viernes, 25 de febrero de 2011

La ministra Chacón, descifrada en clave sucesoria. Por Antonio Casado

La ministra de Defensa, Carme Chacón, uno de los valores del PSOE mejor colocados políticamente para liderar el partido después de Zapatero, debe estar aún perpleja por la tormenta mediática desencadenada por sus respuestas a las preguntas que mi amigo Javier García Vila le hizo el martes pasado en los desayunos de Europa Press sobre el recurrente tema de la sucesión.

La tormenta fue el resultado de la interpretación libre de unas palabras muy medidas por la ministra. Sobre la posible marcha de Zapatero: es el mejor, quiero que se quede y votaré por que se quede. Y si se va, que decidan los militantes. Eso es, en esencia, lo que dijo la ministra: uno, apuesta por Zapatero, y dos, si se va, aplíquense los estatutos del partido. Como se ve, las generales de la ley, como suele decirse.


Palabras absolutamente ceñidas a la normativa estatutaria y, dentro de lo posible, al ruego del presidente del Gobierno de no abrir ahora el debate sucesorio porque los afanes son otros y mucho más graves. Hubiera sido peor el veto previo al tema de la sucesión. O el “no comment” a las preguntas que el periodista le hizo al final de la conferencia (el asunto ocupó apenas cinco minutos de la hora larga de comparecencia en un hotel de Madrid). Aunque no incurrió Chacón en esa descortesía, tampoco dijo nada nuevo.
«Mi apuesta es que Zapatero no repetirá como candidato. Y que Rubalcaba podría ser una opción electoral para salvar los muebles en 2012, no para liderar la travesía del desierto y e intentar la recuperación del poder a medio o largo plazo.»
Sin embargo, las obviedades de Chacón han alimentado la voracidad especulativa de ciertos medios de comunicación. Esa es la clave. Entiendo que la ministra no se reconociera en los titulares del día siguiente pero que reconociera perfectamente a los medios que procesaron sus declaraciones. No en función del interés informativo sino de las posiciones que ocupan o aspiran a ocupar en las relaciones de poder.

Las obviedades de Chacón, que estuvo acompañada de siete ministros, la cúpula militar, el presidente de la patronal, Joan Rosell, el de Comisiones Obreras, Fernández Toxo, etc., se han presentado como el lanzamiento de su candidatura, el frenazo a las aspiraciones de Rubalcaba y, en todo caso, la petición de unas elecciones primarias. ¿Tanto ha dado de sí el remitirse a los militantes del partido si Zapatero decidiese no repetir como candidato en las elecciones generales de 2012? Eso es como pedir primarias, se ha dicho. No necesariamente. Solo si hay más de un aspirante. Y aunque las hubiera pedido expresamente, es una previsión estatutaria, ¿qué tiene de particular?

Lo demás son quinielas. Mi apuesta es que Zapatero no repetirá como candidato. Y que Rubalcaba podría ser una opción electoral para salvar los muebles en 2012, no para liderar la travesía del desierto e intentar la recuperación del poder a medio o largo plazo. En ese segundo reto la actual ministra de Defensa, Carme Chacón, aparece como una de las figuras mejor colocadas por razones políticas y generacionales.

Pero para eso no hacía falta rastrear sus intenciones o leer entre líneas un conjunto de vaguedades sobre el funcionamiento interno de un partido político. Basta citar la doctrina Gallardón sobre la legítima aspiración a todo de un político. Más pegado al asunto en cuestión, también el presidente del Congreso, José Bono, decía el otro día: “Es necesario y legítimo que ministros como Carme Chacón quieran ser los próximos líderes del PSOE”. Pues eso.


El Confidencial - Opinión

Héroes de la izquierda. Por José María Carrascal

Madrid continúa diciendo que hay que dar una oportunidad a los hermanos Castro para que traigan la democracia a Cuba.

AHORA resulta que Gadafi es un tirano, un asesino, un matarife de su pueblo, que merece todas las penas de este mundo y del que viene. Posiblemente sea cierto, pero ¿es que nadie se acuerda de cuando era uno de los líderes favoritos de la izquierda internacional, que le reía las gracias y leía su «Libro Verde»? ¿Qué le hacía acreedor de tales honores? Pues haber encabezado el alzamiento contra el rey Idris y su rabiosa retórica anticolonialista, que se tradujo en atentados como el de Lockerbie, con centenares de víctimas. Pues Gadafi estaba dispuesto a convertirse en el líder de la revolución árabe antioccidental, como Castro se convirtió en el de la revolución hispanoamericana. Que quedan todavía ecos de ello lo demostró Chávez otorgándole la «Orden del Libertador», con espada de Bolívar adjunta. Y es que este tipo de libertadores se parecen como mellizos y se apoyan como compinches.

Es verdad que ante las presiones occidentales, a las que no fue ajeno el bombardeo que Reagan ordenó contra él, del que se libró de milagro, Gadafi hizo las paces con occidente. Bueno, más que las paces, una especie de modus vivendi, por el que seguiría suministrando gas y petróleo a Europa, y ésta se olvidaría de sus pasados crímenes, eso sí, tras pagar la debida indemnización. Lo que pudiera hacer con su pueblo era ya asunto suyo. O no hacer, pues como ocurre con esos tiranuelos que presumen de grandes nacionalistas, el dinero que recibía por el gas y el petróleo se lo quedaba, para invertirlo en grandes empresas extranjeras o lo repartía entre sus leales, mientras el país seguía viviendo como en los tiempos de Mahoma. Con decirles que en Libia no hay una auténtica universidad, está dicho todo. Con Gadafi instalado en el que parecía mejor de los mundos: gozando de afecto de la izquierda mundial y de la tolerancia de la derecha occidental.

Hasta que el terremoto que ha sacudido con fuerza 9 de la escala Richter el norte de África y extendido por el mundo islámico en Asia, sin respetar regímenes o ideologías, ha hecho tambalear su jaima, e incluso puede haberla enterrado en la arena. Hoy es vituperado por la izquierda y censurado por la derecha occidental. Aquélla trata de que se olvide su relación idílica con él. Ésta, intenta salvar sus muebles en Libia.

Mientras tanto, en Cuba, el primer aniversario de la muerte de Orlando Zapata tras su huelga de hambre se celebró con la detención de medio centenar de disidentes y otros tantos sufrieron arrestos domiciliarios, como medidas de precaución, dicen las autoridades. Washington está demasiado preocupado por el estallido musulmán, Bruselas calla y Madrid continúa diciendo que hay que dar una oportunidad a los hermanos Castro para que traigan la democracia a Cuba.


ABC - Opinión

¿Azaña?. Por Alfonso Ussía

La ministra de Defensa y posible aspirante a suceder a Zapatero, ha hecho unas declaraciones sorprendentes. Una revelación pasmosa y tan desacertada que sólo puede responderse desde el humor. Ha dicho Carmen Chacón que el Ejército que hoy tenemos es el que quería Azaña. En las Fuerzas Armadas, esa tontería ha sentado como un tiro. Azaña despreciaba a los militares y abominaba de la milicia. Les clausuró la Academia General Militar de Zaragoza, el centro de formación de los oficiales del Ejército de Tierra y Guardia Civil y una de las instituciones militares más queridas por los que visten orgullosos el uniforme y por los que admiramos a los que lo visten.

Azaña no estimaba a los militares, y no soñó con Ejército alguno. Nunca los entendió y jamás hizo un esfuerzo para comprenderlos y acercarse a sus valores. Era taimado, rencoroso y como se demostró en el último tramo de la Guerra Civil, elementalmente cobarde. Como gobernante fue una auténtica calamidad. Una calamidad con muy buena prosa, pero nada más. Su continente literario contiene más valor que su contenido, un largo camino de folios y cuartillas sostenidas por el resentimiento y el chisme. Azaña reparte mandobles a diestro y siniestro, a enemigos y allegados, a sus más íntimos colaboradores y odiados adversarios con una destreza literaria admirable.
Al único que salva y cuenta siempre con disculpas y justificaciones es a él mismo. Azaña es uno de los principales responsables de la Guerra Civil.


Desde siempre he intentado acceder a los motivos de su mitología, y no los he encontrado. Hay un cierto esnobismo intelectual en la exaltación de su pésimo quehacer político. El elogio a su persona y la defensa de su actividad pública se interpretan como indispensables certificados de inteligencia y cultura que reparten los concededores de bulas. Escribir a estas alturas que Azaña fue un lastimoso gobernante y un generador de odios conlleva la inmediata expulsión de los espacios intelectuales. Literariamente, Azaña no fue mejor que Pedro de Lorenzo. Precioso continente, floritura verbal, y poco más.

Pero nadie se había atrevido, hasta ahora, a exponer los sueños militares de don Manuel, que no supo poner orden entre los que lucharon en su bando. Azaña, como todos los tontos dotados de brillante arrogancia, se situó muy por encima de los militares. Los sobrevolaba con desprecio, él en lo alto, ellos en el suelo, tan pequeñitos. Personificaba todo lo que un militar no aprecia. El buen militar acostumbra a ser tan bien educado que jamás desprecia. Le sobra con no sobrepasar el límite que la cortesía establece en el desaprecio, que no es lo mismo que el desprecio. El desafecto es la falta de afecto, pero nunca el odio. Eso, y la disciplina, la cortesía, la entrega, la vocación, el amor a España y sus instituciones, el valor, la lealtad, el deber, el servicio, y el ofrecimiento de sus propias vidas desde la desatención de las ambiciones materiales y económicas, es lo que aprenden los militares en la Academia que Azaña clausuró impulsado por su rencor indescifrable. Claro, que también Dios, el honor y la Patria –y nadie lo olvide, El Rey– son conceptos de irrenunciable lealtad por parte de los militares. De ahí que el nombre de Azaña no encaje bien, excepto en mentalidades poco ajustadas a la cultura, en el ámbito militar.


La Razón - Opinión

Afónico cacareo. Por Manuel Martín Ferrand

Hablar de avance social cuando 4,7 millones de españoles están en el paro es toda una provocación.

HUBO un tiempo, cuando Madrid era una provincia más de Castilla la Nueva, en que la ciudad, alegre y confiada, discutía, en el Ateneo, sobre la existencia de Dios y, en los cafés, para tratar de dilucidar si la media tostada de arriba era más o menos apetecible que la de abajo. Es decir, si un panecillo cortado a su través para, en su caso, sazonarlo con aceite o untarlo con mantequilla y mermelada, era más apetecible en su mitad superior o en la inferior. En el Ateneo, hoy tan lánguido, no llegaron a ninguna conclusión. En los cafés tampoco. Se proclamaron banderías defensoras de cada opción posible como corresponde a la más pura tradición española en la que la organización del disenso, por inútil que resulte, sigue teniendo el prestigio de la buena educación y el acatamiento de, dicen, lo verdaderamente democrático.

Ahora, para merma de la inteligencia común, lo que se lleva es que un líder político se asome a una tribuna, lo mismo da que ésta tenga la gravedad de un Parlamento que la ligereza de un desayuno, y se largue una machada para que los demás, después, le pongan a caer de un burro. Todo depende de la administración que sus cuarteles propagandísticos quieran o sepan hacer del mensaje principal o de sus más o menos polémicas derivadas. Ayer, en esa línea de vacía provocación y gran desfachatez, José Luis Rodríguez Zapatero se fue al Congreso para, en plena resaca evocadora del 23-F y tras haber rehusado la sesión de control de antier, sacar pecho y presumir de la política social que ha desarrollado desde que, hace ya siete años, sobrevino presidente del Gobierno. Es un caso límite de cacareo afónico. Lejos de, con apariencia de humildad y fondo de prudencia, esconderse en la astucia del silencio, se sube a la tribuna para ponerse en evidencia. Hablar de avance social cuando, por lo menos, 4,7 millones de españoles están en el paro es toda una provocación de las que, en su solución cómica tradicional, merecen una tarta estampada en la cara y, en la más dramática y reivindicativa, una algarada callejera que desahogue al personal y coloree las mejillas del provocador.

¿Qué puede hacer la oposición cuando el responsable del Ejecutivo se comporta, con intención engañosa, como ayer lo hizo Zapatero? En una democracia sólida y profunda ahí hay madera para una moción de censura; pero aquí, en donde ya no se reivindica ni el derecho al pataleo, Mariano Rajoy se limitó a decir que lo de su antagonista es «una broma de mal gusto». Y después, capeado el temporal, dedicarse a confirmar a Francisco Camps como titular del futuro de la Comunidad de Valencia. ¿Será esto el progreso?


ABC - Opinión

La nación. Suicidio al alimón. Por Emilio Campmany

Quizá fuera conveniente no alargar la agonía y dejar que Zapatero se haga en 2012 con un tercer mandato y en cuatro años liquide la obra que su partido empezó a hacer nada más iniciarse la Transición: destruir la nación.

Ya no hay tiempo. El PSOE se presentará a las municipales y autonómicas con Zapatero a la cabeza. ¿No fue Guillermo Fernández Vara quien dijo que no quería que las autonómicas fueran un plebiscito sobre Zapatero? Pues si no quería chocolate, le darán tres tazas. Y si Zapatero es capaz de llegar vivo al 22 de mayo, ¿quién le impedirá hacerlo hasta marzo de 2012? Sabíamos que al PSOE le importaba un higo que el país se arruine con tal de administrar él la quiebra. Lo que no sabíamos es que tampoco le importara un pimiento estrellarse con tal de que al volante esté Zapatero. Los Varas y los Barredas no han sido capaces de poner al timón alguien más sensato que evitara la debacle y ahora todos se dirigen alegres y contentos echando virutas al precipicio.

Es terrible ver cómo, para una vez que el interés de la nación y del PSOE coinciden, pues a los dos les interesa defenestrar a Zapatero, van los socialistas y se revelan incapaces de atenerse a lo que les conviene. No sabe uno si es que los socialistas están dispuestos a suicidarse con tal de llevarse el país por delante o si es que están convencidos de que al final del precipicio habrá una red que les salve y la derrota que todos pronostican finalmente no se producirá.


Encima, Rajoy está encantado de ver cómo su antagonista aguanta porque cree que a Zapatero lo puede vencer con facilidad, mientras que a los correosos Bono y Rubalcaba está por ver que fuera capaz de hacerlo. Y mientras, el país desangrándose. Y a ninguno de los matasanos que rodean su cama parece preocuparle. Se reúnen a celebrar el trigésimo aniversario del fracaso del golpe del 23-F y se les ríen los huesos de verse allí, encumbrados hasta las más altas instituciones de la nación que lentamente están dejando morir cuando no se dedican directamente a envenenarla con jarabe de inconstitucionalidad y grageas de corrupción. Ninguno de ellos va a hacer nada por impedir que el cuerpo enfermo de esta nación centenaria agonice y se vaya apagando poco a poco. Al contrario, pasarán facturas cada vez más altas en concepto de honorarios por sus desalmados cuidados.

Y la mayoría se consuela a base de mentiras que engulle sin querer enterarse que no son más que placebos. Hemos hecho de Suárez un gran estadista, del Rey, el salvador de la patria, de Carrillo, un gran demócrata, de Felipe González, el faro de la izquierda moderada y nos convencen de que disfrutamos de una democracia en la que, en realidad, apenas nos dejan elegir entre una sartén y un cazo.

Quizá fuera conveniente no alargar la agonía y dejar que Zapatero se haga en 2012 con un tercer mandato y en cuatro años liquide la obra que su partido empezó a hacer nada más iniciarse la Transición: destruir la nación. Y es que no se ve rey, ni príncipe, ni hombre de estado de derechas o de izquierdas capaz de evitar esta especie de suicidio colectivo que estamos ejecutando, unos por acción y otros por omisión. Lo único que nos quedará a algunos cuando llegue el momento será el poder decirnos unos a otros que ha sido un orgullo y un privilegio compartir la vivencia de ser españoles. Quiera Dios que me equivoque.


Libertad Digital - Opinión

Aire de primarias. Por Ignacio Camacho

Con su feminismo icónico y su estilismo de diseño, Chacón encarna la impronta posmoderna del zapaterismo.

AUNQUE la coherencia no haya sido nunca el punto fuerte de José Luis Rodríguez Zapatero —cuyo relativismo pragmático arrancó con la declaración de que las palabras están al servicio de la política para acabar poniendo los principios, los hechos y hasta la propia política al servicio del poder—, la escasa lógica y los pocos rasgos dominantes de su liderazgo permitirían dibujar como retrato robot de su perfil sucesorio ideal el de una mujer. Una mujer zapaterista, claro está, y a ser posible una mujer catalana. Circunstancias todas que concurren en la figura de Carme —pronúnciese Carma— Chacón, epítome del concepto posmoderno que dominó el mandato presidencial hasta la brusca reconversión impuesta por el desplome económico: estilismo de diseño, feminismo icónico, pátina federalista y una inclinación suelta y natural hacia los aspectos escenográficos de la vida pública. No existe en la actual nomenclatura socialista una persona que reúna o clone más trazos característicos de la impronta del zapaterismo, ni tampoco que haya recibido del líder un más cuidadoso blindaje político.

Abierto con toda claridad el debate del relevo, es del todo natural que la ministra de Defensa y su entorno se consideren en condiciones de postular una candidatura que podría aglutinar a la amplia coalición que desconfía de Rubalcaba como eslabón perdido del tardofelipismo. El silencio presidencial empieza a dar pie a movimientos estratégicos de toma de posiciones cuya primera fase es la tímida presentación de credenciales de autoconfianza. Chacón ha dejado entrever por dos veces —la última, esta semana— que está lista para concurrir a unas primarias y que probablemente desee hacerlo; el fondo del mensaje es que nadie debe hacerse a la idea de beneficiarse de un dedazosucesorio. Sus opciones, sin embargo, son inversamente proporcionales a su proximidad a Zapatero; si algo parece claro en caso de confrontación abierta es que, como en el caso de Trinidad Jiménez en Madrid, el legado del presidente no va a constituir un aval para quien pueda encarnarlo.

Chacón y Rubalcaba son a día de hoy los caballos más visibles en la pista del postzapaterismo, pero no los únicos. Blanco permanece en una ambigüedad deliberada; Bono nunca es una opción descartable; Fernández Vara puede crecer en proyección si gana con claridad las elecciones de mayo en Extremadura; Patxi López tiene un interesante aval de seriedad. Y queda margen para alguna emergencia sorpresa tal como fue hace once años la del propio ZP. Por quedar queda incluso la hipótesis —remota, pero viable— de que el interesado se sienta en condiciones de tratar de sucederse a sí mismo. El problema es que su desgaste es tan intenso que quizá no sólo ya no pueda controlar la sustitución, sino que hasta es verosímil que vea cuestionada la posibilidad de no llevarla a cabo.


ABC - Opinión

Carme Chacón. Prepárese España. Por Cristina Losada

Y en lo que toca a Extremadura, si España sobrevivió al pacense Godoy, que abrió las puertas a la invasión napoleónica, está preparada para cualquier cosa.

La guerra fría por la sucesión socialista ha dado un primer despliegue de fuerzas, que es un escaparate de debilidades. Abrió fuego la titular de Defensa con una postulación indirecta fundada en sus cualidades primordiales, a saber, que es mujer y catalana. Al decir de Carme Chacón, España está preparada para que una fémina empuñe el mando y también para que la señora sea catalana, andaluza, extremeña o de cualquier otra comunidad autónoma. Y eso mismo corroboró, aunque en clave masculina, el presidente de Extremadura, Fernández Vara, quien cree que España está preparada para un presidente extremeño. Cuánto tranquiliza la nueva, pues andábamos con dudas, de que España está preparada para que un español o una española presidan el Gobierno de España.

Tan preparada está la nación para esa supuesta excentricidad que un catalán como López Rodó rigió la economía con éxito desde los gabinetes de Franco y otro catalán, Companys, llegó a ser ministro de Marina en la República, por mencionar sólo a dos de los hijos de Cataluña que tuvieron altas responsabilidades. Y en lo que toca a Extremadura, si España sobrevivió al pacense Godoy, que abrió las puertas a la invasión napoleónica, está preparada para cualquier cosa. Está preparada incluso para soportar esa sarta de bobadas sobre su grado de preparación. Sandeces que, sin embargo, adquieren relevancia como síntomas del aldeanismo que se ha enseñoreado de la esfera pública.

El verdadero interrogante, más abierto que nunca tras la experiencia reciente, es si los candidatos están preparados para asumir la presidencia o harán el aprendizaje una vez en La Moncloa, cual Rodríguez Zapatero. Y ello, sin garantía alguna de que puedan completar el curso a tiempo. Algo así, por cierto, debió de ocurrirle a Chacón en la Universidad: que no tuvo tiempo de completar el doctorado. Aunque ese detalle no impidió que, durante varios años, dejara circular que disponía de ese título. En 2004, la revista El Siglo publicaba que había obtenido el doctorado con Matrícula de Honor Cum Laude y todavía en 2008 su página web electoral introdujo el falso dato hasta que un periódico alertó del fraude. En Alemania, donde aún se toman en serio los títulos académicos, se reclama la dimisión del ministro de Defensa tras conocerse que su tesis doctoral abunda en párrafos ajenos que incluía como propios. Aquí, en cambio, estamos preparados para aceptar de los políticos currículos tuneados, estudios inexistentes y falsos títulos. Será que los alemanes se toman en serio a sí mismos. Prepárese España.


Libertad Digital - Opinión

El malestar árabe. Por Florentino Portero

«¿Habrán logrado estas sociedades el grado de madurez suficiente para poder dar sentido a una democracia? No debemos nunca olvidar que la democracia es mucho más que el formalismo de resolver de una manera determinada un proceso de toma de decisión»

MILES de personas se están jugando la vida en las calles de distintos países árabes. En unos casos lo hacen manifestándose a pesar de las amenazas y de la existencia de grupos violentos. En otros, ellos mismos se convierten en milicianos, pertrechándose de las armas que han podido encontrar y enfrentándose a fuerzas profesionales o paramilitares ¿Por qué? ¿Qué les lleva a asumir tamaños riesgos?

La respuesta no es fácil porque los seres humanos somos distintos unos de otros y porque la situación de cada uno de esos países tiene singularidades que impiden fáciles generalizaciones. Aun así, podemos tratar de responder, a sabiendas de que la verdad se esconde tras los matices y que las interpretaciones fáciles y coherentes, tan al gusto de los nuevos pedagogos y de los políticos de toda época, suelen ser más artificiosas que realistas.

Nos encontramos ante una revuelta de carácter socioeconómico. La gente se rebela porque se ha quedado sin futuro. La economía lleva años estancada y la clase dirigente ha perdido la confianza de sus conciudadanos. A través de los medios de comunicación ven cómo en otras partes del mundo la vida sigue adelante con normalidad. Caso distinto es el de su vecino Israel, esa estrecha y pobre franja de terreno entre el Jordán y el mar cuya economía crece espectacularmente mientras sus centros de investigación se han convertido en referentes mundiales. No solo se están enriqueciendo, además lo logran desde industrias de vanguardia. Ante ese espectáculo la pregunta que estos millones de personas se hacen es evidente: ¿por qué nosotros no?, y ante la ausencia de una respuesta convincente se echan desesperados a la calle en busca de un cambio, de una salida del atolladero al que una oligarquía corrupta les ha llevado.


Una revuelta económico-social tiene siempre un contenido político, aunque la ideología no sea el combustible de la explosión. Hemos visto a chicas jóvenes enfundadas en pantalones vaqueros y con la melena al aire pedir democracia. No tengo duda de que sabían de qué hablaban y que sinceramente la demandaban. Pero ¿en qué medida estos jóvenes urbanitas y educados son representativos? ¿Qué capacidad política tienen para dirigir el proceso de transición abierto, o pendiente de abrirse, en estos países? Supongamos, y es mucho suponer, que la tienen; ¿habrán logrado estas sociedades el grado de madurez suficiente para poder dar sentido a una democracia? No debemos nunca olvidar que la democracia es mucho más que el formalismo de resolver de una manera determinada un proceso de toma de decisión. Sobre todo, es una forma de convivir que se sustenta en un conjunto de valores e instituciones cívicas, y eso no se improvisa. La respuesta no puede ser única porque, como señalaba al principio, estamos ante un conjunto de estados muy distintos. Los hay que han dado pasos importantes, como Marruecos, mientras que otros parecen haber retrocedido, como Libia. Unos están más cerca de conseguirlo, sobre todo si sus elites actúan con prudencia y buen sentido, otros ni en el horizonte pueden intuir esa meta.

En cualquier caso, lo que caracteriza a esta revuelta es que la gente demanda una solución a sus problemas económicos. Algunos gritan democracia, libertad, justicia... pero ¿qué quieren decir con esas palabras?, ¿cuál es su significado real? Temo no equivocarme si afirmo que, sobre todo, demandan valores y eficacia. No están pidiendo una reforma constitucional que les equipare con los estándares europeos, sino un gobierno que actúe decentemente y que ponga fin al estancamiento económico. Cuando el Irak de Sadam Husein crecía, la gente no demandaba democracia. Cuando Egipto crecía, parecían satisfechos con sus gobernantes. En términos generales, hay un ansia de decencia y de operatividad, señales de una sociedad que despierta, que exige mayor participación... pero que todavía no siente la necesidad de vivir en democracia.

No me incluyo entre los que piensan que el islam es incompatible con la democracia, y no me engaño sobre las dificultades que el islam, por sus características culturales y religiosas, va a tener que sortear para alcanzarla. Lo tienen difícil, pero pueden conseguirlo. Elliott Abrams, una de las figuras más interesantes de la diplomacia norteamericana, fue el encargado de dar forma a la estrategia hacia el Próximo y Medio Oriente, el mundo árabe y persa, durante la Administración de George W. Bush, y cuando tuvo que darle nombre utilizó el término «transformación». El objetivo último era democratizar la región, pero para lograrlo antes había que transformarla. No se llamaban a engaño sobre las dificultades, por eso planteaban una estrategia a medio y largo plazo.

Si para democratizar antes hay que transformar, ¿qué podemos esperar de las revueltas que se suceden estos días? De nuevo evitemos generalizaciones. Lo más probable es que los efectos sean distintos en unos estados y otros. La gente elige entre lo que se le ofrece. A muchos españoles les gustaría poder elegir a Angela Merkel, pero tienen que optar entre Zapatero o Rajoy. En el mundo árabe nos encontramos con que el islamismo está presente, aunque sus seguidores son minoritarios. La mayoría quiere mirar hacia adelante, en pos de más libertad y progreso. Allí donde haya partidos capaces de capitalizar esos deseos, llegar al gobierno y gestionar eficazmente, estaremos ante importantes avances hacia la democracia. Pero cuando esa circunstancia no se dé, lo que va a ocurrir en varios casos, las opciones se reducirán a dictaduras militares o regímenes islamistas o una combinación de ambos.

La razón por la que académicos, espías, embajadores o periodistas alertan sobre el riesgo de que los islamistas se aprovechen de la situación es porque la combinación de una pobre oposición democrática y una sociedad atrasada facilita el auge de los radicales. En política, saber en qué se cree, qué se quiere y cómo conseguirlo cuenta. Los bolcheviques no eran los más populares, pero supieron hacerse con el poder. Los islamistas parten con algunas ventajas: están organizados, llevan años adoctrinando a la población, no tienen dudas de que van a alcanzar el poder y disponen de un formidable apoyo mediático. Confían en que la oposición les va a facilitar el camino y que, al fin y a la postre, los referentes culturales del Mundo Árabe son islamistas: la umma o comunidad de los creyentes, el califato, la forma natural de gobierno político y religioso, la shariao ley. Uno elige entre lo que tiene delante y, si no hay nada mejor, el islamismo cuenta con la ventaja de estar profundamente enraizado en la conciencia de todo musulmán.

Europeos y norteamericanos podremos ayudar a gobiernos comprometidos con la modernización de esas sociedades, pero nada más. Les corresponde a ellos tomar sus propias decisiones, entre las que se encuentran tanto el desarrollo de estados de derecho como la deriva hacia un estado de guerra civil permanente —la «somalización»—. Lo único seguro es que las próximas décadas van a ser muy difíciles para estos estados.


Florentino Portero es Profesor de Historia de la UNED

ABC - Opinión

Camps, decisión acertada

Como estaba previsto y como el propio Rajoy adelantó hace meses, el Partido Popular hizo pública la candidatura de Francisco Camps en la Comunidad Valenciana, así como las de los demás aspirantes a la reelección, entre ellos Ramón Luis Valcárcel, y la de los cabezas de lista en Cantabria, Aragón y Canarias. Se acabó la falsa incertidumbre que desde distintos círculos se alentó para desestabilizar al principal partido de la oposición. No hubo dudas ni cábalas en torno a la figura del presidente de la Generalitat Valenciana, sino que la dirección popular tomó las decisiones oportunas sin alterar los tiempos políticos. Haber caído en la excepcionalidad con Camps por «Gürtel» habría sido un error. La normalidad ha sido el mejor antídoto contra aquellos que sembraron desconfianza y enredo. La designación de Francisco Camps ha sido una decisión acertada de la dirección nacional del PP. No existían argumentos para retirarle la confianza, sino todo lo contrario. Camps ha sido víctima en los últimos años de una campaña indigna e infame de acoso y derribo orquestada por el Gobierno y el PSOE. El propósito era desalojarle del poder y lograr el cambio político que se les resistía en las urnas. Para ello, sobrepasaron no pocas líneas rojas del juego limpio e incluso del Estado de Derecho, con toda clase de filtraciones interesadas, violación del secreto de los sumarios, maledicencias y mentiras, así como la contribución imprescindible de la Fiscalía, que ha exhibido un extraordinario celo que para sí ya quisiéramos en escándalos como el de los ERE de Andalucía. Un auténtico proceso inquisitorial que ha buscado una condena pública y el descrédito de Camps entre los ciudadanos, lo que obviamente no ha conseguido. Después de una montaña de titulares e intoxicaciones varias, las pruebas han desmontado el proceso hasta tal punto que, si no se tratara de un procedimiento con una intencionalidad política, el Ministerio Público habría retirado con seguridad la acusación. Se han acumulado en estos meses los testimonios que confirman que Camps se pagó sus trajes: el administrador de ocho de las empresas de la trama «Gürtel», Pablo Crespo, se lo aseguró a su abogado en una conversación privada, y Eduardo Hinojosa, dueño de las tiendas Forever Young y Milano, lo declaró en el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad. Hinojosa tiene presentada también una querella contra el sastre José Tomás –cuyo testimonio es la base de la acusación contra el presidente valenciano– por redactar facturas falsas. Pero además un informe de la Agencia Tributaria, a petición del fiscal cursado por el juez, concluyó que no existía constancia de que se le regalaran trajes a Camps. De la fragilidad de las pruebas habla que el fiscal se haya limitado a pedir una multa para Camps. Ni siquiera la inhabilitación. Y que se trata de un juicio político lo demuestra que la acusación particular del PSOE haya solicitado, en cambio, tres años de cárcel. Camps es el mejor candidato posible. Su gestión le avala de forma sobrada. La Comunidad Valenciana es hoy, junto a la de Madrid, una de las más activas de España. Y tiene a su favor el refrendo más relevante, el de los ciudadanos.

La Razón - Editorial

Explicación a medias

Gobierno y oposición frustran un debate político sobre los recortes en el Estado de bienestar

La opinión pública merece un debate parlamentario que esclarezca las razones de las reformas económicas y sociales impulsadas por el Gobierno. La sociedad española ha asistido durante los últimos meses a una congelación de las pensiones (salvo las mínimas), un cambio laboral que ha abaratado el despido, una reforma del sistema de pensiones que ha reducido las prestaciones como mínimo un 12% para cuando entre en vigor la jubilación a los 67 años y el desarrollo de programas contra el desempleo cuyo último ejemplo es el Decreto Ley de medidas urgentes para promover el empleo estable, aprobado ayer mismo en el Congreso. Pero el PSOE y el PP hurtaron otra vez el debate de fondo para entregarse a una riña estadística pueril sobre la cobertura de los parados; y los ciudadanos siguen sin enterarse de las razones de ese brusco e intenso giro social a estribor de un partido socialdemócrata.

Es verdad que Zapatero, peticionario de la comparecencia, hizo algo más que la oposición por exponer una política social coherente. Aunque el único atisbo de explicación se resumió en dos apuntes: "Cuanto mayor sea el vigor y la profundidad de las reformas para mejorar la competitividad mayores serán las posibilidades de consolidar y mejorar el Estado del bienestar", dijo el presidente. Y se felicitó de que el Pacto Social "ha transmitido la confianza sobre la solvencia de las cuentas públicas". Las dos afirmaciones son ciertas, pero la primera requiere razones que el presidente no dio y que el PP se niega a reconocer.


La crisis financiera y la recesión (que Zapatero no provocó, aunque no supo abordar ninguna de las dos a tiempo y con firmeza) han causado una pérdida de riqueza en la sociedad española que se traduce en una merma real de rentas. La situación es más delicada en una economía con una fiscalidad débil y que ha de recurrir a la financiación exterior en proporciones que la hacen vulnerable ante los mercados. Un Gobierno no siempre tiene la política social que quiere, sino la que le permiten sus disponibilidades financieras coyunturales. El presidente podía haber detallado las consecuencias del crash financiero y de la crisis inmobiliaria y explicado a los ciudadanos la magnitud de esa pérdida de rentas. Pero optó por relatar sus avances sociales, cada vez más lejanos, costeados en época de prosperidad, y una agenda futura plena de buenos deseos.

A este rumbo del presidente se sumó ayer, como otras veces, el reglamentario recuento de agravios contra los derechos sociales recitado por el presidente del PP. Rajoy se tocó con el gorro sindical, sin apercibirse de que, si llega a gobernar, también tendrá que aplicar recortes sociales; y que su agenda social se parecerá a la que ayer expuso el Gobierno (políticas activas de empleo, educación y sanidad). No cesa el jefe de la oposición de abrigarse con generalidades. "No existe mejor política social que crear empleo", dijo. Muy de acuerdo. Falta saber como pretende crear puestos de trabajo. Que no sea con otra burbuja inmobiliaria, por favor.


El País - Editorial

El que no debe ser nombrado

El PP ha optado por mantenerle, pero haciendo como si en realidad no quisiera. Como haría quien desea cesar a un barón regional pero no se atreve siquiera a intentarlo por miedo a salir herido en la refriega.

Que nadie hable de él. El innombrable de Camps, ahora oficialmente proclamado candidato del PP a presidir de nuevo la Comunidad Valenciana, ha desaparecido este jueves de los comunicados de los populares. Su confirmación se ha dado a conocer por un mensaje de texto, en el que su candidatura se confundía con las de los demás populares aún no proclamados, y nadie ha querido aparecer ante los micrófonos dando la noticia.

El delito del que se le acusa a Camps es menor, como pequeño es el importe de los famosos trajes hechos a medida que seguramente llevarán al dirigente valenciano al banquillo. El sentido común parece dictar que el presidente de una Comunidad Autónoma no se corrompe por tan poca cosa. Pero la acusación que pende sobre él lleva implícita la consideración de que Camps mintió a la opinión pública cuando aseguró que aquellos trajes los había pagado en metálico y de su bolsillo.

Francisco Camps habría podido cortar de raíz el escándalo desde el principio. Si en lugar de aparecer ante la prensa rodeado de la plana mayor de su partido, hubiese reconocido que había recibido un regalo y pagado su importe; si en lugar de enrocarse, hubiera pedido perdón a la opinión pública, nada habría pasado. Esperanza Aguirre no se ha visto tocada por el caso Gürtel porque decidió cortar cabezas antes incluso de que la mayoría de los electores supieran de qué iba el asunto.


Pero no, decidió negar la mayor y ahora puede verse en el banquillo. Ante eso, un partido coherente tendría ante sí dos opciones. Se puede considerar que la acusación no implica que Camps sea corrupto y, por tanto, ignorarla y tratarlo con todos los honores que merece el presidente y candidato a presidir de nuevo una región tan importante para el PP, más aún cuando es atacado injustamente. Del mismo modo, se puede estimar que la mujer del César no sólo debe ser honesta sino parecerlo, y apartar a Camps de sus cargos en el partido. Pero el PP ha optado por mantenerle, mas haciendo como si en realidad no quisiera. Como haría quien desea cesar a un barón regional pero no se atreve siquiera a intentarlo por miedo a salir herido en la refriega.

Ese miedo quedó escenificado en la reunión en el parador de Alarcón, en Cuencia, a medio camino entre Madrid y Valencia. En lugar de la relación entre jefe y subordinado, como correspondería a sus respectivos cargos, Rajoy dejó entonces traslucir su debilidad acudiendo a una suerte de cumbre entre dos políticos de idéntico nivel, que deben verse las caras en lugar neutral y equidistante. Ahora lo proclama pero sin pisar Valencia. Todo sea para no hacer ver que alguien toma una decisión.


Libertad Digital - Editorial

Tensión creciente en el PSOE

Los socialistas viven la continuidad de Zapatero con ansiedad porque ni resuelve ni deja resolver. Se agota febrero y la recuperación no llega.

EL PSOE se resiente cada día más por culpa de la incertidumbre que ha creado el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, sobre su continuidad como candidato socialista en las elecciones generales de 2012. Realmente, lo que vive internamente este partido es una tensión creciente porque aumenta la inseguridad sobre su futuro, descontada incluso la previsible derrota electoral que sufrirá en los comicios autonómicos y locales del próximo mes de mayo. En efecto, lo que los dirigentes socialistas se plantean ya no es tanto perder por lo menos posible frente al Partido Popular, sino evitar que el PSOE entre en una dinámica de partido perdedor, aliénandose con un síndrome de fracaso similar al que se ha hecho endémico entre los socialistas valencianos o madrileños.

Por eso, puede ser suicida para el PSOE la toma de posiciones que se está produciendo entre algunos de sus principales dirigentes, porque anticipa el debate sucesorio sin que el responsable de hacerlo, Rodríguez Zapatero, lo haya inaugurado. El problema es que tampoco ha evitado que en su partido crean que ya ha comenzado, y quienes participan en él empiezan a mostrar las cartas de lo que es, en toda regla, un conflicto de visiones sobre el partido, su organización y su ideología. Lo que está claro es que si Rodríguez Zapatero se va, lo que todavía está por ver, su sucesión no va a consistir en una designación a dedo, menos aún una entronización garantizada para Rubalcaba. Aun poniendo por delante la frase hecha de que el mejor candidato es Zapatero, no han faltado quienes, como Carme Chacón o José Bono, dejan verse como participantes de la carrera sucesoria, lanzando dos avisos: que el poszapaterismo no se va a hacer sin zapateristas y demás familias socialistas y que una vez ido Zapatero —o invitado a irse— nadie tiene asignado el puesto de sucesor. Nadie puede asegurar que la sucesión de Zapatero no sea, también, una revisión ideológica y organizativa de un PSOE agotado por estos años de mandato convulso y conflictivo.

Los socialistas viven la continuidad de Rodríguez Zapatero con ansiedad porque ni resuelve ni deja resolver. Se agota el segundo mes de 2011 y la recuperación no llega, el paro crece, el pesimismo se mantiene y quedan menos de tres meses para unas elecciones autonómicas y locales que pueden dar a los populares los gobiernos más cercanos a la inmensa mayoría de los españoles.


ABC - Editorial