miércoles, 17 de agosto de 2011

Adiós sin punto final. Por Pilar Ferrer

Corría el año setenta y nueve cuando José Bono estrenó su escaño por Albacete. El PSP de Tierno Galván, partido en el que militaba, acababa de integrarse en el PSOE y aquel joven licenciado en Derecho inició una meteórica carrera política. Pronto fue elegido secretario de la Mesa del Congreso, punto de partida de una larga carrera pública en la que ya lleva casi cuatro décadas. Hombre mediático por excelencia, paladín de titulares y astuto como una ardilla, en este convulso verano ha lanzado el último: su disposición a no ser diputado y dejar paso a otras generaciones.

Es la suya una afirmación un tanto ambigua. Amigo personal de Alfredo Pérez Rubalcaba, a quien votó en el Congreso Federal que después ganaría Zapatero, ambos han mantenido en los últimos meses discretas conversaciones. En una de ellas, poco antes de finalizar el periodo de sesiones, Bono se lo dijo claramente al candidato: «Alfredo, has de tener manos libres para hacer las listas». Sabido es que, ante perspectivas de victoria, mucho puesto hay a repartir. Pero ante sombras de derrota, la cosa cambia. Rubalcaba tiene ante sí un complejo encaje de bolillos para cerrarlas.

Y hete aquí donde se encuadra la posición de José Bono. En un sutil juego de lanzar la piedra y esconder la mano, el veterano dirigente socialista ofrece su retirada al candidato, pero no descarta estar disponible para lo que se le pida. Es como un aviso a quienes forcejean por estar en unas listas complicadas, con la aparente grandeza de una renuncia sin cerrarse la puerta. Tal vez, un favor a su amigo Alfredo. Un generoso gesto. Un adiós sin punto final. Continuará.


La Razón - Opinión

JMJ. Una expresión de libertad. Por Juan Morote

Millares de jóvenes van a decirle al Papa que cuente con ellos, que todo en el mundo no es dinero y carne, que hay valores superiores asumibles por la razón que superan la barrera del instinto.

Ya está en marcha la Jornada Mundial de la Juventud. Los organizadores calculan que alrededor de un millón de jóvenes se congregarán en torno al Santo Padre. En esta ocasión no hay que entrar en polémica sobre las cifras de asistentes, no importa. Simultáneamente, un grupo de infelices y disconformes se manifestarán contra la visita del Papa a Madrid. Allá ellos: siempre es más fácil, y más mezquino, criticar que proponer. Durante los pasados días, miles de peregrinos llegados a España de los más diversos lugares han compartido con nosotros su alegría. Por ejemplo, la diócesis de Valencia ha acogido más de diez mil durante cinco días. En este tiempo sólo ha resaltado de su presencia el civismo, la alegría y la amabilidad. Su estancia en Valencia no ha costado ni un euro a las arcas públicas. En este caso, el trabajo de Óscar Benavent, delegado de Juventud del Arzobispado, y los centenares de voluntarios que gratuitamente han destinado una parte de sus vacaciones a este evento, lo han hecho posible.

Ahora llegamos a Madrid. La prensa progre ya ha calificado el acto como un complot de agitación católica. Hay que ser burro para no darse cuenta de que este encuentro de la juventud con Benedicto XVI supone una gran manifestación de libertad. Sí, de libertad. La mayoría de los progres tiene una idea errónea de lo que la libertad significa. Veamos, si me apetece algo y lo hago porque me apetece, sólo estoy actuando siguiendo una pulsión. Actúo del mismo modo que lo hace un animal siguiendo un instinto. El hombre es libre en la medida que es capaz de elegir entre distintas opciones según un criterio racional, no de apetencia. Así, cuando alguien asume un compromiso, que implica que le vinculará más allá de la apetencia, es más libre que quien no lo hace, simplemente porque es más racional. Cuando adoptamos una decisión racional negadora del instinto, nos hacemos más personas y nos alejamos más de los animales. Esto es muy fácil de entender y muy difícil de asumir.

Millares de jóvenes van a decirle al Papa que cuente con ellos, que todo en el mundo no es dinero y carne, que hay valores superiores asumibles por la razón que superan la barrera del instinto. No es que estos jóvenes no tengan las mismas pulsiones que el resto, la diferencia está en la asunción racional de la norma moral superadora de la tiranía del instinto. Por eso la JMJ es entre otras muchas cosas una manifestación de libertad, y por eso, si Dios quiere estaré en Madrid acompañando a todos estos jóvenes en su testimonio de amor a la libertad.


Libertad Digital - Opinión

Comecuras. Por Angela Vallvey

Resulta sorprendente, pese a todo, la aspereza con que una parte de la opinión pública y ciertos medios de comunicación –que no hace tantos años hubiesen tratado el asunto con distancia, incluso con respeto– se preparan estos días para recibir al Papa, dispuesto a presidir en Madrid la Jornada Mundial de la Juventud. El alboroto anticlerical que ha suscitado la visita de Benedicto XVI tiene gusto y resabios de antaño. Añejas inquinas, militancia anticuada, asuntos sin resolver de orden casi psicoanalítico con lo sagrado, un odio tan feroz hacia la Iglesia Católica que parece una emoción de orden familiar. Anticlericalismo popular; «rojo» (así se autodenominan muchos de quienes se sienten ofendidos por el acontecimiento); anticlericalismo que pretende ser ilustrado, como si Voltaire fuese a encabezar una de esas procesiones ateas que se han anunciado como reacción a la ceremonia católica. «Ese fanatismo compuesto de ignorancia y superstición que ha sido la enfermedad de casi todos los siglos», que diría el francés, parece vivir ahora mismo bajo el pecho de quienes se declaran contrarios hasta el enojo a la celebración de la JMJ 2011. «Que se va a gastar dinero público en un asunto que debería ser de orden particular, porque la religión es algo privado», exclaman a grito pelado los anti-Papa. La verdad es que el dinero público que se consumirá en el acto es una nadería. Y se antoja incluso menos si lo comparamos con otras celebraciones subvencionadas que tienen lugar en la capital, que se producen todos los años, y por las que nadie protesta pese a que afectan a una minoría de la población. Mucho será, sin embargo, el dinero que dejen los peregrinos en su empeño (incluso están alquilándoles pisos a precios abusivos). Alegan que la jerarquía católica está podrida, como si viviésemos en una época de esas en las que el abad se inflaba a beber vino, asar perdices y faisanes, tener hijos ilegítimos con su ama de llaves y construir palacios. Como si el Arcipreste de Hita oficiara las misas televisadas. Como si una oligarquía sacerdotal tuviese influencia política hoy día (no lo parece: basta con echar un vistazo a las leyes de los últimos dos gobiernos). Resulta sorprendente, pese a todo, tanta beligerancia anticatólica. Desde luego. Pero es tanta y tan rabiosa que corre el peligro de pasarse de rosca y dejar de ser efectiva como propaganda.

La Razón - Opinión

JMJ. ¿Qué dicen los peregrinos? Por Agapito Maestre

¿Son huecos, pues, los mensajes de los peregrinos? No me atrevería a decirlo con esa palabra, pero, en mi opinión, no ayudan a resolver los gravísimos problemas que tiene la Iglesia en el mundo y, sobre todo, en España.

Desde el otro extremo de Occidente, más concretamente de la Rusia europea, una persona que ha vivido largo tiempo en el centro de Madrid me pregunta por los miles de peregrinos convocados por la JMJ. ¿Qué dicen y qué quieren? ¿Qué expresan sobre el sentido de su peregrinación? ¿Qué mensajes transmiten sobre la situación del mundo? ¿Cuáles son sus propuestas para ayudar a solucionar los miles de problemas que tiene la propia Iglesia Católica en el mundo y, sobre todo, en España? Las preguntitas tienen su tener. Y es que la gente rusa, como casi todos los pueblos pasionales de las partes extremas de Europa, va al grano. No se anda por las ramas. Quieren saberlo todo y pronto.

Sus preguntas son realistas, acertadas, pero yo, un simple observador del acontecimiento, no sé cómo podría contestarlas. La tele y el resto de medios de comunicación ya están informando y contestando algunas de esas preguntas. Mi impresión no es muy distinta de la de los medios: hay miles de personas por todo Madrid que reflejan en sus rostros un espíritu de fiesta. Quizá sus risas y cantos resulten, en una época tan cruel como la que vive España y el mundo, un poco exageradas. Quizá sea cosa de jóvenes. Es como si hubiéramos pasado de un modelo de joven cristiano sombrío y cabizbajo, preocupado y sufriente por todos los males del mundo, a uno muy contento y risueño que se lo pasa estupendamente haciendo turismo.


Salgo a la calle para contrastar mi percepción, y como toda percepción fragmentada, de estos peregrinos, pero real y directa para evitar caer en arbitrariedades y subjetivismos. Quiero que las preguntas formuladas en Rusia tengan unas respuestas más o menos objetivas. Ajustadas a lo que dicen la mayoría de los peregrinos. Paseo por el centro de Madrid y veo grupos de jóvenes venidos de todas las partes del mundo. Al instante recuerdo las palabras del máximo organizador del acontecimiento: esto es una gran movida. Rouco tiene razón. La Iglesia aún hoy tiene capacidad de organización. La experiencia siempre es un grado. Impresionante. Resulta que hay multitudes por las calles, pero uno no se siente aprisionado ni devorado, como en otras ocasiones, por unas masas amorfas; tengo la sensación de que veo personas, individuos civilizados, exageradamente civilizados...

Ríen, ríen y ríen. Es como si quisieran demostrar que están alegres, muy alegres, excesivamente alegres. Me acerco a ellos y pregunto por el sentido de su visita. Los mensajes son cortos, muy cortos, ciertamente contundentes, pero, a veces, son tan breves que empiezo a pensar que están un poco vacíos. ¿Huecos de doctrina y mensaje? Es como si quisieran evitar conflictos. No sé si hablar de rehuida de los problemas. En verdad, no lo sé, pero creo que no quieren enfrentamientos de argumentos. Eso no significa en modo alguno que oculten lo esencial. En efecto, todos quieren dar testimonio público de su fe. Bien. Quieren ver y escuchar a su gran "líder" espiritual: el Papa. De acuerdo. Vienen a encontrarse con otros jóvenes católicos de otras partes del mundo. Estupendo.

Pero, en un mundo con tantos problemas, ¿cuáles son los grandes mensajes que transmiten estos peregrinos cristianos? No me refiero a los discursos de los obispos y sacerdotes, ni a lo que se diga en los cientos de conferencias y actos culturales, menos aún me refiero a homilías, sermones, etcétera. Tampoco estoy hablando de las palabras que todos esperamos de Benedicto XVI. Me refiero a los tipos de mensajes que transmiten estos jóvenes venidos de todas las partes del mundo. De esos mensajes, por desgracia, poco, casi nada, puedo extraer para contestar a las preguntas llegadas de Rusia. ¿Son huecos, pues, los mensajes de los peregrinos? No me atrevería a decirlo con esa palabra, pero, en mi opinión, no ayudan a resolver los gravísimos problemas que tiene la Iglesia en el mundo y, sobre todo, en España.


Libertad Digital - Opinión

Castilla-La Mancha. Por José Antonio Vera

No pueden ser más preocupantes las noticias que llegan estos días de Castilla-La Mancha. Se ha hecho allí, en los años pasados, una gestión económica irresponsable, descuadrando las cuentas, dejando 90.000 facturas sin pagar, gastando en unos meses el presupuesto de un curso completo, entregando una herencia envenenada, con empresas públicas quebradas, una administración hinchada, gastos de representación exagerados y organismos innecesarios. Dijo el equipo socialista saliente que había impagados equivalentes a 700 millones de euros. La cruda realidad es que esa cifra se eleva a dos mil millones.

La situación es tan grave que el nuevo Gobierno se encuentra maniatado y con pocas opciones a la hora de abordar los problemas de la región. Pero, dado que los votantes le han elegido para hacerlo, debe ponerse manos a la obra cuanto antes para cambiar de arriba abajo la faz de una autonomía que ha de ser modelo de gestión y ejemplo para las demás.


Bajo mi punto de vista, si el nuevo Ejecutivo popular encuentra razones para ello, la primera medida que debería estudiar es si procede o no denunciar formalmente la actuación de alguno de los anteriores gestores por negligencia. Los políticos en España, y por supuesto los autonómicos, deben saber que gobernar no es gastar sin parar ni comerse en cinco meses el presupuesto del año entero. Gobernar ha de equivaler a gestionar con transparencia. Si hay que denunciar a alguien por haber malversado o malgastado, que se haga. A partir de ahí, el nuevo gabinete tiene la obligación de dedicarse por entero a su comunidad para enderezar la situación cuanto antes.

Hemos visto estos días el conflicto de los farmacéuticos. Se queja este colectivo de que lleva cuatro meses sin cobrar de la Administración, que necesita ese dinero para pagar a los proveedores y que, de no disponer de él, muchas farmacias rurales se van a ver en la obligación de cerrar, pues carecen de ingresos para seguir adelantando el pago de los medicamentos que dispensa el servicio de salud.

La situación es grave, y los farmacéuticos tienen razón. La solución que se les da, endeudarse a cuenta de su patrimonio, no puede ser más peregrina. Algunos boticarios deben ya medicamentos a los laboratorios por valor de 30.000 euros, y el único motivo de esa deuda es que la Administración no les liquida.

La solución al problema no puede ser la de tratar a estos colectivos como si fueran delincuentes. Protestan porque tienen razón. La Junta ha de pagar y hacerlo en tiempo y forma. Los boticarios reclaman lo que les corresponde y el gobierno castellano-manchego debe buscar una solución al problema. ¿Qué diría el señor Echaniz, actual consejero de Sanidad, si llevara cuatro meses sin percibir su salario? Pues el mismo derecho que tiene él a cobrar lo tienen los demás.

La situación en Castilla-La Mancha es tal que es el momento de dedicarse al cien por cien a la región. El PP no puede decepcionar a las decenas de miles de ciudadanos que han confiado en él para que salven a esta Comunidad de la quiebra.


La Razón - Opinión

Crecimiento. Al Gobierno no le salen las cuentas. Por Emilio J. González

Casi tenemos servida la crisis de deuda para el próximo otoño porque las cosas van peor de lo que se dijo y porque el Gobierno ni hace nada al respecto ni adelanta las elecciones para que puedan venir otros a poner orden en el presupuesto.

Permítanme hacer un poco de memoria. Durante el último Debate sobre el estado de la Nación, el presidente del Gobierno nos trajo la buena nueva de que la economía española estaba acelerando su crecimiento durante el segundo semestre del año. Eufórico por ello, Zapatero dio alas a sus dotes de adivino y, ni corto ni perezoso, nos dijo que la economía española concluiría el ejercicio con una tasa de crecimiento algo superior al 1%. Y, ya puestos a realizar vaticinios prodigiosos, nuestro particular Merlín de la economía y la política nos permitió entrever en 2012 un futuro en el que volvería la creación de empleo. Desde luego, no sé quién es el responsable en Moncloa de las previsiones económicas, pero, a la luz de los datos que acaban de publicarse sobre la evolución de la actividad productiva en nuestro país en el periodo abril-junio, habría que despedirle ya mismo porque no ha dado ni una. La economía no va a más, sino a menos, y ya nos podemos ir olvidando de la creación de empleo, si es que alguien, en algún momento, llegó a creérselo.

La cuestión verdaderamente importante, en cambio, no es si Zapatero nos mintió o no cuando avanzó semejantes pronósticos, porque faltar a la verdad ya se ha convertido en él en norma y porque, a fin de cuentas, ya es un presidente, y un político, amortizado. Por lo que de verdad tenemos que preocuparnos ahora es por lo que va a pasar con las cuentas públicas de aquí a fin de año, o de aquí a las elecciones. Los datos de crecimiento económico que acabamos de conocer son peores que el peor de los escenarios barajados por el Gobierno y amenazan con deteriorarse todavía más y devolvernos de lleno a la recesión. Las consecuencias presupuestarias de este comportamiento son obvias: una recaudación tributaria muy por debajo de lo previsto y mayores pagos en prestaciones por desempleo debido a un incremento del paro mayor de lo estimado, todo ello en medio de la grave crisis fiscal que azota a este país. En resumen, que las previsiones de déficit público para este año no se van a cumplir ni de lejos.

Lo que viene a continuación ya se lo pueden imaginar: en cuanto los mercados se percaten de ello, que será más bien pronto que tarde, van a volver a meter más y más presión sobre la deuda española. Vamos, que casi tenemos servida la crisis de deuda para el próximo otoño porque las cosas van peor de lo que se dijo y porque el Gobierno ni hace nada al respecto ni adelanta las elecciones para que puedan venir otros a poner orden en el presupuesto. En resumen, que a ZP no le salen las cuentas: ni las económicas, ni las políticas.


Libertad Digital - Opinión

En busca de un consenso. Por Andrés Aberasturi

¿Quién va a ganar las próximas elecciones? No se sabe, pero sea quien sea -y parafraseando a Pio Cabanillas, pero al contrario- no será de los míos. Porque ay del victorioso y de las medidas que tendrá que tomar. Y es que estamos viviendo un absurdo paréntesis de nada, un desangre inútil entre el desastre de ayer y la tragedia de mañana. Lo decían los periódicos: ni empresas ni familias reciben créditos; la cantidad prestada por los bancos en el primer semestre de este año es la más baja desde 2003 y la concesión de préstamos se ha desplomado un 52% frente a 2007. En resumen: hoy por hoy España es un país subsidiado y sin financiación. Pillar así la presidencia del Gobierno es para masoquistas porque, para rizar aun más el rizo, el problema no se limita sólo a las medidas urgentes y sin duda dolorosas que hay que tomar y puertas adentro, sino contar con lo que ocurra en Europa y en EEUU.

Si fuéramos serios, si España tuviera conciencia real de cuál es la situación, el ganador de las próximas elecciones y la oposición mayoritaria y los dos partidos nacionalistas harían lo que ahora parece que empiezan a vislumbrar algunos: unir fuerzas y renuncias por el bien de todos. No se trata de reeditar los Pactos de la Moncloa porque aquello ocurrió en otro tiempo y con otros problemas, pero si habría que rescatar el sentido de la responsabilidad que entonces hubo en la derecha y en la izquierda, en la patronal y en los sindicatos para salir de aquella trampa que hubiera podido dar al traste incluso con la recién estrenada democracia. Pues estamos otra vez en eso. No nos jugamos el sistema pero si el futuro que cada vez es más presente y algo hay que hacer para salir del túnel además de mirar hacia Alemania.

¿Y quién debe dar el primer paso para hacer lo que hay que hace? Se supone que el presidente del Gobierno que salga de las urnas, pero tampoco pasaría nada si en lugar de reprocharse las herencias recibidas en las autonomías se buscara sin publicidad un hombre de consenso -por qué no un tipo como J.A Segurado- para organizar los encuentros sobre los que debería edificarse el futuro. Hay otras opciones, claro: seguir con el "y tu más" o esperar el santo advenimiento del rescate o el milagro. Pero perder un día y otro en prometer lo imposible, no conduce a ninguna parte o, mejor dicho, a donde conduce, más vale no llegar.


Periodista Digital - Opinión

Municipios. Por Alfonso Ussía

Soy partidario de fusionar municipios de menos de mil habitantes. Y de menos de cinco mil. En España hay más alcaldes que longanizas. Pero no le falta la razón a Luis María Anson cuando recuerda que las rivalidades y los odios más agudos se dan en España entre los vecinos inmediatos. Y no de municipios pequeños y olvidados. Elda y Petrel, en la provincia de Alicante, están urbanísticamente unidos. Son una misma ciudad. Pero la distancia entre la primera y la segunda es insalvable. Lo mismo sucede con Alcobendas y San Sebastián de los Reyes, en la provincia de Madrid. Se unirán cuando la Capital se trague a las dos, que no tardará mucho tiempo en hacerlo. Madrid con Sanchinarro y las Tablas alcanza hasta la cuesta de Valdebebas, que es ya Alcobendas. Años atrás, el Alcalde del Escorial me pidió que leyera el pregón de las fiestas de aquella localidad serrana. No soy partidario de los pregones. Me causan un acusado alipori. Se trata de quedar bien y elogiar a la Reina de las Fiestas, que no siempre inspira elogios. Los padres al acecho, a ver qué dice el pregonero de la nena. Es un rollo. Me reuní con el Alcalde con una hora de antelación a la lectura del pregón. Y menos mal. De no hacerlo, habría salido del Escorial escoltado por la Guardia Civil. Ignoraba que el Escorial y San Lorenzo del Escorial son dos municipios enfrentados y nada influidos por la imagen de la unidad. La linde la establece la pared sur del Monasterio, o algo así. Hay tramos de setos de boj en el Jardín de los Frailes de San Lorenzo, y hay trechos del Escorial. Un lío morrocotudo. Los españoles no tenemos remedio. Algo parecido sucede en Italia, pero con menor encono. Como ha escrito con su acierto habitual J.A. Gundín en estas páginas, hay centenares de Villarribas y de Villabajos en nuestro país. Muchos de esos ayuntamientos adeudan a la Seguridad Social más que el valor de la localidad entera. Y ese derroche en alcaldes y concejales no lo puede soportar nuestra metastática economía. Pero el remedio es complicado, porque imponer la animadversión por ley es un mal negocio.

Los dibujos acerca del nacionalismo del gran Mingote retratan esa contrariedad constante y creciente. Los nacionalismos catalán y vasco son menos peligrosos que los aldeanismos de la inmediatez. Al fin y al cabo, los nacionalismos periféricos no son más que un negocio sustentado en el chantaje al Estado. La separación se da en los pueblos. Y los odios que vienen de varias generaciones. Y los deseos de escisión no se detienen ahí. Viajaba con el mencionado genio por carretera hacia Villafranca del Bierzo, donde Luis Del Olmo nos había convocado para hacer el programa y comer posteriormente un botillo, esa barbaridad embutida y culinaria berciana. En la tapia de una casa abandonada leímos: «Castilla independiente». ¿Independiente de qué y de quién?, preguntó mi amigo. Alcanzamos Astorga, con su palacio arzobispal gaudiano, verdaderamente estremecedor. Y leímos en un murete: «León, independiente de Castilla». Al menos, los propagandistas de aquella independecia tenían claro de quién querían ser independientes. Superada Ponferrada, y a pocos kilómetros de Villafranca del Bierzo, el mensaje no albergaba ningún espacio para la duda. «El Bierzo, independiente de León». Antonio estaba entregado. «Vivimos en un país de locos», comentó. Ascendíamos por la cuesta que lleva al Parador de Villafranca, cuando un último mensaje nos alegró el desconcierto: «Villafranca, independiente del Bierzo». Una locura sólo asumible desde el humor.

En Italia, Berlusconi ha optado por eliminar centenares de municipios. A ver quién es el guapo que se atreve a hacerlo en España. No le recomiendo que lea pregones en El Escorial.


La Razón - Opinión

Derroche. ¿Y las autonomías no sobran? Por Pablo Molina

El PSOE es el único que se ha atrevido a señalar a las diputaciones provinciales como objetivo a suprimir, pero desde luego no lo hace para evitar a los contribuyentes la pesada carga de financiar a la legión de desocupados que medran en sus estructuras.

Los políticos se preocupan en primer lugar de su bienestar y el de sus correligionarios y si les queda tiempo (y algo de dinero) hacen como que trabajan para preservar el bien común. Es éste un rasgo transversal en toda la clase política, pero en deslealtad hacia los ciudadanos los socialistas baten todas las plusmarcas. Es algo que se aprecia con perfecta claridad en el debate incipiente sobre la reforma de nuestro organigrama administrativo, en que la clase política ha dejado claro ya que, como mucho, "revisará" su funcionamiento para evitar "duplicidades", pero que de eliminar las fuentes de ingresos de decenas de miles de sus militantes, nada de nada.

Los socialistas son los únicos que se han atrevido a señalar a las diputaciones provinciales como objetivo a suprimir, pero desde luego no lo hacen para evitar a los contribuyentes la pesada carga de financiar a la legión de desocupados que medran en sus estructuras, sino porque habiendo perdido el control político de casi todas ellas, el coste para sus paniaguados es prácticamente insignificante. He ahí la solución al enigma de por qué el candidato socialista, tras siete años en el machito, acaba de descubrir que las diputaciones provinciales son órganos administrativos perfectamente inútiles dado el reparto de competencias existente en nuestro sistema institucional.


Si los políticos fueran sinceros con ellos mismos y leales con los contribuyentes acordarían de inmediato una reforma constitucional para eliminar las 17 comunidades autónomas, el mayor desastre político y económico que ha padecido jamás un país civilizado y causa principal de que nuestro futuro común, aún después de que pase la crisis (si es que alguna vez remite), sea perfectamente inviable.

No lo harán, claro, porque ese es el PER de la clase política española, del que viven, y muy bien por cierto, miles de diputados autonómicos y altos cargos con sus correspondientes asesores, todos ellos nombrados naturalmente a dedo.

Ajenos a la realidad y al sufrimiento de los españoles, los partidos políticos acaban de descubrir que "redefiniendo" el papel de las diputaciones provinciales, los problemas financieros provocados por un derroche administrativo sin parangón van a quedar solucionados.

Enhorabuena por el hallazgo y cuidado con los esfuerzos intelectivos. Sobre todo con este calor.


Libertad Digital - Opinión

Merkel y Sarkozy, al rescate

El día en que se hacían públicos los malos resultados económicos de Alemania y Francia fue el elegido por sus dos gobernantes, Merkel y Sarkozy, para reunirse y realizar una serie de propuestas que rápidamente han captado la atención internacional. Destacan la adopción de un impuesto de sociedades común para las empresas de ambos países, lo que probablemente arrastre a los demás; la fijación por ley del techo del déficit en toda la zona euro; la imposición de una tasa a las transacciones financieras; y, anudando a modo de lazo todo el paquete, la creación de una especie de Gobierno económico real que, dirigido por un presidente permanente (han propuesto a Van Rompuy), convoque cada seis meses a los jefes de Gobierno y ejerza las funciones de una verdadera autoridad. Queda aparcada la propuesta de los eurobonos y se reafirma la vigencia del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, dotado con 440.000 millones. En resumen, lo que Merkel y Sarkozy han hecho es dar un paso más hacia la integración fiscal de Europa, de modo que sus socios no sólo compartan la moneda, sino también las mismas bases presupuestarias. El mensaje que se transmite a los mercados es positivo y, sin duda, suaviza la mala noticia del parón económico. En efecto, aunque los analistas y los organismos internacionales habían predicho una ligera ralentización del crecimiento en el segundo trimestre, los datos de ayer son mucho peores. De hecho, la economía de la zona euro ha entrado en punto muerto al frenar la locomotora alemana (sólo un 0,1% de crecimiento) y parar en seco el vagón francés (0%), porcentajes muy alejados de las previsiones: un 0,5% y un 0,3%, respectivamente. España también sufre un retroceso (0,2%, una décima menos que en el primer trimestre), de modo que la tasa interanual baja a un 0,7%, muy alejada de los pronósticos del Gobierno para este año (1,3%). La caída del consumo está en el origen de este brusco frenazo, lo que resulta especialmente negativo para España, ya que el mejor cliente de nuestras exportaciones es Alemania. Ahora bien, esta contracción del consumo responde en buena medida a la falta de confianza en las políticas económicas de los gobiernos y a los nubarrones que aún se ciernen sobre el euro. Por tanto, Europa no podrá hablar con propiedad de recuperación sostenida en tanto no disipe las dudas sobre su sistema financiero mediante la actuación en dos frentes: mecanismos de rescate y control estricto del déficit. En lo que concierne a España, tanto los datos del PIB como los acuerdos de Alemania y Francia colocan al Gobierno de Zapatero ante un escenario más exigente. Es posible que las medidas anunciadas hace diez días por Salgado se hayan quedado cortas. En todo caso, está obligado a restablecer el techo de déficit que en su día puso Aznar. Una de las consecuencias negativas de no crecer al ritmo esperado es que tampoco se recauda lo previsto y no cuadran los cálculos de reducción del déficit. Dicho de otro modo, el Gobierno está obligado a realizar un esfuerzo adicional, bien reduciendo el gasto o bien subiendo los impuestos; o ambas cosas a la vez. Puesto que Salgado ha rechazado aumentar los impuestos, sólo queda una vía: un nuevo tijeretazo del gasto público.

La Razón - Editorial

Un paso adelante

Merkel y Sarkozy lanzan señales esperanzadoras para un mejor gobierno de la eurozona.

Las iniciativas que acordaron ayer poner en marcha la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés, Nicolas Sarkozy, como respuesta a las dificultades que ha atravesado en los últimos tiempos la eurozona, constituyen una señal esperanzadora a medio plazo ante el desafío ineludible de una mayor gobernanza económica de Europa. La idea de crear un Consejo de jefes de Estado y de Gobierno, que presidiría inicialmente Van Rompuy, confirma la voluntad de ir forjando el camino de una mayor integración fiscal de los países de la eurozona y aleja así la posibilidad de un alejamiento de Alemania y de los países más ricos, hipótesis que se insinuaba como uno de los peores fantasmas ante las dificultades de las economías periféricas. Puestos a buscar alianzas, nada mejor que la franco-alemana.

Algunas de las propuestas que lanzaron Sarkozy y Merkel, como la de armonizar para 2013 los impuestos de sociedades en sus dos países o la de compartir criterios para elaborar sus presupuestos, son signos de un nuevo liderazgo del eje franco-alemán en la política europea, en un momento en el que urgía que los países con mayor peso económico asumieran el desafío de llevar el timón ante los recurrentes ataques al euro en los mercados financieros. En la estela de fortalecer el gobierno económico común deben interpretarse los renovados esfuerzos por caminar hacia políticas fiscales comunes o la introducción de una tasa que grave las transacciones financieras. Acaso el punto más controvertido de los sugeridos sea el de incluir en las Constituciones de los distintos países de la eurozona un límite del déficit público, por lo que supondría de inevitable demora al tenerse que aprobar en los respectivos parlamentos nacionales.


Las señales positivas que dieron Merkel y Sarkozy seguramente no producirán euforia alguna en los mercados, que reaccionan ante cuestiones mucho más concretas, ni tampoco son un remedio inmediato para recomponer los daños que esta crisis ha hecho ya en la eurozona. De hecho, la calma que se consiguió en los mercados de deuda pública de la eurozona tras las intervenciones compradoras del BCE no se está viendo acompañada de una mejora en las expectativas de crecimiento económico. Todas las economías avanzadas sin apenas excepción exhiben en el último trimestre una desaceleración que es particularmente significativa en las que hasta ahora podían ejercer una mayor tracción sobre el conjunto de la economía mundial.

La tasa de crecimiento de Alemania, hasta ahora la más dinámica de las economías de la eurozona, ha caído. Frente al 0,5% que anticipaban la mayoría de las previsiones, ha sido un 0,1% la tasa de variación del PIB en el segundo trimestre con relación al anterior; la más baja desde aquella tasa negativa del primer trimestre de 2009. Como admiten las autoridades alemanas, la crisis en el resto de la eurozona y en EE UU ha incidido de forma sustancial en ese debilitamiento, que no es probable que se atenúe en lo que queda de año. Ninguna de las grandes economías clientes de las empresas alemanas crecerá en la segunda mitad del año más que en la primera.

Desde luego no lo harán las de la eurozona, con Francia a la cabeza, que no creció en el segundo trimestre. Detrás de la inquietud generada la semana pasada en esa economía no se encuentra solo ese rumor de degradación de su calidad crediticia, sino la constatación de ese frenazo en el crecimiento y un impacto muy directo en la salud de su sistema bancario. Algo no muy distinto, aunque de intensidad significativamente inferior, a lo que sucede en las otras dos grandes economías de la eurozona, la italiana y la española. Ha sido en ese contexto de inquietante desaceleración donde Sarkozy y Merkel han dado un paso adelante, que servirá para apuntalar el refuerzo del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, previsto para septiembre.


El País - Editorial

En contra del Gobierno económico europeo

Un Gobierno europeo serviría a corto plazo para librarnos de mandatarios irresponsables e ineptos como Zapatero, pero también supondría a largo plazo una inaceptable cesión de soberanía que a buen seguro amenazaría, aún más, nuestras libertades.

La Unión Europea nació como una unión aduanera en la que se instauraba la libre circulación de mercancías y capitales entre sus miembros con un arancel exterior común frente a los no miembros. La idea era mejorable (Sir Winston Churchill, por ejemplo, había propuesto una zona de libre comercio en la que cada Estado tuviese libertad para fijar sus propios aranceles frente a los no miembros y garantizar así una competencia entre los distintos países para desarticular sus nocivas políticas proteccionistas), pero en esencia correcta: favorecer el libre comercio sin mayores pretensiones.

Poco a poco, sin embargo, la idea original fue evolucionando hacia la necesidad de crear un Gobierno europeo en diversas áreas como la energía, la política medioambiental o la competencia, que fue el germen de la insufrible y carísima burocracia de Bruselas que hoy padecemos. La pretensión iba siendo la de erigir unos Estados Unidos de Europa que pudieran plantearle cara a la superpotencia americana y que fueran su contrapeso después del hundimiento de la URSS.

La ocurrencia, aparcada durante mucho tiempo, ha cobrado nuevos bríos con la actual crisis de deuda que atenaza al Continente. Al parecer, se nos dice, el hecho de que algunos miembros de la UE tengan una moneda común exige la creación de un Tesoro comunitario que elabore un Presupuesto único para toda la Eurozona y que pueda emitir los famosos eurobonos; un objetivo futuro cuyo primer paso sería, precisamente, el consejo de jefes de Estado y de Gobierno que ayer aprobaron Sarkozy y Merkel. En realidad, no obstante, la supervivencia de la moneda única sólo necesita que todos los Ejecutivos nacionales liberalicen sus mercados y cuadren sus propios presupuestos, tal como se establecía, pese a que se ha incumplido, en el Tratado de Maastricht.


Es lógico que Alemania no quiera emitir eurobonos y, por tanto, avalar la solvencia de la periferia europea sin disponer de herramientas que le permitan intervenir directamente en las finanzas de esos Estados. Asimismo, a nuestros políticos nacionales les resulta harto conveniente que la responsabilidad de recortar los gastos de las Administraciones Públicas no recaiga sobre ellos sino en una nueva y lejana autoridad comunitaria. Pero a los europeos, tanto españoles como alemanes, nada nos conviene menos que acrecentar el tamaño y las competencias de un ya desbocado Leviatán supranacional.

Un Gobierno económico europeo puede que nos sirva a corto plazo para librarnos de mandatarios irresponsables e ineptos como Zapatero, pero también supone a largo plazo una inaceptable y peligrosa cesión de soberanía que a buen seguro amenazaría, aún más, nuestras libertades. De hecho, basta con observar cuáles son algunas de las primeras medidas que ese Ejecutivo comunitario ha sugerido adoptar: aprobar una tasa Tobin dentro de la UE y armonizar los Impuestos de Sociedades nacionales para eliminar la competencia fiscal entre ellos.

Nada de esto sucedería si PP y PSOE se pusieran manos a la obra para cumplir con sus obligaciones, entre ellas el mentado Tratado de Maastricht. Pero incluso reconociendo la imposibilidad de que ambas formaciones acepten comportarse de manera diligente, sería preferible que nos limitáramos a trasponer a nuestras constituciones la prohibición de incurrir en déficit público o incluso que defendiéramos una intervención temporal del FMI o de Bruselas en nuestras finanzas.

Un Gobierno económico europeo sería la peor de las opciones posibles, pues significaría estar permanente e irreversiblemente intervenidos. No sólo habríamos quebrado como economía, sino también, y lo que es peor, como Nación. Que la crisis económica no nos lleve a adoptar disparatadas decisiones de las que con toda seguridad nos arrepentiremos en el futuro.


Libertad Digital - Editorial