domingo, 7 de agosto de 2011

Porra fácil. Por Rafael Torres

Salvo Llamazares, imbuido de sus planes, ya nadie corteja a los Indignados del 15-M. A la derecha, que al principio encontró encantador al movimiento que contribuyó tanto a borrar al PSOE del mapa en las últimas elecciones, no le hace ya ninguna gracia que espanten a los turistas, que fastidien al comercio del centro o que deambulen por los territorios que han de ocupar los alegres chicos del Papa. A la izquierda, quemadísima por la ausencia en el movimiento de interlocutores con los que entenderse y por la propia deriva de la cosa, le cuesta cada vez más disimular el desdén que le produce tanta asamblea y tanto bongo. Y los vecinos y los transeuntes, la mayoría de ellos indignadísimos, van prefiriendo, por puro hartazgo, indignarse por libre, por su cuenta y riesgo.

Sin nadie que les quiera, salvo Llamazares, que tampoco representa un amor de esos para perder la cabeza y dejarlo todo, los del 15-M ya no tienen nada, ningún colchón, entre ellos y la policía, que, por cierto, ya no es de Rubalcaba, sino de Camacho, un señor algo más tosco. Las intemperancias de los Indignados en Lavapiés con la policía, a la que impidieron hacer su trabajo y expulsaron del barrio, más los forcejeos constantes cuajados de insultos, más el hecho de que los antidisturbios se están quedando sin vacaciones a causa de la movida sin fín, más, por último, que entre éstos no escasean los de porra fácil y los que se toman el asunto como algo personal, todo ello dibuja nubes amenazantes en el cielo de Madrid. La Puerta del Sol pasando de unas manos a otras, de las de los acampados a las de la policía, pero clausurada en todo caso para la libre circulación de las personas, demanda, porque ciertas plazas tienen todo el derecho del mundo a demandar cosas, una solución inteligente, respetuosa y de consenso.

Palos aparte, y dejando bien sentada la "tolerancia cero" ante los casos de brutalidad policial, va quedando la pena de ver que lo que pudo haber sido, una reacción firme, general, alternativa y concreta contra la chusma dineraria y sus brazos políticos, no fue.


Periodista Digital - Opinión

Agitadores altivos. Por Pilar Ferrer

El coraje de Antonio Basagoiti define muy bien la situación. Instalados en las instituciones que siempre combatieron, altaneros con suculentos presupuestos, dueños de la calle y señores de la independencia, manejan sus objetivos. Así, no se puede saludar a quienes ni siquiera condenan el terrorismo. Los «batasunos» de Bildu cumplen a la perfección el guión esablecido. Su irrupción en las fiestas veraniegas será una constante triste en el País Vasco. En Vitoria, Guecho o las admiradas Semanas Grandes de Bilbao y San Sebastián, no cejarán en su empeño. Proclamas a favor de los presos y la principal exigencia: una única candidatura soberanista que llegue hasta el Congreso de los Diputados en pro del Estado vasco, tradicional reclamación de ETA. ¿Quién evitará semejante dislate? Dice ahora el ministro Jauregui que si Bildu no cumple la Ley podrá actuarse contra ellos. Habría sido bueno pensarlo antes de facilitarles el camino, bajo una deleznable sentencia del Tribunal Constitucional. Resulta repudiable ver a Martín Garitano, con su rostro altanero, bastón de mando en mano, despreciar la más pura tradición en memoria de San Ignacio de Loyola. Hacer oídos sordos a la conciliación que egrimió el obispo Munilla en el hermoso templo de Azpeitia. Bildu hace lo previsto. Nunca tuvo Batasuna tanto poder legal sin atenerse a las leyes. Se les ha dado una oportunidad de oro, pero como bien dice el PP, ahí están los jueces y la Fiscalia para actuar. Mientras nadie lo haga, los activistas de Bildu irrumpen en festejos y «chupinazos». Son lo que son: agitadores altivos, sin temor a ningún freno.

La Razón - Opinión

Y dale con la estafa de ni vencedores ni vencidos. Por Andrés Aberasturi

Andamos todos tan ocupados/preocupados con la prima de riesgo, la caída de las bolsas y la amenaza de una posible intervención de nuestra economía (como si ya no estuviera intervenida... pero esa es otra) que casi ni hablamos de lo que Bildu anda haciendo por Euzkadi y que no es sino una pura y permanente provocación: decisiones, nombramientos, invitaciones, actitudes... todo es mover la cuna que siempre ha mecido la mano ensangrentada de ETA. Pero esto, todo esto que no es poco, no es nuevo y ese es precisamente su mayor problema como han puesto de manifiestos algunas asociaciones: cada vez es más evidente que el disparate jurídico del Constitucional -diga lo que diga el ilustre don Pascual- metiéndose en un terreno que no le correspondía, enmendando la plana al Supremo en asuntos que no podía hacerlo y dando por fin luz verde a unas siglas que toda la sociedad española sabía lo que representaban, lo que ha conseguido el Constitucional ha sido no sólo parar el reloj de la democracia sino retroceder en el tiempo hasta volver a una situación en la nunca debimos estar.

Y en eso estamos otra vez, con las fotos en las fiestas, las ayudas económicas a las familias de los presos etarras, los silencios cómplices y las exaltaciones disimuladas. En lo que ya no se cortan un pelo, porque para eso les dio el Constitucional permiso, es para hacer y deshacer en lo ayuntamientos que tienen mayoría. Vuelven los abandonos -exilios- de muchos vascos lejos de su tierra mientras los dueños de las pistolas se permiten el lujo de darnos lecciones en forma de comunicados y recordarnos que la espada de ETA sigue ahí colgada sobre nuestras cabezas.

Y lo malo es que parece que había gente que esperaba otra cosa. Así, después de que Martín Garitano dijera algo tan brutal como lo que dijo ("Todavía no es tiempo de reflexionar sobre el dolor causado" refiriéndose a las victimas de ETA), PNV y Aralar se asombran -o dicen que se asombran- por dos motivos distintos y a cual peor. Andoni Ortúzar, del PNV, lamentaba que Bildu "está siendo ahora más ambiguo que en campaña electoral". Pero hombre, Ortúzar, ¿no será justo al contrario? Que no le abandone la inocencia.

Y a Zabaleta, líder de Aralar, regañando a Bildu por "no querer afrontar una realidad que es incómoda y dolorosa", la de reconocer el dolor de las víctimas, pero concluyendo, otra vez, con la gran estafa que vienen predicando desde hace tiempo los nacionalistas: "Aralar siempre ha trabajado por una paz sin vencedores y vencidos." Y no, claro. Quienes han matado, secuestrado y extorsionado a tanta gente inocente tiene que ser vencidos por los que hemos creído en la libertad y los derechos. Otra cosa es que, una vez vencidos, seamos nosotros, los buenos, los que decidamos cómo y cuándo y a quién se puede perdonar. Lo que manda huevos es que a estas alturas sea Garitano quien pretenda decirnos cuándo toca reflexionar sobre nuestros muertos.


Periodista Digtal - Opinión

Para Bono. Por Alfonso Ussía

Que José Bono es un político hábil e inteligente nadie lo puede poner en duda. Ni los que abominan de él, una considerable masa compuesta principalmente por militantes y votantes de su propio partido. Bono, más que socialista, es un socialdemócrata amable y ponderado, y sus últimas recomendaciones son absolutamente respetables, pero extemporáneas. No obstante, aunque tardías y fuera de su tiempo oportuno, merecen ser valoradas con generosidad. José Bono plantea la necesidad de que el PP y el PSOE gobiernen juntos por el bien de España. Podría ser una solución con tintes patrióticos, como él apunta, pero habría que preguntarse qué sector del PSOE estaría dispuesto a gobernar con el Partido Popular. El abanico –y perdonen la cursilería– ideológico del PSOE es amplio y multicolor. Desde el rosa pálido de la socialdemocracia de Bono al social-comunismo de Zapatero, pasando por el guerrismo , el socialismo-nacionalista periférico, y demás familias. Zapatero y los suyos se han visto obligados a rectificar cuando ya habían hecho a España el daño previsto y perfectamente programado. Con ese sector del PSOE, un partido que reúne a los liberales y conservadores que hoy están establecidos en el poder europeo, la colaboración es imposible. El zapaterismo está en los años treinta del pasado siglo, y Bono lo sabe. Con el sector socialista que Bono representa, no existirían problemas, y las diferencias de criterio se salvarían mutuamente si ello significara la consolidación de España, entendiendo por España la Patria de todos, la que se advierte en el actual mapa. Zapatero ha hecho lo posible por mutilar ese mapa, porque sus fines originales coincidían plenamente con los del comunismo español, que sigue siendo estalinista.

«Es patriótico entenderse», ha dicho Bono. Lo es. Pero habrá de reconocer el Presidente del Congreso de los Diputados que, con Zapatero, el patriotismo no tenía cabida en sus proyectos. No me suenan las manifestaciones de Bono a oportunismo para seguir en la cumbre de los poderes públicos. Pero su actitud y sus palabras hubieran tenido una repercusión y un valor muchos más altos con un Zapatero en plenitud de desvaríos y de influencia en el PSOE. Hoy, ese personaje errante, atemorizado y en el fondo, triunfador en su propósito –la destrucción de España–, no puede poner a Bono en su sitio, porque Bono lo mantiene y el suyo se ha echado a volar. Europa vería con agrado la unión eventual de los dos grandes partidos de España para superar lo que ya parece imposible de llevar a cabo. Pero el PSOE tendría que renunciar a un considerable porcentaje de sus gilipolleces legislativas y ejecutivas para que la deseada colaboración fuera viable.

Algo tienen las palabras de Bono que me recuerdan a las de «Paz, piedad y perdón» de Manuel Azaña. Pronunciadas en su momento, el mensaje azañista sería históricamente admirable. Sucede que esas tres palabras las pronunció cuando todo lo tenía perdido. En sus momentos de mayor poder y gloria, a Azaña no se le pasó por la cabeza ni la paz, ni la piedad –que no la tuvo–, ni el perdón –que no quiso conceder–. Lo narraba un gran humorista inglés de principios del siglo XX. «El Gobernador, enterado de la derrota de sus tropas ante los zulúes en Natal, con todos sus oficiales y soldados muertos sobre la planicie de Ulundi, cerró la carpeta de cuero que tenía sobre la mesa de su despacho con energía, y con gran serenidad comentó: “Creo que ha llegado la hora de entrar en negociaciones con el pueblo zulú”».

Respeto y valoro como español la recomendación de Bono. Sólo lamento que la haya manifestado con cuatro años de retraso.


La Razón - Opinión

Crisis de deuda. Sobredosis. Por Ignacio Moncada

Es necesario reducir drásticamente el gasto público para ir devolviendo lo que hemos pedido prestado, y los bancos centrales deben dejar de inyectar dinero llenando sus balances de bonos basura.

Desde que comenzó la crisis hemos vivido una ficción. Los políticos se han tragado la mercancía averiada que les han vendido desde los medios de comunicación, aplaudidos por supuestos expertos en economía que habitan en las tertulias. Para salir de la crisis, según éstos, lo único que había que hacer era tomar dos medidas fundamentales. La primera de ellas era disparar el gasto público con dinero que previamente se pedía prestado en los mercados. La orden era "gastarlo en lo que sea". Así han surgido los disparatados "planes E" en España, o los "planes de estímulo" en Estados Unidos. Con esa receta, decían los expertos, se generaría de forma inmediata crecimiento y empleo, y más adelante ya nos ocuparíamos de la deuda. La segunda medida era inyectar dinero en la economía a través de los bancos centrales, de forma que se expanda el crédito y podamos vivir temporalmente del mismo. En estas dos tareas han estado ocupados la mayor parte de los gobiernos de Occidente durante los últimos años. Ahora, si esto funcionara, tendríamos que estar creciendo con fuerza y con pleno empleo. Pero no es así.

La realidad, caprichosa ella, no ha sido fiel a las fantasías de los políticos. Los Gobiernos se lanzaron a gastar a espuertas y a inyectar dinero. Era como una droga: fácil de tomar y muy estimulante. Además, es lo que hacía todo el mundo, así que debía ser bueno. Sin embargo, ha resultado ser una actividad tremendamente perjudicial para la salud económica y altamente adictiva. No se han medido los costes de tomar la droga keynesiana, y los Gobiernos se han atiborrado pensando únicamente en el corto plazo. Pero ahora llegan las consecuencias: una deuda que va a lastrar la actividad económica durante años y una inflación, en plena crisis, de casi el 4%. El paro está en máximos y el crecimiento económico brilla por su ausencia. Y, para colmo, se ha conseguido lo que era impensable: que buena parte de los países de Europa, e incluso Estados Unidos, estén al borde de la suspensión de pagos. Y de los beneficios prometidos, ni rastro.

La última semana podría parecer una durísima resaca. Pero realmente se parece más a una sobredosis. Mientras se sigue diciendo que hay que seguir inyectando dinero mediante la compra de deuda pública, y que el Estado debe seguir despilfarrando, se ha conseguido que ya sea imposible rescatar a los países que van directos a la quiebra sin machacar la economía. Es decir, que si el Banco Central Europeo compra deuda pública, se dispara la inflación y se vuelve a la recesión; y, si no, muchos Estados corren el riesgo de caer, arrastrando a todos los demás. Por ese motivo se dispara el coste de la deuda de los países peor gestionados, como España e Italia, y a la vez se desploman las bolsas, descontando un regreso a la recesión. Sólo existe una manera de superar esta sobredosis: con una terapia de shock. Es necesario reducir drásticamente el gasto público para ir devolviendo lo que hemos pedido prestado, y los bancos centrales deben dejar de inyectar dinero llenando sus balances de bonos basura. Es una terapia dura, sí. Pero para salir de esta situación lo primero que hay que hacer es reconocer que somos adictos a la droga. Si hacemos caso omiso a advertencias como la de esta semana y seguimos consumiéndola como si nada, las consecuencias serán aún peores.


Libertad Digital - Opinión

¿Quién califica a las agencias?

La inapelable solvencia crediticia de Estados Unidos se ha resquebrajado. O, al menos, eso opina la agencia de calificación Standard & Poor’s, que, por sorpresa, el pasado viernes, bajó su calificación de AAA, la máxima posible, a AA+. Tras unas semanas «horribilis» en las bolsas de media Europa a cuenta de la prima de riesgo, principalmente española e italiana, –pero también belga y francesa–, provocada por eso que se ha venido en llamar «mercados», la noticia del otro lado del Atlántico ha vuelto a disparar los temores ante la apertura mañana de los parqués. La degradación de la calificación de la deuda de EE UU ha sido contestada de inmediato por la Administración Obama, que ha cargado contra S&P a la que acusa de cometer errores de bulto en sus cuentas. El Gobierno estadounidense ha atacado la credibilidad del análisis que justifica la decisión de Standard & Poor’s con el argumento, de peso, de que ha hallado un error de 2 billones de dólares. S&P se ha visto obligada a retirar la cifra de su análisis después de que funcionarios del Tesoro descubrieran que las estimaciones de la agencia de calificaciones sobre el gasto discrecional del Gobierno eran demasiado altas. Con todo, y desde una perspectiva europea, también se puede argumentar que esas agencias han sido, en el pasado y en el presente, mucho más estrictas en sus jucios con las economías europeas que con EE UU. Las agencias de calificación más importantes, Fitch, Moody’s o la misma S&P, son norteamericanas y, de antiguo, han sido más laxas a la hora de calificar las políticas económicas y financieras del dólar que las del euro. Por otro lado, cabe preguntarse, ¿qué autoridad se arrogan estas agencias para entrar hasta la cocina en las cuentas de los países? ¿Qué conocimientos y acceso a los datos tienen? ¿Dónde los obtienen? Tras esos nombres, Fitch, Moody’s o Standard & Poor’s se esconde un conglomerado de intereses que ocultan un negocio mundial, inmenso. Ahora resuenan con fuerza las voces, a ambos lados del Atlántico, que llaman a desarrollar los controles y tamices a las valoraciones de estas «empresas», más que agencias de calificiación, que tienen clientes e intereses en todo el mundo. De hecho en Europa no son pocos los gobiernos que han denunciado que la opacidad de estas agencias fue el detonante de la crisis hipotecaria en 2008 que desplomó los mercados financieros mundiales. Con el tiempo se ha conocido que daban autorización para ciertos bonos o mejoraban la calificación de otros que después se supo no lo merecían. Hasta ahora, las agencias de rating han tenido que hacer frente a demandas privadas en EE UU y algunos países europeos. Parece claro que pronto, en ambos continentes, los gobiernos cargarán contra unas agencias que han provocado y disparado la inquietud financiera. Por medios judiciales y legislativos, como ya ha ocurrido en Italia, donde la Fiscalía tiene abierta una investigación contra Moody’s y Standard Poor’s por abuso de información, manipulación del mercado y uso de información privilegiada. Y todo por dinero, por mucho dinero, aunque su negocio lleve aparejado el provocar el caos financiero y social.

La Razón - Editorial

La maldición del FMI

Una acusación de abuso de poder complica el trabajo de su nueva directora, Christine Lagarde.

El Tribunal de Investigación de la República Francesa ha aceptado a trámite un procedimiento contra la flamante directora general del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, acusada de abuso de poder. Los hechos se remontan a 2007, cuando Lagarde era ministra de Economía e intervino como árbitro en el litigio que mantenía con el Crédit Lyonnais el controvertido exministro socialista y posterior partidario del presidente Sarkozy, Bernard Tapie. El Tribunal deberá pronunciarse sobre si Lagarde perjudicó a la entidad financiera, obligada a pagar una indemnización millonaria a Tapie. Desde el entorno de Lagarde se asegura que la investigación es una "completa locura".

Que lo sea o no es lo que tiene que esclarecer el Tribunal de Investigación, un órgano encargado de las causas judiciales que afecten a aforados. El procedimiento, que podría acarrear penas de prisión, puede demorarse varios años, durante los que Lagarde seguramente será citada a declarar en varias ocasiones. Aparte de los efectos que la aceptación de la causa puede proyectar sobre la política francesa, al afectar a una dirigente próxima a Sarkozy, sus consecuencias más graves se proyectan sobre el FMI. Lagarde llegó a la Dirección General tras la dimisión de otro francés, Dominique Strauss-Kanh, acusado de violación. Los problemas de la nueva responsable llegan cuando aún no se han apagado los ecos de la polémica en torno a si, como es tradición, la dirección del Fondo debe corresponder a un europeo, algo que pusieron en duda los restantes candidatos a la sucesión de Strauss-Kahn.

La situación que atraviesa la economía mundial incrementa la gravedad de este episodio, al convertir al Fondo en noticia, no por las decisiones que está obligado a tomar, sino por los problemas judiciales de sus máximos responsables. Las razones de oportunidad no pueden pesar para reclamar el abandono del procedimiento si Lagarde hubiera incurrido en abuso de poder. Pero tampoco el tribunal francés puede actuar con los ritmos habituales en otros casos. El Fondo constituye uno de los instrumentos imprescindibles para hacer frente a la crisis que atraviesa la economía mundial, y de ahí que recaiga sobre la justicia francesa la responsabilidad de aclarar en el menor plazo posible la situación de Lagarde. Un nuevo escándalo en la jefatura de la institución representaría un grave contratiempo. Pero mantener la incógnita sería una maldición aún mayor.


El País - Editorial

La calle no es de los indignados

Da lo mismo cuál ha sido la causa del desalojo, pero la única crítica que cabe hacerle es que ha llegado demasiado tarde.

La calle es un espacio público. Como tal, tiene tantos usos potenciales como queramos darle sus dueños últimos, los ciudadanos. El primero y esencial, aquel para el que se inventaron calles y plazas, es el de poder circular por ellas para desplazarnos. Pero evidentemente no es el único, y algunos de ellos entran en colisión con otros. No podemos circular si en la calle hay una manifestación o un mercadillo. De ahí que sean los poderes públicos, a los que elegimos democráticamente, quienes regulen qué usos pueden darse en nuestras calles y cuándo.

Esa es la principal razón por la que el derecho de manifestación está regulado, debiendo recibir autorización de la delegación del Gobierno. También el comercio lo está; los kioscos, por ejemplo, pagan una licencia para poder operar. El código de circulación es la forma en que se regula que los coches puedan desplazarse de forma ordenada y con los menores problemas posibles. Puede haber mejores arreglos, pero si alguna razón de ser tiene el Estado es el de mediar entre los distintos derechos de los ciudadanos cuando estos chocan entre sí. Y como la calle no es propiedad de nadie en particular, su regulación corre a cargo del Estado.


De ahí que no tenga sentido la reclamación por parte del movimiento 15M de una parte del espacio público en la Puerta del Sol para su exclusivo uso y disfrute. Da lo mismo cuál ha sido la causa del desalojo, pero la única crítica que cabe hacerle es que ha llegado demasiado tarde. ¿Qué excusa había para amenazar a Alcaraz con una multa cuando la concentración de las víctimas en noviembre se excedió de los límites previstos de la plaza de Colón, si resulta que basta con usar otros eslóganes para que te permitan hasta plantar tiendas en el corazón de la capital de España? ¿Con qué cara va el Ayuntamiento de Madrid a cobrar las licencias a los bares que ponen una terraza en la calle después de la barra libre que ha disfrutado la acampada de Sol?

La calle no pertenece a la extrema izquierda, por más que se proclame a sí misma como "el pueblo" y asegure que los políticos a los que sí han votado los ciudadanos no los representan. La máscara de ser un "movimiento pacífico" no puede ocultar que desde el 16 de mayo en adelante no ha hecho otra cosa que violar la ley de forma constante. Y la violación de la ley debe perseguirse, ya sea con detenciones y juicios o con cargas policiales.

Afirma Jáuregui que "no es lógico que la ciudad esté invadida de tiendas de campaña, porque se viola el derecho de otros ciudadanos" y Rubalcaba que "200 personas no pueden poner patas arriba una ciudad". Ambos tienen razón. Pero la tienen desde hace dos meses y medio, durante los cuales dejaron hacer a un movimiento al que esperan atraer. Así que no intenten hacer pasar al PSOE como un garante de la ley y el orden. Como reconocía su idolatrado fundador Pablo Iglesias, la legalidad sólo la enarbolan cuando les permite adquirir lo que necesitan. No han cambiado tanto en cien años.


Libertad Digital - Editorial