sábado, 23 de julio de 2011

Esa insoportable levedad de ser González Sinde. Por Federico Quevedo

En este país llamado España hemos tenido toda clase de ministros de Cultura, de izquierdas, de derechas, mejores unos, peores otros… Dentro de la mediocridad general de la que se han caracterizado los sucesivos Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, destacaba por su aportación intelectual César Antonio Molina. Por eso, y porque durante su breve mandato demostró que era posible conciliar el cargo con un comportamiento tolerante. Hubo incluso quien llegó a decir que podría haber sido ministro del PP… No sé si eso influyó en Zapatero a la hora de cambiarlo, pero desde luego, si fue así, lo que consiguió con el nombramiento de Ángeles González Sinde fue dejar el pabellón del Ministerio de Cultura a la altura del betún: nunca ha habido un ministro/a tan profundamente sectario, tan increíblemente inútil y tan espantosamente mediocre.

Sí, lo sé, es una pasada por mi parte, pero es lo que siento ante una ministra que de manera sistemática actúa bajo un prisma tan estrechamente cerrado y tan tozudamente partidista que le lleva a perder los papeles y a demostrar su incapacidad para ostentar el cargo allá donde va. La razón de este desahogo tiene que ver con lo ocurrido el jueves en el Museo del Prado, a saber, la pinacoteca española recibía proveniente del Vaticano la obra de Caravaggio El descendimiento, un gesto hacia Madrid por acoger este mes de agosto la Jornada Mundial de la Juventud y contar con la presencia de Benedicto XVI. La pintura de Caravaggio forma parte de una muestra específica que El Prado ha organizado coincidiendo con la JMJ, titulada La Palabra hecha imagen. Pinturas de Cristo en el Museo del Prado, una iniciativa sin duda muy interesante que va a permitir a los madrileños y turistas contemplar otras 13 pinturas más de contenido religioso.


No hay que olvidar que en todas las culturas la religión ha aportado un enorme patrimonio histórico-artístico, y el cristianismo lo ha hecho de manera singular allá donde está presente. Bien, nada de esto tendría mayor relevancia si no fuera porque, como siempre, en el acto de recibimiento de la pintura del maestro italiano, la ministra hizo lo que suele hacer: demostrar que nunca sabe estar y miccionar fuera del tiesto. Habló primero Rouco Varela en representación de la Iglesia que, en definitiva, es la que hace la cesión temporal de la pintura, y como cabe esperar de un prelado se refirió al sentido religioso tanto de la obra como del acontecimiento por el que nos visita durante dos meses. Y le tocó el turno a la ministra de Cultura. Lo lógico era esperar un discurso mínimamente respetuoso con quien acaba de tener un gesto hacia nuestro país cediendo una de las obras más importantes del arte religioso mundial, unas palabras de agradecimiento y, si no quería entrar a valorar el hecho que motiva esta cesión por su militancia laicista, un simple repaso a la importancia de la obra de Caravaggio y en general de la aportación a la cultura universal del arte sacro.
«Hace ya más de un año que Sinde debía haber dejado el Ministerio, desde que empezó su lucha sin cuartel contra la libertad en la Red.»
No necesitaba extenderse mucho más, ni hacer grandes aspavientos… Se trataba solo de recibir el cuadro. Pero, lejos de eso, la ministra optó por tocarle los bemoles al cardenal que estaba presente y, por extensión, a quienes habían cedido la obra para que se pudiera contemplar en Madrid, y se dedicó a hacer un panegírico de la condición homosexual de Caravaggio… Oiga, que yo no tengo nada contra el hecho de que Caravaggio fuera homosexual, entre otras cosas porque probablemente eso le dotaba de una sensibilidad especial que se traducía en la hermosura de su obra, y también es un hecho que siendo homosexual nos dejó un legado de arte sacro imposible de valorar… Pero no era el momento ni el lugar… No era esa la razón de que la obra visite estos días nuestro país... Se podría haber hecho una exposición centrada en la obra de artistas homosexuales y entonces las palabras de Sinde tendrían sentido, pero en aquel momento sobraban.

Miren, la cuestión es que esta mujer no tiene ni la altura intelectual ni la talla política que se requiere para un cargo de esas características… Hace ya más de un año que debía haber dejado el Ministerio, desde que empezó su lucha sin cuartel contra la libertad en la Red, siguiendo por su obsesión por declararnos a todos culpables de piratería, y concluyendo por su empatía con una organización que se ha demostrado fraudulenta y cuyos responsables acabarán sentados en el banquillo. También en eso hay una responsabilidad política, en la medida que o se ha sido complaciente con el delito, o se ha sido indolente en el deber de control de un organismo que gestionaba dinero público. Todo, absolutamente todo, le ha salido mal a la ministra Sinde, y ha dejado, como decía, el pabellón de ese Ministerio por los suelos… Dimita ya, señora Ministra, aunque a este Gobierno le quede poco, sería un gran gesto por la cultura y por la higiene de este país.


El Confidencial - Opinión

Cataluña. Rubalcaba, especie protegida. Por Maite Nolla

Estos recurren ahora lo que en su día aprobaron en las Cortes. Este Gobierno consideró que el catalán debía ser preferente en Cataluña. No sólo lo aprobó así, sino que llamó anticatalanes odiosos a los del PP.

El Consejo de Ministros ha decido interponer recurso de inconstitucionalidad contra una ley del Parlamento de Cataluña que otorga carácter preferente al aranés en el Valle de Arán. Y lo hace por considerar que vulnera el artículo 3 de la Constitución respecto al régimen de cooficialidad; es decir, que en España ninguna lengua oficial tiene carácter preferente. Y si eso no estaba lo suficientemente claro, la sentencia del Estatuto de Cataluña lo puso por escrito. Fenomenal, el Gobierno de España haciendo de Gobierno de España. Pero, claro, estos recurren ahora lo que en su día aprobaron en las Cortes. Este Gobierno consideró que el catalán debía ser preferente en Cataluña. No sólo lo aprobó así, sino que llamó anticatalanes odiosos a los del PP que en su día presentaron un recurso bastante parecido al que ahora presenta el Gobierno respecto al aranés. La ministra Chacón, cuando aún dejaba volar su imaginación pensando que podía ser presidenta, llegó a decir que si el PP no retiraba el recurso estaría atacando a Cataluña. Y cuando llegó la sentencia, y cuando llegaron otras sentencias diciendo que ninguna lengua oficial tiene carácter preferente, Gabilondo, Rubalcaba y el resto de ministros se ofrecieron a colaborar con la Generalitat de Montilla y con la presente, para no cumplir nada que tuviera que ver con la lengua en la educación, en la función pública o dónde fuera.

Y ahora va el Gobierno y decide recurrir la ley del "occitano" por lo mismo que recurrió el PP el Estatut que aprobó el Gobierno. Vamos, que el Gobierno se autorrecurre. Lo cual convierte a este Gobierno en antioccitano. Aranófobo. Un Gobierno que pretende llevar el odio al Valle y romper la pacífica convivencia de los esquiadores de Baqueira, osos incluidos. En fin, la política tiene estas cosas, que te llevan a hacer lo mismo que hicieron otros, aunque en su momento se les señalara con el dedo y se buscara su exclusión política y social.

La gracia del asunto es que la interposición de este recurso ha pillado a Rubalcaba de gira por Cataluña. Esta semana apareció en la tevetrés defendiendo la inmersión lingüística, hasta el punto de atribuirse su puesta en marcha; como Al Gore con internet. Dijo que él había acuñado el término "catalanofobia" para describir la conducta del PP respecto a Cataluña; también como Al Gore con internet. Y que nadie como él defendía lo catalán –nacionalista, quiso decir- pese a la incomprensión de Madrid, y prueba de ello fue el Estatut. Llegó a decir que comprendía el ficticio avance del independentismo porque no puede ser que insultes a tu vecino por "cómo viste o cómo habla". Y va Zapatero y recurre lo del occitano. Y Rubalcaba hace la pena. Porque venir a Cataluña a insultar al PP a costa de la lengua, mientras el Gobierno recurre la ley del aranés, es hacer la pena.


Libertad Digital - Opinión

La dimisión de Francisco Camps no es el final de la comedia. Por Antonio Casado

Va a dar mucho juego esta comedia de puertas que aún no ha bajado el telón. Continuará. En lo judicial, con una vista pública ante jurado en la que dos procesados (Camps y Costa) defienden su inocencia mientras que otros dos (Campos y Betoret), sobre una misma relación de hechos y las mismas pruebas, reconocen su culpabilidad. Cuanto menos, surrealista. En vísperas de unas elecciones generales. O en plena campaña. Suficiente para desengañar a Rajoy de que la dimisión de Camps, no pedida desde Génova, marca la salida del laberinto.

Aún así me parece más coherente la posición de Camps que la de la dirección nacional del PP. Si el ya expresidente valenciano está convencido de su inocencia y dispuesto a defenderla “donde sea” (sería más creíble si hablase de demostrar y no de defender), hizo bien en rechazar el allanamiento (reconocimiento de culpabilidad) aunque significase renunciar al cargo.


Menos acomodo mental tiene la posición de Génova, inspirada en los análisis político-judiciales de su enviado especial a Valencia, el ex ministro Federico Trillo. Por la mañana le pide a Camps que se reconozca culpable y por la tarde le declara inocente. Eso ocurrió el miércoles, mientras se acosaba al presidente valenciano con el argumento de que el PP se estaba jugando el Gobierno de España. Y ahora no sirven los distingos del portavoz, González Pons, entre justicia material y justicia formal, para poder decir que Camps está formalmente procesado pero es materialmente inocente (“o no culpable”, matiza).
«Es como si los votos de los ciudadanos tuvieran valor absolutorio o condenatorio, en relación con las malas prácticas de un gobernante.»
Tampoco sirven los esfuerzos orientados a minimizar la conducta supuestamente delictiva de Camps mediante el socorrido argumento de los “cuatro trajes”. El presunto delito por el que va a ser juzgado es bastante más grave de lo que decía el Código Penal cuando se produjeron los hechos (entre 2005 y 2008), según doctrina oficial del PP. Así se desprende de la reforma pactada hace un año con el PSOE para castigar el cohecho impropio con penas de un año de cárcel y tres de inhabilitación.

El endurecimiento de penas ya no alcanzará a Camps y los otros tres procesados, si todos resultaran condenados por sentencia o por reconocimiento previo de culpabilidad. Tendrían que pagar una multa cuantiosa, pero sin cárcel ni inhabilitación, lo cual no oculta la opinión que al PP, o a su brazo parlamentario, le merecen quienes en el ejercicio de su cargo aceptan regalos hechos en razón del cargo que ocupan.

También ha decaído la apelación a los resultados de las últimas elecciones autonómicas, en las que Camps fue mayoritariamente elegido para un nuevo periodo de cuatro años, a pesar de haber perdido 70.000 votos. Doctrina Berlusconi pura y dura. Como si los votos de los ciudadanos tuvieran valor absolutorio o condenatorio, en relación con las malas prácticas de un gobernante.

Por higiene democrática hemos de saludar el apagón de aquel “las urnas me absolverán” instalado en la mente de Camps antes del 22 de mayo, mimetizando al sentencioso Fidel Castro de 1953 que, después del asalto al cuartel de Moncada, pronunció ante el tribunal la célebre frase: “La historia me absolverá”.


El Confidencial - Opinión

Después de Camps. Por Alfonso Ussía

Francisco Camps ha dimitido. Me recuerda un poco al asunto de los guerristas con Pilar Miró. Consiguieron expulsarla de TVE por unos trapos. El problema de Camps –al que yo creí y del que espero contundencia en su defensa– es que no supo reconocer a tiempo la bobada. La bobada de recibir tres trajes de regalo y la bobada de insistir en el engaño al personal. No es un delincuente. Y revalidó de manera brillante su triunfo en las urnas. A los valencianos, lo de los trajes no les influyó en absoluto. Con la victoria aún caliente, Camps ha dimitido. ¿Y ahora qué?

A Rubalcaba se le antoja «odiosa» la comparación entre el asunto de Camps y el caso «Faisán». Me figuro que odiosa para Camps, que no para Rubalcaba. Lo de Camps son tres trajes y lo del «Faisán» es colaboración con el terrorismo. No puede establecerse comparación entre una memez y una traición a todos los españoles. Chaves y los negocios de sus hijos en Andalucía han recuperado el interés de la actualidad. Nadie pone en duda que es un buen padre, pero la confirmación de las comisiones percibidas por su niño le obligan a mirar a Camps. También es más grave lo de Chaves que lo de Camps, al menos en mi humilde opinión. Y nada. Griñán y los ERE falsos. Centenares de millones de euros públicos, es decir, de todos, regalados a los amigos de un sistema socialista corrupto que se creía invencible. Tanto Chaves, como Griñán, como Zarrías conocían el atropello. Los trajes de Camps no alcanzan un valor como el de los ERE, a no ser que sean trajes de diamantes, perlas, rubíes, esmeraldas y zafiros. Griñán, para colmo, obstaculiza la acción de la Justicia y se pitorrea de la juez que lleva el caso. Pero caerá, como Chaves y como Rubalcaba. Caerá como Zapatero, que intenta cortarse todos los días las plumas de la cola de faisán que le emergen del traspuntín.

Más de un centenar de políticos del PSOE están procesados, imputados o relacionados con el delito. Todos ellos por faltas y abusos mucho más graves que tres trajes mentidos. La dimisión de Camps, pocas semanas después de haber revalidado su triunfo y el apoyo de los valencianos, tendría que mover las alcantarillas socialistas. Pero nadie mueve un dedo. Zapatero no puede exigirle a Rubalcaba nada, porque ambos comparten plumaje. Si a Chaves se le ocurre angustiar a Griñán, Griñán le va a responder con datos escandalosos. Y lo mismo al contrario. La dimisión de Francisco Camps, necesaria e ineludible, ha colocado al Gobierno y a su partido en un lugar incomodísimo. Cuentan con el apoyo de poderosas empresas dedicadas a la información, pero nadie va a ofrecerles su apesebrada lealtad incondicional. Cuando un edificio se desmorona, los cobistas y pelotilleros, los enriquecidos y apesebrados, son los primeros en correr y cruzar la calle para ponerse a salvo. Y la dimisión de un político que ha vuelto a ganar con mayoría absoluta en las urnas –eso, la democracia real– ha descolocado sus futuros. Francisco Camps ha manifestado que gastará todo su tiempo en defenderse y reponer su honor puesto en duda. Se espera que así sea. Pero España no puede permitirse el lujo de tener como candidato a la presidencia a un político que coincidió con los GAL y ahora vuela entre faisanes. España no puede permitirse el lujo de tener en la vicepresidencia vacía del Gobierno a un buen padre de sus hijos que vela por sus futuros con mejunjes de comisiones. España no puede permitirse el lujo de tener un presidente autonómico que oculta un escándalo mayúsculo y se ríe de la Justicia. Camps se ha ido con sus tres trajes y estos se han quedado en pelotas.


La Razón - Opinión

Grecia. ¿Dónde está la gracia, ZP?. Por Pablo Molina

Dado que la casta dirigente no piensa dejar de gastar lo que no es suyo, este segundo rescate va a servir más bien para confirmarla en el error y seguir con la fiesta keynesiana hasta que sea necesaria una tercera operación de salvamento.

Los burócratas europeos están en estos momentos exultantes por el acuerdo económico que va a permitir a Grecia continuar unos añitos más sin declararse en quiebra, que es la condición objetiva que arroja el balance de sus finanzas públicas. ¿El remedio? Pues seguir inyectando dinero en la tradicional ortodoxia keynesiana que sigue a pies juntillas el cotarro europeo, y eso a pesar de que los resultados de esta política están más que contrastados con el ejemplo griego como referente de su perversidad.

Zapatero es tal vez el más satisfecho con este segundo rescate griego, pues las condiciones extremadamente laxas que el Eurogrupo ha impuesto a los Papandreu y Karamanlis van a permitirle seguir vegetando los escasos meses que le quedan de mandato sin afrontar los graves problemas de nuestra economía.


Si las autoridades europeas se niegan a dejar quebrar a un país devastado por sus políticos como Grecia, mucho más lo harán con España, cuyo volumen hace imposible un rescate al modo griego teniendo en cuenta, además, que las primeras víctimas de un default español serían las instituciones financieras centroeuropeas, especialmente expuestas a nuestra deuda.

En todo caso, si este rescate sirviera únicamente para solventar circunstancias adversas coyunturales, con el compromiso de la clase política de revertir la espiral de gasto público que han alimentado durante todos estos años, los contribuyentes europeos podríamos también felicitarnos. Sin embargo, dado que la casta dirigente no piensa dejar de gastar lo que no es suyo, este segundo rescate va a servir más bien para confirmarla en el error y seguir con la fiesta keynesiana hasta que sea necesaria una tercera operación de salvamento, así que los que pagamos impuestos no estamos precisamente para tirar cohetes.

Los primeros efectos de esta segunda solución de emergencia a los problemas griegos ya se han hecho notar en la bolsa y en nuestro diferencial financiero. Por tanto, lejos de ahondar en la imprescindible disciplina de gasto y cortar de raíz el despilfarro autonómico, nuestros socialistas interpretarán que todo va bien, de hecho muy bien, y que no hay que preocuparse demasiado por la ruina que han provocado a todos los españoles puesto que en última instancia ya están el FMI, el FEEF y el BCE para condonarnos parte de los préstamos y mejorarnos las condiciones de amortización llegado el caso.

Si Zapatero está contento, los españoles deberíamos preocuparnos en la misma proporción. Hasta que no aprendamos de memoria esta sencilla equivalencia los sobresaltos continuos están garantizados.


Libertad Digital - Opinión

El golpe de Oslo. Por Hermann Tertsch

Este artículo se les ha escapado 'sin pagar'.

Si algo caracteriza a Noruega es su enorme confianza social y tranquilidad. Pero ayer se produjo lo inconcebible.

Una inmensa explosión junto a los edificios gubernamentales en pleno centro de Oslo y un salvaje atentado en una isla cercana llevaron ayer el terrorismo más brutal a un país que jamás lo había sufrido.

Si algo caracteriza a Noruega es su enorme confianza social y tranquilidad. Pero ayer se produjo lo inconcebible. Medios de comunicación noruegos hablaban ayer ya abiertamente de terrorismo islamista en el caso de la bomba.

Aun no así sobre el suceso de la isla de Utoya, donde un hombre de nacionalidad noruega con uniforme de policía emprendió con armas automáticas la caza de jóvenes concentrados allí en un campamento de las juventudes del partido del Gobierno, que el primer ministro Jens Stoltenberg iba a visitar hoy.

Noruega es un país muy significado en la OTAN, que ha tenido presencia significativa en todos los frentes de la Alianza, ahora en Afganistán y Libia. Tiene una colonia paquistaní considerable. Es una nación defensora de los valores occidentales, lejos de los relativismos culturales en boga en otros lares.

Plenamente solidaria con Dinamarca en la crisis de las caricaturas de Mahoma. Y con un imán de Al Qaida en la cárcel. Estas son probablemente las claves.


ABC - Opinión

La Sección de Opinión de ABC "se ha vuelto de pago".

PORTADA.

A partir de ahora, para acceder a los artículos de opinión del ABC hay que suscribirse en una opción de pago. Y hay una limitación legal que impide la reproducción libre de los textos. Así que como dijo el baturro del chiste: «Con perricas, chufletes»

ABC - Opinión

El listón de la dignidad

Rajoy exige explicaciones por el «Faisán» y los ERE porque los españoles tienen derecho a conocer la verdad.

La dimisión de Francisco Camps ha descolocado al PSOE y ha resquebrajado su discurso y buena parte de la estrategia política de su candidato a la presidencia de cara a las elecciones generales. La coherencia y la credibilidad de un partido como el socialista no se edifican ni se refuerzan desde una retórica vana ni desde la demagogia simplista del que predica pero nunca da ejemplo, sino con gestos de responsabilidad política difíciles como el de Camps, pero que a la larga dignifican a una clase dirigente no sobrada de reconocimiento ciudadano.

Como desde el comienzo de este asunto, Mariano Rajoy estuvo ayer en su sitio. En un episodio de enorme complejidad, no se precipitó y mantuvo el pulso firme. Ayer, reconoció con justicia el gesto del ex presidente de la Generalitat valenciana y alabó su «grandeza» por la «difícil decisión» de renunciar. Aseguró que, «desde luego, después de lo que ha pasado», es una persona que tendrá «futuro en la vida pública y privada». Dejó una más que merecida puerta abierta a Camps pues el país no anda sobrado de gobernantes con su capacidad y su experiencia y con un balance en la gestión de lo público tan positivo como el suyo. El gesto de Rajoy fue una respuesta adecuada a una encrucijada nada sencilla y un acto de cercanía a una personalidad muy importante en el proyecto del Partido Popular que hace sólo unas semanas contó con un refrendo popular abrumador.


Rajoy se mostró exigente con el partido en el Gobierno y apremió al PSOE a tomar decisiones. Los socialistas se han quedado sin coartadas ni parapetos ni excusas para no dar la cara ante tanto escándalo, abuso e irresponsabilidad. Además, reclamó explicaciones al PSOE por el «caso Faisán» y por impedir que el Parlamento andaluz investigue los ERE irregulares, y el requerimiento estaba cargado de razón. La opinión pública tiene derecho a saber la verdad y los implicados el deber de rendir cuentas. A estas alturas, con tres antiguos altos cargos policiales procesados por colaborar con ETA, es inadmisible que los entonces responsables políticos del Ministerio del Interior no sólo se nieguen a dar explicaciones, sino que presenten su actitud obstruccionista como ejemplar. Que Pérez Rubalcaba acusara ayer al PP de tender una «cortina de humo» con el «caso Faisán» para evitar que se hable de corrupción y concretamente del «caso Gürtel» es una estrategia dilatoria estéril que no le eximirá de su relación con uno de los episodios más graves de la historia de la democracia. Dar toda la relevancia a un asunto de regalos no probado y restársela a un chivatazo contrastado a terroristas, como hizo el candidato socialista, es una decepcionante defensa. Por eso, el PP acierta en su ofensiva para que el Congreso vote y exija responsabilidades políticas a Rubalcaba y al ministro Antonio Camacho. La opinión pública no entendería que no se hicieran todos los esfuerzos posibles para conocer toda la verdad.

El PP y Camps han elevado el listón de la responsabilidad política hasta el nivel que exige la dignidad democrática y que quieren los ciudadanos. Por lo visto, el PSOE está muy lejos de alcanzarlo.


La Razón - Editorial

Terror en Oslo

El brutal atentado de la capital noruega marca un hito en un país sin violencia política.

La confirmación de que fue una bomba, quizá un coche bomba, la causa de la gran explosión que sacudió ayer el céntrico distrito gubernamental de Oslo, incluida la propia oficina del primer ministro, y mató al menos a siete personas, abre, a falta de datos precisos, una serie de graves interrogantes a propósito del atentado.

Noruega es uno de los países más pacíficos y tolerantes del mundo, y el ataque, no reivindicado y de gran magnitud, iba dirigido contra su corazón político, la oficina del jefe del Gobierno Jens Stoltenberg, a quien inicialmente se consideró herido por la explosión, y los ministerios aledaños. Sus consecuencias se han visto aminoradas por tratarse de un viernes de verano, con la zona semivacía, pero Oslo era anoche lo más parecido a una ciudad en estado de sitio, con soldados en las calles y la policía buscando nuevos explosivos.

La violencia de raíz política era un fenómeno prácticamente desconocido en el país escandinavo, uno de los de mayor nivel económico del mundo y una sociedad ejemplarmente abierta. Cualquier conclusión sobre un atentado que marca un hito es, por tanto, prematura mientras las autoridades noruegas no avancen en su investigación.


Entre las hipótesis abiertas se abre camino la de una acción terrorista de "grupos locales antisistema", según la versión de la policía, sobre todo por la detención de un sospechoso de nacionalidad noruega, conectado a su vez con un tiroteo posterior, con víctimas, en un campamento juvenil del partido gubernamental en una isla próxima a la capital.

Aunque esta detención aleja la teoría del atentado con vinculaciones a grupos terroristas islámicos, es pertinente, sin embargo, señalar que el atentado de Oslo, aunque mucho más grave, tiene similitudes con los registrados en Estocolmo en diciembre pasado, reivindicados después como una venganza por el papel de Suecia en Afganistán. Noruega mantiene a través de la OTAN una activa participación militar en la guerra que libra la Alianza contra los talibanes y Al Qaeda, así como contra las tropas de Gadafi en Libia. Esa presencia del país nórdico en Afganistán, considerada modélica por Washington, ha sido causa de repetidas amenazas por parte de la organización yihadista. Hace un año fueron arrestadas en Oslo tres personas acusadas de preparar ataques terroristas. La fiscalía reveló que los detenidos, pertenecientes a la franquicia de Osama bin Laden, estaban vinculados a desbaratados atentados en Nueva York y Manchester.

Sea el yihadismo quien ha ejecutado la matanza de Oslo, o sea en su nombre o en nombre propio un grupo o un individuo vinculado a grupos extremistas, de derecha o de izquierda, estos atentados demuestran que los Gobiernos europeos no deben bajar la guardia en la prevención y el combate contra esta plaga que sigue abatiéndose sobre nuestras sociedades.


El País - Editorial

Una intervención esperada pero tardía

Del mismo modo que la salida a bolsa de alguna de nuestras entidades más robustas ha apuntalado su solidez y la credibilidad exterior de nuestra economía, también lo hace el saneamiento de las partes más endebles de nuestra banca.

Desde que el pasado mes de marzo se frustrara el acuerdo de fusión fría entre la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) y el Banco Base (integrado por Cajastur, Caja Cantabria y Caja Extremadura), era vox populi que la entidad alicantina podía ser intervenida por el Banco de España en cualquier momento. Al cabo, si las asambleas generales de Banco Base declinaron unir sus destinos a los de la CAM fue por juzgar que ésta necesitaba de 2.784 millones del FROB para mantenerse a flote, lo que habría colocado al Estado como accionista mayoritario del banco resultante.

Los test de estrés europeos que se han publicado en estos últimos días no han venido más que a reforzar el temor de que la CAM era una entidad tremendamente frágil, con un capital que apenas le permitía absorber unas pérdidas equivalentes al 5% de sus activos. La alicantina era una de las cinco entidades que suspendieron estas pruebas, aun cuando el resto del sistema financiero español mostró unos resultados más que notables.


La intervención de ayer, pues, entraba dentro de lo previsible. Por supuesto, que alguna de nuestras cajas, sobre todo una con semejante tamaño, no disponga de unos fondos propios suficientes como para sobrevivir en el mercado constituye una mala noticia. Pero, constatada la insuficiencia de capital, la intervención permite clarificar y atajar la situación del eslabón más débil de nuestro sistema financiero. Del mismo modo que la salida a bolsa de alguna de nuestras entidades más robustas ha apuntalado su solidez y la credibilidad exterior de nuestra economía, también lo hace el saneamiento de las partes más endebles de nuestra banca. Aun cuando, como es probable, la intervención de la CAM no sea la última a la que asistamos, no debería mover a la alarma el que, dentro de un sistema que está mejorando a marchas agigantadas, sigan apareciendo algunas cajas con problemas que requieran de la asistencia puntual del FROB.

Si acaso, lo que cabe reprochar al Gobierno y al Banco de España es que, mientras el sector privado está realizando ingentes esfuerzos para superar una de las mayores crisis de nuestra historia, el sector público esté desatendiendo sus obligaciones de contribuir al rápido y eficaz saneamiento de las entidades más endebles. Desde finales de 2008, el Ejecutivo cuenta con los instrumentos para recapitalizar a nuestra banca, pero los está usando con suma lentitud y a regañadientes. Como de costumbre, si bien el sector privado está haciendo sus deberes, el público se olvida de sus responsabilidades. No parece de recibo que casi tres años después de estallar la crisis, todavía haya entidades potencialmente insolventes. La intervención de ayer, por esperada, llega tarde; no es necesario esperar a que las manzanas terminen de pudrirse para pasar a actuar con decisión.


Libertad Digital - Editorial