martes, 23 de noviembre de 2010

Crisis. La incapacidad psicológica de ZP. Por Emilio J. González

El problema fundamental reside, en última instancia, en que Zapatero está incapacitado para gestionar la crisis. No me refiero en términos políticos, que también, sino en términos psicológicos.

Lo de Zapatero con la crisis es digno de un profundo estudio psicológico. La economía española se acerca más y más al borde del abismo y el presidente del Gobierno, en lugar de hacer todo lo posible para evitar nuestro hundimiento total, ahora que aún estamos a tiempo, no mueve un dedo y pretende, a estas alturas, que con decir que nuestra situación no es como la de Irlanda todo se arregla. Pues no es eso, precisamente, lo que piensan los mercados al respecto. No hay más que ver que el diferencial de tipos con Alemania –o sea, la prima de riesgo de invertir en España– se sigue ampliando y ya supera los 2,1 puntos porcentuales. Pero lo que es peor, el tipo de interés del bono a diez años, que se sitúa en el 4,73%, se va acercando peligrosamente a ese nivel del 5% que para muchos analistas, y dados nuestros niveles de déficit y endeudamiento, marca el punto a partir del cual nuestro país no podrá pagar en el futuro sus deudas y tendrá que declararse insolvente. Y mientras el desastre se consuma, ZP sigue aferrándose como una lapa al sillón presidencial.

¿Por qué no creen los mercados en ZP y siguen castigándonos? En primer lugar, porque como ya les ha tratado de engañar tantas veces que mientras no vean acciones concretas en marcha, y en la buena dirección, todo lo que diga o haga Zapatero carecerá de importancia porque ha dilapidado de la manera más absurda el gran bagaje de credibilidad de la economía española que heredó del Gobierno Aznar. Además, el presidente se empeña en decir una y otra vez que la situación española no es como la irlandesa, y tiene razón, pero para mal. Allí había y hay una economía saneada y flexible y un Ejecutivo que toma decisiones, le cueste lo cueste. Su problema es que tiene bancos demasiado grandes para un país tan pequeño que cometió el error de garantizar al cien por cien los depósitos bancarios y las ayudas al sector y ahora no puede pagarlas. Aquí el problema con el sistema financiero es que dista mucho de haberse saneado. Ahí está, sin ir más lejos, todo el problema con el sector inmobiliario, que no hace más que crecer y crecer a golpe de refinanciaciones porque Zapatero no permite el ajuste de la vivienda. Con lo cual, esto es como una bola de nieve rodando por una ladera, mientras se hace más grande, hasta que se estrelle contra un árbol o una roca y se haga mil pedazos.


Además, está el pánico cerval que le produce a Zapatero tomar decisiones. Sin ir más lejos, la respuesta que ha dado al manifiesto que la semana pasada presentaron cien grandes empresas al Rey no ha sido ponerse inmediatamente a hacer lo que hay que hacer, empezando por una reforma laboral de verdad y siguiendo por un drástico recorte del gasto público como está haciendo Cameron en Estados Unidos. No, lo que ha hecho es convocar a las 25 mayores compañías para crear una comisión sobre la que tratar de los problemas del sector empresarial. Lo cual resulta, cuando menos, irrisorio porque los problemas se conocen de sobra y, por tanto, ya no es tiempo de sentarse a hablar y seguir mareando la perdiz, sino de actuar con todas las de la ley. Pero como a Zapatero le produce alergia hacer lo que hay que hacer, porque va en contra de sus convicciones ideológicas más íntimas, enseguida se busca una excusa para dejar las cosas como están. Y esa excusa se la proporcionan rápidamente unos sindicatos que siguen pensando que el empresario se apropia de la plusvalía de los trabajadores y cosas por el estilo propias del marxismo más duro. Por tanto, de dicha comisión, si es que alguna vez llega realmente a reunirse, no cabe esperar nada de nada y quien piense lo contrario no tiene más que recordar como cuando se iniciaron las fallidas negociaciones sobre la reforma laboral entre los empresarios y los sindicatos, el Gobierno de inmediato trazó las líneas rojas que no quería que se traspasaran, las mismas que pedían UGT y CCOO, y no se hizo nada de nada porque la reforma no entró en los problemas del mercado de trabajo que más afectan a las empresas y más paro generan. Y así no avanzamos.

Mientras tanto, Zapatero insiste en pedir a los españoles y a los mercados un cheque en blanco a través de los empleos que, en su imaginación, va a crear su proyecto económico estrella: la ley de economía sostenible, cuando nadie ve por ningún lado las posibilidades de dicha política, sobre todo si se tiene que financiar a golpe de un gasto público que, hoy por hoy, el presupuesto no puede, ni de lejos, soportar. No hay más que ver de qué forma respalda su apuesta ZP: recortando las primas a las renovables en un 45%, como aprobó el pasado viernes el Consejo de Ministros. Y luego pretende que alguien crea en él.

Aquí, el problema fundamental reside, en última instancia, en que Zapatero está incapacitado para gestionar la crisis. No me refiero en términos políticos, que también, sino en términos psicológicos, porque le da tanto miedo tomar las decisiones adecuadas y éstas van en contra de su ideología más profunda que ZP hoy se encuentra perdido, sin coordenadas y sin saber encontrar una salida a su situación. Parece, en definitiva, más un zombi que un presidente y a los zombis, por su propia naturaleza, es mejor enterrarlos lo antes posible.


Libertad Digital - Opinión

Nada se mueve. Por Eduardo San Martín

Estamos a mitad de partido y los votantes del tripartito catalán siguen en casa.

Estamos a mitad de partido y los votantes del tripartito catalán siguen en casa. El tic tac del reloj tortura a quienes depositaban en la campaña sus esperanzas de movilización. Ocurrió en otras ocasiones, aseguraban. La decepción es ahora mucho más profunda, y ni siquiera la promesa de un orgasmo electoral rescata a los votantes de la infinita pereza en la que les ha sumido una gobernación que consideran calamitosa y, entre los socialistas, una fatal confusión de principios y objetivos. La confianza se encuentra bajo mínimos: la mitad de los votantes de izquierda siguen pensando que Cataluña ha estado mal gobernada. Y la confianza malgastada no se recupera desandando en pocos días el mal camino emprendido durante siete años. Es lo que siguen señalando las encuestas a cinco jornadas del voto.

En Cataluña gana, por ahora, quien menos expresa la necesidad de defenderse de nadie. Con el debate de la emigración, el PP pretende evitar fugas hacia un naciente movimiento xenófobo, mientras que el PSC protege sus zonas de contacto con PP y CiU exponiendo su alma más españolista, al precio de marginar a un sector catalanista que esperará con los cuchillos afilados una probable ruina electoral; y ERC enarbola abiertamente la bandera de la independencia frente a quienes le han pasado, con éxito, por la izquierda. CiU traduce la reivindicación nacionalista en pelas contantes y sonantes, utiliza la ambigüedad contra los juicios de intenciones y araña votos de todos. De los demás, sólo el PP se mantiene: a pesar de los riesgos que entraña, el discurso de la emigración conecta con las preocupaciones de muchas gentes que nada tienen de fascistas.

Los sondeos matizan otro estereotipo de amplia circulación: sólo nueve puntos separan a quienes prefieren la llamada socioconvergencia de los que apuestan por una colaboración CiU-PP. Una nimiedad para la que está cayendo.


ABC - Opinión

Cataluña. Esquizofrenia lingüística. Por Guillermo Dupuy

Buena muestra de esa esquizofrenia es que Sánchez-Camacho mantenga que su hijo "tiene como lengua materna el catalán" cuando la madre del niño es ella, una hija de emigrantes de Ciudad Real y Andalucía que tiene como lengua materna el castellano.

Si, a la vista de algunos videos electorales, uno podría llevarse la impresión de que los catalanes están hechos unos salidos, a la luz de las encuestas que este lunes publicaban ABC y El Mundo, parecería que nuestros compatriotas padecen una profunda "esquizofrenia" en materia lingüística. Juzguen ustedes: aun pareciéndome elevado el porcentaje, sólo al 19,8 por ciento de los encuestados en el sondeo de El Mundo le parece "bien" o "muy bien" que se multe a los empresarios que no rotulen en catalán sus negocios. Así mismo, sólo el 14,6 por ciento prefiere ver una película doblada en catalán. Otro tanto podríamos decir del porcentaje de encuestados que prefieren recibir la documentación de su ayuntamiento exclusivamente en catalán, que sólo alcanza el 26,2 por ciento.

Sin embargo, a la pregunta "¿qué le parece que el 90 por ciento de las asignaturas en las escuelas se imparta en catalán?", un 65,6 por ciento les parece "bien" o "muy bien". Otro tanto podríamos decir de los encuestados por ABC, aun teniendo en cuenta que la manera de recabar la información es muy distinta: así, el 51,6 por ciento defiende que la totalidad o la mayoría de las asignaturas se impartan en catalán.


Aunque deducir respaldo a coactivas inmersiones lingüisticas a partir de las preferencias de los encuestados pueda ser una contradicción en los términos, y por mucho que ambos sondeos sean algo chapuceros a la hora de recabar información respecto a las escuelas, por cuanto excluyen la opción de dar libertad de elección a los padres, me parece que las dos encuestas reflejan cierta incoherencia ciudadana: en los cines y en los comercios, los catalanes todavía se muestran bastante liberales, mientras que en las escuelas uno podría pensar que están mayoritariamente a favor de que sus preferencias no sean eso, una opción, sino una obligación para todos.

Claro que las "normalizaciones lingüísticas" y las "ingenierías sociales" para mayor gloria de la "construcción nacional" vuelven a muchos un poco tarumbas. Un buen ejemplo de ello nos lo daba recientemente Alicia Sánchez Camacho a raíz de sus declaraciones en el Avui, en las que decía que reñía a su hijo si le hablaba en castellano. Mucho se ha dicho –y con razón– de lo poco creíble que fue su posterior desmentido, en el que la dirigente del PP catalán aseguraba que lo que dijo en realidad era que reñía al niño cuando "mezclaba palabras". Por increíble que resulte ese desmentido si tenemos en cuenta que Avui ni ha corregido ni se le ha obligado a corregir nada, no menos increíble es que Sánchez-Camacho haya seguido manteniendo en todo momento que su hijo "tiene como lengua materna el catalán" cuando la madre del niño es ella, Alicia Sánchez-Camacho, una catalana hija de emigrantes de Ciudad Real y Andalucía que tiene como lengua materna el castellano.

Claro que, ¿qué mayor esquizofrenia que esa que proclama al catalán como única "lengua propia" de los catalanes, excluyendo así a la que más de la mitad de ellos tiene como lengua materna y que todos ellos comparten con el resto de los españoles?


Libertad Digital - Opinión

España y el rescate irlandés

El rescate financiero de Irlanda, acordado la tarde del domingo para evitar un lunes negro en los mercados europeos, no ha sido acogido con el optimismo que se esperaba. La mayoría de las bolsas han registrado fuertes caídas, en especial la española, que ha perdido la cota de los 10.000 puntos. Las palabras tranquilizadoras de la Comisión Europea para desmarcar a Portugal y España del fiasco irlandés no acaban de convencer a unos parqués nerviosos y desconfiados, que ayer volvieron a encarecer la prima de riesgo española. Tampoco parece eficaz el discurso del Gobierno de Zapatero, aferrado a que «España no es Grecia ni Irlanda», tal vez porque arrastra un déficit de credibilidad que siembra la duda entre los inversores. Si a ello se le añade que el Banco Central Europeo le acaba de pedir nuevos ajustes en pensiones, sanidad y coordinación con las autonomías, se comprenderá mejor por qué la economía española, tachada hace tiempo como «el enfermo de Europa», haya entrado en la unidad de observación. Es precisamente el desbarajuste autonómico español, que frena la recuperación y dispara el gasto, lo que no acaba de entenderse en Europa. Resulta paradójico y muy revelador que Irlanda, que logró la independencia de Gran Bretaña hace unas pocas décadas, se ponga ahora en manos británicas para evitar la quiebra. Convendría que los dirigentes nacionalistas que se empeñan en destruir sus lazos con España se miraran en el espejo irlandés y extrajeran las conclusiones pertinentes. Por lo demás, es evidente que no hay parangón posible entre el tamaño de la economía española y la irlandesa. No obstante, cada día que pasa resulta más difícil refutar la imagen de España como el alumno torpe, incapaz de progresar al ritmo de los demás y muy poco fiable a la hora del examen. En este contexto, el rescate de Irlanda supone una advertencia a España por persona interpuesta de que los grandes guardianes de la UE serán implacables para poner a salvo el euro y su estabilidad financiera. La moneda comunitaria ya tiene su cruz con la guerra de divisas entablada entre EE UU y China como para agravarla con nuevos síntomas de flaqueza. Ahora le toca digerir el fracaso del «tigre celta», que ha resultado ser un gato faldero, y vigilar estrechamente a Portugal. Llegado el caso, a nuestros vecinos se les aplicaría la misma receta. A día de hoy, las arcas comunitarias disponen, a través del servicio de estabilidad financiera, de unos 750.000 millones de euros para socorrer las emergencias y apuntalar la moneda. No hay motivos reales, por tanto, para temer por la suerte del euro, pero nada puede ser igual después de que dos países comuniarios hayan roto la confianza de la comunidad. Es verdad que la construcción de la UE es laboriosa, en ziz zag y a veces contradictoria, pero sin disciplina presupuestaria y sin rigor financiero de todos sus socios no será posible que todos avancen a la misma velocidad. España tiene que decidir a qué grupo quiere pertenecer, si a los que progresan muy lentamente y con muletas prestadas o a los que marcan el camino a seguir. De elegir la compañía de estos últimos, que es el que corresponde por su tamaño y cualidad, el Gobierno deberá gestionar con más rigor y credibilidad, lo que no está haciendo.

La Razón - Editorial

Rubalcaba contra Gallardón. Por Ignacio Ruiz Quintano

Si Gallardón cambió la Plaza de la Villa por la de Cibeles fue porque tiene varias salidas para mejor escapar de sus acreedores.

En el periódico global en español quieren que Rubalcaba («El Alfredo», como le dicen en Barcelona con gracejo catalán) le lleve la libreta de hule al manirroto de Gallardón. ¿Por qué a Gallardón en Madrid y no a Barreda en Toledo con su Caja de Ahorros ni a Griñán en Sevilla con sus «sans-culottes» de «¡A las mariscadas!»? Cosas del Alfredo, el tío que presume de saberlo todo de todos, o sea, «totus tuus» (no «totus tous», que diría Bono). «Al Alfredo lo he encontrado como una máquina, sabe de todo», declara el cuate Jáuregui, otro de la época de las latas de fabes a don Segundo Marey en su cabaña de Heidi en Colindres, la tierra de Revilla, el estadista de las latas de anchoas. El Alfredo sabe todo de todos, sabe de todo y sólo reposta en Total. Ahora que está en la campaña catalana, el Alfredo podría entrar en el bar de Moe y decir: «¿El saben aquel que diu del Faisán...?» Y sus cuates: «¡Pero este tío lo sabe todo!» El partido de Zapatero ya sólo es un tren de la bruja, y Rubalcba, ¡cráneo privilegiado!, la bruja de los escobazos, entre los que se incluye la eutanasia, penúltima de aquellas conquistas nazis en los años treinta (descristianización, aborto, eugenesia, eutanasia...) que repugnaban incluso a Largo Caballero. (La última, como se sabe, fue la del pleno empleo, que todo podría andarse.) El caso es, como diría un castizo, que el Alfredo tiene el mango que no tiene Gallardón, razón por la cual el periódico global en español va a intentar desalojarlo de la Alcaldía... por socialdemócrata. Pero Gallardón no es tonto, y si cambió la Plaza de la Villa por la de Cibeles fue porque la Casa de Correos, como la Maison Balzac, tiene varias salidas para mejor escapar de sus acreedores. Del gran Balzac, precisamente, le va a venir a Gallardón la solución de sus problemas. Esa solución, en el próximo folio.

ABC - Opinión

Corrupción de CiU. Això no toca. Por José García Domínguez

La ordinariez de Rivera llegaría al extremo de mentar el desfalco del Palau. Vulgaridad a la que tanto ese antiguo empleado de Prenafeta que responde por Mas como el cesante don José darían la callada por respuesta.

Parece que los periodistas domésticos presentes en el debate de TV3, unánimes, prorrumpieron en una cerrada ovación a Artur Mas cuando dio en increpar al candidato de Ciudadanos, tildándolo de "maleducado". Un testimonio de inquebrantable adhesión al mando que viene a corroborar la vigencia de la psicología de Pávlov más allá del ámbito estrictamente canino. Por cierto, la ordinariez de Rivera llegaría al extremo de mentar el desfalco del Palau. Vulgaridad a la que tanto ese antiguo empleado de Prenafeta que responde por Mas como el cesante don José darían la callada por respuesta. Y es que muñidores de informes sobre las codornices japonesas, veteranos promotores de la candidatura de Javier de la Rosa al olimpo de los empresarios ejemplares, aventajados discípulos del filántropo Josep Maria Sala, y atildados costaleros de la Cofradía del Tres por Ciento, todos, juntos y revueltos, han convenido obviar el asunto Millet durante la campaña.

"Això no toca", que diría Pujol. Con exquisita elegancia, pues, nadie ha incurrido en salidas de tono, como la de inquirir por los seis millones de euros ingresados en las arcas de Convergència, vía Palau de la Música, por la empresa concesionaria de la Línea 9 del Metro. Igual que nadie parece extrañarse ante las peculiares amistades que cultiva Àngel Colom, el antiguo seminarista, hoy monaguillo en nómina de CiU, que fundara junto a Pilar Rahora el difunto Partit per la Independència. "Fui a ver al señor Millet porque unos amigos me dijeron que era un mecenas. Y él me pagó porque me avalaba mi trayectoria nacionalista", depondría el angelito ante la comisión parlamentaria del caso.

Así de sencillo. Millet, viendo que el chico era un buen patriota, le regaló un talón al portador que cubría todas las deudas impagadas de aquel chiringuito, el PI. Es lástima que la concejal Itziar González no gastara un alma tan cándida como la del patriota Colom. Millet, pedagógico, le explicó que había que recalificar un solar, por lo del hotel. Sus compañeros del Ayuntamiento de Barcelona se lo volvieron a explicar. Era muy sencillo, solo tenía que firmar un papel. Apenas eso. Pero no lo entendía. Ahora ya no es concejal: el PSC se ha deshecho de ella. No obstante, continúa llevando escolta: todavía hoy está amenazada de muerte. Y el servicio, batiendo palmas.


Libertad Digital - Opinión

Más pobres, menos libres, nada soberanos. Por Hermann Tertsch

Hemos penetrado en territorio ignoto, todos tememos que repleto de trampas, amenazas y otras sorpresas desagradables.

IRLANDA va a ser un protectorado de la Unión Europea. Este pequeño país europeo que ha sido durante bastantes años uno de los modelos de expansión y crecimiento se ha equivocado en su forma de afrontar la crisis bancaria. Y lo va a pagar muy caro. Cede su soberanía fiscal y en política económica, que es casi todo, a cambio de cerca de 100.000 millones de euros que además tendrá que devolver. Al menos parcialmente, aunque cierto es que nadie sabe aún cómo ni cuándo. Ayer, la edición digital del Frankfurter Allgemeine Zeitung, que suele ser portavoz de la ortodoxia financiera alemana, criticaba la premura con la que la Unión Europea se ha lanzado a imponer al Gobierno de Dublín esta intervención de rescate. Y se planteaba dudas sobre la viabilidad política y social de este tipo de protectorado extranjero sobre una sociedad marcada históricamente por la dominación exterior, en referencia a la británica. Hemos penetrado en territorio ignoto, todos tememos que repleto de trampas, amenazas y otras sorpresas desagradables. De momento, la intervención se ha llevado por delante al Gobierno irlandés. El minoritario Partido de los Verdes ha abandonado la coalición y exige elecciones en enero para poner fin a una legislatura que debería concluir en mayo del 2011. La pérdida de soberanía fiscal por parte de Irlanda va a tener —según todos los indicios— una de las primeras víctimas en su régimen fiscal para sociedades, que es uno de los principales atractivos de la economía de este país. Se plantea la duda si no estaremos asistiendo a una ayuda impuesta que arrebata a Irlanda la posibilidad de recuperación a medio plazo. Y está claro que a partir de ahora la población irlandesa considerará responsable de todas sus dificultades económicas a esa «ocupación extranjera». El potencial de resentimiento político y de hostilidad hacia la Unión y su moneda es por ello infinito a no ser que asistamos a una recuperación tan milagrosa como improbable.

¿Y nosotros? El Frankfurter Allgemeine no solo criticaba las prisas en imponer la ayuda a Irlanda. Sentenciaba que «Portugal y España están en una situación general económica sensiblemente peor que Irlanda». Es muy triste pero también muy cierto y lógico que hay quienes creen que nuestra economía estará mejor en manos de cualquiera que no sea el Gobierno que tanto ha contribuido a hundirla a su actual estado de postración. La realidad muy dura es que, como demuestra el caso irlandés, la política de normalización que emprenda la UE se hará en consideración del bien común europeo, no de los intereses particulares del país intervenido. Y en caso de conflicto, nadie lo dude, con las soluciones que menos perjudiquen a los más poderosos. Nuestro Gran Timonel parece ansioso por darles la razón a quienes consideran inútil esperar una reacción apropiada de España mientras él no haya desaparecido de escena. Hace 48 horas le preguntaba el diario El País: ¿Van a hacer falta más recortes? Respuesta: «No hay ninguna previsión de que hagan falta más recortes». Insistía el muy bien intencionado entrevistador: ¿Eso es no? ¿O es no con los datos que hay encima de la mesa? Respuesta: «No, con la situación actual. No, con el escenario que contemplamos para el 2011. No, con las medidas adoptadas. No». Es decir, vamos por buen camino. Aun no está seca la tinta y las respuestas del presidente son ya mala broma. «Siempre ha habido confianza con la economía española», nos añade. Nunca defrauda este hombre. Nos ha hecho más pobres y menos libres. Y pronto apenas dueños de nosotros mismos.

ABC - Opinión

Eutanasia. Mar adentro, otra vez. Por Cristina Losada

Ha surgido en esta izquierda una fascinación por la eutanasia que responde a su afán de llevar la intervención del Estado a todos los asuntos de la existencia, de la cuna a la tumba.

Cuando el portavoz del Gobierno anuncia una ley para conceder el "derecho a una muerte digna", conviene fijar aquello que dice sin decirlo expresamente. El mensaje implícito trasmite que en nuestros hospitales todavía se muere a la antigua usanza "indigna", de ahí que el Gobierno deba reglar la forma "digna" de morir que permiten los avances de la medicina. Todo muy bonito, en fin, si fuera cierto. Pero lo cierto es que en la sanidad española ya se vienen aplicando esos avances a los que el vicepresidente aludió como si aquí aún hubieran de introducirse. ¿O conoce el Ejecutivo, y no denuncia, que se haya dejado morir con dolor a algún paciente? En cuanto a las normas, tampoco es preciso inventarlas: existen. No hay carencias que justifiquen una ley como la anunciada. Por ello, resulta innecesaria y sospechosa, dados los antecedentes.

La desconfianza tiene fundamento. Estamos ante un Gobierno que entiende por "muerte digna" la que proporcionó el doctor Montes a numerosos pacientes en unos boxes que instaló en Urgencias. El propio anestesista ha reconocido que impedía su ingreso en Cuidados Paliativos. En su servicio, administraba unas sedaciones terminales que fueron cuestionadas por expertos y peritos hasta el punto de considerarlas mala praxis. El Gobierno y el PSOE no sólo rechazaron cualquier investigación: hicieron de Montes un héroe. Zapatero le abrazó conmovido cuatro días antes de las elecciones de 2008. ¿Inspirarán los métodos de Montes la norma proyectada? Habrá que mirarla con lupa. Las ambigüedades pueden abrir la puerta a prácticas abusivas cuya motivación esencial sea la economía de camas.

La ley del buen morir socialista sí viene, en realidad, a cubrir una carencia, pero no sanitaria, sino política. Sirve de anzuelo ideológico y dará pie a fabricar una falsa disputa entre progresistas compasivos e integristas partidarios del sufrimiento. Regular la muerte es una vieja obsesión del ejecutivo. A los pocos meses de alcanzar el poder, el primer acto social de Zapatero fue asistir, con la mitad de su gabinete, al estreno de Mar adentro, un alegato a favor de la eutanasia. Siempre se reviste de derecho individual, pero el individuo queda indefenso, como muestra el caso de Holanda. Ha surgido en esta izquierda una fascinación por la eutanasia que responde a su afán de llevar la intervención del Estado a todos los asuntos de la existencia, de la cuna a la tumba. Y, claro, seréis como dioses...


Libertad Digital - Opinión

Un programa de regeneración. Por Ignacio Camacho

España ha retrocedido más de una década en términos de valor-país por la degradación del sistema público.

SI Zapatero quiere reunirse con los principales empresarios del país para algo más que hacerse una foto que avale su maltrecho crédito puede empezar leyendo el informe que la Fundación Everis acaba de evacuar sobre los males que afligen a la patria. Si no lo tiene aún debería pedirle una copia a Eduardo Serra, que se la enviará de mil amores, o a la Zarzuela, que tiene la suya desde el martes pasado. En ese documento la cúpula productiva de la nación —el 90 por ciento del Ibex, 61 altos directivos de empresa en vez de los 25 que pretende llamar Moncloa— emite su demoledor diagnóstico sobre la deriva política que ha empobrecido a España haciéndola retroceder no cuatro años, como el presidente sostiene en su incurable optimismo, sino más de una década en términos de valor-paíscomo media de indicativos de bienestar acumulado. No le va a gustar; se trata de un alegato tenebroso que en buena medida supone un espejo de sus principales errores y de los de una clase política ensimismada en el interior de su burbuja de esclerosis. Pero sería un comienzo para demostrar si su voluntad de regeneración va más allá de la cosmética electoralista.

Lo que propone ese heterogéneo y plural grupo de personas sensatas y expertas en la economía real es un programa de saneamiento social y político que pasa por la refundación de hecho de nuestro degradado sistema. Cualificar la menoscabada nomenclatura pública mediante la selección de méritos de sus miembros; reajustar el modelo autonómico y su insostenible tren de gasto; reforzar la separación de poderes para devolver la imprescindible seguridad jurídica; formular pactos estables sobre asuntos estratégicos como la educación o la energía. En suma, todo lo que no se ha hecho o se ha dejado de hacer en los últimos años, pongamos los últimos diez para no descargar toda la responsabilidad sobre este Gobierno aunque sea a él al que corresponde la mayor parte de esta concienzuda desarticulación de la solvencia del Estado.

Por supuesto que es demasiada tarea para un presidente en fase terminal, y quizá también para su bostezante alternativa. Pero o se empieza pronto a reformular nuestro modelo de gobernanza o la involución socioeconómica se convertirá en irreversible como consecuencia del deterioro de la función política y de la gestión administrativa. Estamos ante un desafío estructural de gran escala, un compromiso regenerativo del que depende al cabo la competitividad de la marca España en un momento en que, tras el rescate de Irlanda, los mercados financieros miran hacia nuestro país con enorme desconfianza. Eso es lo que preocupa de veras a los grandes empresarios y lo que dicen cuando se les pregunta a tumba abierta y con garantía de anonimato. Que se lo digan a la cara a Zapatero, con contratos y favores pendientes, es otra historia, tan improbable como que éste se muestre dispuesto a escucharlos.


ABC - Opinión

Frente a inmersión, libertad de elección

Ya sean muchos o pocos los catalanes que estén a favor de la inmersión lingüística, el hecho es que esta ley vulnera el principio de libertad de elección de los padres y consagra el monolingüismo de curso obligatorio.

Tras más de dos décadas de inmersión forzosa, los catalanes no conciben otro modelo educativo. Al menos eso es lo que se desprende de sendas encuestas realizadas por los diarios ABC y El Mundo con motivo de las elecciones autonómicas. Si bien la mayor parte de encuestados censura que la administración obligue a los comerciantes a rotular sus negocios en catalán, o que se imponga una cuota de películas dobladas al catalán en las salas de cine, el plato único lingüístico en la educación discurre por derroteros muy distintos.

La conclusión que puede extraerse de los datos demoscópicos es que la sociedad catalana ha terminado por desensibilizarse en este último tema, y asume como buena la disparatada y liberticida política de inmersión lingüística que se practica en Cataluña desde los años ochenta. En aquel entonces, cuando se empezó a aplicar contra pronóstico –los catalanistas hasta aquel momento decían defender el bilingüismo– la imposición del catalán en la escuela, se levantaron algunas voces críticas dentro y fuera de la propia Cataluña. Los padres castellanohablantes se encontraron ante la disyuntiva de escolarizar a sus hijos en un idioma que, aunque cooficial, no era el suyo o abandonar el principado si pretendían que sus hijos estudiasen en su lengua madre.


La polémica en torno a la inmersión duró bastante tiempo, luego fue diluyéndose y hoy sólo unos pocos mantienen viva la denuncia. La lección es simple. Si el nacionalismo dispone de suficiente tiempo y de los múltiples resortes del poder político, puede conseguir casi cualquier cosa que se proponga. Porque, no nos engañemos, esta misma encuesta hubiera sido impensable hace solo treinta años, cuando el uso del catalán era incluso mayor que ahora. Entonces, ¿por qué los mismos que aplauden la inmersión en la escuela desaprueban la rotulación o el doblaje obligatorios? Sencillamente porque estas dos últimas leyes son muy recientes y su intromisión en asuntos que en nada competen al Estado aún chocan en la conciencia de la población.

Pasado un tiempo, diez o veinte años como en el caso de la legislación educativa, los catalanes se habrán acostumbrado a coerciones hoy tan injustificables y a una mayoría le parecerá bien que existan. La excusa será la misma que ahora y que hace treinta años: la presunta debilidad de la lengua catalana frente al imperialismo lingüístico de la española. Una coartada que se cae por su propio peso cuando lo que vemos y oímos es justo lo contrario. La mayor parte de los catalanes prefiere que sus hijos se eduquen en catalán, luego ¿dónde está esa debilidad? En la educación la débil ahora es la española, una lengua tan poco atractiva que sólo el 4,4% de los padres quieren que sea la lengua vehicular en la enseñanza de sus hijos.

De cualquier modo, ya sean muchos o pocos los catalanes que estén a favor de la inmersión lingüística, el hecho es que esta ley vulnera el principio de libertad de elección de los padres y consagra el monolingüismo de curso obligatorio. La cuestión no es imponer el castellano o el catalán sino algo tan elemental como dejar elegir a los padres en cuál de las dos lenguas cooficiales quieren que se eduquen sus hijos. Si luego el 100% decide que prefiere el catalán, bienvenido sea. Lo importante es que esta unanimidad no se deba a la coacción estatal, sino a la decisión libre y soberana de los individuos, en este caso de los principales responsables de la educación de los niños, que no deben nunca ser los políticos, sino sus padres.


Libertad Digital - Editorial

Europa ajusta cuentas

El rescate de Irlanda no es sino un mecanismo de defensa de la UE, amenazada por las decisiones adoptadas por los gobiernos de la «zona euro».

LA operación de rescate acordada el pasado domingo por la UE para auxiliar a Irlanda —segunda de este tipo tras la intervención comunitaria en Grecia— resultaba tan inevitable como previsible era la respuesta de la opinión pública irlandesa, que no ha tardado en expresar su humillación por la traumática pérdida de soberanía que representa esta medida. La Unión Europea será la encargada de supervisar de cerca la política económica de un país cuyo Gobierno, al que Los Verdes retiraron ayer su apoyo, dejándolo caer, se lanzó hace ahora dos años al rescate de su insolvente sistema bancario para tratar de garantizar los pasivos, que multiplicaban por siete su PIB, una misión imposible que puso en riesgo al resto de socios continentales. En este escenario, el rescate de Irlanda no es sino el mecanismo de defensa de una Unión Europea amenazada por las decisiones que han ido adoptando —por su cuenta y riesgo, y a partir de intereses cuando menos discutibles, no sólo económicos— los distintos gobiernos de la «zona euro». El rescate de Irlanda no es una muestra de la solidaridad europea, sino la necesaria respuesta a la amenaza que ha representado para el funcionamiento de las cuentas continentales la ausencia de un órgano autorizado para armonizar políticas fiscales, establecer un modelo financiero y manejar recursos. La cesión de soberanía de la que se quejan los irlandeses es una exigencia derivada de la existencia de una moneda común que cada cual no puede manejar a su antojo sin poner en peligro al conjunto.

Mientras la prima de riesgo se disparaba para España, el Ibex reaccionó ayer con una fuerte caída al rescate irlandés, quizá por el convencimiento de que Portugal será el siguiente país en ser intervenido y por la preocupación que generan el tamaño y el peso de España, muy tocada por su déficit y apurada por los vencimientos de deuda, en el concierto económico europeo. Como ayer reconoció el secretario de Estado de Asuntos Exteriores alemán, los problemas que afectan a Irlanda, Portugal y España son muy diferentes. Pero existen. La alegre política económica desarrollada por el Gobierno de Rodríguez Zapatero sigue pasando factura a España en los exigentes mercados financieros, pero tendrá que ser Bruselas quien estudie y decida hasta qué punto puede perjudicar a Europa.


ABC - Editorial