domingo, 14 de noviembre de 2010

Qué inmenso error. Por Ramón Pérez-Maura

Marruecos ha cometido en la última semana uno de los mayores errores estratégicos de su historia. Hasta el momento su política con el Sahara le había dado un resultado óptimo. Veíamos un constante gotear de miembros del Frente Polisario que abandonaban las filas rebeldes para sumarse a las tesis marroquíes sobre la antigua provincia española. Los acampados a las afueras de El Aaiún no eran seguidores del Polisario, ni independentistas de ninguna otra obediencia. Reivindicaban una mejora en sus condiciones de vida. Es decir, eran pasto fácil en el que prender la llama de la rebelión contra Rabat, mas eso no había ocurrido cuando se desmanteló el campamento y causó un número de muertos difícil de precisar. Con toda probabilidad, los avances de los últimos 35 años de la posición marroquí entre las tribus saharauis se desbarataron con ese asalto.

Marruecos, que tiene un historial en materia de derechos humanos menos criticable que cualquiera de sus vecinos mogrebíes, ha actuado con una torpeza que desbarata todo logro en la materia a ojos de la opinión pública española.

El 5 de mayo de 1997 tuve el privilegio de realizar al hoy Rey de Marruecos la primera entrevista política que concedía en su vida. Demostró querer emular lo mejor de su padre, que dio a Marruecos una posición envidiada por sus vecinos. He seguido su reinado con interés profesional y no me ha importado discrepar de tantos al elogiar evidentes avances en Marruecos. En especial la mejora de los derechos de la mujer, la denuncia de los excesos en el reinado de Hassán II y la mínima mejora en la alternancia partidista en el Gobierno. Pero la actuación marroquí en el desmantelamiento del campamento saharaui y la censura a los medios de comunicación españoles es un inmenso error del que costará recuperarse a Mohamed VI.


ABC - Opinión

El amigo de su marido. Por Edurne Uriarte

Hay que reconocerle a Rafaela Romero, de la misma forma que a su marido, Jesús Egiguren, el mérito de una larga militancia en el PSOE en el lugar de España, Guipúzcoa, donde tal militancia es y ha sido más peligrosa. Podían haber escogido opciones más fáciles y no lo hicieron. Se arriesgaron por aquello en lo que creían. Y eso es lo que quiso reivindicar Romero cuando espetó a la presidenta de la AVT, Ángeles Pedraza, «Cuando nos maten, no lloréis».

Y, sin embargo, no es Ángeles Pedraza, impecable en su lucha antiterrorista, a quien Rafaela Romero debió dirigir su reivindicación, sino su propio marido y compañero en el liderazgo del PSE. Es a él a quien debe preguntar por qué se declara amigo, «me une con Otegi una amistad normal que surge de conocerse», del miembro de esa banda terrorista que puede asesinarlos a ella y a su marido y que ya ha asesinado a tantos resistentes del totalitarismo etarra. Es a él a quien debe dirigir su enfado e incomprensión.


Por apoyar al representante de una banda terrorista que la amenaza y de la que teme ser víctima. Y por intentar expandir la ficción de que ETA y Batasuna no son la misma cosa. Eterna trampa de la negociación que ya intentó el PSOE en la pasada legislatura y cuyas posibilidades ahora valora de nuevo a través de la avanzadilla de Jesús Egiguren. Mientras los terroristas «malos» y los terroristas «buenos», pertinente expresión de José María Aznar, prosiguen su estrategia de amenaza e intimidación en perfecta armonía y conjunción.

A través del diario Gara, por ejemplo, donde, ayer, en esa inquietante columna de la fantasmágorica Maite Soroa en la que ninguno de los objetivos de ETA desea aparecer, se defendía a Otegi. Y se defendía a Egiguren. Otegi y Egiguren como víctimas del «nacionalismo español» y de la «fachenda española» en el Gara. Por qué, debe preguntar de nuevo Rafaela Romero.


ABC - Opinión

Vacuidad. Zapatero y el síndrome del pato cojo. Por Jorge Vilches

Estábamos acostumbrados a presidentes preocupados por su labor gubernamental, y por el futuro, al menos por el de su propio partido. Ahora no es así. Zapatero nos ha acostumbrado a otra cosa.

La defensa de la "economía verde" que ha hecho Zapatero en Seúl es una muestra de que el presidente del Gobierno español vive en un permanente síndrome del "pato cojo". Dicho título, el de "pato cojo", ha sido acuñado en Estados Unidos para denominar los actos y las palabras del presidente de la República en los últimos tiempos de su segunda mandato, cuando ya no necesita fijar su política de cara a la reelección. Es el momento en el que los presidentes se dedican a hacer y decir cosas extemporáneas, extrañas o estrambóticas; en definitiva, ese tipo de palabras o actuaciones capaces de sonrojar incluso a los propios seguidores.

Aquí, en España, esto no existía antes de Zapatero. González hizo todo lo posible para no perder las elecciones, y hacia ello encaminó sus tareas, aunque con poca fortuna en sus últimos tiempos. Aznar, a pesar de que decidió no presentarse a un tercer mandato, no alteró el modelo político y económico que tanto éxito reportó entre 1996 y 2000, lo que no impidió que cometiera errores. Es decir; estábamos acostumbrados a presidentes preocupados por su labor gubernamental, y por el futuro, al menos por el de su propio partido. Ahora no es así. Zapatero nos ha acostumbrado a otra cosa.


Ha llegado a Seúl, a la conferencia empresarial paralela al G-20, y ha soltado que la "economía verde" no es sólo una "apuesta medioambiental" sino "también económica". La suelta de tamaña simpleza, porque decir que un modelo económico es también económico es al menos una simpleza, ha continuado con la promesa (no existe política sin promesa) de que la "economía verde" crearía un millón de puestos de trabajo en diez años. La noticia podría ser interesante si no procediera de un Gobierno que ha asistido impávido a la destrucción anual de un millón de empleos en el último trienio.

El paseo del "pato cojo" español no había terminado aún, pues según dejó la conferencia empresarial se dirigió al Parlamento coreano para participar en una reunión del grupo de Impulsores de los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU. Este grupo, cuyos resultados son tan palpables como predecibles, le permitió soltar otro alegato huero: "Un pequeño esfuerzo de cada país (...) incrementando la ayuda al desarrollo, supone millones de personas con acceso a la educación, a la salud, niños que podrán sobrevivir, (...), pueblos que podrán tener dignidad y esperanza". Ni se oyó ni una palabra contra los Gobiernos corruptos que tiranizan a esos pueblos y roban sus recursos, que es la primera causa de la pobreza en esos países.

Sin embargo, nada de esto ha llamado la atención. Como mucho algún chascarrillo o comentario irónico. El motivo es que estamos acostumbrados a una presidencia que ha vivido siempre con el síndrome del "pato cojo", aferrado a discursos demagógicos y vacíos, y a acciones extravagantes e inoportunas, detrás de los cuales no hay absolutamente nada. Porque Zapatero volverá de Seúl sólo con la foto hecha y la sonrisa puesta.


Libertad Digital - Opinión

Las palabras de Otegi. Por Germán Yanke

Hay un cierta majadería intelectual según la cual el diálogo con ETA y sus secuaces es más apropiado —y más rápido— que la firmeza del Estado de Derecho. Si es la trampa de los que quieren salirse con la suya, también produce una sorprendente fascinación en ciudadanos que se oponen a la violencia y que lo defienden o lo proponen, si no es para evitarse el compromiso ético que implica combatir el terrorismo. Para soportar esta suerte de indecencia siempre aparece como disculpa la «evidencia» de que entre los violentos algo ha cambiado.

En esas estamos ahora, cómo no. En el juicio a Arnaldo Otegi por supuesto enaltecimiento del terrorismo en el acto de Anoeta (2004), que parece que no organizó nadie, el dirigente de Batasuna ha dicho que rechaza la violencia para imponer un proyecto político. Y oímos decir: «¿No veis?, un paso más, se avanza, se concreta, se defienden las vías democráticas». Sin embargo, cuando Otegi fue nombrado portavoz de Batasuna tras la detención en 1997 de la Mesa Nacional dijo en una entrevista —yo estaba allí— que si ETA pretendiera imponer un proyecto político con la violencia sería el primero en condenarlo. ¿Dónde está el cambio?

Las palabras no son lo contrario de la violencia. Pueden ser un atropello, falsas y dañinas, incluso mortíferas. Para Otegi ETA ha pretendido siempre, «obligada» por la «violencia» del Estado, no imponer un programa sino «conseguir» las condiciones «democráticas» para que los vascos «se expresen». Hay que ponerlo todo entre comillas porque las palabras pueden ser también una cruel agresión. La paralización, que no disolución, de ETA supondría, entonces y ahora, el paso siguiente al inicio de un «proceso» hacia el escenario que desea, que no es ni el del Estado de Derecho ni el elegido democráticamente. Decir que no se trata de hacer concesiones ETA no significa sino conseguir sus objetivos como si la banda no tenga que ser derrotada.


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Iracundia gris. Por Alfonso Ussía

Chusito Eguiguren está casado con una mujer de armas tomar. Rafaela Romero. Doña Rafaela. Tiene malos arranques y peores prontos. Yerra en las dianas de su cólera. O quizá no yerra, lo que sería peor y mucho más preocupante. En lugar de enfadarse con Otegui, o Permach, o Jone Goricelaya, o Iñigo Iruin, se lanzó a despotricar contra la presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, Ángeles Pedraza. La zarandeó, según parece. «No lloréis por nosotros el día que nos maten», le dijo a la señora Pedraza. «A nosotros ya nos han matado», le contestó la presidenta de la AVT. Y esa respuesta no tiene réplica posible ni vuelta de hoja.

Además, ¿quiénes son los que pueden matar a Eguiguren y a su mujer? Tan sólo los compañeros de fechorías de los que comen con Eguiguren. Esta gente está un poco desnortada. Sólo asesinan los comensales de su marido. Con «Josu» Ternera se ha visto en distintas ocasiones. El tal «Ternera» es un criminal. Aquella explosión junto a la Casa Cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza. Es probable que doña Rafaela, la volcánica doña Rafaela, haya olvidado semejante victoria de la «lucha armada» etarra. Entre las víctimas, murieron cinco niños, entre ellos las sobrinas de José Alcaraz. Iban armadas de «donuts» y cuadernos en sus mochilas, camino del colegio. El responsable de aquella hazaña es el compañero de mesa clandestina de Chusito Eguiguren. Está fugado de la Justicia, y Chusito no ofrece pistas a las Fuerzas del Orden Público respecto a su paradero. Esos son los que matan, airada doña Rafaela. Y las víctimas del terrorismo no merecen tan injusto escupitajo.


En todos los aspectos de la vida hay tonalidades medias entre el blanco y el negro. En la lucha contra el terrorismo, no. Ahí se está en el blanco o en el negro. El gris no sirve. Y el marido de la simpar doña Rafaela se mueve por el gris desde hace muchos años. No se le indigestan las buenas viandas que comparte con el asesino «Ternera». Ni los chacolís con Otegui, mientras hablan de la Real Sociedad de San Sebastián. A propósito, «Real Sociedad», que nada suena a «abertzale», a no ser que Don Alfonso XIII fuera el fundador de Batasuna, lo que no creo, sinceramente.

Esos comensales escogidos por su marido, fogosa doña Rafaela, son los que matan y pueden matar. Y no se eligen las víctimas entre los compañeros de mantel y cuchipanda. Pero si alguna vez, tanto usted como su marido son amenazados o sufren la brutalidad de esa gentuza, no tenga duda de que seremos millones los que estaremos junto a ustedes, y entre esos millones, las víctimas a las que usted ha insultado con desprecio y gravedad.

Si estuviera bajo su piel, doña Rafaela, dormiría mal. No por temor a la ETA, sino por la confusión de sus sentimientos, tan grises como los de su marido, que el matrimonio es harto contagioso. Y si estuviera bajo su piel, que por fortuna no lo estoy, me disculparía inmediatamente con todas y cada una de las víctimas de la ETA, y al no ser posible por la sencilla razón de que mil de ellas descansan enterradas, lo haría con sus familiares, empezando por Ángeles Pedraza y siguiendo por José Alcaraz, tío de dos niñas asesinadas por orden del miserable de «Ternera», el compañero de mesa de su esposo. Pena me da, doña Rafaela, pensar en su desnortada conciencia. Y cálmese.


La Razón - Opinión

ETA. De faisanes y terneras. Por Guillermo Dupuy

El problema está en que los procesos de paz han envilecido tanto a nuestra clase política, mediática y judicial que ya no les permiten ser conscientes de su radical incompatibilidad con un Estado de Derecho.

Me gustaría poder hacer una encuesta a nivel nacional para conocer el porcentaje de españoles que tienen conocimiento de lo qué es el "caso Faisán" o, como yo prefiero llamarlo, "el chivatazo policial a ETA". A pesar de la escalofriante gravedad de este capítulo de la paz sucia con ETA, sospecho que el conocimiento de los ciudadanos sería muy bajo. Sin embargo, por poco que los medios de comunicación hayan hablado de este asunto, aun lo han hecho menos con otro "delito de Estado", no menos concreto y espeluznante, sólo que más continuado en el tiempo, como es el que se ha perpetrado y seguramente se sigue perpetrando en estos momentos, en beneficio de la impunidad del etarra Josu Ternera.

El Código Penal es muy claro al advertir que incurre en delito la autoridad o funcionario que dejare intencionadamente de promover la persecución de los delitos o de sus responsables. No menos claro fue el Tribunal Supremo al dictar las órdenes de búsqueda y captura contra Josu Ternera, al que se le acusa de la masacre de la casa-cuartel de Zaragoza. ¿Alguien, sin embargo, tiene alguna duda de que José Luis Rodríguez Zapatero, faltando a la obligación de su cargo, ha dejado de manera deliberada de promover la persecución de este prófugo delincuente? ¿No es suficiente la confesión televisada de Eguiguren respecto a los mensajes que, a través de él, Zapatero le hacía llegar al etarra? ¿Por qué nadie habla de la X de la "paz sucia", no menos ilegal que los GAL?

El problema está en que los procesos de paz han envilecido tanto a nuestra clase política, mediática y judicial que ya no les permiten ser conscientes de su radical incompatibilidad con un Estado de Derecho que no admita intermitencias. Si el fin de ETA ha de ser dialogado, ¿por qué no el de la violencia de género, el de las mafias, el del GRAPO? ¿La razón es que ETA nos ha matado más?


Libertad Digital - Opinión

¿Prudencia o incompetencia?. Por José María Carrascal

Los más beneficiados de la prudencia que ahora predican Zapatero y compañía son ellos mismos.

La última consigna del Gobierno Zapatero es «prudencia». Nos la pide en el Sahara. En el País Vasco. Con Chávez. Con el Vaticano. Prácticamente, en todos los grandes temas nacionales e internacionales. Lo que choca, pues este Gobierno ha sido de una imprudencia que sin temor a exageraciones puede calificarse de temeraria, tirándose una y otra vez a la piscina sin la elemental precaución de haber comprobado sin había agua en ella. Lo hizo embarcándose en una negociación con ETA que acabó en dos muertos; prometiendo a los catalanes el estatuto que les diera la gana; negando la existencia de la crisis económica, tomando luego las falsas medidas contra ella y anunciando de manera periódica el fin de la misma; jurándonos que no habría recortes en las prestaciones sociales; asegurándonos que no haría mayores cambios en su Gabinete. Y, de repente, este hombre que ha hecho de la osadía su programa de gobierno, se convierte en el abogado de la prudencia, que igual le sirve para un roto que para un descosido.

Sin duda la prudencia es recomendable —por algo figura entre las virtudes cardinales—, pero no menos es cierto que un exceso de la misma suele ser perjudicial, aparte de poder enmascarar graves deficiencias. Y tratando con un político que ha hecho de la engañifa la base de su gobernanza, conviene andarse con cuidado, no vaya a darnos de nuevo gato por liebre, o ni siquiera gato. Ya decía André Gide que cuando no se tiene nada que ocultar, no hay necesidad de ser prudente, y esta súbita fiebre de prudencia por parte de quien hasta ahora no ha hecho otra cosa que meterse en camisas de once varas da la impresión de que su verdadero objetivo es ocultar sus fracasos en las muchas aventuras que se ha metido, que ahora le pasan factura.

Abundando en la misma reflexión de Gide, Robert L. Stevenson advertía que la prudencia crece en el cerebro como un hongo, siendo la generosidad su primera víctima. Algo que comprobamos en la vida diaria, donde la falta de valentía civil se disfraza a menudo de prudencia, y que puede ser lo ocurrido al inquilino de La Moncloa que ha cambiado sus altruistas planes de antaño por el único objetivo de defenderse a toda costa, incluidos los principios de que alardeaba.

El siempre agudo Voltaire ponía la guinda a estas advertencias al señalar que mientras el prudente busca beneficiarse a si mismo, el virtuoso busca el beneficio de los demás. No hay que ser un desconfiado obsesivo para darse cuenta de que los más beneficiados de la prudencia que ahora predican Zapatero y compañía son ellos mismos, presos en la red de improvisaciones, temeridades, atrevimientos y disparates que han sido su marca de gobierno.


ABC - Opinión

La bisagra catalana

La campaña de las elecciones catalanas ha arrancado con los rasgos propios de un cambio de ciclo político. La tendencia reflejada en todos los estudios demoscópicos demuestra de forma nítida un agotamiento de la fórmula del tripartito y, en paralelo, un respaldo mayoritario para el proyecto de Convergència i Unió y una recuperación intensa del PP. Más de la mitad de los ciudadanos de Cataluña desaprueba la gestión de la alianza PSC-ERC-ICV en estos últimos cuatro años. A estas alturas, sólo los cocineros del CIS han concedido un respiro a la izquierda con un pronóstico menos catastrófico que los ya conocidos.

Los márgenes son tan amplios y el hastío del tripartito tan agudo que hoy parece misión imposible invertir la situación. En el peor de los escenarios, los nacionalistas de Artur Mas estarían a nueve escaños de la mayoría absoluta del Parlament, lo que abre alternativas para la gobernabilidad de Cataluña, pero también para la de España. Como ha sucedido en buena parte de las legislaturas de nuestra democracia, los convergentes, instalados en la Generalitat, están llamados a ejercer de nuevo el papel de bisagra en el conjunto del Estado. ¿Cuál será su apuesta? Conocido su proverbial pragmatismo, puede que dispongan una estrategia de no agresión con los socialistas, que dé estabilidad al menos hasta los comicios generales y que les permita tener las manos libres en la gestión de la comunidad y, de paso, situarse en una posición de fuerza ante cualquier negociación con el Gobierno de Zapatero.


La otra opción, de mayor proyección y mucho más positiva para los intereses generales, sería la de apostar por el entendimiento con una fuerza pujante en Cataluña como el Partido Popular, que, según las encuestas, cuenta con muchas posibilidades de asumir el Gobierno de España tras las elecciones de 2012. Ambas formaciones tienen un demostrado sentido de Estado y una probada capacidad de llegar a acuerdos en torno a diagnósticos concordantes sobre los problemas reales de Cataluña y del conjunto de la nación. Las propuestas liberal-conservadoras, las mismas que hoy desarrollan los países de Europa que han comenzado a crecer y a recuperar su actividad, son las que comparten ambas formaciones y las que el Gobierno socialista ha despreciado en estos años. Lo cierto es que la hoja de ruta de esta alternativa está marcada ya por las preocupaciones expresadas por los ciudadanos en todos los estudios de opinión: el paro y la economía. Y ésas deberían ser las prioridades de una gestión responsable, sin perderse en enredos coyunturales ni abrir debates particularistas tan estériles como melancólicos.

Las elecciones en Cataluña son, pues, decisivas para dar ese primer paso hacia la alternancia política imprescindible para España, que mande a la izquierda y a sus políticas fracasadas a la oposición. El tripartito fracasó en Cataluña, como el PSOE en el conjunto del Estado. Perpetuar estas fórmulas con aventuras irresponsables sería un retroceso que pagaríamos todos.


La Razón - Editorial

Diplomacia farisaica

El temor a irritar a Rabat no justifica taparse los ojos ante lo que está pasando en el Sáhara.

El Gobierno español ha querido justificar su falta de respuesta a los graves sucesos en el Sáhara a partir de un falso dilema. No es cierto que, ante los atropellos cometidos por el Ejecutivo marroquí, haya que optar entre el carácter estratégico de las relaciones con Rabat y la condena de los hechos contrastados hasta el momento. La muerte de un ciudadano español de origen saharaui, además del bloqueo informativo establecido por Marruecos, incluyendo la retirada de la credencial del corresponsal del diario Abc y la expulsión de los enviados de la cadena SER, constituyen causas suficientes para exigir cuando menos una investigación con garantías en el primer caso y para dirigir una protesta diplomática, en el segundo.

Ni la ONU, ni la UE ni, por descontado, España pueden contemplar pasivamente unos hechos que, incluso en la dudosa versión oficial de Rabat, han provocado víctimas mortales. Precisamente porque la relación de España con Marruecos es estratégica, el Gobierno no puede actuar como lo está haciendo, y menos a través de canales simultáneos como los que representan la ministra de Exteriores, por un lado, y el ex titular del Departamento, por otro. A los que podría añadirse un tercer canal si, como está previsto, el ministro del Interior marroquí visita España devolviendo la visita que realizó a Rabat el actual vicepresidente Rubalcaba, tras los últimos incidentes en Melilla.


En las actuales circunstancias, mantener esta agenda no puede ser fruto de una decisión rutinaria: haría bien el Gobierno en sopesar los beneficios esperados y los equívocos que podría suscitar. Entre ellos, el de dar a entender que es mayor el interés español que el marroquí en mantener una buena vecindad. Si las relaciones se deterioran, España pagará un coste. Pero también Marruecos, cuya exposición a los riesgos que ambos países deben enfrentar conjuntamente es seguramente mayor. Que se reconozca su papel en la estabilidad del Magreb no puede ser interpretado desde Rabat como licencia para imponer por la fuerza su voluntad en un territorio que ocupa en contra de la legalidad internacional, proclamando el desafío de "conmigo o contra mí".

Y a esa interpretación está contribuyendo el Gobierno español, primero, con su silencio y, después, con explicaciones farisaicas como las ofrecidas por el presidente y la ministra Jiménez. La política exterior de Zapatero se ha caracterizado por invocar los derechos humanos cuando debía formular estrategias y por replegarse en las estrategias cuando, como en los actuales incidentes, debía defender los derechos humanos. Es cierto que las relaciones con Marruecos se encontraban bajo mínimos cuando Zapatero llegó a La Moncloa, pero el modelo que adoptó para mejorarlas era inviable: estabilizar el trato con Rabat por la vía de aproximarse a su posición en los principales contenciosos. Era un modelo condenado al fracaso, y los graves sucesos en el Sáhara lo estarían certificando.


El País - Editorial

Fiebre de enchufismo en La Pesoe

CCOO y UGT son cooperadores necesarios en este escándalo monumental contra el que se han echado a la calle miles de funcionarios honestos, dispuestos a impedir que se consume un caso de nepotismo partidista de dimensiones industriales.

En España sobran funcionarios, especialmente en las comunidades autónomas, que es donde más ha crecido el empleo público en las últimas décadas. Las autonomías no sólo han absorbido a los funcionarios estatales transferidos junto a las competencias estatutarias, sino que, como ocurre siempre con el Estado, los políticos han justificado su existencia creando miles de órganos innecesarios que ha sido preciso dotar del adecuado aparataje material y humano.

Si esto es ya intrínsecamente nocivo en circunstancias normales, en plena recesión económica, agravada por la incapacidad de un Gobierno radicalizado, el debate sobre la necesidad de que la administración se desprenda del exceso funcionarial adquiere la mayor notoriedad, que es lo que ha comenzado a ocurrir en otros países de nuestro entorno.

Por eso resulta todavía más bochornoso que la Junta de Andalucía, gobernada por los socialistas como señoritos de un cortijo en la más rancia tradición de la izquierda, se apresure a culminar tres décadas de nepotismo desvergonzado convirtiendo en funcionarios a más de treinta mil empleados contratados discrecionalmente. Es lo de siempre cuando gobierna la izquierda, pero acelerado a causa de los negros presagios electorales que las encuestas vienen recetando muy merecidamente a los socialistas andaluces en los últimos tiempos.


El PSOE es la principal agencia de colocación de Andalucía, la región que tras tres décadas de férrea disciplina socialista sigue encabezando las clasificaciones más infamantes de toda Europa sin que a sus dirigentes se les caiga la cara de vergüenza. "La Pesoe", como ha sido rebautizado ese partido con el típico gracejo de la zona, ha actuado siempre así, comprando voluntades con dinero público, exigiendo y concediendo subvenciones para fomentar la ociosidad y colocando a los militantes de ese partido en los miles de recovecos institucionales en que han convertido a la administración andaluza. Todo ello en detrimento de quienes accedieron a la administración pública por sus propios méritos, que de esta forma deben convivir con el bochorno permanente de ver cómo los políticos socialistas inundan los departamentos autonómicos de personajes, cuyo único mérito es pertenecer al PSOE o a la familia de alguno de sus dirigentes

La connivencia de los sindicatos de izquierdas en el atropello que los socialistas andaluces quieren cometer sorprendería si no fuera porque conocemos sobradamente el papel que el sindicalismo llamado "de clase" tiene cuando gobierna la izquierda. CCOO y UGT son cooperadores necesarios en este escándalo monumental contra el que se han echado a la calle miles de funcionarios honestos, dispuestos a impedir que se consume un caso de nepotismo partidista de dimensiones industriales.

Hoy el PSOE no es una opción política más en Andalucía, sino el vértice de un régimen que controla todos los contrapoderes democráticos en la más acreditada tradición del socialismo. Esta última canallada institucional es sólo el síntoma de que el final tal vez esté más cerca de lo que ellos mismos suponen.


Libertad Digital - Editorial

Madrid sube, Cataluña baja

El nacionalismo y el socialismo que hace guiños al independentismo radical son responsables de la pérdida de posiciones de Cataluña.

AL margen de rivalidades sin sentido, Madrid y Cataluña son dos comunidades españolas que se configuran como centro y eje de un potente tejido socioeconómico basado en la capacidad de liderazgo de las respectivas metrópolis. Resultan por ello muy significativos los datos que hoy ofrece ABC, desde el punto de vista de la eficiencia y no de los sentimientos localistas. Madrid se sitúa por delante de Cataluña en una parte sustancial de los indicadores que maneja el análisis comparativo. Así, el PIB per capitaes casi el doble, con una diferencia que ha crecido de forma exponencial en los últimos quince años. El gasto en I+D es también más alto en la comunidad madrileña, cuya tasa de paro está dos puntos por debajo de la catalana. Además, la comunidad de Madrid es capaz de absorber un mayor porcentaje de población inmigrante. Son datos objetivos e incontestables, fiel reflejo de la mayor vitalidad de una comunidad dispuesta a superar los tópicos sobre la burocracia centralista frente al estancamiento de Cataluña, que ha liderado históricamente los índices de desarrollo económico y calidad de vida.

El nacionalismo excluyente y el socialismo que hace guiños al independentismo radical son responsables de la pérdida de posiciones de Cataluña en los ranking de carácter nacional e internacional. Los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992 marcaron un punto de inflexión y desde entonces las cosas van a peor. En cambio, Madrid consolida su protagonismo y la capital de España está ahora en primer plano como ciudad abierta y centro financiero. En una economía globalizada no tiene ningún sentido seguir jugando al victimismo territorial y practicar una política identitaria que se niega a reconocer la realidad en nombre de prejuicios trasnochados. El tripartito encabezado por José Montilla ha llevado al extremo estos planteamientos, bajo el impulso de partidos radicales que han impuesto su agenda al PSC. No es extraño que —según todas las encuestas— las urnas vayan a pasar factura a un socialismo ambiguo y oportunista. Mientras Madrid se ha preocupado de crear infraestructuras y mejorar la vida de los ciudadanos, Cataluña parece haberse encerrado en una burbuja identitaria que no se corresponde con su larga tradición de sociedad dinámica y creativa. Los números no engañan.

ABC - Opinión