sábado, 23 de octubre de 2010

Las caras de la Moncloa. Por M. Martín Ferrand

Las caras de La Moncloa, como en su día las de Bélmez, entran en la jurisdicción de lo paranormal.

LOS estrategas del felipismo, todavía de buen ver, le han robado a los romanos los planos del dios Jano y han construido uno que, según el reglamento, tiene dos caras. En una, luce el semblante cansino de quien quiso ser el señor del talante y en la otra brilla la mirada inquietante de Alfredo Pérez Rubalcaba. Es un diseño incómodo para quienes se sirven de él y perverso para el adversario. ¿Cómo podrá saber Mariano Rajoy si ese dúo presidencial va o viene, avanza o retrocede, gira hacia la izquierda o hacia la derecha? Lo único que parece claro es que los socialistas, que no saben ver llegar las crisis, pero que detectan la más leve hipótesis de pérdida de poder, andan encerrados en un cálculo decisivo: ¿Cuándo lleguen las legislativas de 2012, ocurra lo que ocurriese en los comicios previos, cuántos diputados se necesitan en La Carrera de San Jerónimo para no tener que devolver las llaves de La Moncloa?

Para el PP, en donde parecen pensar que la iniciativa es pecado, tiene una gran ventaja ese Jano con el que el PSOE trata de salvar los muebles. Darle una colleja a uno de los dos nombres máximos del Ejecutivo conlleva, por necesidad de diseño, darle en los morros al otro rostro triunfante y equívoco; pero esos son gozos para estilistas, para vocacionales de la acción política que engorda con la adrenalina del riesgo. En su actual configuración, la calle Génova es como uno de esos acreditados casinos de pueblo en los que conviene ser socio para tener derecho de asistencia; pero a los que, de verdad, no acude nadie. Por eso, la crisis de un perdedor abrumado por los acontecimientos, como la que acaba de superar el líder de León, se convierte en una derrota para las filas de la gaviota en las que, cuando alguien dice algo —pocas veces— es para poner en evidencia su mala condición, tal que el alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, o para perjudicar a un conmilitón con ganas y posibilidades como le ocurre en Asturias a Francisco Álvarez Cascos.

Las caras de La Moncloa, como en su día las de Bélmez, entran en la jurisdicción de lo paranormal. Podrían ser un fraude; pero, también, un ingenioso procedimiento para acentuar el pasmo de los populares y quietarles la merienda. En los laboratorios felipistas especializados en las acciones de poder han sabido, ante la imposibilidad de cambiar el jinete en mitad de la carrera, modificar su caballo hasta hacerlo pasar por una moto. En los salones en los que sestea el PP continúan con el debate sobre el modelo de silla que mejor le cuadra al penco en el que correrá Rajoy: ¿española, de doma, de salto, portuguesa, texana, inglesa...?


ABC - Opinión

Trastorno bipolar. Por Gloria Lomana

El hombre que iba a ser la estrella de la semana, el nuevo ministro de Trabajo Valeriano Gómez, por ser el único nombramiento previsible, se ha quedado literalmente arrollado por la catarsis del Gobierno. Zapatero ha creído que éste es el momento de lanzar una «fuerte ofensiva política» ante la perspectiva de perderlo todo en una lenta agonía y ha tirado del único mago posible, de Rubalcaba, para dar la vuelta a las encuestas. Pero, más le vale al nuevo ministro de Trabajo haber quedado tapado por la avalancha. De haber sido el único cambio, Valeriano Gómez estaría a estas horas abrasado políticamente. No tendría manera de explicar su comportamiento bipolar, primero redactando la reforma laboral –según Zapatero fue quien más papeles le pasó– luego acudiendo a manifestarse contra su propia reforma, y ahora prometiendo defenderla desde el Ministerio de Trabajo. El hombre asegura que sin trastorno alguno. Pero no se fíen. El comportamiento bipolar refleja estados de manía que pueden oscilar entre la alegría y la tristeza de forma repentina y patológica. O sea que el bipolar Valeriano en los estados de euforia redactaba pensionazos y recortes a los trabajadores, contra los que se manifestaba en los momentos de depresión. Trajín inconmensurable. Paradigma del sindicalismo de nuestros días. Y, por lo que se ve, prototipo de los que nos gobiernan. D. Valeriano ha prometido, a partir de ahora, padecer momentos de eufórica alegría más que de tristeza, para así aplicar los tijeretazos sin compasión alguna. Aunque no descarten que en momentos de zozobra se agarre del brazo de Cándido Méndez para manifestarse contra sí mismo.

Así las cosas, Valeriano ha superado a Zerolo en la escuela de Zapatero del zigzagueo. Hasta ahora el titular de manifestarse a favor de causas abandonadas por el PSOE (léase conflicto saharaui) era el secretario de Movimientos Sociales del PSOE. Pero Zerolo ha perdido fuelle. No estuvo en la manifestación de los sindicatos contra Zapatero y su reforma laboral, y sin embargo sí estuvo Valeriano con lo que, automáticamente, se ha alzado con el maillot amarillo del trastorno bipolar. El mejor modelo Zapatero. Lo dicho, una escuela: hago la reforma laboral y me manifiesto contra ella; apoyo los derechos sociales y los recorto; soy liberal y socialista a la vez; soy rojo y rejoneo a los trabajadores; presumo de Gobierno paritario pero el Gobierno tiene más hombres; no voy a hacer crisis, pero la hago...

A partir de ahora nos espera mejor comunicación, ha dicho Zapatero. O sea, semejantes trastornos bipolares, pero con más fotos. Así es que no descarten que Zapatero se agarre del brazo de Rubalcaba, Salgado y Valeriano, y se lance a la calle a protestar contra sí mismo. La calle siempre fue su mejor tarjeta de presentación y en tiempos de apuros todo es posible. Al fin y al cabo, el tándem Zapatero-Rubalcaba ganó las elecciones gracias a la algarabía del 13-M, y a los «nunca mais» y el «no a la guerra» que le precedieron. Y ahora toca ganar las siguientes. Comportamiento bipolar sin trastorno aparente. Pero no se fíen: o hay trastorno o nos mienten.


La Razón - Opinión

Ventanas. Los del canon celebran la sentencia. Por Antonio José Chinchetru

Lo que tampoco es una salida, eso sí, es la disparatada propuesta del presidente de NNGG: Nacho Uriarte defiende convertir la SGAE en un organismo público. Lo que faltaba, Teddy Bautista con coche oficial a cargo de los presupuestos.

A cuadros me quedé el jueves al mediodía al abrir mi correo electrónico. Habiendo leído ya la noticia del fallo del Tribunal de Justicia de la UE (TUE) que declara ilegal el cobro indiscriminado del canon digital, me encontré con una nota de prensa en la que las entidades de gestión sostienen que los jueces han dictaminado en sentido contrario del que lo han hecho. El comunicado conjunto de todas ellas informa de que "IBAU (Egeda, Dama y Aisge) y COPYESPAÑA (Agedi, Aie, Cedro y Sgae) valoran positivamente el respaldo que supone esta sentencia a la legalidad del canon digital, tanto en España como en el resto de países de la Unión Europea en los que se aplica esta compensación".

Si no nos tuvieran acostumbrados a su permanente desfachatez, resultaría sorprendente la caradura que demuestran la SGAE y compañía en el comunicado. Es cierto que la sentencia avala, por desgracia, la existencia del canon digital en los países miembros de la Unión Europea. Pero, y es lo que los Teddy Bautista boys parecen querer ocultar, lo que deja bien claro es que su aplicación en España atenta contra la normativa comunitaria. Esto supone un duro varapalo para uno de los argumentos clásicos de las entidades de gestión en defensa de la compensación por copia privada, puesto que desde estas organizaciones siempre se ha defendido que se trata de un sobreprecio que responde a la legislación de la UE.


Pero la caradura de tan peculiar celebración por parte de IBAU y COPYESPAÑA no termina ahí. A pesar de que el fallo del TUE deja claro que el canon puede ser repercutido en el precio del producto para que sea pagado por los consumidores, estas organizaciones sostienen en su nota de prensa que la compensación por copia privada "debe ser abonada a las entidades de gestión por los fabricantes, importadores o distribuidores de los dispositivos que permiten la realización de este tipo de copias". Una vez más, tratan de intoxicar a los ciudadanos.

Sin embargo, este brindis al sol tiene sentido. Las entidades van a intentar que los jueces españoles y el Gobierno hagan caso omiso de la sentencia (algo que resulta esperable de un Ejecutivo siempre presto a servir a los intereses de la SGAE y compañía), por lo que buscan intoxicar lo máximo posible en defensa de sus intereses.

A modo de conclusión, aunque la sentencia es positiva, el canon que permite cobrar sigue siendo un abuso. Como ya se ha propuesto en diversas ocasiones, debería aplicarse directamente sobre el original y no sobre dispositivos que tienen múltiples usos. Lo que tampoco es una salida, eso sí, es la disparatada propuesta del presidente de NNGG: Nacho Uriarte defiende convertir la SGAE en un organismo público. Lo que faltaba, Teddy Bautista con coche oficial a cargo de los presupuestos.


Libertad Digital - Opinión

El pánico a Rubalcaba. Por Edurne Uriarte

El miedo a Rubalcaba tiene que ver con su gestión en las sombras del poder.

La prensa progubernamental se ha divertido enormemente en las últimas horas con lo que José María Izquierdo ha llamado en El País «El pánico a Rubalcaba». O Javier Vizcaíno en Público «Tembleque de piernas y castañeteo de dientes en Carpetovetonia». Entusiasmados los columnistas de la izquierda con el profundo rechazo e inquietud que la concentración de tanto poder en Rubalcaba ha suscitado en toda la derecha política y mediática. Y poco conscientes, al parecer, de lo inquietante de que en una democracia un cargo político produzca miedo a la oposición, tanto a los periodistas como a los políticos. Incluidos los políticos de su propio partido, que se lo pregunten a Tomás Gómez.

Porque lo cierto es que estos admiradores de Rubalcaba tienen toda la razón. Este político produce un acusado temor entre los políticos y periodistas de la oposición. Y no precisamente por su inteligencia y sus dotes comunicativas. Eso causa respeto, que es otra cosa. El miedo a Rubalcaba tiene que ver con su gestión en las sombras del poder. Con la extendida percepción de que, con él al frente de Interior, no es lo mismo ser un corrupto del PP que del PSOE. Y, mucho peor, no es lo mismo ser un simple y honrado político del PP que del PSOE. O con el temor entre la clase periodística de que las críticas a Rubalcaba son más arriesgadas que a otros políticos. No se han percatado los fans de Rubalcaba, los seguidores del cuento del republicanismo cívico de Zapatero, del pequeño detalle de que el pánico al poderoso es propio de las dictaduras. Que la oposición también tiene pánico a Fidel y Raúl Castro. O a Hugo Chávez. Cuando pasa lo mismo en una democracia y al inspirador del miedo le otorgan, además, un inmenso poder, hay que hacérselo mirar. Porque algo falla en esa democracia. Quizá que el republicanismo cívico de Zapatero se haya convertido en republicanismo coactivo.


ABC - Opinión

Gómez, Gómez y Gómez. Por Alfonso Ussía

El Gómez socialista de Madrid ha sido abducido por el Gómez ministro de Trabajo. Le ha durado la gloria al Gómez madrileño muy poco tiempo. Y lo de la gloria es un decir. Nada más confuso que una coincidencia de apellidos en el mismo partido político. La extravagante pregunta «¿Qué Gómez?» va a convertirse en habitual en los próximos meses. Para mí, que el nombramiento de Valeriano Gómez como ministro de Trabajo es el primer paso de la venganza de Rubalcaba y Blanco contra el Gómez de Madrid. Porque resulta difícil comprender que un sindicalista que se ha manifestado contra el Gobierno por su reforma laboral acepte el ministerio que tiene que llevar a cabo la referida reforma. O Gómez es un caradura o Gómez es un incoherente o Gómez es un desleal. Y la gente se preguntará: ¿qué Gómez?

En este caso, el Gómez ministro, lo que no quiere decir que el otro Gómez, el de la gloria efímera, no es un caradura, es coherente y es leal. Gómez, y vuelvo al del ministerio de Trabajo, ha intentado justificar su inexplicable salto de la pancarta a la cartera, y no ha estado afortunado. En su Gómez hay dos Gómez. Y el lío se enreda aún más. Si Gómez el ministro es dos Gómez –el que se manifiesta contra el Gobierno y el que, a los diez días, forma parte de ese Gobierno–, el tercer Gómez es el de Parla, porque un candidato autonómico no puede superar en importancia a todo un ministro, que a su vez, y para mayor dificultad en la superación, está compuesto de dos personas tan enfrentadas y contradictorias como son las del Gómez sindicalista y piquetero, y el Gómez gobernante y con «Audi» en la puerta de su casa.

Gómez tiene que estar pasando por malos momentos. «¿Qué Gómez?» se preguntarán ustedes. En este caso, retorno al Gómez de Parla. El pobre Gómez de Parla no sólo se topa con un Gómez o dos Gómez más poderosos que él, sino que asiste estupefacto a otro inconveniente moral. Su vencida adversaria en las primarias de Madrid, Trinidad Jiménez, recibe en compensación a su derrota el ministerio de Asuntos Exteriores. Extraño resultado el de las primarias. El ganador, se queda en eso, en el Gómez que va a perder, y la vencida asciende con vértigo y alegría hasta la cumbre de la cancillería de España. Si yo fuera Gómez –¿qué Gómez?–, que no lo soy y me gustaría que no hubiera dudas al respecto, me mudaba a Parla y no volvía a aparecer por la Gran Vía y Callao, como muestra de dignidad. Según las estadísticas, en un mismo período de tiempo, un Gómez puede triunfar en política, e incluso dos Gómez, pero no tres. Tres Gómez conforman una multitud de Gómez. Y si ha quedado demostrado que los dos primeros Gómez viven bajo la piel del Gómez ministro, el Gómez candidato a la presidencia de la Autonomía de Madrid, no tiene nada que hacer. Si no lo tenía antes, ya me dirán ahora. Lo cantó el poeta: «Lo que era imposible antaño/ es más improbable hogaño». Los poetas son así, que no se muerden la lengua.

Pero carotas como Gómez –¿qué Gómez?–, y ahora me refiero al ministro, no abundan. «¡Reforma laboral, no! ¡Zapatero, dimisión!». Y a los diez días, ministro de Zapatero y reforma laboral, sí. Gómez, Gómez y Gómez.


La Razón - Opinión

PPC. Esta canción me suena. Por Maite Nolla

A Alicia la colocaron para neutralizar todo esto y, así, la evolución política del PP en estos dos años se resume en el manifiesto político formulado hace un mes: la única condición para pactar con CiU es una cartera.

Propongo que las elecciones catalanas se celebren ya, antes de que alguien cometa una locura o pase alguna desgracia. Aunque ya sepan que yo no soy muy partidaria, la mejor campaña la está haciendo CiU que ha optado por no hacer ni decir nada; ni visitas al notario, ni flores a Guifré el Pilós, ni nada. En cambio, para los demás partidos la campaña no sólo se puede hacer larga, sino que se arriesgan a que el que tuviera intención de votarles hace un mes no lo haga en noviembre, porque no les reconozca. Por ejemplo, el PSC ha pasado de ser nacionalista a ser español, renegando incluso de las multas por rotular en castellano. Los independentistas suman, restan, ganan o pierden posiciones según se van descubriendo nuevos extractos de la Visa del Barça. Y hasta Ciudadanos puede verse favorecido y perjudicado por partes iguales por el hecho de que no todo lo que parezca Ciudadanos sea Ciudadanos; y me refiero a la frenética actividad de Pepe Domingo y al debate, o mejor dicho, al bucle, sobre la unión con Rosa Díez y si entre bomberos se van a pisar la manguera.

Pero lo que riza incluso mis rizos es lo que ha sucedido hoy en el Partido Popular. Comprendo que ustedes añadan cierto toque autobiográfico al comentario y les doy la razón, pero no me digan que no es una sorpresa que Alicia Sánchez-Camacho haya presentado a bombo y platillo a la que fuera candidata de Ciudadanos a la alcaldía de Barcelona en 2007. Como recordarán, la que suscribe fue protagonista de un episodio similar que acabó con mi carrera política, aunque me abrió las puertas de la NBA de la opinión política, que es esRadio. Aquello, unido al fichaje de otras personalidades de más relevancia, como Carmelo González, supuso que a Daniel Sirera se le sublevaran los funcionarios del partido, incluidos algunos de los que hoy se han hecho la foto con Esperanza García. Por ejemplo, la candidata del PP en Lérida y el diputado provincial tomaron aquello como una afrenta hasta el punto de negarme la afiliación, algo que para un partido que ellos han convertido en marginal en la provincia no está mal. Vamos, que con todos los respetos no creo que estuvieran como para reservar el derecho de admisión, aunque, a lo mejor, que les voten cuatro es su objetivo político. Supongo que asegurados los cargos del diputado en Madrid y casi el de la diputada autonómica, la cosa se ve de otra manera y si quieren fichar a gente de Ciudadanos, que les fichen; como si quieren fichar a gente de Supervivientes.

A Daniel Sirera o a Carina Mejías se los han cargado porque en su momento se dieron cuenta del daño que Ciudadanos hacía al PP y, lo que es más importante, informaron a Madrid. A Alicia la colocaron para neutralizar todo esto y, así, la evolución política del PP en estos dos años se resume en el manifiesto político formulado hace un mes: la única condición para pactar con CiU es una cartera; todo lo que un no nacionalista militante busca de un partido no nacionalista. Además, si algo ha servido para reanimar y dar vidilla –un poco artificial– a Ciudadanos, después de pequeños y grandes fracasos electorales y empresariales, ha sido el campo libre que la política del PP les ha abierto durante los dos nefastos años de mandato de la señora Camacho.

Tengo que reconocer que la noticia del fichaje de Esperanza García ha sido para mí una especie de déjà vu, pero del rollo de la versión de Alicia en el País de las Maravillas de Tim Burton; como raro. Como dijo Josema Yuste, es lo mismo, pero no es igual.


Libertad Digital - Opinión

Un debate ensuciado. Por Ignacio Camacho

La estúpida grosería de un alcalde ha embarrado el debate sobre la nula cualificación de la ministra de Sanidad.

DESCONOZCO si el alcalde de Valladolid es un patán a tiempo completo o parcial, pero cuando ejerza de palurdo debería limitar sus zafias chocarrerías a su círculo de amigotes. Sus insinuaciones soeces sobre Leire Pajín revelan un rancio estilo de burdel anclado en el celtiberismo más chabacano, el de los monterillas de pueblo que rezongan al paso de las mozas rascándose las encías con un mondadientes. Puede que los socialistas hayan sobreactuado con su alborotado victimismo tratando de convertir una ordinariez tabernaria en un atentado machista; pero el tipo se ha retratado a sí mismo como uno de esos casposos verderones que blasonan de su desgraciado ingenio pedestre sin provocar más que el sonrojo ajeno.

La estúpida grosería del edil vallisoletano ha embarrado además un debate público que merecía la pena, y que es el de la (falta de) idoneidad de una dirigente sin currículum para hacerse cargo de un Ministerio especializado. El PSOE ha aprovechado el desliz para montar un desmedido escándalo mediático que desvía el asunto hacia el terreno del feminismo y la igualdad, en el que la izquierda se siente fuerte frente a una derecha a la que aún le asoma cierto pelo de la dehesa. Al exigir disculpas por la burda majadería de León de la Riva, los socialistas evitan dar explicaciones sobre la elección más que dudosa del presidente Zapatero, que ha causado estupor en el muy sensible sector sanitario. Un sector a cuyos profesionales se les exige una muy alta cualificación que no rige a la hora de seleccionar a quien ha de gestionar sus comprometidos problemas.


Para ser ministro/a de Sanidad no resulta en absoluto necesario haber estudiado medicina, enfermería o farmacia, pero una sociedad desarrollada requiere en su dirigencia pública ciertos méritos de capacitación específica que hasta ahora Leire Pajín no ha mostrado poseer. Carece de formación económica y de experiencia de gestión administrativa, y en el aparato del PSOE ha penado por falta de aptitudes de organización y liderazgo. Aunque la mayoría de los recursos sanitarios estén transferidos a las autonomías, entregarle una cartera tan compleja (epidemiología, prevención, consumo, protocolos clínicos y tecnológicos, etcétera) a una persona de bagaje tan escaso constituye para mucha gente cuando menos una ligereza, si no una temeridad, y hasta se puede entender como una falta de respeto al bien preparado colectivo asistencial. Al menos convendría debatir si la idea de que en política cualquiera sirve para cualquier cosa representa una concepción perniciosa y despectiva del servicio público, o si choca contra la noción de perfeccionamiento, estudio y competencia que se le supone a la alta dirección del Estado. Ésa debería ser la discusión en una sociedad moderna y civilmente fuerte, y no los morros de la ministra ni las fantasías calenturientas de un alcalde casinario.

ABC - Opinión

Tres décadas de ejemplo

Don Felipe entregó ayer en el Teatro Campoamor de Oviedo los premios Príncipe de Asturias en una ceremonia que presidió junto a Doña Letizia y a la que también asistió la Reina. Los galardones que llevan el nombre del heredero de la Corona han alcanzado la trigésima edición con una salud envidiable, amparados en una institución ejemplar como la Fundación Príncipe de Asturias, que ha convertido estas tres décadas en un incesante torrente de esfuerzos, y siempre con el sueño de distinguir a las personas que pudiesen ser identificadas como un reto, una referencia o un estímulo para sus conciudadanos de un mundo global.

Los premios Príncipe de Asturias han ganado en estos 30 años un merecido prestigio internacional que los ha convertido por derecho propio en una de las distinciones más apreciadas en el mundo de la cultura y las ciencias sociales. Baste repasar la relación de los galardonados a lo largo de estos años para entender que estamos ante un cuadro de honor del pensamiento y de la acción humanos. En esa línea de promover el reconocimiento de personas e instituciones ejemplares, la relación de los distinguidos en esta trigésima edición es un paradigma extraordinario de ese compromiso. Manos Unidas (Concordia), el equipo arqueológico de los guerreros de terracota de Qin Shihuang (Ciencias Sociales), Richard Serra (Artes), los sociólogos Zygmunt Bauman y Alain Touraine (Comunicación y Humanidades), los bioquímicos David Julius, Baruch Minke y Linda Watkins (Investigación) y The Transplantation Society y la Organización Nacional de Trasplantes (Cooperación Internacional), unidos al escritor libanés Amin Maalouf (Letras) y a la Selección española de fútbol (Deportes), componen un abanico de instituciones y personajes que son referentes mundiales en sus respectivos campos, con ese aditivo de la ejemplaridad en unas sociedades necesitadas de guías y espejos en los que mirarse.


De entre todos los acertados elogios a los premiados en el discurso del Príncipe de Asturias, merecen una mención especial sus palabras dedicadas a la gesta mundialista de la Selección, a lo que representa ese puñado de jóvenes deportistas y a la respuesta de un país orgulloso y entregado: «Sois la España joven, ambiciosa y capaz, sin complejos ni renuncias (...) y nos hicisteis sentir la emoción y el orgullo de ser españoles. De pertenecer a una gran nación».

En esa línea de capacidad nacional para superar desafíos y sobreponerse a las circunstancias más adversas, Don Felipe lanzó en su intervención un necesario y realista mensaje de optimismo y de fe en las posibilidades de una España unida para vencer a la crisis, y recordó que la nación «se ha demostrado a sí misma en muchas ocasiones a lo largo de la Historia que sabe superar los momentos más críticos. Ahora ha de volver a hacerlo», para lo que reclamó «proyectos que nos integren cada día más».

Ese proyecto de cohesión, de esfuerzo colectivo y de convicción en el potencial de nuestro país es un mensaje del Príncipe que debería calar en los gobernantes y en la sociedad.


La Razón - Editorial

Los gobiernos manirrotos, el riesgo de la Eurozona

Al final, la reforma se ha descafeinado por completo para dejar las cosas prácticamente igual a como estaban; motivo por el cual el BCE no se ha reprimido a la hora de criticar la vaciedad del texto definitivo.

Uno de los requisitos indispensables para que una unión monetaria funcione mínimamente bien es que las distintas administraciones territoriales coordinen sus políticas fiscales. No es la única condición –la flexibilidad interna de precios o la movilidad de factores son otras de enorme importancia– pero sí es una de las indispensables.

En la Eurozona esa coordinación entre políticas fiscales trató de lograrse mediante el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), en el cual, entre otras medidas, se establecía un procedimiento por déficit excesivo destinado a sancionar a aquel país miembro con un déficit persistente por encima del 3% y una deuda pública superior al 60%. Se entendía que tal era el umbral a partir del cual el endeudamiento descontrolado de las distintas administraciones públicas ya colocaba en serios problemas a la moneda única.

Sin embargo, ese PEC nació viciado, pues ninguno de quienes lo suscribieron –y en especial las principales economías de la Eurozona, como eran Francia y Alemania– tenían la mínima intención de cumplirlo. Así, tan pronto como se inició el procedimiento por déficit excesivo contra el eje francoalemán –controlado en aquel entonces por los manirrotos Gerhard Schröder y Jacques Chirac–, el pacto expiró. Ni Francia ni Alemania llegaron a ser multados porque la sanción se retrasó en sucesivas ocasiones hasta que en 2005 se reformó el PEC para flexibilizar los márgenes de endeudamiento. Además, por mucho que se superaran los ya de por sí amplios límites del PEC, el Consejo Europeo se reservaba el derecho de veto a cualquier propuesta de sanción por parte de la Comisión.


La crisis económica actual ha mostrado lo desorientada que estaba toda esta política de flexibilización del endeudamiento público. Se ha comenzado a cuestionar seriamente la unidad monetaria por la indisciplina fiscal de ciertos países como España, Grecia o Portugal; al fin y al cabo, si ellos caen, el euro se desmoronará a menos que sean rescatados por otros países que, como Alemania, están haciendo sus deberes a la hora de ajustar su presupuesto. Pero Alemania no puede convertirse en la red de todos los políticos suicidas como Zapatero, pues ni siquiera la economía más rica de la Eurozona dispone de un capital infinito para rescatar a otros Estados; de ahí que se haya planteado la necesidad de poner en vereda a los países más manirrotos a través de un sistema de sanciones mucho menos manipulable por los políticos afectados.

Alemania, la principal interesada en que los llamados PIIGS comiencen a disciplinarse y a reconducir sus insostenibles déficits, planteó una reforma por la que los países que incumplieran los objetivos del PEC fueran automáticamente castigados no sólo con multas económicas sino también con pérdida de derechos políticos en las instituciones europeas. Sin embargo, los principales Estados incumplidores, como España, se aliaron a última hora con Francia, país siempre dispuesto a abortar políticas ortodoxas y sensatas, para que las sanciones fueran sólo económicas y, sobre todo, para que el Consejo se reservara un derecho de veto por mayoría cualificada para bloquear las multas.

Al final, pues, la reforma se ha descafeinado por completo para dejar las cosas prácticamente igual a como estaban; motivo por el cual el BCE no se ha reprimido a la hora de criticar la vaciedad del texto definitivo: la moneda cuyo valor se encarga de defender se ve constantemente atacada por la creciente insolvencia de los gobiernos. Y eso en nada nos beneficia a los españoles, por mucho que a corto plazo nos libremos de las sanciones: sólo hace falta ver la satisfacción de la manirrota Salgado para comprenderlo.


Libertad Digital - Editorial

Propaganda y arenga

La oferta de Zapatero a la izquierda para que recupere el ánimo se ha quedado en arenga militante, porque, de reformas, nada.

RODRÍGUEZ Zapatero estrenó ayer el nuevo Gobierno «de la comunicación» con la primera rueda de prensa de Alfredo Pérez Rubalcaba como portavoz del Ejecutivo. No hubo sorpresas en cuanto a las formas, porque el vicepresidente primero ya tenía acreditadas sus credenciales como buen comunicador, que se hicieron aún más patentes por el contraste inevitable con su predecesora. Pero tampoco hubo novedades en cuanto a los contenidos de la nueva comunicación del Gobierno, lo que confirma las primeras impresiones de que Zapatero ha configurado un equipo de leales para frenar su caída, remontar las encuestas y neutralizar el designio de una derrota por ahora inevitable. Sin embargo, a esto no se le llama renovación, sino propaganda, pura propaganda, que la hubo y abundante en la declaración de principios que expuso Rubalcaba al inicio de la rueda de prensa. Lo que quedó claro es que Zapatero tenía asumido que el Gobierno que coordinaba De la Vega no funcionaba, lo que es tanto como reconocer su propio fracaso en la dirección política del Ejecutivo. No hay otra interpretación posible a la insistencia con que Rubalcaba anunciaba el amanecer de unos ministros reconvertidos de la noche a la mañana a la estrategia de la comunicación, para vender la superación de la crisis económica.

La oferta de Zapatero a la izquierda para que recupere el ánimo se ha quedado en arenga militante, porque, de reformas para consolidar al nuevo Gobierno, nada. Habría sido de manual que, tras una remodelación tan amplia, el nuevo equipo se presentara con una acción renovada. Puede que la haya más adelante, pero llegará a deshora. El estreno del Gobierno de la comunicación ha sido plano. Quizá, por esperar demasiado, Zapatero se enfrente a esa situación irreversible de un Ejecutivo que ya no tiene nada que decir, por más que se empeñe en que va a expresarse mejor. Desde que estalló la crisis, el Gobierno no ha tenido problemas de comunicación política. Se le entendía perfectamente cuando negaba la existencia de la crisis, cuando acusaba de antipatriotas a los que decían la verdad o cuando anunciaba falazmente una y otra vez el inicio de la recuperación. Por eso, Zapatero ha buscado en Rubalcaba el paliativo agónico para las miserias políticas del Gobierno y el revulsivo de una izquierda deprimida, a la que, a falta de creación de empleo y mejora de la economía, no se le ofrecerá más que el señuelo del fin de ETA y, sobre todo, la confrontación con el PP.

ABC - Editorial