viernes, 18 de marzo de 2011

Maremoto en Berlín. Por José Mª de Areiza

Al día siguiente de la catástrofe japonesa, 60.000 ciudadanos se manifestaban en Stuttgart contra las nucleares.



El devastador maremoto ha recorrido 9.000 kilómetros hasta llegar a Berlín y tendrá importantes consecuencias en la política alemana. Al día siguiente de la catástrofe japonesa, 60.000 ciudadanos se manifestaban en Stuttgart contra las nucleares. Cuarenta y ocho horas después Angela Merkel anunciaba una moratoria de tres meses de su valiente y necesaria decisión a favor de prolongar la vida de las centrales, tomada hace menos de un año. La moratoria es una medida sin respaldo parlamentario y que podría tener problemas legales. Además, ha decidido cerrar de forma temporal siete centrales construidas antes de 1980, un cese de actividad que podría convertirse en permanente. Tras haber perdido en otros feudos, la posibilidad de una derrota electoral de su partido en el estado de Baden-Württemberg el 27 de marzo ha llevado a la canciller a dar el volantazo. A pesar de que decisiones de esta envergadura deben tomarse en frío, Angela Merkel necesita apuntalar al primer ministro regional, Stefan Mappus, de la CDU, uno de los mayores defensores de la energía nuclear, quien se ha enfrentado a su correligionario el ministro de medio ambiente Norbert Roettgen por su retórica verde. Los ecologistas tienen hecha la campaña, aunque saben que deben tener cuidado para no dar la imagen de estar aprovechando una tragedia. Las encuestas antes del desastre proyectaban en la región un empate entre la CDU y la suma de verdes y socialdemócratas, en parte por la dimisión del copión de zu Guttenberg. La fortaleza política de Merkel disminuye en casa mientras su figura se agranda en la relación con sus socios europeos. Los apuros de la canciller pondrán las cosas más difíciles a los eslabones débiles del euro como España. El sentimiento antinuclear será determinante en las siguientes elecciones generales alemanas y la canciller es consciente de que para poder ejercer bien el poder, primero hay que ser poderoso.

ABC - Opinión

Terremoto. El imaginario simbólico japonés. Por Agapito Maestre

Yo, pues, deseo ser japonés, o sea, deseo tener su imaginación, porque, como dijo Aristóteles, "no hay ser que desee sin imaginación".

Olvidé decir algo importante sobre la fantasía, en la Tertulia de Dieter Brandau, que quisiera ensayar en esta columna. Si hoy hay una nación fantástica e imaginativa en el mundo, en mi opinión, se llama Japón. Su capacidad de sobrevivir a una de las tragedias más duras de la humanidad es, sencillamente, fantástica. Imaginativa. Cientos de lecciones están dando los japoneses al mundo entero. La de ciudadanía, en mi opinión, es decisiva para el resto de sociedades democráticas; ser ciudadano, comportarse como un ser libre y solidario, en esas condiciones trágicas no habría sido posible sin la inmensa capacidad de imaginar que tiene este pueblo casi desde la nada, o peor, desde la tragedia que peor pudiéramos prever.

El triple accidente que soporta esta nación es conllevada con una resignación propia de una de las sociedades más libres del planeta. Sin libertad no hay imaginación creadora. Sí, sólo en sociedades muy libres, sin la presión permanente de los Estados en la vida cotidiana, es posible inventar formas de comportamiento ciudadano que nadie hubiera podido adivinarlas en condiciones normales. A eso le llamo capacidad de inventar la política, de instituir un imaginario colectivo, que está al margen, al lado o, sencillamente, complementa las llamadas instituciones sociales y reales.

Esta forma imaginaria de sociedad, dicho con Castoriadis, está lejos de ser algo ilusorio. Por el contrario, instituye una forma ciudadana radicalmente nueva que no está determinada por nada ni por nadie y que es determinante del comportamiento colectivo, no tiene una explicación causal ni siquiera racional. Surge de la imaginación de unos individuos agrupados en sociedad. Quizá en Japón no exista una división de poderes más o menos aceptable para una democracia desarrollada. No lo sé ahora ni me importa, porque es sólo un ejemplo. Quizá el Gobierno nipón, como el español o el francés, controle el poder legislativo e incluso el legislativo. ¡Quién lo sabe! Quizá tampoco Japón, como en el resto de países democráticos, sea capaz de crear partidos políticos sin estructuras burocrático-jerárquicas, o sea, seguramente sus partidos son tan antidemocráticos como los españoles. Sin duda alguna, estos límites son reales. Son estructuras de dominación política clásicas que funcionan en Japón como en otros lugares del mundo.

Pero, y esto es lo importante, ninguno de ellos ha podido limitar, dicho brevemente, el desarrollo de unas instituciones imaginarias políticas, subyacentes a las "reales", que nos hacen mirar al pueblo japonés como un espejo de comportamiento ciudadano ejemplar. Yo, pues, deseo ser japonés, o sea, deseo tener su imaginación, porque, como dijo Aristóteles, "no hay ser que desee sin imaginación". La lección de ciudadanía de los japoneses, es decir, de comportamiento solidario y sosegado ante la trágica realidad, hubiera sido imposible sin su imaginación que, dicho sea de paso, nunca es efecto del deseo sino que es la condición del deseo, en este caso, del infinito deseo que tiene los japoneses de ser libres.


Libertad Digital - Opinión

El nuevo patio de monipodio. Por José María Carrascal

La vergüenza es algo que no se lleva en Andalucía bajo la hégira socialista, presidida por la mangancia.

ESO de que las regiones se apropien de los ríos de un país sólo puede ocurrir en España, donde las autonomías se creen naciones y la democracia se queda a los derechos sin saber nada de los deberes. Que la Junta de Andalucía, bajo control socialista desde que empezó a funcionar, se apropiase del Guadalquivir por las buenas —o las malas, según el Tribunal Constitucional—, demuestra, primero, su ignorancia institucional y, segundo, su falta de patriotismo. Una comunidad que recibe del Estado mucho más de lo que le da debería tener al menos la educación de respetar lo que al Estado pertenece, tal como quedó escrito en la Constitución. Pero se ve que ni la han leído.

Todo apunta que allá abajo se ha impuesto la norma de arramplar con cuanto pase al alcance de la mano e incluso del pie. El auténtico pillaje que revelan los ERES falsos, propiciados desde instancias gubernamentales, demuestra hasta qué punto la cultura, incultura mejor dicho, del saqueo ha arraigado en aquella comunidad, hasta la metástasis en sus más diferentes capas sociales. Aunque la célula madre cancerosa está en su cabeza, en la Junta. Un presidente que autoriza una subvención millonaria a la empresa donde trabaja su hija y su sucesor en el cargo que dice no haberse enterado de que se estaba empleando dinero para los parados en pagar pensiones e indemnizaciones fraudulentas a individuos de su partido que nunca habían trabajado en las empresas que se alegaban, hubiesen tenido que haber dimitido ya, aunque sólo fuera por vergüenza. Pero basta verles y oírles para darse cuenta de que la vergüenza es algo que no se lleva en la Andalucía bajo la hégira socialista, presidida por la mangancia, adormecida por la impunidad y convertida en un inmenso Patio de Monipodio, donde se traman los negocios más turbios y se toleran las conductas más picarescas.

Ni mucho menos es la única comunidad española donde la conciencia ciudadana está desapareciendo empujada por conductas de unos dirigentes que, de haberse dedicado a la empresa privada, ni siquiera hubieran alcanzado puestos secundarios, y de haber seguido tales conductas, hubiesen tenido serios problemas con la justicia. Es en Andalucía, sin embargo, donde tal proceder adquiere, por decirlo así, un carácter oficial. No faltan los andaluces que se sienten abochornados por ello y lo denuncian. ABC, que nació en Sevilla y tiene un gran arraigo en Andalucía, lo demuestra a diario en su información y artículos. Pero como la moneda mala desplaza a la buena, las malas costumbres se imponen a las buenas.

En estas circunstancias, ¿qué puede extrañar que la Junta quisiera apropiarse del Guadalquivir? «Todo es bueno para el convento,» decía el fraile con la puta al hombro. Aunque puestos a mangar, podía haberse apropiado de Gibraltar.


ABC - Opinión

Romance descoyuntado. Por Alfonso Ussía,

Descoyuntado me encuentro,
descoyuntado me hallo.
El día en que yo nací
nadie me ofreció un trabajo.
Y hoy, superada la cima
del vivir sexagenario
no tengo ni un triste ERE
ante mí para agarrarlo
y salir corriendo a casa
con el bolsillo forrado.
Voy a llamar a Griñán
–Chaves anda muy ocupado–
para explicarle mis cuitas,
para llorarle mi caso.

Descoyuntado me encuentro,
descoyuntado me hallo.
Me llama todos los días
el director de mi banco
para decirme que tengo
mis cifras en colorado.
Cuando el rojo cambia a negro
llega Hacienda y me da un palo,
que en España sólo paga
el que vive del trabajo.
El IVA cada tres meses,
pero el ERE, ni probarlo.
Nací en el cuarenta y ocho
año del siglo pasado,
en un doce de febrero
–le saco a Sabina un año–.

En aquel tiempo a los niños
recién salidos del parto,
nos metían en un nido,
nos daban teta y cuidado
y a los que, muy chuchurríos
nacían, sin consultarnos
–yo, entre ellos–, nos forraban
con pienso complementario
que llamaban «Pelargón»
y que daba mucho asco.
Descoyuntado me encuentro,
descoyuntado me hallo.


¿Por qué –me pregunto humilde–
nadie me ofreció un trabajo?–.

En Jerez de la Frontera
sucedía lo contrario.
Fernández, un socialista
tan decente como honrado,
militante desde el mes
segundo del embarazo,
nada más sacar el cuello
del uterino tocayo,
le dijo a la comadrona
con tono firme y airado:
«Mil gracias, señora mía,
por el mimo y el lavado.
Muy agradecido por todo,
por lo bien que me han sacado
y por dejarme el ombligo
tan bonito y tan logrado.
Estoy muy contento aquí
pero más, no puedo estarlo.

Soy un niño socialista
hijo del proletariado,
y tengo que dar ejemplo
de tesón en el trabajo.
Pídame un taxi ahora mismo
que me lleve hasta el despacho,
porque si no me incorporo
hoy mismo, en algunos años
no podré cobrar el ERE
que me tengo preparado.
Y al cabo de muchos días
y al cabo de muchos años,
el compañero Fernández
político reputado
y Consejero de Empleo
se vio, al fin, recompensado
por el ERE, por el oro,
por el ara y por el aro.
Descoyuntado me encuentro,
descoyuntado me hallo.

El compañero Fernández
es un socialista honrado.
Quien lo dude, es un fascista
y un nostálgico de Franco.
El español no perdona
que el hijo de un proletario
nazca de origen obrero
con un ERE bajo el brazo.
Y así nos va en esta tierra
de envidias, celos y espantos.
Tenemos un Presidente
que no sale de su cuarto
porque de hacerlo, los suyos
lo reciben a gorrazos.
Tenemos al juez Garzón
en el banquillo esperando.
Tenemos cinco millones
de españoles en el paro.

Tenemos a Ángela Merkel
con el bastón preparado.
Tenemos a Pachi López
a Eguiguren entregado
a Eguiguren sometido
y con «Sortu» a medio paso
de lograr que el terrorismo
vuelva a ser legalizado.
Tenemos a Bono en trance,
y a Trinidad en el Cairo
y a Leire por Benidorm
su retiro preparando.
Tenemos a Tomás Gómez
con los autobuses blancos.
Nos han prohibido fumar
pero no vender tabaco.
Tenemos al doctor Montes
en Leganés, sin trabajo.
Tenemos una nación
que se está haciendo pedazos,
y tenemos a Garoña
dispuesta contra tornados.

Y cuando un hombre ejemplar
cobra un ERE bien ganado,
tenemos muy mala uva
y al unísono dudamos
de que nada más nacer
se incorporó a su trabajo.

Desconyuntado me encuentro,
descoyuntado me hallo.


La Razón - Opinión

Fukushima. A río revuelto. Por Emilio Campmany

La insólita fuerza que los Verdes han tenido siempre en Alemania ha hecho que este país dependa energéticamente del gas ruso. Que tal situación se prolongue conviene desde luego a Rusia, que puede de este modo influir en la política germana.

La crisis de la central de Fukushima Daiichi ha desencadenado huracanes de antinuclearismo. En Alemania, los Verdes se han propuesto utilizar la tragedia para lograr la victoria en las próximas elecciones regionales del día 27 en Baden-Württemberg. Como el gallardoneo no es privativo de estos lares, los cristianodemócratas alemanes, con el comisario Oettinger a la cabeza, se han apresurado a hacerse más antinucleares que nadie a ver si consiguen retener parte de los votos que puedan perder por su izquierda sin preocuparse de que eso pueda implicar traicionar a los que les quieran seguir siendo fieles. Pero lo mejor es lo de Francia.

Sarkozy ha cogido la pala y al grito de "más madera" se ha puesto a alimentar el histerismo que campa por Europa. Ha dicho que la situación de alarma allí es de grado 6 en una escala del 1 al 7 y ha aconsejado a sus compatriotas que salgan del Japón lo antes posible. No será, digo yo, para que vuelvan a su patria, pues Francia es el país de Europa donde más centrales nucleares hay. Mientras, sin ruborizarse, alaba la política nuclear francesa frente a los pocos verdes que allí se atreven a solicitar un desmantelamiento de las centrales.


Si en el caso de los gobernantes alemanes estamos frente a un populismo barato, en el caso de los franceses estamos ante la más cruda realpolitik. Francia, como casi todos los países europeos, carece de recursos fósiles suficientes para satisfacer sus necesidades energéticas. Sin embargo, sus 59 centrales nucleares le dan un grado de independencia que los demás no disfrutan. Únicamente los británicos, gracias al petróleo del Mar del Norte y a sus 19 centrales, gozan de una situación mejor.

La insólita fuerza que los Verdes han tenido siempre en Alemania ha hecho que este país dependa energéticamente del gas ruso. Que tal situación se prolongue conviene desde luego a Rusia, que puede de este modo influir en la política germana. Pero interesa igualmente a Francia, porque ser más independiente, energéticamente hablando, que Alemania le da una oportunidad de igualar el mayor poderío económico de su eterna enemiga. Total, que las cosas han vuelto adonde estuvieron antes de la Primera Guerra Mundial, con Rusia y Francia aliándose para controlar a los peligrosos teutones.

Que esto es así lo demuestra, primero, el que el ex canciller alemán Gerhard Shröder fuera, inmediatamente después de dejar el cargo, contratado por la empresa Gazprom, la empresa pública que gestiona el gas ruso. Y segundo, el que Francia se oponga vehementemente a que el gas argelino que España adquiere pase por su territorio con destino a Alemania, lo que aliviaría su dependencia del ruso.

No digo que unos (los franceses) y otros (los rusos) estén alimentando, ni mucho menos financiando, el alarmismo que hoy cunde en Europa ante el peligro de que la crisis de Fukushima desemboque en una catástrofe nuclear. Simplemente digo que unos y otros tienen considerable interés en que sea precisamente eso lo que ocurra.

Lo más notable es que el pueblo francés es el más indulgente con sus Gobiernos cuando persiguen con crudeza el interés nacional y por eso allí los Verdes, a pesar de haber sido el presidente de su república el gobernante que más ha hecho sonar las alarmas, apenas han logrado llamar la atención de la opinión pública francesa. Y aquí, jugando con los molinillos.


Libertad Digital - Opinión

La Europa patética. Por Hermann Tertsch

La reacción europea a las dos crisis en el planeta, Japón y Libia, quedará como página indecorosa y materia de estudios.

CUANDO a los europeos se les pase el arrebato histérico de lloriqueos por la «apocalipsis nuclear» —en realidad triste llanto de autocompasión y miedo—, quizás los valientes libios que llevan un mes jugándose la vida todos los días por su libertad y la caída del payaso sanguinario de Muammar el Gadafi hayan abierto un nuevo capítulo en su historia. Y hayan evitado morir en masa en una orgía de represalia brutal que les había prometido el sátrapa para el día después de su victoria militar, que en los últimos días parecía segura. Desde luego, mucho más segura que esa «hecatombe» en Japón que llevan dando por inevitable —cuando no por consumada— tantos titulares de medios europeos. Sólo se ven superados en su desasistida angustia irresponsable por una tropa de políticos europeos directamente patéticos. En descargo de ambos, medios y políticos, sólo cabe decir que son probablemente fiel reflejo de las sociedades que hemos creado en estas democracias del bienestar y el capricho, de estos individuos desorientados y sin historia, que sólo saben exigir derechos y seguridad y sienten pánico en cuanto creen en peligro los unos o la otra. Porque no se sienten ni competentes ni con coraje suficiente para defenderlos. Pero ni el mundo ni la historia se dejan llevar por los caprichos de los más débiles, por lo que la reacción europea a las dos crisis en el planeta, Japón y Libia, quedarán como página indecorosa y materia de estudios para psicosociales o psicopolíticos. Si genera vergüenza e indignación en algunos europeos, podremos pensar que no todo está perdido. Pero cuesta trabajo tener esperanza ante la falta de sobriedad y entereza, de coraje y generosidad que se ha demostrado. Pero volvamos a Libia y a la nueva esperanza que se abre para que la pesadilla de un retorno de Gadafi al pleno poder en Libia desaparezca para siempre.

Ha sido de nuevo EE.UU. quien ha llegado a la conclusión de que la Comunidad Internacional no puede permitirse asistir a una matanza de dimensiones incalculables en las costas mediterráneas. Y ha abierto las puertas a una intervención en Libia que podría ser inmediata. Y Washington lo ha hecho en coordinación ante todo con la Liga Árabe. La colaboración de ésta se consideraba fundamental y se ha logrado. Pese a las enormes dificultades que por supuesto conlleva dicha operación. Europa ha quedado en evidencia en toda su impotencia e incapacidad de adoptar una posición común. Un permiso del Consejo de Seguridad para imponer la prohibición de vuelo en Libia, reforzada por medidas que permiten atacar a fuerzas sobre el terreno que amenacen a población civil —es decir, todo el aparato militar de Gadafi—, supone un veto de facto a la reconquista del país por parte de Gadafi. Y es una condena a muerte para el régimen. Urge revertir la suerte militar. Después se afrontarán las muchas amenazas que surgen en este terremoto democrático en los países árabes. Uno es el apoyo de Siria y Argelia a Gadafi, que con toda razón veían en el aplastamiento de la rebelión libia una eficaz disuasión para sus propios pueblos, que sin duda quieren emular al libio. Otro es la intervención saudí en Bahréin que los reyes del Golfo presentan como freno a una supuesta intervención iraní. De un Teherán que teme con razón que este seísmo deposite también su dictadura teocrática en el basurero de la historia. Se mueven muchas piezas a la vez en este tablero. Velozmente. Con el ímpetu imparable de unas generaciones que han desterrado definitivamente de sus vidas la resignación y al miedo, los pilares de todas las satrapías. Y mientras, los europeos llorando por las esquinas.

ABC - Opinión

Andalucía. El Guadalquivir y otras batallas fluviales. Por Cristina Losada

En Andalucía ha estallado una crisis política tremenda tras verse desposeído su Gobierno de esas preciadas aguas territoriales. Ya vemos a sus políticos en pose victimista: ¡nos lo han quitado! Pues pónganle puertas al río, como se las ponen al campo.

Hay quien sostiene que el nacionalismo recubre aquí localismos ancestrales y que su desembocadura natural es el cantón, un fenómeno que brindó a la posteridad escenas violentas e hilarantes. Así, la guerra entre dos potencias extranjeras como Cartagena y Alicante, y las graves advertencias de la nación independiente de Jumilla a su peligrosa vecina, la murciana. Pero, bien mirado, no son muchas las diferencias esenciales entre aquella eclosión decimonónica de particularismos y vendettas provincianas y las pueriles batallas que hoy libran las autonomías con el Estado central y entre ellas. La lucha por la propiedad de los ríos, que tienen la mala costumbre de no conocer fronteras, ha sido la faceta más ridícula de esa rivalidad de todos contra todos desatada por intereses espurios..

El Constitucional acaba de liquidar las ambiciones fluviales que Andalucía y Castilla y León habían plasmado en leyes orgánicas en relación al Guadalquivir y al Duero, y en detrimento tanto del bien común como del menos común de los sentidos. Se habían hecho con competencias exclusivas sobre el líquido elemento, que es además un elemento escaso en gran parte de España, y el alto tribunal entiende que tales atribuciones son inconstitucionales. En realidad, lo podía entender cualquiera, esto es, cualquiera que no se rindiera a la cateta demagogia, que presenta esa apropiación indebida como una cuestión de orgullo y honor regionales. ¡El Guadalquivir es nuestro y solo nuestro! Curioso que en un país donde muchos creen, y no sólo aquella ministra, que el dinero público no es de nadie, se tenga tan claro que el dueño de los ríos es una comunidad autónoma. Pero así es, y en Andalucía ha estallado una crisis política tremenda tras verse desposeído su Gobierno de esas preciadas aguas territoriales. Ya vemos a sus políticos en pose victimista: ¡nos lo han quitado! Pues pónganle puertas al río, como se las ponen al campo.

No querían compartir los ríos, pero el delirio fluvial ha sido compartido. Las piezas inconstitucionales se aprobaron con la notoria aquiescencia de los dos grandes partidos y las Cortes les dieron su placet tan tranquilas, a ver si colaba la burla a la ley y a los intereses generales. Nada como esta pugna acuática revela la cara grotesca de los Estatutos de segunda generación que propulsó Zapatero y bendijo Rajoy allí donde convenía a los suyos. Y nada muestra más gráficamente hasta qué punto se ha extendido la miseria moral que era patrimonio del nacionalismo. Qué ríos, qué espectáculo.


Libertad Digital - Opinión

De capa caída. Por M. Martín Ferrand

En la trastienda socialista, donde ya ven escasear la harina, comienza a brotar la mohína.

EN Marruecos le dicen baraka a lo que los castizos madrileños llamaban potra; pero, si bien se mira, la buena suerte no existe como tal, como un designio con el que los dioses distinguen a sus paniaguados. La suerte, decía Winston Churchill, es el cuidado de los detalles. Ese, evidentemente, no es el caso de José Luis Rodríguez Zapatero, inventor de pasados y rencores. La fortuna del líder socialista, lo que le mantiene en pie, vivito y coleando en La Moncloa, es un combinado entre la falta de responsabilidad de sus conmilitones y el ruido que generan, sin cesar, los acontecimientos exteriores. En este momento de la Historia, de no ser por el pánico que emana Fukushima y el inquietante alboroto de Muhamar el Gadafi, el presidente del Gobierno tendría un ex como una casa delante de su cargo. Añádasele al caso la eficaz colaboración del PP que, sin atreverse a una moción de censura, protege sin quererlo al de León.

La mejor demostración de que Zapatero va de capa caída nos la brindan quienes podrían sucederle en la Secretaría General del PSOE. En La Moncloa lo hará quien resulte elegido, con la mayoría suficiente, en las legislativas del año que viene. Un hombre como él, capaz de inventar la Historia y revivir la saña fratricida de la Guerra Civil, ¿cómo no va a tener capacidad y desparpajo para interpretar los males del presente como responsabilidad ajena? Va de capa caída, pero está dispuesto a arremangársela y seguir andando atribuyéndole a los demás, incluso al empedrado, lo que nace en sus complejos, indecisiones y compañías de Gobierno.

En la trastienda socialista, donde ya ven escasear la harina, comienza a brotar la mohína. Saben que, en las elecciones de mayo, si salvan Extremadura, Castilla-La Mancha y dos o tres de los grandes Ayuntamientos salvan la cara. Las maniobras para la sucesión del líder, que existen, tienen más componentes exógenos que internos. Ayer, por ejemplo, un diario como El Mundo, experto en aventar líderes sin futuro, tituló en primera página: «Afines a Chacón buscan apoyos para promover su candidatura». Bajo tan singular y llamativo grito no se citaba el nombre de ningún afín. Es el arranque de la carrera de los deseos que, como suele suceder, desbaratará la realidad implacable; pero mal están las cosas del PSOE si, de verdad, Carme Chacón, tan liviana, tiene posibilidades... y afines. Afortunadamente para ella y sus eventuales competidores en el relevo del líder caducado, las tensiones que sacuden el mundo, con minúscula, tienen un efecto de distracción y alarma que no invitan a la contemplación de lo próximo y, por sus protagonistas, pedestre.


ABC - Opinión

Dinero de los trabajadores

La gestión del escándalo de los ERE de Andalucía recuerda a los viejos casos de corrupción del felipismo. En aquellos tiempos, primero se negaron, después se intentaron controlar y, por último, estallaron y se llevaron por delante el crédito y la imagen de un partido que llegó al poder con el eslogan «Cien años de honradez». Los viejos «tics» se repiten hoy y, lo que es más sintomático, algunos protagonistas, también. Manuel Chaves y José Antonio Griñán llevan semanas achicando el agua con una versión con tantos agujeros que resulta inverosímil. El caudal probatorio es de tal magnitud que sólo demoran lo inevitable. Documentos y testimonios prueban que la Junta hizo posible una trama de ERE con irregularidades en empresas de Andalucía, con la presencia de beneficiarios que nunca habían trabajado en la compañía o que desempeñaron cargos distintos a los que figuraban sobre el papel. Una red que dispuso de 647 millones de euros, que el propio ex director general de Empleo de la Junta calificó de «fondo de reptiles». Ello fue posible porque Chaves y Griñán eligieron mecanismos al margen del Derecho administrativo y de los procedimientos presupuestarios para camuflar la presencia de ese dinero. Es poco creíble, como sostiene la defensa, que ambos dirigentes desconocieran los reiterados informes de la Intervención General que señalaban desde 2005 que el medio elegido para transferir esas partidas para los ERE a distintos entes instrumentales de la Junta no era regular.

Según Griñán, él no se enteró de nada, porque la Intervención no le elevó dato alguno cuando era consejero de Economía y Hacienda. Pero ayer su testimonio fue de nuevo rebatido con un documento oficial de 2006, que prueba que la Intervención ordenó el traslado de informe definitivo a Griñán en el que se acreditaba que se estaban tramitando subvenciones excepcionales al margen del procedimiento administrativo establecido. Evidentemente, Chaves y Griñán consintieron y no evitaron el monumental fraude que se cometió con el dinero de los trabajadores. Y es éste un elemento moral no baladí, que mide la integridad de los implicados y que los incapacita para ejercer cualquier responsabilidad pública. Hoy, la Junta reconoce casi un centenar y medio de casos irregulares. Muchos de ellos afectan a socialistas y sindicalistas de UGT. Uno muy singular es el del ex consejero de empleo de la Junta, Antonio Fernández, que pasó de números rojos a un patrimonio suculento el mes en que se le concedió el ERE. La Justicia será la que dirima qué clase de delitos y quién los ha cometido, pero existe una responsabilidad política incuestionable. Primero de Chaves, porque la trama comenzó bajo su mandato y porque parece imposible que un presidente no se entere del destino de 647 millones provenientes de sus presupuestos. Y segundo de Griñán, consejero de Economía cuando la Intervención advirtió por pasiva y por activa de lo que sucedía. Y todo ello con la sospecha de que la trama era un instrumento para la financiación ilegal del PSOE. El tiempo y las pruebas corren en contra de Chaves y Griñán, pese a la sospechosa falta de diligencia de la Fiscalía.

La Razón - Editorial

Occidente se acuerda demasiado tarde de Gadafi

Ante una rebelión interna como la que tumbó los régimenes de Ben Alí o Mubarak, la lección está clara: emular a Gadafi y masacrar sin piedad a los opositores entre la cínica charlatanería de las democracias occidentales.

Aunque las tropas de Gadafi todavía no hayan logrado aplastar por completo las revueltas que desde Túnez y Egipto se extendieron al resto de los países árabes, lo cierto es que tras los últimos días los acontecimientos han dado un importante giro que vuelve cada vez más probable la victoria del régimen.

Si hace unas semanas parecía que eran los rebeldes quienes estaban sitiando Trípoli, ahora es Gadafi quien se encuentra a las puertas de su bastión. La superioridad militar del ejército libio, especialmente en el ámbito aéreo, ha permitido masacrar a unas fuerzas opositoras heterogéneas, desorganizadas y más voluntariosas que disciplinadas.

Los regímenes occidentales han estado durante semanas mareando la perdiz, hablando de sanciones e incluso intervenciones contra la dictadura de Gadafi sin llegar a ningún acuerdo concreto. Bajo el pretexto de la búsqueda de una multilateralidad castrada por los intereses económicos de Rusia y China en Libia, los días han ido pasando sin que los rebeldes recibieran ningún tipo de ayuda o apoyo con la que contrarrestar el empuje de sus enemigos.


Las únicas medidas que hasta el momento se habían adoptado, como la congelación de las cuentas del autócrata libio y de sus hijos, apenas tenían influencia alguna a la hora de inclinar la balanza en la contienda. En este sentido, la zona de exclusión aérea que a última hora ha decidido crear la ONU debería haberse instaurado desde que los aviones del tirano comenzaron a disparar a la población y a los insurgentes. En estos momentos puede llegar ya demasiado tarde.

En definitiva, como siempre Occidente ha vuelto a hacer gala de muchas buenas palabras combinadas con una nula resolución para detener la carnicería libia; a diferencia de lo acaecido con respecto a Japón, donde el alarmismo antinuclear sí ha logrado movilizar a todos los Gobiernos para de alguna forma obstaculizar el desarrollo de esta esencial fuente energética, en Libia se han quedado de brazos cruzados. Los dictadores de la zona, pues, pueden quedarse bien tranquilos. Ante una rebelión interna como la que tumbó los régimenes de Ben Alí o Mubarak, la lección está clara: emular a Gadafi y masacrar sin piedad a los opositores entre la cínica charlatanería de las democracias occidentales.


Libertad Digital - Editorial

Entre la tragedia y el «apocalipsis»

Para una gran parte del mundo, ni siquiera las dimensiones descomunales del terremoto preocupan más que un accidente nuclear.

UN somero repaso del contenido de la mayoría de las informaciones que se ocupan estos días de la situación en Japón revela la paradoja de que se esté prestando infinitamente más atención a lo que puede suceder en la central nuclear de Fukushima que al drama cierto y concreto de la devastación causada por el «tsunami» y sus más de 6.000 muertos y 10.000 desaparecidos. Se diría que para una gran parte de la sociedad, ni siquiera las dimensiones descomunales del mayor terremoto de la historia contemporánea son capaces de superponerse a la preocupación creada por la posibilidad de un accidente nuclear. La angustia, que es un estado de miedo en el que el pensamiento no cesa de regodearse con la misma idea que lo provoca, es el término que mejor define el enfoque que prevalece en lo que se refiere al riesgo de un accidente nuclear. Ninguna cantidad de información puede ser suficiente para calmarla, precisamente porque está causada no por lo que ya se sabe, sino por lo que tememos ignorar.

Aunque la OIEA insiste en explicar que afortunadamente la situación no ha empeorado, lo cual es el mejor síntoma en este caso, decenas de gobiernos extranjeros están evacuando a sus nacionales, transmitiendo la idea de que la situación es mucho peor de lo que se dice. Sabiendo que el diseño de los reactores de Fukushima —que han resistido el terremoto— evitaría que en el peor de los casos se produjese una catástrofe como la de Chernobil, algunos responsables europeos prefieren frivolizar con escenarios apocalípticos.

La verdad es que la energía nuclear está presente en la vida cotidiana desde hace bastante más de medio siglo y en todo este tiempo ha dado a la humanidad muchos más beneficios que inconvenientes. Se ha utilizado como medio de destrucción —como muchas otras invenciones—, y en el caso de los cientos de centrales nucleares que funcionan sin incidentes hay problemas, como el de los residuos, que esperan todavía una solución satisfactoria. Nada de ello debería impedir un debate sereno y realista sobre la energía nuclear, como tampoco la catástrofe de Bhopal (que mató en 1984 a unas 20.000 personas y afectó gravemente a medio millón) ha impedido que la industria química se desarrolle y aumente sus niveles de seguridad sin necesidad de discusiones milenaristas.


ABC - Editorial