domingo, 7 de noviembre de 2010

Un charrán. Por Alfonso Ussía

gnoro el origen de la mala fama del charrán, ave marina grácil y picuda, que nada tiene de sinvergüenza. Pero al tunante, al pillo de poco donaire, al aprovechado sin tino, se le dice charrán como al ave. En la España de hoy vuelan muchos charranes, pero ninguno como Albert Vilalta, el pijoprogre barcelonés que ha pedido ser considerado víctima del terrorismo con su correspondiente indemnización. Vilalta, como sus dos compañeros, no es otra cosa que un esnob de la solidaridad, un rico que juega a tercermundista de chacota. Se metieron ellos mismos en la boca del lobo, y cayeron en manos de Al Qaeda. El Gobierno se humilló, por rescatarlos, a negociar con los terroristas. Y terminó pagando a cambio de sus vidas, y en contra de la opinión del resto de los gobiernos europeos, una cantidad aproximada a los diez millones de euros. Se movilizaron toda suerte de enlaces, intermediarios y agentes para salvar la vida de los tres frívolos «cooperantes», que ya me dirán en qué cooperan y para quién lo hacen. Además de los millones de euros del rescate, los costes de la movilización masiva de intermediarios y comisionistas, España, los españoles, nosotros, los contribuyentes, pagamos el combustible de los aviones «Phantom» que volaron cuarenta veces –creo que fueron treinta y nueve–, llevando y trayendo negociadores a distintos destinos africanos para rescatar a los tres buenistas juguetones. Nos ha salido la broma de los llamados «cooperantes» por un ojo de la cara, y pretenden arrancarnos el otro. Y lo que es más grave, más allá de las perversas intenciones económicas, pretende que su caso sea comparable al de las Víctimas del Terrorismo, al de los asesinados, secuestrados y mutilados por la ETA o Al Qaeda. Pretende el ridículo Vilalta que su dolor sea equiparable al de las familias de los asesinados, secuestrados o mutilados por la ETA, el GRAPO, Al Qaeda o cualquier otra banda terrorista que ha sembrado de sangre inocente España. Este señorito de la nueva «gauche divine» de Barcelona nos ha salido demasiado rana. A pesar de que ellos, Vilalta y sus compis, fueran los culpables de su desdicha, y por encima del dineral que le costó a España traerlos con vida humillando a un Estado de Derecho ante una banda de terroristas del siglo XI, todos nos alegramos de verlos con vida y de vuelta a casa. En el caso de Vilalta, con una cierta decepción cuando no tuvo el detalle, en el aeropuerto del Prat, de agradecer en español lo que los españoles habían hecho por él. Sus compañeros de fechoría bondadosa al menos se acordaron de que fue España la que los sacó de la guarida de los asesinos islámicos. Pero esos gestos aldeanos se olvidan y hasta se disculpan. No hay que pedir peras al olmo. Como decía el gran Antonio de Lara «Tono», no se puede pedir peras al olmo porque debe de estar prohibido. Pero hasta aquí podíamos llegar.

Vilalta, si aún le queda una resolana de pudor en su piel, una brizna de dignidad, está obligado a renunciar inmediatamente a su escandalosa solicitud. De no hacerlo, irá por la vida marcado por la ignominia. Vilalta y sus compis hicieron oídos sordos a continuas advertencias y, por hacerse los buenos, montaron el lío. España pagó por sus vidas muchos millones de euros. Si Vilalta fuera honesto, y dado que no parece tener problemas económicos, los devolvería. No es el caso. Pero que encima pida más dinero y una consideración social, es de charrán sin plumas.


La Razón - Opinión

Desayunar con té. Por Germán Yanke

El duro golpe recibido por los demócratas en las elecciones tiene paradójicas interpretaciones caseras.

El duro golpe recibido por los demócratas en las elecciones tiene paradójicas interpretaciones caseras. Para unos, la «paliza» que reconoció Obama parece recibida por Zapatero al que sorprendentemente se identifica con el americano haciéndole un honor poco justificado. Otros pretenden identificar el Tea Party, presentado como quintaesencia de la extrema derecha, con el PP para caricaturizarlo negativamente. Y hay quienes echan de menos un movimiento similar en la estela de los que piden al PP que haga «algo más».

El Tea Party, manifestación de un populismo que surge en EE.UU. periódicamente, tanto a la derecha como a la izquierda, tampoco debería ser el modelo para dar fuerza razonable a la alternativa de la derecha en España. Algunos populares insisten en que el mensaje del Tea Party es válido aquí: menos impuestos, menos Gobierno, más patriotismo. Si sólo fuese eso no se habría dado la convulsión que ha supuesto en el Partido Republicano. Los dos primeros objetivos están imbricados con una posición radical contra el Gobierno federal, que ahora no es de los suyos. Pallin es el ejemplo paradigmático de defenderlos para Washington y vulnerarnos en Alaska, donde fue una gobernadora promotora de un intervencionismo escandaloso. Aquí se da una lamentable incoherencia entre la posición ante la Administración central y ante las autonómicas cuyo poder se detenta. El patriotismo se basa en el Tea Party en la concepción de que sólo sus particulares valores lo encarnan, hasta el punto de convertir a quienes no los aceptan, no en discrepantes, sino en enemigos. De ellos y de la patria. La acción política implicaría el empeño por «liberar» al pueblo de los conflictos entre valores irreconciliables, cuya aceptación está en la base del respeto a las opciones plurales, imponiendo los propios. Espero que, cuando Rajoy dice que en el PP no hay Tea Party, no se refiera sólo a una suerte de partido dentro del partido, sino a que no se quiere imponer una utopía peligrosa para la sociedad liberal. Desayunar con té, decía Berkeley, es como interpretar a Stravinsky con la armónica.


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ABC - Opinión

Cataluña. Algo pasa con Mariano. Por Maite Nolla

El PP va a presentar recursos, no porque los dichosos reglamentos sean contrarios a la Constitución o a sentencias precedentes, sino dependiendo de si causan o no problemas. Un criterio jurídico de narices.

Qué extraño efecto producen en los dirigentes del PP las entrevistas en TV3, sobre todo si les hacen madrugar. Les debe pillar en frío o con Arriola de puente, pero es que es sentarse ante el presentador estrella de la tevetrés y empezar a bailar la deliranza como el Sombrerero Loco. Pasó con la actual candidata del PP a las elecciones catalanas, que en un arranque de sinceridad absurda, presumió de preferir la televisión pública catalana para celebrar su primer aniversario en los múltiples cargos que ocupa a un acto de FAES en Navacerrada. Pueden decirme, "no seas así, mujer, debe ser una cosa de lucha entre Aznar y Génova"; no, no, si es que ella preside la FAES en Cataluña.

Lo mismo le ha pasado a Rajoy esta semana, aunque él empezó dejándose encerrar por sus medios favoritos. ¿Rajoy una agenda oculta? Mi píloro no soporta tanto humor. El caso es que aturdido después de la entrevista en El País, nos dejó la cita célebre inolvidable sobre el favor que le va a hacer el Papa al catalán. En realidad, la frase es el final de una pregunta nada inocente y de una respuesta lamentable. El presentador le espetó que el PP intenta ganar en los juzgados lo que no puede ganar en el Parlament, porque no tiene votos para ello, y que algunos lo consideran como un ataque al catalán y a Cataluña. Y ante eso Rajoy pasó palabra. En lugar de recordar que los recursos están para defender la legalidad y para protegernos de la arbitrariedad, por muy mayoritaria que ésta pueda ser, va y suelta que el recurso contra el reglamento lingüístico del Ayuntamiento de Barcelona lo ha presentado Alberto Fernández y que él "lo respeta mucho", como si no fuera con él, aunque en este caso sea verdad. Mis compañeros de Barcelona, dijo. Y luego vino lo del Papa.

Lo que se pudiera tomar como la típica entrevista a Rajoy en la que no dice nada y que sólo habla de las Pymes y de "tomar medidas", ha tenido un efecto perverso en la actuación de los populares. Cuando la presión de Ciudadanos, Paco Caja, Pepe Domingo o la defensora del Pueblo les estaba encarrilando, más o menos, González Pons, desubicado de su atril del Club de la Comedia, donde se pega esos abrazotes, va y dice que el PP no recurrirá más reglamentos como el de Barcelona o como el que recurrió Paco Caja en Lérida, "si no causan problemas". Como los que aparcan en doble fila: "aquí no molesto a nadie". Con una súper población de abogados del Estado y otros funcionarios licenciados en Derecho, el PP va a presentar recursos, no porque los dichosos reglamentos sean contrarios a la Constitución o a sentencias precedentes, sino dependiendo de si causan o no problemas. Un criterio jurídico de narices. Y todo ello en presencia de la candidata del PPC, que hasta ese momento había dicho todo lo contrario y que se ha visto obligada, desde la fecha, a cambiar el criterio.

¿Para qué le han servido a Mariano sus continuas visitas a Cataluña?


Libertad Digital - Opinión

Cultura y contracultura. Por José María Carrascal

Estamos ante algo más allá de un cambio político, para entrar en los valores, más amplios y profundos.

EL gran debate hoy en Estados Unidos no es si Obama cambia o no de política tras el descalabro electoral. Es si lo ocurrido el martes fue lo usual en las elecciones intermedias —retroceso del partido gobernante— o un vuelco en la escena norteamericana, al estilo de los que experimenta el país cada cuatro o cinco décadas. Y la opinión mayoritaria es que sí, que ese vuelco se ha producido, cerrándose el periodo «liberal» iniciado en los años sesenta del pasado siglo, para iniciarse otro conservador. Les paso los argumentos:

1. El cambio del mapa político es mucho mayor de lo que se ha dicho. Se habla de «ambas costas frente al centro». En realidad, ha sido la esquina noreste, en torno a Nueva York, y la esquina suroeste, en torno a California, frente al resto del país. El Sur —demócrata desde la guerra civil—, el oeste agrícola y centro industrial —demócratas ambos tradicionalmente— se han pasado a los republicanos.

2. Lo que hay detrás de ese vuelco es algo más que el desencanto con un presidente y las estrecheces de una crisis. Es el miedo y la ansiedad de las clases media y trabajadora norteamericana ante su futuro y el de sus hijos, ante la pérdida de competitividad en el mundo y la frustración de depender cada vez más de subsidios.


3. El Tea Party no es ninguna novedad ideológica lanzada por cuatro radicales que engatusan a los incautos. Bien al contrario, sus consignas —menos gobierno, más individualismo; menos regulaciones, más iniciativa privada— son las que han hecho Estados Unidos y las que suscriben tanto los republicanos, como la mayoría de los demócratas.

4. Dos ejemplos: en la archiliberal California la propuesta de legalizar la marihuana ha sido rechazada, y en Iowa, los tres magistrados que habían legalizado el matrimonio homosexual no fueron reelegidos. Marihuana y homosexualidad, dos iconos de los años 60, apartados de la corriente general. Es como si la vieja cultura viniera a reemplazar a la contracultura de moda.

O sea, que estamos ante algo más allá de un cambio político, para entrar en los valores, más amplios y profundos, al no quedarse en el gobierno y alcanzar a las personas. La mayoría de los norteamericanos parecen haberse dicho que lo que les ha llevado a la situación actual, lo que les ha hecho perder riqueza, prestigio, confianza y seguridad es haber abandonado sus viejos valores, para adoptar otros importados, de Europa en general y del socialismo en particular.

Son éstas palabras mayores, por lo que habrá que esperar que el futuro las confirme o las rechace. De momento, Obama tendrá que adaptarse más al Tea Party que el Tea Party a Obama, según el último dictado de las urnas.


ABC - Opinión

La tropa de Sistach. Entre la herejía y el humor involuntario. Por Pablo Molina

Dejamos lo mejor para el final; la carta que un grupo muy sistachense de católicos ha enviado al pintoresco "cardenal arquebisbe" solicitando al Papa, válgame Dios, ¡la beatificación de Lluís Companys!

Lo que ocurre en Cataluña no es normal. No es ya que por gracia de treinta años de nacionalismo rampante con la charlotada tripartita de colofón, la realidad virtual de Cataluña, antes de cierta sofisticación, haya devenido un proyecto sedicentemente independentista de tintes grotescos abanderado por personajes de tan escaso fuste como el presidente-bachiller. Es que, aunque lo intentaran, las instituciones catalanas y sus responsables son ya incapaces de ofrecer una mínima sensación de seriedad en cualquiera de los órdenes.

El ejemplo de la Iglesia catalana no puede ser más ilustrativo del estado de desfonde ético y estético que atenaza a las instituciones controladas por el nacionalismo separatista, valga la redundancia. Martínez Sistasch es, a estos efectos, el paradigma del nacionalista esquizofrénico que debe compatibilizar su fe en dos religiones contrapuestas: la inmanentista que busca sus frutos en la independencia del terruño, y la trascendente, cuyo jefe rinde visita a la zona este fin de semana, con un "libro de estilo" corporativo que condena el totalitarismo nacionalista por ir contra la libertad del ser humano y el espíritu universal de la catolicidad.


El cardenal nacionalista tiene el dudoso honor de ser el prelado que con más intensidad y en menos tiempo ha destrozado a la Iglesia católica en las diócesis bajo su mando. Aupado a los altos escalones de la curia gracias al apoyo de ciertos sectores muy influyentes en la Iglesia, nacionalistas en lo político y heréticos en lo doctrinal, el rebaño pastoreado por Sistasch ha superado ampliamente los disparates más lamentables protagonizados por los progres meapilas desde el Concilio Vaticano II. Gracias a la gestión de este Príncipe de la Iglesia, prácticamente todos seminarios, cenobios y claustros catalanes pueden ser cerrados porque andan vacíos desde hace varios años, al igual que decenas de parroquias desangeladas a cuyas misas ya no acude ni Dios, probablemente porque prefiere el latín al catalán.

El asunto es tan delirante que los protegidos del cardenal arzobispo de Barcelona organizan un boicot a la visita del jefe de la Iglesia a la cual supuestamente pertenecen. Martínez Sistasch calla, tal vez porque ha estado enormemente preocupado intentando convencer a unas centenas de católicos nacionalistas para que actúen como voluntarios durante la visita de Benedicto XVI. Cómo serán de feraces las viñas sistachenses, que el líder espiritual de la Iglesia Catalana (Don Lluís afirma sin que el solideo le salga disparado que esta Iglesia existe, aparentemente independiente de la romana), tuvo que remangarse el ropaje talar y salir disparado a la academia de los Mossos de Esquadra para reclutar a mil agentes del comunista Saura con el fin de cubrir las plazas previstas desde un principio, tan desiertas como una Iglesia barcelonesa al mediodía de un domingo cualquiera.

Y dejamos lo mejor para el final; la carta que un grupo muy sistachense de católicos ha enviado al pintoresco "cardenal arquebisbe" solicitando al Papa, válgame Dios, ¡la beatificación de Lluís Companys!, súplica que se formula en atención a su defensa heroica de la fe y los desvelos del líder de la izquierda republicana en el cuidado del rebaño católico en momentos convulsos durante los que, incluso, tuvo que proclamar la República Catalana dando un golpecito de estado para evitar males mayores. Companys, sí, el sicópata que se jactaba de no poder detener a ningún cura o monja a finales de la guerra porque en Cataluña no había dejado ni uno vivo, que los sistachitos más desnortados quieren elevar a los altares. Sólo espero que Montilla se sume a la petición y ofrezca para su buen fin el sacrificio de caminar de rodillas detrás de Ratzhinger mientras dure su visita a Cataluña. San Lluís Companys merece contemplar esa escena. Nosotros también.


Libertad Digital - Opinión

Zapatero, el laico. Por M. Martín Ferrand

Tiene poco sentido el afán confrontador entre laicismo y cristianismo que denotan los gestos del presidente.

JOSÉ Luis Rodríguez Zapatero, despatarrado entre sus complejos y sus limitaciones, tiende a no estar donde se le espera y, menos aún, donde debiera. Suele fabricarse una realidad que, por artificial, no coincide con la que viven los ciudadanos sometidos a su Gobierno. Eso le aporta un aire diferente que, a sus ideológicamente cercanos, les produce ternura y, a los distantes, una innecesaria irritación. Ayer no estuvo en Santiago de Compostela para, en su condición de jefe del Ejecutivo, dar la bienvenida al jefe del Estado Vaticano. Es algo que entra en su complicada obsesión frente a los símbolos y que se sustenta en una constante confusión entre el laicismo y la confesionalidad, sin entender plenamente que lo primero le conviene al Estado y lo segundo afecta a las personas. El anticlericalismo rabioso conduce a ese tipo de ofuscaciones.

En ocasiones como esta, similar al desfile en el que, en arrebato de grosería cívica, no se levantó al paso de la bandera de un país amigo y aliado, se evidencia, mejor que en otras, la radicalidad casi fanática del líder socialista, que, en simultánea paradoja, propugna la discutible y, por lo menos, quimérica Alianza de Civilizaciones. ¿Todos revueltos mejor que cada uno en su casa y en profundo respeto para con el vecindario?


Los coleccionistas de autógrafos que operan en Internet —¡hay de todo en el mundo virtual!— cotizan siete a uno los del Papa Benedicto XVI con referencia a los del presidente Barack Obama y, sin embargo, Zapatero, siempre hambriento y buscador de imágenes planetarias, ha renunciado en aras del laicismo a su presencia compostelana. Aristide Briand, premio Nobel, socialista, francés, laico y pionero, en los años veinte, de la unidad europea en la que, ya en los cuarenta, se inspiro Jean Monnet para el diseño de la UE, decía que el camino que conduce a Santiago, como los que llevan a Roma, son el sistema circulatorio que le da vida a un Continente imposible sin la filosofía griega, el derecho romano y la ética cristiana.

Ayer en Santiago y hoy en Barcelona tiene poco sentido, si es que pudiera tener alguno, el afán confrontador entre laicismo y cristianismo que denotan los gestos del presidente del Gobierno. Dado que la Iglesia de Roma es, por definición, una, santa, católica y apostólica, los muy puristas de la distancia podrían objetar en la nota apostólica una intención expansiva incompatible con el laicismo; pero, un Estado como el nuestro, y una Historia como la que transcurre en su territorio, ¿tienen sentido sin el cristianismo como fundamento? Nos estamos quedando sin fe, ¿también sin cultura?


ABC - Opinión

Una bofetada cívica al Gobierno... y a la Oposición

Los políticos que huyeron para no enfrentarse a la mirada de aquellos a los que tienen decidido traicionar deberían tener presente una cosa: todos nosotros votamos. Y somos multitud.

El relativismo de los partidos políticos, cuya principal consecuencia es el sometimiento de los principios al mero cálculo electoral, había topado siempre con un dique moral en lo referente a las víctimas del terrorismo. Ayer, sábado seis de noviembre de 2010, también esa barrera ética fue franqueada por la clase política española, toda ella sin excepción. De la izquierda lo suponíamos, dada su absoluta falta de escrúpulos cuando está en el poder; del centrismo simplemente lo sospechábamos. En ambos casos los políticos españoles se encargaron ayer de confirmar que toda desconfianza hacia ellos siempre resultará insuficiente.

La soledad institucional de las víctimas en la concentración convocada por la asociación cívica "Voces contra el terrorismo" debería interpelar a los dirigentes políticos sobre su cada vez más acusada falta de legitimidad. Si los partidos son los representantes de la voluntad popular, no se explica su ausencia en una manifestación popular convocada para oponerse a la negociación con los terroristas, asunto que concita más del 70 por ciento de aprobación en todas las encuestas realizadas al efecto. Que lo haga el PSOE de Rubalcaba y Zapatero, por ese orden, es vergonzoso pero entendible. Que se sume a ese desprecio el partido de Miguel Angel Blanco y Ortega Lara es la amarga demostración de que en el PP se ha perdido cualquier atisbo de vergüenza política.


Afortunadamente, frente a esta traición de la casta política los ciudadanos españoles han sabido responder de forma ejemplar, yendo más allá de lo que podría esperarse dadas las dificultades que entrañaba una convocatoria en un día tan complicado por varias circunstancias. No caeremos en la trampa de la dictadura "del número" porque la dignidad de nuestros compatriotas asesinados está muy por encima de la aritmética sociológica, pero forzoso es reconocer la emoción que todos sentimos cuando la céntrica Plaza de Colón y sus alrededores aparecieron repletos de ciudadanos libres; hombres y mujeres venidos de todos los rincones de nuestra querida patria que no se resignan a ver cómo un Gobierno sin escrúpulos y una Oposición desleal trafican con el dolor de una nación por motivos electorales.

Nosotros también estuvimos allí, para dar voz a las víctimas, para apoyarlas y para que decenas de miles de ustedes que no pudieron acudir físicamente a la cita madrileña pudieran sentirse como si estuvieran entre ellas. Fuimos el único medio presente en ka concentración con un despliegue adecuado a la importancia del acto, pero al igual que los convocantes, no nos sentimos solos. El afecto de todos ustedes y la convicción de haber cumplido con el deber de todo medio de comunicación honorable es pago más que suficiente.

Enhorabuena a los convocantes, a los asistentes y a los que siguieron nuestra retransmisión por radio o televisión. Y a los políticos que huyeron para no enfrentarse a la mirada de aquellos a los que tienen decidido traicionar, recuerden: todos nosotros votamos. Y somos multitud.


Libertad Digital - Editorial