martes, 8 de febrero de 2011

ETA. Batasuna y su "París bien vale una misa". Por Guillermo Dupuy

El particular "París bien vale una misa" de Batasuna es perfectamente comprensible si tenemos en cuenta que, desde hace mucho tiempo, la principal fuente de financiación de ETA es la que le ha procurado la subvención pública.

Vaya por delante que, por lo que sabemos de los estatutos del "nuevo" partido con el que el irredento brazo político de ETA pretende permanecer en las instituciones, en ellos no se condena el terrorismo. Al limitarse a un "rechazo" genérico a la violencia, "incluyendo la de ETA", lo que se hace es equiparar el legítimo uso de la violencia por parte de un Estado de Derecho con la que practica una organización criminal, frente a la que se quiere simular autonomía. Téngase en cuenta, además, que estas afirmaciones de los batasunos en modo alguno suponen una colisión con lo manifestado por la propia banda terrorista en su comunicado de tregua que, al igual que en las anteriores, permanece fiel a aquella máxima casi fundacional de ETA que en su V asamblea dictaminaba que "cada tiempo exige unas formas organizativas y de lucha específicas".

Con todo es innegable el deseo de los batasunos por burlar la Ley de Partidos –eso sí, con las mínimas renuncias y abdicaciones posibles a sus "principios" y a su razón de ser–, tal y como con éxito han logrado hacer hasta ahora. El mismo cambio de siglas es una muestra de esas "fórmulas" con la que la dirección de ETA ha sido condescendiente con tal de no perder esa portavocía política y subvención pública para la que fue creada Herri Batasuna. El vocero de la banda, Arnaldo Otegi, explicaba muy bien en un libro entrevista Mañana, Euskal Herria, publicado en 2005, por qué, a pesar de las ilegalizaciones sucesivas (EH, ASB, Aukera Guztiak, EHAK, ANV...) los proetarras han ido ensayando diversas fórmulas para, pese a todo, estar presente en las elecciones: "Porque nosotros no vamos a regalar nuestra base electoral a nadie. Nos ha costado mucho esfuerzo construir esa base popular. En segundo lugar, para demostrarle al enemigo lo inútil de su estrategia. Y eso ha quedado demostrado".


Más recientemente, en su última entrevista a Gara, Otegi dejaba aun más en evidencia que no se trata de una conversión sincera, sino meramente táctica y subordinada a los objetivos por los que ETA siempre ha declarado treguas o pegado tiros en la nuca: "El precio de aceptar las condiciones de la Ley de Partidos es insignificante si lo comparamos con el precio que pagaría nuestro pueblo si no estamos en las mejores condiciones para avanzar en el proceso de liberación nacional. Y en segundo lugar, hay un único precio que no pagaríamos jamás: renunciar a la lucha por conquistar una Euskal Herria independiente y socialista".

La brillante conjunción que hace este canalla de pragmatismo, por una parte, y de fidelidad a los "principios" últimos, por otra, no es nueva. Y ciertamente su particular "París bien vale una misa" es perfectamente comprensible si tenemos en cuenta que, desde hace mucho tiempo, la principal fuente de financiación de la organización terrorista es la que le ha procurado el Estado español.

Digo, además, que esta flexibilidad de los terroristas y de sus voceros para burlar los imperativos legales no es nueva, sino que es el resultado de un debate interno que se ha producido en ETA cada vez que se ha planteado la conveniencia de llevar a cabo una tregua, ya fuese para hacer "avanzar" el Estatuto de Guernika, para "pulsar" mediante conversaciones la firmeza del Gobierno de turno, para llevar a cabo tareas de rearme y reorganización interna, para favorecer electoralmente a Herri Batasuna o, más recientemente, para verificar que los separatistas cumplían con lo pactado en Estella o que Zapatero cumplía con los compromisos adquiridos en una prenegociada tregua.

Como también señalaba otro histórico batasuno, Tasio Erkicia, "nadie ni nada nos debe alejar de nuestros objetivos, pero la habilidad para superar las trampas que nos impone el sistema es parte de nuestra estrategia política. La firmeza y la inteligencia son parte substanciales de un proceso de cambio y transformación social y política".


Libertad Digital - Opinión

Sería un disparate inscribir sin más a la nueva Batasuna. Por Antonio Casado

Batasuna fue puesta fuera de la ley en una operación de Estado iniciada en el año 2002 (Ley de Partidos Políticos) con directa implicación de sus tres poderes. El Ejecutivo se lo propuso al Legislativo. El Parlamento legisló para evitar la participación política de organizaciones vinculadas al terrorismo. Y el Poder Judicial aplicó la ley. En estos momentos, Batasuna es una organización ilegal, según sentencia del Tribunal Supremo ratificada por el Tribunal Constitucional y el Tribunal de Estrasburgo. Por lo que los miembros de dicha organización hacen y no por lo que piensan.

¿Toda esa arquitectura jurídica y política debe ser desmontada de un día para otro porque de un día para otro los dirigentes de Batasuna retocan sus estatutos hasta hacerlos encajar en la letra de la Ley de Partidos Políticos?
«Así no se despacha una vieja complicidad de cuarenta años con una banda terrorista cuyo rastro de sangre sigue fresco en el dolor de miles de familias y en la memoria de todos los españoles.»
No, rotundamente, no. No sin un tiempo de prueba. Al menos mientras ETA siga existiendo en su delirante pretensión de tutelar el futuro del País Vasco. Hechos son amores y, por ahora, como dice Rubalcaba, “la credibilidad de Batasuna está bajo mínimos”. Rufi Echevarría e Iñigo Iruin, dirigentes de la Batasuna proscrita por el Estado de Derecho, ofrecen palabras, dichos, anuncios, intenciones, promesas, hilvanados en su novedoso rechazo a la violencia. Esperan que sea suficiente hacer expresa renuncia al terrorismo, como resorte político, para merecer la inscripción en el Registro del Ministerio del Interior.

Así no se despacha una vieja complicidad de cuarenta años con una banda terrorista cuyo rastro de sangre sigue fresco en el dolor de miles de familias y en la memoria de todos los españoles. Sería un disparate que el Ministerio tramitase sin más la inscripción, sólo porque el ideario y los estatutos del partido presentado ayer en Bilbao se ajustan formalmente, a la letra de la Ley de los Partidos Políticos (ver artículo 9).

Sería como encargarle el mayor edificio de la ciudad a un arquitecto con el título recién estrenado. Como devolverle el carnet de conducir a un alcohólico porque supera las pruebas técnicas en un pasajero estado de sobriedad. Como fiarse de un maltratador por un minuto de arrepentimiento tras veinte años de reincidencias. O como permitir decir misa a un desconocido sólo porque lleva puesta una sotana, que es lo que le ha ocurrido al Ejército colombiano con el falso cura de Yopal.

En consecuencia, al Gobierno no le queda otra que atenerse a las generales de la ley. Es decir, recibir la solicitud de inscripción en el Ministerio del Interior y ponerla en manos de la Fiscalía para que la impugne en incidente de ejecución de sentencia (sentencia de ilegalización aplicable a Batasuna y a quienes traten de sucederla). Que la última palabra la tenga el Tribunal Supremo. También en el caso de la izquierda abertzale el propósito de la enmienda tiene que ser general y verificable. Pero la verificación no le corresponde a Zapatero, ni a Rubalcaba, ni al lehendakari López, ni a Urkullu, ni a Rajoy, sino a los tribunales, en tanto ETA siga viva y Batasuna siga siendo una organización ilegal.


El Confidencial - Opinión

ETA. La nueva vieja capucha. Por Cristina Losada

Sólo han manifestado la intención de oponerse a la violencia de ETA "si la hubiera", un condicional que sirve, a la vez, de subterfugio y de recordatorio. Es la sombra de la amenaza: puede haber violencia si no nos dejan acudir a los comicios.

Quién diría que Batasuna es ilegal. Dos individuos vinculados a dicha organización y, por lo tanto, a ETA presentan un nuevo partido y suscitan enorme expectación en la prensa y en la política. Equivale ese revuelo a una suerte de re-legalización anticipada y, desde luego, brinda al entorno y al núcleo de la banda criminal el foco de atención que ambos necesitan. Todavía se ignoran la letra de los estatutos y el nombre de esa criatura frankensteiniana, forjada en laboratorios tan poco de fiar como sus padrinos, sean los que peroran a cara descubierta, sean los que hablan tras ridículas capuchas. Pero el vacío informativo no ha impedido que los partidos y el Gobierno se explayaran con cautela, con rechazo o con buenísimos deseos. Cuando bastaba una flecha que señalara el itinerario de la ley y la justicia, y apuntara a la experiencia.

Quién lo diría, pues las intervenciones de los voceros batasunos aparecen en ciertos papeles con las campanillas que se reservan para los grandes discursos. Los que llevan años descubriendo inverosímiles indicios de ruptura entre la ETA y la ETA, creen estar ahora, por fin, más cerca que nunca de ese imposible. Sin embargo, hasta las palabras, elegidas como han sido para la ocasión, marchan firmes en dirección contraria. Aunque Marcelino Iglesias se empeñara en permutar los términos, no hay condena a la banda terrorista en los propósitos que declaran los marchantes del nuevo embozo. Sólo han manifestado la intención de oponerse a la violencia de ETA "si la hubiera", un condicional que sirve, a la vez, de subterfugio y de recordatorio. Es la sombra de la amenaza: puede haber violencia si no nos dejan acudir a los comicios.

De haber querido abandonar su condición de cómplices de una banda terrorista, los Rufi y compañía no se hubieran limitado a rechazar una eventual violencia futura. Condenarían la historia de terror de ETA, ésa que, por desgracia, ya está escrita, y ofrecerían su colaboración a la policía y la justicia para acabar con ella. Es así cómo se rompe con una organización terrorista. No hay otra vía. Pero el Gobierno ha decidido premiarles con afectuosas palmaditas por haber mejorado su comportamiento. Los pupilos revoltosos van por buen camino. Por el camino de colarse con otro cambio de capucha.


Libertad Digital - Opinión

La nueva fase del cambalache infame. Por Hermann Tertsch

Bienvenidos todos a la nueva fase del plan de Zapatero para llevar a los terroristas al redil de la izquierda.

¡Ya está aquí, queridos amigos! Ya tenemos la nueva marca de ETA para las elecciones municipales. Fresquita y jurídicamente pulida. El nuevo partido político de los «nuevos abertzales», listo para inscribirse, legalizarse y estar en mayo en las instituciones. Y para cobrar del erario público. Lo presentaron ayer en Bilbao Rufino Echevarría, uno de los duros legendarios de la rama política de ETA e Iñigo Iruin, el principal abogado de los asesinos desde hace décadas. No han creído necesario recurrir a alguien algo menos comprometido con ETA. Parecen no albergar dudas de la buena voluntad que encontrarán en las autoridades. Parece que no se equivocan. Desde luego en el Gobierno, a tenor de la recepción de este acto. Nadie pide prudencia. Nadie sugiere que la conversión y las palabras podrían no ser del todo sinceras y deberse a la necesidad de la organización de presentarse a las elecciones. Nadie habla de una recomendable cuarentena que nos demostrara la sinceridad de sus intenciones. Al contrario. No pueden disimular su entusiasmo los medios afines al Gobierno por esta nueva izquierda abertzale, como la llaman. «Un paso de gigante», dice un distinguido vocero de Zapatero. Por fin han cruzado el Rubicón, dicen otros. Los medios del gobierno parecen tener tanta o más prisa que la propia Batasuna por conseguir esa legalización. El secretario de organización del PSOE, Marcelino Iglesias, se ha entusiasmado tanto que nos ha mentido para hacérnoslo todo más apetecible. «Han condenado a ETA» ha dicho. Tranquilo Marcelino. No es cierto. No. Han dicho que condenarán toda la violencia, ya saben, «venga de donde venga», incluida la de ETA. Pero da igual, es lo que quieren entender. Rubalcaba aun disimulará un poco, se supone, pidiendo alguna cosilla más.

Pero denlo por hecho. ¿Es suficiente? Todo indica que para el Gobierno va a ser que sí. Y éste ya se encargará de que las togas se manchen en el camino, como dijo el Fiscal General del Estado hace cuatro años. ¿Se acuerdan? Entonces se llamaban ANV. Ahora ya es la «nueva Batasuna». ¿Y ETA? se preguntarán ustedes. «¿Se ha disuelto ETA?». En absoluto. ¿Ha entregado las armas ETA? Para nada. ¿No eran esas las condiciones innegociables para acometer cualquier legalización de Batasuna? Cierto, lo eran. Pero ya no. Ahora hay mucha prisa por convencernos de que la ETA buena ya no es ETA. Que la sentencia que decía que Batasuna es ETA ya no vale. Y que estamos en una nueva era en la que recordar a los asesinos y a las víctimas es de mal gusto. Que sería demasiado pedirles que se disculpen por sus miles de víctimas. Y que condenen los cincuenta años de atentados. ¿Para qué? Al fin y al cabo, sus chicos van saliendo por la puerta de atrás, sin que los españoles se irriten. Exigir esto sería un atentado contra la paz. Porque ahora habrá que zanjar cuentas con quienes se opongan a este nuevo plan de paz. El primer objetivo es Mayor Oreja. Lleva años diciendo que Zapatero nunca ha dejado de negociar con ETA. Y que Batasuna estaría en las elecciones. La realidad nunca le ha desmentido. Pero no será el único. Todos los que se opongan a este miserable cambalache serán de nuevo objeto de la ira difamadora. Seremos los que viven de ETA. Los enemigos de la paz. Abierta la veda de la infamia oficial, otra vez. Comienza la lluvia de insultos y mentiras contra quienes exigimos la derrota de ETA. Prepárense. Bienvenidos todos a la nueva fase del plan de Zapatero para llevar a los terroristas al redil de la izquierda.

ABC - Opinión

La izquierda sale del armario y se identifica con Batasuna. Por Federico Quevedo

En la encuesta online que publicaba ayer el diario Pravda, un 73% de los participantes se mostraba partidario de permitir que Batasuna concurra a las elecciones municipales de mayo de 2011, y tan solo un 24% se pronunciaba en sentido contrario. Ya sé que este tipo de sondeos tienen una credibilidad reducida porque su base sociológica es la que es, pero para el caso que me ocupa, sin embargo, tiene mucha relevancia.

Y es que probablemente el sondeo en sí haya llamado la atención de lectores identificados con posiciones de izquierda muy militantes que sirven de avanzadilla a un Gobierno que navega entre dos aguas: por un lado manifiesta una insincera dureza hacia el mundo abertzale considerando insuficientes sus movimientos, pero por otro parece no ver el momento de legalizar a ese mismo mundo y permitirle la concurrencia electoral para garantizarse así eso que muy eufemísticamente llaman el cese definitivo de la violencia. Solo hacía falta leer el diario Pravda este fin de semana, y comprobar el seguimiento que ayer mismo hacía en su página web de la presentación de la nueva alternativa electoral de los etarras, para darse cuenta de por dónde van los tiros, y perdón por la expresión pero viene muy al caso: ETA va a estar presente en las municipales de mayo, porque ese es el acuerdo al que ha llegado con el Gobierno para decretar su disolución definitiva.

Inexplicablemente, la izquierda está encantada. Entiendo que Rodríguez y Rubalcaba puedan pensar que un final de ETA antes de las elecciones generales junto a una incipiente recuperación económica que tuerza los malos datos que hasta ahora ofrecen las cifras del paro, puedan dar la vuelta a la tortilla electoral, pero de ahí a esta identificación casi obscena con los postulados de los proetarras, la verdad, me cuesta comprenderlo. Pero no hay más que acudir a las fuentes, a algunos artículos de opinión de los más acérrimos defensores de la presencia de Batasuna en las urnas, a sus declaraciones, para darse cuenta de que no es solo una razón de estrategia electoral, sino que hay un mar de fondo, una escandalosa identificación con algunos de los postulados de los etarras que tienen que ver con la fragmentación de España como nación.


Ahora, los más sectarios me dirán eso de que “ese es el discurso de Mayor Oreja”… Pues sí, y qué. A lo mejor es que Mayor Oreja tiene y tenía razón. Detrás de todo esto no solo hay un intento por lograr una aparente victoria con la que endulzar una campaña electoral marcada por la gravedad de la crisis económica. No, detrás de todo esto está también la convicción por parte de cierta izquierda de que solo a través de la radicalización y la fragmentación van a poder conseguir, de nuevo, que el PSOE siga en el poder.
«Detrás de todo esto está también la convicción por parte de cierta izquierda de que solo a través de la radicalización y la fragmentación van a poder conseguir, de nuevo, que el PSOE siga en el poder.»
Digo cierta izquierda porque dudo mucho que ese sea el sentir mayoritario al otro lado del arco parlamentario: no hemos acumulado tantos muertos, tantos caídos por la libertad y por la democracia, para que ahora uno de los que más víctimas han sumado las traicione en nombre de no se sabe muy bien qué justificación. Y a tenor de lo escuchado ayer en boca del tal Rufi Etxeberría y de la lectura de los nuevos estatutos de la nueva marca de ETA, aquí hay más de lo mismo, es decir, más engaño y más trampa para ver si caemos en ella. Por eso es doloroso escuchar las palabras de Marcelino Iglesias valorando positivamente que estos tíos condenen ahora la violencia…, futura. La pasada no. O sea que a todos los muertos, niños, madres, padres, hermanos y hermanas, civiles y militares, policías, guardias civiles, políticos de uno y otro lado, a todos ellos que les jodan. Los atentados que acabaron con sus vidas no son condenables para esta pandilla de hijos de la gran p… No, ahora condenamos los atentados que puedan venir en el futuro, porque sabemos que como el Gobierno ha pactado con ETA su presencia en las municipales a cambio del cese definitivo de la violencia, esa condena nos sale gratis… ¿Verdad, señor Rufi Etxeberría? Y pretenden que los demás, como idiotas, asintamos y nos demos por contentos…

No, hombre, no. Ya está bien de bromas. El Gobierno jugó demasiado con nosotros en la pasada legislatura durante un ‘proceso de paz’ del que parece que nunca conoceremos el verdadero alcance de las cesiones a las que llegó Rodríguez con ETA, pero que podemos sospechar solo por los movimientos que en aquel momento se hicieron. ¿Y ahora quieren que traguemos otra vez con ruedas de molino? Pues ni hablar. ETA no puede salirse con la suya, ni este Gobierno ni ningún otro puede permitírselo. Lo de ayer fue una indecencia, y ni siquiera debería de habérseles permitido el acto de presentación de la nueva marca etarra. No puede ser que las víctimas sufran esta humillación, que sus muertos hayan caído gratis bajo las balas de estos desalmados canallas, para que ahora se rían de nosotros ajustándose a la letra de la ley y condenando sólo la violencia futura. El Gobierno puede tener ahora la tentación de dejar esto en manos de los Tribunales para que sean los jueces los que decidan ajustándose, también ellos, a la letra de la ley. Pero aquí no hay más letra que la decidida acción del Gobierno contra la torticera intención de la banda etarra. O eso, o arriesgarse a ser acusado de complicidad con la armada abertzale.


El Confidencial - Opinión

ETA. La tapadera. Por José García Domínguez

Como si las organizaciones nazis morasen fuera de la ley en todo el mundo por los asesinatos presuntos que cometería un hipotético cuarto Reich, no por los reales y concretos que en su día llevó a cabo el tercero.

Después de tanto alarde vano de laicismo, resulta que nuestra socialdemocracia doméstica compartía con Roma la premisa mayor, a saber, que la fe encarna la primera de las virtudes teologales. Al respecto, si fe es creer con rendida devoción en lo nunca visto, ¿acaso cabe superior testimonio de piedad que festejar unos estatutos, los de la enésima reencarnación de Batasuna, por nadie conocidos aún? Pues eso que el Iglesias del PSOE ya ha dado en proclamar "mejora notable", de momento, yace escrito en tinta invisible. E igual cabe certificar de la prensa gubernativa, tan comecuras ella, repentina presa ahora de la fe del carbonero. Y es que, a fin de cuentas, todo lo que hay en ese asunto es el verbo tosco de cierto Rufino, un montaraz franco de servicio mientras dure el asueto táctico de su partida.

Así, el tal Rufino se dice presto a repudiar ahora mismo los crímenes que no han sucedido. Pero solo ésos. Otros venden parcelas de la Luna, Rufino, más audaz, reparte certificados de buena conducta prendido a la máquina del tiempo. Como si las organizaciones nazis morasen fuera de la ley en todo el mundo por los asesinatos presuntos que cometería un hipotético cuarto Reich, no por los reales y concretos que en su día llevó a cabo el tercero. Ya en otro orden de perplejidades, los creyentes, víctimas de una muy oportuna amnesia, pretenden desconocer letra y música de la Ley de Partidos.

Olvido, el suyo, que exoneraría a Rufino de tener que expulsarse fulminantemente a sí mismo de la nueva tapadera. Sépase que celebrar a terroristas, único empleo conocido del interfecto, supone factor expreso de prohibición. Tampoco, en fin, las sentencias todas de los tribunales –las del Supremo, las del Constitucional, la definitiva de Estrasburgo– dejan demasiadas rendijas a la infamia. Recuérdese la meridiana claridad de ésa última, cuando resuelve que la ilegalización no se fundamentó exclusivamente en la pertinaz renuencia de los rufinos de turno a condenar las carnicerías de sus pares. "El comportamiento de los políticos", prescribe tajante, "engloba de ordinario no solo sus acciones o discursos, sino igualmente, en ciertas circunstancias, sus omisiones o silencios, que pueden equivaler a tomas de posición y hablar más incluso que toda acción de apoyo expreso". Tan abyectos, Rufino, los silencios.


Libertad Digital - Opinión

Que no. Por Ignacio Camacho

Demasiada prisa y poco arrepentimiento. No pueden volver sin pedir perdón como si no hubiese pasado nada.

QUE no, que no cuela la pantomima. Que estos etarras sin capucha no engañan más que a quien esté dispuesto —¿queda alguien aún?— a dejarse engañar. Que tienen demasiada prisa para tan poco arrepentimiento. Que hace falta mucho tiempo para cauterizar las heridas de tantos años de plomo. Que no pueden volver disfrazados de hijos pródigos y sin pedir perdón como si aquí no hubiese pasado nada.

Porque han pasado muchas cosas, y porque aún tienen que pasar muchas más. Tienen que pasar años de sedimento del dolor, que no de olvido. Tienen que transcurrir muchas lunas sin violencia, sin intimidación, sin terror, sin coacción y sin muerte. Tiene que cumplirse la justicia sin la que no hay reconciliación posible. Tiene que disiparse de manera categórica todo atisbo de dependencia y de continuismo respecto al delirio autoritario de dominación armada. Tiene que quedar demostrada de forma fehaciente la voluntad de reinserción en el sistema que tan cruelmente han combatido sin compasión ni piedad. Tiene que ser patente la contrición y explícita la autocrítica. Tiene que mediar una petición expresa y convincente de perdón a las víctimas. Tienen que existir pruebas claras de un desistimiento convencido que vaya más allá del tacticismo pragmático y del ventajista principio de la oportunidad. Y, sobre todo, y previamente, tiene que desaparecer por completo la amenaza sobre la que desde hace años respaldan su chantaje político. Tiene que rendirse ETA y hacerlo sin condiciones expresas ni sobrentendidas. Tiene que reconocer su fracaso y disolverse a cambio de nada.


A cambio de nada es a cambio de nada. Ni impunidad penal ni indulgencia moral ni tolerancia social ni contrapartida política. Nada. Primero nada, después nada y luego ya veremos. Pero luego es mucho más tarde, cuando la sociedad agredida pueda asimilar con dignidad y honor el final del sufrimiento y acaso sentirse en condiciones de ser lo generosa o lo compasiva que no han sabido ser sus enemigos. Antes, nada. Nada de agradecimientos, nada de amnesia, nada de subterfugios. Sólo silencio. Y firmeza. Y ley.

Después de 870 asesinatos no pueden venir con urgencias, recién maquillados para la ocasión y sin arrepentirse. El dilema no consiste en creerles o no creerles, sino ceder o no ceder. Si de veras quieren romper con el terrorismo es menester darles tiempo para mostrar la autenticidad de su abandono. Mayo no es mañana: es casi ayer a efectos de esta difícil recomposición moral que ha de presidir la normalización política. No al revés. Después de mayo tendrán un año hasta las generales y cuatro hasta las nuevas locales y forales que tanto les interesan; un plazo suficiente para asentar su recién adquirida vocación de retorno a la civilidad democrática. Antes no puede ser, salvo que además de inventar la democracia bonita queramos patentar la democracia tonta.


ABC - Opinión

Otra farsa de ETA

Ninguna sorpresa: los secuaces de ETA escenificaron ayer su enésima pantomima al Estado de Derecho al presentar una nueva franquicia de Batasuna con el objetivo de presentarse a las próximas elecciones municipales. Prueba de ello es que las voces y los rostros de la nueva marca –Rufi Etxeberria, Joseba Permach, Jon Petrikorena y Tasio Erquicia– presentan las credenciales de pleitesía a los etarras, además de participar activamente en generar recursos para sus extorsiones y asesinatos a través de su presencia en las instituciones, algo que se logró erradicar con la Ley de Partidos y con las distintas sentencias del Supremo que fueron ilegalizando a la propia Batasuna y después a sus «herederas» Acción Nacionalista Vasca, Partido Comunista de las Tierras Vascas e Iniciativa Internacionalista.

El nuevo órdago al Gobierno, a la Justicia y a la sociedad española bebe de las fuentes de Batasuna aunque utilice, –e incluso manosee en función de su conveniencia– otras palabras. Algunos, entre ellos el PNV, están tentados de creerse esta farsa ante la «novedad» de que incluya en sus estatutos un «rechazo a la violencia, incluyendo la de ETA si la hubiera», como si ésta no existiese en la actualidad. Es obvio que los etarras no van a actuar contra la línea de flotación de su nuevo proyecto político con un atentado en los próximos meses, tan obvio como que el entorno etarra vuelve a la escaramuza dialéctica para decir a la sociedad que «rechaza» la violencia, pero no la «condena», como sería deseable y pertinente. Tampoco han pedido a ETA lo que solicitan todos los demócratas: su disolución sin ninguna contrapartida, incluso ayer hablaron de un proceso de diálogo y negociación, asumiendo así que la desaparición de la banda debe ir acompañada de algún gesto de magnanimidad. No condenaron los atentados de los etarras de las últimas décadas, como si interpretaran que hay que hacer tabla rasa, lo que sería un insulto inaceptable para las víctimas, y se ampararon en los principios del senador Mitchell, que contempla un escenario con dos partes en conflicto, una vieja aspiración de ETA, que siempre ha querido que sus crímenes sean considerados como parte de un enfrentamiento político entre España y el País Vasco que no es tal.

Es de esperar que este nuevo partido no encuentre ningún resquicio legal para estar presente en las urnas la próxima primavera. Porque no hay lugar para el engaño: ETA sigue viva y Batasuna continúa siendo su ramificación política que busca desesperadamente un hueco en la escena política vasca. Ante esta nueva treta, el Gobierno tiene que responder con contundencia buscando pruebas con las que se las pueda llevar ante los tribunales, como anunció ayer Pérez Rubalcaba, que remitirá a la Fiscalía y a la Abogacía del Estado los estatutos junto a los informes de la Policía. Este escenario no debería erosionar la firmeza con la que el PSOE y el PP han amparado las condiciones de la Ley de Partidos que tan buenos frutos ha dado en el pasado, al desactivar políticamente cualquier iniciativa del entorno etarra. Sabemos cuál es el camino para derrotar a los asesinos. Cualquier desvío al albur de esta nueva estratagema de los esbirros etarras supondría cometer un error que los demócratas no nos podemos permitir.


La Razón - Editorial

¿Seguirá el Estado siendo el "tonto útil" de los proetarras?

Tras décadas de tolerada representación y subvención pública de los proetarras, ya no hay trampas en las que la estupidez de nuestras élites pueda ampararse sin despertar sospechas de complicidad.

No deja de ser tristemente elocuente el hecho de que los mismos partidos y medios de comunicación que han silenciado la protesta de Voces contra el Terrorismo del pasado sábado hayan puesto ahora el altavoz al más reciente intento de los proetarras de volver a burlar la Ley de Partidos con la fundación de una "nueva" formación que asegura "rechazar" la violencia, "incluyendo la de ETA si la hubiera en cualquiera de sus manifestaciones".

Además de que el más elemental sentido de la responsabilidad y de la decencia exigiría poner en cuarentena cualquier declaración procedente del entorno etarra, cabe señalar que lo que han declarado históricos de Batasuna, como Echevarria o Iruin, respecto a los estatutos de esta última tapadera política de ETA, en modo alguno constituye ni una petición de perdón a las víctimas del terrorismo, ni una condena a ETA, ni menos aun una renuncia a los delirantes y totalitarios objetivos por los que los etarras han declarado numerosa treguas a lo largo de su criminal historial de "lucha armada". Lo único que suponen estas declaraciones, en plena tregua de los pistoleros, es un no menos estratégico y utilitario rechazo genérico a la violencia, con el que en realidad se está equiparando la violencia de los terroristas con la violencia legitima de un Estado de Derecho que, como tal, no debería admitir intermitencias en su lucha por preservar la ley y la libertad de los ciudadanos.


"Incluyendo la violencia de ETA, si la hubiera", dicen estas apenas disimuladas correas de transmisión de la banda terrorista. Vamos, como si la tregua de la banda no fuera eso, un mero cese temporal y condicionado de una violencia que, por esos mismos motivos, permanece amenazante, implícita y latente mientras los terroristas y sus voceros no asuman su derrota y declaren su irreversible disolución.

ETA ya ha demostrado hasta la náusea para qué ha declarado sus treguas y para qué ha permitido que su brazo político cambie de siglas en numerosas ocasiones a lo largo del tiempo. Aquí quien tiene que demostrar que no va a ejercer de "tonto útil" de los terroristas, por primera vez y desde la creación por parte de ETA de Herri Batasuna, es el Gobierno y su dependiente Fiscalía, la única, desgraciadamente, que puede instar los procesos de ilegalización.

Sencillamente, tras décadas de tolerada representación y subvención pública de los proetarras, ya no hay trampas en las que la estupidez de nuestras élites pueda ampararse sin despertar sospechas de complicidad.


MEDIO - Opinión

Batasuna y su caballo de Troya

Lo realmente decisivo es la realidad de esta formación. En concreto, si su creación responde o no a la estrategia institucional de ETA.

LA izquierda proetarra presentó ayer los estatutos de una nueva formación política, con la que pretende recuperar espacio político y presentarse a las elecciones municipales y forales del próximo mes de mayo. La supuesta novedad es que, según los portavoces que explicaron las bases del proyecto, los estatutos rechazan el uso de la violencia, incluida la de ETA. Claro que si esos portavoces son Rufino Exteberría e Íñigo Iruin, la novedad suena a trampa, al enésimo disfraz con el que ETA quiere volver a colarse en las instituciones con un «caballo de Troya». También los estatutos de Acción Nacionalista Vasca rechazaban la violencia y acabó ilegalizada y disuelta por el Tribunal Supremo. La nueva máscara de Batasuna rechaza la violencia en medio de una tregua de ETA, pero bastará que ETA reanude sus actos terroristas con la excusa de que el Gobierno no ha aprovechado la oportunidad de la tregua para que el nuevo partido justifique en el «conflicto político» su negativa a condenar el terrorismo. La cuestión esencial no es la condena a ETA. Ni Batasuna fue ilegalizada por no condenar el terrorismo ni el nuevo partido pasará los filtros legales solo por rechazar —que no condenar— la violencia venga de donde venga. Lo realmente decisivo no es lo que digan los estatutos, sino los hechos y la realidad de esta formación. En concreto, si su creación responde o no a la estrategia institucional de ETA. Y mientras entre sus fundadores estén personas judicialmente vinculadas con los terroristas y no haya una clara segregación de este partido respecto de los fines de ETA, la obligación del Gobierno es actuar legalmente contra él.

Tal actuación debe empezar inmediatamente, suspendiendo la inscripción del partido político, bien porque lo considere una asociación ilícita, en cuyo caso deberá comunicarlo al fiscal para que presente la querella correspondiente; bien porque lo considere sucesor de un partido ya ilegalizado. Y si finalmente este partido es inscrito, porque no hay posibilidad legal para impedirlo, la Abogacía del Estado y el Ministerio Fiscal son las únicas instituciones que pueden pedir al Tribunal Supremo su ilegalización. Cualquiera que sea la opción contra esta nueva Batasuna, es el Gobierno de Rodríguez Zapatero el único que puede promover, en plazo breve, los procesos legales para que los Tribunales impidan su constitución como partido legal o, en todo caso, su actuación como instrumento de ETA. No hay que engañarse. Tras esta iniciativa está ETA, como director de una orquesta terrorista en la que unos matan y otros se hacen pasar por políticos.

ABC - Editorial