miércoles, 6 de abril de 2011

La sombra de ZP es alargada. Por José María Carrascal

Él ha podido escapar de la quema, pero deja detrás al resto en plena chamusquina. Y esto es sólo el empezar.

EL pescado empieza a pudrirse por la cabeza, dicen las amas de casa, y la cabeza del PSOE es hoy Andalucía. Allí mandan desde los albores de la democracia, al más puro estilo de los «burgos podridos», de los que empezamos a enterarnos cuando el olor que desprenden hace la atmósfera irrespirable. Incluso para ellos. Los líderes socialistas andaluces han sacado las navajas y de sus filas emerge el grito «¡Sálvese quien pueda!». Nadie se quiere comer el marrón, quien más quien menos intenta que se lo coma el otro, aunque hay marrón para todos. No se puede gobernar una comunidad como un cortijo ni una democracia, por defectuosa que sea, puede tolerar que se cometan continuada e impunemente abusos como el de los ERE, donde se utilizó dinero destinado a los trabajadores parados a quienes no habían pisado la empresa en toda su vida. Algo que quebranta no ya la ley, sino la ética más elemental. Con el añadido de negar a la juez que instruye el caso las actas que pide para esclarecer las últimas responsabilidades. O sea que a la felonía se añade la no colaboración con la justicia. Claro que una cosa va con la otra. Pero que acabará sabiéndose no cabe la menor duda, que es lo que más temen desde Chaves al último de sus colaboradores.

Hasta qué punto ha pesado el anuncio de Zapatero de que no se presentará a la reelección es difícil de tasar, pero parece lógico que haya influido, al ser Andalucía el principal granero de votos socialistas y haber sido los guerristas una de las principales fuerzas que le permitieron hacerse con la candidatura de su partido y, como consecuencia, la posterior presidencia del gobierno.

Y ya inequívoco resulta que si Zapatero creía haberlo dejado todo atado y bien atado con su renuncia, estaba, de nuevo, equivocado, muy equivocado. Él ha podido escapar de la quema, pero deja detrás al resto en plena chamusquina. Y esto es sólo el empezar. En el PSOE, hoy, el único que sonríe es Zapatero. A los demás, cuando intentan hacerlo, les sale una mueca y a los candidatos in pectore, Rubalcaba y Chacón, ni eso, sobre todo al primero, el más consciente de lo que se le viene encima. Mientras la ministra de Defensa, con ese desparpajo que demostró al anunciar la retirada española de Kósovo sin contar con nadie, ni se da cuenta del regalo envenenado. Y es que en España suelen abundar los tipos que se apuntan incluso a un bombardeo, nunca mejor dicho.

Ese personaje melifluo que es Marcelino Iglesias asegura que Zapatero es «todavía presente y futuro». Para desgracia de su partido, todavía lo es. Tanto, que su sombra se alarga sin dejar ver otra cosa que un panorama de cadáveres, lisiados, errores, mentiras y gangrena, como la que les aqueja en el que fuera un día su emirato andaluz.


ABC - Opinión

PSOE. Andalucía en El País. Por Agapito Maestre

Lo peor es que la corrupción está concebida como un metasistema sin el cual es inconcebible el funcionamiento del sistema político, social y económico.

Las instituciones políticas en Andalucía están tan degradadas que funcionan por pura inercia. Y, ya se sabe, cuando algo funciona por inercia, basta un tropiezo para que todo se derrumbe. A eso estamos asistiendo en Andalucía. Sin una oposición demasiado dura, el régimen socialista se desmorona por todas partes. Conozco bien el nepotismo y la arbitrariedad de la Junta de Andalucía, yo mismo la he sufrido en mis propias carnes, y, por supuesto, podríamos esgrimir el argumento de que la identificación del PSOE con la Junta por una lado, y la identificación del PSOE con la mayoría del tejido social por otro, son las claves para que el régimen político andaluz sea objeto de estudio de los mejores especialistas en sociedades totalitarias.

A pesar de todo, creo que la ineficacia de los socialistas en la gestión de los problemas de esa sociedad por un lado, y la corrupción, por otro, son el fundamento del régimen andaluz. La corrupción sobrepasa todo lo imaginable en perversidad. No se trata únicamente de que ayer, por ejemplo, la Junta subvencionara una empresa donde trabajaba y seguirá trabajando la hija de Manuel Chaves, o que hoy se descubra que un familiar de Chaves haya actuado de intermediario o comisionista de la Junta, ni tampoco de que mañana alguien descubra y denuncie un nuevo fraude de cualquier ERE. Aunque todo eso es gravísimo, creo que lo peor es que la corrupción está concebida como un metasistema sin el cual es inconcebible el funcionamiento del sistema político, social y económico.


Prueba del lamentable estado de las instituciones es que Griñán, desde que llegó al poder hace menos de dos años, ha tenido cuatro crisis de Gobierno. Ahora se enfrenta, nada más y nada menos, que a la salida de su número dos, Luis Pizarro, quien ha reconocido que su dimisión obedece a discrepancias políticas de envergadura con el propio presidente Griñán. Pero, en mi opinión, la verdadera prueba de que el régimen está en almoneda es que lo reconozca el propio periódico de la Junta de Andalucía. Sí, sí, la cosa empieza a ser tan espectacular que hasta el periódico del PSOE se hace cargo de la crisis institucional de Andalucía.

El País de ayer, como si se tratara de un nuevo milagro de Pentecostés, es decir como si la noticia de la corrupción pudiera ser comprendida en todas las lenguas posibles, anunciaba que el PSOE está en bancarrota en Andalucía. Milagro. La capacidad de actualización, esa exigencia clave del Nuevo Testamento, ha llegado a El País. Es de risa si la noticia no reflejara una tragedia. En todo caso, he ahí la prueba de que la corrupción es tan brutal que no deja nada vivo. Se lo lleva todo por delante, incluso a El País. Lo verdaderamente novedoso es que un periódico, tan ideologizado como el diario de Prisa, es decir, tan dependiente de las consignas del régimen político andaluz, reconozca que el PSOE está sonado. "Va de crisis en crisis". Y él, o sea, ¿El País cómo está?


Libertad Digital - Opinión

El naufragio. Por M. Martín Ferrand

El hundimiento del Partido Socialista se asemeja más al del «Lusitania» que al del «Titanic»

NO todos los hundimientos son iguales. En tiempos políticos como los que corren, en los que escasea el talento, abunda la incertidumbre y los intereses pequeños tienden a anteponerse a los mayores, conviene tener claras las ideas. Cuando el «Titanic» naufragó en el Atlántico Norte fue un accidente. El trasatlántico, en su viaje inaugural de Queenstown a Nueva York, chocó con un iceberg y murieron millar y medio de personas. El caso del «Lusitania» es distinto. En plena Guerra Mundial en el mar de Irlanda, el submarino alemán U-20 disparó contra el buque de pasajeros y también fueron muchos los centenares de ahogados y desaparecidos. Un crimen.

El hundimiento del PSOE se asemeja más al del «Lusitania» que al «Titanic». Los efectos están ahí y se han llevado por delante un partido más que centenario y, lo que es más importante aquí y ahora, la mitad del mérito y buena parte del soporte de la Transición. La otra mitad, que ahora navega refundida bajo el símbolo de la gaviota, no ha tenido mucho que ver en el caso. El torpedo fatal del navío que capitanea todavía José Luis Rodríguez Zapatero, en dramática paradoja, lo activó el propio Zapatero y, lo que es relevante a efectos de futuro, con la ayuda imprescindible de algunos que ya no están en el puente ni en las máquinas del barco —de María Teresa Fernández de la Vega a Pedro Solbes— y de otros que, como Alfredo Pérez Rubalcaba, Carme Chacón o Elena Salgado siguen en sus puestos y no cambian un rumbo que ya ha demostrado su fatalidad.


El «capitán» Zapatero nos anunció el sábado que, al terminar la travesía, no volverá a embarcar; pero, como si nada ocurriera, sus compañeros en el mando siguen ahí, impertérritos, con ganas de ocupar su camarote y hacerse cargo de la tripulación, de la compañía naviera y del armador. Rubalcaba, por ejemplo, gran maestro en mirar hacia el norte para ver lo que ocurre en el sur, decía ayer que las dos cosas «más importantes» que hoy preocupan al PSOE son «las elecciones municipales y autonómicas». Hay que agradecerle la sinceridad; pero, cuando se ven crecer vertiginosamente las cifras del paro, quizás sus prioridades debieran ser otras. La confusión fáctica socialista entre Estado, Gobierno y Partido lleva a esos excesos. Se entiende porque, si es cierto que el actual vicepresidente aspira a la sucesión, se la juega en los comicios de mayo. La pérdida del gobierno en algunas autonomías, como Andalucía, y la del poder municipal en ciudades como Barcelona o Sevilla le convertirían al cántabro en heredero de la nada, en líder de un buen número de militantes afectados por la pérdida de sus privilegios actuales.O

ABC - Opinión

PSOE. Primarias. Por José García Domínguez

Única y exclusivamente fulanismo, puro y duro, en su variante más obscena además, la del quítate tú que me pongo yo. Nada distinto de lo que cabe esperar de ese holograma ágrafo, Chacón, en disputada reyerta telegénica contra Rubalcaba.

Allá por1907, un siglo antes de que irrumpiera en escena la modernidad líquida de Zygmunt Bauman, engolada cháchara ful que tanto deslumbra a la crema de la intelectualidad doméstica, ya Julio Camba había dado con la clave del fin de la política como arte de dirigir a los hombres. Acaso creyendo él mismo que facturaba otra broma, el mejor escritor del barrio marinero de Vilanova de Arousa dio entonces en pontificar que no son los electores quienes eligen a los candidatos, sino los candidatos quienes eligen a los electores. El más exhaustivo vademécum tanto del marketing como del pensamiento político contemporáneo que cupiera imaginar, comprimido en una sola frase.

Así las cosas, muertas y enterradas las ideologías, todas, los partidos, sin embargo, se empecinan con extraño pudor en seguir ocultando al común su nueva naturaleza. Esto es, la razón única de su ser en tanto que meros gabinetes de investigación y técnicas de mercado; prosaicas agencias de mercadotecnia llamadas a gestionar la imagen de la marca; fabricar eslogans efímeros, de usar y tirar; fidelizar al público objetivo de la empresa vía estímulos emocionales, a cual más básico; y, de tanto en tanto, lanzar nuevos productos en forma de candidatos que obedezcan a los gustos y deseos de los consumidores en cada segmento de negocio. Punto. Y final. ¿Para qué, pues, congresos, primarias y, sobre todo, militantes?

Por algo, las célebres bases recuerdan cada vez más a esa tropa tan patética, la de los figurantes que emplean en la telebasura con el exclusivo fin de producir ruido, masa ovina siempre presta a aplaudir o silbar según se lo ordene el realizador de turno. ¿Y qué decir de los aspirantes? Recuérdese la querella última entre Trini, que podía, y Tomás, que quería. Ni una sola idea durante aquel parto de los montes madritense. Ningún programa, ni oficial ni oficioso. Ni una única discusión doctrinal. Ni una triste discrepancia filosófica a propósito de qué hacer con la Comunidad. Única y exclusivamente fulanismo, puro y duro, en su variante más obscena además, la del quítate tú que me pongo yo. Nada distinto de lo que cabe esperar de ese holograma ágrafo, Chacón, en disputada reyerta telegénica contra Rubalcaba. Cuánto mejor sería decirles primarios, que no primarias.


Libertad Digital - Opinión

Bronca de dinosaurios. Por Ignacio Camacho

El régimen andaluz amenaza desplome, cuarteado por una crisis de autoridad y una bronca cainita.

EL PSOE tiene en España una crisis de liderazgo, pero en Andalucía ha entrado en estado técnico de guerra civil. El viejo régimen socialista andaluz se ha cuarteado por dentro y su ruina amenaza desplome en medio de un fragor de querellas cainitas y pulsos de poder. Otro éxito estratégico del clarividente Zapatero, que precipitó el relevo del virrey Chaves en un gesto de sobrada intrepidez muy propio de su esclarecida visión política. El chavismo olía a naftalina después de dos décadas de abotargada hegemonía califal, pero sustituirlo sin planificar el recambio era una maniobra iluminada que ha terminado como suelen acabar esta clase de improvisaciones tan gratas al presidente del Gobierno: en un lío descomunal, un descalzaperros fratricida y una implosión institucional cuya consecuencia objetivamente más positiva —la autoliquidación de un entramado de intereses anclado en treinta años de dominancia— es la que menos deseaba el autor de tan extraordinario diseño.

El recambio de Chaves y teórico delfín continuista, José Antonio Griñán, es un político de moqueta mal aparejado para liderar una organización clientelar como la del socialismo andaluz. Para afirmar su autonomía y cumplir el preceptivo designio freudiano de ejecutar al padre sustituyó a los curtidos capataces chavistas por una generación de jóvenes con mucha ambición, pocos estudios y nula experiencia, tal vez confiando en que se ocuparían de manejar el cortijo para dejarle a él su espacio de política ilustrada, tardes de cine y noches de ópera. Mal cálculo; los viejos aparatchiks tienen espolones retorcidos, y alentados desde Madrid por el califa destronado han planteado batalla obligando al elegante sultán a mancharse las manos en una reyerta a cuchilladas. En el fragor de la bronca vuelan ante la opinión pública papeles que testimonian la manera en que se gobernaba el latifundio: Eres fraudulentos, fondos malversados, tráfico de influencias familiares y demás órdenes del día de un sistema caciquil en el que Griñán cohabitaba sin querer darse por enterado. Menguados los recursos públicos que sostenían el tinglado a base de subvenciones y derramas, una revuelta de funcionarios cabreados ha acabado de poner patas arriba la vieja pax chaviana.

En ese tumulto terminal de conspiraciones y artimañas todas las intrigas acaban en movimientos autodestructivos que lesionan los intereses comunes de las partes en un vértigo suicida. Cada complot con el que Chaves intenta desequilibrar a Griñán se vuelve contra su propio legado y rebota en Madrid en forma de escándalo. Al actual presidente le pueden reprochar incompetencia para mantener el antiguo orden, pero un tipo que ha gobernado veinte años no tiene modo de escapar a un levantamiento de alfombras. El espectáculo es apasionante: una disputa entre dinosaurios bajo una lluvia de meteoritos. El prólogo clásico de las grandes glaciaciones.


ABC - Opinión

El régimen se desmorona

La situación política en Andalucía presenta los síntomas de un cambio de ciclo, si bien le cuadraría mejor, después de tres décadas de poder omnímodo socialista, la descripción de la caída de un régimen. El escándalo de los ERE, las acusaciones que pesan sobre los hijos del anterior presidente regional, la división en el PSOE y una comunidad a la cola en casi todos los parámetros económicos y sociales de España han configurado un escenario crítico. En el seno del partido, la pugna entre Chaves y Griñán se ha llevado por delante al consejero de Gobernación, Luis Pizarro, estrecho colaborador del primero y número dos del partido. Su renuncia, así como las marchas de otros afines, ha sido la expresión pública de una guerra intestina cuyos efectos pueden ser letales. De entrada, el partido se agrieta y se resiente por la falta de liderazgo. Pero también se resquebraja un modelo de hacer política que parecía invulnerable y al que la crisis, el paro y el empobrecimiento han minado hasta la raíz. La red clientelar que este régimen ha tejido durante treinta años ha constituido un blindaje y una garantía para perpetuarse en el poder. Bajo esa opaca maraña de intereses se ha fraguado, por ejemplo, el fraude de los ERE, que parece apuntar directamente a Griñán y Chaves, entre otros. Aunque debe anteponerse, antes que nada, la presunción de inocencia, la responsabilidad política de ambos parece apoyarse en distintos documentos oficiales. Lo cierto es que el escándalo crece casi a diario. Hoy, LA RAZÓN publica que la Junta dio una subvención de 150.000 euros a una empresa vinculada a dos de los imputados en la trama de los ERE. Un dinero público que fue a parar a una sociedad que no reunía los requisitos necesarios. Con ser grave lo probado hasta la fecha, lo parece aún más que el Gobierno andaluz haya persistido en entorpecer la labor de la Justicia. Que la jueza que instruye esta investigación haya dado un ultimátum de 72 horas a la Junta ante la reiterada desobediencia en la entrega de las actas de los Consejos de Gobierno desde 2001, so pena de acusarla de obstrucción, demuestra hasta qué punto los gobernantes socialistas se sienten por encima del bien y del mal, síntoma inequívoco de deterioro institucional. Además, no cabe ignorar las acusaciones de nepotismo que se han dirigido a Chaves, basadas en informaciones sobre las ayudas millonarias a la empresa donde trabajaba su hija o las confusas actividades profesionales de su hijo, que habría mediado a favor de varias empresas para contratos públicos a cambio de comisiones. Insistimos en que es necesario respetar la presunción de inocencia, pero no podemos ocultar que las acusaciones son graves y exigen que Chaves cumpla con su deber de dar explicaciones convincentes y no limitarse, como hizo ayer, a responder que «no tiene nada que decir». El régimen socialista enquistado en Andalucía desde la Transición democrática se desmorona y las encuestas indican que el cambio es posible después de un paciente y serio trabajo del PP. Será positivo para una comunidad lastrada por un partido que se apropió del poder para eternizarse en él con el resultado conocido.

La Razón - Editorial

Griñán en apuros

Las dimisiones en cadena en la Junta revelan la profundidad de la crisis en el socialismo andaluz

La dimisión del consejero de Gobernación y Justicia de la Junta de Andalucía, Luis Pizarro, y las renuncias en cadena de su viceconsejero, José Antonio Gómez Peri-ñán, y de dos directores generales, añade una nueva crisis a las múltiples que viene afrontando el socialismo andaluz desde 2008. La incorporación de Manuel Chaves al Ejecutivo central aceleró los planes de sucesión en la Junta, cuya presidencia pasó a José Antonio Griñán. La dirección del partido continuó en manos de Chaves, creándose una bicefalia que los socialistas andaluces no han conseguido resolver. El gesto de Pizarro, uno de los dirigentes que más contribuyó a que Griñán pudiera desembarcar en la presidencia, se enmarca en la creciente tensión entre el Gobierno andaluz y el partido que lo sostiene.

Las dificultades internas llegan en el peor momento para el socialismo andaluz y, también, para el PSOE en su conjunto. El escándalo por el uso fraudulento de las ayudas de la Junta a empresas en dificultades apunta hacia el final de un ciclo político contra el que poco puede hacer un partido con tres décadas de poder a sus espaldas y, mucho menos, si además se presenta dividido. Aunque las elecciones autonómicas en Andalucía están previstas para el próximo año, las municipales de mayo pueden dar la medida del vuelco que se advierte en el electorado.


Un retroceso significativo de los socialistas en Andalucía tendría consecuencias a escala nacional, puesto que esta Comunidad, junto a Cataluña, han garantizado al PSOE un suelo de voto que podría estar desmoronándose. Con ello cuenta el Partido Popular, que está radicalizando su discurso para conseguir el máximo desgaste del Gobierno de Griñán.

De ahí que los avatares de la crisis andaluza preocupen en la dirección federal del partido socialista, pese a que las primeras reacciones hayan aparentado normalidad dando a entender que se trataba de un relevo normal en el equipo de Gobierno. El consejero Pizarro no es uno más del Ejecutivo de Griñán, sino que está considerado como el hombre fuerte del socialismo andaluz tras Chaves. Su dimisión no es estrictamente una crisis del Gobierno regional, la cuarta desde que Griñán está al frente; es, al mismo tiempo, la constatación del fracaso del modelo de sucesión seguido en Andalucía. Entre los dirigentes regionales no se descarta que el pulso por el control del partido pueda acabar cuestionando a Griñán como candidato para la Junta.

La dimisión de Pizarro y de los otros altos cargos del Gobierno andaluz abre un flanco a la totalidad del Partido Socialista, quizá no inesperado, pero sí inoportuno, tras anunciar Rodríguez Zapatero que no sería el candidato en las elecciones de 2012. Si los socialistas necesitan transmitir la impresión de que el relevo en el liderazgo se hará de manera ordenada, episodios como este vienen a recordar las incertidumbres del proceso. Y la presión no hará sino aumentar hasta las elecciones de mayo, tras las que el PSOE se jugará, más que nunca, el resultado de las generales.


El País - Editorial

La agenda de Rajoy

De entonces acá nada ha variado, motivo por el que le resulta tan difícil de explicar a Rajoy qué le ha llevado en esta ocasión a adherirse a la convocatoria. Sea como fuere, está por ver que acuda en persona a la manifestación.

Madrid acogerá el próximo sábado una manifestación de las víctimas del terrorismo cuyo objetivo es instar al Gobierno a que derrote a ETA sin atajos, sin cesiones políticas, sin beneficios penitenciarios, sin pactos con los asesinos, sin engaños. Será la tercera manifestación en menos de seis meses. Las dos primeras, que fueron convocadas en solitario por Voces contra el Terrorismo, la organización que dirige Alcaraz, constituyeron inesperados éxitos de participación pese al clamoroso silencio de los medios de comunicación. Sólo Libertad Digital, esRadio y Libertad Digital Televisión –que retransmitió íntegras ambas marchas– dieron apoyo y cobertura a esas iniciativas, que agruparon a decenas de miles de personas para reivindicar memoria, dignidad y justicia para las víctimas.

Después de esas dos experiencias, la Asociación de Víctimas del Terrorismo ha decidido que ahora es el momento de plantarse ante la negociación política con ETA. No hay más motivos de fondo que los que ya había en noviembre o en febrero, cuando la banda criminal ya había impulsado sus nuevas siglas y cuando el chivatazo a ETA recobraba actualidad judicial y ponía de manifiesto los horrores del proceso impulsado por Zapatero desde incluso antes de acceder a la Moncloa. Sin embargo, la dirección del PP, a diferencia de lo que ocurrió en las dos anteriores ocasiones, ha mostrado su apoyo a la convocatoria e incluso se ha dado la consigna de asistir. No es que el PP estuviera ausente en las otras citas. Esperanza Aguirre, María San Gil, Jaime Mayor Oreja, Carlos Iturgáiz, Regina Otaola, Ignacio Gil Lázaro e Ignacio Cosidó sí que acudieron a esa llamada junto a Ortega Lara y miles de ciudadanos, pero ni Rajoy, ni Cospedal, ni Basagoiti ni Oyarzábal tuvieron a bien siquiera apoyar verbalmente dichas manifestaciones.

De entonces acá nada ha variado, motivo por el que le resulta tan difícil de explicar a Rajoy qué le ha llevado en esta ocasión a adherirse a la convocatoria. Sea como fuere, está por ver que acuda en persona a la manifestación. De momento y en La Ser no ha querido comprometerse. Nada extraño en el dirigente popular, por otra parte. Ha dicho, eso sí, que su corazón está con las víctimas, pero que tiene que mirar la agenda. Ante semejante regate, la mejor respuesta es la de una oyente de esRadio que dejó el siguiente mensaje en el buzón del programa de Federico Jiménez Losantos: "Quiero decirle al señor Rajoy que mi corazón está con él, pero tengo que mirar la agenda porque es probable que el día que haya elecciones no pueda ir a votarle".


Libertad Digital - Editorial

Guerra interna en el PSOE

Si al PSOE le falla Andalucía, es que su crisis es mucho más profunda y grave de lo que desearían sus estrategas electorales.

EL PSOE andaluz está demostrando que un partido político, cuando se acerca a un fin de ciclo, se convierte en un campo de batalla donde se ajustan cuentas. Tanto tiempo en el poder, y después de haberlo ejercido tan arbitrariamente, ha hecho que el socialismo andaluz sea hoy un ejemplo de decadencia política, acompañada de corrupción, abuso de poder y nepotismo. Las encuestas han reflejado las consecuencias de esta forma de gobernar, dando al PP expectativas reales de ganar en unas elecciones autonómicas y de alcanzar las alcaldías de las capitales en los próximos comicios municipales. Elecciones autonómicas que también en Andalucía son urgentes, porque la crisis del socialismo es cada día más evidente. El presidente andaluz, José Antonio Griñán, no cuenta con la lealtad de su partido, dividido entre los que lo apoyan y los seguidores de Chaves, dedicado en exclusiva a enfrentarse a su pasado político.

No es causalidad que el PSOE se tope repentinamente con diversos conflictos internos. El temor a perder el poder refuerza la unidad o la hace saltar por los aires. Los socialistas apuntan a esta segunda opción. En un mismo día —el domingo siguiente al anuncio de Zapatero en el Comité Federal— los militantes socialistas saludaban al grito de «presidente» a tres de sus dirigentes, desoyendo la recomendación de hablar solo de las elecciones locales y municipales. Y al día siguiente, el Gobierno autonómico andaluz sufría su cuarta crisis en dos años con la dimisión de su consejero de Gobernación y Justicia, Luis Pizarro. Si al PSOE le falla Andalucía, es que su crisis es mucho más profunda y grave de lo que desearían sus estrategas electorales. El desplome del régimen socialista provocó la salida de Chaves y se acelera bajo el mandato de José Antonio Griñán, haciendo más acusada la tensión entre ambos. Los negocios de familia y los fraudes con dinero público van a ser la etiqueta que quede al socialismo andaluz en su paso por el gobierno de Andalucía. Pero el problema es para el PSOE en su conjunto, porque el electorado andaluz ha sido, junto con el catalán, decisivo para sus últimas victorias electorales. En Cataluña ya se vio qué consecuencias tuvo el experimento del tripartito social-nacionalista. Y aunque no sean situaciones homogéneas, sí comparten algo fundamental: la pérdida de miedo del elector socialista a una derrota del PSOE.

ABC - Editorial