lunes, 23 de mayo de 2011

Zapatero lleva la marca PSOE al borde de la bancarrota. Por Antonio Casado

Barrió el PP. Sin paliativos. La debacle socialista estaba cantada y se confirmó. La macroencuesta real, sobre una muestra de 35 millones de españoles consultados en más de 8.000 ayuntamientos, coloca al PP a casi 10 puntos de ventaja sobre el PSOE, lo que supone doblar la mayor diferencia obtenida hasta ahora en unas elecciones municipales y colocarse de claro favorito en las próximas elecciones generales.

El desaliento de los votantes socialistas también se confirma en las urnas. La ruptura del pacto electoral de Rodríguez Zapatero con su clientela política, que se perpetró en mayo de 2010, le pasó ayer la factura. Sin embargo, en su comparecencia de anoche no existió la autocrítica. La que intentó sólo estaba dirigida a los ciudadanos, como presidente del Gobierno, por la crisis económica como imponderable.


Pero ayer se suponía que hablaba como secretario general del partido. Así que estando en Ferraz y no en Moncloa, debió ejercer una autocrítica especial ante la militancia. Aunque solo fuera por haber arrastrado en su caída a la marca PSOE. No lo hizo, cuando él sabe perfectamente que los militantes que en la noche triunfal del 14 de marzo de 2004 le rogaron “No nos falles” hoy acampan en la Puerta del Sol.
«Muchas son las esquinas que presenta el recuento de anoche, que nos deja un mapa político casi totalmente azul y un PSOE al borde de la bancarrota que se lo tiene que hacer mirar.»
Otra de las noticias de la noche de ayer es el impacto de la masiva protesta popular de jóvenes y no tan jóvenes a lo largo y ancho de la geografía nacional. Lo tuvo negativamente en el PSOE porque hurgó en la herida. Sus indecisos se acabaron de decidir y votaron en blanco o se quedaron en casa siguiendo las consignas del “No les votes”, lo cual no afectó a unos votantes tan motivados como los del PP. El impacto en cambio fue muy positivo para otros partidos. Concretamente, Izquierda Unida y UPyD, el partido de Rosa Díez, fueron los grandes beneficiados de la causa general abierta por los “indignados” contra el bipartidismo y la clase política en general.

Tratamiento aparte merece la enorme cosecha de votos logrados por la izquierda abertzale empotrada en la coalición Bildu. Casi 300.000 votos. Frente a quienes siguen rasgándose las vestiduras por lo que consideran un salto de ETA a las instituciones, a mí me parece que este cosechón de votos supone reforzar la apuesta del pensamiento radical vasco por las vías democráticas. A la vista de todo lo que ha ocurrido hasta el polémico blanqueo de los amigos de la banda por el Tribunal Constitucional y que la eficacia policial tiene a ETA contra las cuerdas, es preferible que sus amigos estén en las instituciones sin que ETA mate a que se les expulse del sistema y la banda tenga una excusa para volver a las andadas.

Pero son muchas las esquinas del recuento de anoche, que nos deja un mapa político casi totalmente azul y un PSOE al borde de la bancarrota que se lo tiene que hacer mirar. Las primarias internas, donde se van a enfrentar dos proyectos muy diferenciados (Chacón y Rubalcaba), ya lo verán ustedes, puede ser el comienzo de una constructiva travesía del desierto.


El Confidencial - Opinión

Elecciones. Waterloo. Por José García Domínguez

Ah, y la gran noticia de la noche: se acabaron por fin los comunicados de ETA; a partir de ahora emitirá bandos de obligado cumplimiento.

El rebuzno libertario del honrado pueblo, que diría don Ramón, ese motín de Esquilache con su inconfundible aroma a pachulí rancio y a naftalina del sesenta y ocho –el todo twitter a la espera de un Forrest Gump doméstico para echarse a correr tras él–, algo eclipsará el Waterloo del PSOE. Aunque, pese al batacazo, la impresión no es que la socialdemocracia naíf que todavía encarna el zapaterismo vaya a desplomarse al modo de la monarquía de Alfonso XIII. Tal que así, se antoja improbable el adelanto electoral que ahorraría al país el calvario de los minutos de la basura hasta marzo de 2012. Y será ésa una derrota no del PP, asunto que carecería de mayor importancia, sino de España, cuestión bien distinta. Ocurre, por lo demás, que el fervor por las jaimas de la plaza Tharir no es la exclusiva seña de identidad africana que arrastra la Península.

También la adhesión ciega, devota, incondicional, a "los nuestros", hagan lo que hagan, nos emparenta con la cultura política de las cavilas rifeñas y las tribus subsaharianas. Aquí, el tráfico de lealtades, el alegre trasvase de votos de una a otra sigla, resulta algo exótico; muy desusada extravagancia. Roben, hurten, prevariquen, mientan, piensen con faltas de ortografía o apesten a ajo, se está con los nuestros. Siempre. Pase lo que pase. Un atavismo que limita la posibilidad de alternancia a la abstención de la feligresía del contrario; que no otro ha sido el caso ahora. Y eso donde hay alguna querencia por el sufragio universal. Que si no es tradición de la plaza, como sin ir más lejos sucede en Cataluña, poco importarán los resultados.

La sociovergencia, o sea el Tinell tácito vigente desde la Transición, volverá a excluir a los no nacionalistas de la menor expectativa de pisar moqueta. Pierda toda esperanza, pues, Alberto Fernández en Barcelona. E igual hubiese ocurrido en Asturias, otro burgo podrido bajo custodia del caciquismo pedáneo, de no ser por Francisco Álvarez Cascos. En fin, constatada la más arrolladora de las victorias populares, ésa de Aguirre en la CAM, irrumpe con fuerza UPyD, acaso para conjurar el riesgo separatista en Madrid. Ah, y la gran noticia de la noche: se acabaron por fin los comunicados de ETA; a partir de ahora emitirá bandos de obligado cumplimiento.


Libertad Digital - Opinión

La agonía. Por Gabriel Albiac

Zapatero es el cerebro de un adolescente, injertado sobre una ignorancia más allá de lo descriptible.

«ASÍ es como acaba el mundo. No con un estallido, sino con un sollozo». T. S. Elliot da clave poética a lo que todo hombre sospecha: que sucede el fin de un mundo cada vez que un sistema de convenciones se desmorona, cada vez que eso a lo cual llamamos lo más evidente hace quiebra y aparece como grotesco tejido de convenciones tras del cual se parapeta un poder al cual no rozan jamás ni honradez ni inteligencia. El fin del mundo es siempre. Pero hay días en los cuales su simbólica emerge con la cegadora intensidad de lo insoportable.

Se acabó. El septenato necio terminó ayer. En la hecatombe electoral que hubiera debido consumarse hace tres años. La perpendicular da ahora sobre el vacío en el cual naufraga la máquina de acuñar votos que fue el Partido Socialista desde su reinvención en 1975 mediante aquella envidiable amalgama del dinero de la socialdemocracia alemana y del Departamento de Estado. Los inacabables años de corrupción y crímenes de Estado bajo González habían de mostrar hasta dónde puede llegar gente sin más objetivo político que el de enriquecerse deprisa y eternizarse en el Gobierno. Ocho años de normalidad gris bajo Aznar daban a pensar que, al fin, comenzábamos a sospechar lo que es la democracia: el aburrido sistema político en el quienes asesinan o roban en nombre del Estado van aburridamente a la cárcel. Luego, en el estupor que siguió al asesinato en masa del once de marzo de 2004, el poder cayó en manos de la gente más mortífera para un país civilizado: Zapatero es el cerebro de un adolescente no demasiado agudo, injertado sobre una ignorancia más allá de lo descriptible. Lo espantoso es que, tras la exhibición de eso a tumba abierta durante sus cuatro primeros años, el voto de 2008 volviera a darle en la urnas la presidencia, condenándonos ya irremisiblemente a la ruina en la cual hemos desembocado y que no hay manera de camuflar bajo retóricas de humanitarismo angelical, cantarín y faldicorto.


Lo de ayer tiene valor de referéndum. Nadie era tan estúpido como para fantasear que votaba a su particular alcalde o presidente autónomo. No es imaginable la unanimidad antisocialista del voto, si así fuera. Cada uno de los caciques locales que fueron desalojados de feudos considerados hasta hace muy poco tiempo inexpugnables, era una bofetada en el rostro de un presidente al cual el ciudadano medio ha constatado como el más funesto desde la democracia. No me apiadaré de esos caciques: son parte de un sistema de corrupción sistemática que ha alzado a los peores; y que ha despedazado cualquier fe del ciudadano decente en la políca.

Una última calderilla de vergüenza debiera bastar a quien no sea un simple ganapán a cargo de la hacienda pública para que constatase cómo todo se ha acabado, cómo prolongar esta agonía ocho meses más es un suicidio en toda regla, cómo hay que cerrar el ciclo, adelantar las elecciones generales, poner todo al servicio de una nueva administración que intente arreglar algo de lo destrozado. Una última calderilla de vergüenza. El drama es que nos las vemos con gente que carece de eso. Y así se nos acaba el mundo. Sin que el sollozo acabe en estallido.


ABC - Opinión

Zapatero. Que lo echen. Por Emilio Campmany

Ya que el destrozo infligido a la nación les importa una higa, que lo hagan al menos por los muchos sueldos y chollos que hoy han perdido y por los que este tío puede hacerles perder en el futuro.

Nunca el PSOE había obtenido tan mal resultado en unas elecciones municipales. Nunca. Ni siquiera en 1979, recién estrenada la democracia, cuando sacó un 28% raspado. Son tantos los varapalos y el bofetón ha sido tan brutal que los socialistas ni siquiera pueden recurrir a enarbolar el triunfo relativo en Extremadura para camuflar la derrota. Los mapas que publican los medios en sus páginas web son demoledores. El azul campea sea cual sea el criterio escogido, municipal o autonómico.

Encima, el triunfo aterrador de Bildu en el País Vasco y Navarra obligará a los socialistas a dar constantes explicaciones a los españoles. A los de allí, del envalentonamiento de los proetarras, y a los del resto de la nación, del retroceso de más de diez años en la lucha antiterrorista.


Y, por si todo esto fuera poco, se acabó el respiro que nos dieron en Europa hasta que pasaran las elecciones. Ahora Merkel y compañía golpean la puerta con impaciencia para exigir que se hagan las terribles reformas que llevan un año pidiendo y que apenas han empezado a adoptarse.

Y el tío dice que ni convoca elecciones ni dimite.

Antes, podía tener algún sentido para aquellos socialistas a quienes les importa su partido por encima de España aconsejar a Zapatero aguantar hasta que escampe. Pero ahora que el sujeto les lleva al desastre también a ellos, después de haber arrojado por la pendiente a toda la nación ¿qué sentido tiene sostenerle?

Hay que recordar que el presidente de Gobierno no es elegido en España para que ocupe la poltrona durante cuatro años. Lo vota el Congreso de los Diputados por el tiempo que éste le mantenga la confianza. Por lo tanto, no es el empecinamiento de Zapatero quien lo apuntala en La Moncloa, es la ceguera del PSOE y, más concretamente, la de su grupo parlamentario.

Ahora que pueden ver cuánto daño es capaz de hacer, no sólo a España, sino también a ellos, ha llegado el momento de que los socialistas lo echen. Si quieren hacerlo con buenas palabras y no de un puntapié, da igual, pero que lo echen. Si el que nos ponen no quiere convocar elecciones anticipadas, que no lo haga. Y, si creen ingenuamente que Rubalcaba es su salvador, que lo traigan a él, aunque es obvio que hay, para todos, mejores opciones. El caso es que quiten de una vez a Zapatero. Cualquier cosa que alojen en La Moncloa será mejor. Ya que el destrozo infligido a la nación les importa una higa, que lo hagan al menos por los muchos sueldos y chollos que hoy han perdido y por los que este tío puede hacerles perder en el futuro si insisten en ser dirigidos por él. ¿Es que es mucho pedir que nos hagan, y se hagan a ellos mismos, la caridad de librarnos de él?


Libertad Digital - Opinión

Vapuleo. Por Ignacio Camacho

HABLARON las urnas, y hablaron claro. La democracia real, la voz del pueblo, ha desoído la cháchara de la campaña y la algarabía de la revuelta de los «indignados» para acentuar la tendencia que permanece desde hace tiempo instalada en el fondo de la opinión pública. Descalabro socialista, réquiem del zapaterismo, hegemonía del PP y el dibujo definido de un cambio de ciclo incluso en territorios renuentes como Andalucía o Castilla-La Mancha. El PSOE ha sido arrollado por una marea de castigo; barrido en votos y en cuotas de poder autonómico y municipal, con un vapuleo sintomático en Madrid y abultadas derrotas en feudos significativos como Barcelona y Sevilla. Ha recibido una tunda inclemente y se le han escapado votos en todas direcciones: hacia IU, hacia UPyD, hacia la abstención e incluso hacia la derecha. El Gobierno sale del trance en ambulancia, con heridas gravísimas de diversas trayectorias y rumbo a la UCI; queda abierta la incógnita de cuánto tiempo podrá sostener su agonía.

Las elecciones han resultado sin ninguna duda un fracaso del liderazgo de Zapatero, una factura de la incompetencia gubernamental para gestionar la crisis y una expresión palmaria de malestar sociológico; pero también un éxito resonante del Partido Popular y del liderazgo templado de Mariano Rajoy. El líder de la oposición ha pasado por la campaña sin estridencias ni distracciones, centrado en su mensaje de alternativa socioeconómica, ajeno a provocaciones y eventualidades, y ha cosechado un histórico margen total de votos que le permite consolidar su aspiración de cambio. El «mapa azul» del recuento provisional, a expensas de los pactos de reparto de poder territorial, lo deja en situación de «presidente a la espera»; la presión sobre las elecciones anticipadas va a dominar su discurso de los próximos meses. Es improbable que tenga éxito en la estrategia pero le servirá para acentuar el desgaste y la inestabilidad del Gobierno.

El derrumbe socialista favorece la emergencia de triunfadores secundarios como Izquierda Unida y la UPyD de Rosa Díez, beneficiarios evidentes de la penitencia del zapaterismo y probables receptores parciales del voto de protesta, que también parece haber impulsado el aumento del sufragio blanco y nulo. La mala noticia del día, aunque esperada, se llama Bildu, la verdadera fuerza antisistema. Su potente irrupción compromete directamente al PSE de Patxi López y supone un desagradable contratiempo para la causa democrática por más que algunas interpretaciones voluntaristas traten de escrutar en el fenómeno un respaldo al presunto rechazo de la violencia. La realidad es la que es: a día de hoy, ETA sigue con las armas y sus amigos entran a saco en las instituciones. Un premio por adelantado y sin garantías que tiene muy concretos responsables en cuya hoja de servicios quedarán anotadas las consecuencias.


ABC - Opinión

Veredicto inapelable

La contundencia y claridad de los resultados electorales de ayer no dejan lugar a dudas: el PSOE cosecha uno de los resultados más catástróficos de su historia y el PP se erige como la fuerza hegemónica en el mapa municipal y autonómico. El veredicto de los ciudadanos es, por tanto, doble: por un lado premia con generosidad la gestión de los gobernantes del PP en aquellos ayuntamientos y comunidades a su cargo; y, por otro, supone una moción de censura inapelable a los gestores socialistas. El resultado final es que el partido de Mariano Rajoy ha dado un paso de gigante que le coloca en una posición inmejorable para asumir el Gobierno de España. El excelente trabajo realizado por Aguirre, Gallardón, Camps y otros gobernantes del PP les ha granjeado la reválida abrumadora de los electores. Frente a las feroces campañas mediáticas que se desataron contra la mayoría de ellos, los ciudadanos no se han dejado intimidar ni engañar y han valorado los hechos en vez de las suposiciones. No menos mérito tienen aquellos otros dirigentes populares que o bien han recuperado la mayoría decisoria, como en Aragón, Baleares y Cantabria, o bien han roto una prolongada hegemonía de izquierdas, como es el caso de las ciudades de Sevilla, La Coruña o Córdoba, así como la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. Analizados en su conjunto, los resultados del PP frente a los del PSOE establecen un récord de dimensiones históricas: unos 10 puntos y dos millones de votos de diferencia. Lo que demuestra que si el país está indignado no es por la gestión del PP, sino por los cinco millones de parados, los recortes sociales y la destrucción de miles de empresas, consecuencia de un PSOE que ha perdido dos años vitales dando tumbos, improvisando medidas y rectificando otras. Y esa indignación, más eficaz que la de los acampados en la Puerta del Sol, se ha traducido en un varapalo electoral de proporciones memorables. Por el contrario, a la luz de la debacle sufrida, los dirigentes del PSOE están política, social y moralmente obligados a adelantar las elecciones generales porque no pueden gobernar una nación que muy mayoritariamente les dio ayer la espalda. La pérdida de emblemáticas plazas socialistas es atribuible tanto al fracaso de los candidatos como a la desastrosa gestión del Gobierno nacional. Los dirigentes socialistas han pagado, incluso, las consecuencias de la legalización de Bildu, cuyos resultados en el País Vasco alteran radicalmente el mapa político y elevan a los batasunos al frente de alcaldías importantes. En suma, la principal conclusión de la jornada electoral de ayer es que el PP de Mariano Rajoy se ha ganado sin ningún género de dudas la confianza ciudadana en la gran mayoría de los muncipios y comunidades autónomas, prueba inequívoca de que está preparado y en condiciones de asumir el Gobierno de la nación. Si España no atravesara una situación moral, económica y social tan crítica, tal vez no sería perentorio el adelanto electoral. Pero como no es así, no tiene sentido que el PSOE se encastille en La Moncloa y bracee en medio del naufragio para ganar tiempo. Los españoles quieren que el cambio de ayer no se quede ahí, sino que se culmine con la renovación también del Gobierno de España.

La Razón - Editorial

El castigo

El Partido Popular concentra desde ayer el mayor poder autonómico y municipal del que ha dispuesto ninguna fuerza política desde la recuperación de la democracia en España. Podrá discutirse si es más el resultado de aciertos propios que de errores ajenos, pero lo que está fuera de duda es que el partido de Mariano Rajoy asume una trascendental responsabilidad no solo ante quienes le han votado, sino también ante los ciudadanos que se han inclinado por otras opciones. En democracia, la mayoría no puede confundirse con la totalidad.

La campaña que precedió a las elecciones de ayer ha sido ensimismada y poco clarificadora. Ensimismada, porque los principales partidos se han limitado a prolongar el cruce de descalificaciones en el que llevan enzarzados en las dos últimas legislaturas. Poco clarificadora, porque el planteamiento de la campaña del que partían populares y socialistas impedía cualquier confrontación entre programas. Mientras que el PP se propuso convertir una consulta municipal y autonómica en una primera vuelta de las generales, el Partido Socialista intentó infructuosamente mantenerse en aquel terreno. Eso no le ha evitado obtener sus peores resultados en unas elecciones municipales, además de perder algunos de los gobiernos autonómicos que continuaban en sus manos.

Antes de las elecciones, los socialistas aspiraban a minimizar la imagen de derrota y para ello pretendían concentrar sus esfuerzos para obtener la victoria en muncipios y autonomías a los que concedían una poderosa carga simbólica. Ni siquiera este consuelo les fue concedido por los votantes. El Partido Socialista perdió ayer Castilla-La Mancha y la mayoría absoluta en Extremadura, dos comunidades que no han conocido un gobierno de otro signo. También perdió los Ayuntamientos de Barcelona y de Sevilla, dos ciudades que, por distintas razones, han estado estrechamente vinculadas al socialismo en España durante las tres últimas décadas. Por primera vez CiU se convierte en la primera fuerza municipal en Cataluña. Al final de la noche, el PP sumó unos 400.000 votos, mientras el PSOE sufrió una sangría de casi millón y medio.


El primer beneficiado de este retroceso general de los socialistas ha sido el Partido Popular, que confirma con los resultados obtenidos sus expectativas de un triunfo fácil y, según confía, igualmente rotundo, en las próximas elecciones generales. Pero, junto a él, han conseguido incrementar su representación autonómica y, sobre todo, municipal, fuerzas de distinto signo, situadas tanto a la izquierda como a la derecha. En este caso se encuentra UPyD en Madrid capital y, en Cataluña, una formación izquierdista como CUP y la xenófoba Plataforma por Cataluña. También la entrada de Bildu en los ayuntamientos del País Vasco, sobre todo en Guipúzcoa, es uno de los datos más significativos de la jornada.

A la vista de los resultados, queda claro que los populares han logrado imponer su agenda en estas elecciones, proyectando sobre las candidaturas socialistas el severo desgaste que padece el Gobierno central y su presidente. La renuncia de Zapatero a repetir como cabeza de cartel no ha tenido los efectos esperados, y el conjunto del PSOE ha debido cargar con la factura. A partir de este momento, los avatares de la sucesión son una moneda al aire, no solo por el hecho de desconocer quién será el candidato, sino también por los efectos que el proceso puede provocar en los desencantados votantes socialistas. La presión de los populares en favor de un adelanto electoral no facilitará las cosas.

Las elecciones celebradas ayer tenían como objetivo renovar los ayuntamientos y los parlamentos de 13 autonomías, no decidir sobre el final precipitado de la legislatura. La contundencia de los resultados, sin embargo, coloca una especial responsabilidad sobre el Gobierno y el Partido Socialista. Si Zapatero y su Ejecutivo no demuestran que están en condiciones de emprender iniciativas políticas que doten de sentido la espera hasta marzo, el Partido Popular se sentirá suficientemente reforzado para reclamar la disolución de las Cámaras.

Las trascendentales consecuencias sobre la política nacional de las elecciones celebradas ayer no pueden, con todo, ocultar las tareas pendientes en los ámbitos municipal y autonómico. La victoria del PP significa que él será el encargado de dar respuesta a los principales problemas a los que se enfrentan los ayuntamientos y las comunidades autónomas, y de los que no se ha hecho apenas mención durante la campaña. El mayor de todos, la grave situación presupuestaria de municipios y comunidades, un asunto que, no solo no ha sido objeto de atención durante la campaña, sino que ni siquiera ha llegado a ser reconocido públicamente por los partidos. En la acumulación de este déficit no hay fuerza política que salga mejor parada que otra, por lo que carecería de sentido que los populares cedieran a la tentación de hacer recaer todas las culpas sobre los socialistas, con el agravante de no ahorrarle al país pasar por unas previsibles turbulencias financieras.

Comparece Zapatero
La dimensión de la derrota sufrida por el Partido Socialista hizo que, de manera inesperada, fuese el propio Rodríguez Zapatero quien compareciera al final de la jornada para asumir implícitamente las responsabilidades. Era una forma de manifestar que, aunque en retirada, sigue siendo el líder del partido, al mismo tiempo que un gesto para proteger a su eventual sucesor. El presidente apuntó hacia la crisis económica como causa principal del castigo infligido a los socialistas y quiso defender de nuevo la gestión del Gobierno, insistiendo en la necesidad de proseguir con las reformas para impulsar la recuperación económica y la creación de empleo. Esa es seguramente su voluntad; falta que sea viable.

El factor más sorprendente de esta campaña han sido las concentraciones del Movimiento 15-M, que han coreado repetidamente el grito "no nos representan". Fuera cual fuese ayer la opción de cada ciudadano en las urnas, lo cierto es que, hoy, los consistorios y parlamentos autónomos elegidos sí nos representan, y es a ellos a los que habrá que pedir cuentas de su gestión en cuanto se constituyan.


El País - Editorial

Zapatero tiene que dimitir de inmediato

A partir de ahora, la principal tarea de Rajoy, prácticamente la única, será lograr que el moribundo Zapatero de Bildu y de los cinco millones de parados no agote la legislatura.

El mensaje de las elecciones autonómicas y municipales de este 22 de mayo no ha podido ser más claro: Zapatero ha perdido todo apoyo popular y, por tanto, no puede continuar ni un segundo más en La Moncloa. Se impone la urgente convocatoria de elecciones anticipadas ante la evidencia de que la inmensa mayoría de la ciudadanía no está dispuesta a que la agonía socialista se convierta en la agonía de la Nación. España necesita de una regeneración institucional y económica que refuerce nuestro Estado de Derecho y dé nuevos bríos a nuestra actividad productiva; o dicho de otro modo, España necesita abandonar de inmediato la senda socialista que la ha llevado a reintroducir a ETA en las instituciones y a alcanzar la intolerable cifra de cinco millones de parados. Dos causas que han bastado para el hundimiento electoral del PSOE y dos causas que deberían bastar para que Zapatero se marche de inmediato.

Como es obvio, el PP ha sido el principal beneficiario de la debacle del PSOE: los de Rajoy han conservado todos sus feudos y se han apoderado de prácticamente todos los gobiernos a los que podían aspirar. Ahí están esos dos símbolos del cambio de ciclo político como son la victoria popular en Castilla-La Mancha y su arrollador triunfo en el Ayuntamiento de Sevilla, plazas inexpugnables del PSOE durante más de 30 años. Tal ha sido la sangría socialista, que no sólo ha engordado al PP, sino que ha dado algo de oxígeno a una terminal Izquierda Unida y, sobre todo, ha permitido consolidar el proyecto de UPyD como la alternativa nacional de izquierdas.


Es obvio, por consiguiente, que existen sobrados motivos para la satisfacción en Génova. Sin embargo, no convendría que cayeran en la autocomplacencia: por mucho que estemos ante los mejores resultados de su historia, el PP tiene razones más que suficientes para la preocupación, tanto dentro como fuera del partido. Dentro, porque su errada estrategia electoral en Asturias, Navarra o Valencia le ha privado de una victoria mucho más contundente: son tres errores que, de no enmendarlos, podría pagar caros en las próximas generales. Y fuera, porque el separatismo sigue ganando poder en Cataluña, Navarra y el País Vasco. De hecho, Bildu, la pantalla de Batasuna, dispondrá de más de mil cien concejalías desde las que seguir nutriendo financiera e informativamente a ETA: un escenario dantesco que es responsabilidad directa de Zapatero y del Tribunal Constitucional e indirecta de un Mariano Rajoy que decidió no hacer oposición con el tema y que en la misma noche de la victoria, desde el balcón de Génova, se negó de nuevo a pronunciarse sobre el asunto, pese a la unánime petición de sus militantes.

Puede que a partir de este lunes la principal tarea de los cargos electos del PP sea ponerse a trabajar desde sus localidades o comunidades autónomas. Pero la principal tarea de Rajoy, prácticamente la única, será lograr que el moribundo Zapatero de Bildu y de los cinco millones de parados no agote la legislatura. Tal vez no sea una prioridad personal para el presidente de los populares, pero desde luego sí es una prioridad nacional para España.


Libertad Digital - Editorial

Elecciones anticipadas

Desde hoy, el presidente del Gobierno no se opone a las críticas del PP y de Rajoy: Zapatero se enfrenta directa y personalmente a los españoles.

RODRÍGUEZ Zapatero y el PSOE recibieron ayer la más clara y definitiva moción de censura por su gestión de la crisis. Aunque los comicios eran locales, los socialistas se jugaban el voto de castigo por los cinco millones de parados y una pésima dirección del país en los últimos años. El propio Zapatero descartó limitar el resultado electoral a los ámbitos municipal y autonómico desde el momento en que planteó la votación de ayer como un pulso al PP. Pues bien, Zapatero ya sabe que ha perdido rotundamente su apuesta, porque los ciudadanos no creen ya el espantajo de la derecha antisocial y extrema. Por el contrario, Zapatero tiene que pechar con una derrota socialista histórica, no mitigada por su renuncia anticipada, que hace imposible, con rigor y lealtad democráticos, el agotamiento de la legislatura en 2012. Esta prolongación de mandato hasta 2012 sólo se producirá si el presidente del Gobierno malversa la facultad constitucional de disolver el Parlamento para seguir apalancado en La Moncloa y esperar que escampe la crisis en la confianza de que el PSOE mejore sus expectativas. Si este es el planteamiento de Zapatero, volverá a cometer un grave error, uno más y el último de su vida política, porque la derrota del PSOE es tan abrumadora que no da pie a interpretaciones. No ha habido «dulce derrota», sino una debacle en toda regla. Los electores han cambiado alcaldes y presidentes autonómicos, pero también han puesto punto y final al zapaterismo.

El poder autonómico y municipal está en manos del PP de manera tan general que, en las condiciones actuales, significa que los ciudadanos quieren un cambio nacional. Desde hoy, Zapatero ya no se opone a las críticas del PP, ni a las peticiones de elecciones anticipadas de Rajoy. Zapatero se enfrenta directa y personalmente a los españoles. El resultado de ayer es, igualmente, un refrendo a Rajoy y a su estrategia de moderación frente a la crispación socialista. A Rajoy se le ha exigido que superara cada elección como si de un examen personal se tratara. Desde el Congreso de Valencia los ha aprobado todos, lo que debería servir para que la derecha se centre en propiciar el cambio político en las próximas elecciones generales, y a hacerlo en torno al liderazgo —sin estridencias, pero eficaz— de Mariano Rajoy.


ABC - Editorial