jueves, 26 de mayo de 2011

Chacón. Lo peor del futuro. Por Cristina Losada

Chacón, una criatura del zapaterismo, en cualquier caso, y la heredera intelectual de esa corrosiva inconsistencia. Su elección significaría la continuidad de la política de Zapatero. Es su sucesora natural. En suma, lo peor del futuro.

El filósofo William James, tras pasar una semana con un grupo de metodistas, dijo que echaba de menos "el destello de una pistola, una daga o una mirada diabólica". Se divertiría, entonces, con el drama de capa y espada que se vivirá en los inminentes sanedrines socialistas, donde no ha de faltar de nada, salvo, quizás, el arma reglamentaria para el haraquiri. Con razón, la razón emanada de las urnas, los defenestrados quieren sacar los puñales y proceder al ajuste de cuentas. Pues hecho el recuento de cadáveres, lo suyo, en cualquier partido y en toda democracia, es arrojar al vertedero al responsable. Aunque aquí conviene el plural. No en vano los socialistas han marchado al albañal sin rechistar ni una vez por el camino. Cuanto Zapatero ha hecho y ha deshecho gozó de su asentimiento y de su aplauso. ¡A buenas horas! Pero igual que cuando un régimen totalitario cae, sus secuaces eran disidentes, ahora va a resultar que la cúpula del PSOE era antizapatero avant la lettre.

La dimisión en bloque y la designación de una gestora, sería la decisión justa y necesaria, junto a la convocatoria de elecciones generales. Pero el mundo partidario gira únicamente sobre la sucesión y ésta condiciona el proceso mismo de liquidación del líder. Porque, según vaticinan, si la operación se hace mediante un congreso, el sucesor sale con barba, pero si va por primarias, sale con melenita. De manera que la elección está entre lo peor del pasado y lo peor del futuro, que eso representan los dos candidatos en competencia abierta. Claro que Rubalcaba no es sólo el pasado ni mera reliquia del felipismo. Se ha sentado, como el que más, a la vera del zar y ha sido su brazo ejecutivo y ejecutor. Piensan en él como tapón para la hemorragia, como el veterano capaz de conducir a la manada de vuelta a los corrales, pero se halla tan indisolublemente unido a los años de Zapatero como a la turbiedad de los anteriores.

En los viejos buenos tiempos circulaba, como elogio, que el presidente había feminizado la política. Pues si él es su lado femenino, tal vez Chacón sea su lado masculino. Una criatura del zapaterismo, en cualquier caso, y la heredera intelectual de esa corrosiva inconsistencia. Su elección significaría la continuidad de la política de Zapatero. Es su sucesora natural. En suma, lo peor del futuro.


Libertad Digital - Opinión

La piedra filosofal. Por M. Martín Ferrand

Carme Chacón tiene la entereza de la calcita, que se erosiona con una simple moneda de cobre.

DEL mismo modo que Friedrich Mohs, hace cerca de doscientos años, estableció una escala con la que seguimos midiendo la dureza de los minerales, desde la blandura del talco a la firmeza del diamante, alguien debiera abordar hoy, por ver si conseguimos entendernos, la escala de la enjundia de los líderes socialistas en presencia. Si Felipe González estuviera en activo, que no lo está, a él le correspondería el lugar que Mohs le atribuye al diamante, algo tan duro que solo puede ser rayado por otro de su misma condición. Posiblemente, otro cesante —aunque instalado en el balneario de la Carrera de San Jerónimo—, Alfonso Guerra, sería el corindón, al que solo le hacen mella las herramientas templadas con carburo de silicio.

De lo que ahora se trata, cuando José Luis Rodríguez Zapatero, no contento con haber destrozado una Nación se dispone a intentar la demolición del partido que —¡todavía!— le sostiene y obedece, es de afinar los puestos más mórbidos de esa tabla. Colocando al todavía presidente del Gobierno en el lugar geológico del cuarzo, algo capaz de rayar el vidrio, puede aceptarse, sin forzar el entendimiento, que Alfredo Pérez Rubalcaba está un poco más arriba que su líder y un poco más abajo de quien también fue vicepresidente del Gobierno, en donde el topacio más o menos. Los demás posibles, o pretendientes, sustitutos de Zapatero como próximo candidato socialista a la presidencia del Gobierno son, en más o en menos, auténticos zorollos. Son, de más a menos blanduchos, el talco, el yeso, la calcita o la fluorita de la tabla mejor memorizada, supongo, de las que, cuando cotizaba la memoria como valor, se estudiaban en el bachillerato. Entre los más duros y los más blandos, como marca su talante y justifica su carrera, está José Bono, el apatito que se puede rayar con una navaja de Albacete.

Lo verdaderamente singular, lo nunca visto y al margen de otros nombres que puedan brotar antes de que suene el pistoletazo inaugural de las primarias, es que la candidata más cantada, Carme Chacón, tiene, en atención especial a los méritos de su marido, guionista, promotor y estratega, Miguel Barroso, la entereza de la calcita, que, según los manuales, se erosiona con una simple moneda de cobre. Quien ha consagrado a la vida partidaria veintidós de los cuarenta años que tiene y quien ya lució su escasez como titular de Vivienda no ha abordado en su biografía labores de mayor provecho y puede optar al éxito sucesorio para demostrar que la imagen mediática y los muñidores propagandísticos pueden transformar la nada en apariencia. Lo que pretendían en la Edad Media con la piedra filosofal.


ABC - Opinión

Reproche a Zapatero: “Presidente, nos has llevado a la ruina”. Por Federico Quevedo

Fue en el Comité Ejecutivo del lunes por la tarde, según me cuentan. Entre todas las voces que se levantaron para hacer una reflexión de lo ocurrido el domingo 22, una se dirigió directamente al secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, y en voz alta expresó lo que casi todos pensaban y no se atrevían a manifestar: “Presidente, nos has llevado a la ruina”.

La herencia que Rodríguez Zapatero va a dejar tras su paso por la Secretaría General del PSOE y la Presidencia del Gobierno no puede ser peor: un partido que va a ver reducido prácticamente a cenizas su poder municipal-autonómico-nacional y que va a quedar roto por sus cuatro costado y necesitado de respiración asistida ideológica, y un país que cuando Rodríguez Zapatero se vaya seguirá sumido en la peor crisis económica-política-social-institucional que hayamos podido imaginar. Ese es el panorama, la herencia de Rodríguez Zapatero a los socialistas y a los españoles, y razones hay para que los socialistas, por una parte, y los españoles, por otra, no quieran verle ni en pintura.


Y es que, si todo se produce según parece que se va a producir, el PSOE no va a conservar más allá de diez capitales de provincia, y eso después de tener que pactar con partidos nacionalistas y regionalistas. Y si llega a diez. Pero peor es el descalabro autonómico, porque si finalmente pierde Extremadura –que puede ser posible-, y en las próximas autonómicas andaluzas también gana el PP, los socialistas sólo mantendrán viva la llama del País Vasco, y todo apunta que por muy poco tiempo. Nunca antes se había producido una pérdida semejante de poder, porque incluso en 1983 cuando el PSOE obtuvo el mayor resultado de su historia en municipales y autonómicas, la derecha –entonces AP- conseguía mantenerse fuerte en algunas comunidades
«Mientras se entretienen en lamerse las heridas de la debacle del domingo y en intentar encontrar la manera de que en las generales el desastre no sea aún mayor, la crisis económica sigue haciendo estragos entre los ciudadanos de este país.»
Es lógico, por tanto, que en el Partido Socialista no quieran ver a Zapatero ni en pintura, aunque tendrán que aguantarle hasta el último día, como el resto de los españoles. Unos españoles a los que Zapatero ha sumido en una crisis profunda y de difícil salida, una crisis que va más allá de lo económico y que como estos días se ha puesto de manifiesto afecta a las raíces mismas del sistema.
Ahora el PSOE se ha enzarzado en un debate interno, que si Congreso, que si Primarias, que si antes de las elecciones, que si después… Pero, a los españoles, ¿qué nos importa eso? Mientras se entretienen en lamerse las heridas de la debacle del domingo y en intentar encontrar la manera de que en las generales el desastre no sea aún mayor, la crisis económica sigue haciendo estragos entre los ciudadanos de este país, sin visos reales de que algo vaya a cambiar a mejor en el medio plazo, por mucho que Zapatero siga intentando vendernos la burra de que va a ser así.

Los organismos internacionales ya han empezado a corregir a peor sus previsiones para 2012 en España, porque es tan evidente que la crisis sigue instalada en nuestro país que sólo un ciego como el propio Zapatero no puede verlo. Pero esa es la prioridad, no puede haber otra, y si Zapatero no es capaz de ponerse manos a la obra porque su Gobierno ha perdido ya definitivamente toda credibilidad y cualquier posibilidad de transmitir una imagen de estabilidad al exterior, lo que debe hacer es convocar elecciones anticipadas y dejar que sean otros, en este caso el PP, los que asuman el reto de las reformas que este país necesita y que, sin lugar a dudas, van a ser duras y difíciles.

De verdad, hace falta que venga alguien que nos diga lo que Zapatero nos oculta: que para salir de esta situación va a ser necesario “sangre, sudor y lágrimas” como decía Churchill, pero Zapatero sigue empeñado en hacernos creer en ese fantasma que el llama “lo mejor está por llegar”. Es comprensible que el PSOE se haya metido de lleno en su debate interno, después de lo que ha pasado tiene que hacer ese partido una profunda reflexión de hacia donde les ha llevado Zapatero y por qué, y si de verdad le ha servido de algo al Partido Socialista esa estrategia constante de la radicalización y el enfrentamiento en la que Zapatero ha basado toda su política durante estos años.

Pero antes de empezar a dar respuesta a sus propios problemas, lo que debería hacer el Partido Socialista, si de verdad tiene el más mínimo sentido de Estado, es buscar la respuesta a los problemas de los ciudadanos, y eso hoy solo cabe hacerlo con una convocatoria anticipada de elecciones porque el PSOE ya no puede dar esa respuesta por sí mismo. Decía Patxi López el martes que no se trata del “quién”, sino del “qué”, y no le falta razón, pero antes de volver a reinventarse el PSOE debería hacer un servicio a este país apartándose definitivamente y dejando que sean otros los que pongan en orden el caos que nos ha dejado como herencia Rodríguez Zapatero.


El Confidencial - Opinión

Rajoy. Censura. Por José García Domínguez

Si Rajoy quiere demostrar que no es otro pequeño político al uso, un oportunista más guiado por el afán mezquino del corto plazo, debe interponer la moción.

¿Cómo obrar ante un autista recluido en La Moncloa, alguien inhabilitado a fin de establecer transacción ninguna con la realidad? Rajoy, fiel a sí mismo, ha respondido raudo que mejor será no hacer nada, la gran especialidad de la casa como es fama. "Frivolidades las justas", le espetó a un plumilla solo oír la expresión moción de censura saliendo de su boca. Pues ese hombre que se presume de Estado, el dirigente responsable siempre presto a subordinar el interés personal o partidista al de la Nación, tiene por muy "frívola" bagatela exponer un programa de regeneración ante las Cortes Generales. Nerón tocaba la lira –dicen– mientras ardía Roma, don Mariano, más prosaico, prefiere leer el Marca al tiempo que se desmoronan las últimas balaustradas del PIB y aves carroñeras de medio mundo revolotean en torno a la deuda soberana (todavía) del Reino de España.

Senequismo, el del gallego, que hace pertinente la pregunta de si tendremos uno o dos. Autistas, quiero decir. Más que nada porque el país requiere, y con urgencia, un líder, no un administrador de fincas. Que tiempo habrá para los apis cuando escampe. Espectáculo en verdad crepuscular el de esta corte de los milagros donde el Parlamento pugna por emular a La Noria y, peregrinas o no, las únicas ideas políticas en curso moran acampadas en el asfalto, entre huertos de improbables tomates y airados lamentos del sufrido gremio del comercio. Súmese un Ejecutivo abocado a la parálisis numantina. Y añádase una leal oposición atenazada a su vez por el miedo escénico del aspirante.

Así las cosas, la responsabilidad histórica por casi un año entero de inacción, otros diez meses esperando a Godot, no solo ha de corresponder al cadáver insepulto. Ya decía Juan de Mairena que es mucho más fácil estar au dessus de la mêlée que a la altura de las circunstancias. Por eso, si Rajoy quiere demostrar que no es otro pequeño político al uso, un oportunista más guiado por el afán mezquino del corto plazo, debe interponer la moción. Supeditada a la inmediata disolución de las cámaras, huelga decir. Aunque la pierda. Como la perdió González antes de conquistar una mayoría no absoluta, sideral. Doscientos dos diputados. De él depende. Y el tiempo apremia.


Libertad Digital - Opinión

La segunda catarsis. Por Ignacio Camacho

Frenesí conspirativo en el PSOE. Entre ataques de cuernos y ajustes de cuentas se fragua una asonada de coroneles.

Era de esperar: tras la catarsis de los ciudadanos, al zapaterismo le toca ahora sufrir la del partido. El fracaso en las urnas ha evaporado el liderazgo y plantea con toda su crudeza la lucha por el poder interno, que tal vez pronto sea casi el único que les quede a los socialistas. Tras el desalojo de las autonomías y los grandes municipios el horizonte perfila una nueva derrota y el Gobierno no sirve de mucho consuelo porque es un barco a la deriva con un timonel fantasma, al que algunos están pensando ya en tirar por la borda. Zapatero es como un personaje de «Los otros»: está políticamente muerto pero aún no lo sabe porque nunca ha sido un intérprete atinado de la realidad. Para hacérselo ver, y por si acaso al zombi le queda alguna capacidad ejecutiva, se está formando una cola de gente dispuesta a rematarlo.

Lo de la refundación programática e ideológica es un rollo macabeo; eso se dice siempre en todos los partidos cuando sufren un varapalo. A la nomenclatura socialista le importa ahora sobre todo el control de la operación sucesoria y consideran que el presidente, por mucho que se encastille en su mando nominal, ya no está legitimado para dirigir la hoja de ruta. El cainismo se ha apoderado del ambiente y planea sobre la organización como una ola de ceniza volcánica. Los barones autonómicos y la vieja guardia recelan de las primarias porque saben que, tras un descalabro como el sufrido, el estado de ánimo de la militancia es propicio para cualquier sorpresa. Rubalcaba teme que sean el instrumento de una maniobra contra él, y harto de evasivas empieza a sospechar que Zapatero quiere jugársela después de haberlo utilizado para apuntalarse. Entre ataques de cuernos y de nervios, rencores cruzados y amagos de ajustes de cuentas está creciendo la idea de que la candidata real del líder es Carmen Chacón, y hay prisa por cerrarle el paso. Pero la petición de un congreso no es solamente una cuestión de procedimiento: implica la renuncia de la dirección actual, la liquidación efectiva del zapaterato. Si eso ocurre equivaldría a una suerte de pustchpor cooptación, a una asonada de coroneles.

El problema consiste en que si el presidente no es capaz de sostener su posición en el partido no tiene ninguna posibilidad de sobrevivir al frente del Gobierno, y su deseo de culminar mandato quedaría sepultado por la afrenta de una destitución interna. Estos días hay un frenesí de llamadas y reuniones, un trajín conspirativo que mueve el propósito de llegar al comité federal en posición de ventaja. En esa reunión va a haber tantas navajas que los asistentes deberían pasar bajo el arco de metales. Pero algunos son capaces hasta de apuñalar al líder con un abrecartas. De cartas de dimisión, claro.


ABC - Opinión

Crónica del tiempo convulso que está viviendo el PSOE. Por Antonio Casado

Zapatero lo dejó claro ayer en los pasillos del Congreso. Habrá primarias internas. Conviene añadir: siempre que Chacón dé un paso adelante y Rubalcaba no dé un paso atrás. No parece. Las dos incógnitas se despejarán este fin de semana. Sin descartar que haya otros candidatos, por supuesto, y descartando la celebración de un congreso extraordinario expresamente convocado para la elección de una nueva Ejecutiva Federal, como propone el líder socialista vasco, Patxi López.

Podría repetir mi comentario del martes sin quitar una coma (“Ruido de primarias en un PSOE noqueado en las urnas”) sobre las voces más o menos desorientadas que especularon respecto a la posibilidad de celebrar un congreso federal antes de las elecciones generales, un cierre de filas en torno a Rubalcaba o un pacto de éste con Carmen Chacón que evitase las primarias en momentos de tribulación interna.


Tres días después del batacazo electoral de los socialistas, éstos proyectan la imagen de un partido en descomposición. Con valiosas aportaciones de sus propios dirigentes. Empezando por la ministra Carme Chacón, que aprovechó la Ejecutiva del lunes pasado para presentar de hecho su candidatura a las primarias con una intervención escasamente zapaterista. Y siguiendo por quien le afeó la conducta desde los medios de comunicación, la también ministra Trinidad Jiménez.
«Las elecciones primarias se recordarán como la última decisión relevante tomada con el viento en contra por un secretario general en el tramo final de su mandato.»
Menciones especiales para los barones regionales. Desde José Luis Barreda (su desmarque preventivo de Zapatero no le sirvió de nada en Castilla-La Mancha pero le retrató), a Patxi López (el más razonable, a mi juicio, en la formulación de su propuesta), pasando por Fernández Vara (su imposible tándem Rubalcaba-Chacón) y su inefable antecesor, Rodríguez Ibarra, que se mofa del eventual careo político entre el “ministro de los guardias” y la “ministra de los soldados” como vía más adecuada para despertar a los militantes y frenar a Mariano Rajoy.

Adecuada o no, el responsable será un Zapatero en retirada. Me explico. Las elecciones primarias que se convocarán en el Comité Federal del PSOE de pasado mañana, de las que saldrá el o la cabeza de lista para las elecciones de 2012, se han convertido en un empeño personal de Rodríguez Zapatero. Así que se recordarán como la última decisión relevante tomada con el viento en contra por un secretario general en el tramo final de su mandato. Para bien o para mal.

En su no resignada condición de secretario general, Zapatero será el culpable ideal en el que los demás descarguen los reproches si el proceso de primarias acaba generando males mayores. Nadie lo descarta en las actuales circunstancias. Males mayores, se entiende, que los que podría generar la celebración de un congreso donde se visualizase la asunción de responsabilidad política por el batacazo del 22-M. Pero esa va a ser la opción perdedora en el debate interno del sábado que viene (salvo que Patxi López movilizara a la mitad más uno de los militantes), previo paso de los barones, mañana por la tarde, por el confesionario del todavía líder del PSOE.


El Confidencial - Opinión

Guerra civil en el PSOE

La digestión de una derrota electoral como la del 22 de mayo nunca es sencilla ni rápida. Las complicaciones pueden ser tantas que conduzcan a un desenlace fatal, a una crisis de liderazgo y de proyecto que desemboque en una contienda fratricida por el poder de la que cuesta recuperarse varios procesos electorales. El partido de la democracia interna, de las elecciones primarias, se enfrenta estos días a sus fantasmas familiares, porque el PSOE no se ha especializado precisamente en tránsitos maduros y templados entre liderazgos. Hoy, la organización se encuentra atascada, perdida en disputas y sumida en un enredo de empujones y zancadillas para tomar posiciones ante la lucha por el poder que recorre sus pasillos y estancias. Cuando Zapatero anunció su retirada trazó una hoja de ruta que ha sido arrollada por la contundencia de los acontecimientos. Apenas tres días después de que el PSOE perdiera prácticamente todo su poder autonómico y la mayoría del local, el partido aparece fraccionado al menos en dos bloques: los que apuestan por las primarias y el guión establecido por la dirección federal, y aquellos que prefieren un congreso extraordinario para acabar con la era Zapatero y elegir al nuevo líder y candidato a la presidencia del Gobierno en 2012. Patxi López ha puesto cara y voz a los barones que apuestan por el cónclave extraordinario y por pasar la página del zapaterismo con rapidez. No parece que vaya a prosperar la tesis del congreso, que sería una auténtica moción de censura interna al secretario general, pero su sola formulación indica el grado de división y despiste que reina. En esa pugna, en la que el vicepresidente parece contar con un respaldo mayoritario incluso para salir ungido en el próximo comité federal como candidato, Zapatero irrumpió ayer en favor de las primarias y ha emplazado a los barones territoriales a una reunión el viernes para evitar sospresas. En el fondo, la cuestión reside en que Rubalcaba no parece dispuesto a participar en un concurso de méritos con Chacón, pues ni su currículum ni su paciencia se lo permiten. No será fácil que el proceso sea incruento y que no deje cicatrices; ni siquiera que no se cierre en falso o que una tercera opción irrumpa por sorpresa, como Zapatero en su día. Porque no se puede pasar por alto que los aspirantes a la sucesión son copartícipes de una política censurada por los ciudadanos y representan un pasado que los españoles quieren dejar atrás. Demasiadas aristas e incertidumbres. Y mientras el PSOE se desgasta en luchas internas, ¿quién presta atención a los problemas reales de los españoles? Ayer, los socialistas debatían entre congreso y primarias al mismo tiempo que la OCDE empeoraba sus previsiones para España en crecimiento y desempleo y la prima de riesgo estaba en los 250 puntos básicos. El país necesita que se culmine el proceso de reformas y ajustes para dinamizar la recuperación económica, y está demostrado que los dirigentes socialistas, enzarzados en poner orden en su casa, no están en condiciones de acometer esa exigente tarea . Sólo el PP, claro vencedor del 22-M, está capacitado y legitimado para ello.

La Razón - Editorial

Primarias o congreso

El PSOE debe cerrar con el menor coste para el país la recomposición de su discutido liderazgo.

La crisis interna desencadenada en el Partido Socialista por la severa derrota en las elecciones municipales y autonómicas del pasado domingo no es la de una fuerza política cualquiera; es la del partido que sustenta al Gobierno en uno de los momentos económicos más difíciles por los que ha pasado España. Las decisiones que adopten sus dirigentes para resolver su principal problema, que no es tanto la elección de un candidato para las elecciones generales como la recomposición de un liderazgo en entredicho, afecta, por eso, a la totalidad del país y a su inmediato futuro. Un paso en falso y no solo perderán unas elecciones que ya parecen perdidas, sino que pueden arrastrar mucho más en su desplome.

En estos momentos, no es la presidencia del Gobierno lo que está en discusión. Por adversos que hayan sido los resultados del domingo, y por mucho que quepa interpretarlos como un signo político de desaprobación ciudadana, los socialistas siguen siendo el grupo mayoritario en la Cámara y, en la lógica parlamentaria, esa es la única condición para que un Gobierno siga ejerciendo sus funciones. Si faltase a ellas, bien porque no logre conformar una mayoría para aprobar sus iniciativas, bien porque se enroque en la inmovilidad para continuar en el poder, habrá sonado la hora de reclamar al presidente un adelanto electoral, que es de su exclusiva competencia. Ninguna de estas circunstancias se ha producido hasta ahora.


Nadie ajeno al PSOE está legítimamente autorizado para interferir en la elección de sus cargos de responsabilidad. Otra cosa es el marco interno en el que debe realizarse esa elección, puesto que la adopción de uno u otro puede afectar a la gobernabilidad del país en circunstancias graves y, también, a la tarea de oposición que, previsiblemente, aguarda al PSOE. El secretario general de los socialistas vascos, Patxi López, ha avanzado una propuesta para celebrar un congreso en lugar de unas primarias. Esta es una buena fórmula para responder a la demanda de un debate de fondo sobre los resultados electorales y para la reformulación de un proyecto agotado por la crisis económica, aunque no está exenta de riesgos. Los dirigentes que aspiren a competir en unas primarias también podrían hacerlo en un congreso, aunque finalmente el mejor método será el que permita cerrar con el menor coste para el país la recomposición del liderazgo que necesita el socialismo.

Quedarse en la mera selección de un candidato para unas elecciones generales que parecen perdidas conduce al Partido Socialista a regresar al mismo punto que hoy, solo que con una nueva derrota a sus espaldas y sin esfuerzo alguno de renovación ideológica por medio. La persona que quede al frente del partido tiene como principal misión, salvo muy improbables sorpresas, disponer las cosas para una travesía del desierto. Está en juego el futuro y el peso del principal partido de la izquierda, pero también que el próximo Gobierno cuente con suficientes contrapesos.


El País - Editorial

Un partido en crisis al frente de un país en crisis

Si hasta las elecciones del pasado domingo estábamos gobernados por un partido de incompetentes, desde ahora y hasta que se celebren las generales vamos a estar gobernados por un partido de incompetentes furibundamente enfrentados entre sí.

Si hasta las elecciones del pasado domingo estábamos gobernados por un partido de incompetentes, desde ahora y hasta que se celebren las elecciones generales parece que vamos a estar gobernados por un partido de incompetentes furibundamente enfrentados entre sí. El debate abierto en el PSOE entre los partidarios de unas primarias donde se elija nuevo candidato a la presidencia del Gobierno y los que prefieren la celebración de un congreso que designe una nueva cúpula del partido (incluido un nuevo secretario general que haría las veces de candidato a la presidencia) está dejando en evidencia que los socialistas siguen dando prioridad a sus propios intereses antes que a la grave situación por la que atraviesa España.

El adelanto electoral que pedían y piden a gritos tanto la crisis que padecemos como el duro castigo electoral sufrido por el PSOE ha quedado en un segundo plano, tanto por la bochornosa determinación de Zapatero de agotar la legislatura, como por el hecho, ya conocido, de que el PSOE no tiene designado sustituto, algo que no puede hacerse de la noche a la mañana. Si a eso le sumamos el hecho de que las elecciones generales no están previstas para dentro de dos o tres años sino para dentro de nueve meses, poco margen queda para adelantar nada. Y es que, por mucho que cada día que pase de más Zapatero en el Gobierno sea un día perdido para nuestras posibilidades de recuperación, no merece la pena insistir en algo que ya sabíamos: el presidente del Gobierno y su partido anteponen sus intereses a los de España.


Teniendo, pues, que afrontar y valorar el dilema entre un congreso o unas primarias al que nos aboca el enfrentamiento interno que está sufriendo el PSOE, hemos de empezar señalando que ambas supuestas alternativas pueden ser tanto una solución como una farsa de cara al cambio que requiere el PSOE por el bien de España.

Ya hemos dicho que el PSOE necesita no sólo un cambio de líder sino una auténtica transformación que le haga un auténtico partido nacional asimilable a lo que son los partidos socialdemócratas europeos. Desde este punto de vista, el PSOE necesita un congreso que le sirva de catarsis; lo cual no significa, evidentemente, que tenga que celebrarlo mientras siga gobernando. Menos aún significa un respaldo a un congreso que meramente sea una forma de evitar la competencia a Alfredo Pérez Rubalcaba como "nuevo" líder del PSOE, tal y como parece que pretenden algunos barones territoriales, con un insistente Patxi López a la cabeza.

Por su parte, las primarias son, naturalmente, un proceso de selección mucho más democrático y más permeable a que se cuelen corrientes regeneracionistas ajenas al actual aparato del partido. Sin embargo, también serían una farsa si en esas primarias sólo compiten irrelevantes variantes de lo que ha significado el zapaterismo, tal y como son el propio Rubalcaba o la ministra Chacón.

Sea como fuere la fórmula que termine imponiéndose, lo que parece evidente es que, hasta en la forma de marcharse, Zapatero está brindando un pésimo servicio a España.


Libertad Digital

Octubre en el horizonte

La situación ha llegado a un punto de no retorno que va más allá de la alternancia política. Está en juego España como proyecto de futuro.

LAS diferencias entre los dirigentes socialistas sobre si la crisis poselectoral del 22-M debe empezar por un congreso o por un proceso de primarias no es solo una cuestión de táctica o de oportunidad. Supone directamente el cuestionamiento de la trayectoria del PSOE en los últimos años y la constatación de la vulnerabilidad de Zapatero como secretario general. Esta diversidad de enfoques explica el grado de confrontación existente en el seno del partido y la urgencia con que el lendakari Patxi López ha lanzado, e insistido en ella, la idea de un congreso. El PSOE se enfrenta a decisiones de las que depende mucho más que prepararse para una derrota digerible. Realmente el PSOE está ante la encrucijada de desprenderse de la herencia del zapaterismo, para lo que es imprescindible que encuentre una solución, porque su inestabilidad política provoca inestabilidad económica y sitúa a nuestro país en un endiablado cruce de caminos. Sea cual sea la fórmula elegida —primarias o congreso—, España y sus intereses no pueden depender de la estrategia de un partido obligado a una profunda reforma de sus estructuras. En este escenario son cada vez más las voces que coinciden en dar por hecho que las urnas se abrirán en octubre como fecha tope, porque la situación ha llegado a un punto de no retorno en el que está en juego mucho más que la alternancia política: España como proyecto de futuro. La situación de guerra abierta en el PSOE no es tampoco fruto solo del 22-M. Los socialistas estaban avisados de su debacle, pero se fiaron de Zapatero.

Sus opciones ahora son solo de carácter interno, únicamente partidistas —congreso, primarias—, porque el Gobierno carece ya de recursos políticos para invertir la dinámica que apunta a una nueva derrota. No hubo «efecto Rubalcaba» ni hubo remontada por la renuncia de Zapatero a ser candidato. Perdido el poder autonómico y municipal, los socialistas están privados de acción política inmediata sobre los ciudadanos y sometidos a las consecuencias que este desalojo institucional supone para miles de militantes y dirigentes, sin más opción laboral que los presupuestos públicos. El PSOE se encuentra en la situación de tener que elegir cómo vive su fin de ciclo. La dimensión de la derrota electoral es tan grande que no cabe en los protocolos habituales de los partidos. La convocatoria anticipada de elecciones y la salida del PSOE del Gobierno acabarán siendo la quiebra inevitable de esta situación.

ABC - Editorial