viernes, 19 de agosto de 2011

Sobre imbéciles y malvados. Por Arturo Pérez-Reverte

No quiero, señor presidente, que se quite de en medio sin dedicarle un recuerdo con marca de la casa. En esta España desmemoriada e infeliz estamos acostumbrados a que la gente se vaya de rositas después del estropicio. No es su caso, pues llevan tiempo diciéndole de todo menos guapo. Hasta sus más conspicuos sicarios a sueldo o por la cara, esos golfos oportunistas -gentuza vomitada por la política que ejerce ahora de tertuliana o periodista sin haberse duchado- que babeaban haciéndole succiones entusiastas, dicen si te he visto no me acuerdo mientras acuden, como suelen, en auxilio del vencedor, sea quien sea. Esto de hoy también toca esa tecla, aunque ningún lector habitual lo tomará por lanzada a moro muerto. Si me permite cierta chulería retrospectiva, señor presidente, lo mío es de mucho antes. Ya le llamé imbécil en esta misma página el 23 de diciembre de 2007, en un artículo que terminaba: «Más miedo me da un imbécil que un malvado». Pero tampoco hacía falta ser profeta, oiga. Bastaba con observarle la sonrisa, sabiendo que, con dedicación y ejercicio, un imbécil puede convertirse en el peor de los malvados. Precisamente por imbécil.

Agradezco muchos de sus esfuerzos. Casi todas las intenciones y algunos logros me hicieron creer que algo sacaríamos en limpio. Pienso en la ampliación de los derechos sociales, el freno a la mafia conservadora y trincona en materia de educación escolar, los esfuerzos por dignificar el papel social de la mujer y su defensa frente a la violencia machista, la reivindicación de los derechos de los homosexuales o el reconocimiento de la memoria debida a las víctimas de la Guerra Civil. Incluso su campaña para acabar con el terrorismo vasco, señor presidente, merece más elogios de los que dejan oír las protestas de la derecha radical. El problema es que buena parte del trabajo a realizar, que por lo delicado habría correspondido a personas de talla intelectual y solvencia política, lo puso usted, con la ligereza formal que caracterizó sus siete años de gobierno, en manos de una pandilla de irresponsables de ambos sexos: demagogos cantamañanas y frívolas tontas del culo que, como usted mismo, no leyeron un libro jamás. Eso, cuando no en sinvergüenzas que, pese a que su competencia los hacía conscientes de lo real y lo justo, secundaron, sumisos, auténticos disparates. Y así, rodeado de esa corte de esbirros, cobardes y analfabetos, vivió usted su Disneylandia durante dos legislaturas en las que corrompió muchas causas nobles, hizo imposibles otras, y con la soberbia del rey desnudo llegó a creer que la mayor parte de los españoles -y españolas, que añadirían sus Bibianas y sus Leires- somos tan gilipollas como usted. Lo que no le recrimino del todo; pues en las últimas elecciones, con toda España sabiendo lo que ocurría y lo que iba a ocurrir, usted fue reelegido presidente. Por la mitad, supongo, de cada diez de los que hoy hacen cola en las oficinas del paro.

Pero no sólo eso, señor presidente. El paso de imbécil a malvado lo dio usted en otros aspectos que en su partido conocen de sobra, aunque hasta hace poco silbaran mirando a otro lado. Sin el menor respeto por la verdad ni la lealtad, usted mintió y traicionó a todos. Empecinado en sus errores, terco en ignorar la realidad, trituró a los críticos y a los sensatos, destrozando un partido imprescindible para España. Y ahora, cuando se va usted a hacer puñetas, deja un Estado desmantelado, indigente, y tal vez en manos de la derecha conservadora para un par de legislaturas. Con monseñor Rouco y la España negra de mantilla, peineta y agua bendita, que tanto nos había costado meter a empujones en el convento, retirando las bolitas de naftalina, radiante, mientras se frota las manos.

Ojalá la peña se lo recuerde durante el resto de su vida, si tiene los santos huevos de entrar en un bar a tomar ese café que, estoy seguro, sigue sin tener ni puta idea de lo que vale. Usted, señor presidente, ha convertido la mentira en deber patriótico, comprado a los sindicatos, sobornado con claudicaciones infames al nacionalismo más desvergonzado, envilecido la Justicia, penalizado como delito el uso correcto de la lengua española, envenenado la convivencia al utilizar, a falta de ideología propia, viejos rencores históricos como factor de coherencia interna y propaganda pública. Ha sido un gobernante patético, de asombrosa indigencia cultural, incompetente, traidor y embustero hasta el último minuto; pues hasta en lo de irse o no irse mintió también, como en todo. Ha sido el payaso de Europa y la vergüenza del telediario, haciéndonos sonrojar cada vez que aparecía junto a Sarkozy, Merkel y hasta Berlusconi, que ya es el colmo. Con intérprete de por medio, naturalmente. Ni inglés ha sido capaz de aprender, maldita sea su estampa, en estos siete años.


XL Semanal

Nunca más. Por Alfonso Merlo

Flaco favor le hacen al Partido Popular quienes desde dentro o fuera denuncian la manipulación y niegan la infamia. La imagen de Gómez Ugalde con Izaguirre es sencillamente intolerable, y la reacción tanto de Pons como de Basagoiti no es suficiente pero sí es necesaria. Esencialmente, para reparar la dignidad que en esa instantánea pierde el partido de Miguel Ángel Blanco.

Es insostenible política y moralmente una actitud tan indecente y ayuna de decoro en una formación que con tanta rotundidad ética han capitaneado Mayor Oreja o Carlos Iturgáiz o María San Gil, y que ahora ha encontrado nuevos luchadores por la libertad en figuras jóvenes, nobles y de extrema valía como la de Carlos García. Por eso tiene mucho sentido lo que Génova ha hecho con urgencia: proclamar que ese colegueo no representa a la dirección nacional. No sólo por pura coherencia, sino porque con sobrada razón podría denunciar en adelante Rubalcaba que la crítica de Rajoy a la presencia de ETA en las instituciones es pura farfolla. Y por fortuna no lo es.

La gravedad de una foto sobrevenida, buscada por los heraldos de ETA entre el alboroto y el trajín de una celebración, no admite comparaciones con otras perfectamente planificadas y que han inmortalizado la villanía de los socialistas vascos (pensemos en la del donostiarra Hotel Amara con los líderes terroristas Otegi y Etxeberría). A fin de cuentas, el propio Gómez Ugalde pregona en su perfil de Twitter que su ilusión era ser alcalde de una fantástica ciudad pero que ahora le toca pelear con el alcalde de Bildu. Pues eso, Ramón, ¡ánimo en la pelea! Y por favor, por las víctimas del terrorismo, ni un pasteleo más.


La Razón - Opinión

De Bono al Eurobono. Por Iñaki Ezkerra

Merkel y Sarkozy se han reunido esta semana para hacer como que refundan los Estados Unidos de Europa, pero a la vez para descartar el Eurobono, esto es para decir que ese sueño es aún imposible y que sigue vigente la Europa de las naciones, la del eje francogermano y la de los que no hacen los deberes aunque les pongan de rodillas contra la pizarra; la Europa de las hormigas y la de las cigarras, la de ellos y nosotros, los del pupitre del fondo que hemos necesitado que Bruselas nos despertara del sueño dogmático-zapateril y la crisis de la siesta de la opulencia, que también era otro sueño. La verdad es que el Eurobono, que les gusta tanto a los socialistas, nos sacaría de apuros realmente aunque luego nosotros les meteríamos en apuros a todos y al propio euro. En Estados Unidos, California anda muy mal, pero nadie habla de su deuda ni de su prima de riesgo. No hablamos de California ni del rescate a California porque ese estado no es una nación y porque la protege tanto el dólar como el «Dolarbono». Con el Eurobono, Europa se empezaría a parecer a los Estados Unidos de Europa. El problema es que España no es de fiar, que somos capaces de votar a un vendepeines y que hay aquí quienes han hecho del agujero autonómico un atavismo sagrado y una mística etnicista. Sarkozy y Merkel lo saben. Saben que nos tienen que seguir vigilando durante mucho tiempo. El sueño de los Estados Unidos de Europa nos lleva al federalismo, pero a un federalismo de verdad, no a ese de pega del que habla Izquierda Unida para desgastar más España, para hundirla más en el debate secesionista. El federalismo europeo serviría para unirnos a los vecinos, no para disgregarnos entre nosotros, que es en lo que todavía estamos. Por eso es imposible hoy la Norteamérica Europea, porque llevamos trabajando en la dirección contraria más de tres décadas; porque no se puede saltar del Euskobono al Eurobono sin transición. Porque la España de hoy es todavía la de Arzalluz y Pujol, la del grito en el cielo ante el recorte autonómico, la de los agujeros que va descubriendo Cospedal bajo las losas del aeropuerto fantasmagórico de Ciudad Real y de las vías abandonadas de su AVE sin César, o sea sin Bono. Bono es el Arzalluz jubilado de Castilla La Mancha y es la antítesis del Eurobono. Bono es el bono carpetovetónico, la Bonoloto del pelotazo socialista que sigue anclado en la peseta de la meseta. Y mientras no arreglemos eso, mientras no hagamos los deberes del Maastricht ideológico y cultural y moral, no hemos hecho nada. Cualquier día Merkel le copia a Maragall y nos propone a los españoles el «eurofederalismo asimétrico».

La Razón - Opinión

Antipapas. Democracia o terrorismo. Por Agapito Maestre

Leyes orgánicas, decretos y otras formas de acción política no han tenido otro objetivo que borrar los principios religiosos y morales del cristianismo, especialmente, su principal mensaje: dar testimonio público de su fe.

Los peregrinos han traído alegría a las calles de Madrid. Han subido las persianas para que veamos el triunfo de la vida sobre las tinieblas. La llegada del Papa es una fiesta. Sencillo y contundente fue el discurso del Papa en Barajas. Magistral en Cibeles. Millones de seres humanos, incluidos los agnósticos, se sienten reconfortados con la gran movida de Madrid. Pero, por favor, nadie olvide que el combate ideológico en España es duro. Muy duro. No vale esconderse detrás del buen Papa Benedicto XVI. Salga la derecha, incluida la que presume de agnóstica y atea, de sus covachuelas y dé la batalla contra el ataque más grande que ha sufrido la democracia en las dos últimas legislaturas. Enfréntese directamente al salvajismo impuesto por Rodríguez Zapatero en los medios de comunicación, en las manifestaciones, en las universidades y allí donde le han llamado para que imponga su religión de estado.

Vamos, amiguitos del PP, salgan de su sueño por el poder y miren cara a cara el rostro del terrorismo intelectual impuesto por el PSOE en todos los ámbitos culturales e ideológicos. Vamos, señoritos del PP, observen y planten cara al legado que les deja Rodríguez Zapatero. Basta observar algunas reacciones de la "inteligencia" española, especialmente vinculada a los medios de comunicación de clara tendencia socialista, ante la visita del Papa a la JMJ para saber que no estamos lejos de aquel terrorismo filosófico "racional", surgido de la Revolución francesa, que hizo de la persecución del catolicismo su principal objetivo. La manifestación contra el Papa del miércoles es un reflejo de esa mentalidad. No es un asunto menor. No pasemos tan rápido sobre este acontecimiento. No digamos que carece de importancia. Es la quintaesencia de la política de Rodríguez Zapatero, durante más de siete años, contra los valores religiosos y morales de la nación española.

Ya sé, ya sé, cómo no habría de saberlo, que esa manifestación no es nada en términos reales, pero es muy significativa en el sentido simbólico. Zapatero quería estar ahí, en Sol, ocupando y expulsando a los cristianos del espacio público y, en Barajas, dándole el beso de Judas al Papa. Esa manifestación salvaje, por lo tanto, no fue permitida por la delegada del Gobierno, ojalá pudiéramos juzgarla tan fácilmente, sino que fue alentada y promocionada por el propio jefe del Gobierno que ha querido pasar a la historia por esta política contra el catolicismo, que incluso ha llegado a comparar el universalismo de esta religión con ritos chamanísticos propios de pueblos primitivos. ¡No respondía a eso la Alianza de Civilizaciones! Y, sin duda alguna, Rodríguez Zapatero ya ha pasado a la historia. Será difícil hallar en nuestra larga historia de anticlericalismo –repárese, por ejemplo, en tipos como Mendizábal, Canalejas y Azaña– un gobernante más anticlerical que Rodríguez Zapatero. Éste ha hecho suya esa tradición de terrorismo "filosófico racional", que vinculaba a jacobinos y bolcheviques, y a estos últimos con los nazis, para actualizarla en la España de bonos y peces-barbas, de intelectuales de medio pelo y periodistas al servicio del poder que siguen adornándose con grititos y risitas contra los cristianos. Memos. De ese ataque a la libertad de conciencia religiosa, especialmente a la religión católica, no se ha librado nadie en estas dos últimas legislaturas; leyes orgánicas, decretos y otras formas de acción política no han tenido otro objetivo que borrar los principios religiosos y morales del cristianismo, especialmente, su principal mensaje: dar testimonio público de su fe.

La llegada del Papa para participar en la JMJ nos ha hecho olvidar todas esas miserias durante unos días. Pero, por desgracia, esto seguirá la semana próxima. Aunque reconozco que esta visita ha renovado mi conciencia democrática. Sí, sí, porque soy un demócrata, es decir, un defensor de la libertad en cualquiera de sus dimensiones, sigo haciendo de la crítica a ese terrorismo intelectual contra la cultura católica mi primer deber intelectual. Critico y denuncio a quienes son incapaces de ver la dimensión antidemocrática, e incluso totalitaria, en su acerada o ridícula descalificación de la visita del Papa a España. Obviamente, el intelectual demócrata, el pensador de la democracia, tiene que tomarse muy en serio la crítica del terrorismo intelectual, pues que de su éxito o fracaso dependerá la vida de la democracia.


Libertad Digital - Opinión

Acontecimiento mundial. Por José Antonio Vera

Apoteósico día en la capital de España con motivo de la visita del Papa y su encuentro con cientos de miles de jóvenes llegados de todos los continentes. No lo pude presenciar in situ, aunque me complace sobremanera el hecho de haber podido comprobar, a miles de kilómetros desde Los Ángeles, el eco de la noticia en Univisión y los veteranos diarios en español de esta ciudad. No es para menos. Más de un millón de personas concentradas en un día en un mismo lugar es ciertamente una noticia formidable. Cualquier país estaría encantado de acoger en su seno una celebración de tal relieve. En el nuestro, sin embargo, siempre tienen que darse notas discordantes por parte de grupos intolerantes como las que, gracias a la lamentable inhibición de la delegada del Gobierno y del ministro del Interior, protagonizaron la víspera misma de la visita insultando a los peregrinos que ocupaban el centro de Madrid. Y es que algunos no querían dejar pasar una ocasión como ésta para arremeter contra el mundo católico. Tarea baldía, pues ningún acto partidista o sindical ha tenido jamás tanto seguimiento, pese al intenso calor y a no contar con subvención alguna. Tal es su importancia, que hasta en California pude seguir ayer por los medios locales en castellano el encuentro del Papa con miles de jóvenes por las principales calles de la capital. No podía ser de otra manera. Un acto de semejante magnitud supera fronteras y une a millones de personas en todo el orbe. Los que están en el lugar y los que lo siguen por los medios de masas. Jóvenes de todas partes se han desplazado a Madrid haciendo realidad una ilusión largamente acumulada. Me encontré la semana pasada en un restaurante mexicano de Seattle a un grupo de chavales que se disponía a emprender rumbo a España para encontrarse con Su Santidad. Estaban exultantes, tanto por conocer al Papa como por viajar por vez primera a un país al que adoran, por mucho que a veces se diga lo contrario. Y en Los Ángeles he tenido ocasión de conversar con los padres colombianos de dos hermanos que ya estaban en la capital, y que manifestaban la alegría que para ellos supone tener a sus hijos en España con Benedicto XVI, gracias a los ahorros acumulados durante dos años seguidos.

Una lástima que, pese a la trascendencia global del acontecimiento, en nuestro país tengamos aún a una minoría empeñada en negar a la Iglesia lo que por derecho le corresponde. Por mucho que se discrepe, como mínimo debería reconocerse su obra social y su tarea educativa. Pero ellos se empeñan en alimentar una idea irreal de estamento parasitario. Lo peor es que tales colectivos encuentran con frecuencia el apoyo de un Gobierno que, como el de Zapatero, ha jugado a excitar pasiones, suprimiendo ayudas, zarandeando a la educación, provocando con el aborto o aprobando otras políticas hostiles. De nada ha servido porque la fuerza del Papa y de la Iglesia trasciende fronteras. Tal es la proyección de este acontecimiento verdaderamente mundial.


La Razón - Opinión

Gobierno económico. Bruselas, destino Moscú. Por Manuel Llamas

A mayor distancia entre el Estado –centro de decisiones– y el ciudadano, menor capacidad tendrá éste para poder controlarlo de forma efectiva.

Las crisis son tiempos de cambio y, por tanto de oportunidades, no sólo a nivel económico sino también político. El gran sueño de los europeístas, la creación de un auténtico "gobierno económico" en la zona euro, está cada vez más cerca. Esta cuestión, el cierre del círculo, lleva sobre el tapete desde el mismo nacimiento de la Unión Europea, pero es ahora, durante la mayor crisis de las últimas décadas, cuando su consecución es plausible bajo la excusa de "salvar" la moneda común.

Los ingredientes básicos de un Estado se resumen en cuatro: capacidad para imponer tributos; un Tesoro para emitir deuda con el respaldo de la fiscalidad precedente; un banco central, encargado de emitir la moneda de curso oficial; y el monopolio en el uso de la fuerza (policía y ejército) para hacer cumplir todo lo anterior. Europa, sin embargo, inició su particular edificio estatal por el tejado con la creación del Banco Central Europeo y el consiguiente nacimiento del euro, dejando así aparcados, aunque sólo temporalmente, los dos primeros factores (unión fiscal y Tesoro único).

El nuevo pacto franco-alemán supone un impulso histórico a este proyecto, cuyo fin último es construir los Estados Unidos de Europa. Un supraestado, con sede en Bruselas, que se nutra mediante sus propios impuestos y deuda comunitaria. Sin embargo, para ello es condición imprescindible que los socios cedan una parte muy sustancial de su soberanía nacional ya que, en última instancia, todo dependerá de una política económica común. Eso, y no otra cosa, es lo que implica la citada "integración": el futuro Gobierno europeo se encargará de marcar las directrices presupuestarias, fiscales (armonización) y legislativas a todos los países miembros.


En este sentido, el punto más relevante de los anunciados por Merkel y Sarkozy radica en la unificación del Impuesto de Sociedades de Alemania y Francia a partir de 2013 y la coordinación de sus respectivos Presupuestos –la ley más importante del ejercicio por sus implicaciones económicas–. Una vez más, las dos grandes potencias de Europa siembran la semilla de la nueva UE, marcando así el camino al resto. Ya lo hicieron en 1951 tras fundar la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), que creaba una zona de libre comercio en dicho sector –sin aranceles ni subvenciones– entre Alemania, Francia, Italia y el Benelux.

Sin embargo, nada tiene que ver dicho acuerdo con el actual. Entonces, el objetivo consistía en crear un verdadero mercado común, exento de barreras burocráticas, mientras que ahora lo que se pretende es avanzar hacia un megaestado cuasi federal bajo el protectorado de París y Berlín. Muchos ven con buenos ojos dicho monstruo. Sin embargo, no sólo no solventará la actual crisis sino que, además, generará enormes problemas futuros en el caso, aún improbable, de que se materialice por completo.

En primer lugar, el nacimiento de Estados Unidos es radicalmente distinto al de la UE. Allí el edificio se construyó inicialmente de abajo a arriba, por vías democráticas, mientras que aquí se impone de arriba a abajo, por mandato divino de la elite política; en segundo lugar, a mayor distancia entre el Estado –centro de decisiones– y el ciudadano, menor capacidad tendrá éste para poder controlarlo de forma efectiva; de hecho, el sagrado voto con los pies, la facilidad para cambiar de jurisdicción con el fin de prosperar, se vería seriamente limitado; Bruselas tampoco es garantía alguna de una buena política económica, puesto que todo dependerá del "Gobierno europeo" de turno; además, la ansiada armonización amenaza con borrar todo atisbo de competencia fiscal... En definitiva, los europeos sufrirán en todo caso la carga adicional de un mayor estado y más impuestos.

Europa no necesita un megaestado sino mucho más mercado y atenerse estrictamente a las condiciones que posibilitan la supervivencia del euro (un déficit del 3% y una deuda del 60% del PIB como máximo). En caso contrario, Bruselas acabará recogiendo el testigo del ya extinto Moscú soviético, solo que en su versión socialdemócrata.


Libertad Digital - Opinión

Fuera Papa, fuera cruces, fuera católicos. El acoso de la izquierda. Por Magdalena del Amo

Hay muchas maneras de perseguir. Cuando llegan los misioneros de Asia o de África y nos cuentan de primera mano la persecución que sufren diariamente, que por prudencia tienen que llevar la cruz bajo la ropa para no provocar, o celebrar el culto a escondidas, los católicos de aquí sentimos cierto pudor al decir que la Iglesia en España está perseguida. Pero hay muchas maneras de perseguir. En efecto, aquí a los católicos no nos matan; pero más que por respeto y tolerancia hacia la libertad de culto como estipula el artículo 16 de la Constitución en su párrafo 1, no nos borran del mapa porque no pueden, y deben conformarse con borrar a Dios de las instituciones y eliminar los símbolos religiosos de los lugares públicos. Los cristos, sólo en las habitaciones, no vaya a ser que con tanto poseso suelto se prodiguen los ataques en la vía pública. Lo digo porque los poseídos por el diablo reaccionan violentamente ante lo sagrado, como lo hacía la desgraciada niña, Regan McNeil en la película El exorcista, basada, por cierto, en hechos reales.

La cruz del Castro de Vigo vuelve a ser noticia. El anterior obispo, don José Diéguez, pactó en su día con el alcalde socialista Abel Caballero que el monumento levantado hace cincuenta años por los caídos en la Guerra Civil seguiría en pie. Ahora, los de Izquierda Unida se han enterado y en lugar de pedir la ayuda de un exorcista, presionan para que la cruz sea retirada. Otra patata caliente para Monseñor Quinteiro, actual obispo de Tuy-Vigo. Y es que la izquierda española es insaciable. Tanta sangre sobre sus espaldas, lejos de hacerles sentir arrepentimiento, los vuelve más fieros, sobre todo cuando se les hiere con lo sagrado.

Es lo que pienso, y si crispo, lo siento. Ya está bien de callar ante el acoso y la presión de los que quieren cambiar la historia presentándose como víctimas de la Guerra Civil, y amnésicos ante los crímenes que con tanta saña cometieron. Ya está bien de oír a los intelectuales intolerantes de la izquierda azuzar a las masas contra la Iglesia con frases como “Sólo entienden del palo…” o “…en cuanto se les presenta la ocasión […] dicen que no se puede votar a partidos que apoyan el divorcio, el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo”, Peces Barba dixit. Ya está bien de calumnias, injurias, burlas, mentiras y tergiversaciones por parte de los agitproperos anticlericales de los medios al servicio del laicismo feroz imperante. Quizá en estos momentos deberíamos profesar el buenismo y fijarnos sólo en lo positivo, obviando las continuas arremetidas de que venimos siendo víctimas. Que los obispos callen en aras de una mejor convivencia, y por prudencia, les honra. Ellos deben estar por encima de estas debilidades humanas. Pero yo, hoy, sigo su ejemplo a medias, aunque procuro moderarme, dejando el archivo a medio abrir.

La Jornada Mundial de la Juventud, a la izquierda no le deja dormir. El paisaje madrileño estos días muestra a jóvenes de todos los países aterrizando para estar con el Papa, adultos de espíritu joven, cientos de voluntarios preparando la fiesta, imágenes de jóvenes alegres de atuendos multicolores, rezando, cantando y bailando, y la ciudad engalanada y dispuesta a vivir los momentos más bellos de su historia, dignos de ser inmortalizados con la pincelada suelta del otrora pintor de la Corte, Francisco de Goya.

Pero hay quien no puede aguantar la rabia maligna y tiene que demostrarlo intentando aguar la fiesta. Es cierto que el Gobierno socialista facilitó la organización de este acontecimiento catalogado como “Bien de excepcional interés público” y desplegó los medios necesarios, como ante cualquier otro evento civil. Pero han tenido que aparecer varias manzanas de la discordia. Los enemigos de la Iglesia se ceban con la colaboración de las tres administraciones y la exención fiscal de las empresas patrocinadoras. Analizado en clave económica, el evento generará varios millones de beneficio, por mucho que sigan insistiendo en el gasto excesivo; eso sin contar con la proyección de España en el ámbito internacional. Que se lo pregunten si no a un experto en publicidad. Pero están en su derecho a discrepar; lo que no es de recibo es que la delegada del Gobierno, María Dolores Carrión, facilite que sus afines indignados del 15 M, orgullo gay, feministas, Izquierda Unida, sindicalistas, asociaciones de ateos, curas que no lo son y demás tropa del laicismo salvaje y totalitario, pongan su nota maligna, agresiva y violenta para hostigar a los peregrinos que visitan la capital de España, autorizando una manifestación anti-Papa. Siento vergüenza e indignación, porque no existen precedentes de estos actos abominables en ninguna de las capitales del mundo que acogieron la JMJ, la mayoría con mucha menos tradición católica.

Algunos sacerdotes díscolos critican el evento y dicen que tanta ostentación no se corresponde con la Iglesia de Cristo. ¿Dónde está la ostentación? ¿En los chicos que cargan con sus mochilas? ¿En las familias que los acogen en sus casas? ¿En la cesión de espacios? ¿En la seguridad para evitar problemas de orden público? ¿En la megafonía en diferentes idiomas? No olviden esos curas disidentes las palabras del Evangelio en Mateo, 10-27: “Lo que os digo de noche, decidlo a la luz del día; y lo que os digo al oído, gritadlo desde los tejados”. En Madrid, hay un tejado gigante esperando a Benedicto XVI y miles de peregrinos de todas partes del mundo que desean oír sus palabras y recibir su bendición, bendición que también va dirigida a los disidentes.


Periodista Digital - Opinión

A la calle. Por Alfonso Ussía

A la calle. Los dos concejales del Partido Popular que han brindado y chicoleado con el alcalde bilduetarra de San Sebastián no tienen sitio en un partido decente. Recibieron una lección soberana por parte de los siete concejales socialistas, que se negaron a acudir a la cita con el pájaro y compartir con él y los de su banda pinchos y chacolí. Ramón Gómez, portavoz del PP en el Ayuntamiento donostiarra, e Iñigo Arcauz son los defraudadores de la firmeza. En las fotografías, aparecen riendo a mandíbula golosa con Izaguirre, mientras sostienen unos vasos de chacolí con la mano izquierda y atenazan con la derecha unos pinchos de chistorra.

No valen excusas. A la calle.


Días atrás, su presidente, Antonio Basagoiti, se negó a estrechar la mano que le tendía el alcalde bilduetrarra de San Sebastián. «Te saludaré cuando tus jefes entreguen las armas». Quedó Izaguirre con la mano tonta, en el aire, formando circulitos azorados. La ausencia de la mano de Antonio Basagoiti la han ocupado las manos acomplejadas de estos dos concejales populares dicharacheros y festivos. Estrecharon la mano de quien se niega a usarla para firmar una condena a los terroristas. Estrecharon la mano que ha firmado toda suerte de textos comprensivos con los asesinos que cumplen su condena por un delito común, como es el de asesinar inocentes. No tengo duda de que su gesto humillante y humillado ha desconcertado y herido a los votantes del Partido Popular en San Sebastián, que son muchos. Errores de ese calibre se pagan en la política, y Ramón Gómez e Íñigo Arcauz harían muy bien en presentar su dimisión y dejar paso a los siguientes de la papeleta electoral. No han sabido estar a la altura de las circunstancias, y sí a la bajura de los conchaveos. El dedo índice no se equivoca. A la calle.

Por doloroso que resulte. No es fácil ser del Partido Popular en San Sebastián. No es fácil vivir señalado, amenazado y vigilado. Si han conseguido estar ahí, se debe a un pasado digno y valiente. Pero todo lo han tirado por la borda con ese apretón de manos al bilduetarra, con esa chistorra compartida y con ese chacolí brindado. No se trata de salir del paso con una crítica más o menos pactada desde los altos despachos de la calle Génova o del Partido Popular vascongado. Se trata, sencillamente, de pedirles que renuncien a sus actas de concejales y dejen paso a quienes no ríen con Izaguirre, no brindan con Izaguirre y no comparten chistorrillas con Izaguirre. Mejor dos militantes menos que un agujero en la dignidad. A la calle.

Sabían que se trataba de un acto público convocado por el alcalde. Sabían que había periodistas y reporteros gráficos. Sabían que su sonriente acercamiento al bilduetarra iba a ser inmortalizado por los fotógrafos. No entra en cabeza humana que pensaran que su gesto amistoso iba a pasar desapercibido. Despropósito campechano. Una cosa es la fría cortesía institucional y otra muy diferente la camaradería carcajeada. Ninguno de los siete concejales socialistas se presentaron. Bildu no es lo que muchos tontos se figuraban. Bildu es la referencia actual de Batasuna, el cobijo político de la ETA. Y los representantes del Partido Popular en San Sebastián no tienen el derecho ni la libertad moral de bailarle al agua a quien ha dado suficientes pruebas de podredumbre y sesgo proetarra. Es alcalde porque ha sido el más votado, y así hay que aceptarlo. Pero sin perder la dignidad, ni el sitio, ni la postura. Han defraudado a sus votantes y herido a su formación política. Por todo ello, a la calle.


La Razón - Opinión

Unión Europea. Inhóspito corazón. Por Emilio Campmany

¿Para esto necesitamos a las Cortes Generales y diecisiete parlamentos regionales? ¿Para que se pongan todos a aplaudir como procuradores cuando hagamos las reformas que nos impongan dos potencias extranjeras?

Dicen que en lo que ha estado peor Zapatero ha sido con la economía. No es verdad. Comparado con otros ámbitos, el económico no puede decirse que haya salido mal librado. Cuando hubo dinero, no se atrevió a socializar aun más la economía, y cuando dejó de haberlo ya no pudo hacerlo. No es en eso donde ha perpetrado los peores estropicios. Donde sí que ha sido letal es en política exterior. Ahí sí que padeceremos su herencia durante años, si no lustros.

Dejemos aparte la retirada de Irak, algo de lo que él es responsable sólo en parte porque, para bien o para mal, con esa decisión no hizo otra cosa que darle gusto a la mayoría de los españoles. Lo gordo fue lo que él llamó "la vuelta al corazón de Europa". Un bonito eufemismo éste tras el que se esconde una política consistente en hacer lo que Francia y Alemania acuerden. Naturalmente, el leonés de adopción nunca condicionó tal apoyo a que lo acordado fuera de interés para España. Zapatero proclamó el dogma de que lo que pactaran Francia y Alemania era bueno para Europa y que lo que era bueno para Europa era bueno para España.


La actitud de nuestro Gobierno llega a tal grado de servilismo que, cuando Merkel y Sarkozy proponen imponer reformas constitucionales para que los Estados miembros no puedan superar determinados límites de gasto público, Zapatero y Salgado aplauden hasta hacerse daño en las manos y se felicitan de que al fin Europa tome cartas en el asunto y, si se quejan de algo, es de lo mucho que han tardado en hacerlo. ¿Cómo puede aplaudir un Gobierno una reforma constitucional impuesta desde fuera y no ser él quien trate de sacarla adelante? Una de dos, o la reforma conviene, y debería ser el Gobierno quien la promoviera, o no conviene, en cuyo caso habría que rechazar su imposición. Lo que no tiene sentido es que el Gobierno se ponga a dar saltos de alegría porque desde fuera le obliguen a hacer una reforma que se supone que él no quiere emprender ya que, si la quisiera, ya la habría iniciado. A Zapatero y a Salgado les ha faltado decir, parafraseando a Groucho Marx, que no les gustan los gobiernos donde gobierna gente como ellos.

¿Y para eso necesitamos a las Cortes Generales y diecisiete parlamentos regionales? ¿Para que se pongan todos a aplaudir como procuradores cuando hagamos las reformas que nos impongan dos potencias extranjeras? Estos socialistas no es que no tengan sentido del Estado, es que ni siquiera son capaces de disimular haciendo las reformas que nos van a obligar a hacer antes de que sea obvio que las hacemos porque nos obligan a hacerlas.

¡Toma vuelta al corazón de Europa! Por lo menos nos cabe el consuelo de que, a diferencia de los peruanos, sabemos perfectamente cuando se jodió España: cuando este incompetente ganó las primeras elecciones generales.


Libertad Digital - Opinión

Reivindicación de la fe

Aunque se trata de la tercera visita de Benedicto XVI a España, en realidad parece la primera si nos atenemos a la multitudinaria movilización que se ha generado a su paso y por el vivo entusiasmo suscitado. Madrid fue ayer una fiesta y sus calles vibraron con la expresión sin complejos de la fe cristiana. Lo dijo el propio Rey en su discurso de bienvenida al Papa: España no se entiende sin el cristianismo. De ahí que Su Santidad invitara a los españoles a no ocultar esa identidad religiosa y denunciara la «persecución larvada» que padecen los cristianos en los estados laicistas. A buen entendedor, pocas palabras. El Santo Padre es consciente de una realidad que, aunque no es mayoritaria, sí va ganando protagonismo en los últimos tiempos, en los que los católicos asisten a cómo los privan de los signos de la presencia de Cristo en la vida pública y silenciando su mensaje. Así, el Papa afirmó que «es urgente ayudar a los jóvenes discípulos de Jesús a mantenerse firmes en la fe y en asumir la bella aventura de anunciarla y testimoniarla abiertamente con su propia vida». Esa frase tiene una especial relevancia en un contexto como el de la sociedad española, que ha asistido en los últimos tiempos a políticas que, si bien no han supuesto un abierto ataque a la Iglesia como institución, sí que han pretendido violentar sus creencias más hondas como la Ley del Aborto frente al respeto supremo por la vida. Aunque no aludió a situaciones o leyes concretas, Benedicto XVI apeló a un clima de respetuosa convivencia con otras «legítimas opciones» al tiempo que exigió el debido respeto a la identidad cristiana, palabras que no pueden pasar inadvertidas a los poderes públicos. Ya es sabido que Benedicto XVI se caracteriza por sus hondas reflexiones de gran calado espiritual y social. El Santo Padre no es ajeno a la actual crisis económica. En ese sentido, ha apuntado con acierto que esta crisis ha servido para comprobar lo que ocurre cuando la economía sólo se rige por criterios mercantiles y olvida la ética. Otras voces ya habían subrayado que esta crisis económica va acompañada de una crisis moral y de principios, teoría que el Santo Padre avala con sus palabras. Consciente de que el desempleo se está cebando con los jóvenes en España, les pidió que conserven la fe en este contexto de grandes dificultades y desafíos que hay que vencer que, como él mismo precisó, pasan por la violencia, la discriminación, el deterioro del medio ambiente y el desempleo. El Papa pidió atajar los efectos más perniciosos de la crisis desde la «responsabilidad» y estuvo singularmente afortunado al diagnosticar que «si los jóvenes de hoy no encuentran perspectivas de futuro, la sociedad actual está equivocada». La jornada de ayer fue especialmente intensa. En los días que restan, a buen seguro que el Santo Padre dará un testimonio de vida en la fe que calará en millones de jóvenes. Porque Benedicto XVI no sólo tiene una sólida preparación para observar el mundo y comprender sus problemas, tanto espirituales como materiales, también es un hombre que transmite esperanza a partir de sólidos valores que descansan en el amor a Cristo y en sus fértiles enseñanzas. Pero para que se concreten hay que ser valientes y, como él dijo: «No os avergoncéis del Señor».

La Razón - Editorial

¿Suprimir o reformar?

La eliminación de las Diputaciones requeriría consenso para una reforma constitucional.

La propuesta del socialista Rubalcaba de reformar el nivel provincial de la Administración, gestionado por las Diputaciones, tiene que ver con la necesidad, impuesta por la crisis, de reducir el gasto público. Pero la crisis también ha provocado un crecimiento del paro que estimula las tendencias clientelares de los partidos. El resultado es que los socialistas, que han perdido casi todo el poder que tuvieron en esas instituciones, se muestran ahora partidarios de eliminarlas o al menos de reducir sus competencias. Mientras que el PP, que desde las elecciones de mayo controla 24 de las 38 diputaciones de régimen común, es abiertamente reticente.

Esto supone una excepción en la actual línea autonómica del PP. Rajoy ha sustituido los criterios ideológicos que inspiraron su política territorial en la anterior legislatura por planteamientos más relacionados con la eficiencia: el solapamiento de competencias y falta de control del gasto provoca un derroche que España no puede permitirse. Aunque el tema concreto de las Diputaciones no fue invocado, es evidente que su supresión encajaba en esa lógica. Una de sus consecuencias más extremas fue la posibilidad, planteada por varias autonomías, de devolver al Estado competencias transferidas en su momento.


Que ello sea imposible sin reformar los Estatutos no impide constatar que si el PP lo propone es porque un amplio sector de la opinión pública ha dejado de valorar como esencial la reclamación de más competencias. De acuerdo con esta nueva sensibilidad, constatada por las encuestas, también el PSOE introdujo en su convención autonómica de enero pasado propuestas que combinaban criterios de mayor eficiencia y austeridad. La supresión de las Diputaciones cumpliría en teoría la finalidad de simplificar y perfeccionar la cooperación entre los distintos niveles de Gobierno, pero un proyecto, presentado por el ministro Jordi Sevilla, que lo incorporaba, fue rechazado en 2006 por el PSOE.

La supresión sin más de las Diputaciones no sería fácil. Requeriría una reforma de la Constitución, cuyo artículo 41 atribuye personalidad jurídica a las provincias y encomienda su gobierno y administración a las Diputaciones. El Tribunal Constitucional confirmó ese carácter de la provincia en su sentencia sobre el Estatuto catalán. Y la reforma constitucional implicaría a su vez un acuerdo entre PP y PSOE.

De momento, por tanto, puede considerarse una posibilidad a estudiar, no una propuesta de Gobierno porque no es asunto que pueda abordarse unilateralmente. Entre otras cosas se precisa un estudio riguroso de sus efectos, no solo económicos. Encuestas realizadas en la Transición demostraron que la identificación con la propia provincia es en algunas comunidades más intensa que la suscitada por la región o nacionalidad en que se inscribe. Un equilibrio realista podría ser una reforma pactada de las Diputaciones que precise sus funciones y aligere su aparato administrativo y su presupuesto, sin eliminarlas.


El País - Editorial

El Gobierno consiente el fanatismo antirreligioso

La connivencia del gobierno socialista ha hecho que la responsable gubernativa del orden público en Madrid prefiera actuar con el sectarismo típico del socialismo de Zapatero en lugar de cumplir con el cometido por el cual le pagamos su sueldo.

La marcha convocada en contra de la visita del Papa por parte de asociaciones contrarias a la religión –la cristiana; no las demás– hubiera pasado desapercibida, como responde al carácter marginal de los convocantes, si no hubiera sido porque la delegación del Gobierno del Madrid actúo de forma gravemente dolosa autorizando un recorrido coincidente con los lugares con mayor presencia de asistentes a la Jornada Mundial de la Juventud que está teniendo lugar en la capital de España.

Si la delegada del Gobierno hubiera cumplido con su obligación, los manifestantes contrarios a la presencia del Papa en España hubieran ejercido su derecho en otro lugar sin peligro de que se produjeran los graves altercados ocurridos este miércoles. Sin embargo, la connivencia del Gobierno socialista con los grupos más agresivos en contra de la Iglesia ha hecho que la responsable gubernativa del orden público en Madrid prefiera actuar con el sectarismo propio del socialismo de Zapatero en lugar de cumplir con el cometido por el cual le pagamos su sueldo.


El incivismo, la intolerancia y la facilidad para cometer acciones delictivas en contra de los que no comulgan con sus ideas son las características que definen a estos grupos radicales, como hemos tenido ocasión de comprobar a lo largo de estos últimos meses desde que eclosionó el llamado movimiento del 15-M. Estas actitudes son habituales entre los sectores de la izquierda más extrema, pero sus ataques reiterados a los derechos cívicos del resto de ciudadanos se hubieran visto paliados en gran medida si los responsables de garantizar el ejercicio de esos derechos hubieran hecho honor a la función que tienen en comendada.

Sin embargo, en España existe carta blanca para que estas facciones campen a sus anchas y, llegado el caso, apaleen a los que no siguen sus postulados, sencillamente porque el Gobierno no sólo comparte esas ideas profundamente antidemocráticas basadas en la discriminación social del discrepante, sino que, además, con su acción política las ha fomentado a lo largo de los últimos años sin el menor pudor.

Lo sucedido en los aledaños de la Puerta del Sol de Madrid, con agresiones físicas a los participantes en la JMJ ante la pasividad impuesta a las fuerzas del orden público, no sólo certifica el carácter violento y antidemocrático de unos grupos incapaces de aceptar que otros ejerciten el derecho a hacer abierta profesión de su fe, sino también, y esto es lo preocupante, la tolerancia culpable de un Gobierno socialista que prefiere alienarse junto a los que vulneran las libertades antes que proteger el pacífico disfrute de esos mismos derechos por todos los ciudadanos.


Libertad Digital - Editorial