lunes, 11 de abril de 2011

Estupidez y misterio. Por Félix Madero

Sin capacidad para la sorpresa y la esperanza de esta política y estos políticos, me quedaréen casa el día 22

NO tengo inconveniente en hacer público mi voto el 22 de mayo: no votaré. Es la primera vez que me quedaré en casa. Ni siquiera contemplo la posibilidad del voto en blanco porque no sé qué significa y porque envía mensajes de aceptación de las cosas, lo contrario de lo que pretende. Espero que se entienda que hablo de mí, que nada aconsejo ni a nadie llamo en este lance que, lejos de tranquilizarme, me deja perplejo y con la sensación de estar haciendo algo indebido; no sé, como traicionándome. Hago esta observación no sea que la Junta Electoral, ese terreno de arenas movedizas en el que mamonean socialistas y populares, me diga que mi comportamiento es antidemocrático y punitivo. Todo puede ser. Si ha sido capaz de dictar la forma en que las televisiones tienen que informar durante la campaña electoral por qué no me va decir lo que no puedo escribir.

No votaré. No ha sido una decisión dolorosa. No. Lo he visto tan claro, estoy tan seguro de lo que voy a hacer que me tengo como me siento: un ciudadano descansado y felizmente resuelto. Yo, que he votado siempre, en todas las elecciones menos en la Constitución porque aún no tenía edad; yo, que he hecho proselitismo de nuestra democracia hasta en situaciones que ahora me sonrojan; yo, que de jovencito asistí a mítines creyendo que estaba en una función solemne donde había sitio para la verdad; yo, que creí que la política lejos de ser una profesión era una actividad digna que engrandece a los hombres; yo, que di por seguro que mis ideas eran eso, mis ideas, y que nadie me las podría cambiar, y menos el partido que empecé votando; yo, que descubrí el efecto balsámico y reparador de votar con la cabeza y no con la razón; yo, que creí que aquellos a los que votaba tenían un punto de justicia y beneficencia que los hacia especiales; yo, sin capacidad para la sorpresa y la esperanza de esta política y estos políticos, me quedaré en casa el día 22. Como Brassens, pero sin la música militar que nunca le supo levantar. Ahora el abanderado no viste de caqui, lleva ropa de domingo y flamea al viento un trapo con el logotipo de un partido.

Tenía y tengo argumentos concluyentes para no votar. Y, por qué no reconocerlo, algunas dudas. Pero ha sido saber que PP, PSOE, CiU, CC e I.U llevan en sus listas decenas de imputados por corrupción y dar por resuelta mi incertidumbre. Hasta aquí hemos llegado. El 22 de mayo haré lo que Claudio Magris aconseja en las ocasiones en las que creo vivir momentos severos y ceremoniosos: reírme. Esto es lo que haré: cogeré las papeletas con los nombres de los imputados bien señalados, las pondré encima de la mesa y haré que me sobrevenga un ataque de risa. La risa desmitifica al gran ídolo poderoso de la política: la estupidez disfrazada de misterio.


ABC - Opinión

Manifestación. Ocultaron la pedagogía política. Por Agapito Maestre

El sábado, los convocantes insistieron en que no era una manifestación contra el Gobierno, sino contra una posible participación de ETA en las elecciones de mayo. Raro.

Sensaciones extrañas sintieron los participantes en la manifestación convocada el sábado por la AVT. Sabores agridulces dejaron los correctos y larguísimos discursos de los intervinientes en los cientos de miles de asistentes. Hubiera bastado una frase de un orador, sólo una, para que los reunidos el sábado pasado en Madrid se hubieran sentido satisfechos de quienes hablaban por todos los asistentes, pero esa frase nunca fue dicha, a pesar de que fue coreada por los propios manifestantes durante el trayecto que va de la Glorieta de Bilbao a la Plaza de Colón. La frase es sencilla de retener: "Zapatero, dimisión por negociar con ETA".

Pero, por desgracia, los oradores nunca pidieron tal cosa; por supuesto, tampoco fue el argumento fundamental de sus parlamentos. Tuve la sensación de que los oradores ocultaban algo, aunque prefiero pensar que olvidaron, como olvidó Rajoy, que Zapatero había negociado con ETA, casi, casi, desde que llegó al poder, e incluso después del atentado de la T-4. Ese olvido es un gran error. He ahí el comienzo del fin del movimiento cívico iniciado, hace ya años, por el bueno de Alcaraz. He ahí, en fin, otro triunfo de la casta política sobre la última "esperanza" para hacer Política con mayúscula. En todo caso, es menester reconocer que esa manifestación fue un acto político y, por lo tanto, susceptible de ser interpretada en términos, naturalmente, políticos. Eslóganes, motivaciones y convocantes tienen que ser objetos de análisis políticos al margen de las buenas o malas intenciones que aniden en los organizadores. Y, por supuesto, los discursos de los oradores han de ser contrastados de acuerdo con los asistentes.


La manifestación del sábado convocada por la AVT y otras asociaciones de víctimas del terrorismo no es ajena a ningún enjuiciamiento político. Ya está bien de considerar a la víctima como un "melifluo" objeto de compasión o un abstracto referente moral. La víctima del terrorismo es, sobre todo, un actor político más en el proceso del debate público de la democracia española. Precisamente, porque la víctima nos ha permitido ejercer la ciudadanía a millones de españoles, es necesario recordarle que no olvide esa tarea de pedagogía política: la solidaridad con la víctima es una forma de cohesionar la nación, o mejor de hacer nación. Por lo tanto, la manifestación del sábado fue, obviamente, un acto político. ¡Qué otra cosa puede ser una manifestación de cientos de miles de individuos reunidos para protestar contra los cambalaches de Zapatero con la ETA!

El sábado, sin embargo, los convocantes insistieron en que no era una manifestación contra el Gobierno, sino contra una posible participación de ETA en las elecciones de mayo. Raro. Una convocatoria con ese distingo mueve a suspicacia, sobre todo si tenemos en cuenta que las asociaciones de víctimas del terrorismo, independientemente del juicio que tengan de ella los partidos políticos, son agrupaciones de un alto valor cívico y político; las asociaciones de víctimas, especialmente desde el punto de vista pedagógico, nos han enseñado, reitero, que la víctima de un atentado no es sino un caso particular, singular y terrible, de un atentado contra la nación, es decir, las víctimas del terrorismo somos todos los españoles. Los muertos, heridos, lesionados, torturados, en fin, todas las victimas cayeron por ser, simplemente, españoles.

Las oradores del sábado, sin embargo, olvidaron la lección política fundamental del propio movimiento de víctimas del terrorismo, a saber, si un Gobierno quiere integrar en los espacios legales a los criminales de ETA, es necesario pedir su dimisión.


Libertad Digital - Opinión

Consultas catalanas. Por José María Carrascal

Amagan, pero no dan. Usan el independentismo para ganar votos y extraer las mayores concesiones posibles.

SI la hipocresía es el homenaje que la virtud rinde al vicio (Oscar Wilde), esas «consultas soberanistas» que han venido celebrándose en Cataluña constituyen el mayor monumento a la hipocresía de los últimos tiempos. Primero, porque pretenden demostrar lo contrario de lo que realmente muestran. Segundo, porque se trucan los resultados de forma escandalosa. Y tercero, porque no se lo creen los propios convocantes. En una palabra: son un timo. No dudo que haya incautos que piquen, como en todos los timos. Pero tanto en su forma como en su fondo, estamos ante la versión política del timo de la estampita.

La primera impostura viene de su nombre: consultas soberanistas. Dando a entender que se trata de un referéndum por la independencia. Pero los convocantes saben perfectamente que esas son palabras mayores que asustan a mucha gente, así que les han puesto un nombre que luce mucho y compromete muy poco. La segunda impostura es la de los resultados. «El 90, el 80 por ciento han dicho sí», claman los titulares. Olvidando que la participación ha sido escasa. Todavía en los pueblos, donde todos se conocen y aburren, acuden, pero en las ciudades, cuanto más grandes son, menos afluyen, estimándose que la media será del 18 por ciento. Que es el porcentaje de independentistas de verdad que viene dándose en Cataluña. Son los que han acudido, el resto tenía cosas más importantes que hacer. Lo que significa que un 82 por ciento no desea en mayor o menor grado la independencia.


La última impostura es la más escandalosa y Convergencia la personifica: apoyó la consulta soberanista del domingo, pero el miércoles va a abstenerse cuando el Parlament vote la «declaración de independencia» que ha presentando el partido de Laporta. Dejando al PP y al PSOE que se la carguen. Y quedando como lo que realmente son: como unos independentistas de boquilla, pues nadie mejor que ellos saben que la independencia no favorece a Cataluña. Amagan, por tanto, pero no dan. Usan el independentismo para ganar votos por un lado y para extraer las mayores concesiones posibles al Gobierno español por el otro. Es el juego que vienen practicando desde la transición y les ha ido muy bien. A ellos. Otra cosa es, al pueblo catalán.

Pues me atrevo a decir, a la luz de los hechos, que el nacionalismo está representando un enorme lastre para Cataluña. Si ha perdido rango respecto a otras regiones españolas que iban muy por detrás de ella, se debe precisamente a esa carga adicional. ¿Han intentando ustedes conducir con el freno de mano alzado? Pues eso representa el nacionalismo en el mundo global de nuestros días. Aunque déjenme añadir que el mayor freno de la Cataluña actual es su clase política, tan inútil, tan corrupta, tan alejada de los intereses de la gente como la del resto de España.


ABC - Opinión

PP-PSOE. 7 puntos no es nada. Por Emilio Campmany

El castigo a su obstinación por esperar ser presidente como quien espera la caída de la breva madura, será el ver cómo un pierna como Freddy se la afana justo cuando está a punto de caer.

Si para Carlos Gardel veinte años no es nada, para Freddy siete puntos es menos que nada. Se me dirá que nuestro Rubalcaba no tiene nada que ver con el gran Gardel, pero podría muy bien ocurrir que quienes tengan que lamentar en marzo de 2012 que fue "por una cabeza de un noble potrillo que justo en la raya afloja al llegar" sean los electores de Mariano Rajoy, obligados a invertir toda la tela que poseen en ese potrillo al que gusta aflojar al final. Si así fuera, quedarían todos como giles y el pobre Mariano como un cándido otario, similar a tantos otros que aparecen en las letras de los tangos.

Para el PSOE de marxismo esmirriado y trinque en montonera que inventara Felipe González durante los años de la Santa Transición, con vocación de no soltar la manija una vez agarrada, jamás estar a siete puntos a un año vista fue un problema. Si encima es Alfredito Rubalcaba el que ha de tocar el bandoneón, será pan comido. La única posibilidad que tiene Rajoy es que quien se ponga a la cabeza de la junta sea la pebeta catalana, tan joven y tan catalanista, que es pura carne de oposición, al menos hasta 2016. Pero, compadre, con Rubalcaba no se juega, ése timbea para ganar. No hay trampa, truco, tongo o camelo que no se conozca y que no esté dispuesto a emplear para luego poder cantar Volver, aunque seacon la frente marchita y las sienes bien plateadas por el tiempo. Le veremos entonces en todo lo suyo, repartiendo cargos, prebendas, brevas y mamandurrias como un cogotudo forrado.


Así que, si es finalmente Freddy quien se pone al frente de la barra socialista, bien porque lograra embaucar a la Chacón para que consintiera ser su número dos, bien porque fuera capaz de alzarse en las primarias, ya puede Rajoy irse despidiendo. Para que sepa lo que va a ocurrir, sus maltratados votantes podrían irle cantando Yira yira, poniendo especial énfasis en la estrofa esa que dice "Cuando estén secas las pilas de todos los timbres que vos apretás". El castigo a su obstinación por esperar ser presidente como quien espera la caída de la breva madura, será el ver cómo un pierna como Freddy se la afana justo cuando está a punto de caer.

Y esta pobre derecha obligada a elegir entre los que la difaman y los que la desprecian elevará su lamento:


"Cuando te dejen tirao
después de cinchar
lo mismo que a mí.
Cuando manyés que a tu lado
se prueban la ropa
que vas a dejar...
Te acordarás de este otario
que un día, cansado,
se puso a ladrar".

Lo peor de todo será que quien se esté probando la ropa que Rajoy irá a dejar será Gallardón y entonces llegaremos a 2016 teniendo que elegir entre Freddy y Albertito. Como ven, por mala que sea, toda situación es susceptible de empeorar. Suerte grela.

Libertad Digital - Opinión

Post mortem. Por Gabriel Albiac

Nadie está tan blindado en su ficción de inexistencia como aquel que es de verdad inexistente.

SÓLO lo muerto no muere. Zapatero es cadáver. Eso hace, por primera vez, de él un adversario serio. Ocasión hubo para liquidarlo. Nadie se tomó la molestia: parecía un despilfarro usar tiempo e inteligencia en borrar a un don nadie. Entiendo la pasividad de Rajoy entonces: da como vergüenza aporrear a aquel a quien uno sabe incapacitado para una esgrima entre adultos. Ahora está muerto ya. Como tal, es invulnerable. Y, de pronto, la estrategia del PP puede estrellarse contra su vacío, en esa extraña coyuntura de un partido y un gobierno al frente de los cuales hay sólo un despojo. Los muertos son irresponsables. Aunque nos amarguen tanto la vida a los vivos.

Alguien debió recordar a los dirigentes del PP, tras la derrota de 2008, el postulado taoísta del Tratado del vacío perfecto: «¡Sutil! Sé sutil hasta el punto de no tener forma. ¡Inescrutable! Sé inescrutable hasta el punto de no hacer ruido. De ese modo, te erigirás en amo del destino de tu enemigo». Un muro de ausencia debe rodear al general de gran escuela: todo se mueve en torno suyo, él permanece inmóvil tras su opaca muralla.


Puede que fuera una opción inteligente. En la política, como en la guerra, gana aquel que no es esperado; aquel cuya existencia, o bien no se conoce, o bien se cree conocer demasiado. Rajoy había ofrecido batalla entre 2004 y 2008. Fue vencido. El cambio de estrategia se imponía. «El que sabe no habla», enseñaba Lao-Tsé; «el que habla no sabe». Guardó silencio. Dejó que desbarrase Zapatero. Y éste lo hizo, más allá de lo imaginable. Sobre las redes de silencio que su adversario tejía, el socialista no perdió una sola ocasión de enredarse en sus propias palabras. En marzo de 2012 había logrado sobrepasar el peor vaticinio electoral de la historia constitucional española. Los estrategas taoístas de la calle Génova creyeron ya ganada la partida.

Pasó entonces. En abril, Zapatero se declaró difunto. No dimitió, no se marchó. Se declaró difunto y permaneció en el cargo. Nos gobierna un muerto, desde entonces. Y fue como si una perversa caligrafía circular volviera en contra del PP su propia estrategia. Nadie está tan blindado en su ficción de inexistencia como aquel que es de verdad inexistente. Muerto, Zapatero se trueca en irresponsable. Sin que nadie de su partido esté obligado a heredar la responsabilidad atroz de la ruina nacional generada. Y todo puede volver al punto cero. Las primeras encuestas indican que la estrategia fue acertada y que el cálculo puede tendencialmente confirmarse. Todo cae sobre la memoria del pobre cadáver. Y, junto con el vínculo, su heredero —el que sea— rompe el capital maldito de imposibles hipotecas que la herencia ha generado.

De aquí a la fecha en la cual sean las elecciones generales, nada va a moverse. Ni en el PSOE ni en el Gobierno. El vacío juega a su favor ahora. Y el silencio. Y, en la medida de lo posible, el olvido, si no la piedad.

Sí, puede que acertara Rajoy tras 2004. Puede que la estrategia del vacío jugara a su favor, hasta hace dos semanas. Pero ahora quien no existe es Zapatero. Ni existe nadie en su nombre. Y la astucia de guerra zen queda invertida:

«—¿Cómo gobernáis el Estado?

—No gobernando.»

Porque lo muerto no muere. Sólo mata.


ABC - Opinión

Cataluña. Barcelona Decideix. Por José García Domínguez

Al punto recuerdo lo que dijera en su día dijo Julio Camba sobre el particular, aquello de que una nación se fabrica igual que cualquier otra cosa. "Es cuestión de quince años y de un millón de pesetas", sentenció.

Certifico con el escándalo justo que TV3 premia con nueve minutos de telediario a los cuatro gatos domésticos que se han prestado a ejercer de figurantes en la performance secesionista de Barcelona. Y al punto recuerdo lo que dijera en su día dijo Julio Camba sobre el particular, aquello de que una nación se fabrica igual que cualquier otra cosa. "Es cuestión de quince años y de un millón de pesetas", sentenció. De ahí que con un kilo de los de entonces se comprometiese a hacer de Getafe una nación oprimida. "Me voy allí y observo si hay más hombres rubios que hombres morenos o si hay más hombres morenos que hombres rubios". Algún tono cromático, claro, tendría preponderancia en las cabelleras de Getafe, "y este tipo sería el fundamento de la futura nacionalidad". Et caetera.

Con el tiempo, al fin consumado el proceso de la construcción nacional getafeña, "si alguien osara decirme que Getafe no era una nación, yo le preguntaría qué es lo que él entendía por tal y, como no podría definirme el concepto de nación, le habría reducido al silencio", concluyó triunfal. Como siempre en Camba, broma muy seria tras la que yace la sórdida evidencia de que no cabe decirse nacionalista sin enfangarse, y hasta el último pelo de la cabeza, en la charca identitaria. Razón última de que el mito de la autodeterminación no remita a cuestión cuantitativa alguna, sino a una tautología pedestre. Así, imagínese por un instante que los extras de la comedia barcelonesa no hubiesen sido cuatro, sino cuatro millones. La cuestión, entonces, continuaría siendo la misma: ¿Y qué?

De hecho, si a las dizque naciones, tal como los creyentes predican, les asiste el derecho a la soberanía por el hecho de serlo, nada más peregrino que reclamar la autodeterminación. ¿A qué preocuparse por lo que opine la tropa de a pie si ese ente metafísico, la nación, existe al margen de los mortales que lo encarnan? ¿O acaso tendría alguna importancia cuanto barruntasen los catalanes de carne y hueso sobre el particular? Desventura, ¡ay!, que aboca a otro callejón lógico sin salida. ¿Pues con qué argumento impedir que los perdedores ansiaran ejercitar también el derecho presunto a la escisión, una y otra vez, hasta ver colmada su voluntad? Merda de país petit!


Libertad Digital - Opinión

La voz del honor. Por Ignacio Camacho

No corresponde a las víctimas dirigir la política de la nación pero no hay nación ni política que pueda ignorar su verdad.

LAS víctimas siempre tienen razón, incluso cuando no la tienen. Sus simpatías políticas, individuales o colectivas, pueden resultar tan opinables como cualesquiera otras, pero su indelegable sufrimiento en primera persona les otorga una legitimidad moral incontestable en la reclamación de justicia. Son las vestales de la libertad, encargadas de mantener encendido el fuego sagrado de la memoria del sacrificio de tantos inocentes. Les asiste el derecho a ser oídas con respeto porque tienen la razón de parte, porque la sangre derramada jamás les ha arrancado una sola concesión al rencor o a la venganza y porque su voz representa el honor de una sociedad herida.

La justicia que reclaman las víctimas no es sólo la de la detención y el castigo de los culpables. Es la derrota del impulso homicida que ha movido la mano de los asesinos y de sus cómplices políticos y sociales. Es la extinción sin condiciones de ETA y el aislamiento democrático de su entorno. Sin tapujos, sin componendas, sin pactos, sin contrapartidas. La única paz posible después de casi novecientos muertos que no servirían de nada si uno sólo de quienes han apoyado , comprendido o colaborado en su muerte obtiene el premio de un puesto de representación democrática. Eso es lo que piden cuando, en tardes como la del pasado sábado, levantan su clamor contra el compromiso acomodaticio, contra el legalismo posibilista, contra la tentación pragmática: que no nos conformemos con ninguna paz ficticia construida sobre autoconcesiones a la indiferencia o al olvido.

Cada vez que ante esas voces siempre alertas me asalta alguna duda, algún titubeo, alguna flaqueza, abro al azar el libro «Vidas rotas», de Rogelio Alonso, Florencio Domínguez y Marcos García Rey. Allí está escrito el relato individual de cada asesinado por ETA; uno por uno, hasta 857, con sus nombres, sus circunstancias y su historia, en mil sobrecogedoras páginas que son las actas frías de un infame delirio de persecución política, de un escalofriante holocausto imprescriptible. Están las víctimas y sus victimarios, porque no basta saber quién murió sino quiénes los mataron, quiénes son los culpables de este dramático y brutal rito expiatorio impuesto por el exaltado designio de sometimiento social a través del crimen, la humillación y la violencia. Y es ahí, en esa conmovedora lista del horror, donde se encuentra la razón última de la resistencia democrática a cualquier modalidad, por remota que sea, de alivio, perdón o desmemoria.

El testimonio de cualquiera de esas vidas truncadas impulsa la necesidad de escuchar las razones de las víctimas para sentir, aunque sea preventivamente, desconfianza, susceptibilidad o recelo. Ojalá estén equivocadas; porque es cierto que no les corresponde a ellas dirigir desde el luto la política de una nación, pero no hay política ni nación que pueda ignorar su verdad profunda, demoledora e inconsolable.


ABC - Opinión

Jugar con fuego

La ronda de pseudo-referendos puesta en marcha hace año y medio en Cataluña por los grupúsculos independentistas culminó ayer su última etapa en Barcelona. La experiencia no alcanzaría más interés que unos juegos florales para consumo interno de una minoría si no fuera porque en ella han participado todos los consejeros de la Generalitat, con el presidente Artur Mas a la cabeza. Los dirigentes de Convergencia son muy dueños de permitirse ciertas frivolidades o de jugar al escondite con sus votantes, pues mientras los domingos votan «sí» a favor de la independencia, los miércoles lo hacen en contra o se abstienen en el Parlamento autónomo. Pero cuando se ocupan cargos de gobierno en la institución que representa al Estado español, lo mínimo que les exige la ciudadanía es coherencia y lealtad a sus juramentos. Resulta ilustrativa y sonrojante la incongruencia de la consejera de Justicia, Pilar Fernández Bozal, que no dudó en votar en la misma consulta soberanista que meses atrás combatió como abogada del Estado. Parece evidente que el voto de los consejeros responde a la consigna dada por Mas de participar en esta especie de divertimento dominical para no perder terreno entre la minoría independentista. Grave error. El presidente de Cataluña está obligado por la dignidad de su cargo a no jugar con frivolidad y menos aún con fuego. La excusa de que votó a título individual no sólo es inaceptable, es incluso hiriente para los catalanes, pues es como decirles que tienen un presidente constitucional sólo a tiempo parcial. Mas debería tomar nota de la irreprochable conducta de su compañero de coalición, Duran Lleida, que se ha negado a secundar la mascarada. ¿Con qué autoridad moral podrá exigir al Gobierno de la nación un trato de igual a igual quien instiga y anima a romper con el Estado? ¿Cómo compagina el voto por la independencia con pedir a los españoles que suscriban Bonos de la Generalitat? Se equivoca, también, al creer que su prestigio sale indemne del trance, pues esas consultas soberanistas son identificadas como el pasatiempo político de fin de semana de los radicales. Desde luego, no es inocuo este juego de la oca independentista. Aunque los datos que ofrecen los organizadores (indemostrables, por otra parte) arrojan unos resultados ridículos para sus expectativas, lo cierto es que se han puesto en marcha personal, equipos, material e infraestructuras públicas al servicio de una opción política que es muy minoritaria. La abierta complicidad de entidades municipales en la organización y ejecución, además de constituir una ilegalidad, supone un fraude a los intereses de la gran mayoría catalana, que es contraria a la independencia y está mucho más preocupada por los fuertes recortes presupuestarios de su Gobierno que por experimentos gaseosos. En lo que debe centrarse Artur Mas es en ajustar sus presupuestos sin sacrificar la salud de los ciudadanos, la educación de los niños o la atención a la tercera edad, en vez de perder el tiempo en pseudo-referendos que sólo pueden conducir a la frustración y la melancolía porque el rechazo a la independencia de Cataluña es general en esta comunidad y en el resto de España.

La Razón - Editorial

Fiasco ilegal en Cataluña

Dada la impasibilidad y la nulidad del Estado y de los dos grandes partidos nacionales, el nacionalismo tiene todo el tiempo del mundo para seguir ampliando mercado.

Después de meses de recogida de votos por toda Cataluña en un referéndum en el que podían participar los mayores de dieciséis años y los extranjeros, los organizadores de la consulta independentista cerraron ayer las urnas y anunciaron ufanos que un 21,3 % de los ciudadanos había secundado el llamamiento

De nada, por tanto, ha servido que Jordi Pujol y Artur Mas votaran anticipadamente e instaran a los catalanes a estas urnas con más convicción que cuando las papeletas cuentan. Menos aún han servido los fondos públicos destinados a los organizadores, amparados por las instancias oficiales. Y también menor ha sido el efecto del apoyo mediático, particularmente de TV3, que ha tratado esta iniciativa con clarines propagandísticos y grandes despliegues en sus "telenoticias".

La mayoría de la población catalana ha dado la espalda a esta flagrante ilegalidad que los nacionalistas pretenden colar como un éxito de participación, el colmo del civismo y una expresión pura de democracia. Lo que ha ocurrido durante los últimos días en Cataluña ha sido, sin embargo, una muestra de desprecio absoluto por las leyes y una dejación absoluta por parte de quienes deben procurar su cumplimiento.


La evolución de este esperpento de consulta deja en evidencia cómo funcionan las cosas en Cataluña: la abogada del Estado que redactó el informe sobre la manifiesta ilegalidad de la primera consulta, la de Arenys de Munt, es ahora la consejera de Justicia de la Generalidad y no ha dudado en participar con su voto en el montaje. Y esas consultas que en principio debían haberse prohibido, como se prohíben no pocas manifiestaciones, no sólo han sido toleradas, sino jaleadas por el tripartito primero y ahora CiU en una demostración palpable de lo poco que les importan las leyes a los gobernantes catalanes, de lo poco que significa para ellos la democracia, así como un ejemplo perfecto de la renuncia del Estado a ejercer sus competencias en Cataluña.


Se dirá que de este modo se ha podido comprobar el fracaso de la iniciativa, pero es también un mensaje para los promotores y valedores del secesionismo: en Cataluña vale todo y nunca pasa nada. Después de tres décadas de odio antiespañol institucionalizado, resulta sorprendente que sólo un tercio de la población -según encuestas más fiables que el disparate que concluyó ayer- se manifieste independentista. Pero dada la impasibilidad y la nulidad del Estado y de los dos grandes partidos nacionales, el nacionalismo tiene todo el tiempo del mundo para seguir ampliando mercado.


Libertad Digital - Editorial

La Fiscalía, en el proceso «de paz»

El problema no está en los fiscales. El problema fue el alineamiento del Ministerio Fiscal con un proceso de negociación.

LA pasada semana, los fiscales de la Audiencia Nacional aprobaron por unanimidad un comunicado en el que rechazaban las críticas que había recibido la Fiscalía por su actuación durante el proceso de negociación política entre ETA y el Gobierno en 2005-2007. La reacción de estos fiscales no resulta acertada, porque no se corresponde con los fundamentos de las críticas que pretenden rebatir, las cuales se dirigen contra los superiores jerárquicos que impartieron instrucciones para trasladar a los tribunales la estrategia negociadora del Gobierno con ETA. Además, bastaría comparar la actual plantilla de la Fiscalía de la Audiencia Nacional con la vigente durante el proceso de 2005-2007 para apreciar las significativas ausencias que se han producido por cambios de destino y abandono de la carrera fiscal. Y las razones son evidentes.

No son los fiscales los que deben darse por aludidos en unas críticas que recuerdan cómo, desde el cese de Fungairiño, las jefaturas de la Fiscalía ejecutaron un plan de cobertura legal del proceso de negociación. Así fue como dejaron de pedir medidas cautelares contra dirigentes batasunos, privando de eficacia a la ilegalización de Batasuna. También declinaron la defensa de sus propias acusaciones, llegando al extremo del juicio a Arnaldo Otegui por enaltecimiento de la etarra Olaia Castresana, en el que, según consta en la sentencia absolutoria, hicieron «acto de presencia, de forma conjunta, el representante del Ministerio Fiscal como la letrada del acusado, ambos sin toga», escenificación muy reveladora de lo que estaba pasando.

Las directrices de estos y otros muchos episodios del mismo tenor —«kale borroka», De Juana Chaos, Egunkaria— estaban resumidas en algunas frases célebres del Fiscal General del Estado, Conde-Pumpido. Frases en ocasiones metafóricas —«el vuelo de las togas de los fiscales no eludirá el contacto con el polvo del camino»—; en otras, sugerentes —«la Justicia no está para favorecer procesos políticos, pero tampoco está para obstaculizarlos»—; o muy directas, como cuando se preguntó públicamente «si no hemos demasiado allá», al ilegalizar la mitad de las candidaturas de Acción Nacionalista Vasca. El problema no está en los fiscales sometidos al principio de jerarquía, aunque su Estatuto Orgánico prevea mecanismos para no acatar, sin más, órdenes ilegales. El problema, más bien el escándalo, fue el alineamiento del Ministerio Fiscal con un proceso de negociación incompatible con el Estado de Derecho.


ABC - Editorial