viernes, 22 de julio de 2011

Sebastián y Bono. Corbatas y ahorro energético. Por Guillermo Dupuy

Frente a las reaccionarias y despilfarradoras convenciones sociales y normas de decoro, Sebastián debería exigir una "jornada de concienciación" en la que sus Señorías fueran al Congreso en pelota picada. Eso sí que sería ahorrar en aire acondicionado.

¿Que qué tendrá que ver la corbata con el ahorro energético? Pues, seguramente, lo mismo que el tocino con la velocidad, pero el caso es que el Excelentísimo -y descorbatado- Señor Ministro de Industria, Turismo y Comercio D. Miguel Sebastian Gascón lo ha utilizado como excusa para no tener que ir con corbata al Congreso de los Diputados. Según ha explicado, por cada grado que se sube el aire acondicionado se consigue un 7% de ahorro energético, y ha criticado la baja temperatura que se registra en el interior del Congreso.

Para mí que el Excelentísimo -y descorbatado- Señor Ministro es un simple "cara", que, en realidad, pasa calor en el congreso y que cree que lo de los uniformes está bien para el servicio, pero no para los señores de la casa. Con todo, siguiendo su "lógica", debería proponer a sus señorías que durante el verano fuesen en bañador, así el ahorro energético sería aun más acusado. Es más, frente a las reaccionarias y despilfarradoras convenciones sociales y normas de decoro, le propondría una "jornada de concienciación" en la que sus Señorías fueran al Congreso en pelota picada. Eso sí que sería ahorrar en aire acondicionado.


Con todo, hay quien se ha tomado esta polémica como si de una confrontación entre la libertad individual y las convenciones se tratara. Salvo que el Congreso de los Diputados fuera propiedad de D. Miguel, ninguna norma de decoro en la vestimenta que se estableciera en la Cámara vulneraría la libertad individual de nadie. Simplemente iría en el cargo. Y somos muchos –y no sólo Bono- los que nos preguntamos por qué los ujieres tienen que ir con chaqueta y corbata y los diputados y ministros no.

El caso es que el mismo ministro que ha mantenido nuestro estructural déficit energético con la despilfarradora e insostenible "energía verde" nos viene ahora con el ahorro para justificar algo que a muchísimas personas simplemente les incomoda como es el uso de la corbata. Claro que, para una persona que llegó a creer que regalar a cargo del contribuyente 50 millones de euros en bombillas de bajo consumo iba a ser la "mejor inversión de la historia" en lo que ahorro energético se refiere, bien puede pensar muy sinceramente que lo de quitarse la corbata va a tener un impacto tan decisivo como el de reducir la velocidad de circulación viaria a 110 Km por hora. Por ocurrencias como esta va a pasar a la historia Sebastian, con o sin corbata.


Libertad Digital - Opinión

El drama de Camps: tuvo que elegir entre la horca y la guillotina. Por Antonio Casado

Lo de ayer revela que había un resto de sentido común en la averiada cabeza de Francisco Camps. La dimisión le deja en libertad para defenderse, le quita un peso de encima a su partido, despeja el camino de Mariano Rajoy hacia la Moncloa y le compensa por el apoyo político que éste le brindó más allá de lo razonable. Sinceramente, no me lo esperaba. Así lo escribí ayer mismo, convencido de que el ya ex presidente valenciano seguiría en el cargo y se empapelaría con los votos del 22-M ante el jurado popular.

Tampoco se lo esperaban en Génova, donde hasta el mediodía de ayer contaban con el “allanamiento” de Camps (reconocimiento de que la acción judicial contra él es justa), tal y como lo había concertado la noche anterior con el enviado especial, el ex ministro Federico Trillo. Y creo estar en condiciones de afirmar que la dimisión no le fue expresamente pedida por el gabinete de crisis constituido en Génova, donde se contaba con que Camps seguiría los pasos de Campos y Betoret.


¿Qué pasó a lo largo de la mañana de ayer para que Camps se volviera atrás y finalmente optase por la dimisión? Algún día, si quieren, lo contarán su propia esposa, Isabel Bas, y el presidente de las Cortes Valencianas y amigo personal de los Camps, Juan Cotino. La influencia de ambos ha sido decisiva en la dimisión del presidente de la Comunidad Valenciana. Consecuencia directa del impacto político que produjo la reciente apertura de juicio oral contra él y otros tres dirigentes del PP, por un presunto delito de cohecho pasivo impropio (aceptar regalos de una trama que perseguía ganarse sus favores).
«Dimisión pasando por el banquillo pero renunciando al cargo, o sentencia de conformidad conservando el cargo pero sin pasar por el banquillo. Lo malo y lo peor.»
El drama de Camps consistía en elegir entre la horca y la guillotina de la política. Dimisión pasando por el banquillo pero renunciando al cargo, o sentencia de conformidad conservando el cargo pero sin pasar por el banquillo. Lo malo y lo peor. La conformidad con las acusaciones le hubiera dejado por mentiroso y con antecedentes penales. La dimisión le deja intacta la presunción de inocencia y le permite ennoblecer su relato: el de un hombre básicamente honrado que tal vez no supo gestionar el episodio de los trajes y que, al final, ha sabido ser generoso por el bien de su partido.

Por ahí va el discurso de Rajoy y su entorno, en el que se pide respeto para un hombre atormentado que no es un corrupto, no ha robado, acaba de ganar unas elecciones y finalmente toma una decisión responsable, democrática y ejemplar. No estaría mal que aceptase ese cable de la dirección nacional. Pero Camps se empeña en rebatirla al calificar de “insidias” los contenidos de un auto judicial.

Su derecho a la presunción de inocencia no está reñido con el respeto a los tribunales de justicia. Y en su rueda de prensa de ayer fue incapaz de hacerlo compatible.

Si hay algo de grandeza en su gesto, Camps la malogró con sus explicaciones de ayer. Si con la dimisión recurrió a sus reservas de sentido común, dejó intactas las de su responsabilidad como gobernante. Hablar de “infamias”, de “gran mentira”, o presentar el relato fáctico de un juez como si fuera el resultado de una conspiración política sobre la nada (“No hay nada de nada”, dijo por enésima vez), no es la despedida más honorable para el “molt honorable president” de estos últimos ocho años.


El Confidencial - Opinión

Dimisión. El orgullo de Camps. Por Agapito Maestre

Entre el plagio y la repetición, entre la literatura y la naturaleza, la memoria escribe con pensativo sentir acerca del carácter enigmático del tiempo político. ¿O acaso no es un enigma que pocos imitarán la conducta de Camps?

Contrasta el orgullo de Camps con el silencio de Rajoy. El orgullo es un pecado propio de sociedades aristocráticas, pero, a veces, se escenifica en las sociedades democráticas. Es lo que ha pasado en el acto de la despedida de Camps del poder. El discurso de su adiós es una pieza política para el análisis literario y filosófico. Independientemente de la valoración ideológica que nos merezca este acto, nadie negará que Camps se ha marchado con orgullo. El final de su discurso se parecía al reproche que Aquiles, en la Iliada, le hacía a su ejército: "Me habéis ofendido. Me marcho, adiós, desaparezco. Vuestro castigo será mi ausencia".

Aunque en las sociedades democráticas las ausencias apenas se notan, Camps apeló a ella para mostrar algo más que su herido orgullo, su honradez, que tendrán que ser confirmada o, quizá, cuestionada por un tribunal de justicia. Cualquiera sea la manera que se intérprete esta despedida de Camps del poder, uno no puede dejar de tener la sensación de que, hoy como ayer, no hay razón sin delirio. He ahí, otra vez, la única continuidad visible que pueda establecerse en la vida española: el anhelo y la nostalgia, la entrega y el despego, la búsqueda y el refugio de mesura e inteligencia a través de las formas más extremas del comportamiento humano. ¡Hasta en el delirio, en el disparate, en el esperpento y en el exabrupto hay ansias de inteligencia y restos de mesura!


Lo cierto es que, hoy, la dimisión de Camps es ya memoria y olvido. Vale la pena repetir que entre las risas de los vencedores y los sollozos de los vencidos, entre alborozos y lamentos, la memoria canta con silencio sonoro que el tiempo también es olvido. Y, a veces, con alevosa dejadez la memoria transforma el paso del tiempo en recuerdo (verbo sagrado para quienes viven preocupados por el desvanecimiento de la memoria del idioma) para las generaciones futuras. Quizá sea una esperanza al revés, pero el recuerdo es sobre todo un aroma, un color, un sonido, un "tocar" el fresco despertar de una especie de placer matinal.

Rescatar la pasada realidad, verdadera o falsa, al hilo del trueno de la actualidad, de ese vivir instalado en el instante animal, es la tarea prometeica del recuerdo. ¡Un esfuerzo sin final! Tan imposible es una memoria melancólica sin ironía como un nostálgico recuerdo sin escepticismo. Melancolía irónica y nostalgia escéptica son las principales figuras del recuerdo, de ese cronista del pasado, que atrapado en el presente necesita arrebatarle al olvido lo que nos pertenece para acaso vislumbrar el futuro, esa exactitud acerca de lo impreciso.

Entre el plagio y la repetición, entre la literatura y la naturaleza, la memoria escribe con pensativo sentir acerca del carácter enigmático del tiempo político. ¿O acaso no es un enigma que pocos imitarán la conducta de Camps? ¿Cuántos socialistas seguirán la conducta de Camps? Sospecho lo peor. El enigma ha desaparecido.


Libertad Digital - Opinión

Corbatas. Por Alfonso Ussía

La corbata nace de los paños negros que se anudaban al cuello los soldados de la caballería croata. Con la corbata hacían la guerra. Nuestro «dandy» insuperable, Mariano Téllez-Girón, duque de Osuna, general y embajador de España en San Petersburgo mandaba que le hicieran un paño completo, del que se sacaban doscientas corbatas, para que nadie usara la misma que él. Se confeccionaba una corbata y el resto del paño se quemaba. En determinada época del siglo XX la corbata se asociaba a las derechas y los descamisados a las izquierdas.
Centenares de españoles fueron enviados a checas y paredones por usar corbata durante la República. Pero los soviéticos quebraron esa absurda diferencia. En la URSS todos los políticos comunistas llevaban corbata. Gromyko, siempre negra, para infundir mayor respeto. Entonces se compraron corbatas los comunistas españoles que pasaron un exilio o una resistencia interior dependiendo de la corbata. Estoy con Bono, naturalmente. La corbata es un complemento que muestra su respeto a los demás. Y en verano es incómoda, pero la comodidad no siempre es aconsejable. No llevar corbata al Congreso de los Diputados abre el camino de la camiseta, los pantalones cortos y las putas chancletas.


Los primeros en abrir la mano han sido los jueces. Hace pocas décadas, todos los que juzgaban y los que acusaban y los que defendían en las salas de audiencia de la Justicia, lo hacían con corbata negra. El negro en la corbata no determina luto o tristeza, sino respeto. Ahora, un abogado puede intervenir en un juicio descamisado, y nadie le dice nada. Se falta al respeto, entre otros, al reo. En Francia e Inglaterra los jueces siguen cubriéndose con las pelucas blancas, ésas que dan risa en otros ámbitos, pero que durante el juicio establecen la distancia del respeto. A la momia de Lenin le cambian la corbata cuatro veces al año, para que no se aburra. Y desde que Rusia ha recuperado la libertad, sus corbatas han mejorado en calidad y gusto. Antes se las compraban en los Almacenes Gum de la Plaza Roja, unos almacenes inmensos sometidos a los planes quinquenales en los que no se podía comprar nada porque todo era basto y feo. Lenin, de poder incorporarse, parecería hoy una persona respetable.

El respeto hacia los demás que demuestra el que se anuda una corbata al cuello es el mismo respeto que yo siento por los enemigos de la corbata. No se trata de corbata sí o corbata no, sino de corbata donde y cuando y no corbata cuando y donde. La corbata es un detalle, una muestra de civismo. Y en el Parlamento, su uso tendría que ser obligado, entre otros motivos, porque los ujieres, los taquígrafos y todos los empleados del Congreso que cumplen con su deber cara al público, usan corbata. La estética nos obliga a los occidentales a no parecernos en nada a Ahamadineyad, por poner un ejemplo, que considera a la corbata un distintivo del cristianismo.

Nada tiene que ver la corbata con las ideologías y las modernidades. Otra cosa es su elección. Hay corbatas que habría que prohibir, pero ahí se entraría en la invasión de la libertad particular de cada persona. Se sabe o se intuye por dónde se mueve el buen gusto, pero no hay obligación de buscarlo. De mi humilde persona, por ejemplo, se pueden decir las peores cosas. No cabrían mis defectos en un volumen de mil páginas. Pero en corbatas, soy sencillamente insuperable. Nadie las tiene tan abundantes y tan estéticas. Lo siento, pero es así. Bien, Pepe Bono.


La Razón - Opinión

Dimisión. El psicodrama de Camps. Por Cristina Losada

Al presentar su renuncia como un sacrificio por Rajoy y por España, nada menos, Camps no engrandecía el sentido de su dimisión. Lo empequeñecía al convertirla en mera conveniencia que, además, envolvía en la bandera.

El velatorio de un cadáver político se presta tanto a la alabanza desmedida como al lanzazo al difunto. Ninguno de esos excesos ha faltado tras la dimisión de Camps. Su retirada se ha convertido en un trofeo que se disputan la dirección nacional del PP, que resalta la sabiduría de un Rajoy capaz de solventar la crisis sin prisa, pero sin pausa; y quienes la atribuyen a su tenaz persecución de la pieza. Así, lo que para unos es "sacrificio" digno de encomio, es "rendición" humillante para los otros. Fuera del territorio de las banderías, la historia pierde tintes dramáticos. No se aprecian motivos para que se enorgullezca ninguna de las partes. Ni de una gestión, que ha sido deplorable, ni de un acoso que, por desproporcionado y manipulador, daría alas al victimismo de los populares. Han aplazado decisiones y prolongado la agonía escudados en la dispensa moral que el hostigamiento les brindaba. Camps no tenía que dimitir, podía ser de nuevo candidato, porque era víctima de una cacería.

Desde los primeros compases optaron por desconocer, en Génova y en Valencia, las dimensiones del problema. Las redujeron a los trajes y a un presunto delito no más grave que una multa de tráfico. Pero en la esfera política se dirimía su responsabilidad en la posible connivencia con una trama corrupta. Y entonces vino al rescate de los taoístas (no hacer), el doble rasero. Si los imputados y aun procesados que aporta el PSOE no dimiten por corruptelas de mayor cuantía y execrables faisanes, ¿por qué habría de hacerlo un político del PP, seguro de su inocencia, por una minucia? ¿Por qué dar ejemplo cuando los adversarios ni lo dan ni pagan por ello? Pues por eso mismo. Hasta hubiera sido un golpe de efecto, un modo de subrayar diferencias. Pero la dimisión de un político es aquí un acto tan desacostumbrado, que se asimila fácilmente a una confesión de culpa. Quizá la única muestra de lucidez que ha dado Camps en este embrollo haya sido dimitir antes que declararse culpable.

Tarde y también mal. Al presentar su renuncia como un sacrificio por Rajoy y por España, nada menos, Camps no engrandecía el sentido de su dimisión. Lo empequeñecía al convertirla en mera conveniencia que, además, envolvía en la bandera. Y en lugar de dejar los elogios de su figura para otros, se los hizo él mismo. Hasta el final, llevó el affaire como un psicodrama.


Libertad Digital - Opinión

Un acuerdo necesario

Tras el primer y frustrado rescate a Grecia, los jefes de Estado de la Eurozona afrontaron ayer una jornada trascendental en la que se abordó el segundo rescate al país heleno. Los estados miembros –alentados por Alemania y Francia, piezas clave para entender todos los movimientos– tenían más en mente suavizar las condiciones de ayuda que aportar más dinero. En ese sentido, los líderes europeos habrán accedido a alargar los plazos del crédito inicial –estimado en 110.000 millones de euros– hasta los quince años, en vez de los siete actuales, y a rebajar su interés, que pasaría del 4,5% al 3,5%. Dicho de otra manera: pagarán menos por esos préstamos y tendrán más tiempo para devolverlos. Estas medidas también serían aplicables a Irlanda y Portugal. Además, está encima de la mesa la posibilidad de incluir un «Plan Marshall» de inversiones en el país heleno. El objetivo último es reforzar la competitividad griega y frenar el contagio de la crisis a otros países, como así ha sucedido con Portugal, Irlanda, y la amenaza sobre Italia y España. Este acuerdo ha sido respaldado por las bolsas y los mercados financieros que, en cuanto conocieron las primeras líneas del borrador, mostraron su apoyo. En divisas, el euro ha repuntado y las bolsas extranjeras dejaron la volatilidad de las primeras horas para asentarse en el verde. La presión de los mercados hacia España también se ha relajado. La prima de riesgo ofrecida a los inversores por los bonos españoles respecto a sus homólogos alemanes registró un notable alivio, al situarse por debajo de los 300 puntos básicos, concretamente 285, desde los 320 del miércoles. El IBEX también experimentó una significativa mejoría, al subir un 2,93% y ha superado la cuota de los 10.000 puntos.

En principio sólo cabe felicitarse por que se haya desbloqueado una situación que estaba siendo muy perniciosa para España. Aún es pronto para conocer el alcance de estas medidas y su efectividad a largo plazo, pero sin duda tiene que contribuir a serenar a los mercados. Sin embargo, ésta es sólo la punta del iceberg de las profundas reformas que en materia económica tiene que emprender la zona euro. Para evitar hecatombes como la griega, la irlandesa e incluso la portuguesa, hay que ser mucho más rigurosos y actuar bajo un planteamiento unitario. Los países del euro deben plantearse más pronto que tarde una disciplina presupuestaria de hierro y hablar con una sola voz. Además, se debe fomentar una política fiscal común y se deben evitar, o al menos poner coto, los presupuestos alocados de algunos países que nos ponen en situaciones tan dramáticas como las que estamos viendo estos días y que contribuyen a los desequilibrios macroeconómicos. La realidad indica que hay países que están haciendo muy bien los deberes y otros que actúan desde la irresponsabilidad, provocando terremotos económicos que sólo contribuyen a debilitar al euro frente a otras monedas y a crear una desconfianza que además se propaga a una velocidad de vértigo a otros países, agravándoles sus problemas. Grecia prendió la mecha, la zona euro actuó como bombero apagando el fuego, pero ahora lo que se necesita es una buena planificación desde criterios realistas.

La Razón - Editorial

Un euro gobernado

Bruselas convierte el fondo de rescate en la clave para combatir la inestabilidad financiera.

La cumbre de Bruselas ofreció ayer varios principios de acuerdo para combatir la crisis financiera que caminan, todos ellos, en la buena dirección. No solo preparó el segundo rescate a Grecia, con una inyección de nuevos préstamos de unos 110.000 millones de euros (a pagar por la UE y el Fondo Monetario Internacional), sino que, por fin, los jefes de Gobierno y ministros de Finanzas entendieron que el mecanismo europeo de rescate ahoga cualquier posibilidad de crecimiento del país rescatado y que el Fondo de Estabilidad Financiera debe ser una institución activa y no, como hasta ahora, un depósito inerte.

Para conseguir este objetivo, la UE parece dispuesta a abaratar las ayudas a los países intervenidos (el tipo de interés se rebajaría desde el 5% actual al 3,5%). También a alargar los plazos de vencimiento por una parte y a permitir, por la otra, al Fondo de Estabilidad que conceda préstamos preventivos, recapitalice bancos y compre deuda en los mercados. El problema es que esta ampliación de las funciones del Fondo tendrá que ser aprobada por todos y cada uno de los Parlamentos nacionales, lo cual complica el proceso y deja un margen de incertidumbre.


El acuerdo sobre la reestructuración de la deuda griega implica un aplazamiento inevitable de su pago equivalente a una quita. Es crucial que este aplazamiento no sea obstaculizado por las agencias de calificación, de forma que vuelvan a temerse un default. Sarkozy advirtió de que, en ese caso, los países del euro garantizarán temporalmente los bonos griegos. El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, presente en la reunión previa entre Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, sigue temiendo que la participación privada en las quitas desencadene daños en las instituciones financieras europeas.

A cambio de la declaración de aplazamiento, Trichet ha hecho valer su influencia en la activación financiera del Fondo de Estabilidad. Sarkozy y Merkel han obrado con sensatez al aceptar el nuevo papel del Fondo de Estabilidad, porque es clave para tranquilizar a los mercados y dotar a la eurozona de instrumentos de intervención económica que sean capaces de enfrentarse directa y rápidamente a una emergencia financiera. Hay que confiar en que Angela Merkel no haga cuestión de fe el oponerse a este cambio prometedor.

Europa tiene un déficit muy grave de instituciones que sean capaces no solo de organizar una intervención financiera rápida en momentos de emergencia (el BCE no puede actuar en ese ámbito), lo que se podría entender como un futuro mecanismo europeo de estabilidad, sino también para convertir los grandes acuerdos de las cumbres en los múltiples y pequeños compromisos que permitan una aplicación sin tensiones entre los países miembros.

El borrador del acuerdo, oportunamente filtrado antes de que empezara la cumbre, provocó ayer una cierta euforia en los mercados. Está justificada por el mero hecho de que los líderes europeos parecen haber entendido por fin la naturaleza de esta crisis permanente, que transforma los recelos sobre deuda soberana en falta de credibilidad de los bancos, y los problemas bancarios en dudas sobre la solvencia soberana. Las líneas de acción contenidas en el borrador indican el camino correcto, e incluso podría decirse que se trata del único camino para romper ese círculo vicioso. Por eso el diferencial de deuda empezó a caer ayer hasta los 280 puntos básicos en el caso de España y hasta 250 puntos en el caso de Italia, y las Bolsas europeas, a su vez, se dispararon.

No hay que olvidar que la cumbre expuso solo unos principios de actuación. Bastará con que haya tensiones en la aplicación de esos principios para que renazca la inquietud en los mercados. Por eso Europa necesita instituciones; no basta con grandes acuerdos entre Francia y Alemania.


El País - Editorial

Los «bomberos» de un euro en llamas. Por Juan Pedro Quiñonero

Merkel y Sarkozy están condenados a entenderse para que el bizantino edificio de la UE no se venga abajo.

Los intereses de Alemania y Francia son demasiado importantes para dejarlos al azar de la volatilidad del euro, cuya inestabilidad obliga a Berlín y París a negociar acuerdos que permitan salvar lo esencial, cediendo en terrenos no siempre periféricos.Ante las sucesivas crisis del euro Angela Merkel y Nicolas Sarkozy han oficiado sin cesar como «bomberos» que han conseguido apagar, provisionalmente, el rosario de incendios a repetición donde han ardido cantidades siempre crecientes de millones de euros, destinados a pagar facturas y deudas, a un precio siempre más alto y devastador para las economías más frágiles, España incluida.

El BCE y Alemania han impuesto un modelo germánico de salida de la crisis: gastar menos, trabajar más, intentar recortar deudas e hipotecas. Francia ha intentado federar las numerosas resistencias a ese modelo, favoreciendo la creación de fondos de ayuda, pagados de manera más o menos colectiva, incluso sugiriendo nuevas formas de «bancarrota parcial» o imposición fiscal, nacional o europea.


La nula credibilidad griega, el estado de postración de Portugal e Irlanda, la credibilidad empantanada de Berlusconi o Zapatero, han atizado llamas de nuevos incendios precipitados por una pregunta simple y brutal: ¿son capaces griegos, portugueses, italianos o españoles de restaurar sus economías con unos índices de productividad más o menos semejantes a los de Alemania?

La respuesta es «no». De ahí la iniciativa francoalemana: intentar salvar lo esencial (el euro, el mercado único), a cambio de ceder en puntos menos esenciales. La voladura del euro sería catastrófica, no solo para la construcción política de Europa: afectaría a los grandes bancos alemanes y franceses, crearía nuevos problemas para las exportaciones alemanas, afectaría de mala manera a los intereses mundiales de Berlín, entorpecería la crisis de la deuda de EE.UU., precipitando nuevos nubarrones contra toda Europa.

La complicidad intelectual entre Helmut Schmidt y Giscard d'Estaing hizo posible la creación del primer Sistema Monetario Europeo (antecedente de la zona euro). La pareja Kohl/Mitterrand permitió echar los fundamentos del mercado único. Chirac y Schroeder comenzaron por no entenderse, con resultado catastrófico para Alemania y Francia. Merkel y Sarkozy son diferentes y tienen visiones distintas de grandes cuestiones estratégicas (energía nuclear, Libia); pero se rindieron pronto a la evidencia: si Berlín y París se enfrentasen en la escena europea, el bizantino edificio de la UE se vendría abajo precipitadamente.

Disciplina germánica
De ahí lo laborioso de la gestión de la permanente crisis del euro. Sarkozy ha hecho un gesto teatral: reformar la Constitución para adoptar el modelo alemán, imponiendo a cualquier gobierno la disciplina presupuestaria. Del proyecto a la realidad, hay un largo trecho por recorrer. Pero la retórica es buena.

¿Alguien piensa que Zapatero o Berlusconi podrían «imponer» a España o Italia un proyecto de disciplina de ese tipo? No. De ahí la incertidumbre global. Alemania defiende en solitario una disciplina que nadie es capaz de seguir. La gesticulación francesa permite salvar los muebles. Sin resolver la incertidumbre de fondo, la complicidad Merkel/Sarkozy permite comprar tiempo, a un precio imprevisible.


ABC - Opinión

Europa vuelve a comprar tiempo

Con este nuevo rescate la Unión Europea espera ganar tiempo para que se aprueben más reformas tanto en Grecia como en los demás países en problemas.

Imagine que está usted pagando una hipoteca y que si suma lo que paga al banco y lo que gasta en comida, ropa, electricidad, gas, etc., la cifra supera sus ingresos mensuales. De modo que pide otro préstamo con el que pagar el primero para que no le embarguen. Sin embargo, como dada su situación no parece usted de mucha confianza, le piden más intereses porque hay más riesgo de que no pague. Y al final se queda usted pagando aún más que antes, pero al menos ha salvado el día.

Algo similar le sucede a Grecia, y como en el ejemplo, sus problemas sólo estarán en vías de solución cuando sus ingresos superen a sus gastos, incluyendo los intereses que debe pagar por su deuda. Los planes que ha ido aprobando buscaban adelgazar el sector público e incrementar la recaudación impositiva. Pero como se han quedado cortos, la Unión Europea ha tenido que acudir al rescate, por primera vez el año pasado y de nuevo este jueves.


Estas ayudas han consistido principalmente en comprar deuda helena a un precio inferior al mercado, de modo que el Estado griego pague menos intereses y así no quiebre al haber reducido sus gastos. Por ahora. Las cuentas siguen desequilibradas y seguirán así mientras. Pero con este nuevo rescate, la Unión Europea espera ganar tiempo para que se aprueben más reformas tanto en Grecia como en los demás países en problemas; con las cuentas más equilibradas, se pedirán menos intereses y se reducirán aún más los gatos, es decir, el círculo vicioso se convertiría en virtuoso.

Bajo esa premisa se aprobó el rescate del año pasado, y la situación tanto de Grecia como de los demás países no ha hecho sino empeorar. Se han ido haciendo reformas, pero demasiado tímidas para suponer una diferencia fundamental. Un ejemplo es la aprobada este mismo jueves en España: aumentar la edad de jubilación a los 67 años no es más que un parche. Imprescindible para mantener con vida unos años más nuestro insostenible sistema público de reparto, pero que no ataca sus problemas de fondo. Y así con todo.

Con este acuerdo, Merkel seguramente haya puesto el último clavo de su tumba política: los trabajadores alemanes no están dispuestos a seguir pagándoles prebendas a los países del sur de Europa, y parece difícil que la situación se revierta para 2013. En cuanto a nuestro país, proporciona un alivio temporal. Las bolsas han subido, la prima de riesgo se ha reducido. También para nosotros se ha comprado tiempo. Pero como Zapatero no hará las reformas que necesita el país, nuestra única esperanza parece residir en que Rajoy sea en el Gobierno mucho más activo de lo que ha sido en la oposición.


Libertad Digital - Editorial