viernes, 7 de enero de 2011

Zapatero. Circunstancia y convicción. Por Agapito Maestre

Zapatero se pasa todas esas circunstancias, en realidad, todas esas posibilidades que nos vienen impuestas por la actual vida política, por el arco de triunfo y, sencillamente, nos dice que ya verá si se presenta o no a las próximas elecciones.

Me han llamado la atención las declaraciones de Zapatero en Onda Cero. Dijo cosas nuevas, sugirió otras relevantes y amenazó con persistir hasta el final de su mandato. Sacó musculatura política contra la oposición y contra los jefecillos territoriales del PSOE. Quiso dejar claro que la política es la utilización de la violencia legítima y él la utilizará hasta el final. No dio grandes titulares, pero eso, ciertamente, no es tanto un problema suyo como del medio y de los lectores de sus palabras. A pesar de todo, Zapatero no está tan muerto como creen sus adversarios. Quizá su pacto con Rubalcaba para administrar tanta inmundicia y miseria económica permita al titular de Interior ser el candidato del PSOE para las generales, pero, de momento, Zapatero se lo va a poner difícil al PP.

Por encima de todo, quiso dejar claro que él es el único que manda en el Estado, en el PSOE y, casi, en la Oposición, pues que la lección de "democracia barata" que le dio a Rajoy por lo de Álvarez Cascos sonaba a cachondeo. Por supuesto, no dejó de recordar a sus sucesores, y en eso tiene toda la razón, que su "legitimidad", la legitimidad que él tuvo que ganar en el 35º Congreso Federal de su partido no será fácil para el que venga. Por supuesto, Zapatero olvida que la legitimidad de origen de un político tiene que ser revalidada constantemente con acciones que, por supuesto, van más allá de ganar elecciones.


A Zapatero, sin embargo, la legitimidad de ejercicio no le importa nada; quizá, por eso, declara con una absoluta carencia de vergüenza y responsabilidad democrática que "no contemplo las circunstancias sino mis convicciones para presentarme a las próximas elecciones". He ahí la quintaesencia de su irresponsabilidad política. Zapatero nada tiene que ver con los políticos responsables que evalúan las circunstancias, las posibilidades, en fin, la vida política que restarían a sus ciudadanos con su presencia en la vida pública. Zapatero no entiende que las agencias nacionales de socialización política lo responsabilicen de la tragedia económica e institucional que vive España. Tampoco le presta atención a que los mercados internacionales lo consideren causante directo de la carencia de fiabilidad de la economía española en el mundo. Menos aún se hace eco de las encuestas que lo consideran uno de los políticos peor valorados de la historia democrática.

Zapatero se pasa todas esas circunstancias, en realidad, todas esas posibilidades que nos vienen impuestas por la actual vida política, por el arco de triunfo y, sencillamente, nos dice que ya verá si se presenta o no a las próximas elecciones, obviamente, en función de sus "convicciones", que no pueden interpretarse de otro modo, conociendo un poco al personaje, que no sea sus intereses más particulares y mezquinos. En fin, Zapatero jamás esgrimirá el pensamiento de Ortega y Gasset: "Yo soy yo y mis circunstancias, y si no las salvo a ellas no me salvo yo". Por otro lado, tampoco suscribiría la ética de la responsabilidad, al margen de las convicciones, que exigía Weber para los políticos profesionales.


Libertad Digital - Opinión

Pascua Militar y cultura de defensa. Por Hermann Tertsch

A quien se le pide el sacrificio máximo no se le puede tratar como a un cuerpo semioculto de la administración.

UNA prueba unívoca de que el presidente del Gobierno ha fracasado en la imposición de todos sus objetivos para convertir la democracia española en un régimen inspirado en su ideal frentepopulista, está en el hecho de que la principal fiesta institucional de las Fuerzas Armadas se siga celebrando, vinculada a la fecha cristiana de la Epifanía y bajo su nombre tradicional de Pascua Militar. Seguro que hace casi siete años, el Zapatero jovencito, exultante con su hazaña militar de abandonar sin previo aviso a los aliados en Irak, tenía otros planes para esta fiesta, tantas veces vilipendiada desde el izquierdismo pacifista que encarnaban como pocos el presidente y su ministra de Defensa Carmen Chacón. Se reconocen los esfuerzos que ha tenido que hacer la ministra para doblegar sus prejuicios ideológicos a la realidad que necesita saber exponer. Tiene mérito incluso si sólo se debiera a su lógico interés por no dañar sus aspiraciones personales. Ha dicho cosas en principio sensatas. «La defensa de España está por encima de cualquier coyuntura económica». Debería ser una obviedad. Pero es menos que eso. Simplemente no es cierto. La inversión en defensa de España siempre ha estado por debajo de las necesidades, en buena y mala coyuntura. Ante ciertas situaciones serias de amenaza o violación de nuestro territorio nacional —las que están en mente de todos—, España carece de una disuasión creíble. Quedaríamos a expensas de la lealtad de otros países. Sólo nos quedaría el rezar para que fueran más leales en la defensa de la seguridad común de lo que fuimos nosotros en las dos retiradas sin previo aviso en Irak y Kosovo. Si contamos aun con unidades combatientes dignas de tal nombre es porque nuestras misiones internacionales nos han dado la oportunidad de tener allí en permanente rotación a dichas tropas. Han tenido ocasión de bregarse y de ser testigo de cómo combaten otros ejércitos, no sometidos a las consideraciones electorales e ideológicas de sus Gobiernos. Hace días le preguntaron al ex jefe de la OTAN en Afganistán, el general alemán Egon Ramms, si hubo problemas por los intentos de Berlín de mantener a sus tropas al margen de los combates de sus aliados. «Resultaba y resulta penoso». Pedía Ramms que los políticos fueran más honrados con los militares y la sociedad. Tenemos un problema con nuestro ejército similar al de los alemanes. En ambos casos por prejuicios y complejos emanados del pasado y hoy ridículos. Ellos lo afrontan ahora. Aquí, con el antimilitarismo enquistado en el parietal socialista, vamos hacia atrás. Dice Ramms que un grave error en Alemania fue una campaña publicitaria del ejército presentando a los soldados como unos trabajadores más, como los panaderos o los electricistas. No es cierto. Y toda mentira tiene un precio. Los soldados no son unos obreros más sino los únicos compatriotas que tienen como oficio, llegada la necesidad, el matar y morir por los demás. Cuando las guerras eran impensables para los europeos, daba lo mismo. Hoy ya no. Los soldados requieren un respeto especial. Y el gobierno promoverlo como piedra angular de una cultura de defensa que, por desgracia, nos es totalmente ajena. Como dice el general Ramms citando a Federico el Grande, «los soldados quieren ser queridos». Con salarios acordes a su responsabilidad y prestigio social. Lo que incluye el permiso para portar con orgullo el uniforme en nuestras ciudades, como en todas las democracias salvo la nuestra. A quien se le pide el sacrificio máximo no se le puede tratar como a un cuerpo semioculto de la administración, en el que cada reivindicación se entienda como desacato y sus miembros tengan como únicos medios efectivos de promoción profesional la afinidad personal o el servilismo ante los políticos.

ABC - Opinión

Zapatero. Cuánta fatuidad. Por Emilio Campmany

Es muy sorprendente que los socialistas se estén dejando dirigir por este personaje hasta el abismo para, entre mayo de 2011 y marzo de 2012, caer todos fulminados como esos pajaritos de Arkansas.

Antes, en España, cada día tenía su afán. Ahora, gracias a la crisis, cada jornada tiene siempre el mismo, sobrevivir. Lo que varían de un día a otro, pues, ya no son los afanes, sino las melonadas del presidente. Cada día tiene la suya. A veces, descansa los fines de semana. Pero si el domingo hay mitin de pañuelo y bocadillo, de esos en que los liberados de la UGT se dirigen a él en autobús cantando El himno de Riego, entonces también hay patochada dominical.

La última del presidente es homérica, como diría Michaleen Flynn, el casamentero de El hombre tranquilo. Tras ser preguntado sobre si su decisión acerca de volver o no a presentarse depende de los resultados de las autonómicas y municipales de mayo, ese gran estadista que es Zapatero, siempre navegando por encima de las turbulencias de la política rastrera de patio de vecindad, ha dicho: "Se puede usted imaginar que éste no es un tema que dependa de circunstancias, sino de las convicciones". ¡Toma higos Pepa, que se agusanan! Carlos Herrera se debió quedar "cuajao" al oír la respuesta. Es como si alguien pregunta a un joven si, habida cuenta de la pelea que ha tenido con su novia, se casará con ella la próxima primavera y el otro le contesta que, cómo muy bien puede comprender, eso no depende de las circunstancias, sino de las convicciones.


Me gustaría saber de qué convicciones va a hacer depender este fatuo personaje una decisión que, para empezar, no es sólo suya, y, después, ha de basarse necesariamente en las circunstancias. De las convicciones puede depender hacerse socialista, afiliarse al PSOE, incluso respaldar a aquel candidato que mejor defienda las que uno tiene. Pero presentarse uno a tal o cual puesto político sólo depende de dos cosas, que uno quiera y que los demás en el partido le dejen. Para eso no hace falta más convicción que estar seguro de que uno quiere ser o, en este caso, seguir siendo presidente.

Es increíble la capacidad creativa de Zapatero en este campo de las respuestas solemnes y vacías a cuestiones concretas y determinadas. Uno le pregunta si va a subir los impuestos y él responde que hay que ser leales con la sociedad. Otro le demanda que aclare si va subir la edad de jubilación y él contesta que gobernar es un ejercicio de responsabilidad. En este plan, puede estarse días, meses y años. Lo imagino en su casa, preguntado por Sonsoles si, a pesar del dolor de tripa, tomará cafe, contestándole que ya puede comprender ella que una decisión así no puede depender de una circunstancia tan trivial como una leve enfermedad estomacal y que habrá de hacerlo de las convicciones más profundas. Sonsoles, que lo conoce bien, insistirá y preguntará si eso quiere decir que sí o que no.

Es muy sorprendente que los socialistas se estén dejando dirigir por este personaje hasta el abismo para, entre mayo de 2011 y marzo de 2012, caer todos fulminados como esos pajaritos de Arkansas, una bandada de turpiales y estorninos que, como si hubieran estado dirigidos por un Zapaterito alado, volaron desorientados durante la noche, se estamparon contra las casas y cayeron sin vida al suelo.

La metáfora parece apropiada. Lo inquietante es preguntarse si los pajaritos son sólo los socialistas o si sería más propio entender que somos todos los españoles. Zapatero contestaría que eso depende, no de las circunstancias, sino de las convicciones.


Libertad Digital - Opinión

La pertinaz sequía. Por M. Martín Ferrand

Solo el pasotismo establecido hace que el desmedido gasto público no produzca la ira ciudadana y genere efectos nada deseables.

¿CÓMO es posible que Artur Mas, de cuya capacidad y dedicación políticas no cabe la menor duda, no advirtiera en sus muchos años de oposición en el Parlamento de Cataluña que, como ha dicho después de su toma de posesión, las arcas de la Generalitat estén vacías? El Congreso de los Diputados y sus diecisiete clones autonómicos se han convertido en escenarios en los que se representa una función sin argumento. De un lado, la partitocracia, reforzada por el sistema electoral vigente, convierte a los diputados, nacionales y autonómicos, en máquinas de votar y, de otro, lo que en esos templos diz que representativos ocurre y se manifiesta no es suficiente para que una oposición cabal, como la de CiU al tripartito, consiga esclarecer, ejercicio a ejercicio, la realidad de las cuentas públicas.

Tampoco deja de ser escandaloso el hecho de que esas cuentas que ahora sorprenden al presidente Mas no fueran precedidas por el conocimiento, y sus correspondientes efectos, del Ministerio de Hacienda ni por el Tribunal de Cuentas. Tenemos todas las instituciones y organismos, todas las oficinas y departamentos, del catálogo internacional de la función pública; pero, si juzgamos por los resultados, bastaría con unos pocos contables de los de visera y manguitos. Cualquiera que deba administrar fondos ajenos, especialmente si son de todos, debiera estar eficazmente controlado por los mecanismos que establece nuestro ordenamiento y que, al parecer, funcionan con retraso y precisión insuficiente. ¿No sería necesario que saltaran las alarmas en cuanto una administración —local, regional o nacional— sobrepasara los presupuestos autorizados que, dicho sea de paso, no son una estimación del gasto; sino una ley que obliga a su cumplimiento y debiera, aunque no lo haga, sancionar a quienes la incumplen?

En los tiempos de Franco, por no remontarnos a etapas anteriores en las que, en esta materia, pasaban cosas muy parecidas, todo se justificaba por la incuria secular y la pertinaz sequía. El pasado y las circunstancias adversas. Seguimos, con un mero cambio de protagonistas, en la justificación retrospectiva y coyuntural. Sería cosa de olvidar tan mala y fea costumbre nacional y buscar métodos más eficaces y solventes, capaces de germinar en los ciudadanía una confianza en el sistema y en sus métodos que hoy no existe. Solo el pasotismo establecido, unido a la peregrina idea de que «el dinero público no es de nadie», según la doctrina de una de las estrellas de la paridad socialista, hace que el desmedido gasto público no produzca la ira ciudadana y genere efectos nada deseables.


ABC - Opinión

También España dedica una mirada distraída al mundo chino. Por Antonio Casado

Les remito a ustedes a la excelente pieza de Alberto Mendoza, ayer en El Confidencial para saber de qué estamos hablando. De la hipocresía reinante en el campo de las relaciones internacionales, piadosamente camuflada en el viejo concepto diplomático que responde al nombre de “realpolitik”.

Bajo ese signo acaba de producirse el paso por Madrid del viceprimer ministro chino, Li Kequiang, llamado a convertirse en el jefe de Gobierno de la China Comunista en 2013, según todos los analistas. Los encuentros con Zapatero y sus ministros, así como con los principales empresarios españoles, y de estos con los empresarios chinos que acompañaban a Li Kequiang, dejan una estela de magníficas noticias para el futuro de la economía española. Entre otros, los grandes consensos para la exportación de productos españoles, traída de turistas chinos y cooperación con el gigante asiático en Latinoamérica.


Ni una palabra en materia de derechos humanos. No me rasgo las vestiduras. Y mucho menos ante el primer prestamista del mundo que, además, se compromete a seguir comprando bonos españoles y apuesta públicamente por nuestra capacidad de recuperación económica. Pero espero que nadie se escandalice tampoco cuando se trate de regímenes igualmente incompatibles con los derechos humanos, pero de menor tamaño y mucho menos poderosos. Por ejemplo, Cuba, Venezuela y Marruecos, con los que no somos tan complacientes en el terreno político aunque también nos jugamos sustanciosos intereses económicos y empresariales.

La definitiva reinserción internacional de España se consolida con la normalización del uso de la “realpolitik”. Sin ir más lejos, ahí tenemos los papeles de Wikileaks, por los que hemos sabido que EEUU forzó el repliegue empresarial de España en Irán, en nombre de la paz y los principios del mundo civilizado. La noticia coincidió en el tiempo con la ausencia forzada de Liu Xiaobo, el disidente chino, en la entrega del Premio Nobel de la Paz, que no mereció ninguna condena oficial por parte del muy progresista Gobierno de Barack Obama. Eso vino a recordarnos, mirando a Pekín, la recurrente practica norteamericana del viejo refrán: haz lo que yo te digo pero no hagas lo que yo hago.
«Y que en la primera potencia económica, militar y tecnológica del mundo, que es EEUU y pasa por ser la meca de la Democracia, los derechos humanos se subordinan a los intereses económicos y comerciales.»
¿Mirando a Pekín, he dicho? No, más bien mirando a Oslo, donde una silla vacía nos enseñó que en la segunda potencia económica, militar y tecnológica del mundo no se respetan los derechos humanos. Y que en la primera potencia económica, militar y tecnológica del mundo, que es EEUU y pasa por ser la meca de la Democracia, los derechos humanos se subordinan a los intereses económicos y comerciales.

La silla vacía de Liu Xiaobo en Oslo y la visita de Li Kequiang a Madrid nos pone frente a una escandalosa contradicción. La que existe entre la cruda realidad de la cruel dictadura china, en forma de trasnochado régimen comunista, y el silencio oficial de los países democráticos que le dedican una mirada distraída, cuando no ejercen de compañeros de viaje. No por razones ideológicas, claro, pero sí económicas y comerciales. Definitivamente, España ya es un socio reconocible en el club de los países más civilizados del mundo.


El Confidencial - Opinión

Cascos. Precedentes. Por Florentino Portero

No tengo ni idea de qué se trae entre manos el asturiano, pero espero que su conducta se rija más por el interés nacional que por el placer de humillar públicamente a Rajoy y a los dirigentes que controlan hoy el partido en el Principado y fuera de él.

La rueda de prensa de Francisco Álvarez Cascos ha dado paso a un coro de declaraciones críticas por parte de políticos populares de mayor o menor rango. La condena ha sido unánime y el tono despectivo, como despectivo fue el trato que el antiguo vicepresidente recibió de la actual dirección del Partido Popular por el hecho, aparentemente normal en una sociedad democrática, de optar a encabezar la candidatura de su partido en el Principado. Lo oído me ha recordado un episodio de la historia política española que, aun no siendo idéntico, tiene sus similitudes.

En las postrimerías del siglo XIX Francisco Silvela, que había sido ministro de Justicia y de la Gobernación, decidió abandonar el Partido Liberal-Conservador, del que era destacado dirigente, por considerar que Antonio Cánovas, jefe del Partido y presidente del Consejo, amparaba en demasía a gente poco ejemplar y bloqueaba el proceso de transición paulatina hacia un régimen más representativo. Me encantaría perderme por los vericuetos del debate historiográfico sobre el sistema político de la Restauración, pero me parece que no es el momento. Vayamos al grano. El hecho es que Francisco Silvela creó su propio grupo disidente, abrió un periódico y comenzó una digna y tenaz campaña para denunciar lo que consideraba estaba mal y predicar las soluciones que creía más adecuadas, en consonancia con las corrientes regeneracionistas entonces en boga.


Las huestes canovistas se lanzaron contra él, tratando de desprestigiarle, pero le avalaba su formidable obra jurídica y, puesto que no vivía de la política sino que ésta le costaba un riñón y parte del otro, siguió adelante como si la bronca no fuera con él. Cánovas murió asesinado. Sagasta se resistió todo lo que pudo, pero al final recayó sobre él la ingrata tarea de dirigir el país en plena guerra con Estados Unidos. Mientras tanto, los conservadores se pusieron a buscar sucesor; los "caballeros del Santo Sepulcro", que así eran conocidos los más fieles al difunto, trataron de bloquear la vuelta del disidente... pero al final el elegido fue Silvela. Tenía autoridad, una importante obra política a sus espaldas y su discurso había sintonizado con la opinión pública.

Ya sé que la historia nunca se repite, pero también sé que una persona inteligente puede aprender muchas cosas de la experiencia. Álvarez Cascos no se parece mucho a Silvela, la situación es distinta... pero una disidencia puede ser el principio de la regeneración de un partido político. Silvela sirvió de puente para la llegada de Maura al conservadurismo y el ensayo de un nuevo liderazgo. No tengo ni idea de qué se trae entre manos el asturiano, pero espero que su conducta se rija más por el interés nacional que por el placer de humillar públicamente a Rajoy y a los dirigentes que controlan hoy el partido en el Principado y fuera de él. La derrota de los populares en Asturias a manos de Álvarez Cascos puede ser la mejor noticia que los liberal-conservadores españoles podamos tener el 22 de mayo o, por el contrario, el punto de partida de una nuevo cacicato regionalista.


Libertad Digital - Opinión

El geniecillo irónico. Por José María Carrascal

Creer que China va a resolver nuestros problemas es como creer en los Reyes Magos.

DECÍA Hegel, que la amó hasta el punto de convertirla en filosofía, que la Historia está regida por un geniecillo irónico que gusta reírse de los hombres. ¡Las carcajadas que debe estar soltando viendo a los chinos convertirse en salvadores de un Zapatero desesperado! No su amigo Obama, sino los chinos, los nuevos amos del mundo, dispuestos a firmar todo tipo de contratos con empresas españolas e incluso a comprar nuestra deuda. Los mismos chinos que practican en su país lo que Franco en España: vía libre al capitalismo más elemental para desatar las fuerzas económicas y férreo control político para que la disidencia no comprometa la estabilidad del régimen. Así, la economía china viene creciendo un diez por ciento anual, como la española crecía un ocho en los años sesenta del pasado siglo. Pero ¿quién se fija en esas minucias cuando se está desesperado? ¿Quién se atreve a recordar al huésped que llega con la chequera abierta los disidentes encarcelados? Era la hora de los brindis, las sonrisas, las firmas ... y de engañar de nuevo a los españoles.

Y si lo de engañar les resulta demasiado fuerte, lo dejamos en mentira piadosa. Bienvenidos sean todos los contratos que firmen nuestras empresas y todas las compras de nuestra deuda, que bien lo necesitamos. Pero creer que China va a resolver nuestros problemas es como creer en los Reyes Magos, y un par de cifras lo confirman: esos casi 6.000 millones que representan los contratos firmados con empresas españolas son en un 95 por ciento resultado de una sola operación, acordada hace ya meses: la venta de participaciones de Repsol en prospecciones petrolíferas en Brasil a la empresa china Sinopec. Y aunque las 600 empresas españolas en China parecen muchas, son una insignificancia entre las 600.000 extranjeras que operan en aquel país. Por último, los chinos han dicho que comprarán deuda española. Pero no han dicho cuánta. Y nadie espera que compren para calmar nuestro voraz endeudamiento. Mientras el desequilibrio a su favor de la balanza comercial es aún más difícil de corregir mientras no corrijamos los fallos estructurales de nuestra economía. Digo esto no para fastidiar, sino para que nuestro presidente no nos engatuse de nuevo con sus cuentos, en este caso, chinos.

Lo más positivo que ha traído esta visita del vice-primer ministro Li Keajiang es el anuncio de la creación de un gran centro de promociones de artículos españoles en China, que pondrá en contacto a nuestros productores con los distribuidores de aquel país. Pero miren ustedes por donde, el dichoso geniecillo irónico vuelve a salirnos al paso: esos centros de promoción ya los había instalado el franquismo en los años de vacas gordas, antes de ser sustituidos por los de cada comunidad autónoma, con muchísima menos proyección e infinitamente más personal.


ABC - Opinión

PP. Cascos y la indigencia política. Por Cristina Losada

Hasta los que llevan fama de grandes políticos se hallan desprovistos de grandes nociones. Tan enorme es el vacío que cuando Cascos ha tenido que aderezar sus ambiciones de poder, ha recurrido a los tópicos al uso como cualquier político de tres al cuarto.

Por el revuelo que ha originado la salida de Álvarez Cascos del PP se hubiera dicho que estamos ante el surgimiento de una disidencia política de calado. El hecho, sin embargo, es que el cabecilla de la supuesta facción anti Rajoy no ha considerado necesario postularse ni marcharse con un discurso político que vaya más allá del "Asturias, patria querida" a modo de programa. Se trata, por supuesto, de un noble propósito, amén de un himno entrañable, pero como declaración de principios de una rebelión interna resulta, cuando menos, estupefaciente.

Si de alguien se espera que disponga de un acervo remotamente parecido a un ideario es de un veterano que ocupó altos cargos en el partido y en el Gobierno. Pero la sorpresa que deparan las intervenciones del antiguo secretario general –y, en esa época, poco amigo de "dejar hablar a las bases"– es que no traslucen una visión política digna de ese nombre. A menos que aceptemos, ya puestos, que "recuperar el orgullo de ser asturiano" representa un programa sólido y diferenciado por el que merece la pena abandonar un partido e incluso montar otro.


Así, aún se desconoce en qué se distinguen las propuestas de Álvarez Cascos de las que cocinan en Génova 13. Si está por una política más liberal o más intervencionista, por una oposición más contundente o más conciliadora, por pactar con los nacionalistas si llega el caso o no pactar nunca con ellos aunque la necesidad llegue apretando. Y así. Cierto que no he leído las obras completas del rebelde, pero en esa hora de la verdad que es plantarse contra la dirección del partido, sus referencias ideológicas no las ha buscado en Burke ni en Hayek ni en ningún pensador de la derecha española, sino en Matar a un ruiseñor, que es una novela seguramente muy digna popularizada por Hollywood, pero no una aportación a las ideas liberal-conservadoras.

La espantada de Alvarez Cascos se ha vinculado a la falta de democracia interna en los partidos, ese oxímoron, pero el episodio confirma que tales organizaciones sufren una carencia mucho más relevante y asombrosa. En ellas, salvo excepciones contadas, hasta los que llevan fama de grandes políticos se hallan desprovistos de grandes nociones. Tan enorme es el vacío que cuando Cascos ha tenido que aderezar sus –legítimas– ambiciones de poder, ha recurrido a los tópicos al uso, como cualquier político de tres al cuarto. Chorretón de ensalzamiento regional, paletada de sentimientos, gotas de victimismo y marchando. Si eso es todo cuanto tiene que ofrecer, vive en la misma indigencia política que el aparato. Dicen que formaba en el "ala dura" del PP. ¿Será por el carácter?


Libertad Digital - Opinión

El dictador solvente. Por Ignacio Camacho

A un tipo que viene a comprar deuda sin hacer preguntas incómodas no le vamos a mirar el color de los calcetines.

EN las democracias occidentales —tautología porque fuera de Occidente hay pocas democracias verdaderas— existe una vieja doble moral sobre los regímenes dictatoriales, a cuyos dirigentes sólo se les hacen reproches y se les pone mala cara si son pobres o pertenecen a países pequeños. A los grandullones ni toserles, y a los ricos, alfombra roja y si no hay alfombra se quita uno la americana para que no pisen los charcos, como hizo sir Walter Raleigh ante Isabel I. Que no se resfríen, Dios guarde a V. E. muchos años, etcétera. ¿Los derechos humanos? Bah, pequeños detalles que no deben estropear los tradicionales lazos de amistad entre nuestros pueblos.

China es grande y rica, o sea. Los jerarcas chinos se pasean por el mundo con la chequera y no hay quien les levante la voz ni les pregunte por minucias de disidentes encarcelados —aunque tengan el Premio Nobel— o de ejecuciones masivas. A un tipo que viene a comprar deuda sin hacer preguntas incómodas no le vamos a mirar el color de los calcetines. Los chinos financian el gasto keynesiano de Obama, rescatan la industria aeroespacial francesa y dan oxígeno a los bonos españoles. Portugal no ha quebrado aún porque en otoño les colocó en diciembre 5.000 millones de pavos soberanos. Algún día se cobrarán todo eso junto y más, pero por ahora no conviene ponerse quisquillosos. Si ellos tienen déficit democrático, nosotros lo tenemos presupuestario; pelillos a la mar. El tal Li se ha paseado por Madrid como un Rey Mago de ojos rasgados, que habría quedado muy exótico y multicultural en cualquier cabalgata. En Repsol le dieron jamón de pata negra, y en la Moncloa abrazos y sonrisas marca de la casa. Sería injusto acusar sólo a Zapatero por tan solícito afecto con un jerifalte comunista; en otoño, Sarkozy sacó detrás de Hu Jintao a toda la Guardia Republicana. Antes ocurrió con Gaddafi. Las objeciones y los morritos sólo se los ponen en Europa –y en España ni siquiera eso, la verdad—a Fidel Castro, que está más tieso que nosotros y en vez de dar dinero tiene la desfachatez de pedirlo. O al presidente de los Estados Unidos… siempre que sea republicano.

De este modo los chinos le han dado la vuelta al refranero: no sólo no se dejan engañar sino que logran que nos engañemos a nosotros mismos fingiendo no ver lo que está bien a la vista porque ellos ni siquiera se preocupan de ocultarlo. Saben que teniendo dinero a la vista y mostrando disposición a gastarlo nadie va a preocuparse por su evolución democrática ni por su seguridad jurídica; esos son conceptos antropocéntricos de ámbito restringido, propios de los sistemas liberales. También lo saben los emires del Golfo, capaces de comprar un Mundial de fútbol por el mismísimo turbante. Cuando Occidente está en apuros sólo necesita un dictador solvente. Y no sólo adquieren bienes industriales y servicios tecnológicos: compran aquiescencia y silencio. Les sale barato y se lo vendemos con garantía. Somos gente seria en los tratos.


ABC - Opinión

Menos recortes en Defensa

Los Reyes, acompañados por los Príncipes de Asturias, presidieron ayer en el Palacio Real la celebración anual de la Pascua Militar. En su discurso, Don Juan Carlos ha querido subrayar y valorar el esfuerzo de austeridad que están ejerciendo nuestras Fuerzas Armadas y ha señalado que éste «debe continuar» sin que se traduzca en un debilitamiento de la seguridad de las tropas. Así, abogó por la mejora decidida de la «operatividad de nuestras unidades y por el adecuado mantenimiento de los sistemas de armas» para garantizar esa protección, especialmente de aquellas que desarrollan misiones internacionales». En la misma línea, la ministra de Defensa, Carme Chacón, aseguró que estas medidas de austeridad, que se han tenido que adoptar por de la crisis económica que padecemos, no son incompatibles con que nuestras tropas desarrollen sus cometidos con las máximas garantías posibles. Lo cierto es que el Ministerio de Defensa lleva sufriendo recortes presupuestarios desde hace tres años, en los que ha perdido 1.100 millones de su presupuesto. En 2010 sufrió un recorte en sus cuentas de un 7 por ciento con respecto a 2009, y no será el último puesto que en octubre del año pasado el secretario de Estado de Defensa, Constantino Méndez auguró que habrá «algunos años más de restricciones presupuestarias».

Es lógico, como sucede en otros colectivos y en el conjunto de la sociedad, que la austeridad llegue al Ministerio de Defensa y a las Fuerzas Armadas. Lo que no parece que sea pertinente es que el Jeme se haya visto obligado a elaborar una directiva para planificar los trabajos básicos que deberán hacer los soldados de las distintas unidades en el caso de que la crisis económica persista. Entre otros trabajos, nuestras tropas deberán asumir labores que hasta ahora estaban externalizadas, como la seguridad de las bases, la limpieza, la recogida de basuras, la cocina, la jardinería y pequeñas reparaciones de las infraestructuras. Estas tareas no deberán ir en perjuicio de su verdadera labor: mantener las capacidades operativas y logísticas de las unidades, razón última por la que llegó la profesionalización al Ejército.

Es de desear que este escenario no llegue a concretarse. El Ejército es un pilar básico de nuestra sociedad –y, según el CIS, la primera institución más valorada por los españoles por segundo año consecutivo– por lo que el Gobierno debería actuar con más responsabilidad. En vez de mermar los presupuestos de Defensa, debería eliminar otras partidas más superfluas, como determinadas subvenciones de destino incierto u otros gastos prescindibles producto de una estructura estatal y autonómica mastodóntica. Como recordó Don Juan Carlos, nuestras Fuerzas Armadas viven un proceso de transformación que «ha de estar en consonancia con el nuevo Concepto Estratégico de la OTAN». Eso les exige «estar preparadas para poder ayudar a promover la seguridad común allá donde se los requiera». En ese sentido la labor en el exterior de nuestras Fuerzas Armadas es ejemplar, hasta convertirse –como subrayó Don Juan Carlos– «en un factor clave para afianzar el peso de España». Así las cosas, austeridad en el Ejército, sí, pero sin que ésta lleve a nuestras tropas a emplear su tiempo y su esfuerzo en labores que no son propias de su condición.


La Razón- Editorial

El precio de China

Pekín apuntala la posición financiera de España con la promesa de comprar más deuda.

El viceprimer ministro chino, Li Keqiang, ha iniciado en España una breve gira europea que le llevará, además, a Reino Unido y Alemania. La visita de Li Keqiang responde a una voluntad de acompasar, por parte de Pekín, el creciente peso económico de China y su hasta hace pocos años discreta presencia diplomática. En un corto espacio de tiempo, y rentabilizando a su favor cuantas oportunidades le ha ofrecido la crisis financiera mundial, China ha ido tomando posiciones estratégicas en el mercado de materias primas, el comercio internacional y, también, el castigado sistema financiero, del que ha empezado a ejercer como un banco central a gran escala.

Es en esta última condición de hecho, que China parece afianzar en cada iniciativa diplomática, donde la visita de Li Keqiang a España ha cosechado los resultados más importantes. No porque sean precisamente menores los contratos comerciales suscritos, sino porque los mensajes transmitidos por el viceprimer ministro durante su estancia en Madrid contribuirán a aliviar, siquiera por un tiempo, las tensiones sobre la economía española y, en última instancia, sobre el euro. Li Keqiang ha confirmado que China ha adquirido deuda española, además de anunciar que seguirá haciéndolo en el futuro. Tras las declaraciones de Li Keqiang, quien también ha apoyado las reformas emprendidas por el Gobierno de Zapatero, las operaciones especulativas contra la deuda española resultarán un poco más difíciles.

Si los beneficios económicos de la visita están fuera de duda, la dimensión política exige matices, no limitados a España, sino referidos al nuevo orden internacional. China viene utilizando su potencial económico como instrumento para convalidar un régimen que, no por haber abandonado el comunismo, deja de ser un sistema de partido único y poco respetuoso con los derechos humanos, según se ha podido comprobar con ocasión del último Premio Nobel de la Paz. Acuciados por la difícil situación económica, los países democráticos se están viendo obligados a pasar por alto la preocupante situación interna de China a cambio de su cooperación. El Gobierno de Pekín, por su parte, no se conforma con obtener el interesado silencio de sus interlocutores, sino que, además, reclama un implícito derecho a la diferencia en las formas de entender la política desde el que justificar la represión y la falta de libertades.

La admiración hacia los logros de China no puede convertirse en un obnubilado aval para su régimen político. Otra cosa es que la crisis dificulte que los países democráticos puedan hacer distinciones. El realismo no es un argumento en favor de la resignación, sino la conciencia de que, en determinadas circunstancias, no existe otra alternativa que elegir entre dos males distintos. Pero que no exista otra alternativa no significa que el mal escogido se convierta en un bien deseable. La suerte económica del mundo depende en gran medida de China, y conviene no olvidar que China está exigiendo un precio.


El País - Editorial

La oportunidad y el riesgo de Cascos

Si Cascos decide lanzarse a la aventura tiene dos opciones: caer en la tentación fácil del regionalismo y convertirse en un nuevo cacique local o arriesgarse a ofrecer una alternativa que represente lo mejor del PP.

Tras abandonar de un portazo la formación política que ayudó a definir como nadie aparte de José María Aznar, Francisco Álvarez Cascos tiene ante sí una dura decisión. Puede abandonar la carrera, en lo que probablemente sería su último acto en la vida política, u optar por presentarse con una nueva formación.

El gancho político del que disfruta Cascos en Asturias se remonta a su etapa como ministro de Fomento, percibida en la región como la primera vez en muchísimo tiempo en que un político miraba allá arriba y veía algo más que minas de carbón subvencionadas. Las inversiones públicas en infraestructuras regresaron, y buena parte de las que se están ejecutando incluso hoy día fueron planeadas en su época. De ahí que no sorprende que aparezca bien situado en las encuestas, aunque sí que pudiera llegar a ser el ganador.


Además, parece pesar el cansancio de ver cómo la región va perdiendo población ante la falta de oportunidades, cómo tantos y tantos emigran mientras la clase política carece tanto de un mínimo nivel como de ambición para sacar a Asturias de la situación en la que se encuentra. Los políticos, como funcionarios, parecen en muchos casos limitarse simplemente a fichar en su trabajo, sea en una alcaldía, en una consejería o en la oposición. Una de las más perniciosas consecuencias de la profesionalización de la política y el sistema electoral español es la concepción del Partido como Ministerio, para el que uno se prepara en las oposiciones del activismo juvenil para vivir a costa del erario el resto de su vida.

En ese panorama, Cascos representaba un terremoto que ponía en riesgo la comodidad del invariable panorama regional: la Comunidad para la izquierda, la alcaldía de Oviedo para el eterno Gabino de Lorenzo. La burocracia local de su propio partido se cerró en banda y lo insultó, poniéndose enfrente del que podía ser un revulsivo que permitiera a muchos asturianos recuperar la ilusión en la política. Y Rajoy optó por el aparato local, abriendo la puerta a que todo pueda cambiar igualmente, pero desde fuera del PP, hurtando a su propio partido de la posibilidad de una victoria y de poner al frente de una región que se le resiste a un peso pesado que pueda hacer variar de forma estable el equilibrio político asturiano en beneficio de la derecha. Falta de ambición, pasión de mediocridad.

Si Cascos decide lanzarse a la aventura tiene dos opciones: caer en la tentación fácil del regionalismo y convertirse en un nuevo cacique local al estilo de Revilla en la vecina Cantabria o arriesgarse a ofrecer una alternativa que represente lo mejor del PP, todo aquello que la derecha política ha abandonado al arrullo hipnotizador de los cantos demoscópicos de Arriola. Existen razones en la historia política de Cascos tanto para temer lo primero como para creer en lo segundo. Fue uno de los principales responsables del fin del regionalismo de derechas y de las baronías en la época del mejor PP, pero también de eliminar la posibilidad de asentamiento de una derecha nacional en Cataluña. Esperemos que opte por lo que sea mejor para España y para Asturias.


Libertad Digital - Editorial

Los Ejércitos ante la crisis

Los Ejércitos cumplen con eficacia ejemplar sus funciones. Por ello, la política de Defensa debe ser siempre una política de Estado y no de partido.

AYER se cumplió una vez más la tradición arraigada que sitúa a la Pascua Militar como primer acto oficial del año nuevo. La brillante ceremonia desarrollada en el Palacio Real es una buena oportunidad para hacer balance y plantear perspectivas. Su Majestad el Rey subrayó el esfuerzo de nuestros Ejércitos para adaptarse a la realidad social, en este caso a una crisis que exige sacrificios a todos los ciudadanos e instituciones. En plena sintonía con la opinión pública, mencionó también Don Juan Carlos el reconocimiento de todos los españoles hacia el papel que desempeñan nuestros soldados en misiones exteriores y el recuerdo emocionado a quienes han perdido la vida en el cumplimiento heroico de su deber. Los Ejércitos cumplen con eficacia ejemplar las funciones que les atribuye la Constitución: garantizar la soberanía e independencia de España, su integridad territorial y la vigencia del orden constitucional. Por ello, la política de Defensa debe ser siempre una política de Estado y no de partido.

En este sentido, está bien orientada la apelación de la ministra al consenso con vistas a leyes pendientes que generan serias discrepancias, en concreto las referidas a régimen disciplinario y derechos y deberes de los militares. Sin embargo, Carme Chacón debería pasar de las palabras a los hechos y ser consciente de que Rodríguez Zapatero ha roto una larga trayectoria de acuerdos parlamentarios en este tipo de normas. El consenso es incompatible con las posiciones dogmáticas. Tampoco va por buen camino la aplicación de la ley de la carrera militar, puesto que ha suscitado agravios comparativos que los responsables políticos del departamento no consiguen encauzar. En plena etapa de recortes presupuestarios, es imprescindible garantizar a las Fuerzas Armadas los medios materiales y personales para realizar con eficacia sus funciones. Ayer dijo la ministra que la defensa de España está por encima de cualquier coyuntura económica. Una vez más, la retórica suena bien, pero no se corresponde con los hechos. Hace apenas unos meses ABC denunciaba, por ejemplo, los «saldos» en la Armada que van mucho más lejos que las naturales exigencias de austeridad y eficiencia.

ABC - Editorial