sábado, 4 de junio de 2011

El verdugo está confuso. Por Hermann Tertsch

Así le queríamos ver al más soberbio de todos los muchos asesinos de los Balcanes. Con auriculares.

Así le queríamos ver al más soberbio de todos los muchos asesinos de los Balcanes. Con auriculares. Como Rudolph Hess y Hermann Göring y tantos otros allí en el banquillo de Nuremberg. Con auriculares escuchando traducidos los relatos de sus crímenes.

Así hemos querido verle muchos desde años antes de su mayor atrocidad que fue la terrible matanza de Srebrenica. Allí batió su récord con más de 7.000 hombres y muchachos inocentes y desarmados ejecutados y enterrados en fosas comunes. En cuatro días.

A muchos de sus hombres les debió doler el dedo al final de esta ardua tarea, como a los soldados soviéticos en Katyn o a los nazis en las fosas junto a Kiev. Todos, soldados y paramilitares trabajaron allí hasta la extenuación porque las órdenes las daba el dios de aquella guerra.


«Soy el general Ratko Mladic», dijo ayer y se le vio confuso. Porque nadie temblaba. Todo le debe confundir. Él, allí.

Por eso con los arrebatos de soberbia llegan palabras impropias que casi piden merced. «Soy un hombre gravemente enfermo». Dice que las acusaciones que pesan sobre él son una monstruosidad.

Pero no vuelve a caer tan bajo como en Belgrado, donde dijo que aquellos crímenes se habían cometido a sus espaldas. Mladic, este clásico general comunista convertido a la sagrada causa nacionalista, era el Napoleon de la redención nacional serbia que iba a limpiar aquella tierra de «turcos», como llamaba a los musulmanes.

Lo era cinco años antes de Srebrenica. Y pudo cometer aquella matanza porque durante un lustro los apaciguadores europeos no dejaron de negociar con él mientras cometía las matanzas preparatorias del gran golpe.


ABC - Opinión

Ley de Igualdad de Trato, la última perversión de Zapatero. Por Federico Quevedo

Al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero le quedan ya pocos meses de existencia, pero aún así parece empeñado en terminar de amargarnos la vida con leyes injustas que atentan contra las libertades fundamentales y suponen un ahondamiento mayor en ese principio relativista que ha impregnado de una nefasta ideologización buena parte de la andadura de estos ocho años. La última aportación a ese proyecto relativista se llama Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación, aprobada hace poco más de una semana por el Consejo de Ministros para su remisión a las Cortes después de haber recibido el visto bueno de un Consejo de Estado cada vez más reducido a ser una mera correa de trasmisión de las intenciones gubernamentales. Es verdad que en términos generales el objetivo de la ley puede ser positivo en la medida que lo es también el fin de la no discriminación, pero al mismo tiempo el Gobierno y, en concreto, la ministra de Sanidad, Leire Pajín, han utilizado la norma para aplicar una destructiva visión relativista que posiciona el fin de la igualdad colectiva por encima del fin de la libertad individual. Hay, de hecho, aspectos de la Ley, del proyecto de Ley, que amenazan muy gravemente libertades individuales básicas y entran directamente en conflicto con derechos esenciales de los ciudadanos.

La primera en alertar sobre estos extremos ha sido la propia Asociación de Editores de Diarios Españoles, la cual se ha mostrado sumamente crítica con el anteproyecto de Ley, por cuanto pretende realizar una concepción expansiva del derecho de igualdad que entra en conflicto con la libertad individual de los ciudadanos y adolece de una falta de concreción de las conductas consideradas discriminatorias y que pueden sancionarse con multas de elevada cuantía. Multas que pueden llegar hasta el medio millón de euros, una cantidad nada despreciable teniendo en cuenta que la naturaleza del delito sancionable vendrá determina por la arbitrariedad de la llamada Autoridad para la Igualdad de Trato y la No Discriminación, con la que además los ciudadanos tendrán la obligación, obligación insisto, de colaborar cuando ésta lo requiera. Es decir, volvemos a un viejo conocido de este Gobierno que ya se manifestó con la Ley del Tabaco: la delación instigada desde los poderes públicos.
«Es aquí, sin duda, donde la ley se vuelve más injusta y antisocial, ya que no solo niega ese derecho a los padres sino que potencia la exclusión, es decir, justo lo contrario de lo que se supone pretende la ley.»
Por poner un ejemplo, si un ciudadano quiere alquilar su casa y tras una selección descarta a varios candidatos, entre ellos algunos inmigrantes, éstos podrán denunciarle por discriminación y tendrá que ser el ciudadano el que demuestre que no existe una actitud discriminatoria en su decisión, pero es que además sus amigos, familiares y vecinos, a instancias de la Autoridad, tendrán obligación de colaborar en la aclaración del caso. ¿Se imaginan lo que podría decir, por ejemplo, un vecino que tenga con él algún pleito pendiente?

Pero es que, independientemente de la anécdota, la Ley choca en este caso con algo tan básico como es la libertad individual a la hora de tomar una decisión que no tiene consecuencias colectivas o públicas. Pero no es el único caso en el que se produce este conflicto, ya que el más grave de todos es, sin duda, la intención de la Ley de eliminar las subvenciones públicas a los colegios con educación diferenciada, anulando de manera absolutamente unilateral y arbitraria un derecho esencial de los padres: el de elegir la educación de sus hijos dentro de los parámetros de una educación universal y gratuita. Digo esto porque es aquí donde, probablemente, el informe del Consejo de Estado deja mucho que desear, ya que por un lado reconoce abiertamente que “la educación diferenciada, como modelo pedagógico, no puede considerarse -a la vista de las normas mencionadas- un supuesto de discriminación por razón de sexo”. Las normas mencionadas a las que se refiere son directivas de la UE y normativas de otros países de nuestro entorno en los que existe ese tipo de educación que el propio presidente de Estados Unidos, Barack Obama, impulsa con una política de subvenciones estatales muy importante. Pero, por otro, el Consejo dice que la Ley no atenta contra la libertad de los padres a la hora de elegir la educación de los hijos, ya que permite que siga existiendo ese tipo de educación en el ámbito privado. Y es aquí, sin duda, donde la ley se vuelve más injusta y antisocial, ya que no solo niega ese derecho a los padres sino que potencia la exclusión, es decir, justo lo contrario de lo que se supone pretende la ley.

La pretensión del Gobierno de Rodríguez es que la Ley de Igualdad de Trato se tramite por un procedimiento de urgencia en el Congreso de los Diputados, de tal manera que en otoño estaría aprobada, evitando así la amenaza de unas elecciones generales anticipadas, y dejando como herencia la última de sus perversiones ideológicas para que tenga que ser, de nuevo, el PP el que la derogue y así poder acusar a la derecha de antisocial. Ya nos conocemos el paño. Pero lo cierto, insisto, es que se trata de una de las normas más perversas que haya podido aprobar este Gobierno, en consonancia con ese principio tan totalitario del relativismo de la uniformidad ideológica y la corrección política, un principio que actúa en contra de la libertad individual y, por supuesto, niega toda influencia de lo moral en los comportamientos colectivos y procura la destrucción de la dimensión espiritual del ser humano. La no discriminación, insisto, es un fin por el que vale la pena luchar, pero el fin no justifica los medios, sobre todo si los medios implican la negación de un fin más elevado como es la libertad individual. La única esperanza de que no se perpetre esta nueva afrenta gubernamental es que los grupos parlamentarios tomen conciencia de la barbaridad que supone esta ley, y se opongan a su tramitación urgente. Están en juego libertades esenciales, y todos tenemos la obligación de defenderlas.


El Confidencial - Opinión

Igualdad. Pajín, esa liberticida y totalitaria. Por Manuel Llamas

La amplia ambigüedad y arbitrariedad que denota el texto otorga al Estado un poder inusitado para sancionar, multar y hasta condenar conductas naturales, es decir, propias del ser humano y típicas del día a día.

Ha nacido una estrella. Se llama Leire Pajín. Y como tal, ya cuenta con su particular proyecto estelar bajo el título "Ley de Igualdad de Trato y No Discriminación". Un pomposo y llamativo nombre acorde con el indudable prestigio de su precursora, una joven socióloga cuya vida profesional ha discurrido única y exclusivamente ligada al ámbito político, tras una meteórica carrera en el seno del Partido Socialista. Pajín, ese adalid de la progresía hispana, ese icono resplandeciente del nuevo socialismo del siglo XXI que tanto gusta en otras latitudes y que tan orgullosamente encarnan líderes de la talla de Hugo Chávez y Evo Morales, ha decidido alzarse, sola pero firme, contra la discriminación, sea ésta del tipo que sea.

Un objetivo loable, digno, sin duda, de su figura cuasi divina. Pajín acaba de autoproclamarse en heroína de la igualdad, defensora a ultranza de los discriminados, entregada salvadora de los desvalidos y repudiados por el mero hecho de ser diferentes o pensar algo distinto a los demás. Leire, esa jueza suprema e incorruptible del pensamiento políticamente correcto, esa fiscal despiadada en la persecución del "delito social", esa abogada incólume en la defensa acérrima de los desiguales. Todo eso y más es Leire Pajín, la asombrosa descubridora de la nueva Verdad... ¡La suya!


Dejémonos de ironías. Bajo ese pomposo y buenista título, "igualdad y no discriminación", propio de los paraísos utópicos del socialismo que, una vez alcanzados, se materializan en auténticos infiernos, yace un proyecto de ley totalitario. Su articulado, envuelto de ideales socialistas, esconde, en realidad, un único fin: ahogar la libertad de empresa, violar la propiedad privada y restringir hasta el extremo el pensamiento y libre elección de los individuos. El análisis detallado de estos aspectos lo tienen aquí (económicos), aquí (jurídicos) y aquí (mediáticos).

La amplia ambigüedad y arbitrariedad que denota el texto otorga al Estado un poder inusitado para sancionar, multar y hasta condenar conductas naturales, es decir, propias del ser humano y típicas del día a día. Y es que, todos y cada uno de nosotros discriminamos siempre y en todo lugar. Actuar no es otra cosa que discriminar, elegir entre varias opciones o, lo que es lo mismo, seleccionar algo excluyendo lo demás. Usted discrimina, de una u otra forma, cuando elige libremente a sus amigos, contrata a un empleado o selecciona a un inquilino...

Pero el proyecto de Pajín contradice este principio básico al primar la igualdad material en sentido estricto frente a la tradicional igualdad formal (ante la ley). La manida "igualdad" se convierte en un fin en sí mismo. Se trata de una aberración jurídica que, en caso de aprobarse, hará saltar por los aires el artículo 14 de la Constitución. Así, pasaremos de "los españoles son iguales ante la ley" a "la ley del Estado impondrá su igualdad a los españoles". En este caso el orden de los factores sí altera –¡y cómo!– el producto.

La socióloga, por muy ministra que sea, parece desconocer que el actual Estado de Derecho se sustenta sobre un nuevo concepto de libertad ideado para romper con las ataduras del Antiguo Régimen. No por casualidad la Declaración de Independencia de los EEUU reza lo siguiente: "Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad". La libertad, no la igualdad (material), es un derecho natural, intrínseco al ser humano. Y el hombre se siente libre cuando es dueño de su patrimonio (propiedad privada), no encuentra trabas a su pensamiento (libertad de expresión), educa a sus hijos según sus creencias y profesa libremente religión y oficio. En definitiva, cuando su esfera personal, familiar y profesional no es invadida por el Estado, es decir, por Pajín.


Libertad digital - Opinión

Extremadamente. Por Ignacio Camacho

La Haya no es el Nuremberg yugoslavo. Ha transcurrido demasiado tiempo de impunidad para los criminales.

LA vergüenza del siglo XX no acabó en Auschwitz. El mal en su sentido más nihilista y devastador pasó por Camboya y Ruanda antes de aterrizar en los Balcanes ante la mirada, pasiva o atónita, de los boinas azules de Naciones Unidas. Entre el delirio totalitario nazi y el sangriento designio tardocomunista de Sbrenica apenas hay una diferencia de escala y otra, más grave, de advertencia. El exterminio hitleriano tomó de sorpresa a un mundo incapaz de imaginar la industrialización de la muerte; en Bosnia, sin embargo, ya estábamos avisados. Y lo que es peor, estábamos presentes a través de una presunta fuerza de interposición que garantizó a las víctimas del rencor serbio la existencia de una «zona segura». En el interior de ese perímetro protegido, los hombres de Ratko Mladic seleccionaron a la población por su origen étnico, separaron a las mujeres —no sin antes violar a la mayoría— y fusilaron a ocho mil hombres delante de sus propias fosas.

Mladic ha vivido quince años protegido —oficialmente escondido— en Serbia, que ha acabado entregándolo, como antes a sus jefes Milosevic y Karadzic, para allanar su camino hacia la Unión Europea. Tiene cáncer terminal, y es probable que ni siquiera alcance a ver su condena. El verdugo de Sbrenica apela en La Haya al humanitarismo de los jueces y se declara «extremadamente enfermo». Tiene un ordenador personal en su celda extremadamente limpia y cómoda, y las autoridades se preocupan extremadamente de que reciba la adecuada asistencia clínica. Miles de compatriotas han protestado en la calle contra su deportación; lo consideran un héroe nacional víctima de una conspiración extranjera. Quizá por eso no encontrase a nadie dispuesto a volarle los sesos cuando en sus últimos años de enfermedad pidió a sus acompañantes que lo mataran.

Tiene la misma mirada extremadamente fría y amarga con que salía en los telediarios dando órdenes en aquel verano del 95. Dice que no podrá leer las actas de acusación porque son extremadamente largas y no tiene fuerzas, y sabe que un alegato suyo puede abrir en Holanda heridas morales extremadamente dolorosas: eran holandeses los cascos azules encargados de proteger a los civiles del enclave sitiado. También sabe que va a morir de muerte natural, la que él negó a miles de inocentes, y le da igual servir de símbolo expiatorio de una culpa que no reconoce.

La Haya no es el Nuremberg yugoslavo. Ha transcurrido demasiado tiempo de impunidad para los criminales, y Europa tiene mala conciencia de aquellos días terribles de pasividad culpable en que desangró, como poco antes en Vukovar o Sarajevo, el honor de la civilización contemporánea. Mladic, el carnicero, morirá cualquier día sin arrepentimiento, tal vez siquiera sin castigo, y ese fracaso clamoroso de la justicia moral nos dejará el retrato de una ignominia. Extremadamente vergonzosa. Extremadamente humillante.


ABC - Opinión

Ya vale todo. Por Andrés Aberasturi

No estoy seguro, pero creo que hemos perdido un poco el oremus y aquí cada uno va por libre, sin freno y en no se sabe a qué dirección. Desde la crisis de los pepinos hasta las acampadas del 15-M hay un largo rosario de despropósitos que salpican, incluso a la Academia de la Historia; del no me llames Rubalcaba, llámame Alfredo a la peregrina respuesta de ZP que culpaba ¡a Rajoy! De haber llamado por teléfono a algún mandatario europeo para solucionar el boicot a nuestras hortalizas, o, lo que es lo mismo, acusar al líder de la oposición de no tomar las decisiones del Gobierno. Ya vale todo.

Porque los del 15-M se agota en si mismo y como sigan tres días más, van a terminar desalojándose entre ellos, que las amistades de una noche de acampada pueden terminar como el rosario de la aurora y por de pronto el sector feminista ya se ha abierto tras denunciar abusos o intentos de abusos sexuales. Uno, que no es nadie, se lo advirtió mil veces: lo poco agrada y lo mucho cansa. Lo ocurrido en la semana electoral fue un éxito, una llamada a la conciencia de muchos, un motivo de reflexión incluso discrepando de algunos puntos. Y ahí tenía que haber terminado y plantearse otra acción distinta, nueva, atractiva y crítica. Pero no; siguieron y comenzaron las deserciones y losa desacuerdos, llegaron los que querían apuntarse el tanto sin haber pegado ni chapa y, en conjunto, la existencia/persistencia de tanto plástico en la Puerta del Sol pasó de ser graciosa a ser pesada. Y cuando dejas de ser noticia y empiezas a incomodar al ciudadano que antes te sonreía, lo mejor es recoger los bártulos y hasta la próxima.


Y mientras ZP en el mejor de los mundos posibles, alegre y confiado, feliz con su Alfredo y su Rubalcaba, con su Gobierno que no piensa cambiar y con su legislatura que está dispuesto a agotar sea como sea: quedan muchas medidas que tomar, dice; pero no las toma. Ahora se la ha roto el pacto imposible empresarios-sindicatos y deberá ser el Ejecutivo el que diga aquí estoy yo. Ya veremos. Porque es posible que o bien Alfredo o bien Rubalcaba, se piense las medidas impopulares a medio plazo y a ver que lío va a ser este.

Aunque para líos, el que anuncia Rajoy en plan ya de futuro presidente y controlador de no pocas autonomías: auditorías para todos. Y más de uno de los suyos, temblando. Porque aquí, cuando se sepan de verdad las cuentas reales sin maquillaje (no sé yo si ese día llegará) nos vamos a llevar una desagradable sorpresa y me temo que desde ninguno de los dos partidos van a poder tirar la primera piedra. Hace falta un regeneración política de verdad, una democracia real, ya y ni Rubalcaba ni Rajoy, ni el PSOE ni el PP están capacitados para iniciarla. Tampoco, ay, los de la Puerta del Sol.


Periodista Digital - Opinión

Rubalcaba-CiU. Barato, barato. Por Maite Nolla

Rubalcaba no sólo se queda sin nada que ofrecer, sino que se queda sin nada que el PP no pueda ver y doblar.

Rubalcaba sabe cómo resolverlo. Desde luego es un buen lema para los carteles lectorales. Da igual de qué se trate. Como todos los charlatanes, el candidato Alfredo tiene soluciones para todo y, además, todo barato, barato. Así, el último problema que estaba esperando la solución de Alfredo para dejar de ser un problema es el asunto catalán. Pensábamos que los socialistas habían conseguido poner las bases para el encaje del nacionalismo en España, después del insufrible proceso de reforma estatutaria y después de haber hecho pasar por constitucional una norma inconstitucional, y resulta que el problema sigue ahí. Pero como nadie ha demostrado mayor sensibilidad con Cataluña que Alfredo, para implementar su hoja de ruta ya se ha reunido con Mas y con Duran ofreciéndoles las prebendas habituales en estos casos cuando uno quiere granjearse apoyos presentes o futuros; aunque eso suponga dejar colgada de la brocha a la ministra Salgado, que resulta ser una de sus asesoras en esta nueva andadura. A nadie se le había ocurrido antes la brillante idea de que para contentar a los nacionalistas hay que darles lo que pidan, y cuando pidan más hay que darles más. Inteligencia superior.

Al margen de la propinilla que pueda servir al PSOE para no tener que convocar elecciones antes de marzo, y de que si hay alguien capaz de ofrecer cualquier cosa en cualquier momento a cualquiera, ése es el candidato socialista, el plan de Rubalcaba cuenta con algunos obstáculos futuros, como es que con ciento treinta diputados puede que no tenga nada que ofrecer. O que CiU quiera esperar al nuevo Gobierno. O que quieran guardarse la carta de la petición del conciertazo económico para el PP, aunque sólo sea para mantener la tensión y el victimismo, especialmente si hay mayoría absoluta. O que necesiten al enemigo exterior para seguir culpando al tripartit y a España de los problemas económicos de la Generalitat. Pues como les decía, al margen de todo eso, el verdadero problema para el candidato es que lo que Rubalcaba ofrece a CiU también se lo ofrece el PP. Es cierto que la imaginación nacionalista para pedir es inagotable, pero el PP no ha puesto reparo alguno en los asuntos que interesan a los nacionalistas. En lo del Fondo de Competitividad, el PP no sólo apoya la postura de CiU, sino que la Comunidad de Madrid ha presentado incluso un recurso contencioso-administrativo para que el Estado lo pague. El PP en Cataluña está apoyando todas las medidas del Gobierno de Mas y todas sus reivindicaciones. Y en la gran cuestión "nacional" para los próximos años, que es el pacto fiscal o el concierto económico o como lo quieran llamar, Rajoy ya ha dicho que se va a hablar con todos de todo. Con lo cual, Rubalcaba no sólo se queda sin nada que ofrecer, sino que se queda sin nada que el PP no pueda ver y doblar.

Libertad Digital - Opinión

Generalizado. Por M. Martín Ferrand

La oposición anda de susto en susto porque descubre los agujeros existentes en nuestras cuentas públicas.

NI siquiera en una democracia medianeja, como la nuestra, en la que los poderes del Estado viven en escandaloso amancebamiento, la oposición es un concepto concreto y rígido. Los grandes partidos la integran en las circunscripciones y planos administrativos en los que no actúan como poder establecido. Por eso resulta pasmosa la lejanía que, salvo casos muy concretos y no exclusivos de ninguna formación, la oposición tiene de la realidad en que, se supone, actúa como alternativa potencial y control efectivo. Más grave todavía: lo poco que los ciudadano alcanzamos a conocer de las costosas disfunciones en las distintas células del poder —nacional, autonómico y local— las percibimos a través de los medios de comunicación. Como decía hace algo más de un siglo Joseph Pulitzer, «no resulta exagerado decir que la prensa —humilde, la señalaba con minúscula— es la única gran fuerza bien organizada que está activa y unida en la conservación de la rectitud civil».

Algo, quizá demasiado, ha mermado el sentido ético de los periódicos con respecto a la visión del húngaro que asentó en los EE.UU. un periodismo «sin barba y con conciencia», como le describió Baura; pero su afirmación sigue siendo exacta. Todos los demás implicados en el fenómeno común de la sociedad tienen sus «compromisos» establecidos. Los médicos quieren salvarnos el cuerpo; los ministros de las distintas religiones, el alma y los políticos, la ideología. A los ingenieros les preocupan los puentes y las fábricas del mismo modo que a los abogados los pleitos y a los fontaneros las cañerías y los grifos. Solo el periodismo independiente, tan en extinción como el urogallo, tiene una visión completa y desinteresada del conjunto de la sociedad y, con perdón, de la Nación.

Ahora la oposición —las oposiciones— andan de susto en susto porque descubren los agujeros existentes en nuestras cuentas públicas. Los dos aspirantes a suceder a José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy y el «candidato natural», se maravillan con el retraso en los pagos a los acreedores de las Administraciones y de otros parecidos fenómenos de ruina y desorden. ¿Qué habrán estado haciendo durante todo este tiempo? Bastaría con que leyeran los periódicos con cierta atención para que tuvieran un más claro conocimiento de una realidad que es insostenible y que, aunque cueste muchos votos y genere protestas rabiosas, exige cirugía implacable y rigor absoluto. Ni la desobediencia civil, como la de los «indignados», ni las deudas recalcitrantes como las de las Administraciones, son tolerables en un Estado que se dice «de Derecho» y que está torcido en su rumbo.


MEDIO - Opinión

Alfredo. Por Alfonso Ussía

«A partir de ahora, llamadme Alfredo». Bellísima petición. Coincido plenamente con Federico Jiménez Losantos en que Alfredo, Alfredo a secas, Alfredo a lo grande, sólo hay uno, al menos para los madridistas y los buenos aficionados al deporte. Don Alfredo Di Stéfano. Existen dos tipos de personas. Los que se conocen por el nombre o por el apodo cariñoso y los que se distinguen por sus apellidos. Rubalcaba pertenece al segundo grupo. Por otra parte, Rubalcaba es Pérez con anterioridad, que así se apellidaba su padre, un ilustre comandante de líneas aéreas. Adolfo Suárez es Adolfo para casi todos. No necesitó reunir a los militantes de UCD para pedirles semejante bobada. «A partir de ahora, llamadme Adolfo». Ya se lo llamaban. Como Pepiño Blanco, al que le decimos «Pepiño» los que apenas le conocemos. Nadie le llama Blanco. Si en una charla alguien comenta «he visto a Blanco muy preocupado por los acontecimientos», siempre surge el que pregunta: «¿Qué Blanco?», o «¿Quién es Blanco?». Con Pepiño no hay problema. A Jaime Mayor Oreja se le sustrae el primer apellido. Sus amigos nos referimos a él como «Jaime» y sus enemigos como «Oreja». Se trata de costumbres, de tics adquiridos, de modismos habituales que no se pueden cambiar de la noche a la mañana. Rubalcaba es Rubalcaba para casi todos, y por mucho que quiera que se le llame Alfredo, se distingue a cien leguas que sigue siendo Rubalcaba. Entonces aparece el cursi. «Es que Alfredo es más cálido».

La izquierdilla española, es decir, la de Visa Oro, usa de dos voces con asiduidad perforante. «Cálido» y «mágico». Lo de «mágico» es de cineastas. «¿Cómo definiría su última película?», pregunta el sagaz entrevistador. «Creo que es mágica», responde el realizador vestido de cine mientras se rasca la barba para que su pulga preferida decida abandonarlo y pernoctar en la Puerta del Sol. «Lo mejor de Amenábar es que és muy cálido cuando trabaja». Y se acepta, claro, porque quien no ha trabajado con Amenábar no puede poner peros a su calidez. Así que Rubalcaba, cuando pretende ser llamado Alfredo, es cálido y mágico a la vez, aunque siga siendo Rubalcaba. En lugar de ZP, AF. «Hoy nos recibe AF», dirán encantados los que ya le dicen «Alfredo». Si no me equivoco, puede haber lío en el empeño, porque AF me suena a muebles de oficina. Pero no es cosa de alarmar ni buscarle tres pies al gato. No obstante, y Rubalcaba sabe bien que personalmente cuenta con mi viejo aprecio, lo de «alfredo» no le va a salir, por una sencilla razón. Quien lleva treinta años siendo Rubalcaba, para los unos y para los otros, seguirá siendo Rubalcaba para los otros y para los unos, y sólo le llamarán «Alfredo» los jóvenes aspirantes a subir un escalón en el PSOE, que sería conveniente que lo hicieran, por otra parte. Además, que Rubalcaba es listo, pero no mágico, y simpático, pero no cálido. Cálida es Carla Bruni, por poner un ejemplo que no precisa de exégesis profundas. AF está a tiempo de recapacitar. Si lo que busca es una buena cosecha de votos, que no la va a tener, lo mejor es no cambiar de marca. Se puede entender desde el prisma de la añagaza. El pasado cuenta. Pero «Alfredo» no podrá borrar nunca el pasado de Rubalcaba, porque la gente no es tonta, y Rubalcaba es el segundo responsable del Gobierno desastroso que nos ha llevado a todos los españoles al borde del abismo. Rubalcaba y Alfredo. Los dos.

MEDIO - Opinión

Rubalcaba. Call me Alfredo. Por Pablo Molina

Sí, habrá algún advenedizo para cubrir la cuota de exotismo folclórico que exigen esas organizaciones antidemocráticas por definición que son los partidos políticos, pero nada que pueda inquietar a Rubalcaba.

Rubalcaba quiere que ser ahora Alfredo, simplemente Alfredo, en un gesto de cercanía hacia el militante socialista francamente innecesario, porque no es probable que se vaya a ver obligado a disputar unas elecciones primarias con algún riesgo de no salir elegido. Todos los dedos índice del sanedrín socialista le han señalado y a ver quién es ahora el chulo que se atreve a apuntar en dirección contraria.

Las primarias socialistas son un deporte de apariencia democrática para que al final gane Rubalcaba, que es lo que Cruyff dijo en una ocasión sobre el fútbol y la selección alemana sin equivocarse demasiado. La prueba en el caso del PSOE es que nadie con un relativo peso específico se ha atrevido a disputarle al ministro de Interior el puesto que él mismo hace tiempo reservó para sí mismo. Sí, habrá algún advenedizo para cubrir la cuota de exotismo folclórico que exigen esas organizaciones antidemocráticas por definición que son los partidos políticos, pero nada que pueda inquietar a Rubalcaba; perdón, Alfredo queríamos decir.


Francisco Fernández Ordóñez (q.e.p.d.), muy mejorable ministro de Exteriores aunque infinitamente más útil que lo que nos ha venido después con Zapatero, sólo sabía decir una frase en inglés –"call me Paco"–, con la que mal que bien anduvo por esas Europas de Dios derrochando al menos simpatía. "Pacordóñez" tenía la disculpa de que acabábamos de entrar en la CEE y los únicos españoles conocidos eran Butragueño y Felipe González, por ese orden, pero a Rubalcaba lo conocemos ya tanto que incluso dentro de su partido debe resultar bastante raro dirigirse a él como simplemente Alfredo.

¿Alfredo? Ah, sí, Rubalcaba. Exacto, Rubalcaba, el tipo con un pasado terrorífico y un porvenir siniestro que ahora quiere ser "Alfredo", una joven promesa de la política con un futuro prometedor, capaz de ilusionar al votante socialista partidario de la renovación.

Al final, friquismos surgidos de las bases aparte, las únicas primarias se disputarán entre "Call me Alfredo" y Rubalcaba. Por supuesto ganará Rubalcaba. A ver entonces quién tiene lo que hay que tener para dirigirse a él solamente como "Alfredo".


Libertad Digital - Opinión

La pena de Europa. Por Tomás Cuesta

Luego de compensar el estropicio y darle matarile a la epidemia, habrá que evaluar el tantarantán político.

DESPUÉS de establecerse que la bacteria criminal que está convirtiendo a Hamburgo en el escenario de «La peste» no fue despachada en nuestros invernaderos, el presidente del Gobierno se ha lavado las manos y le ha cargado los muertos a la señora Merkel. «A mí que me registren», ha venido a decir al igual que otras veces. «Pío, pío, que yo no he sido». Ahí acaba la historia y se despide el duelo. ¿De verdad? Más quisiéramos. Tras siete años cumplidos de trolas y de tretas, de falsificaciones descaradas, de aviesos fingimientos, ya no hay quien reconcilie la verdad con Zapatero. Tanto ha mentido, tanto ha escurrido el bulto, nos la ha dado con queso tantas veces, que cuando, como ahora, se declara inocente, provoca de inmediato una estampía de sospechas.

En cualquier caso, la crisis del pepino (la crisis del pepino o la alegría de la huerta; qué le vamos a hacer si en un país de chiste la risión contamina la tragedia) se puede solventar a fuerza de dinero. La alerta sanitaria, mucho más preocupante porque lo que está en juego no es sólo la cartera sino una verosímil mutación bacteriana peligrosa, es de esperar que sea doblegada por los hombres de ciencia. Pero, una vez que esté resuelto lo anterior, luego de compensar el estropicio y darle matarile a la epidemia, habrá que evaluar el tantarantán político que acaba de encajar una Europa maltrecha.


El dato bruto es que una funcionaria de tercer grado, desde la brumas de una ciudad del Norte, no ha tenido más que apelar a los viejos terrores locales para llevarse por delante toda la ficticia unidad europea forjada en estos años. La senadora de Sanidad de Hamburgo, Cornelia Prüfer-Storks jugaba a favor de corriente, es cierto. Ante los riesgos epidémicos de origen ignoto, todos los arcaísmos se desatan: el mal tiene que venir necesariamente de fuera, proceder de «otro», al cual nos sea cómodo juzgar inferior. La agricultura andaluza era una cabeza de turco perfecta. Como lo hubiera sido la siciliana o la cretense. Porque de lo que se trata es de hallar, no sólo explicación, sino ante todo culpable, para algo que escapa a la certeza de civilización inexpugnable que exige el afectado. Y hacer caer esa culpa sobre «otro», al cual uno sea esencialmente ajeno.

El problema es que ese retrasado «otro» —de Almería, Agrigento o Heraklion— es tan Europa —sobre la convención legal— como pueda serlo el adelantadísimo morador de Hamburgo. Y que, al exhibirlo como riesgo ajeno, la senadora estaba constatando la verdad que resiste, testaruda, a poca superficie por debajo de los tratados internacionales: que no hay Europa, más que en la plana retórica de los políticos que viven a costa de invocarla. En la misma medida en que los políticos españoles que exigen subvenciones compensatorias para olvidar el mal paso, están gritando a voces su complejo, apenas camuflado, de no ser otra cosa que vecinos pobres de un par de potencias —Alemania y Francia— que forjaron el invento de la UE para consolidar su común supremacía en un continente a punto de desmoronarse. Zapatero no ha preguntado por los alemanes muertos, a los cuales hubiera debido ver como conciudadanos. Ha reclamado el precio de los pepinos perdidos. En eso queda de Europa.


ABC - Opinión

Cinco millones de razones

El fracaso de la negociación para acordar la reforma de los convenios colectivos tiene unos responsables concretos. En un país con cinco millones de parados se han perdido cinco meses fundamentales –y más de dos años si se cuenta que este asunto ya formó parte de la anterior mesa del diálogo social– en un proceso en el que, desde el primer momento, los sindicatos funcionaron como freno y no como catalizador de cambios imprescindibles. Méndez y Toxo desarrollaron una estrategia para minimizar el alcance de la reforma y preservar el marco laboral responsable de que España sea una fábrica de desempleados. Un escenario que garantiza el suficiente control sindical de la vida de las empresas a través de los convenios, lo que alimenta una rigidez laboral negativa para los intereses de empresarios y trabajadores. La patronal ha estado donde debía: evitar que la reforma de la negociación colectiva se cerrara en falso, con retoques cosméticos. Haber prestado la firma a una pantomima habría sido un fraude al interés general y, desde ese punto de vista, la cúpula de la CEOE se ha comportado con responsabilidad. España necesita con urgencia una cirugía de hierro sobre nuestro agónico mercado laboral. Una actuación que nos aproxime a modelos de otros países europeos que han resistido mejor la recesión y que dé instrumentos a las empresas para disponer de alternativas sin que los despidos sean la primera opción. El Gobierno tiene ahora la responsabilidad de abordar esa reforma que Europa y los mercados aguardan y, sobre todo, que esos cinco millones de parados necesitan. Es evidente que el Ejecutivo no quería este escenario porque le suponía un desgaste, pero la decisión de acabar la Legislatura estaba sustentada en la exigencia de acabar el proceso de reformas. Los precedentes, en cualquier caso, provocan incertidumbre sobre hasta dónde llegará la propuesta gubernamental. El discurso de Moncloa de garantizar la flexibilidad, pero no a costa de los derechos, suena a equidistancia y a políticamente correcto. El Gobierno anunció ayer que legislará sobre la base que habían alcanzado CEOE, CCOO y UGT, pero parte de una premisa ficticia, como es un compromiso que no existió y que, desde luego, estuvo muy lejos en asuntos troncales. El fiasco de la tibia reforma laboral debería ser una lección sobre las consecuencias de condicionar decisiones trascendentes a las urgencias electorales. Sólo un proyecto de transformación servirá para modernizar las relaciones laborales y mejorar la capacidad competitiva de las empresas, lo que generará confianza fuera de nuestras fronteras. Es preciso acabar con la rigidez del marco laboral que frustra la contratación y mina la productividad. Los empresarios necesitan un marco para arriesgar y sólo lo garantiza una flexibilidad interna real, que permita ajustar las sociedades a las coyunturas y vicisitudes económicas. Para ello es preciso dar preferencia a los convenios de empresa y evitar en lo posible la interinidad que supone extender de forma indefinida los convenios caducados. El alcance de la reforma es nítido y el Gobierno tiene cinco millones de razones para atender sólo al interés general.

La Razón - Editorial

Evitar la epidemia

Se impone la coordinación y la investigación para hallar el origen de la nueva 'E. coli'.

La crisis desatada por la nueva bacteria E. coli está teniendo unas consecuencias que superan con creces a las producidas por esa primera y errónea alerta sanitaria lanzada por las autoridades alemanas que desembocó en cuantiosas pérdidas para el sector hortofrutícola español. El letal microorganismo ha saltado ya a Estados Unidos, se ha extendido a 12 países y se ha cobrado 17 muertos (todos en Alemania). El número de afectados se empieza a contar por miles y, según los datos disponibles, todos viven cerca del foco infeccioso de Hamburgo o han tenido algún contacto con esa zona en los últimos días. La OMS, la UE y la propia Alemania se hallan ante un importante desafío sanitario: encontrar el origen de la infección y evitar el peor y más temido de los escenarios: una epidemia en toda regla.

Los acontecimientos están demostrando las dificultades que la nueva bacteria presenta a las autoridades sanitarias; dificultades que a duras penas se podían solventar, como intentó en un primer momento la consejera de salud de la ciudad-Estado de Hamburgo, Cornelia Prüfer-Storcks, señalando fáciles culpables en el origen andaluz de dos de los pepinos analizados. Cuatro semanas después de los primeros casos diagnosticados y ocho días después del cierre de fronteras para los productos españoles de la huerta (ya reabiertas el miércoles pasado), la investigación sobre este peligroso brote parece haber vuelto al punto de partida entre el desconcierto de los expertos.


La coordinación sanitaria y la investigación de la infección son ahora prioritarios. Se imponen igualmente las recomendaciones sanitarias y la sensatez en la comunicación. De lo sucedido hasta el momento cabe extraer algunas lecciones de lo que nunca se debe hacer en caso de alerta alimentaria. Tenía razón la consejera Prüfer-Storcks cuando alegaba que frente a la defensa de la salud pública los intereses de una industria deben pasar a segundo plano. Así se actuó en la crisis de las vacas locas o de los pollos con dioxinas. Pero tal jerarquía de valores e intereses debe sustentarse en hechos probados y no en unos análisis inconsistentes que produjeron daños económicos cuantiosos y cierres de fronteras en cadena; el último de ellos, el más incomprensible, dado que ahora se tienen datos más completos del problema, el de Rusia.

Esta crisis ha puesto al descubierto los flancos débiles de los controles alimentarios europeos, insuficientes en el examen de los productos en el tramo final de la cadena de distribución y evidencia la escasa aportación en su papel de árbitro de la Comisión Europea ante un conflicto que ha enfrentado comercialmente a dos importantes socios europeos. Su función se limitará a adjudicar las debidas indemnizaciones, que Alemania, tal como ya ha anunciado la canciller Merkel, apoyará e impulsará en vez de mantener la oposición a la que nos está acostumbrando en los últimos tiempos.


El País - Editorial

Rubalcaba apela a los indignados

El hecho de que el candidato del PSOE a las próximas generales haya optado por jugar la baza de la extrema izquierda no puede más que encender todas las luces de alarma. Como el perro del Hortelano, ni comerá ni dejará comer al amo.

El hundimiento electoral del Partido Socialista en las últimas elecciones autonómicas y municipales se produjo por el flanco izquierdo. El PSOE, que había renunciado a sus votantes moderados en las generales de 2008 con el objetivo de absorber el voto nacionalista y de Izquierda Unida, se vio de repente abandonado también por los socialistas más doctrinarios. De hecho, gran parte del Movimiento 15-M se explica justamente por eso: por el desencanto de la izquierda ante un Gobierno socialista que se había visto forzado por la realidad a rescatar a la banca, a acometer importantes recortes en el gasto público y a reformar, aunque muy tímidamente, el mercado laboral.

Así las cosas, parecía claro que al autoproclamado candidato Rubalcaba no le iba a quedar más remedio que desmarcarse de la desastrosa herencia dejada por Zapatero si es que quería contar con alguna posibilidad de triunfo en las próximas generales. La única incógnita era si el vicepresidente del Gobierno optaría por recuperar el electorado centrista –tejiendo un discurso razonable y reformista asimilable al de otras socialdemocracias europeas– o el de extrema izquierda –valiéndose de la típica demagogia anticapitalista propia del socialismo más radical–.


Ayer, el ministro del Interior despejó todas nuestras dudas: con sus ataques a los banqueros, a los especuladores o a los mercados financieros, Rubalcaba ha delimitado con meridiana claridad cuál es su caladero de votos. Su objetivo no es otro que el de seducir a los desencantados de Sol, prometiéndoles para ello las más absurdas y contraproducentes medidas antieconómicas como son intervenir en los sueldos de los empleados de la banca, limitar los llamados superdepósitos y combatir la "especulación financiera".

La pendiente tomada por Rubalcaba no puede ser más resbaladiza para los intereses de España. Como eventual presidente del Gobierno, se está ganando a pulso la desconfianza de nuestros prestamistas internacionales, que a la postre son quienes mantienen nuestra economía a flote; y como líder de la Oposición, su discurso es tanto más peligroso: aproximándose a la extrema izquierda, Rubalcaba bien podría instrumentalizar a los 'indignados' para abortar todas las reformas liberalizadoras que un Ejecutivo popular debería emprender con tal de relanzar nuestra actividad productiva.

El hecho de que el candidato del PSOE a las próximas generales haya optado por jugar la baza de la extrema izquierda no puede más que encender todas las luces de alarma. Como el perro del Hortelano, ni comerá ni dejará comer al amo. España no puede permitirse otros cuatro años de completa parálisis institucional.


Libertad Digital - Editorial

Otro pacto fracasado

La negociación colectiva exigía la reforma que ahora anuncia Pérez Rubalcaba desde que se inició el desplome del empleo.

EL fracaso del diálogo social sobre la negociación colectiva es otro más que se suma al balance del Gobierno socialista, incapaz de propiciar consensos. La respuesta del Ejecutivo ha sido anunciar que, finalmente, llevará a cabo la reforma de la negociación colectiva, sin pacto entre empresarios y sindicatos, como si su intervención fuera una aparición mesiánica ante la incapacidad pactista de estos interlocutores. Lo cierto es que, como dijo ayer Rajoy, el Gobierno tenía que haber hecho esta reforma hace un año, pero ha vuelto a escudarse en el diálogo para justificar su pasividad ante una reforma urgente e inaplazable y, de paso, crear un chivo expiatorio al que culpar ante la opinión pública. Obviamente, este chivo es la CEOE, siempre fácil de asociar a las peores connotaciones que la izquierda atribuye al libre mercado.

La reforma de la negociación colectiva es imprescindible para un cambio sustancial del mercado laboral que facilite la contratación —no el despido— y flexibilice la actividad de los empresarios. La rigidez del sistema ha sido denunciada dentro y fuera de España por expertos, organismos y gobiernos de todo signo, y la necesidad de la reforma estaba reconocida desde el comienzo de la crisis. Por eso no tiene excusa que el Gobierno haya renunciado a su responsabilidad política para emprender esta reforma y ahora la anuncie con tintes de apremio, como hizo ayer Rubalcaba, quien dijo que estaban «a quince minutos» de regular la negociación colectiva. Frases así —a las que se está aficionando con riesgo el precandidato socialista— tienen contraindicaciones, porque la actual tasa de paro de más del 20 por ciento no ha sido un sorpresa, sino el resultado de una evolución identificada y prevista. La negociación colectiva exigía esa reforma de «cuarto hora» desde que se inició el desplome del empleo.

También en esta ocasión el Gobierno socialista queda en evidencia al emprender otra reforma —habrá que ver cómo y cuándo la realizará— sin procurar el principal consenso al que está obligado, que es el del Partido Popular. Sus acusaciones contra el PP por no ayudar para superar la crisis quedan como pura hipocresía ante el empeño socialista de no ofrecer posibilidad alguna a los pactos de Estado con el principal partido de la oposición. Actitud intransigente que resulta aún más inexplicable tras la abrumadora derrota sufrida por el PSOE el 22-M.


ABC - Editorial

No creo en UPyD. Por Miguelanxomartín

Tal afirmación, así sin más, ayuna de cualquier elemento explicativo ulterior, puede parecer ―lo comprendo muy bien― un vacuo ejercicio de dogmatismo o una boutade que, a muchos, les parecerá proferida desde la completa ignorancia del ideario-programa de la formación o, incluso mejor, desde una profesión de militancia en el malsano escepticismo conspiranóico, tan políticamente incorrecto como atrayente sobre todo en los tiempos que nos toca transitar. Tiempos aciagos que re-inauguran, en lo político, una hégira del casposo y nefando felipismo-rubalcabismo trufado ―en éste remake― de una buena dosis de movimiento perroflautil, tanto exógeno (procedente de las manipuladas, ilegales y hediondas zahúrdas de la Puerta del Sol y Barcelona, básicamente) como intragubernamental (protagonizado por los «preclaros» y «eficaces» Salgado, Chaves, Blanco, Jáuregui y Jiménez).

En fin, que lo más lógico es ―a renglón seguido― pergeñar un razonamiento que complemente la aseveración que inaugura la página para soslayar posibles críticas y descalificaciones hacia mi humilde persona.


UPyD (más conocido como «el partido de Rosa Díez») se ha convertido, tras el resultado de los comicios del 22 de mayo, en una pieza clave para la constitución de algunas corporaciones locales (26 en concreto), casi exclusivamente en la Comunidad de Madrid, de las cuales Getafe ―tanto por el volumen de población como por el alcance político-mediático que ha traspasado ampliamente las fronteras del consistorio― es, con mucho, la que más resuena en los mentideros periodísticos de todo pelaje. La médula del asunto, pues, estriba en conocer de qué lado caerá el apoyo, por acción u omisión, de los concejales electos de la formación «magenta» y, ahí, es donde realmente entramos en terreno asaz pantanoso. Veamos el «escenario» que diría un progre:

El partido más votado ―o sea, el ganador de las elecciones― ha sido el PP obteniendo 12 concejales; le siguen el PSOE de Pedro Castro (ya saben, esa mezcla de Demóstenes, Cicerón y Petronio de nuestra democracia que tiene sus reales aposentados sobre el municipio desde hace unas tres décadas y, para más inri, preside la FEMP) con 9 ediles, IU con 4 y, finalmente, UPyD con 2. Como se puede colegir, ni el PP ni ―por el otro lado del espectro― la unión de socialistas y comunistas conformarían una mayoría absoluta, de tal forma que se impone, inexorablemente, un acuerdo entre estas fuerzas y el partido de la señora Díez.

Las posibilidades, sobre el papel, pasan por un apoyo explícito de UPyD al PP con lo que éste obtendría la mayoría absoluta; el mismo tipo de aval a la conjunción socio-comunista haría que volvieran a quedarse con el gobierno del consistorio. Si, por el contrario, los representantes «magenta» se abstuviesen, le correspondería a los «populares», según preceptúa el artículo 196 de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General de 1985 (más conocida como LOREG), la tarea de llevar las riendas de la política local getafense los próximos 4 años.

Las exigencias que UPyD hace a los partidos mayoritarios para merecer su apoyo han sido aireadas en numerosas ocasiones y se resumen en dos primeras propuestas tan bienintencionadas como etéreas y un compromiso más concreto (e importante en el caso de la política local): la promoción de una reforma de la ley electoral, la devolución, al Estado, de las competencias en materia de Educación que, ahora, ostentan las Comunidades Autónomas y la imposibilidad de apoyar listas municipales que contengan personas imputadas por corrupción o, de no ser de aplicación este postulado, permitir que gobierne la lista que haya obtenido más sufragios populares.

Faltaron menos de 24 horas para que la número 6 de la lista de Castro, Cristina González ―imputada por adjudicar en 2009 las obras de un aparcamiento del plan municipal a la gestora Roblepark S.L. de la que forman parte sus progenitores y su cónyuge (es conocida la querencia del rojerío patrio por el fomento del enriquecimiento familiar a costa de nuestros bolsillos; nada nuevo, por desgracia)― renunciase a su acta de concejal en un comunicado en el que, tras los insultos de rigor al PP, señalaba que tomaba tal decisión para «[que UPyD pueda] llevar a efecto un acuerdo de gobierno con el PSOE en el Ayuntamiento de Getafe». Pero la cosa no termina aquí. No, no se vayan que aún hay más. Y lo que hay, a mayores, es la polémica que, allá por el mes de abril, rodeó la confección de las listas de la formación de la señora Díez en el mentado municipio. En efecto, nada menos que diez militantes, diez, expresaron su renuncia a que su nombre figurase en la papeleta tras conocerse la «decisión», pastoreada desde las alturas, de incluir en ella a Cristina Fernández Acebo como número 2 tras una permuta con el que ocupaba originalmente ese lugar. Y qué ocurre con esta señora, se preguntarán algunos. Pues lo que sucede es que está casada con el constructor Fidel Alonso, un «príncipe del ladrillo de protección oficial» antiguo muñidor de negocios con la felizmente extinta Unión Soviética, primer secretario de CCOO en Madrid y uno de los protagonistas del cisma en el comunismo español encabezado por Ignacio Gallego que dio lugar al Partido Comunista de los Pueblos de España; más recientemente, con el regidor Castro mantuvo una relación de amor-odio que, según se desprende de ciertas informaciones, terminó por decantarse hacia la vertiente del enfrentamiento abierto. Así las cosas, Alonso habría ―reitero que aunque no son más que especulaciones desprenden un molesto tufo de verosimilitud― financiado la campaña de UPyD en Getafe a cambio del puesto de su señora en el consistorio, lo que, hipotéticamente, le daría una posición privilegiada de influir en la política local, especialmente en materia urbanística ya que, Fernández Acebo podría apoyar al PSOE siempre que Castro no fuese el Alcalde o, bien, abstenerse y favorecer la elección de Juan Soler el cual, en buena lógica, debería estar agradecido a ese gesto.

Rosa Díez señalaba, el día 28 ―durante el transcurso del Consejo de Dirección para analizar los resultados de las urnas― que su formación actuará con responsabilidad y «no pervertirá el sentido del voto de los ciudadanos»; también admitió que Ferraz se había puesto en contacto con ella pero no los de Génova 13. En similares ―y crípticos― términos se expresaba José Luis Morato, el portavoz de la candidatura getafeña, en declaraciones a esRadio ayer, lunes, al señalar que «no vamos a ir en contra de lo que dicen los ciudadanos» después de constatar que la renuncia de la edil socialista es un «buen gesto» y que «algo está cambiando en el partido socialista».

Así las cosas, todo permanece en el aire madrileño mientras se aproxima, inexorable, el once de junio, fecha en la que han de constituirse las corporaciones municipales.

De cualquier forma si tantas ansias de regeneración y limpieza tienen en la casa «magenta» deberían hacérselo mirar y con urgencia pues no es la primera vez que surgen dudas acerca del proceder de su dirección ni, tampoco, es nueva la renuncia de personas ―de más o menos fuste― por entender que se han pervertido, de alguna manera, los postulados que dieron lugar a su fundación y entrada en el panorama político de España. Pero además, en lo que a mí se refiere, he podido contemplar que las escisiones del marxismo, desde la socialdemocracia de Bernstein en 1875, hasta la Tercera Vía surgida en la década de los 90 del siglo pasado, no han supuesto una mejora sustancial ―al menos desde el punto de vista intelectual― de las inútiles y caducas teorías del misógino tío Karl.


España Liberal - Opinión