viernes, 4 de marzo de 2011

De gira por esos mundos. Por José María Carrascal

Por cierto, ¿cuándo se acerca Zapatero a Cuba y Venezuela a cantar las excelencias de la democracia?

CUANDO los gobernantes empiezan a tener dificultades en su país, ya sabemos lo que hacen: irse al extranjero, a lanzar las más extravagantes iniciativas, que allí no les discutirá nadie. Es lo que ha hecho nuestro presidente. Su última gira por los emiratos árabes y el norte de África, en medio de la revuelta que sacude aquel mundo, es el no va más de esa política de evasión, que en realidad es de huida de la realidad. No de esos países, sino del nuestro. Zapatero adoptó en su recorrido los más diversos papeles, cambiando de personaje cada día. Si ante los magnates petroleros del Golfo Pérsico se mostró humilde, pidiéndoles que salvaran nuestras Cajas de Ahorro, en Túnez fue el Rey Mago cargado de regalos. Si en las monarquías que no dejan ni respirar a la oposición se cuidó de no pronunciar la palabra democracia, donde la revuelta popular ha triunfado se explayó sobre las bondades de la misma, los sacrificios que cuesta e incluso sacó a su abuelo fusilado y a su padre «sin libertad», omitiendo que ello no le impidió hacer una excelente carrera profesional. Pero donde su discurso alcanzó la cumbre de la galanura o desfachatez -pues de ambas cosas puede tildarse- fue al aludir a un Plan Marshall para aquellos países, como si se tratara de una coproducción cinematográfica. ¿Sabe lo que fue el Plan Marshall? Porque si lo sabe se daría cuenta, primero, de que eso no se improvisa y, segundo, de que para lanzarlo se necesitan unos medios que hoy no tienen los países europeos y, menos, España, aún en peligro de tener que ser rescatada por sus socios. Pero ¿qué importa eso a nuestro hombre, que habla de oídas y actúa como un bromista de la política, con iniciativas que tienen más pinta de broma que de iniciativas serias?

No hay duda de que ante la cautela de las grandes potencias europeas Francia, Alemania, y de los propios Estados Unidos, Zapatero intenta llenar ese hueco en un mundo árabe en efervescencia. Pero para eso se necesita algo más que buenas palabras, conmovedores recuerdos familiares y planes exóticos. Se necesita una política sólida, coherente. Pero se necesita sobre todo un potencial militar y económico que España no tiene. El ejército español está sobreextendido en las numerosas acciones donde se halla envuelto mundo adelante y de nuestra economía, ¿qué voy a decirles? Con el dato de un paro juvenil del 43 por ciento -próximo al de los países que queremos ayudar- está dicho todo.

En fin, otra manobra de distracción para hacer que hace y no se hable del paro, de nuestra falta de crecimiento y de la inflación que vuelve a mordernos el bolsillo. Por cierto, ¿cuándo se acerca Zapatero a Cuba y Venezuela a cantar las excelencias de la democracia?


ABC - Opinión

¿Peak oil? Algunas verdades sobre el petróleo. Por Emilio J. González

Sólo en Alberta se calcula que hay petróleo para 300 años, al ritmo actual de crecimiento del consumo, que incluye no sólo su utilización para el transporte y para la producción de energía, sino también para los demás empleos.

Los acontecimientos políticos que están teniendo lugar en Oriente Medio y el norte de África han vuelto a poner de actualidad la cuestión del petróleo, ya que dichos sucesos están detrás de la subida de los precios del crudo que viene registrándose desde hace unas semanas. Los comentarios que se leen y se escuchan al respecto son de una naturaleza catastrofista innegable y ante ellos uno pensaría que estamos poco menos que ante el final del mundo, tal y como lo conocemos, si no fuera porque en torno al ‘oro negro’ hay muchas otras cosas de las que nadie está hablando y que, dadas las circunstancias, conviene incorporarlas al debate para desdramatizarlo en lo que a las implicaciones de medio y largo plazo se refiere.

En primer lugar, los problemas actuales tienen su origen en el temor a que las revueltas políticas que están teniendo lugar en Oriente Medio y el norte de África impliquen una situación de desabastecimiento. Hasta ahora siempre se había considerado que sucediera lo que sucediera en esos países, el flujo de crudo hacia las naciones consumidoras jamás se detendría porque dejaría a los países productores sin su principal fuente de ingresos. A mí eso siempre me pareció una ingenuidad y creo que la amenaza del dictador libio de destruir los oleoductos y gasoductos es la confirmación de que no todo el mundo tiene por qué actuar con la racionalidad que muchos en Europa y Estados Unidos les suponen. Lo cual lleva a la conclusión inmediata de que hay que buscar la forma de reducir la dependencia en materia de petróleo de los países potencialmente inestables y, desde luego, poco amigos de Occidente. Pero esto, en cierto modo, resulta casi una obviedad.


Lo verdaderamente importante, a mi juicio, son otras cuestiones. La primera de ellas es que cada vez que sube el precio del petróleo, sea por la razón que sea, acabamos escuchando la misma cantinela acerca de que si la demanda creciente de las economías emergentes, empezando por China e India, está provocando que la tendencia de la cotización del crudo a medio plazo sea necesariamente creciente. Permítanme que niegue la mayor, y me explico. En primer lugar, esa demanda creciente es real. El problema es que la oferta no se ajusta a ella no porque no haya petróleo, que lo hay, y de sobra, como comentaré después. El problema es de capacidad de producción y en eso tienen culpa tanto las empresas como los países productores. Las empresas porque cuando el precio baja no hacen las inversiones necesarias para incrementar la capacidad de producción futura, unas inversiones cuya materialización lleva tiempo, a pesar de que saben de sobra que la demanda a medio y largo plazo es y será creciente. Y cuando el precio sube y las empresas quieren invertir en la ampliación de su capacidad productiva, son los países productores quienes se lo impiden porque quieren beneficiarse de las rentas extraordinarias que les proporciona un petróleo cuya oferta restringen para mantener los precios artificialmente altos.

Vinculado a ello está la famosa historia del agotamiento del petróleo. Hay quien calcula que queda crudo para unos ochenta años, al ritmo actual del crecimiento del consumo, y descarta cualquier posibilidad de mejora en esas expectativas porque el volumen de ‘oro negro’ que contienen los yacimientos que se van descubriendo es menor que el de aquellos otros que se van agotando. Este tipo de mensajes suele provocar el nerviosismo de los mercados cada vez que el petróleo vuelve a ocupar los titulares de los medios de comunicación, pero ¿hasta qué punto es esto verdad? En primer lugar, cada vez que se habla de reservas se trata de reservas cuya explotación en términos de costes es factible a los precios que registre el petróleo en esos momentos, no de aquellas otras cuyo coste de extracción impide que sean rentables si los precios no son altos porque se encuentran en lugares y terrenos de difícil acceso para las perforadoras o a profundidades marítimas importantes. Se trata, por ejemplo, de las reservas aún por medir y explotar del mar de Bering, en el círculo polar ártico. Pero si los precios siguen subiendo llegará un momento en que permitan obtener beneficios de su explotación y, por tanto, hay que incluirlas en las reservas totales.

En segundo lugar, como reconoció Arabia Saudí, que cuenta con el 22,3% de las reservas estándar declaradas, con ocasión de la fuerte escalada de la cotización del crudo en 2006 y 2007, nadie ha declarado cuál es el verdadero volumen de las reservas de cada país, en parte por razones estratégicas, en parte porque todavía no se conoce. En tercer lugar, cuando se habla de reservas de petróleo, se habla de lo que se denominan petróleos convencionales, pero no de los llamados petróleos no convencionales, que son crudos pesados de alto contenido en azufre y no tan fáciles de refinar. Son las arenas bituminosas de, por ejemplo, la cuenca del Orinoco en Venezuela o la provincia de Alberta en Canadá. Sólo en Alberta se calcula que hay petróleo para 300 años, al ritmo actual de crecimiento del consumo, que incluye no sólo su utilización para el transporte y para la producción de energía, que supone un 55% de su consumo total, sino también para los demás empleos que tienen los más de cien derivados del petróleo, de los que se obtienen productos como plásticos, betunes, asfaltos, fertilizantes, fibras sintéticas, etc. Luego, desde este punto de vista, la cuestión no es tan dramática como algunos nos la quieren presentar. Otra cosa son los desajustes a corto plazo entre oferta y demanda, por razones puntuales, pero eso ya es harina de otro costal.

Por último hay que decir que hay otras opciones distintas al petróleo, además del gas natural, que cuanto más suba el precio de éste, más van a entrar en competencia con el mismo. Me refiero a los biocombustibles. Hoy por hoy ya hay biocombustibles que son rentables con precios del petróleo por encima de los 70 dólares por barril, pero lo más importante de todo son dos cuestiones en torno a los mismos. La primera de ellas es que, a medida que surgen nuevas generaciones de biocombustibles, y ya vamos por la cuarta, mejor es su balance energético –cantidad de energía consumida para producir una unidad de energía de biocombustible– así como su contenido energético. La segunda es que, a medida que va avanzando la tecnología, su coste de producción no sólo se reduce, sino que surgen nuevas posibilidades de obtención de biocombustibles sin que su producción tenga que competir con la producción de alimentos, al menos en lo que a la utilización de las tierras cultivables se refiere. En consecuencia, si contemplamos las cosas con una visión de medio y largo plazo, el asunto no es tan dramático como algunas voces interesadas nos quieren hacer ver. Otra cosa, ya digo, son los problemas puntuales, como los actuales relacionados con Oriente Medio y el norte de África. Pero eso implica situaciones de escasez a corto plazo, no el panorama a medio y largo plazo que algunos nos pintan.


Libertad Digital - Opinión

De la impostura. Por Hermann Tertsch

En Túnez ha protagonizado Zapatero su penúltimo esperpento y el alarde supremo de falta de principios.

ATRAPADOS todos como estamos en la inmensa escombrera en que han convertido la vida pública y la economía de este país, disparates y desafueros que en otros países —y aquí en otras circunstancias— despertarían una sana indignación y repudio social, aquí nos parecen ya anécdotas. En realidad lo son, dada la magnitud del daño general. ¡Cómo indignarse ya por 20.000 litros de combustible que el presidente del Gobierno tuvo a bien consumir para dormir en su cama en Moncloa y volver horas después hacia el Mediterráneo oriental por donde había venido el día anterior! Sin que el protagonista se planteara siquiera la posibilidad de que el gasto añadido y evitable de este capricho personal ofendiera a quienes son conminados a diario a sacrificarse y añadir dificultades a sus muy difíciles vidas, por el bien del ahorro nacional. ¡Cómo no tomarse ya como chufla y oportuna chirigota el concurso de ocurrencias de los ministros sobre el ahorro energético! ¡Cómo no reaccionar con gesto aburrido ante la enésima trampa que permite nuevos endeudamientos suicidas mientras se predica rigor en el gasto! No haremos disquisiciones históricas sobre las causas de que esta sociedad tenga las tragaderas que tiene. Aunque habría que reflexionar sobre la maldición que ha llevado a la sociedad española a comenzar el siglo XXI con tal mansedumbre ante el delirio de sus gobernantes, que dejado a España marginada de la evolución común de los países desarrollados y la relega en prácticamente todos los campos, en muchos a la competencia directa con el Tercer Mundo.

Hablemos hoy de una política exterior que define a su responsable. Comenzó con una traición efectista, aquí largamente aplaudida. Fue la primera gran grieta en un jarrón que hoy es sólo loza rota. En la que se amontonan capítulos de vergüenza con Cuba y Venezuela, de enajenamiento con la UE, de impericia paleta con China. Lo explica muy bien Javier Rupérez en su libro «Memorias de Washington» recién publicado en «La Esfera de los libros». La retirada de Irak bajo los socialistas estaba prevista en Washington y no habría supuesto un problema insalvable en las relaciones. La forma en que se hizo, en un acto de deserción, por sorpresa pese a garantías contrarias del ministro de defensa y poniendo en peligro la seguridad de otros aliados, destruyó en minutos una relación de confianza labrada en décadas y que ya tenía categoría privilegiada. Pero la máxima expresión de la traición y hostilidad hacia nuestro aliado y suprema potencia la protagonizó Zapatero en Túnez. Allí hizo un llamamiento a los demás países aliados a unirse a la deserción. Cuando a diario morían decenas de soldados norteamericanos. Aquella vileza no se la perdonará Washington nunca a Zapatero. España sufrirá por ello cuando él lleve tiempo jubilado.

Si en Túnez comenzó aquella política exterior ideologizada, tercermundista y tan ignorante de la historia y la realidad, en Túnez ha protagonizado ahora Zapatero su penúltimo esperpento y el alarde supremo de falta de principios. En tono paternalista —dando consejo al buen salvaje—, les dijo a políticos tunecinos, todos con más experiencia, cultura, dominio de idiomas y conocimiento de la historia que él, que con la democracia se disfruta mucho. Y que su abuelo, ese protomártir que promociona desde que llegó a Moncloa, murió fusilado. «Como muchos, José Luis, como muchos» le podían haber respondido. Tan sólo un día antes, en Abu Dhabi, ante los jeques de un régimen mucho más implacable que el derribado por los tunecinos, no había hablado de disfrutar en democracia. Sino de dinero que ansiaba de quienes reprimen a los demócratas. En tres días, todo un alarde de impostura y amoralidad. Y lo llama «realpolitik».


ABC - Opinión

Zapatero. Turismo democratizador. Por Emilio Campmany

Si llega a quedarse unas horas más y les endilga a los tunecinos todo su repertorio de sansiroladas, podrían haber concluido que quizá no fuera tan conveniente instaurar una democracia si ello incluye el riesgo de tener que padecer un presidente así.

En Túnez deben de haberse quedado boquiabiertos y ojipláticos, en estado de aturdida estupefacción de ver lo que puede ocurrirles si, como les asegura que ya es inevitable Zapatero, finalmente se democratizan. "No sabéis cómo se puede disfrutar de la democracia. En mi caso, hasta he llegado a ser presidente del Gobierno". ¿Qué habrá querido decir? Siempre es difícil hacer la exégesis de las palabras de Zapatero, pero en este caso la misión es casi imposible. Puede haberse limitado a querer decir que, para disfrutar de la democracia, lo mejor es llegar a presidente del Gobierno. Pero más bien parece haber querido explicar que, en una democracia, es posible incluso que alguien como él llegue a tan alto cargo. Pero, entonces viene una ulterior pregunta. En un hecho tan fatal como es el tener que padecer semejante presidente ¿dónde está el disfrute? Quizá quería referirse a lo mucho que disfruta él porque no creo que estuviera pensando en lo mucho que disfrutaremos los demás cuando lo echemos, que algún día será.

Tampoco ha estado mal el modo en que les ha contado su experiencia vital de la Transición: "Mirad, mi abuelo fue fusilado por Franco. Cuando yo cumplí 15 años, murió el dictador, y tres años después, a los 18, ya teníamos una Constitución". Para que supieran cuál es hasta ahora el final del viaje, podía haber añadido: "Y ahora, que acabo de cumplir 50, me paso la Carta Magna por el forro de mis caprichos y no veas lo que disfruto". Así, habría sabido el octogenario primer ministro tunecino Beji Caid Essebsi cómo acaba la historia.


Lo mejor ha llegado al final. Cuentan las crónicas que, con gran convicción nuestro presidente les ha aconsejado a los tunecinos "una nítida separación de poderes". Igualico, igualico que aquí. No sé si en Túnez saben de cómo Felipe González se las apañó para forzarle las costuras a la Constitución y establecer un sistema de control de los nombramientos de las altas magistraturas judiciales, de cómo Aznar prometió cambiar eso y no cambió nada y de cómo Zapatero usa y abusa del sistema. Pero, si están al cabo de la calle, habrán pensado en lo granítica que puede ser la faz del turista democratizador.

Menos mal que, antes de seguir avergonzándonos, el presidente se ha vuelto enseguida echando no sé cuántas toneladas de queroseno quemado a la atmósfera. Si llega a quedarse unas horas más y les endilga a los tunecinos todo su repertorio de sansiroladas, podrían haber concluido que quizá no fuera tan conveniente instaurar una democracia si ello había de incluir el riesgo de tener que padecer un presidente así todos los días del año durante quién sabe cuánto tiempo. En definitiva, si la visita llega a ser de tres días, habría sido contraproducente porque los tunecinos podían haberse sentido tentados de clamar por la vuelta de Zine El Abidine Ben Alí antes de arrostrar el riesgo de tener que padecer un similar alud de fatua verborrea durante años como aquí estamos aguantando.

Suárez ya no se acuerda de que fue presidente. Felipe González cree que nació para serlo y no acaba todavía de entender que no siga siéndolo. Aznar cree, probablemente con razón, que hasta ahora ha sido el mejor. Y Zapatero tendrá que jurarle a sus nietos que lo fue y ya veremos si llegan a creérselo. Cosas de la democracia.


Libertad Digital - Opinión

Sin puño y sin rosa. Por M. Martín Ferrand

El socialismo clásico es un fracaso continental, en España hemos sustituido los obreros por parados.

ALGUNOS de los candidatos que el PSOE presentará en las elecciones locales y autonómicas del próximo mayo han decidido el diseño de su propaganda con dominio del color rojo, pero sin la presencia de la rosa, el puño y la sigla que define desde 1879 al socialismo español. Vivimos tiempos en los que los fines tienden a justificar los medios; pero, aún así, esa condición vergonzante de quienes aspiran a gobernarnos y no son capaces de soportar el peso de su propia identidad parece bochornosa. Sería más ético, y muchísimo más elegante y señorial, que si no se sienten orgullosos de su pertenencia al partido que lidera José Luis Rodríguez Zapatero se den de baja y acudan a las elecciones bajo otro manto protector. Además, la ocultación de la sigla socialista en los carteles y demás anuncios electorales de quienes representarán al PSOE en los concejos y parlamentos regionales, ¿no tiene visos de disimulo y estafa, de ocultación de la verdad?

Tomás Gómez y Jaime Lissavetzky, los socialistas que optan a líderes de la oposición en el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, ya han presentado las primeras piezas de su campaña, como lo ha hecho Óscar López, aspirante a presidir la Junta de Castilla y León, sin que las cuatro letras que identifican la formación a la que pertenecen, y que los respalda, luzcan en ellas. Dado el relativismo moral en el que nos han incrustado las circunstancias sociopolíticas de Europa y España, es muy posible que ese ocultamiento no le importe a nadie, ni tan siquiera a los más veteranos socialistas; pero es todo un síntoma de descomposición del partido —más partido que nunca— que fue socialista, obrero y español y que, a juzgar por los hechos va teniendo muy poco de esas tres notas identitarias. El socialismo clásico es un fracaso continental, en España hemos sustituido los obreros por parados y ser español no cotiza en muchas de las circunscripciones centrífugas que han desvirtuado las Autonomías que se diseñaron en 1978.

Unos candidatos sin biografía pertenecientes a un partido enmascarado son, en el caso de Madrid, una ofensa a la ciudadanía. Más aún si se tiene en cuenta que sus predecesores, como la crecientemente repipi Trinidad Jiménez o el risible Miguel Sebastián, no actuaron según la confianza de sus votantes y se buscaron la vida (política) en cargos de mayor lucimiento y menor sacrificio que el de jefes de la oposición frente a un gobierno con mayoría absoluta. Llegan al provocador desparpajo de que Lissavetzky, que es miembro todavía del Gobierno que ha fraguado el insoportable paro que padecemos, propone hacer de Madrid «la ciudad del empleo».


ABC - Opinión

Túnez. ZP, nuestro Jimmy Jump. Por Cristina Losada

Si fuera coherente con las intenciones proclamadas, Zapatero iría al Bagdad de sus pecados. Pero el presidente se ha montado en la ola de cambio orientado únicamente por la lucecita roja de las cámaras.

El catalán Jimmy Jump se ha hecho conocido por colarse en los eventos internacionales y captar la atención de las cámaras durante los cinco segundos que tardan en expulsarlo. No tiene otro oficio ni otra aspiración que la de ganarse, de ese modo vergonzante, su instante de fama. En su última aparición, durante la gala de los Goya, el presentador, que era el humorista Buenafuente, pidió perdón a la audiencia, como catalán, por la irrupción de aquel "imbécil". Salvadas algunas distancias y detalles como el atuendo, la visita de Zapatero a Túnez ha sido un número similar al de ese sujeto ansioso de notoriedad. El presidente quería ser el primer mandatario occidental en aparecer subido a la ola de cambio del mundo árabe, y aun sin saber a qué orilla irá a parar. Pero, qué importa. El caso es saltar, como Jimmy, en medio del acontecimiento que encandila a las televisiones y chupar cuota de pantalla histórica.

Con la capacidad para trivializar los grandes conceptos, propia de los que se han encontrado todo hecho, Zapatero instruyó a los tunecinos acerca de la democracia en los términos que se emplean para recomendar un espectáculo, un crucero, un manjar. "No sabéis cómo se disfruta", les confesó, para definir acto seguido el mayor de los placeres: uno puede llegar a presidente, ¡como él mismo! Ya antes había dado muestras de estar impresionado –perplejo, incluso– por ese logro, pero en Túnez se le advertía un eco del "sueño americano": cualquiera puede llegar al Despacho Oval. Y es que además de darse aires kennedyanos con un canto a la extensión de la democracia, propuso un plan Marshall destinado a los países árabes, que esperará, supongo, que pague, de nuevo, Washington.

Los tunecinos bien pudieron preguntarle cómo no persuadió a Ben Alí de los deleites de la democracia en los pasillos de la Internacional Socialista. O cómo elogia la Transición por su "consenso de fondo para mirar al futuro", si está empeñado en mirar hacia la guerra civil y el franquismo. Por algo les colocó la historia de su abuelo. Allí tuvieron la delicadeza de no hurgar en el doble discurso. Desde aquí, sin embargo, es obligado interrogarse sobre el distinto rasero que trasluce su conducta. Se ignora si las revueltas árabes conducirán a la democracia, al islamismo radical o a la persistencia de cleptocracias militares. Se conoce, en cambio, que el único país árabe donde la democratización está en marcha es Irak. Si fuera coherente con las intenciones proclamadas, Zapatero iría al Bagdad de sus pecados. Pero el presidente se ha montado en la ola de cambio orientado únicamente por la lucecita roja de las cámaras.


Libertad Digital - Opinión

Democracia sin filtros. Por Ignacio Camacho

La falta de filtros de calidad política ha permitido alzarse al poder a un colectivo sin capacidades dirigentes.

NO lo puede remediar. Está tan encantado de haberse conocido que se pone a sí mismo de ejemplo cada vez que —la última, en Túnez— se le ocurre ponderar las virtudes de la democracia. En su elogio de la igualdad de oportunidades Zapatero tiende siempre a presentarse como un paradigma, y ni por un momento da en pensar que precisamente su caso plantea dudas sobre las limitaciones del sistema: cómo un político de escasa preparación y mediocre trayectoria puede llegar a presidente del Gobierno.

Uno de los problemas más graves de la democracia española —recientemente denunciado por el riguroso informe de la Fundación Everis— consiste en el empobrecimiento de la clase dirigente. En la falta de filtros de mérito, de liderazgo y de calidad política que ha permitido alzarse al poder a un colectivo mermado de conocimientos y de experiencia que se ampara en la cohesión de organizaciones cerradas y estructuradas en torno al criterio de fidelidad jerárquica. Zapatero es el epítome de ese defecto porque ha alcanzado la cúpula y esa visibilidad ha puesto en escandalosa evidencia su penuria de formación, su exigua solvencia y su infantilismo político; pero de él para abajo existe una pléyade de gobernantes de distinto nivel caracterizados por la ausencia de capacidad de gestión, de criterio intelectual y de sentido de la responsabilidad, cuyo principal y casi único capital reside en una fuerte ideologización y una rocosa determinación para sobrevivir a costa del erario público. No sólo en el PSOE: hay —muchos— zapateros y zapateritos en el PP, en las formaciones nacionalistas y en Izquierda Unida: gente que no ha hecho en su vida otra cosa que militar en unos partidos capaces de garantizarles una carrera institucional por puro instinto sectario y sin demostrar ninguna competencia específica. Y en ese gregarismo laten los vicios del sistema, desde la corrupción al clientelismo.

En un país como Túnez, castigado por largas experiencias dictatoriales y expolios de casta, un panorama así puede sonar a música celestial; pero no es Túnez sino Alemania, Francia o Gran Bretaña el referente de comparación de la democracia española, donde la igualdad de oportunidades ha derivado en ausencia de selección de méritos debido a la predominancia de mecanismos de adocenamiento basados en la obediencia. La carencia de cualificación de la dirigencia política es una lacra en una sociedad que sí se ha vuelto bastante exigente, por necesidades de competitividad, en la cualificación de sus cuadros directivos civiles. La falta de soluciones y respuestas a la crisis, la política de gestos, ocurrencias e improvisaciones es el resultado de ese negligente abandono de la ambición de excelencia. Y lo que Zapatero ve desde hace años como una virtud —«Sonsoles, no sabes los cientos de miles de españoles que podrían llegar a presidente»— se ha convertido en una verdadera deficiencia colectiva.


Libertad Digital - Opinión

La estrategia de la derrota

Sortu camina paso a paso hacia su ilegalización. Lo que era una evidencia desde su presentación se trasladó ayer negro sobre blanco al Tribunal Supremo en una demanda de la Abogacía General del Estado en la que defiende que es un instrumento de ETA. La Sala del 61 del Supremo admitió a trámite la iniciativa y acordó dejar en suspenso el proceso para la inscripción de Sortu en el registro de partidos políticos del Ministerio del Interior, tal y como prevé la Ley de Partidos. LA RAZÓN adelanta hoy que los magistrados resolverán las peticiones de la Abogacía y la Fiscalía unos días antes de que concluya el plazo de presentación de candidaturas para las elecciones forales y municipales, así como que el Constitucional no se pronunciará hasta pasados los comicios.

La Abogacía General del Estado, con los informes elaborados por la Guardia Civil y la Policía Nacional, ha presentado una sólida y fundamentada demanda en la que establece una serie de conexiones directas entre Batasuna y Sortu: un promotor de Sortu gestionaba una cuenta para pagar a etarras condenados; otra de las promotoras es citada con un nombre clave como miembro de ETA; el jefe de prensa de Batasuna organiza los actos de la nueva formación; conversaciones de un apoderado y su hijo prueban una estrategia común, y personas vinculadas a Batasuna alquilaron coches para registrar los estatutos. La Abogacía del Estado sostiene que Sortu «forma parte de una estrategia política sincronizada de la que ETA es motor y parte actora principal»; denuncia «la negativa reiterada» de los vinculados a Sortu «a condenar, rechazar o ni siquiera realizar un juicio negativo de los actos de terrorismo realizados hasta ahora por ETA», y afirma que «el rechazo estatutario» al terrorismo «es cosmético, retórico e instrumental, no real». Nos parece especialmente relevante el párrafo en el que la Abogacía, el Gobierno en suma, confirma que la banda terrorista «no se ha disuelto, no se ha transformado en partido político ni ha manifestado de ningún modo su propósito de cesar la actividad terrorista». La desarticulación del «comando Vizcaya», listo y preparado para atentar, o la exclusiva de LA RAZÓN sobre que ETA mantiene en cada una de las provincias vascas y en Navarra al menos un comando activo, prueban que la banda mantiene la amenaza y no se siente derrotada.

Frente a los cantos de sirena del nacionalismo y de algún sector del socialismo vasco, el «caso Sortu» ha demostrado que el control de ETA sobre ese mundo es férreo. Los terroristas han tutelado este proceso desde el principio, como lo hicieron en otros similares, porque su presencia en las instituciones es vital. Que el Gobierno y el PP se hayan mantenido firmes en este primer envite ha sido la respuesta que cabía esperar. De la misma forma, están obligados a no equivocarse ante el supuesto Plan B de Batasuna. La democracia sólo debe esperar la disolución de ETA. Cualquier opción que no contemple esa premisa tiene que ser frenada. Sería la única garantía de que ese mundo quiere participar en política. Hasta entonces, la estrategia debe centrarse en buscar y lograr la derrota incondicional de los terroristas.


La Razón - Editorial

El silencio de Sortu

La nueva marca 'abertzale' debe mostrar su autonomía de ETA más allá de sus estatutos.

El trámite judicial para decidir sobre la inscripción de Sortu, la marca política con la que la izquierda abertzale se propone presentarse a las elecciones de mayo, ha dado un nuevo paso al haber admitido el Tribunal Supremo la demanda en contra de la Abogacía del Estado. Era lo esperado a tenor de los informes de la Policía y la Guardia Civil, cuyas conclusiones recoge la Abogacía. De acuerdo con la demanda, Sortu no es solo una continuación de Batasuna, algo que sus líderes han querido destacar de forma expresa, sino que, además, la banda terrorista estaría detrás de una estrategia en la que la condena de la violencia sería solo cosmética.

Este es el punto principal sobre el que tendrá que resolver el Supremo, cuya sentencia, en cualquier caso, podrá ser recurrida ante el Constitucional. Si los promotores del nuevo partido se han comprometido de verdad con las vías políticas, nada podrán objetar al hecho de que el Estado utilice los recursos judiciales para confirmarlo, sobre todo cuando se dispone de indicios en sentido contrario que deberán valorar los magistrados. El largo historial de sangre que los dirigentes de Sortu dicen estar dispuestos a cerrar con su nueva iniciativa justifica todas las cautelas, ejercidas con escrupuloso respeto a las garantías que establece la ley.


Mientras la decisión avanza en la vía judicial, la izquierda abertzale podría estar perdiendo una ocasión inmejorable para ganar la credibilidad que le niega su inmediato pasado, además de algunos hallazgos recientes como la presunta vinculación de Sortu con cuentas bancarias de la banda. La detención de un comando terrorista con explosivos listos para ser usados sería una primera prueba sobrevenida para demostrar que es cierto cuanto proclama la nueva fuerza política. Refugiarse en el silencio como han hecho sus dirigentes pone de manifiesto la existencia de un debate interno del que, en estos momentos, no importa tanto el resultado como su propia existencia. Si el rechazo de la violencia fuera tan concluyente como han venido sosteniendo desde la presentación pública de Sortu, no habría lugar para vincularlo a ninguna conveniencia política. La contradicción a la que se enfrenta la izquierda abertzale es que cuanto más demuestra su capacidad de influencia sobre ETA, más se confirma que forma parte del entramado que ha perseguido la justicia española y ha avalado el Tribunal de Estrasburgo.

Mantener el consenso entre las fuerzas democráticas para que sea la justicia la que decida sobre la inscripción de Sortu es algo imprescindible para seguir avanzando en la lucha antiterrorista. Si la izquierda abertzale ha dado los pasos que se han plasmado en sus nuevos estatutos, y si los pistoleros no se deciden a reclamar el protagonismo por el único procedimiento que saben hacerlo, es porque la política seguida por el Gobierno de común acuerdo con la oposición está dando resultados. Es a Sortu a quien le corresponde hablar sobre la detención del comando, y no a las fuerzas democráticas sobre el futuro de Sortu.


El País - Editorial

Sortu, el señuelo que el PSE no quería ver

Aún estamos a tiempo de evitar que vuelva a producirse algo tan lamentable como lo que sucedió hace cuatro años. No hay que bajar la guardia y actuar de inmediato. Ellos ni perdonan ni se despistan, el Estado de Derecho tampoco debería de hacerlo.

Si a alguien le quedaba alguna duda sobre la validez de la tregua de la ETA, puede ir despejándola desde ya mismo. Es, como ya se advirtió en su momento, una trampa, una simple estratagema para ganar tiempo, reorganizarse y acceder de nuevo a una porción de poder municipal en las elecciones de mayo. Nada que no supiésemos ya pero que, gracias a la detención de dos terroristas en Bilbao y Galdácano, puede servir para refrescar la memoria de los olvidadizos. En cuanto la banda hubiese conseguido sus objetivos, estos dos individuos se habrían puesto a funcionar atentando, según se desprende de la investigación, contra un juez vizcaíno y un agente de la Ertzaintza.

La ETA, por lo tanto, está muy lejos de haber declarado una tregua, y esto debería hacer que ciertos socialistas vascos como Jesús Eguiguren se sonrojasen de vergüenza. Una vez hecho esto no estaría de más que revisasen su opinión sobre Sortu, la penúltima marca inventada por los terroristas para concurrir a las elecciones. Sería una noticia casi tan buena como la que nos ha regalado el Tribunal Supremo al admitir a trámite la demanda contra esta formación de perfil, como mínimo, filoetarra.


La abogacía del Estado considera que Sortu es la sucesora de Batasuna, ilegalizada hace ya casi una década después de que los jueces considerasen probado que aquel partido no era más que un órgano de la banda terrorista cuyo cometido era copar las instituciones democráticas a través de las urnas. Nos encontraríamos, pues, con la enésima reedición de un partido que es ilegal no por sus ideas, sino por su vinculación con una banda terrorista.

Que el Tribunal Supremo actúe es una buena noticia, pero no deberíamos confiarnos. Tal vez lo de Sortu no sea más que un señuelo para distraer y, en paralelo, aparezca otra formación que, esta sí, consiga sortear los impedimentos legales. No sería la primera vez que algo así sucede. Coincidiendo con las municipales de 2007 los proetarras presentaron dos partidos distintos: EHAK y ANV, que terminó haciéndose con un buen número de concejalías gracias a la pasividad selectiva de la Fiscalía General del Estado. Meses después, cuando se probó que compartía caja de financiación y que había desviado cerca de 1,5 millones de euros a Batasuna, fueron ilegalizadas de manera fulminante. Pero ya era tarde. Los concejales –y algunos alcaldes– siguieron ahí.

Aún estamos a tiempo de evitar que vuelva a producirse algo tan lamentable como lo que sucedió hace cuatro años. No hay que bajar la guardia y actuar de inmediato. Ellos ni perdonan ni se despistan, el Estado de Derecho tampoco debería de hacerlo.


Libertad Digital - Editorial

Cerco a ETA

La actuación simultánea de los poderes del Estado contra todos los frentes del entramado terrorista es la única fórmula para derrotar el terrorismo.

EN apenas tres días se ha desvelado la falsedad de la enésima tregua de ETA, con la desarticulación de uno de sus más peligrosos «comandos», probable responsable del asesinato, entre otros, del inspector Eduardo Puelles, y con la información que la Abogacía del Estado ha utilizado para justificar la demanda de ilegalización de Sortu, la última mascarada etarra para estar en las elecciones municipales del próximo mes de mayo. La actuación simultánea de todos los poderes del Estado contra todos los frentes del entramado terrorista es la única fórmula que garantiza la derrota del terrorismo, de la manera incondicional y absoluta que es admisible en un Estado democrático y de Derecho. Tan evidente es para los servicios de información de las Fuerzas de Seguridad del Estado que Sortu está bajo el control de ETA, que la Abogacía del Estado pide al Supremo que no se admita su inscripción como partido porque es «continuación o sucesión» de las actividades de Batasuna. En definitiva, la vía legal elegida por la Abogacía del Estado es la de ejecutar en Sortu las sentencias de ilegalización del entramado batasuno. Este procedimiento exigirá una convincente acreditación de la vinculación entre uno y otro. Pero para cumplir esta condición deben servir los informes policiales que ya permitieron al ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, afirmar que Sortu es continuación de Batasuna, esto es, de ETA, sumándose así al primer mensaje que lanzó el PP contra la nueva trampa etarra y por el que, como es habitual, fue criticado por dirigentes socialistas. Guste o no a estos, a ETA solo la frena la política antiterrorista asentada en la acción policial y en la ilegalización de su frente pseudopolítico.

Ahora bien, es evidente que la izquierda proetarra no cejará en su empeño de participar en las elecciones municipales y forales del País Vasco y Navarra. Y lo hará buscando cobijo en agrupaciones de electores, partidos democráticos —como Eusko Alkartasuna— o franquicias aún desconocidas. La Ley de Partidos Políticos ofrece remedios para todos estos fraudes y ninguno debe ser descartado, menos aún tras la última reforma de la ley electoral, que facilita la impugnación de listas contaminadas y permite la expulsión de candidatos electos que, después de la ilegalización de su partido, no condenen la violencia. Este esfuerzo de todas las instituciones del Estado justifica el consenso político contra ETA, siempre que su objetivo sea la derrota incondicional de los terroristas. Cuanto más cerca esté el fin de ETA, más fuertes y decididas deben ser la presión policial y la acción de los tribunales.


ABC - Editorial