domingo, 8 de mayo de 2011

El disidente cubano Juan Wilfredo Soto muere tras recibir una paliza de la policía

ABC: Disidentes cubanos denuncian la muerte de un opositor por una paliza de la policía

El Mundo: Denuncian la muerte de un opositor cubano por golpes de la Policía


El país: Muere un disidente cubano tras recibir una paliza de la policía


La Razón: Disidentes cubanos denuncian la muerte de un opositor por parte de la policía

Fallo. Por Jon Juaristi

La estrategia etarra de las coaliciones está calcada del frentepopulismo estalinista. Bildu no es una novedad

COMO era de temer, se consumó el disparate. No aprenderán, y mira que es fácil. Lo que el Tribunal Constitucional ha legalizado se llama ETA aunque Bildu se llame, como se llamó en otro tiempo Herri Batasuna o incluso, que se nos olvida, Euskadiko Ezkerra, antes de que Juan María Bandrés, Mario Onaindía y el actual senador Roberto Lertxundi se apropiasen de esta última etiqueta para construirse una pasarela hacia el PSOE. Las coaliciones abertzales que surgieron en los orígenes de la Transición incluían pequeños partidos que se definían como independientes y, en algún caso, opuestos a la «lucha armada» y a ETA. Fue cuestión de meses que tales capillitas desaparecieran, fagocitadas o simplemente depuradas por el aparato político de la banda, que ni se tomó el trabajo de infiltrarlas. Conscientes de su inanidad, los dirigentes de aquellas microscópicas naderías se encaramaban a la cúpula de la coalición, pisándose el gañote unos a otros, después de haber rendido pleitesía a los verdaderos amos de la barraca. ¿Que ni Eusko Alkartasuna ni Alternatibason parte de ETA? Lo serán en poco tiempo, no se llamen a engaño. Si no lo son ya, gracias al fallo del Tribunal Constitucional. Menudo fallo. No se puede fallar más fastuosamente.

La teoría de las coaliciones frentistas en ETA viene, a través del nacionalismo revolucionario, de la estrategia frentepopulista del estalinismo. O sea, de la instrumentalización comunista de las alianzas de fuerzas antifascistas o antiimperialistas. En las desdichadas democracias populares subsistieron, hasta el derrumbamiento del comunismo, restos espectrales de antiguas organizaciones no comunistas subordinadas a la dictadura efectiva del Partido. Eran lo que quedaba de las formaciones sedicentemente socialcampesinas, socialdemócratas o socialcristianas que se subieron al carro de los frentes populares en los años del antifascismo y la descolonización. Los comunistas se las merendaron, pero dejaron subsistir las siglas y, a veces, un minúsculo cónclave de ancianitos provisto de sello de goma. No es el futuro, sino el presente del ya provecto ex lehendakari Garaicoechea, por ejemplo.

Y de su partido, un cadáver político desde el Pacto de Estella. Eusko Alkartasuna, partido de memos desgajado del PNV hace un cuarto de siglo, sólo tenía dos destinos practicables: regresar a la matriz o engancharse a Batasuna, y se ha decidido por este último. Ahora no es nada, no es más que nada, nada, nada y hedionda nada que al olerse apesta, pero da igual. Por navidades estará enterrado bajo el nuevo aparato de la única izquierda abertzale que realmente cuenta, al que no es difícil vaticinar un período de intensa actividad municipal de agitación y propaganda, exigiendo la amnistía de todos los presos de ETA para que coman las uvas de nochevieja con la gran familia nacionalista, qué menos. Todos, Urkullu, Urízar, Matute, Otegi, Troitiño, en fin, todos en paz, ilusionados y felices, sin violencia, sin culpa, sin memoria incómoda, y así hasta la próxima fase armada de la interminable guerra del pueblo vasco por su independencia. Que llegará. No la independencia, sino la misma indecencia de siempre, que ni se ha ido ni se irá, porque encuentra fácil acomodo en la estupidez progresista.


ABC - Opinión

Una vergüenza. Por Alfonso Ussía

Hasta los dirigentes de «Bildu» reconocen que la sentencia del Tribunal Constitucional tiene «una lectura y una decisión políticas». Seis magistrados nombrados por el PSOE han sido los responsables de abrir la ventana a la ETA y reverenciar su entrada en las instituciones democráticas. Dos de ellos tendrían que haber abandonado el Tribunal Constitucional hace seis meses. Esperanza Aguirre, por sus aciertos tan aborrecida, ha resumido en pocas palabras el balance del Gobierno socialista: «Una España arruinada, una España dividida y la ETA en las instituciones». Un proceso largo y perfectamente medido por quien nada le importa la descomposición de España. Ése, el que no es capaz de llenar los aforos de los mítines electorales. ETA percibirá legalmente, a partir del 22 de mayo, centenares de millones de euros provenientes de las arcas municipales. Enhorabuena a los seis magistrados nombrados por el PSOE que han obedecido a los que procuran los piensos y las prebendas. El trabajo de quince años para terminar con las finanzas del terrorismo, tirado por la borda. Me pregunto. ¿Qué trampa semántica es ésa del progresismo? Mi periódico, LA RAZÓN, también ha caído en ella. «Mayoría de magistrados progresistas en el Tribunal Constitucional». La respuesta es clara. «Progresista: el que favorece al terrorismo». Al menos en el vergonzoso caso que nos ocupa y preocupa.

Los magistrados del Tribunal Constitucional no pueden tener apellidos. Ni «progresistas», ni «conservantes». Están ahí nombrados a dedo por los partidos políticos. Dos de ellos –de los «progresistas» designados por el PSOE– son nacionalistas e independentistas. Curiosa pertenencia al Tribunal que debe velar por el cumplimiento de la Constitución. «La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, Patria común e indivisible de todos los españoles». Eso dice la Constitución. Dos magistrados «progresistas» nombrados por el PSOE anhelan disolver lo indisoluble y dividir lo indivisible. Que me aten esa mosca por el rabo.

No ha habido sorpresa. Se sabía que el reingreso de la ETA en la política se admitiría en última instancia, es decir, fuera ya de las responsabilidades del Tribunal Supremo. En el Tribunal Supremo se cierra el ámbito de las Leyes y en el Tribunal Constitucional se abre el espacio de la política chamarilera. El PSOE se había comprometido con los nacionalistas vascos a permitir que «Bildu» –es decir, una buena parte de la ETA– volviera a las instituciones. Y seis magistrados políticos y obedientes han cumplido con su labor de subalternos del Gobierno. Sus nombres pasarán a la Historia por la puerta pequeña. Pascual Sala, Eugeni Gay, Elisa Pérez Vera, Luis Ignacio Ortega, Pablo Pérez Tremps y Adela Asúa Batarrita. Para que no los olviden, se los relaciono al revés. Adela Asúa Batarrita, Pablo Pérez Tremps, Luis Ignacio Ortega, Elisa Pérez Vera, Eugeni Gay y Pascual Sala. No olviden sus nombres. Cuando la ETA, de nuevo poderosa económicamente y de nuevo traidora de sus pactos y zalemas, vuelva a asesinar, a alguno de los magistrados que llevan esos nombres se les caerá la cara de vergüenza. Pero ya no habrá posibilidad de retorno. Los «progresistas». Los designados por el PSOE. Los obedientes a Zapatero. Sigan el ejemplo de García Pelayo. Cumplida la sumisión, dimitan y a casa.


La Razón - Opinión