viernes, 5 de agosto de 2011

Réplica a Arcadi Espada. Tea Party versus 15-M. Por Guillermo Dupuy

Que ambos movimientos sociales sean "expresión de un malestar" es, al contrario de lo que opina Espada, lo de menos. Lo decisivo son las radicales diferencias que ambos movimientos tienen a la hora de señalar al causante y la solución de ese malestar.

Hay algo peor que la indigencia intelectual y eso es la frivolidad. Basta leer asiduamente los artículos de Arcadi Espada para saber que estamos ante un lúcido y culto comentarista al que, sin embargo, a veces le gusta desperdiciar sus talentos hasta el extremo de hacernos creer que carece de ellos. Un buen ejemplo de esto último es el artículo con el que este viernes pretende convencernos de que no hay "nada más parecido al Tea Party que el 15". Por lo visto, para Espada es algo "secundario" que el primero pretenda reducir el Estado y el segundo reforzarlo; o que unos recojan "la pelusilla de Ayn Rand" mientras los otros "escuchan al abuelo Hessel". Estas cruciales diferencias son para Espada simples "detalles" que palidecen ante "la magnitud de semejanzas" tales como su supuesta "indigencia intelectual", su falta de "sofisticación" en sus manifiestos o el hecho de ser ambos movimientos "expresión de un malestar".

Para empezar, me sorprende que Espada crea que personas que él califica de "indigentes intelectuales" sepan quién es Ayn Rand. Pero, desde luego, sólo alguien que no haya leído a esta filósofa individualista estadounidense o no haya leído las intentonas postmarxistas de Hessel, o ambas cosas a la vez, puede considerar baladí o secundario la diferencia de sentirse seguidor de uno u otro. Espada seguro que ha leído a ambos. De ahí su frivolidad, que no indigencia intelectual.


Por otra parte, el hecho de que ambos movimientos sociales sean, ciertamente, "expresión de un malestar" es, precisamente, y al contrario de lo que opina Espada, lo de menos. Lo decisivo son las radicales diferencias que ambos movimientos tienen a la hora de señalar el causante y la solución de ese malestar. La "amalgama" que hace el frívolo, que no indigente, intelectual de Espada a raíz de ese malestar es tan grosera como la que equiparase el malestar que el franquismo causara a alguien como Salvador de Madariaga con el que les causaba a los miembros de la ETA. Que a nadie le quepa la menor duda de que el Estatuto de Cataluña también causa malestar a sectores ultras del separatismo catalán, ¿metemos ese malestar en el mismo saco que el que podemos sentir hacia ese mismo estatuto Espada o yo mismo?

No le falta razón a Espada cuando señala la "falta de sofisticación" de los manifiestos de ambos movimientos sociales; pero, en el caso del Tea Party, no es debido a la "engrosada dimensión de sus objetivos" sino, por el contrario, a la elogiable simpleza y sencillez de los mismos. Los partidarios del Tea Party, como dignos herederos de la Revolución Americana, saben que los diversos y múltiples objetivos de la vida, así como las múltiples tribulaciones que ésta comporta, pertenecen y deben seguir perteneciendo a la esfera individual. No pretenden que el Estado les procure la felicidad, ni siquiera la sanidad, aunque esto último Espada y tantos otros no lo terminen de entender. Sólo pretenden un Estado reducido, que no meta sus manos en sus vidas y en sus bolsillos. Tienen ideales, sí, pero aborrecen de esas utopías que, prometiendo el cielo en la tierra, solo han traído a ella el infierno. La mayoría de ellos son "creyentes", tal y como afirma el autoproclamado "escéptico" de Arcadi Espada, pero fundamentalmente creen en Dios y en sí mismos, lo que les inmuniza, que diría Chesterton, de creer en cualquier cosa.

Los partidarios del 15-M, por el contrario, aun creen en lo dogmas del marxismo y piden al Estado tantas cosas como los denigrados partidarios del Tea Party puedan pedir a Dios en ayuda de sí mismos. En su caso, la falta de sofisticación de sus manifiestos no es virtud, sino prueba de la confusión y contradicción de sus pretensiones. Dicen aborrecer de los políticos, pero al tiempo quieren entregarlo todo a manos públicas. Consideran que los políticos son corruptos y que no les representan, pero quieren entregarles la banca (como si buena parte de ella no estuviera ya en sus manos) así como la producción de toda clase de bienes y servicios, que reivindican como "derechos sociales".

Dice Espada que "a ambos movimientos los rige el extraparlamentarismo, desde luego, y la convicción subsiguiente de que las decisiones políticas se dirimen fuera de él". Asegura que "su fuerza viene de fuera; de su capacidad de practicar el chantaje" y entre los "principales logros compartidos" del Tea Party y de los indignantes está el "boicoteo de sesiones parlamentarias, sean la reforma sanitaria de Obama o la constitución del parlamento catalán".

Como ven, el delirante empeño de Espada por hacernos creer que ambos movimientos son "muy parecidos" le lleva a equiparar las pacíficas y democráticas reivindicaciones del Tea Party contra el proyecto de socializar la sanidad con las ilegales y violentas acampadas y acosos físicos que obligaron a los políticos catalanes a requerir protección policial y hasta helicópteros para acceder al parlamento. Mientras que el tea Party tiene una noción de la democracia estrechamente vinculada a la propiedad –no taxation without representation–, y es plenamente consciente de cómo la pueden vulnerar los déficits y endeudamientos públicos, apenas hay medidas en el recetario del 15-M que no impliquen un mayor gasto público. Su "democracia real" no es más que la maquillada oposición a la "democracia burguesa" .

En unos momentos de crisis económica, en la que estamos atrapados por la enloquecida renuencia de los políticos a apretarse el cinturón, más nos valdría que hubiera movimientos en España como el del Tea Party. Desgraciadamente, el parecido de este movimiento con el del 15-M no es más que la delirante creencia del escéptico y frívolo Arcadi Espada.


Libertad Digital - Opinión

El adelanto del adelanto. Por Iñaki Ezkerra

Si ya había ayer suficientes argumentos para pedir un «adelanto del adelanto electoral», como lo hizo Esteban González Pons en representación del PP, la respuesta de Elena Valenciano en nombre del PSOE hablando «del padrino, sus secuaces y sus fechorías», no es ni siquiera un argumento más. Es el argumento definitivo. Un partido gobernante no se puede dirigir en esos términos al de la oposición. O, mejor dicho, sí puede hacerlo, pero para demostrar que ha perdido los papeles y que la situación le ha desbordado, hecho que es comprobable si se mira la letra pequeña de esa violenta intervención pública. Detrás de las indignas y ridículas alusiones a la mafia estaba el patético reconocimiento socialista de que «saber la fecha electoral del 20-N da estabilidad», que equivale a un tácito «¡qué más quieren los mercados si nos hemos quitado a Zapatero!». Pues quieren que el hueco se llene cuanto antes. Quieren que haya un señor solvente en La Moncloa. Quieren creer que los españoles podremos pagar la deuda. Quieren quitarse el miedo a nuestro agujero autonómico. Quieren poder fiarse de las cuentas que les damos. Quieren que gobierne un partido consciente de la alarmante situación que vive el país, y que no tenga esas intolerables salidas de pata de banco que cometimos el error de empezar a tolerar en los tiempos de abundancia, como un impuesto añadido a la prosperidad. Lo que no quieren los mercados es a un PSOE dispuesto a prolongar, por sus intereses electorales, esta agonía española que, además de económica, es política. Lo que no quieren es a un señor que ha decidido quedarse cuatro meses de «fantasma de La Moncloa» (para eso podrían habilitar el Palacio de Linares) y que se tranquiliza pensando: «Si han rescatado a Grecia, ya nos rescatarán a nosotros».

La Razón - Opinión

Crisis de deuda. Cómo evitar la quiebra de España. Por Emilio J. González

Para frenar las tensiones de los mercados, la economía española necesita medidas de ajuste duras, tanto presupuestarias como de reformas estructurales.

La evolución de la crisis española exige la convocatoria inmediata de elecciones, le guste o no a los socialistas, porque, como se está viendo estos días, ni las intervenciones de China ni las del Banco Central Europeo consiguen tranquilizar a los mercados. Y, aunque lo lograran, la estabilidad duraría poco y las tensiones volverían a repetirse con mayor intensidad, sobre todo en septiembre y octubre, hasta el punto de provocar el hundimiento total de nuestra deuda y la necesidad de que nuestro país, al final, tenga que ser rescatado. ¿Qué cambia la llamada a las urnas en este contexto? Muy sencillo, la posibilidad de evitar el desastre total.

Para frenar las tensiones de los mercados, la economía española necesita medidas de ajuste duras, tanto presupuestarias como de reformas estructurales. El Gobierno podría anunciarlas ahora mismo, sin embargo, dudo mucho que tuvieran el menor efecto sobre los mercados. De entrada, Zapatero ya no tiene credibilidad alguna, después de tanto prometer que iba a hacer y, al final, permanecer de brazos cruzados y dejar todo como estaba, o incluso peor. Además, ZP debería pactar dichas medidas con Rubalcaba, quien también desea que las elecciones se celebren lo antes posible, con lo que resulta difícil pensar en que puedan llegar a acuerdo alguno. Y del PP, que debería dar credibilidad a dichas medidas comprometiéndose a mantenerlas en el tiempo, cabe esperar lo mismo, porque entienden, con toda la razón del mundo, que esto ya no da más de sí y que, le guste o no al señor Zapatero, lo que tiene que hacer éste es irse a su casa ya mismo porque su permanencia en Moncloa es parte del problema, mientras que su salida es el principio de la solución.


¿Qué puede hacer Rajoy que no pueden llevar a cabo ya los socialistas para evitar la quiebra de España? Pues, como candidato favorito a la victoria en las urnas, irse a visitar a los grandes inversores de Londres y Nueva York en cuanto se convoquen las elecciones y presentarles todo un plan detallado de ajustes tanto presupuestarios como de la economía, recordándoles al mismo tiempo la buena gestión económica que hizo el PP cuando llegó al poder y que consiguió, contra pronóstico, que nuestro país hiciera a tiempo unos deberes bastante difíciles para ser socio fundador del euro. Después, confirmar en la medida en que pueda, durante sus discursos de campaña, esos compromisos adquiridos con los grandes inversores para restaurar su más que maltrecha confianza en la economía española. Y, por último, nada más llegar al poder, y sin esperar a la elaboración de los presupuestos para 2012, empezar a tomar medidas. Probablemente solo así se podrá evitar la quiebra de España, y únicamente Rajoy cuenta hoy con la capacidad política para conseguirlo. Lo malo es que todo esto, en última instancia, depende de la voluntad del señor Zapatero de largarse de una vez por todas o, en su defecto, de que los socialistas terminen ya de echarlo a patadas. ¿Qué más tiene que pasar en los mercados para que esto suceda?

Libertad Digital - Opinión

Con el agua al cuello. Por José Antonio Vera

La crisis de la deuda soberana nos puede llevar a una situación crítica. Si la prima de riesgo vuelve a subir por encima de los 400 puntos básicos, podríamos no tener para pagar unos intereses elevadísimos. Hasta el momento no ha ocurrido, y ayer mismo colocamos 3.300 millones en bonos, pero al precio más alto desde 1998.

La cuestión es que la rentabilidad del bono español a largo plazo está por encima del 6%, mientras que el alemán se paga a poco más del 2%. Cuatro puntos porcentuales de prima, o 400 básicos (cada punto porcentual equivale a 100 básicos) de riesgo país. En el año 2004, con Aznar, el riesgo país era cero, pues cero era nuestro diferencial con Alemania. Desde entonces el endeudamiento público español ha ido alcanzando cotas crecientes, pasando de un ratio del 30 por ciento sobre el PIB de 2007 al casi 70 actual.

No es que sea una deuda muy alta (la de Grecia es del 150% del PIB, la de Italia del 119, la de Irlanda del 96 y la de Portugal del 93), sino que la hemos duplicado en poco tiempo por políticas idiotas como los 400 euros, el cheque-bebé o el Plan E de farolas y aceras.


Los grandes fondos mundiales huelen el negocio y ven que la deuda europea es un chollo. Cada día cobran más interés por prestar dinero para poder refinanciarnos, sabiendo que la UE no va dejar caer a ningún país, porque el que tenga problemas será rescatado.

Apostar por la deuda de España implica más beneficio para el inversor, pero asumiendo mayor riesgo por la posibilidad de que no seamos capaces de devolverla. La deuda alemana es del 81 por ciento del PIB, mayor que la nuestra, pero con la ventaja que está menos expuesta a inversores extranjeros. Por eso su interés se paga solo al 2%, muy asumible, y poco rentable para el inversor, aunque sea un valor seguro en el que se refugia mucho dinero que no quiere riesgos. Tiene también Alemania la ventaja de contar con un déficit ajustado, de ahí la exigencia a España de que controlemos el déficit, pues sólo así seremos capaces de reintegrar lo que debemos y trasladar fortaleza a las agencias rating de calificación, para que éstas a su vez lo transmitan al mercado. El problema es que nuestra deuda cada día es más difícil de refinanciar, dado que abonamos un interés altísimo, equivalente a ruina.

Llegados aquí lo único que cabe es que España baje cuanto antes su déficit y reduzca la deuda. ¿Cómo? Zapatero y Rubalcaba deberían saberlo, pero si no, le damos alguna idea: vendiendo edificios públicos, reduciendo el número de funcionarios, eliminando las subvenciones a partidos y sindicatos, cortando las ayudas al cine paniaguado, patrocinios culturales, subvenciones a amiguetes, y metiendo tijera en coches oficiales, gastos burocráticos, publicaciones de autobombo, viajes, dietas, fundaciones, embajadas catalanas, eliminando las Diputaciones, el Senado, numerosos ayuntamientos y las TV públicas deficitarias. Todo eso no lo han hecho, y de ahí que sigamos con el agua al cuello.


La Razón - Opinión

Movimiento 15-M. El Gobierno del desgobierno. Por Agapito Maestre

La casta política española, empezando por el Gobierno y terminando por la Oposición, ha convertido este país en un inmenso basurero.

Una columna es un estado de ánimo. Ahí va el mío. No tiene ninguna originalidad ni la pretende, recoge simplemente lo que está en la calle. O sea, también yo estoy hasta las trancas de aguantar imbecilidades. Por supuesto, detrás de cada majadería hay un crimen de guante blanco: todos los majaderos quieren ganar el tiempo que les roban a los ciudadanos. A quien nos quita el tiempo ciudadano, la vida, hay que llamarle asesino de guante blanco. Contra estos peculiares asesinos, es menester reivindicar el derecho de mandarlos a todos al infierno. Yo los mando a todos al infierno, porque no me dejan hacer lo que más me gusta: pasearme por la Puerta del Sol y sus alrededores. No me dejan pasear por mi barrio.

De entrada, por lo tanto, deseo con toda mi alma que la basura del 15-M fenezca en el infierno, porque nos han robado a todos los vecinos la posibilidad de pasear por nuestras calles como ciudadanos normales. Si no puedo caminar tranquilamente por mi barrio ni comprar la prensa en mi kiosko de toda la vida y, además, no puedo visitar el Corte Inglés, entonces ya me dirán cómo aplaco mi cabreo. Esto no es vida. Esto es un suplicio cuyos principales responsables de esta tropelía están cobrando de lo yo les pago con mis impuestos. Aquí no se salva nadie. Mando al infierno al Rey, al presidente del Gobierno, a la oposición y a todos los políticos que no protegen mi derecho a caminar libremente por mi barrio. En fin, porque me resulta ya insoportable salir a la calle y encontrarme con unos hijos de puta voceando imbecilidades sobre el fin del sistema, pero que no pide la dimisión de Zapatero y toda su casta, los mando al infierno.


En verdad, la gentuza del 15-M, que me roba mi espacio público, no me preocupa lo más mínimo, sino quien es incapaz de protegerme de ellos. O peor, me preocupa quién es el criminal que los mueve y les paga. Estos estertores del 15-M no serían nada sin la colaboración interesadísima de Zapatero y su tropa socialista. Por otro lado, también denuncio la ocultación sistemática y perversa que llevan los medios de comunicación de lo que está pasando. Empieza a ser insoportable la prensa lacaya que baila o bien al son que le marca un Gobierno deslegitimado o, por el contrario, el que les dicta una oposición que, cada día que pasa, le cuesta más legitimarse ante los grandes problemas del país. Todos están arruinados, pero simulan que se salvarán con el gobierno que venga. Mentira.

La gente ya no aguanta más a Zapatero ni a la madre que parió a toda la casta política. Este personal, como en las peores épocas de nuestra historia, ha convertido la política es un esperpento del esperpento. ¿O acaso no es esperpéntica la exigencia de un "readelantamiento" del adelanto de las elecciones? Esperpéntica es la demanda pero, y esto es lo grave, absolutamente necesaria para traer un poco de sosiego a los de abajo. El desgobierno es absoluto. Basta pasearse por el entorno de la Puerta del Sol para saber que esto no tiene solución. La casta política española, empezando por el Gobierno y terminando por la Oposición, ha convertido este país en un inmenso basurero. Los políticos están escondidos, el Rey metiéndose donde no le llaman, los empresarios y sindicalistas acojonaditos, y la chusma del 15-M asaltando los espacios públicos y meándose en los pies de la policía.

Y, lo peor de todo, es que yo, sencillo ciudadano de Madrid, no me puedo pasear por mi barrio.


Libertad Digital - Opinión

Enchufadora. Por Alfonso Ussía

Señora Jiménez: Usted no se ha tomado en serio su último enchufe. Todas las mañanas, cuando se despierta, se pellizca en un brazo y se pregunta: ¿Trini, es verdad que eres la ministra de Asuntos Exteriores? No se lo puede creer, como el resto de los españoles, que todavía no lo creemos. Pero tiene usted una cualidad y una calidad humana que nadie puede discutir. El agradecimiento. Como la política más enchufada que ha dado la Historia de España en su capítulo más reciente, usted le está devolviendo al enchufe todos sus favores recibidos. Clásica perdedora en las urnas, clásica vencedora en el BOE, usted ha conseguido algo de imposible superación. Que echemos de menos a Moratinos. Añoramos a Moratinos. Lamentamos su ausencia. Incluso preferimos los muslos de Moratinos a los suyos, mejor simulados en los anchos pantalones de confección modelo «Sepu». Se hablaba de Bibiana Aído, de Leire Pajín y otras compañeras de canonjías zapateriles, pero usted es la niña bonita de Zapatero. Y lo ha aprovechado con simpatía arrolladora e incompetencia supina. No tenga duda, señora Jiménez, que de elegir a una política para tomar una copa y sonreir anécdotas, me inclinaría claramente por su compañía. Me encantan las mujeres que sonríen por todo, y ofrecen una buena sonrisa. Me contaría sonriente el lío de la guerra de Libia, en la que están nuestros soldados combatiendo a favor de no se sabe quién. Me comentaría sonriente el silencio y la falta de reacción ante las tropelías del presidente sirio, que lleva asesinando a mansalva unos cuantos meses y usted ni «mu». Me relataría entre carcajadas –siempre que yo le garantizara mi discreción–, las reacciones de los cancilleres occidentales cuando usted les habla de la Alianza de Civilizaciones. Y sobre todo, me leería descuajeringada de risa la relación de sus últimos nombramientos, que se los endosa al Partido Popular, mucho más respetuoso con la profesionalidad de los diplomáticos que ustedes. Prueba de ello es el alto valor que concedieron los Gobiernos de Aznar a su antecesor Moratinos, que nunca camufló sus preferencias ideológicas.

Es usted coherente, señora Jiménez. Como buena enchufada, usted enchufa. Reconozca que muchos de los destinos que usted ha cubierto entre sonrisas podrían haber sido consultados con los responsables de Exteriores del partido de la Oposición, que tiene bastantes probabilidades de gobernar España en un inmediato futuro. Porque no es cierto eso que se dice que todos los diplomáticos son altos funcionarios independientes y con sentido de Estado. También se dan los sometidos y agradecidos a un partido político, y los pasillos del Ministerio de Asuntos Exteriores, los célebres pasillos de la desesperanza, están habitados y paseados por grandísimos diplomáticos a los que usted como Moratinos, han castigado por no tragar con ruedas de molino.

No obstante, creo que se ha quedado corta y que puede todavía hacer un esfuerzo para colocar a más gente. Mi prima Vladimira Ussía que está harta de vivir en Llodio desea trabajar en el Caribe. Piense en ella. Es socialista. Mi sobrina Leonor Ariza, votante de Zapatero, me pide ser nombrada secretaria particular de cualquier embajador de izquierdas. Y mis amigos, todos socialistas, Amador, Joaquín, Loles, Florestán, Práxedes y Martín –le adjunto sus currículos–, quieren ser embajadores en Londres, París, Berlín, Roma, Washington y Viena, respectivamente. De tener ocupadas estas embajadas se conformarían con Lisboa, Praga, Estocolmo, Budapest, La Haya y Buenos Aires.

Ante usted me quito el chambergo, me inclino respetuosamente, y quedo de usted afectísimo, mi señora enchufada y enchufadora.


La Razón - Opinión

Juan Carlos I. Un Borbón que gallardonea. Por Emilio Campmany

Nunca quiso la derecha española tener un Rey que le bailara el agua y que defendiera sus puntos de vista frente a la izquierda. Se hubiera conformado con que fuera neutral. Incluso puede comprender cierto compadreo con la izquierda.

Como Ruiz Gallardón, Don Juan Carlos está convencido de que España es de izquierdas. Y a esa evidencia ajusta su política. Cree que la derecha es monárquica, pero minoritaria, mientras que la izquierda, que son más, es republicana. De forma que lo que tiene que hacer es ser útil a quienes están inclinados a hacer desaparecer la institución, y podrían en un determinado momento hacerlo porque son más, sin preocuparse de si eso ofende a la derecha ya que, como es monárquica, no dejará de apoyarle nunca.

Por eso se llevó tan bien con Felipe González, por eso dijo que Zapatero sabía muy bien en qué dirección iba, y por eso se ha pasado esta segunda legislatura zapateril reclamando a la derecha unidad para hacer frente a los desafíos de los mercados. La última vez, en Mallorca, en una reunión con políticos de Baleares. Según el popular Pere Rotger, les ha pedido que arrimen el hombro, que es lo que les lleva exigiendo Zapatero a los del PP desde que se vio asediado por las consecuencias de su disparatada política de gasto.


¿Alguien recuerda alguna referencia, siquiera velada, a los peligros que para la unidad nacional tienen la negociación con ETA o el estatuto de Cataluña? No. ¿Por qué no? Pues porque el Rey entiende que, a la derecha, la puede regañar sin temor porque es monárquica. A la izquierda en cambio no se atreve a hacerlo para no ser visto como un estorbo, como un obstáculo a sus políticas y entonces ser liquidados él y la institución. Si encima sus amonestaciones a la derecha lo son para que apoye la política de la izquierda, no sólo no será para ésta un obstáculo, sino que podrá ser considerado como un instrumento útil.

Nunca quiso la derecha española tener un Rey que le bailara el agua y que defendiera sus puntos de vista frente a la izquierda. Se hubiera conformado con que fuera neutral. Incluso puede comprender cierto compadreo con la izquierda. Pero verlo permanecer mudo ante políticas que ponen el peligro la unidad nacional y sentirse llamar a rebato para que socorra a la izquierda cuando la prima de riesgo aprieta por los muchos disparates que ha hecho con el discreto aplauso del monarca, puede que a esta derecha le haga hacer algo más que desfallecer en su fervor monárquico, si es que alguna vez lo tuvo.

No sé si Zapatero habría podido hacer tanto daño con otro Rey. Pero no cabe duda de que una pizca de responsabilidad en lo que este hombre nos ha hecho, y todavía nos sigue haciendo, le corresponde al monarca por lo que dijo y todavía hoy continúa diciendo. Puso su interés en defender la Monarquía por encima del de España y al final no sólo ha puesto en peligro a España, sino también a la Monarquía. Veremos qué hace el hijo.


Libertad Digital - Opinión

Los especuladores hacen su agosto

Se cumplieron los vaticinios de la vicepresidenta Elena Salgado. El día después de que la titular de Economía avanzase que las tensiones monetarias y especulativas se mantendrían durante días, España, además de Italia, volvió a sufrir el ataque de los especuladores, decididos a recoger ganancias a costa de ambos países. Los inversores reanudaron sus compras de deuda soberana alemana y su «castigo» a Italia y España, cuya prima de riesgo volvió a sobrepasar los 400 puntos ante la ambigüedad del presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, sobre la actuación del organismo frente a los especuladores. Desde fuentes monetarias de Bruselas, se ha apuntado que el BCE había intervenido comprando deuda irlandesa y portuguesa, no de otros países. Un anuncio que hizo caer en el abismo la deuda de Italia y España. Sin embargo, los expertos recuerdan que intervenir en Grecia, Portugal o Irlanda resulta relativamente cómodo a la autoridad bancaria europea; otra cosa son países como Italia o España, ante los que se necesita munición de gran calibre para tener éxito. Estas turbulencias, que sacudieron la eurozona durante toda la mañana y la tarde de ayer, han dejado en un segundo plano asuntos claves. El mantenimiento de los tipos de interés en el 1,5 por parte del BCE ha quedado solapado ante unos vientos huracanados que sacudieron las bolsas de toda Europa y que se dejaron sentir especialmente en Madrid y Milán, donde cayeron más de un 3%. Sólo el Tesoro nos proporcionó ayer la única noticia económica buena de la jornada, al lograr colocar más de 3.300 millones en bonos a tres años, aunque, eso sí, pagando un 11% más respecto a la anterior del mismo tipo. También canceló hasta septiembre la subasta de bonos a cinco años, prevista para el 18 de agosto.

Una tormenta monetaria que, pese a todo, no ha logrado que el BCE reaccione con determinación ante los especuladores, ya que sólo atina a anunciar, para el próximo 9 de agosto, una nueva inyección de liquidez en los mercados de la que se beneficiarán los bancos en una operación extraordinaria que se prolongará durante seis meses.

Y por si la incertidumbre económica y financiera fuera poca, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, en un plano político, admitió ayer también que las últimas medidas acordadas por los gobiernos comunitarios no han logrado el efecto deseado en los mercados y que la crisis de la deuda ya no se limita sólo «a la periferia del euro». Barroso, por medio de una carta a los dirigentes europeos, anima a buscar fórmulas para mejorar y reevaluar el Fondo de Estabilidad Financiera, incluyento un aumento de su capacidad, con el fin de hacer frente al efecto contagio y a los especuladores. Éstos agitan el mercado sabedores de que no existen mecanismos ni fondos ni tampoco determinación en la cúpula de la Eurozona de pararles los pies. Y mientras hacen caja, lastran toda recuperación económica y acentúan, aún más si cabe, una posible salida a la crisis del euro. Pocos dudan de que hoy volveremos a vivir otra jornada negra en las bolsas mientras los mercados apuntan a su próxima presa. Ya de caza mayor.


La Razón - Editorial

Castigo sin fin

El BCE fracasa en su intento de calmar los mercados mientras los líderes europeos siguen de vacaciones.

Estados Unidos y la zona euro siguen afectados por graves perturbaciones de los mercados con un origen común: la percepción de que la economía mundial vuelve a encontrarse en un periodo de bajo crecimiento. En el caso de Estados Unidos, la causa de las caídas bursátiles (el índice Dow Jones de Wall Street perdió ayer el 4,31%) está en la insuficiente tasa de crecimiento (apenas llegará al 2,5% este año) y la sensación de que el acuerdo entre republicanos y demócratas obstaculizará la recuperación. En Europa, el mensaje del presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, y las advertencias del presidente de la Comisión Europea, Barroso, definen con precisión la difícil situación por la que atraviesa la zona euro. Trichet sugirió que el BCE ha reanudado la compra de deuda para calmar la especulación contra las deudas italiana y española. Pero lo hizo con tanta tibieza que su intervención fue contraproducente.

Los inversores interpretaron que el BCE había intentado aplacar el mercado comprando deuda en Irlanda, Grecia y Portugal (la opción más barata), por lo cual siguieron castigando a la deuda española, que volvió a aproximarse a los 400, y a la italiana. Trichet tenía medios para dejar claro que el BCE comprará títulos de ambos países hasta donde sea necesario para contener sus primas de riesgo. Pero prefirió amagar y no dar. También tenía resortes para transmitir confianza sobre la recuperación en Europa, pero no supo hacerlo. De sus decisiones, más que de sus palabras, se desprende un gran temor por la evolución de la crisis financiera en Europa. Al final, lo que los mercados leyeron es que la prórroga de las facilidades de liquidez a la banca comercial es una confesión de que el sistema atravesará dificultades. En esas condiciones, no es posible creer en una recuperación de la economía.


Esta lectura explica el nuevo desbordamiento del diferencial español e italiano y justifica las críticas a Trichet. Pero, aunque el BCE no se ha mostrado clarividente en los tres largos años de crisis, la gravedad del mal financiero europeo no procede de sus decisiones. Barroso sintetizó el miércoles un esquema de intervención para corregir esas convulsiones permanentes en los mercados que pueden destruir la estabilidad del euro; esquema, que, por cierto, es voz común entre economistas e instituciones de la zona y un misterio indescifrable para Angela Merkel y Nicolas Sarkozy. Es necesario cerrar rápidamente el nuevo rescate a Grecia y admitir que el procedimiento sería aplicable a Portugal e Irlanda; es imprescindible concretar ya las nuevas funciones del Fondo de Estabilidad, para que pueda comprar deuda en el mercado con el capital disponible; es urgente crear la deuda europea; y es imperativo queel BCE tenga las manos libres para estabilizar los mercados.

Alemania y Francia han hecho oídos sordos a urgencias e imperativos. Todas las decisiones se han aplazado hasta septiembre y es probable que no lleguen a corporeizarse en normas, dinero y protocolos en meses. Hasta entonces, los mercados (es decir, los intermediarios que deciden los activos que compran los fondos de inversión, los de pensiones o los institucionales) seguirán explorando los límites efectivos de la compra de deuda por el BCE, extenderán las dudas de solvencia a países como Bélgica (ya es el caso) y castigarán a las deudas nacionales con subidas insoportables del servicio de la deuda. Esas tensiones arruinan las expectativas de crecimiento de los países atacados. Por más que el Tesoro español pudiera colocar ayer 3.300 millones holgadamente, aunque con mayores costes financieros. Menos dinero, pues, para educación, sanidad e inversión pública en 2012. Y todo ello, con los principales líderes europeos (Merkel, Sarkozy, Cameron, Van Rompuy, Barroso...) de vacaciones y sin emitir señal alguna, más allá de alguna carta o llamada telefónica. Sólo Zapatero y Berlusconi han sido vistos en su puesto de trabajo, pero ha servido de poco.


El País - Editorial

Trichet desata el pánico

Este anuncio a destiempo de una política monetaria más que discutible ha desatado el pánico en unos mercados cuya confianza ya estaba muy tocada por todos los acontecimientos de la última semana.

Apenas unos minutos después de que Trichet saliera a la palestra para anunciar que el Banco Central Europeo (BCE) acababa de comprar deuda lusa e irlandesa, las bolsas europeas han comenzado a desplomarse. Puede que haya sido la decepción de los mercados ante la negativa del BCE de adquirir bonos españoles e italianos o bien la incertidumbre generada por la reanudación de su programa de monetización de deuda. Pero lo cierto es que este anuncio a destiempo de una política monetaria más que discutible ha desatado el pánico en unos mercados cuya confianza ya estaba muy tocada por todos los acontecimientos de la última semana.

Al cabo, Europa debería de haber optado desde un comienzo por una solución clara a su crisis de deuda: o buscar socializar las pérdidas mediante todo tipo de rescates gubernamentales y monetizaciones o tratar de minimizarlas forzando planes de austeridad y de reformas en los países periféricos y aceptando, en el peor de los casos, quitas entre los deudores más insolventes. Obviamente, la segunda de estas opciones es la única que de verdad nos permitiría superar a largo plazo nuestras dificultades, sobre todo viendo los pírricos resultados que su alternativa ha cosechado en los Estados Unidos (que ayer mismo alcanzaron una ratio de deuda sobre el PIB del 100% en medio de una economía profundamente estancada).


Pero, en cualquier caso, la indecisión e indefinición de nuestros políticos resultan exasperantes para unos mercados que ya han perdido gran parte de su esperanza. Ni reformas, ni planes de ajuste serios. De momento, la Eurozona sólo parece convencida de las bondades de parchear todos los agujeros financieros y económicos que vayan emergiendo. Algo parecido a lo que ha hecho con España: permitir que Zapatero gobernara durante cuatro años sin aprobar ni una sola reforma de calado y sin presionar a las autonomías para que se apretaran el cinturón.

Así las cosas, no deberíamos extrañarnos de que ahora, cuando la mejor respuesta que saben dar desde Europa ante la incertidumbre sea seguir monetizando deuda, los inversores se asusten. Al contrario, urge dar pasos que estabilicen las expectativas y devuelvan la confianza al sector privado; pasos hacia la liberalización y hacia la austeridad. Si se siguen negando a ello como se han negado hasta ahora, sólo nos deslizaremos por la pendiente de una crisis mucha más dura y prolongada de lo necesario.


Libertad Digital - Editorial