviets de Fouché. Por Hermann Tertsch

Zapatero relega la gestión a un segundo plano y convierte en su principal objetivo la guerra contra la oposición.

LO que parece haber disfrutado el presidente con la sorpresa. Como un niño. Con falsa modestia nos decía ayer que el «suspense» no se daba porque se había conocido toda la amplitud del cambio antes de que él compareciera ante los medios para comunicarnos la buena nueva a los españoles. Pero no podía enfadarse, ya que todos sospechan por dónde llegó al principal diario socialista la filtración de los cambios de gobierno. Todos conocen en Madrid las prácticas consuetudinarias del gran triunfador de la jornada, definitivamente el Gran Fouché, el superpolicía y maestro de la intriga convertido en el hombre fuerte de la deteriorada democracia española. Alfredo Pérez Rubalcaba, de trayectoria perfectamente conocida, es desde hoy el amo del aparato del Estado sin contrapoder que pueda tomarse en serio. Debimos sospechar que algo serio y grave se cocía cuando el domingo el presidente del Gobierno aseguró que no haría una crisis amplia. Cuando dice una cosa, hay que dar por hecho la contraria. La compulsión de Zapatero a decir lo que sabe que no es cierto es ya legendaria. Raya en lo infantil. Parece sentir placer al propagar una falsedad que horas o días después desmiente la realidad. Diríase que disfruta con el engaño. Pero dejemos el peligroso análisis de una mente y un carácter tan complicados como los del presidente. Y vayamos a lo que importa. Tenemos un nuevo Gobierno. Y es un Gobierno para el combate. Se acabaron las tonterías. Zapatero nos revela que ya no espera ganar las elecciones gracias a una recuperación económica. Porque hasta él sabe ya que no va a llegar en mucho tiempo y en todo caso no para ser utilizada en lo que a él le importa. Ya se arreglará la economía. Ahora hay que evitar la victoria del PP, a toda costa. Hay que impedir la alternancia pese a la evidencia de las encuestas de que la mayoría de la ciudadanía la quiere. Por eso, lo que ayer presentó no es ya un Gobierno para aplicar reformas y buscar consensos y acuerdos dentro y fuera de
nuestro país para superar la crisis. Es un comando político de intervención para ganar las elecciones a pesar de la crisis y sus efectos. Zapatero relega la gestión a un segundo plano y convierte en su principal objetivo la guerra contra la oposición. A movilizar los soviets bajo mando de Fouché. Rescata los planes de marginar al PP e integrar a todos los aliados posibles en una política de izquierdismo reforzado y hostigamiento e intimidación de la discrepancia. Entre los amigos potenciales estarán también la izquierda abertzale porque capítulo prioritario en este guión para año y medio es el final de ETA, pactado con ETA. Paradójicamente, dada la ineptitud de los cuadros del zapaterismo, ha tenido que recurrir a bragados políticos del felipismo. Pérez Rubalcaba, es ya el todopoderoso vicepresidente de este Gobierno —como ya lo llamaban ayer sus socios periodistas—. Será el encargado de utilizar todos los resortes del aparato del Estado para derrotar a la oposición e impedir —como sea— la alternancia. No es descabellado el temor a que se haya dado la puntilla a la ya malherida seguridad jurídica en España. El PP y su líder Rajoy deberían entender que se han acabado las bromas. Y que la parsimonia de su líder y sus políticos funcionarios ya no vale. Que no esperen a que el cadáver del Gobierno pase por delante de Génova, porque el moribundo sólo ha cogido fuerzas para ir a por ellos. Este gobierno no va a resolver ninguno de los problemas reales de los españoles. No está hecho para eso. Es un zombie diseñado para destruir la alternativa. Con alguna cara amable para vender al público la guerra política implacable que comienza.


ABC - Opinión

Crisis de Gobierno. Cuando Rubalcaba es la renovación. Por Pablo Molina

Zapatero les ha elegido a todos ellos no precisamente para la gloria, sino para administrar la hecatombe que heredan de sus antecesores.

Gran tipo, este Alfredo Pérez Rubalcaba, perejil de todas las salsas y co-protagonista de los acontecimientos políticos más bizarros a que ha debido enfrentarse con gran bochorno la sociedad española, desde el GAL hasta el Faisán, pasando por el 11-M. Superviviente nato, tuvo la habilidad de salir del fárrago del felipismo sin tener que lamentar daños de importancia, cosa que no se presentaba a priori nada fácil en un tiempo en que los escándalos de todo tipo salpicaban a diario al gobierno del que era portavoz. Oiga, pues ni un arañazo, cosa que pueden decir muy pocos compañeros suyos de la época en que el PSOE jugaba a la gallinita ciega a las puertas de Alcalá Meco.

Zapatero asegura que su nuevo Ejecutivo forma un gabinete "renovado" (sic), y para demostrarlo no sólo mantiene a Rubalcaba sino que lo convierte en el personaje de mayor peso político del Consejo de Ministros. Se conoce que la negociación final con la ETA no está nada clara y en el terreno de la incertidumbre es donde con más brillantez se desenvuelve D. Alfredo, pues recursos para ello no le faltan.

Y para confirmar este aire fresco que Zapatero ha querido insuflar a su equipo de ministros, y probablemente para que un bisoño Rubalcaba no se sienta sólo, aquí tenemos también al gestor de las cooperativas de viviendas de la UGT en la época de la PSV, al vicelehendakari vasco en los años ochenta, a una comunista irredenta que encontró en la casa común un cargo público a la altura de sus merecimientos y a la última gran promesa del socialismo, la "señorita Trini", felipista de pro y recién recuperada de un batacazo en las primarias madrileñas como para haberse quedado en el sitio políticamente hablando.

Zapatero les ha elegido a todos ellos no precisamente para la gloria, sino para administrar la hecatombe que heredan de sus antecesores, evitando que la figura del presidente acabe disolviéndose en el ácido del desprecio colectivo de una sociedad que ya no lo soporta. Un ramillete de auténticos triunfadores, estos miembros y miembras, a los que sólo les falta una alfombra roja para desfilar bajo una lluvia de flashes el día de su toma de posesión, saludando al respetable con la mejor de sus sonrisas y firmando algún que otro autógrafo. ¿No es una pena que no permitan la presencia del público?


Libertad Digital - Opinión

Un viejo nuevo gobierno. Por M. Martín Ferrand

Rubalcaba es el nuevo Gobierno y los demás ocupan el escenario para que la producción no resulte pobretona.

ALFREDO Pérez Rubalcaba llevaba en la mochila el bastón de mariscal desde que Felipe González le nombró ministro de Educación. Ahora lo lleva ya en la mano y luce los entorchados de poder que durante los últimos siete años, entre la cautela y la humildad, escondía bajo la camiseta. De hecho puede decirse que Rubalcaba es el nuevo Gobierno de Zapatero y los demás, como esos extras con lanza del teatro clásico, ocupan el escenario para que la producción no resulte pobretona. Es decir, seguimos donde estábamos y a la espera de que las autonómicas catalanas —¿el principio del fin del zapaterismo?— marquen el rumbo a seguir para llegar del mejor modo posible al amontonamiento electoral de la próxima primavera. «¿Brindará usted por el ascenso de Rubalcaba?», acaba de preguntarme un becario que testa, para un diario digital, la alegría que genera el nuevo Gobierno. Sí, le he respondido. Lo haré con agua de Solares, que es la bebida típica de su pueblo de nacimiento.

La siguiente consideración que merece el viejísimo nuevo Gobierno de Zapatero, un equipo de náufragos sin brújula, es la mucha estima que el de León siente por el PSOE. Algo entrañable. En un gesto de fervor partidista le ha nombrado a Leire Pajín titular de Sanidad, el ministerio del «prohibido fumar», y con ello ha redimido al PSOE de una secretaria de Organización delicuescente que, si piensa como habla, nos dará días de gloria en su nuevo pedestal de poder y salud. Tampoco resultan mancas las cesantías de María Teresa Fernández de la Vega que, como la madrastra de Blancanieves, le pregunta al espejo mágico si hay alguien más listo que ella en el paisaje socialista; la de Miguel Ángel Moratinos, el diplomático que, de tanto mirar al Este, nunca ve ponerse el sol; Bibiana Aído, la que multiplicada por cualquier número siempre da cero; Celestino Corbacho, que ahora fracasará en Cataluña en vez de hacerlo en Madrid; Beatriz Corredor, una mala solución habitacional, y Elena Espinosa, otro de los aspectos del vacío socialista.

Aparte de Pajín, entra en el Gobierno Ramón Jáuregui, que ya debió entrar hace siete años, pero que no se corresponde con la estética de líder; Rosa Aguilar, que ha vuelto a caerse del caballo cuando iba hacia Damasco, y Valeriano Gómez, una sombra de Jesús Caldera en el nuevo guiñol de La Moncloa. Y Trinidad Jiménez, que sale y entra para demostrar que un fracaso continuado y persistente, contumaz, es algo que Zapatero sabe apreciar y mantener a su vera. Un buen cesto para recoger tomates en la huerta, pero poco apto para las labores de achique que requieren las vías abiertas en la nave del Estado.


ABC -Opinión

Luces y sombras de una crisis para salir de otra crisis. Por Antonio Casado

El primer fruto visible de los pactos de supervivencia con nacionalistas vascos (PNV) y canarios (CC) apareció el domingo pasado en Ponferrada, donde Zapatero se permitió ofrecer a sus compañeros una receta para remontar: aplicación de las reformas económicas y movilización de los socialistas ante un eventual retorno de la derecha al poder. El segundo fue la aprobación de los Presupuestos para el año 2011 en base a dichos pactos. Y el tercero, la significativa renovación del Gobierno que acabamos de conocer.

Mientras las coplas cantan su pérdida de credibilidad, su desplome en los índices de valoración y la caída libre del PSOE en las expectativas de voto, Zapatero saca la cabeza un minuto después de asegurarse año y medio más de cuerda. En la rueda de prensa celebrada en Moncloa para explicar los cambios en el Gobierno, el presidente escenificó el intento de remontada política y económica que se propone. Desde la estabilidad presupuestaria e institucional. Gracias a sus nuevos costaleros parlamentarios. “Era el momento de hacerlo”, dijo.


Otra cosa es que lo vaya a conseguir. Empezaremos a saberlo en cada una de las dos paradas controladas que se avecinan: las catalanas de noviembre y las territoriales de mayo. Hasta entonces, Zapatero toma impulso político y trata de nadar contra corriente con la ayuda de sus dos remeros preferidos: Rubalcaba y Blanco, los dos únicos ministros que salen reforzados de esta crisis. Sobre todo Rubalcaba, que consolida en el organigrama el papel de cerebro político que ya ejercía en la trastienda. Ahora también como banda sonora del Gobierno.

«¿Cuánto tiempo creen ustedes que va a pasar hasta que Rubalcaba vuelva a ser el ministro del Gal, enredador del 11-M, enterrador del último Gobierno de González y encubridor del caso Faisán?»

Blanco favorito del PP

Piloto y pregonero de un Ejecutivo en fase terminal si nos atenemos a las encuestas, los climas de opinión consolidados y unos potentes difusores mediáticos de la derecha sin complejos. Atención, pregunta: ¿Cuánto tiempo creen ustedes que va a pasar hasta que Rubalcaba -ahora el listo de la clase que desborda a Zapatero en los ranking de valoración ciudadana y sintoniza con los votantes conservadores- vuelva a ser el ministro del Gal, enredador del 11-M, enterrador del último Gobierno de González y encubridor del caso Faisán?

Ese es uno de los dos puntos débiles de la remodelación ministerial (entran cuatro, salen seis, cambia una y se refuerzan dos). Me refiero a la mayor exposición de Rubalcaba, que siempre fue uno de los blancos favoritos del PP. El otro es la crisis económica, como un yacimiento de malas noticias que parece inagotable. Y podría quemar a los nuevos ministros en dos meses como quemó a los anteriores, ¿o alguien cree que las malas noticias sobre paro, índices de confianza, crecimiento, deuda, etc., se han terminado ya y que, a partir de ahora, la recuperación de la economía será rápida e imparable?

De modo que estamos ante una renovación del Gobierno con acelerador y freno. El acelerador es la recuperación de la iniciativa política gracias a la estabilidad parlamentaria que aportan los pactos de supervivencia y que, al menos de momento, ha descolocado al PP. El freno es la situación económica, de cuya mejora solo tenemos noticia a través del voluntarismo de Zapatero y su confianza en que las reformas decididas (laboral, financiera, servicios) y por decidir (pensiones, energía, educación) serán la palanca de la recuperación.


El Confidencial - Opinión

Crisis de Gobierno. Emergencia socialista. Por Cristina Losada

No hace un Gobierno para la emergencia nacional, sino para la emergencia socialista. ¿Sucesión? Supervivencia.

Es muy cierto, como recordaba aquí García Domínguez, que no hay nada más antiguo que un periódico de ayer ni nada más actual que un poema de Homero. Pero la política tiene a gala presentar el periódico amojamado como recién salido de la imprenta. Pretende hacer pasar el viejo bacalao por una estrategia fresca. Así, con esta remodelación del Consejo de Ministros que tanto barullo ha originado. Si uno acude al diario de ayer, fechado en abril del año pasado, comprobará que los cambios de entonces se envolvieron en la misma "épica" que hoy endilgan las locuaces fuentes gubernamentales. En aquella data, Zapatero había decidido rodearse de un nuevo equipo de "perfil político muy acusado" y su principal tarea era trasladar a la población cómo nos iban a sacar de la crisis esos "pesos pesados". Igualito que ahora.

Muy bajo debió de ser el perfil aquel, cuando año y medio después hay que levantarlo. Sorprende que el PSOE insista en dotar a sus gobiernos de peso político como si ése fuera el ingrediente mágico que les faltara. De la Vega, Moratinos, Aído y demás expulsados no estaban en el candelabro ministerial en calidad de tecnócratas. Los entrantes no descuellan tampoco como tales. Pero la obsesión indica cuáles son las prioridades del partido y de su líder. En un trance tan crítico como el que atraviesa España, cuando la economía es la primordial fuente de inquietud –aunque debiera haber otras–, se esperaría un Gobierno con menos perfil político y más perfil técnico, con menos apparatchik y más profesionales capaces. Pues nones.

Y es que no debe de ignorarse la otra gran crisis, la que procura más desvelos al presidente y a sus huestes: la suya propia. Sólo si se desplaza el punto de vista de las necesidades de la Nación a las urgencias de un partido en caída libre se entiende la mudanza. Hay que darle la vuelta a la tortilla de la opinión pública. Hay que hacerles arrumacos a sectores revueltos, como los sindicatos. Hay que lanzarle algún anzuelo a esa izquierda en desbandada. Y hay que embridar a los barones y premiar a los leales. Cualquier primer ministro piensa en las elecciones que vienen, pero éste no piensa en otra cosa. No hace un Gobierno para la emergencia nacional, sino para la emergencia socialista. ¿Sucesión? Supervivencia.


Libertad Digital - Opinión

El caballero oscuro. Por Edurne Uriarte

Su trabajo en las sombras hace de Rubalcaba uno de los políticos más temidos en este país.

ZAPATERO llegó al poder con aquello del republicanismo cívico, un divertimento académico de escaso contenido que sus asesores convirtieron en un mensaje de regeneración democrática basado en la participación ciudadana, en la transparencia, en la limpieza y en el control democrático de los políticos. Poco importó entonces que presumiera de republicanismo cívico, justamente después de la movilización ciudadana contra el PP comandada por los suyos tras el atentado del 11-M. Allí estaba Rubalcaba, el caballero oscuro que dirigía la agitación de las calles en las vísperas del triunfo electoral de Zapatero. Y aquí está de nuevo Rubalcaba, el caballero oscuro al que Zapatero se aferra en las vísperas de su anunciada derrota electoral.

Ahora como entonces y a lo largo de las dos legislaturas, Rubalcaba ha sabido convertirse en el perfecto complemento de Zapatero. En el hacedor del trabajo oscuro que facilitaba el camino al líder de la sonrisa y el talante, en el agente en las sombras que se encargaba de los asuntos poco presentables mientras el líder alardeaba de republicanismo cívico. Primero en la agitación post 11-M, después en la negociación con ETA, y después y ahora en la dirección de los aparatos del Estado en la investigación de los casos de corrupción protagonizados por el PP.


Su trabajo en las sombras hace de Rubalcaba uno de los políticos más temidos en este país, lo que explica parte de su impresionante capacidad de supervivencia. Pero también es uno de los más admirados, sobre todo por sus excelentes dotes comunicativas, que, en un gabinete de mediocres en el que incluso la ministra de Economía tiene problemas para expresarse en público, han hecho de él el ministro más valorado por los ciudadanos. Algo en lo que también le ha ayudado la posesión de la cartera de Interior, la más gratificada por la opinión pública, junto a la de Defensa.

Todas esas fortalezas de Rubalcaba serán, sin embargo, impotentes en el epílogo de Zapatero. El rotundo fracaso del caballero oscuro en la operación de Tomás Gómez es un síntoma de los nuevos tiempos. Y eso dentro de su partido. Fuera de él, en la calle, nada tiene que ver el humor de la España actual con el de aquella nación asustada y rabiosa del 11-M. Ni la mejor oratoria desviará la atención de la crisis, del fracaso, de la mentira, de la ineficacia, del derrumbe. Ni el más brillante trabajo en las sombras movilizará a unos ciudadanos que ahora tan sólo quieren manifestarse contra el Gobierno. Contra Zapatero. Contra el propio Rubalcaba. Comenzó su colaboración con Zapatero dirigiendo la agitación. Y puede acabar víctima de otra agitación.


ABC - Opinión

Zapatero pone su futuro en manos del portavoz de los GAL. Por Federico Quevedo

Hay muchas incógnitas que se desprenden de la crisis de Gobierno afrontada este miércoles por el presidente Rodríguez que, seguramente, se irán despejando los próximos meses. La principal de todas ellas, la de si finalmente Rodríguez será el candidato socialista a las elecciones generales, es, probablemente, la que tiene a todo el mundo más inquieto, pero de lo sucedido este miércoles podemos sacar dos conclusiones a este respecto. La primera, que Rodríguez ha confiado su futuro político, sea cual sea su decisión, a Alfredo Pérez Rubalcaba y que será éste al mando del Gobierno el que al final influya decisivamente en la misma y, la segunda, que en el caso de que Rodríguez opte por no ser el candidato, ya sabemos el nombre de quien cuenta con todas las bazas para ser su sucesor -en política nunca hay que dar nada por hecho de modo definitivo, y menos a 16 meses vista-, que no es otro que el propio Rubalcaba. Un Rubalcaba que en una especie de déjà vu que machaconamente irrumpe en nuestro devenir, vuelve a ser el portavoz de un Gobierno en sus horas más bajas o, dicho de otro modo, el portavoz de los GAL de entonces, es el portavoz del Faisán ahora, el hombre que certificó el final del felipismo y el que ahora está llamado a certificar el final del zapaterismo y, quién sabe, quizás por eso lo ha elegido el propio Rodríguez…

De la crisis de Gobierno llevada a cabo este miércoles, contradiciendo lo que el propio Rodríguez había afirmado unos días antes -“solo cambiaré a un ministro, el de Trabajo”-, se puede afirmar algo tajante: el presidente ha puesto punto y final al modelo político que le llevó al poder; ha roto todos los puentes que le unían con aquel proyecto que entonces denominaron Nueva Vía y que agrupaba a una serie de jóvenes promesas (por decir algo) del socialismo patrio y que suponía un pase de página sin precedentes respecto al socialismo conocido hasta el momento, y que se visualizó una vez en el Gobierno en apuestas muy claras como las de los ministerios de Vivienda e Igualdad y nombramientos sorprendentes -cuando no espeluznantes- de ministros/as hasta ese momento completamente desconocidos para el gran público. Bien, todo eso se acabó. El mismo Rodríguez que hace unos meses se hizo a sí mismo una enmienda a la totalidad en el ámbito económico teniendo que afrontar una serie de reformas que hasta ese momento había dicho que nunca llevaría a cabo, ahora da una nueva vuelta de tuerca a su cambio de rumbo rodeándose de aquello de lo que hasta hace bien poco abjuraba, el socialismo más rancio enganchado todavía a los coletazos del tardofelipismo.

«El problema, la pregunta que se harán hoy millones de parados en este país, es la siguiente: “¿En qué me ha cambiado a mí la vida este cambio de Gobierno?”. En nada.»

La tercera reflexión a la que lleva la crisis de Gobierno conocida ayer es, también, muy clara: Rodríguez ha tirado definitivamente la toalla respecto de la crisis económica, y apuesta claramente por una estrategia política para intentar recuperarse de cara a las elecciones generales. El problema, la pregunta que se harán hoy millones de parados en este país, es la siguiente: “¿En qué me ha cambiado a mí la vida este cambio de Gobierno?”. En nada. Es más, si acaso la situación de esos millones de parados no amenaza otra cosa que no sea empeorar. La crisis de Gobierno ha servido para saldar algunas cuentas, como la de Trinidad Jiménez, la eterna perdedora, a la que ahora por fin le concede el premio que siempre había querido, el ministerio de Exteriores, y a la que le tocará gestionar la difícil crisis diplomática con Venezuela. Como la de Leire Pajín, a la que ha tenido que sacar del partido por sus enfrentamientos continuos con José Blanco -otro que sale reforzado al poner a un hombre suyo en ese puesto, Marcelino Iglesias, y ver incrementado su Presupuesto con las competencias de Vivienda-, y a la que se supone le va a encomendar una nueva ofensiva ‘social’ contra los sectores más próximos a la Iglesia Católica. Como la de Rosa Aguilar, que le sirvió en bandeja al PSOE la alcaldía de Córdoba -a la que ahora irá como opositor Moratinos-.

Es un Gobierno de fin de ciclo, de concesión de premios de última hora, y un intento a la desesperada de recuperar por el lado de la política lo que está perdiendo por el lado de la economía. Quienes venimos meses denunciando que había pactos por debajo de la mesa para conseguir el fin de ETA permitiendo a su entorno político volver a la legalidad, ahora podemos decir: “¿Veis?, teníamos razón”, porque eso es lo único que cabe deducir de las palabras de Rodríguez. Esa es la parte secreta del pacto con el PNV, lo que Elena Salgado no pudo ni podrá nunca leer en la Tribuna del Congreso, pero lo que Rodríguez va a buscar con un ansia casi enfermiza en el tiempo que le queda por delante, que ni siquiera él mismo sabe cuánto es: acabar con ETA, conseguir que entregue las armas. Y para eso tiene a Rubalcaba, que es como meter al enemigo en su propia cama. Pero va a dar igual, porque al final la pregunta seguirá siendo la misma cuando, en lugar de cinco, haya cerca de seis millones de parados: “¿En qué me ha cambiado a mí la vida este cambio de Gobierno?”.


El Confidencial - Opinión

Crisis de Gobierno. Más de lo mismo. Por José García Domínguez

Un varón, por cierto, que reúne dos taras, ontológica una y física la otra, que lo inhabilitan cara a la sucesión; es demasiado inteligente y demasiado calvo, estigmas ambos que suscitan el rechazo instintivo de las muy soberanas audiencias televisivas.

Al igual que en las matemáticas, la ley fundamental de la aritmética zapateril establece que el cambio en el orden de los factores nunca altere el producto. Así, trocar una Bibiana por una Leire o un Moratinos por un Jáuregui siempre implicará un juego de suma cero. Perfil bajo; vocación subalterna; pupitre, el justito; y obediencia, esa suprema virtud perruna, contrastada. He ahí el ecuménico retrato robot de los validos de La Moncloa, un imperativo categórico al que no semeja escapar el nuevo Gabinete. Obediencia; sobre todo, mucha obediencia.

Véase, si no, cómo los cautivos y desarmados en el Waterloo de Parla, con la Trini y don José a la cabeza, han devenido triunfadores del restyling. Más de lo mismo, pues. Acaso con alguna excepción, la preceptiva con tal de que se confirme la regla. Me refiero, claro, a Rubalcaba, el único político de talla que aún escolta al naufrago en su deriva. Un varón, por cierto, que reúne dos taras, ontológica una y física la otra, que lo inhabilitan cara a la sucesión; a saber, es demasiado inteligente y demasiado calvo, estigmas ambos que suscitan el rechazo instintivo de las muy soberanas audiencias televisivas. Y es que una rémora de la galaxia Gutenberg, como él, no tiene nada que hacer en la era del iPod, la fibra óptica y Belén Esteban.

Por lo demás, bien harían dejando de fantasear cuantos lo imaginan al frente de un comando suicida presto a inmolarse en las urnas por Zetapé. Nadie olvide que el flamante vicepresidente responde por don Alfredo, no por mister Chance. En fin, cuitas hereditarias al margen, se entrevé cierta voluntad presidencial por congraciarse con el paisaje conservador que dibujan todas las encuestas. Un tenue giro a la derecha de la veleta que ha pagado Moratinos y su estrafalaria pose de insurgente bananero. Por ese mismo sumidero, el de la alarma electoral, desaparecen otras dos alegres concesiones a la demagogia, los nanoministerios de Vivienda e Igualdad. Un guiño al sentido común que se compensa transfiriendo Trabajo a la UGT. Y fin de la historia. Lo dicho: más de lo mismo. Ya lo advirtió Iglesias, Julio no Marcelino: "Las obras quedan, las gentes se van. Otros que vienen las continuarán. La vida sigue igual".


Libertad Digital - Opinión

El entierro de la posmodernidad. Por Ignacio Camacho

Se acabó la política líquida y juvenil del zapaterismo. El perfil del Gobierno se vuelve sesentón, grave y masculino.

ZAPATERO se ha hecho postzapaterista y le ha entregado el futuro a un hombre del pasado, el último superviviente del tardofelipismo, el eslabón perdido de la vieja guardia. Igual que hace quince años, cuando González le confió las llaves del felipato para que amortiguara su declive, Rubalcaba ha recibido de otro presidente el encargo de frenar su imparable cuesta abajo y, llegado el caso, organizarle un funeral digno. No hay otro mejor para esa tarea: inteligente, sinuoso, estajanovista, manipulador, correoso, resbaladizo, poliédrico. Mitad Richelieu, mitad Fouché. Un profesional del poder, un maestro de la simulación, un experto en sombras, un conspirador nato que conoce como nadie las cañerías secretas del Estado. Y un pata negra del PSOE cuya legitimidad política garantiza el anclaje con la tradición del partido.

Situado al frente del cuadro de mandos, Rubalcaba deja de ser el vicepresidente de facto para convertirse en el co-presidente virtual y quizá en el albacea del zapaterismo. Su misión es detener la caída de la socialdemocracia, impedir o al menos atenuar la previsible derrota y, llegado el caso, pilotar la transición de un partido que Zapatero está a punto de llevar al barranco. El presidente, que ya había declinado su discurso proteccionista, renuncia ahora a sus últimas señas de identidad, las de la política líquida, posmoderna y juvenil, y se encomienda al pragmatismo de la generación que quiso jubilar hace una década y que probablemente sea la única capaz de sobrevivirle. Desaparecen los ministerios ingrávidos, los rostros femeninos, los gestos banales, el infantilismo adanista. Con Rubalcaba, Jáuregui y Marcelino Iglesias, el mensaje del Gobierno y del PSOE adopta un perfil maduro, grave y masculino, formulado por tipos casi sesentones y con toda la barba. Como Rajoy, a quien ante su crecida tratan de oponer un espejo de responsabilidad que devuelva confianza a un electorado asustado en plena crisis por las frivolidades zapateristas.

El ascenso del ministro del Interior tiene que ver también con la última apuesta de Zapatero, que fue también la primera: el fin de ETA. La pacificación del País Vasco es la obsesión terminal del presidente, bien como legado político o como baza electoral que podría rentabilizar el nuevo valido. La oscuridad del reciente pacto con el PNV sugiere posibles cláusulas secretas para hacerle al PP una envolvente a tres bandas, en la que Rubalcaba será el encargado de manejar los hilos. Sabe componer gestos exactos, interpretar roles complejos y mover a su conveniencia la maquinaria del poder sin pillarse los dedos en el engranaje. Controla bien los medios, administra con pericia las filtraciones, dispone de información reservada y es mal adversario en un debate. Un genio tenebroso, que diría Zweig, capaz de enterrar el zapaterismo aparentando que trata de resucitarlo.


ABC - Opinión

El Gobierno de Rubalcaba

Según propia confesión, el presidente Zapatero decidió el pasado domingo por la tarde realizar una remodelación profunda de su Gobierno a pesar de que ese mismo día por la mañana había asegurado lo contrario en un mitin del partido en Ponferrada. ¿Qué le llevó a este radical cambio de opinión? Seguramente la insistencia del núcleo duro del PSOE, encarnado por Rubalcaba y Blanco, en que para afrontar la última parte de la Legislatura se necesitaba un Gobierno casi de nueva planta, porque con el equipo actual el PSOE perdería irremisiblemente las próximas elecciones municipales y generales. El mismo Zapatero ha justificado los cambios diciendo que su objetivo es culminar la nueva política de austeridad y explicarla bien a los ciudadanos. La argumentación, sin embargo, no satisface plenamente ni explica todas las claves que subyacen a la remodelación, empezando por el papel estelar que se ha reservado al veterano socialista y ministro del Interior, Pérez Rubalcaba. Su entronización como número dos y como portavoz le convierte en el auténtico factótum del Gobierno, de modo que bien podría afirmarse que el nuevo gabinete es más de Rubalcaba que de Zapatero. De hecho, el nuevo vicepresidente culmina así su proyecto, que inició en 2004, de colocar en el Consejo de Ministros a sus fieles y aliados. El paso dado ayer le permite controlar estrechamente la áreas vitales del Ejecutivo. Si este protagonismo sobrevenido equivale a una designación sucesoria ya se verá. Pese a interpretaciones apresuradas, sería osado dar por amortizado al actual presidente y creer que dará un paso a un lado para extenderle la alfombra roja a la estrella ascendente. Por el contrario, los próximos meses serán testigos de un singular duelo entre ambos especialistas de la maniobra política para controlar todos los resortes del poder. Por lo demás, llama poderosamente la atención que, tras pilotar el PSOE durante una década y llevarlo al mejor destino posible arrumbando el felipismo, Zapatero se haya rodeado para terminar la Legislatura de varios pesos pesados de aquella época, de modo que de los tres vicepresidentes, dos fueron ministros de González, y el tercero, ocupó diversos altos cargos con él. Al triunvirato hay que añadir obligadamente a Ramón Jáuregui, el hábil director de campaña electoral que en 1993 llevó el PSOE al triunfo pese a los augurios de las encuestas. Que se especule con su papel de portavoz oficioso pone de relieve su protagonismo. ¿Pretende Zapatero recomponer aquél equipo para que reedite la pírrica victoria? Es presumible y razonable. En todo caso, se diría que se le han agotado los ímpetus de renovación del partido y que ha decidido archivar su peculiar estilo de gobernar para volver a los agónicos años 90. Así lo sugiere que haya sacrificado con aparente frialdad a dos de sus grandes apuestas: los ministerios de Igualdad, personalizado en la ministra Aído, y de la Vivienda, desempeñado por Corredor. Razón le ha sobrado a Mariano Rajoy cuantas veces ha pedido en el Congreso su supresión, no sólo por tratarse de brindis al sol de la izquierda, sino porque en época de recortes representaban un dispendio injustificable. Al menos en este punto, Zapatero ha acertado.

La Razón - Editorial

La rectificación

Zapatero encarga a Rubalcaba y a un Gobierno con más cuajo recuperar la confianza perdida.

La reacción de alivio que experimentó el partido del Gobierno y, sin duda alguna, una parte importante del electorado de centroizquierda tras la remodelación del Ejecutivo anunciada ayer por el presidente Rodríguez Zapatero, ofrece la medida justa del momento desesperado por el que atravesaba el proyecto socialista por el elevado desempleo, el desplome en las encuestas y el distanciamiento de sus bases tras el giro en política económica forzado por la crisis financiera. De momentos así solo se sale con operaciones de envergadura. Y Zapatero ha cerrado dos en apenas unos días: un pacto parlamentario que le asegura la legislatura y la mayor remodelación de su Gobierno desde 2004, no solo por el número de ministros afectados, sino, sobre todo, por la impronta de la operación, lejos del gusto por la sorpresa que siempre ha caracterizado la formación de sus gabinetes. Una remodelación, en definitiva, dirigida a insuflar dinamismo en el último tramo del mandato y a ordenar la decisión sobre su tercera candidatura, o sobre su sucesión.

Era incoherente que el giro en las prioridades no hubiera ido acompañado por una modificación del equipo encargado de aplicarlas. Zapatero tenía la teoría de que introducir cambios ahora retrasaría la aplicación de las reformas. Ese criterio se mantiene en parte: no hubiera sido razonable que el día que se aprueba el Presupuesto se despida a la vicepresidenta que lo ha elaborado y responde de su cumplimiento.


Pero no es menos cierto que el presidente sí ha rectificado ese criterio en parte. El cambio más importante es la sustitución de la vicepresidenta Fernández de la Vega por Pérez Rubalcaba, que también asume la portavocía del Gobierno. Lo principal es el enorme protagonismo público y parlamentario que adquiere y que su ascenso sea compatible con su continuidad en Interior. Habría sido un error hacerlo a costa de dejar inconclusa la tarea para la que fue nombrado en 2006: el fin de ETA.

Otro acierto supone el nombramiento de Ramón Jáuregui como ministro de la Presidencia, después de haber prescindido incomprensiblemente de él como portavoz parlamentario adjunto para enviarlo al Parlamento Europeo. La carrera de Jáuregui, del Ayuntamiento donostiarra al Consejo de Ministros, pasando por todas las Administraciones, define una trayectoria inversa a la de tantos políticos llegados a la cumbre sin apenas experiencia de gestión. La sustitución de Corbacho en Trabajo ha resultado la más obvia al entrar un especialista como Valeriano Gómez, encargado de una tarea difícil: restablecer el diálogo con los sindicatos sin modificar la reforma laboral y pactando la de las pensiones para evitar desbordamientos a la francesa. La presencia de Rosa Aguilar, ex alcaldesa de IU en Córdoba, en Medio Ambiente es un gesto hacia el electorado de izquierda.

Es llamativo (y polémico, a la vista de las expectativas levantadas) que los dos ministerios que desaparecen en aras de la austeridad sean los de Igualdad y Vivienda, con la particularidad de que sus titulares, Aído y Corredor, siguen al frente de esas competencias, pero ahora como secretarias de Estado. También es significativa la salida de Moratinos. El principal cometido de su sucesora, Trinidad Jiménez, será definir una línea de política exterior más claramente identificable por sus prioridades. Su sustitución por Leire Pajín, desplazada del partido, guarda seguramente más relación con los equilibrios internos que con su preparación para el puesto.

De todo ello se deduce que el criterio esencial ha sido ahora el de rodearse de ministros con más peso político, capaces de formular y ejecutar políticas y no limitarse a enunciar la posición oficial. Al igual que con el giro en economía, el acierto de Zapatero consiste esta vez en su mayor rectificación: el abandono de su idea de que la política la hace el presidente, y que los ministros son meros auxiliares suyos.


El País - Editorial

Rubalcaba, bastón y garrote de Zapatero

Este cambio de políticos, que no de política, no supone más que una nueva huida hacia adelante de un presidente de Gobierno que está dispuesto a aferrarse al poder, no combatiendo la crisis, sino a la oposición más que nunca.

La desaparición de la populista paridad, así como la de los no menos inútiles Ministerios de Igualdad y de Vivienda, es lo único positivo de la profunda como preocupante remodelación de Gobierno anunciada este miércoles por Zapatero. Y decimos preocupante no sólo porque esta remodelación no vaya a suponer un cambio que no sea a peor para hacer frente a la gravísima crisis institucional y económica que estamos padeciendo, sino también por el enorme poder que va a concentrar en sus manos un personaje tan siniestro como Alfredo Pérez Rubalcaba.

El encubridor de los GAL y de Filesa, el incitador del acoso a las sedes del PP en 2004, el ministro de SITEL, el del chivatazo a ETA y el que obstruye la acción de la justicia que impulsan las víctimas del 11-M, va a sumar a su cartera de Interior la de la vicepresidencia primera, así como la de la portavocía del Gobierno. Eso, sin tener en cuenta que semejante ascenso en el Ejecutivo podría colocar a Rubalcaba como delfín en el caso de que Zapatero no aspirara a presentarse a un tercer mandato.

Lo que parece evidente, en cualquier caso, es que el presidente del Gobierno está dispuesto a llegar hasta el final la legislatura y que se dispone a hacerlo utilizando a Rubalcaba como principal bastón y garrote político. Eso, sin olvidar que los cargos que ahora va a ostentar Rubalcaba, así como la irrupción de Ramón Jáuregui como ministro de la Presidencia, hacen aun más preocupantes y creíbles los compromisos que Zapatero ha adquirido con el PNV respecto a ese eufemismo del "final dialogado de la violencia".


Cabe también destacar la concentración de poder que, en el seno del PSOE, va tener José Blanco, tras el disparatado nombramiento de Leire Pajín como nueva ministra de Sanidad y su sustitución por Marcelino Iglesias, mero títero en las manos del ministro de Fomento. Que alguien como Pajín, que sólo ha destacado a la hora de hablarnos de la "masculinidad del PIB", de "acontecimientos planetarios" o de la "normalidad" que supone los traductores de lenguas regionales en el Senado, se convierta en ministra de Sanidad –cuando hasta confunde los métodos abortivos con los anticonceptivos– es muestra de hasta qué punto Zapatero está falto de "recursos humanos" mínimamente preparados.

Otro tanto podríamos decir del nuevo ministro de Trabajo y ex miembro de la UGT, Valeriano Gómez, cuyos únicos "meritos" que se recuerdan son el de haber sido administrador único de la Promoción Social de Viviendas (PSV) durante el escándalo en el que se vio envuelta la cooperativa, así como su fugaz paso por la secretaría general de Empleo con Caldera. Que el presidente del Gobierno nombre ministro de Trabajo a quien, en el colmo del disparate, se acaba de manifestar junto a los sindicatos en contra de la tímida "reforma" laboral aprobada por el Ejecutivo, es una insuperable muestra de lo poco que Zapatero se toma en serio la falta de flexibilidad de nuestro mercado de trabajo y, por el contrario, de la importancia que le concede a hacer guiños a la izquierda, tal y como también ha pretendido hacer con el nombramiento de la ex dirigente de IU, Rosa Aguilar, como nueva ministra de Medio Ambiente.

Finalmente, no podemos ocultar nuestro alivio por la salida del Gobierno de Miguel Ángel Moratinos, con seguridad el peor ministro de Exteriores que hayamos tenido nunca en democracia. Con todo, su sustituta, Trinidad Jiménez, tendrá que poner mucho de su parte para convencer a los españoles de que su nombramiento no se debe más que al agradecimiento de Zapatero por haberse enfrentado en primarias contra el "rebelde" de Tomás Gómez.

En definitiva, que este cambio de políticos, que no de política, no supone más que una nueva huida hacia adelante de un presidente de Gobierno que está dispuesto a aferrarse al poder, no combatiendo la crisis institucional y económica, sino a la oposición más que nunca. Rubalcaba se consolida como el hombre fuerte del Ejecutivo y Blanco como el del partido; Zapatero cede claramente poder ante ellos, no sabemos si para suplicar su auxilio y poder llegar vivo a 2012 o porque finalmente piensa retirarse de la política y concentrarse en su familia. Ambas hipótesis son posibles y sólo el tiempo despejará la incógnita. Lo que sí podemos adelantar sin lugar a dudas es que este nuevo Gabinete no contribuirá a resolver ninguno de los problemas de los españoles sino más bien a agravarlos. No otra cosa han sabido hacer los Ejecutivos de Zapatero en los últimos seis años.


Libertad Digitl - Editorial

Crisis, pero Zapatero sigue

Tras haber negado su agotamiento, Zapatero reconoce con los cambios el verdadero calado de la crisis política que le aqueja: ha lanzado una operación urgente de rescate de sí mismo, de su Gobierno y de su partido.

EN los próximos días habrá nuevas claves de la crisis de Gobierno que ayer realizó José Luis Rodríguez Zapatero, pero puede decirse que la dimensión de los cambios en su equipo demuestra que este segundo mandato está ya agotado. Tras haber negado reiteradas veces su agotamiento, Zapatero reconoce con los cambios en su gabinete el verdadero calado de la crisis política que le aqueja: ha lanzado una operación urgente de rescate político de sí mismo, de su Gobierno y de su partido. La crisis económica y las necesidades nacionales no están en la agenda de esta remodelación, sino el deseo de realizar un último esfuerzo por evitar la «catástrofe electoral» vaticinada por el presidente castellano-manchego, José María Barreda, a quien los hechos han dado toda la razón cuando pedía cambios. Pero, desde luego, no es este un Gobierno «renovado y políticamente reforzado» como lo presentó ayer Zapatero. Es, en todo caso, un Gobierno para apaciguar al partido y a la izquierda y soltar lastre interno. La promoción de Pérez Rubalcaba a la Vicepresidencia Primera y la portavocía del Gobierno no se puede calificar como renovación, porque volverá a ser comunicador del Ejecutivo el que lo fuera en el período crítico de 1993 a 1996, que terminó con la derrota del PSOE de Felipe González. La designación de Leire Pajín como ministra de Sanidad, aparte de una nueva extravagancia de Rodríguez Zapatero hacia las instituciones, es una forma de apartarla, sin humillarla, de su responsabilidad al frente de la organización del Partido Socialista, cometido en el que no ha sabido estar a la altura que exige un partido en crisis.

Siendo el paro el principal problema de España, el nuevo ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, va a gestionar una reforma laboral contra la que se manifestó en la huelga general del pasado 29 de septiembre, en un inequívoco guiño a la izquierda sindical. Con este nombramiento no hay un mensaje de confianza al mercado laboral y a los empresarios. La importante cartera de Exteriores recae en Trinidad Jiménez, a quien Zapatero premia su lealtad y consuela de su sonora derrota en las primarias de Madrid, en una nueva demostración de la incongruencia que enferma los nombramientos políticos. Además, Jiménez se hace cargo de un ministerio en el que su predecesor acababa de ejecutar un amplio movimiento de cambio en destinos diplomáticos y que la deja como legado un desplome de la política exterior. Podría añadirse como rasgo de esta crisis de Gobierno la inefable rebaja de las ministras peor valoradas del Gobierno, Bibiana Aído y Beatriz Corredor, que certifica la insolvente decisión de Zapatero de crear dos Ministerios ideológicos —Igualdad y Vivienda— y perfectamente prescindibles, aunque Zapatero haya urdido la treta de las secretarías de Estado para intentar que todo siga igual. El Zapatero feminista y defensor de la paridad ha pasado a mejor vida. La salida de Miguel Ángel Moratinos y Fernández de la Vega, leales al líder socialista desde el primer día de su etapa de gobierno, expresa la caducidad política en la que se encontraba el Ejecutivo, que Zapatero sólo ha conseguido maquillar levemente con esta remodelación.

Las prioridades de esta crisis están claras. José Luis Rodríguez Zapatero ha creado, ante todo, un gabinete electoral que refuerza a Pérez Rubalcaba en el Gobierno, y a José Blanco, en el partido. El presidente del Gobierno ha querido ejecutar de un golpe un movimiento táctico ante la opinión pública para demostrar que está en forma porque se mueve, y un gesto hacia el PSOE, confiando su vida política a una persona con prestigio interno como Rubalcaba. Una de las incertidumbres de este nuevo gobierno es cómo combinará Rubalcaba la Vicepresidencia política del Gobierno con la dirección del Ministerio de Interior, a punto de comenzar un año electoral, manteniendo el control sobre las Fuerzas de Seguridad del Estado y ante un inminente cambio en la Fiscalía General del Estado. Para los españoles, esta crisis es un movimiento de juego de mesa. La situación económica no ha merecido atención alguna y el equipo de Elena Salgado permanece intacto. El nuevo responsable de Trabajo es crítico con la reforma que, según el Ejecutivo, va a crear empleo. Así no se genera confianza y, por esto mismo, es legítimo dudar de que esta crisis de gobierno permita mejorar las expectativas de la economía española. Crisis de gobierno ha habido y amplia, pero hace tiempo que el problema dejó de ser la identidad y la labor de este u otro ministro. Sigue siendo la dirección política del país. La crisis necesaria que no ha hecho Rodríguez Zapatero es la que empezaba por él mismo y acababa en la convocatoria de unas elecciones anticipadas.


ABC - Editorial