domingo, 26 de junio de 2011

Metamorfosis. Por Jon Juaristi

Tras la entrega de Guipúzcoa a la izquierda abertzale, el Gobierno de Rodríguez evita cantar la palinodia.

A muchos les ha parecido signo de mal agüero la presencia de dirigentes de Batasuna entre los invitados a la toma de posesión del Diputado General de Guipúzcoa. Más ominoso se me antoja que Martín Garitano luzca el mismo arreglo capilar que acostumbra ostentar Txapote en sus comparecencias judiciales: breve mosca y patillas largas. Quizá sea una casualidad, pero hay hipótesis más económicas, como que compartan barbero o sigan ambos una misma consigna emanada de ya saben dónde. Veo complicada la conjetura del fígaro en el caso del alegre terrorista (y digo alegre porque el Tribunal Supremo le acaba de la notificar que no pasará entre rejas más de treinta años, aunque Txapote se huele que serán menos si Martín Garitano hace bien aquello para lo que le han puesto donde está). Quedan la casualidad y la consigna, juzguen ustedes.

La breve mosca —pomponcillo cano bajo el labio inferior— envía un mensaje. La izquierda abertzale siempre ha sido un estilo semiótico. En otro tiempo, testas rapadas y trencillas en lontananza bastaban para desalojar los autobuses urbanos. Eran mensajes no verbales que se descodificaban con facilidad en los bulevares de la sin par Donostia, antaño capital de España en los estíos monárquicos (y franquistas) y Meca hoy del separatismo vasco, a cuyo alcalde actual de Bildu no le quemarán el mobiliario urbano porque la kale-borroka ha alcanzado sus objetivos, que es una forma de decir que ETA los ha alcanzado. Por lo menos, en la medida suficiente para que la mosca del diputado General de Guipúzcoa y la de Txapote, de paso, puedan ser leídas como una promesa de paz a la manera del tinglado terrorista, o sea, que si se facilita democrática y pacíficamente el cumplimiento del programa de ETA, no hará falta que nadie, ni ETA ni el Estado, recurra a la violencia. Es una tautología estúpida, evidentemente, pero las tautologías estúpidas pasan por juicios sintéticos ante los que se han empeñado en sostener que algo estaba cambiando en la izquierda abertzale.

Lo curioso es que ésta no ha pretendido engañar a nadie. Martín Garitano, por ejemplo, no ha condenado a ETA, limitándose a observar que la violencia desaparecerá en la medida en que se satisfagan democrática y pacíficamente las demandas del pueblo vasco según la banda las define, vale decir socialismo e independencia, aunque concede que el proceso sea gradual. Comencemos por solucionar el asunto de los presos, ha dicho en su primer discurso como diputado General de Guipúzcoa. Y ha añadido, en silencio, el mensaje de su breve mosca: el anuncio tácito de la metamorfosis de ETA, de serpiente a mosca cojonera, que no desaparecerá, porque la Historia la ha puesto sobre la Ciudad como al tábano sobre el caballo, para ir arreando. El presidente Rodríguez nos consuela recordándonos que Bildu no tiene la mayoría absoluta. Su ministro de la Presidencia advierte, de un modo impersonal, que habrá que estar atento a lo que pase. En fin, podría haber sido peor, vienen a decirnos, y así, pasito a pasito y con la teoría del mal menor tan cara a don Alfredo Pérez Rubalcaba, se va liquidando la democracia española, que ya es en Guipúzcoa un cadáver sobre el que se abate un enjambre de moscas hambrientas.


ABC - Opinión

En retirada. Por M. Martín Ferrand

Un Gobierno que en cuatro meses cambia de criterio se retrata a sí mismo de insolvente y populista.

BIBIANA Aído, la ministra que mermó en secretaria de Estado, acaba de fichar como asesora de la ONU para asuntos relacionados con su especialidad igualitaria, la que rompe las leyes tradicionales y permite sumar peras con manzanas y melones. Es cosa de la partitocracia. Entregados los líderes a su distinguida clientela, con perjuicio de los intereses generales y colectivos de la Nación, promueven a personajes como Aído a la gloria del poder y ponen en circulación auténticos monstruos de incompetencia especializada. Hace unos años, solo los gaditanos sabían de las muchas limitaciones de la joven socialista. Hace algunos menos, su conocimiento se propagó a toda Andalucía. Ahora toda España sabe ya para lo que sirve y, sobre todo, para lo que no. Pronto, su secreto de escasez será de conocimiento universal. Es natural que cuando un barco, como el fletado por José Luis Rodríguez Zapatero, se halla al borde del naufragio sus tripulantes traten de ponerse a salvo, como Miguel Ángel Moratinos en la FAO, pero convendría que guardaran las formas y los tiempos. El PSOE no ganará la batalla de la oposición, la que ya le toca en la Administración Autonómica y, previsiblemente, le corresponderá en las próximas legislativas, con unas filas desnutridas por la deserción.

Ayer, Alfredo Pérez Rubalcaba, en su condición de candidato, se reunió con los alcaldes que se han salvado del naufragio en las últimas municipales para pedirles que no cunda el desánimo y, en el poder o en la oposición, den ejemplo ante la ciudadanía. Si de algo sabe Rubalcaba es de estar en la oposición. En sus últimos años, en la más pura línea zapaterista, ha trabajado mucho más, y con mayor eficacia, como oposición de la oposición, en constante empeño por desarmar a Mariano Rajoy y los suyos, que como ministro y vicepresidente del Gobierno. La oposición concuerda mejor con su carácter y es escenario más propio para el lucimiento de sus mañas que el poder, en el que se valoran los resultados.

Ha sido Rubalcaba, con la voz en contra de unos cuantos compañeros de Gabinete, quien ha impulsado por razones de propaganda y simpatía la vuelta a los 120 kilómetros por hora como velocidad máxima en autovías y autopistas. Dice, abnegado, José Blanco que la medida «conecta con el sentimiento mayoritario». ¿Será que los recortes del gasto se hacen bajo demanda? Un Gobierno que en cuatro meses cambia de criterio y, sobre el despilfarro de los cambios de señalización a 110 añade ahora los que la elevan a 120 se retrata a sí mismo de insolvente y populista. En la ONU se equivocan. Rubalcaba les serviría mejor que Aído.


ABC - Opinión

Crisis. Están mal enterrados. Por José T. Raga

El señor Junquera no se ha enterado de que hoy, el capitalista, el titular del capital de las empresas, es el trabajador que invirtió sus ahorros en acciones de entidades que le merecían confianza para obtener un lícito rendimiento.

Algunos se empeñan en demostrar hasta el final que viven, que están vivos, aunque lo que les ocurre es que están mal enterrados. Bien es cierto que por las rendijas de la sepultura dejan oír todavía sus angustiosos estertores; algunos los hay que hasta muestran ademanes atormentados para dejar patente su notoriedad en el mundo que les perteneció; y es que, quien albergó odio y veneno en vida y dedicó su actividad a inocularlos en la sociedad, es muy difícil que tenga un final placentero, ausente de pesadillas.

El Gobierno de la Nación, desde cualquier director general hasta el mismísimo señor Rodríguez Zapatero, están políticamente muertos; ya sé que deambulan, al modo a cómo lo hacen los espíritus, dejándose notar en su propia inexistencia cuando con osadía abren la boca para proferir sonidos, ya que hablar les resulta imposible porque nada tienen que decir.

La semana laboral que termina hoy, día de San Juan Bautista, hemos tenido ejemplos para todos los gustos. Desde los desaparecidos en combate, como algún secretario de Estado de Economía que, con la que está cayendo, ha enmudecido, o sea que debe estar bien enterrado hasta los que, faltos de pudor, tienen la desvergüenza de pronosticar, aconsejar y arengar.


Entre estos últimos, encontramos al inefable gobernador del Banco de España, que renunciando a hacer su trabajo y hacerlo con honestidad, se permite advertir de lo que deben de hacer los demás. El sistema financiero está resquebrajado, muchas cajas sin solución, algunas con las cuentas falseadas aunque, eso sí, presentadas por el señor gobernador como verdaderas ante algún proyecto de fusión que le resuelva el problema.

El señor ZP es otro que, cual insolvente Rey Mago, ha dado lo que no tiene para conseguir la aprobación de un proyecto de ley que daña la economía del país, ahondando así en el problema que deberíamos solucionar. Suspenderá de nuevo en Europa, pues su hipótesis de que allí son lelos, ya se ha demostrado falsa. No convencerá y el tiempo se acaba.

También el secretario de Estado de Telecomunicaciones se ha permitido in articulo mortis, arengar para competir contra el capitalismo salvaje. Pensarán ustedes que estamos en 1917, pero no, aunque algunos –los que se llaman progresistas– siguen viviendo en aquel momento. El señor Junquera no se ha enterado de que hoy, el capitalista, el titular del capital de las empresas, es el trabajador que invirtió sus ahorros en acciones de entidades que le merecían confianza para obtener un lícito rendimiento.

Es más, que, en mi opinión, para llegar a esa categoría de capitalista salvaje se requiere necesariamente la connivencia participativa de la autoridad pública. El capitalista salvaje se hace por medio del pelotazo, no por el trabajo honesto y constante. Así que, lo mejor para competir contra este tipo de capitalismo, es acabar con ese sector público, benefactor de prebendas salvajes.

Por lo tanto, márchense a casa cuanto antes, que es la solución más rápida, más segura y más económica.


Libertad Digital - Opinión

Victorias Zapatero. Por José María Carrascal

¿Para qué necesita ETA seguir asesinando si quienes piensan y sienten como ella llegan al frente de las instituciones vascas?

¿De qué ha servido tener a ETA contra las cuerdas, detener a sus cúpulas, ilegalizar Batasuna, si permitimos que quienes no condenan sus crímenes y ponen como ejemplo de democracia y heroísmo a los etarras encarcelados (por cierto ¿no es eso apología del terrorismo?) se hayan hecho legalmente con el control de Guipúzcoa y proyectan su larga sombra sobre el resto del País Vasco? Estos son los triunfos del duo Zapatero-Rubalcaba, que de victoria en victoria, nos llevan a la derrota final.

No mucho más airoso ha salido el PNV. ¿Sigue diciendo Arzalluz aquello de «otros sacuden el árbol y nosotros cogemos las nueces»? Más bien parece lo contrario: que ellos prepararon el aterrizaje de Bildu en las instituciones creyendo que el Tribunal Constitucional lo impediría, pero don Pascual Sala y sus colegas «progresistas» le permitió alzarse con buena parte del voto abertzale. A fin de cuentas, ¿para qué elegir la copia si puede elegirse el original?


Y el bueno de don Ramón Jáuregui celebrando la investidura del un ex redactor jefe de Egin al frente de Guipúzcoa como «la posibilidad de que signifique la llegada definitiva del final de la violencia.» Que Dios le conserve la vista. Han empezado retirando el retrato del Rey, quieren retirar al ejército y a la policía, seguirán los "españoles" y terminarán retirando a los vascos que se sientan españoles. Porque eso del nacionalismo identitario ya sabemos qué es: pureza racial y limpieza étnica. Esperemos que el señor Jáuregui tenga piso en Madrid o en una de las urbanizaciones del Mediterráneo, como tantos vascos que quieren vivir sin el ojo del gran hermano encima.

Pues, en efecto, esto significa el «final de la violencia» en Euskadi. ¿Para qué necesita Eta seguir asesinando si quienes piensan y sienten como ella llegan al frente de las instituciones vascas? Le basta ordenar. Y el que no obedezca, fuera o a la cárcel. Es lo que mi amigo Ángel Alcalá, especialista en la Inquisición, llama «la violencia inmanente», la violencia difusa en el ambiente, que obliga a comportarse de una determinada manera por simple coacción. Tampoco necesita Eta extorsionar a los empresarios vascos, con los suyos manejando 840 millones de euros anuales en la Diputación guipuzcoana, a los que se añaden los de los muchos ayuntamientos que controlan. Ni deben temer los concejales del PP y PSV en dichos ayuntamientos quedarse sin escoltas en los plenos. ¿Qué puede pasarles si lo que se decida en ellos habrá aparecido ya en el editorial de Gara? Tanto es así que, en adelante, a las «victorias pírricas», esas que conducen a la derrota, habrá que llamarlas «victorias Zapatero». O Alfredo. O don Pascual. Tanto da.


ABC - Opinión

Próximos pasos. Por Alfonso Ussía

Ya se han dado los primeros. Atención a los próximos. El inicial fue la retirada de la Bandera de España del salón de recepciones del Ayuntamiento de San Sebastián. El segundo, la desaparición del retrato del Rey del Salón de Plenos. El tercero ya está en marcha. Izaguirre, el alcalde de Bildu, desea desmontar el monumento a la Reina María Cristina en su rotonda de Ondarreta y sustituirlo por un monolito con los nombres de todos los asesinos etarras fallecidos.

Otro más será borrar los nombres de las calles de los Infantes y bautizarlas posteriormente con identidades de criminales. El Palacio Real pasará a denominarse Palacio Popular. El Teatro Victoria Eugenia, Teatro del Payaso Porrotx. El Hotel María Cristina, por ser propiedad particular, seguirá recordando a la Reina más donostiarra. Y la Real Sociedad de San Sebastián será recompensada si elimina su título de Real y sustituye la corona de su escudo por una serpiente enroscada en un hacha.

No crean que escribo sostenido por la figuración. Todo se andará.


De momento se ha incumplido gravemente la Ley, y aunque Zapatero y Rubalcaba han anunciado medidas para obligar al Ayuntamiento de San Sebastián a que sea cumplida a rajatabla, a los de Bildu les ha dado un ataque de risa. Y a buenas horas, mangas verdes. El señor presidente del Tribunal Constitucional, uno de los avalistas del grupo proetarra, dice ahora que se puede ilegalizar a Bildu si incumple con las leyes. Podría haberlo pensado antes. Desconozco el procedimiento a seguir para retirar el retrato del Rey y la Bandera de España de los espacios oficiales e institucionales. O no hay procedimiento por ser obligada su exposición o habrá que votar. Lo que no vale es que un alcalde, por capricho, lo decida y se acepte. No tiene «Bildu» concejales suficientes. Cuenta, eso sí, con el apoyo de los grandes hacedores de la traición y la componenda, los actualmente aterrorizados representantes del PNV, que serán las primeras víctimas de Bildu y su política. Advertidos quedan.

Un Estado de Derecho obliga al cumplimiento de las leyes. Si no lo hace, el Estado no existe. Y si es necesaria la fuerza, se usa de la fuerza y de todos los resortes y recursos legales. Si el Gobierno permite la violación y el incumplimiento de las leyes, ¿actuaría del mismo modo si se crea un movimiento de objetores tributarios? ¿Se figuran a cien mil contribuyentes decididos a no pagar impuestos en tanto y en cuanto se permita el incumplimiento de la Ley? Las leyes y las normas para todos. Las obligaciones y los deberes para todos. Los derechos para todos también. No pueden darse excepciones ni permisividades cobardes. Y si hay que custodiar con «ertzainas» la Bandera de España y el retrato del Rey, se hace y santas pascuas. Los miedos al cajón y la Ley cumplida.

De no reaccionar, vamos hacia el desmoronamiento, la división, el enfrentamiento y la violencia. Pudiera ser un proyecto del Gobierno, pero no me atrevo a creerlo. El Gobierno y la Justicia, de inmediato, tienen que actuar contra la chulería de quienes se pasan las leyes por donde más holguras ofrecen. San Sebastián es una ciudad española. Al menos lo es por ahora. Y en una ciudad española se cumplen las leyes españolas. Y en el Ayuntamiento de esa ciudad española tiene que presidir su salón de recepciones y su fachada principal la Bandera de España. Y en su Salón de Plenos tiene que estar presente el Rey. Cambien las leyes o háganlas cumplir. Sin tardanza.


La Razón - Opinión

Volantazos. Por Ignacio Camacho

Estamos en manos de un grupo de arbitristas desorientados que se equivocan en lo importante y en lo accesorio.

LA política de pegatinas, epítome de la inconsistencia y la superficialidad del zapaterismo, tenía corolario de quita y pon, una secuela tornadiza inherente a la naturaleza caprichosa e insustancial de una manera de gobernar basada en el oportunismo de cartelería. Al retornar a la velocidad máxima de 120 cuatro meses después de bajarla a 110, el Gobierno no sólo demuestra que aquélla fue una ocurrencia estéril, sino que evidencia el desbarajuste y la falta de rumbo de sus propias decisiones y se somete a un triple castigo crítico: en marzo le zurraron los detractores de la medida y ahora lo zarandean los partidarios, sin ahorrarse por ello la cuchufleta de los primeros y el estupor de los indiferentes. Es lo que tiene gobernar a tirones y a impulsos, a base de frenazos y marcha atrás; que las rectificaciones, en vez de parecer de sabios, sólo demuestran la inestable volatilidad de quien las lleva a cabo.

La reducción de velocidad era un desatino, una chusca improvisación de un ministro —Miguel Sebastián— aficionado a los gestos estrambóticos. Su ineficacia se ha revelado de inmediato y ha causado más inconvenientes que ventajas. Ha descendido la recaudación de Hacienda –aunque haya aumentado la de las multas—y no está clara su incidencia en la seguridad vial ni en el ahorro de combustible, debido con mucha más probabilidad a la carestía de la gasolina y los aprietos de la crisis. Lo que ha disminuido ha sido el tráfico por causa de la crisis. Rectificar era sensato pero los argumentos con que Rubalcaba trata de justificar la corrección sin asumir el fracaso están trufados de ventajismo epistemológico; si vamos a volver a 120 porque ha descendido el precio del petróleo sería lógico concluir que habrá otra nueva restricción de topes cuando suba. Según esta disparatada correlación el Gobierno debería crear una brigada móvil de operarios pegatineros que actuase en las carreteras con arreglo a unas tablas de cálculo, una especie de IPC de ajuste automático entre la velocidad y el crudo.

Lo que sucede es, simplemente, que el Gobierno anda a tumbos, instalado en el vaivén, en la circunstancialidad y en el experimentalismo. Ésa ha sido la tónica general del zapaterato, un período político caracterizado por el revisionismo continuo y la transitoriedad relativista, pero este episodio de política vial ha alcanzado cotas de fluctuación y de frivolidad paroxísticas. Estamos en manos de un grupo de arbitristas inestables y desorientados que se equivocan en lo importante y en lo accesorio, en lo grande y en lo chico. Gobiernan a bandazos no ya de conveniencia ni de encuestas, sino de puro desconcierto. Han hecho del error un sistema y de la autoenmienda un arte. Y es tal su confusión, su pérdida de sentido, que ya no sólo no aciertan más que cuando rectifican sino que hasta las correcciones parecen nuevas modalidades de extravío.


ABC - Opinión

Marcha atrás a 120 km/h

Ni antes sabían por qué era malo ir a 120 ni ahora por qué es mejor ir a esa velocidad que a 110 km/h. Lo único que saben es que están aquí para coaccionar a la sociedad entera y agravar los problemas que ellos mismos han creado.

Las medidas puestas en marcha por el Gobierno para paliar los efectos de la crisis económica suelen oscilar entre lo inútil y lo contraproducente, pero tal vez ninguna otra intentona coactiva del socialismo de Zapatero haya resultado tan absurda como la decisión de limitar en diez km/h la velocidad permitida en las carreteras españolas.

Si ningún miembro del Ejecutivo atinó a explicar con un mínimo grado de convicción las razones que llevaron a poner en marcha esta limitación allá por el mes de marzo, menos aún han conseguido trasladar a los ciudadanos los motivos que ahora les llevan a decidir lo contrario.


En un primer momento se nos dijo que la razón de esta coacción institucional tenía que ver con el ahorro de combustible, si bien es cierto que, haciendo gala de su descoordinación habitual, cada ministro estableció por su cuenta un determinado porcentaje previsto de ahorro. Por su parte, el presidente del Gobierno aportó su habitual dosis de patetismo a esta cuestión informando a los ciudadanos de que reduciendo en diez kilómetros por hora el límite de velocidad también se salvarían muchas vidas.

Hoy se nos dice que en realidad todo era una cuestión de números y que, dado que el precio de cotización del petróleo ha disminuido, a partir del próximo 1 de julio se va a poder correr un poco más por las autovías y autopistas españolas. La fecha no es casual porque coincide con los desplazamientos masivos de los españoles con motivo de las vacaciones estivales, detalle que el Gobierno ha omitido en sus argumentos para justificar esta marcha atrás. El ministro del ramo ha sido el encargado de poner el colofón a esta cadena de despropósitos, afirmando con esa falta de pudor típicamente socialista que el Ejecutivo ha decidido dar marcha atrás con su reforma viaria simplemente para "conectar con el sentimiento mayoritario de los ciudadanos".

Lo que resulta evidente en todo este batiburrillo de justificaciones contradictorias es el fracaso de una medida alocada, consecuencia de la improvisación general que caracteriza al ejecutivo de Zapatero. Ni antes sabían por qué era malo ir a 120 ni ahora por qué es mejor ir a esa velocidad que a 110 km/h. Lo único que saben es que están aquí para coaccionar a la sociedad entera y agravar los problemas que ellos mismos han creado. Son socialistas y ya están en campaña. Sobran los comentarios.


Libertad Digital - Editorial

El abismo vasco

El País Vasco, y especialmente Guipúzcoa, sufre un proceso de batasunización imparable. Desde el aval a Bildu de los seis magistrados del Tribunal Constitucional –cinco propuestos por el PSOE– hasta el presente han pasado sólo unas semanas, pero han resultado suficientes para que se hayan erradicado los progresos de los últimos años de gobierno constitucionalista, los espacios de libertad recuperados hayan resultado laminados y se haya materializado un retorno al pasado más negro. La realidad es que ETA está más presente que nunca en el territorio y que su poder institucional y económico es inmensamente mayor al que tuvo jamás. El clima totalitario y de abierto desafío a la legalidad es creciente. A la retirada ilegal de la bandera nacional y del cuadro del Rey en el Ayuntamiento de San Sebastián se han añadido los homenajes públicos a los terroristas en localidades como Hernani. El portavoz de la coalición proetarra reclamó ayer la reducción de la presencia de la Guardia Civil, el Cuerpo Nacional de Policía y el Ejército en el País Vasco porque «la mayoría social vasca no se siente identificada» con ellos y urgió a su repliegue de forma progresiva. Obviamente ese supuesto no sucederá, y tal vez se debería abrir una reflexión sobre la conveniencia de revisar al alza el actual despliegue.

La situación más negativa del proceso no es que Bildu desarrolle el discurso más ortodoxo de la banda ETA –que se mueve en ejes similares a los de la Alternativa KAS– porque, más allá de que nacionalistas y socialistas vendieron las bondades y el cambio de esta gente, Bildu siempre ha sido ETA y obra como tal. No, lo más grave es que los representantes del Estado de Derecho no cumplan con su deber y la opinión pública tenga la sensación de que se han bajado los brazos. No nos podemos confundir, la banda llegará hasta donde la democracia le deje, pero parece que el Gobierno no quiere ser consciente de ello. Ayer mismo el ministro Blanco dijo que se hará cumplir la Ley, pero no dijo más y eso es muy poco cuando la democracia se juega tantas cosas.

El País Vasco se asoma al abismo también en lo económico. El proyecto de Bildu, que es el de ETA, amenaza la prosperidad y el futuro de una comunidad pujante. De las primeras palabras de los responsables en la Diputación de Guipúzcoa o en San Sebastián se deduce una apuesta por una economía cerrada, «estatalizadora», intervencionista y a favor de una inminente subida de impuestos. Su veto a las grandes infraestructuras de comunicación como el AVE o las autopistas sólo puede enmarcarse en su concepción particularista del desarrollo y en su tradicional ideario marxista-leninista. Bajo este esquema es incomprensible la afabilidad de algunos empresarios con la nueva situación.

La democracia no puede retroceder en el País Vasco. Y la idea de España, tampoco. Hay que aprender de los errores y tres décadas de cesiones tuvieron consecuencias nefastas. Como otras veces, ETA se ha aprovechado de una coyuntura favorable por el cambio de ciclo, la debilidad institucional y el tacticismo errado de algunos. El País Vasco también necesita un Gobierno fuerte en Madrid, que utilice la Ley para hacer Justicia.


La Razón - Editorial

Grecia pone a la UE ante el abismo

El debate sobre la salida de la crisis está descendiendo de la tribuna de las instituciones al griterío de las calles.

DEL último Consejo Europeo salió, como es habitual, un acuerdo satisfactorio entre sus participantes. El problema es que las personas de las que depende el éxito de lo que allí se acordó no se hallaban en la reunión. Los máximos dirigentes de los Veintisiete se han encontrado esta cumbre ante un espejo en el que han visto por primera vez el vértigo de su aislamiento: todos sus planes para pacificar los mercados, y sus esfuerzos para salvaguardar el futuro del euro y de la propia UE, dependen de lo que suceda en el Parlamento de Atenas, probablemente el martes, cuando se vote el nuevo plan de austeridad presupuestaria. Puesto que ni siquiera las recomendaciones amenazantes de de la propia Angela Merkel han podido cambiar la opinión del dirigente de la oposición conservadora griega, al final, el futuro de la zona euro y su papel en el mundo pueden estar en manos de un grupo de carcamales del partido socialista, el Pasok, que están dudando entre la fidelidad al primer ministro o el guiño a las manifestaciones de descontento que seguramente estarán presionando en la calle.

Nadie parece haber tenido en cuenta que la falta de liderazgo en las grandes naciones y en las instituciones comunitarias pondría a todos sus planes de emergencia al albur de circunstancias incontrolables. El debate sobre la salida de la crisis está descendiendo —también en España— de la tribuna de las instituciones al griterío de las calles, cuando no es el populismo el que invade las instituciones como está sucediendo en ciertos países. En este escenario imprevisible tiene más posibilidades de prosperar la demagogia que el realismo, sobre todo cuando el único mensaje que hay en juego es el de los sacrificios. Todavía es posible que el Parlamento griego apruebe el plan de austeridad que permitirá desbloquear los fondos necesarios para refinanciar su deuda, pero eso no será más que una tregua en la crisis, y seguramente de muy corta duración. Los sacrificios serán todavía muy difíciles de soportar para la sociedad griega, y si no hay nadie capaz de insuflarles una nueva esperanza ninguna posibilidad puede descartarse. El remedio para la inestabilidad financiera del euro es muy difícil, y el peor camino es eludir las responsabilidades de cada cual.


ABC - Editorial