domingo, 21 de noviembre de 2010

Zapatero. Nada, que no se entera. Por José T. Raga

Usted, adalid de la izquierda, no puede tolerar que se flexibilice el mercado de trabajo; sí puede aceptar que haya cinco millones de parados, pero no que éstos disminuyan si para ello hay que flexibilizar.

Si fuera toro de lidia, eso que está prohibido en Cataluña, tiempo ha que le habrían mandado al corral, pues los avisos superaron con mucho los tres y, aunque siguen produciéndose, no vaya a creerse el presidente del Gobierno que no tienen límite. No es fácil suponer que a estas alturas el señor Zapatero aún no se haya enterado de la gravedad de la situación económica de nuestro país, aunque él prefiera desplazar la atención al efecto arrastre de la situación de Irlanda y de Portugal.

Tanto la Comisión Europea como el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional han advertido al Gobierno español, es decir al señor ZP –los demás, incluso el señor Rubalcaba, sólo pintan en la medida en que él esté dispuesto a darles ceras para pintar–, por activa y por pasiva, en no pocas ocasiones con apremios para su cumplimiento y siempre con desasosiego ante la reiteración, acerca de la urgencia de las medidas de reforma que precisa la economía española.


Hay que reconocer que, al comienzo, tales advertencias desencadenaron corridas por los pasillos de los equipos técnicos y de los equipos políticos para tratar de dar satisfacción a las peticiones de Bruselas. Tan así que las prisas llevaron a enviar informes que se corregían apenas pasadas unas horas para enmendar incluso argumentaciones sustantivas.

Pero como bien tiene confirmado la teología moral, a todo se acostumbra uno. El pecador, y aquí se trataría de un pecado económico, político y social, se siente perturbado la primera vez que peca, incluso las primeras veces, sin embargo, el pecador empedernido deja de sentir zozobra alguna ante su conducta, acabando por considerarla normal y justificada para el bien de la comunidad. Así, es de apreciar en estos momentos una actitud del presidente ajena por completo a cualquier conflicto con la Unión Europea y ausente a las reclamaciones que le llueven casi a diario. Cuando se refiere a los problemas de la economía española, se limita a situarlos en esa perversa institución que se identifica con los mercados.

Pues no, señor presidente. El responsable de su inacción es usted y sólo usted. Sus veleidades, quitando importancia a lo que la tiene –los graves problemas de la economía española– y mostrando al mundo entero su falta de decisión para afrontarlos, están creando dificultades adicionales al desenvolvimiento económico de nuestra nación. Esas recientes declaraciones de algunos empresarios, afirmando que la marca España, o lo que es lo mismo, la referencia española en el mundo hoy, es un verdadero lastre para la iniciativa en el desarrollo de las actividades económicas son una muestra de lo que se consigue con su talante y con su capacidad de elusión de las responsabilidades exigibles a un gobernante.

Tres eran los bloques de medidas que le exigía Bruselas para su inmediata puesta en marcha, y que cada una de ellas era parte de un objetivo último: la reducción del déficit público. Los tres bloques eran: la reforma del mercado laboral para dotarlo de mayor flexibilidad, a fin de ser un instrumento eficaz para la creación de empleo; la reforma del sistema de pensiones, pues su viabilidad financiera está más que cuestionada, tanto por la relación entre cotizantes y beneficiarios, como por la forma de establecer la base reguladora para el cálculo de la pensión, sin olvidar la relación actual entre años de actividad y años de supervivencia como pensionista; y, finalmente, el tercer bloque estaba constituido por la reforma del sector público –reducción del gasto público de forma acusada– y reforma también del sistema financiero, tanto en cajas de ahorro como en bancos.

Cuando Bruselas le conminaba a estas reformas, que calificaba de urgentes, no era para que usted dictara algunas normas que no pensaba cumplir ni hacer cumplir, sino para que pusiera en marcha medidas efectivas en todas estas materias, repito, en todas ellas, para que conjuntamente tuvieran el efecto que de las mismas se podía esperar.

¿Qué ha hecho usted señor presidente? Nada. Publicó el Real Decreto-ley 10/2010, de 16 de junio para la reforma del mercado de trabajo que, en lo que a flexibilidad se refiere, no ha tenido efecto alguno porque, usted, adalid de la izquierda, no puede tolerar que se flexibilice el mercado de trabajo; sí puede aceptar que haya cinco millones de parados, pero no que éstos disminuyan si para ello hay que flexibilizar. Las pensiones le producen un pánico pavoroso, con lo que ya se va deslizando que empezará a hablar de ello a mediados del año que viene, a ver si, con un poco de suerte –a cualquier cosa le llaman suerte–, se desplaza para la próxima legislatura, en la que quizá no esté ya al frente del Gobierno

La estructura del sector público, por su parte, sigue creciendo con más empleados públicos, con ese afán de reducir a cualquier coste las estadísticas de desempleados –tanto las reales como las oficiales, que no se las cree nadie–. Finalmente, el sistema financiero lo tiene usted hecho trizas, dedicado a comprar deuda pública que usted emite para financiar su mala administración, a la vez que ha despreciado una oportunidad histórica para reformar la legislación de las cajas de ahorros, de lo que espero que la historia le pida cuentas.

Por el momento, quien le sigue pidiendo cuentas y lanzando nuevos avisos es la Comisión Europea y las instituciones financieras europeas e internacionales. ¿Les quiere engañar como a los españoles? Aunque así fuera, a los que no engañará serán a esos malditos mercados que parece que le tienen declarada la guerra. ¡Ah! Por cierto, que a los españoles no nos engaña; lo que ocurre es que no tenemos otra alternativa que sufrir y aguantar.


Libertad Digital - Opinión

Crisis. La casta política, el gran problema económico. Por Emilio J. González

Es el defecto de nuestra democracia enferma, que elimina a los mejores a causa de un sistema electoral perverso.

No es muy normal ver a los empresarios meterse en política porque lo suyo es ganar dinero y no suele convenir a los negocios el meterse con el poder. Es más, hay empresas que buscan acercarse a los aledaños del mismo y medrar en él en beneficio propio. Además, en un país como el nuestro, enfrentarse a quien tiene en sus manos un arma tan poderosa como el BOE, y que no suele tener muchos escrúpulos a la hora de utilizarlo, puede ser bastante arriesgado. Por ello sorprende que las grandes empresas españolas hayan pedido al Rey un cambio de sistema electoral, cuando lo suyo no es eso, sino hacer negocios. ¿Qué les ha llevado a realizar semejante demanda, sabiendo que con ello no sólo se enfrentan al Gobierno, sino también a la oposición? Pues, evidentemente, que la crisis política e institucional que asola nuestro país impide que se solucione la grave crisis económica y social que está arrasando todo cuanto se le pone por delante y que podría desembocar en un desastre de dimensiones inimaginables, con la suspensión de pagos de España y, quién sabe, una posible ruptura de la unión monetaria europea, o con una salida de nuestro país del euro, con todos los desastres que ello implica. Vamos, que sería como un descenso a los infiernos. Pero analicemos con detenimiento lo que piden las grandes empresas y por qué.

Lo primero que demandan es un cambio de sistema electoral, y creo que tienen toda la razón. El modelo actual, basado en la ley d’Hont, impide con frecuencia la formación de mayorías parlamentarias estables, lo que deja al partido ganador de las elecciones en manos de las minorías nacionalistas, las cuales, lejos de pensar en el interés de España, en cuanto tienen la menor ocasión aprovechan para saquearla en un ejercicio de egoísmo sin límites y de deslealtad institucional sin precedentes. Lo cual, dicho sea de paso, se debe también al odio profundo que se profesan socialistas y populares y que les incapacita para ponerse de acuerdo en nada aunque con ello contribuyan a destruir lo poco que ya queda de este país.


A España le sale muy caro que los nacionalistas respalden a un Gobierno, sea del partido que sea, porque la factura que pasan por sus votos es cada vez más onerosa y siempre termina en lo mismo: en que el conjunto de los españoles acaben vampirizados por los intereses nacionalistas y por quien detenta el poder. Lo cual, si ya es de por sí grave, lo es mucho más cuando se tiene una casta política como la actual cuyo único interés es el ejercicio del poder por el poder en sí mismo, sin el menor principio, sentido de Estado ni nada que se le parezca. Pero es que, además, las medidas económicas que tiene que tomar este país necesitan mayorías fuertes y estables que las respalden, incluso en contra de unos agentes sociales que, como critican los propios empresarios, ya no representan a nadie, que no son más que parte del modelo socialista corporativista en parte heredado del franquismo y en parte impuesto por la izquierda en las negociaciones constitucionales que hoy hace aguas por todas partes. Lo que se tiene que hacer, que es mucho y muy importante, se tiene que hacer, sin que los nacionalistas o los agentes sociales tengan la menor capacidad de impedirlo porque ellos son parte del problema, no de la solución. Por ello hay que cambiar el modelo electoral.

El modelo electoral también es clave para contar con mejores y más preparados políticos. Personalmente, tengo serias dudas de que, con un sistema de listas abiertas como el británico, con unos diputados que se deban realmente a sus votantes, a su circunscripción electoral, en lugar de tener que obedecer a quien hace las listas, hoy Zapatero pudiera seguir en el poder. Es más, creo que hace tiempo, viendo su actitud ante la crisis, los propios socialistas ya lo hubieran desalojado de La Moncloa, como hicieron en su momento los conservadores británicos con Margaret Thatcher, o los laboristas con Tony Blair, cuando consideraron que ya no daban más de sí y que podían poner en peligro su reelección. Y lo mismo, probablemente, cabe decir del principal partido de la oposición, que tiene un líder elegido en un congreso a la búlgara y cuyo aparato no permite que surjan en el seno del PP alternativas al mismo que puedan poner en peligro sus privilegios y su poder. Ese es el quid de la cuestión, que explica por qué, con la que está cayendo, no hay elecciones anticipadas ni personas con credibilidad capaces de liderar la salida de la crisis con ese discurso de sangre, sudor y lágrimas que es necesario teniendo en cuenta tal y como están las cosas en nuestra economía. Es el defecto de nuestra democracia enferma, que elimina a los mejores a causa de un sistema electoral perverso; el precio que estamos pagando por ello es el de un paro que se acerca a los cinco millones de personas y el de una crisis que se adivina larga en el tiempo, sin esperanzas de que las cosas vayan a cambiar a medio plazo.

Nada de cuanto está ocurriendo con la situación política e institucional es neutral para las empresas y, por tanto, para la sociedad, porque son las empresas las que crean empleo y bienestar para todos, las que generan la riqueza necesaria que aporta los impuestos para que podamos tener pensiones, educación, sanidad, transporte público, etc. Es el empresario, en definitiva, quien saca adelante a este país, no el político, pero hay que ayudarle a hacer su trabajo y lo que no puede suceder es lo que está sucediendo en estos momentos: que la empresa española no encuentra financiación en el exterior porque los mercados no confían en nuestro país, con independencia de que nuestras grandes compañías sean multinacionales, entidades globales cuya solvencia económica no depende de la del Reino de España, sino del conjunto de sus negocios a nivel mundial. Pese a ello, los mercados, que se han cerrado para nuestro país, las castigan porque tienen pasaporte español y no se fían ni de un presidente del Gobierno que habla mucho, hace poco y siempre trata de engañar a todos, ni de un líder de la oposición que no trasmite la confianza necesaria acerca de su capacidad para sacarnos del pozo tan negro y profundo en que se encuentra hundida nuestra economía. Ya lo decía hace unas semanas The Economist: en este país ganará las elecciones el partido que se dé cuenta antes de que tiene que cambiar de líder. Eso, sin embargo, hoy por hoy no parece posible con nuestro sistema electoral, que se encuentra en el origen de nuestra enorme crisis política e institucional, la cual impide que se solucione la crisis económica. Todo va relacionado y la última se explica, en gran medida, por la primera.


Libertad Digital - Opinión

Política Alzhéimer. Por José María Carrascal

Zapatero y Rubalcaba están llevando esa jibarización de la política social a extremos indignantes.

¿QUÉ tiene que ver la «patria potestad» con el paro? ¿O la «muerte digna» con la crisis? Lo pregunto porque el Gobierno se dispone a engolfarse —que no viene de golfo sino de llevar una embarcación tan lejos que no pueda divisarse desde tierra— en un torrente legislativo que regulará ámbitos tan variopintos como las comunicaciones, el juego, la policía, el medio urbano, los residuos, el comercio, los servicios profesionales, el Museo Reina Sofía y así, hasta 26. Y como no puede dejar de ser él, intenta meternos de contrabando la descentralización de la justicia y la cooficialidad de las lenguas, para restaurar dos de los artículos del Estatut rechazados por el Tribunal Constitucional, tal como Zapatero ha prometido a los catalanes. Esto, al día siguiente de haber anunciado en el Congreso, con esa solemnidad reiterativa que se gasta en las grandes ocasiones, que su prioridad preferente es combatir el paro, a lo que dedicará todo su tiempo, esfuerzos y atención. Este es nuestro hombre, capaz de arrancarse por bulerías en pleno funeral o de tragarse un sable como si fuera un espagueti. El que convierte sus palabras en humo y sus promesas en otras promesas. El inventor de la «política alzhéimer», que se va borrando conforme se ha enunciando. Y encima, quiere que le creamos.

Que la izquierda, sin programa económico desde hace décadas, ha hecho de unos temas que llama sociales y son sólo personales —el divorcio exprés, el matrimonio homosexual, el aborto, la legalización de las drogas— el sustituto de una política social colectiva, lo sabíamos e incluso lo aceptábamos, pues algo tenía que hacer al quedarse en pelotas, y el sexo era lo más a mano. Pero embarcarse en esos temas con la crisis que tenemos encima resulta de una frivolidad, o malicia, que asusta. Con Zapatero y Rubalcaba llevando esa jibarización de la política social a extremos indignantes. ¿Es que piensan que los parados olvidarán su triste situación al enterarse de que los maltratadores perderán la patria potestad sobre sus hijos? ¿O que les consolará saber que tendrán una «muerte digna», cuando se mueren a diario moralmente? ¿Lo piensan de verdad? Al menos lo intentan, poniéndose a producir leyes como si fueran churros, para no dejarnos respirar con tal diarrea legislativa. Y si encima buscan boicotear la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut, el escamoteo se convierte en sarcasmo intolerable.

Dan ganas de decirle aquello de «Zapatero a tus zapatos», es decir, a la crisis, que debería de ser su primera, segunda y tercera preocupación, como él mismo dijo. Pero recordarle sus palabras es tan inútil como contemplar la campaña electoral catalana sin soltar la carcajada.


ABC - Opinión

Uno. Por Alfonso Ussía

El Gobierno de Marruecos ha reaccionado después de los enérgicos rapapolvos de Rubalcaba y Trini. Y para demostrar su respeto al derecho de información, opinión y expresión, ha autorizado a dos periodistas españoles a entrar en el Sáhara. Rubalcaba ha aplaudido la medida calificándola de «un primer paso» hacia la normalidad informativa. Sólo dos periodistas de medios españoles. En realidad, uno. Porque el corresponsal de «El País», por lógica, será un corresponsal de Rubalcaba. No lo escribo con ánimo de crítica, sino como consecuencia de la trayectoria del periódico gubernamental, último clavo con el que cuenta el Gobierno socialista para esquivar el desastre que se le viene encima. Mi respeto al sentido de la libertad del diario «El Mundo» es absoluto. Pero por muy buena corresponsal que sea Ana Romero, le van a faltar ojos, y manos y sensaciones para conseguir cubrir en soledad la tragedia sahariana y saharaui.

Póngase en otro escenario. En similares circunstancias, un Gobierno del Partido Popular se humilla ante Marruecos. Su ministro de Asuntos Exteriores aguanta una rueda de prensa en la que su colega de una dictadura coronada insulta a los medios de comunicación españoles sin replicar al cónsul del tirano. Posteriormente, otro enviado de Mohamed convence al ministro del Interior de que todo lo que se ha dicho y escrito es mentira, y que en prueba de buena voluntad, se va a permitir la entrada en el Sáhara a dos periodistas españoles. Uno de «El Mundo», y otro de La Razón «ABC» o «La Vanguardia». Y para colmo, el ministro califica esa media con optimismo y satisfacción, considerándola un «primer paso». ¿Se figuran los lectores la reacción de los de Prisa?


«El Mundo» ha criticado la medida, y a pesar de la indignación del resto de los medios, enviará a su corresponsal. Entiendo su decisión. Al menos llegará a España la noticia diaria del Sáhara de la prensa independiente, no sólo de la prensa independiente de la mañana, que en palabras del inolvidable Santiago Amón no es más que eso, la prensa que se independiza de la mañana. Para el resto de los periódicos, con La Razón en primera fila, «el primer paso» es una burla más del Gobierno marroquí al «acojonaíto» Gobierno de España, además de un lacerante agravio comparativo. Ni Fidel Castro se hubiera atrevido a tan ridícula propuesta. «De acuerdo, que informen, pero sólo un periodista», en el caso que nos ocupa, una periodista del diario «El Mundo». Trabajo tiene por delante. Y además se sentirá continuamente vigilada, molestada y trampeada por el rígido sistema policial impuesto por el que convence a Rubalcaba. Mejor uno que ninguno, y en ésas estamos.

Pero considerar tamaña desfachatez como «un primer paso» se me antoja una desfachatez mayor. Este Gobierno nuestro ha perdido completamente los fondos y las formas. No estamos lejos de las depuraciones. El Gobierno cuenta con el apoyo incondicional de poderosos medios de comunicación que se dedican a señalar a periodistas libres con el dedo acusador del poder establecido. Medios castristas dirigidos por el ultracapitalismo de izquierdas, que ya me dirán ustedes en qué consiste.

Feliz estancia a Ana Romero, de «El Mundo», en El Aaiún. En su soledad, no podrá con todo. Bastante tendrá con intentar esquivar a quienes estarán las veinticuatro horas del día siguiendo sus pasos o sus sueños. Pero mejor algo que nada. La libertad, en manos de una periodista. El «primer paso».


La Razón - Opinión

Elecciones catalanas. Frenopático al aire libre. Por Maite Nolla

La auténtica degradación política de Cataluña la protagonizan sus políticos; pero los de primera fila. Y la muestra la hemos tenido esta semana entre Puigcercós, videos y videojuegos.



Hace tiempo que es evidente que la política catalana ha entrado en una fase irremediable de degradación, de la que sólo se salvan algunos elementos incontrolados y, casi siempre, marginados. En realidad, que se presenten Carmen de Mairena con propuestas interesantes, como la de los grandes ventiladores para levantar la niebla leridana, o Montserrat Nebrera o María Lapiedra, no es nuevo y no es significativo. Siempre ha habido partidos antitaurinos, defensores de la habichuela noruega, disidentes de previas escisiones de partidos comunistas, socialistas auténticos o por autentificar, falangistas e independentistas peleados entre sí. El problema es que ahora tienen internet a su alcance y cualquiera puede colgar un video en la red y que rule.

La auténtica degradación política de Cataluña la protagonizan sus políticos; pero los de primera fila. Y la muestra la hemos tenido esta semana entre Puigcercós, videos y videojuegos. Incluso en este campo se aprecia que la degradación es notoria. Recordarán que en 2006, CiU repartió un video de nombre muy rimbombante, titulado confidencial.cat, que dejaba supuestamente al descubierto todos los secretos del primer tripartito. En realidad no era más que un resumen de imágenes de tevetrés y poca cosa más. Ponerse a hablar de corrupción con el tres per cent de cuerpo presente y con el Carmelo abierto en canal, era demasiado. Pero, claro, el video de CiU era una maravilla de la estrategia política y un ejemplo de audacia, comparado con la basura que nos han arrojado esta semana. Y es que hasta para provocar hay que tener talento, y de 2006 yo me quedo con el video grabado por mi querido Albert Boadella, en el que de forma muy didáctica nos mostraba como dar un uso adecuado e higiénico para el producto de los que luego juntaron sus destinos con el famoso editorial conjunto.

Igual que Berlanga tenía su propio universo, como se suele decir, Boadella y su compañía de teatro son los españoles que mejor y más atinadamente utilizan el término frenopático, hoy en desuso, pese a ser más necesario que nunca. Y es que el que pudiera pensar que la política catalana se ha convertido en un enorme frenopático al aire libre se equivoca. Los políticos catalanes han decidido que su supervivencia pasa por expulsar del sistema al mayor número de electores. Así, ellos, con cada vez menos votos van a mantener su representación y su estatus. Por ejemplo, si las encuestas aciertan, entre CiU, ERC y otras criaturas independentistas no sumarán más de un millón y medio de votos; un poco más del veinticinco por ciento de los que pueden votar en Cataluña. Sin embargo, ocuparán ochenta escaños –escaño arriba, escaño abajo–, lo que representa, más o menos, el sesenta por ciento del nuevo parlamento. Y lo mismo se puede decir de los demás partidos, incluido Ciudadanos, que sólo podrá entrar si el diputado es más barato de que lo que debiera ser. La abstención no es un castigo para los políticos; tampoco el voto en blanco: son su garantía de futuro. En eso centran sus esfuerzos.


Libertad Digital - Opinión

Entre morir y votar. Por M. Martín Ferrand

El Gobierno, siempre atento al bienestar ciudadano, se preocupa de que tu muerte esté rodeada del máximo confort.

ALFREDO Pérez Rubalcaba, el ungüento amarillo con el que José Luis Rodríguez Zapatero, pobrecito, pretende aliviar nuestros alifafes colectivos, acaba de anunciar que, de aquí a las próximas legislativas, el Gobierno llevará al Congreso 26 reformas legislativas. No 25 ni 27. Entre ellas luce por su propia oscuridad, y divulgan con especial énfasis los terminales propagandísticos que, incluidos los medios públicos de comunicación, nos cuestan un pico, un proyecto para regular la «muerte digna», un tímido nombre para la eutanasia de la que el socialismo instalado en La Moncloa viene hablando desde su advenimiento al poder. ¿Tan difíciles e inabordables son nuestros vigentes problemas económicos y sociales que al Gobierno le parece prioritario hablar de la muerte mejor que de la vida? Este Rubalcaba es mágico, insuperable y, felizmente, irrepetible. Mira que te vas a morir, nos dice con aire cartujo, así que no sufras con el paro y la pobreza: el Gobierno, siempre atento al bienestar ciudadano, se preocupa de que tu muerte esté rodeada del máximo confort y de todas las garantías.

Lo demoledor para un observador neutral, sin pasiones militantes, es comprobar que esas supercherías funcionan y que ya estamos en el debate sobre la «muerte digna» en el que lo primero que debe rechazarse es la terminología. La muerte digna es la de las personas que han vivido rectamente, según sus valores éticos. El sufrimiento no le quita dignidad a esa persona ni en los estertores agónicos ni en un cólico nefrítico. Lo que propone —o propondrá— el Gobierno es morir un rato antes para evitar una última fatiga. Ello se comenta por sí solo en función del valor que cada cual le dé a la vida; pero es, una vez más, distraernos de lo que, aquí y ahora, nos angustia mayoritariamente y para lo que Zapatero y Rubalcaba, dos por el precio de uno, no encuentran solución.

Lo trascendente no es que un político de oportunidad y regateo, como el supervicepresidente, consiga con esas artimañas el efecto que pretende. Ello habla, más que de su talento, de la escasez en la exigencia, la pobreza en el análisis y la devoción irracional por una sigla de quienes les votamos. Vivimos un tiempo en el que, por buscar un ejemplo barato, un político tan cortito como José Montilla puede ser votado en función de la estimulación erótica que produce en sus seguidoras un sobre con una papeleta que lleva su nombre. Con otro nombre impreso, ¿alcanzaría los mismos efectos? En esto, en debates extemporáneos, campañas sin ideas ni programas y menosprecio a la ciudadanía es en lo que ha quedado el socialismo español.


ABC - Opinión

Me acabo de enterar de que votar a Montilla produce orgasmos. Por Federico Quevedo

Y tengo que reconocer que me he quedado bastante frío, la verdad. Es que no puedo imaginármelo, por mucho que las juventudes del PSC se empeñen en convencernos. Le he pedido a una amiga que se pusiera delante del ordenador con una imagen del Molt Honorable President como fondo de pantalla, y nada, solo ha sentido la vibración del teléfono cuando lo ha cogido para atender una llamada. Después he buscado en YouTube alguna intervención suya para que la escuchara, y lejos de provocarle la libido, le ha arrancado unos cuantos bostezos y, al final, solo al final, una cabezadita en la que dijo haber soñado que le estaba cayendo encima un aguacero… No se si eso vale como sueño húmedo… Digo yo que a la chica del anuncio es que le habrán pagado para que, como Meg Ryan, imite un orgasmo en este caso imposible, porque, francamente, Montilla como reclamo erótico deja muchísimo que desear, por no decir que provoca justamente todo lo contrario. Al menos en las féminas. Supongo que en los varones el asunto será todavía mucho más decepcionante. He hecho la prueba con el programa electoral del PSC y ha sido peor que una ducha de agua fría. De ahí pasé al vídeo porno de Montse Nebrera pero ni por esas, porque ver a esta mujer envuelta en una toalla lo que me ha provocado, más que otra cosa, ha sido unas risas.

En serio, lo que estamos viviendo estos días en la campaña electoral catalana es verdaderamente bochornoso. Lo que le paso al PP con el famoso videojuego de Alicia Croft es, sin duda, un desafortunado error por el que sería lógico que la dirección regional del PP reclamara responsabilidades a sus promotores, que no son otros que las Juventudes de este partido en la región. Pero más allá de ese error, a nadie en su sano juicio se le ocurre pensar o creer que el PP esté a favor de matar inmigrantes, luego solo cabe interpretar este fallo, serio en cualquier caso, como lo que verdaderamente es. Pero al margen del fatídico error, lo cierto es que el PP está poniendo sobre la mesa del debate electoral una serie de asuntos en los que demuestra una valentía considerable, y que frente al desierto de ideas del resto de partidos políticos que compiten en estas elecciones, el PP sí tiene un programa que se ocupa de los problemas que realmente preocupan a los ciudadanos. Digo esto porque es cierto que también CiU ha presentado una alternativa más seria a lo que hasta ahora ha tenido Cataluña, pero no deja de ser una opción que se fundamenta en los mismos y cansinos recursos al victimismo, el soberanismo, el catalanismo excluyente… Ya saben, un poco de economía por eso de la crisis, y mucho de nacionalismo pata negra a ver si así consiguen arrebatarle parte de su electorado a ERC.
«Y lo hecho durante estas dos legislaturas de tripartito no es otra cosa que una sobredosis de fundamentalismo nacionalista llevado al peor de sus extremos.»
¿Y que hace el PSC? Básicamente la campaña de Montilla, que ayer, en un arranque de sincero realismo sobre sus posibilidades de volver a gobernar, dejó claro que no volvería a presentarse, se ha basado en, por un lado, rechazar bajo cualquier circunstancia un pacto con el PP –lo cual pone de manifiesto que en Cataluña sigue primando un despiadado sectarismo en las filas del social-nacionalismo radical-, y por otro negar ahora todo lo hecho durante estas dos legislaturas de tripartito. Y lo hecho durante estas dos legislaturas de tripartito no es otra cosa que una sobredosis de fundamentalismo nacionalista llevado al peor de sus extremos, hasta el punto de que Cataluña ha vivido probablemente una de sus épocas más negras en lo que ha libertades y derechos de los ciudadanos se refiere, y también en cuanto a relaciones de aquella comunidad con el resto de España. Ahora Montilla reniega de la deriva extremista en la que había embarcado al PSC de la mano de ERC e ICV, pero los mismos que afirman que en Andalucía no paga impuestos “ni Dios” son los que han estado gobernando con él y chupando del bote con él durante estos años. Y como es evidente que ese mensaje no es creíble, tienen que inventarse otro tipo de llamadas de atención del ciudadano, porque a la vista está que los mítines callejeros de Montilla no despiertan la curiosidad ni de las palomas.

¿Y a qué recurren? Al sexo. Yo no sé ustedes que opinan, pero a veces pienso que la izquierda vive obsesionada con este tema, y que esa obsesión es casi enfermiza, como si en su vida hubieran echado un polvo, con perdón. ¿No había otro recurso? Y, sobre todo, ¿por qué siempre tiene que aparecer una mujer como símbolo de esa fiebre sexual? Pero, ¿no era este el partido de la igualdad y todas esas milongas? Pues resulta que no, que a la hora de ser chabacanos y machistas, los del PSC se ponen a la misma altura que el alcalde de Valladolid, y a mí, francamente, me hubiera gustado que sus compañeras de partido hubieran tenido la misma reacción que tuvieron cuando el regidor de aquella ciudad dijo lo que dijo sobre los morritos de Leire Pajín. Pero, lo terrible es que un partido con aspiraciones de gobierno rebaje el debate político hasta ese nivel. Luego no podrán llamarse a engaño cuando el próximo domingo 28 la abstención sea la que va a ser, ni pueden sorprenderse de que los ciudadanos tengan la opinión que tienen de los políticos. Lo que estamos viendo en la campaña catalana produce vergüenza ajena, pero hay que confiar en que los ciudadanos de Cataluña les de a sus políticos la lección que se merecen.


El Confidencial - Opinión

Demanda de la sociedad civil

El tono pesimista que el presidente del Gobierno empleó el pasado jueves en el Congreso para referirse a las perspectivas económicas supone un giro sustancial en el discurso del Gobierno, hasta ahora artificialmente optimista, y pone de relieve que las dificultades a las que se enfrenta España no son coyunturales ni superficiales. La crisis doble que padece nuestra economía, la financiera de origen internacional y la inmobiliaria de naturaleza doméstica, ha puesto en jaque no sólo las tasas de empleo y ciertos aspectos del Estado de bienestar; sobre todo, ha desvelado que el modelo productivo es inservible en una economía globalizada y que, de no refundarlo sobre bases más sólidas, España corre el riesgo cierto de decadencia y empobrecimiento. Sobre este sucinto diagnóstico han reflexionado un centenar de empresarios y expertos convocados por la Fundación Everis y sus conclusiones, recogidas en el informe «Transforma España», han sido entregadas al Rey Don Juan Carlos y a los líderes políticos. Sería un despilfarro y una irresponsabilidad que estos últimos echaran en saco roto sus recomendaciones, sobre todo las que les afectan directamente como gobernantes y gestores del interés público. La radiografía de los expertos constata que el paro desbocado, el crecimiento débil y el déficit abultado comparten una misma causa: no somos competitivos, gastamos más que ingresamos, compramos más que vendemos y otras economías, empezando por las emergentes, nos superan ampliamente. Para hacerles frente es imprescindible ganar en competitividad, lo cual se consigue de dos formas: bajando los costes de producción, léase salarios, o aportando valor añadido; la suma de ambas parece la más realista. No obstante, el valor añadido de un producto no se improvisa de la noche a la mañana, sino que es fruto de un sistema de formación universitario y profesional riguroso, exigente, conectado a las necesidades del mercado y basado en la excelencia y el talento. Por tanto, urge una reforma educativa en profundidad, alejada de los tics ideológicos, muy distinta a la que ha esbozado el ministro Gabilondo sin el consenso de la oposición. Éste es el primero de los pactos de Estado que se requiere para cambiar el modelo económico, pero no el único. También es imprescindible pactar el tamaño y el funcionamiento de unas Administraciones eficientes, racionalizar el mapa autonómico que la voracidad regionalista ha convertido en un freno del mercado, ajustar las dimensiones del Estado de bienestar, adaptar la legislación a los nuevos desafíos de la economía globalizada, reformar el sistema financiero, fortalecer la independencia de los órganos de control y apostar por la innovación. Ni PP ni PSOE pueden abordar en solitario este conjunto de retos. Ambos partidos se enfrentan a la grave responsabilidad de consensuar, a salvo de los vaivenes electorales, las bases de un nuevo modelo económico en el que la marca España sea garantía de éxito, en vez de una rémora sospechosa. De no asumir estas obligaciones que demanda con urgencia la sociedad civil, dentro de 10 años retrocederemos a los años 90 y todos seremos mucho más pobres.

La Razón - Editorial

Final de ciclo

El electorado suspende al tripartito en los sondeos, mientras CiU roza la mayoría absoluta.

Las elecciones catalanas del próximo domingo marcarán un final de ciclo y, de cumplirse los pronósticos, Convergència i Unió volverá a ocupar el Palau de la Generalitat. Las aguas vuelven a su cauce y quienes siempre gobernaron volverán a hacerlo. La anomalía que ha supuesto el periodo de siete años de Gobiernos progresistas toca a su fin. La voluntad soberana de los ciudadanos, detectada por los sondeos, es que mayoritariamente no quieren repetir -ni siquiera los votantes de izquierdas- la experiencia del tripartito, al que la historia puede absolver como generador de políticas sociales, pero ya ha condenado por su nefasta estrategia comunicativa.

De la encuesta de Metroscopia que hoy publica EL PAÍS hay tres elementos destacables: CiU se sitúa a cuatro o cinco diputados de la mayoría absoluta; el voto en blanco es la cuarta fuerza política en Cataluña, con un 9,1%; y la mitad del cuerpo electoral catalán puede quedarse en casa. La elevada abstención, si se produce, conducirá a una fragmentación a la italiana del Parlamento, con Ciutadans que podría doblar su representación y la entrada de Laporta con sus independentistas. Para los socialistas catalanes esa abstención es letal. Ellos serán los primeros a quienes la crisis económica pase factura. Su debilidad es un síntoma preocupante de la fragilidad en que quedan quienes defienden de forma más sólida los puentes entre Cataluña y España.


El sondeo detecta un fuerte incremento del independentismo, sobre todo entre los votantes nacionalistas, pero repartido en todo el espectro. Un 37% votaría ahora a favor de la independencia de Cataluña y un 47% en contra. Son datos que deben dar que pensar sobre los efectos de la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto, un asunto en el que no ha habido movimiento alguno, pasados cinco meses, a pesar de las declaraciones de intenciones del Gobierno central respecto a gestos que condujeran a cicatrizar rápidamente las heridas.

La victoria de CiU y su radicalismo verbal en el terreno nacionalista volverá a tensar la cuerda y dejará abonado el campo para que el independentismo siga asentándose en el futuro. La comodidad de un aliado de centro-derecha para Gobiernos del PSOE o del PP como es CiU no debe hacer perder de vista los efectos que su hegemonía puede tener en Cataluña.

CiU está ahora en estado de gracia. Su líder, Artur Mas, ha advertido de que hasta la mitad de legislatura no podrá aplicar parte de su programa. Pero las expectativas de cambio son tan grandes que la ciudadanía da más crédito a las palabras que a los hechos. A CiU no le pasa siquiera factura el caso Palau, un episodio de supuesta financiación irregular de Convergència, el partido mayoritario de la federación. Los nacionalistas están intentando convertir un supuesto cobro de comisiones en obra pública en un caso de caza de brujas, resucitando las viejas doctrinas conspirativas. Es ahí donde quienes previsiblemente van a gobernar en Cataluña deberían demostrar que también en este capítulo cambiarán de estilo político.


El País - Editorial

De la irresponsabilidad a la complicidad con Marruecos

Si el Presidente del Gobierno u otras altas instituciones tienen algún peaje que pagar al sátrapa norteafricano es su problema. Que encuentren algún otro modo de agradecer lo que hayan recibido de aquél régimen.

La increíble inacción del actual Gobierno de España ante las agresiones intolerables de Marruecos contra la población de un territorio sometido a nuestra tutela por mandato de la ONU, está convirtiendo a nuestro país en cómplice necesario de los delitos contra la legalidad internacional y los derechos humanos que Mohamed VI está llevando a cabo impunemente fuera de sus fronteras.

El papelón de los socialistas en este trágico episodio que está cubriendo de vergüenza a nuestro país no tiene parangón en la izquierda de cualquier otro país civilizado, donde hasta los socialistas anteponen la dignidad nacional a su perversa ideología.

En España, lamentablemente, tenemos a la izquierda más propensa a la traición del panorama occidental, como están comprobando en sus carnes los españoles de origen saharaui que, para mayor escarnio, todavía deben recordar a los mismos que ahora les entregan a las armas marroquíes bramando en la plaza pública por sus derechos cuando estaban en la oposición.


Con una contumacia que entra ya directamente en el terreno de lo delictivo, el Gobierno de Zapatero se niega siquiera a denunciar a un país que agrede a los ciudadanos de un territorio sobre el que, en contra de lo que afirman los socialistas de todo pelaje repitiendo la consigna promarroquí, España sí tiene una clarísima responsabilidad en tanto nación comisionada por la ONU para hacer cumplir su mandato descolonizador.

Trinidad Jiménez, que se está revelando para asombro de todos como muy capaz de superar a su aturdido predecesor en el terreno del ridículo, debería defender la necesidad de hacer cumplir las resoluciones de la ONU que obligan a España a convocar un referéndum de autodeterminación en el Sáhara. Hasta tanto no se sustancie ese proceso democrático, la obligación de nuestro país es impedir que Marruecos utilice ese territorio como una posesión más en la que imponer el totalitarismo propio de esa dictadura.

Si el Presidente del Gobierno u otras altas instituciones tienen algún peaje que pagar al sátrapa norteafricano es su problema. Que encuentren algún otro modo de agradecer lo que hayan recibido de aquél régimen, pero, por dignidad, que terminen ya de mercadear con la sangre de unas personas que, hasta hace muy poco, eran tan españoles como Zapatero y su ministra de exteriores.


Libertad Digital - Editorial