jueves, 30 de junio de 2011

La penúltima fechoría de ZP. Por Ignacio Ruiz Quintano

Frente a Córdoba, San Sebastián tiene mejor cocina y un presente más «thriller».

AL enterarse de que la elegida para Capital Europea de la Cultural era San Sebastián, la ministra cordobesa Rosa Joaquina hizo pucheros. No por la piñata perdida, sino por la evidencia encontrada: Zapatero es Freddy Krueger, cuya penúltima fechoría para hacerse un hueco en la historia, entre Gandhi y Lanza del Vasto, es esta kermesse por la paz.

—El gran compromiso en contra de la violencia y la idea de usar la cultura para ello.

Ahí tienen el motivo que ha dado un jurado de pacifistas para votar lo que ha votado. Tienen una pinta de «indignados» profesionales que inspira confianza, aunque no quiero pensar lo que diría de ellos el Thomas Bernhard de «Mis premios»:

—El universo mismo no es ya un cuento de hadas: Europa, el más bonito, ha muerto, ésa es la verdad y la realidad. La realidad, como la verdad, no es un cuento, y la verdad nunca fue un cuento de hadas.


Bueno, eso decía aquel Bernhard, antes de describirnos cómo roncaba la ministra de cultura austríaca (paisana de Gaulhofer, el jefe de los «indignados» que han votado por la paz de España):

—Porque la ministra roncaba. Aunque muy suavemente, roncaba; roncaba con el suave ronquido de los ministros, conocido en el mundo entero.

La ministra Sinde y sus jurados se mueven en ese ambiente a lo «Spain… on the road again», donde Gwyneth Paltron y un tipo que se presenta como crítico gastronómico del NYT se codean con Arzac y con Adriá, y al llegar a Córdoba hacen parada en la mezquita, y suelta el crítico gastronómico:

—Desde aquí Felipe II dirigió el mundo.

Entre el Kursaal de Moneo y la Mezquita de Abderramán, ¿qué diferencias pueden advertir esos jurados? Vale que el Kursaal de Moneo no deja ver el mar, pero, con tanta columna, ¿qué deja ver la Mezquita de Abderramán? José-Miguel Ullán la comparaba con la sala Cleofás de Madrid. Cuando un artista estaba mal en Cleofás, Ullán, en vez de decir eso, decía que las columnas le habían impedido verlo.

Quiero decir que, frente a Córdoba, San Sebastián tiene mejor cocina y un presente más «thriller», que ha sido lo decisivo.

Comprendo los pucheros de la ministra cordobesa Rosa Joaquina, aunque uno, que es de Burgos, podría decir: «¿Y Burgos?» Pero en Burgos, desde el Cid, no ha habido una palabra más alta que otra. En Guipúzcoa, sin embargo, tienen un diputado general que asumió el cargo con el pin del preso Otegui (fecha de su ingreso en prisión, 19 de junio de 1987, día, por cierto, de lo de Hipercor) en la solapa. Antes fue periodista: redactor-jefe de «Egin» el día del «Ortega Lara vuelve a la cárcel», que el humor negro y el ansia infinita de paz no tienen por qué estar reñidos. Ortega Lara (mi vecino de barrio y mi compañero de Instituto) es de Burgos.

Gaulhofer y sus pacifistas lo tenían a huevo.


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Crisis. ¿Avalar la deuda catalana? Ni locos. Por Emilio J. González

La Generalitat y CiU llevan tiempo dando muestra tras muestra de deslealtad institucional; ¿por qué los demás españoles les tienen que avalar un endeudamiento que luego una Cataluña independiente puede repudiar?

En el pasado, CiU solía ser un partido razonablemente serio en cuestiones de política macroeconómica. De hecho, su labor de apoyo al Gobierno Aznar fue importante para que España pudiera ser socio fundador del euro. Sin embargo, ahora que el partido se ha quitado la careta para exhibir su verdadero rostro independentista; hasta en ese terreno ha perdido el Norte. Resulta que el Gobierno de la Generalitat está asfixiado por el calamitoso estado de las finanzas catalanas, el cual, todo hay que decirlo, empezó a gestarse y consolidarse en los largos años de mandato de Jordi Pujol. Pues bien, ¿qué se les ha ocurrido a los convergentes para resolver la cuestión? Pues, ni más ni menos, que el Estado avale las emisiones de deuda pública de las autonomías, todas ellas. Así, el Ejecutivo de Artur Mas, que, a pesar de andar tan sumamente corto de dinero se niega a cerrar las embajadas catalanas en el exterior y a poner fin a la más que carísima política de inmersión lingüística, entre otras cosas, podría seguir haciendo de las suyas con el aval de todos los españoles. El Gobierno de Zapatero debería negarse con toda rotundidad a semejante propuesta.

La razón para ello es doble. Desde la perspectiva de la política macroeconómica general, el aval del Estado a las autonomías equivale a darles carta blanca para que sigan haciendo de su capa un sayo en vez de ajustar sus presupuestos. Es abrirles de par en par las puertas a que sigan gastando sin medida alguna y cargando todas las responsabilidades financieras del mismo sobre los hombros del Estado, ya que si una o varias de ellas no responden a los compromisos de pago relacionados con esas emisiones, el Estado tendría que salir en su socorro. Con ello no sólo se impediría el necesario ajuste presupuestario para salir de la crisis sino que se relegaría al Estado a un mero papel de subordinación a las autonomías, en vez de reconocerle la capacidad que tiene y debe tener de ordenar la actividad económica, tal y como recoge la Constitución. Una capacidad necesaria ahora más que nunca para superar nuestra crisis fiscal. Pero como la visión que tiene CiU de España es la de un pacto entre naciones, descomponer todavía más lo poco que queda del Estado le da lo mismo. Ellos van a lo suyo, lo cual nos lleva a la segunda razón.

Tal y como están las cosas en términos institucionales en nuestro país, que el Estado avale la deuda catalana sería un error. La Generalitat y CiU llevan tiempo dando muestra tras muestra de deslealtad institucional y como, además, su vocación última es la independencia de Cataluña, ¿por qué los demás españoles les tienen que avalar un endeudamiento que luego una Cataluña independiente puede repudiar, pasando la responsabilidad del pago a lo que quede de España? Si Cataluña tiene problemas financieros, que deje de tirar el dinero y se las apañe con lo que tiene, que es, por cierto, lo que deben hacer todas las autonomías.


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Todos ganan seis meses. Por Fernando González Urbaneja

El Gobierno griego sacó adelante el plan de ajuste pactado con sus acreedores con sus propios votos.

El Gobierno griego sacó adelante el plan de ajuste pactado con sus acreedores con sus propios votos; la oposición, la derecha y la izquierda más extrema, votaron NO, por distintas razones y en sintonía aparente con esos airados que ocupan la calle, entre los que hay enfadados, indignados, víctimas, provocadores... El plan supone un alivio para casi todos. También para la mayoría de los que están en contra, porque podrán mantener el «statu quo»; para los acreedores que evitan o retrasan contabilizar pérdidas; para Grecia en su conjunto, que gana unos meses de cierta estabilidad. Y para los que viven en el euro, que también compran unos meses para crear una «gobernanza» de la zona capaz de afrontar instabilidades monetarias y fiscales como esta y otras por llegar.

Pierden algunos especuladores, agazapados detrás de sus pantallas, que apostaron por la quiebra de Grecia e invirtieron en esos seguros tóxicos que denominan CDS, vendidos como seguros contra bancarrotas y que han resultado aceleradores de la crisis por opacidad y oportunismo. Un conocido financiero las llamó «armas financieras de destrucción masiva».

La votación del Parlamento griego puede resultar pírrica (una victoria que se convierte en derrota) si no aprovechan el tiempo para reestructurar la deuda, limpiar esas adherencias confusas que complican las salidas y, sobre todo, para que los griegos se pongan a trabajar en un proyecto viable, que pasa por vender cosas que otros quieran comprar y gastar menos de lo que ingresan. Los ajustes necesitan ser entendidos y asumidos, y eso requiere explicaciones, autoridad y crédito y mucha pedagogía. De todo eso en Grecia hay muy poco y en el resto de la Europa del euro no sobra ni un gramo, más bien falta. Y así vamos. De momento, ufff, salvaron un punto de partido.


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¿Elecciones generales ya?: Pregunten al PNV y a Rubalcaba. Por Antonio Casado

En la síntesis del día después del extraño debate sobre el estado de la Nación, dos referentes fijos del análisis. Uno es la despedida parlamentaria de Zapatero. El otro es un ingrediente ideal en el caldo de cerebro: apuestas sobre la fecha de las próximas elecciones generales. Y por eso no se habla de otra cosa, como diría aquel. Dediquémosle un turno. Adelanto que la llave la tiene el PNV. O Rubalcaba, en su caso.

Como luz de posición, atención al cruce del casi ex presidente del Gobierno con el portavoz del PNV, Josu Erkoreka. En versión reducida: “¿Para cuándo las elecciones?”, preguntó el diputado nacionalista. “Usted mismo, oiga, no lo pregunte como si no tuviera nada que ver”, respondió Zapatero. Excelente pasaje para atenerse a la cuestión. Sin el apoyo del PNV, elecciones en noviembre. Con apoyo del PNV, elecciones en marzo, cuando toca. Erkoreka añadió: “el PNV atenderá las iniciativas del Gobierno con la responsabilidad de siempre”.
«De modo que, mientras los nacionalistas vascos no decidan otra cosa cuando llegue la votación del techo de gasto no apuesten ustedes por elecciones anticipadas.»
El estupor de Erkoreka por estar jugando sin saber “cuánto queda de partido” era instrumental. Nos preguntamos, entonces, si el PNV está por la labor de prolongar lo que Rajoy llamaría “este calvario”. No parece tener prisa en hacerle el pasillo a un PP con probable mayoría absoluta si las elecciones se convocasen ya. Lo demostraron en la reciente votación sobre la negociación colectiva y lo volverán a demostrar –silencio, se negocia- con el techo de gasto presupuestario que, por cierto, el Gobierno aún no ha remitido al Congreso. Otra buena razón de los nacionalistas de Iñigo Urkullu para no provocar el adelanto: Bildu les haría perder su grupo parlamentario en el Congreso.

La otra variable es el vicepresidente y ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, que dentro de unos días, en el Comité Federal del 9 de julio, será proclamado oficialmente candidato socialista a la Presidencia del Gobierno. Si, como parece, el PNV está dispuesto a ser el costalero parlamentario de Zapatero, ya sólo quedaría el aspirante socialista a la Moncloa como el que tiene de hecho el poder de determinar una disolución anticipada de las Cortes en función de sus intereses o los de su partido.

Al servicio de esos intereses ya se ha puesto Zapatero, como es lógico. Solo adelantaría las elecciones –en caso de no estar forzado por la pérdida de apoyo parlamentario- si se lo pidiera el todavía número dos del Gobierno ¿Y qué le interesa a Rubalcaba? Ganar tiempo. Tiempo para completar su ronda por las organizaciones territoriales del PSOE, presentarse en sociedad, forjar su propia causa electoral (entre el cambio y la continuidad, difícil lo tiene) y hacerse el encontradizo con Rajoy, al que gana de calle en las encuestas de valoración de líderes.

De modo que, mientras los nacionalistas vascos no decidan otra cosa cuando llegue la votación del techo de gasto (pleno del 12 de julio o del 19 de julio, los dos únicos que quedan antes de las vacaciones, con probable rebote en el Senado y vuelta al Congreso) no apuesten ustedes por elecciones anticipadas. Y menos después del alivio griego y la caída de nuestra prima de riesgo por tercer día consecutivo.


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Plan de ajuste. Grecia sigue en el filo de la navaja. Por Juan Ramón Rallo

Los políticos se niegan a privatizar: prefieren exprimir tributariamente a la población para, pasado un tiempo, volver a estar, como hasta hoy, al borde del abismo.

Los 12.000 millones que la UE extenderá a Grecia apenas sirven para cubrir el servicio de su deuda para este año. Con el draconiano plan de ajuste, el país ha comprado tiempo a la espera de que, si todos los vientos soplan a favor –crecimiento moderado, paro estancado, ingresos fiscales estabilizados a niveles de 2008, gastos públicos en retroceso, ausencia de turbulencias y temores en los mercados financieros que no disparen la prima de riesgo...–, Grecia pueda ir haciendo frente a su deuda.

El plan de ajuste tiene dos partes: privatizaciones y reequilibrio presupuestario. La idea de las privatizaciones es reducir en cinco años la deuda pública total desde los 330.000 millones de euros a los 280.000 (del 150% del PIB al 120%). Con el reequilibrio presupuestario, se busca minorar el déficit en alrededor de 6.000 millones anuales: tomando el último dato oficial de 2010, eso significaría pasar de un déficit de 22.000 millones (9,5% del PIB) a otro de 16.000 millones (7% del PIB).

Pero, como decíamos al principio, alrededor de 12.000 millones se corresponden con el servicio de la deuda, esto es, con la devolución de principal e intereses. Así pues, tras el plan de ajuste, el déficit primario de Grecia (antes de pagar la deuda) caería a alrededor de 4.000 millones (1,5% del PIB). Cualquier evolución positiva de los ingresos fiscales significaría entrar en superávit primario y, a partir de ahí, se podría ir amortizando año a año una parte de la deuda (la otra se iría refinanciando), reconduciéndola a largo plazo a ratios sobre el PIB más razonables.


Ese es, grosso modo, el plan de Bruselas. ¿Puede salir bien? Sobre el papel, podría. A la hora de la verdad, es dudoso. De entrada porque, en el mejor escenario concebible, el país se encontrará permanentemente en el filo de la navaja y, con semejante incertidumbre sobre su solvencia, es dudoso que los tipos de interés vuelvan a caer a unos niveles que hagan posible refinanciar sus pasivos sin incrementar el endeudamiento total del país. Y de salida porque la mitad del plan de ajuste se construye sobre duros aumentos fiscales que lastrarán el crecimiento económico: un nuevo impuesto sobre grandes fortunas, un nuevo tributo de solidaridad de entre el 1% y el 5% de la renta familiar, un incremento del IVA (del 19% al 23%) y de los impuestos especiales, y la eliminación de numerosas exenciones y de un tercio del mínimo vital exento.

Lo peor de todo esto es que Grecia es un Estado solvente, pero que no puede intervenirse concursalmente como cualquier empresa privada para proceder a la liquidación y al repago de sus deudas. Para unos pasivos totales de 330.000 millones de euros, el Estado griego posee unos activos valorados en 300.000 (en concepto de suelo, edificios, empresas públicas, etc.), de los cuales sólo ha accedido a privatizar 50.000. En caso de haberse desprendido de todas estas propiedades públicas –algo deseable per se, al margen de la situación financiero del Estado–, el monto de deuda se reduciría a niveles muchísimo más manejables que devolverían la credibilidad exterior al país.

Pero los políticos se niegan a privatizar (apenas han accedido, por ejemplo, a vender una décima parte de la compañía de telefonía nacional griega). Prefieren exprimir tributariamente a la población para, pasado un tiempo, volver a estar, como hasta hoy, al borde del abismo. Un sufrimiento en gran parte necesario –se acabó la era del crédito barato y hay que apretarse el cinturón– pero que se convertirá, por la obstinación socialista de los políticos helenos, en estéril. Lástima que España, en eso, tampoco se diferencie de Grecia.


Libertad Digital - Opinión

A fuego lento. Por Fernando Fernández

El resultado del tiempo de Zapatero es que España ha perdido soberanía: soberanía económica, fiscal y política.

EL presidente Zapatero se ha despedido del Congreso sin grandeza alguna. El balance de su gestión no permitía otra cosa —los datos son apabullantes— y tampoco se esmeró en intentarlo. Tres han sido los pilares de su mandato: la solución definitiva del problema de Cataluña, la negociación con ETA para poner fin al «conflicto vasco» y la ampliación de derechos sociales en una España próspera. Y los tres se han saldado con un estrepitoso fracaso. El Estatut ha ampliado la brecha emocional catalana hasta límites peligrosos, ha conducido a la insostenibilidad fiscal del Estado de las Autonomías, obligando a imponer un techo de gasto autonómico que está muy lejos del proyecto confederal inicial, y ha llevado al PSC a su peor resultado histórico. El retorno de Bildu-Batasuna a las instituciones vascas, sin asomo de arrepentimiento ni petición de perdón, supone un insulto a los demócratas y el triunfo de la estrategia de la socialización del terror de la que tan orgulloso se mostraba Otegui en la Audiencia Nacional, visiblemente aliviado de que el Estado haya abandonado el camino de la victoria política y policial que tan buenos resultados estaba dando. Pero ha sido el derrumbe económico la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de los españoles. Que un presidente que prometía entre risitas superar a Francia en renta per cápita se despida rogando a los mercados que no nos confundan con Grecia lo dice todo. No hacen falta más cifras, jugar con segundas derivadas o perderse en discusiones técnicas. El resultado del tiempo de Rodriguez Zapatero es sencillamente que España ha perdido soberanía: soberanía económica, fiscal y política. Es un país dependiente que se ha convertido en un problema.

Salvo que sus correligionarios nos ahorren el sufrimiento, el presidente parece decidido a consumirse y consumirnos a fuego lento confiando ahora en un chamán que le predice que España volverá a crecer al 1,5 por ciento a finales de año. Desconozco a tan ilustre augur, pero deberíamos haberlo presentado a director del Fondo Monetario Internacional. Tal es su capacidad de previsión que resulta poco solidario hurtarle su disfrute a la comunidad internacional. Claro que Zapatero siempre se ha movido mejor en las promesas huecas que en las soluciones concretas. Quedó patente en el debate del Congreso que no hay más programa económico que lo ya aprobado. Un bagaje insuficiente en condiciones normales y extraordinariamente preocupante en las actuales. Las dudas sobre la voluntad y capacidad de España para mantenerse en el euro van a continuar con independencia del resultado del drama griego. Mercados y analistas solo miran ya al nuevo Gobierno y sus primeros cien días. Razón para que el candidato popular empiece a mojarse. Lo que queda hasta entonces son solo minutos basura en los que estaremos a merced de la volatilidad del sentimiento de los acreedores y a expensas del Gobierno griego. Triste momento para una nación que podía haber sido un gran país europeo y haber servido de cierto contrapeso al eje franco-alemán, si hubiera mantenido el rumbo y consolidado alianzas inteligentes. Hoy solo nos queda confiar en que la masiva llegada de turistas nos alivie el tránsito. Pero llegará el otoño, el diferencial de deuda no habrá bajado, la liquidez no habrá retornado al sistema financiero ni a las pymes, el desempleo volverá a acercarse a los cinco millones y muchos de los presuntos apoyos con los que cuenta el Gobierno se evanescerán como los amores de verano de un adolescente. Las reformas pendientes seguirán pendientes y la opinión pública unánime: no merecía la pena este calvario.

ABC - Opinión

Aído. De la costilla de Zapatero. Por Cristina Losada

Hay que ser patriotas, nos objetan, y alegrarse siempre que un español ocupa un alto cargo internacional. Vale. De ese concepto de patriotismo ya mostró el Doctor Johnson la trampa. ¡Y cómo va a redundar en prestigio la colocación de indocumentados!

Vaya como advertencia que cuanto se va a decir aquí es machista e impúdicamente conservador. Si interrogarse sobre el ascenso de Aído a los cielos onusinos constituye delito de machismo, me declaro delincuente. Y respecto de la segunda tara, huelga decir que sólo desde el conservadurismo más feroz se pueden considerar el mérito, la capacidad y la valía como únicos requisitos para subir peldaños en la vida profesional. El resto de la vida ya sabemos cómo va, pero ahí, insistimos los carcas, al menos ahí, un poquito de rigor. Y no estamos tan solos. Hay carcundia en todas partes, hasta en la izquierda, hasta el punto de que la socialista Bachelet se resistió a acoger en su ONU-Mujeres a la ahijada de Chaves por deficiencias en el currículo y el inglés. Minucias, al cabo, que una buena aportación de fondos españoles permitió pasar por alto.

Hay que ser patriotas, nos objetan, y alegrarse siempre que un español ocupa un alto cargo internacional. Vale. De ese concepto de patriotismo ya mostró el Doctor Johnson la trampa. ¡Y cómo va a redundar en prestigio la colocación de indocumentados! Del currículo de Aído y su tuneado se escribió en su día de bautismo ministerial. No vamos a repetirnos, cuando se trata, además, de un fenómeno repetido, efecto predecible de la arribada de una generación de políticos ni-ni: ni preparación ni experiencia. Mírese por el lado positivo. Si adornan sus bios y agregan peso fraudulento, es que aún reconocen el prestigio de los rancios valores. Ese afán suyo por hinchar el currículo es homenaje que el vicio rinde a la virtud. Y aún hay países, crueles, donde les obligarían a retirarse.

Cuando a la escritora Dorothy Sayers le pidieron que analizara la novela policíaca desde la óptica de la mujer, respondió con un "lárgate y no seas idiota". Y es que era como preguntarle por "el punto de vista femenino sobre el triángulo equilátero". Pues estamos en la época en que a tales elucubraciones se consagran ministerios y organismos, más presupuestos, que sirven de trampolín a mujeres astutas. Lo reconozco. Cuán ingenuas las que por instinto, por educación, por carácter, hemos dado por sentada la igualdad. Repudiamos las clásicas armas de mujer y ni nos dimos cuenta de que la Igualdad, o sea la discriminación, venía a sumarse a ellas. Desde aquella foto del Vogue no hay misterio sobre el papel y el perfil de las mujeres elegidas por el Feminista.


Libertad Digital - Opinión

Atenas, Roma y Córdoba. Por M. Martín Ferrand

Entre nosotros, ha producido un generalizado disgusto el que sea San Sebastián, y no Córdoba, la merecedora de tan vacuo honor.

COMO la mancha de una mora con otra verde se quita, antes de que se apague el rescoldo del Debate sobre el estado de la Nación —otra victoria pírrica de Mariano Rajoy—, ya está viva la llama que enciende la designación de San Sebastián, ex aequocon la Breslavia del «Barón Rojo», como Capital Europea de la Cultura para 2016, después de que lo sean, en 2015, la ciudad holandesa de Mons, donde sentó sus reales el Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, y la checa de Pilsen, mucho más conocida y venerable por su magnífica cerveza que por sus ignotos pensadores.

Entre nosotros, ha producido un generalizado disgusto el que sea San Sebastián, y no Córdoba, la merecedora de tan vacuo honor. En puridad, Europa —culturalmente hablando—, tiene tres capitales indiscutibles: Atenas, Roma y Córdoba que, al final del primer milenio, tenía una Mezquita verdaderamente única en torno a la que convivían un millón de personas y tres culturas junto a una biblioteca de 400.000 rollos y volúmenes. No hay razón para sentir agravio. San Sebastián no existía en esa época y, además, ¿quién tiene la autoridad y el culturómetro precisos para establecer esas ridículas comparaciones?


Lo sorprendente es que las gentes se irriten, más o menos, porque se distinga con un título tan hueco a una ciudad o a otra; pero no, como debieran, por el hecho de que se conceda el título. Son cosas de la mandanga burocrática europea, ese monstruo creciente que, sumado a los domésticos, nos cuesta un Congo y da de comer a varias docenas de miles de paniaguados. La «inventora» de la capitalidad cultural turnante fue la griega Melina Mercuri, ministra de Cultura después de gran actriz y cantante curiosa, y, desde entonces, cada año la designación de la venidera es pretexto para un grueso capitulo de gasto público comunitario que incluye, a mas de la preparación de las candidaturas, viajes y visitas de funcionarios, políticos y ganapanes anexos.

Estos acuñadores de capitales, como tantos otros monstruos intercontinentales, continentales, nacionales, autonómicos y locales, a la vista del precio al que se está poniendo el pescado, debieran ir reduciendo su actividad. Este 2011 las capitales titulares de la cultura son Turko, la ciudad más antigua de Finlandia —¡siglo XIII!— y Tallín, en Estonia. Se entiende que los donostiarras, especialmente los de Bildu, estén felices por igualar la gloria de ambas capitales —yo mismo lo estaría si no fuera financiador forzoso de la majadería—; pero cabe sospechar que Séneca, Averroes, Maimónides, Góngora e, incluso, Antonio Gala no quepan en sí de tanto gozo.


ABC - Opinión

El todo-a-cien de ZP cierra por falta de stock. Por Federico Queveo

Esto se ha acabado. Adiós, muy buenas. Punto y final. Van a quedar dos o tres meses escoba para tocarle un poco más las pelotas al personal, pero la conclusión del #DEN2011 es que esto ha tocado a su fin y que habrá elecciones a la vuelta de verano porque la cosa ya no da más de sí y al dueño de la tienda de ideas se le ha acabado el stock.

¿Se imaginan un chino-todo-a-cien al que se le agotaran las existencias de pelotas de playa y gafas de sol marca Dray Ban? Tendría que cerrar, aunque es verdad que los chinos son el único negocio de este país que nunca cierra, pero como Zapatero no es más que un aprendiz en la venta de ideas todo-a-cien, en cuanto se le ha acabado el stock no ha tenido más remedio que echar el cierre, que ponerle el candado a la fábrica a la espera de que venga el nuevo administrador elegido por los accionistas que somos todos los españoles.


Esta ha sido la doble legislatura de las ideas, malas casi todas -el casi es por no parecer demasiado exigente-, y casi todas inútiles y de corto recorrido. Zapatero gobernó a base de ocurrencias hasta mayo del año pasado, cuando sonó varias veces el teléfono de su despacho y, primero Merkel, luego Sarkozy y, finalmente, Obama, le dijeron aquello de “oye, chaval, esto no puede seguir así porque lo que tienes entre manos es un juguete demasiado peligroso como para que pongas en riesgo la estabilidad económica mundial”. Y no le quedó más remedio que ponerse a gobernar. Es verdad que lo hizo, a medias, como casi todo lo que ha hecho, pero después de seis años de coña marinera y viva la madre que nos parió, llegaron doce meses de gestión y de digestión de la realidad. Tarde, claro.
«Atrás quedaron los momentos de chulería barata, aquellas presunciones comparativas según las cuales Berlusconi y Sarkozy se corroían de envidia al mirar a España, a ‘su’ España, y tocó bajarse del guindo y poner los pies en el suelo.»
Atrás quedaron los momentos de chulería barata, aquellas presunciones comparativas según las cuales Berlusconi y Sarkozy se corroían de envidia al mirar a España, a ‘su’ España, y tocó bajarse del guindo y poner los pies en el suelo, aunque declarativamente nuestro querido Zapatero siguiera en las nubes y haya seguido hasta el último momento.

En el fondo, le vamos a echar de menos, a él y a los que como él han buscado su fuente de inspiración en la fraseología de calendario, porque ya no escucharemos esas grandes aportaciones a los diccionarios de citas como aquellas de “la tierra no es de nadie, es del viento”, o “en los próximos meses vamos a asistir a una conjunción planetaria espectacular” que tan famosa a hecho a Leire Pajín a un lado y al otro del Atlántico. Es más, creo que cuando deje el Gobierno ya tiene una oferta sobre la mesa de Hugo Chávez para protagonizar una sección de frases estúpidas en su programa Alo Presidente.

Las verdades de Rosa Díez

Ayer, segunda sesión del #DEN2011, tocó llorera colectiva, besos y abrazos y simplezas varias, mención especial para la canaria Ana María Oramás cuyo edulcorado discurso provocó el sonrojo de la mayoría de la Cámara por la inmensidad de las chorradas que le dedicó al presidente al que solo le faltó ofrecerle un fin de semana juntos en Bahía Sol Tenerife para olvidar las penas.

No sé que hubiera pensado Sonsoles, la verdad… Menos mal que ahí estuvo presta Rosa Díez para ponernos a todos de nuevo ante la verdad de la buena, o sea, que éste ha sido el peor presidente de la democracia y que menos mal que se ha despedido… Ahora solo falta que se vaya, de una vez por todas, y nos deje en paz que buena falta nos hace. Dicen aquellos que, como él, son optimistas antropológicos, que dentro de unos años la historia le hará justicia… Yo, la verdad, creo que la Historia está deseando olvidarlo, por siempre jamás, amén.


El Confidencial - Opinión

San Sebastián. La Capital Europea de la Infamia. Por José García Domínguez

Chulescas violaciones de la Ley que seguro han de excitar a la Leni Riefenstahl de Zapatero. Por algo, ha corrido rauda a celebrar su desprecio a nuestro Rey y a nuestra Constitución, otorgándoles su propia Olimpiada de Berlín.

Apenas hace falta un único requisito para sostener que la cultura encarna lo opuesto al mal, la vileza, el fanatismo y la miseria humana: ser profundamente inculto. He ahí Céline, del que ahora se cumple el cincuentenario. Acaso el mejor novelista francés del siglo XX y, a la vez, una basura humana. Devoto de Hitler, racista, confidente de la Gestapo, apologista del genocidio, el mejor retrato de su persona acaba de ofrecerlo el alcalde de París, Bertrand Delanoë: "Céline es un excelente escritor, pero un perfecto cabrón". Como Quevedo, como Ezra Pound, como Baroja, como Drieu La Rochelle, como Cioran, como Brecht, como Pirandello, como Heidegger, como tantas... cumbres de la alta cultura.

Al respecto, solo los muy ignaros, los muy cínicos, o quienes sufren de ambas taras a un tiempo, pueden pretender que cultura y barbarie son voces antónimas. Así la ministra Sinde, que ha dado en parapetarse tras las falaces virtudes balsámicas de ese vocablo fetiche a fin de justificar su regalo a Bildu. Y es que, San Sebastián, villa frente a la que competidor alguno dispondría del currículum suficiente para poder robarle el título de Capital Europea de la Infamia y la Vileza, va a serlo , sin embargo, de la Cultura. Todo merced a los desvelos de Sinde, ansiosa por honrar a ese filoetarra, el tal Juan Karlos, tan ducho él en descolgar óleos de Juan Carlos y proscribir banderas de España.

Chulescas violaciones de la Ley que seguro han de excitar a la Leni Riefenstahl de Zapatero. Por algo, ha corrido rauda a celebrar su desprecio a nuestro Rey y a nuestra Constitución, otorgándoles su propia Olimpiada de Berlín. Como la del tío Adolfo en el 36. El escenario, grandioso en su magnificencia continental, lo pone, gratis et amore, el Gobierno de España. Por su parte, los hijos putativos de Txeroki únicamente habrán de dar con el Goebbels que ilustre al mundo sobre la superioridad moral de la justa causa de ETA y su sopa de letras satélite. Los cómplices intelectuales –si no materiales– de los asesinos de Gregorio Ordóñez, transmutados en sumos sacerdotes de la civilización, la concordia y los valores de Occidente. "Harás cosas que nos helarán la sangre", auguró con desolada lucidez la madre de Joseba Pagaza. No lo sabía bien.


Libertad Digital - Opinión

Catarsis griega. Por Ignacio Camacho

En Grecia crece la idea de la «deuda odiosa», que por su teórica ilegitimidad no conlleva obligación moral de pago.

EL segundo rescate griego, que tanto alivio ha provocado en Europa como incendiario malestar en Grecia, acaso no sea más que un piadoso autoengaño con el que deudores y acreedores se dan una tregua a sí mismos. La quiebra helénica podía —puede aún—tumbar la estabilidad financiera europea y arrastrar a su sistema bancario al abismo del que mal que bien se ha ido librando desde que comenzó la crisis, a veces con dramáticos coqueteos al borde de la sima. Al poner más dinero en ese agujero sin fondo que son las cuentas griegas, los prestamistas no han hecho otra cosa que prorrogar los plazos de una deuda que saben incobrable, a la espera de que las circunstancias o la propia UE puedan absorber el pasivo sin provocar una catástrofe. Grecia no va a pagar aunque quiera; lleva años haciendo trampas para esconder la evidencia de que su ínfima economía productiva no da para un desafío tan grande.

Como se trataba de evitar una contagiosa tragedia a lo Lehman Brothers, pero con una nación entera en bancarrota, todo el mundo ha preferido olvidar el timo de un país que ha edificado un insostenible Estado del bienestar a cuenta de capital ajeno. Grecia ha creado medio millón de funcionarios superfluos, ha dilapidado en salvas los fondos de cohesión, ha pagado pensiones a miles de familiares de muertos y ha construido un gigantesco sector público de clientelismo fraudulento a base de emitir deuda que no pagaba y de falsear cuentas que no cuadraban ni a martillazos. Descubierta la estafa, su nuevo Gobierno no ha tenido más remedio que hacerse el harakiri mientras la gente, indignada por los recortes, le prende fuego a todo lo que encuentra a mano. Los pirómanos son los beneficiarios de un fraude que nunca cuestionaron, acostumbrados a un sistema corrupto que no podían permitirse con lo poco que producían. Ahora la culpa es de los políticos egoístas, claro, y de los bancos codiciosos —les suena la milonga?— a los que nadie reprochó antes que pusieran dinero para ese caprichoso despilfarro. Ha crecido entre los ciudadanos, ojo al parche, la teoría de la deuda odiosa, compromiso que por su teórica ilegitimidad no conlleva obligación moral de pago.

Para eludir el crack, a falta de un eficaz gobierno europeo que pilote la moneda común, el directorio francoalemán de Merkel y Sarkozy ha convencido a sus bancos de pelotear a largo plazo el débito a cambio de un brutal sacrificio —impuestos, despidos, ajustes, privatizaciones— que bloqueará cualquier posibilidad de crecimiento en Grecia. Un piadoso embuste mutuo a la espera de mejores tiempos. El acuerdo consiste en que ambas partes, el Estado griego y sus prestamistas, juegan a tragedia o catarsis, a susto o muerte y eligen, como es natural, catarsis y susto. Probablemente, al final será también palmatoria.


ABC - Opinión

La cirugía griega y España

Europa y los mercados financieros respiraron ayer tranquilos después de que el Gobierno griego lograra el apoyo del Parlamento a su draconiano plan de ajuste. España también se sintió aliviada, pues era la siguiente presa sobre la que se habrían lanzado sin piedad los especuladores si hubiera fracasado el primer ministro griego. Pero Papandreu superó el trance con más holgura de la que se vaticinaba, las bolsas reaccionaron muy positivamente desde primera hora, la prima de riesgo española se moderó notablemente y los líderes europeos se felicitaron. Grecia podrá contar de manera inmediata con 12.000 millones para hacer frente a sus vencimientos inminentes de deuda y se garantiza la viabilidad financiera a largo plazo al ponerse en marcha el segundo plan de rescate. Al mismo tiempo, los bancos privados franceses y alemanes, principales tenedores de deuda griega, contribuirán con su refinanciación a 30 años. Sin embargo, la agónica situación de Grecia dista de haber terminado y mucho habrán de esforzarse sus dirigentes con hechos palpables para que los mercados financieros y las instituciones comunitarias recuperen la confianza en el país. El plan aprobado ayer es, en verdad, una cirugía de hierro: subida de impuestos, tasas e IVA; privatizaciones por importe de 50.000 millones de euros; poda del funcionariado público, y recortes sociales de más de 5.000 millones. En total, un tijeretazo de 78.000 millones en los próximos cuatro años. ¿Será capaz el Gobierno griego de cumplir sus promesas sin triquiñuelas ni falsedades? En esta ocasión, seguramente no le quede otro remedio que actuar con transparencia porque mil ojos estarán vigilando. Es cierto que el pueblo griego, al que sus gobernantes han hipotecado para las próximas décadas, es la víctima inocente de esta tragedia, así que tal vez nos sirva de lección a los demás países para no incurrir en los mismos errores. La irresponsabilidad y estulticia de un gobernante, sobre todo de aquel que recurre a la demagogia y al populismo para aferrarse al poder halagando a los votantes, se acaban pagando antes o después, empezando por los propios embaucados. En España, el Gobierno socialista tardó en admitir la gravedad de la crisis económica y no puso los medios precisos para amortiguar sus efectos. Por el contrario, tomó una serie de decisiones electoralistas, como multiplicar los subsidios, que vaciaron la caja y multiplicaron el déficit. Y el paro siguió en vertiginoso ascenso hasta convertirse, como ayer reiteró el Banco de España, en el lastre principal para recuperar la confianza y el vigor económicos. Darle la vuelta a esta inercia ruinosa ya no está en manos de un Ejecutivo con fecha de caducidad, como ha quedado claro en el Debate del Estado de la Nación. Le corresponde al partido de Mariano Rajoy tomar el relevo para demostrar, como hizo ayer, que es posible salir del túnel con un programa valiente, ambicioso y viable. Las 15 propuestas presentadas al Congreso son impecables y se resumen en: racionalizar el gasto, apoyar a los emprendores, incentivar la creación de empleo y la competitividad, apostar por la calidad educativa y devolver el prestigio a nuestro país. Sólo así España no será nunca Grecia.

La Razón - Editorial

Un paso decisivo

Aprobado el plan de ajuste para Grecia, Europa y el FMI deben revisar los criterios de los rescates.

En su tormentoso camino para evitar la quiebra nacional y salvar la estabilidad del euro, el Gobierno griego dio ayer un paso decisivo al conseguir que el Parlamento aprobara el plan de ajuste 2012-2015, que es la moneda de cambio para que Bruselas y el Fondo Monetario Internacional (FMI) liberen el quinto tramo de las ayudas (unos 12.000 millones de euros) del primer plan de rescate. El paso es tan importante como la ruina que evita. Si el plan se hubiera rechazado, el sistema financiero europeo al completo hubiera sufrido una profunda crisis y el euro hubiese entrado en dinámica de disolución. Pero el acuerdo del Parlamento ha conjurado el riesgo de catástrofe en Europa, permite a la economía griega eludir el riesgo de impago al menos durante 2011 y abre el camino a un nuevo plan de rescate que, esta vez sí, debería ser un factor de crecimiento para Grecia y no un rosario de préstamos punitivos.

El esfuerzo político del Gobierno socialista de Yorgos Papandreu para aprobar el plan de austeridad debe ser valorado no solo por la cuantía del ajuste que se va a ejecutar (unos 78.000 millones de euros entre recortes de gasto público, subidas de impuestos y privatizaciones hasta 2015) sino también por la atmósfera de hostilidad social exacerbada contra los recortes del gasto que ha enrarecido la negociación política y la propia votación parlamentaria. Ayer, la sesión del Parlamento se celebró con una huelga general en las calles de Atenas. Papandreu se enfrenta a tareas que son extremadamente complejas en cualquier país, como reducir el tamaño de la Administración y desmantelar un rosario de empresas públicas extremadamente onerosas y poco rentables o eficaces.


Una vez que Atenas ha aceptado un doloroso recorte de las rentas, un empobrecimiento equivalente a un descenso de la riqueza de un 15% del PIB, las instituciones europeas (la Comisión, el Banco Central Europeo) y el propio FMI deberían someter a una profunda revisión todos los criterios aplicados hasta ahora para rescatar a un país. Uno de los pilares de las ayudas futuras debe ser el diferimiento voluntario de los plazos de la deuda, en línea con el plan aceptado por los bancos franceses y alemanes la semana pasada. El cumplimiento del objetivo de déficit, en cuantía y plazos, no puede convertirse en un hándicap para el crecimiento económico, sin el cual no hay devolución de la deuda y sume al país en una espiral de endeudamiento y depresión.

Los modelos de rescate basados en el rigor presupuestario no funcionan por sí solos. En situación de asfixia económica, el rescatado suele volver a reclamar nuevas ayudas, mientras los mercados entran en una fase oscilante de euforia y depresión, según se vayan parcheando los problemas coyunturales. El segundo plan de financiación para Grecia será un buen laboratorio para experimentar con fórmulas más flexibles que afiancen los factores del crecimiento, no solo de Grecia, sino de Portugal e Irlanda; y, además, consoliden la estabilidad de España o Italia.


El País - Editorial

Grecia obtiene respiración asistida

El plan de ajuste es digno de consideración, pero no garantiza su suficiencia si tenemos presente hasta qué delirante extremo el elefantiásico Estado griego ha estado viviendo durante lustros por encima de sus posibilidades.

Con la aprobación de un nuevo plan de ajuste hasta 2015, el Gobierno griego acaba de desbloquear los 12.000 millones del quinto tramo del préstamo del FMI y la UE sin el cual el Estado heleno no hubiera podido, simplemente, afrontar sus pagos este mismo mes de julio. El tiempo dirá si este nuevo paquete de medidas de austeridad ahuyenta decididamente el fantasma de la bancarrota o, por el contrario, se trata tan solo de una nueva huida hacia adelante.

Por de pronto, el plan aprobado incluye un recorte de los gastos del Estado en unos 14.300 millones de euros, al que se suma la pretensión de recaudar otros 14.100 millones hasta 2015, con el fin de pasar de un déficit del 9,5% por ciento a uno debajo del 3% del PIB. A todo ello hay que sumar un plan de privatizaciones con el que se pretende reducir en cinco años el total de la deuda pública en unos 50.000 millones de euros, lo que supondría reducirla del 150% al 120% del PIB.


Se trata, sin duda, de un plan de ajuste digno de consideración, pero que no consigue su suficiencia si tenemos presente hasta qué delirante extremo el elefantiásico Estado griego ha estado viviendo durante lustros por encima de sus posibilidades. A este respecto cabe señalar que el Estado griego podría haber afrontado más eficazmente su monumental crisis de deuda deshaciéndose de muchos más activos de los que va a poner a la venta con su plan de privatizaciones, evitando de esta forma una mayor presión fiscal que, para colmo, no garantiza un proporcional aumento de recaudación.

El nuevo impuesto sobre grandes fortunas, el nuevo tributo de solidaridad de entre el 1% y el 5% de la renta familiar, el incremento del IVA (del 19% al 23%) y el de los impuestos especiales, así como la eliminación de numerosas exenciones y de un tercio del mínimo vital exento son todas ellas medidas que lastrarán el crecimiento económico y que no garantizan la totalidad de la recaudación con la que el Gobierno pretende aminorar el déficit. Bien es cierto que para esa tarea el Estado también cuenta con un plausible y ambicioso plan de reducción del gasto que incluye medidas tales como la supresión de 150.000 empleos públicos, el 25% del total, recortes en subvenciones o la reducción del gasto militar (el más alto porcentualmente de los países europeos de la OTAN).

Con todo, no olvidemos que los 12.000 millones que, gracias a la aprobación de este plan, el Gobierno griego va a obtener del FMI y de la UE no suponen más que lo que ha de pagar el Estado griego anualmente en concepto de devolución de principal e intereses. Por todo ello, que nadie lance campanas al vuelo ni se deje engañar por esporádicas subidas de la bolsa. No es la primera vez que Grecia ha estado al borde de la suspensión de pagos y nada garantiza que sea la última.


Libertad Digital - Editorial

Un respiro para la crisis griega

Era un paso necesario, pero por sí solo no resuelve el problema esencial, que es la situación de profunda insolvencia en la que se encuentra el país.

SERÍA aconsejable no dejarse llevar por la euforia desatada en las Bolsas después de que el Parlamento griego aprobase ayer el plan de austeridad que le reclamaban la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional, porque, aun siendo una buena noticia, se trata solamente de un remedio temporal para que el país pueda hacer frente a los pagos de deuda más inmediatos, ya que no resuelve el problema esencial, que es la situación de insolvencia en la que se encuentra Grecia. Era un paso necesario, pero no la panacea. Y la prueba más evidente de que las dificultades no han hecho más que empezar la tenían los diputados a las mismas puertas del legislativo, con unas protestas —que han adquirido un inaceptable sesgo violento— que son la prueba evidente del malestar creciente entre la sociedad. Es posible que el Gobierno de Atenas haya llegado al límite de lo que puede ser una política de austeridad aceptable —físicamente, si se quiere— para un país como Grecia, pero todavía estamos muy lejos de vislumbrar cualquier efecto benéfico de tanto sacrificio.

Lo más importante es la forma con la que este plan de recortes y privatizaciones va a ser aplicado, que es lo que marcará el destino del país. Los griegos pueden aprovechar este periodo de grandes dificultades para reconstruir una economía nueva que les permita anclarse en el mundo del futuro, o desperdiciar la oportunidad, empeñándose en reconstruir el modelo que desde hace mucho tiempo les ha llevado a este callejón sin salida. El primer ministro socialista, Yorgos Papandreu, ha perdido más de un año retrasando las decisiones que sabía que le serían impuestas, lo que no ha hecho sino complicar su aplicación, y ha desdeñado los consejos de la oposición conservadora, que ahora le ha negado su voto. Conviene recordar que en las últimas tres décadas Grecia ha estado gestionada por el Partido Socialista —la mayor parte de este tiempo por los Papandreu, padre e hijo—, y menos de ocho años por los conservadores de Nueva Democracia. Unos y otros han contribuido a arruinar a Grecia a base de cargar todas las facturas del clientelismo y la corrupción en la cuenta del Estado. No servirá de mucho que los dos partidos se pongan de acuerdo si antes no han logrado convencer a la sociedad de que el futuro amargo que les espera es el único camino para reconstruir una nueva Grecia.

ABC - Editorial