viernes, 3 de diciembre de 2010

Elecciones. ¿Quién habla de Rajoy?. Por Jorge Vilches

Con este debate sobre la continuidad del presidente, los socialistas le están arrebatando al Partido Popular lo único que puede presentar a las elecciones: que no son Zapatero.

La maniobra propia y ajena para quitar de en medio a Zapatero, e intentar, mal que bien, salvar los muebles electorales en las autonómicas de 2011 y las generales de 2012 con otro candidato socialista, no tiene ya lógica. Ha pasado el tiempo. Lo más conveniente hubiera sido hacerlo después del verano de 2010, y no esperar a la humillante derrota de los comicios catalanes. Ahora no puede ser. Habría que convocar un congreso extraordinario donde se darían cita, tras empujones y puñaladas, los distintos candidatos a recoger el cadáver político. Y todo ello en un ambiente de derrota, de decaimiento y descrédito. Pero además, ¿quién querría ser el nuevo Almunia y poner en riesgo su carrera profesional en el peor momento para su partido y para la economía española desde 1978?

El PSOE está atrapado, abocado a seguir presentando a Zapatero a la sociedad española como lo mejor que pueden sacar de entre sus filas. La solución que encontrarán será la de esperar, la de aguantar la censura general que recibirán en las autonómicas del año que viene. Oiremos entonces, otra vez, que Zapatero debe irse por bien del partido y del país, pero no lo hará. "Gobernar es resistir", como dicen los malos gobernantes. No dimitió en su día Montilla sabiendo que iba a perder, y decidió aferrarse a una tan remota como falsa "derrota honorable"; si es que dicha derrota es posible en política cuando se está en el Gobierno. Si a esto añadimos la soberbia del gobernante, inducida por el entorno adulador, no hay vuelta de hoja: aguantará hasta el final.


Por otro lado, no faltará el zapaterista que crea que el debate sobre la continuidad del presidente beneficia a su partido. La razón es bien sencilla. La cantidad de artículos, tertulias y debates en los que uno de los temas estrella es si Zapatero se presenta o no a las elecciones de 2012 hace que la opinión pública se imagine que basta con cambiar de socialista en el Gobierno para que la ilusión o la perspectiva de salir del pozo renazcan. Es decir; no se habla del fracaso del PSOE o de un socialismo trasnochado, cortoplacista, que ha pactado con grupúsculos nacionalistas antisistema, con una política exterior tan contradictoria como vergonzosa, y cuya gestión económica ha sido lamentable. No. Se habla de los errores de Zapatero y de la posibilidad de que surja de las filas de su partido alguien con la imagen de líder ya construida, y que simule, al menos, el ser un estadista capaz de enderezar al Gobierno y de apartar al PSOE de la senda política suicida zapaterista. De esta manera, habrían arrebatado así la vitola de alternativa al propio Rajoy, porque la alternativa a Zapatero estaría dentro del Partido Socialista.

La pregunta, entonces, es evidente: ¿quién habla de Rajoy? El jefe de los populares ha desaparecido del discurso político, del análisis de la crítica situación. No está en los proyectos para desbancar a Zapatero salvo en boca de los portavoces del PP. En conclusión; con este debate sobre la continuidad del presidente, los socialistas le están arrebatando al Partido Popular lo único que puede presentar a las elecciones: que no son Zapatero.


Libertad Digital - Opinión

La revolución que viene. Por César Alonso de los Ríos

En vano una hipotética reforma fiscal; en vano posibles recortes al Estado de Bienestar; en vano la moderación del gasto público; en vano nuevos sacrificios a los pensionistas; en vano, incluso, el ahorro de los cuatrocientos euros que ahora se llevan los parados… Además de estas y otras medidas España necesita la revisión, en términos revolucionarios, del régimen autonómico que nos inventamos en la Transición con prisas y una temeridad sin límites. Con respeto al trabajo de los padres constitucionales que, a pesar de todo, fueron la mejor de las expresiones de una sociedad inculta y desmoralizada, hoy debemos corregir nuestro modelo de Estado. Quiero decir que la salida de la crisis pasa por la invención de un nuevo modelo económico pero también de un cambio de régimen político. Porque nada podría seguir pagando el coste de los diecisiete inventos que en su día fueron considerados como «el café para todos» y que hoy suponen una comilona de la mañana a la noche con copa, puro y hasta un repugnante palillo de dientes. Con ello se ha cumplido una de esas utopías que Tierno Galván consideraba posibles.

Hemos llegado al final (es un decir). Ahora nos enfrentamos a una Revolución. Porque de ese porte habrá de ser el cambio. Quiero decir que nada nos permitirá mantener la España de las Autonomías. Me refiero a este deslumbrante bodegón que representa la fastuosa realidad de diecisiete Estadillos o Estados en marcha al margen de que, por otros motivos, sea fuente de todo tipo de perversiones desde el punto de vista conceptual, funcional, jurídico, administrativo, cultural, histórico. Dicho esto ¿quién podría ser el sujeto de esta necesaria Revolución si no hay una sola fuerza política que se sienta realmente contraria al actual estado de cosas? ¿Habrá que esperar a que la crisis económica haga de partera del monstruo revolucionario? Soy viejo para soportarlo.


ABC - Opinión

Bonos patrióticos. Per a ofrenar noves deutes a Espanya. Por Guillermo Dupuy

Sólo la deuda de Canal 9 alcanza esos 1.500 millones de euros que Camps pretende obtener con estos bonos; una cifra que resulta aun más escandalosa si tenemos presente que es equivalente a lo obtenido con la congelación de las pensiones en toda España.

Algún día les hablaré de cómo el centralismo autonómico valenciano ha vampirizado a las provincias de Alicante y Castellón desde el inicio mismo de la democracia. Hoy sólo lo miento para señalar que, por lo visto, no es suficiente para saciar el descontrolado gasto público que lleva a cabo el Gobierno autonómico, sobre todo y especialmente desde la marcha de Zaplana, en la ciudad de Valencia. Hemos de tener en cuenta, además, que el de Valencia es, tras el de Madrid, el municipio que más dinero debe de toda España. A eso hay que sumar que la Comunidad Valenciana, tras Cataluña, es también la región más endeudada de nuestro país.

Camps, en lugar de apretarse de una vez el cinturón, acaba de lanzar una emisión de deuda por un volumen de 1.000 millones de euros, ampliables a 1.500 millones, en bonos para particulares a 12 meses con una rentabilidad del 4,75% y una comisión del 3% para las entidades colocadoras. El coste fiscal para todos los valencianos será pues del 7,75%, y eso sólo servirá, como ha reconocido el propio Camps, para tapar agujeros. El presidente valenciano copia así, punto por punto, la reciente emisión de bonos "patrióticos" efectuada por Montilla, que tanto criticó el PP, empezando por su líder nacional, Mariano Nacional.


Ahora Rajoy sale en defensa del presidente valenciano que, a la vista está, en lugar de "ofrendar nuevas glorias a España", tal y como dice el himno regional, lo que va a hacer es contribuir, todavía más, al alarmante endeudamiento de las administraciones públicas de nuestro país.

Negándose a sí mismo, y dejando en evidencia su melifluo liderazgo, ahora el presidente del PP dice que "nunca" se opuso a la emisión de bonos "patrióticos", que lo que él ha dicho, y reitera, es "que la prioridad es reducir el déficit, generar confianza, y si no te prestan es porque no hay confianza, y éste es el problema".

No seré yo quien quite responsabilidad a Zapatero en la falta de confianza que hay entre los inversores; pero la cuestión aquí es la hiriente renuencia de las comunidades autónomas de ajustarse a su realidad financiera. Esa negativa de las autonomías a suprimir gastos superfluos y a aligerar sus absolutamente desproporcionadas estructuras administrativas contribuye, a su vez, a la falta de confianza que encarece el endeudamiento español. Para que se hagan una idea, sólo la deuda de Canal 9 alcanza esos 1.500 millones de euros que Camps pretende obtener con estos bonos; una cifra que resulta aun más escandalosa si tenemos en cuenta que es equivalente a lo que se va ahorrar Hacienda con la congelación de las pensiones en toda España.

Como ya han denunciado organismos públicos y privados, dentro y fuera de nuestras fronteras, uno de los principales lastres que padece la economía española es el persistente y obsceno despilfarro autonómico, que ha hecho que su endeudamiento supere por primera vez la friolera cifra de los 100.000 millones de euros.

Aunque sea cierto que el coste del endeudamiento dependa de la confianza, ¿qué confianza genera el PP cuanto gobierna dos de las tres comunidades y dos de los tres municipios más endeudados de nuestro país? ¿Cómo va a pedir Rajoy a Zapatero que meta en vereda a las comunidades autónomas, cuando él es incapaz de hacerlo con sus barones regionales? ¿Qué tranquilidad, coherencia y esperanza de futuro va a ofrecer este candidato a la presidencia de Gobierno que tiene la desfachatez de defender hoy con Camps lo que criticó ayer con Montilla?


Libertad Digital - Opinión

Ni en la FIFA. Por José María Carrascal

Creyó que en un año, dos lo máximo, los demás estarían recuperados y tirarían de nosotros.

¿Es también antipatriótico decir que a Zapatero no le creen ya ni en la FIFA? Desde luego, su presencia en Zúrich no ha ayudado a la candidatura Ibérica al Mundial de Fútbol 2018, pese a contar con los mejores avales. Tal vez aquellos delegados pensaron que un hombre que había cancelado su asistencia a la próxima Cumbre Iberoamericana «para dedicarse de lleno a la recuperación económica de su país» y se presenta allí ofreciendo un panorama triunfalista no era muy de fiar. ¿Era ese Mundial su último remedio contra la crisis? No nos extrañaría lo más mínimo, después de los volantazos, contradicciones, rectificaciones, incoherencias que viene dando, y que igual asegura «categóricamente» que no se necesitan más medidas de ajuste como sale pocos días más tarde con una nueva sarta de recortes claramente conservadores, hasta el punto de que, de seguir por ese camino, no va a hacer falta que el PP gane las próximas elecciones. Zapatero habrá puesto en práctica todo su programa. Y todavía tiene la cara de acusar a Rajoy de seguir los pasos de Cameron. Cuando quien está siguiendo los pasos de Cameron es él, eso sí, jadeando, como cuando hicieron jogging juntos en Seul.

Lo malo, sin embargo, no es eso, que adopte las medidas que le recomiendan e incluso obligan para salir de la crisis. Nunca es tarde para rectificar. Lo malo es que lo hace tarde, a medias y de mala gana, de modo que sus medidas pierden la mayor parte de su eficacia, como la han perdido las anunciadas el pasado junio y todo apunta pasará con éstas si no aborda una reestructuración total de nuestro tejido productivo.

El problema de Zapatero es que ha perdido hasta la última gota de confianza que podía tener, y sin confianza no hay crédito, económico y político, por lo que cuanto haga, incluso yendo en el buen camino, no surte efecto o es tan corto que al poco tiempo vuelven los problemas acentuados. A estas alturas, no le cree la derecha ni la izquierda, dentro de España ni en el extranjero, los que rechazan sus propuestas ni los que le prestan sus votos a cambio de pingües beneficios y, como acabamos de ver, ni en la FIFA. Es algo que empieza a calar en el propio PSOE, tras haber sufrido dos serias derrotas en Galicia y Cataluña y gobernar en el País Vasco sólo gracias al apoyo del PP. Quien lo fiaba todo a su buena estrella, empieza a ser un cenizo. Ha llegado al final de sus fuerzas, malabarismos y opciones. Nunca creyó que la crisis iba a ser tan larga, destructiva ni profunda. Creyó que en un año, dos lo máximo, los demás estarían recuperados y tirarían de nosotros. Pero resulta que entramos en el tercer año de calvario y seguimos donde estábamos, sólo que peor, pues los demás no se han recuperado y los que lo han hecho a medias no están dispuestos a ayudar a nadie, mientras no hagan las reformas que ellos han hecho. Así que ahí le tenemos, subastando su programa al mejor postor, obedeciendo las órdenes que le dan, sin palabras ni ideas, viendo hacerse realidad el proverbio americano «puedes engañar a uno una vez, pero no a todos siempre.»

Como las desgracias nunca vienen solas, le cae encima, tras lo del Sahara, la filtración de WikiLeaks, que deja al descubierto la cooperación que su gobierno y su fiscalía prestaron a los norteamericanos en actividades poco honorables. ¡Ellos, que se habían hartado de insultar a Aznar por rendirse a Washington! Al menos Aznar pudo poner sus botas sobre la mesa del rancho de Bush, mientras Zapatero sólo ha conseguido cruzar algunas palabras con Obama, tras perseguirle, como el chico a la chica, allí donde han coincidido. Alguien hablará de «justicia poética». Yo me contento con recordar al geniecillo irónico que, según Hegel, maneja los entresijos de la historia.


ABC - Opinión

Poszapaterismo. ¡Bono vive!. Por Emilio Campmany

Total, que Bono está y, si es verdad que tiene áticos e hípicas, no lo es menos que Rubalcaba tiene faisanes y gales y no se va a quitar de en medio por cuatro propiedades de nada que le saquen.

El primer síntoma de que el poszapaterismo estaba abierto fue la serie de filtraciones que publicó La Gaceta sobre el patrimonio de Bono. Se discutió entonces si el filtrador era alguno de los potenciales sucesores que quería deshacerse de tan correoso rival a aticazo limpio o si el responsable era el propio Zapatero deseoso de evitar el óbito a base de ir liquidando a los potenciales herederos. Sea como fuere, al final de la serie, los analistas se limitaron a certificar la muerte política del manchego.

Pero la sucesión no termina de abrirse, el tiempo pasa y no aparece el Bruto que apuñale al César, al que Zapatero debe de haber leído tal como lo recreó Shakespeare porque de otro modo no se explica el recurso a eso tan poético de "always Marruecos". Es obvio que el peligro que corre su carrera le recordó aquellos versos que el genial dramaturgo inglés puso en boca del brillante general romano: "I rather tell thee what is to be fear'd/Than what I fear; for always I am Caesar". Aquí lo traducimos como: "Lo que digo no es tanto lo que temo/como lo que hay que temer, pues siempre seré César".


El caso es que a César lo apuñalaron, y los que andan en el PSOE probándose la púrpura que va a dejar Zapatero están a la espera de que alguien se atreva a hacer esa misma caridad con el presidente. Y Bono, que parecía fuera de juego, resulta que está en el campo. Este miércoles se presentó en ca’ Pedro J. para afirmar su españolidad casi cañí, su casticismo socarrón y, en definitiva, para presentar su candidatura a la sucesión.

Pruebas de ello hubo varias. Una de las más relevantes fue la ristra de amables críticas que el escurridizo político vertió sobre Zapatero. Es obvio que el ticket de cualquier futuro triunfo socialista ha de estar tanto como se pueda despegado de la política del castellano-leonés y Bono se hinchó a contar cómo Zapatero lo echó del Ministerio de Defensa por graves desacuerdos con él y lo poco comprometido que ha estado con la política del Gobierno desde que es presidente del Congreso.

Junto a los afables reproches a Zapatero, el salobreño se deshizo en empalagosos elogios para con Rubalcaba. Ahí se vio quién era su verdadero adversario, pues los políticos sólo elogian a los que temen y afean la conducta de quienes ya nada pueden hacerles. Y, sin embargo, de paso que le dio jabón al ministro portavoz, no dejó pasar la ocasión de recordar lo muy implicado que está en la política ruinosa del Gobierno Zapatero.

Total, que Bono está y, si es verdad que tiene áticos e hípicas, no lo es menos que Rubalcaba tiene faisanes y gales y no se va a quitar de en medio por cuatro propiedades de nada que le saquen. Cómo estará la cosa que Zapatero no se ha atrevido a ir a la cumbre iberoamericana, señal de que a su lado se prueban la ropa que va a dejar y no quiere irse por si a la vuelta se encuentra a otro sentado en la butaca de su despacho de La Moncloa.

Muchas veces los socialistas han caído en la tentación de recurrir al panem et circenses para tener contenta a la peña. Ahora, panem no va a haber mucho, pero de circenses nos vamos a hartar. Vaya una cosa por la otra.


Libertad Digital - Opinión

Rojifascio universitario. Por Hermann Tertsch

El cardenal puede caer bien o mal a creyentes o no creyentes, pero tiene mucho que decir en una universidad.

EL cardenal Antonio María Rouco renunció el miércoles a pronunciar una conferencia en la Facultad de Económicas de la Universidad Autónoma porque su entorno temía por su integridad física ante las masivas amenazas recibidas desde que se anunció el acto. En algunos medios este hecho no ha sido siquiera merecedor de una breve mención. En muchos otros ha sido una noticia no comentada. Veinticuatro horas después, la única reacción apreciable ha sido un comunicado muy oficial del Decanato de Económicas que lamenta el hecho y asegura que defiende la libertad de expresión. También dice que «quiere seguir siendo un espacio plural de reflexión, libertad, participación, respeto y tolerancia». Con un poco más de rigor debería haber dicho que quiere o querría «volver a ser en algún momento» todo ello. Porque lo cierto es que ni la Autónoma ni la mayoría de las universidades públicas españolas son hoy un espacio plural de reflexión, libertad, participación, respeto y tolerancia. Todo lo contrario. Desde hace años vemos cómo grupúsculos de ultraizquierda han sembrado un régimen de intimidación, cuando no de terror, en muchas de ellas, y que lo que antes era un triste monopolio de las universidades de Lejona, Sarriko o San Sebastián es ahora casi norma. Ante la pasividad, cuando no tolerancia activa y comprensiva, de autoridades universitarias y no universitarias, unos grupos siempre minoritarios se han erigido en una especie de somatén ideológico que se arroga el derecho a decidir quién puede intervenir en la universidad y quién no. Así llevamos años viendo cómo gentes que tienen mucho que decir, sea Arcadi Espada o Fernando Savater, sea Rosa Díez o cualquier economista liberal, se tienen que enfrentar a hordas de estos camisas pardas de nuevo cuño que sabotean los actos y amenazan a los participantes. Recuerdo no hace mucho un homenaje a ese gran señor de la política e intelectual que fue Leopoldo Calvo Sotelo celebrado en la facultad de Caminos de la Complutense enMadrid. Un grupo de energúmenos de ultraizquierda de otras facultades se acercaron allí a dinamitar el acto creyendo que asistía al mismo la presidenta de la Comunidad de Madrid. Jon Juaristi y uno de los hijos de Calvo Sotelo se enfrentaron a los reventadores, que procedían al parecer de Sociología, Políticas y Periodismo. Les dijeron que estaban equivocados, que allí no estaba la presidenta y que aquello era un homenaje a Leopoldo Calvo Sotelo. La respuesta de los estudiantes de la revolución cavernícola fue un aturdido «¿Calvo Sotelo? ¿Y quién es ese?». La gentuza que revienta actos de la palabra y el pensamiento en lo que debiera ser su principal escenario siempre han sido títeres del odio ideológico, ya sea nazi o comunista. Lo alarmante no es que estos grupúsculos se quieran manifestar. Lo escandaloso es la pasividad de las autoridades y la indolencia del resto de los estudiantes. Lo indignante es que ciertos círculos llamados progresistas hayan visto bien —y no hayan condenado— este vandalismo del rojifascismo en nuestras universidades porque las víctimas eran personas no integradas en el campo del buenismo socialista. Esta complicidad es un absoluto escándalo y ha llevado a casos como el de Rouco. El cardenal puede caer bien o mal a creyentes o no creyentes, pero tiene mucho que decir en una universidad este doctor en teología por la Universidad de Múnich, profesor allí, catedrático de Derecho y vicerrector de la Pontificia de Salamanca. Solo el odio que se les inocula a estas camadas rojas y negras, la complicidad de muchos y la indiferencia necia o cobarde de tantos explica el desastre intelectual y moral que supone el triunfo de ese fascio rojo en la Universidad, del que la cancelación de la conferencia de Rouco es el último exponente.

ABC - Opinión

El día que Zapatero descolocó a Rajoy en el Congreso. Por Antonio Casado

Desde este humilde rincón de El Confidencial siempre he criticado la escasa disposición política del PP, como alternativa institucional de poder, a echar una mano al Gobierno en nombre de los intereses generales. Y lo seguiré haciendo. Por una sola razón. Porque el mal de todos no puede ser el consuelo de unos cuantos, en nombre de una causa de partido. Especialmente en lo tocante a la lucha por salir del atolladero económico.

“Las palabras también cotizan”, me decía ayer un estrecho colaborador de Rodríguez Zapatero. Se refería a imprudencias verbales de dirigentes del PP que “creen haber encontrado la varita mágica para llegar al poder” con declaraciones alarmistas sobre la salud de la economía nacional. En el aire estaban todavía las dudas expresadas públicamente por Álvaro Nadal, secretario de Economía, sobre la contabilidad bancaria (activos inmobiliarios sobrevalorados). O la comparación de España con Pakistán en riesgos para los inversores, que figuraba en un reciente argumentario interno del partido.


Dicho todo lo cual, y sin retirar el reproche a Mariano Rajoy por haber convertido la crisis económica en su principal resorte para echar a Zapatero de la Moncloa, lo que procede es lamentar la decisión del presidente del Gobierno, y su estado mayor, de no haber informado previamente al líder del PP del nuevo plan anticrisis, que hoy saldrá del Consejo de Ministros camino del Boletín Oficial del Estado.

Las medidas cuya letra pequeña conoceremos hoy responden a las exigencias de los mercados y, según todos los observadores internacionales, van en la buena dirección, aunque no sintonicen con el electorado socialista. Sobre todo la del hachazo a los parados de solemnidad. Pero una cosa no quita la otra. Fue muy reprobable el método elegido el miércoles pasado para desvelar dichas medidas, en el reducidísimo formato parlamentario de las preguntas orales al presidente del Gobierno.
«Dejar al adversario sin posibilidad de réplica se le ocurre a cualquiera. Pero entonces no se puede pretender su colaboración apelando a los intereses generales.»
No quedará como ejemplo de juego limpio en el ejercicio de la política. Lo peor es que desacredita los constantes requerimientos de Moncloa a una mayor complicidad del PP en la defensa de la economía española frente a la voracidad de los especuladores. Y nos quita fuerza moral a quienes tendemos a lamentar el espectáculo de un Gobierno braceando contra la crisis sin el apoyo del primer partido de la oposición.

No tiene ningún mérito descolocar a Mariano Rajoy con decisiones de este calado sin previo aviso. Estamos hablando, ojo, de las dos fuerzas centrales del espectro político nacional y de unas decisiones sobrevenidas a una nueva tempestad sobre España. Dejar al adversario sin posibilidad de réplica se le ocurre a cualquiera. Pero entonces no se puede pretender su colaboración apelando a los intereses generales.

Zapatero y quienes le aconsejaron proceder de ese modo se han equivocado. A partir del miércoles de esta semana, cuando sorprendió a Rajoy en sede parlamentaria con una nueva entrega de medidas anticrisis, sus apelaciones al patriotismo del PP sonarán más huecas y menos creíbles.


El Confidencial - Opinión

Cambio de programa. Por M. Martín Ferrand

Zapatero mejora cuando abandona el zapaterismo y entra por la vía del sentido común.

LO normal, en el supuesto de que la normalidad tuviera asiento por estos pagos, sería que José Luis Rodríguez Zapatero, en declaración pública extraordinaria y previa convocatoria, hubiera informado a la Nación del sustancial cambio de su programa electoral que, disimulado como remedios para la crisis, aprobará hoy el Consejo de Ministros y que en la última sesión de control, en el Parlamento, sorprendieron con el pie cambiado a Mariano Rajoy. Más aún, al hilo de los cánones tradicionales, el presidente del Gobierno ante una tansformación tan radical del programa que le llevó a La Moncloa, debiera haber establecido consultas endógenas y exógenas y, entre estas últimas, por lo menos, conversado con el líder de la oposición dado el carácter de urgencia que acompaña a las medidas que propone y a la situación de emergencia, económica y social, en la que estamos inmersos.
Afortunadamente, Zapatero ha terminado por aceptar la gravedad de la crisis y adoptado unas medidas que, aunque insuficientes, resultan imprescindibles. Alguna de ellas, como la supresión de los 426 euros de subsidio complementario a los parados de larga duración, le costará lágrimas e incomprensiones y agitará el patio sindical, esa lacra equivalente a la patronal, con la que fingimos colectivamente y sin convicción alguna «otra» vía representativa. En esa línea de consideraciones, provisionalmente hasta que leamos la letra pequeña de la disposición correspondiente, hay que felicitar a Zapatero por la supresión del último sindicato de afiliación obligatoria que quedaba en Occidente, las Cámaras de Comercio. Algo que quizá tuvo sentido en sus antecedentes del siglo XIII, cuando la Corona de Aragón estableció mecanismos para la defensa de los intereses de los gremios y que, en España, pasaron a ser de adscripción obligatoria en 1911, hasta que la Constitución del 76 se las llevó, durante un ratito, por delante ya que el felipismo perpetuó lo que, en el año 2000, definí en estas páginas como «un organismo representativo privado, de adscripción obligatoria que chupa un porcentaje de los beneficios de las empresas y que se encarga de recaudar la Agencia Tributaria».

Zapatero mejora cuando abandona el zapaterismo y, solo o con el consejo de otros europeos, entra por la vía del sentido común. En el caso de las Cámaras de Comercio, además, puede redimir al país de una lacra histórica que —ya veremos lo que dice el PP— preside a fecha de hoy en su dimensión nacional un socialista, Javier Gómez Navarro, y capitanean en sus organizaciones locales una mayoría de militantes o próximos al partido de la gaviota.


ABC - Opinión

Bono y el patriotismo farsante. Por Cristina Losada

Confieso mi repugnancia por la charlatanería populista y más si se adereza con modales untuosos. Antes que el patriotismo farsante prefiero a un separatista. Al menos, sabe uno a qué atenerse.

Nunca se lamentará demasiado que haya recaído en José Bono el papel que con tanto éxito desempeña. Ese rol, que él se ha atribuido, de único dirigente socialista que está dispuesto a defender la unidad de España sin ambages. Le escuché durante una entrevista en Veo 7, aunque sólo brevemente. Confieso mi repugnancia por la charlatanería populista y más si se adereza con modales untuosos. Antes que el patriotismo farsante prefiero a un separatista. Al menos, sabe uno a qué atenerse. La honradez intelectual y la honradez a secas son condiciones para suscitar respeto, sea a la persona, sea a las ideas. Pobre defensa se hace de la Nación desde una impostura que se vela con palabrería fraudulenta.

El presidente del Congreso, sin embargo, no logró ocultar por completo que, aun envuelto en la bandera, padece el síndrome que aqueja a todo progre que se precie. Así, declaró en la entrevista que "lo progresista hoy es defender la unidad de España", lo cual significa que ayer no lo fue y mañana quizá no lo sea. Pero, antes, el nihil obstat. Pues se diría que, para Bono, la nación española sólo se legitima si se le puede poner el sello de "progresista" en el lomo. Absurdo etiquetaje destinado a pasar de macuto una idea que se tiene por poco presentable. Díganos Bono qué haría en el caso de que la unidad de España fuera "reaccionaria". O, mejor, ¿qué se haría? ¿Secesionista? Estamos ante el sempiterno complejo del progre. Ese que le impide aceptar con naturalidad la existencia de la nación española.

Hoy es "progresista", ayer, por tanto, no lo era. Es la visión de España de quien sigue condicionado por la visión de España de Franco. De quien aún toma la identificación del régimen franquista con España por la identidad de España con aquel régimen. Las diferencias de Bono con Zapatero en este punto son retóricas, no de fondo. El político manchego hace el numerito españolista, pero no deja de rodearse de precauciones. Tantas, que no se le vio encabezar oposición alguna a la tramitación de un Estatuto que dinamitaba esa unidad por él tan apreciada. Tuvo entonces la ocasión de demostrar sus convicciones, allí donde hay que hacerlo: no en los corrillos, sino en la escena pública. Pero el patriotismo del que alardea se quedó en un conveniente patriotismo de partido. El misterio es que todavía haya quien le crea.


Libertad Digital - Opinión

El palo y la zanahoria. Por José Antonio Navas

Trichet se ha negado a confirmar la compra oficial de deuda soberana de España pero tampoco ha dicho lo contrario porque, a fin de cuentas, el programa de adquisición de bonos sigue abierto por parte del Banco Central Europeo. La autoridad monetaria ha conseguido asustar a los especuladores que se han forrado apostando a la baja contra los intereses patrios y que ahora se apresuran a cerrar las posiciones cortas para no deteriorar sus carteras ante el cierre del año.

El presidente del BCE se ha apoyado en el miedo secular de los mercados para mitigar la espiral de pánico en España, lo que sido aprovechado por el Gobierno para rentabilizar políticamente sus nuevas medidas contra la crisis. Pero el plan de actuaciones que hoy aprobará el Consejo de Ministros no representa más que un pequeño aperitivo de los múltiples viajes que el primer órgano colegiado del Gobierno va a tener que dar a la maltrecha economía nacional si no quiere que los prestamistas del mundo entero cierren el grifo al Tesoro Público. De nada sirven componendas políticas, cónclaves empresariales, cumbres sindicales o calendarios electorales. La presión que padece Zapatero no es nada comparada con la que puede sufrir el país entero si las autoridades comunitarias perciben nuevas vacilaciones en la política económica española.

El presidente se ha quedado de guardia en Madrid excusando su presencia en la Cumbre Iberoamericana por si era convocado de urgencia a una Cumbre Europea destinada a pasar revista sobre los futuros compromisos de ajuste. El respiro de los mercados ha aliviado la tensión y el Gobierno podrá hoy sacar pecho con su «paquetito» de recortes sin necesidad de volar a Bruselas. En la capital europea han comprobado que el palo y la zanahoria funcionan bien en España y esperan que Zapatero hinque a base de bien los codos para terminar rápidamente los deberes que aún tiene pendientes.


ABC - Opinión

Ya está bien con Rabat

Tras varios días de manifestaciones, agitadas y financiadas por Rabat, contra dirigentes políticos españoles del PP, de insultos y expulsiones de varios periodistas españoles, de amenazas a turistas españoles y, finalmente, de campañas en la Prensa oficialista contra España, el Gobierno marroquí dio ayer un paso más hacia la provocación y el chantaje que sobrepasa los límites admisibles de una buena vencindad. Por un lado, convocó para el próximo sábado una «marcha de liberación» -referencia directa a la «Marcha Verde» de hace 35 años- sobre la ciudad de Ceuta para reclamar el fin de la «ocupación española». Y, por otro, el ministro de Comunicación y portavoz gubernamental, Jalid Naciri, anunció que Marruecos «reevaluará el conjunto de sus relaciones con España» a tenor de las últimas «circunstancias». Naciri se refiere a la declaración institucional aprobada ayer por el Congreso, en la que se condena la violencia en el desalojo del campamento saharaui de El Aaiún. Resulta del todo inaceptable e intolerable la actitud chulesca de un régimen semifeudal que viola sistemáticamente los derechos humanos más elementales y que ni siquiera sabe apreciar el esfuerzo del Gobierno español por mantener las buenas relaciones con gestos tan elocuentes como haber impedido que se cite a Marruecos en la declaración del Congreso, haber evitado una mayor dureza en la condena del Parlamento Europeo o contener a un amplio sector de la izquierda que está reclamando más contundencia contra Rabat. Nada de todo esto, como tampoco la paciente actitud de la sociedad española, parece bastarle al régimen alauita. Sus amenazadoras declaraciones, que preceden al enésimo chantaje sobre Ceuta y Melilla, no pueden quedar sin respuesta. Es posible que sea España la que, a la vista del matonismo político del Gobierno de Mohamed VI, deba replantearse sus relaciones. Rabat parece despreciar el hecho de que en nuestro país se ganan la vida y disfrutan de las libertades democráticas más de un millón de súbditos marroquíes. También parece ignorar dónde se encuentra la puerta de entrada a Europa, única vía de progreso económico para una sociedad depauperada y con grandes diferencias de clase. Y es evidente que no sabe valorar en su justa importancia la ecuanimidad con que la sociedad española acoge, trata y considera al pueblo marroquí. Si lo que pretenden los levantiscos servidores del monarca alauita es irritar a la opinión pública española y reavivar recelos que estaban superados, lo están consiguiendo con su demagogia irresponsable y su prepotencia feudal. Es evidente que los paños calientes, las cesiones y los miramientos diplomáticos que el Gobierno de Zapatero ha empleado desde que estalló la crisis sólo han servido para envalentonar a Mohamed VI y sus validos, que se han instalado en el chantaje y la amenaza permanentes ante unos gobernantes españoles que consideran débiles, erráticos y acomplejados. El presidente español está obligado a enviar al otro lado del Estrecho, sin demora, un mensaje inequívoco y contundente. Y si para ello necesita el apoyo de la oposición, que lo pida, que se lo dará.

La Razón - Editorial

Trichet trae la calma

El BCE convence a los inversores de que la institución defenderá las deudas soberanas.

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La intervención del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, tras la reunión del consejo de Gobierno de la entidad, fue suficiente para disipar (al menos hasta la próxima convulsión financiera) la inquietud de los inversores, sostener las subidas de los mercados de renta variable y reducir las primas de riesgo de los países más tocados por la presunción de insolvencia, como Irlanda, Portugal y, en segundo plano, España. Las declaraciones de Trichet no fueron tan claras como pretendían los partidarios de que anunciase compras masivas de activos de deuda, pero sugirieron con suficiente firmeza que la institución mantendrá el tono adaptativo de las inyecciones de liquidez, que las prorrogará hasta el primer trimestre del próximo año y que ejecutará (con discreción) las eventuales compras de los bonos públicos hoy más amenazados.

Es evidente que el BCE ha estado sosteniendo el precio de los correspondientes títulos de los tesoros irlandés y portugués. Las cuantiosas compras de deuda pública están justificadas por la delicada situación del euro; el BCE ha hecho lo que debía y es de esperar que siga atento a la evolución de las perturbaciones de los mercados. Es una advertencia firme a quienes mantienen posiciones vendedoras sin más fundamento que la presunción de que las instituciones europeas y las autoridades nacionales serían incapaces de neutralizar las tensiones especulativas en los mercados.


Hace bien el BCE prorrogando las inyecciones excepcionales de liquidez y advirtiendo a los vendedores de bonos. El análisis de Trichet de que la eurozona necesita más integración también es correcto. La dirección acertada es acelerar la unificación económica de quienes comparten moneda; la dirección equivocada es promover diferentes velocidades en la integración.

La intervención del BCE no exime a los Gobiernos de tomar decisiones que refuercen la solvencia de las deudas nacionales. En el caso español significa que el Banco de España acelere la transmisión de información relevante sobre las entidades del sistema bancario bajo su supervisión. Significa también que Gobierno y PP deberían compartir públicamente el propósito de evitar que la financiación autonómica sea objeto de sospecha para los inversores en bonos públicos, dentro y fuera de España.

Mientras cesaba la tempestad financiera sobre la deuda, las estadísticas de paro correspondientes al mes de noviembre volvían a retratar la alarmante situación del mercado laboral. El número de parados registrados aumentó en 24.318 personas y situó el número total en 4.110.000. La interpretación oficial se ha decantado, otra vez, por el optimismo. En este caso, se sostiene que el mercado laboral se está estabilizando con dos argumentos. El primero es que la subida del paro registrado es la menor de las contabilizadas en noviembre en los últimos 12 años; el segundo, que por primera vez desde 2008 se detecta un aumento mensual de la contratación fija, imputable a los efectos de la reforma laboral.

Pero ambos indicios son demasiado débiles como para fundar en ellos un cambio de tendencia. El paro registrado está sometido a varios factores de distorsión (uno de ellos, por ejemplo, es que las personas sin empleo que asistan a cursos de formación no se contabilicen como parados). Así como algunos sectores han agotado el margen de destrucción de empleo (industria y construcción), otros, como el de servicios, se comportan mucho peor de lo esperado. Por desgracia, la afiliación a la Seguridad Social sigue cayendo (el sistema perdió casi 53.500 afiliados el mes pasado), hecho que no puede explicarse tan solo como un efecto de los ajustes en el sector público. La tendencia de la afiliación apunta a que en la EPA del cuarto trimestre seguirá registrándose una pérdida neta de empleo. No será en 2010 cuando se alcance la deseada estabilidad del mercado laboral.


El País - Editorial

Marruecos: nuestro enemigo, no el de Zapatero

Del mismo modo que la diplomacia marroquí emplea todo lo que tiene para chantajearnos, España debería hacer lo mismo. El primer paso, y el más evidente, sería volcarnos de nuevo hacia Argelia, el vecino que más daño puede hacer a Marruecos.

La diplomacia es en parte retórica, y seguramente todos los embajadores estadounidenses cuyos cables poniendo a caldo a dirigentes extranjeros se han hecho públicos se deshacían en elogios de todo tipo hacia esos mismos políticos a los que despreciaban. De ahí que sea razonable que, en circunstancias normales, cualquier Gobierno de España no deje de hablar de la buena relación que nos une con nuestros vecinos del sur y de lo bien que nos tratan y los tratamos. Pero una cosa es decirlo y otra creerlo. Y todo apunta a que Zapatero se lo cree.

No hay nada más peligroso para un país que los que tiene alrededor, y cualquier ciego vería que Marruecos, una teocracia que no respeta los derechos humanos, es el vecino del que tenemos que preocuparnos. Además, nuestras obligaciones para con los saharauis, que no con el Polisario, nos obligan a un enfrentamiento permanente con el reino alauita. Su avezada diplomacia nos ha chantajeado con todo: derechos de pesca, emigración, narcotráfico, presión sobre Ceuta y Melilla; así nos ha neutralizado mientras cultivaba sus relaciones con Estados Unidos y Francia. Se ha salido con la suya en casi todo durante las últimas décadas exceptuando Perejil, un episodio del que, naturalmente, se carcajean los mismos progres que se desgañitan por el Sahara.


Zapatero y los suyos vienen de donde vienen, de esa misma cultura política que apoya al Polisario más que al Sahara. Pero cuando la ideología ha quedado reducida a retazos, a meros apoyos a distintos grupos con intereses muchas veces incompatibles entre sí, alguno ha de quedar al final damnificado. Y por la fe en que iríamos tirando afrontando las relaciones internacionales desde la debilidad y el sectarismo, el buen rollito y la alianza de civilizaciones, el cortoplacismo y el evitarse problemas, es por lo que el Sahara ha sido abandonado en el camino.

El sultán es consciente de que ningún otro Gobierno de España pasado, presente o futuro ha tratado a Marruecos tan bien. De ahí que tras haber medido mal las consecuencias de sus crímenes contra los saharauis, su reacción sea montar manifestaciones contra el PP. Sabe que a Zapatero nada le aterra más que tener que enfrentarse con cualquier problema que pueda perjudicar a su imagen o a sus expectativas electorales. Así que actúa con total descaro y sin preocuparse de unas consecuencias que sabe inexistentes.

Las relaciones internacionales deben llevarse con cabeza. Tampoco sería excesivamente útil, aunque sí mucho más satisfactorio, empezar a decir en público lo que cualquiera con dos dedos de frente pensaría de Mohamed VI. Pero del mismo modo que la diplomacia marroquí emplea todo lo que tiene para chantajearnos, España debería hacer lo mismo. El primer paso, y el más evidente, sería volcarnos de nuevo hacia Argelia, el vecino que más daño puede hacer a Marruecos. Pero Zapatero no va a abandonar su buenrrollismo, por más que eso suponga apoyar a un régimen infame que apalea y expulsa a nuestros periodistas. Sabe que las relaciones internacionales no le harán perder votos, a no ser que se las pueda vincular a un problema nacional. De modo que, como en tantas otras cosas, nada hará que favorezca los intereses de España. Para los saharauis, como para los españoles, lo mejor que puede pasar es que abandone su cargo lo antes posible.


Libertad Digital - Editorial

Economía al límite

A estas alturas ni medidas objetivamente positivas como las que hoy tomará el Consejo de Ministros sirven para tener una tregua de los mercados.

LAS medidas que hoy aprobará el Consejo de Ministros llegarán después de que se haya demostrado que los mercados y el Banco Central Europeo han sido escasamente receptivos al mensaje de Rodríguez Zapatero, el pasado miércoles en el Congreso de los Diputados. España pagó ayer la colocación de deuda a tres años al interés más alto desde 2008 y el Banco Central Europeo generó cierta confusión comprando deuda soberana de manera soterrada tras haber asegurado públicamente que no lo haría. El hecho es que la lógica de los mercados sigue desenvolviéndose con un enorme grado de incertidumbre. Además, es evidente que la desconfianza de inversores e instituciones ya es impermeable a las medidas súbitas que acostumbra a tomar Zapatero cuando se le hacen insoportables las presiones externas. Un gobierno que sólo reacciona ante situaciones extremas y que demuestra tanta dependencia del exterior no transmite seguridad. A estas alturas, ni medidas objetivamente positivas como algunas de las que hoy tomará el Consejo de Ministros sirven para tener una tregua de los mercados. La situación interna tampoco ofrece un respiro, por más que el Gobierno pretenda hacer alquimia con las cifras del paro. El desempleo aumentó en noviembre en 26.000 personas y el Gobierno se ha apresurado a destacado que este dato supone en el menor crecimiento del paro en noviembre desde 1998. También este es el noviembre con más parados inscritos en el INEM, por encima de cuatro millones y medio, sin descuentos. Lógicamente, el número de parados irá reduciéndose porque cada vez habrá menos gente en disposición de perder su empleo. Pero para cifra preocupante, la reducción del número de cotizantes a la Seguridad Social y para tener una perspectiva del problema baste recordar que desde noviembre de 2008, se ha perdido más de un millón de afiliados.

Simultáneamente, el Gobierno siguió probando las hieles de su precariedad política después de que la Comisión de Presupuestos del Senado admitiera el veto del BNG contra las cuentas del Estado para 2011. Las consecuencias prácticas son menores aunque el pleno del Senado rechace los presupuestos porque la coalición del PSOE con los nacionalistas vascos y canarios se ha creado para vencer cualquier resistencia de sentido común. Pero será la cuarta vez que el Senado devuelve a Zapatero sus presupuestos, algo inaceptable en un país en crisis que necesita el rigor económico que el Gobierno socialista es incapaz de dar.


ABC - Editorial