martes, 24 de mayo de 2011

Efectos deseables. Por M. Martín Ferrand

El PSOE, como partido más que centenario, no debiera consentir la continuidad de tan nocivo secretario general.

ESPAÑA, en donde tiene más prestigio el sable que el florete, el resultado de cualquier confrontación tiende a contemplarse con más gusto en perjuicio del perdedor que a mayor gloria del vencedor. La mayoría de los analistas, al margen de sus respectivos puntos de partida, hablan y escriben de cómo el PP aplastó, arrasó, machacó, noqueó o descalabró al PSOE en la doble ocasión, municipal y autonómica, del 22-M. En puridad habría que matizar que la incuestionable victoria del partido de Mariano Rajoy se debe, en un cuarto, a los méritos y el trabajo propios y, en sus otras tres cuartas partes, al desplome de José Luis Rodríguez Zapatero, sus rencores y revisionismos históricos y su equipo de Gobierno de gentes de menor cuantía y mérito desconocido. Ahora, tras el 22-M conviene sacar algunas lecciones que nos brindan los acontecimientos:

—Los acampados del 15-M no deben seguir ocupando la vía pública un minuto más.

—Zapatero ha llevado España a la ruina y a su partido a la debacle. Debe retirarse cuanto antes de ambas responsabilidades.

—El PSOE, como partido más que centenario, no debiera consentir la continuidad de tan nocivo secretario general, ni el Grupo Parlamentario Socialista seguir respaldando su condición presidencial.

—El Gobierno actual, adelántase o no las elecciones, habría de acometer, en función de la responsabilidad contraída, las reformas económicas anunciadas y no ejecutadas y las ni tan siquiera aprobadas.

—Los medios afines al socialismo tienen responsabilidad en el juego democrático. A ellos corresponde la severa exigencia en el mutis del presidente.

—El caso protagonizado por Francisco Álvarez Cascos en Asturias evidencia que, sin televisión y sin medios, un candidato sólido pude dejar en la cuneta a las figuritas de barro cocido con urgencia y desatino en los hornos de Génova.

—La irrupción de UPyD en las tablas representativas, especialmente en Madrid, agrietan los cimientos del bipartidismo con el que, con la anacrónica postura de IU, venimos apañándonoslas.

—Es el momento de la regeneración democrática pendiente desde que la ofreciera, en 1993, el PP. Urge y no debiera ser excluida de la cabecera del programa de Rajoy para las legislativas.

—La reforma electoral, entre otras, no es aplazable por mucho que disguste a los dos grandes y limite el hoy omnímodo poder de sus nomenclaturas. Debemos elegir un presidente del Gobierno, de la Autonomía o del Consistorio. Una sigla no basta.

Asegura Zapatero que él y su partido saben perder. Eso es algo menos que nada si tal sabiduría no va acompañada de dimisiones y conductas muy concretas. Aún arrasados, están ahí.


ABC - Opinión

Ruido de primarias en un PSOE noqueado en las urnas del 22-M. Por Antonio Casado

Primarias como revulsivo. Siempre que no se quede en un concurso de caras sino en confrontación de proyectos. Es la idea del estado mayor de Zapatero: que la disputa entre dos o más aspirantes alumbre un proyecto nuevo y un liderazgo diferente que pueda motivar a la desalentada clientela socialista y a un partido noqueado en las urnas sin pasar por un congreso federal antes de las elecciones generales de 2012. Es decir, sin retirarle al todavía presidente del Gobierno la capacidad de controlar el proceso desde la Secretaría General del PSOE.

El número dos del partido, José Blanco, lo dijo ayer con toda claridad al término de una Ejecutiva de caras largas. Habrá convocatoria de elecciones primarias para elegir al cabeza de lista en las próximas elecciones generales. Y no habrá convocatoria de congreso federal (ordinario, si se convoca a partir de primeros de julio) para sustituir a Zapatero antes de las elecciones generales que éste, según dijo el domingo por la noche, no tiene la menor intención de convocar antes de tiempo.


Convocar elecciones primarias no equivale a celebrarlas porque dos no se pelean si uno no quiere, como dice el viejo refrán. Lo sabremos a partir del sábado, cuando el Comité Electoral declare abierto el proceso de elecciones internas para elegir al aspirante del PSOE a la Moncloa. Pero la expectativa ya está creada en torno al vicepresidente, Alfredo Pérez Rubalcaba, y la ministra de Defensa, Carme Chacón, los dos miembros del Gobierno mejor valorados por la ciudadanía.
«Lo de Carme Chacón está por ver, sobre todo cuando en las últimas horas han vuelto a escucharse voces contrarias a la celebración de primarias en momentos de tribulación.»
El primero lleva cosida la condición de aspirante desde que fue nombrado vicepresidente. Para eso lo colocó Zapatero en el número dos del escalafón gubernamental. Y aunque quisiera, que no es el caso, ya no puede apearse de esa condición. De modo que no tengan ustedes ninguna duda sobre sus intenciones de legitimarse como aspirante ante la militancia. Ya tenemos un candidato seguro. Lo de Carme Chacón está por ver, sobre todo cuando en las últimas horas han vuelto a escucharse voces contrarias a la celebración de primarias en momentos de tribulación.

Voces más o menos desorientadas que, como la de Fernández Vara, presidente de Extremadura (parece que lo seguirá siendo, gracias a IU) abogan por un cierre de filas en torno a Rubalcaba como la mejor opción para frenar a Mariano Rajoy. O las de otros que propugnan un pacto entre Rubalcaba y Chacón que evite la imagen de un PSOE dividido entre dos formas de ponerle el despertador al alicaído electorado socialista. Creo que se equivocan unos y otros. Es precisamente la dinámica de la confrontación entre dos formas diferenciadas de remontar el vuelo lo que puede reanimar al PSOE después del revolcón sufrido en las urnas del domingo.

Esas son las cuentas que se están echando en estos momentos los máximos dirigentes socialistas. En ese sentido sería un ejercicio de responsabilidad y, sobre todo, de compromiso con su partido, que la ministra de Defensa diera el paso al frente que política y generacionalmente le toca dar. Y creo que lo hará aunque hasta este momento no ha dicho esta boca es mía.


El Confidencial - Opinión

22-M. Los padres de la derrota. Por Cristina Losada

La victoria del PP no se funda en una alternativa global, en un proyecto de reforma política y económica merecedor de tal nombre. Rajoy se ha refugiado en el apoliticismo y este triunfo incentiva que permanezca en el limbo tecnocrático de su gusto.

Como tantas veces, la derrota ofrece más facetas que la victoria. Las dimensiones de la que ha sufrido el PSOE son tan gigantescas que anoche la prensa andaba a la busca de verbos y adjetivos que estuvieran a la altura, tan baja e insondable. Había bromeado Blanco que dado el mal cariz de los pronósticos, sería digno casi cualquier resultado. No gozaron de ese margen. Ni la comparecencia preventiva de la portavoz Valenciano –"no será una buena noche para los socialistas"– menguaría el asombro ante la fría plenitud del hundimiento. Las fichas se derrumbaron una tras otra y no hubo siquiera un premio de consolación. Pagaron la factura en todas partes, sin que la carta que jugaron in extremis les concediera un respiro.

La retirada de Zapatero, que fue anticipo del fracaso y talismán destinado a conjurarlo, no ha librado de la defenestración a los barones ni prácticamente a nadie. Ello tiene una consecuencia práctica y dolorosa: en el abrevadero presupuestario de la empresa no hay agua pá tanta gente. Y, en lo político, corrobora que el votante no premia las espantadas. Se debatía, al final, sobre el efecto de la movida "indignada" y, cuando asomó la debacle, hasta se le echó alguna culpa en la desmovilización de la izquierda. Pero cuánto más desmoviliza que el presidente a quien se votó haya eludido la responsabilidad de contrastar su gestión en las urnas, a fin de evitarse el castigo en sus propias carnes, ése que acaba de recibir su partido. Salió, ayer, Zapatero a dar la cara, pero sólo después de haber dado la espalda. No se puede ser, a la vez, el padre de la derrota y el invicto.

Se vaticina por doquier un cambio de ciclo, sea lo que sea tal cosa. El fin del zapaterismo, esa época de alegría macarena bajo el cielo protector y maniobras orquestales en la oscuridad, dependerá del PSOE, pero la apertura de un nuevo ciclo compete a la oposición. Y la victoria del PP no se funda en una alternativa global, en un proyecto de reforma política, institucional y económica merecedor de tal nombre. Rajoy se ha refugiado en el apoliticismo y este triunfo incentiva que permanezca en el limbo tecnocrático de su gusto. Si no afronta los desafíos políticos incesantes y crecientes, la marea azul no inaugurará ciclo nuevo alguno. Será "plus ça change, plus c’est la même chose".


Libertad Digital - Opinión

El legado siniestro. Por Hermann Tertsch

La labor es ingente porqueel daño infligido a este país por Zapatero y su tropa sectaria es indescriptible.

ESTÁ muy bien eso de que tantos españoles hayan disfrutado de una buena noticia con la apabullante derrota del partido de Zapatero. Andamos muy escasos de nuevas agradables. La principal virtud del resultado del 22 de mayo es que inocula esperanza en nuestra sociedad. Esperanza que rompe ese fatalismo resignado que paraliza por igual la ilusión y la inversión, las ideas y las ganas de llevarlas a cabo. La necesitan millones de ciudadanos que llevan años asistiendo a esta pesadilla colectiva que es la segunda legislatura del eterno adolescente. Un siniestro espectáculo que otros comenzamos a ver mucho antes, nada más proclamar su muy rara victoria el 14 de marzo del 2004. Pocos creían entonces que habrían de llevarnos a los umbrales de la ruina, a la angustia y la depresión, con su aventurerismo inane, su ineptitud, su resentimiento y su odio a la libertad. Pero ya estaban entonces presentes todos esos ingredientes en su actitud, su catadura y su mensaje.

Hay por fin esperanza porque en muchos rincones de España se van a abrir por primera vez las ventanas para que entre el aire fresco y la luz en ambientes putrefactos desde hace décadas. Y puede que así demos un paso imprescindible hacia esa regeneración tan necesaria para toda esta sociedad embarrancada. Un resultado como el del domingo ha de convertirse en un punto de inflexión para la vida nacional. Y ahora sí es el momento para que Mariano Rajoy abandone al menos por unos momentos su laconismo y prepare y proclame un manifiesto para esa regeneración moral y política en todo el país. Para decir que no se tolerarán desmanes por triviales que sean en ningún rincón de nuestra geografía, se llame Valencia, Sevilla o Toledo. Y que se instaura la cultura, la ética de la responsabilidad, abolida por estos gañanes. Al mismo tiempo ha de ser una llamada al ejercicio pleno de la libertad y desmantelamiento de la asfixiante red regulativa y coactiva que impide a los ciudadanos convertir sus deseos, ideas e iniciativas en actividad. Rajoy y su partido tienen una oportunidad única de convertir la lucha política contra el socialismo en retroceso, en un proyecto de modernización global de España. Para eso hace falta coraje. Y un llamamiento a la movilización de lo mejor de esta sociedad para hacer frente a la emergencia nacional en la que nos ha hundido una secta de mequetrefes endiosados. Hacen falta coraje y grandeza. Las dificultades son inmensas. Y como siempre intentarán imponerse las mezquindades de los aparatos tristes y las almas de buhonero, pero los resultados del domingo revelan que el momento es propicio. Que podemos enterrar definitivamente esos fantasmas del pasado, el culto al resentimiento, la vileza como forma de vida pública. Que esta profunda crisis puede acabar siendo la catarsis para que la sociedad española se libere de los terribles lastres del pasado, reactivados con miserable eficacia por los actuales gobernantes.

No tendrían perdón quienes ahora pueden liberar a este país de la pesadilla y presentar ese gran proyecto nacional si sucumben a sus propios miedos y cicaterías. La labor es ingente porque el daño infligido a este país por Zapatero y su tropa sectaria es indescriptible. Producen estupor sus dimensiones en tan breve plazo. Y en tiempos de paz, porque la destrucción parece diseñada por un enemigo. Generaciones van a recordar a Zapatero por su siniestro legado. El peor es sin duda el triunfo de ETA en el País Vasco. Es la historia de una infamia como no la merece nación alguna. Pero tiempo habrá de hablar de esta gran traición, sus artífices y sus muchos cómplices.


ABC - Opinión

Bildu paga el favor a ZP robándole la cartera al PSE. Por Federico Quevedo

La coalición proetarra Bildu ha arrasado en las elecciones municipales en el País Vasco. Esta es, sin lugar a dudas, la peor de todas las noticias surgidas de la jornada electoral del 22M, pero al mismo tiempo invita a una reflexión: ¿Qué ha llevado a 300.000 vascos a votar a la nueva marca de Batasuna?

Empecemos por lo primero, dado que probablemente sea no solo una mala noticia, sino una triste noticia de consecuencias inimaginables a día de hoy en todos los frentes. Primero el judicial, porque la brecha abierta en nuestro sistema jurídico por el vivo enfrentamiento entre los jueces del Tribunal Supremo y los del Tribunal Constitucional sigue ahí y no tiene pinta de que vaya a cerrarse, sino más bien todo lo contrario. Segundo, en el de la lucha contra el terrorismo, en la medida que la cuota de poder alcanzada por la coalición proetarra pone a su disposición muchos millones de euros en financiación directa del erario público e información sensible que puede ser utilizada en un momento dado contra políticos del resto de los partidos, e incluso ciudadanos de bien.

Y tercero en el político, porque es evidente que quienes con más fervor defendieron la presencia de Bildu en las elecciones, es decir, el PSE y el Gobierno vasco, son los que más castigo han sufrido en las urnas precisamente a manos de la coalición proetarra. La cuarta, derivada de la posibilidad de que ETA vuelva a las andadas, no quiero ni pensarla porque de ocurrir sí que tendría unas consecuencias catastróficas para el propio PSOE.


No he oído a Patxi López decir nada de lo ocurrido en la jornada del domingo, salvo un apunte suyo en twitter respecto de la necesidad de abrir una reflexión sobre el asunto. Pero no hay mucho que reflexionar: Bildu ha recogido el voto abertzale y una parte importante del voto de castigo a los socialistas que se ha ido a la coalición en lugar de irse a EB o a Aralar, partidos que han sufrido una dura caída en estas elecciones. Dicho de otro modo: los socialistas le han abierto la puerta de las instituciones a Bildu, y Bildu se lo ha pagado robándoles la cartera.

El tesoro más preciado de los socialistas vascos –después, lógicamente, de la Lehendakaritza-, es decir, el Ayuntamiento de San Sebastián, puede caer en manos de la coalición proetarra si un pacto a tres bandas PP-PNV-PSE no lo evita, y aunque no es imposible no me atrevería yo a apostar mucho dinero por que se consiga. Es verdad que ayer por la tarde había rumores importantes en ese sentido, y es posible que a los tres partidos mencionados les intereses por razones bien distintas a cada uno. Si es así, el PSOE tendrá que explicar por qué por un lado se congratulaba de la presencia de Bildu en las instituciones y ahora, sin embargo, los trata como si fueran apestados.

El PSE esconde la cabeza

Porque, sorprendentemente, una de las poquísimas reacciones que pudimos obtener del PSE la noche del domingo en la que Patxi López se escondió de las cámaras y de las preguntas de los periodistas, fue precisamente ésa, la de afirmar con rotundidad que el PSE no pactaría nunca con Bildu. Si tan malos son, ¿por qué les han dejado volver a las instituciones? Para que, además, la propia Bildu se haya convertido en el reclamo del voto de castigo al PSOE por la crisis. Esa es, sin lugar a dudas, una explicación del importante número de votos obtenido por la coalición, pero aún así resulta más que sorprendente que se haya convertido en segunda fuerza política en el País Vasco, y alguna reflexión deberíamos hacer al respecto.
«Bildu sigue manteniendo esa calculada e irritante ambigüedad respecto de ETA.»
No, no se asusten, no voy a defender su presencia en las elecciones, no al menos mientras siga existiendo ETA. Ayer escuche por la radio a uno de sus portavoces, y Bildu sigue manteniendo esa calculada e irritante ambigüedad respecto de ETA, una ambigüedad que claramente responde a lo que en su momento dijo el Tribunal Supremo sobre la coalición proetarra: que es eso, una coalición proetarra y no debería acudir a las urnas.

Pero sí parece evidente que en el País Vasco, a pesar de los cambios observados en este corto espacio de tiempo en el que lleva gobernando López con la ayuda de Basagoiti, hace falta hacer mucha más pedagogía sobre lo que realmente es la democracia y por qué no podíamos permitir que sus enemigos estuvieran presentes en sus instituciones. Trescientos mil votos son muchos, demasiados, como para cerrar los ojos a esa realidad, una realidad con la que conviven cientos de concejales constitucionalistas en el País Vasco atemorizados por el poder que la coalición proetarra ha conseguido acumular en estas elecciones.

¿Y ahora, qué? López y los suyos tendrán que hacer una profunda reflexión sobre las razones que les han llevado a echar a su electorado en brazos de Bildu, porque eso es exactamente lo que han hecho dándole a la coalición carta de naturaleza democrática. Y no les va a quedar más remedio que llegar a toda clase de pactos para mantener el poco poder que pueda y repartirlo con el PP y con el PNV. Pero lo cierto es que después de la esperanza que para buena parte del mundo constitucionalista en el País Vasco supuso el acuerdo PSE-PP, los socialistas han tirado por la borda el trabajo de estos dos años, y ya veremos si en las próximas autonómicas, con Bildu y con Sortu en el Parlamento Vasco, es posible reeditar un Gobierno como el actual.


El Confidencial - Opinión

Se tiene que ir. Por Alfonso Ussía

A Zapatero le han dado una patada en el culo de sus candidatos. Pero la patada –siempre en el sentido figurado–, se la han dado a él. Las elecciones autonómicas y municipales del pasado domingo han tenido que resultar dolorosísimas para los socialistas. Zapatero dio la cara, pero no el paso. El paso es irse. Tiene un año para seguir hundiendo a España. Permanecer es legal, pero no legítimo. Los resultados del domingo deslegitiman cualquier legalidad previa. Reconoció el desastre pero no abrió su puerta de salida. No se puede gobernar con los resultados electorales del 22 de mayo sobre la mesa. Sólo mantienen Extremadura, donde han perdido. Y por un escaño prestado. Esperanza Aguirre ha machacado a «Invictus». A partir de ahora es «Victus». Gallardón ha obtenido una nueva mayoría absoluta, aunque ha perdido tres escaños. Madrid se ha convertido en el motor de España, a pesar de haber sido maltratada por el Gobierno de Zapatero. El mapa de España, exceptuando Cataluña y las tierras vascas entregadas por el Tribunal Constitucional a los esbirros de la ETA, hoy se ha tintado de un solo color. Contra eso no se puede seguir gobernando. Tiempo tiene para dimitir, convocar elecciones generales y organizar sus primarias, que van a ser de órdago a la grande.

Más de dos millones de votos de diferencia entre el PP y el PSOE. Veinticuatro estadios Bernabéu abarrotados de público. Muchos estadios y demasiado público. Sorprendente la aparición de UPyD. Izquierda Unida ha cosechado algunos votos de más, y ha perdido Córdoba. En Barcelona, el PP se ha convertido en la llave de la alcaldía. Cascos ha ganado. Se veía venir. El apoyo del PP es lógico. Pero bien haría Rajoy en pedirle cuentas a los que han montado el tinglado en Asturias. Camps y Rita Barberá han arrasado en Valencia. Los trajes que no se sabe si existieron han importado menos que los ERE andaluces que sí se cobraron. Castilla-La Mancha supone el gran triunfo de María Dolores de Cospedal. Y ha ganado con una diferencia notable. Bauzá en Baleares. Soria en Canarias. Los de siempre, aumentando la ventaja. Herrera en Castilla-León. Valcárcel en Murcia, Vivas en Ceuta, Imbroda en Melilla, Sanz en La Rioja. Navarra, con UPN necesitada de pactar para no ceder el Reino a los facinerosos. Los facinerosos están ahí porque Zapatero lo pactó y manejó a seis magistrados del Constitucional. Ya no escribo sus nombres. Allá ellos y sus conciencias. Cantabria de nuevo para el PP. Ignacio Diego ha roto la alianza de Revilla y Gorostiaga. El PSOE se ha pegado en la vieja Montaña un morrón como el de «Victus» en Madrid. Zoido, alcalde de Sevilla. Sevilla es mucha Sevilla. Y las autonómicas andaluzas ahí esperan. Rudi en Aragón. No ha tenido tanta fuerza el mensaje del cartel de doña Eva que tanto entusiasmó a Zapatero. «Eva, presidenta». Pues no.

Y vuelvo a Madrid. Aguirre ha sido la gran triunfadora. También Rajoy, que ha demostrado que la tranquilidad –tuvo mis críticas– da buenos resultados en una sociedad intranquila. Lissavetzky ha perdido con señorío, y su amigo Rubalcaba no parece tener excesivas ganas de estar en las primarias. No tienen gente. Además, ahora toca colocar a los que se han quedado a dos velas, y en ese menester se pierde mucho tiempo. El PP ha borrado del mapa al PSOE, y el Gobierno de un partido borrado del mapa no puede seguir gobernando el mapa. Hay que saber hacer las maletas a tiempo. Los españoles se lo han dicho alto y claro. Y «Victus» al traumatólogo. ¡Vaya morrón!


La Razón - Opinión

22-M. Los restos del naufragio. Por José García Domínguez

Si algún elemental instinto de supervivencia conservan aún en el partido socialista, el compañero Marco Junio Bruto ha de estar maquinando la conjura contra César antes de que lleguen los idus de marzo.

Parece que aquellas siete llaves con que Joaquín Costa mandó cerrar el sepulcro del Campeador no fueron suficientes. Así, con alguna consternación, en Ferraz acaban de descubrir que los lidera el espectro invertido del Cid, uno que pierde las batallas después de muerto. Insólita, inaudita habilidad, la del difunto José Luis, que podría elevar la magnitud de la tragedia socialdemócrata a dimensiones apocalípticas de aquí a un año. Al respecto, con el Adolescente atrincherado en La Moncloa y perdida ya toda esperanza, el interludio hasta principios de 2012 aboca al partido a un trance agónico. Disparidades al margen, una situación próxima al clima de sálvese quien pueda que marcó el suicidio ritual de la UCD en 1982.

Cuando la España liberal-conservadora se condenó a casi tres lustros de ostracismo, el tiempo que llevaría transformar la caspa de Alianza Popular en alternativa real de Gobierno. Con pareja intensidad se desangra el PSOE por su flanco zurdo y por la derecha. Sí, también por la derecha. Novedad que, por fin, deja de situar el destino de cualquier proceso electoral en manos de la célebre izquierda volátil, esa progresía difusa que solo concede votar a los socialistas tras protegerse la nariz con pinzas. La de los campistas de Sol y sus apéndices sociológicos, para entendernos. Algo que augura aún más inevitable el desastre al imposibilitar una huida hacia delante por la senda de la demagogia garbancera, la manida pose ful del radicalismo retórico.

Y para acabar de arreglarlo, unasprimarias. La organización toda apelada a demostrar su acreditada pericia en los viejos usos del navajeo fratricida. Una reyerta de muleros en la antesala del Infierno de Dante. En términos políticos, pura demencia. De ahí que si algún elemental instinto de supervivencia conservan aún en el partido socialista, el compañero Marco Junio Bruto ha de estar maquinando la conjura contra César antes de que lleguen los idus de marzo. Un golpe palaciego al estilo de aquél con que los tories, siempre tan pragmáticos, se quitaron de encima a la Thatcher. Acaso un coronel Casado que irrumpa en el Comité Federal para poner fin de una vez a ese numantinismo estéril del presidente. Y que trate de salvar los restos del naufragio. Si alguno quedara por entonces, claro.


Libertad Digital - Opinión

La demolición de un liderazgo. Por Ignacio Camacho

«El desplome terminante del zapaterismo es el epitafio de un modelo de liderazgo demolido a conciencia por un estado fóbico de la opinión pública. Una catarsis torrencial, inclemente, avasalladora».

EL último de los falsos mitos del zapaterismo, el de la reputación del presidente como un consumado estratega del manejo de los tiempos, se derrumbó en la noche del domingo con el mismo estrépito de escombros que el poder territorial y local del Partido Socialista. Su tardío anuncio de retirada funcionó tan mal como su atropellado llamamiento preelectoral a frenar la emergencia de una derecha caricaturizada de extremista. El intenso mapa azul que lucían las infografías de los telediarios, testimonio de la incontestable crecida hegemónica del Partido Popular, era el epitafio de un modelo de liderazgo demolido a conciencia por un estado fóbico de la opinión pública que sólo podía expresarse a través de la válvula purificadora de una catarsis. Si acaso Rodríguez Zapatero llegó a creer de veras que con una renuncia aplazada podría evitar el castigo que incubaban de manera inequívoca los sondeos es porque en su precipitado proceso de autodestrucción también ha terminado por desconocer los mecanismos de la conducta colectiva. El ajuste de cuentas con el fracaso de su política estaba pendiente y se ha producido a la primera oportunidad de un modo torrencial, inclemente, avasallador.

El desplome generalizado, histórico, en todas las autonomías y grandes ciudades no sólo representa el jubileo anticipado del proyecto zapaterista, hundido un año antes de rendir mandato, y de un Gobierno inerte y desasistido que queda ya en un insostenible estado agónico. Supone también un severísimo, concluyente retroceso de la implantación institucional del PSOE, arrastrado al abismo por el desprestigio de su cabeza visible y reducido en la práctica y por primera vez desde la Transición a la condición de partido rural y abandonado por las clases medias urbanas, cuyo trasvase de votos hacia el moderantismo del centro-derecha y hacia otras fuerzas terceristas ha sido patente. Se le han escapado dos de cada diez votos que recibía. Ha perdido en todas partes, incluidas las comunidades tradicionalmente más enfeudadas como Extremadura y Castilla-La Mancha, y ha recibido un terminante correctivo en los territorios claves donde Zapatero cimentó sus dos victoriales electorales: Cataluña y Andalucía. Los resultados globales andaluces, con una diferencia de 300.000 votos a favor del PP, suponen un auténtico corrimiento de tierras que vaticina sucesos mayores y sacude los cimientos de un poder acostumbrado a disfrutar del estatus de régimen virreinal.


Ninguna de estas señales catastróficas, sin embargo, han merecido una asunción de responsabilidades al uso democrático. Nadie ha dimitido aún, salvo un par de alcaldes de ciudades medias, y nadie se ha declarado implicado personalmente en la devastadora debâcle. Menos que nadie el líder del partido y del Gobierno, cuyo análisis inmediato estuvo impregnado del inmaduro infantilismo que le define. Incapaz de una autocrítica responsable, descargó sobre la crisis socioeconómica la explicación de la derrota y se agarró al calendario preestablecido para tratar de ganar un tiempo del que hace mucho que dejó de ser dueño. Su apocada reacción, su anquilosamiento sin reflejos, ha generado una oleada de preocupación en medios económicos y una inmediata respuesta de los mercados financieros en forma de incremento de la desconfianza. La perspectiva de diez meses de insostenible deriva, con un Ejecutivo desautorizado y cataléptico a merced de la exigencia de aliados de coyuntura y un partido inmerso en un proceso alborotado de restructuración interna, siembra la inquietud generalizada en un país estancado que necesita de revulsivos perentorios para salir de la quiebra social y recuperar un cierto rumbo de crecimiento.

Tampoco se le ha oído al presidente una palabra sobre la intranquilizadora situación desencadenada en el País Vasco por su penúltima maniobra aventurerista: la legalización de Bildu. Los herederos de Batasuna constituyen de hecho un partido antisistema al que las elecciones han otorgado una cuota de poder municipal y foral que amenaza con desestabilizar el statu quode Euskadi. Los arúspices gubernamentales tratan de presentar la emergencia de los continuadores de ETA como un síntoma esperanzador de aislamiento democrático de la banda, pero los hechos son tercos: la coalición apoyada por Batasuna, y compuesta por muchos de sus miembros, ha entrado con fuerza en las instituciones sin que se produzca el desistimiento de las armas y sin condenar el terrorismo; un hecho que, además de una falta de respeto a las víctimas, supone un premio por adelantado, deja al Gobierno constitucionalista de Patxi López a los pies de sus adversarios, retrocede una década en la resistencia democrática contra el terror y constituye quizá el más infame y peligroso legado del buenismo socialdemócrata que ha caracterizado el mandato presidencial de Zapatero.

La teoría de los vasos comunicantes relaciona el descalabro socialista con la consolidación efectiva de una alternativa de Gobierno que se ha impuesto en todas las vertientes. Ni la revuelta de los jóvenes «indignados» con el establishmentpolítico ni el avance de las vías terceristas representadas por Izquierda Unida y UPyD —receptoras de gran parte del voto del desencanto— han mermado la arrasadora victoria del Partido Popular, superior incluso a sus propias expectativas como consecuencia del hartazgo ciudadano. Un triunfo sin precedentes que consagra la estrategia moderada de Mariano Rajoy, capaz de atravesar la campaña y la precampaña con un discurso impermeable a influencias y provocaciones para imponer la evidencia de sus credenciales al relevo. Rajoy sale de estas elecciones investido de «presidente a la espera», en condiciones de apretar con firmeza la presión de una disolución anticipada de la legislatura y respaldado por la confianza masiva de muchos españoles que, sin ser votantes tradicionales del centro-derecha, parecen dispuestos a prestarle su apoyo.

El PP tiene derecho a la euforia, aunque haría mal sin embargo en proclamarse vencedor anticipado de las próximas generales. En primer lugar porque sus resultados objetivos muestran, a pesar de lo abultado de las diferencias, cierta fatiga electoral en territorios hegemónicos como Madrid o Valencia, donde el obligado encogimiento de los recursos públicos o la insuficiente respuesta a la corrupción han empezado a pasarle una incipiente factura de desgaste. Y en segunda instancia porque los populares no deben olvidar que la catarsis socialista ya se ha producido. El descontento con el zapaterismo ha hecho crisis aguda en esta convocatoria y la penitencia ha sido impuesta en sus máximos términos. Será difícil que el PSOE vuelva a recibir un castigo similar; Zapatero desfila hacia la salida y es probable que parte de sus electores habituales consideren cumplida la pena y retornen a la llamada de un nuevo candidato para cerrar el paso al adversario. El socialismo puede haber tocado fondo y, aunque el destrozo ha sido enorme, es necesario contar con la resistencia del músculo orgánico que siempre ha demostrado tener. Un factor que dependerá de cómo el presidente gestione sus «minutos de la basura», en paralelo con el futuro sucesor, hasta el final del mandato que parece empeñado en agotar contra todo atisbo de sensatez. Teniendo en cuenta su desastrosa impericia en el manejo de los tiempos y su contrastada ausencia de rigor analítico, no puede descartarse que el curso de los acontecimientos, impulsado por su propia debilidad, pueda resultar determinante a la hora de transformar la inevitable recomposición de su desencuadernado partido en una hoja de ruta hacia la hecatombe.


ABC - Opinión

La irrupción de Bildu

Aunque no haya sido una sorpresa, sólo se puede recibir con lógica inquietud el resultado de las elecciones municipales y forales en el País Vasco, que han convertido a la marca blanca de ETA, Bildu, en la primera fuerza política de esta comunidad por su número de concejales, 953 (con Navarra suma 1.134 ediles), y la segunda por el volumen de votos, sólo superada por el PNV. Esta cifra se traduce en que gobernará en 88 municipios vascos y navarros, algunos de tanta importancia como Hernani y Azpeitia, y otros más pequeños, pero de gran simbolismo, como Lizarza. Además, tiene la mayoría relativa en otros 25, entre ellos una capital de provincia como San Sebastián. Su fuerte irrupción le ha convertido en la sexta fuerza política de España y, si extrapolamos estos datos a las generales, podría formar grupo político propio en el Congreso de los Diputados. En fin, que el brazo político de ETA sale robustecido en su regreso a las urnas es tan evidente como que ha obtenido un gran respaldo popular al votarle la nada despreciable cifra de 313.231 electores. Pocos gestos son tan ilustrativos como los protagonizados en la noche electoral por destacados dirigentes de Batasuna, que saludaron los resultados puño en alto. Dicho de otro modo, el éxito de Bildu supone un respaldo a los objetivos políticos de ETA, que sigue en activo y se siente más legitimada para supervisar la acción política e institucional de sus peones. Si ya de por sí es preocupante que el independentismo radical cope amplias parcelas de poder institucional, lo es aún más en la medida en que su matriz, ETA, no ha desaparecido, mantiene las pistolas cargadas y dependerá de su grado de reorganización que vuelva a matar antes o después. Es cierto que está más debilitada que nunca, pero acaba de recibir un resucitador balón de oxígeno de efectos intimidatorios. Nos gustaría creer, como hacen los dirigentes socialistas y nacionalistas, que la apuesta de los batasunos es genuinamente democrática, y que con ella se arrinconará a ETA hasta la disolución. Pero la experiencia histórica nos dice que los terroristas sólo desaparecen cuando son vencidos, nunca por voluntad propia. Por lo demás, Bildu ha dado una patada en el tablero político vasco y los partidos más perjudicados han sido el PNV y el PSE. Paradójicamente, los nacionalistas y los socialistas fueron los que más insistieron en que los batasunos concurrieran a las elecciones. En qué medida se alterarán los pactos y las alianzas de las distintas fuerzas democráticas será cosa de observar en los próximos días, pero sería todavía más desastroso para la salud constitucional del País Vasco que el PSE malbaratara el pacto de Gobierno con el PP que tantos buenos frutos ha dado a toda la sociedad vasca. Con Bildu irrumpe un nuevo foco de tensión y desestabilización que los demócratas deben combatir con inteligencia política y las herramientas legales. Les corresponde a los servidores del Estado de Derecho vigilar los movimientos de Bildu, de modo que ante cualquier indicio de ilegalidad o de que benefician a la banda terrorista, insten la intervención de la Justicia. En este cometido, tendrá especial responsabilidad el Gobierno de la nación.

La Razón - Editorial

El día después: Bildu y la economía

Hace bien su líder, Mariano Rajoy, al exigir austeridad y rigor a los nuevos presidentes autonómicos, alcaldes y concejales. El mismo rigor que debería aplicarse él para hacer frente a la amenaza que supone Bildu en los ayuntamientos vascos.

El clamor del cambio político en España ha topado con la agenda del presidente del Gobierno, perfectamente capaz de asimilar las reivindicaciones de la puerta del Sol y, al tiempo, de obviar las consecuencias y conclusiones de un resultado como el registrado el 22-M. Entre la "democracia real ya" que se resiste a dejar de hacer el ridículo y la democracia sin adjetivos (los votos, las urnas y la alternancia en el poder), Zapatero se aferra a la demagogia y el asamblearismo más primitivo. Ensimismado y obsesionado con agotar la legislatura a la espera de un improbable milagro económico y una foto con ETA, ha dejado claro que por su cabeza no pasa la disolución de las cámaras y la convocatoria de elecciones, pese a que los principales indicadores económicos reflejan su encastillamiento como otro palo en la rueda de la recuperación.

Tal vez no haya tenido tiempo de digerir la abrumadora moción de censura de las urnas, el inapelable rechazo electoral que suscita su figura, el suspenso sin paliativos a una gestión lamentable, el final de un ciclo y una herencia catastrófica, con cinco millones de parados (de momento) y el asalto a las instituciones vascas por parte de los proetarras. El descrédito económico, político y judicial de España es de tales dimensiones que Zapatero será el primer presidente de la democracia que entregará a su sucesor un país mucho peor de como lo encontró y definitivamente tocado respecto a su integridad territorial merced a dos de sus grandes operaciones: el Estatuto de Cataluña y la legalización de la última marca batasuna.


Zapatero no debería permanecer más tiempo en la Moncloa que el necesario para que su partido sustancie el relevo en un proceso de primarias que promete emociones fuertes, por lo que en otoño tendría que haber elecciones anticipadas en España. En cuanto al PP, hace bien su líder, Mariano Rajoy, al exigir austeridad y rigor a los nuevos presidentes autonómicos, alcaldes y concejales. El mismo rigor que debería aplicarse él para hacer frente a la amenaza que supone Bildu en los ayuntamientos vascos, al reto que plantea la agrupación de fuerzas nacionalistas y socialistas en el País Vasco y en menor medida en Cataluña. Rigor también a la hora de mostrar, de una vez, el programa económico con el que el PP pretende tomar las riendas de España y desatascar la salida de la crisis. Y austeridad para gestionar una victoria que no es un voto en blanco para ejercer una oposición tranquila, demasiado tranquila para muchos. Es la hora de aportar soluciones y afrontar los problemas al margen de plazos, agendas y calendarios; de aprovechar la oportunidad que presenta un apoyo electoral masivo.

Como primera providencia, la auditoría sobre las comunidades autónomas y los ayuntamientos que a partir de ahora gobernará el PP presenta ya algunos indicios muy ilustrativos, como la quema de documentación municipal que obligó a intervenir a la Guardia Civil en el Ayuntamiento onubense de Valverde del Camino. Es más que probable que los cajones de estas administraciones estén plagados de impagados y pufos de todo tipo y condición y sería más que conveniente que el PP asuma medidas como un ajuste radical de la dimensión y número de las administraciones locales y autonómicas. Y eso, sólo para empezar.


Libertad Digital - Editorial

El PSOE rompe con los ciudadanos

El problema ha dejado de ser Zapatero. El PSOE es el problema. Los socialistas han perdido el rumbo ante la opinión pública y sólo desean ganar tiempo para remendar sus rotos internos.

EL PSOE ha seguido la pauta marcada por Rodríguez Zapatero en su declaración a los medios tras conocerse la derrota socialista. Uno y otro han procesado los datos electorales como un problema de partido que requiere sólo respuestas partidistas. Para el PSOE, la derrota del 22-M únicamente merece abrir un proceso de primarias para elegir candidato, descartar un congreso extraordinario para designar secretario general y negarse por completo a disolver el Parlamento. Esta actitud enfermizamente partidista del PSOE es también una de las causas de su derrota. Los electores no se han creído que el respaldo a sus siglas fuera necesario para apuntalar unas reformas que no cuajan. Dicho de otro modo, los votantes quieren al PSOE fuera del Gobierno.

El problema, por tanto, ha dejado de ser Zapatero, aunque sea Zapatero el que encarna el problema. El PSOE es el problema. Los socialistas han perdido el rumbo ante la opinión pública y sólo desean ganar tiempo para remendar sus rotos internos, aun a costa de dañar más a España. Porque esto —más daño, más desconfianza— es lo que supone mantener al frente del país a un Gobierno sin autoridad política alguna, obligado a gestionar, entre otros retos, un recorte del déficit público, del que participa ahora una mayoría aplastante de comunidades gobernadas por el PP.

Las reformas pendientes son un sarcasmo cuando se utilizan como excusa para no convocar anticipadamente elecciones generales. Precisamente, lo que han dichos los ciudadanos es que no quieren que el PSOE gestione la crisis, ni confían en el Gobierno para hacer reformas. Por eso, la reacción del PSOE de responder a su desahucio con medidas de consumo interno sólo ratifica la ruptura de este partido con la sociedad española. El camino a derrotas aún más severas se ensancha. Esta expectativa es la que hizo que ayer, de nuevo, Guillermo Fernández Vara y José María Barreda, arrastrados —más el segundo que el primero— por la caída de Zapatero, plantearan, respectivamente, la posibilidad de un adelanto electoral y la necesidad de una profunda revisión en el PSOE. Plantearon, en definitiva, qué es lo que representa en este momento Rodríguez Zapatero para el socialismo español y qué pretende el PSOE al aislarse aún más con discursos endogámicos. Ambos saben bien que el problema ya no es el presidente del Ejecutivo y que, agotados los recursos políticos de una nueva crisis de gobierno y de la renuncia del presidente, al PSOE sólo le queda pasar por las urnas y vivir a fondo la crisis legada por Zapatero.


ABC - Editorial