sábado, 30 de julio de 2011

Elecciones. Por qué el 20-N. Por Emilio J. González

El problema es que, al retrasar a noviembre lo que podría celebrarse en septiembre, se demora también en más de tres meses la aprobación de los presupuestos para 2012..

Con Zapatero es imposible. Con él, ni siquiera las buenas noticias lo son al cien por cien. ZP acaba de anunciar elecciones generales para el 20 de noviembre próximo. Esa es la parte positiva porque supone evitar a la economía española los meses de parálisis y agonía que se habrían vivido si los comicios se hubiera celebrado en marzo de 2012, como era su intención. ¿Cuál es la parte negativa? Pues que ha elegido una fecha por razones electoralistas que deja empantanados y demorados innecesariamente todos los temas relacionados con la crisis fiscal española.

Puestos a adelantar las elecciones, puestos a anunciarlo este viernes, hubiera dado lo mismo que los comicios se celebraran a mediados de septiembre que a finales de noviembre. Es más, dada la evolución de la crisis española, cuanto antes se hubieran convocado, mucho mejor, porque también el nuevo Gobierno que salga de las urnas podría haber empezado antes a tomar las medidas que pide a gritos la gravedad de la situación. Sin embargo, Zapatero no lo ha hecho así y ha calculado muy bien la fecha. No nos llamemos a engaño; caso Faisán aparte, no es por casualidad que las próximas generales vayan a tener lugar el domingo siguiente a la publicación de la encuesta de población activa (EPA) del tercer trimestre del año, que recogerá el incremento estacional del empleo derivado de la época veraniega, el cual ZP y los socialistas van a tratar de venderlo como un cambio de tendencia. En definitiva, todo es estrategia de marketing para tratar de evitar como sea que el PSOE se lleve en las urnas el nuevo varapalo que vaticinan las encuestas.

El problema es que, al retrasar a noviembre lo que podría celebrarse en septiembre, se demora también en más de tres meses la aprobación de los presupuestos para 2012, en los que, evidentemente, hay que meter a saco la tijera para reducir el déficit. Y con un Gobierno ya en funciones, va a ser prácticamente imposible que se pueda alcanzar un acuerdo con las comunidades autónomas respecto a la parte que le corresponde a estas administraciones en el proceso de ajuste fiscal. Todo esto, además, tiene como telón de fondo el incremento constante de la prima de riesgo española ante las dudas crecientes acerca de la solvencia de nuestro país, sobre todo por culpa de las autonomías. Por ello, puestos a adelantar las elecciones y a anunciarlo este viernes, la convocatoria tendría que haber sido para septiembre, con el fin de empezar a tomar medidas de ajuste lo antes posible; pues no sabemos si los mercados se van a tranquilizar con la posibilidad de un cambio de Gobierno o si, por el contrario, van a ponerse más nerviosos ante la perspectiva de una nueva y larga demora en todo el proceso de ajuste fiscal. Porque si se ponen nerviosos, aquí van a llover los palos.


Libertad Digital - Editorial

A gloria de Rubalcaba. Por José Antonio Vera

No sé si lo peor de la convocatoria electoral es la bromita del 20-N o el hecho impresentable de que nos van a tener cuatro meses seguidos de tediosa campaña electoral. Ambas decisiones las comunicó ayer con mucho bombo y protocolo Rodríguez Zapatero, aunque el cerebro de las mismas no es otro que su sucesor, Pérez Rubalcaba. Sólo a él se le podía ocurrir lo del 20-N, probablemente para trasladar después la idea de que Rajoy gana en una fecha tan marcadamente franquista, y este larguísimo período de campaña electoral, concebido a mayor gloria de Pepunto. El candidato tiene que darse a conocer y necesita cuatro meses de CIS, comunicados de ETA, actos gloriosos de afirmación rubalcabiana y alguna que otra sorpresa trampa de las que tanto le gustan. Sí, había que adelantar las elecciones porque la situación económica del país es insostenible y porque en marzo todo estará peor que ahora, segun la mayoría de las previsiones. Un Zapatero presionado por Alfredo y su entorno no ha tenido más remedio que olvidarse de su idea de agotar la legislatura, entre otras cosas porque la legislatura lleva meses muerta, por mucho que en el Gobierno se empeñaran en hacer reformas inútiles que no han servido para nada.

La cuestión es que el candidato ha sido quien ha decidido y quien ha elegido. Todo en bandeja, para que triunfe. Nada puede reprocharle a Zapatero, que se ha portado como sin duda el ex vicepresidente no se merecía. Fundamentalmente porque, tras la reciente felonía de las primarias, hubiera sido lógico que Zeta marcara alguna distancia con quien le sucede de manera tan subterránea. No lo ha hecho Zapatero y ha sacrificado su idea de agotar para satisfacer los deseos de quien le llegó a exigir que convocara elecciones incluso como ultimátum a través de la prensa adicta. Lo demás es ya historia con un guión cansino y repetido. Hay que vender otra vez la subida estacional del empleo para sugerir de nuevo que ya se ve la luz al final del túnel, los brotes verdes mil veces anunciados, y la gaita de la recuperación que, por desgracia, nunca llega. La dura realidad es que el Gobierno de Rubalcaba (no en vano ha sido tres veces ministro y vicepresidente) deja el país en la peor situación que se recuerda: cinco millones de parados, la deuda por las nubes, empresas cerrando todo los días, una prima de riesgo peligrosamente alta y unas autonomías y ayuntamientos arruinados, sin dinero para pagar a nadie. Las elecciones se tenían que haber convocado inmediatamente tras el batacazo de las municipales. Nos hubiéramos ahorrado estos meses de gestión anodina y los cuatro de campana agotadora que nos quedan. Todo a mayor gloria de la nueva estrella del CIS y de la televisión del régimen. O sea, Rubalcaba.

La Razón - Editorial

Elecciones. El presidente del talante con la ETA. Por Francisco José Alcaraz

Se presentó como el presidente del talante y ciertamente así ha sido con ETA y su brazo político, pero para las víctimas que nos oponemos al proceso de negociación ese talante ha brillado por su ausencia..

Zapatero pasará a historia como el presidente del Gobierno que más daño ha hecho en menos tiempo a la lucha antiterrorista, devolviéndole a ETA las esperanzas de conseguir sus objetivos: en poco más de siete años, los terroristas están más presentes que cuando el PSOE llegó a la Moncloa. Junto a estas esperanzas, Zapatero ha permitido que ETA vuelva a las instituciones y con ello deja a los pies de los caballos a tantas personas que se juegan la vida a diario por defender la libertad en el País Vasco.

Así de rotundas son las conclusiones a las que llegamos la mayoría de las víctimas del terrorismo, que nos oponemos a un final sin vencedores ni vencidos. La llegada de Rodríguez Zapatero al Gobierno está marcada por los atentados del 11-M, que supusieron un cambio de régimen en nuestro país y que anunciaron el principio de lo que viviríamos las víctimas del terrorismo; con el 11-M, se decidió correr un tupido velo ante la mayor masacre cometida en España, pero como dice Gabriel Moris "no podremos olvidar lo inolvidable".

Poco después y coincidiendo con el nombramiento de un comisario político como alto comisionado para las víctimas del terrorismo, Peces Barba, se puso en marcha la escenificación del mal llamado proceso de paz; un proceso de mentiras y de cesiones a ETA, que permitió a la banda criminal recuperarse del estado crítico en el que se encontraba gracias a las políticas antiterroristas del PP.


Ha dicho el presidente Zapatero que quiere terminar la legislatura aprobando la Ley Integral de Víctimas del Terrorismo. Al margen de considerar las modificaciones de esta norma como un fraude, hay que señalar que su finalidad es la de servir de mordaza a las víctimas del terrorismo ante los pasos que benefician a ETA y su proyecto político: la presencia de ETA en las instituciones con diferentes marcas –como PCTV, ANV, Bildu–; los indultos encubiertos a terroristas que no han cumplido íntegramente sus penas; las cesiones ante los chantajes como el de De Juana Chaos; la impunidad que disfruta Josu Ternera y su hijo estando en búsqueda y captura; el paraíso terrorista bajo el régimen de la dictadura Venezolana de Chávez; el delito más grave cometido, como es la colaboración con banda terrorista desde el Ministerio de Interior en el caso del Bar Faisán; la descomposición del sistema judicial con las decisiones de una Fiscalía al servicio del proyecto político; la sentencia política del Constitucional respecto a Bildu; y la apertura de las puertas del Parlamento Europeo al proceso de ETA son tan solo unas de las muchas cesiones y traiciones que siempre acompañarán a Zapatero.

Se presentó como el presidente del talante y ciertamente así ha sido con ETA y su brazo político, pero para las víctimas que nos oponemos al proceso de negociación ese talante ha brillado por su ausencia. Todavía quedan poco más de tres meses, tiempo suficiente para que, de nuevo, se efectúan más concesiones a ETA sabiendo que ésta hará todo lo posible para que no haya una alternancia con mayoría absoluta del PP.

Aún sigue el proceso y el anuncio de elecciones anticipadas no puede hacer que bajemos la guardia: ahora más que nunca debemos seguir con la rebelión cívica para evitar más cesiones y no olvidar que P. Rubalcaba es la continuidad del proceso de negociación con ETA que inició el presidente traidor. España no merece que continúe un Gobierno que mienta.


Libertad Digital - Editorial

Elecciones para el cambio

Era una decisión que se esperaba desde hacía tiempo. Rodríguez Zapatero anunció el adelanto electoral para el 20 de noviembre porque las grandes reformas estaban ya encauzadas. Lo menos importante de la noticia es que se haya rectificado la idea, reiterada públicamente, de agotar el segundo mandato como un «síntoma de normalidad democrática». Lo principal es que los españoles tendrán la palabra para cerrar una etapa negra y dar paso a la alternancia. La cita con las urnas en otoño tiene múltiples ventajas y sólo algún inconveniente. En el debe hay que reseñar la indeseable prórroga de unos Presupuestos desfasados e increíbles y las dificultades que ello supondrá, así como el peso decisivo de los intereses del candidato socialista a la Presidencia del Gobierno en este calendario. El cambio de discurso ha estado, sin duda, motivado por la estrategia del PSOE. Como bien recordó Mariano Rajoy, él ya pidió un adelanto electoral en el debate sobre el Estado de la Nación del pasado año y el Gobierno de Rubalcaba se negó en rotundo. Se ha perdido un año y España ha empeorado, lo que demuestra que el presidente del PP tenía razón. Se abre un nuevo ciclo político con un candidato nuevo pero que en absoluto es un político recién llegado. Rubalcaba vendió ayer que sabe cómo crear empleo y crecer. Pero el líder socialista no puede pretender hacer borrón y cuenta nueva y que se pase por alto su corresponsabilidad en la gestión del Gobierno socialista que ha conducido a España al crítico estado en el que se encuentra. Rubalcaba ha sido una pieza fundamental en estas dos últimas legislaturas, primero como jefe del grupo parlamentario del PSOE y luego como figura muy relevante del Gobierno. Y ha sido también impulsor de una política económica devastadora desarrollada por la ministra Elena Salgado, estrecha colaboradora suya. Por tanto, tiene sobre sí la pesada losa de uno de los peores gobiernos de la democracia, sino el peor. Enfrente, Mariano Rajoy representa la alternativa reformista que ya fue refrendada mayoritariamente en las últimas elecciones del 22-M. El presidente del PP miró ayer al futuro y apostó por el necesario «cambio político en España» desde el centro, la moderación, el diálogo, la responsabilidad y la transparencia. Como principales y casi únicos objetivos, el crecimiento económico y la creación de puestos de trabajo, porque «desde ahí vendrá todo lo demás». A diferencia de Rubalcaba, Rajoy puede presumir de un bagaje gubernamental en un Ejecutivo de éxito como el de Aznar. España precisa un Gobierno fuerte con una mayoría suficiente para afrontar un ingente tiempo de reformas que los socialistas no han sabido llevar a cabo con la intensidad necesaria. El escenario electoral despeja dudas, pero no elimina todos los riesgos. Nuestra economía continúa siendo vulnerable a las tensiones de los mercados y a sus propias carencias estructurales. Pero la certidumbre del cambio y los compromisos de Rajoy con una nueva política económica que incentive y regenere la actividad deben promover confianza y dar esperanza.

La Razón - Editorial

A las urnas, al fin

El adelanto electoral es la mejor medida para revitalizar la política y abordar la recuperación.

Al fin ha cedido. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, no ha podido resistir la presión, externa e interna, de los agentes económicos, sociales y políticos y de su propio partido y entorno, y ha atendido a las numerosas voces que le pedían el final de la agonía en que se ha convertido su segunda legislatura. Tampoco ha podido obviar en la decisión los intereses objetivos de su partido y del candidato socialista. Una vez resuelta la cabeza de cartel del PSOE, nada de lo que pudiera suceder de no adelantar los comicios iba a favorecer a Alfredo Pérez Rubalcaba. Las reformas y recortes dolorosos iban a continuar hasta marzo. Los datos levemente esperanzadores sobre crecimiento y empleo de una economía muy estacionalizada como la española iban a ser mejores ahora en verano que a la salida del invierno. Las encuestas podrían haber mejorado hasta marzo, pero aún tenían también un amplio y peligroso recorrido a la baja. Así las cosas, ¿a qué esperar más?.

El anuncio del adelanto es una fiel imagen de quien lo ha decidido. Zapatero ha desmentido hasta el último minuto la disolución anticipada y ha defendido la terminación ahora de la legislatura por la necesidad de "proyectar certidumbre política y económica", el mismo argumento que le venía sirviendo hasta el momento para lo contrario, es decir, llegar hasta marzo. Ha elegido el último día laborable antes de agosto para marcar el último tramo de su agenda de Gobierno, adelantando así incluso el anuncio del adelanto para sacarse toda la presión de encima: el 26 de septiembre será el día en el que firmará la convocatoria. Con casi dos meses de margen por delante, estos argumentos perentorios para despejar incertidumbres hubieran servido para firmar la disolución ahora y celebrar las elecciones todavía antes, en octubre. El empecinamiento presidencial llega hasta insinuar el exacto cumplimiento de unos planes fraguados hace ya tiempo, mantenidos en prudente secreto e incluso desmentidos públicamente, aun a costa de dar pábulo a quienes le atribuyen una conflictiva relación entre sus palabras y la verdad.


Capítulo aparte merece la posición de José Antonio Griñán, que ha resistido las presiones de Madrid y ha decidido agotar la legislatura, desvinculando a Andalucía de la cita electoral de las generales. Aunque las encuestas arrojan una previsible derrota, Griñán sabe que si hay alguna opción de salvarse de la quema, el PSOE andaluz no debe hipotecar su futuro yendo de la mano de Ferraz. Si los socialistas sufren, como se espera, un severo castigo en las generales, el electorado andaluz podría perdonarle la vida a un partido que lleva 33 años gobernando Andalucía.

Recuperar la credibilidad
Con independencia del contexto y de los argumentos, el adelanto es la mejor respuesta que podía darse a una situación difícilmente sostenible hasta marzo de 2012. Convocar las elecciones para el 20 de noviembre resuelve las dificultades parlamentarias del Gobierno, cuyos socios potenciales (CiU y PNV) habían mostrado reticencias al agotamiento de la legislatura; neutraliza la duplicidad entre un Ejecutivo agotado y un candidato socialista que reducía el margen de actuación de ambos; y permite que un nuevo Gobierno afronte con ideas renovadas la grave situación del país. Aunque las líneas fundamentales de política económica ya están hilvanadas, parece necesario articular una política que las coordine con una aceleración del crecimiento y creación intensiva de empleo.

En su explicación del adelanto electoral, Rodríguez Zapatero acertó al argumentar que la decisión aporta certidumbre política y que con un calendario definido el debate político ya no se centrará en la fecha de los comicios. Se había llegado a una situación circular: la pérdida de credibilidad del actual Gobierno destruye la confianza imprescindible para que brote la recuperación económica, y la mala situación de la actividad económica, pero sobre todo del empleo, arruina las opciones electorales del PSOE. Los últimos datos de la EPA venían a confirmar ayer que la recuperación no se producirá antes de 2012, como de forma persistente e ingenua ha sostenido el Gobierno, y que la elevadísima tasa de paro (20,86%) seguirá deprimiendo a la sociedad española al menos durante el año próximo. El anuncio de Moody's de que rebajará la calificación de la deuda soberana y el nivel de la prima de riesgo (muy por encima de los 300 puntos básicos) son una amenaza dramática para un Ejecutivo que quizá ya no tenía fuerzas para encarar un Presupuesto con un margen de inversión y políticas sociales reducidos al mínimo por los costes financieros.

Recuperar la confianza
La economía está estancada y la sociedad española no entiende las terribles dificultades para remontar la crisis económica. La decepción social no podía ni debía prolongarse más. Y no es que el muy probable Gobierno del PP disponga del remedio para aumentar el crecimiento y el empleo, pero la virtud principal de las elecciones será la de reforzar las expectativas de que la mejora es posible y quizá esté próxima. El adelanto no solo debe contribuir a recuperar la confianza social. También diseña el mejor calendario para los dos contendientes con opciones de ganar. La bicefalia abierta en el PSOE tras la proclamación del candidato es una circunstancia no exenta de riesgos, que se habrían acrecentado de prolongar la situación durante más de ocho meses como estaba previsto. El último barómetro del CIS, que refleja el aprecio que la sociedad española -no solo los votantes socialistas- tiene de Rubalcaba es también una buena señal acerca de sus posibilidades de remontar de aquí a final de noviembre. Mariano Rajoy, por su parte, obtiene el adelanto que tanto reclamaba cuando todos los sondeos le son favorables, por lo que, a pesar de todo, reducir el plazo no puede más que beneficiarle.

Más allá de cálculos electorales, las elecciones pondrán fin a un panorama bloqueado, con un Gobierno desgastado e incapaz de tomar las ambiciosas iniciativas que el país necesita y una oposición atrapada en el único discurso del relevo como panacea para acabar con la crisis. Al deterioro económico se ha sumado un empobrecimiento de argumentos políticos incompatibles con una democracia de calidad. Ahora llega el momento de que Rajoy explique cuál es el proyecto con el que pretende sacar a España de su difícil situación, más allá de las huecas proclamas sobre que "hay que crear empleo" o "actuar con determinación". Quizá ahora se decida a detallar cómo se crean puestos de trabajo y cómo se actúa con determinación. El examen de sus ideas económicas, al menos las expresadas en público, arroja conclusiones más bien pobres. Si hay incertidumbres que quedan despejadas con el adelanto no es el caso con las propuestas e ideas del PP, de ahí que en esta campaña electoral sean obligados la confrontación de programas y posiciones y el debate público entre los dos candidatos.


El País - Editorial

Lo peor de Zapatero será su legado

Las elecciones se anticipan porque el clamor contra Zapatero, el peor presidente de nuestra historia democrática, se había vuelto demasiado estruendoso como para ignorarlo durante más tiempo..

Ha sido la propia incompetencia fanática de Zapatero, esa mezcla de sectarismo cainita y de ignorancia suprema, la que ha terminado por desalojarle antes de tiempo de La Moncloa. Habiendo abocado al país a una situación cercana a la suspensión de pagos, ni propios ni extraños, ni nacionales ni extranjeros, querían padecerlo ni un segundo más. Las elecciones se anticipan porque el clamor contra Zapatero, el peor presidente de nuestra historia democrática, se había vuelto demasiado estruendoso como para ignorarlo durante más tiempo.

El problema que se nos plantea ahora es que todavía nos quedan cuatro meses hasta los siguientes comicios; cuatro meses que serán del todo estériles en cuanto a reformas en medio de una coyuntura internacional extremadamente compleja. Con la excusa de que el empleo está remontando y de que el déficit se está reduciendo, Zapatero desatenderá el mensaje que los inversores extranjeros le están enviando: España todavía no ha hecho las reformas necesarias y, si no las aprueba pronto, el país puede terminar de perder la escasa credibilidad exterior que aún le resta.


De ahí que, más allá de la alegría momentánea que pueda provocarnos la convocatoria de elecciones anticipadas, es menester que todos tengamos bien claro cuáles serán las recetas que necesitaremos adoptar el 21 de noviembre para volver a colocar a nuestro país en esa senda de crecimiento de la que nunca debió salir: a saber, reducción del peso del sector público para eliminar el déficit, liberalización del mercado de trabajo que incluya la supresión de la negociación colectiva, eliminación de todas las trabas burocráticas al libre ejercicio de la empresarialidad y saneamiento de aquellas partes más débiles del sector financiero.

El descrédito de un Gobierno agonizante debe contrarrestarse con la ilusión de las buenas ideas. Rajoy ha de ser capaz de recoger ese mensaje, no para convertirse en el blanco fácil de Rubalcaba –que a buen seguro tratará de jugar esa baza, acaso la última que le queda– sino para transmitir la confianza de que, al menos, su futuro Ejecutivo se alejará de las excentricidades de Zapatero y hará todo lo necesario para sacarnos del hoyo. Con cinco millones de parados y con el mayor tijeretazo de nuestra historia al mal llamado gasto social, el ministro del Faisán no debería tener mucho que criticar.

Sin duda, la convocatoria anticipada de elecciones no va a hacernos ver la luz al final del túnel –pues el túnel, por desgracia, es extraordinariamente largo–, pero al menos sí vamos a tener esa oportunidad que hasta la fecha el zapaterismo nos ha negado: la oportunidad de encontrarla.


Libertad Digital - Editorial

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