lunes, 25 de octubre de 2010

La maldad sin grandeza. Por Gabriel Albiac

¿Qué humareda no saldrá de las chimeneas de Rubalcaba el día en el cual haya de abandonar su palacio de señor de las sombras?

METTERNICH está almorzando. Un mensajero entra precipitadamente y susurra algo a su oído. Displicente, el austriaco se dirige a sus invitados: Me dicen que el Señor de Talleyrand ha muerto; Dios sabrá qué ocultas intenciones hay tras su decisión. De aquellos dos a los cuales Chateaubriand describiera como el vicio apoyado en el crimen, quedaba ya sólo él; de ambos, el único grande. Porque vicio como crimen exigen, para ser de entidad, talento. Y el otro de la escena, Fouché, no lo tenía.

La imagen de Fouché me vuelve, desde el día en el cual el gestor de tinieblas Rubalcaba, fue ascendido a guardaespaldas de Zapatero. La gran perversidad de Estado —Talleyrand— no está al alcance de un cualquiera. Sí, la administración de alcantarillas. En cuyo funcionariado, Fouché fue artista. Y hombre hecho a tragar con todo. Y a todo sobrevivir. Los bichos de alcantarilla quedan muy inmunizados.


A sólo tres protagonistas de los años peores de la Revolución reserva Michelet el calificativo de scélérats. A Fouché, en su grado más alto. No es fácil traducir scélérat con todas sus connotaciones emotivas. Transcripción literal del latín sceleratus, criminal, sí. Pero, en el francés de Michelet y del XIX, criminal en el aspecto más deshonroso, autor de crímenes infames. Lo que lleva a Michelet a ser tan ofensivo con el hombre que controló la policía entre 1799 y 1815, es conocido: girondino primero, pasado a la más furibunda «montaña» jacobina cuando los vientos giraron hacia el Terror, regicida y mano ejecutora de Robespierre en la matanza de Lyon, Fouché ha preservado un olfato infalible para sobrevivir. En abril de 1794, Robespierre le pide cuentas por la carnicería gratuita a la cual se ha entregado en la represión lionesa. Charlotte Robespierre narra la escena: «Mi hermano le pidió cuentas por la sangre que había hecho correr y le reprochó su conducta con tal energía que Fouché se quedó pálido y tembloroso. Balbuceó unas cuantas excusas y achacó las medidas que había tomado a la dureza de las circunstancias. Robespierre le respondió que nada podía justificar las crueldades de las cuales se había hecho culpable; que, si Lyon se había alzado contra la Convención nacional, no era ésa una razón para hacer ametrallar en masa a enemigos desarmados». Para Fouché, sí lo era. A partir de ese día, pasará a ejercer de espía al servicio del asesinato del Incorruptible. Es uno de los conspiradores, Tallien, quien lo cuenta: «A diario, Fouché venía a informarnos de lo que sucedía en el Comité de Salvación Pública, y la víspera del 9 de Thermidor nos dijo: la división es completa, hay que golpear mañana». Así se hizo. Sobrevivirá, luego, a todo: Convención, Directorio, Consulado, Imperio, Restauración…. Sobrevivir es lo suyo.

Cuando, en 1820, Fouché vea llegar la muerte, las chimeneas del palacio de Trieste en el cual se aloja, humearán sin parar durante tres días. El dueño de los secretos más oscuros del Estado hace limpieza antes de que la Historia irrumpa. En este bonapartismo de Lilliput al cual nos ha abocado por dos legislaturas Rodríguez Zapatero, ¿qué humareda no saldrá de las chimeneas de Rubalcaba el día en el cual haya de abandonar su glacial palacio de señor de las sombras?


ABC - Opinión

Zapatero se juega su última carta: ¡van a por nosotros!. Por Federico Quevedo

Esa es, sin lugar a dudas, la lectura principal que puede hacerse del movimiento táctico realizado por Rodríguez esta semana. Verán, tres días después podemos resumir la jugada en que al PSOE le ha dado un subidón y al PP un bajón, y es lógico que sea así porque hay que reconocer que aún habiendo pillado al artífice en una nueva mentira –otra más, total que importa-, desde el punto de vista de la estrategia política el movimiento ha sido, sino perfecto, casi. Ahora bien, ¿significa eso que el muerto ha resucitado, o que nunca estuvo muerto? En absoluto. Las muertes políticas son, como no se le escapa a nadie, ficticias, pero el muerto sigue estando muerto en la medida que la situación no ha cambiado. Mejor dicho, no solo no ha cambiado sino que en lo que respecta a los ciudadanos de este país, ha empeorado sustancialmente por algo que ya dije el otro día y en lo que casi todo el mundo ha venido a coincidir: Rodríguez ha tirado la toalla en lo que a la situación económica se refiere, y la perspectiva es que lo vamos a pasar muy mal en los próximos meses. Luego si el Gobierno renuncia a resolver el principal problema que tiene el país, por muchos cambios que haga la legislatura está igual de agotada que lo estaba antes del pacto con el PNV y del cambio de Gobierno. La muerte de Rodríguez es irremediable, por mucho que ahora los suyos se envalentonen y le ensalcen por lo que ha hecho. No se equivoquen, él no lo ha hecho.

Y esta es la primera reflexión verdaderamente seria que hay que extraer de lo ocurrido: ni el pacto con el PNV ni el cambio de Gobierno son obra de Rodríguez, sino de aquel a quien Rodríguez ha dado todo el poder, es decir, Rubalcaba, de aquí en adelante el Portavoz de los GAL. Según se, porque así me lo cuentan fuentes muy solventes, cuando este verano se plantea el cambio de Gobierno es el Portavoz de los GAL quien ante la indolencia del presidente decide tomar cartas en el asunto y le obliga a jugar esta última carta, que más o menos viene a decir que dado que no pueden hacer frente a la debacle provocada por la situación económica, y perdida toda esperanza de que la recuperación llegue a tiempo de las elecciones, la única opción que le queda al Gobierno y al Partido Socialista es hacer política. Pero, claro, eso tiene una segunda lectura, porque cuando la izquierda hace política es cuando aflora, con toda la crudeza y crueldad de la que es capaz de hacer gala, el peor de los totalitarismos, la versión más sucia y barriobajera del estalinismo, el más ruin de los comportamientos antidemocráticos. Tenemos la experiencia, sabemos como se comporta esa izquierda cuando se siente acorralada, cuando necesita echar mano de todas sus artimañas para mantenerse en el poder, y quien mejor conoce las armas y los mecanismos para poner en práctica ese juego sucio es el Portavoz de los GAL.

«Van a por nosotros, y esa es la cuestión. En el ‘nosotros’ se engloba todo aquel que de una u otra manera discrepa o se opone al poder absoluto de esta izquierda sectaria y prepotente.»

Van a por nosotros, y esa es la cuestión. En el ‘nosotros’ se engloba todo aquel que de una u otra manera discrepa o se opone al poder absoluto de esta izquierda sectaria y prepotente. Y les va a dar igual llevarse por delante las reglas básicas del Estado de Derecho, la ley, la Constitución y el sursum corda. El Portavoz de los GAL no va a reparar en medios, todos los medios necesarios, para conseguir su objetivo que no es otro que intentar darle la vuelta a las encuestas, y no va a aceptar que nadie intente impedírselo. Van a ir a por el PP, sin duda alguna el primero de sus objetivos, y lo van a hacer extendiendo toda la mierda –y perdónenme por la expresión- que puedan sobre el principal partido de la oposición. Van a remover cada centímetro, cada rincón en el que puedan encontrar un solo elemento que sirva para el acoso al PP, y si no lo encuentran se lo inventarán, que también en eso tienen mucha experiencia. Pero el PP no es su único objetivo, sino que van a pretender acallar voces, silenciar discrepantes, sobre todo a los que todavía hoy pueblan los medios de comunicación. Habrá amenazas, compras fraudulentas, ataques viscerales y violentos, pero no se va a librar nadie, ni Pedrojota, ni Ferrari, ni Maruenda, ni el ABC, ni Intereconomía, ni la COPE, ni Losantos ni nadie.

Van a ir a por todos, y van a aplicar la única ley que conocen, la de que el fin justifica los medios, y el fin es mantenerse en el poder. Van a ser unos meses para olvidar, en los que vamos a ver la peor cara de esta izquierda sectaria y prepotente. Vamos a experimentar como se abusa del poder en todos sus órdenes. Pero, a pesar de todo, lo que tanto ansían no se va a producir. Es verdad que ahora tienen un subidón de adrenalina, un chute casi orgásmico de brotes verdes provocado por la jugada de aparente jaque mate que ha protagonizado el Portavoz de los GAL, pero esta inercia se pierde enseguida, y lo primero que van a perder, y por goleada, van a ser las elecciones catalanas, y entonces volverá a instalarse el desánimo en sus filas. Y luego vendrán las municipales y autonómicas de mayo, y aunque no quieran van a volver a perder y, sobre todo, van a tener que abandonar las poltronas en algunos de los feudos en los que llevan instalados como si se tratara de su cortijo particular, y entrará el aire fresco de la alternancia, y es posible que sea entonces cuando Rodríguez tome dos decisiones importantes: una, la de no presentarse y, otra, la de convocar elecciones anticipadas para octubre de 2011. Y si se presenta, mejor, porque entonces esta izquierda es posible que desaparezca para siempre y en el PSOE se instale de una vez por todas la modernidad y el sentido común.

Miren, el de esta semana ha sido un movimiento a la desesperada, un intento casi agónico de parar la hemorragia que sufre el PSOE por culpa del que ha sido, no solo el peor presidente del Gobierno de toda nuestra historia, sino también el más nefasto secretario general que haya podido tener ese partido al que puede condenar al peor resultado electoral de sus cien años de honradez y otros veinte de llevárselo crudo. Y como todo lo que se hace con una perspectiva arbitraria y posibilista, olvidando el interés general y sólo preocupándose del particular, demuestra que más allá de aparentes sobredosis de autoestima la realidad sigue siendo la que era: este es un final de ciclo, les guste o no, y lo único que se ha conseguido es alargar doce o dieciséis meses la agonía, tiempo suficiente para que el Portavoz de los GAL se encargue de los últimos preparativos del entierro.


El Confidencial

PP y PSOE. Entre la crueldad y el silencio. Por Agapito Maestre

Pocos dudan de que, desde ahora hasta que lleguen las elecciones, asistiremos a espectáculos de propaganda propia de la negra socialdemocracia del Sur de Europa. Nadie, pues, se extrañe si ve entre rejas a algún líder de la oposición.

El PSOE ha salido en tromba este domingo de octubre contra el PP. Blanco no ha dejado títere con cabeza. El PSOE vuelve a demostrar, una vez más, que es un partido tocado por el totalitarismo. Porque no quiere Oposición, o sea, crítica, prefiere perseguir a la alternativa política que decirnos cómo sacarnos del atolladero económico y moral en el que se desangra este país. El Gobierno de guerra formado por Zapatero ya está funcionando a pleno rendimiento. La coordinación entre el Gobierno y el Partido es perfecta. Rubalcaba marca la pauta en el Gobierno y Blanco reparte zurriagazos al PP desde el Partido.

Gobierno y Partido son siameses contra los buenos modales de Rajoy. De momento, según las encuestas, va ganando el "líder" sosegado y tranquilo que sólo se preocupa por el bienestar de todos los españoles. Ese hombre no entra en asuntos escabrosos como la "memoria histórica", la educación para la ciudadanía, el aborto, la violencia de género, etcétera. De momento, sí, las encuestas le dan unos buenos resultados sobre el PSOE. De acuerdo, pero pocos dudan de que, desde ahora hasta que lleguen las elecciones, asistiremos a espectáculos de propaganda propia de la negra socialdemocracia del Sur de Europa. Nadie, pues, se extrañe si ve entre rejas a algún líder de la oposición.


El primer relato ante la prensa de su portavoz, el vicepresidente primero del Gobierno, fue diáfano. Aquí todos los ministros explicarán qué está pasando, es decir, todos seguirá la cartilla que fije el Consejo de Gobierno y cada uno intentará endosársela a los ciudadanos como Dios le dé a entender. O sea, o hacen todos ideología de acuerdo con Rubalcaba o van a la calle. Quien se esconda, no lo duden, será expulsado del Consejo. La ideología funciona, en efecto, a corto, medio y largo plazo. A la ideología, es decir, a la falsificación de la realidad no le importan las encuestas electorales, las críticas de la Oposición o las objeciones de los medios de comunicación.

La ideología es una falsificación absoluta de la realidad para mantenerse en el poder. No han pasado todavía tres días del nombramiento del nuevo Gobierno y ya han estigmatizado a un alcalde del PP por unas declaraciones ridículas, la gaviota pepera sustituye al aguilucho de Franco y Rajoy es un tipo sin agallas para decir qué quiere hacer con España. No es poco para tres días. Para Zapatero y su partido sólo hay un objetivo: desestabilizar a Rajoy y su gente. Cualquier pretexto será bueno para llamarles fascistas, imbéciles y, en fin, basura que no sirve ni como abono para reciclar el suelo de la democracia. Si alguien no se creía lo anunciado por este comentarista, entonces sólo tiene que observar la comparecencia del valido Rubalcaba fijando las intenciones del nuevo Gobierno ante las próximas elecciones, a saber, el Partido está por encima de los intereses generales y de la nación.

La pregunta inmediata es cómo responderá el PP ante este ataque; ante esta ola de violencia ideológica propagada a los cuatro vientos por el propio Rubalcaba, y ratificada el domingo por Blanco en un mitin sin desperdicio, cómo reaccionará Rajoy y su gente. ¿Bastará para parar tanta miseria socialista denunciar que "el PSOE se radicaliza" para ganar las próximas elecciones? Me temo lo peor. Creo que es insuficiente ese no hacer, o querer hacernos creer que seguirá con su marcha tranquila hasta el día de las elecciones. No es fácil hacer el relato de la crueldad de los socialistas. Pero es aún más difícil levantar acta de la estulticia, o peor, cobardía del hombre que no tiene sangre para decir: ¡Basta ya! Aquí la democracia es de todos.


Libertad Digital - Opinión

Le toca responder a Rajoy. Por César Alonso de los Ríos

A Rajoy le ha valido la crisis y el extremismo «cultural» del PSOE. En adelante tendrá que imaginar y comunicar.

Año y medio todavía. Para conseguir la «remontada» en el caso de Zapatero; para consolidar la mayoría absoluta en el caso de Rajoy. En realidad ninguno de los dos había pensado que las cosas iban llegar hasta este extremo. El optimismo antropológico le impidió al primero calibrar el enorme desprestigio que iba a costarle la administración de la crisis económica, y el hamletismo le llevó al segundo a no imaginar la posibilidad de la mayoría absoluta que le dan las encuestas. Dicho esto, la respuesta de Zapatero ha sido suficiente para salir del atolladero: resolvió la aprobación del Presupuesto con el apoyo del PNV y CC, ha asegurado la mayoría parlamentaria y ha remodelado el Gobierno con políticos respetados en el partido y temidos fuera de él. Ahora el electorado espera la respuesta de Rajoy.

Hasta el momento han sido los efectos sociales de la crisis y los efectos morales de los radicalismos ideológicos los que han determinado la situación en la que se encuentra el electorado o, si se quiere, esos dos millones de votos decisivos de los que depende la mayoría absoluta. En adelante el PP debería montar su propuesta en torno a los dos hechos que, a mi entender, pueden asegurarle los votos suficientes para la mayoría absoluta. Por un lado, la revisión del modelo autonómico con un sentido restrictivo (el negativo del confederal, para entendernos) y, por otro, la promesa de un cambio de la ley electoral. El comportamiento del PP en la campaña de las catalanas va a poder decirnos mucho respecto a su programa para las generales de 2012. Por supuesto, el PP tendrá que hacer frente a la rentabilidad que Zapatero va a sacar del juego de la paz en el País Vasco. Quiero decir que hasta ahora a Rajoy le ha valido la crisis y el extremismo «cultural» del PSOE. En adelante tendrá que imaginar y comunicar.


ABC - Opinión

El PSOE y su Judas Tadeo. Por Jesús Cacho

La Historia se repite. Catorce años después de aquella “lluvia de piedras” que, según la periodista M. A. Iglesias (La Memoria Recuperada. Editorial Aguilar, 2003), le impidió predicar entre los infieles el mensaje del profeta González (“De modo que agarró con fuerza el paraguas y se dispuso a cruzar la calle: había al otro lado unas gentes a las que deseaba contar lo que iban a hacer los socialistas; a él se lo había contado Felipe, lo de la “renovación” y todo lo que se iba a poner en marcha…”), Alfredo Pérez Rubalcaba (APR), 59, vuelve a surgir, cual ave fénix, entre el lodo de la gran tormenta dejada por los 7 años de otro Gobierno socialista, para hacerse con el timón de un barco que navega sin rumbo (zapatero: “Dícese del que maniobra o ha maniobrado mal, o no entiende la maniobra”, Diccionario General del Mar), mientras en derredor llueven piedras, el granizo de casi cinco millones de parados y subiendo. Con el PSOE a 14 puntos en las encuestas, las elecciones catalanas encima y las municipales y autonómicas en el horizonte de mayo, en el Partido Socialista tocaron a rebato. Si a unas encuestas que parecían presagiar muchos años en el desierto de la oposición, se unen los problemas familiares de un hombre cuya estabilidad emocional parece en entredicho, a nadie puede extrañar que en el seno del propio Gobierno fraguara la gran alianza entre José Blanco y APR destinada a hacerse cargo de la nave en caso de renuncia súbita o desastre electoral. El dead line de ZP tenía fecha fija: las urnas de mayo. Y hubieran sido entonces los pesos pesados del partido, los amos del PSOE de siempre, los que le hubiera mandado a paseo.

El episodio de las primarias de Madrid no es sino la manifestación más evidente de la tormenta que se estaba gestando en el seno del partido contra su líder. “A Tomás le dicen que acepte la entrevista con José Luis en Moncloa, que le aguante el pulso y que salga de allí con la promesa de primarias, porque te vamos a ayudar a ganarlas. Sin ese respaldo, jamás el de Parla se hubiera atrevido a desafiar al Presidente. Y le apoya gente importante, empezando por Felipe. Es la rebelión a bordo contra un personaje que amenaza con descojonar el partido”, asegura una fuente socialista. El impacto de esa derrota fue demoledor para el inquilino de Moncloa. Por si no se había enterado, a la palestra saltó también José María Barreda, aparición con todos los visos de estar igualmente teledirigida. De modo que lo ocurrido el miércoles no es sino un golpe de mano, golpe de Estado si se quiere, urdido dentro del PSOE contra Zapatero.

El de León ha rendido armas y enseñas ante los barones, ante el PSOE de siempre, el que todavía encarna APR. El domingo 17 por la mañana, ZP repetía convencido que la crisis se limitaría a la sustitución de Corbacho. Por la tarde, los teléfonos se ponían en marcha rumbo a un cambio radical de Gobierno. ¿Qué ocurrió a mediodía? ¿Quién almorzó con Zapatero? ¿Con qué argumentos torcieron su pulso? Parece obvio que APR ha impuesto sus condiciones. Fuera estorbos. Lejos María Teresas y Pajines. Prietas las filas. Se explica el contento del propio González (“Cuando las cosas van mal, militancia pura y dura”) tras lo que muy bien podría ser calificado como “Decreto de Unificación” entre felipismo y zapaterismo (si es que alguna vez hubo algo parecido con tipo tan liviano como ZP). Por primera vez en la historia de los Ejecutivos socialistas, no hay un solo ministro catalán en el Gobierno. Y se acabaron las bromas: Rubalcaba, Blanco, Jáuregui, Iglesias, Serrano… Es la delantera del Gobierno y del PSOE de aquí al final de la Legislatura. ¡Mujeres fuera; esto es un asunto de hombres!

Todo el poder para APR. Zapatero pasa a convertirse en presidente no ejecutivo. El consejero delegado de España S.A., el poder ejecutivo, el chief executive officer (CEO) es Pérez Rubalcaba. En su contrato figura negro sobre blanco la promesa de un suculento bonus: convertirse en cabeza de lista para las generales de 2012 si su gestión consigue cambiar el sentido de las encuestas y alumbra alguna posibilidad de triunfo para el PSOE. En caso de que la situación empeore o se mantenga tal cual, será el propio Zapatero quien se coma el marrón de volver a medirse con Mariano Rajoy, esta vez para perder. Justo al revés de cómo se está diciendo estos días. Pocos políticos, desde la muerte de Franco, han acumulado tanto poder como el que va a disponer este titulado en Químicas, hombre de una mala salud de hierro, afable de trato, aparentemente familiar, cercano, pero puño de hierro en guante de seda, cuyo solo apellido es capaz de despertar hoy todo tipo de pulsiones de amor-odio entre los españoles. Manuel Fraga fue vicepresidente y ministro de la Gobernación (Interior) entre diciembre del 75 y julio del 76, en el Gobierno predemocrático de Arias Navarro. Tal vez no sea una casualidad que el fenómeno se reproduzca ahora, a punto el 30 aniversario de la muerte del dictador, como ominoso recordatorio de la pobre calidad de una democracia sin demócratas como la nuestra.

Todo el poder para Rubalcaba

Que en una dizque democracia el hombre con más poder político sea el Ministro de la Policía suena, más que raro, inquietante. En efecto, como Vicepresidente 1º APR es ya el máximo responsable de la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos de Inteligencia (CDGAI), con control directo sobre el servicio secreto (CNI). Como Ministro de Interior, del que depende el sistema de escuchas Sitel, controla los servicios de información de la Guardia Civil y del Cuerpo Nacional de Policía. Y naturalmente las relaciones con TVE. Y desde luego la secretaría de Estado de Comunicación. Y obviamente buena parte de unos medios de comunicación prácticamente quebrados, empezando por ese Grupo Prisa que cobra de pronto nueva vida, eufórica existencia, con un Cebrián resucitado de entre los muertos vivientes. Para resucitados, nadie como el propio APR. Dice Stefan Zweig en el prefacio de su Fouché, retrato de un hombre político que «en la esfera de poder de la política, raras veces deciden las figuras superiores, los hombres de ideas puras, sino un género mucho menos valioso, pero más hábil: los que ocupan un segundo plano». Reconocido como uno de los tres grandes diplomáticos de la Revolución -con Talleyrand y Sieyés-, Joseph Fouché (1759-1820) fue capaz de pasar como un rayo de sol a través del cristal de Revolución, Directorio, Consulado, Imperio y Monarquía. Parapetado tras una autodisciplina férrea y una espartana renuncia a todo lujo o boato, cruel con los enemigos y servil con los poderosos, sin sentimientos, sin escrúpulos, desplegó siempre una enorme capacidad para desaparecer en las tormentas y volver a reaparecer al lado del vencedor. Como APR, que en 1998 apostó por Almunia contra José Borrell y perdió. En 2000 apostó por José Bono contra Zapatero y perdió. Ahora acaba de apostar por “la señorita Trini” contra Tomás Gómez y también ha perdido.

Pero, como el duque de Otranto, APR tiene la habilidad de volver siempre a la superficie, fresco como un corcho flotando tras el paso del turbión. Fue así como resurgió con Zapatero como el único gran superviviente del felipismo. Con más fuerza, si cabe, en razón del papel capital jugado en la victoria de marzo de 2004. Nuestro curita de Nantes fue, en realidad, el verdadero triunfador del 14-M (él encauzó la revuelta del sábado de reflexión con aquel antológico “los ciudadanos españoles se merecen un Gobierno que no les mienta”), un tipo capaz de reinventarse con las mismas viejas virtudes de los tahúres de la política, “esos artistas de manos ágiles, palabras vacías y nervios de acero”. Un maestro de esa fatalité moderne que, según Napoleón, es la política. Tipo más listo que inteligente, en las antípodas del hombre de Estado, su gestión en el último Gobierno González se caracterizó por el sectarismo, pecado que ha vuelto a cometer con largueza –uso de Policía y Judicatura contra la oposición- al frente de Interior con el Gobierno Zapatero. Está en su ADN. Es cierto que todo el mundo tiene derecho a cambiar, pero el primer síntoma de la nueva etapa no ha podido ser peor. Me refiero a la campañita montada a toda prisa -con la ayuda de Prisa, que todo vuelve do solía- contra el PP a cuenta de la frase pronunciada por el cabestro alcalde de Valladolid.


El Confidencial - Opinión

Nuevo Gobierno. Discurso de madera. Por Emilio Campmany

Veremos entonces si es tan listo como dicen, porque trasformar el discurso de madera del presidente en una argumentación coherente más o menos hilvanada es un trabajo digno de Hércules.

Rubalcaba es el primer ministro-portavoz que tiene a su vez a su propio portavoz. O sea, que mientras Rubalcaba nos explica lo que hace el Gobierno, El País nos cuenta lo que hace Rubalcaba. Así, podría decirse que Rubalcaba es el vocero voceado o el pregonero pregonado. Ya veremos si no acaba siendo el aguacil alguacilado.

El caso es que el hoy más que nunca diario gubernamental nos cuenta que Rubalcaba viene a resolver carencias en la capacidad de transmitir del Gobierno, pero nos aclara que "el problema detectado no era solo de errores de comunicación, (...) sino también de falta de ideas; es decir: de argumentos. Cuando las cosas iban bien tenía menos importancia, pero desde que van mal ha sido manifiesta la irritación de muchos ciudadanos con el discurso de madera (estamos trabajando con toda dedicación, etcétera) de algunos gobernantes, en dura competencia con los portavoces del PP (la solución es que se vaya Zapatero)".


No sé bien qué es un discurso de madera, pero parece que están pensando en algo así como una argumentación hueca, falta de argumentos, más o menos florida. Es posible que los viernes, después del Consejo de Ministros, Rubalcaba pueda endilgarnos discursos no tan lignarios como los de María Teresa Fernández de la Vega, pero apenas resolverá el problema. La cuestión es que quien tiene un leño del tamaño de un barco vikingo en la cabeza es el presidente y no es que de vez en cuando suelte discursos de madera, es que por su boca no paran de salir palos, corchos, virutas y tablones. El mismo periódico cuenta cómo Zapatero ha demostrado a los suyos su acierto al cambiar el Gobierno. Según él, basta con mirar las caras que se les han quedado a los populares. Es cierto que los rostros de Cospedal y Arenas comentando el nuevo Gobierno en lo que creen una conversación privada que fue captada por un micrófono de Tele 5 (¿de Tele 5 o de Rubalcaba?) son un poema, pero el argumento para defender su acierto en la crisis parece un poco leñoso, si no abiertamente arbóreo.

Me gustaría saber qué plan tiene el nuevo superministro para evitar que su presidente siga largando planchas de conglomerado conforme le acerquen un micrófono. No puede ponerle un bozal ni una cinta aislante. Tendrá que recurrir a su poder de convicción, persuadirle de que calladito está más mono y que, cuanto menos salga de Moncloa, menos abucheos recibirá. Pero tampoco eso servirá. Imagino que tendremos muchas ocasiones de escuchar a Rubalcaba explicando a la prensa lo que ha querido decir el presidente de Gobierno con palabras que nada tengan que ver con lo dicho inicialmente por el jefe. Veremos entonces si es tan listo como dicen, porque trasformar el discurso de madera del presidente en una argumentación coherente más o menos hilvanada es un trabajo digno de Hércules, mucho más exigente que limpiar los establos de Augías o expulsar las aves del lago Estínfalo. Total, que no le arriendo la ganancia.

Para mí, que Rubalcaba no viene tanto a pulir el discurso de madera del presidente como a hacer la guerra que salvará al PSOE de perder las elecciones a manos de este PP tontilelo y bizcochable que nos ha tocado padecer. La pregunta es si su estrategia incluye salvar a Zapatero o hundirlo. He ahí la cuestión.


Libertad Digital

El portavoz y la genética. Por José María Carrascal

Nada define mejor el papel que ha asumido Rubalcaba como la cuchufleta con que ha estrenado su cargo.

¡PUES anda que se ha estrenado bien Rubalcaba como portavoz del Gobierno! Tomando el exabrupto del alcalde de Valladolid como prueba del «machismo genético del PP», lo que no es más que una versión pseudocientífica, por algo es químico de profesión, del exabrupto del alcalde de Getafe «los votantes del PP son unos tontos de los etcétera». Aunque bastante más peligroso, pues la genética ha venido siendo el instrumento de los grandes asesinos de la historia. Con «los judíos son los causantes de todos los males de este mundo» y «los eslavos son una raza inferior», Hitler aniquiló a millones de ellos, y otro tanto hicieron Stalin, Mao y los Khmer rojos con mujiks, burgueses y contrarrevolucionarios. Y ahora nos sale don Alfredo a descubrirnos el gen machista de los peperos. ¿Habrá que eliminarlos también? Si no eliminarlos, por lo menos excluirlos de la escena política nacional, como ya intentó su jefe en la anterior legislatura, sin conseguirlo afortunadamente, pues aunque los del PP no sean lumbreras, son necesarios para mantener cierto equilibrio en este país. ¿Se imaginan ustedes lo que sería una España con sólo el PSOE de Zapatero y los nacionalistas? Bueno, ya tuvimos una muestra hace algún tiempo, con el Frente Popular.

Para cerrar el triste asunto de la genética y el portavoz, nada define mejor el papel que ha asumido como la cuchufleta con que ha estrenado su cargo. «Todas las generalidades son falsas, incluida ésta», dijo Alexander Chase. Decir que los del PP son machistas o tienen tendencia a ello es, aparte de un recurso burdo, una barbaridad como una casa. Seguro que hay machistas entre ellos, como los habrá entre los socialistas y en todas las demás formaciones políticas. En mi larga vida he conocido machistas ¡incluso entre las mujeres! No muchas, desde luego, pero algunas, tan rabiosamente antifeministas que, queriéndolo o no, han aceptado algunos de los tópicos y actitudes del machismo. Incluso han escrito libros sobre ello, como Esther Villar, que sostiene que el hombre es el esclavo de la mujer y no a la inversa, tesis que, desde luego, no comparto.

Pero no nos desviemos de nuestro tema ni de la pregunta que nos plantea la primera intervención del nuevo portavoz gubernamental: ¿es Rubalcaba menos inteligente de lo que se dice —el tuerto en el país de ciegos— o ve tan desesperada la situación de su jefe que no encuentra otra forma de defenderle que echando mano de los argumentos más zafios, los ataques más feroces y las estrategias más retrógradas? Sólo el tiempo nos lo dirá. Yo, en cualquier caso, espero sus futuras comparecencias como cada nueva película de Woody Allen, aunque el pobre anda poco inspirado últimamente.


ABC - Opinión

El final de ETA como cortina de la crisis económica. Por Antonio Casado

La economía y la política no siempre van a la par. En un premonitorio artículo de la ex directora del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) publicado dos días antes de la reciente remodelación del Gobierno, Belén Barreiro se refería a las estrategias del poder para evitar que la economía protagonice el debate público cuando la economía es un yacimiento inagotable de malas noticias.

“Para ello –dice Barreiro-, han de surgir asuntos que la ciudadanía considere relevantes, que despierten más consenso que disenso”. Y más adelante: “Mientras las economías estén en crisis solo sobrevivirán los partidos de Gobierno que consigan capear la economía desviando la atención hacia otras cuestiones”. Al final dejaba esta pregunta en el aire: “¿Qué asuntos podrían blindar al Gobierno socialista de los estragos de la crisis?”. La respuesta está en la mente de todos.


Eta ha irrumpido con singulares acentos en la banda sonora del remodelado Gobierno. La voz cantante es la del triunvirato. Primero, el propio presidente, Rodríguez Zapatero, que en rueda de Prensa para anunciar los cambios de ministros ya soltó aquello de que los gestos de los amigos de Eta son “insuficientes” pero “no en balde”. Luego, el vicepresidente, portavoz y ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, se estrenó con detalles sobre el nuevo pisotón policial del huevo de la serpiente y la continuidad de la política antiterrorista. Y el tercero, José Blanco, número dos del PSOE y del poder inversor del Estado, que ayer en Málaga decía que “estamos a punto de acabar con ETA”.

Más ostensible en Zapatero y Blanco, y mucho menos en Rubalcaba, se trata de inocular en la ciudadanía la esperanza de un próximo final de Eta. Sin negar el evidente declive de la banda terrorista, me parece innecesario y un tanto imprudente el hecho de pregonarlo. Sobre todo cuando hay media España mosqueada por si se está incubando un nuevo intento de entenderse con unos criminales por debajo de la mesa. Aunque hay un sector del PP dispuesto a especular políticamente con la sospecha, empezando por Mayor Oreja, me consta la confianza de Mariano Rajoy en la información contraria que de forma fluida Moncloa le viene pasando: “No creo que el Gobierno esté negociando con Eta. No tengo pruebas de lo contrario ¿Qué me engañan? Pues a lo mejor, pero yo tengo que fiarme”.

A ver si por aparcar las malas noticias económicas vamos a poner en riesgo la excelente política antiterrorista que, apoyada por el principal partido de la oposición, está colocando a la banda terrorista en el camino irreversible de su extinción.

La larga reunión del sábado por la tarde en Moncloa (Zapatero y Rubalcaba con el lehendakari, Patxi López, y el consejero de Interior, Rodolfo Ares), ha servido precisamente para ratificarse en la actual estrategia contra la banda terrorista (acoso policial y judicial, cooperación hispano-francesa y cerco legal para impedir la participación de los amigos de Eta en las elecciones) y modular los mensajes. Sin dejarse llevar por la ansiedad. Si se trataba de colocar en la agenda la esperanza de un final de Eta como cortina política de la economía, se ha notado demasiado.


El Confidencial - Opinión

Montilla. El increíble engañabobos. Por José García Domínguez

Exhibirlo en Barcelona sin antes rebautizarlo "Embutits Montilla" resultaría tan ilegal, intolerable y perseguible de oficio como escribir "Almacenes El Corte Inglés" frente al obligatorio "Magatzems El Corte Inglés".

Resulta que el increíble hombre normal se nos ha revelado un pequeño embustero de lo más vulgar, un consumado engañabobos ducho en las malas artes del enredo y la trola tan caras siempre a pícaros, burlangas, fuleros y julais. Así, inquirido por el asunto de las multas lingüísticas contra comerciantes y tenderos, dio en intoxicar con medias verdades, que no otra es la forma más cobarde de mentir, a cuantos tiraban de la noria el sábado pasado en Telecinco. Y con esa mezcla inconfundible de mala fe y deshonestidad intelectual, la que siempre delata a los de su condición, arguyó como suprema prueba de benevolencia que él no obliga a que El Corte Inglés se convierta en El Tall Anglès. Un número, ése de El Corte Inglés, que el Muy Honorable repite cual lorito cada vez que sale a relucir la cuestión de la inquisición gramática en el tráfico mercantil catalán.

Recuérdese, por lo demás, que nuestro estadista aún asegura en su currículum haber "cursado estudios" de Derecho y Economía. No cabe, pues, apelar como atenuante a sus lagunas formativas. Aunque el aire de la universidad española ya no vacune a nadie contra la ignorancia. Al igual, por cierto, que carecer de titulación superior no impide atesorar ciertos valores morales. Valores como, por ejemplo, el imperativo ético que ordena no inducir a error al prójimo dejando entrever que se es jurisconsulto y perito en números, cuando ni existe constancia de que quien eso insinúa haya superado el bachiller superior.

Concedamos entonces que hasta ahí, a distinguir entre un rótulo y una marca, tiene que llegar el hombre. Y es que un rótulo comercial da noticia al prójimo de lo que se ofrece en el interior de algún establecimiento. A diferencia de las marcas, como El Corte Inglés o Zara, esos signos con que las empresas se singularizan ante la competencia. De tal guisa, un cartel que rece "Embutidos Montilla" informa al mundo de que allí no se realiza especulación alguna con libros de Kant o Hegel. Y exhibirlo en Barcelona sin antes rebautizarlo "Embutits Montilla" resultaría tan ilegal, intolerable y perseguible de oficio como escribir "Almacenes El Corte Inglés" frente al obligatorio "Magatzems El Corte Inglés". Increíble falsario, don José.


Libertad Digital - Opinión

La lluvia fina. Por Ignacio Camacho

Rajoy considera que la necesidad de cambio ha cuajado en la opinión pública; su prioridad es no cometer errores.

A Rajoy se le viene encima un chaparrón pero sigue confiado en las virtudes de la lluvia fina. La composición del nuevo Gobierno barrunta una tormenta sobre el PP, con gran aparato dialéctico, político y probablemente policial. Van a volver las cuerdas de presos, las intentonas de cordón sanitario, los sms flamígeros, y en cada comparecencia de Rubalcaba brotarán bosquejos de un retrato tenebroso de la oposición: cavernaria, egoísta y vaga. Se aproxima un crescendo de la crispación que augura un semestre de tensión extrema y juego duro; una prueba de fuego más para el líder de la alternativa, en cuyo entorno más pusilánime está empezando a crecer la inquietud mientras el sector duro se relame ante la perspectiva de un pronto cruce de navajas. Pero el marianismoestá en otra cosa. Su estrategia va a seguir siendo de perfil bajo.

Con más de diez puntos de ventaja en el sondeo menos optimista, Rajoy no está dispuesto a entrar al trapo de la confrontación ni a exponer a debate prematuro el plan de ajuste seco que prepara en caso de ganar las elecciones. El gurú Arriola le ha desgranado el ejemplo del británico Cameron, que tiró casi treinta puntos por la borda en seis meses por anunciar sus medidas antes de tiempo. El equipo de cabecera del PP cree que el efecto revulsivo del nuevo Gabinete socialista se deshará si aguantan los primeros tirones y está convencido de que la ofensiva del tándem Zapatero-Rubalcaba será exclusivamente política y no mejorará un ápice el rumbo de la economía; llegaremos a 2012 con cuatro millones de parados y un crecimiento productivo nulo o mínimo. La prioridad de los marianistas consiste en no cometer errores que despierten el viejo demonio del miedo a la derecha.

Las claves del previsible vuelco electoral no están en la intención de voto, siempre volátil, sino en la percepción de agotamiento del proyecto socialista. Los ciudadanos han dejado de creer en la capacidad del PSOE como gestor de la crisis y una amplia mayoría —incluidos muchos anteriores votantes socialistas— dice tener más confianza en el PP para salir del pozo: el éxito económico del aznarismo ha dejado un sedimento de memoria colectiva favorable. Acaso consciente del poco entusiasmo que despierta su figura, Rajoy ha decidido apoyar su oferta en esa solidez corporativa. Considera que la necesidad de alternancia ha cuajado en el fondo de la opinión pública y que a los restos del zapaterismo no le esperan más que reveses políticos, electorales y sociales. Una marea de cambio en la que el aspirante cree poder resistir incluso un relevo del candidato adversario. Por eso no se va a mover de la oposición aburrida, de la estrategia paciente de lluvia fina que regó el triunfo de Aznar. Es una apuesta de riesgo porque en caso de perder otra vez, con todo a favor, no le bastaría con dejar la política: se va a tener que ir de España.


ABC - Editorial

La estrategia del doberman

No ha habido que esperar mucho para cerciorarse de cuál es el «estilo Rubalcaba» de hacer política. Cuando al PSOE y al Gobierno les vienen mal dadas y se hunden en el abismo sus índices de popularidad, la estrategia que sus dirigentes ponen en marcha pasa invariablemente por el insulto a los políticos del PP, la provocación y la retórica de trazo grueso que estimula a sus bases desengañadas. Es lo que se ha dado en llamar la «estrategia del doberman», expresión que transmite con elocuencia la amenazante agresividad de sus inspiradores. Las últimas 48 horas contienen ejemplos variados de esta deriva de acoso y derribo a cargo de sus especialistas más eximios, empezando por José Blanco y por el nuevo vicepresidente primero del Gobierno. La afirmación de Rubalcaba de que el machismo soez forma parte del código genético del PP fue la señal de salida para que durante todo el fin de semana otros intensificaran las insidias y difamaciones. Parece que todo vale con tal de embarrar el terreno de juego y desviar la atención de los espectadores. Impotente para hacer frente al paro galopante, a la pérdida del poder adquisitivo de los consumidores y a un crecimiento casi nulo, el Gobierno de Rubalcaba traslada el espectáculo hacia la bronca tabernaria, la gresca y el lenguaje faltón, como si el principal problema de España fuera la salud o los reflejos del PP. Sería lamentable que los ciudadanos, y entre ellos los propios votantes socialistas, cayeran en el señuelo del doberman y no vieran, más allá del ladrido, la cruda realidad que tratan de ocultar. Lo más preocupante, sin embargo, es la falta de escrúpulos morales y políticos que refleja esa estrategia. Cuando para remontar situaciones adversas se decreta la laminación del rival, nada ni nadie se debe interponer. Incluida la persecución judicial y policial, es decir, la utilización partidista de las instituciones del Estado. No es muy tranquilizador que coincidan en una misma persona la responsabilidad del Ministerio del Interior, la vicepresidencia primera del Gobierno y la portavocía oficial, amén de la tarea de definir la acción política de La Moncloa en conexión con Ferraz. Esta promiscuidad de funciones perjudica la calidad democrática y suscita toda suerte de sospechas. Si ya hay mucha polémica sobre el protagonismo de Rubalcaba en la divulgación de los presuntos casos de corrupción que afectan a dirigentes del PP, ¿cómo discernir a partir de ahora lo que es labor de Estado y lo que es interés de partido? Lo mismo cabe decir con otro asunto excepcionalmente sensible para todos los españoles: la derrota de ETA. La tentación de utilizar la lucha contra la banda terrorista para sacar tajada electoral no es nueva en el PSOE ni en el Gobierno, como quedó demostrado en la pasada Legislatura. Pero hoy, con un panorama económico lastimoso, esa tentación parece que les resulta irresistible a algunos líderes socialistas, que ya han empezado a airear el fin del terrorismo etarra como un éxito inminente. Si a ello se unen las ambiguas declaraciones de Zapatero y Jáuregui sobre Batasuna, es lícito preocuparse por una deriva cuyo objetivo primero es machacar al PP y tender en torno a él otro cordón sanitario que le aísle en las próximas elecciones.

La Razón - Editorial

Antitabaquismo radical

La ley aprobada por el Congreso acaba con la permisividad y el incumplimiento actuales.

La ley antitabaco en vigor en España desde el 1 de enero de 2006 es una de las más permisivas y menos respetada de Europa. En un movimiento pendular, el Congreso de los Diputados ha aprobado una nueva norma que, además de prohibir el humo en todos los lugares públicos cerrados, va a ser la primera del continente que ponga coto al tabaco en determinados espacios abiertos, como los accesos a hospitales. Se trata de una ley radical, aún más ambiciosa que la que proponía el Ministerio de Sanidad y en la que se han impuesto dos argumentos de peso: la protección de los no fumadores (el 70% de la población) y la protección de los menores. Solo resta un último trámite parlamentario (su paso por el Senado), del que no se esperan modificaciones sustanciales debido a los equilibrios políticos existentes en la Cámara alta, donde la izquierda y los nacionalistas vascos y catalanes están en mayoría frente al PP, que hubiera preferido establecer pequeñas zonas de fumadores (peceras) en espacios públicos cerrados.

El papel que ha jugado el sector sanitario español en la elaboración de la norma ha sido determinante. Las 30 asociaciones profesionales que forman parte del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo han impuesto las tesis más duras sobre un hábito, el de fumar, que causa 60.000 muertos prematuros al año, de los cuales 1.500 son fumadores pasivos. Los grupos parlamentarios han terminado por aceptar que fumar, además de ser perjudicial para los que comparten un determinado espacio cerrado, es un mal ejemplo para los menores. De ahí la prohibición también en parques infantiles y recintos educativos, aunque estén al aire libre.

Los efectos devastadores del tabaquismo ya eran sobradamente conocidos en 2005, cuando el primer Gobierno de Zapatero aprobó la ley actual. Lo que ha cambiado desde entonces es la menor presión de dos sectores directamente implicados: la industria del tabaco y la hostelera. La primera lleva años adaptándose a las restricciones que se han impuesto en todo el mundo (Estados Unidos y una decena de países europeos, entre otros). La segunda se ha topado en el último lustro con análisis que han demostrado que el impacto económico de las medidas ha sido mínimo.

Una vez despejado el temor a perjudicar al importante sector hostelero español y alentados por una opinión pública favorable hacia una prohibición más drástica, los legisladores han optado finalmente por una ley cuya encomiable radicalidad es proporcional a las dramáticas consecuencias que el tabaquismo tiene para la salud pública. En el camino, se han resuelto con habilidad algunos obstáculos, permitiendo, por ejemplo, estancias para fumadores en los hoteles y admitiendo el consumo en los clubes de fumadores, con la exigencia de determinadas condiciones que impidan convertir la excepción en una previsible trampa.


El País - Editorial

Lo que no nos cuentan de Wikileaks

El ejército estadounidense debería haber hecho mucho más para impedir que los cuerpos de seguridad iraquíes abusaran de su poder, pero no parece que quienes rechazaron la liberación del país desde un primer momento sean los más adecuados para exigirlo.

Pese a que somos conscientes de que los gobiernos tienden a corromperse, a abusar del poder y a mentir siempre que pueden a la población, también reconocemos que ciertas partes de la actividad de los Estados –y muy en especial la mayor parte de su estrategia de defensa– deben permanecer en secreto, por cuanto su revelación sólo sirve para perfeccionar la ofensiva del bando enemigo y para poner en riesgo la vida de nuestros civiles y militares. En otras palabras, alguna línea de demarcación debe existir entre la labor periodística dirigida a destapar las mentiras de los gobiernos y la dedicada a minar su estrategia defensiva al viejo modo en que lo hacían los espías durante la Guerra Fría.

Las filtraciones de documentos clasificados del Ejército estadounidense que Wikileaks realizó en julio sobre la guerra de Afganistán y que ha vuelto a efectuar ahora sobre la guerra de Irak difícilmente podrán considerarse un ejercicio de periodismo en la medida en que no discrimina entre los tipos y la importancia de la información que está publicando. Con la excusa de buscar transparencia y revelar la verdad, les hace el trabajo sucio a nuestros enemigos los islamistas (por ejemplo, revelar, tal y como sucedió el Afganistán, los nombres de los informantes del ejército estadounidense); pues, aunque muchos quieran olvidarlo, seguimos estando en una guerra global contra el terrorismo de corte islamista y ellos, nuestros enemigos, desde luego no lo han olvidado.


No es de extrañar, por tanto, que el tratamiento informativo que se haya hecho de la filtración, elevando nuevamente a Wikileaks y Julian Assange a la categoría de héroes de la libertad, haya adolecido de un marcado sesgo ideológico antiamericano que también se ha trasladado a la selección y a la interpretación que se ha realizado de los 400.000 documentos filtrados.

Así, por un lado, se ha insistido sobremanera en que los muertos en Irak desde 2004 ascienden a 110.000, unos 15.000 más de los reconocidos por el gobierno estadounidense y de los cuales el 60% eran civiles. Sin embargo, no se ha insistido tanto en que 30.000 de esas muertes corresponden al terrorismo islamista que tantos jaleaban en Occidente calificándolo de "resistencia" y en que el resto se deben en su inmensa mayoría a la actuación de las fuerzas de seguridad iraquíes. Se ha remarcado mucho que las tropas estadounidenses hicieron la vista gorda a la hora de permitir estos y otros abusos como las torturas sistemáticas, sin embargo los mismos que ahora parecen reclamar la injerencia de los estadounidenses en la política interna iraquí son los primeros que se oponían a la intervención armada cuando el régimen de Saddam perpetraba crímenes a mucha mayor escala y los mismos que en los últimos años exigían que las tropas americanas se retiraran cuando antes del país poniendo fin a la "ocupación". A buen seguro el ejército estadounidense debería haber hecho mucho más para impedir que los cuerpos de seguridad iraquíes abusaran de su poder, pero no parece que quienes rechazaron la liberación del país desde un primer momento sean los más adecuados para exigirlo.

Por otro lado, los medios antiestadounidenses tampoco han tenido reparos a la hora de ocultar o marginar otras informaciones que se desprenden de los documentos y que ponen en jaque su narrativa sobre el malvado imperialismo yanqui y la pacífica actitud de los regímenes islamistas. De este modo, hemos podido conocer que las tropas estadounidenses han estado encontrando armas de destrucción masiva en Irak desde 2003 –armas químicas, laboratorios y miembros de la insurgencia especializados en toxinas– que si bien probablemente no formaran parte de un programa masivo de rearme del dictador, sí demuestran que su capacidad para atacar y amenazar a Occidente seguía siendo considerable. Asimismo, también nos hemos enterado de que la teocracia iraní estuvo participando en la guerra de Irak para tratar de tomar el control del país enviando todo tipo de armamento como cohetes, bombas magnéticas y de penetración, rifles de gran calibre y misiles portátiles. En otras palabras y como ya sabíamos, la Alianza de Civilizaciones no es más que una patraña destinada a engañar a Occidente sobre la auténtica naturaleza de estas autocracias islamistas que, al igual que los grupos terroristas como Al Qaeda, sí tienen muy claro cuáles son sus objetivos finales.

Por eso la filtración de Wikileaks, obsesiones ideológicas al margen, debería ser observada como lo que es: un misil dirigido contra la estrategia de defensa de Occidente en general y de Estados Unidos en particular. Quienes desde el mismo 11-S renunciaron a defenderse sin duda no lo entenderán así; el resto deberíamos saber discriminar entre el periodismo y el irresponsable espionaje interno.


Libertad Digital - Editorial

Pesimismo económico

Zapatero no engaña a una opinión pública irritada por su ineficacia e incoherencia. Lo que queda el resto de la legislatura es solo deterioro.

LAS maniobras oportunistas y las ocurrencias para salir del paso no engañan a nadie. La opinión pública desconfía profundamente de las medidas económicas impulsadas por Rodríguez Zapatero, convirtiendo en papel mojado el falso optimismo gubernamental sobre esa luz al final del túnel que nadie consigue percibir. Así se desprende de forma rotunda de la encuesta elaborada por DYM Market Research para ABC, cuyos resultados publicamos hoy. La gente expresa sin rodeos su pesimismo sobre la creación de empleo: seis de cada diez ciudadanos creen que el paro no empezará a bajar hasta 2013, e incluso tres de cada diez piensan que faltan cinco años o más para que comience a generarse empleo. Por contraste, el Ejecutivo promete en los presupuestos para 2011 —ya inservibles tras la nueva organización ministerial— que el año próximo se crearán 43.400 empleos netos. Así pues, la distancia entre la calle y las instancias oficiales crece sin remedio, con unas consecuencias muy negativas: la salida de la crisis exige un clima de confianza en los actores socioeconómicos que este Gobierno es incapaz de generar, a pesar de las recientes operaciones de maquillaje político.

Las medidas adoptadas hasta el momento no gustan a nadie. Nada menos que el 70 por ciento de los encuestados consideran «poco eficaces» iniciativas como las subidas de impuestos, que solo reciben el apoyo de un porcentaje muy reducido. El equipo económico ha vendido la última reforma laboral como panacea de todos los males. Sin embargo, estas medidas insuficientes e inoportunas no convencen, como la encuesta refleja de forma concluyente a pesar del fracaso de la huelga general convocada por unos sindicatos desprestigiados por su complicidad con el Ejecutivo. Rodríguez Zapatero no engaña a una opinión pública irritada por su ineficacia e incoherencia. Dadas las circunstancias, el resto de la legislatura es contemplado por la mayoría social como un periodo de deterioro económico e institucional, muy lejos de la ficticia estabilidad que el PSOE pretende haber alcanzado gracias a los votos del PNV y Coalición Canaria, comprados a un precio muy alto. España bate todas las marcas en materia de desempleo y solo una nueva política económica orientada hacia la creación de puestos de trabajo puede lograr el consenso social.

ABC - Editorial