miércoles, 17 de noviembre de 2010

Gallardón en Barcelona. Por M. Martín Ferrand

No es extraño que a Gallardón lo saquen siempre de visita. También pudiera ser para tenerle lejos de Madrid.

ALGO tiene el PP de mágico y excitante para ser siempre el centro del debate partidista. En las autonómicas catalanas el PP, si nos atenemos a su representación actual en el Parlament, debiera ser asunto menor para los grandes del lugar, el PSC y CiU, de los que surgirá el nombre del nuevo president. Pero los efluvios del partido que lidera Mariano Rajoy tienen tal capacidad sugeridora que el defensor del título, José Montilla, ha retado al aspirante, Artur Mas, a un debate para que aclare si, llegado el momento y la necesidad, pactará con el PP. Lo tradicional es que los candidatos estelares en una confrontación electoral presuman de ser mejores, y hasta más guapos, que sus adversarios y, a mayor abundamiento, tratar de demostrar la incapacidad y perversión de quienes se les oponen y disputan la victoria; pero convertir a un tercero, o cuarto, en discordia en el centro del debate acredita la paupérrima situación ideológica y política de los dos que van por delante.

En el PP, donde la estrategia es poco más que un juego de sobremesa y la táctica un poco menos que los eslóganes y las frases hechas, Alberto Ruiz-Gallardón es la salsa que, en el orden electoral, sirve para todos los platos. Muchos le discuten, pocos le alaban y potencian, pero todos le sacan en procesión cuando llega la hora de seducir al electorado, sea donde fuere, y proyectar la imagen de seriedad y buenas maneras. En Cataluña, Gallardón se ha convertido en galán de compañía para Alicia Sánchez Camacho y, solo o en compañía de otros, escolta a la primera candidata a presidenta de la Generalitat después de una larga sucesión de 128 presidentes varones.

Gallardón de visita gana mucho y, para no decir nada, hace gala de su manejo virtuoso del sofisma capaz de dejar en pañales al mismísimo Protágoras. Su aportación a la campaña del PP en Cataluña puede sintetizarse en una frase feliz:
«España necesita una conexión profunda, permanente y sólida entre Madrid y Barcelona, porque si una de las dos se debilita, toda España sale perjudicada».
Hace falta mucha enjundia para decir algo de tanta solemnidad aparente, con halago implícito para quienes lo escuchan y con barniz de política de Estado sin que el dicho tenga contenido alguno. La conexión entre Madrid y Sevilla, ¿no es necesaria? Si se debilitan Valencia o Bilbao en lugar de Barcelona, ¿no se perjudica Madrid? El sofisma poliédrico, de múltiples entradas y vías plurales, es la perfección del género. No es extraño que a Gallardón lo saquen siempre de visita. También pudiera ser para tenerle lejos de Madrid y que no abunde en su endeudamiento, pero no lo creo.

ABC - Opinión

Temores. Por Eduardo San Martín

El Sáhara no es Irak, pero pasará factura al Gobierno.

Puestos a creer, ¿en quién deberíamos depositar nuestra fe? ¿En el ministro de un gobierno que muestras fotos y videos de supuestas agresiones pero impide la información libre de esos acontecimientos e insulta, detiene y veja a quienes tratan de obtenerla; o a una joven canaria que ha escapado del infierno, sin otra arma que la cámara oscura de su retina, y relata con la fuerza expresiva de quien dice verdad la historia del asalto violento y desproporcionado de un campamento pacífico y el pogromo organizado contra la población autóctona de la capital saharaui? Hasta en el PSOE saben que el veredicto de la opinión pública no puede ser más que uno.

La contumacia del Gobierno, que se obstina en evitar cualquier pronunciamiento molesto contra los agresores, debe obedecer a razones muy poderosas. Que no pueden ser las que explica en público. Nadie discute que España está obligada a mantener buenas relaciones con Marruecos. Lo que se objeta es que se pague cualquier precio por hacerlo. Esas contundentes razones deben justificar también que Rubalcaba recibiera ayer al ministro de los videos y las fotos; una visita que le desaconsejaban desde sus propios aledaños mediáticos. ¿A qué tiene miedo el Gobierno?

Marruecos se comporta con el desparpajo de quien se sabe aliado preferente de EE.UU., Francia y España; y juega al ratón y al gato con el socio menor de esa alianza estratégica, porque los contenciosos existentes entre ambos hacen la función, como en todo régimen autoritario, de argamasa interna. Marruecos tensa la cuerda lo justo porque sabe que arriesgaría mucho en un choque abierto con España. Y el gobierno español, como paralizado por el temor, acepta la relación en esos términos. El Sáhara no es Irak, pero pasará factura.


ABC - Opinión

Rajoy. La fortuna sin seso. Por Agapito Maestre

Rajoy, como tantas otras veces, perdió la Ocasión de decir algo sensato o, sencillamente, de callarse.

No es la audacia, tampoco su afán de trabajo por persuadir a los ciudadanos de las bondades políticas del programa del PP, virtudes que adornen a Rajoy. Este hombre común, sin embargo, empieza a rozar los límites de una digna mediocridad ciudadana. Política. Ha dicho Rajoy, en Guadalajara, que es mejor ver Teledeporte que tratar de informarse con un programa de información política. Si le dan a elegir entre el deporte y la política, es obvio que el jefe de la Oposición opta por el primero. Nada es para Rajoy comparable al deporte. El sentido deportivo de la vida, sin embargo, no es aplicado por Rajoy a la política; por el contrario, Rajoy no tiene vergüenza alguna al declarar que su trato con la profesión política es ejercida con desgana y dejadez: "María Dolores me ha liberado de hablar de los grandes temas políticos. Ella ya lo ha hecho con brillantez y profundidad. Yo sólo quiero hablar de deporte. Me apasiona Teledeporte".

Rajoy es a fuerza de sincero un hombre con fortuna, naturalmente, sin seso que exhibir. Su inteligencia política es inexistente. La Fortuna lo ha puesto ahí y, quién sabe, hasta puede llegar a presidir el Consejo de Gobierno. Pero no será porque aplique a la política su pasión por el deporte; al contrario, lejos de tomarse en serio el sentido deportivo de la vida para la política, separa como un vulgar gárrulo la política del deporte. Es incapaz de extraer una moraleja deportiva para la política. Por favor, señores del PP, que alguien le muestre a este hombre que el deporte enseña la necesidad de esforzarse, de entregarse apasionadamente a una tarea donde el ensayo o entrenamiento permanente es imprescindible para alcanzar un objetivo, en este caso la conquista del poder.


Rajoy, sin embargo, pasa del esfuerzo y del ensayo político continuo. Desconsidera permanentemente hablar de política, o sea, desprecia hacer política. Rehuye hablar de los grandes temas nacionales. No contesta a los medios de comunicación. Él es un político, pero le apetece más hablar y moverse en el mundo del deporte que tratar de asuntos políticos... Increíble. Para Rajoy el deporte es, pues, el ámbito más apropiado para que se desarrolle el ser humano. He ahí sintetizada su gran pasión y, de paso, su manifiesto testimonio del desprecio que este hombre tiene por la política. He ahí retratado de cuerpo entero el hombre que, seguramente, ganará las elecciones generales.

La fortuna de Rajoy quizá sea la ineptitud de Zapatero. O sea puede que el primero gane las próximas elecciones generales. Pero eso no significará jamás que Rajoy, después de sus declaraciones de Guadalajara, pueda ser considerado como un político normal. Rajoy es también una excepción. Es otra pieza de la excepcionalidad de España en Europa. La fortuna, como nos enseñó Maquiavelo, sólo asiste a los políticos atrevidos, a los impetuosos, en fin, a quienes, a falta de un conocimiento seguro de lo que los tiempos nos demandan, hacen como si fuesen propicios estos tiempos. No es el caso de Rajoy, porque jamás pierde el tiempo si se trata de ofender a la criada de la Fortuna: la Ocasión.

Rajoy, como tantas otras veces, perdió la Ocasión de decir algo sensato o, sencillamente, de callarse. Y es que, como dijera Quevedo, la "Ocasión es un hembra que me ofrezco a todos: muchos me hallan, pocos me gozan; soy Sansona femenina, que tengo la fuerza en el cabello. Quien sabe asirse a mis crines, sabe defenderse de los concorvos de mi ama (la Fortuna). Yo la dispongo, yo la reparto, y de lo que los hombres no saben recoger y gozar, me acusan".


Libertad Digital - Opinión

Estancados. Por José María Carrascal

El Gobierno parece seguir aferrado a la idea de que la recuperación exterior terminará tirando de nosotros.

CADA vez que oigo decir que no somos Grecia, Portugal e Irlanda, me echo a temblar. Y no les digo nada si oigo que «se ve el final de la crisis», como dijo ayer José Antonio Alonso. Si mienten, malo; si se lo creen, peor, pues no ven lo que tienen ante los ojos. Vuelve a temblar el mundo financiero, volvemos a estar bajo sospecha, vuelve a encarecerse nuestra deuda y la frase más escuchada hoy es «peligro de contagio». Con buenas razones. Las reformas han sido hasta ahora sobre el papel y llevarlas a la práctica está resultando más difícil de lo que parecía, entre otras cosas porque Zapatero quiere hacerlas con la bendición de sindicatos y empresarios, pero la posibilidad de que las acepten son menores de que le toque la lotería. La consecuencia es, y voy a decírselo con una frase del editorial de El País, que «la economías española está estancada». No seguimos cayendo en picado, pero eso no basta para crear empleo, que es la gran preocupación nacional, ni para satisfacer a los mercados, que es la gran preocupación internacional.

Con un riesgo añadido: que mientras Grecia, Irlanda o Portugal son países pequeños, con economías varias veces menores que la nuestra, y por tanto «rescatables» por Bruselas o el FMI, rescatar la economía española resultaría infinitamente más complicado. «La gran preocupación es España, con un déficit del 9 por ciento y un 20 por ciento de paro», informa el New York Times. Lo que hace la situación aún más delicada que en la primavera, por no fiarse ya nadie de nadie, como se vio en la última reunión del G-20, y menos que de nadie, de los países que ofrecen menos garantías, España entre ellos. Las reformas anunciadas no han surtido efecto por la sencilla razón de no haber entrado planamente en vigor. El Gobierno Zapatero parece seguir aferrado a la idea de que la recuperación exterior terminará tirando de nosotros. Puede ser otro de sus errores garrafales. No habrá recuperación exterior. Algunos países saldrán adelante, tras haber hecho sus deberes, mientras los que no los hayan hecho se hundirán definitivamente. El momento es tan crítico que está en peligro incluso la Comunidad Europea. El secretario de su Consejo, Van Rompuy, lo advirtió ayer: «Sin arreglarse el problema de los países fuertemente endeudados, no hay futuro». Quería decir futuro de la CE actual. Los que ajusten sus cuentas seguirán en el euro. Los que no, volverán a sus monedas nacionales, que podrán devaluar, como se hacía antes en los malos momentos. Incluso puede irles mejor. O peor. Aunque ustedes pueden seguir creyendo al Gobierno decir que no somos Irlanda, Portugal, Grecia, y que se ve el final de la crisis. Soñar es gratis.


ABC - Opinión

Pensionistas. Esfuérzate tú, Valeriano. Por Pablo Molina

Ser trabajador cuando gobiernan los socialistas es una desgracia, pero si eres pensionista el problema se agrava, porque, además de robarte, el socialismo tiene especial cuidado en cubrirte de ignominia.

El nuevo ministro de Trabajo, de nombre tan relajante, ha ordenado a los pensionistas que hagan un esfuerzo más para salir de la crisis al igual que ya lo está haciendo el resto de la sociedad. Como buen socialista, Valeriano miente con toda sinceridad, porque no es cierto que todo el mundo se esté apretando el cinturón durante la crisis aunque él parezca convencido de que así es. Al contrario, ese sacrificio constante es el dudoso privilegio que Zapatero reserva a las clases medias y los trabajadores de forma exclusiva, haciendo honor a la tradición del socialismo en todo tiempo y lugar.

A pesar de que atravesamos una recesión sin precedentes, los grupos de presión que siguen la agenda socialista no han visto recortado su tren de vida, porque el jefe de Valeriano ha decidido que ellos no deben verse afectados por la feroz incompetencia del Gobierno en materia económica. En cambio, los pensionistas sí deben sufrir la humillación de verse expoliados de nuevo para financiar las francachelas de los cultureras y para que las ministras, por poner un ejemplo concreto, no anden borrachas por la calle a altas horas de la noche buscando un taxi.

Ser trabajador cuando gobiernan los socialistas es una desgracia, pero si eres pensionista el problema se agrava, porque, además de robarte, el socialismo tiene especial cuidado en cubrirte de ignominia. Es la sensación que deben experimentar los españoles sensatos que después de toda una vida de trabajo y esfuerzo perciben una pensión ridícula que aún ha de reducirse el año próximo, porque con lo que el Gobierno les ha afanado durante todos esos años, a los socialistas todavía no les alcanza.

A Valeriano no se le cae la cara de vergüenza cuando riñe a los pensionistas para que no protesten cuando les congelen la pensión, algo que entra dentro de lo normal porque por algo el tío es socialista. Lo raro es que los jubilados que van a ser nuevamente robados no convoquen una manifestación diaria ante el ministerio que ponga nervioso a Valeriano hasta provocarle una seria adicción a su femenino. No será porque no tienen tiempo libre.


Libertad Digital - Opinión

Sin discurso. Por Edurne Uriarte

El Sahara destruye el discurso que Zapatero construyó sobre política internacional precisamente a partir de su interpretación de Irak.

Como José María Aznar perdió el apoyo de una parte de sus votantes a su política internacional por las decisiones respecto a Irak, de la misma forma está perdiendo Zapatero el apoyo de sus votantes a su política internacional por las decisiones respecto al Sahara. Por razones completamente diferentes, eso sí. Porque Aznar quería hacer una política basada en los principios, la defensa de la libertad, a costa de sacrificios que muchos españoles no estaban dispuestos a asumir. Y porque Zapatero ha sacrificado sus principios para hacer una política de defensa de intereses que muchos españoles no acaban de entender.

El Sahara destruye el discurso que Zapatero construyó sobre política internacional precisamente a partir de Irak o a partir de su interpretación de Irak. Aquello de los derechos humanos, del pacifismo, de la legalidad internacional, de Naciones Unidas. De los principios, diferentes a los de Aznar, pero principios al fin y al cabo que Zapatero decía sostener. Principios cuya aplicación práctica sus votantes han entendido con dificultades, cuando Zapatero ha hecho en Afganistán lo mismo que Aznar en Irak. Y que no han entendido en absoluto, cuando el Gobierno los ha dejado completamente a un lado para apoyar a Marruecos. En contra de los derechos humanos, de la legalidad internacional y de Naciones Unidas.

Por eso se quedó ayer sin palabras hasta el gran comunicador Rubalcaba. En la rueda de prensa que no quiso convocar y que no tuvo más remedio que convocar, cuando un periodista le preguntó si el Gobierno persistía en su actitud de no condenar a Marruecos. «No hemos hablado de eso», respondió Rubalcaba.

Media hora antes, también se quedó sin palabras Trinidad Jiménez en el Senado: «No consideramos los datos fehacientes, tenemos que esperar», «No debemos especular», «No podemos reaccionar ante opiniones».
Es decir, nos hemos quedado sin discurso.


ABC - Opinión

Rubalcaba y el Sáhara: rueda de prensa para olvidar. Por Antonio Casado

El vicepresidente del Gobierno y ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba -en rueda de prensa posterior al encuentro con su colega marroquí, Taib Cherkaui-, y la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez -en el Senado-, se acogieron a las generales de la ley: confianza mutua entre países vecinos y amigos. Los amigos se hablan con “sinceridad” y con “claridad”, según previa declaración de principios que no ayuda a moverse entre la niebla de un asunto tan sórdido.

A todos los efectos, el Gobierno de Marruecos se convierte en la primera y principal fuente de información del Gobierno de España para conocer lo ocurrido en el asalto policial al campamento de Gdeim Izik. Allí se instaló hace varias semanas como protesta social de los saharauis de El Aaiún por las malas condiciones de vida que llevan en su propia tierra, gobernada de hecho -sin ningún título de soberanía- por Marruecos.


Por lo tanto, y salvo que el ministro marroquí le haya contado a Rubalcaba algo distinto de lo que luego contó en vehemente y multitudinaria rueda de prensa, el Gobierno de España da por bueno que la intervención de las fuerzas marroquíes fue “pacífica”; que la muerte del ciudadano español Baby Hamday Buyema,se debió a un atropello accidental, y que los policías marroquíes fueron agredidos “brutalmente” al intentar rescatar a ciudadanos inocentes “secuestrados” por “milicias armadas” que se habían adueñado del asentamiento.
El Gobierno da por bueno que la intervención de las fuerzas marroquíes fue “pacífica”; que la muerte del ciudadano español Baby Hamday Buyema se debió a un atropello accidental, y que los policías marroquíes fueron agredidos “brutalmente”.
¿Seguro que el Gobierno español da por buena esta versión? La pregunta, formulada de tres o cuatro maneras distintas (“¿Se lo cree el Gobierno?”, “¿Se lo cree usted?”, se le preguntó a Rubalcaba) no tuvo respuesta. Visiblemente incómodos en la doctrina oficial, tanto Trinidad Jiménez frente al senador Juan Van Halen (PP) como Pérez Rubalcaba frente a los periodistas se remitieron a la versión de Marruecos. Hasta el punto de hacer aún más insoportable la sensación de desfallecimiento en una cuestión de principios. Como si se hubiese renunciado al deber de conjugar intereses con valores, que es propio de un gobernante. La derrota de los valores es, en este caso, clamorosa.

Si la percepción de nuestra opinión pública sobre los sucesos de estos días no coincide con la versión expuesta ayer en Madrid por el ministro Cherkaui, no impugnada por Rubalcaba ni por Jiménez, se debe a que la prensa española los ha “tergiversado” con el propósito de “denigrar a Marruecos”. Ni disparos, ni genocidio, ni violación de derechos humanos, como han informado los periodistas españoles, sino una “intervención completamente pacífica en el marco del respeto a la ley y bajo la supervisión de los jueces”, del que solo se ha derivado la muerte de diez agentes marroquíes y la del ciudadano español atropellado por un coche policial.

Y si se hubiera cometido algún exceso por parte marroquí, o quedase algún cabo suelto de difícil explicación en el relato “detallado” y “minucioso”del ministro Cherkaoui, no tenemos más que pedir una investigación suplementaria y el Gobierno marroquí la hará encantado, según declaró ayer el ministro Rubalcaba en una rueda de prensa para olvidar. Nos dejó un amargo sabor de boca.


El Confidencial - Opinión

Fechas. Por Alfonso Ussía

España, empujada por Marruecos, Francia y los Estados Unidos, abandonó el Sahara en 1976. Para el portavoz del PSOE, don Marcelino Iglesias, aquello sucedió en 1973 o 1974. Es decir, que Franco falleció en 1969 o1970, para ser exactos. El PSOE, en 1982, arrasó en las elecciones generales, si bien podría haberlo hecho en 1980 o 1981, según don Marcelino. Al portavoz de un partido político de la importancia del PSOE no se le puede pedir que aplique con precisión la fecha en la que Alfonso X El Sabio pernoctó por vez primera en el Puerto de Santa María. Tampoco que acierte –a pesar de ser aragonés–, el día en el que Agustina de Aragón merendó con sus padres en Calatayud, y menos aún que sepa con exactitud la fecha en la que Hernán Cortés se vio obligado a desprenderse de su armadura por los picores que le producía un extraño sarpullido epidérmico que le tuvo frito durante una semana en la llanura donde hoy se alza Jalisco o Xalisco, que con la jota y la equis los mejicanos o mexicanos llevan decenios confundiéndonos. El crítico y poeta Ricardo Bada se lo escribió al político Ordaz, que escribía «México» y pronunciaba «Méjico». «Señor licenciado Ordaz:/ si usted lo escribe con equis/ y lo pronuncia con jota,/ ¿por qué no me pide un taji/ a su manera ortodoja?». Presiento que me he ido por las ramas.

Decía que ignorar las fechas en las que se produjeron los anteriormente referidos hechos históricos, no puede ser motivo de crítica ni razón de acusación de incultura. Pero errar en dos y tres años la salida de España del Sahara, tan cercanita ella y con las repercusiones políticas y sociales que dicho abandono han arrastrado hasta la actualidad, merece la exhibición de unas enormes orejas de burro, como las que antaño se usaban en los colegios para burlarse de los alumnos torpes. Se trata de una fecha histórica triste y reciente, y recordarla es obligatorio para todo aquel que quiera presentarse como una persona bien informada, que en un portavoz de partido político se da por hecho, aunque esa responsabilidad venga heredada de Leire Pajín.

Lo que hoy sucede en el Sahara es consecuencia de aquella fecha trágica, el 14 de noviembre de 1975, cuando, con Franco en plena agonía, se firma el Acuerdo de Madrid, por el que España entrega a Marruecos y Mauritania sus territorios saharianos. Y es en 1976, cuando nuestros últimos soldados, arrían la bandera de España y embarcan rumbo a la península dejando una tierra querida que fue provincia española y a un pueblo, el saharaui, que pretendía crear un Estado independiente. Cierto que el Polisario hizo todo lo posible para perjudicar sus propios intereses, entregándose a la todavía URSS y al enemigo natural de Marruecos, Argelia. Por Madrid pululaban sus representantes y saltaban de Bogomolov a Khelladi, los embajadores de la URSS y Argelia, respectivamente, hecho que alarmó sobemanera a los franceses y americanos. El PSOE juró lealtad y ayuda a los saharauis, y en 14 años de gobiernos socialistas no llegó a los abandonados del Sahara ni ayuda ni lealtad. Pocos años atrás, con Zerolo de la mano, Trinidad Jiménez no paró de dar el tostón con la independencia del «Sahara Libre». Ahora está con Marruecos «por razones de Estado». Esta mujer es de lo que no hay. Todo sucedió antesdeayer, aunque Marcelino Iglesias nuble las fechas y se equivoque.


La Razón - Opinión

Funcionarios. Silencio: Chaves duerme. Por José García Domínguez

"Cada empleado estatal ajustará su rendimiento al del colega que, cobrando idéntica cantidad, trabaje menos". Pues no otro resulta ser el criterio empírico con que se determinan los estándares stajanovistas en el sector público patrio.

Parece que el vicepresidente Chaves, probo funcionario excedente el hombre, vive en la feliz ignorancia de que su nómina está vinculada por ley a la productividad. Y es que el señor ministro, siempre inmerso en altas cuestiones de Estado, no repara en tamañas nimiedades. Así, ni corto ni perezoso, don Manolo saltó a la palestra ayer martes con tal de anunciar al mundo una idea genial, a saber, que estudia la posibilidad de ligar las retribuciones de los empleados públicos... a la productividad. "¿Por qué no?", debió cavilar el prócer en el sublime instante de la iluminación, antes de entregarse a una merecida siesta reparadora.

Y ha tenido que ser Jáuregui quien saliese a desfacer el entuerto, recordando que ese asunto figura en el BOE desde los tiempos de María Castaña. Esto es, desde que la cesante María Teresa Fernández Etcétera y los sindicatos de la Administración lo pactaran en su día. Vistoso trozo de papel mojado, el acuerdo de marras, que no logró derogar la célebre Ley de Bronce enunciada por el catedrático Alejandro Nieto. Ésa que implacable ordena: "Cada empleado estatal ajustará su rendimiento al del colega que, cobrando idéntica cantidad, trabaje menos". Pues no otro resulta ser el criterio empírico con que se determinan los estándares stajanovistas en el sector público patrio.

Una ley de obediencia mayoritaria que, según magisterio del mismo Nieto, requiere de la recta observancia a un corolario no menos preceptivo. El que manda: "No te inmiscuyas en lo que no sea estrictamente tuyo igual que nunca habrás de tolerar que los demás metan la nariz en tu negociado. Si de tal modo procedes y no creas problemas al prójimo en el escalafón, en justa correspondencia, tampoco él te los creará a ti y todos vegetaréis con plácida armonía". A fin de cuentas, una situación muy llevadera: a nadie importa el esfuerzo que se dedique al trabajo, pero tampoco nadie vigila ni reprende. Y así van pasando los años y los Chaves y los planes de productividad sobre una Función Pública desmantelada, ya mero botín de guerra en manos de los partidos y sus clientelas, inagotable cantera de parásitos vitalicios. Mas no levantemos mucho la voz, no vaya a ser que despierte don Manolo.


Libertad Digital - Opinión

Coros y danzas. Por Ignacio Camacho

Nuestra clase política está dispuesta a cualquier sacrificio —ajeno— antes que renunciar a su cuota de telediario casero.

EN este país tan raro que vive como un rico sin serlo hay docena y media de televisiones autonómicas y varios cientos de emisoras municipales que pierden más de mil quinientos millones de euros al año sin que nadie se plantee cerrarlas o al menos someterlas a un ajuste de mercado. Cuando Europa nos presiona para recortar gasto público les metemos antes mano a las pensiones y a los sueldos de los funcionarios que a ese sumidero a fondo perdido en el que los caciquillos territoriales organizan su particular autobombo. Nuestra clase política está dispuesta a cualquier sacrificio —ajeno, por supuesto— antes que renunciar a su cuota de telediario casero. Los virreyes que lloran la falta de presupuesto para la Ley de Dependencia firman sin pestañear las subvenciones con que tratan de enjugar el déficit de sus aparatos de propaganda. En algunas comunidades hay hasta tres cadenas porque con una no basta para satisfacer el ego de esa dirigencia ensimismada en el culto a la personalidad; la mayoría de ellas dedica el grueso de su programación a un peloteo sonrojante de los sultanes de turno y banaliza la cultura autóctona con un zafio desfile de tópicos que subvierte el carácter de servicio público al reducirlo a un folklorismo de vía estrecha. Son la versión catódica o digital de los coros y danzas, a la mayor gloria de regímenes clientelares que representan la actualización, el update, del caciquismo.

A la hora de manejar el mando a distancia con que ejecutan sus consignas, socialistas, populares y nacionalistas guardan escasas diferencias de talante. Ninguno renuncia al mangoneo sectario; se calcan los vicios, se apoderan de la pantalla y cometen idéntico abuso de poder pasándole la factura a los contribuyentes. Los matices son de estilo, no de concepto; algunas emisoras son más soeces en su vulgaridad populista, otras se parapetan en la singularidad lingüística y unas pocas afinan algo las formas para disimular la manipulación con cierto envoltorio profesional. Pero al final lo único que cuenta es su disponibilidad como instrumento al servicio de la hegemonía política; funcionan como canales privados de unas nomenclaturas regionales que entre las teles y sus hipertrofiados servicios de comunicación y prensa tienen más empleados que todos los medios independientes juntos. Ventajas de no responder ante el mercado.

Algunos barones territoriales del PP han tenido al menos la decencia retórica de sugerir la privatización de estos mastodontes mediáticos, a sabiendas de que se trata de una medida que no depende de ellos; es de las pocas competencias que han quedado fuera de la centrifugación autonómica. Éste es uno de los misterios de la Administración española y una de las causas de la ruina del sistema: puede gastar mucho más de lo que ingresa pero siempre hay una ley que dificulta la reducción del despilfarro.


ABC - Opinión

Expansión.com - Descubra cuánto le cuesta su televisión autonómica según dónde viva.

El Gobierno cree a Rabat

Lo más hospitalario que se puede decir de la visita a España del ministro del Interior de Marruecos, Taib Charkaui, es calificarla de inoportuna. No parece que el principal responsable de las fuerzas policiales que protagonizaron los sangrientos episodios de El Aaiún sea el más indicado ni el más decoroso para explicar lo sucedido con objetividad. Sobre todo si se tiene en cuenta que previamente puso en circulación un video con versiones tan peregrinas como que el campamento saharaui desmantelado albergaba terroristas de Al Qaida. Si a lo que aguardaba el Gobierno español para adoptar una postura nítida y contundente era que se esclareciera la verdad de los hechos, debería haber aplazado esta visita. O si accede a recibir al representante de una parte, está obligado a hacer lo mismo con la otra. Lo que de ningún modo es aceptable es darle credibilidad al mismo que censura a la Prensa y expulsa a los periodistas que pretendían informar verazmente. Sin embargo, el Gobierno sigue empantanado desde que estalló la crisis, hace dos semanas, y cada día que pasa incurre en nuevos despropósitos, incoherencias y ambigüedades. El guirigay de los dirigentes socialistas va en aumento, y al desliz inicial del ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, atribuyendo la soberanía del Sáhara a Marruecos, se han sumado media docena de opiniones dispares, como la de Marcelino Iglesias confundiendo con indolencia las fechas de la «Marcha Verde», los balbuceos de una Trinidad Jiménez claramente sobrepasada por los acontecimientos y la inaudita irrupción de la ministra Sinde exigiendo que sobre este asunto sólo «opinen los expertos», entre los que cuenta naturalmente a sus actores afines. La falta de coordinación, ese mal que parece endémico en los equipos de Zapatero, es el síntoma visible de una política exterior confusa, acomplejada y víctima de unos prejuicios ideológicos que el PSOE arrastra como un pecado original desde que hace tres décadas apoyó al Frente Polisario, sin que entonces primaran los intereses de España sobre los de partido. Por eso, si ya resulta chocante que el estallido del conflicto sorprendiera a la ministra de Exteriores perdida en una visita muy menor a Bolivia, como si este país fuera su prioridad diplomática, lo es aún más que haya ido a remolque de los dictados de Rabat, dando la imagen de que Madrid carece de ideas y reniega de su compromiso moral en el contencioso saharahui. El vicepresidente Pérez Rubalcaba trató ayer de enderezar el desaguisado, no sin antes ser presionado por el PP para que explicara ante la Prensa la entrevista con su homólogo marroquí. Pero es muy dudoso que lo haya conseguido. Al afirmar que la versión oficial de Marruecos, «detallada y minuciosa», refuta las graves acusaciones de los saharauis, Rubalcaba le ha dado carta de naturaleza y verosimilitud a Rabat. También ha sugerido el vicepresidente que el régimen alauita autorizará en breve la entrada y libre circulación de periodistas españoles en el Sáhara. Precisamente por ello, Rubalcaba podría haber esperado a emitir su veredicto absolutorio. Nunca antes la causa saharaui había sufrido en España tal humillación.

La Razón - Editorial

Públicas y carísimas

El actual modelo deficitario de las televisiones autonómicas es insostenible en tiempo de crisis.

La televisión pública estatal lleva un año emitiendo sin publicidad, pero ese modelo no rige para las 13 autonomías que disponen de televisión propia. Ello supone un residuo de competencia desleal, según denuncian las privadas agrupadas en la Uteca. Y ocurre cuando la crisis ha impuesto fuertes restricciones del gasto público.

El secretario de Estado de Hacienda, Carlos Ocaña, opinó ayer que así como la Administración central ha hecho un esfuerzo considerable en el ajuste del gasto, hay incertidumbre sobre si un recorte similar se está produciendo en las Administraciones autónomas. Esa incertidumbre deriva en parte de la falta de transparencia de algunas comunidades, lo que es un factor de desconfianza para los mercados internacionales, dijo Ocaña.


Es cierto que las autonomías deben hacer frente en periodos de crisis a mayores responsabilidades sociales, lo que aumenta su gasto. Pero precisamente por eso, es obligación suya establecer prioridades con rigor, y difícilmente puede considerarse que una de ellas sea mantener a cualquier precio sus carísimos sistemas de televisión pública. Los 13 entes regionales tienen adjudicado espectro radioeléctrico como para poner en marcha hasta 100 canales públicos. Algunos emiten ya en cuatro cadenas diferentes, con programaciones que poco difieren de las de los operadores privados.

¿Es razonable mantener en tiempo de crisis un sistema audiovisual que multiplica por 13 el modelo que hasta hace un año era el de RTVE? Desde su nacimiento, las televisiones regionales se han convertido en un saco sin fondo. El año pasado recibieron subvenciones por 813 millones de euros y acumularon pérdidas por 772 millones. Con un coste medio de 110 euros por hogar y año, algunas comunidades gastan en su televisión más de lo que destinan a la Ley de Dependencia.

El argumento de que son un servicio público ha perdido fuerza: la mayoría de ellas tiene programaciones similares a las de las comerciales, pujan con el dinero de todos para llenar su parrilla de partidos de fútbol o carreras de fórmula 1. Y en contraste con la evolución de los informativos de las cadenas estatales, más neutrales desde que se modificó el sistema de nombramiento de sus directivos, los de la mayoría de las autonómicas siguen siendo estrechamente partidistas. Muestra de su más que dudosa gestión son los 1.480 millones de deuda que acumulan y las menguantes audiencias que registran.

Las comunidades tienen plenas competencias en materia audiovisual. Son las menos las que han seguido el sistema de nombramientos por el Parlamento aplicado por RTVE. El resto debe decidir si también lo hace como garantía de pluralidad. Y todas ellas deben decidir si renuncian a competir en el mercado de la publicidad con su doble financiación. Lo que obligaría a cambiar a un modelo más modesto. El actual ya era inviable hace años; en tiempos de crisis es además un contraejemplo de lo que debería esperarse de quienes administran el dinero de los contribuyentes.


El País - Editorial

Irlanda tampoco era Grecia

Lo que nuestro Gobierno no puede hacer es limitarse a reiterar que "España no es Irlanda" cuando lo cierto es que, tras Irlanda y Portugal, España es el país que más papeletas tiene para sufrir una crisis insuperable de financiación.

El rescate de Irlanda para sanear su crisis de deuda parece tan inminente que desde Bruselas ya hay quien lo cifra en unos 100.000 millones de euros, la mitad de los cuales se dirigiría a salvar a la banca, mientras el resto se destinaría a consolidar las finanzas del Tesoro y a evitar que tenga que seguir saliendo a los mercados de deuda, que le han exigido unos altísimos tipos de interés.

A nadie debería extrañar la insostenible situación financiera por la que atraviesa este país si tenemos en cuenta que el tamaño de su sistema bancario es de 1,3 billones de euros, mientras el PIB del país apenas llega a los 0,15 billones. De hecho, basta que los bancos irlandeses tuviesen un agujero del 10 por ciento de sus activos, para plantearse incluso si la cuantía antes mencionada del rescate va a ser suficiente para evitar la quiebra.

En cualquier caso, lo que nuestro Gobierno no puede hacer mientras tanto es limitarse a reiterar que "España no es Irlanda" y que nosotros "no tenemos un problema de solvencia", cuando lo cierto es que, tras Irlanda y Portugal, España es el país que más papeletas tiene para sufrir una crisis insuperable de financiación. De hecho, ya este mismo martes nuestro país ha tenido que pagar un 32 por ciento más para colocar su deuda, y es un secreto a voces que las advertencias genéricas tanto de Washington como de la Comisión Europea siguen teniéndonos también a los españoles como destinatarios.


Sin crear alarmas, pero sin demorar un minuto más la solución, Elena Salgado debería sacar su Plan B –si es que lo tiene– y acometer nuevos y mucho más drásticos recortes de gasto que pongan freno a un déficit que sigue estando absolutamente incontrolado. Es simplemente demencial que el Gobierno acabe de posponer el proyecto de ley de las pensiones al próximo mes de marzo o abril, fechas, por otra parte, en las que tampoco podemos confiar que se lleve a cabo si tenemos en cuenta el calendario electoral. Otro tanto, se podría decir respecto de los necesarios y drásticos recortes de gasto en todas las administraciones –empezando por la autonómica–, como de unas reformas que, como la del mercado laboral o la privatización de las cajas, no queden en un mero simulacro.

Claro que pretender que el Gobierno de Zapatero haga en periodos electorales los ajustes y reformas que no ha hecho hasta ahora es tan iluso como empieza a serlo confiar en un líder de la oposición que, con la que está cayendo, se siente "liberado" de hacer la crítica al Gobierno y prefiere hablar de deporte. El sistema financiero internacional se está derrumbando y mientras Zapatero esconde su cabeza bajo tierra, Rajoy se queda tranquilamente mirando Teledeporte. Justo lo que necesitamos para generar confianza hacia los inversores internacionales.


Libertad Digital - Editorial

Cuentas al límite y rescates

El mensaje de que España no es Grecia, Irlanda o Portugal ya resulta pueril porque no resuelve los problemas específicos de nuestra crisis particular.

LA Europa del euro vuelve a jugarse su futuro con la situación de países como Irlanda y Portugal, poniendo a prueba sus mecanismos de rescate financiero y, sobre todo, la fortaleza de su proyecto político, amenazado por el distanciamiento evidente entre las grandes potencias económicas, especialmente Alemania, y el resto de países. La probabilidad de que Bruselas tenga que rescatar a ambos países demuestra que la crisis financiera sigue en estado grave y obliga al Gobierno español a actuar con mayor realismo frente a los riesgos que se mantienen sobre su deuda pública. Ayer, nuevamente, se encareció la colocación de deuda emitida por el Tesoro, lo que refleja la exposición de la economía española a las turbulencias del pelotón de cola en el que, quiera o no reconocerlo el Gobierno, aún nos hallamos. El mensaje de que España no era Grecia, ni tampoco ahora es Irlanda o Portugal, ya resulta pueril porque no resuelve los problemas específicos de nuestra crisis. El mal de muchos —y en este caso no son tantos— ya se sabe a quién sirve, pero es un consuelo irresponsable conformarse con que otros tengan una situación peor. Por lo pronto, España se mantiene como líder en tasa de desempleo, y sin perspectivas sólidas de mejora a corto o medio plazo. La producción industrial ha vuelto a caer y el consumo privado se ha reducido. En el plano social, por mucho que se intenta rebajar el impacto del desempleo apelando a la economía sumergida, la crisis se mide por desahucios de las familias y por la extensión de la pobreza. Unicef hizo público ayer un informe sobre la infancia en España en el que alerta de que dos millones de menores están en riesgo de pobreza en nuestro país.

Mientras los mercados sitúen a España como el socio menos enfermo del club de los países en riesgo, los discursos de complacencia que lanza el Gobierno seguirán aumentando la desconfianza. Sigue sin ordenarse el sector financiero, que mantiene cerrado el grifo de la financiación, y sigue sin abordarse la reforma de las administraciones públicas. La reforma laboral pende de que el Gobierno quiera contentar a los sindicatos con una contrarreforma encubierta, mientras se veta —a medias— el debate de las pensiones y se aplaza al año que viene la revisión de su viabilidad. España, en efecto, no es Irlanda ni Portugal, como no era Grecia, pero no hay que acercarse siquiera a los niveles de crisis que padecen estos países para afrontar las reformas urgentes que hacen falta.

ABC - Editorial