sábado, 18 de diciembre de 2010

Qué le pasa a Zapatero. Por Edurne Uriarte

Qué le pasa a Zapatero. Se lo plantean los analistas y, sobre todo, el propio Partido Socialista. Se multiplican los rumores. Tras sus incomprensibles renuncias de los últimos tiempos a comparecer en momentos clave. O los extraños cambios de opinión de último minuto, como este jueves pasado, para estar en el debate sobre la prórroga del estado de alarma.

Lo llamábamos estrategia. Más o menos acertada, pero estrategia. La estrategia de poner de parapeto en los peores momentos a Rubalcaba y cuidar y preservar su liderazgo para próximos retos. Con esa irracional tendencia que mantenemos los analistas y, en realidad, todos los ciudadanos, a considerar acción reflexionada y planificada casi todo lo que hacen los gobiernos. Cuando en muchas ocasiones esas acciones se parecen más bien a las de los personajes de esa divertida película británica sobre la clase política llamada «In the Loop». Pura improvisación, mera incompetencia y egos desbordados. Y que en el caso de Zapatero comienzan a revelarse como ego herido, agotamiento y extremadas dificultades para afrontar la dirección en los momentos más críticos. Un drama y no una comedia, como la sátira de Armando Ianucci. Y que agrava los problemas, sobre todo para el país, pero también para su partido. Porque un liderazgo en estas condiciones, errático, caprichoso e imprevisible, multiplica la incertidumbre.

Todas las teorías de las últimas semanas sobre las intenciones de Zapatero en torno a la candidatura electoral o a su relevo son meras apuestas en el aire. Deseos de encontrar racionalidad a palabras y actos que no la tienen mayor que las del inepto y vanidoso ministro británico de «In the Loop» al que preguntan por la posible guerra y suelta lo primero que le viene a la cabeza: «Para el avión que va entre la niebla, la montaña es imprevisible, pero de pronto se convierte en algo muy real e imprevisible».


ABC - Opinión

La triste canción de José Luis Rodríguez Zapatero. Por Federico Quevedo

“Fue bonito mientras duró”, supongo que estará pensando estos días el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, al que ya de modo definitivo su propio partido ha dado por amortizado, al igual que ha hecho la ciudadanía e, incluso, su propia familia. Rodríguez es hoy un hombre acosado por los problemas que él mismo ha creado, y absolutamente incapaz de buscar una salida razonable a ninguna de las crisis que se le presentan. Pero no solo eso le atosiga, sino que aún es peor que a estas alturas de su mandato haya tenido que hacer justo lo contrario de todo lo que ha venido predicando desde el principio. Ha traicionado todo aquello que él mismo convirtió en elementos esenciales de su mensaje político, y que fue lo que le llevó a La Moncloa subido a la ola imparable de cambio que, como un tsunami, provocó el hundimiento de la nave que llevaba el PP como consecuencia de lo ocurrido aquel 11 de marzo de 2004. Hoy, Rodríguez no es ni la sombra de lo que fue, y aparece ante la opinión pública como un líder acabado, al que además la ciudadanía ha cogido rabia, manía, animadversión por haberla conducido a la peor crisis que haya sufrido nunca este país a base de mentiras, engaños y subterfugios. Hoy, Rodríguez no puede salir a la calle a riesgo de que le escupan o algo peor, y no hay nada más triste, más amargo para un dirigente político que sentir el rechazo de la gente y, sobre todo, el rechazo de los suyos.

Rodríguez acumula problemas en su casa donde, por lo que cuentan, ha perdido el respeto de sus hijas y su mujer solo sueña con el día en el que abandonen La Moncloa, un lugar al que Sonsoles ha tomado ojeriza y del que está deseando alejarse cuanto antes. Es normal. Tiene que ser duro para una esposa ver como su marido se convierte en el blanco de todas las críticas y como se le acaba haciendo responsable de todos los males. Es difícil aceptar los errores propios y se acaba echando la culpa de todo a los demás, desde los que están más cerca hasta los que están más lejos, mientras se nubla la vista ante la propia responsabilidad. Rodríguez ha perdido el control de su casa, ha perdido el control de su partido, y ha perdido el control del país. En esas condiciones, lo lógico sería que convocase elecciones pero esa es la única baza que le queda y se agarra a ella como a un clavo ardiendo convencido de que nadie se va a atrever a ponerle entre la espada y la pared, porque sigue siendo el presidente del Gobierno y el secretario general del PSOE. Sin embargo, él mismo sabe que en ambas facetas se encuentra más que amortizado, y así lo han entendido sus propios compañeros. Hasta hace muy poco el debate se centraba en si el propio Rodríguez anunciaría su continuidad o no, y nos eran pocos los líderes socialistas que abogaban por ella. Pero ya no se escucha a nadie defender que Rodríguez deba ser el candidato en las generales, salvo con la boca pequeña. Más bien al contrario, el debate ahora se centra en quién debe ser su sucesor y en la manera de elegirlo, y todo con la única intención de que un cambio en la cabeza de cartel pueda frenar, aunque sea solo un poco, la debacle que se augura para el PSOE en las elecciones, tanto en las generales como en las municipales y autonómicas.

Había, de hecho, un movimiento sísmico importante en el PSOE para que las elecciones generales se adelantaran a febrero, pero la declaración del Estado de Alarma hace imposible esa convocatoria porque no se pueden disolver las cámaras. Y es que al primero que no le interesaba el adelanto electoral, además de a Rodríguez, era a su virrey, al portavoz de los GAL, al hombre que necesita todavía tiempo para gestionar el final del zapaterismo como en su día gestionó el del felipismo e intentar que el partido sufra el menor daño posible, a quien hoy es el mejor amigo, casi diría que el único amigo, que le queda a Rodríguez entre todos los que antes le reían las gracias y le colmaban de lisonjas.

La del día 15 no es una fecha baladí para el final del estado de Alarma, porque es la fecha límite para poder convocar elecciones en febrero, y después de ese día ya es imposible, y tampoco se pueden hacer ya en marzo porque habría menos de tres meses con las autonómicas de mayo. La opción de hacerlas conjuntas es la que menos satisface a los barones porque ninguno de ellos quiere compartir cartel con Rodríguez teniendo en cuenta que para esa fecha sólo podría ser él el candidato ya que no daría tiempo de buscar otro, luego todo hace pensar que ya metidos en otoño de 2011 lo más fácil es que el comando Rodríguez-Rubalcaba aguante hasta el final, hasta marzo de 2012 donde el PSOE ya podrá presentar a otro candidato, llámese éste Rubalcaba o llámase como se llame. Es verdad que una más que probable intervención de la UE en España, es decir, que se produjera el temido rescate, haría variar estos planes, pero contra eso están luchando Rodríguez y Rubalcaba con todas las armas a su alcance, y una de ellas es el propio estado de Alarma.
«Y es que al primero que no le interesaba el adelanto electoral, además de a Rodríguez, era a su virrey, al portavoz de los GAL, al hombre que necesita todavía tiempo para gestionar el final del zapaterismo como en su día gestionó el del felipismo.»
Una situación que, como ayer bien describía alguien tan poco susceptible de ser acusado de ser de derechas como Nicolás Redondo Terreros, estresa la Constitución por lo que supone de excepcionalidad adoptada con tintes de casi normalidad, y que crea un peligrosísimo precedente jurídico-político. El caso es que, al final de su mandato, Rodríguez ha tenido que hacer uso del abuso de poder, de la fuerza bruta, de la restricción de derechos. Pero no es en lo único en lo que se ha venido abajo el castillo de naipes de la demagogia sobre la que había asentado toda su política: el hombre de la paz se ha convertido en el mayor entusiasta de una guerra, la de Afganistán, que se ha llevado muchas vidas españolas por delante mientras el Gobierno se plegaba sin queja alguna a los intereses norteamericanos. Es decir, lo mismo de lo que se acusaba al Gobierno de Aznar. Ya lo escribí un día y no voy a reiterarlo, pero si de algo nos ha servido Wikileaks es para conocer hasta que punto de indignante demagogia fue capaz de recurrir el Gobierno en asuntos como el de Couso, Iraq, Guantánamo, vuelos de la CIA, etcétera, mientras por detrás se dedicaba a hacerles el juego sucio a los americanos, a los que además ofrecía incrementar su presencia militar en España, algo que no hizo ni siquiera Aznar.

Pero si algo ha puesto en tela de juicio toda la osada demagogia de este Gobierno y el partido que lo sustenta, ha sido su política Exterior, sobre todo en lo que respecta a Cuba y Marruecos, países que hoy lideran el rechazo de los españoles junto con Venezuela: esto es lo que ha conseguido la deriva de la política Exterior de Rodríguez. Un Rodríguez que ha visto como se ha venido abajo toda su política de alianzas con el nacionalismo radical, primero en Galicia, después en Cataluña y, dentro de poco, en Baleares, mientras que la propia ciudadanía le obligaba a pervertir sus planes y tener que pactar con el PP para lograr el poder en el País Vasco, anulando así uno de los elementos esenciales de su estrategia: el cordón sanitario contra la oposición, el aniquilamiento del PP incluido en el Pacto del Tinell.

Pero, sin duda, lo más grave, lo más doloroso para quién hizo bandera en su discurso de la defensa de los derechos sociales, ha tenido que ser haber llevado a cabo el mayor recorte social de la democracia, haber sumado en su haber cinco millones de parados, cientos de miles de personas desesperadas que día tras día tienen que acudir a los comedores sociales para poder llevarse un mendrugo de pan a la boca, y a los que pronto se van a sumar otros muchos cientos de miles como consecuencia de la retirada de la ayuda extrema de 420 euros con los que muchas familias tienen al menos algo para comer. Y no será el único recorte que Rodríguez practique en el área de atención a los parados, y si no, al tiempo. Y a eso se une la congelación de las pensiones y, ahora, la amenaza de una reforma que indudablemente va a suponer un recorte de derechos adquiridos.

Y todavía vendrán más ajustes, obligados por unas circunstancias que ha creado él mismo mientras se dedicó a la práctica keynesiana del “gástate hoy lo que no te vas a poder gastar mañana”. Ahora la caja está vacía, no hay más liquidez que las telarañas que la adornan, y además esas mismas circunstancias nos amenazan con llevarnos a la peor de nuestras pesadillas, la de la intervención de terceros: un país que fue admirado por su capacidad para competir con los más grandes, hoy se encuentra al borde del rescate por culpa de un inepto presidente que solo ha sabido gobernar obedeciendo a la más deleznable demagogia. Así están las cosas, y solo nos cabe confiar en que el sentido común y, a ser posible, la presión dentro y fuera de nuestras fronteras, logre que se anteponga el interés general al interés partidario y los españoles sean convocados a las urnas lo antes posible.


El Confidencial - Opinión

Fariñas y nosotros. Por Hermann Tertsch

Guillermo Fariñas, ese indómito luchador por las libertades y la dignidad de la persona, ha estado a punto de morir varias veces en su pulso con el régimen que mantiene secuestrados a los cubanos desde hace medio siglo. Él sabe bien qué es una lucha auténtica contra una dictadura y qué son jueguecitos para salvar la cara y las apariencias. Como esto último tuvo que tomarse esta semana los intentos que dicen se hicieron desde el Gobierno español para que él pudiera asistir el pasado miércoles a la entrega del Premio Sajarov que le ha concedido el Parlamento Europeo.

Primero porque él sabe que si es por los socialistas españoles, este premio no se le habría otorgado. El Gobierno español se habría cuidado de no causar semejante irritación a los Castro. Sabe muy bien Fariñas que, bajo Zapatero, España sólo ha ninguneado a los disidentes cubanos.

Segundo porque, como es regla, el régimen castrista respondió con desprecio al Gobierno de Zapatero. De doña Trini sólo se espera obsequiosidad en La Habana. Si viene con otra mercancía se le hace saber la relevancia que allí se otorga a su opinión e interés. Fariñas entra a formar parte de otra lista de grandes ilustres con Sajarov, Soljenitsin, mucho antes bajo Hitler, Carl von Ossietzky, hace una semana el escritor y disidente chino Liu Xiaobo. Ninguno de ellos pudo recibir en persona el premio concedido por la democracia a su lucha contra el despotismo.

En todos los casos se ha cumplido inexorablemente una regla: los tiranos acabaron en el basurero de la historia. Los premiados son ejemplo para la gente de bien de todo el mundo. Esta regla se volverá a cumplir. Fariñas es el honor y la dignidad. El régimen cubano la miseria moral, la corrupción y el crimen. Adivinen de quién considerará la historia aliado al actual gobierno español.


ABC - Opinión

Pujol contra Vargas Llosa. Vargaslloseando. Por Maite Nolla

Lo que sorprende es que la mejor campaña política que suponía la concesión a Vargas Llosa del Nobel se haya desaprovechado de una manera tan estúpida.

¿Por qué reaccionó Pujol cómo reaccionó contra Vargas Llosa? Pues se puede pensar que porque el galardonado con el Premio Nobel es español y no nacionalista. O directamente antinacionalista; mucho mejor. Yo me decanto por otra versión: Pujol es un tipo rencoroso, que no soporta que la imagen que él mismo ha conseguido crear, a base de esconder la realidad, se cuestione y menos con tanta repercusión. Ya sé que el libro de Sánchez Dragó y Boadella se ha hecho famoso por las aventuras del primero con las lolitas japonesas, pero al margen de ello, en uno de los pasajes del libro se pone de manifiesto la diferencia entre el que piensa que Pujol es, al menos en apariencia, un tipo amable y moderado, y el que le conoce y sabe que estamos ante un gran cómico que se aprovecha de la primera impresión y del desconocimiento.

Se desmonta el mito del inteligentísimo hombre de estado si resulta que no sabe hacer otra cosa que sacar a pasear a Franco, cuando Vargas Llosa fue naturalizado español para evitar, como él mismo dice, que se convirtiera en un apátrida. Y si alguien que ha vivido el exilio tiene la sensación de que había más libertad en Barcelona en los años setenta que ahora, eso debería avergonzar al que gobernó durante veintitrés años en Cataluña.

El caso es que al margen de este incidente y de las respuestas que ha recibido Pujol de Pepe García Domínguez o de Arcadi Espada, Vargas Llosa también es parte de la actualidad política. Me refiero a que desde UPyD se quejan amargamente del trato de la prensa y de la opinión y de que no se ha hecho hincapié en la relación entre Vargas Llosa y el partido de Rosa Díez. Echarle la culpa a la prensa está feo, máxime después de que un partido nacional haya obtenido menos de seis mil votos en Cataluña; pero es que al menos desde Libertad Digital se dijo desde el primer día que la concesión del Premio Nobel a Vargas Llosa dejaba en muy mal lugar, por ejemplo, a la candidata en su momento del PPC, a cuenta del famoso manifiesto en defensa de la lengua común que uno promovió y otra no firmó por considerarlo innecesario en Cataluña. Lo que sorprende es que la mejor campaña política que suponía la concesión a Vargas Llosa del Nobel se haya desaprovechado de una manera tan estúpida. Lo mismo que el caso de Paco Caja y dejar que otros se atribuyeran sus méritos. ¿Cuánta gente sabía al ir a votar que Vargas Llosa era casi uno de los fundadores de UPyD? ¿Cuántas personas sabían que Paco Caja cerraba la lista de Rosa Díez por Barcelona? Tuvieron tiempo de sobras y oportunidades más que de sobras. Y cuando parecía que ya no tenían ni una cosa ni otra llegó el Nobel. No echen la culpa a los demás.


Libertad Digital - Opinión

Licencia para gastar. Por M. Martín Ferrand

Si un concejal no puede viajar en su propio automóvil, esto no necesita reformas. Se requiere una revolución.O

LA nueva presidenta del Parlamento de Cataluña, Nuria de Gispert, es persona curtida en la política, notable en la estructura de Unió Democrática de Catalunya y tiene contrastado el seny en un buen número de cargos públicos. Es un tipo humano de los que le dan respeto a la derecha, sólida en sus principios, prudente en sus actos, conocedora del terreno que pisa y consciente de las dificultades que nos afligen. Digo todas estas cosas tan rimbombantes porque, cuando la clase política, constituida en casta, tiende a separarse en actitudes e ideas de aquellos a quienes representa, ha dicho algo tan sensato que merece atención. «En el Parlament —ha declarado en entrevista con La Vanguardia—, no hace falta tanto coche oficial». De Gispert predica la austeridad en el gasto de los cargos políticos, electos o designados, y ello, por su rareza, merece atención y aplauso.

En imitación de James Bond, a quien su padre, Ian Fleming le concedió «licencia para matar», los políticos —nacionales, autonómicos o locales— que han surgido al calor de la Transición se consideran con «licencia para gastar». Y derrochan. El sistema de que nos hemos dotado es caro e injusto en la aplicación del gasto. Por ejemplo, suele ser bien admitido el hecho de que tengamos en España más de un millón y medio de alumnos en la Universidad y que, independientemente de su dedicación y aprovechamiento, satisfagan como precio total una matrícula que apenas llega a cubrir una décima parte del coste total de la enseñanza que reciben y los medios que utilizan. El resto lo satisfacen los impuestos de los demás, incluidos los de los viejecitos sin posibles que viven, de milagro, con una escuálida pensión. A eso se le llama Estado de bienestar. Supongo que se refiere a los estudiantes y no a los viejecitos.

Lo del coche oficial, que suele ser tildado de «perejil del loro», no es baladí. Es un síntoma claro de abuso de autoridad. Salvo en actos oficiales de gran ringorrango protocolario, no encuentro más de un centenar de personas en toda la Nación que justifiquen, por su cargo y función, un coche de alto nivel atendido por los conductores suficientes para completar la disponibilidad diaria y sin límites horarios. Todo lo demás es exceso. Como lo es el ofensivo privilegio de plazas de aparcamiento reservado en la vía pública para esos eventuales del poder que olvidan que sus prerrogativas se limitan a las horas de trabajo y no imprimen carácter. Si, un concejal de no sé qué o un director general de no sé cuantos no pueden viajar en su propio automóvil, en autobús o en metro, esto no necesita reformas. Se requiere una revolución.


ABC - Opinión

Chamosa. La ovrera. Por Pablo Molina

Lo lamentable es que esta erupción de indigencia intelectual sea la que va a decidir cuándo pueden dejar de deslomarse en su trabajo cotidiano los obreros auténticos, por cierto, los mismos que le pagan el sueldazo de diputada desde hace tres lustros.

La oronda diputada socialista que ha fijado la posición de su partido respecto al latrocinio de las pensiones públicas, con escasa brillantez dicho sea de paso, debería evitar escudarse en su falsa condición de "obrera" para hacerse perdonar el analfabetismo piafante de que hace gala cada vez que articula un sonido frente al micrófono.

¿Obrera una señora que lleva cuatro legislaturas en el Parlamento? Sí hombre, igualito que las mujeres del sureste que se levantan a las cuatro de la mañana para preparar la casa antes de irse a la conservera o a la empresa de manipulado de hortalizas, o las de cualquier otro rincón de España que se dejan la salud de sol a sol trabajando fuera y dentro de casa. Por cierto, mucho más educadas que la diputada López i Chamosa y, con toda seguridad, con una cultura léxica a años luz de la personaja.


Hay que ser muy progre para creer que todos los obreros tienen que ser tan ignorantes como la cuadrilla parlamentaria de la que esta señora es su principal exponente. En la España rural de los setenta, sin ir más lejos, los niños íbamos al colegio sabiendo leer, escribir y realizar las cuatro operaciones cardinales, que era, ay, lo único que nos podían enseñar en casa. Los padres volvían del campo al anochecer y siempre tenían un rato para enseñarnos a dividir por dos cifras con tan sólo cinco añitos, porque lo de la escritura y la lectura ya lo habíamos hecho con la madre. A sus más de setenta años en la actualidad, aquellos padres y madres no cometen ni una jodida falta de ortografía y, encima, tienen una letra redondilla que se te caen los pajines al suelo cuando les ves escribir.

No hay quien insulte más a los obreros que los altos cargos del PSOE, para los que pertenecer al sector del trabajo manual supone ser analfabeto y/o propenso al delito. Probablemente sea cierto en el círculo vital en que se mueven los que han medrado en "la PESOE", pero todo el que haya nacido en una familia trabajadora sabe que, de siempre, y a diferencia de la frecuentemente degenerada clase alta, ha habido una alta exigencia de honradez personal y esfuerzo en los estudios para prosperar en la vida sin deber nada a nadie. Y encima siempre muy limpios. Pobres pero limpios y oliendo a gloria.

Pero lo peor no es que la futura premio Príncipe de Asturias de las Humanidades insulte a los obreros de cuya decencia se apropia injustamente. Lo realmente lamentable es que esta erupción de indigencia intelectual sea la que va a decidir cuándo pueden dejar de deslomarse en su trabajo cotidiano los obreros auténticos, por cierto, los mismos que le pagan el sueldazo de diputada desde hace tres lustros. Todos obreros, sí, pero los demás no pueden jubilarse con la pensión máxima tras sólo siete años de siesta parlamentaria. López i Chamosa sí. Es lo que tiene el socialismo proletario.




Libertad Digital - Opinión

Madriterráneo. Por Ignacio Camacho

Entre tanta ingeniería social zapaterista es un alivio la apuesta por la ingeniería material de la alta velocidad.

AL presidente Zapatero, cuya pasión por la liviana ingeniería social y política ha causado estragos acaso irreparables, hay que reconocerle su decidida apuesta por la ingeniería sólida y material de la alta velocidad ferroviaria, incuestionable acierto en un balance que no abunda en notas positivas. El AVE es un transporte que no sólo une territorios y voluntades, como dice la retórica al uso, sino que suprime distancias mentales, proyecta una imagen de modernidad esencial para la marca-país y construye estructuras de cohesión que de algún modo compensan las temerarias aventuras con que el zapaterismo ha tratado de centrifugar el modelo de Estado.

El AVE entre Madrid y Valencia puede ser muy probablemente el más rentable de España en términos económicos y sociales, por la pujanza de las dos capitales y la menor distancia entre ambas; sin embargo ha tardado más que otros por la presión del nacionalismo catalán, que impuso a Aznar y a Zapatero la prioridad de la línea de Barcelona, un trayecto de construcción muy compleja y difícil en cuyos túneles, viaductos y trincheras encalló sucesivamente el prestigio gestor de Álvarez Cascos y Magdalena Álvarez. El trazado levantino crea un eje de escala suprarregional que casi dota de puerto de mar a la capital de la nación y deja a Valencia a una hora y media de los grandes centros de decisión estratégica. La retroalimentación de ambas ciudades mediante la línea de alta velocidad configura una potentísima biela capaz de impulsar por sí sola el mutuo desarrollo; se trata, como demuestra el éxito de la experiencia pionera de Sevilla, de un puente móvil capaz de ir mucho más allá del tránsito de personas hasta establecer verdaderas conexiones de automatismo social. El salto puede ser gigantesco, y constituye una estructura territorial de hecho —el Madriterráneo— inédita en la historia del transporte español.

En estos días de incertidumbre aeronáutica, la inauguración del AVE valenciano —y manchego: para Albacete va a ser una revolución— supone un indiscutible respiro para el ministro José Blanco, políticamente asfixiado por el bloqueo de la crisis de los controladores y la amenaza de nuevos conflictos con los pilotos y el personal de Aena. El incontestable fracaso de su gestión aérea, atascada bajo el pairo legal de un exagerado estado de alarma, no va a mermar por este prometedor estreno pero es justo reconocer su decisión de rescatar la prioridad de la obra ferroviaria entre los recortes de presupuesto que han colapsado las inversiones de Fomento. Para su alivio, la alta velocidad cuenta entre sus muchas virtudes tecnológicas con una que en estos momentos le parecerá una providencia del cielo: los trenes circulan casi en vuelo rasante pero funcionan mediante un automatizado sistema de control remoto.


ABC - Opinión

Gobernantes ruinosos

La conclusión más lacerante de la desmesurada deuda de las autonomías es que los gobiernos regionales siguen gastando como si no hubiera crisis y se resisten a recortar sus fastuosas maquinarias burocráticas. Esa falta de responsabilidad y de respeto a los contribuyentes es lo que ha llevado a un endeudamiento autonómico sin precedentes de 107.624 millones de euros, equivalente al 10% del PIB. Además, el crecimiento de la deuda ha adquirido una velocidad suicida: un 27% desde hace un año. Mientras los ingresos vía impuestos padecen de anorexia galopante, los gobernantes siguen entregados a la bulimia del gasto, alimentando como señores feudales unas administraciones sobredimensionadas. Los datos del Banco de España son una cruel fotografía del despilfarro no sólo para los 4,5 millones de parados, sino para todos los demás que han visto rebajados sus sueldos, para los pensionistas y para los mileuristas que apenas si llegan a fin de mes. Es verdad que una parte sustancial de la deuda de las comunidades autónomas la originan la factura sanitaria y la educación, pero no sólo ni principalmente. Las causas de fondo son un sistema de financiación diseñado para satisfacer intereses políticos de determinadas comunidades y una estructura de gasto orientada a comprar votos, pagar lealtades partidistas y lubricar empresas públicas deficitarias e innecesarias, como las televisiones públicas, las embajadas y una miríada de organismos autónomos a cada cual más peregrino. Si a ello se añade la insaciable voracidad de asumir más y más competencias, aun a costa de duplicar y triplicar servicios con el Estado y los municipios, el resultado final son esos cien mil millones largos de deuda que hipotecan a las generaciones futuras y que han registrado episodios de financiación tan reveladores como los «bonos patrióticos» lanzados por la Generalitat catalana para captar dos mil millones de euros a un interés altísimo. Lo peor, sin embargo, está por llegar, pues más de la mitad de las autonomías han aprobado ya o están a punto de hacerlo unos Presupuestos para 2011 que incumplen el límite del déficit establecido por el Gobierno. No es ajeno a esta indisciplina el hecho de que en mayo haya elecciones. Lo mismo cabe decir de los ayuntamientos, muchos de los cuales rivalizan en despilfarro e irresponsabilidad con sus gobiernos regionales. Aseguró ayer el presidente del Gobierno que a los gestores autonómicos y locales díscolos les hará cumplir con los límites de déficit quieran o no. No habría sido necesaria esta advertencia tan campanuda si Zapatero hubiera respetado la Ley de Estabilidad Presupuestaria que Aznar aprobó en 2001. Pero al modificarla en 2006 para relajar el límite de gasto y elevar el de endeudamiento de autonomías y ayuntamientos, abrió la espita al despilfarro de unos gobernantes embriagados por la bonanza económica y la incesante afluencia de tasas e impuestos. Ancha era Castilla y la miopía del Gobierno socialista la hizo todavía más inabarcable. Ahora, son los ciudadanos y el crédito de nuestra economía los que sufren las consecuencias de aquella frívola decisión que ha generado más frivolidades.

La Razón - Editorial

Europa reacciona

Positivos mensajes para blindar al euro con más capital para el BCE y un fondo de rescate.

La cumbre europea convocada bajo el designio de afianzar al euro frente a las turbulencias del mercado empezó ayer en Bruselas con signos de reacción positiva, tras largas semanas de profundas dudas y agrias polémicas. Alguno de estos mensajes resulta, además, novedoso al no estar previsto en el orden del día.

Es el caso de la decisión del Banco Central Europeo (BCE) de aumentar su capital hasta casi duplicarlo (desde 5.760 millones de euros hasta 10.760 millones), una decisión inédita en los 12 años de unión monetaria y que endosa el principio según el cual la ortodoxia que pretenda ser creíble debe empezar por uno mismo. Si el acuerdo Basilea III persigue que los bancos privados se equipen con más cantidad de mejor capital para blindarse ante futuras crisis, la banca emisora es oportuna al dar ejemplo.

La ampliación se justifica para prever los "riesgos del crédito" y alcanzar una "adecuada base de capital". Es decir, para fortalecer su capacidad de creación de liquidez, indispensable para paliar los efectos de la crisis en la economía real.


El BCE ha sido el instrumento más eficaz en la lucha contra las turbulencias del mercado de deuda que amenazan desde principio de año la estabilidad del euro y el propio futuro de la UE. Lo ha hecho mediante la amplia disponibilidad de liquidez directa a la banca y a través de la tímida compra directa de deuda soberana en los mercados secundarios.

Este despliegue ha evitado que la Gran Recesión abocase a los europeos a una nueva Gran Depresión. Y tiene más mérito porque ha sido dirigido por el presidente, Jean-Claude Trichet, sin unanimidad, bajo la presión de los fundamentalistas de una ortodoxia exagerada.

Estos se han negado a cualquier operación de rescate; han aireado su oposición a la decisión de ampliar la liquidez y de prorrogar la compra de bonos, en clara deslealtad a los compromisos de mantener una voz única; y han propalado una visión restrictiva, esto es, falsa, de los deberes del propio BCE. En efecto, si la primera tarea del banco es vigilar el repunte de la inflación, el Tratado le obliga también (artículo 127) a "apoyar las políticas generales de la Unión".

Los Veintisiete lograron ayer subrayar su acuerdo de principio sobre la mini-rreforma del Tratado para dar encaje solemne al futuro fondo de rescate permanente de los países en graves dificultades. Lo hicieron sobre un texto conciso y claro, algo que es de agradecer pero que quizá no evite las graves dificultades propias de cualquier reforma en el texto básico de la Unión.

El logro personal conseguido por la canciller Angela Merkel en este punto debería animarla a prestar mejor oído a las propuestas de dotar a la unión monetaria de instrumentos adicionales de autodefensa frente a los órdagos del mercado: desde la flexibilidad en el uso del propio fondo de rescate hasta la emisión prudente de eurobonos.


El País - Editorial

Gobernados por ineptos

La administración debe adelgazar y profesionalizarse, lo cual significa que nuestras libertades fundamentales no pueden depender de ningún político y que la gestión de los bienes comunes debe recaer en gente capacitada.

Los políticos concentran una enorme cantidad de poder, especialmente en nuestras sociedades modernas en las que el Estado ha extendido sus competencias hasta todos los ámbitos de nuestras vidas. Desde la determinación de nuestras pensiones y de nuestros derechos lingüísticos hasta la imposición de las condiciones de trabajo o de los estándares sanitarios, no podemos dar un solo paso sin que nos estrellemos contra alguna regulación, obligación o prohibición del Estado en alguna de sus muy variadas administraciones.

Como liberales somos conscientes de que es imprescindible exigir que el Estado se retrotraiga a sus competencias fundamentales: en esencia, la provisión de justicia, seguridad y defensa. Los Estados demasiado grandes tienden a ser tremendamente ineficientes, como bien sabe el refranero español cuando reza que "quien mucho abarca, poco aprieta". En el caso de España, es sencillamente incomprensible que el sector público se extienda a actividades tan variopintas y tan ajenas a la esencia de la res publica como son la producción y explotación mercantil del corcho o la fabricación artística del vidrio, ya que mientras nuestros políticos pierden el tiempo comprando y corrompiendo voluntades con el dinero público, descuidan sus funciones realmente importantes: ahí tenemos la pésima situación de la justicia española o la paupérrima dotación material de nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad.


Sin embargo, y aun cuando la reducción competencial de nuestros elefantiásicos Estados modernos sea la reforma más apremiante, tampoco hay que obviar que el sector público no puede funcionar adecuadamente si quienes lo dirigen carecen de la más mínima formación intelectual. No se trata de caer en el error de pensar que unos mandatarios más inteligentes puedan sustituir el complejísimo proceso de coordinación que representa un mercado libre, pero desde luego unos políticos más preparados serían menos nocivos para nuestras libertades y para la gestión de la estructura administrativa.

Ejemplos deplorables como los de la diputada Chamosa que, pese a su incapacidad para escribir una frase completa sin llenarla de faltas ortográficas, es la encargada de representar al PSOE en esa reforma de precisión cirujana como es la de las pensiones, son una perfecta ilustración de la degeneración completa en la que se encuentra el régimen partitocrático que nos ha tocado vivir. Pero Chamosa se trata únicamente de la expresión más folclórica de una enfermedad mucho más generalizada: los caricaturescos currículos de nuestros gobernantes en comparación con los del resto de países europeos.

Nuestros políticos han alcanzado tanto poder y tan elevada responsabilidad, no gracias a su formación y aptitud para desempeñar un cargo público, sino merced a su afiliación a un partido que reparte magistraturas como quien reparte caramelos. La administración debe adelgazar y profesionalizarse, lo cual significa que nuestras libertades fundamentales no pueden depender de ningún político y que la gestión de los bienes comunes debe recaer en gente capacitada; es decir, todo lo contrario de lo que sucede ahora. De mantener el actual modelo, quebrado por todos los costados, nuestra prosperidad y nuestro bienestar penderán de un hilo que cualquier alocado mandatario podrá cortar cuando le venga en gana. Ahora lo estamos padeciendo.


Libertad Digital - Opinión

Europa se cura en salud

Mientras Zapatero recibe al fin en Bruselas un elogio de Merkel, su propio partido lo tiene en la picota debatiendo ya sobre su sucesión.

LOS presidentes y jefes de Gobierno europeos han acordado una simbólica reforma del tratado de Lisboa para dar sustento legal al mecanismo de rescate de las economías de la zona euro que pudieran estar en dificultades. A pesar de los innegables malabares jurídicos que implica esta reforma, se trata de una decisión inevitable a la vista de las dimensiones de la crisis financiera y que sirve sobre todo para expresar de la forma más evidente posible la determinación de todos los socios de la UE para defender la existencia de la moneda única. Sin embargo, la decisión no incluye solamente esa garantía de protección frente a las dificultades financieras, sino sobre todo el compromiso claro y formal de que todas las economías deben converger hacia un mismo marco de equilibrio y solvencia de las finanzas públicas, sin lo cual no habría protección posible para el euro. Por ello, la conclusión que ha sacado el presidente del Gobierno de este Consejo Europeo es engañosa: cuando Alemania exige que todos los países —sobre todo aquellos en dificultades—emprendan el camino de las reformas y del rigor presupuestario, no se trata de apoyar las aspiraciones de Rodríguez Zapatero de una mayor convergencia del gobierno económico europeo en general, sino que está imponiendo a la economía española el rumbo que él se había negado a emprender.

De hecho, lo que se ha aprobado en Bruselas se puede describir perfectamente como el compromiso de intervenir las economías que se resisten a entrar en los límites de la buena gobernanza, precisamente para no tener que emplear el mecanismo de rescate financiero o alejar todo lo posible el horizonte de su aplicación. Se comprende que Zapatero se sintiera ayer más cómodo en su puesto del Consejo Europeo que estos días en el Congreso de los Diputados y en una España en estado de alarma. De hecho, en Bruselas ha recibido los primeros elogios de Angela Merkel, mientras que en Madrid su propio partido lo tiene en la picota debatiendo sobre su sucesión. Sin embargo, una cosa es mostrarse feliz en Bruselas y otra muy diferente es que sus tesis sean realmente tenidas en cuenta a la vista de la situación de la economía española. Ya se sabe de qué habló Zapatero el jueves con Merkel: de la cumbre hispano-alemana del 3 de febrero. Tampoco es difícil imaginar para qué viajará la canciller alemana a Madrid: a supervisar la puesta en orden de la economía española.

ABC - Editorial