jueves, 18 de agosto de 2011

¿Por qué esa inquina de la izquierda hacia la visita del Papa? Por Federico Quevedo

Cientos de miles de peregrinos invaden ya las calles de Madrid a la espera de que hoy llegue a la capital de España su líder espiritual, el Papa Benedicto XVI. Si todos los seres humanos fuéramos capaces de manifestar una actitud comprometida con la tolerancia y el respeto a las ideas y creencias de los demás, esta visita del Papa y este encuentro mundial de la juventud entorno al 'jefe' de los católicos no tendría por qué tener ninguna clase de contratiempo y se limitaría a ser una multitudinaria manifestación de fe que no tiene por qué hacer daño a nadie ni molestar. Pero no es así. La tolerancia y el respeto no funcionan igual para todos, no tienen el mismo recorrido dependiendo de la dirección de partida y la de llegada. Hacia la izquierda, la exigencia de tolerancia y respeto es absoluta. Hacia todo lo demás, depende.

Es la izquierda la que marca las reglas del juego, la que otorga certificados de demócratas, la que expande su determinada moral fundamentada en el peor de los relativismos, la que etiqueta en función de los parámetros que ellos mismos marcan: si se produce un determinado porcentaje de casos de pederastia entre educadores escolares, no todos los profesores son pederastas y por supuesto nadie dice que el Ministerio de Educación sea permisivo con ellos. Pero si aun siendo menor el porcentaje éste se da entre curas, la Iglesia es inmediatamente acusada de permisividad y se acaba acusando a todos los curas de un delito gravísimo que debe ser penado con la cárcel.


Y en comunión con su idea de la tolerancia y el respeto, ahora la izquierda la ha tomado con la visita del Papa a España, un Papa al que se le ha acusado de todo, pero que en realidad es probablemente uno de los pontífices de mayor altura intelectual que se haya sentado en la silla de Pedro y uno de los herederos de ese trono que con mayor rigor y firmeza han exteriorizado la doctrina de la Iglesia.

Y quizá sea precisamente eso lo que a la izquierda le solivianta. Esa misma izquierda que sin haber superado nunca sus fantasmas del pasado, sin haber renunciado nunca a sus excesos, sin haber pedido nunca perdón por sus abusos, sin haber sabido adaptarse a los tiempos le pide con una total ausencia de tolerancia y de respeto a la Iglesia que se modernice; que se modernice ¿de qué?
«Hoy llega el Papa a España y, en realidad, lo que teme la izquierda es que esa visita sirva para encender la llama de una revolución silenciosa -o no tanto- contra la doctrina del relativismo de la que tanto se ha aprovechado nuestra progresía patria.»
La Iglesia no es una ONG, por más que cumpla una amplísima labor social, ni es un partido político aunque dé apellido a algunos de ellos, la Iglesia es la casa de Dios y aunque es verdad que a lo largo de la Historia ha ido adaptando sus formas a los cambios que se han producido en la sociedad, también lo es que lo que no ha cambiado nunca es su doctrina, y es ahí donde la izquierda exige algo imposible: que la Iglesia deje de ser Iglesia.

¿Por qué esa inquina? Si uno lo piensa razonablemente, no tiene sentido alguno: ni la Iglesia ni los Papas imponen nada a nadie, la Iglesia -al contrario de lo que sí hacen otras religiones- no obliga a los gobiernos a legislar en una determinada dirección aunque hace uso de su derecho a dar su opinión sobre algunas de las leyes que le afectan.

Y, sin embargo, a la izquierda le molesta que la doctrina de la Iglesia, que la enseñanza del Papa, se posicione en contra del aborto o de considerar matrimonio lo que ella considera que no lo es. ¿Ha impedido la Iglesia que se aprueben los matrimonios gays o el aborto? No, no lo ha hecho. Lo ha criticado, y ha hecho pedagogía entre sus fieles, pero no condiciona la tarea del Gobierno. Lo que ocurre es que la Iglesia es apostólica, y eso es lo que le molesta a la progresía que se considera con el único derecho a buscar 'fieles'.

Lejos de ir a menos, el mensaje de Cristo se extiende de nuevo con mayor fuerza, y en tiempos difíciles como los actuales la mirada hacia la fe se vuelve de nuevo muy intensa, y la izquierda teme perder su hegemonía entre una juventud que empieza a abonar las actitudes complacientes y acomodaticias y se identifica con el mensaje del esfuerzo y el sacrificio para conseguir algo bueno y positivo, y además quiere que otros también se sientan mejor dentro de la fe.

Pero esto, para la izquierda, es intolerable lo cual, por otra parte, dice mucho de su verdadero talante y de su capacidad -nula- para asumir el pluralismo como esencia misma de la convivencia humana. Hoy llega el Papa a España y, en realidad, lo que teme la izquierda es que esa visita sirva para encender la llama de una revolución silenciosa -o no tanto- contra la doctrina del relativismo de la que tanto se ha aprovechado nuestra progresía patria.


El Confidencial - Opinión

Bono. Rumbo de colisión. Por Eva Miquel Subías

"Mi posición personal sería la de no estar". Típica contestación de quien considera que el destino debe imponerse a su propia voluntad.

No revelo nada nuevo si les digo que no son pocos los socialistas españoles que han empezado a organizar sus bártulos para la recogida aunque sólo sea de manera virtual. Así, van preparándose mentalmente para un más que probable desalojo de sus aposentos poco después de zamparse unas castañas y unos pocos panellets en plena fiesta otoñal.

Hay quien, ante el panorama que se le avecina, comienza –de manera más tímida o más descarada– a mover sus contactos para una salida profesional lo más vistosa posible. Decorosa a lo sumo. Hay quien no debe preocuparse demasiado al respecto, sea por la permanente protección de su partido, sea por tener más recursos que otros. Y siendo justa debo añadir a todos aquéllos que una vez cesados de sus cargos regresarán al puesto de trabajo que ocupaban antes de ser seducidos por la cosa pública.

José Blanco, sin ir más lejos, es de los eternos protegidos. Y si el manto calentito de Ferraz le dejara al descubierto en alguna ocasión, la Paramount Comedy le haría gustosamente un hueco como artista invitado sin la necesidad de currarse un sesudo e ingenioso guión. Con expresarse como lo viene haciendo de manera habitual sería más que suficiente para un buen monólogo. Ocurrente como pocos.


Y por supuesto, siempre hay espacio para los autodenominados imprescindibles. Estos son los que me chiflan. No saben ustedes lo que abunda en política este género. Precisamente donde más se ha comprobado que nadie lo es, aunque ostente el título. Luego, ni siquiera ellos mismos llegan a echarse de menos, pero son unos auténticos especialistas en hacer creer a toda una nación en su indispensabilidad.

Uno de los que se encuentran orgullosos de pertenecer a este selecto grupo es sin duda José Bono. Ahí lo tienen, abriendo paso a una legión de periodistas cruzando la pasarela que separa el río frente a la casa que le vio nacer en su pequeña localidad albaceteña. Mostrando su power dressing en su absoluta plenitud, como bien seguro añadiría el estilista Josie siempre atento a las tendencias, de la misma manera que yo presto atención a sus expresiones. Debería anotarlas; me parecen lo más.

Sigo que me descentro. "Mi posición personal sería la de no estar". Típica contestación de quien considera que el destino debe imponerse a su propia voluntad. Algo así como que el interés nacional debe anteponerse a los deseos mundanos. Cualquier político sea del color que sea habría contestado sí, no o dependerá de lo que decidan los órganos competentes de mi partido, pero esos pertenecen a la categoría de simples mortales. Don José está siempre por encima. Faltaría más.

Pues si su posición personal es la de no estar, que no esté. Nadie se lo va a impedir. Tampoco es tan complicado. "Yo estoy ligero de equipaje... Ya he degustado los frutos..." y cursilerías varias para decir aquello de sí, no, bueno, pero, tan característico de los pertenecientes al club de los especiales. Y una servidora está cada día más perezosa para entrar en según qué jueguecitos y maniobras a corto y a medio que ya resultan mortalmente aburridas.

Escribo estas palabras en el mar, con lo que debería aparentar más relajación. Será que hoy tengo unos de esos días en los que a mi alrededor sólo veo rumbos trazados al antojo de cada cual. Sin tener en cuenta el de los otros. Y en el caso de nuestro amigo, con riesgo siempre de colisión. Que lo anote Rubal.


Libertad Digital - Opinión

Chapuzas. Por Daniel Pipes

La Casa Blanca ponía en práctica la semana pasada dos estratagemas inmaduras que pusieron de relieve las políticas engañosas de aficionado que sigue la Administración Obama en Oriente Próximo islámico de una forma dolorosamente obvia.

El primer caso se refiere a la espinosa cuestión de su posición jurídica respecto a Jerusalén. En 1947, la ONU dictaminó que la ciudad sería «corpus separatum» (instancia independiente). Años más tarde, y a pesar de muchos cambios, la legislación estadounidense sigue sosteniendo esta disposición. Ignora que Israel declaró Jerusalén oeste su capital en 1950 y la totalidad de Jerusalén en 1980. El Ejecutivo llega a saltarse una ley de1995 que obliga a desplazar su embajada a Jerusalén y una ley de 2002 que obliga a que los formularios reconozcan como nacidos en Israel a los estadounidenses nacidos allí.

Poniendo en tela de juicio esta política, los padres estadounidenses de Menachem Zivotofsky, oriundo de Jerusalén, exigieron que en su pasaporte le cuenten como nacido en Israel. Cuando el Departamento de Estado se negó, los padres acudieron a los tribunales; su caso llega estos días al Tribunal Supremo. Las cosas empezaron a ponerse interesantes el 4 de agosto, cuando Rick Richman, del «New York Sun», destacaba que «La Casa Blanca reconoce en su propio portal que Jerusalén está en Israel –como reconocen el Departamento de Estado y la CIA en los suyos–».


El 9 de agosto, Daniel Halper, del «Weekly Standard», reiteraba la exposición de Richman. Dos horas más tarde, Halper informaba de que «aparentemente la Casa Blanca ha examinado su portal, limpiando cualquier referencia a que Jerusalén se encuentre dentro de Israel». Alguien del gabinete de la Casa Blanca esperaba salir airoso de una chapuza.

La segunda chapuza se refiere a la lista de invitados de la cena de iftar (cena que corta el ayuno durante el Ramadán) celebrada en la Casa Blanca el10 de agosto. Ésta facilitó una lista de invitados que incluía a congresistas, diplomáticos y «líderes de la comunidad». Pero la investigación abierta por el Investigative Project on Terrorism demuestra que la lista no incluía a los islamistas estadounidenses asistentes a la cena: Haris Tarin, del Consejo Musulmán de Relaciones Públicas; Mohamed Magid, de la Sociedad Islámica de Norteamérica, y a Awais Sufi, del grupo Activistas Musulmanes.

La Casa Blanca no invitó a un solo representante del colectivo musulmán antiislamista Coalición para el Liderazgo Islámico, cuyos estatutos proclaman el objetivo de «defender la Constitución, respetar el pluralismo religioso, proteger la seguridad estadounidense y cultivar la diversidad en el islam».

Estos dos trucos en dos jornadas hacen dudar de la moralidad y la cordura del gabinete de Barack Obama. Por separado, estas payasadas merecen condena; juntas, simbolizan el rumbo de una Administración fracasada en estado de pánico a causa de su popularidad en mínimos y que intenta reanimar su fortuna como sea. Más concretamente, los dos incidentes señalan la quiebra de las políticas de la Administración en Oriente Medio y el mundo islámico. La arrogancia de 2009 sigue vigente, templada ahora por el fracaso estrepitoso y la desesperación.


La Razón - Opinión

Aldeanismo. Por Martín Prieto

En su lecho de muerte Pío Baroja admitió que se iba sin entender para qué servían dos cosas: las diputaciones provinciales y las mujeres. Descontando la sardónica misoginia de don Pío, al menos en lo de las diputaciones no le faltaba razón. Italia es un país sentimentalmente siervo de la gleba, tanto como nosotros, y los tremendos recortes municipales y provinciales de Berlusconi darán lugar a un resurgimiento del neorrealismo. Lo de menoscabo de corte y alabanza de aldea es esencialmente latino y mediterráneo, y aunque España sea urbana, el ruralismo lo llevamos en la masa de la sangre y el nombre del pueblo está incorporado al apellido. La reforma territorial de 1833 está envejecida aunque viviéramos en la opulencia, y suprimir las diputaciones es lo más fácil, y lo más complicado por la falta de grandeza de los operadores políticos. El candidato Rubalcaba descubre su obsolescencia porque se ha quedado sin ellas; Convergencia i Unió lo que pretende es sustituirlas por sus vaguerías, desvistiendo a un santo para vestir a otro: Bildu resistirá hasta la muerte la diputación general de Guipúzcoa; y el PP ni que sí ni que no, porque casi todas las diputaciones son una gaviota sobre fondo azul. Así las cosas, pretender agrupar municipios en comarcas es tarea de romanos y de antidisturbios. Creemos que se pueden suprimir pedanías cuando aún lucha La Moraleja por independizarse de Alcobendas. La Aldea Global aún es muy aldeana, y el poder hay que subdividirlo para dar satisfacción y empleo a los profesionales de la nada.

La Razón - Opinión

Gobierno económico. ¿Nos dirán la verdad?. Por Jaime de Piniés

¿Cómo es posible que se le exija tanto a un Berlusconi que ha decidido recortar la estructura administrativa del país, entre otras medidas contundentes, y tan poco a Rodríguez Zapatero?

La reunión de Merkel y Sarkozy para salvar el euro ha sido decepcionante. No ha habido acuerdo sobre los eurobonos que el mercado esperaba como una solución "definitiva" a la crisis fiscal en la zona euro. Según estos mandatarios, los eurobonos, si es que llegan, serán la culminación del proceso y no una solución en el corto plazo. Y para alcanzar ese punto culminante se apuesta por una integración fiscal mayor que, en el caso español, supone, sobre todo, poner límites al déficit público en todas las administraciones públicas. A Merkel y a Sarkozy les gustaría que se incorporase este límite en nuestra constitución pero la ministra Salgado ya ha aclarado que con solo cumplir la condición sería suficiente.

Y así llegaremos al día 19 de agosto, fecha en la que un Consejo de Ministros pretende adelantar el cobro de los pagos anticipados del Impuesto de Sociedades para las empresas de gran dimensión y algo relacionado con los fármacos con un posible ahorro para el Estado en el año 2011 de unos 5.000 millones de euros, pero a expensas de incrementar el déficit en años venideros.


Como indiqué la semana pasada, nuestra capacidad para tomar decisiones está ya altamente comprometida pues lo único que evita que la prima de riesgo de España vuelva a ponerse en los 400 o más puntos básicos en comparación con el bono alemán es la presencia compradora del BCE. Con esta espada de Damocles sobre nuestras cabezas, no se entiende como la respuesta de nuestro Gobierno es tan tímida, especialmente en comparación con Italia, país que a la fecha viene comportándose como España, pero con mucho menos pasivo neto exterior (20% del PIB en el caso italiano versus el 90% en el nuestro). ¿Cómo es posible que se le exija tanto a un Berlusconi que ha decidido recortar la estructura administrativa del país, entre otras medidas contundentes, y tan poco a Rodríguez Zapatero?

Creo que la respuesta más convincente es que los italianos han sido transparentes y han informado al público del compromiso adquirido con el BCE para mantenerlo operativo comprando deuda pública y que nuestro Gobierno todavía no lo ha hecho. Quizá salgamos de dudas este viernes o la semana que viene. Lo que está meridionalmente claro es que desnudar a un santo para vestir a otro no va a ninguna parte.


Libertad Digital - Opinión

Gobierno económico. Los vicios del acuerdo Merkel-Sarkozy. Por Emilio J. González

Franceses y alemanes empiezan a dar pasos hacia una armonización fiscal, que será al alza, que acabarán pretendiendo imponer a todos.

El esquema de gobierno económico del euro que han esbozado Merkel y Sarkozy dista mucho de ser el bálsamo de Fierabrás que cure todos los males de la unión monetaria europea. El eje franco-alemán pretende que todos los países miembros del euro pongan límites constitucionales al déficit presupuestario con el fin de que, en el futuro, no vuelva a repetirse una experiencia como la actual crisis de la deuda que ponga de nuevo en peligro a la moneda única. Del acuerdo que alcanzaron ambos mandatarios el pasado martes, esta es la parte más positiva ya que, al menos en teoría, impedirá que la respuesta de los distintos Gobiernos nacionales a situaciones económicas difíciles sea acudir de nuevo a las tan inútiles como nocivas recetas keynesianas de estímulo artificial de la demanda a través de un mayor gasto público, como ha hecho nuestro Ejecutivo desde que se inició la crisis. La aplicación práctica del resto del acuerdo, en cambio, puede crear muchos más problemas que los que pretende corregir.

El acuerdo para crear un gobierno económico del euro, de entrada, nace lastrado por los mismos vicios que afectan a la mayor parte de las instituciones europeas. Me refiero a que, en lugar de erigir una verdadera institución de gobierno, democrática y responsable ante la ciudadanía europea y sus representantes parlamentarios, Merkel y Sarkozy vuelven a la gastada formula de un consejo europeo en el que todos los países tienen voz y voto y, por tanto, en el que volverán a primar los intereses nacionales particulares frente a los comunitarios más generales. Este sistema de gobernanza de la Unión Europea se ha mostrado ineficaz dado el alto grado de integración económica alcanzado, debido a que la lógica coordinación de políticas económicas ha sido más un deseo que una realidad, ya que todos, empezando por Alemania, ha optado por hacer la guerra por su cuenta, con independencia de que los germanos tuvieran razón a la hora de aplicar una política deflacionista para recuperar competitividad. El problema es que lo hicieron ellos solos, sin tener en cuenta a los demás y, con ello, dieron lugar en parte a la actual crisis del euro. Todo esto se evitaría con la creación de un verdadero órgano de gobierno europeo, democrático y responsable de su gestión ante los ciudadanos. Sin embargo, como ello implica que Francia y Alemania pierdan la capacidad de actuar por su cuenta y según sus propios intereses, volvemos a caer en el mismo error que pretendemos corregir.

Por último, la propuesta franco-alemana implica el imponer a los demás un modelo económico con demasiado peso de lo público –el Estado administrativista francés y la economía social alemana– que requiere de impuestos altos para mantenerlo. Por ello, franceses y alemanes empiezan a dar pasos hacia una armonización fiscal, que será al alza, que acabarán pretendiendo imponer a todos, lo cual es un error porque no todos los países del euro cuentan con la misma estructura económica ni con el mismo grado de desarrollo de su sector industrial que Francia y Alemania. Si el euro tiene que sobrevivir, no será a través de una uniformidad imposible, sino mediante la aceptación de la pluralidad. En caso contrario, al proyecto de construcción europea puede que le espere un importante y quizá definitivo revés.


Libertad Digital - Opinión

Catolicismo español. Por José María Marco

A veces damos por natural que el Papa nos visite a los españoles con la frecuencia con la que lo hace. Damos por supuesto que eso se debe a la contribución católica a la identidad española, algo que subrayó el cardenal Rouco Varela en la inauguración de la JMJ. Esa contribución sigue viva, a pesar de que las luchas ideológicas de los dos últimos siglos, así como las cifras de secularización, se correspondan a las de los demás países europeos, con mayor dramatismo en el caso español.
También tiene algo que ver lo que los españoles, a lo largo de nuestra historia, hemos aportado al catolicismo. Hubo un tiempo en el que el concepto y el término de Occidente se identificaban con la Cristiandad. No hace falta recordar el papel que durante diez siglos tuvo España en la lucha terrible entre dos religiones y dos culturas relacionadas en más de un punto. Esta historia es demasiado lejana y en cierto modo poco edificante, pero nos ayuda a entender que los españoles somos occidentales por vocación y por voluntad, no por un fatalismo de la geografía.


De ahí que el genio español llevara lo cristiano a territorios nuevos, en el arte (por ejemplo, la imaginería, bien representada en la JMJ), en la literatura, pero también en la reflexión política (el Derecho Internacional, o la rebelión ante lo que parecía el irrefutable realismo maquiavélico) y en la vida social (por ejemplo, en la importancia que siempre ha tenido la ley natural en nuestra cultura). España está en la base de la refundación de la Iglesia católica en los siglos XV y XVI, eso que tan absurdamente y durante tanto tiempo se llamó la «Contrarreforma». El catolicismo romano fue, y en parte sigue siendo, una obra española. Y América es occidental, y en buena parte cristiana, por la voluntad y el trabajo de los españoles, que no concibieron la colonización del Nuevo Mundo sin su hispanización y su cristianización.

Esto no quiere decir que el Papa venga a darnos las gracias, aunque algunos antepasados nuestros del siglo XVI, conscientes de lo que significa ser español, habrían dado por supuesto que así debería ser. El Papa viene a España porque nuestra contribución al catolicismo ha hecho de nuestro país una nación estratégica para la Iglesia católica. Lo que pasa aquí tiene repercusiones inmediatas y de largo alcance, que a veces los españoles no sabemos ver: en América, muy fundamentalmente, pero también en otros países, entre ellos los europeos. El debate sobre el laicismo anticlerical de estos últimos años se ha seguido con gran interés fuera, y como eso, otras muchas polémicas que han sacudido en estos años la sociedad española. En contra de lo que pensaron sus promotores, el catolicismo parece estar saliendo reforzado, y con él algunos postulados morales de fondo sobre la vida y la religión en la sociedad. Lo que estamos haciendo estos días los españoles, católicos o no, tendrá consecuencias en todo el planeta. Consecuencias, por cierto, inmensamente positivas.


La Razón - Opinión

Gobierno económico. La doctrina de Los del Río. Por Maite Nolla


Que decidan los políticos, que son los que saben. En concreto dos: un francés y una alemana.

Varias decenas de tratados, cientos de normas y miles de artículos, y cuando pasa algo de verdad, digamos que algo gordo, deciden los alemanes y los franceses. El sistema proporcional y ponderado de los votos en relación a la población, que tanto costó establecer y que se modifica cada tres meses y medio, y el régimen de codecisión entre las instituciones comunitarias –que costó más o menos lo mismo y que se reforma con la misma frecuencia– no sirven más que para fijar la regulación del nuevo tacógrafo digital para transportistas y para determinar los requisitos de presentación de instancias para que te den la PAC y las ayudas al olivo, pero no para establecer los límites del gasto y de la deuda de sus estados miembros para que no arrastren a los demás.

Al margen de la gravedad de la cuestión concreta, lo cierto es que la forma en la que los alemanes y los franceses pretenden establecer un poquito de orden viene a dar la razón a los que han criticado el funcionamiento imposible de la Unión Europea. Y viene a confirmar que la defensa sin ninguna de crítica de la Unión está basada en la nada. Lemas como "Volvemos al corazón de Europa" o tópicos como el de la "tradicional vocación europeísta", recurrentes en el discurso de la mayoría de políticos, tienen el mismo significado que pedir la reforma del Senado o el aumento de las políticas sociales. Lo que les he dicho: nada. Pero la Unión Europea tiene un sentido casi obligatorio en situaciones como ésta y ante gobiernos como el nuestro.

Y al hilo de lo que se propone, no deja de sorprender, por llamarlo de alguna manera, que ahora vayamos a debatir sobre la posible modificación de la Constitución para adaptarla a lo que nos dicen, pero aplicáramos la doctrina de Los del Río cuando nos intentaron administrar cuatrocientos artículos vía Constitución Europea. Es decir, pese a que no nos queda otra y encima que nos ayudan, vamos a plantearnos la conveniencia de la reforma de uno o de dos artículos de la Constitución, por la posible pérdida de soberanía que ello supone y las obligaciones que conlleva, pero cuando se trataba de una norma jurídica extraordinariamente compleja que no servía para nada, el criterio fue el de los autores de "Macarena": ¿por qué vamos a decir que "no", si no la hemos leído? Que decidan los políticos, que son los que saben. En concreto dos: un francés y una alemana.


Libertad Digital - Opinión

El toro por los cuernos

Al presidente del Gobierno no le ha quedado más remedio que cumplir la petición del líder del PP y adelantar a agosto el Pleno extraordinario del Congreso que pensaba convocar en septiembre. El orden del día se centrará en la convalidación del decreto con nuevas medidas económicas que aprobará mañana viernes el Consejo de Ministros, pero es evidente que la ocasión será aprovechada por Zapatero y Rajoy para un nuevo cuerpo a cuerpo que, de hecho, inaugurará el curso político en plena canícula agosteña. El empeoramiento de las perspectivas económicas en Europa ha puesto patas arriba las agendas vacacionales de sus principales dirigentes, empezando por Berlusconi, que ha reaccionado con una propuesta radical de recortes, y terminando por Merkel y Sarkozy, que han tomado las riendas de la eurozona de forma inequívoca con un plan de varias medidas que cambian el gobierno europeo. En estas circunstancias, resultaba embarazoso que los dirigentes españoles siguieran de vacaciones y comentaran a distancia los pasos dados por sus colegas europeos. Así pues, el Gobierno ha decidido ponerse en marcha porque tarea no le falta para los dos meses escasos que le quedan de legislatura. El paso inmediato es aprobar y tramitar las nuevas medidas anunciadas por Salgado para recaudar 5.000 millones adicionales y embridar el déficit. ¿Son suficientes? ¿Son fiables? Al respecto, la encuesta que hoy publicamos revela que la mayoría de los españoles apoya la adopción de reformas más rigurosas, pero no confía en que el actual Gobierno tenga capacidad o voluntad de llevarlas a cabo. Así, el 45,8% de los encuestados califica de «necesarios» los recortes anunciados por Berlusconi, y casi el mismo porcentaje, un 44,8%, estaría de acuerdo en que se aplicaran también en España. Más en concreto, son mayoría (47,8%) los partidarios de fusionar municipios y adelgazar la estructura administrativa. Además, el 44,8% cree necesario reducir el número de funcionarios. Sin embargo, hay una clara oposición (45,3%) a recortar los sueldos de la función pública y a congelar las pensiones. En el capítulo fiscal, los favorables a subir los impuestos a las grandes fortunas son el 51,5%; y a incrementar el IVA y los tributos especiales, el 47,5%. En cuanto a las privatizaciones, el 49,5% es partidario de acelerarlas y de ampliarlas a otras empresas públicas. ¿Creen los españoles que el Gobierno de Zapatero y el PSOE son los más indicados para llevar a buen puerto todas estas propuestas? Pues no: el 53% de los encuestados confía más en el partido de Rajoy. Si a todos estos datos les añadimos que el 49,8% aprueba la fórmula del gobierno económico europeo que han propuesto Merkel y Sarkozy, se confirma que los ciudadanos son conscientes de la gravedad del momento y que para superarlo no queda más remedio que tomar decisiones drásticas, algunas impopulares, que reduzcan el gasto público en burocracias. En suma, los españoles quieren un Gobierno que coja el toro por los cuernos, no maquillajes para matar el tiempo hasta el 20-N y para no perjudicar las expectativas electorales del candidato socialista.

La Razón - Editorial

Tensión en Sol

Los incidentes registrados en la manifestación laica ensombrecen la llegada del Papa.

Benedicto XVI comienza hoy su tercera visita a España, coincidiendo con la Jornada Mundial de la Juventud. Su llegada se produce 24 horas después de que la Puerta del Sol fuera el escenario de una marcha laica de protesta por los gastos públicos de la visita, que registró momentos de tensión entre los manifestantes y los peregrinos, y que acabó con incidentes con la policía, que se empleó con contundencia para disolver a los congregados. Lo sucedido no fue la mejor tarjeta de presentación para un acontecimiento multitudinario que, aunque polémico, debe ser asumido con normalidad y respeto. Las autoridades y los organizadores deben velar a partir de ahora para que lo que resta de visita papal se desarrolle con normalidad. Las críticas a cualquier evento son saludables en democracia, y las manifestaciones son un derecho constitucional. Pero la tensión que ayer se vivió en Sol, y los incidentes finales, no deben volver a producirse.

Durante los actos iniciales de las jornadas, la jerarquía eclesiástica española ha tenido ocasión de dirigirse a miles de jóvenes venidos de todo el mundo. A partir de hoy, también lo hará el Papa. Salvo que Ratzinger diera un giro radical al discurso mantenido hasta ahora por la Iglesia, las homilías y las declaraciones de la jerarquía española se han ceñido a cuestiones relativas a la fe católica, sin entrar en críticas políticas. Tanto la Jornada Mundial como la propia visita del Papa han sido objeto de polémica en razón de los costes que ambos acontecimientos supondrán para un Estado aconfesional. Se trata de una polémica que salta por encima del asunto principal, que reside en el hecho mismo de aceptar que España fuera el país anfitrión de esta manifestación instaurada por el anterior pontífice, Juan Pablo II. Desde el momento en que los poderes públicos se comprometieron a acoger esta Jornada, están obligados a asumir los costes de seguridad y otros que generan las concentraciones masivas, sean religiosas o de otra naturaleza. La cuestión, por tanto, es si deberían haber declinado la oferta de albergar el encuentro tomando en consideración la situación económica y también el hecho de que es la segunda vez que España acoge la Jornada en su cuarto de siglo de existencia. Los responsables políticos tendrán que explicar a los ciudadanos, creyentes y no creyentes, las razones de una opción que conllevaba un importante gasto, además de cortes de tráfico y otras molestias para el ciudadano.

Mientras los mensajes de la jerarquía católica se concentren en asuntos de fe, no existen razones para pronunciarse sobre ellos. En el caso del Papa, la realización de críticas políticas sería inconveniente, puesto que a su condición de cabeza de la Iglesia une la de jefe de Estado, sobre el que pesa una tradición de respeto con el Estado anfitrión. Lo que la jerarquía eclesiástica no debería perder de vista es que clericalismo y anticlericalismo son dos criaturas que se retroalimentan, y siempre en detrimento de unos ciudadanos o de otros. Lo de ayer en Sol es un buen ejemplo de ello.


El País - Editorial

Eliminar diputaciones... y ayuntamientos

Mientras que el PSOE no ha estimado cuánto se ahorraría por la supresión de las diputaciones, UPyD ya calculó en 16.000 millones de euros al año el gasto público que podría reducirse fusionando ayuntamientos pequeños.

Hay que reconocer a Rubalcaba la habilidad con que ha colocado la eliminación de las diputaciones en el centro del debate político. Es cierto que otros países europeos con problemas han comenzado a reformar y reducir su estructura administrativa. Pero cabe preguntarse si la socialista es la única propuesta posible o siquiera la mejor alternativa.

No nos cabe duda de que el PSOE ha optado por promover la supresión de las diputaciones porque, como ha recordado el PP, prácticamente se ha quedado sin ninguna tras las últimas elecciones. Es difícil tomarlo como una propuesta seria cuando el propio Rubalcaba apoyaba una simple reforma y no su eliminación hace poco más de un mes. Pero no es menos cierto que estas instituciones serían las que menos echarían en falta esas "quince millones de personas" que Ana Mato calculaba que se verían afectadas por su supresión. Primero porque no se elige directamente a nuestros representantes en ellas y, en segundo lugar, porque resulta difícil encontrarles competencias que no puedan asumir entre ayuntamientos y comunidades autónomas. De hecho, las regiones que cuentan con una sola provincia ya carecen de diputaciones, y nadie parece haberlas echado de menos.


La medida no estaría exenta de problemas. Para empezar, en el País Vasco las diputaciones forales sí que tienen bastante presupuesto y muchas competencias que en el resto de España corresponderían a las comunidades autónomas, y su eliminación sería constitucional y políticamente muy complicada. Otro tanto sucede, aunque en menor medida, con los cabildos y consejos insulares de Canarias y Baleares. Aunque siempre podría establecerse la supervivencia de estas instituciones, eliminando las demás diputaciones.

Por otro lado, siendo la Constitución tan explícita en su artículo 141.2, que regula el Gobierno de las provincias, es posible que su eliminación obligara a una reforma constitucional, de modo que sólo podría llevarse a cabo con el acuerdo de ambos partidos, salvo un descalabro del PSOE sin precedentes. Así que la propuesta de Rubalcaba no deja de ser un brindis al sol, como previsiblemente lo serán todas y cada una de las que haga en campaña.

Sin despreciar esta propuesta, posiblemente necesaria, cabe pensar que no es la única posible, ni siquiera la mejor forma de reducir duplicidades y gastos superfluos en nuestra estructura administrativa. Cuando tenemos 8.112 ayuntamientos, casi los mismos que Alemania con aproximadamente la mitad de su población, de los que el 80% gobiernan municipios de menos de 5.000 habitantes, parece claro que su reducción es un imperativo. Mientras que en España se han creado 32 nuevos consistorios desde el año 96, Gran Bretaña ha pasado de 1.500 a 400, Alemania de 25.000 a 8.4000, Bélgica de 2.359 a 596 y Grecia de 5.300 a poco más de mil.

Italia, que es el país que más recientemente ha presentado una reforma de su estructura administrativa, eliminará las provincias más pequeñas, sí, pero también obligará a fusionar casi 2.000 ayuntamientos de menos de mil habitantes de los 8.094 que hay en el país. De hecho, mientras que el PSOE no ha estimado cuánto se ahorraría por la supresión de las diputaciones, UPyD ya calculó en 16.000 millones de euros al año el gasto público que podría reducirse fusionando ayuntamientos pequeños. Es la diferencia entre una ocurrencia y una propuesta seria.


Libertad Digital - Editorial