viernes, 2 de septiembre de 2011

Crisis. Reforma del artículo 135 y ¿cuantos más?. Por Jaime de Piniés

Estas situaciones de precariedad legislativa y constitucional son el resultado directo de nuestra extrema vulnerabilidad financiera.

La reforma del artículo 135 tiene detractores y defensores. Ambos tienen razón. Quienes exigen un referéndum para reformar nuestra Carta Magna aciertan en que la medida, aunque legal, carece de legitimidad al no involucrar a la ciudadanía. El modo no acompaña a las formas en esta reforma constitucional. Por otro lado, aquellos que argumentan que no hay más remedio y que se ha tenido que hacer ineludiblemente, también aciertan. A día de hoy, España es un país intervenido y no tiene otra que implementar lo que nuestros banqueros nos exigen, léase Sr. Trichet y la Sra. Merkel.

La postura del principal partido de la oposición es favorable a la reforma y viene defendiendo la idea de un límite al déficit público en la CE desde hace años. Pero, ¿se ha percatado del matiz de cómo se ha conseguido? La reforma nace como el resultado de la pinza entre el BCE y el principal partido de la oposición. Avancemos hacia un futuro: ¿qué va a pasar si ese partido que hoy es oposición, gobierna y se encuentra con las mismas necesidades financieras que el actual Gobierno? ¿Es imposible que se dé esa situación? Me temo que en las condiciones en que se encuentra España esta situación es más que plausible. La época del dinero fácil se ha acabado para España, independientemente al partido en el Gobierno. No es difícil recrear situaciones donde el regidor alemán de turno puede sacar provecho de una España financieramente dependiente ofreciendo ayuda al partido gobernante en contrapartida a una reforma a su medida. Incluso repudiable desde las propias filas del conservadurismo español, llegado el caso en que gobernara la derecha a partir de las próximas elecciones. Imagínense, por ejemplo, si se reclamase (exigiese) un incremento en la tasa del Impuesto de Sociedades equivalente al alemán. Medida que, en principio, gustaría a la izquierda española, pero que removería profundamente a la derecha. En el escenario actual, la medida se adoptaría sin rechistar o de lo contrario la espada de Damocles en forma de financiación caería inexorablemente.


Estas situaciones de precariedad legislativa y constitucional son el resultado directo de nuestra extrema vulnerabilidad financiera. Dependemos del ahorro exterior para cuadrar las cuentas y si éste falta todo se viene abajo. La reforma constitucional para limitar el déficit público en todos los niveles administrativos podría ayudar a reducir esa dependencia de llegar a ser eficaz. Es cierto. Pero, las cosas claras, ni es una medida necesaria ni mucho menos suficiente para garantizar nuestra independencia financiera. Para eso necesitamos trabajar nuestra competitividad y lograr como mínimo un equilibrio en nuestra cuenta corriente de la balanza de pagos o bien salir del euro. En mi opinión a España le conviene seguir en el área del euro por un sinfín de razones. Ahora bien, es evidente que conseguir dinero fácil ya no es factible y dentro de la Unión Monetaria a Italia, España y Francia no les queda más remedio que seguir la estela de Alemania. En contrapartida, será alentador observar a pequeños Estados como Finlandia, Holanda y Austria, todos ellos con superávits en sus cuentas corrientes, son capaces de plantarle cara a Alemania y decirle "no" cuando vean que sus intereses nacionales se ven comprometidos.

En democracia, hay que contar con la ciudadanía y para ello hay que razonar las medidas y con ello instruir al ciudadano. Puede resultar complicado para nuestros gobernantes explicar situaciones comprometidas. Pero embarcarse en una reforma constitucional sin haber explicado el por qué, es decir sin dejar absolutamente claro que la situación de España es extrema y que no admite otra salida, pasará una enorme factura al PSOE. Mientras, la alegría del PP solo estará justificada si consigue impulsar la competitividad española lo suficiente para romper la dependencia financiera del BCE y de los alemanes. Si no se logra, la historia se repetirá y los de fuera volverán a decidir nuestro futuro como lo están haciendo ahora.


Libertad Digital – Opinión

La manta del indio. Por Martín Prieto

Felipe González ha comenzado a escribir artículos cantiflescos en el periódico al que tanto debe y tanto le adeuda. Como es inteligente acierta en los pronósticos pero se pierde en la neblina de los análisis. Considera el déficit cero como un disparate propio del radicalismo ideológico y del Partido Popular, alumno aventajado del Tea Party. El sectarismo socialista no ceja ni cuando pactan con el enemigo, porque adversarios no tienen. El déficit cero es una abstracción, como el cero absoluto al que nunca se llega. También el pleno empleo no existió ni bajo el socialismo real y sólo es un convencionalismo por el que según un tanto por ciento de la población activa en desempleo se considera, no obstante, que las cosas van bien si las prestaciones sustitutorias son adecuadas. Demonizando el inexistente déficit los socialistas indignados y cabreados quieren que el techo de la deuda no se calcule por años fiscales sino por ciclos económicos. Está bien, pero no siendo la economía una ciencia exacta nunca se sabe cuando vienen las vacas gordas o llegan las reses flacas. Pero el mayor peligro reside en que la socialdemocracia europea ha ideologizado el gasto, el imperativo y el fraudulento, como única propuesta política y se ve impelida a endeudarse en bonanza o en tormenta, como ha demostrado Zapatero en esta legislatura. Si no pedalean con el erario se caen de la bicicleta. Un indio teniendo frío en la cabeza cortó su manta por abajo consiguiendo calentarse las orejas y enfriarse los pies. La lección que aprendió el indio es elemental: hay que tejer una manta más larga aunque sea más estrecha.

La Razón – Opinión

Cospedal. La leñadora. Por Manuel Llamas

Este precedente de Cospedal inspira, como mínimo, algo de confianza en nuestra clase política. Esperemos, pues, que cunda el ejemplo.

Al fin algo de cordura política y, por tanto, de esperanza. El recorte anunciado por María Dolores de Cospedal en el presupuesto castellanomanchego supone un ejemplo a seguir para el resto de comunidades autónoma deficitarias. Y es que una reducción interanual del 20% en el gasto público es, sin duda, un auténtico plan de choque que avanza en la buena dirección para alcanzar el ansiado objetivo de estabilidad presupuestaria. Y ello, sin necesidad de subir impuestos.

De este modo, Cospedal se ha convertido en la leñadora que precisaba su región para empezar a despejar el enorme bosque de despilfarro que tanto se empeñó en extender el anterior Ejecutivo socialista de Bono-Barreda. Eso, y no otra cosa, es lo que precisa el conjunto del sector público español. Austeridad pura y dura, ya que de ésta, y no al contrario, se deriva la necesaria credibilidad y confianza que tanto demandan los inversores internacionales. Tan sólo un plan de estas características logrará poner las cuentas en orden, condición sine qua non para emprender una sólida salida de la crisis.


El resto son simples falacias, desde la subida de impuestos, pasando por los afamados tijeretazos de orden menor, hasta los furibundos discursos en contra de los mercados y la especulación tan propios de los socialistas. Cospedal está haciendo lo correcto para construir un porvenir provechoso a sus contribuyentes. Y es que, dada la situación, no le quedaba otra opción: o corregir a tiempo mediante un giro presupuestario de 180 grados o continuar una suicida huida hacia adelante de terribles consecuencias.

En este sentido, la presidenta ha demostrado una gran convicción para hacer lo que debía sin que le temblara lo más mínimo el pulso. Cospedal sigue así los buenos pasos emprendidos en esta materia por Aguirre en la Comunidad de Madrid, si bien ésta última no se vio obligada a adoptar un plan tan llamativo y urgente gracias a que en su momento ya adoptó las decisiones adecuadas para evitar el previsible descuadre de sus cuentas públicas. Pese a ello, a Cospedal aún le queda un arduo trabajo por delante para poner la casa en orden, ya que la imprescindible austeridad ha de acompañarse de profundas reformas económicas tendentes a potenciar el crecimiento a fin de que la receta de la salvación dé sus frutos al completo. En esta última tarea, por cierto, también Aguirre destaca como alumna aventajada sobre el resto de sus colegas regionales.

Además, y esto es lo más importante, el hecho de que sea precisamente Cospedal la primera en empuñar la motosierra con las dos manos es un muy buen indicio de lo que puede deparar la futura gestión presupuestaria de Rajoy al frente del Gobierno central. Y es que, tal y como advertíamos en estas mismas páginas en 2009...
«Lo que necesita Zapatero no es, pues, una chequera sino unas tijeras de tamaño jardín para aplicar un recorte drástico en los Presupuestos Generales del Estado, al igual que todos los presidentes autonómicos y autoridades locales de este país. Y después, bajar impuestos para fomentar el ahorro y aliviar la carga fiscal de familias y empresas..»
Este precedente de Cospedal inspira, como mínimo, algo de confianza en nuestra clase política. Esperemos, pues, que cunda el ejemplo. España necesita más políticos metidos a leñadores o, dicho de otro modo, más hormigas y muchas menos cigarras.

Libertad Digital – Opinión

España se la juega con los recortes en Educación. Por Antonio Casado

Con todo el respeto para los enseñantes me parece que es sacar los pies del plato amotinarse, o anunciar que piensan hacerlo, en Madrid, Castilla-la Mancha, Navarra y Galicia, porque estos Gobiernos autonómicos amplíen o piensen ampliar su horario lectivo semanal en dos, tres, cuatro horas efectivas de clase en el aula, según las distintas Comunidades Autónomas.

De momento se arriesgan a que les recuerden, como ha hecho la presidenta madrileña, Esperanza Aguirre, que la jornada laboral de la inmensa mayoría de los españoles, incluidos los que también necesitan un tiempo de preparación o reciclaje, supera con creces ese tiempo de permanencia en el puesto de trabajo. Manejado con una cierta demagogia ese argumento comparativo respecto a lo que ocurre en otros oficios les pondría a los pies de los caballos y perderían la batalla de la opinión pública, que es determinante en movilizaciones como las que se están preparando en los citados territorios coincidiendo con el inminente comienzo del curso escolar.


Dicho sea todo ello en nombre de la eficiencia de la labor docente y, en general, de la mejora de la educación en los niveles afectados (todos, excepto el universitario). Unas horas más de trabajo en el aula han de mejorar necesariamente los resultados sin sobreesfuerzo excesivo de los docentes.
«En nombre de los recortes de gasto público se recorta la calidad de la enseñanza. Un zarpazo en toda regla al Estado del Bienestar, cuyos dos pilares básicos (Educación y Sanidad) están gestionados por las Comunidades Autónomas. Palabras mayores.»
Repito: en nombre de la eficiencia, la racionalización del trabajo y la mejora de la enseñanza. Pero si todo esto se hace en nombre de los sacrosantos reajustes, en aplicación de lo que un diario denominaba ayer la “dieta Cospedal”, el asunto cambia. Ese es el caso: más horas de trabajo de los docentes fijos como excusa para despedir o dejar de contratar a 3.000 interinos (en el caso de Madrid), de modo que el trabajo que éstos hacían antes lo tengan que hacer aquéllos ahora, con más alumnos por aula o impartiendo materias que tal vez no dominan.

Y eso no va a mejorar precisamente la calidad de la enseñanza en un país con tanto fracaso escolar y con dirigentes políticos que se llenan la boca mencionando la educación como una de las palancas para salir de la crisis económica o para garantizar el despegue cuando salgamos de ella. Incluido Mariano Rajoy que, como es lógico, ayer elogiaba el duro plan de recortes (con razón, a excepción del capítulo educativo, a mi juicio) presentado en Castilla-La Mancha por la número dos del PP mientras ésta se presentaba como una precursora de lo que Rajoy hará a escala nacional si gana las elecciones del 20-N.

En nombre de los recortes de gasto público se recorta la calidad de la enseñanza. Un zarpazo en toda regla al Estado del Bienestar, cuyos dos pilares básicos (Educación y Sanidad) están gestionados por las Comunidades Autónomas. Palabras mayores. No es una cuestión corporativa. No es que se la jueguen los profesores. Nos la jugamos todos en una especie de lento “suicidio colectivo”, como escribía ayer el profesor Imbernón, director del Observatorio Internacional de la Profesión Docente.


El Confidencial – Opinión

Modelo Cospedal. Por José Antonio Vera

He tenido ocasión de comentar y escribir en más de una ocasión que María Dolores Cospedal es una mujer brava y valiente, que se crece ante la dificultad, no tiene miedo a los retos, y exhibe una gran personalidad, profesionalmente a la altura de cualquiera de sus oponentes. Cuando Mariano Rajoy la eligió secretaria general acertó de pleno, y lo ha demostrado estos años abordando asuntos internos complicados, sin importar si éstos se llamaban Gürtel o Mallorca, Asturias o Navarra. Pese a las zancadillas que muchos le pusieron y a la sibilina tarea de erosión planteada por ciertos sectores, se ha consolidado como una secretaria general eficaz, firme y resolutiva, mujer dura a la que no le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones complicadas, por difíciles que resulten.

Ese mismo tesón le llevó a insistir como candidata en Castilla-La Mancha, pese a haber perdido por la mínima en una primera ocasión con su oponente Barreda. Le dijeron que era tarea imposible, pero persistió y lo logró, tras más de treinta años de régimen socialista en la región. Y lo hizo compatibilizado su tarea de candidata con la secretaría general, que en ningún momento se ha resentido por lo anterior.


Alcanzada la mayoría manchega, lo que allí se ha encontrado es de sobras conocido: 1.742 millones de euros en facturas sin pagar, desequilibrio contable de casi el cinco por ciento (el límite era 1,3), el presupuesto entero consumido en el mes de abril en muchas consejerías, y la deuda pública autonómica más alta del país. Tal desbarajuste exigiría responsabilidades oficiales a algunos de los anteriores gestores, pues los políticos deben acostumbrarse a gestionar con diligencia los recursos, y lo que en esta región se ha estado haciendo ha de ser examinado

Cospedal no se ha dejado abrumar por el escenario y ha aprovechado las vacaciones de agosto para articular un plan global que, sin duda, puede servir de modelo a otras autonomías sobre qué hacer en tiempos de crisis. El recorte, duro y drástico, es absolutamente necesario. Y nada fácil de cumplir. Algunas de las propuestas (eliminación de organismos y cargos, reducción de gastos en alquileres, cierre de publicaciones, menos subvenciones, etcétera), no presentan mayor complicación, pero sí otras como la venta de edificios y empresas, porque en el actual escenario no será fácil encontrar compradores. Por eso mismo la presidenta debe ahora centrarse al cien por cien en procurar que este plan salga adelante, pues cualquier error será usado por sus enemigos, que son los del PP.

Cospedal es hoy por hoy la número dos del Partido Popular y tenía que enviar a su partido y a la sociedad española entera el mensaje claro de que las cosas se pueden y se deben hacer de otra manera. Siguiendo el ejemplo de Aznar otrora en Castilla y León, ha actuado como debía y se esperaba de ella. Ahora hay que cumplirlo. Salvo errores puntuales en algún nombramiento y el inadecuado enfoque inicial del conflicto farmacéutico, la presidenta regional está cumpliendo. Todo el mundo habla ya del «modelo Cospedal».


La Razón – Opinión

Izquierda. Crisis y democracia. Por Agapito Maestre

La crisis es de tal envergadura que ha arrasado a la izquierda dogmática que trata de compaginar la revolución, con la verticalidad del franquismo, y a gentes que todavía creen en la revolución.

Independientemente de que sean o no efectivas para relanzar la economía, las medidas que están tomando los nuevos mesogobiernos autonómicos del PP, por ejemplo, las que ha anunciado De Cospedal para Castilla-La Mancha, dejan claro que asistimos al inicio de otra forma de hacer política que, sin duda alguna, también tendrá consecuencias en el futuro de la socialdemocracia española. La autonomía de la política en el metafórico pacto socialdemócrata, surgido después de la Segunda Guerra Mundial, entre mercado y Estado estaba asegurada siempre que la deuda y el consiguiente déficit fueran razonables, es decir, pudieran satisfacerse sin poner en peligro el mercado, o mejor, la sociedad. Este catón de la socialdemocracia, en verdad, de la izquierda y la derecha democráticas europeas ha saltado hecho añicos por las políticas populistas, es decir, de gasto sin medida, llevada a cabo por nuestros gobernantes. Aquí todos son culpables, aunque reconozcamos que el PSOE de Zapatero se ha pasado.

Una parte de la izquierda no quiere enterarse de ese asunto y culpa a los mercados de imposición, o peor, de querer subyugar a la democracia. Eso es falso. Al contrario, han sido las "políticas" populistas de la izquierda y de la derecha, que sin ninguna autolimitación han gastado sin control alguno las causas fundamentales de la crisis, que ha puesto al borde del abismo el sistema democrático surgido después de la Segunda Gran Guerra. Se impone, pues, otra política y, sobre todo, otro estilo político que antes que mimar al votante, como si fuera un niño mal criado, lo trate como un ciudadano consciente de los límites del sistema político. Ha llegado, pues, la hora de los políticos serios que expliquen con rigor que el actual déficit no sólo es insostenible, sino que pone en cuestión la autonomía de la política: la democracia.

La crisis económica trae, pues, una nueva forma de ejercer la política. No trato de hacer de la necesidad, como se dice vulgarmente, virtud, sino de resaltar que asistiremos al final de un tipo de político populista, entre los que destacan los nacionalistas, porque la crisis económica le impide mantenerse en el poder a base de deuda y déficit. No se trata sólo de que haya llegado la hora de los recortes para mostrar que podemos pagar la deuda, sino que es imposible ya esa forma de político que se mantiene en el poder en función de darle más a su votante que lo ofrecido por el adversario. Eso se ha terminado.

La crisis es de tal envergadura que ha arrasado a la izquierda dogmática, que aún sigue pensando como si la Unión Soviética no hubiera desaparecido, al sindicalismo, que trata de compaginar la revolución, con la verticalidad del franquismo, y a gentes que todavía creen en la revolución. En fin, la vieja izquierda y, por supuesto, la derecha intervencionista no quieren enterarse de que la rehabilitación del pacto socialdemócrata, es decir, la vía genuinamente política es la salvación de la democracia. En síntesis, si logramos poner frenos al déficit, entonces no habrá deuda. Es la única manera de no depender de los mercados. O se acepta "esto" o a la calle hacer la revolución. Aunque habrás posiciones aún más enloquecidas, por ejemplo, la de aquellos socialistas serios y demócratas que serán obligados por sus torpes dirigentes a estar en los dos sitios. Tendremos ocasión, antes de lo que piensan algunos, de levantar acta de esa locura.


Libertad Digital – Opinión

El PSOE sale hecho añicos del Congreso y el Estado, lesionado. Por José Antonio Zarzalejos

Los discursos de Duran i Lleida desde la perspectiva de los nacionalistas, y el de Gaspar Llamazares, desde la que corresponde a la izquierda, pronunciados ayer con vehemencia en el Congreso, ambos frontalmente contrarios, en el fondo y en la forma, a la modificación del artículo 135 de la Constitución, significan la ruptura de aquellos y de ésta con el PSOE. De ahí que el Gobierno y el Partido Socialista saliesen ayer hechos añicos del debate en la Cámara Baja.

La reforma constitucional para ofrecer “certidumbre” sobre el rigor de nuestras cuentas a los mercados -garantía diferida a ¡2020!- no sólo ha provocado una fuerte convulsión interna en el socialismo hispano sofocada momentáneamente por la habilidad dialéctica de Pérez Rubalcaba, sino que, además, ha propiciado que las habituales buenas relaciones del PSOE con CiU, PNV y CC, hayan saltado por los aires en términos de apariencia irreversible.


Los nacionalistas catalanes, que se manifestaron a través de las durísimas palabras de su portavoz (“ruptura del consenso constitucional”, “quiebra de la confianza”), tomaron la inédita medida de ni siquiera votar la toma en consideración de la propuesta, mientras el PNV -muleta gubernamental en los últimos meses- se despachaba con una intervención de altísima beligerancia.

La torpeza de Zapatero ha sido triple: 1) proponer la reforma constitucional a Rajoy sin consultarla con el candidato Rubalcaba ni con los órganos de dirección del PSOE; 2) eludir una ronda de consultas urgentes con CiU y PNV; y 3) ignorar las consecuencias -favorables para el PP, pero pésimas para el PSOE- de dilucidar una cuestión de orden constitucional de profundo calado ideológico para la izquierda con afectación directa del régimen de autogobierno de las comunidades autónomas.
«La torpeza de Zapatero ha sido triple: 1) proponer la reforma a Rajoy sin consultarla con Rubalcaba ni con los órganos de dirección; 2) eludir una ronda de consultas urgentes con CiU y PNV; y 3) ignorar las consecuencias, favorables para el PP pero pésimas para el PSOE.»
Todos los errores del presidente del Gobierno quedaron ayer expuestos con brutalidad parlamentaria en el pleno de ayer, al tiempo que se consumaba la mayor de las victorias del PP que -sin la más mínima disensión interna- consiguió que su propuesta estrella -la elevación a rango constitucional de la regla de gasto- se llevase a cabo generando en el PSOE toda clase de contradicciones y en sus aliados, estables o eventuales, el mayor alejamiento político y estratégico con el socialismo desde que nuestro país es una democracia.

“Yo no lo hubiera hecho así” espetó Rubalcaba a Zapatero. Y es muy elemental que el presidente -cuyos actos parecen responder a un esotérico e incomprendido patriotismo por el que dice inmolarse- ha cometido en esta operación todos los errores posibles, con una falta de inteligencia y de sentido político tan escandalosos que hacen dudar de su capacidad para aprehender los datos de la realidad. Suponer que se ha cargado las escasísimas posibilidades de su partido en las elecciones del 20-N no es una especulación sino una certeza; y apostar por una congelación total de las relaciones con los nacionalistas, una obviedad.¡Qué torpe!

Las consecuencias de la incompetencia de Zapatero -hábilmente percibida por Mariano Rajoy- no han hecho, sin embargo, más que empezar. Expulsar a CiU y a la izquierda que representa IU del “club constitucional” es peor que un error: es una lesión a la integridad del Estado porque los catalanes de un lado, y los peneuvistas de otro, van a abrir la espita de sus planteamientos segregacionistas con ciertos visos de razonabilidad formal. Y la izquierda -IU, sindicatos, 15-M- va a tratar de resucitar en la calle al presentar la reforma constitucional, además de cómo un trágala, como una inyección ideológica neoliberal en la Carta Magna.

El pasado sábado escribía aquí que el planteamiento gubernamental era del todo confundido, especialmente en cuanto a la forma de ejecutar la reforma, su carácter fulminante y expeditivo, que la hacen innecesariamente despótica. Las consecuencias del yerro del diagnóstico se vieron ayer en el Congreso con palabras y ademanes crispados. Zapatero se ha convertido por méritos propios en un Saturno que devora y depreda cuanto le rodea. Cabe la duda de si lo hace con maldad rencorosa o con ignorancia culpable. En cualquiera de los casos, ha roto su partido, hundido las escasas posibilidades del candidato del PSOE, puesto en pie de guerra a los nacionalistas y echado a la calle a la izquierda.

Como imagino que en el PP hay responsabilidad, he de imaginar que tanto Rajoy como su grupo hubiesen preferido que Zapatero no se equivocase tanto y tan gravemente al aceptar, tarde y mal, una reforma que ellos venían reclamando hace más de un año. Ya la tienen. Pero el precio ha sido incomprensiblemente alto. Lo pagaremos.


El Confidencial – Opinión

Liberadísimos. Por Alfonso Ussía

En la España de Alfonso XIII, de los primeros años de la Segunda República y del franquismo, el objetivo de todo español de ambiciones limitadas era el de convertirse en funcionario del Estado. Un trabajo asegurado para toda la vida sin excesivos problemas laborales. Hasta los grandes poetas y escritores aspiraron a ese modesto parnaso de la burguesía. El gran Ramón Gómez de la Serna, Ramón a secas en la Literatura, fue enchufado y admitido como funcionario en un ministerio. Pero le pudo la libertad crítica. No daba con un palo al agua y su jefe de negociado estaba de él y de sus vagancias hasta las narices. Un día le pidió que le redactara un informe acerca de la marcha de su sección. «La sección está al corriente/ y los papeles en regla./ Sólo me queda pendiente/ este bolo que me cuelga». Ramón dimitió después de entregar el informe y se largó al «Pombo». Otro escritor, grandísimo poeta satírico, don Manuel del Palacio, también sufrió durante su etapa de funcionario enchufado en el ministerio de Ultramar en pleno desastre del desmoronamiento colonial. Era el ministro el duque de Almodóvar del Río, bajito, dotado de una malísima leche, gruñón y estricto en el trabajo. El duque, Grande de España, decidió amortizar los enchufes anteriores a su mandato, y don Manuel del Palacio fue el primero en abandonar el Palacio de Santa Cruz. Pero se vengó del ministro: «Le llaman Grande y es chico;/ fue ministro porque sí;/ y en once meses y pico/ perdió a Cuba, a Puerto Rico,/ las Filipinas... y a mí». Y otros altos funcionarios, diplomáticos, se perdieron por su sentido del humor. Agustín de Foxá y Edgar Neville, principalmente. Así que Edgar fue destinado a Tegucigalpa, y aceptó el nombramiento con un telegrama muy lejano a las normas de la diplomacia. «Acepto honroso, pero ¿dónde coño está éso?».

Ingenio perdido. Hoy los funcionarios del Estado son unos honestos y cumplidores trabajadores expuestos a cualquier razón o sinrazón laboral. Aquella seguridad de antaño no lo es tanto hogaño. Esa seguridad la tienen en la actualidad los liberados sindicales. No es justo que los que trabajan para todos hayan perdido su inviolabilidad laboral, y los que no trabajan para nadie la disfruten con especial caradura. Los españoles no pagamos impuestos para mantener unos sindicatos de principios del siglo XX, con infraestructuras millonarias, que no pueden sostenerse con las cuotas de sus militantes y chulean al contribuyente con subvenciones constantes y sonantes. Los sindicatos no pueden seguir sangrando la economía de los hogares españoles para mantener una fuerza que en el fondo, es ficticia. Si UGT y CCOO vivieran de sus cuotas, no podrían ni pagar el recibo de la luz de los despachos de sus altos dirigentes. Y si quieren sostener a esas decenas de miles de liberados que no hacen nada, que los paguen ellos, no los españoles.

Esperanza Aguirre abrió la puerta de salida de los liberados en Madrid y María Dolores de Cospedal va a seguir sus pasos en Castilla-La Mancha. Europa camina en la defensa de los trabajadores mediante sindicatos independientes, gremiales y sin adherencias ideológicas. Los Gobiernos no pueden estar sometidos a un chantaje permanente que sólo se suaviza con subvenciones transferidas. Aquellos funcionarios, mejor o peor , trabajaban para el Estado, es decir, para todos. Los liberados sindicales nos tienen que explicar todavía qué hacen y por cuenta de quién. El siglo XXI demanda la existencia de sindicatos modernos, no anclados en las ideologías superadas.

Y libres, no sujetos a los impuestos de todos. Pues eso.


La Razón – Opinión

Reforma constitucional. La izquierda y su corsé. Por Cristina Losada

Cuanto más déficit y más deuda contraiga un gobierno y, por tanto, cuanto más dependa de los mercados, más de izquierdas será y todos felices.

Nuestra izquierda ha topado con el déficit y, francamente, no estaba preparada. La súbita inmersión en la realidad le ha provocado una rabieta. Zapatero ha tenido que ceder de nuevo ante los hechos, puesto entre la espada de la deuda y la pared de Merkel. Pero le ha salido un molesto sarpullido en su propio flanco, en el más querido. Es la consecuencia imprevista de hacer señuelo y bandera de la ideología. Cómo extrañarse de que sus fieles juzguen ahora sus decisiones por el rasero ideológico y las declaren, ¡horror!, de la más rancia derecha. Aunque la parte divertida del caso es la desorientación de la izquierda respecto a qué es de izquierdas, cuestión ontológica que tanto ocupa a sus gentes.

Voces airadas braman contra el principio de equilibrio presupuestario porque despide, aseguran, un detestable tufo ideológico. A fundamentalismo conservador, a neoliberalismo salvaje o a derechismo fanático, dicho sea en su rico vocabulario. Y, por supuesto, denuncian su inclusión, aun de aquella manera, en la Constitución, como una intolerable imposición de los mercados. Vale. Entonces, gastar más de lo que se ingresa, endeudarse y lastrar con esa deuda el presente y el futuro de los españoles, es un dogma inscrito en el libro sagrado de la izquierda. Así, cuanto más déficit y más deuda contraiga un gobierno y, por tanto, cuanto más dependa de los mercados, más de izquierdas será y todos felices. Con tan pintoresco criterio, han de canonizar a Berlusconi los de IU, UGT y Comisiones. Sin olvidar a Reagan, que hizo el célebre chiste cuando le preguntaron por el déficit: "Ya es lo suficientemente grande para cuidar de sí mismo".

De izquierdas, de izquierdas, es subir los impuestos, pero he aquí que Zapatero sentenció lo contrario. Por obvias razones electorales. Metido en tal callejón, el PSOE ha pergeñado un cuento fantástico para encajar la reforma en el lecho de Procusto ideológico y contentar a sus huestes. Y es que nos acechaban dos malhechores, el "déficit cero" y los "manirrotos", hasta que ambos fueron detenidos en briosa operación por Supermán Rubalcaba. Incluso González, Felipe terció para determinar que lo de derechas era el "déficit cero", al que propinó el sopapo de "sectario". Cómo puede ser sectario un balance de ingresos y gastos es un misterio que, me temo, no va a desentrañarse. Por lo demás, no hay enigma. Nuestra izquierda no quiere un corsé presupuestario, pero es prisionera del suyo.


Libertad Digital – Opinión

Las aulas no están para huelgas

Los sindicatos de Educación de la Comunidad de Madrid, a los que se podrían sumar los de otras regiones, han abierto un conflicto inconveniente con la convocatoria de una huelga para el arranque del curso escolar. Ha sido la respuesta a la decisión del Gobierno regional de incrementar de 18 a 20 el número de horas lectivas de los docentes de Secundaria, tal y como contempla la Ley que prevé incluso llegar a las 21. Ese aumento en la jornada estará debidamente compensado económicamente.

Las razones de la Consejería de Educación no sólo se fundamentan en la previsión legal que contempla esa flexibilidad de horario, sino en la necesidad de maximizar las recursos en una etapa de crisis que exige sacrificios por parte de todos, también de los profesores.


Obviamente, la Administración madrileña, en palabras de la presidenta Esperanza Aguirre, reconoce que «se les pide un esfuerzo mayor», pero también les recuerda «que se hicieron funcionarios porque creen en la enseñanza pública y porque están dispuestos a hacer más en favor de la educación pública». Lamentablemente, los dirigentes sindicales, que no todos los docentes –eso está por ver– no responden a la premisa de Esperanza Aguirre. Su posición defiende más un interés gremial que el futuro de sus alumnos y del propio sistema, los grandes perjudicados por la conflictividad. Los sindicatos han esgrimido que trabajar dos horas más, hasta 20, supondrá un recorte definitivo en la calidad de la enseñanza, porque el aumento del horario de impartición directa de clases perjudicará a otras funciones del profesorado. Cuesta trabajo creer que esa alteración o reorganización de las funciones en los centros sea tan severa como para socavar la calidad.

Entendemos que el éxito de la enseñanza reside principalmente en no errar en la metodología educativa y en la extensión de una cultura de trabajo adecuada. Nada ha perjudicado tanto en la formación de los escolares como la erradicación del esfuerzo, la excelencia o la exigencia de nuestras aulas o la minimización de la autoridad del profesorado. Ese deterioro ininterrumpido, con origen en leyes celebradas por la izquierda y los sindicatos como la Logse, se tradujo en altísimos índices de fracaso y abandono escolares que no provocaron movilizaciones de los docentes como las que ahora han anunciado por impartir dos horas más de clase.

La realidad es que ningún colectivo en nuestro país puede vivir en una burbuja sin reparar en la crítica situación que nos rodea. Los recursos públicos son los que son después de ocho años de gobierno socialista. Una administración responsable tiene el deber de racionalizar las partidas, exprimir los presupuestos y, por encima de todo, sanear las cuentas para que los sacrificios de hoy permitan ganar el mañana. Las políticas de gasto demagógicas e irresponsables de la izquierda nos han colocado al borde del precipicio. Como con acierto dijo Rajoy, «España no está para estas cosas». Hay que apelar a la responsabilidad del colectivo de docentes para que se distancien de un cúpula sindical que actúa como un ariete político contra el PP.


La Razón – Editorial

La casi posguerra

La Conferencia de París impulsa la normalización de Libia tras la caída de Gadafi.

Apenas una semana después de la toma de la capital, Trípoli, por las tropas rebeldes del Consejo Nacional de Transición libio (CNT), la celebración ayer en París de la conferencia internacional de países amigos de Libia para orquestar el futuro del país ha resultado más que oportuna.

La conferencia, convocada por iniciativa del presidente francés, Nicolas Sarkozy, el político que más reflejos mostró en esta crisis tras su torpeza mostrada en Túnez, ha logrado rehuir el peligro de erigirse en símbolo prematuro de la victoria de los rebeldes y sus aliados, la UE, Estados Unidos y la OTAN.

La comunidad internacional se aleja así del mal ejemplo dispensado por George Bush cuando declaró antes de tiempo "misión cumplida" en Irak, error que tanto contribuyó al caótico escenario posbélico en aquel país. Porque el dictador Gadafi sigue aún combatiendo desde algún lugar desconocido, y el sentido de la prudencia exige no excluir la eventualidad de que siga creando problemas. La ampliación en una semana del ultimátum formulado por el nuevo Gobierno a los combatientes gadafistas para que se rindan va en la sensata dirección de culminar la liberación ahorrando vidas humanas. La insistencia de la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, en evitar las represalias no es, dados los precedentes, en absoluto ociosa.


Las decisiones de la cumbre parisiense deben contribuir a minimizar las tensiones que el líder derrocado, pero aún no del todo derrotado, pueda provocar. Los reunidos han prestado todo su apoyo económico a la nueva Libia. Aunque el permiso oficial para desbloquear los fondos (unos 50.000 millones de euros) que controlaba Gadafi debe darlo la ONU, los principales actores de esta crisis ya han encontrado la manera de acelerar la disposición de fondos por las nuevas autoridades libias, con cargo a los embargados. La UE, además, ha puesto fin al bloqueo impuesto a puertos y empresas.

Con todo ello, el CNT podrá disponer ya de más del doble de los 5.000 millones indispensables para reanudar urgentemente los servicios administrativos, así como de las plataformas logísticas necesarias para ir normalizando el país.

El paquete político de la conferencia estriba en el compromiso de continuidad en el esfuerzo militar aliado hasta la definitiva derrota de Gadafi y en el carácter masivo del reconocimiento a las nuevas autoridades. Este debe contribuir a desalentar la suicida resistencia de los gadafistas, al subrayar su soledad, así como a influir en su líder para que reconsidere su ardor guerrero.

Los apoyos de última hora, como el de Rusia, y las patéticas reivindicaciones de haber estado siempre ahí, como las de Alemania, son la letra pequeña de esta operación, y sus dirigentes deberán aprender del error para no repetirlo. En cualquier caso, con esta conferencia la primavera árabe reverdece en el escenario hasta ahora más adverso, y vuelve las miradas a otros del mismo signo, como Siria.


El País – Editorial

La enseñanza pública también necesita de austeridad

Se trata de distribuir de forma más efectiva el horario de los docentes para evitar duplicidades y conseguir un importante ahorro, algo a lo que tiene perfecto derecho la Comunidad de Madrid en tanto que responsable de las competencias educativas.

La amenaza de huelgas y movilizaciones en el sector de la enseñanza, a cuenta de la ampliación de horas lectivas previsto por el Gobierno de la comunidad de Madrid, ha de sorprender forzosamente a los ciudadanos que ven cómo un sector privilegiado dentro de la administración pública se niega a limitar sus prerrogativas, siquiera de una forma tan leve como la acordada por las autoridades educativas madrileñas.

La extensión en dos horas semanales del tiempo de clase no puede esgrimirse cabalmente como el motivo para paralizar la enseñanza pública. Ni se aumenta el horario de trabajo, que seguirá consistiendo en una semana laboral de 37,5 horas, ni se reducen los salarios del personal afectado, que seguirá cobrando a final de mes exactamente lo mismo, ni se menoscaba su muy ventajoso régimen vacacional, que continuará siendo el más extenso de toda la administración pública. Se trata simplemente de distribuir de forma más efectiva el tiempo que los docentes dedican a su tarea para evitar duplicidades y conseguir un importante ahorro, algo a lo que tiene perfecto derecho la Comunidad de Madrid en tanto que responsable de las competencias educativas.


Como siempre que se dilucidan asuntos que afectan a los servicios prestados por el Estado, la opinión de los ciudadanos que los padecen no sólo no es tomada en cuenta sino que ni siquiera se solicita, permaneciendo la disputa en el terreno del conciliábulo habitual entre políticos y representantes sindicales. En este caso, sorprende que no se haya pedido opinión a los padres de los alumnos, miembros de la "comunidad educativa" cuya participación se exige en materias cotidianas de muchísima menor entidad. Tal vez sería bueno que, por una vez, los sindicatos más beligerantes en este asunto escucharan a este respecto la opinión de los padres, que ven el futuro educativo de sus hijos con mucho más pesimismo del que pueda suponer para un profesor el tener que dedicar a dar clase dos horas más dentro de su horario habitual.

La educación pública española, a la cola de los países desarrollados en cuanto a calidad, no puede ser el coto privado de unos sindicatos de enseñanza que, salvo contadas excepciones, están más ocupados en preservar las gabelas de sus representados que de garantizar la prestación de este servicio a satisfacción de los ciudadanos que no pueden elegir el colegio de sus hijos.

Es cierto que nuestra enseñanza estatal ha de bregar con un diseño educativo deudor de una pedagogía perniciosa y más que superada en el tiempo, pero a tenor de la magnitud del desastre que supone la enseñanza pública española según todos los indicadores, los representantes de los docentes tal vez harían mejor en reflexionar sobre su parte de responsabilidad en la catástrofe educativa que padecemos, en vez de plantear huelgas para oponerse a una reorganización de horarios que en nada va a afectar al muy privilegiado trato de que los profesionales de la educación gozan en este país.


Libertad Digital – Editorial