jueves, 11 de agosto de 2011

Rapiña. Indignante. Por Bernd Dietz

El timo esperpéntico que ha supuesto la izquierda española se fundamenta en su rencor impotente, su demagogia infantil, su corrupción dineraria y su asco a toda emancipación individual.

Cualquier persona bienintencionada y con dos dedos de frente sabe cómo se habría podido esquivar esta crisis y cómo, inmersos en ella, podríamos comenzar a superarla. Siquiera desde ese pelotón de los torpes a cuyas profundidades nos devolvió el patológico Zetapé, por diferenciarse de Aznar, antes de que la persistencia en el autoengaño y la fatuidad tontiloca que ha instaurado nos aboque a otra guerra civil. Desastre que más de un progresista neroniano, por llamar de alguna forma a esos adanistas pomposos que viven como plutócratas y esquilman los fondos del contribuyente, imaginará como goyesca catarsis. Porque andamos bien surtidos de psicópatas, de idiotas sin presciencia insensibles al dolor ajeno, de narcisos instalados en su factoría de ficción, por mor de una intelectualidad iletrada y venal, cortada según el patrón rentista de la SGAE, que le bate las palmas al institucionalismo ejerciente. A esa izquierda de guardarropía y rapiña, tan typical de este solar fabulador e iracundo como una postal con bailaora en relieve.

Si no hubiéramos vivido por encima de nuestras posibilidades, con cortoplacismo casquivano, aferrados a la quimera del ladrillo, la ostentación sin merecimiento y el cuento de la lechera, no estaríamos tan endeudados. Si no hubiéramos reemplazado el paradigma de la meritocracia y la creatividad por el sindicalismo vertical, el familismo mafioso y el enchufismo elevado al cubo, dispondríamos de ciertas reservas de inteligencia sobre las que basar nuestra regeneración. Si fuésemos menos expertos en el arte del trampantojo y hubiéramos rechazado que el sectarismo y la prevaricación se adueñaran ufanamente de los principales ámbitos de decisión, cabría esperar que rompiese la costra de lo fáctico algo de honradez y coherencia.


Pues hay en España, como en todas partes, abundancia de gente buena, modesta y sana. Ciudadanos que cumplen, desdeñan codiciar las poltronas y las medallas que no les corresponden y podrían ofrecer a su patria el mismo rendimiento útil que cuando emigran a sociedades afectas al pragmatismo, la seguridad jurídica y la vocación de que triunfe el valioso, no el rufián palabrero. El timo esperpéntico que ha supuesto la izquierda española se fundamenta en su rencor impotente, su demagogia infantil, su corrupción dineraria y su asco a toda emancipación individual.

Está por ver si la derecha llega con capacidad de arrumbar lo castizo y desmontar los recios andamiajes del paternalismo. Sobre todo, por la ubicuidad de unas conductas y el éxito obsceno de unos usos orientados a la doblez permanente y las redes de complicidad caciquil, en las que florecen compadreos, subvenciones, trueques y nepotismos. Amiguismos y enemiguismos a mansalva, mas ninguna objetividad. Lacras que impiden cualquier actuación política que no sirva para extraer rédito ilegítimo, congraciarse con lo establecido y comprar protección. La derecha lleva lustros aprendiendo de la izquierda gobernante, y no precisamente a trasvasarle margen de iniciativa a la sociedad civil. Que una nación que dice enorgullecerse de las Cortes de Cádiz siga manifestando tal temor a la libre competencia lo condiciona todo. Lo trunca todo, manteniéndonos encadenados al paripé, la lisonja, la recomendación y el apuñalamiento por detrás. Sin juego limpio no puede haber justicia ni imperio de la ley. Sin equidad, respeto al noble esfuerzo y valoración del talento seguiremos igual, atiborrándonos de mentiras. Echando escupitajos contra el viento.


Libertad Digital - Opinión

El pánico como antesala del cambio. Por Federico Quevedo

Los grandes cambios que se han producido en la Humanidad siempre han venido precedidos de tiempos convulsos, cuando no violentos... Guerras, revoluciones o revueltas sociales han sido la antesala que anunciaba el fin de una era y el inicio de otra nueva, no siempre coincidente con los cambios de siglo. En nuestra memoria colectiva tenemos un ejemplo muy definido, protagonizado por la Gran Depresión y la II Guerra Mundial, a partir de los cuales se puede decir que comenzó su andadura la Era Moderna marcada por profundos cambios sociales muy marcados respecto de los modelos que imperaron durante los siglos XVIII, XIX y primera parte del XX.

La Revolución Francesa fue seguramente el precedente al que más acuden los historiadores para remarcar ese proceso violento como antesala de otro cambio esencial para la Humanidad, del que después nos hemos aprovechado las culturas occidentales para incorporar modelos políticos democráticos. Pero a lo largo de la historia de la Humanidad se han dado procesos muy similares, y da la impresión de que ahora estamos viviendo algo muy parecido que anuncia también cambios importantes en nuestros modelos sociales y políticos.

Lo que parecía que empezaba siendo solo una crisis económica más, hace ya cuatro años -no se olvide ese dato, porque es importante-, se ha ido transformando a medida que ha pasado el tiempo en una crisis social sin precedentes, de cuyo alcance estamos empezando a vislumbrar los primeros síntomas. El tiempo que hemos vivido se acaba y viene un tiempo nuevo, pero hasta que ese tiempo se asiente vamos a vivir todavía mucha convulsión y vamos a ser testigos de situaciones en muchos casos dramáticas que hoy por hoy somos incapaces de adivinar. Quizá los primeros pasos en esa escalada de tensión lo dieron los terroristas de Al Qaeda que estrellaron sus aviones contra las Torres Gemelas, y a partir de ahí se han ido encadenando una serie de acontecimientos que nos están llevando a úna situación de crisis como nunca antes habíamos conocido.


No me tomen por catastrofista al decir esto: lo sería si anunciara alguna clase de debacle o el fin del mundo, pero nada de eso. Lo que creo es que todo lo que está ocurriendo, siendo desagradable en muchos casos y doloroso en la mayoría, es necesario para que el mundo vuelva a encontrar otro periodo largo de estabilidad como fue el que separó la II Guerra Mundial del inicio de esta crisis aquel 11 de septiembre de 2001. En aquel entonces George Bush se embarcó, y embarcó a una parte del mundo, en una guerra contra el terror que implicó el desembolso de grandes sumas de dinero y la necesidad de recurrir al déficit y al endeudamiento para financiar las operaciones militares. Aquella política económica tuvo como consecuencia el debilitamiento de la economía norteamericana, un debilitamiento que se ha hecho visible ahora, cuando Estados Unidos se ha reconocido incapaz de pagar su enorme deuda atesorada durante todos estos años, y las agencias de rating han devaluado la calificación que daban a la misma.
«Vamos a asistir al fin de eso que alguna vez he llamado capitalismo-dirigido, y otra político-social, que afectará principalmente a las estructuras democráticas.»
El primer gran cambio que supone todo esto es precisamente ese, que USA ha dejado de ser la primera economía del mundo, y lo ha hecho de la mano de un presidente negro que llegó a la Casa Blanca subido a lomos de la esperanza de una nación en que con él vendría el gran cambio. Y el gran cambio va a llegar, pero no en la dirección que los norteamericanos querían. Al mismo tiempo, en Europa, la crisis además de poner en cuestión a países como el nuestro por la enorme debilidad de nuestras estructuras, ha puesto en su punto de mira la propia estabilidad del sistema monetario sobre el que los políticos habían cimentado una falsa unión que poco o nada tiene que ver con la que soñaron los padres fundadores de la UE.

En el fondo, lo que nos transmite esta crisis es que nuestras sociedades están en manos de políticos cortoplacistas con una visión egoísta de la realidad, y esa percepción ha calado en la ciudadanía que se ha alzado contra sus instituciones y contra los sistemas que las amparan porque consideran que ya no les sirven para resolver sus problemas. Y tienen buena parte de razón porque, en definitiva, los mismos que nos han llevado hasta aquí son los que tratan de sacarnos del atolladero, y para hacerlo recurren a las mismas políticas que nos han conducido a la crisis.

Y todo ello se ha traducido en pánico. Pánico en los mercados y pánico en las calles. El pánico como antesala de lo que va a venir, aunque hoy por hoy resulte muy difícil adivinarlo, pero podemos aventurar que esos cambios se van a producir en dos direcciones: una económica, en la que vamos a asistir al fin de eso que alguna vez he llamado capitalismo-dirigido, y otra político-social, que afectará principalmente a las estructuras democráticas. Si los cambios son para bien, serán duraderos, pero si cometemos el error de interpretar mal lo que las sociedades requieren y damos pasos atrás hacia modelos mucho más intervencionistas en todos los sentidos, entonces equivocaremos el camino y, lejos de salir de la crisis, seguiremos instalados en ella por mucho tiempo más.


El Confidencial - Opinión

Gobierno de concentración. El beso de la viuda negra. Por Eva Miquel Subías

Gobierno de concentración, solicita el estadista castellano-manchego atisbando las barbas de sus colegas recortarse. Siempre por los intereses de España, por supuesto; José Bono no conoce otros.

Todas las formaciones políticas cuentan entre sus votantes con un buen número de lo que podríamos denominar el elector insatisfecho. Los motivos son de lo más heterogéneos aunque las circunstancias en las que se manifiesten suelan ser bastante comunes a todas ellas. Usted podría ser uno de ellos. O yo misma. En definitiva, la ausencia de un estímulo electoral en un momento dado no distingue los colores.

Bien es cierto que el insatisfecho potencial acaba regresando a la urna con la misma papeleta tras contemplar el árido desierto que le rodea ideológicamente. Algo así nos sucede con Iberia. Volvemos siempre a ella, a pesar de sus látigos. En el fondo, nos pone. Y lucimos sus marcas cicatrizadas en nuestros muslos.

En pleno alboroto londinense, el presidente de la Cámara Baja ha señalado desde su todopoderoso atril que ya va siendo hora de que los dos principales partidos políticos se cojan de la mano y comiencen a intimar. Gobierno de concentración, solicita el estadista castellano-manchego atisbando las barbas de sus colegas recortarse. Siempre por los intereses de España, por supuesto; José Bono no conoce otros.


En éstas, se ha apresurado a ahondar en la cuestión su colega de filas y aspirante a verso suelto, el recientemente derrotado en las urnas Guillermo Fernández Vara. En una semana intensamente tuitera, el ex presidente de la Junta de Extremadura solicita ansioso un acuerdo en letras mayúsculas entre socialistas y populares. No veo por qué no ha llevado su teoría a la práctica en su tierra. Debo estar torpe con los calores estivales.

Pero como no hay dos sin tres, el inquieto ministro de Fomento se hace el gracioso con aquello de que la prima de riesgo aumenta porque los mercados no confían en la llegada de Mariano Rajoy. Puro estilo José Blanco. Con mojito y chancletas. Pues para coñas estamos, oigan.

Supone una servidora que los populares a estas alturas tendrán más que cogida la medida a los movimientos de ficha de los incombustibles socialistas. Es de suponer también que la actuación "en aras de la profesionalidad" de mantener a determinados funcionarios en puestos estratégicos en no pocos ministerios e instituciones diversas habrá servido de ejemplo en el momento en el todos aquéllos fueran ascendidos y "recompensados" por los cargos políticos del PSOE una vez retomaron el poder con la llegada de José Luís Rodríguez Zapatero. Por los servicios prestados, se entiende.

Pero como me temo estoy suponiendo quizás demasiado, cabe recordar que los machos siguen apareándose con la viuda negra, no pueden resistir la tentación de sucumbir ante los encantos de la araña, aun a sabiendas de cuál será su destino.

Aunque yo, por si acaso, no les dejaría siquiera darme un piquito.


Libertad Digital - Opinión

Izquierda profesional. Cuatro gatos laicistas. Por José Antonio Martínez-Abarca

El mismo tío tiene carné del partido, del sindicato, de la asamblea fumeta, de su escalera de vecinos, del mercadillo de comercio justo, de la tetería progre o de la indignación homologada, pero es el mismo tío.

Lo que la izquierda llama "la calle" la forman unos cuantos cientos de tíos en el total del mapa autonómico, que son los mismos siempre pero que pasan muchas veces por el mismo sitio, como en julio del 36 el general sublevado Queipo de Llano hizo circular unos cuantos camiones de soldados por las mismas calles de Sevilla para simular que su cantidad de tropas era abrumadora. Con la próxima visita del Papa a España se han movilizado varios miles, si no cientos de miles, de asociaciones, sindicatos, sopas de siglas más o menos extraparlamentarias, mesas, plataformas y tiendas de campaña para que parezca que hay una "contestación" significativa al Papa. Pero son los mismos perroflautas vestimentarios o morales, esos "doscientos que no pueden poner patas arriba una ciudad" que ha contado Rubalcaba, que como no tienen otra cosa que hacer abultan mucho más porque están en todas partes, todo el tiempo. Su número e influencia reales se ve cuando, juntándose todos los que hay en el país en el mismo taxi, se presentan a unas elecciones de verdad, no ya a unas asambleas populares de barrio, y entonces se ve que los podríamos llamar a todos por su nombre de pila pasando lista, y acabaríamos en treinta segundos, sobrándonos veintinueve.

Si pusiéramos en medio de "la calle", de un "manifestódromo", una cámara fotográfica como esas que se utilizan para ver los cambios apenas perceptibles al ojo humano que se producen a través de los días e incluso meses en un paisaje, veríamos que se sucederían las estaciones del año, los edificios caerían y crecerían, todo mutaría ante los ojos salvo esa especie de foto fija que son las manifestaciones de la izquierda, donde están eternamente las mismas caras, que se repiten tantas veces que parece que no se mueven de ahí, emboscadas bajo diversas denominaciones, marcas registradas y razones sociales, pero que no engañan a nadie. Contra el Papa van a estar los que preguntan que de qué se habla aquí que estoy que me reivindico encima. Hoy nos disfrazamos de airados por los recortes sociales, mañana de campistas de la indignación acostada y pasado mañana de laicistas contra Benedicto. Y todo el tiempo de poco amantes del trabajo y el orden.

Sólo hay una cosa más abultada que la cartera de un multimillonario, tupida hasta el gollete de tarjetas de crédito: la cartera de un representante de "la calle", mechada de carnés de todo eso que llaman "representación social". El mismo tío tiene carné del partido, del sindicato, de la asamblea fumeta, de su escalera de vecinos, del mercadillo de comercio justo, de la tetería progre o de la indignación homologada, pero es el mismo tío. Son los cuatro gatos contados y tres durmiendo la siesta que ya nos suenan de tanta cobertura como les han dado los medios, aquellos cuya cara (suficientemente dura) ya hemos visto pasar, dando una y otra vez la vuelta a la manzana como las tropas de Queipo, por docena y media de telediarios, tres o cuatro "informes semanales" y un par de "colas" de noticias del extranjero. Las "divisiones" del Papa están claras en España. Un millón o dos de fieles cada vez que carraspea. Las de los "alternativos" también están clarísimas, si uno se fija un poco: cumplen estrictamente esa queja que se escucha en sus manifas: "luego diréis que somos cinco o seis". ¿Cinco o seis, vamos a decir? Muchos me parecen.


Libertad Digital - Opinión

Rubalcaba el noticioso. Por Martín Prieto

Mark Twain solía decir que esperaba que pese a sus muchos pecados Dios en su infinita misericordia no le castigara haciéndole director de un periódico. Muchas debieron ser sus faltas o escasa la clemencia divina porque tuvo que dirigir varios. Agosto sólo es vacación en medio hemisferio pero pareciera que se detiene el mundo entero. Como director suplente en los veranos he llegado a suplicar que estallara otra vez el Krakatoa (a ser posible sin víctimas) para tener una noticia de cinco columnas en primera. Hoy los directores sólo cuentan con el chorreo aceitoso de la burbuja financiera y los desmanes en el Reino Unido, aunque el candidato Rubalcaba, al que está quemando Elena Valenciano empujándolo a la omnipresencia, aporta algo chocante día sí día no. Por ejemplo, la propuesta de que empresarios y empleados rebajen de consuno sus ingresos. Eso está muy bien, pero es a la macroeconomía lo que la cuenta de la vieja al cálculo infinitesimal. Como es austero, su esposa trabaja y no tienen hijos que mantener que reduzca sus sueldos a la mitad, venda el autito rojo y se haga llevar a las citas por un amigo socialista que no le faltará. Pero lo noticioso no es que ase la manteca sino que apremie a sindicatos y a la patronal a un acuerdo que llevará al próximo Consejo de Ministros. El líder-candidato no está en el Gobierno pero lleva su agenda mientras el presidente Zapatero dialoga con los mosquitos en Doñana. De hecho tenemos dos presidentes, uno en campaña y otro en retiro espiritual. Las crisis socialistas siempre acaban en bicefalia. No podemos quejarnos de falta de noticias o ausencia de gobernanza.

La Razón - Opinión

Petición alemana. Ni venta de oro, ni privatizaciones. Por Emilio J. González

Lo que no se puede hacer es vaciar la casa antes de que llegue el nuevo inquilino sólo porque sí, hipotecando de esta forma su capacidad de maniobra.

Alemania ha dicho que España debería vender sus reservas de oro y privatizar empresas públicas para reducir su deuda. La petición germana es comprensible habida cuenta tanto de las dificultades de nuestra economía, mucho mayores de lo que había previsto el Gobierno y que nos van a pasar factura en forma de mayor déficit público y tasas de paro aún más elevadas, como de la inacción del Ejecutivo a la hora de tomar medidas para superarlas. En otras circunstancias, incluso, hasta se podría respaldar semejante propuesta porque todo lo que sea reducir deuda rebaja también el déficit presupuestario a través de la partida del servicio de la deuda y, con ello, se reducen los tipos de interés para el conjunto de la economía, administraciones públicas incluidas.

En estos momentos, sin embargo, hay que decir claramente no a semejante propuesta, por razones tan comprensibles como las que han llevado a Alemania a plantearla. De entrada, España tiene margen más que de sobra para recortar el gasto público y nuestro nivel de deuda pública todavía es razonablemente bajo y bastante manejable. Por tanto, creo que no ha lugar a esa petición de empezar a vender el ajuar de la casa cuando todavía hay capacidad más que de sobra para recortar los pagos de las administraciones públicas. España, tengámoslo en cuenta, no es Grecia, al menos todavía, a pesar de las graves dificultades económicas por las que atraviesa el país; pese a todo, seguimos conservando bastante capacidad de pago. En consecuencia, me parece prematuro plantear que haya que empezar a enajenar el patrimonio patrio para satisfacer lo que se debe.


Además, la venta de nuestras reservas de oro y de nuestras empresas públicas para lo único que serviría en términos presupuestarios es para que Zapatero tuviera más recursos para derrochar en los meses que aún le quedan al frente del Gobierno, y eso es algo que no nos podemos permitir. Si vendemos el ajuar, que sea de verdad para deber menos dinero, no para que ZP continúe haciendo de las suyas.

Por último, y con unas elecciones generales a tres meses vista y unas encuestas que hablan de cambio de Gobierno, lo que habría que hacer es esperar un poco y dejar que el nuevo Ejecutivo que salga de las urnas tome sus propias decisiones sobre la estrategia más adecuada para resolver nuestra crisis de deuda. Lo que no se puede hacer es vaciar la casa antes de que llegue el nuevo inquilino sólo porque sí, hipotecando de esta forma su capacidad de maniobra.


Libertad Digital - Opinión

La tiranía cubana condena al periodista español Martínez Ferraté. ¿Qué hace el Gobierno español?. Por Miguel Cancio

La tiranía comunista totalitaria cubana, por medio de una justicia marxista-leninista estalinista-castrista y que se viene aplicando en plan ultrarrepresivo y de forma implacable a todos aquellos críticos y oponentes interiores y exteriores a dicha tiranía comunista, en la primera semana de agosto 2011 ha condenado a siete años de cárcel al periodista español Sebastián Martínez Ferraté de 57 años por decir la verdad en el documental realizado para la productora televisiva española Mandarina y emitido en España en 2008 por la cadena española Telecinco.

Cuba comunista ha condenado a Martínez Ferraté por decir la verdad en su documental sobre la corrupción, la prostitución de menores en la Cuba comunista y que todo el mundo que viaja a Cuba comunista sabe que este tipo de prostitución, en el marco de la prostitución general cubana, es una realidad al cabo de la calle y que se desenvuelve desde hace tiempo dentro del arrase, de la destrucción material y moral de Cuba, de la corrupción que todo lo invade y corrompe en la Cuba comunista por arriba, en medio y abajo.

María Angeles Sola, la esposa de Martínez Ferraté, ha hecho grandes esfuerzos, todo tipo de gestiones para que, primero, las autoridades españolas como es su obligación y, después, diversos medios de comunicación e instancias españoles e internacionales, se preocupasen porque se hiciese justicia a su marido, detenido injustamente en la Cuba comunista en venganza por hacer un documental emitido por Telecinco en España y en el que se decía la verdad de lo que ocurre en Cuba comunista en materia de corrupción de menores.


Sebastián Martínez Ferraté lleva detenido desde julio 2010 de forma completamente injusta (no solo es inadmisible su detención sino lo que se le roba a él y a su familia en divisas con el abogado de oficio y demás mientras se le tiene en la cárcel. Cuba comunista se caracteriza por el llamado resolver desde la mañana, noche y postnoche, por robar a los cubanos en el interior y exterior y a los extranjeros por todo tipo de medios, chanchullos, papeleos, por todo tipo de corrupciones, amenazas, chantajes, clientelismos, etc. y con el fin de hacerse con divisas, bienes, etc.) y acaba de ser condenado a siete años de cárcel, en la Cuba comunista y por una justicia comunista, acusado de proxenetismo y corrupción de menores cuando, a pesar de todas las maniobras de la justicia comunista cubana, esta ha sido incapaz de probar los cargos contra el periodista español. El que hasta hace unos días era Cónsul español en La Habana, Pablo Barrio Almazor, y que fue de los pocos que se preocupo humanamente por Sebastián Martínez Ferraté por las presiones constantes de su esposa, ha declarado que este periodista español fue condenado por la emisión en España en Telecinco del documental sobre la corrupción de menores en Cuba y que en el juicio comunista cubano en ningún momento se probó que el periodista español fuese culpable de proxenetismo y corrupción de menores.

El gobierno español de Rodríguez Zapatero y su Ministerio de Asuntos Exteriores, que ha conseguido que el gobierno comunista cubano enviase a España un número importante (del orden de 70) de expresos políticos cubanos y sus familiares, debería ser capaz de conseguir que el gobierno comunista cubano, con el que tiene excelente relaciones, envíe cuanto antes a España al periodista español Martinez Ferraté, pues, no solo no ha vulnerado ningún ley, no ha cometido ningún delito, sino que, en defensa de un derecho tan importante como la libertad de expresión y que Cuba comunista debería cumplir y hacer cumplir pues ha firmado la Declaración Universal de Derechos Humanos y otros tratados, acuerdos y convenios internacionales en los que se compromete a cumplir y hacer cumplir este derecho de expresión y otros derechos humanos, democráticos y ciudadanos; como estabamos diciendo, el periodista español Martínez Ferraté, no solo no ha cometido ningún delito, sino que, en el ejercicio de un periodismo comprometido con la verdad, con la justicia y la lucha contra la corrupción, ha denunciado una situación de grave corrupción de menores que se viene dando en Cuba comunista y que es ampliamente conocida por las autoridades y la sociedad cubana, por los que visitan y viven Cuba, y por los medios de comunicación, por las diversas instancias que están acreditadas en Cuba comunista (alguna de las autoridades que han estado acreditadas en Cuba comunista, algunas, bastantes personalidades que han visitado Cuba comunista han sido grabados, como es norma en el comunismo cubano, tomando parte en orgías, en esta corrupción de menores, etc. De esta manera son o pueden ser chantajeados, extorsionados de muy diversas maneras. Esto lo ha hecho siempre el comunismo soviético, chino, alemán, vietnamita, el comunismo de este, los diferentes comunismos y, por supuesto, lo viene haciendo el comunismo cubano. Hay un excelente documento, la película alemana La vida de los otros, Oscar 2007 a la mejor película extranjera, en el que da cuenta de este tipo de control comunista, que todo lo invade y, por supuesto, lo mas intimo. En los archivos del comunismo que se vienen haciendo públicos hay bastante material al respecto pero aún queda bastante por hacer público).

El presidente de Estados Unidos Obama acaba de pronunciarse públicamente pidiendo la libertad del empresario, del contratista norteamericano Alan Gross, que acaba de ser condenado injustamente a 15 años en Cuba comunista.

El presidente Rodríguez Zapatero, el candidato Pérez Rubalcaba, las autoridades españolas, el parlamento español, las fuerzas políticas, sindicales, empresariales, judiciales, profesionales, funcionariales, intelectuales, culturales, artísticas, mediáticas, sociales y eclesiales españolas deberían pedir, exigir la libertad cuanto antes del periodista español Sebastián Martínez Ferraté, injustamente condenado en Cuba comunista a siete años por unos delitos que nunca cometió.

Llama la atención que, en primer lugar, la productora televisiva española Mandarina y la cadena española Telecinco no hayan dicho nada, no se movilicen a todos los niveles, dentro y fuera de España, para que el periodista español Sebastián Martínez Ferraté sea liberado cuanto antes.

En segundo lugar, llama la atención la muy poca movilización de los periodistas españoles, de los medios de comunicación españoles que, salvo honrosas excepciones, apenas han levantado su voz para conseguir la libertad cuanto antes del periodista español Sebastián Martínez Ferraté que realizó un importante documental sobre una lacra muy grave que se viene dando en Cuba comunista como es la corrupción de menores.

El gobierno español, por medio de su ministra de Asuntos Exteriores Trinidad Jiménez y del Ministerio de Asuntos Exteriores, esta movilizándose activamente, junto a Francia, Inglaterra y otros países occidentales, para poner fin a la dictadura sangrienta, violadora, torturadora, represora, corrupta y asesina del tirano Gadafi que persigue la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad, del Clan Gadafi.

Gadafi y su clan, su régimen socialista verde eran y son un gran socio, un gran aliado de la tiranía comunista totalitaria cubana. Por ello, el gobierno español, las autoridades españolas, las fuerzas políticas, mediáticas, sindicales, económicas, judiciales, profesionales, funcionariales, intelectuales, culturales, artísticas, sociales y eclesiales españolas deberían movilizarse muy activamente, deberían tomar todas las medidas nacionales e internacionales para acabar, cuanto antes, con regímenes totalitarios, fundamentalistas, dictatoriales, autoritarios, represores y corruptos como los de Cuba comunista, Libia, Siria, Irán, Yemen, Birmania-Myanmar, Corea del Norte, Zimbabwe, etc., es decir, con todos aquellos regímenes como los que acabamos de señalar y otros donde se violan diaria y muy gravemente los derechos humanos, democráticos y ciudadanos. El caso del periodista español Sebastián Martínez Ferraté es una muestra más. España, por su honor y dignidad, debería actuar ya en este caso y traer a España cuanto antes a Martínez Ferraté y que esta en muy malas condiciones anímicas y personales en las mazmorras comunistas cubanas.


Periodista Digital - Opinión

Cambio de horizonte. Por José María Marco

Angela Vallvey se preguntaba en estas páginas por la posibilidad de que caigamos todos, incluidos los países emergentes, a consecuencia de la crisis económica. En realidad, es probable que ya hayamos caído, o, por dejar de lado las metáforas, que la crisis ya nos haya cambiado la vida a todos.

No es un fenómeno nuevo. El siglo XX vivió cambios acelerados en la vida de las personas. Por hablar de España, mis padres se enfrentaron al hundimiento de un mundo todavía liberal y algo democrático y luego a una guerra civil, una dictadura de 40 años y un gigantesco cambio tecnológico, moral y de costumbres a partir de los años 60. Supieron adaptarse, recrear su propia vida, alumbrar fuentes de riqueza y criar a sus hijos. También se quejaban menos de lo que nos solemos quejar nosotros. No se quejaban nunca, más exactamente. Era de mala educación.

Los que hemos venido después hemos visto otros cambios… de lejos. La caída del Muro de Berlín y la salida de millones de personas de la pesadilla del socialismo fue para nosotros un espectáculo, aunque a veces vivido con dramatismo, como lo ha sido la ola integrista en el islam. Parecía que nada de todo eso nos iba a afectar de verdad. Esperábamos, o eso parecía, que los demás se fueran sumando a nuestra forma de vida, como los países se iban sumando a una Unión Europea que acabaría abarcando el mundo entero, con su bienestar garantizado para toda la vida, la perpetua delegación de responsabilidades en el Estado, la secularización, la cada vez más tenue densidad de la vida comunitaria, de la familia, de las naciones, de la sociedad.


No ha sido así. Mientras hubo dinero todo se sostenía, más o menos, pero la crisis que empezó como una crisis financiera en el 2007-2008 se ha convertido ya en un cambio muy profundo, y no sólo en nuestras ideas, sino también en lo que Ortega llamaba nuestras creencias, lo que damos por seguro, por hecho. Estos cambios no se han trasladado todavía a los comportamientos, pero estamos en una mutación que nos exigirá volver a pensar el Estado y su capacidad de intervención. Habremos de pensar nuestras relaciones con los demás, nuestra propia vida, que ya no tiene por delante el perpetuo horizonte de bienestar y progreso que antes dábamos por supuesto. De pronto las cosas, nuestra realidad, nuestra vida depende de nosotros mismos.

Los políticos, que gestionan el presente, no parece que se hayan dado cuenta todavía de la auténtica naturaleza de lo que está ocurriendo y no tienen nada que decir. Hay quien reacciona al vértigo destrozando todo lo que encuentra, como en Inglaterra, y otros (muchísimos) que quieren restaurar el socialismo… Más honda es la percepción de las personas con un sentido trascendente de la vida. Desde esta perspectiva, que no anula otras muchas, la visita del Papa a Madrid puede ser de una inmensa ayuda para entrever el rumbo que tenemos que tomar ante un cambio tan gigantesco.


La Razón - Opinión

Acuerdo UPyD-C's. La letra pequeña. Por Maite Nolla

UPyD necesita a Ciudadanos para las generales lo mismo que Ciudadanos a UPyD en las autonómicas: poco.

¿Ciudadanos y UPyD son lo mismo? ¿Es un error que sigan presentándose por separado? ¿La culpa de ello la tiene una supuesta mala relación entre sus líderes o el presunto mal carácter de alguno de sus segundos? Pues tengo que reconocer que llevo oyendo esas mismas preguntas desde 2007 y no sabría qué decirles. A lo mejor es que las preguntas no son esas, o a lo mejor es que no escuchamos cuando los interesados responden. Yo creo que lo más correcto es preguntarse si a Ciudadanos y a UPyD les conviene ir juntos, y la respuesta es clarísima: depende. Depende de para qué; de qué elección se trate, quiero decir.

Empezando por Ciudadanos, les diré que para mí Albert Rivera es uno de los políticos con más futuro en España. No procede de la pata del Cid y los años en la política catalana valen tanto como una campaña en Flandes. Vamos, que acompaña a las musas y a los principios la experiencia dura del día a día en el Parlamento de Cataluña. Pero Albert Rivera necesita dar el salto a la política nacional, especialmente ante la expectativa de cuarenta o cincuenta años de gobierno de Convergencia y de unción. Y para dar ese salto necesita otro partido. Yo pienso que con los años será el PP, aunque los Fernández no contemplan, de momento, ese escenario; y, ya digo, lo normal es pensar que el paso lo puede dar a través de UPyD. Por otra parte, Ciudadanos no es exactamente un fenómeno autonómico: es un fenómeno de las elecciones autonómicas. Allí consiguen su superéxito. Rivera levantó al partido después del intento de compra y le devolvió sus cien mil votos y sus tres diputados. Pero en el resto de elecciones que se celebran en Cataluña los resultados oscilan entre malos, muy malos y malísimos. En las últimas municipales, sólo seis meses después de las autonómicas, Ciudadanos perdió dos tercios de los votos, la mitad respecto a las municipales de 2007, y el único ayuntamiento en el que su marca gobernaba. Y en las generales y en las europeas, otro tanto.

Y respecto a UPyD, lo que me da la sensación es que siguen a rajatabla el principio que hace unos años manifestó Albert Boadella: ellos buscan un crecimiento gradual y de pasos seguros. Y así lo han hecho, elección tras elección, desde marzo de 2008. Por eso, si UPyD consigue pasar de uno a tres o cuatro diputados en noviembre, creo que será un gran éxito. Y si esos tres o cuatro diputados lo son por Madrid, pues mucho mejor. Esto explica, a mi modo de ver, la situación. Así, si el objetivo de UPyD es consolidarse y dar por bueno el resultado que les decía, Ciudadanos y Albert Rivera no aportan nada a su estrategia electoral. Ciudadanos no sumará más de veinte o treinta mil votos en noviembre y eso, traducido a diputados, es cero. En definitiva, UPyD necesita a Ciudadanos para las generales lo mismo que Ciudadanos a UPyD en las autonómicas: poco.

¿Y el futuro? ¿Y Cataluña? Pues ya se verá, que en política dos tardes son un mundo.


RESTO del ARTICULO

Libertad Digital - Opinión

Jóvenes sin valores

Con los rescoldos del incendio aún candentes, el primer ministro británico reflexionó ayer en voz alta sobre las causas que se ocultan detrás de la destructora explosión de vandalismo y pillaje originada en Londres y contagiada más tarde a otras grandes ciudades británicas. David Cameron no ahorró autocríticas a la gestión del Gobierno, lo que le honra, y realizó un severo diagnóstico de los hechos que se puede resumir así: «Lo que vemos es falta de responsabilidad, un problema moral y político. Hay algo malo en nuestra sociedad y algunas partes están enfermas... Tenemos que curarlo». Además de la violencia con la que se han comportado los grupos de maleantes, lo que más ha asombrado a los británicos ha sido la extrema juventud de sus integrantes, adolescentes de apenas 13 y 14 años muchos de ellos, que «piensan que el mundo les debe algo y que sus acciones no tienen consecuencias», como señaló Cameron. Es decir, se trata de una generación que ha crecido sin ética ni principios morales, en un clima de egoísmo y con absoluta falta de responsabilidad. Es el resultado de haber minusvalorado el papel fundamental de la familia en la formación de los hijos y de haber convertido la etapa escolar en un mero trámite administrativo, sin exigencias éticas ni valores cívicos y morales. Cuando los principios de autoridad, responsabilidad, respeto mutuo y solidaridad desaparecen de la educación por ser considerados «conservadores», lo que se cosecha al cabo del tiempo son los frutos amargos de unas generaciones amorales, agresivas y marginadas. Los actos de pillaje de estos días no han surgido por generación espontánea ni obedecen a un complot, sino que son la consecuencia de haber descuidado los planes educativos, seguramente para hacerlos menos exigentes, y de no haber atajado el deterioro de las condiciones de integración de los jóvenes. Tras varias legislaturas laboristas, la sociedad británica ha abandonado buena parte de los principios que la hicieron sólida y pujante en la época de Margaret Thatcher. Y lo cierto es que Cameron ha heredado una sociedad bastante peor que la que recibió Toni Blair. Son los errores de las políticas educativas y sociales del laborismo los que ahora han salido violentamente a la luz. En vez de abordar con rigor y visión de futuro los problemas que planteaban las bolsas de jóvenes inmigrantes en las grandes ciudades, Blair y Brown se limitaron a la política del subsidio y a rebajar los controles de calidad educativa. Si alguna lección debemos extraer de los sucesos de Inglaterra es que la formación ética y en valores es la base imprescindible para que la sociedad se refuerce con nuevas generaciones bien equipadas intelectual y moralmente. De lo contrario, cuando por intereses ideológicos se deterioran esos principios, tarde o temprano la comunidad acaba pagando muy caro tal irresponsabilidad. No parece probable que en Madrid o en otras grandes ciudades españolas ocurra lo que en Londres, pero tampoco nos saldrán gratis las frivolidades, ocurrencias e imposiciones de la política educativa del Gobierno socialista, que ha situado a España a la cola del mundo occidental.

La Razón - Editorial

Protesta en Chile

Piñera debe atender las demandas estudiantiles aprovechando el buen momento económico.

El presidente chileno, Sebastián Piñera, tiene motivos para preguntarse qué es lo que está pasando. Los datos macroeconómicos siguen boyantes: Chile, con más de 10.000 euros de renta per capita -récord latinoamericano- no sufre la crisis del Primer Mundo y, sin embargo, la nación está inquieta, los índices de popularidad presidencial han caído vertiginosamente y, sobre todo, la juventud que estudia lleva semanas en la calle exigiendo enseñanza pública de calidad y gratuita. Los dirigentes estudiantiles amenazan con exigir la celebración de una consulta, plebiscito lo llaman, para que la ciudadanía les dé -que es muy probable que se la diera- la razón. Para una Administración de la derecha ilustrada, como quiere ser la de Piñera, muy volcada en lo que en el país llama exitismo, la protesta es un desastre.

El martes pasado una gran manifestación transversal -no solo de estudiantes- recorrió las calles de Santiago. El número de asistentes osciló entre los 40.000 de la alcaldía -oficialista- y los 150.000 de los organizadores, pero la capital chilena vivió intensamente la protesta. Tanto, dicen fuentes del Ministerio del Interior, que al final de la misma, bandas de encapuchados incendiaron automóviles, destruyeron paradas de transporte público que utilizaron como barricadas y se produjeron enfrentamientos con la policía -hubo 300 detenidos y docenas de heridos-. De eso se valen tales fuentes para acusar a los estudiantes de incapacidad para controlar la protesta, lo que es casi como pedirles que se dediquen solo a estudiar. Algo cuestionable, porque ninguna protesta, por cívica que sea, está al abrigo de su utilización por grupos de desaprensivos.

El movimiento es muy concreto en sus demandas: que el Estado vele por la enseñanza a todos los niveles y no se deje como ahora una parte bajo el control únicamente municipal y, ya puestos a pedir, que se prohíba el lucro en las instituciones de enseñanza privadas. Pero hay un fondo no solo de justicia sino de acierto material en las demandas de la juventud. Una enseñanza pública, de calidad y gratuita, compatible con la competencia que la iniciativa privada pueda establecer, es la mejor garantía para una nación próspera en democracia. Y si ahora los números lo permiten, ¿por qué no atender todo lo que sea realista con esas demandas?


El País - Editorial

Barrer un vandalismo injustificable

Ninguna actuación policial de supuesto índole racista, ni la pobreza ni la crisis económica son excusa para esta ola de violencia, una intolerable falta de respeto al Estado de Derecho que debe ser barrida y no justificada.

Miles de londinenses han comenzado a organizarse a través de las redes sociales para hacer frente y protestar, con escobas en la mano, contra los vándalos que en los últimos días han quemado coches y viviendas, destrozado y saqueado innumerables comercios, en los peores actos de violencia callejera que la capital británica ha sufrido en el último cuarto de siglo.

Aunque se haya detenido a más de 500 personas y las autoridades –empezando por el primer ministro– hayan renunciado a sus vacaciones para hacer frente a la situación, los ciudadanos denuncian la escasa contundencia con las que las fuerzas de orden público reprimieron en un primer momento estos injustificables actos de barbarie que se han extendido a otras ciudades y que han dado una imagen de Londres como si de una ciudad devastada por la guerra se tratara.

El tiempo y los tribunales juzgarán la proporcionalidad con la que actuó el agente de policía que el pasado jueves abatió a tiros al joven Mark Duggan, cuya muerte ha sido utilizada por los organizadores de estos actos de violencia como excusa de su barbarie. Pero lo que no es de recibo es que, no sólo los vándalos, sino también numerosos medios de comunicación, incluidos los españoles, se limiten a decir del joven abatido que era negro, mientras silencian que estaba vinculado con el mundo de las drogas y las bandas criminales y que, en el momento de su enfrentamiento con la policía, portaba un arma de fuego.


Si ninguna actuación policial de índole racista excusa la violencia de estos días, tampoco la justifica la pobreza, ni la crisis económica ni una falta de política de integración de los inmigrantes, como también han querido dar a entender esos mismos medios de comunicación. Se trata tan sólo de una intolerable falta de respeto a la propiedad ajena, al imperio de la ley y al Estado de Derecho que debe ser barrida y no justificada.

Esperemos que esa sensación de impunidad sea de una vez erradicada por acciones policiales "más robustas", tal y como han prometido los mandos de Scotland Yard, pues estos falsos "indignados", que no son, en realidad, más que simples delincuentes, deben sentir toda la fuerza de la ley. A la postre, tal y como ha afirmado, aun tardíamente, el primer ministro Cameron, "si estos jóvenes son los suficientemente adultos para cometer delitos, también los son para asumir las consecuencias".


Libertad Digital - Editorial