martes, 5 de abril de 2011

Fritanga estadística. Por Ignacio Ruiz Quintano

Compadezcámonos, por ejemplo, de Rubalcaba, cuya «bio» parece una montaña rusa.

Madrid apesta a fritanga de estadística. ¡Odia a la estadística y compadece al estadístico! Compadezcámonos, por ejemplo, de Rubalcaba, cuya «bio» parece una montaña rusa: Fouché comprado en los chinos, Cromwell de Solares, Putin de bolsillo, y ahora, Tamarit de la estadística, con los comisarios de mandaderos electorales. ¿Y qué va a hacer, el hombre? Se está jugando sus habichuelas contra el marido de María del Carmen Chacón Piqueras, que también aspira a hacerse con el Consejo de Administración de España para el próximo quinquenio. ¡Ah, los planes quinquenales de la izquierda! Es natural que Rubalcaba los defienda con uñas, y María del Carmen Chacón Piqueras, con dientes. Como dice Tyson, el ex campeón de los pesados, que es colombófilo, dos palomas pueden ser pareja durante quince años, pero les pones de comer y se matan por un grano de maíz. Yo a Rubalcaba nunca le he visto comer maíz: si acaso, algún sapito en «Sazadón», con su amigo Lissavetzky, al que presentan para alcalde de Madrid porque en el Mundial de Suráfrica tuvo el ojo de extraerle a Villa la camiseta para regalársela a las chiquillas góticas de Zapatero, del que ahora huirán todos los empresarios gordos para que no les caiga de consejero figurón. ¿Se puede aspirar a La Moncloa cenando sapitos en «Sazadón»? En la democracia española se puede aspirar a La Moncloa incluso desde la modesta caja de unos grandes almacenes en la Plaza de Cataluña. Si, además de meterse sapitos entre pecho y espalda, Rubalcaba consiguiera meter en la cabeza de los españoles una estadística policial bien faisanada, tumbar a Rajoy sería un juego de niños. Tiene a los policías de uniforme, para que parezca que hay más policías, y aplica la magia a los números, para que parezca que hay menos delitos. Sólo le falta saber hacer lo mismo con los euros y con los parados. Y España estará en sus manos. ¿Han visto, cuando habla, qué forma más inquietante tiene de cogerse las manos?

ABC - Opinión

Aznar se fue porque quiso, a Zapatero lo han echado. Por Federico Quevedo

Entre el 25 y el 27 de enero de 2002 el Partido Popular celebró su XIV Congreso Nacional. Lo hacía, es verdad, en una situación política envidiable: el PP gobernaba con mayoría absoluta, se encontraba a una cómoda distancia del PSOE en las encuestas, la situación económica del país era la mejor que ningún Gobierno podría esperar y el partido ofrecía una imagen de tranquilidad y cohesión interna como nunca antes se había dado en la derecha española. Con ese escenario, Aznar se presentaba por quinta vez a la reelección como presidente del Partido Popular, pero lo hizo con un anuncio definitivo: “Es la última. No habrá otra vez. Yo no creo en la prolongación personalista de los liderazgos políticos. No he creído nunca, y os soy totalmente sincero si os digo que no estoy dispuesto a ejercerla”.

Dos años antes, Aznar había llevado a las elecciones como parte de su programa político la promesa de no estar más de ocho años en el poder, aunque fue en 1996 la primera vez que apuntó a esa posibilidad. Aznar quiso dejarlo, por iniciativa propia, y eso sentaba un precedente en la política española como reconocería el propio José Luis Rodríguez Zapatero poco tiempo después, en un Comité Federal del PSOE, cuando el PP eligió a Mariano Rajoy como sucesor de Aznar en una Junta Directiva Nacional celebrada en el verano de 2003.


Aquel mes de enero de 2002 Aznar se las prometía felices, y el PP también, y despidió a su líder como se merecía quien les había llevado a las mieles de poder, en una loa constante a su persona. Nada hacía presagiar lo que pasaría poco tiempo más tarde: el Prestige, la boda de El Escorial y, finalmente, la Guerra de Iraq empañarían una gestión hasta ese momento alabada por casi todos. Cuando Rajoy es elegido candidato, que no líder del partido -eso ocurriría después de las elecciones, en un Congreso-, las encuestas ya empezaban a hacer mella en la intención de voto del PP hasta el punto de pronosticar la pérdida de la mayoría absoluta, es decir, que la bicefalia, lejos de funcionar, le estaba pasando factura al candidato, que sufría en sus carnes electorales el castigo a la gestión del entonces presidente.

Eso culminó con los atentados de Atocha, la mala gestión que hizo el Gobierno de los mismos y la desleal manipulación y vulneración de las reglas del juego que llevó a cabo la izquierda. Resultado, Rajoy perdió y sufrió un castigo que no iba dirigido a él, sino a Aznar. Ganó Rodríguez y, fíjense qué curioso, siete años después empiezan a darse circunstancias parecidas, aunque con evidentes diferencias al menos en lo que se refiere a las circunstancias y las razones que a ambos políticos les han llevado a hacer el mismo anuncio.
«Es bastante probable que el impacto del anuncio de Rodríguez se disuelva inmediatamente, y lo que seguirá quedando como poso en la ciudadanía son los desastres de su gestión.»
Es verdad que Rodríguez tenía en su cabeza la idea de no estar más de ocho años en el poder, pero también lo es que esa decisión estaba estrechamente vinculada al hecho de que su salida del Gobierno se produjera por la puerta grande. La crisis económica y una gestión absolutamente ineficaz de la misma, unida a la evidente enmienda a la totalidad que Rodríguez ha hecho a casi toda su política, y no solo la económica -unas veces por imposición externa y otras por necesidad interna-, le han llevado a ser el presidente peor valorado de toda la democracia en las encuestas, y probablemente esa circunstancia le hizo plantearse en un momento dado no cumplir con una promesa que, por otra parte, solo había hecho en privado y nunca de manera oficial luego no estaba obligado a cumplirla.

El problema es que esa decisión chocaba frontalmente con los deseos de la inmensa mayoría de su partido, que ha visto cómo durante este tiempo la gestión de Rodríguez les hundía más y más en las encuestas y amenazaba seriamente su permanencia en el poder, ya no solo nacional, sino también territorial. El escenario al que se enfrentaba -y se enfrenta- el Partido Socialista era y es el peor de toda su historia reciente, por lo que algunos -muchos- consideraron necesario que Rodríguez anunciara su marcha para relajar esa tensión. Unos se contentaban simplemente con el anuncio, otros -principalmente la vieja guardia que apoya a Rubalcaba- hubieran preferido lo que se llamó la operación Calvo Sotelo, es decir, que dimitiera y dejara el Gobierno en manos del vicepresidente y ministro del Interior y, de hecho, esa fue la intención del cambio de Gobierno del pasado mes de octubre.

Lo cierto, sin embargo, es que Rodríguez se resistió y se aferró a lo único que le quedaba: la Presidencia del Gobierno. Sin embargo, presionado por unos y por otros, Rodríguez no ha tenido más remedio que ceder y optar por la primera solución, es decir, no dejar el poder pero anunciar que no será candidato. En el PSOE están contentos, aparentemente claro, pero lo cierto es que no hay muchos motivos para ese alborozo, y es que parece que no han aprendido de las lecciones anteriores. Nadie sabe lo que va a pasar en mayo, pero es un hecho que la información tiene una vida tan efímera -como han puesto de manifiesto los acontecimientos de los últimos meses- que es bastante probable que el impacto del anuncio de Rodríguez se disuelva inmediatamente, y lo que seguirá quedando como poso en la ciudadanía son los desastres de su gestión. Una gestión que, además, sigue en sus manos, y que va a comprometer seriamente a su sucesor/a, como ya le ocurrió a Rajoy con Aznar en 2004.

Cuanto más tiempo permanezca Rodríguez en el poder, más daño va a hacer a las aspiraciones del próximo candidato socialista a La Moncloa porque, por mucho que Rodríguez se empeñe en hacernos creer lo contrario, lo cierto es que los datos del paro de ayer y la fuerte caída del consumo en el primer trimestre ponen de manifiesto que, lejos de estar saliendo de la crisis, seguimos instalados en ella y de manera muy profunda. Y es la crisis, no se equivoquen, y su mala gestión, lo que le va a pasar factura a Rodríguez en la persona de su sucesor, igual que fue otra crisis –Iraq/11-M- y su mala gestión, lo que le pasó factura a Aznar en la persona de Rajoy.


El Confidencial - Opinión

El sumo sectario. Por Hermann Tertsch

Los socialistas le han echado. La sociedad española parece dispuesta a dejarse hacer daño hasta el final.

SE irá cuando se vaya igual que ha gobernado, con sus trampas e imposturas. Pero lo habido no es más que un amago. Es decir, un engaño a partir de la necesidad, perpetrado con habilidad. Con el aplauso hipócrita hasta la náusea del merengue de la adulación que, una vez adornado con solemnidad, consigue en este país crear espectáculos gloriosamente esperpénticos. Sin ningún pudor andaban mostrando el ojo lacrimoso todos los dirigentes socialistas que ya están plenamente inmersos en ese nuevo fenómeno social que es la fobia a Zapatero. Sin recato hablaban maravillas de la generosidad del presidente todos los que saben lo que han conspirado e intrigado para que se produjera de una vez el placaje y el eterno adolescente dejara de marear la perdiz. Al fin y al cabo se trataba de dejar de jugar con las cosas de comer. Y en medio del barullo pringoso, como reina de ceremonias, por supuesto, quién si no, don José Bono, en momento estelar, disfrutando como un niño. Pero más allá de este circo de escaso gusto ha pasado más bien poco. Y todo indica que el presidente, que supuestamente va a gobernar en todos los meses que aguante esta agonía, dedicará gran parte de su tiempo y mala idea a ajustar cuentas con muchos de los que le han acosado en estos meses hacia esta posición indigna, patética y muy probablemente insostenible a corto plazo. Al final de este gran baile de imposturas, los daños probablemente estén muy repartidos.

Hablamos de los daños dentro del partido. Los daños fuera, los que se infligen a una España en situación de emergencia y colapso interno y marginación e irrelevancia externas, son incalculables. Aunque muchos los tienen descontados en el coste inmenso de la hecatombe que para España ha supuesto la segunda legislatura del Gran Timonel naufragado. Al presidente le han reventado el mutis glorioso. Pero no se dará por vencido. El narciso no entiende que no le entiendan y aprecien sus eximias intenciones. No querrá aceptar el hecho de que su nombre se ha convertido en maldición para millones de españoles. Y querrá dirigir hasta el final una orquesta en desbandada. Y fabricarse un legado que no sea la escombrera de pobreza y discordia que ya le adjudican como única herencia una mayoría de los españoles. Entre los ministros ha comenzado el navajeo. Que se nos instala en el Consejo de Ministros. Y para el que por supuesto se recurrirá a la masiva utilización de los recursos del Estado. Veremos hasta donde son capaces de llegar quienes tiene todos los recursos para la manipulación informativa, la intoxicación, los servicios de información, la policía y la vigilancia de la ciudadanía.

En realidad, esta magnífica reyerta a partir del hundimiento del proyecto del zapaterismo del régimen socialista de los mil años, no debería afectarnos al resto de los españoles. No nos afectaría si Zapatero pudiera elevarse hasta la decencia necesaria para decidir su marcha de verdad. Si fuera capaz de encontrar el coraje y la dignidad de asumir que nada puede hacer ya sino arrastrarse hasta el final por el mero capricho de llegar. Eso sí, sin dejar de dañar a España, comprando sus últimas mayorías a unos nacionalismos jubilosos en sus apetitos carroñeros. Su resentimiento hacia media España le impide una vez más decidirse por el bien común. El final de una legislatura que ha sido un tormento, promete convertirse en pesadilla. Los españoles todos, seremos rehenes, del sumo sectario. Aunque no todos inocentes. Los socialistas le han echado de allí donde más daño les hace. La sociedad española, pasmosamente indolente, parece dispuesta a dejarse hacer daño, gratuitamente, hasta el final.


ABC - Opinión

Desde el escaño. Merecemos un Gobierno que no mienta. Por Ana Torme

La historia se repite. Todos los gobiernos socialistas, y el de Zapatero no es una excepción, en la lucha antiterrorista han actuado buscando atajos, al margen de la ley.

En esta columna que amablemente me cede este diario no había dedicado ningún artículo específicamente al caso Faisán. Me parecía, y me sigue pareciendo, gravísimo que desde el Gobierno se hubiera avisado a unos terroristas de la operación policial que se cernía sobre ellos para no poner en peligro la estrategia de Zapatero en su mal llamado proceso de paz.

Pero los últimos datos que hemos conocido cuando la juez antiterrorista francesa ha remitido los papeles incautados a ETA superan todos los límites éticos, morales y legales. La historia se repite. Todos los gobiernos socialistas, y el de Zapatero no es una excepción, han actuado en la lucha antiterrorista buscando atajos, al margen de la ley.

Existió una época negra en España con el Gobierno de Felipe González. Desde el Estado, como si el fin justificase los medios, se malversaron fondos reservados, se secuestró y se asesinó. Se buscó un atajo para acabar con ETA pero se consiguió todo lo contrario y la banda terrorista salió reforzada. Se vulneró el Estado de Derecho. Mientras tanto, desde el PSOE se decía a la oposición que no incluyera la lucha antiterrorista en el debate político, que denunciar la actuación de los GAL suponía proteger a ETA. Nada más lejos de la realidad. A ETA como a cualquier banda criminal, se le vence desde y con toda la fuerza del Estado de Derecho, sin falsos atajos, sin cloacas.


Luego vinieron los ocho años del Gobierno de Aznar. Se luchó contra ETA utilizando todos los instrumentos del Estado de Derecho. Se buscó su exclusión de la vida política, social y económica. Se aprobó una ley de solidaridad con las víctimas del terrorismo, como homenaje y reconocimiento de la sociedad española a quienes tanto habían sufrido. Se aprobó una ley de partidos para que los terroristas no pudieran estar en las instituciones, ni recibir dinero público o acceder a información sensible. No se claudicó ante los más viles y crueles chantajes y asesinatos de la banda. Gracias a la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad, a la movilización de la sociedad al grito de "basta ya", a las medidas legislativas y a la cooperación internacional, ETA se encontraba más débil y aislada que nunca.

La llegada de Zapatero al poder en 2004 supuso un cambio en la política antiterrorista. Creyó que, a base de buenismo, talante y cesiones, arreglaría los problemas de España, el terrorismo de ETA e incluso el terrorismo mundial. Dentro de esa dinámica, puso en marcha una estrategia de negociación política con ETA. El gobierno no se limitó a sentarse con los terroristas para que entregaran las armas sino que estableció negociaciones de contenido político dispuesto a "pagar" por la entrega de las armas. Se trataba de una rendición del Estado ante ETA. La sociedad se levantó frente a una actuación inaceptable. Se celebró en Madrid la mayor manifestación de la democracia, en rechazo de la negociación. Sin embargo, el Gobierno despreció el clamor de la sociedad española y siguió negociando con ETA. Tras el atentado de la T4 en enero de 2007, Zapatero afirmó que rompía la negociación con ETA. Pero no fue así. El propio presidente de los socialistas vascos, Eguiguren, lo ha reconocido.

Hemos sabido que, para preservar la negociación, el gobierno socialista actuó vulnerando el marco legal. Una vez más se buscaron atajos. Durante el mal llamado proceso de paz, se cedió al chantaje de De Juana Chaos; se permitió que ETA, a través de distintas marcas, volviera a las Instituciones; desde la fiscalía se rebajaron las penas exigidas a los terroristas; se humilló a las víctimas; tuvo lugar el chivatazo del Faisán... Mientras tanto ETA seguía rearmándose, construyendo zulos y extorsionando.

Por las actas incautadas a los terroristas hemos sabido que "para blindar el proceso" se hicieron cambios en el gobierno, se sustituyó al fiscal jefe de la Audiencia, se dieron órdenes de no hacer detenciones, se pidieron disculpas por las que no se pudieron evitar. Se rebasaron todos los límites éticos, morales y legales, llegándose a que desde el propio Ministerio del Interior se desmantelara una operación policial contra la trama de extorsión de la banda.

El Gobierno mintió al inicio y durante la negociación. Siguió mintiendo cuando afirmó que la rompía. Ha mentido en el Parlamento. Ha mentido y sigue mintiéndonos a todos los españoles. No ha dado explicaciones ni ha respondido políticamente por sus mentiras, por sus infamias, por el delito de colaboración con banda armada, por su actuación al margen de la ley. Vuelve a las viejas afirmaciones de los tiempos del GAL y, curiosamente, por boca de la misma persona que entonces las hacía: Rubalcaba.

Pero el demagogo acaba siempre siendo víctima de su propia propaganda. Rubalcaba el 13 de marzo de 2004 dijo que "los españoles se merecen un Gobierno que no les mienta". Pues eso.


Libertad Digital - Opinión

Renuncia al KO. Por M. Martín Ferrand

La mayor victoria parlamentaria de Zapatero es superar dos legislaturas sin una sola moción de censura.

DURANTE siete años, desde que el 11-M le arrebatara la cantada sucesión presidencial de José María Aznar, Mariano Rajoy ha tratado de emular la gloria de san Jorge contra el dragón enfrentándose a José Luis Rodríguez Zapatero; pero, mira por dónde, el de León se le ha escapado vivo al de Santiago de Compostela. Así suele suceder, especialmente en política, cuando se despilfarran las oportunidades. El señor de la gaviota confía siempre en que el tiempo acudirá en su ayuda y eso, materia suficiente para elaborar brillantes teorías —todas ellas fatalistas—, no suele funcionar en la práctica. En su currículum, más largo que brillante, Rajoy no podrá incluir un renglón fundamental para un líder en la oposición, la derrota del instalado en el poder. Nada es menor frente a una opinión pública que, por ayuna en ideologías y programas, tiene que limitarse a interpretar gestos y circunstancias de los líderes que pretenden llevársela al huerto electoral. Un abandono del contrario no equivale, salvo en sus efectos, a una victoria.

A toro pasado, como acostumbra, Rajoy se les apareció ayer a los oyentes de la SER para afearle a Zapatero la cortedad de su anuncio y reclamar elecciones anticipadas. Su flauta es como la de Bartolo y, con su agujero solo, repite hasta el aburrimiento la misma cantinela. ¿Tiene autoridad moral para solicitar un adelanto electoral quien está en posesión de la herramienta que puede generar, de inmediato, los mismos efectos que unos comicios? La mayor victoria parlamentaria de Zapatero —¿la gran derrota de Rajoy?— es superar las dos legislaturas de su mandato sin una sola moción de censura que subraye sus muchos y graves errores y proponga las grandes líneas de su alternativa.

Las circunstancias han cambiado, según su propia voluntad para el líder socialista. No para el aspirante popular que, tras el anuncio presidencial, sigue donde estaba. A la espera de unos comicios. Insistió ayer en que, en las actuales circunstancias y a estas alturas de la legislatura, la moción solo contribuiría a «generar más confusión». Es una manera, la menos garbosa, de valorar una coyuntura; pero un líder con pretensión de futuro no debiera dejar correr el «escalafón» presidencial sin acelerarlo o, cuando menos, dejar testimonio rotundo de los males que denuncia y los bienes que propone. Seguramente esas son las emanaciones de sabiduría que Rajoy obtiene del genio de su lámpara mágica. La frota y se le aparece Pedro Arriola que, después de haber creado para Aznar el «¡váyase señor González!», entiende ahora la urgencia de la espera. Y no es lo mismo ganar por KO que a los puntos.


ABC - Opinión

Zapatero. La nota de suicidio más fulera. Por Cristina Losada

La tentación de diluir todavía más las impopulares reformas será irresistible. Un zombie que ha perdido la confianza de su partido y su electorado, no tiene, aunque quisiera, fuerzas para oponerse al apremiante interés de los suyos.

En 1983, los laboristas concurrieron a las elecciones con un programa que era fruto del matrimonio, nada inusual, entre la mayor democracia interna y el puro delirio político. Setecientas páginas, ahí es , en las que prometían renacionalizaciones, el desarme nuclear unilateral y otras delicias izquierdistas. Un diputado del partido consagró aquella hoja de ruta para la derrota como "la nota de suicidio más larga de la historia". Pues bien, si aquella era la más larga, la que Zapatero ha presentado ante el sanedrín de su partido tiene méritos para alzarse con el título de la más fulera. Y no sólo por el detalle de hacer pasar su retirada como una decisión tomada en el mismo instante en que arribó a la Moncloa. Aunque así fuera, un político de talla o lo dice entonces, en su cénit, o se calla.

La gran sensación, y el sensacionalismo político es uno de sus rasgos, ha sido el anuncio de primarias, que unido a la seudo-retirada, ha conducido a un ejercicio de ostentación. Cuán generoso ha sido, qué orgullosos estamos, qué demócratas somos, qué magníficos. Es la oronda hinchazón de los autosatisfechos. El brillo de grasa sentimentaloide propio de las exhibiciones de superioridad moral. Pero la gran sensación contiene el fraude. No convoca un Congreso, el foro donde se podría, acaso, debatir de política en tiempo y forma, y se mantiene como secretario general: en la cúspide del aparato, en el puesto de control. Jugar limpio no consiste en hacer votos de neutralidad, sino en garantizarla con su renuncia a ese cargo.

Pero es su permanencia como presidente el aspecto más discutido y discutible de este harakiri a plazos. En teoría, la condición de "pato cojo" no obliga a dimitir a nadie. La condición de España, sin embargo, no está para incertidumbres sobre el destino de las reformas. Ya puede proclamar Zapatero que morirá en el empeño de llevarlas a término, que la presión del partido y el nuevo candidato pujarán por inclinar la balanza en el sentido contrario. Eso, de dar crédito a sus buenas intenciones. Aunque si el presidente quisiera ofrendarse en sacrificio por el bien del país, hubiera continuado hasta el final: presentándose a las elecciones, hechos los deberes. Ahora, la tentación de diluir todavía más las impopulares reformas será irresistible. Un zombie que ha perdido la confianza de su partido y su electorado, no tiene, aunque quisiera, fuerzas para oponerse al apremiante interés de los suyos.


Libertad Digital - Opinión

Candidatos a perder. Por Ignacio Camacho

En las primarias españolas suele faltar un debate de ideas que supere la simple confrontación fulanista.

ANTES de que comience la habitual demonización de las primarias, sobre todo por parte de quienes no las celebran, conviene anotar que con todos sus defectos son el procedimiento más legítimo y abierto para elegir candidatos en un sistema de partidos muy cerrado a la participación democrática. O, por decirlo con la célebre paradoja churchilliana, tal vez sean el peor procedimiento… con la excepción de todos los demás. Refrescan una atmósfera política viciada y devuelven a los militantes una parte de la soberanía que les enajena la burocracia de los aparatos. Los adversarios de este método electivo —incluso en el Partido Socialista, al que hay que elogiarle, junto a UPyD, el coraje de haberlo incorporado a sus reglamentos— le reprochan el desgaste que supone ante los ciudadanos una lucha de correligionarios, pero ése es un problema que se solucionará por la fuerza de la costumbre cuando dejen de ser una novedad y acaben adquiriendo carta de naturaleza extensiva. Y en cuanto a la posibilidad de que alumbren dirigentes ineficaces aupados por una coyuntura oportunista, la experiencia ya enseña que los designados por cooptación o dedazotampoco suelen ser grandes dechados de virtudes y de competencia.

Lo que falta en las primarias españolas es un impulso intelectual que supere el simple nominalismo mediante un debate ideológico. Ésa es la oportunidad que probablemente se dispone a desperdiciar el PSOE, abocado a una mera confrontación de caras o, todo lo más, de estilos, en la que nadie se atreva a formular la renovación que requiere la socialdemocracia tras el fracaso del trivial proyecto zapaterista. Con el lastre que van a heredar de la gestión del presidente los eventuales aspirantes a la sucesión tienen muchas posibilidades de no ser otra cosa que candidatos a perder en 2012, y ante esa perspectiva les convendría trazar desde la autonomía personal planteamientos y modelos nuevos para una etapa distinta, que si no sea de refundación se puede parecer bastante. Si lo que busca el socialismo es sólo un rostro que enfrentar al de Rajoy en el póster electoral, tal vez ocurra que al cabo de diez meses se trate de cartelería inservible. El hundimiento de Zapatero demuestra que la telegenia no basta sin fundamentos estratégicos ni ideas capaces de sostenerse en condiciones adversas.

Lo que los españoles en general, y los socialistas en particular, tienen que saber es en qué se diferencian políticamente —entre sí y respecto a Zapatero— Rubalcaba y Chacón, o quien sea: cuál es su modelo de sociedad, de país y de gobierno, y cómo piensan combatir la crisis socioeconómica. Si no aclaran eso el candidato lo podría elegir mejor una consultoría de casting. Los debates fulanistas son muy apasionantes, pero en el paro hay cinco millones de fulanos que esperan algo parecido a soluciones.


ABC - Opinión

Rajoy o la abulia

Quién sabe, acaso lo serio, responsable y hasta patriótico consista en propiciar que un testaferro interino, como los reyes y los locos exonerado ya de cualquier responsabilidad por sus actos, dirija el país bajo la batuta del tapado del PSOE.

"Frivolidades las justas", parece ser que ha replicado el jefe de la muy leal oposición al oír la expresión moción de censura en boca de un periodista. Por lo visto, el imperativo categórico de alojar cuanto antes a un adulto en La Moncloa se le antoja jocosa fruslería a Don Mariano, apenas fútil chanza jaranera. Quién sabe, acaso lo serio, responsable y hasta patriótico consista en propiciar que un testaferro interino, como los reyes y los locos exonerado ya de cualquier responsabilidad por sus actos, dirija el país bajo la batuta del tapado del PSOE, genuino valido en la sombra.

Augurio más que cierto, ése, del retorno a las andadas de la demagogia populista con cargo a la rebaba del erario, algo que quizá el Partido Popular se pueda permitir pero España no. Que la tal moción habría de constituir "un brindis al sol", dicen que igual dijo el de Pontevedra. Sea como fuere, convite o ronda pagada a escote, la censura es la única vía al alcance de Rajoy para librar al país de un paréntesis errático como el que el Adolescente ha querido forzar. La única. Lo otro, andar con la cantinela de las elecciones anticipadas por redacciones y telediarios, toreo de salón siempre tan caro a Génova, eso sí es un homenaje a la luna de Valencia.

"La perdería", aseguran ha sido la última palabra, que no argumento, del aspirante a ese propósito. Craso error, si error fuera, que lo dudo. Y es que, llegado el momento, catalanistas, nacionalistas vascos y otras hierbas centrífugas, no se resistirían a abundar en un gran clásico español de todos los tiempos, a saber, el aserto que ordena: "al moro muerto, gran lanzada". Así las cosas, subordinada a la inmediata disolución de las Cortes, la enmienda a la totalidad contra el zapaterismo habría de disponer de sobradas papeletas para salir adelante. Es lástima, pues, que el gallego ansíe que el poder les sea donado en bandeja de plata, sin otra molestia ni mayor trámite por su parte que la preceptiva visita a Palacio. En fin, obedezca su quietud a medroso tacticismo, al pánico escénico o a la pura abulia, de aquí a doce meses nadie podrá hurtarle su particular cuota de responsabilidad en el siniestro.


Libertad Digital - Opinión

Moción de censura. Rajoy o la abulia. Por José García Domínguez

Quién sabe, acaso lo serio, responsable y hasta patriótico consista en propiciar que un testaferro interino, como los reyes y los locos exonerado ya de cualquier responsabilidad por sus actos, dirija el país bajo la batuta del tapado del PSOE.

"Frivolidades las justas", parece ser que ha replicado el jefe de la muy leal oposición al oír la expresión moción de censura en boca de un periodista. Por lo visto, el imperativo categórico de alojar cuanto antes a un adulto en La Moncloa se le antoja jocosa fruslería a Don Mariano, apenas fútil chanza jaranera. Quién sabe, acaso lo serio, responsable y hasta patriótico consista en propiciar que un testaferro interino, como los reyes y los locos exonerado ya de cualquier responsabilidad por sus actos, dirija el país bajo la batuta del tapado del PSOE, genuino valido en la sombra.

Augurio más que cierto, ése, del retorno a las andadas de la demagogia populista con cargo a la rebaba del erario, algo que quizá el Partido Popular se pueda permitir pero España no. Que la tal moción habría de constituir "un brindis al sol", dicen que igual dijo el de Pontevedra. Sea como fuere, convite o ronda pagada a escote, la censura es la única vía al alcance de Rajoy para librar al país de un paréntesis errático como el que el Adolescente ha querido forzar. La única. Lo otro, andar con la cantinela de las elecciones anticipadas por redacciones y telediarios, toreo de salón siempre tan caro a Génova, eso sí es un homenaje a la luna de Valencia.

"La perdería", aseguran ha sido la última palabra, que no argumento, del aspirante a ese propósito. Craso error, si error fuera, que lo dudo. Y es que, llegado el momento, catalanistas, nacionalistas vascos y otras hierbas centrífugas, no se resistirían a abundar en un gran clásico español de todos los tiempos, a saber, el aserto que ordena: "al moro muerto, gran lanzada". Así las cosas, subordinada a la inmediata disolución de las Cortes, la enmienda a la totalidad contra el zapaterismo habría de disponer de sobradas papeletas para salir adelante. Es lástima, pues, que el gallego ansíe que el poder les sea donado en bandeja de plata, sin otra molestia ni mayor trámite por su parte que la preceptiva visita a Palacio. En fin, obedezca su quietud a medroso tacticismo, al pánico escénico o a la pura abulia, de aquí a doce meses nadie podrá hurtarle su particular cuota de responsabilidad en el siniestro.




Libertad Digital - Opinión

Zapatero, gaseoso. Por José María Carrascal

«Se ha convertido en un ente gaseoso, ya sin forma, que irá dispersándose en los próximos meses hasta desaparecer por completo. Zapaterismo puro, todo magia, ilusionismo, prestidigitación, nigromancia. No está mintiendo. Está en su papel, metido en una realidad que nada tiene que ver con la auténtica»

NO sé si Miguel Ángel Aguilar, licenciado en Física, estará de acuerdo conmigo en que la crisis económica cambió el estado sólido de Zapatero en líquido, y que su anuncio de retirada lo ha convertido en gaseoso. Pero si no lo está, no vamos a reñir por eso, entre otras cosas porque sabe bastante más Física que yo, que sólo estudié un curso de ella, en segundo de Náutica.

La solidez casi roqueña de Zapatero en su primer mandato provenía del desconcierto de la oposición tras la abultada derrota y de su sintonía con el electorado, al que le caía muy bien. Improvisación, labia, superficialidad, énfasis de los derechos, olvido de los deberes, leña al mono y cierta arrogancia han tenido siempre buena acogida por estos lares, y José Luís Rodríguez Zapatero poseía abundancia de todo ello. Junto con un aire izquierdista, que se da mucho incluso en la extrema derecha española sin saberlo. Si se le une una ignorancia casi universal y el presumir de saberlo todo mejor que nadie, se comprende lo bien que caía entre nosotros, montados, además, en el boom económico universal, que nos hizo creer que se ataban los perros con longanizas o poco menos. La crisis, sin embargo, le obligó a licuarse, tras un periodo nada corto en el que se empeñó en negar su existencia. Los líquidos conservan su masa de los sólidos de donde proceden, pero deben adoptar la forma del recipiente que los contiene. En el caso Zapatero, tuvo que adoptar la que le impusieron desde Bruselas, que era no ya distinta, sino opuesta a la que había tenido hasta entonces. Para alguien con principios, hubiese representado un enorme problema. No, sin embargo, para un espíritu tan leve como el suyo, que se desliza sobre la realidad sin penetrar nunca en ella. El más social de los presidentes de gobierno en democracia adoptó sin pestañear los mayores recortes sociales e incluso empezó a presumir de ellos, invocando lo que nunca había invocado: el patriotismo. No fue una caída de caballo, fue un cambio de caballo sin recato y sin aviso, como solo personas que desprecian las formas son capaces de hacer.


Y ha vuelto a hacerlo tras hundirse en las encuestas y anunciar ante los suyos su renuncia a presentarse a las próximas elecciones. Convirtiéndose en un ente gaseoso, ya sin forma, que irá dispersándose en los próximos meses hasta desaparecer por completo. Zapaterismo puro, nada en esta mano, nada en la otra, todo magia, ilusionismo, prestidigitación, nigromancia. No está mintiendo. Está en su papel, metido en otra realidad que nada tiene que ver con la auténtica. No deberá extrañarnos, por tanto, si en esta nueva etapa Zapatero es más él mismo que nunca. La inconsistencia y la movilidad que caracterizan a los gases se adaptan perfectamente a su temperamento, y del mismo modo que las moléculas de los gases se mueven libremente por todas partes, lo veremos aparecer en los lugares más insospechados, rebotando contra lo que encuentre a su paso. Habrá, pues, que tener cuidado con él, pues que terminará la legislatura debe darse por hecho, al contar con el apoyo de los nacionalistas, que querrán exprimirlo al máximo, antes de que se les acabe el chollo que ha representado para ellos. A no ser, naturalmente, que les suceda lo que a su propio partido: que metido en un mundo que nada tiene que ver con la realidad, termine siendo una amenaza para ellos.

Pues a la realidad no se la convence con juegos malabares. Los norteamericanos tienen el conocido proverbio «puedes engañar a uno una vez, pero no a todos siempre». Se quedan cortos. Hay individuos, y nuestro presidente es uno de ellos, capaces de engañar a todos, bueno, a casi todos, siempre. Pero a quien no pueden engañar es a la realidad. La realidad es terca, obstinada, cabezota, y no hay quien consiga apartarla de su camino. Si alguien lo intenta, el bofetón que se lleva lo envía a la cuneta. Ha sido el gran error de Zapatero: despreciar la realidad. Creer que era tan manipulable como las ideas, las palabras o las personas. Pensar que basta desear algo para que acontezca. Suele ocurrir a gentes como él, que nunca han tenido problemas mayores, que se lo han encontrado todo hecho, que ni siquiera han tenido que esforzarse para alcanzar las mayores cimas. En su caso, incluso la presidencia del Gobierno. Si tan fácil le había sido llegar a La Moncloa, ¿cómo no iba a pensar que podía llegar a un acuerdo con ETA, a rehacer la estructura territorial de España, a encerrar en un lazareto a la derecha y a empalmar con la Segunda República, saltando por encima de la odiosa dictadura de Franco y la errada Transición? ¿Qué significaba ante tan grandiosos planes una crisis económica, sobre todo para alguien como él, que nunca había tenido esa clase de problemas?

Es aún hoy cuando todavía no acaba de creérselo, aunque esa crisis le haya obligado a anunciar su retirada. Ante media docena de redactores de las publicaciones más famosas de Europa se ha atrevido a decir que se dispone a «explicar en esta campaña (electoral) por qué hemos salido de la crisis». Ese «hemos salido» es impagable. Nos demuestra que Zapatero cree que ya hemos salido de ella. Me imagino a los periodistas de «Der Spiegel» o «Le Monde» abriendo los ojos al oír al presidente de un país con más del 20 por ciento de parados, con las cajas de ahorro sin sanear y las reformas exigidas aún sin hacer, asegurar que ya ha salido de la crisis. Tan fuera de la realidad se encuentra, tal es el mundo feliz en que se mueve.

«Un mundo feliz» era el título de la novela que Aldous Huxley situó en «Utopía», un lugar donde se programaba a los niños para ser felices y disfrutar de la vida. No existía en él arte, ni religión ni amor siquiera, pero sí abundante sexo y diversión. Esa era la España que Zapatero buscaba. Examinen ustedes su labor legislativa y se darán cuenta de que no hay en ella nada serio, sólido, duradero. Ni siquiera aquello de lo que más presume, lo social, y no digamos ya lo económico, en lo que se limitó a seguir la senda que ya existía, sin molestarse siquiera en controlarla. Todo ha sido leve, superficial, efectivista. Todo ha ido orientado hacia la satisfacción del individuo, nada a la sociedad en su conjunto. En este sentido, ha sido el menos socialista, el más conservador de los presidentes que hemos tenido en democracia.

Y el más equivocado, ya que esa agenda no podía conducir más que al desastre. Presiento que la historia va a ser mucho más dura con él que sus contemporáneos, ya que los años de holganza y dispendio de que hemos gozado reblandecen nuestro juicio. Pero la historia no va a perdonarle que cogiese un país que había alcanzado cierto rango en Europa y lo deje en el furgón de cola, más de dividido que nunca. Ese ha sido su mayor error. El primer deber de un gobernante es mantener unido el país, pero una de sus principales ocupaciones ha sido abrir viejas heridas.

Aunque la culpa no es solo suya. Es también nuestra. Todavía en 2004 no lo conocíamos, y el aura de novedad en que venía envuelto pudo engañarnos. Pero en 2008 sabíamos perfectamente quién era. Sabíamos de su adanismo, sectarismo, indigencia intelectual e incapacidad de reconocer errores. Todo un currículum para el desastre en un dirigente. Sin embargo, lo reelegimos en medio de una crisis que ya mordía nuestros bolsillos y trasero. Pero preferimos creerle cuando nos aseguraba que no nos afectaría.

Tampoco los españoles quisimos admitir la realidad.


ABC - Opinión

El paro no da respiro

Tras un fin de semana en el que Rodríguez Zapatero anunció oficialmente que no será el candidato socialista a las elecciones generales –con lo que, aún sin admitirlo, empieza, aunque sea soterradamente, una carrera para su sucesión– llegan una vez más las decepcionantes y calamitosas cifras del paro, que siguen batiendo récords. En marzo, 34.036 personas más engrosaron la lista de desempleo, en la que ya hay 4.333.669 hombres y mujeres, un aumento porcentual de 0,8% respecto a febrero. El volumen total de parados en el tercer mes del año es el nivel más alto en toda la serie histórica comparable, que arranca en 1996 y, por lo tanto, el más elevado desde el inicio de la crisis. Ni siquiera que la Seguridad Social, después de siete meses consecutivos en retroceso, haya ganado una media de 45.660 afiliados en marzo, un 0,26% más respecto al mes anterior, consigue enjugar el sombrío panorama laboral que invita a los análisis más pesimistas. Trabajo intenta consolarse con el pobre argumento de que casi un tercio del incremento de personas en situación de desempleo corresponde al colectivo sin trabajo anterior. Es una intentona vana porque el análisis pormenorizado es la constatación de las deficiencias de una reforma laboral manifiestamente mejorable. Varios ejemplos: una de las medidas estrella de la citada reforma, el Contrato de Fomento de la Contratación Indefinida no termina de despegar, ya que sólo ha supuesto el 6,4% de todos los contratos firmados en marzo y la contratación a tiempo parcial subió un 7% desde la puesta en marcha del plan de choque, de nuevo otra cifra muy poco significativa.

Estos números echan por tierra las previsiones del ministro de Trabajo e Inmigración, Valeriano Gómez, quien anticipaba que en el mes de marzo «se ha creado empleo», al ser un mes de transición en el que el desempleo evoluciona de forma variable en función de la fecha en la que caiga la Semana Santa. Sin embargo, el desempleo en nuestro país es lo bastante contundente para no tener que fiar las bonanzas de las cifras a un buen o mal calendario. Parece claro que la reforma laboral no es suficiente para frenar el paro, que afecta con especial virulencia a los jóvenes menores de 25 años, y que se incrementó en 12.830 personas. No parece que el Gobierno esté dando con la fórmula más adecuada para revitalizar el mercado de trabajo con una buena reforma laboral.

Sin embargo, todos los esfuerzos serán baldíos si no insiste en el pilar de toda recuperación económica y en la creación de puestos de trabajo: el Ejecutivo tiene que dar más confianza al tejido empresarial. Para ello tiene que impulsar las medidas destinadas a aumentar la inversión y el crédito a las empresas, además de brindar un apoyo decidido al emprendedor que está en la primera línea de la creación o la destrucción del empleo, no sin promover también reformas en materia energética, tributarias y de la Administración pública. Porque da la sensación –la cual se puede acrecentar con el nuevo escenario político– de que el paro va a una velocidad y las medidas del Gobierno a su rebufo sin que pueda ni quisiera alcanzarlos.


La Razón - Editorial

¿Quién gobierna España?

El desempleo alcanza ya a cinco millones de trabajadores, cuyas esperanzas de futuro no pasan precisamente por el resultado de las primarias en el PSOE, ni por las elecciones municipales y autonómicas.

La sensación de alivio por el anuncio de Zapatero de no volverse a presentar en 2012 ha sido efímera. En menos de 48 horas, los elogios fúnebres y los sentidos epitafios por el zapaterismo, tal vez apresurados, han dejado paso a la cruda realidad. Los datos oficiales del paro son incontestables. Cuando el presidente llegó al poder, hace siete años, el número de parados en España era de dos millones doscientas mil personas. Siete años después, Zapatero ha doblado esa cifra y la sangría de empleos no tiene visos de parar por el momento. Y si se atiende a las cifras reales, el desempleo alcanza ya a cinco millones de trabajadores, cuyas esperanzas de futuro no pasan precisamente por el resultado de las primarias en el PSOE, ni por las elecciones municipales y autonómicas.

Para quienes forman cola frente a las oficinas del paro, los juegos florales en torno a Zapatero y las quinielas sucesorias son una auténtica ofensa, además de la evidencia más clara de que los sindicatos y el PSOE los han abandonado a su suerte, carne de cañón de su imprevisión, de las falsedades, de la ceguera con la que Zapatero afrontó la crisis, de la ineficacia de todos y cada uno de los ministros del área económica. Sólo apreciar los índices de empleo de algunos de los países de nuestro entorno, incluso de los que atraviesan serias dificultades financieras, basta para comprender el destrozo perpetrado en la economía española por el Gobierno, el efecto brutal de la demagogia como receta frente a los graves problemas del país.

Pero no sólo es la economía. Puede que ese sea el factor principal de la severa derrota que predicen las encuestas, pero, en estos siete años de talante, Zapatero no ha contribuido precisamente a la consolidación de la democracia y sus instituciones. Episodios como el del Estatuto de Cataluña ponen de manifiesto el tono y el tipo de Gobierno llevado a cabo, la subasta de la soberanía nacional a cambio de puntuales apoyos para mantener el poder. El cierre en falso del 11-M, con la inestimable colaboración de un PP convencido de que la verdad es improcedente para sus objetivos; el chivatazo de Estado y la negociación con ETA después del asesinato de los ciudadanos ecuatorianos Palate y Estacio en la T-4 –asunto del que Rajoy dice haberse enterado ahora; nunca es tarde– forman un cuadro moral inasumible en un sistema democrático. Zapatero dice que se va y una alfombra de flores se abre a su paso. Y entre tanto, ¿quién manda aquí y qué ha cambiado?


Libertad Digital - Editorial

Quiebra en el PSOE

En el contexto actual de crisis del socialismo andaluz, también se hace indispensable que allí se convoquen elecciones anticipadas.

LA dimisión del consejero de Gobernación y Justicia es fiel reflejo de la crisis imparable del Ejecutivo andaluz. Luis Pizarro, hombre fuerte del PSOE en una comunidad gobernada con mano férrea por los socialistas, deja su cargo como consecuencia del cese del delegado de su Consejería en Cádiz, otra muestra de los conflictos internos de un «régimen» que se resquebraja. Pizarro ha sido nada menos que durante dieciséis años una pieza clave de Chaves en cargos orgánicos de máxima relevancia en el partido. Ahora pintan bastos para el PSOE andaluz y cada uno hace la guerra por su cuenta, mientras las encuestas anuncian resultados positivos para el PP en las próximas elecciones locales y ofrecen amplias expectativas para Javier Arenas en las autonómicas del año que viene. El tropezón del secretario de Estado Gaspar Zarrías en su visita a la provincia de Cádiz no tuvo —por fortuna— ninguna consecuencia para la salud del político andaluz, pero es la expresión simbólica de que la era del socialismo en Andalucía está llegando a su fin.

El escándalo de los ERE fraudulentos conoció ayer un nuevo episodio con la revelación de que la intervención advirtió cuatro veces a la Junta sobre el abuso de los contratos a «dedo» y que el órgano gestor del «fondo de reptiles» de esos ERE no hizo publicidad ni convocó plazas. Todo ello se inscribe en el marco de la lucha interna que enfrenta a Chaves con su sucesor en la presidencia de la Junta, tal vez porque José Antonio Griñán no está dispuesto a asumir determinadas responsabilidades anteriores a su nombramiento. Lo cierto es que el PSOE andaluz hace aguas por todas partes con una fuerte confrontación territorial que ahora afecta a Cádiz, pero que puede estallar en otras provincias. En el contexto actual, la sucesión de Zapatero al frente del partido hace que se abra la caja de los truenos, demostrando el fracaso de una forma de hacer política que debería conducir a la convocatoria de elecciones anticipadas, también en Andalucía. La necesidad de cambio político en la Junta es ya un caso de higiene democrática, porque la permanencia indefinida de las mismas personas favorece prácticas intolerables para el pluralismo imprescindible en una sociedad abierta. La salida traumática de Luis Pizarro demuestra la quiebra de un partido que arrastra consigo a todo el Ejecutivo andaluz.

ABC - Editorial