martes, 11 de enero de 2011

Se busca cuidadora. Por Alfonso Ussía

La familia Usabiaga busca cuidadora para la madre. El niño, que abandonó la cárcel empujado por el todavía juez Baltasar Garzón, lleva siete meses en la calle y no atiende a mamá como es debido, preceptivo y obligatorio. Usabiaga está en otras cosas. En las que siempre ha estado y estará. Su madre le importa un comino. Eso lo sabíamos todos. Pero Garzón hacía esas cosas tan raras. Muchos vecinos de la mamá de Usabiaga aseguran que no han visto al beneficiado por Garzón ni en pintura. Y el informe de dependencia de la madre se retrasa. Algunos piensan que no existe. Les da pereza redactarlo. Y es lógico, porque redactar un informe de ésos tiene que ser aburridísimo.

Pero se busca cuidador o cuidadora, porque a la madre de Usabiaga no se le puede dejar sola. Necesita compañía durante sus paseos cotidianos, el matutino y el vespertino, y como Usabiaga no va a Lasarte ni por equivocación, algo habrá que hacer. Para mí, que lo justo sería que fuera Garzón el cuidador de la mamá de Usabiaga, por ser el principal protagonista del desbarajuste.


De esta forma, todo quedaría arreglado. Usabiaga reunido con Batasuna y la ETA, y su madre encomendada a los cuidados de Garzón, en régimen interno o externo, que también don Baltasar tiene derecho a unas horas de libertad para ir al cine o al frontón. Por encantadora que sea la madre de Usabiaga, el cuidado de una mujer de avanzada edad abandonada por su hijo es trabajoso y agotador. Que si las medicinas, que si bañarla, que si vestirla, que si encenderle el televisor, que si buscar entre los muchos canales disponibles su programa favorito, que si bajar a la calle, que si preparar su comida sin sal, que si la siesta… Un tostón. Y más aún cuando se trata de la madre de otro, porque de ser la propia, madre no hay más que una y todo se supera por el cariño. Haría bien Garzón en regalarle a Usabiaga la versión de «La Llorona» de Joan Báez, cuando canta la estrofa de los besos: «Dos besos llevo en el alma/ que no se apartan de mí./ El último de mi madre/ y el primero que te di». Porque metiéndome en los cálculos y las posibilidades de acuerdo con las informaciones acumuladas, Usabiaga lleva siete meses sin posar sus labios sobre la frente o los mofletes de su madre, y no hay derecho a ello, porque Garzón lo sacó de la cárcel para que procediera al acurruque materno, no para que se pasara todo el día tomando vinos con los etarras y los batasunos. En otros tiempos, un Garzón cansado de cuidar a la madre de Usabiaga podía dar un portazo, volver a la Audiencia Nacional y revocar su decisión. Pero hoy en día, Garzón tiene menos influencia en la Audiencia Nacional que este servidor de ustedes en el Ministerio de Sanidad y en el municipio de Benidorm, que son la misma cosa. Y Usabiaga se está aprovechando de la confusión imperante, incumpliendo sus obligaciones mientras negocia con sus amigos de la ETA y sin hacerle caso a su madre, que tanto lo necesita y añora.

Ignoro en qué anda actualmente Garzón y por dónde lo hace. Pero no puede desentenderse del lío que ha montado y de la soledad de una madre en Lasarte, que es una soledad multiplicada por dos. Si esa buena mujer tiene que estar cuidada por su situación de dependencia, alguien tendrá que hacerlo. Usabiaga no está por la labor, y en ese caso, y siento una barbaridad tener que recordárselo, es Baltasar Garzón el obligado a acudir en su ayuda. Pero ya.


La Razón - Opinión

Pajín y los «tontos útiles». Por Tomás Cuesta

A la titular de Sanidad le corresponde un papel protagonista en un sainete trágico.

TAL y como se han desarrollado los acontecimientos, hemos de reconocer que andábamos errados al desdeñar el juego que da Leire Pajín en el «dibujo táctico» de la alineación de Zapatero. Reparen, por ejemplo, en la gloriosa intervención de la interfecta tras el Consejo de Ministros del pasado viernes. Fue el mismo día en el que el juez Pedraz otorgaba el «nihil obstat» al desparrame incívico de los hinchas de ETA. Y fue en un momento en el que, más que probablemente, el señor Rubalcaba no ignoraba ya ningún extremo de ese comunicado que, cuarenta y ocho horas después, los matarifes taliboinas iban a poner sobre la mesa. Total, y resumiendo, que antes estaba el horno para bollos que para recocerse con preguntas indiscretas. Así que doña Leire, que, a falta de otras prendas que la adornen, le echa un morro inmenso a la existencia, se brindó sin ambages a ejercer de señuelo a fin de que la liebre eléctrica pudiera ganar tiempo. La Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación era pura carnaza con la que distraer las fauces de los perros de prensa mientras en las covachas del poder se ultimaban los tratos con los carniceros.

La figura del «tonto útil» (y de la «tonta útil», que no quede por género) es un elemento imprescindible en la escenografía de la izquierda. Es donde radica gran parte del interés de la función, puesto que el argumento es siempre el mismo, una prueba irrefutable de la ajustada teoría que equipara los tropiezos y las piedras. A la titular de Sanidad le corresponde pues un papel protagonista en un sainete trágico cuya conclusión será la vuelta a los escaños de las pistolas y las capuchas, el paso atrás recurrente frente al terrorismo. A partir de ahí, la renovación de los mecanismos de amenaza, extorsión, chantaje, violencia y muerte en el que acaban todas las negociaciones con los sacamantecas. Con el telón de fondo de las elecciones municipales, a la banda le basta con un vídeo casero para desarticular la democracia y bailar sobre las tumbas de sus víctimas. Y al Gobierno le sobra con seguir dándose mus al tiempo que pasa señas mientras el personal se encuentra entretenido con los disparares que perpetra doña Leire.

Frente al gemido ahogado de las víctimas del terrorismo, Pajín se suelta el pelo y promete pagar los remedios para dejar de fumar y acabar con el bullyng y con el mobbing. Un mal día para dejar de fumar en España. En medio de la tormenta perfecta, Rubalcaba encara la galerna aferrado al timón de un barco que pone la proa hacia el final, pero de la legislatura, no del terrorismo. En un padrenuestro, se cambian los Diez Mandamientos. Del no matarás, a no fumarás por obra y gracia de ese artista del suspense que dirige el coro ministerial.

Lejos de aplicarle la eutanasia a ETA, el Gobierno reserva ese «derecho» a sus víctimas pasadas y futuras, pero como nadie es perfecto, en el batido de la muerte digna, el calificativo es mera retórica, algo así como la ley de dependencia o el ministerio de trabajo. ¿Y qué pinta ahí la Venus del Progreso? Pues llamar la atención, aportar colorido y animar el cotarro de las tertulias mañaneras. Su cometido, créanselo, no tiene precio, Nada que ver con ese tocomocho de la paz a cambio de libertad que montan en la Moncloa cada vez (y ya son unas cuantas) que a los terroristas les da por imitar a Gila sin pagar derechos. ¿Está Rubalcaba? Que se ponga. Y se pone, por supuesto. No a tiro, sino a huevo.


ABC - Opinión

Crisis. ¿Cuánto añade ZP a la prima de riesgo?. Por Emilio J. González

He aquí una razón más para que Zapatero se marche de La Moncloa lo antes posible: mejor hoy que mañana, porque él y su política forman parte importante de nuestra prima de riesgo.

Los mercados confían cada vez menos en la economía española, como prueba la evolución alcista de nuestro diferencial de tipos con Alemania, que sólo el BCE consigue moderar a golpe de compras de deuda y más deuda española en los mercados para evitar que se produzca la catástrofe que más teme la zona euro, o sea, la quiebra de nuestro país. Hoy se echa la culpa a Portugal del castigo que está sufriendo la deuda española, pero lo cierto es que la cosa viene de algo más atrás, concretamente desde el pasado otoño y el asunto empieza a tener que ver cada vez menos con la situación real de nuestra economía y nuestras finanzas públicas y más con la desconfianza creciente acerca de que el Gobierno de Zapatero vaya a ser capaz de enderezar mínimamente la situación. Sólo así se explica que después de que ZP consiguiera el apoyo del PNV para salvar los presupuestos –que se supone apuestan por seguir reduciendo el déficit– y la legislatura, la prima de riesgo siga yendo a más y los mercados empiecen a colocar a la deuda española en la categoría de bonos basura. Esto ya no es una crisis económica, sino una crisis política y los mercados empiezan a tenerlo en cuenta.

Lo primero que están descubriendo los mercados es lo que los españoles ya conocemos de sobra, esto es, que una cosa es lo que dice Zapatero y otra muy distinta lo que luego hace. ZP es de los que se creen que con anunciar una medida ya basta y no tiene que hacer nada más. Así, lleva tiempo hablando por todas partes de la reforma de las pensiones que se ha comprometido a que el Consejo de Ministros apruebe el próximo día 28, pero luego la letra pequeña dice que no entrará en vigor hasta dentro de quince años, con lo cual, no hay reforma inmediata ni nada que se le parezca. Los mercados ya se han percatado de ello y actúan en consecuencia.


¿Qué hace Zapatero para contrarrestarlo? Pues anunciar que China seguirá apoyando la deuda española. Lo malo es que los chinos ni son tontos, ni están por perder dinero a mansalva, con lo cual ese apoyo sólo se materializará realmente si el Gobierno hace lo que tiene que hacer, lo cual, por ahora, no es el caso porque ZP se cree que con el apoyo chino basta y ahí se acaba la historia. Eso es lo que entienden los mercados.

Además, la estrategia del Ejecutivo para reducir el déficit pasa, fundamentalmente, por un crecimiento económico generador de empleo que aporte más recursos a las arcas de Hacienda a través de los impuestos. Y, nuevamente, los mercados perciben que la estrategia del Gobierno es absurda porque se basa en pedir a China, al resto de Asia y a Latinoamérica que compren más productos y servicios españoles, en lugar de tomar las medidas adecuadas para que la empresa española recupere su competitividad. Zapatero ya ha dicho que saldremos de la crisis a base de vender más en el exterior. Para ello, sin embargo, no son suficientes los acuerdos comerciales sino que se precisa, ante todo y sobre todo impulsar la capacidad de la empresa española para vender en el exterior a través de las reformas estructurales que demanda a gritos nuestra economía. ZP, sin embargo, no quiere oír hablar de esta cuestión y así difícilmente creceremos, exportaremos y crearemos empleo.

Los mercados, además, se caracterizan por tratar de anticiparse al futuro, tratando de estimar lo que sucederá de aquí a unos meses, o a un año vista. Y las proyecciones para la economía española no son nada buenas en este sentido porque con un petróleo y unas materias primas al alza, con una Alemania creciendo con fuerza, está más que cantado que el BCE va a empezar pronto a subir los tipos de interés, por mucho que se oponga España. Con tipos más altos no sólo la economía crecerá menos y creará menos empleo, sino que la propia financiación del déficit y la refinanciación de la deuda serán más caras y añadirán más gasto público a través del servicio de la deuda y, con ello, más déficit. Pero los males no terminan aquí, porque esas perspectivas alcistas de tipos se producen con nuestro sector financiero pendiente de sanear y con los problemas adicionales que le puede acarrear la posible caída de Portugal. Y, encima, tipos más altos implican subidas de la cuota mensual de la hipoteca, que unas familias no podrán pagar, aumentando así la morosidad, y otras tendrán que reducir aún más su consumo y, con él, el crecimiento económico y el empleo.

Con semejante panorama, los españoles estamos llamados a tener que perder bastante poder adquisitivo para poder salir de la crisis. Si no habíamos tenido bastante con las subidas de impuestos y la de la luz, ahora vienen las del petróleo, los alimentos, las hipotecas, etc. La cuestión está en si los sindicatos entenderán que ese sacrificio es necesario o si, por el contrario, seguirán insistiendo en que se mantenga el poder adquisitivo de los salarios, lo cual acarreará más despidos y más cierres de empresas. Con otro Gobierno no habría dudas de que se impondría la lógica económica, dijeran los sindicatos lo que dijeran. Con éste, entregado como está ZP a los sindicatos, nadie puede dar nada por seguro y lo más conveniente es ponerse en la peor situación posible. Es lo que están haciendo los mercados.

Por tanto, en todo lo que está ocurriendo con el diferencial de tipos con Alemania no sólo hay razones económicas, que haberlas, haylas, sino también, y sobre todo, razones de desconfianza política hacia un Gobierno que sigue sin hacer nada mientras marea la perdiz a la espera de que se produzca poco menos que un milagro, con lo cual los mercados están perdiendo la paciencia y actúan en consecuencia. He aquí una razón más para que Zapatero se marche de La Moncloa lo antes posible: mejor hoy que mañana, porque él y su política forman parte importante de nuestra prima de riesgo.


Libertad Digital - Opinión

Culpable. Por Florentino Portero

En un sorprendente giro se ha hecho al Tea Party y a su heroína Sarah Palin responsables de la tragedia de Arizona.

Ni es el primero ni será el último caso de una persona mentalmente inestable que coge un arma y dispara contra alguien que, por alguna extraña razón, se ha convertido para él en una obsesión. Si discutible es la venta libre de armas más lo es que no se exija ningún certificado de salud mental, en la medida de lo posible, para adquirir una pistola semiautomática con munición de 9 mm.

Sin embargo, en un sorprendente giro se ha hecho al Tea Party y a su heroína Sarah Palin responsables de lo ocurrido. El joven en cuestión había criticado a Bush y no parece que tuviera vínculo con esta corriente republicana. Más aún, había apoyado a la representante agredida, una demócrata del ala moderada que mantenía posiciones distantes de las de Obama.


Unas declaraciones del sheriff sobre el posible efecto del ambiente de crispación política en el comportamiento del agresor, han desatado un juicio sumarísimo que pone en evidencia la profunda incomodidad que el Tea Party provoca entre los medios de comunicación norteamericanos y europeos, mayoritariamente izquierdistas, así como su falta de escrúpulos. Los nuevos dirigentes republicanos son afines a esta corriente y su labor de oposición va a poner fin a las ensoñaciones progresistas alimentadas por la retórica de Obama, algo difícil de aceptar para algunos.

La acusación no sólo parece infundada, además es un formidable ejemplo de hipocresía ¿No era crispación lo que la oposición demócrata a la Guerra de Irak generó? El sistema político norteamericano lleva a la ciudadanía a votar cada dos años, lo que supone un casi permanente proceso electoral, con todo lo que ello implica. El debate político es tan tenso como directo y eso no es culpa de éste o aquél, sino del sistema en su conjunto. Pero ¿fue la crispación la causa de la masacre?


ABC - Opinión

Comunicado. ETA sigue donde siempre, nosotros también. Por Carmelo Jordá

No todos pero sí muchos españoles seguiremos enfrentándonos frontalmente a los terroristas y a la posibilidad de que finalmente se llegue a un compadreo que recompense los años de crímenes en lugar de castigarlos.

Como muchos nos temíamos, el tan esperado comunicado de los terroristas de ETA ha ofrecido muy pocas novedades sobre los intentos previos de tomarnos a todos el pelo, concretamente las formas y partes más importantes del texto resultan prácticamente calcados de los que usó en 2006.

Sólo la referencia a la comunidad internacional es nueva, y además sirve para que descanse en esta entelequia indefinible la tarea de verificar el alto al fuego, es decir, que a ETA no le sirve la verificación que puedan hacer las fuerzas y cuerpos de seguridad. Aquí hay que decir, eso sí, que teniendo en cuenta lo que hizo el ministro en 2006 tampoco a nosotros lo que diga Interior al respecto nos convence mucho.

Además, hay que tener en cuenta que esa "comunidad internacional" previsiblemente estará compuesta exclusivamente por personajes e instituciones muy comprensivos con los terroristas de ETA como el tristemente famoso Brian Currin. Así que aunque tengamos ese elemento más en la partida que juega la banda, está claro que quizá la táctica etarra cambie al incluir nuevos peones, pero la estrategia sigue siendo la misma.


Una estrategia que es y será presionar con las armas o con su silencio, con los asesinatos o con la ausencia temporal de éstos, con la extorsión y, en suma, con una variada gama de crímenes y delitos "hasta conseguir la independencia y el socialismo", según dicen en el propio comunicado excretado este lunes.

Porque no hay nada en el texto sobre el cese definitivo de la violencia, ni hay entrega de armas ni mucho menos petición de perdón a los miles víctimas que cada día del calendario han caído bajo sus pistolas o sus bombas, tal y como estamos recordando justo ahora en Libertad Digital.

Y al contrario sí que hay socialismo, derecho a decidir, independencia, territorialidad y "proceso democrático" que lleve a "alcanzar una verdadera situación democrática en Euskal Herria", como si no fuese la propia existencia de la banda lo que más aleja al País Vasco y a España de una democracia plena.

Así las cosas, ya que ETA no se mueve nosotros tampoco nosotros lo vamos a hacer. Desde luego no todos pero sí muchos españoles seguiremos enfrentándonos frontalmente a los terroristas y a la posibilidad de que finalmente se llegue a un compadreo que recompense los años de crímenes en lugar de castigarlos.

Hablaremos, discutiremos y escribiremos en contra de esa supuesta paz y, por supuesto, estaremos el próximo 5 de febrero con Alcaraz y muchos miles de personas de bien diciendo que en nuestro nombre, no, nunca.


Libertad Digital - Opinión

Los escribanos de ETA. Por M. Martín Ferrand

El comunicado resulta inadmisible en su contenido, que, de hecho, se anula a sí mismo en su último párrafo.

LA Guardia Civil y la Ertzainza lo habían desaconsejado; pero el magistrado de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz, sucesor a estos efectos de Baltasar Garzón, autorizó el pasado sábado una manifestación en Bilbao a la que asistió un alto número de simpatizantes con el separatismo vasco y, más todavía, con Batasuna y su familia, ETA incluida. De hecho, el contenido principal de la marcha ciudadana residió en el amoroso recuerdo de los presos de etarras que se distribuyen por distintos penales españoles. En consecuencia, era de esperar la declaración que ayer circuló por los medios con la oferta unilateral y edulcorada de un alto el fuego «permanente, general y verificable» que, se supone, amplía el del pasado septiembre.

ETA y sus escribanos manejan la técnica del comunicado, ese modo unidireccional del mensaje que, a pesar de su contenido inequívocamente propagandístico, no pasa por la caja de los medios informativos al uso. El comunicado, en general, no compromete en mucho a su emisor y, cuando éste es una banda armada con claros antecedentes asesinos, su fiabilidad tiende a cero. Suponiendo, como parece, que sus redactores han sido Irache Sorozábal y David Pla, dos clásicos de la «lucha armada», ¿quién puede asegurar que coinciden con ellos todos los demás?

El comunicado resulta, como siempre, inadmisible en su contenido que, de hecho, se anula a sí mismo en su último párrafo: «ETA no cejará (...) en su lucha (...) hasta alcanzar una verdadera situación democrática en Euskal Herria». La pretensión de que Francia y España, simultáneamente, abdiquen de su territorio y su dignidad nacional es una aspiración de tan insensato calibre que demuestra el afán pirotécnico del texto. En democracia las aspiraciones políticas cursan de modo diferente.

El Gobierno, y muy especialmente el vicepresidente con aromas sucesorios, confiaba en un «alto el fuego» que, a falta de mejores argumentos, justificara algún fruto alcanzado durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero; pero el comunicado —«el reconocimiento de Euskal Herria y su derecho a decidir»— anula las esperanzas que hubiera podido alimentar Alfredo Pérez Rubalcaba. La manifestación bilbaína del sábado, solo bien vista por la Policía Nacional, sitúa en un escenario muy concreto la ensoñación de una paz definitiva con ETA, algo inalcanzable con quien vive de la pistola y la extorsión a menos que la oferta incluya empleo y sueldo vitalicios a tan sanguinarios abertzales. Baldomero Espartero les ofreció algo así a los oficiales carlistas, pero no eran asesinos de tiro en la nuca. Hay clases también entre los secesionistas.


ABC - Opinión

Comunicado. Hay que fiarse de ETA. Por Guillermo Dupuy

Yo comprendo que si ETA se hubiera dirigido a las autoridades españolas y francesas y, sobre todo, a sus víctimas, en términos similares a los que utilizó el arrepentido hijo pródigo de los Evangelios, alguien pudiera decir que no hay que fiarse de ETA.

"ETA vuelve a condicionar su alto el fuego a la consecución de los objetivos por los que ha venido asesinando". Si este fuera el titular con el que la clase política y mediática de nuestro país hubiese resumido el más reciente comunicado de "alto el fuego" de ETA, les podría decir que no sólo deben fiarse de los terroristas, sino también de nuestros políticos y comunicadores.

Desgraciadamente, sin embargo, buena parte de nuestras élites políticas y mediáticas –principales responsables de que los terroristas ni den muestras de arrepentimiento ni siquiera de que hayan perdido sus esperanzas de obtener beneficios políticos y penitenciarios–, en lugar de referirse al enésimo chantaje en forma de tregua de los terroristas, maquillan su comunicado como si de una claudicación y de un abandono definitivo, incondicional e irreversible de las armas se tratara. Así, estos políticos y periodistas destacan el carácter "permanente" y "general" de lo que, no por estos adjetivos, deja de ser claramente y sin engaño alguno una simple tregua o un alto el fuego; esto es, un cese meramente temporal y, sobre todo, condicionado, en este caso, a la consecución de los objetivos secesionistas para esa entelequia que los terroristas denominan "Euskal Herria".


Poco importa que los terroristas, lejos de anunciar su abandono de las armas, lo que hayan exigido con toda claridad en su comunicado a las autoridades francesas y españolas es que abandonen el imperio de la ley, el mismo que los criminales –hoy como siempre– califican de "medidas represivas" y de "negación de Euskal Herria". Poco les parece importar también a estas élites, tramposas a fuer de desconfiadas, que, lejos de repudiar su pasado, los terroristas dejen una vez más, negro sobre blanco, que "ETA no cejará en su esfuerzo y su lucha por impulsar y llevar a término" esa involución rupturista y totalitaria que los terroristas –hoy como siempre, tanto cuando anunciaban treguas como cuando reivindicaban atentados– calificaban y siguen calificando de "proceso democrático".

Yo comprendo que si ETA se hubiera dirigido a las autoridades españolas y francesas y, sobre todo, a sus víctimas, en términos similares a los que se dirigió a su padre el arrepentido hijo pródigo de los Evangelios, alguien pudiera decir que "no hay que fiarse de ETA" o, como ha dicho Rosa Diez, "ni Zapatero puede dejarse engañar". ¿Pero en qué no nos debemos fiar de ETA? ¿En qué creemos que nos pueden hacer trampas o nos pretende engañar? ¿En que, en lugar de una enloquecida fuente de sufrimiento humano, los terroristas sigan considerándose a sí mismos una organización revolucionaria de liberación nacional? ¿En que sigan condicionando "el final de la confrontación armada" a los objetivos por los que han venido asesinando a casi un millar de personas?

Los terroristas no sólo dan por descontada su impunidad sino que dejan clarísimamente y negro sobre blanco que su alto el fuego, lejos de ser incondicional e irreversible, es condicionado a la consecución de sus delirios ideológicos. No es de extrañar que la impunidad la den por descontada, viendo la cantidad de veces que nuestras élites la han disfrazado de generosidad, viendo cómo muchos de sus delitos prescriben, viendo la prodigalidad de este Gobierno a la hora de conceder permisos penitenciarios y excarcelaciones. Con todo, si ETA se mantiene fiel a sus objetivos de siempre, los mismos a los que han condicionado esta como todas sus pasadas treguas, y vuelve a las andadas, no lo duden: los mismos que ahora dicen no fiarse de su chantaje, dirán que los criminales han hecho trampas.


Libertad Digital - Opinión

El comunicado auténtico. Por Hermann Tertsch

«Dadnos lo exigido e impunidad. Si no, os seguiremos matando». Ese es el comunicado auténtico.

LO siento por todos los españoles que se pasaron la tarde de ayer bombardeados por los comentarios sobre un folio de texto tedioso que comienza con un «En los últimos meses, desde Bruselas hasta Gernika…». No se debe engañar tanto a la gente de buena fe. Ni hacer perder el tiempo así a padres de familia que hoy tienen otros problemas reales, muy acuciantes. Pero así es lo que se llama, sin un ápice de ironía, «el mundo de la información». Horas de comentarios sesudos en radios y televisiones hoy serán hectáreas de papel escrito con exégesis aún más sofisticadas y puntillosas. La necesidad de interpretar las palabras y entender el ánimo de sus autores se ha llevado por delante decenas de entrevistas interesantes que estaban previstas, noticias reales de tragedias, incidentes y alegrías. Además de declaraciones, reflexiones, análisis y críticas más o menos inteligentes sobre mil cuestiones fascinantes, de personalidades relevantes de todo el ancho mundo. ¡Cuánta actualidad real quedó ayer oculta, mucha condenada al olvido definitivo, debido a la publicación de esta carta retrasada a los Reyes Magos de unos niñatos consentidos hasta el crimen! Según algunos, se trataba del célebre y ansiado comunicado que nos debía la banda de la capucha a esta sociedad tan comprensiva y bondadosa para demostrar que, en el fondo, también tiene su corazoncito y quiere lo mismo para el País Vasco que todos nosotros, es decir, la paz. Nos dicen que llevaban meses estos txikoscorriendo de un escondite a otro, comunicándose con sus mensajes cifrados, gastando sus ingresos de la extorsión en transporte, telefonazos, papel y lápiz, reuniones y comidas y finalmente en tres txapelas y unas capuchas nuevas. En ese ímprobo esfuerzo de los buenos por convencer a los malos que desde algunos medios de comunicación españoles tanto se les pide y agradece. Han estado ocupadísimos. Apenas han encontrado tiempo para unos robos aquí y allá. Tan liados han estado que han cancelado algunas de sus comidas habituales con periodistas y políticos amigos, quizás incluso alguna con el presidente de los socialistas, Jesús Eguiguren. Se han quedado sin sus deliciosas sobremesas en las que hablan de lo divino y lo humano, de la Real Sociedad y sus simpáticos jugadores, tan jatorras ellos. De cocina, de perretxikoso de los hijos.
Y de los nietos, que el tiempo no pasa en balde. Tanto lío y tanto sacrificio. Tanto riesgo también. Porque la policía no es tonta y no se puede esperar que algunos políticos y mandos policiales se pringuen siempre y los favores sean tantos como entonces, cuando estaban a partir un piñón, con lo del Bar Faisán. En fin, todo para nada. Porque el supuesto comunicado es un tostón. Quienes ya no cumplimos los cincuenta nos acordamos de textos repletos de frases hechas de la subcultura revolucionaria; trufados de reflexiones abigarradas sobre el mundo, el futuro, el ser y las cosas; sazonados con neuronas de Federico Krutwig. Y ahora esto. Las mismas amenazas —«os dejo de matar si me dais»; ergo: «como no me deis os mato»—, pero en lenguaje de mediador trilero.

Porque el comunicado auténtico, más claro y clásico, lo habían emitido bastantes miles de voces congregadas por ETA en Bilbao el sábado. A las que el juez Santiago Pedraz otorgó permiso para manifestarse porque consideró que los padres de los asesinos no pierden el derecho de reírse de las víctimas de sus hijos. «Sin amnistía no hay paz». Es decir: «Tuvimos y tenemos la razón para mataros. Dadnos lo exigido e impunidad. Si no, os seguiremos matando». Ese es el comunicado auténtico.


ABC - Opinión

Gifford. Sarah Palin disparó. Por Cristina Losada

Para qué queremos texto cuando tenemos contexto. De lo contrario, el acto carecería de significado político y ello, ay, nos privaría del placer de culpar a los conservadores.

El caso se cerró a los pocos minutos de perpetrada la matanza y no queda ya duda alguna. Sarah Palin, ex gobernadora de Alaska y musa del Tea Party, es la autora intelectual del tiroteo contra una congresista y sus acompañantes. Cierto que no apretó personalmente el gatillo, pero las pruebas de que incitó ese infame acto de violencia son irrefutables. El más concluyente de los indicios es un mapa. Palin señaló en ese mapa, ¡con dianas!, a la malherida Gifford y a otros candidatos demócratas. Lo clásico, unos señalan y otros disparan. No nos pongamos tiquismiquis recordando que el Partido Demócrata ha empleado el mismo procedimiento gráfico. ¡Ni compares! Sólo a los del Té se los ha retratado empuñando armas en plan Rambo y sabíamos que era cuestión de tiempo que las usaran contra sus rivales. ¿Qué otra cosa, si no, iba a hacer esa gente de la América "rural, inculta y salvaje"?

La segunda prueba terminante es el contexto. Palin y su banda han generado un "clima de odio" sin precedentes. Su incendiaria retórica tenía que acabar perturbando a alguien, máxime a alguien joven e inestable como el autor material de los disparos. ¿Acaso no determina el contexto social las vidas y los actos personales? Felizmente para el argumento, hemos olvidado el "clima de odio" creado por la Izquierda durante el mandato de Bush, cuando la Derecha era fascista y el presidente un nuevo Hitler, que se deleitaba en el asesinato de niños y en el obsceno intercambio de "sangre por petróleo". Era una retórica fuerte, sí, pero justificada y, además, la Izquierda es la única con legitimidad moral para hacer uso de la indignación estridente, la hipérbole, la rabia y el insulto.

En esta sentencia que se ha dictado contra Palin y sus huestes, el menor de los detalles es cuanto se refiere a la condición y el móvil del criminal. Poco importa que no perteneciera al Tea Party. Es perfectamente irrelevante si había visto alguna vez el mapa de Palin. O si sabía quién era esa señora. Recibió su perniciosa influencia a través del aire que respiraba. El odio de la Derecha flotaba en la atmósfera, él lo inhaló y actuó en consecuencia. Para qué queremos texto cuando tenemos contexto. De lo contrario, el acto carecería de significado político y ello, ay, nos privaría del placer de culpar a los conservadores. Hasta los abundantes llamamientos a recuperar el civismo y la tolerancia en el debate se hacen desde la presunción de que es el Tea Party quien lo ha "envenenado". En otras palabras, y gruesas, la denuncia del odio se está utilizando para exacerbarlo.


Libertad Digital - Opinión

Nada que esperar. Por Ignacio Camacho

Nada de legalización, nada de amnistía, nada de impunidad. Nada que no sea la rendición a cambio de nada.

EMPIEZA a resultar cansina esta letanía siniestra de treguas y entreactos, este macabro culebrón por entregas de pausas condicionales y de intervalos tutelados, este artificio de fantoches con boina hablando un pretencioso lenguaje de conflictos, de frentes, de confrontaciones y de procesos. Aburre y da pereza su escenografía de barracón, la delirante fatuidad de fantasmones enmascarados con la que tratan de dar prestancia a su sangrienta alucinación de violencia y chantaje. Y ya no cuelan las milongas de verificaciones internacionales ni los casuismos grandilocuentes del diálogo y el compromiso. Ya no alivian los gestos, ni las declaraciones, ni las medias tintas que siempre acaban en fracasos enteros; ya no valen condiciones ni premisas ni requisitos ni cláusulas. Ya está todo el mundo muy harto de la patraña y es demasiado tarde incluso para que se engañen los más proclives al autoengaño.

Ahora las cosas son mucho más sencillas. Ellos pueden seguir dándole vueltas al tétrico carrusel de su fantasmagoría iluminada. Pueden continuar creando entre los suyos la expectativa de una salida honorable o de una victoria transada. Pueden volver a intentar que el Estado se despiste o se haga el sueco ante la intentona de colarse de rondón en las instituciones para obtener financiación y cobertura. Pueden alargar la simulación de su resistencia y negarse a sí mismos la evidencia de su progresivo arrinconamiento y de su inminente derrota. Pueden seducir a algún buscavidas mercenario camuflado de negociador pacifista. Pueden persistir en el espejismo interno de su cruzada liberadora, y pueden incluso derramar más sangre y causar más dolor en ese ofuscado delirio de autoritarismo y autocomplacencia. Pero lo que no pueden ya es confundir a nadie con ese burdo y desfachatado montaje. Ni siquiera a quienes ya se dejaron enredar por inmadurez o irresponsabilidad y han acabado aprendiendo a desconfiar a base de lamentables desengaños.

La única respuesta posible es, simplemente, no. No a las expectativas condicionales. No a las farsas trucadas bajo vulgares disfraces. No a los lobos revestidos por conveniencia con piel de corderitos democráticos. No a la negociación. No a las concesiones. No a precio alguno que tase en contrapartidas políticas el valor de la sangre derramada. No a lacayos subvertidos ni a franquicias encubiertas ni a partidos-trampa. No a la amnistía, no al perdón, no al olvido. No a la impunidad ni a la inmunidad. No a nada que no sea la rendición incondicional, la disolución, la entrega de las armas, la condena del crimen, la expresión de arrepentimiento y la reparación de las víctimas. Y aún después de todo eso, habrá que ver. Y probablemente también será no. No hemos llegado hasta aquí, casi novecientos muertos después, para concluir que no ha pasado nada.


ABC - Opinión

ETA. Los de la boina. Por José García Domínguez

Igual, en fin, la cansina murga de marras, esa charlatanería huera a cuenta del "proceso", el "secular conflicto" y los "agentes". Indigesto refrito adobado para la ocasión con unas cuantas bolitas de alcanfor retórico.

Padecen el síndrome del conejo de Duracell. Tocan y tocan similar monserga, idéntica siempre a sí misma, una y otra vez, sin cesar, eternamente, diríase que con deleite parejo al del tonto que da con una tiza entre los dedos. Ante nosotros, pues, el tedioso déjà vu: tres cromañones con las boinas caladas hasta las orejas, no fuera a ser que por la ventilación se les colara alguna idea abstracta en la sesera. Idénticas también las servilletas, que deben ser las de la otra vez, de nuevo cubriéndoles las tres cejas continúas –que no seis alternas–, ésas que han de morar separadas del cuero cabelludo a la distancia de un dedo, en el más optimista de los escenarios se entiende.

Igual, en fin, la cansina murga de marras, esa charlatanería huera a cuenta del "proceso", el "secular conflicto" y los "agentes". Indigesto refrito adobado para la ocasión con unas cuantas bolitas de alcanfor retórico. Así, nuestros sucedáneos domésticos de los sovietólogos, aquellos tipos que hicieran un oficio de desconstruir los ladrillos de Brezhnev ante el Comité Central, volverán, como suelen, a aburrirnos con su manida escatología de medio pelo. Sin nunca reparar, por cierto, en que la izquierda abertzale, al cabo descendiente en línea directa de los españoles que supieron mantenerse a salvo de los riesgos del alfabeto romano, se expresa mucho mejor con el lenguaje no verbal.

De ahí la única certeza verificable del videoclip de ETA, a saber, que aún no lucen maduros los gudaris para despegarse la chapela del cráneo, empeño que debería constituir el primer paso con tal de bajar algún día del monte. Y es que, ésa de la estética, no resulta cuestión baladí. Quítensele si no casquete y chirucas al carlistón que declama la cantinela del diálogo. Arránquensele a continuación los aretes que a buen seguro luce en ambas orejas. Depílesele el entrecejo. Desvélensele acto seguido las virtudes de la ducha, antes de rociarlo con un buen desodorante. Y por último, anúdesele al cuello una corbata de Hermès. ¿Acaso lo que resta tras el pulido no es un respetable catalanista pronunciando la enésima alocución institucional sobre el derecho a decidir? Lo dicho, que se operen de lo de la boina. Para empezar.


Libertad Digital - Opinión

La matanza de Arizona. Por Javier Rupérez

«Aun siendo imposible asegurar la desaparición de crímenes debidos a armas de fuego, si estas fueran controladas o prohibidas, es evidente que su posesión en manos de iluminados como el autor de la matanza de Tucson es la que a la postre facilita la tragedia. ¿Cuándo lo aprenderán?»

VISIBLEMENTE alterado por los acontecimientos, el sheriffdel condado donde se encuentra Tucson, en el estado de Arizona, al dar cuenta de la terrible matanza que se ha cobrado la vida de seis personas y producido graves heridas a otras dieciocho, y después de confesar que en sus cincuenta años de dedicación profesional no había visto nada parecido en el horror, descargó su iracundo sentimiento contra la atmósfera de intolerancia y odio que medios políticos y de comunicación estaban generalizando en la vida americana y en la cual, cabía deducir, se encontraban las raíces de las acciones del criminal. Estaba todavía fresca la sangre de los asesinados y en el quirófano, entre la vida y la muerte, se debatía la congresista demócrata Gabrielle Giffords cuando ya la blogosfera se lanzaba a la búsqueda de la autoría intelectuale del terrible desmán y la encontraba precisamente en el carácter brutalmente divisivo de la reciente vida política americana. Los más osados aventuraban que la responsabilidad había que buscarla en los programas ideológicos del «tea party» e incluso en algunas de las declaraciones más incendiarias de la ex gobernadora de Alaska Sarah Palin. No han faltado respetables comentaristas televisivos que se han hecho eco de tales suposiciones, arrojando con ello leña al fuego del cainismo. Que, como se puede suponer, dada la filiación política de la señora Giffords, se apunta en el debe de los republicanos. El hecho de que sea judía contribuía a reunir todos los ingredientes de la tragedia: un crimen motivado por el odio antiprogresista y antisemita. Para colmo de coincidencias, la señora Giffords se había opuesto frontalmente a la dura legislación recientemente aprobada por su estado en contra de los inmigrantes ilegales.

La noción de que la vida americana contemporánea —desde que Obama llegó al poder— ha alcanzado niveles insoportables de partidismo fratricida no resiste el más mínimo análisis histórico y comparativo. La vida americana, como muchas otras vidas políticas vividas en democracia —incluyendo, entre otras, la nuestra— puede llegar a registrar altos niveles de confrontación a lo largo de su historia, y en los Estados Unidos basta con haber seguido de cerca los diez últimos años, con republicanos y demócratas en el poder, para certificar el aserto: fueron los republicanos los que asaltaron la fortaleza Clinton con el asunto Lewinsky, y los demócratas los que se cebaron con el segundo Bush, y ahora los republicanos los que lo hacen con Obama. Como antes había ocurrido con Lincoln, Kennedy, Johnson, Truman, los dos Roosevelt, incluso en el comienzo de la existencia de la república, cuando los «padres fundadores» se guardaban rencores y alimentaban rencillas de carácter épico. Y ha habido magnicidios por medio, cierto es. Pero nadie en sus cabales, aun lamentando profundamente los excesos verbales de unos o de otros, piensa poder atribuir la responsabilidad de la autoría del crimen a otro que no fuera el autor material del asesinato o aquellos bajo cuyas órdenes, instrucciones o pago se llevó a cabo. Mantener otra cosa equivale a la aceptación de la tesis del reverendo Jeremiah Wright, el pastor afroamericano de la iglesia evangelista del sur de Chicago que solían frecuentar Obama y su familia, o la del eximio lingüista y extravagante ciudadano Noam Chomsky al mantener que los ataques terroristas contra las Torres Gemelas en Nueva York —en el fondo, cualquier ataque terrorista contra Occidente— habían sido provocado por las mismas víctimas. Todavía estremecen las palabras del flamígero pastor: «Los pollos vuelven para ser asados».

Toca ahora a los demócratas mostrar cara compungida, lamentar los excesos del lenguaje, insinuar que en ellos se encuentra la raíz del mal y exigir un drástico cambio de conducta, bordeando la delicada frontera que rodea y protege la libertad de expresión, tan profundamente arraigada en la vida democrática americana. Y es previsible que, en el inmediato futuro, parte de la ardorosa conversación pública se oriente hacia ese terreno. Seguramente sin ningún resultado porque en los Estados Unidos, y en cualquier otra sociedad democrática que se precie, el ejercicio está de antemano, y afortunadamente, condenado al fracaso. Las palabras y los pensamientos no delinquen, decían los clásicos, y si no hay incitación directa al crimen, y, a falta de mejor receta, bueno es atenerse a la fórmula, por mucho que horroricen —y horrorizan— las cosas que en los medios de comunicación americanos —y en tantos otros, incluyendo los nuestros— se escuchan sobre personas e instituciones. Esa es la diferencia que existe entre los que trabajosamente viven respetuosamente en democracia y aquellos otros que, como también acabamos de ver en Pakistán, se vanaglorian de asesinar a un político que disiente de la monstruosidad de una ley que castiga con la muerte a los blasfemos contra el islam. O de aquellos que, precisamente en el nombre del islam, en Nigeria, Irak y Egipto, asesinan a los cristianos que osan seguir los ritos de su fe.

La terrible historia de Arizona —terrible por las heridas de la congresista, pero sobre todo terrible por el carácter indiscriminado de la matanza, en la que han perecido niños y ancianos: que lo del riesgo del político va en su misma función, como algunos suficientemente sabemos, no vaya a ser que todo se traduzca en un pésame corporativo— tiene un incontestable autor material que deberá hacer frente a la responsabilidad de sus actos. Ya se encargará el abogado defensor de alegar que su cliente no estaba en posesión de sus plenas facultades mentales. La sociedad americana, en estado de choque por lo sucedido, está en período de lo que en inglés gráficamente se conoce como «soul searching», un apesadumbrado examen de conciencia para averiguar cómo y por qué ha pasado lo que ha pasado. Sería urgente que aprovechara la ocasión para resucitar lo evidente: la necesidad imperiosa de limitar de manera efectiva el comercio de armas, que en el barullo de las angustiosas horas tras el incidente apenas nadie menciona. Por demás desgraciada, fue la sentencia del Tribunal Supremo americano que hace unos meses, basándose en una peculiar interpretación de lo que la Constitución dice sobre las «milicias» dieciochescas y la posesión de armas, derogó reglamentos existentes en varias ciudades americanas para dificultar su adquisición. Porque, aun siendo imposible asegurar la desaparición de crímenes debidos a armas de fuego, si estas fueran controladas o prohibidas, es evidente que su posesión en manos de iluminados como el autor de la matanza de Tucson es la que a la postre facilita la tragedia. ¿Cuándo lo aprenderán? Y en ciertos estados de la Unión es más fácil comprar un kalasnikov que abrir una cuenta bancaria.


Javier Rupérez es Embajador de España

ABC - Opinión

Prudencia y firmeza

La banda terrorista ETA anunció ayer un alto el fuego «permanente, de carácter general e internacionalmente verificable», y su «compromiso firme» con lo que denomina «un proceso de solución definitivo» y con el final de «la confrontación armada». Una lectura responsable del retórico comunicado, que se ha convertido en el estertor de los grupos terroristas que ha conocido Europa, no deja lugar a la duda sobre la necesidad de valorarlo con recelo y prudencia. De hecho, otra vez vuelve a incidir en el diálogo y la negociación como llaves para llegar a «una solución a la violencia». Algo por lo que un Ejecutivo democrático y un Estado de Derecho no pueden transigir. Además, insiste en sus viejas condiciones: territorialidad y derecho de autodeterminación. Dos cuestiones insuperables, ya que la banda asesina vuelve a poner sobre la mesa el trágala de un proyecto político que busca la destrucción de España y la creación de un ente formado por el País Vasco y Navarra, además de los territorios franceses, en un estado socialista que nos retrotrae a los peores momentos de la Guerra Fría. El documento es también todo un gesto de desprecio a las víctimas, a aquellos que han sufrido durante décadas su zarpazo. Ni el menor atisbo de pedir perdón por el mal realizado. En sus líneas se las ignora de manera consciente. Ante tanto desvarío, el ministro del Interior y vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba, aseguró ayer que el anuncio de tregua de ETA «no es una mala noticia, pero no es la noticia», pues lo único que se espera de la banda es que anuncie su abandono de las armas. Unas palabras que coinciden en su espíritu y su forma con las de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, al asegurar que el comunicado de la banda es sólo una «pausa» porque dice lo mismo de siempre, ya que no renuncia a su actividad, tampoco se arrepiente de nada y no pide perdón a las víctimas. Esa coincidencia en la valoración del comunicado de ETA por parte de los dos partidos mayoritarios es la mejor garantía de que los asesinos no lograrán doblegar a los demócratas, unidos como están, desde hace años para precipitar su fin. Respecto a lo verificable que puede ser este anuncio de ETA, cabe decir que se puede comprobar el envío o no de cartas de extorsión, pero comprobar las armas de las que dispone la banda es bien distinto. No hay registros de sus compras de armas en el mercado negro, por lo que sólo cabe creer en su palabra. Algo a todas luces suicida. Más bien parece que los asesinos buscan tiempo hasta que su franquicia Batasuna, o como quiera que sea el nombre con el que se registren ante el Ministerio de Interior, antes de las elecciones de mayo, intente de nuevo asaltar las instituciones. El único comunicado aceptable que los españoles esperan de ETA es el anuncio de los terroristas de que abandonan las armas y asumen sus responsabilidades ante la Justicia y la sociedad. Todo lo demás es, para ellos, ganar tiempo que, antes o después, acabará de forma abrupta, la cual, cuando a ellos les vuelva a interesar, como en ocasiones anteriores, con un asesinato o una bomba.

La Razón - Opinión

ETA: menos del mínimo

La banda terrorista sigue exigiendo un precio político por un impreciso cese de la violencia

Menos de lo pedido por Batasuna y muchísimo menos de lo esperado por la mayoría de los ciudadanos. El comunicado de ETA se aproxima más a lo de siempre, cese condicionado a una negociación política, que a lo que (con buena voluntad) podría deducirse de algunos pronunciamientos de dirigentes como Otegi. Contra lo que este había insinuado y la izquierda abertzale pedido, el alto el fuego no es incondicional y el comunicado no incluye indicios que permitan suponer que lo consideran un paso hacia el abandono definitivo de las armas.

Todo lo contrario: son los terroristas los que se consideran acreedores y exigen que se les conceda aquello por lo que han matado; mientras ello no suceda, ETA "no cejará en su esfuerzo y lucha por impulsar y llevar a término el proceso democrático hasta alcanzar una verdadera situación democrática". Lo que llaman proceso democrático consiste en un cambio del marco político para que se admitan sus principales reivindicaciones: autodeterminación y Navarra. El comunicado queda, por tanto, por debajo de lo que el consenso entre los partidos democráticos consideraba el mínimo para tomarlo en serio como aval para la vuelta a la legalidad de Batasuna.


Esto sitúa la pelota en el campo de la izquierda abertzale. Si opta por cerrar los ojos e interpretar el comunicado como prueba de su capacidad para convencer a ETA y de su apuesta por la política, alejaría la retirada definitiva y, con ello, su propia salida; alternativamente, ganaría credibilidad si, como el PNV, renunciara públicamente a participar en una negociación tutelada por ETA y admitiera que no sería democrático que la mayoría tuviera que asumir el programa de la minoría para que ETA no volviera a matar.

Ese sería el mínimo exigible. Por razones de principio, pero también prácticas: a estas alturas, una negociación como la pretendida por ETA es imposible. Ningún Gobierno se arriesgaría a iniciar ese camino tras la experiencia acumulada, una de cuyas conclusiones es que resulta más fácil que ETA desaparezca por decisión propia que como resultado de una negociación. La banda se disolverá cuando sus jefes lleguen a la conclusión de que les conviene más que seguir; y nadie está mejor situado para convencerles de ello que Batasuna.

La sentencia del Tribunal de Estrasburgo parte de la consideración de Batasuna como "instrumento de la estrategia terrorista". Eso no significa que todos sus miembros lo sean a la vez de ETA, pero sí que ha sido la actuación de ese partido lo que ha permitido a la banda dar un sentido político al terrorismo. De ahí que para recobrar la legalidad Batasuna esté obligada no solo a condenar eventuales atentados futuros sino a renunciar a cooperar en los intentos de la jefatura etarra de rentabilizar sus asesinatos mediante la negociación.

Pero no sería realista ignorar que en Batasuna ha habido una evolución (motivada por su propio interés) que ha abierto una brecha en su relación con ETA. La banda ha tardado 10 meses en responder al primer emplazamiento en favor de una tregua creíble, lo que indica que seguramente ha habido un pulso interno sobre su alcance. Finalmente ha sido corto, pero sería absurdo lamentar que ETA se haya visto obligada a oficializar un alto el fuego. En 1996 hubo más de 1.000 actos de violencia callejera; en 2010 ha habido 74. La decadencia de ETA es demasiado visible y el principal objetivo debería ser evitar que vuelvan a encontrarle un sentido político a las bombas. La brecha abierta es el resultado de una política antiterrorista que pasa por la eficacia policial y la resistencia del Gobierno a ceder a los requerimientos para que rebajara su nivel de exigencia con vistas a la legalización. Hay motivos por tanto para felicitarse, y también para mantener esa política.


El País - Editorial

El precio de la nueva tregua-trampa ya lo estamos pagando

Aunque muchos quieran hacernos creer que lo único que queda por dilucidar es cuál será el precio político que estará dispuesto a pagar el PSOE, lo cierto es que ese precio ya lo estamos abonando con el desarme del Estado de derecho ante ETA.

Tal y como figuraba en el guión, la organización terrorista ETA acaba de anunciar su enésimo "alto el fuego". Esta tregua-trampa no es gratuita ni se debe a que los etarras se hayan convencido de una vez de que mediante el crimen no conseguirán sus objetivos. Es, como bien se ha encargado de recordar la propia ETA, una tregua condicionada desde el primer minuto a la negociación primero y a la consecución de su programa máximo después, una vez hayan puesto de rodillas al Gobierno español y, con él, a todo nuestro Estado de derecho.

No olvidemos que el pasado 7 de septiembre, la banda ya anunció su decisión de "no llevar a cabo acciones armadas ofensivas" en una declaración en la que aseguraba que, "si el Gobierno de España tiene voluntad", estaba dispuesta a acordar "los mínimos democráticos necesarios para emprender el proceso democrático". Lo cual, sin embargo, no le ha impedido seguir extorsionando a la sociedad vasca y continuar rearmándose desde entonces.

Las semejanzas con el anterior "alto el fuego", anunciado a bombo y platillo por la banda en marzo de 2006 con la indisimulada complacencia del Gobierno Zapatero, son demasiadas como para llevarse a engaño. La ETA no renuncia en momento alguno a ninguno de los puntos que constituyen su razón de ser. La banda sigue aspirando a la secesión del País Vasco del resto de España para después implantar una república popular de corte socialista no muy diferente a la cubana en la que su brazo político llevaría la voz cantante. Hasta ayer este objetivo lo perseguía mediante la lucha armada activa, principio que no ha abandonado en tanto que no entrega las armas para, en igualdad de condiciones, integrar su programa dentro del orden democrático.


La falsa tregua, por lo tanto, no es más que un reajuste táctico para negociar con el Gobierno desde una posición menos tirante de cara a la opinión pública. Influye también que la banda se encuentra debilitada y con los apoyos mermados. Es una constante histórica que siempre que la ETA se ha encontrado débil ha pedido cuartel a la misma democracia que combate con asesinatos, secuestros y extorsiones. Por de pronto, la ETA no ha cumplimentado ninguno de los puntos que caracterizarían un auténtico "alto el fuego". Para ser así, aparte de deponer incondicionalmente las armas, la banda debería renunciar por siempre a la violencia, asumir íntegro el coste penal que, entre sus filas, ésta ha ocasionado y solicitar formalmente perdón a las víctimas de su barbarie.

Si lo que la ETA nos ofrece es una segunda edición de la pantomima de 2006, ¿por qué se empeña en hacernos creer que es ahora el momento de acabar con el terrorismo y normalizar la situación en el País Vasco? Probablemente porque lo que la banda anunció ayer no sea más que un requisito ineludible para ajustar su calendario al del Gobierno. Porque, no nos engañemos, se ponga como se ponga el Gobierno es más que evidente que hay un proceso de negociación en marcha, o, para ser más exactos, el mismo proceso que dio comienzo en el año 2004 por empecinamiento personal de Zapatero y que se ha topado con algunos contratiempos imprevistos en el camino.

Aunque muchos quieran hacernos creer que lo único que queda por dilucidar en este "proceso" es cuál será el precio que el PSOE estará dispuesto a pagar para avanzar en las negociaciones, lo cierto es que el altísimo precio de esta pantomima ya lo venimos abonando en los últimos años con el progresivo desarme del Estado de derecho ante la banda terrorista. Ha sido continuo el empeño por parte del Gobierno de menospreciar a las víctimas y de legitimar a Batasuna separarándola a cualquier costa de ETA, como si fuesen algo distinto y no las dos formas que adopta la hidra etarra desde la Transición para complementar las tareas políticas con las "militares", para controlar la sociedad vasca desde las instituciones democráticas y, sobre todo, para proveerse de cuantiosos fondos económicos sin asumir riesgos. En esta patética obra de teatro que el Gobierno y la ETA están escenificando a dúo, todo parece estar calculado, hasta los privilegios de los que disfrutan los presos de la organización, que han crecido en los últimos meses al calor de la distensión entre ambas partes.

Como todo es mentira, no hay nada que verificar: ni en España ni en el extranjero. No deja de resultar curioso que la última verificación en la pasada tregua corrió a cargo del hoy vicepresidente Pérez Rubalcaba, con los resultados por todos conocidos. La banda volvió a las armas cuando creyó conveniente, dejando tras de sí un reguero de cadáveres que llega hasta el atentado en el que fue asesinado un gendarme en las cercanías de París el pasado mes de marzo.

Si las verificaciones nacionales son poco o nada de fiar, las internacionales podrían serlo aún menos. Lo único verificable son los hechos y aquí hay una completa ausencia de ellos, por cuanto ETA ni siquiera ha hablado de abandonar las armas. Además, ¿qué amigo de la banda verificaría la presunta buena voluntad etarra para continuar indefinidamente con el "alto el fuego"? ¿El asesor Brian Currin, que ya en agosto adelantaba que nos encontramos inmersos en un nuevo capítulo negociador? ¿Tal vez Jimmy Carter, observador presuntamente imparcial que está a partir un piñón con regímenes como el chavista? La treta de la verificación internacional es eso mismo, un camelo para buscar titulares y la legitimidad que, de principio a fin, le falta a la infame mesa de rendición que Zapatero auspicia de nuevo bajo su entera responsabilidad.


Libertad Digital - Editorial

ETA se repite

La banda lanza un nuevo señuelo en su intento de dividir a los demócratas y escribir su propio final, pero su oferta resulta inaceptable. No es la hora de la paz, sino de la justicia.

LA reacción política, prácticamente unánime, contra el comunicado que ayer publicó ETA debería ser suficiente para zanjar cualquier hipótesis sobre esta nueva parodia de tregua que ofrecen los verdugos a sus víctimas. Para entender lo que ETA pretende con este enésimo alto el fuego que proclama hay que refrescar lo que la banda ha dicho de sus treguas. En una entrevista al diario «Gara» en mayo de 2003, los terroristas afirmaban que «la tregua es un recurso político y militar que ETA podrá activar como elemento impulsor de un proceso». En febrero de 2006, dos meses antes de que anunciara la tregua que negoció con el Gobierno de Rodríguez Zapatero, ETA valoró positivamente el alto fuego limitado a Cataluña porque tenía como objetivo «agudizar la crisis estructural que vive el Estado español». ETA lanza ahora un nuevo señuelo para intentar dividir a los demócratas y lograr escribir su propio final a su voluntad. Por esto mismo, la oferta de negociación que proponen los terroristas es inaceptable, y el presidente del Gobierno debe rechazarla con la máxima sencillez y claridad.

Además, ETA no parece creer siquiera lo que ha escrito: su comunicado es parco, sin la clásica argumentación sectaria que caracterizaba a la banda, quizá por falta de convicción o simple maquillaje para colar a la izquierda abertzale en las elecciones forales y municipales vascas del próximo mayo, y, sobre todo, resulta repetitivo en los mismos tópicos de siempre. El problema es que desde 2005 a 2007 esos tópicos sentaron al Gobierno de España en una negociación indigna que nunca más debe repetirse. ETA ofrece un trueque de paz por política, pero a sus miembros les ha llegado la hora no de la paz, sino de la justicia. Insisten los terroristas en plantear la territorialidad, es decir, la inclusión de Navarra en el guión de las negociaciones. La autodeterminación es el precio por no matar más, eso sí, siempre que la consulta a los vascos se haga en condiciones negociadas por los terroristas con el Estado, lo que quiere decir que serán ellos quienes decidan quiénes votan y qué se vota.

Solo hay una novedad, risible en boca de ETA, que es la verificación internacional de su tregua. Ni siquiera se compromete a ella y solo dice que el alto el fuego «puede ser verificado». Bastaría recordar, para no atender este gesto falsario, cómo el IRA burló cuanto quiso a la comisión internacional que debía controlar sus arsenales. No y tantas veces no como sean precisas es lo que debe oír ETA del Gobierno a su nuevo engaño. ETA no tiene derecho a decidir cómo termina su historia. Son la justicia, las víctimas y la dignidad nacional lo único que cuenta frente a los terroristas.


ABC - Opinión