domingo, 31 de julio de 2011

Elecciones. Con la ceja, contra internet. Por Daniel Rodríguez Herrera

Durante estos siete años, internet ha sido para el Gobierno y el PSOE una vía más para hacer propaganda, que siempre ha sido su especialidad. Pero cuando ha tenido que mojarse, ha preferido alinearse con los lobbys afines ya establecidos.

Han sido siete años, siete años marcados por el enfrentamiento con los internautas. Algunos tuvieron miedo de que la amenaza del terrorismo sirviera para coartar las libertades que disfrutábamos en la red, pero en España nunca han hecho falta tantas excusas. Ha bastado que los profesionales del artisteo apoyaran a Zapatero, incluso algunos de los que tradicionalmente se habían colocado más a la izquierda, para que el Gobierno se volcara a legislar para proteger, nos aseguró, los derechos de propiedad intelectual. En la práctica, para intentar sostener con respiración artificial unos modelos de negocio caducos.

Primero vino el canon. Se había empezado a aplicar en los CD y DVD en 2003, tras un acuerdo privado entre los mayoristas de tecnología y las entidades de gestión, obligado por algunas sentencias judiciales. Pero fue el PSOE quien se encargó de consagrarlo en una Ley de Propiedad Intelectual cuya principal innovación fue extender el canon a prácticamente todos los dispositivos imaginables, obligando a pagar no sólo a los consumidores sino también a las empresas e incluso a la propia administración.


Pero aquello no era suficiente y, de hecho, llevó a muchos españoles a razonar que, ya que se les obligaba a pagar copiaran o no películas y música, estaban incluso moralmente legitimados para hacerlo. Así que la presión de quienes hicieron campaña por Zapatero en las elecciones de 2008 tuvo sus frutos al año siguiente con la designación de una representante del gremio, Ángeles González-Sinde, como ministra de Cultura. En la fiesta de celebración de su nombramiento, a la hasta entonces presidenta de la Academia de Cine se les escapó que lo primero de lo que le habían hablado era del problema de las descargas.

Dicho y hecho. Además de repartir pródigamente subvenciones a sus compañeros del gremio, su principal labor ha sido buscar la manera de luchar contra las descargas y el P2P, que cristalizó en la conocida como Ley Sinde. La norma propugna una forma de cerrar por vía administrativa sitios web que enlacen, ojo, no que posean, contenidos protegidos. Ayudados por Lassalle, que consiguió así cerrar a su partido una fuente de voto joven tremendamente sencilla de conquistar, la norma fue el germen del que nacería más tarde el movimiento de los indignados, que sin duda hará la vida imposible al PP si, como parece, termina ganando las elecciones.

Además, será finalmente el PP quien aplique esta ley. Aún no está publicado el reglamento, y aunque se hiciera ya, como cabe prever, sin duda se retrasará su puesta en marcha hasta después del 20 de noviembre. Otro caramelo envenenado, de importancia menor sin duda al lado de la situación económica, que seguramente Rajoy y los suyos se traguen sin rechistar.

Durante estos siete años, internet ha sido para el Gobierno y el PSOE una vía más para hacer propaganda, que siempre ha sido su especialidad. Pero cuando ha tenido que mojarse, ha preferido alinearse con los lobbys afines ya establecidos. Merced en buena medida a la regulación del sector, las conexiones a internet son en España mucho más caras que en otros países europeos. Pero los únicos cambios legislativos que ha promovido el Gobierno han sido para favorecer a los suyos. Como en tantas otras cosas, lo único que hemos recibido los internautas de Zapatero y los suyos ha sido sectarismo y desprecio.


Libertad Digital - Opinión

Tiempos modernos, tiempos antiguos en la sede socialista. Por Melchor Miralles

Tras acreditar José Luis Rodríguez Zapatero que tampoco era verdad su palabra respecto a que iba a agotar la legislatura, consumado el fracaso, político y personal del presidente, las huestes socialistas andan despistadas. Las versiones oficiales hablan de nuevos tiempos en el socialismo patrio, tiempos modernos "para construir un país nuevo adaptado a las nuevas necesidades". Las versiones reales y realistas se refieren a los viejos tiempos, "tiempos antiguos que habíamos olvidado, que algunos incluso jamás habíamos vivido, oscuros, plenos de dificultades, con un partido deshecho, y teniendo que empezar de cero con las fuerzas limitadas".

La realidad es que el PSOE afronta tiempos al menos, siendo benévolo en el calificativo, convulsos. Con unas elecciones que ya se sabe que van a ser el 20-N, en coincidencia con una Conferencia Política para diseñar el programa electoral con que se presentará Alfredo Pérez Rubalcaba, con un candidato que no es secretario general del partido y que no controla todos los resortes de poder internos y con una oposición que, pese a estar preparada para una herencia envenenada, no termina de generar entusiasmo entre los ciudadanos.


Cuando uno habla con dirigentes y militantes del PSOE que trabajan en la sede de Ferraz o en presidencia, te encuentras, sobre todo, "preocupación y temor" ante la que se avecina. Lejos del entusiasmo rubalcabesco de escaparate hay un aparato "dispuesto a dejarse la piel por nuestro cabeza de cartel", pero a la vez consciente de que "las cosas no van a ser fáciles. No es sencillo construir un líder en tan poco tiempo y es muy complicado articular un discurso regeneracionista con un hombre que ha sido vicepresidente del Gobierno al que todos responsabilizan, como es lógico, de la situación crítica que atraviesa España. No es justo, o al menos no nos lo parece a nosotros, pero es la realidad a la que nos enfrentamos".

Los empleados de la sede central ya tienen despejado el horizonte de sus vacaciones. No más de quince días, veinte a lo sumo, en turnos perfectamente organizados, de modo que los equipos se relevan ordenadamente: "Hacía tiempo que la factoría del PSOE no generaba tanto documento. El equipo de lidera Elena Valenciano no para un segundo, es exigente, tiene al resto del partido a la orden y trabajan en la elaboración de un programa que pueda presentarse como el del nuevo socialismo del siglo XXI".
«Las versiones oficiales hablan de nuevos tiempos en el socialismo patrio, tiempos modernos "para construir un país nuevo adaptado a las nuevas necesidades". Las versiones reales y realistas se refieren a los viejos tiempos, "oscuros, plenos de dificultades, con un partido deshecho, y teniendo que empezar de cero con las fuerzas limitadas"..»
Las fuentes consultadas aseguran que el jueves por la tarde, Rubalcaba y Blanco terminaron de convencer al presidente para que disolviera: "Él no deseaba hacerlo, pero la presión de los grandes empresarios la semana anterior iba muy en serio; la presión de los mercados financieros y el argumento de que para el candidato habría sido nefasto asumir unos presupuestos especialmente duros y restrictivos, con concesiones importantísimas al PNV, como habrían tenido que ser de no convocarse elecciones terminaron por convencer a Zapatero. Quizá no sea bueno afrontar cuatro meses de interinidad, de provisionalidad, pero peor para todos sería haber agotado la legislatura".

Ahora, el candidato Rubalcaba, obsesionado con hacerle guiños a los indignados, convencido pese al escepticismo de algunos de sus más próximos, de que ese es el camino para recuperar el voto de muchos, trabaja en presionar al Ejecutivo para que el 19 de agosto, en pleno verano, con la opinión pública más desconectada, aprobar en Consejo de Ministros unas medidas duras retocando al alza el régimen fiscal de las sociedades, una medida populista con la que pretende pasar factura a alguno de los grandes empresarios que tanto han presionado para adelantar las elecciones, decisión que va a levantar más de una ampolla.

Nadie te habla en las filas socialistas de mayorías absolutas, algunos pocos se atreven a vaticinar una victoria con la boca pequeña, muchos dicen que una derrota dulce no sería un mal resultado y los más pronostican tiempos duros: "Veremos que dicen las urnas. En función del resultado, el partido puede afrontar un Congreso en paz que entrone a Rubalcaba en la secretaría general o puede que vayamos a una confrontación en la que habría muchas facturas preparadas para pasar al cobro. Y este escenario es el más peligroso, el que más daño haría al partido y a sus militantes".

PS.-20 de noviembre, aniversario de Primo de Rivera, Franco, Durruti y desde el próximo, del final político de Rodríguez Zapatero. Pero sobre todo, aniversario del día que terminó el horror del franquismo y comenzamos a escribir nuestra historia y nuestro futuro en libertad y desde el siguiente, del día en que dejó la presidencia un demócrata elegido por sufragio universal que pasará a la historia por su gestión peor que mala.


El Confidencial - Opinión

Elecciones. Con tres años y medio de retraso. Por Juan Ramón Rallo

Bueno, pues ya está. En tres meses se habrá acabado lo que nunca debió empezar. Ahora sólo falta que Rajoy no desee zapatear y que Rubalcaba no apueste por convertir la calle española en el tumulto griego.

Siendo rigurosos, no es cierto que Zapatero haya adelantado las elecciones cuatro meses. Al contrario, las ha retrasado tres años y medio. Porque sí, un candidato que ganó los comicios de 2008 con un programa dirigido no a combatir la mayor crisis de nuestra historia, sino a seguir gestionando, a imagen y semejanza de la anterior legislatura, los envenenados frutos de la burbuja inmobiliaria, debería haber cesado de inmediato, elaborado otro programa más despegado de los Mundos de Yupi y convocado de nuevo a los españoles a las urnas.

Pero no, está visto que lo mismo da que un partido prometa el pleno empleo cuando su misión debería haber consistido en evitar el pleno desempleo o que augure que superaremos en renta per cápita a Alemania cuando su cometido iba a ser el de convertirse en los palanganeros de nuestros acreedores teutones.


El resultado de esta legislatura agónica, de esta continua batalla contra lo evidente, de este pegarse de tortas contra el sentido común, de esta apoteosis del común sinsentido de la izquierda, es de sobras conocido. Con cinco millones de parados y unas finanzas públicas y privadas al borde de la suspensión de pagos, huelga explicarle a nadie cómo está el país. Si acaso, ahora mismo, toca repetir qué necesitamos para minimizar los destrozos. Lo mismo que muchos pedíamos ya en 2007 y seguimos reclamando cuatro años después: menos gasto público, menos impuestos y menos regulaciones.

Todo lo opuesto, por cierto, de lo que nos ha ofrecido ZP. Porque, en contra de la indignada retórica populista, los mercados no han doblegado a Zapatero; más bien, de la mano de Merkel y Trichet, han continuado prestándole respiración asistida. Señores, en esta legislatura los mercados le han prestado al cesante más de 350.000 millones de euros para que continuara haciendo de las suyas: es decir, para que continuara despilfarrando nuestro dinero, para que siguiera sin cargarse la negociación colectiva, para que no interrumpiera las amplísimas subvenciones a las muy ineficientes renovables o para que no dejara de torpedear la iniciativa empresarial con toda suerte de absurdos obstáculos burocráticos. ¿Les parece eso una ofensiva en toda regla de los mercados? ¿O más bien una completa bajada de pantalones a la espera de que escampe el temporal?

Bueno, pues ya está. En tres meses se habrá acabado lo que nunca debió empezar. Ahora sólo falta que Rajoy no desee zapatear y que Rubalcaba, de la mano de unos dormitados indignados que en breve despertarán, no apueste por convertir la calle española en el tumulto griego. Quizá demasiada represión de sus instintos primarios, de los suyos y de los nuestros. Al cabo, Zapatero sólo era la exteriorización, ahora estratégicamente repudiada, de una parte muy significativa de la sociedad española. Y, por desgracia, no parece que esa parte haya aprendido la lección. Más bien, todo lo contrario.


Libertad Digital - Opinión

Problemas habituales. Por Ángela Vallvey

Ahora que el zapaterismo agota su tiempo en el escenario de la historia, resulta un ejercicio curioso echar la mirada atrás y ver cómo hemos cambiado, o qué poco hemos cambiado, según se mire.

En la España de 1931, sobre un total de veintitrés millones y medio de habitantes, se contabilizaban ocho millones de pobres y doce millones de analfabetos. Un terreno más que abonado donde plantar la semilla de la discordia y la guerra civil, como pudo comprobarse pronto. Las cifras oficiales dicen que la tasa de analfabetos era de casi un 31 por ciento–mucho más elevada entre las mujeres que entre los hombres–, pero probablemente la mitad del censo estaba compuesta por personas que apenas sabían firmar o que conocían someramente las cuatro reglas. Por el contrario, la enseñanza universitaria era por aquel tiempo exquisita, de alta calidad, aunque muy elitista: en un país funcionalmente analfabeto, había apenas 35.000 estudiantes universitarios, todos ellos hijos de las clases pudientes. La Gran Depresión cercenó la modernización, no sólo demográfica, a la que se encaminaba España dando trompicones. La crisis internacional, la incapacidad del mercado interior, el retorno de la inmigración… fueron factores de peligrosa depresión. También aumentó terriblemente el paro que, pese a que por entonces, en España era inferior al de la mayoría de los países industrializados, se duplicó durante el período republicano. En 1934, entre Andalucía y Extremadura soportaban casi el 40% del paro nacional. Claro que, en aquella época, los alemanes tenían más de un 30% de desempleo, y los norteamericanos alrededor de un 25%, mientras que en España la tasa media rondaba el 13%. Con seguridad, los altos índices de paro tuvieron una sensible influencia en los procesos político-económicos que culminarían en las guerras que ya se estaban incubando, mundiales o civiles. La precariedad y la miseria generan conflictividad y suelen provocar –o avivar como en el caso español–, procesos «revolucionarios» de dudoso desenlace.

Hoy día, en España, tal y como ocurrió antaño, la educación continúa siendo uno de nuestros problemas más graves. Y, en estos tiempos de recesión, el paro está alcanzando –pese a los alivios estacionales– cifras muy peligrosas. El trabajo y la educación siempre han sido dos puntos débiles que han limitado el crecimiento y la prosperidad de España. El tercero es, quizás, la libertad. Fallamos secularmente a la hora de generar riqueza y trabajo y de disponer un sistema de enseñanza pública que garantice la alfabetización de calidad, la igualdad de oportunidades y la promoción social. Y tenemos unas relaciones más que conflictivas con la libertad, a la que solemos tratar como a una furcia: o sea, como a un personaje a quien se desprecia o de quien se abusa, pero que pocas veces se respeta.

El zapaterismo echa el cierre, un nuevo capítulo de la historia de España concluye, pero los problemas básicos son los de siempre. A ver si un día de éstos nos decidimos y, entre todos, procuramos arreglarlos.


La Razón - Opinión

Elecciones. Game over. Por Pablo Planas

Lo que no es en absoluto previsible es que Zapatero vaya a tener que afrontar unas consecuencias a la altura de los efectos de su gestión.

Aún es pronto para establecer la cuantía del agujero económico causado por los más de siete años de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Como es obvio, habrá que esperar al desalojo definitivo de La Moncloa para auditar en condiciones la herencia de Zapatero. Es más que previsible que la catástrofe alcance proporciones inéditas, de una cuantía incomprensible y hasta puede que de envergadura y perfiles judiciales.

Lo que no es en absoluto previsible es que Zapatero vaya a tener que afrontar unas consecuencias a la altura de los efectos de su gestión. El peor presidente de la historia democrática de España deja el poder con el mismo tono rumiante con el que lo ha ejercido, sin parecer consciente del descrédito acumulado, como si la crisis no fuera a oscurecer "logros" tales como el retorno de la última marca electoral de ETA a las instituciones, el Estatuto catalán que ha sumido al Tribunal Constitucional en una espiral de sumisión a intereses políticos que alcanzó el nivel de no retorno con la sentencia de Bildu o ese homenaje al rencor que constituye la Ley de Memoria Histórica.


No hay nada en el bagaje de Zapatero que merezca una revisión alternativa, nada destacable en lo positivo. Sin embargo, los rotos causados por su frivolidad, inconsistencia y relativismo tardarán años, por no decir décadas, en ser digeridos, asimilados y subsanados. La expresión lineal de cifras como los cinco millones de parados o los trescientos mil desalojos (y no precisamente de okupas o indignados) ejecutados en los últimos años no alcanza a describir las insoportables consecuencias para miles de familias del fiestorro que se han dado Zapatero y el PSOE en los últimos años a costa de los españoles, de sus recursos, sus opciones, su futuro y sus expectativas.

El rosario de milongas con el que se ha manejado Zapatero dejó de tener sentido tras la retirada de las tropas españolas de Irak, única promesa que cumplió, pero que tardó pocas semanas en ser matizada con el envío de soldados (en las precarias condiciones de siempre) a Afganistán. A partir de ese instante, al poco del inicio de su primera legislatura, el relato de Zapatero dejó de tener sentido; el guión estaba en blanco, al albur de los arrebatos de sectores tan minoritarios como militantes, en manos de la providencia de un Pangloss convencido de que el suyo era el mejor de los mundos posibles. En medio de ese largo tiempo muerto que va desde 2005 hasta hoy, España perdió el tren de la competitividad; acumuló desprestigio internacional a caballo de un presidente que vagaba solo en las cumbres internacionales y a quien las fotos era lo único que le interesaba; acumuló también tensión política, social y territorial en una acelerada carrera hacia la insolidaridad y la ruptura; y vivió un imparable retroceso en áreas como la educación, la investigación, la sanidad y la protección social. La deconstrucción de España, de sus estructuras sociales, culturales, políticas y económicas es el único legado de un presidente para olvidar. Game over. La fiesta ha terminado.


Libertad Digital - Opinión

Y a la tercera, ¿irá la vencida para Rajoy?. Por Federico Quevedo

Todo hace pensar que sí, al menos es lo que dicen las encuestas, incluso el sondeo-regalo de cumpleaños con el que el CIS se unió a la onomástica de Rubalcaba. Todo hace pensar que sí, pero hasta que los ciudadanos pasen por las urnas y depositen su voto, no sabremos si realmente le conceden al Partido Popular y a Mariano Rajoy su confianza. Éste, en rueda de prensa en la que ha valorado el anuncio del presidente del Gobierno de convocar elecciones para el 20 de noviembre, 20N, ha dicho que va a pedir a los españoles un mandato claro, es decir, que quiere gobernar con mayoría absoluta. Es lógico que sea así, porque tal y como está este país lo que menos necesita es un Gobierno entregado al chantaje permanente de los nacionalismos minoritarios, porque esa es una de las desgracias de nuestra democracia: la inexistencia de partidos-bisagra de carácter nacional que antepongan el interés general al interés territorial.

Rajoy quiere, por lo tanto, mayoría suficiente para gobernar y adoptar decisiones sin presiones, pero con la mano abierta y tendida, dice. Una declaración de intenciones sin duda muy oportuna, pero que luego tendrá que materializarse. Hasta ahora estamos acostumbrados a que el Gobierno tienda la mano y luego la esconda, pero Mariano Rajoy tiene otro talante y si algo parece bastante seguro es que el PP va a buscar los consensos necesarios para llevar adelante las reformas que necesita este país. Y no son pocas. De hecho, la tarea que le queda ahora por delante a Mariano Rajoy hasta la fecha de las elecciones es complicada porque va a tener que hacer un equilibrio entre el mensaje de cambio y esperanza y la constatación de la realidad muy difícil. Y lo es porque sin duda el PP va a tener que elaborar un programa electoral ambicioso, en el que se tendrá que decantar por reformas algunas de ellas no muy populares, y en ese sentido juega con desventaja respecto de Rubalcaba.
«Hasta ahora estamos acostumbrados a que el Gobierno tienda la mano y luego la esconda, pero Mariano Rajoy tiene otro talante y si algo parece bastante seguro es que el PP va a buscar los consensos necesarios para llevar adelante las reformas que necesita este país.»
¿Por qué? Pues porque el PSOE ya da por hecho que no va a ganar las elecciones y va a elaborar un programa electoral populista y demagógico que le permita recuperar el voto de izquierdas, sabiendo que si gana nunca lo podría llevar a cabo, pero que como no va a ganar puede prometer lo que quiera. Es verdad que a Rubalcaba se le podrá recordar que ese programa no lo ha llevado a cabo mientras gobernaba, pero siempre habrá ilusos que caigan en la trampa. El PP no puede hacer eso, porque parte como favorito, y en estas circunstancias no debe enviar hacia fuera el mensaje de un partido irresponsable que promete imposibles. Pero si Rajoy hace una campaña cercana, y muy pedagógica, sobre la necesidad real de cambios para que este país recupere la senda del crecimiento, es posible que la gente le acabe creyendo más a él que a quien promete lo que luego no va a poder cumplir.

Programa reformista y regenerador

El reto del PP de cara a esa Convención que se celebrará en Málaga el primer fin de semana de octubre no es otro que el de ofrecer a la ciudadanía un verdadero contrato, un compromiso real con las reformas que hacen falta para superar la crisis política-económica y social, y que no pasan solo por el ajuste presupuestario y las medidas económicas en general, sino que tiene que ir más allá y abarcar un programa reformista y regenerador, que se atreva a incluir algunas de las demandas que la sociedad hace en estos tiempos a una clase política que se ha distanciado mucho de sus electores. Mariano Rajoy se enfrenta por tercera vez al reto de alcanzar la Presidencia del Gobierno, pero sin lugar a dudas ésta es, de las tres, la que con más probabilidades pueda conseguirlo.

Y si gana, y esto si que es una apreciación personal derivada del conocimiento del personaje, será un buen presidente, un gran presidente si cuenta con los suficientes apoyos para llevar a cabo la tarea que se avecina. Vienen, lo he dicho muchas veces, momentos de cambio, y de cambio profundo. De cambio en el modelo constitucional, de cambio social, de cambio político-institucional… Esos cambios deben hacerse con sentido común, con los pies en el suelo y la cabeza bien amueblada. Ninguna de esas tres cosas las hemos tenido hasta ahora en la persona que gobernaba este país, y hay serias sospechas de que sean características atribuibles al candidato Rubalcaba. Rajoy, sin embargo, sí cuenta con los mimbres suficientes para llevar adelante una tarea de consenso que favorezca esos cambios.

Lo único que necesita, ahora, es un poco de audacia, audacia para incorporar a su lenguaje político ese espíritu reformista tan necesario, audacia para admitir que las cosas no funcionan tal y como están, que no funciona la Justicia, que no funcionan las instituciones, que no funciona el sistema electoral, que no existe la transparencia, que tenemos una administración sobredimensionada, que el modelo territorial ha sido un fracaso y hay que reformarlo, etcétera, etcétera. Si de verdad se atreve a hacer propuestas en la dirección de una mayor participación ciudadana en la vida política, de mayor apertura de los partidos y las instituciones a la sociedad civil, de mayor libertad e independencia de los poderes del Estado, de mayor control y vigilancia de la actuación de los poderes públicos, entonces Mariano Rajoy podrá concitar en torno a sí esa mayoría social que reclama para gobernar desde el centro y con diálogo, con moderación, verdad y transparencia. Y a la tercera, irá la vencida.


El Confidencial - Opinión

Elecciones. El fin de una ilusión. Por Florentino Portero

La razón por la que Rodríguez Zapatero tiene un puesto reservado en la Historia de España es por ser él quien dirigió la destrucción de esa obra política, que tantas ilusiones había despertado y tantas horas de trabajo había requerido.

Desde fines de los años sesenta, la entonces oposición democrática al Franquismo tenía claro el objetivo fundamental de la diplomacia española tras la restauración de la Monarquía: romper el aislamiento y situar a España "en el lugar que le correspondía" en el concierto de las naciones. ¿Qué suponía eso? Sin precisar demasiado, entrar en la Europa Unida e incorporarse al pelotón de los destacados; mantener unas relaciones preferentes con Estados Unidos, rentabilizando los viejos convenios en materia de defensa que no siempre resultaron cómodos; refundar el vínculo histórico, cultural, económico y diplomático con las repúblicas de América Latina, viciado desde tiempos pasados tanto por una presencia menguada como por idearios antidemocráticos; actualizar la relación especial con el Mundo Árabe, haciéndola compatible con el reconocimiento del Estado de Israel y con la entrada en el proceso de convergencia europea; y, por último, dotar a nuestras empresas de una plataforma institucional capaz de favorecer la necesaria expansión internacional.

A ese lugar fuimos capaces de llegar gracias al trabajo realizado por Gobiernos de la UCD, el PSOE y el PP. Se cometieron errores y faltó valor y conocimiento para realizar reformas aún pendientes, pero llegamos adonde queríamos. La razón por la que Rodríguez Zapatero tiene un puesto reservado en la Historia de España es por ser él quien dirigió la destrucción de esa obra política, que tantas ilusiones había despertado y tantas horas de trabajo había requerido.

Por una parte quiso desmarcarse de la herencia legada por Aznar, que consideraba contaminada de valores conservadores. Por otra, renunció a fundamentar su actividad sobre los intereses nacionales para caer decididamente en los brazos del voluntarismo y los prejuicios ideológicos. Faltó en todo momento sentido de la realidad y sobró talante adolescente, ignorancia e inmadurez. Fracasó en lo básico: no fue capaz de dotar a la acción exterior de una nueva doctrina diplomática. Para la progresía postsocialista, la coherencia es otro resto de esa España rancia que se quiere superar, pero sin coherencia no hay política que valga, no hay obra que se sustente.

España no está en el pelotón de cabeza de la Europa Unida, sino en la cola, formando parte del grupo que pone en peligro la pervivencia del euro; en Washington hemos perdido la relación preferente, estamos pero no contamos; en América Latina ya no sabemos qué decir ni cómo dar sentido al sistema de cumbres; en el Mundo Árabe nos metimos en un callejón sin salida con el lío de las civilizaciones, el relativismo... para acabar perdiendo el norte.

Sólo cabe la refundación de nuestra acción exterior y ésa no es tarea fácil.


Libertad Digital - Opinión

Lavapiés. Por José María Marco

Lavapiés ha sido siempre uno de los grandes barrios populares de Madrid. Representa una manera de burlarse de los «barrios altos»: quien vivía allí, más abajo de la Plaza del Progreso, no los necesitaba. Despreciaba a los «señoritos» y se reía de ellos. Cualquiera que haya nacido o vivido en Madrid se reconoce de inmediato en lo que el espíritu castizo y burlón de Lavapiés significaba. Durante mucho tiempo, el barrio conoció una larga y penosa degradación. Luego, desde hace unos quince años, empezó a llegar otra población, muchos de ellos inmigrantes. Los nuevos vecinos han hecho un trabajo admirable, y han limpiado y adecentado la zona. Lavapiés se recuperó y se enriqueció con una diversidad cultural que recordaba la de mucho tiempo atrás, pero como la historia nunca se acaba, ha llegado la hora de un nuevo desafío. En esos años, también llegaron los okupas y los alternativos, parásitos que viven de los desechos de la sociedad. Ahora esos parásitos están intentando convertir Lavapiés en un gueto alternativo, al modo de algún barrio de Barcelona. En Madrid nunca han existido guetos como ésos, porque la sociedad madrileña, hasta ahora cívica y orgullosa de su responsabilidad, no los ha consentido. La novedad es que cuentan con el apoyo del Gobierno y su ministro del Interior. Evidentemente, los socialistas quieren importar el «modelo» barcelonés, humillar a Madrid (y a España) y dejar claro quién manda. Algo parecido ha estado ocurriendo en Sol, y ahora en el Paseo del Prado, pero éstas son zonas de representación que se limpiarán en cuanto cambie el Gobierno. En Lavapiés, en cambio, puede crearse un foco permanente de degradación y delincuencia. Los principales interesados en que eso no ocurra son los vecinos, que pueden ver todo su esfuerzo echado a perder en el altar, por así decirlo, del rubalcabismo.

La Razón - Opinión

Elecciones. La peor herencia posible. Por Ignacio Cosidó

Las ilegalidades cometidas en aquella negociación (como el caso Faisán, un ignominioso chivatazo a terroristas que iban a ser detenidos) han perseguido a Zapatero y a su ministro del interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, durante toda esta segunda legislatura.

La política antiterrorista de Zapatero ha estado marcada en todos sus años de mandato por su voluntad de negociar con ETA. Los socialistas recibieron de Aznar una banda derrotada en lo estratégico, asilada política y socialmente y perseguida internacionalmente. Zapatero legará al próximo Gobierno una ETA con más poder político y presencia institucional de los que jamás haya tenido, en proceso de rearme y con algunos nuevos aliados internacionales, como el régimen chavista. Solo la eficaz labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, ajenas a todo el proceso negociador emprendido por Zapatero, ha impedido que los terroristas hayan podido recuperar su capacidad criminal.

La negociación con la banda terrorista desarrollada en la primera legislatura de Zapatero ha sido uno de los peores errores cometidos en toda su acción de Gobierno. Una negociación que se saldó con un estruendoso fracaso tras el atentado de la T4 en Barajas, pero que puso en cuestión los fundamentos de nuestra democracia, nuestro orden constitucional y la dignidad de las victimas. Pero lo más grave es que tras aquel atentado, Zapatero siguió negociando a espaldas de los ciudadanos y que aún hoy sigue defendiendo ese proceso como un eficaz instrumento de pacificación. La realidad es que si Zapatero hubiera persistido en la política de firmeza democrática y fortaleza del Estado de Derecho, en lugar de tomar el atajo de la negociación, la derrota de los terroristas podría ser hoy una realidad.


Las ilegalidades cometidas en aquella negociación (como el caso Faisán, un ignominioso chivatazo a terroristas que iban a ser detenidos) han perseguido a Zapatero y a su ministro del interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, durante toda esta segunda legislatura. A pesar de que su primer director general de la Policía ha sido procesado por un delito de colaboración con organización terrorista, el Gobierno se ha negado sistemáticamente a asumir responsabilidad política alguna por este caso, endosando toda la culpa a los policías que obedecieron sus órdenes.

El peor legado que deja el Gobierno de Zapatero, quizá aún mayor que la ruina económica de la Nación, es la vuelta de los cómplices políticos de los terroristas a las instituciones democráticas. Con el control por parte de Bildu, una franquicia de Batasuna rehabilitada por el Tribunal Constitucional, de muchos ayuntamientos del País Vasco y Navarra, los terroristas han accedido a unas fuentes de financiación, a una información y a un grado de control político y social desconocidos en toda su historia.

El desafío del nuevo Gobierno que surja de las elecciones del 20-N será consumar la derrota de ETA a través de una política de máxima firmeza en el marco estricto de nuestro Estado de Derecho. El nuevo Gobierno deberá aumentar la presión policial y judicial sobre la banda terrorista, cercenar cualquier vía de contacto o diálogo con los asesinos, expulsar a sus cómplices políticos de las instituciones democráticas, reforzar la cooperación internacional y recuperar la plena confianza de las victimas del terrorismo. No será un camino fácil, pero es el único que conduce a la derrota incondicional y definitiva de los terroristas.


Libertad Digital - Opinión

Obligatorio. Por Alfonso Ussía

Escribir de Zapatero es aburrido. No hay alicientes. Eso del aliciente estuvo a un paso de terminar, en el primer acto, con el arte de uno de los genios españoles del siglo XX y principios del XXI. Antonio Mingote. Antonio y sus amigos eran asiduos clientes de un restaurante «La Arrumbambaya», que les ofrecía una carta aceptable a cambio de poco dinero. Y publicó su primer dibujo en ABC. Todos celebraron el acontecimiento menos uno de los camareros. «Sinceramente, don Antonio, no le he encontrado a su chiste el aliciente». Menos mal que se repuso de aquel ataque tan certero e inesperado. Pues eso, que no le encuentro aliciente alguno a escribir de Zapatero. Lo sé, ha convocado elecciones a celebrar el 20 de noviembre –día raro–, no se presenta para ocupar un escaño en el Congreso y le deja todo el protagonismo a su cómplice principal, Pérez de Rubalcaba. ¿Y qué? ¿Cómo se llena un artículo de palabras y pensamientos con noticia tan birria? Hay que hacer un esfuerzo sobrehumano, porque de Zapatero, de su política, de sus gobiernos y de sus calamidades patrias llevo escribiendo casi ocho años, y esa es la gran noticia para mí. Que a partir del 20 de noviembre del año 2011, Zapatero desaparece de la vida pública, se instala en León , y sanseacabó. No se debe renunciar a la cortesía. Le deseo lo mejor en su vida privada y toda la felicidad que él nos ha quitado durante este tiempo. León es una bellísima capital que aún mantiene el encanto de la capital de provincia. Vida sosegada, tertulia de amigos, excursiones por parajes indómitos y los partidos del «Barça» con Cesc –su único logro en este año–, con la camiseta azulgrana.

Por lo demás, poca cosa. Ha sido un mal Presidente que ha ido a peor. Lo dijo un noble arruinado al paso de un comentario sobre su decrepitud económica. «No es que sea una persona bien venida a menos,sino una mal ida a peor». Le recomiendo que lea a su amigo Gamoneda. Un buen poeta. Sus poemas son de invierno de Castilla, de luna gélida aliviada por la chimenea. Le deseo muchos paseos de domingo castellano y leonés bajo los plátanos desnudos o los árboles en la plenitud del renuevo. Eso que se llama la dulce vida provinciana, amante y machadiana, aunque don Antonio eligió para sus fríos los álamos del Duero soriano. Le auguro a Zapatero unos formidables y compartidos cocidos maragatos, y jocundas charlas en el café. Le dejarán fumar en poco tiempo, porque el PP volverá a la norma anterior y defenderá, siempre mirando por la salud de los que no fuman, una de las costumbres más arraigadas de España. El café, la copa y el puro. No le recomiendo el botillo. No se deje engañar por mi gran amigo Luis Del Olmo. Para comer botillo hay que estar entrenado a hacerlo, y mucho dudo de que en La Moncloa le hayan hecho la faena de ofrecérselo. A quien escribe, en una estancia ponferradina, el botillo estuvo a punto de perforarle el estómago.

Recupere la vieja delicia de leer los periódicos, en papel, durante su café matutino. Para hacerle un guiño de complicidad a Madrid, acompáñelo de churros o de porras. Experimentará el placer de no sentirse protagonista de las noticias y los comentarios. Los palos, a partir de noviembre, para Rajoy y Rubalcaba. Los de Rajoy los sonreirá y los de Rubalcaba los carcajeará, porque todo es envoltorio en sus últimas relaciones, y está usted de Rubalcaba y sus presiones y sus deslealtades hasta las narices. Y descanse. Comprobará cómo todo se va arreglando poco a poco en su ausencia. Y tampoco será una noticia con aliciente.


La Razón - Opinión

Elecciones. Zapatero y el 11-M. Por Luis del Pino

Zapatero se marcha sin haber conseguido ahogar las ansias de verdad de las víctimas del 11-M y de todos los españoles. Zapatero es ya historia; las investigaciones del 11-M, no.

El 12 de mayo de 2009, en plena celebración del debate sobre el estado de la Nación, Zapatero reprochaba a Rajoy sus derrotas electorales y su pasado apoyo a las investigaciones del 11-M, comparando a quienes cuestionan la versión oficial de aquellos atentados con los que todavía piensan que Elvis Presley vive:
«¡Si se ha pasado desde que perdió las elecciones tratando de justificar en las cosas más insólitas, como las teorías del 11-M que abrazó durante un tiempo, su derrota electoral! Esas teorías que afortunadamente el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio. También es verdad que habrá gente que siga pensando en las cosas más abobinables (sic) que se dijeron y formularon sobre el 11-M, igual que todavía hay gente que piensa que Elvis Presley vive o que hay gente que no cree que el hombre llegó a la Luna..»
Hace poco más de dos años de aquellas palabras del actual presidente de Gobierno; muy poco tiempo. Pero parece que hubiera transcurrido una eternidad. Porque Zapatero, que llegó al poder gracias a masacre que influyó de manera decisiva en las elecciones de 2004, abandona su puesto siete años después dejando sin cerrar la herida del 11-M.

De nada valió una sentencia –la de la Audiencia Nacional– que lo único que consiguió fue acabar con el prestigio profesional de su perpetrador, el juez Gómez Bermúdez. De nada sirvió tampoco el apaño con el que el Tribunal Supremo intentó contentar a tirios y a troyanos, sin conseguirlo... Las mentiras y las falsificaciones en la investigación oficial de los atentados del 11-M eran demasiado evidentes como para que las víctimas y la sociedad aceptaran sin más que se arrumbara aquella masacre al cajón de los misterios históricos sin resolver.


Menos de dos meses después de aquellas infames palabras de Zapatero en el Congreso de los Diputados, la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M, dirigida por Ángeles Domínguez, presentaba una querella por falsificación de pruebas y falso testimonio contra el ex­jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano, y su jefa de laboratorio.

Y desde entonces, la lenta marea de la opinión pública ha experimentado un progresivo reflujo, a medida que salían a la luz cada vez más datos que ponían en cuestión tanto la instrucción sumarial efectuada por el juez Juan Del Olmo, como la prueba pericial sobre los explosivos ordenada por el juez Gómez Bermúdez. Datos que apuntaban a algo ciertamente tenebroso: que en el 11-M operó una auténtica trama de destrucción y falsificación de pruebas, encaminada a poder achacar el mayor atentado de nuestra historia al terrorismo islamista.

La cruzada judicial emprendida por las víctimas del 11-M ha estado repleta de obstáculos a lo largo de toda la legislatura. Desde el primer momento quedó claro que el Ministerio de Interior iba a tratar de obstruir por todos los medios las investigaciones sobre la posible falsificación de pruebas en la instrucción sumarial. Más de un año tardó el ministro Rubalcaba en responder, por ejemplo, a los requerimientos de la juez Coro Cillán para la entrega de documentos relativos a los protocolos de actuación de los Tedax. Quedaba así clamorosamente en evidencia ese ministro – y actual candidato - que se atrevió a decir el 13-M aquello de "España se merece un gobierno que no mienta, que diga toda la verdad".

Pero, a pesar de los pesares, las investigaciones judiciales fueron progresando y permitieron constatar que tenían razón los medios de comunicación independientes que habían denunciado las falsedades en que se asentaba la versión oficial del 11-M. Tenían razón aquellos que señalaron que los escenarios del crimen se destruyeron con una celeridad inusitada; que las muestras tomadas en los trenes se desvanecieron como por arte de magia; que las pruebas del caso se sustituyeron por otras fabricadas ad hoc...

Y hoy, esos dos mandos policiales contra los que se querelló hace ahora dos años la principal de las asociaciones de víctimas del 11-M se enfrentan a la próxima resolución de la juez Coro Cillán, que podría decidir su procesamiento a la vuelta del verano.

Así que Zapatero, el que no tuvo reparo en ofender a las víctimas de la masacre de Madrid al comparar las dudas sobre el 11-M con las teorías conspiratorias acerca de la muerte de Elvis, se va a ahora de Moncloa dejando en la estacada a dos mandos policiales, al igual que deja a otros tres en similar situación por el caso Faisán.

Pero, sobre todo, Zapatero se marcha sin haber conseguido ahogar las ansias de verdad de las víctimas del 11-M y de todos los españoles. Zapatero es ya historia; las investigaciones del 11-M, no.


Libertad Digital - Opinión

Rajoy, por el buen camino

Ante la próxima convocatoria de elecciones anticipadas, el PP goza de una situación muy favorable con respecto a su adversario político directo, el PSOE, ya que, según la encuesta de NCReport para La Razón, los populares aventajarían a los socialistas en 16 puntos. El partido liderado por Mariano Rajoy lograría 11.172.000 millones de votos, un 46,9% sobre el voto válido, por lo que lograrían entre 183 a 186 escaños, lo que le permitiría gobernar con mayoría absoluta, estipulada en 176 diputados. Desde marzo de 2009, un año después de las generales de 2008, el PP está por delante del PSOE en intención de voto. El PSOE, que presenta como candidato a la presidencia del Gobierno a Alfredo Pérez Rubalcaba, registra un notable retroceso con respecto a 2008 al lograr 7.357.000 millones de votos, un 30,9% del voto válido, que se traduciría en entre 118 diputados y 121 frente a los 169 que tiene actualmente. Los populares recibirían casi un millón de votos de socialistas desencantados, más la llegada de 647.000 nuevos votantes. Por contra el PSOE tendrá que luchar contra la abstención, la verdadera rémora de los socialistas, ya que la hemorragia de votos, concretamente 2,1 millones, vendría de votantes que no ejercerán su derecho a ir a las urnas o que cambien de opción política. Mariano Rajoy también sale beneficiado en cuanto al conocimiento que tienen de él los votantes. Un 99,9% de los encuestados conoce al máximo responsable de los populares mientras que un 94,9% saben quién es Rubalcaba.

Rajoy tendrá que saber administrar en estos cuatro meses este escenario tan abiertamente favorable. El candidato popular, que siempre se ha caracterizado por su prudencia y su mesura, no desconoce que la mejor estrategia es la que ya se saldó con éxito en las municipales del pasado mes de marzo: su campaña, más política, debe estar centrada en la economía y, sobre todo, en el empleo y abundará en los mensajes en positivo, además de no caer en las trampas socialistas para buscar la confrontación abierta que avente el viejo discurso del miedo socialista contra la derecha española. Rajoy debe hablar siempre en clave de futuro, ofreciendo propuestas y evitando cualquier tarascada política que tense el ambiente, puesto que eso es lo que menos desean los ciudadanos.
Ya hace semanas que Alfredo Pérez Rubalcaba está moldeando su imagen de candidato socialista intentando no hacerse corresponsable de los desaciertos del actual Gobierno, del que él fue en los últimos tiempos vicepresidente primero. Será difícil que se pueda despojar de esas alforjas, pero lo que está claro, y ésa es su voluntad, es que Rubalcaba es un candidato a largo plazo que se está haciendo con el liderazgo del PSOE. Su proyecto político no es cortoplacista, si pierde, no se irá como Joaquín Almunia en 2000. Sea cual sea el resultado, Pérez Rubalcaba ha llegado para quedarse. Además de las elecciones generales, su objetivo es ganar el próximo Congreso Federal que se celebrará tras los comicios de noviembre. Ese es su guión salvo que la derrota sea lo suficientemente severa para que el propio partido decida sacrificarle, lo que no está previsto. Estamos ante dos líderes políticos de amplio recorrido.


La Razón - Editorial

Noruega y nosotros

Hay que luchar contra la violencia, pero el fanatismo se combate con crítica y refutación.

El autor de los atentados del pasado día 22 pretende haber actuado en defensa de la identidad noruega puesta en peligro por la inmigración, especialmente de ciudadanos musulmanes. Pero ocurre que un rasgo interiorizado por la población como seña de identidad de la Noruega moderna es precisamente su tradición de acogida y tolerancia. Resulta admirable, por ello, la declaración del primer ministro, Jens Stoltenberg, proclamando que la respuesta debe ser "más democracia" y asegurando que los atentados no van a cambiar el modelo noruego de sociedad abierta; y es llamativo que nueve de cada 10 ciudadanos se muestren de acuerdo con esa declaración.

Tal como se ha interpretado, más democracia no significa ignorar los errores y lagunas detectados en materia de seguridad. Los hubo y el Gobierno ha anunciado la creación de una comisión independiente para estudiarlos: por qué llegó antes la televisión (en helicóptero) que la policía, la aparente falta de medios, la confusión sobre el número de víctimas. Más democracia implica ahora más seguridad, pero no ha habido la histeria que en otros países suele seguir a conmociones de este tipo: a nadie se le ha ocurrido culpar de lo sucedido al Gobierno (o a la oposición) ni ha habido la carrera que aquí conocemos bien por exigir cambios normativos "drásticos" (aumento de las penas para ciertos delitos, por ejemplo). Tal vez haya que hacerlo, pero no improvisadamente y bajo el impacto de la matanza.


Otra paradoja es que el actual primer partido de la oposición, una formación con tintes xenófobos en la que militó en el pasado el asesino, llevaba años reclamando reformas que endurecieran la política de inmigración y reforzaran las medidas de control de la comunidad musulmana, a la que culpan del aumento de la delincuencia; pero el autor del mayor crimen de la historia del país ha sido un noruego cuyo fanatismo se alimentó de esos prejuicios.

Las ideas xenófobas constituyen un caldo de cultivo favorable para el desarrollo de la violencia terrorista; deben por ello ser combatidas, pero no necesariamente prohibida su difusión. Una cosa es la incitación a la violencia (incluyendo la que se difunde desde el anonimato de determinados sitios de Internet), que debe ser perseguida por la ley; y otra, las ideas fanáticas o extremistas no violentas, que se combaten mediante su crítica y refutación.

El ascenso de las corrientes populistas de derecha en países que parecían a resguardo de ese peligro (de Escandinavia a Holanda) requiere una respuesta democrática coordinada. Pero sin caer en la falacia de que para evitar que siga creciendo esa corriente, los partidos institucionales deban adoptar parte de su ideario xenófobo. Del mismo modo que la matanza del día 22 muestra que el terrorismo ultra imita la falta de inhibiciones morales del terrorismo yihadista, el mayor éxito del fanatismo sería que las sociedades abiertas dejaran de serlo en nombre del combate contra sus propios extremistas. Noruega ensaya una respuesta que evite ese desenlace.


El País - Editorial

Campaña a la desesperada

El PP, tan poco habituado a la comunicación efectiva de sus ideas y propuestas, debería estar preparado para contrarrestar durante cuatro meses un torrente de propaganda cuyo único propósito será desgastarle y desacreditarle como alternativa.

El PSOE, de la mano de Rubalcaba, aspira a prolongar lo que no cabe más que considerar un septenio negro en la historia de España. Pocas veces lo habrán tenido más complicado los socialistas, pues las cifras no pueden ser más desastrosas: en siete años, la tasa de paro se ha duplicado, el PIB ha pasado de crecer a un ritmo galopante a estancarse en una recesiva mediocridad, el superávit ha dejado paso al mayor déficit de nuestra historia, la deuda pública se ha incrementado en 300.000 millones de euros, los concursos de empresas se han multiplicado por 20 y la prima de riesgo ha estallado desde 0 puntos básicos a casi 400.

Una catástrofe en toda regla que sólo hace que agrandarse si dejamos de lado la economía y nos fijamos en otras rúbricas de la realidad nacional: la rendición incondicional ante la ETA, la voladura definitiva de la separación de poderes, la desmembración de la idea de España y de las instituciones nacionales, la cultura de la muerte omnipresente en leyes como la del aborto, el guerracivilismo revanchista con el que ha vuelto a polarizar y crispar a parte de la sociedad española, la continua ideologización de la educación pública en detrimento de su calidad...


La estampa no es precisamente para estar orgulloso. Y el PSOE es el primer consciente de ello. Por eso, ha escogido a un candidato a la presidencia del Gobierno caracterizado por ser un compulsivo y desvergonzado mentiroso. El PP debe ser consciente de que los próximos meses serán un continuado despliegue de manipulación y tergiversación permanente desde todos los medios de comunicación afines o bajo el control socialista. La escenificación, las consignas y el engaño serán las notas predominantes de la campaña electoral, al igual que lo fueron en otro momento de desesperación del PSOE: 1996, el año del famoso dóberman.

El PP, tan poco habituado a la comunicación efectiva de sus ideas y propuestas, debería estar preparado para contrarrestar durante cuatro meses un torrente de propaganda cuyo único propósito será desgastarle y desacreditarle como alternativa. Al PSOE ya sólo le queda mentir para mantenerse en el poder. Y con Rubalcaba como candidato, parece bastante claro que no dudará ni un instante en hacerlo.


Libertad Digital - Editorial

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