domingo, 13 de febrero de 2011

Castores. Por Jon Juaristi

La nueva marca de Batasuna no es la heredera de ETA.Es la propia ETA resignada a un desarme táctico.

ERA creencia muy extendida en otro tiempo que los castores se emasculaban a dentellada limpia para escapar de los cazadores, a los que cedían graciosamente sus criadillas, órganos muy solicitados por la medicina tradicional. La actual operación de maquillaje de la antigua Batasuna recuerda este comportamiento instintivo que la fantasía popular atribuía a los pobres bichos.

La imaginación del vulgo quería que a los castores castrados les crecieran nuevos atributos, como colas a las lagartijas rabonas. No es probable que algo similar le vaya a ocurrir de inmediato a Sortu, la Batasuna maquillada, porque una organización terrorista como ETA no se monta con facilidad desde un partido legal (ETA nació, por si hiciera falta recordarlo, bajo una dictadura), y esto argumentan quienes dicen fiarse de la sinceridad de la izquierda abertzale. Pero la cuestión fundamental es otra. Aun estableciendo un límite entre política democrática y violencia política, la izquierda abertzale representa la continuidad del proyecto de ETA en la medida en que elude un proceso interno de depuración ideológica. Mientras persista en su condición de izquierda abertzale, Sortuno será otra cosa que el brazo político de ETA, obligado por las circunstancias a transigir con un desarme puramente táctico. El castor deprimido a la espera de un trasplante.


El problema está ahí, y no lo soluciona una ruptura formal con ETA ni un rechazo retórico de la violencia. ¿Era acaso posible un nazismo inofensivo? Cuando Hannah Arendt regresó a Alemania, concluida la Segunda Guerra Mundial, comprobó que muchos alemanes seguían pensando como nazis aun condenando los recientes crímenes de Hitler. Fue preciso un profundo proceso de desnazificación para que la sociedad alemana se reintegrara a la democracia. Antiguos nazis, fascistas y comunistas devinieron demócratas con más o menos convicción u oportunismo en muchos países europeos, cuyas actuales democracias se formaron tanto con ese material como con los antiguos resistentes. Podrá gustarnos o no, pero es lo que hay, con independencia de que nos caiga o no simpático el pasado del vecino. Ahora bien, una democracia se suicidaría concediendo estatuto de legalidad a partidos cuya ideología criminógena hubiera probado de sobra su potencial mortífero en el pasado más próximo. Tal es, precisamente, el caso de la izquierda abertzale, aunque muchos no quieran enterarse. Incluso la condena explícita a ETA resultaría un gesto hueco sin una renuncia no menos clara al nacionalismo totalitario.

Pero no le veo arreglo. Estoy seguro de que la nueva Batasuna será legalizada en plazo breve y de que relanzará la política frentista de Estella, a la que acabará cediendo, tarde o temprano, un PNV que preferirá siempre una coalición con la izquierda abertzale antes que con el PSE (del PP, ni hablemos). Imagino sin esfuerzo un futuro gobierno vasco homogéneamente nacionalista que utilizará a la ETA residual como moneda de cambio en la negociación de sus demandas soberanistas. El nacionalismo vasco de cualquier color se las ha ingeniado siempre para convertir sus derrotas en victorias, y con el actual gobierno lo tiene bastante fácil. No desaprovechará la ocasión.


ABC - Opinión

Zapatero. El presidente sigue de perfil. Por José T. Raga

¿Se ha enterado usted de que Moody’s advierte o amenaza con rebajar el rating de la deuda española si sigue usted con su beneplácito para el endeudamiento de las comunidades autónomas? Aunque no se lo diga el FMI, es conveniente que se entere.

Tras profundizar en el estudio del modo de ser de nuestro presidente, he llegado a una doble alternativa: o bien es un ser atemporal y aespacial, es decir, está fuera del tiempo y fuera del lugar –por eso dice esas cosas, que no pasan de ser una antigualla, y además las dice referidas a un país que nadie reconoce y que puede dudarse de que exista– o bien es un mago posicional que se coloca en la posición más conveniente, según los casos, para eludir cualquier responsabilidad y para exonerarse de dar cualquier explicación satisfactoria. Yo me inclino más por esta segunda alternativa que por la primera, lo cual no exime de que, en ocasiones, las haga compatibles.

Como en un vertiginoso salto atrás en el tiempo –es lo que él hace bien y que identifica como progresismo– se ha situado en los comienzos de 2006, ignorando los cinco años transcurridos desde entonces, para decir que lo que no previó el FMI respecto a la crisis financiera, no se le puede exigir que estuviera en sus previsiones. En efecto, esa exigencia ni siquiera estaría en la mente del mayor de los ingenuos optimistas.

El año 2006 estuvo todo él bombardeado por mensajes y advertencias sobre la burbuja inmobiliaria –seguramente no recuerda nada, porque también anda mal de memoria... cuando le interesa–, del seguro estallido de ésta y de las consecuencias que tal estallido produciría en el sistema financiero español; eso en un escenario de equilibrio presupuestario y no de un déficit excesivo como el actual, que absorbe todos los recursos crediticios y más, de los que dispone el país.


Pero cuando la crisis ya golpea con dureza a nuestro país –hablamos de finales de 2007 y principios de 2008– el señor presidente se pone de perfil para negar que la cosa le afectase a él y a la nación española, negando rotundamente una y mil veces la existencia de la crisis. Y pasó el 2008 y todo el 2009, negando una y otra vez la evidencia más palpable, cuando de momento, no estando en crisis, sin embargo, estábamos saliendo de la crisis. Todo un despropósito, pensarán ustedes, y no les falta razón, pero así es el señor Rodríguez Zapatero. Además tiene un buen acompañamiento de palmeros, que cantan y bailan al son que tocan, menospreciando y humillando su propia dignidad, único patrimonio que podrían haber defendido.

Ahora, arrinconado en un desastre financiero del que él es protagonista indubitado, con una economía real –la de la producción de bienes y servicios– paralizada por restricciones financieras derivadas del despilfarro del sector público, y preso de sus compromisos políticos para mantenerse en el poder, único objetivo de su presidencia, ha compuesto una nueva partitura que cantan, con ocasión y sin ella, él mismo, su Vicepresidenta Económica, y cualquier otro sainetista de la escena política, tratando de responsabilizar a Rodrigo Rato, en su época de director gerente del Fondo Monetario Internacional, cargo en el que estuvo hasta julio de 2006, de no haber previsto la crisis financiera que se avecinaba.

Cualquiera que le escuche, si es que alguien lo hace, pensará que estamos viviendo en noviembre de 2007 o, como máximo, en la Navidad de ese mismo año. Pero, señor presidente, aunque usted no prestara atención a las voces que en el país estaban ya hablando de los desequilibrios y de las consecuencias financieras de los mismos, han pasado ya tres años que usted ha perdido miserablemente, regando de dinero el mercado para ocultar la realidad en la que vivíamos, y endeudándose hasta más allá de lo tolerable en una actitud de total irresponsabilidad, aunque espero que con punibilidad histórica. Sí, espero que la historia le exija cuentas de su actitud falsaria, del engaño en que ha mantenido a la sociedad española y, si el país fuera más adelantado en la efectividad de los derechos individuales y colectivos, sería de esperar también la dación de cuentas en el presente y no solo en el devenir histórico.

Y, por cierto, puesto a distraer la atención de la noble concurrencia nacional, yéndose al Fondo Monetario Internacional como cinco años atrás, me pregunto: ¿cómo no se le ocurre pedir responsabilidades a alguien más cercano, el gobernador del Banco de España, que lo es desde julio de 2006, por no haberle advertido del problema que se vislumbraba y que se hizo realidad a finales de 2007? Por lo visto, nada le dijo y esto le hizo ser el único mandatario del mundo que vivió los años siguientes en la más absoluta inopia.

Por lo visto, lo que no le dijo el gobernador del Banco de España, también se lo ocultó el subgobernador, Sr. Viñals, pues usted siguió sin enterarse de nada, porque Don Rodrigo Rato no lo había previsto. Quizá es que usted no mira lo que ocurre en el país, y sólo está pendiente de lo que se contiene en los informes del Fondo Monetario Internacional, aunque tampoco de todos; por eso, ahora que está allí aquel señor Viñals que nada le dijo cuando estaba en el Banco de España, sí que se entera que Rato no hizo los deberes, porque se lo dice desde Washington. Y es que no hay nada como ser internacional para no enterarse de lo que no se quiere.

A quien estuvo en el Banco de España desde 2006, y desde abril de 2009 está en el FMI también le pasó inadvertido por lo visto, o al menos no levantó la voz, sobre la concentración de riesgos y la falsedad de balances de no pocas entidades financieras, esas mismas a las que ahora está presionando para que compren deuda pública del Estado español.

¿Se ha enterado usted de que Moody’s advierte o amenaza con rebajar el rating de la deuda española si sigue usted con su beneplácito para el endeudamiento de las comunidades autónomas? Aunque no se lo diga el FMI, es conveniente que se entere, aún siendo su objetivo seguir de perfil hasta mayo del año que viene –elecciones generales– fecha casual en la que usted promete que se iniciará la recuperación acelerada de la economía. De momento, lo único acelerado son los cinco millones de parados y el caos económico de unas pretendidas reformas que en nada quedan por el momento. El tiempo pasa, aunque para los de perfil lo hace, por lo visto, con mayor lentitud y menor memoria.


Libertad Digital - Opinión

El Ejército al poder. Por José María Carrascal

Algo ha empezado a moverse en el mundo árabe, un mundo que nos es mucho más ajeno de los que pensamos

SALE un militar y entra el Ejército. Es lo único que sabemos de Egipto. E incluso eso no lo sabemos del todo. ¿Cómo es posible que Mubarak anunciase una noche que se quedaba, y al día siguiente dimitiera? ¿Le obligaron los militares? ¿Hubo forcejeo? ¿O hubo pacto? Pues todo ha salido demasiado bien para no ser comedia que evitase el drama: Mubarak anuncia que no se va. Antes de que la desilusión cuaje en furia popular, el Ejército asume el poder y le envía lejos de la misma, reconociendo la «legitimidad del pueblo». Y éste estalla en júbilo. Pero fíjense en la diferencia: si Mubarak hubiese anunciado aquella noche su dimisión, hubiera sido el pueblo quien le echaba. De este modo, son los militares. Y en vez de revolución, tenemos orden.

¿Es esto lo que ha ocurrido en Egipto? Sinceramente, no lo sé y, menos, en qué devendrá. Como no lo sabe nadie. Todos esos titulares y análisis que pretenden saberlo reflejan más bien los deseos de sus autores que vaticinios firmes. Hay, sí, precedentes de cambios de dictaduras en democracias. Pero son tantos y tan distintos, según las circunstancias y los desenlaces, que más confunden que orientan. Lo único que sabemos es que algo ha empezado a moverse en el mundo árabe, un mundo que nos es mucho más ajeno de los que pensamos, pese a haber entre nosotros excelentes arabistas. Pero la inmensa mayoría de ellos, por no hablar ya de los enviados de prensa, toman contacto con sólo un fragmento selecto de aquella población, por lo que la idea que transmiten de ella es ínfima.


¿Y el resto, y los millones y millones de campesinos analfabetos, de gentes que viven con euro y medio al día, de los que tienen que emigrar a Europa para dedicarse a las labores que no quieren realizar los europeos, qué sabemos de lo que quieren, sienten y piensan? Seguro que buscan salir de la miseria, pero ¿tienen el mismo concepto de la democracia que nosotros? No lo sé, pero viendo a sus hijos y nietos mantener sus costumbres en los guetos de las ciudades europeas, lo dudo.

Lo único que me atrevo a afirmar es que en el mundo árabe sólo existen dos fuerzas organizadas y potentes: el islamismo y Ejército. El islamismo ha venido representando la tradición y la cohesión social. El Ejército, la modernidad y, curiosamente, la sociedad civil. Siempre, naturalmente, que no caiga en la corrupción y la satrapía, como ha ocurrido a Mubarak y a su familia, dueños de medio Egipto, que les ha llevado a su caída.

Para sucederle, el Ejército se ha adelantado a los islamistas y ocupado el poder. Pero que consigan mantenerse dependerá de que logre satisfacer las ansias de progreso, justicia y libertad de ese pueblo, por el orden que, no ustedes ni yo, sino él quiera.


ABC - Opinión

Ecoñogistas. Por Alfonso Ussía

A pesar de mi avanzada edad, se me antojan lejanísimos los tiempos en los que Madrid fue regida por alcaldes socialistas. Tierno era un verso libre y Barranco un verso malo. La contaminación subía y bajaba de acuerdo con la meteorología. Se lo recuerdo a los ecologistas «sandía». En aquellos años también había coches. Diez días sin llover, y Madrid, como ahora, se cubría por una boina de aire sucio. Llovía, y se solucionaba el problema. Los ecoñogistas –es decir, la unión de los ecologistas «sandía» y los ecologistas «coñazo»– no se manifestaban contra los alcaldes socialistas cuando no llovía, y menos aún les interponían una querella criminal, que es lo que han hecho ahora contra Ruiz-Gallardón y Ana Botella, a los que consideran enemigos de la pureza ambiental. Una chorrada más del ecoñogismo.

Lo que sí recuerdo, y bien, fue el silencio sepulcral y ovejuno de los ecoñogistas cuando se hizo añicos la central nuclear soviética de Chernobyl. No dijeron ni «mu», que es lenguaje de vacas. Cuando la ideología sobrevuela a la naturaleza, los ecoñogistas se ponen esparadrapos en la boca, y quedan muy monos, pero poco creíbles. Ahora están muy contentos con eso que llaman «energía limpia», cuando la menos contaminante y la más barata es la nuclear. La «energía limpia» ha destrozado los paisajes de España, pero al ecoñogista políticamente correcto y obediente tras la caída del Muro, la estética no le afecta. No hay altiplano, ni páramo, ni cuerda montañosa que no haya sido invadida por esos terribles molinos de viento. En una dehesa de Extremadura, se prohibió a su propietario acondicionar su caserío para vivir porque en su interior habían anidado tres parejas de mochuelos moteados. Vendió la dehesa, el caserío y ahí se quedaron los mochuelos moteados. Los ecoñogistas utilizan en invierno las delicias de la calefacción y en verano del aire acondicionado. La única finalidad de los ecoñogistas es dar la tabarra, una tabarra siempre sesgada hacia la cursilería naturalista carente de rigor científico. A un ganadero andaluz se le prohibió, años atrás, levantar una cerca para guardar su ganado. El argumento no fue otro que dicha cerca interrumpía el camino natural de una pareja de sapos parteros que pasaba por momentos de pasión fecunda. A nadie le gusta vivir bajo un chambergo de polución, pero en todas las grandes ciudades del mundo se da ese fenómeno negativo. Si los anticiclones permanecen, los ecoñogistas harían bien en querellarse contra los anticiclones. Y cuando llueve y el llamado «smog» desaparece, se quedan con un palmo de narices y sin saber qué hacer, porque no hacen nada. Para los ecoñogistas la caza es una actividad brutal, aun sabiendo que no hay caza si no existen los cazadores y los propietarios de los cotos que invierten centenares de millones de euros cada año para su preservación. En la Segunda República se prohibió la caza. Y las dehesas, sierras y campos de España se quedaron mudas y quietas. Todo desapareció. Ahora están con la querella contra el Alcalde de Madrid y la señora Botella. Se les considera culpables de que en Madrid circulen muchos coches. Prohíban la venta de coches. Prohíban la importación de crudo y propongan un plan para destruir las refinadoras. Todo blanco, todo hermoso, todo bello, los cisnes unánimes, los patitos en los lagos, los linces con sus horribles localizadores ahorcando sus cuellos, los amantes ecoñogistas besándose en la orilla de un río limpio, el sol en lo alto, los jabalíes por las calles, los conejos reclamando una ley de igualdad con las conejas, y todo el mundo feliz.

Majaderamente feliz, claro.


La Razón - Opinión

El método Rajoy. Por M. Martín Ferrand

Cuentan los cronistas de la época, Azorín con especial rotundidad, que Antonio Maura, que nunca perdió el acento mallorquín de su origen, basaba su eficacia oratoria en una inteligente modulación de sus silencios. Las pausas de su discurso, largas y bien dosificadas, le servían para subrayar las ideas que deseaba proyectar sobre su auditorio parlamentario. Más de un siglo después, el ahora líder de la derecha es, en lo que a las pausas respecta, la contrafigura de Maura. De vez en cuando interrumpe sus silencios, como para matizarlos, con algunas palabras que le sirven, mejor que como proyección de su pensamiento, como fe de vida. Tiende a ir detrás de los acontecimientos en lugar de anticiparse a ellos que es, antes y ahora, lo que estimula al personal adicto, marca el respeto del distante y la precaución del opuesto. Él sabrá, si lo sabe, la razón de un modo tan pintoresco de comunicación de un líder con sus seguidores y potenciales electores; pero, en una observación distante, el caso parece singular y rarísimo entre las conductas democráticas en las que la adhesión suele pretenderse como fruto germinado por las ideas y las palabras y no como consecuencia de la revelación de los espíritus.

El método Rajoy, ese profundo no decir nada —no comprometerse— con aires de ya haberlo dicho todo, no debe ser malo si lo valoramos por sus resultados. Siete años después de su primera derrota electoral sigue ahí, al frente del primer partido nacional, y se ha podido permitir el lujo de prescindir de las mejores cabezas de su formación y rodearse de otras de menor empaque, pero capaces de entender su mutismo crónico. A eso, algunos, le llaman astucia y otros lo entienden como retranca; pero es, a largo plazo, una forma temeraria de encabezar un partido con posibilidad de Gobierno. Rajoy asume el riesgo de que sus propios silencios, los de su sutileza, terminen atrapándole y expresando lo contrario de lo que cabría suponer que quería darnos a entender.

Ahora, cuando el fiscal solicita una abultada multa para Francisco Camps por un supuesto delito continuado de cohecho impropio, algo penalmente menor y políticamente muy grave, los silencios de Rajoy sobre el caso se vuelven gritos. Quiso, según su método, que el tiempo arreglara lo que tiene poco arreglo y el tiempo, siempre vertiginoso, le ha alcanzado en el límite del cierre de las listas electorales que se someterán a la votación ciudadana el próximo mayo. Es como si Velázquez hubiera pintado La rendición de Breda con Justino de Nassau pasando su mano sobre el hombro de Ambrosio de Spínola. Un error de interpretación.


ABC - Opinión

Artur Mas. La desvergüenza fiscal de Cataluña. Por Emilio J. González

Al Ejecutivo madrileño no se le permite bajar los impuestos a los madrileños para que éstos sigan financiando las políticas secesionistas catalanas. Tiene narices la cosa.

Las ambiciones dinerarias de los políticos catalanes no conocen límites. Quieren más y más y, por supuesto, que se lo pague el resto de España, a quien tratan como si fuera una colonia que pueden explotar hasta la saciedad y ellos la metrópoli. Ocurre que las cuentas públicas catalanas no cuadran ni a martillazos, pero la Generalitat no quiere hacer lo que tiene que hacer y pretende que seamos el resto de los españoles quienes paguemos sus onerosas facturas.

Recientemente, el presidente catalán, Artur Mas, vino a Madrid a pedir al Gobierno no sólo que permitiera a Cataluña endeudarse aún más de lo que ya está, sino también a tratar de sacarle la nada despreciable cifra de 16.000 millones de euros adicionales a todo lo que ya se lleva del Estado. El Ejecutivo de Zapatero consintió en lo primero y le costó, por un lado, que las demás autonomías dijeran que aquí todos somos iguales y que café para todos y, por otro, que los mercados volvieran a desconfiar, una vez más, de la firmeza del Gobierno central a la hora de acometer los necesarios ajustes presupuestarios (esos mismos mercados que opinan que Cataluña es el problema de España). Ante esta realidad, el Ministerio de Economía se negó a aflojar todavía más la bolsa y le dijo a Mas que recortase el gasto catalán entre un 12% y un 15% y que si quería más dinero, que subiese los impuestos, que para algo está la corresponsabilidad fiscal. Mas ha reaccionado este viernes diciendo que, de subir impuestos, nada de nada, y desde su Gobierno ya han empezado con la cantinela de siempre contra el Gobierno central.


Ocurre, sin embargo, que los problemas presupuestarios catalanes se los han creado ellos solitos. Mas puede decir que no tienen dinero porque el tripartito ha dejado un agujero en las arcas públicas catalanas de dimensiones astronómicas. Pero, aunque eso es cierto, dista mucho de ser toda la verdad. De entrada, Cataluña es la autonomía con el gasto público por habitante más alto de España, no como consecuencia de los desmanes económicos del tripartito, que también, sino porque Jordi Pujol, correligionario y padrino político de Mas, apostó por más y más gasto público desde que llegó a la presidencia de la Generalitat en 1980. Es ahí donde se creó un problema que el tripartito no hizo más que agravar y Mas tiene que aceptar las consecuencias, de la misma forma que tiene que asumir la nefasta herencia económica que le dejó Montilla, entre otras cosas porque en el tiempo en que estuvo sentado en los bancos de la oposición nunca denunció las políticas de gasto de sus predecesores en el palacio de la Plaza de San Jaume. Es más, lejos de dar marcha atrás en esas políticas de derroche presupuestario, como la de las ‘embajadas’ catalanas, a Mas le ha faltado tiempo para ‘bendecir’ la ‘embajada’ en Perpiñán. Y lo mismo cabe decir de la inmersión lingüística y demás políticas que quieren separar a Cataluña de España. Pues si esto es lo que persiguen, que lo paguen ellos.

En Cataluña, empero, ocurren todavía más cosas de naturaleza presupuestaria. Esta autonomía, por ejemplo, es la que cuenta con mayores niveles de fraude fiscal de toda España. Pues si Mas quiere más recursos, que sea el primero en perseguirlo, cosa que, por supuesto, nunca hará porque sería para él tan impopular como subir impuestos. Y también hay que decir que si la Generalitat no tiene dinero no es sólo porque lo tiran a manos llenas en políticas más que discutibles y en financiar todo tipo de clientelismos políticos; es, también, porque en su pecado están llevando su propia penitencia. Con tanta política de inmersión lingüística, tanto rotulado y etiquetado en catalán, están consiguiendo que las empresas instaladas allí se marchen de estampida; discretamente, en muchos casos, pero de estampida. Y claro, sin empresas no hay riqueza, ni empleo, ni impuestos, y así la Hacienda catalana deja de recaudar tanto como debería hasta el punto de que entre el 10% y el 12% de su presupuesto tiene que proceder del fondo de suficiencia del sistema de financiación autonómico. ¿Y quién aporta ese dinero? Pues, ni más ni menos, que una Comunidad de Madrid a la que los catalanes no quieren permitir que baje los impuestos porque temen tanto su competencia como que el fondo de suficiencia se quede sin recursos y ellos tengan que afrontar esa realidad presupuestaria que no quieren contemplar. Dicho lisa y llanamente: que al Ejecutivo regional no se le permite bajar los impuestos a los madrileños para que éstos sigan financiando las políticas secesionistas catalanas. Tiene narices la cosa.

Lo de Cataluña, se mire como se mire, es una desvergüenza fiscal completa. Y, encima, pretenden hacer valer las necesidades de apoyos de los socialistas en el Congreso y en el Senado, así como en el caso eventual de que el PP gane las elecciones pero sin el número de escaños suficientes que le permita gobernar con tranquilidad, para pedir más y más dinero. Y si no es por esas, es por la exigencia del concierto económico, que viene a ser algo así como que toda la recaudación tributaria de Cataluña la gestionan los catalanes y dan al resto de España lo que consideren oportuno, en un gesto y un deseo claro de insolidaridad con quien, en definitiva, consideran su colonia, olvidándose de que si se cierra el mercado español para las empresas con barretina, Cataluña se hunde definitivamente. ¿Para cuándo una reforma de la ley electoral que acabe con la representación y la influencia desmedida sobre España de quien no quiere saber nada de ella y sólo la contempla como a una colonia a la que explotar hasta dejarla exhausta?


Libertad Digital - Opinión

Cómplices. Por Ignacio Camacho

¿Nada tuvieron que decir los sindicatos, nada barruntaron los comités de empresa en tanto ERE subvencionado?

ALGUNOS espíritus cándidos se preguntan dónde estaban los sindicatos andaluces cuando la Junta y sus conseguidores de cabecera fraguaban los expedientes fraudulentos de regulación de empleo en decenas de empresas en crisis a las que los propios intermediarios planteaban las «virtudes» de acogerse a los planes de despidos masivos, entre los que luego aparecían incluidos militantes socialistas que jamás habían trabajado (allí). Almas de cántaro; los sindicatos estaban en lo suyo, en lo que vienen haciendo desde que Chaves implantó hace unos veinte años los «acuerdos de concertación social». Esto es, en gestionar millones de euros de subvenciones para formación laboral —Andalucía debe de ser el territorio con más parados bien formados de Europa—, en dirigir su poderoso lobby de influencia en empresas públicas y cajas de ahorros, en vigilar el acceso preferente de sus afiliados a los empleos oficiales, en llevar al cine a los desempleados de Deplhi y otras compañías cerradas con ayuda de fondos públicos, en administrar con cuidado sus silencios para disfrutar de su posición preeminente en el entramado de poder clientelar en que se ha transformado la autonomía.

Pero ahora se va sabiendo que también andaban, al menos en parte, cerca de la masa de fraude en la que algunos listos han dejado rastro de sus manazas. Ya ha dimitido algún secretario provincial de UGT —en el Jaén de Zarrías, vaya por Dios— cuya mujer fue incluida de matute en uno de los ERES de esa red tramposa. Y surgen en el sumario indicios más que notables de que en la federación alimentaria ugetista, de donde procede el principal comisionista investigado, existían connivencias sospechosas con la trama del fondo de reptiles que manejaba a su capricho la Consejería de Empleo. Pero la lista de despidos y prejubilaciones irregulares incluye empresas metalúrgicas, bioquímicas, turísticas o textiles; en alguna los beneficiarios de la órbita socialista se llegaron a repartir ¡setecientos mil euros! ¿Nada tuvieron que decir los sindicatos, nada vieron los comités, nada llamó la atención de sus cuadros de mando en esas derramas con que la Junta subvencionaba alegremente el adelgazamiento del mermado tejido laboral andaluz?

Nada vieron, que se sepa; nada objetaron, nada hicieron, nada barruntaron. O sí: cuando se cerró Delphi —1.500 trabajadores a la calle en una Bahía de Cádiz con 57.000 desempleados— y la Junta proclamó que los cesantes eran «parados con perspectiva», el presidente del comité de empresa rompió el carné de Comisiones Obreras y se afilió al PSOE. Después de tres años de cobrar las correspondientes prestaciones —Dispositivo de Tratamiento Singular, lo llamaban—, se prejubiló al cumplir medio siglo. Delphi aparece entre los 39 expedientes investigados como parte del escándalo; hay casualidades que, si no existiesen, convendría inventarlas.


ABC - Opinión

El cine necesita otro guión

Nuestro cine no tiene a su mejor aliado entre su público natural: los españoles. Según una encuesta de NC Report, un 45,2% de los encuestados, hace más de un año que no ha acudido al cine para ver una película española. Esto sucede, entre otras razones, porque un 54,2% considera que el cine español está politizado, mientras un 56,2% considera que es muy reiterativo o, dicho de otra forma, que aborda siempre los mismos temas mostrando una preocupante falta de creatividad. Los espectadores tampoco se muestran partidarios de que el Gobierno subvencione al cine, menos aún en tiempos de crisis. Un 51,7% es partidario de que se reduzcan estas ayudas y se destinen a otros cometidos, e incluso un 56,2% respaldaría otra alternativa: que las ayudas directas sean menores a cambio de beneficios fiscales. También creen que el cine español está sobredimensionado, ya que se ruedan demasiadas películas para su potencial mercado. Así, un 60,2% de los sondeados es partidario de rodar menos filmes pero con mayor presupuesto para competir con el cine extranjero. Con respecto a la gala de los Goya, que se celebra hoy, un 69,2% considera que no es el mejor escenario para reivindicar asuntos ajenos al cine. El desapego que los españoles sienten ante la cinematografía patria ha sido singularmente significativo el año pasado, cuando se perdieron 6,7 millones de espectadores con un 33% de caída de recaudación. Con frecuencia se dice que los directores hacen sus películas de espalda a los espectadores, y en la mayoría de los casos es verdad. Nuestros cineastas no tienen en su ADN el criterio de comercialidad –no sin subrayar que ésta nunca debe ser a cualquier precio– y parece que tampoco el de la calidad. En 2010 se estrenaron más de cien películas españolas y sólo 26 tienen candidaturas en los Premios Goya, que, supuestamente, distinguen lo mejor del año. Es evidente que las carencias pasan por una preocupante falta de creatividad y así no se puede ser competitivo. Otro importante escollo de nuestra cinematografía es que tiene un serio problema de imagen. Los españoles perciben que los directores, actores y actrices están muy politizados. De más está decir que tienen todo el derecho a ejercer su libertad de expresión, pero en algunos casos esos nombres y apellidos que están en las mentes de todos rezuman un sectarismo revanchista que resulta incómodo, cuando no hiriente para muchos espectadores, que también están en su derecho de no ir a ver películas protagonizadas o dirigidas por personas que directamente los están insultando. Lejos de lamentarse –es un imperativo que se deshagan de la imagen de quejicas que tienen– los cineastas deben ejercer la autocrítica sin más demora, aplicar la sensatez, aparcar el ego y admitir que la producción anual de películas no se ajusta al mercado y que muchas de ellas son prescindibles desde el punto de vista artístico. Falta riesgo, ambición y madurez y sobra una actitud acomodaticia a la espera de que papá Estado les dé una subvención para insistir en los errores que ponen en riesgo la supervivencia del cine español, un lujo que, a pesar de las críticas, no nos podemos permitir.

La Razón - Opinión

Fuerte con los hosteleros, débil con los terroristas

Aquí se puede cometer cualquier tropelía, siempre que vaya en detrimento de la unidad de la nación o la dignidad de sus instituciones, pero en el que no se admiten discrepancias en la aplicación exhaustiva de la agenda política de la izquierda.

La ley antitabaco impulsada por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que prohíbe a los hosteleros determinados comportamientos legítimos en su propiedad privada, ya ha comenzado a dar sus primeros frutos tal y como se esperaba desde que se puso en marcha a comienzos de este año. Para evaluar el beneficio proporcionado a la salud colectiva de los españoles habrá que esperar al menos una década, pero hoy ya sabemos que el sector de la hostelería española ha perdido en torno a una quinta parte de sus ingresos, una mala noticia en todo momento, pero especialmente sangrante cuando se produce en el contexto de una crisis económica devastadora como la que padecemos, agravada precisamente por la incuria del mismo Gobierno responsable de esta norma coercitiva, innecesaria e injusta.

Pero es que además, la saña con que el Estado está actuando contra los propietarios de restaurantes que se niegan a que el Gobierno les diga cómo administrar su negocio en lo que al consumo del tabaco se refiere, contrasta notablemente con la laxitud de la que esos mismos poderes públicos hacen gala cuando se trata de hacer cumplir también la ley en asuntos mucho más graves. En España hay terroristas convictos, confesos, juzgados y condenados que deambulan tranquilamente por las calles sin acabar de cumplir sus condenas, otros andan preparando la reentrada de una nueva marca política en las instituciones democráticas y otros más esperan tranquilamente en sus cómodos exilios a volver sin que, al parecer, nadie les moleste. En cambio, si usted tiene un bar, una cafetería o un restaurante y decide, de acuerdo a los deseos de sus clientes, permitir en su interior el consumo de una sustancia legal , la autoridad gubernativa hará todos los esfuerzos para impedírselo, llegando incluso a decretar el cierre de su negocio.

Se podrá argumentar que el deber del Gobierno es hacer cumplir las leyes una vez entran en vigor, sin tener en cuenta la polémica social que entrañe su contenido. Es cierto; como también lo es que ese mismo Gobierno, tan escrupuloso en la persecución de los hosteleros rebeldes, consiente al gobierno nacionalista catalán, -por cierto, un órgano estatal al que cabe exigir mayor diligencia que a un particular-, no ya el incumplimiento de una ley como la que establece el reparto de contenidos educativos en las dos lenguas oficiales en la enseñanza pública, sino las reiteradas sentencias del Tribunal Supremo en ese mismo sentido a las que los responsables autonómicos ya han dicho públicamente no van a hacer el menor caso.

Vivimos en un país en el que se puede cometer cualquier tropelía, siempre que vaya en detrimento de la unidad de la nación o la dignidad de sus instituciones, pero en el que no se admiten discrepancias en la aplicación exhaustiva de la agenda política de la izquierda. En otras palabras, España. La España de Zapatero.


Libertad Digital - Editorial

Andalucía, finca socialista

El «caso Mercasevilla» es sólo un síntomade lo que puede haber oculto en el historialdel PSOE al frente del Gobierno andaluz.

LA malversación de fondos destinados a financiar expedientes de regulación de empleo en Andalucía amenaza con convertirse en uno de los mayores escándalos de corrupción de una administración pública. Las circunstancias que agravan el juicio que merece este fraude son las propias características del régimen hegemónico implantado por el socialismo andaluz durante décadas y sostenido en buen medida gracias a la red de clientelismo y servidumbres trenzada para asegurarse el voto de amplios sectores sociales. Esta es una de las consecuencias más propias de la perpetuación en el poder, que favorece la descomposición de los sistemas de control político y económico, el debilitamiento del sentido crítico social y el ejercicio arrogante y autoritario del gobierno, que tiene como una de sus manifestaciones más graves el sentimiento de impunidad asegurada. Todos estos efectos perversos del régimen socialista andaluz concurren en estado puro y máxima intensidad en la utilización de dinero público para pagar expedientes de regulación de empleo en los que se colaban amigos y paniaguados del PSOE, fondos públicos que superaban ampliamente los 600 millones de euros, a libre disposición del manejo arbitrario que quisieran darle los cargos competentes de la Junta de Andalucía.

El «caso Mercasevilla» es sólo un síntoma de lo que puede haber oculto en el historial del PSOE al frente del Gobierno andaluz; y cuando se abre una brecha en el muro del silencio y la prebenda, las consecuencias son imprevisibles. Tan grave es la situación que la estrategia del PSOE es ponerse —o hacer que se pone— al frente de la manifestación y anunciar su máxima colaboración con los tribunales. Bien está que se diga esto, pero es que a los socialistas andaluces no les cabe otra opción. El problema del PSOE es que se le está viniendo abajo el régimen andaluz, y con él, su reserva principal de votos, junto Cataluña, que hasta ahora inclinaba la balanza electoral a su favor. Esto no ha hecho más que empezar y tan abrumadores resultan los hechos conocidos y los indicios de lo que se puede conocer que es un sarcasmo que José Blanco augure la derrota electoral del PP por que, a su juicio, es un partido incompatible con la democracia. Las incompatibilidades democráticas se resumen perfectamente en la forma como el PSOE ha gobernado Andalucía.

ABC - Editorial