lunes, 1 de agosto de 2011

Paro, Déficit, Deuda, Prima de riesgo,... 2003-2011: Las cifras del desastre. Por B. García / D. Soriano

El presidente socialista deja un panorama económico muy distinto del que se encontró en 2004. España todavía está muy lejos de su recuperación.

El desgaste de la economía española ha obligado a Rodríguez Zapatero a adelantar las elecciones. El 20 de noviembre, una fecha que cuanto menos es curiosa, ha sido la elegida por el todavía presidente del Gobierno para llevar a los españoles a las urnas.

La presión sobre la deuda española, con la prima de riesgo persistentemente por encima de los 300 puntos desde comienzos de julio, ha tirado por tierra la idea inicial de alargar aun más la agonía agotando la legislatura. Ahora llega el momento de hacer balance. Evaluar los 7 años y 4 meses que lleva Zapatero al frente del Ejecutivo implica hacer un recorrido por una etapa marcada por las graves consecuencias que ha generado una crisis económica que, en un principio, se negó y que aún mantiene a España al borde del colapso.


Contra todo pronóstico el PSOE ganó las elecciones en marzo de 2004 y su líder se encontró con una economía en pleno auge. España atravesaba por un periodo expansivo con las principales magnitudes económicas (producción, empleo y inversión) a su favor. Pero el modelo de crecimiento económico se agotó y la crisis económica hizo que España volviese sobre sus pasos. Estos son los resultados económicos de siete años de zapaterismo, resumidos en ocho apartados.

- Más paro: La destrucción de empleo ha sido el principal problema de Zapatero en los últimos años. Este viernes la Encuesta de Población Activa (EPA) situaba en junio la tasa de paro en el 20,89%. Esto significa que España tiene 4.833.000 parados, un dato escandaloso si se tiene en cuenta que cuando Zapatero entró en el Gobierno apenas se superaban los dos millones.


- Menos crecimiento: Entre 2001 y 2004, España crecía alrededor del 3% y ahora casi no es capaz de llegar al 0%. En 2007 comenzó una recesión a la que Zapatero no supo enfrentarse (no reconoció la crisis hasta el verano del 2008). En el año 2009, la economía española perdió un 3,7%, la mayor caída en dos décadas. En los últimos dos años ha conseguido recuperar algo, pero todavía no ha logrado salir del pozo, algo que sí han conseguido sus socios de la UE.


- Más déficit: Uno de los objetivos más ambiciosos del Gobierno es reducir el déficit público por debajo del 6% en 2011, después de haber cerrado los dos últimos ejercicios con unos números rojos del 11% y el 9%. Cuando el político castellano-leonés llegó a la Moncloa, el déficit para el conjunto de sus Administraciones Públicas era tan solo del 0,28% del PIB, una cifra imposible de imaginar a día de hoy.


- La deuda, disparada: La afición de Zapatero por financiar al Estado mediante deuda es otra causa de la debilidad económica nacional. Mientras en el primer trimestre de 2004 España registraba un crecimiento de la deuda del 1,7% del PIB, el cuarto trimestre de 2010 se saldó con un 13,8%. De este modo, España debía a finales de 2010 casi 640.000 millones de euros, el 60% del PIB. Y todo indica que a lo largo de 2012 se llegará al 80%, incluso si se cumplen las optimistas previsiones del Gobierno.


- Prima de riesgo: Hace dos semanas el rescate financiero de España estuvo más cerca que nunca en los mercados cuando la prima de riesgo española rozaba los 400 puntos básicos. Este escenario contrasta con el de 2004, cuando el diferencial entre el bono español y el alemán era de 0 (inexistente), y el coste de financiación era dos puntos menor incluso, aunque los tipos de interés eran algo más altos.


- Número de empresas concursadas: A través del concurso de acreedores las empresas ponen fin a su actividad. Al carecer de liquidez muchos empresarios se han declarado en una situación muy poco común hace siete años, la insolvencia. España ha descendido en todos los índices de libertad económica, entre otros motivos por el poco cariño que el Gobierno ha demostrado hacia los empresarios. En el primer trimestre de 2004 tan solo 72 se declararon en concurso, mientras que el mismo periodo de este año lo han hecho 1.552, un panorama empresarial bien diferente. También la creación de empresas se ha resentido: mientras que entre enero y marzo de 2004 se constituyeron casi 40.000 sociedades mercantiles, en el mismo período de 2011 apenas se llegó a las 24.000.


- Confianza del consumidor: Los propios consumidores han juzgado el trabajo del Gobierno en los últimos años. El índice de confianza que elabora el ICO es la mejor prueba de la falta de perspectivas de la economía espñaola. La percepción que los hogares tienen acerca del estado de su situación financiera personal y de España en general ha caído en más de 30 puntos desde 2004 y las expectativas sobre el futuro también están peor que hace siete años.


- Número de funcionarios: A pesar de la crisis, el número de funcionarios del Estado no ha parado de incrementarse, obviando así un principio básico en toda política de austeridad: reducir gastos. Si en 2004 la plantilla de la Administración Pública registraba a 2.868.000 de trabajadores en 2010 y en 2011 los empleados públicos llegan a los 3.218.000. Aunque en este incremento las CCAA tienen una buena parte de la responsabilidad, la política de José Luis Rodríguez Zapatero ha sido de constante incremento del gasto público y de la intervención de las administraciones públicas en la economía del país.



Libre Mercado - Opinión

Elecciones. Una decisión que llega tarde. Por Jaime de Piniés

La clave política parece ir por derroteros distintos a los económicos, porque todo tipo de estrategia política-electoral puede verse desbordada por un tsunami financiero y éste acecha en el horizonte.

Llevamos varias columnas y muchos meses insistiendo en la necesidad de que el Gobierno de Rodríguez Zapatero convocara elecciones anticipadas ante la manifiesta incapacidad de su Gobierno de introducir las reformas que precisa España. Por fin, nuestro Presidente ha entrado en razón y las ha convocado para el día 20 de noviembre. En mi opinión hemos perdido muchísimo tiempo para llegar a este punto y es difícil razonar por qué no se apuran las fechas y se emplazan las elecciones para un mes antes, en octubre.

La razón de clamar por esta premura radica en la presión que ya se ejerce y que se seguirá ejecutado de forma brutal sobre España. La decisión de Moody’s de bajar la calificación de seis comunidades autónomas y de poner al Reino en perspectiva negativa es una invitación a los mercados financieros para seguir castigando a España. El diferencial con el bono alemán está en cifras escandalosas por encima de los 350 puntos básicos tras el anuncio de Rodríguez Zapatero.


Moody’s tiene razón cuando se preocupa por las finanzas de nuestro sistema autonómico. El espectáculo de la pasada semana con las comunidades autónomas resistiéndose a devolver cantidades que nunca debieron recibir, cantidades que suman unos 20.000 millones de euros, cifra, por cierto, igual a la que desde UPyD se viene insistiendo representa el gasto superfluo e ineficiente anual generado por las duplicidades entre el Estado y las comunidades autónoma, y que tienen que compensarse para alcanzar los objetivos de déficit público para el país. A tal desmán solo le ha superado la nefasta intervención de la CAM. Cómo no va a tener razón Moody’s.

Hay quienes ven en la fecha del 20 de noviembre el plazo necesario para que la maquinaria electoralista del PSOE sitúe y capitalice al nuevo candidato mientras irrumpen en escena importantes anuncios de la banda terrorista para la cita electoral. La clave política parece ir por derroteros distintos a los económicos, porque todo tipo de estrategia política-electoral puede verse desbordada por un tsunami financiero y éste acecha en el horizonte. A ver qué medidas de choque se toman el próximo 19 de agosto para contener la inundación. Si bien el futuro es impredecible, de algo si podemos estar seguros: cómo funcionan los mercados.


Libertad Digital - Opinión

Campaña «low cost». Por Iñaki Ezkerra

Rubalcaba se ha tomado en serio lo de ahorrar dinero en la campaña electoral. Él quería que su lema lo hiciera el equipo publicitario que le dio el éxito a Obama, pero, como no le llegaba la pasta, los americanos le han dicho que puede usar el mismo si quiere y así se lo dejan a mitad de precio.
Es lo que ha hecho el hombre: darle al famoso «yes, we can» una manita de pintura, o sea dejarlo en «we can do it» y ¡hala, a correr! El presupuesto de Rubalcaba debía de ser tan corto que no le llegaba ni para traducírselo al castellano. Al parecer, el que cobró bien fue el de la idea del «pizarrín» y no me extraña. Realmente, a cualquiera no se le ocurre una cosa así: una pizarra roja (fíjese el lector en la sutil cuña ideológico-subliminal del color encarnado) con tres palabras que son la pera limonera: «escuchar, hacer, explicar…». Yo comprendo que el votante español medio ve un anzuelo semejante y no tiene más remedio que picar. Yo mismo, si voy por la calle y me topo con el pizarrín de Rubalcaba, con esas tres palabritas mágicas, sucumbo a la primera. ¡Y es que uno no es de piedra!

La verdad es que la idea del lema usado es muy buena. Yo creo que Rajoy debería seguir el ejemplo rubalcábico de la segunda mano y comprarles a los socialistas el que usó Zapatero en su día: «Queremos un Gobierno que no mienta». No hay peligro de que éstos lo usen ahora porque sería tirar piedras contra su propio tejado. La verdad es que al PSOE se le han quedado inservibles todos los antiguos eslóganes. Sacar ahora los «Cien años de honradez» o el «No a la guerra» sería un poco temerario.


La Razón - Opinión

Rajoy. El gran problema del PP. Por Agapito Maestre

Será, precisamente, en este ámbito donde Rajoy tendrá que decir algo serio para remoralizar España, es decir, democratizar el Estado-nación.

El PP lo tiene todo a su favor para alcanzar la mayoría absoluta. Su principal factor para ganar, como todo el mundo sabe, no es su forma de hacer oposición ni de presentar propuestas ni, mucho menos, explicar con amor y pedagogía política un programa para ilusionar a los españoles. No, no, por desgracia su principal baza es que está ante el Gobierno más incompetente que ha dado España desde 1975. Es difícil hacer las cosas peor que Zapatero, que ha llegado a avergonzar a los suyos con unas políticas alejadas, cuando no en las antípodas, de la mejor socialdemocracia. Millones de sensatos votantes socialistas sienten vergüenza ajena tanto del personaje que se marcha como del candidato que deja. Millones de socialistas dejarán de votar al PSOE. Punto.

Nadie, pues, se engañe sacando pecho con liderazgos fingidos de última hora. El desastre de Zapatero es el mejor aval para que triunfe el PP de Rajoy. Al final, aquí como en otras democracias más avanzadas del mundo, no se vota a favor de un partido sino contra los líderes de un Gobierno. Las elecciones abren, no obstante, un proceso de indeterminación que sólo las leyes de la aritmética resuelven periódicamente. El PP tendrá que enfrentarse, en cualquier caso, a determinados asuntos si no quieren que se conviertan en problemas peligrosos para alcanzar la mayoría absoluta.


Aparte del excesivo triunfalismo que puede observarse en los dirigentes políticos del PP, por otro lado, muy propio de gente que apenas sabe nada de la dureza de la vida política y, a veces, de la propia vida, al margen de las instituciones, hay un problema que, desde aquí hasta las elecciones, pueden jugarle una mala pasada a las mesnadas del PP, incluso podría hacer peligrar su mayoría absoluta. Presentarse y actuar ante el respetable público español, cuya composición es mitad populacho y mitad ciudadanía desarrollada, con tanta delicadeza "centrista" que de no querer molestar a nadie podría pasar a enfadar a muchos. Pasar de puntillas, sin hacer ruido y dando la impresión de que aquí no pasa nada, y que todo se resolverá cuando venga el PP, es mala política, porque la ciudadanía, es decir, los votantes preocupados por la calidad de la democracia, necesitan palabras, discursos y propuestas concretas para salir del estado de postración moral y política en que los ha dejado Zapatero.

La desilusión, el desencanto y, en fin, la desmoralización de este final de ciclo socialista no sólo se extiende por los ámbitos del electorado socialista, sino también por todo el país. Es algo que afecta, por lo tanto, no sólo al candidato socialista, que no podrá superar la desmovilización y el derrotismo de los suyos, sino a toda la nación. El esperpento de la última reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera ha puesto en evidencia que es, en efecto, la quiebra del Estado-nación el principal problema para salir de la crisis económica, social y, sobre todo, moral y política de este país. Será, precisamente, en este ámbito donde Rajoy tendrá que decir algo serio para remoralizar España, es decir, democratizar el Estado-nación. O lo hace o tendremos que pensar que también él, como su principal impulsor Zapatero, está de acuerdo en que se marchen, de una vez, Cataluña y País Vasco.


Libertad Digital - Opinión

Tras la batalla. Por José María Marco

Para comprender, por lo menos en parte, lo ocurrido con la deuda norteamericana, así como los efectos políticos que todo el asunto tendrá el próximo año, cuando se celebren elecciones presidenciales, conviene tener en cuenta algunos elementos.

El primero es el poco lucido papel que ha jugado Obama. Como inquilino de la Casa Blanca, le tocaba liderar el camino hacia un gran compromiso que hubiera tenido en cuenta las fuerzas en juego y los límites del desacuerdo. Es el papel ideal, el soñado por todos los presidentes: aquel en el que revelan su carácter y por el que dejan una impronta indeleble en la historia norteamericana. Requiere una gran visión estratégica, capacidad de diálogo, generosidad. Pues bien, Obama optó por dirigirse a sus conciudadanos en actitud amenazante y alentándolos a tomar posiciones en contra de los republicanos. Es la táctica lamentable, que aquí conocemos bien, de gobernar contra la oposición.

El resultado ha sido que en el último tramo Obama no ha contado en la negociación. El hombre más poderoso del mundo se ha limitado a contemplar cómo la negociación pasó a los grupos políticos del Congreso que han monopolizado el debate. En el último momento, habrá vuelto a intervenir de urgencia e intentará rentabilizar esta vuelta a la escena como una victoria personal. La maniobra, si ha sido tal, dice poco de su liderazgo. En el país del pragmatismo, Obama ha quedado como un sectario.


El papel del presidente era particularmente relevante porque la evolución política norteamericana ha llevado a la práctica desaparición del centro en la vida partidista. Hace veinte años había todavía republicanos que votaban con los demócratas, y demócratas que votaban con los republicanos. Hoy esas dos especies están prácticamente extinguidas. Han acabado con ellas la hiperideologización de la política, creciente desde las «guerras culturales» de los setenta, y una peculiaridad del sistema norteamericano, que permite rediseñar los distritos electorales en función de los intereses de los candidatos. En este sentido, el espectáculo ha sido poco edificante. Ha llegado el momento de volver a pensar la política en términos nacionales, patrióticos y no sólo partidistas.

En España, como en toda Europa, existe una gran afición a simplificar y a jugar al pim pam pum con algunas grandes corrientes de la política norteamericana. La última es el Tea Party, elemento fundamental para la victoria republicana en las últimas elecciones. Los nuevos representantes republicanos surgidos de este movimiento no han sido particularmente proclives al acuerdo, pero representan algo que en los últimos tres años, con independencia de la radicalización de los partidos, ha ido cobrando más y más fuerza. Es la convicción de que los gobiernos y los Estados no pueden seguir viviendo por encima de sus medios y arrasando la prosperidad y el horizonte de progreso de la gente, de sus propios ciudadanos. Es un elemento surgido con la crisis, pero ha llegado para quedarse, y defiende virtudes que alguna vez, no hace demasiado tiempo, hicieron grandes a los países occidentales: iniciativa, esfuerzo, responsabilidad… ¿Se acuerda usted?


La Razón - Opinión

Alternancia. Aznar en La Moncloa. Por Emilio Campmany

¿Y si todo se debiera a la existencia de un pacto de alternancia cuya existencia y garantías de cumplimiento ha de conocer necesariamente Aznar, pero que es posible que Rajoy ignore?

Nos ha revelado Pedro Jota en su sábana semanal una noticia sorprendente. Aznar ha visitado a Zapatero en la residencia oficial de nuestro presidente del Gobierno. La noticia es tan inverosímil que no puede habérsela inventado, no digo el periodista, de quien no puede creerse tal cosa, sino su fuente.

Demos pues por cierto el hecho. Zapatero se ha entrevistado mano a mano con Aznar en La Moncloa. A pesar de que al riojano no le gusta ahorrar papel ni palabras, no nos cuenta de quién partió la iniciativa, quizá porque ni su fuente ni él lo sepan. Pero, aunque es inimaginable a un Zapatero pidiendo a Aznar que le visite, más imposible parece que fuera el ex presidente quien solicitara ser recibido. De forma que habrá que concluir que Zapatero ha sentido, por las razones que fueran, la necesidad de hablar con el presidente honorario del PP. La cuestión es ¿por qué? O mejor dicho, ¿para qué?


La pieza sólo cuenta que hablaron de Europa, de la Unión Europea y del modo en que España puede aprovechar su integración en ella para resolver sus problemas económicos. No niego que parte de la conversación versara sobre este asunto, pero es difícil creer que fuera éste el principal motivo de la entrevista. Es verdad que también dice que hablaron del País Vasco, pero sólo para constatar sus profundas discrepancias. No tiene sentido que Zapatero llame a Aznar para que éste le explique cuánto desaprueba la política de Zapatero en relación a la ETA, Bildu, el independentismo vasco y todo lo demás. ¿Entonces?

Lo más probable es que el encuentro estuviera motivado por la evidentemente próxima transmisión de poderes que Zapatero tendrá que hacer a Rajoy en diciembre. Claro que, para eso, con quien tendría que haberse visto es con el gallego, no con Aznar.

¿Y si todo se debiera a la existencia de un pacto de alternancia cuya existencia y garantías de cumplimiento ha de conocer necesariamente Aznar, pero que es posible que Rajoy ignore? ¿Y si Zapatero quisiera asegurarse que el PP respeta las cláusulas de ese pacto, sean las que sean? No extrañaría que éstas incluyeran una especie de borrón y cuenta nueva. Eso es lo que hizo Aznar en 1996 cuando, entre otras cosas, negó la desclasificación de los papeles del Cesid, que podía haber llevado a la cárcel a Felipe González. Si se tratara de hacer llegar a Rajoy la idea de que el pacto existe y está vigente, la persona más indicada para transmitírsela es Aznar.

Vaya usted a saber. Lo que es obvio es que hay entendidos, cuando no acuerdos, que no nos cuentan. Los hechos son que ocho años estuvo Aznar y casi otros ocho ha estado Zapatero y, si no los ha completado, es porque a su partido no le ha convenido. ¿Estará también ocho años Rajoy y luego llegará nuevamente el turno del PSOE? Bonita democracia, la nuestra.


Libertad Digital - Opinión

Una campaña más austera

En política tan importante es el fondo como las formas. En este escenario de crisis económica, una de las prioridades de los partidos políticos ante la cita electoral del próximo 20 de noviembre es dar una imagen de austeridad al ciudadano y evitar el despilfarro de anteriores campañas electorales, en las que los partidos manejaban unos presupuestos más que generosos sin que el ciudadano entendiese muy bien su trascendencia en la cita electoral. Sólo un dato: en las anteriores generales, que se celebraron en 2008 –con la crisis ya gestándose–, los partidos políticos se gastaron en los quince días que duró la campaña más de 50 millones de euros en partidas como publicidad exterior (vallas o banderolas), inserción de anuncios en los medios de comunicación, «mailing» electoral y los distintos actos públicos que celebraron. En esta cita, esta cifra debe mermar considerablemente. En ese sentido, en la reforma de la Ley Electoral que se publicó en el Boletín Oficial del Estado del pasado mes de enero, en relación a las campañas electorales se buscaba que la contratación de la publicidad en los distintos soportes publicitarios sólo podría realizarse en los quince días estrictos de campaña. También se redujo el límite máximo que pueden asumir las candidaturas y se congelaron las subvenciones por voto/escaño y el «mailing» a lo largo de este año.

El Partido Popular no ha sido ajeno a esta medida de ajuste y fuentes de la formación ya han anunciado recortes en varias partidas, como las campañas de marketing y comunicación, así como buscar locales más económicos para celebrar sus actos electorales. Estas medidas serán recibidas con satisfacción por los votantes, que en ningún caso serían cómplices de unos dispendios que ahora mismo la sociedad española no se puede permitir. Es de desear que el resto de los partidos políticos anuncien también medidas concretas con el fin de que sus presupuestos para la campaña electoral sean lo más ajustados posibles a los objetivos a conseguir.

En esa línea de austeridad, los partidos políticos deberían ser más imaginativos. Las fórmulas tradicionales siguen funcionando pero cada vez tienen menos alcance. Frente a la pugna por llenar los grandes escenarios como se ha visto en otras citas electorales, los candidatos y sus equipos deberían ser muy responsables para rentabilizar al máximo los recursos con los que cuentan. Si son un valor importante las siglas, aún lo es más el candidato y que éste tenga un discurso claro, con mensajes directos y que transmita cercanía y empatía por la situación que están viviendo los votantes.

Lo único cierto es que la ciudadanía va a estar muy pendiente de que esta campaña electoral no sea muy gravosa para el bolsillo de todos los españoles. Debe significar un antes y un después, un cambio de modelo de campaña electoral que actualmente es muy costoso y a veces ineficaz. También tiene que ser algo más que un indicio de que los partidos políticos están mentalizados en aplicar unas medidas económicas más rigurosas, en las que la filosofía principal sea la austeridad.


La Razón - Editorial

Oscuro dictamen

El FMI enjuicia la situación española y sugiere un difícil consenso político para más reformas.

El informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre España correspondiente a 2011 ratifica el diagnóstico de la economía española. Con fecha de 7 de julio, el documento da la impresión de haber sido redactado hace meses. Si esta renovada institución desea que sus dictámenes sean útiles, deberá hacer un mayor esfuerzo por penetrar en la realidad económica y financiera de los países y producir sus análisis con la suficiente celeridad, además de hacer hincapié en las dificultades específicas para concretar las decisiones fáciles de identificar.

El informe destaca favorablemente que el Gobierno haya asumido en los últimos 12 meses decisiones destinadas a fortalecer la confianza de los mercados financieros. No comenta, sin embargo, la constatación de que, al igual que ha ocurrido en otras economías, esa confianza no solo no ha llegado, sino que, a tenor de las primas de riesgo que está soportando en estos días, los mercados parecen exigir algo más que el simple adelgazamiento de los presupuestos públicos.


El crecimiento económico español, necesario para el definitivo saneamiento financiero, es anémico. Destaca su único sustento en las exportaciones, insuficiente para compensar el desplome de la demanda interior y para eludir el contagio de la inestabilidad dominante en los mercados de deuda soberana de la eurozona. En la identificación de los retos que afronta la economía española el Fondo tampoco es muy original. La débil productividad y un mercado de trabajo disfuncional son los más destacados. Y aunque comparte la agenda política de reformas definida por el Gobierno, los expertos de la institución reclaman mayor determinación en la consecución de la sostenibilidad fiscal, en la reestructuración del sistema financiero y en las reformas del mercado de trabajo. Para todo ello, sugieren la consecución de un amplio respaldo político y social. Ahí es nada.

Es en este punto en el que hubiera merecido la pena hacer hincapié. La situación de extrema gravedad que desde hace más de un año sufre la economía no ha encontrado amparo suficiente en el entendimiento de una clase política, más pendiente de las encuestas electorales que en arrimar el hombro para evitar el ascenso del paro y las pérdidas de bienestar de los ciudadanos. La reforma del sistema financiero o la disposición de un marco clarificador del saneamiento del conjunto de las Administraciones públicas son ámbitos que hubieran justificado un acuerdo básico. Pero el juicio del Fondo no alcanza a la calidad de las instituciones, a la capacidad de las organizaciones políticas para fortalecer la confianza, aspectos que, cada vez en mayor medida, la evidencia revela como esenciales en la asunción de retos tan complejos como los suscitados por esta crisis. Al Fondo tampoco le fue posible sugerir acciones en esta tortuosa transición hasta la constitución del Gobierno que surja de las próximas elecciones generales.


El País - Editorial

La alargada sombra del Faisán

Si en economía Rubalcaba no viene a traer nada nuevo con respecto a la ruina que supuso Zapatero, en política antiterrorista ni siquiera hay sucesión formal. Zapatero simplemente se subrogó en la infame estrategia diseñada por el verificador Rubalcaba.

En efecto, el chivatazo del Bar Faisán es un ataque contra el sentido común, tal como ha afirmado el socialista Joaquín Leguina. Pero sólo un ataque contra el sentido común de quienes anteponen el Estado de Derecho a las componendas con los terroristas. Para aquellos otros que, en cambio, están dispuestos a violentar las normas con tal de lograr sus maquiavélicos objetivos políticos, la colaboración con ETA –el "todo tendrá cabida, tenga el alcance que tenga"– constituye un paso del todo lógico con tal de alcanzar su ansiada paz sucia.

Por desgracia, el chivatazo del Faisán, a diferencia de lo que le gustaría creer a Elena Valenciano, no es una campaña montada por la derecha, sino una gravísima ilegalidad que impidió desarticular el aparato de extorsión de la banda terrorista y por el que ya se encuentra procesada la cúpula del Ministerio del Interior en tiempos de Rubalcaba: Víctor García Hidalgo, Enrique Pamiés y José María Ballesteros.

Al ministro del Faisán, sin embargo, no parece importarle demasiado que sus hombres de confianza, en lugar de estar combatiendo a ETA, estuvieran presuntamente colaborando con ella para defenderla de la acción de nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad. Rubalcaba ya se ha apresurado a aclarar que no ve ninguna incompatibilidad entre su candidatura a la presidencia del Gobierno y el procesamiento de sus altos mandos. Será que para el socialista la lucha contra el terrorismo, lejos de ser una prioridad, supone un obstáculo; un obstáculo para la rendición del Estado de Derecho a las pretensiones de los criminales. No otra cosa cabe colegir de tan ultrajantes declaraciones y del hecho de que pretenda seguir aspirando a la Jefatura del Gobierno como si no tuviera mácula alguna.

Si en economía Rubalcaba no viene a traer nada nuevo con respecto a la ruina que ha supuesto Zapatero, en política antiterrorista ni siquiera hay sucesión formal. Zapatero simplemente se subrogó en la infame estrategia diseñada por el verificador Rubalcaba. Cada día se encarga de recordárnoslo.


Libertad Digital - Editorial