domingo, 22 de mayo de 2011

La palanca del cambio. Por Ignacio Camacho

Estas elecciones se han convertido en una suerte de plebiscito sobre el agotamiento del proyecto zapaterista.

TODA la razón para las palabras de Zapatero: el voto es la palanca del cambio. Aunque en su portentosa vocación transformista el presidente sea capaz de presentarse como solución de los problemas que ha creado y eche de menos ser más joven para manifestarse en las plazas contra sí mismo, no cabe sino estar de acuerdo con su apelación de acudir a las urnas para dar la vuelta a una situación de insoportable estancamiento social, económico y político. Ése es el sentido de las elecciones territoriales de hoy, que las circunstancias —incluido el inesperado movimiento de protesta que ha tomado el protagonismo final de la campaña— han convertido en una suerte de plebiscito sobre el estado de agotamiento del proyecto zapaterista.

El ruido de la revuelta de los «indignados» ha puesto sordina mediática a otro clamor de opinión pública favorable al relevo del Gobierno que lleva tiempo cuajado en los sondeos, y ha diluido el mensaje de cambio en una genérica impugnación de la cúpula política; el efecto inmediato de ese mensaje altermundistaestá por medir hasta que empiece el escrutinio, y no es improbable que paradójicamente atempere la verdadera indignación que las encuestas revelan hacia la gestión gubernamental. Pero aunque el presidente sienta la tentación de escudarse en la rebelión juvenil para cuestionar las reglas esenciales de la política institucional, si hoy recibe el castigo democrático que vaticinan los pronósticos no tendrá modo de esconder la evidencia de su fracaso y deberá afrontarla como una verdadera moción de censura popular. Por sonoras que sean las miles de voces que increpan en la calle a toda la nomenclatura dirigente, más fuertes serán las de los millones de votos que hoy deben emitir el veredicto más determinante en una democracia. Ésa es la única sentencia política que puede absolver al Gobierno y también la única que no puede desoír si falla en su contra.

La convocatoria electoral contiene también una novedad lamentable que ha pasado inadvertida en el alboroto de los últimos días. Aunque ninguna referencia se haya escuchado al respecto en las acampadas contestatarias, hoy es el día en que los amigos de ETA vuelven a presentarse a las elecciones. Ese hecho ya es de por sí una victoria del terrorismo y de sus cómplices, pero no va a ser la única porque Bildu va a obtener una representación significativa y hasta es probable que gane algunas alcaldías vascas. Su sola presencia, que no parece inquietar a los airados muchachos del motín urbano, constituye una derrota de la sociedad libre que retrocede una década en el esfuerzo de resistencia frente a la mayor y más real amenaza de la democracia española.


ABC - Opinión

El cambio empieza hoy

Nadie diría que las eleciones de hoy son autonómicas y municipales, en vez de generales. Por más que el PSOE intentó ceñir la campaña a lo local para minimizar el «efecto Zapatero», la tozuda realidad le ha saltado por encima y hemos asistido a un verdadero debate nacional, culminado con la traca final de la «Spanish revolution» que acampó toda la semana en la Puerta del Sol. Los ciudadanos tienen la certeza de que asistimos al fin del ciclo político iniciado en 2004 con la inopinada victoria socialista, y que el cambio empieza precisamente hoy para completarse en las elecciones generales, dentro de diez meses como muy tarde. Quiéranlo o no los dirigentes de Ferraz, este 22-M está llamado a ser el punto de inflexión en la gobernación de España, una suerte de primarias en las que se oficialice el hundimiento del proyecto de izquierdas y el ascenso del centroderecha como alternativa y garantía de futuro. Aunque no sean directamente culpables de la debacle económica, social y moral que padecen sus comunidades, muchos alcaldes y gobernantes autonómicos del PSOE pagarán hoy los platos rotos de un Gobierno central incompetente, demagogo y desprestigiado. No en vano sus primeras víctimas, sus primeros frustrados y escarmentados han sido los jóvenes. Resulta sarcástico que el modelo socialista puesto en marcha hace diez años para «regenerar la democracia» y entusiasmar a los jóvenes agonice entre protestas juveniles y con acampadas que exigen «democracia real». La indignación y el malestar de los jóvenes izquierdistas es la demostración más palpable del fracaso del PSOE. Ya lo barruntaba el último barómetro del CIS, cuando recogía que el 87,3% de los jóvenes entre 18 y 24 años tenía poca o ninguna confianza en Zapatero. Téngase en cuenta que hoy se incorporan por primera vez a unas elecciones locales y autonómicas nada menos que 1,6 millones de jóvenes, lo que constituye una fuerza de tamaño decisivo. Con razón la extrema izquierda que gira en torno a IU y a los grupúsculos ecologistas han maniobrado para controlar y llevar a su molino la acampada de Sol. Si la formación comunista alcanza su objetivo, lo veremos esta noche, pero sería paradójico que el voto joven huyera del desengaño socialista para caer en las brasas de un partido que le ha dado sus votos al PSOE para que gobernara, como ha ocurrido en dos autonomías y cientos de ayuntamientos. No parece que la izquierda radical, cuyo modelo de modernización se inspira en el castrismo y en Hugo Chávez, sea el cambio que quieren los ciudadanos y el que necesita España para salir de la crisis, crear empleo y alejar definitivamente los fantasmas de una intervención financiera. Lo que se decide en este domingo no es sólo el gobierno de ocho mil ayuntamientos y de trece comunidades autónomas, sino el modelo político, ideológico y de gestión que se desea para España en su conjunto. La situación que atraviesa el país es extremadamente delicada y lo más urgente es despejar el panorama político y sacar al Gobierno de la nación del marasmo en que agoniza. España tiene fuerzas y recursos suficientes, sólo necesita nuevos gestores.

La Razón - Editorial

Lo importante son las elecciones, no los indignados

La jornada electoral promete ser apasionante tanto por la incertidumbre del resultado como por la trascendencia de lo que nos jugamos. Precisamente por eso conviene situar la acampada folckórico-contestataria de la Puerta del Sol en sus justos términos.

La astracanada contestataria liderada por grupos de extrema izquierda que se está viviendo en la Puerta del Sol no debe hacernos perder de vista la extraordinaria relevancia de la cita electoral de este domingo, una fecha en que puede cambiar gran parte del panorama político español como preludio de otro cambio más radical a un año vista.

Las elecciones de este 22 de mayo pueden determinar un cambio de color político en algunas autonomías y ayuntamientos que no han conocido la alternancia del poder en toda la historia de nuestra democracia. Se trata de una posibilidad cierta ante la que hoy deben pronunciarse los ciudadanos de sus respectivos territorios y eso es muy importante para un país que quiere consolidar sus instituciones democráticas.

Porque lo que ocurre con amplios territorios de España no es simplemente que una opción política ha gobernado con insistencia durante largos periodos, sino que, hablamos del socialismo, lo ha hecho partiendo de unas premisas que acaba transformándola necesariamente en un régimen ante el que no cabe la discrepancia.


Esto es lo que ocurre en comunidades autónomas como Castilla–La Mancha o Extremadura y, en menor medida, en Baleares o Asturias, cuatro regiones que podrían cambiar su signo con consecuencias de todo tipo dada la desvergonzada manera de hacer política de sus dirigentes, ya sea sobornando a los grupos de presión con dinero público ya vulnerando derechos fundamentales de la población que consideran desafecta. Por desgracia para sus ciudadanos, el epítome de la asfixia casi total de la sociedad civil por los socialistas, Andalucía, tendrá que esperar un año más para poder decidir al respecto.

La jornada electoral de hoy promete ser apasionante como pocas tanto por la incertidumbre del resultado final como por la trascendencia de lo que la sociedad española se juega en ella. Precisamente por eso conviene situar la acampada folckórico-contestataria de la Puerta del Sol y sus remedos en otras grandes ciudades en el lugar correcto en la escala de prelación de las cuestiones importantes que han de ventilarse en estos momentos y, sobre todo, en los próximos meses si el resultado de estas elecciones supone un vuelco en el panorama político autonómico.

Es una muy mala noticia que los principales partidos políticos afirmen haber tomado buena nota de las exigencias de los "indignados" de la Puerta del Sol. El totalitarismo que destilan gran parte de sus propuestas no sólo no ha de ser anotado, sino que debe ser combatido tanto en el terreno de la teoría como en el de la praxis si queremos seguir viviendo en libertad. Esperemos que las consecuencias de la cita electoral de este domingo aclaren las ideas a unos y a otros.


Libertad Digital - Editorial

22-M: Plebiscito al Zapaterismo

El turno, en un día como hoy, es de los españoles indignados, desempleados, hipotecados, desahuciados, endeudados y, en general, preocupados por el rumbo de los acontecimientos.

DESDE marzo de 2008, Rodríguez Zapatero no ha vuelto a ganar unas elecciones. El Partido Popular venció con claridad en los comicios europeos y obtuvo mayoría absoluta en Galicia. El socialismo catalán perdió a favor de CiU el Gobierno de la Generalitat, y en el País Vasco fue posible el cambio político —mandando al PNV a la oposición— por el apoyo del PP a Patxi López. Por tanto, las previsiones de las encuestas acerca del resultado de hoy en las urnas no reflejan un súbita tendencia electoral de los españoles, sino una opinión pública que progresivamente ha ido descubriendo el verdadero personaje político que representa Rodríguez Zapatero. La crisis económica, con su cargamento de falsedades y promesas socialistas incumplidas, no ha hecho sino acentuar la insostenibilidad del proyecto político zapaterista.

Las previsiones del PSOE sobre la evolución de la situación política y económica previa a las elecciones de hoy han fracasado, y así se ha venido reflejando en la que ha sido la peor campaña electoral socialista, coronada con una adhesión de última hora al «Movimiento 15-M», tan burda por su oportunismo como ineficaz en sus intenciones electoralistas. A falta de buenos resultados económicos y de gobierno político, el PSOE se enfrenta hoy a las urnas con una tasa de paro que dobla la que recibió en 2004 y con una nueva embestida de los mercados a la deuda pública española, casi simultánea a la jactancia de Zapatero por haber evitado el rescate de España. Cinco millones de parados y millón y medio de familias sin empleados retratan un mandato que merece el reproche de las urnas, pese al enésimo pronóstico del Gobierno sobre la mejoría inminente del empleo.


Pero lo económico no es todo lo que abochorna la gestión socialista de España. En poco menos de dos semanas, el mandato de Zapatero ha sumado daños inéditos a la estructura institucional del Estado, con las fracturas del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional en el enjuiciamiento de Sortu y Bildu. Fracturas nada ajenas a la doblez de los mensajes socialistas sobre estas franquicias de ETA, causa directa de que el Estado no haya tenido una voz única en este asunto. Sólo faltaba dejar sin autoridad a la Junta Electoral Central, y así ha sucedido, porque su declaración de ilegalidad de las concentraciones del «Movimiento 15-M» ha sido como predicar en el desierto. Al final, es muy significativo que Zapatero quede asociado, con la valoración que cada cual crea oportuna, a una reacción social de corte «altermundista» —y sin entidad ideológica alguna— y a la satisfacción de Bildu por participar en las elecciones de hoy. Tanto empeñarse Zapatero en evitar que se comparara a España con Irlanda, Portugal o Grecia, y ha conseguido que se la compare con Egipto o Túnez.

Por tanto, es absurdo negar a las elecciones de hoy la trascendencia nacional que la propia evolución del mandato de Zapatero le ha dado. Este 22-M es un plebiscito sobre el aún presidente del Gobierno, pero también sobre su partido, que ha secundado, una tras otra, cada una de las decisiones, propuestas, trampas y mentiras con las que el Ejecutivo ha pretendido esconder la crisis, primero, y burlar su responsabilidad, después.

No hay registrado en la historia democrática reciente un gobierno como el socialista que haya roto más consensos, que se haya conducido de manera más temeraria y que haya experimentado tan demencialmente con lo más básico del pacto constitucional, es decir, la concordia nacional. Y lo ha hecho sin reparar en los costes y sin renunciar a nada en aras del consenso o la paz social. Que ahora el PSOE eche culpas de la crisis a Aznar, al PP o a esa desconocida derecha extrema tantas veces citada por los socialistas sólo hace más notoria su cobardía política.

Ahora bien, las lecciones deben extraerlas los ciudadanos hoy en las urnas. Los diagnósticos políticos, las alertas económicas o los balances de gestión son irrelevantes frente al voto de cada elector, porque el futuro de España depende de ese voto, no de foros de sabios, ni de gabinetes de estudios. El turno, en un día como hoy, es de los españoles indignados, desempleados, hipotecados, desahuciados, endeudados y, en general, preocupados por el rumbo de los acontecimientos.

El 22-M representa la oportunidad de quebrar una dinámica que está claramente orientada hacia un estancamiento económico o, lo que es lo mismo, a un empobrecimiento general de la sociedad, a la frustración de una juventud angustiada por su futuro y al perjuicio a largo plazo de las estructuras —educativas, judiciales, sociales— que todo país necesita para remontar una crisis de dimensiones desconocidas hasta hoy. Sí, será un plebiscito para Zapatero y el PSOE.


ABC - Editorial