lunes, 8 de agosto de 2011

Economía paso a paso. ¿Cómo crean dinero los bancos?. Por Juan Ramón Rallo

Tal vez ahora entienda por qué a lo largo del s. XX se ha ido privilegiando a la banca permitiéndole que no pague sus deudas y proporcionándole un acceso privilegiado al banco central.

Una de las críticas más habituales contra el sistema bancario es que crean "dinero de la nada". La expresión puede ser pegadiza por su simplicidad, pero es incorrecta. Y lo es por dos motivos: el primero, que los bancos no crean dinero, sino medios de pago alternativos al dinero; el segundo, que no lo crean de la nada. Con ello no quiero negar, ni mucho menos, que en ciertos contextos la actividad bancaria sea profundamente distorsionadora, pero para poder criticar con fundamento a la banca, antes es imprescindible saber de verdad cómo funciona.

Que los bancos no crean dinero debería ser algo evidente desde el momento en que pueden quebrar: si el banco generara dinero, en cuanto estuviera en dificultades no tendría más que pintarlo. ¿Para qué ampliar capital y salir a bolsa si pueden manufacturarlo por sí mismos? No, repito: los bancos no crean dinero, crean promesas por las que ellos mismos se obligan a entregar dinero, es decir, crean deudas propias (y eso es algo muy distinto al dinero, pues la manera por excelencia de extinguir las deudas es pagando con dinero). Un depósito a la vista o un billete al portador –los dos pasivos por excelencia de la banca comercial– son justamente eso: una promesa del banco, exigible por su acreedor en cualquier momento, de entregar dinero a su acreedor.

Pero que los bancos no creen dinero no significa que sus promesas de pago no sean utilizadas como medios de pago o incluso como depósitos de valor, dos de las funciones básicas del dinero (aunque, fijémonos, que no serán empleadas como unidades de cuenta, pues precisamente las deudas de los bancos se contabilizarán en dinero). Son, como decíamos, medios de pago alternativos o, como les gusta denominarlas a muchos economistas, sustitutos del dinero.


¿Y por qué la gente las utiliza como sustitutos del dinero? Pues básicamente porque son más cómodas y baratas de emplear que el dinero propiamente dicho. Y lo son no tanto por ese cuasi chascarrillo popular de que es más fácil llevar en el bolsillo un talonario o un fajo de billetes que varios kilos o toneladas de oro, sino sobre todo porque gracias a los bancos el dinero puede cambiar rápidamente de manos sin necesidad de desplazarlo físicamente.

Imagine que tengo 100 onzas de oro depositadas en el banco BUEN DINERO y que utilizo 75 en comprarme un automóvil. Si el dueño del concesionario tiene abierta una cuenta corriente en BUEN DINERO, podré pagarle el coche sin mover mi oro ni un solo milímetro; nuestro banco sólo tendrá que efectuar un sencillo apunte contable: si bien hasta el momento me debía a mí 100 onzas, a partir de ahora me deberá 25 a mí y 75 al dueño del concesionario. El oro, sin moverse, ha cambiado de titularidad.

Suponga ahora, en cambio, que el dueño del concesionario no es cliente del banco BUEN DINERO, sino del banco COBRE PRONTO. En tal caso, una vez le haya pagado (en billetes o con un cheque) al dueño del concesionario, COBRE PRONTO le reclamará a BUEN DINERO 75 onzas de oro... a menos que COBRE PRONTO también le adeude oro a BUEN DINERO (por ejemplo, porque un cliente de aquél le haya comprado alguna mercancía a otro cliente de éste). Si le debiera, verbigracia, 77 onzas de oro, los saldos acreedores de uno y otro se cancelarían con la simple entrega de dos onzas de oro de COBRE PRONTO a BUEN DINERO. Imagine: gracias a la compensación de las deudas entre los bancos (lo que se conoce como cámara de compensación interbancaria), hemos realizado transacciones por importe de 152 onzas simplemente movilizando dos de ellas. ¿Empieza a entender por qué son tan útiles los bancos?

Pero la historia no termina aquí. Para entender la otra función fundamental de la banca debemos comprender por qué es falso que generen medios de pago "de la nada". Seguramente piense que la forma más habitual por la que la banca crea promesas de pago es a cambio de dinero (en nuestro ejemplo, el oro), pero no es así. Piense en la banca como un negocio que vende sus deudas a cambio de otras cosas. Una posibilidad, sin duda, es que las venda a cambio de oro, mas no tiene por qué ser la única. El banco también puede vender sus promesas de pago a cambio de las promesas de pago de sus clientes (o, mejor dicho, el banco compra las deudas de sus clientes pagando con sus propias deudas). Por ejemplo, yo puedo comprometerme a entregarle dentro de un mes 1.005 onzas de oro al banco BUEN DINERO si él me entrega hoy promesas de pago de 1.000 onzas (lo que equivale a un préstamo de 1.000 onzas a un tipo de interés mensual del 0,5%): aunque hoy no dispongo de las 1.005 onzas de oro, el banco me permite utilizar desde ya 1.000 de ellas.

Pero esto no supone crear medios de pago de la nada: más bien se crea medios de pago a cambio de nuestra promesa de que en un mes le pagaremos al banco 1.000 onzas de oro. ¿Cree usted que una deuda con el banco no es "nada"? Si tiene una hipoteca, dudo que mantenga por mucho tiempo esa opinión: el derecho a recibir dinero es un activo tremendamente valioso (sobre todo si se termina pagando).

En definitiva, la banca se dedica a convertir en medios de pago (a monetizar) todo un amplio elenco de bienes presentes y bienes futuros: las deudas que monetiza no son más que el compromiso a entregarle en el futuro al banco un dinero que obtendremos de la venta de bienes que ya existen o que existirán. El banco monetizará, pues, no sólo el oro que depositamos en sus reservas, sino cualquier cosa que hoy tenga valor y que el banco crea ventajoso comprar a cambio de sus deudas (de sus promesas de pago). En contra de lo que suele pensarse, el banco no necesita captar depósitos para prestar; al contrario, suele crear nuevos depósitos (nuevas promesas de pago) cuando presta. Para el público, esto tiene ventajas muy grandes: la gente que carezca de dinero, pero que disponga o vaya a disponer de bienes con valor monetario, podrá acudir al banco para vestir como medios de pago esas propiedades a cambio de un módico precio (justamente, el pago del intereses).

¿Significa lo anterior que los bancos pueden monetizar sin consecuencias cualquier cantidad de bienes presentes o futuros? No. Tengamos en cuenta que el banco siempre que crea nuevos medios de pago se está endeudando: su manera de monetizar bienes presentes o futuros es comprándolos mediante la emisión de nuevas deudas propias. Al fin y al cabo, los billetes de banco o los depósitos que crea para comprar los bienes presentes o futuro son compromisos suyos a entregar oro... y a entregarlo a la vista: cualquier acreedor del banco puede exigirle en cualquier momento que le proporcione unas cantidades de oro que, obviamente, el banco no tiene en reserva y que tendría que conseguir liquidando los bienes presentes o futuros que ha monetizado previamente.

Por consiguiente, el banco debería ser extremadamente prudente a la hora de monetizar bienes distintos del oro: si esos bienes ya existen (bienes presentes), lo ha de ser porque su precio en términos de oro puede fluctuar enormemente en el momento de la liquidación, de modo que el banco recuperaría con la ejecución del bien presente menos oro del que ha adelantado con sus promesas de pago; y si esos bienes todavía no existen (bienes futuros), porque estaría incrementando la cantidad de medios de pago sin que lo haya hecho la de bienes disponibles para ser adquiridos (generando con ello inflación), de modo que, en caso de necesidad, no podría vender hoy los bienes futuros para convertirlos en oro y pagar sus deudas.

Por ejemplo, si el banco adelanta al dueño de un concesionario 1.995 onzas de oro a cambio de que en tres meses le devuelva 2.000 onzas después de haber enajenado todos los coches que tiene a la venta, lo que está monetizando el banco es el valor monetario de los vehículos. ¿Qué sucederá si en tres meses el dueño del concesionario sólo ha podido liquidarlos por 1.500 onzas? Pues que el banco tendrá un agujero de 500 onzas que tratará de rellenar liquidando otros bienes presentes del dueño del concesionario (si es que prestó una garantía personal), y si éste carece de bienes presentes, deberá atacar sus bienes futuros según vayan creándose (pero, mientras tanto, se quedará corto de oro, con el consiguiente riesgo de suspender pagos).

La enorme flexibilidad de los medios de pago de la banca ha llevado a diversos economistas a proponer que el banco sólo pueda vender sus deudas a la vista para comprar dinero (coeficiente de caja del 100%). La cautela es comprensible pero innecesariamente rígida. A la postre, los acreedores del banco pueden cobrar de dos maneras: o recibiendo oro o recibiendo aquellos bienes que comprarían inmediatamente si dispusieran de oro. El banco puede, por tanto, mantenerse razonablemente líquido y funcionar sin problemas siempre que se limite a monetizar oro y aquellos bienes de consumo sobre los que no quepa ninguna duda que van a ser adquiridos a muy corto plazo por los consumidores y al precio por el que se han monetizado (esto es, que se van a transformar a corto plazo y con seguridad en oro o sean susceptibles de saldar la deuda de los bancos entregándoselos a sus acreedores directos o indirectos). O dicho de otra manera, un banco que siguiera estas directrices podría hacer frente a todas sus deudas aun cuando no tuviese suficiente oro en sus reservas y todos sus acreedores fueran a la vez a reclamárselo.

Más allá de eso, la monetización de bienes presentes con escasa demanda o de bienes futuros traerá consecuencias inflacionistas, tenderá a generar ciclos económicos y pondrá en jaque la liquidez y la solvencia de los bancos: estos se endeudarán a corto plazo (emitirán billetes o depósitos) para invertir a largo (sólo recuperan el oro merced a la venta de una mercancía futura que todavía no existe). La concesión de préstamos contra bienes futuros no debería hacerse mediante la creación de deudas a la vista por parte de la banca, sino mediante ahorro y préstamos a la banca (renuncia por parte de un tercero a los bienes presentes que el deudor de la banca quiere adquirir hasta que fabrique los bienes futuros con cuya venta se amortizará el préstamo). Uno de los casos más extremos y devastadores de comportamiento imprudente de la banca es la concesión de hipotecas mediante la creación de depósitos a la vista: en esos supuestos, lo que se monetiza no es la vivienda, sino los sueldos del hipotecado durante los próximos 20, 30 ó 40 años (las mercancías que irá produciendo y vendiendo durante esas décadas). La casa es sólo un bien presente que actúa como garantía adicional y cuyo precio de ejecución fluctúa enormemente.

Tal vez ahora entienda por qué a lo largo del s. XX se ha ido privilegiando a la banca permitiéndole que no pague sus deudas (que no las pague en oro, sino en un "dinero especial" que crea a discreción el Estado) y proporcionándole un acceso privilegiado a una banca central dispuesta a refinanciarla siempre que se encuentre al borde de la suspensión de pagos. Pero todo esto lo explicaremos en otros artículos.


Libertad Digital - Opinión

The Economist retrata a Rajoy. Por José Luis Gómez

Mariano Rajoy quiere ganar las elecciones generales, a ser posible con mayoría absoluta, y por esa misma razón trata de presentarse como un líder de centro, que dice que no hará recortes sociales. Los medios españoles de derechas y sus propias bases saben que eso equivale a la cuadratura del círculo pero nadie se atreve a decirle nada a su candidato a presidente; unos y otros están concentrados en machacar al PSOE. Sin embargo, no toda la derecha actúa de esta manera en un mundo globalizado. Así, la revista conservadora The Economist pone en evidencia a Rajoy, cuestiona su discurso económico y le emplaza a mojarse, tras presentarlo como el hombre con nada que decir: "Rajoy, the man with nothing to say".

The Economist no sólo cuestiona la credibilidad de Rajoy como firme aspirante a presidente, sino que pone en cuestión el modelo de gestión del Partido Popular allí donde gobierna. Tiene toda su lógica que lo haga, ya que en un país tan descentralizado como España carece de rigor atribuir al Ejecutivo central todos los males. Las autonomías también son Estado -así lo reconoce la Constitución- y hay ayuntamientos como el de Madrid cuya dimensión financiera es más propia de un pequeño país que de un municipio. Pues bien, los poderes del PP en autonomías y ayuntamientos son hoy por hoy casi absolutos y, sin embargo, su discurso elude la autocrítica y se centra exclusivamente en derribar al Gobierno socialista, como si esto sirviera para algo.

Si el PP, como dicen todas las encuestas, gana las elecciones y gobierna a sus anchas tendrá que empezar por resolver la primera gran incógnita: o hace recortes o sube los impuestos. Tal y como están los problemas de la deuda y dados los compromisos de reducción del déficit -un 4% del PIB en 2014-, lo que no vale es hablar de otra cosa o disfrazar la realidad. Tanto para los electores como para los mercados financieros sería positivo saber qué quiere hacer el PP. Pero de verdad, sin obviedades ni pócimas milagrosas que solo distraen, como el adelanto del adelanto electoral.


Periodista Digital - Opinión

Zapatero ante la Historia. Por José Carlos Rodríguez

Hay que ser muy optimista para creerse en la posición de conformar el juicio que merecerá de la Historia. El optimismo tiene mala prensa, otro de los errores de Zapatero. A veces se confunde con la tontería.

En una ocasión tuve una breve conversación con José Luis Rodríguez Zapatero. Le hice una pregunta aprovechando que pasaba a mi lado mientras caminaba para salir de la sala de prensa del complejo de La Moncloa. No me interesaba la respuesta sino cómo me la daría él en primera persona. Mira como si fuera de su interlocutor no hubiese nada más importante en ese momento. Imagino que es a eso a lo que se refieren cuando dicen que tiene magnetismo personal. Zapatero reunió recientemente a varios periodistas para desplegar todo su encanto y convencerles de que él no es tan malo, de que con la perspectiva histórica se le reconocerá como un buen presidente.

Por eso tienen gracia las palabras del ministro Jáuregui, según las cuales a ZP "le hará más justicia la Historia que la prensa". No sé si ha pronunciado la "h" mayúscula, pero al final, para seducir a la Historia ha acabado recurriendo a los periodistas. Forma parte de su concepción de las cosas. La realidad no cuenta. Sólo el modo en que ésta se mire. El color del cristal; como si no hubiese difracción. Es, también, toda su teoría económica. La crisis no existe y cuando no puede evitar reconocerla, es todo una cuestión de "confianza". Desasido de la realidad es fácil caer en el optimismo, antropológico o el que sea.


Hay otro elemento llamativo. La urgencia. Los historiadores del minuto, en lugar de los que historian regímenes, eras, espacios que van más allá del titular de un periódico. Es una vuelta al concepto de memoria histórica. La historia mientras él tiene memoria. Hay que ser muy optimista para creerse en la posición de conformar el juicio que merecerá de la Historia. El optimismo tiene mala prensa, otro de los errores de Zapatero. A veces se confunde con la tontería.

Como mucho reconocerán al Zapatero que le estalló en las manos una crisis que ni previó ni entendió ni supo cómo manejar. Manco, dirán, no pudo manipular a España para convertirla en otra cosa. Pero, como ha señalado Arcadi Espada, hay personajes que han merecido la condena prácticamente unánime. Zapatero, que ha querido barrer el pasado ("durante el franquismo no había españoles") y transformar el presente, quiere mediatizar el juicio de la historia. Pero una vez más, el peso de lo real acabará por arruinar sus pretensiones.


Libertad Digital - Opinión

La persiana de ETA. Por Iñaki Ezkerra

Cada vez que alguien nos quiere vender la inminente disolución de ETA, nos topamos con la chusca paradoja de que es ETA la primera que se encarga de darnos la razón a los que denunciamos la pantomima. Si no se le ha podido arrancar a Bildu una triste condena del terrorismo; si el sector más político y «presuntamente civilizado» de ese colectivo bestial no cree que los crímenes de ETA merecen la reprobación, y no se esfuerza ni en mentir siquiera, ¿qué podemos esperar de los activistas de la propia banda? Antes que hacer el menor amago en esa dirección, lo que está haciendo Bildu es legitimar la historia de sangre de ETA. Este hecho es el realmente grave, y ante el que no se está sabiendo reaccionar, entre otras cosas porque hay quienes, quizá con buena voluntad pero con la cabeza confusa, mezclan en su denuncia del carácter criminal de Bildu otras provocaciones de menor contenido penal. Que Bildu se pronuncie contra la Vuelta Ciclista o contra la Guardia Civil; que mueva el retrato del Rey o la bandera española de un ayuntamiento, son hechos hasta «previsibles» que tendrán su gravedad, y en determinados casos hasta su carácter delictivo, pero que no tocan el asunto que nos ocupa, el que justifica y demanda su inmediata ilegalización. Lo grave es la ausencia de esa condena. Lo grave es que no han desperdiciado un minuto para ponerse a reivindicar y homenajear a los presos de ETA, o sea, a quienes cumplen condena por el delito de terrorismo. Lo grave es que uno de sus portavoces, Pello Urizar, acaba de explicitar públicamente el chantaje al Estado democrático al plantear que «ETA necesita unos mínimos argumentos para cerrar la persiana terrorista». ¿Qué más argumentos necesitamos nosotros para cerrarle a ETA la persiana política?

La Razón - Opinión

Crisis. Las diferencias entre el PP y el PSOE. Por Agapito Maestre

Para salir de la crisis tenemos que pensar los límites del actual Estado de Bienestar. No hablo de desmontaje sino de limitaciones. Y en ese asunto, por motivos electoralistas, no entra Rajoy ni tampoco el PP.

Si fuera verdad que Rajoy no dice nada, como ha intentado demostrar The Economist, entonces sería verdad que no se vota a favor de un candidato sino contra otro. La gente estaría harta de Zapatero y su gente, incluido el candidato Pérez Rubalcaba, y para castigarlo votaría a Rajoy. Hasta aquí podríamos decir que todo es más o menos claro, el odio al actual Gobierno sería la base del voto al PP, pero imaginen qué sucedería si los votantes de Rajoy, esos que han entregado su voto al PP en las autonómicas y municipales, estudiasen las medidas expuestas por el propio Rajoy a la agencia Europa Press.

En esa entrevista, lejos de guardar silencio sobre qué hará cuando llegue al poder, como mantiene The Economist, Rajoy ha dicho cosas serias e importantes para saber por dónde irá el PP; en mi opinión, ha dicho algunas cosas que si las pensasen detenidamente sus votantes, tendrían más de un problema para diferenciarlo del Gobierno socialista. No entro en el anuncio de leyes generales, como la de Estabilidad Presupuestaria, Emprendedores y Transparencia, cuya aprobación en el Parlamento llevaría tanto tiempo que no servirían para atajar la actual crisis, sino que me refiero a las medidas concretas y de carácter inmediato que pudieran sacarnos del actual marasmo económico y financiero.


Dos medidas propone Rajoy que pudieran servir para diferenciarse del PSOE: bajada de impuestos a las pequeñas y las medianas empresas y, sobre todo, reforma inmediata de la actual ley de reforma laboral que, obviamente, no ha servido para que aumente el empleo. Por cierto, González Pons, en la entrevista que ayer le hacía Fernando Garea en El País volvía a incidir sobre esta medida. Menester es resaltar la coherencia del portavoz del PP, especialmente en política económica, con lo expresado por Rajoy en Europa Press. Dice González Pons, ampliando lo declarado por Rajoy, que la política económica tienen que hacerla los expertos en economía y, por eso, ellos proponen una nueva ley de reforma laboral que se enfrentará a los sindicatos.

Quizá sea esa medida la diferencia más singular entre el PP y el PSOE. No es poco para algunos, pero para mí es insuficiente, incluso diría que pacata, ante la envergadura de la actual crisis económica que ha puesto en cuestión el entero Estado del Bienestar en Europa. No niego que es posible que, a un plazo corto, la reforma del mercado laboral sirviese para algo; pero, en mi opinión, a medio y largo plazo apenas pasarían de ser un parche. Esta medida es de todo punto insuficiente. Po otro lado, Rajoy, por desgracia, parece estar de acuerdo con Zapatero en lo sustancial, pues que al igual que este Gobierno quiere reducir el déficit público sin subir los impuestos por un lado y sin tocar aspectos sensibles del Estado de Bienestar, como sanidad, educación y pensiones por otro. La cuadratura del círculo. Un imposible.

Ya sé, ya sé que Rajoy, a diferencia de Zapatero, "cree" que conseguirá este fin de la reducción del "gasto corriente y del gasto superfluo" a la par que mantendrá el "Estado de Bienestar". Yo, sin embargo, no creo que eso se pueda conseguir con una buena gestión de los actuales recursos y cerrando organismos públicos sin utilidad. Hoy por hoy, desgraciadamente, para salir de la crisis tenemos que pensar los límites del actual Estado de Bienestar. No hablo de desmontaje sino de limitaciones. Y en ese asunto, por motivos electoralistas, no entra Rajoy ni tampoco el PP. Es, no obstante, la cuestión determinante, una vez que se ha reconocido, como empiezan ya a expresar las agencias de socialización políticas cercanas al PP, que los actuales problemas económicos de España no sólo los ha creado el Gobierno socialista, sino que son también de toda Europa.


Libertad Digital - Opinión

Lecciones de Italia. Por José María Marco

Hasta hace poco tiempo, aparte de los países con economías más pequeñas, como Irlanda, Portugal y Grecia, éramos nosotros, los españoles, el modelo de economía en trance de fracasar. Desde hace unos cuantos días, el puesto nos lo ha arrebatado Italia.

Desde hace mucho tiempo, Italia venía figurando en la escogida lista de los países problemáticos, en lo económico, de la Unión Europea. Era la pesadilla a la que nadie quería enfrentarse, como un mal sueño que los europeos se esforzaban por olvidar sabiendo que habría que enfrentarse a él en algún momento. Ese momento ha llegado, según los analistas, por varias razones. Una es la propia situación económica italiana. Es un país muy rico, sin duda, con un PIB un 50 por ciento superior al español.

El problema es que, a diferencia de España, Italia lleva muchos años sin crecer, por lo que para pagar el Estado de bienestar a la europea (y no para invertir en infraestructuras: cualquiera que conozca Italia sabe lo decrépito que está el país) la deuda alcanza ya más del 120% del PIB. (Hace dos años, la deuda norteamericana, hoy del 100% del PIB, era del 60%; la nuestra estará en el 64%.) Como el crecimiento de Italia va a ser muy débil, y las perspectivas han empeorado en estas últimas semanas, con menos exportaciones y sin demanda interna, la posibilidad de que los italianos puedan pagar su deuda es sumamente remota, por decirlo en términos suaves.


En vista de lo cual, siempre según los analistas, quienes financian la deuda pública, los mercados como se dice, se han retraído. Prefieren la deuda alemana, más segura. Habrá quien apueste contra la deuda italiana. Los fondos de pensiones y las compañías de seguros, que tienen que garantizar una estabilidad a quienes les confían el dinero, apuestan por lo seguro, aunque sea menos rentable. Además, después del acuerdo sobre la deuda en Estados Unidos (hoy mismo se verá el efecto de la reducción de la nota de la deuda norteamericana), el foco volvió a los países problemáticos… el primero de los cuales es Italia.

Y al ponerse el foco en Italia, también ha quedado colocado en la Unión Europea. Por el momento, si algo está claro es que sus responsables no saben lo que hacer, ni se ponen de acuerdo en los mecanismos que permitan salvar una zona económica con una sola moneda y fortísimas divergencias en sus políticas de gasto. Sean cuales sean las medidas que se acaben tomando a escala europea, la crisis italiana nos deja al menos una lección. España no debe seguir endeudándose para pagar el gasto corriente. La deuda es un instrumento financiero que sirve para pagar gastos extraordinarios. Utilizarla para otra cosa, como se está haciendo en España, como en Italia, es un suicidio. Hundirá las posibilidades de recuperación y, a no mucho tardar, obligará a un ajuste mucho más duro de los servicios sociales del Estado de bienestar. Éste no se salvará, si es que se salva, acudiendo a los mercados.


La Razón - Opinión

Pactos. Responsabilidad y deber. Por Emilio Campmany

Si Arenas está seguro de que son necesarias, lo que tiene que hacer es emprenderlas. Eso no es algo que pueda elegir hacer o no hacer. Es su deber y su responsabilidad.

En una entrevista concedida a El Mundo, Javier Arenas, presidente del PP andaluz, ha declarado que "Rajoy propondrá grandes pactos nacionales cuando gobierne" y José Bono, el viernes pasado, propuso la formación de un Gobierno de coalición después de las elecciones apelando al patriotismo. Naturalmente, Iñigo Urkullu y Josep Duran i Lleida se han ofrecido inmediatamente a colaborar en la formación de esos pactos nacionales para revitalizar a la nación cuyo futuro tanto les preocupa. Sería una manera de hacerle caso al Rey y "dejarse de batallitas". Qué bonito, qué edificante, al fin nuestros políticos demuestran altura de miras, sensibilidad para hacer frente a las cuitas de los ciudadanos. Será que han oído los aldabonazos que a sus conciencias ha dado el movimiento 15-M.

Habría que mandarlos a todos a paseo. Lo de Bono es para llamar a la Policía. Podría haber concretado su propuesta y pedir que la Constitución incluya un nuevo artículo que diga: "Cuando gane el PSOE, gobernará el PSOE. Cuando gane otro, gobernará en coalición con el PSOE". Nos ha merengao el manchego, lo espabilado que es.


Lo de Urkullu y Duran i Lleida tampoco está mal. Los dos están dispuestos a prestar su colaboración en bien del futuro de la nación que quieren destruir y desmembrar. No estaría de más recordar que muchos de los males a los que ahora hay que atender son consecuencia directa de haber tenido que satisfacer las exigencias de los dos partidos a los que ambos representan para comprar, nunca obtener, su apoyo parlamentario.

Lo de Arenas no puede ser peor, pero no deja de ser desalentador. El PP, al menos el PP de Javier Arenas, se cree que las acusaciones de las que es objeto son ciertas, que es un partido que no es capaz de llegar a acuerdos con nadie porque tiene tintes autoritarios derivados de que su base electoral y sus cuadros son franquistas. Y entonces siente el denodado impulso de demostrar que no es así, que el PP es dialogante, moderado, centrista, abierto y qué sé yo qué más cosas.

Si lo que Arenas quisiera fuera embridar el Estado Autonómico, reformar el sistema electoral e implantar de una vez la división de poderes, sería normal la necesidad de un acuerdo. Un solo partido no debe, por mucho respaldo que tenga, imponer a sus rivales reformas de ese calado. Ahora, si de lo que se trata, como se deduce de la entrevista, es de acordar reformas económicas, Arenas se equivoca. El Gobierno que sea, del PSOE o del PP, puede o no estar convencido de que hacen falta reformas. Pero si está seguro de que son necesarias, lo que tiene que hacer es emprenderlas. Eso no es algo que pueda elegir hacer o no hacer. Es su deber y su responsabilidad. Es lo que tiene gobernar, que si crees que hay que hacer algo, tu obligación es hacerlo y pechar con las consecuencias. A ver si se enteran.


Libertad Digital - Opinión

Miedo a un lunes negro

El temor a que un dominó de pérdidas económicas se instale en las bolsas de todo el mundo toma fuerza. La caída ayer de la Bolsa de Tel Aviv –casi un 7 por ciento– y la de Dubái, casi un 4%, ha sido contemplada por los analistas como el inicio de un tsunami financiero que alcanzaría hoy a Europa y Estados Unidos.

Después de los acontecimientos de la pasada semana en la zona euro, con el hundimiento del bono italiano y el español a manos de los especuladores, la noticia de la rebaja de la deuda norteamericana por parte de la agencia de calificación Standard & Poor’s ha acabado por romperle los nervios a más de uno. Y no ha hecho más que empezar, ya que ayer mismo, S&P advirtió de la posibilidad de una segunda rebaja de la deuda soberana de EE UU en el futuro si empeoran las condiciones fiscales del país.Por todo ello, el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo mantuvo ayer una conferencia telefónica. Sobre la mesa ésta la posibilidad de que el BCE compre bonos españoles e italianos hoy lunes para intentar reducir la presión de los mercados sobre la prima de riesgo ambos países, a lo que ayer se sumó la petición de Sarkozy y Merkel de que se cumplan «antes de finales de septiembre» los acuerdos de la UE de julio. Las conferencias telefónicas tuvieron también como protagonistas a los países del G7 y del G20, ante el temor de la apertura de las bolsas de Europa y EE UU. En esta situación, lo peor que puede suceder es que se repita la situación vivida la semana pasada, con un Banco Central Europeo que se movía en la ambigüedad y la duda a la hora de tomar medidas. Esa indecisión fue lo que dejó al euro al albur de los especuladores, que vieron la posibilidad de hacer dinero fácil ante la falta de un plan claro para plantarles cara por parte del BCE. Ayer, al parecer, el Consejo del BCE se encontraba igualmente dividido entre los partidarios y detractores de la compra de deuda italiana. Incluso quienes apoyan la adquisición de bonos están divididos entre los que exigirían al Gobierno italiano medidas adicionales de ajuste antes de la intervención y los que transigirían con esperar. De ahí el anuncio del viernes de Berlusconi de nuevas medidas de ajuste para el inmediato septiembre en un intento de animar a los indecisos. En un plano español, como hoy publica LA RAZÓN, y pese a que nuestro país tiene un panorama de liquidez más holgado que la república transalpina, son mayoría los que apuestan por tomar medidas de mayor calado. En este sentido, y tras los últimos acontecimientos, los encuestados exigen a los gobiernos europeos un mayor control sobre las llamadas agencias de rating y no dudan de que esos organismos son meras empresas, con sus propios intereses y clientes, a quienes se deben. En un plano político, los encuestados suspenden a los políticos europeos a la hora de hacer frente a la crisis y están seguros de que ésta empeorará. Quizá por eso una amplia mayoría apuesta por un adelanto electoral sobre el ya anunciado del 20 de noviembre. El país no puede perder unos meses preciosos para poner a punto un plan de choque ante el nuevo ejercicio, 2012, en el que España deberá desarrollar una cirugía fiscal y laboral de hierro para luchar contra el paro e instalarse en la senda del crecimiento.


La Razón - Editorial

Bildu se desentiende

ETA calla mientras la coalición se abstiene de exigir su fin y reconocer el mal causado.

Presos de ETA creen saber que la decisión de abandonar definitivamente la violencia ya está tomada, según se desprende de conversaciones interceptadas por la policía que hoy publica EL PAÍS. Pero la dirección de la banda se resiste a dar ese paso, tal vez porque desde la euforia del 22-M, que ETA celebró como éxito propio, Bildu se niega a asumir cualquier responsabilidad en el fin de la violencia. Incluso parece contar con ella como amenaza latente para sacar ventaja política en una eventual negociación, que vuelve a situar como programa de un frente soberanista, al que invita a sumarse al PNV.

Los portavoces de Bildu se hartaron de manifestar, antes de su legalización, que la apuesta de la izquierda abertzale por las vías pacíficas era irreversible, y su convencimiento de que también lo era el alto el fuego de ETA. Sin embargo, siguen sin hacer lo que se deduce de esas afirmaciones: exigir a ETA su disolución, como le emplazan a hacer los demás partidos; y expresar su reconocimiento de las víctimas y del dolor causado. Hay en esto un retroceso porque electos procedentes de EA, que nunca había tenido dudas al respecto, dicen ahora que es prematuro participar en actos de recuerdo a las víctimas. Y el diputado general de Gipuzkoa, Martin Garitano, convertido en principal referencia institucional de la izquierda abertzale, dice que aún no es tiempo de "reflexionar sobre el dolor causado".


Es un retroceso, porque hace cinco años, en una entrevista, Arnaldo Otegi reconoció que uno de los mayores errores cometidos por su partido había sido "dar a entender que el sufrimiento de los otros nos daba igual, y que el fin lo justificaba todo". El argumento de Bildu para no dar los pasos que se le reclaman es el "inmovilismo" de la otra parte. Pero es una falacia sostener que para que cese la violencia deben moverse de sus posiciones tanto los que la han apoyado durante más de 30 años como quienes la han padecido. Bildu tantea la resistencia del Gobierno condicionando cualquier nuevo paso hacia el fin de ETA a la adopción de medidas favorables para sus presos. Aralar ya ha respondido recordando que ese fin debe ser "unilateral" y "sin ningún condicionamiento".

Pero algunas respuestas a las provocaciones de Bildu están siendo confusas. No tiene sentido decir que reclamar la derogación de la doctrina Parot (como defienden bastantes juristas) es una prueba para pedir ya su ilegalización. No a todo lo que haga o diga esa coalición puede responderse con la petición de prohibición, con el efecto de permitirles esquivar la crítica política y el rechazo moral a sus comportamientos fanáticos, sectarios o antidemocráticos, pero no necesariamente ilegales. Es inaceptable, por ejemplo, que consideren un derecho de los presos etarras su acercamiento a Euskadi y, a la vez, que no ha llegado el momento de reconocer el dolor causado por esos presos y justificado por ellos, y del que ahora se desentienden.

Su última iniciativa ha sido emplazar al PNV (y a Aralar) a conformar una candidatura unitaria tanto en Euskadi como en Navarra en torno a su programa soberanista de siempre: negociación política que culmine con el reconocimiento de la autodeterminación. Planteamiento que es incompatible con la existencia de atentados, pero que, a juzgar por sus últimos movimientos, Bildu cree compatible con una presencia silenciosa e intimidatoria de la banda.

El objetivo obvio es poner a prueba al PNV, internamente dividido respecto al alcance del soberanismo que había vuelto a invocar como respuesta al crecimiento de Bildu. La oferta puede tener eco en las bases de su partido, especialmente en Gipuzkoa; pero Iñigo Urkullu ya debe saber que entrar en ella supondría reforzar una política que solo puede liderar la izquierda abertzale. Y que hacerlo favorecería el objetivo más inmediato de esa corriente: arrebatar al PNV su hegemonía en el nacionalismo.


El País - Editorial

Un Gobierno que no ha hecho su trabajo

Que el BCE se haga cargo de nuestra deuda no puede ser la solución ni a medio ni a largo plazo por la sencilla razón de que el problema es y seguirá siendo la enfermiza renuencia de nuestros políticos a ajustar sus gastos a su realidad financiera.

Se supone que quienes tienen que "hacer su trabajo" ante una crisis motivada por la falta de confianza en que los Estados sean capaces de devolver lo que han recibido en préstamo son sus gobernantes. Sin embargo, en lugar de acometer reformas que reactiven nuestra mortecina economía y de introducir drásticos recortes en el gasto público que hagan creíble la posibilidad de que pronto el sector público será capaz de recaudar más de lo que gasta, nuestra vicepresidenta económica, Elena Salgado, se ha dedicado este domingo a reclamar al Banco Central Europeo que "haga su trabajo", que para ella no es otro que comprar los bonos españoles e italianos que los inversores privados no aceptan si no es con una elevadísima prima de riesgo.

El presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, ya anunció el pasado viernes que el banco reanudaría sus compras de bonos, suspendidas desde mayo, tratando de calmar a los inversores. Pero no había precisado hasta ayer si la institución podría comprar o no bonos del Tesoro de España e Italia. Sin embargo, la monetización de deuda no puede ser la solución ni a medio ni a largo plazo por la sencilla razón de que el problema es y seguirá siendo la enfermiza renuencia de nuestros políticos a ajustar sus gastos a su realidad financiera.


Salgado ha querido disimular su irresponsabilidad no sólo pasándole el "muerto" al BCE sino también anunciando un par de medidas que, en realidad, no vienen si no a dejar todavía más en evidencia la pasividad de su Gobierno a la hora de hacer su trabajo en lo que a embridar el gasto público se refiere. Nos referimos a la decisión de incrementar este mismo año los pagos a cuenta para grandes empresas o la de flexibilizar el contrato a tiempo parcial. Si la primera es una medida que pone en evidencia la obsesiva demagogia del Ejecutivo contra las empresas grandes por el mero hecho de serlo y que no va a paliar el mal estado de nuestra Hacienda Pública (pues sólo implica una anticipación de ingresos futuros), la segunda no deja de ser un inconcreto y mero parche que no va a solventar la irresponsable decisión de este Gobierno de no acometer una auténtica reforma laboral.

Lo que resulta evidente es que ni elevar el tope de endeudamiento, tal y como se ha aprobado recientemente en EEUU, ni forzando a que la autoridad monetaria se haga cargo de las distintas deudas nacionales va a contribuir a tranquilizar a largo plazo a los mercados. La reciente rebaja del rating de la deuda estadounidense por primera vez en 70 años deja en evidencia que el auténtico problema está en los políticos adictos al gasto y al endeudamiento público, tanto en éste como al otro lado del Atlántico.

Mientras los Ejecutivos no acometan una ambiciosa y radical reforma destinada a reducir el peso del Estado y a liberar de su pesada carga a empresas y familias no habrá posibilidad de recuperación sino garantía de una decadencia como la de quienes evitan la resaca injiriendo más alcohol.


Libertad Digital - Editorial